Diego Rodríguez da Silva y Velázquez

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Diego Rodríguez da Silva y Velázquez
Sevilla 1599 - Madrid 1660
Nació en Sevilla el 6 de junio de 1599. De madre
sevillana y padre de origen portugués, Diego, cuya
familia pertenecía a la burguesía, era el mayor de cinco
hermanos y dio muestras de su talento ya con corta edad.
Tenía sólo 10 años cuando entró a estudiar pintura en
uno de los mejores talleres de Sevilla que dirigía Francisco
Herrera “El Viejo”. Al año siguiente ingresó en el Taller
de Francisco Pacheco que fue su mentor y ejerció gran
influencia en él, convirtiéndose en su suegro, cuando
se casó con Juana Pacheco. En 1617 se estableció
como pintor independiente, manteniendo una intensa
actividad socio-cultural.
Fue un genio y un adelantado de su tiempo. Su etapa de adolescente nos dejó obras de
asombroso realismo e intensidad como “La Inmaculada Concepción”, “La Adoración de
los Magos” o “El Aguador de Sevilla”.
Corría el año 1623 cuando, gracias a la intercesión de Francisco Pacheco ante el CondeDuque de Olivares, Velázquez retrató al rey Felipe IV y consiguió el puesto de Pintor de
la Corte. El respaldo del rey, de quien llegó a ser buen amigo, le valió para conseguir
diversos títulos entre ellos destacan el de Ujier de Cámara y el de Caballero de la Orden
de Santiago, su más ansiada aspiración, obtenido un año antes de su muerte.
El encuentro con Rubens durante una visita de éste a España cambió el rumbo de la
vida de Velázquez. Aconsejado por Rubens, viaja a Italia en 1629 para conocer el arte
renacentista. Viaje que provocará una transformación esencial en el pintor y sus obras.
A su regreso a España, la Corte puede comprobar los cambios que experimenta Velázquez:
desaparece el tenebrismo, se iluminan los lienzos llenándose de colores, se modernizan las
figuras y puede palparse la libertad artística del pintor. Una de las obras fundamentales de
esta etapa es “Las Lanzas”, pintada en 1635.
Felipe IV, le reconoce con el nombramiento de Ayudante de Cámara, cargo que le hace ser
una de las personas más cercanas al rey. En la Corte ocurren acontecimientos dramáticos
para Velázquez y el propio monarca: pierde su poder el valido del rey, el Conde-Duque
de Olivares, protector de Velázquez; mueren Francisco Pacheco y la reina Isabel; tras una
enfermedad, el príncipe Baltasar Carlos fallece a los 17 años.
Tras esta serie de calamidades Velázquez decide volver a Italia en 1649 donde vivirá dos
años. A su regreso a la Corte realiza su obra maestra: “Las Meninas”. De esta misma etapa,
a pesar de la cantidad de tiempo que le quita su nuevo cargo de Aposentador Real, es
también otro gran cuadro: “Las Hilanderas”.
Una larga enfermedad le lleva a la muerte en Madrid el 6 de agosto de 1660.
Las Lanzas o La rendición de Breda
Autor Velázquez Cronología 1635
Ubicación Planta 1 Sala 9A
Técnica Óleo Soporte Lienzo
Medidas 307 x 367 cm
Pintado para el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro de Madrid, este cuadro muestra
el momento en que el gran estratega italiano Ambrosio Spínola, al mando de los ejércitos
españoles por orden de Felipe IV, recibe de manos del General Nassau las llaves de la
ciudad rendida de Breda, en la actual Holanda.
Los generales españoles reconocen en la defensa de Breda una ejemplar lección de
heroicidad por parte de los holandeses. Por eso, al rendirse los flamencos, Spínola da
órdenes al ejército vencedor de que los dejen salir de la ciudad en orden militar y sean
tratados con dignidad y respeto.
Lo más importante del cuadro es que Velázquez rompe con la tradicional representación
de las escenas de guerra, haciendo patente la faceta humana y el acto compasivo del
general Spínola que impide con un gesto de la mano que el vencido general Nassau, se
arrodille ante él.
Este cuadro es un conjunto de retratos, todos ellos fascinantes, incluido un autorretrato
del pintor que aparece como el último soldado español a la derecha del cuadro, junto al
caballo, tocado con sombrero.
Pieter Paul Rubens
Alemania 1577 - Amberes 1640
Nació en Alemania en 1577. Al morir su padre, siendo
niño, se trasladó con su familia a Amberes. Estudió
pintura con varios maestros, uno de los cuales le animó a
viajar a Italia para continuar su aprendizaje. Allí Rubens
estudió el Renacimiento y trabajó para el duque de
Mantua como pintor y como representante diplomático
durante nueve años. Rubens conocía varias lenguas
además del latín y poseía conocimientos humanísticos.
Al recibir la noticia de la grave enfermedad de su
madre decide volver a Amberes. El archiduque Alberto,
gobernador de los Países Bajos, le propone el cargo de Pintor de la Casa de Sus Altezas
Serenísimas, con atribuciones que Rubens no podrá rechazar. Al año siguiente se casa
con Isabela Brandt con la que tendrá tres hijos. Serán buenos tiempos para el pintor que
cosecha grandes éxitos, de esta época es la “Adoración de los Magos”. La fama romperá
fronteras y de cortes extranjeras le llueven los encargos.
Pero la fama de Rubens no le viene sólo por sus cuadros, sino además por su labor
diplomática. Tras enviudar a causa de la peste, viaja a España para encargarse de las
conversaciones de paz entre España e Inglaterra. Conoce a Velázquez quién en adelante
verá en el maestro flamenco un ejemplo a seguir. En la corte española puede estudiar la
colección de la Casa Real y la luz y el color cobran un nuevo sentido en su pintura. Rubens
vuelve a casa tras haber conseguido sus propósitos diplomáticos y artísticos.
Vuelve a casarse y tendrá cinco hijos de su joven esposa Helene Fourment, que se convierte
en modelo y musa de Rubens. Sigue teniendo encargos de las casas reales de Inglaterra y
España que se desarrollan en su casa taller con la colaboración de sus ayudantes. Gracias
a los numerosos encargos que le hizo Felipe IV el Museo del Prado posee la mayor colección
de obras de Rubens del mundo.
Cansado del mundo de la Corte y las continuas estancias fuera de casa, decide retirarse
a su castillo en Amberes y dedicarse a su pasión por la pintura hasta su muerte en 1640.
La Adoración de los Magos
Autor Rubens Cronología 1609
Ubicación Planta 1 Sala 28
Técnica Óleo Soporte Lienzo
Medidas 325 x 496 cm
La obra, encargada en 1609 por el Ayuntamiento de Amberes en recuerdo de la Tregua
de los Doce Años entre España y las provincias rebeldes holandesas, fue donada al
embajador Rodrigo Calderón, quien la envió a España. A la muerte de Calderón en 1621
pasó a la Colección Real.
En ese momento la obra tenía unas dimensiones más pequeñas que las actuales. En ella se
aprecia un primer estilo de Rubens, muy influido por su reciente viaje a Italia: figuras vigorosas
(influencia de Miguel Ángel), utilización intensa de la luz y abigarradas composiciones
rectangulares obedeciendo a la forma del lienzo.
La escena tiene lugar en un anochecer iluminado por los reflejos de la luna, el fulgor que
irradia del Niño y el resplandor de las antorchas. En el ángulo izquierdo, ante una columna
clásica acanalada, vemos a la Sagrada Familia, hacia la que se dirigen los Reyes Magos
con sus pajes y todo el cortejo -criados, varios caballos y camellos-, que recuerda el
esplendor del ceremonial diplomático. El jinete del lateral derecho, que vuelve la mirada
hacia el Niño, es el autorretrato del pintor. Dos ángeles sobrevuelan en lo alto.
Si prescindimos de las bandas añadidas, (cuyas costuras son fácilmente visibles) observamos
que la superficie pintada en un principio quedaba limitada por los paréntesis que forman
las figuras de la Virgen y de uno de los porteadores en los extremos laterales, de modo que
la composición resultaba mucho más cerrada.
Rubens, en su segunda intervención, transformó profundamente el sentido formal del
cuadro. Al ampliarlo por los bordes, pudo articular la composición en función de una
línea diagonal imaginaria que partiendo de la cabeza del Rey Mago arrodillado viene a
desembocar en el codo del servidor inclinado sobre el caballo. Además eliminó alguna
figura del original, modificó algunos colores (el manto de la Virgen) y rostros y confirió una
mayor apertura espacial a la totalidad del conjunto. En estas modificaciones de vislumbra
la influencia de Tiziano. El lienzo fue considerado desde antiguo como una de las obras
maestras del pintor.
El Greco. Doménikos Theotokópoulos.
Creta 1541-Toledo 1614
Nació en Candia, Creta, en 1541, donde se formó en
el arte de la pintura. A los 26 años viajó a Venecia
donde su pintura se influencia por Tiziano y Tintoretto.
Posteriormente viaja a Roma, para estudiar el estilo
manierista de Miguel Ángel. El manierismo no sigue
los ideales de belleza del Renacimiento: las figuras
tienen extremidades alargadas, cabezas pequeñas,
semblantes estilizados, posturas poco naturales “alla
maniera”, colores fríos, artificiales e incluso violentos.
En Roma conocería a Don Luis de Castilla, hijo del deán
de la Catedral de Toledo, quién le animó a viajar a esa
ciudad, una de las más emblemáticas de Europa y le informó de la necesidad de artistas
que demandaba la construcción del monasterio del Escorial.
Aunque tuvo poco éxito con los intentos de que Felipe II le encargara frescos para El
Escorial, el estilo de El Greco caló profundamente entre los toledanos y comenzó a recibir
encargos. Conoció a Jerónima de las Cuevas con quien tuvo un hijo. Todo ello hizo que
Doménikos se estableciera en Toledo donde residió hasta su muerte. La compenetración
artista-ciudad fue tal que la tomó por patria y se le consideró pintor español.
Un primer encargo fue el retablo mayor de Santo Domingo el Antiguo y “El expolio” para
la Sacristía de la catedral de Toledo. En su obra universal “El entierro del conde de Orgaz”,
pintada en 1586, se aprecia el alargamiento de las figuras y el horror a los espacios vacíos
-horror vacui- propios del manierismo.
Terminadas estas obras y hasta 1603 trabajó en diversos retablos y pinturas en Toledo
y Madrid. Sus figuras se van haciendo más espigadas, hasta llegar a una premeditada
deformación que justifica con la frase: “ser enana es lo peor que puede tener cualquier
género de forma”.
Su obra alcanzó elevada reputación y mecenas y hombres de la Iglesia le proporcionarían
ingente trabajo, sobre todo de temática religiosa y muchos retratos. Sus figuras muestran
una expresión íntima y espiritual más allá de la mera belleza. Fue un excelente retratista.
Intelectuales, poetas y gentes notables de su tiempo fueron inmortalizados por sus pinceles
recordando el aprendizaje de Tiziano en sus composiciones con figuras de medio cuerpo y
fondos neutros. “El caballero de la mano en el pecho” es el retrato cumbre de El Greco.
Aunque pintó pocos paisajes, los contrastes de la “Vista de Toledo” y el “Paisaje Nocturno
de Toledo” hacen pensar en ideas barrocas que sobrepasan la pintura manierista. Pintó
también alguna obra de tema mitológico como “Laoconte”.
Murió el 7 de abril de 1614 y fue enterrado en la iglesia de Santo Domingo el Antiguo.
El Caballero de la mano en el pecho
Autor El Greco Cronología 1580
Ubicación Planta 1 Sala 8B
Técnica Óleo Soporte Lienzo
Medidas 81,8 x 65,8 cm
Este cuadro es uno de los retratos más conocidos en el mundo. Representa un típico caballero español de mediados del siglo XVI, con severa vestimenta de terciopelo negro,
gola y puños de encaje blanco almidonado y el único adorno de una cadena de la que
pende un medallón. Como símbolo de su condición de caballero, la empuñadura de una
espada cuyo pomo de oro brilla en primer término.
El personaje mira al espectador, manteniendo su mano sobre el pecho, quizá en un gesto
de juramento, tal vez de arrepentimiento o bien aludiendo al rito de la “Fe del caballero”,
dignidad que estaba reservada a personajes destacados.
Su identidad permanece ignorada; podría tratarse de D. Juan de Silva y Ribera, marqués
de Montemayor, alcalde del Alcázar de Toledo; se ha especulado con la posibilidad de
que el personaje fuese manco del brazo izquierdo que, junto con la fecha en que se realizó el retrato, puede hacer pensar que fuese Miguel de Cervantes, ya de regreso de la
batalla de Lepanto; también se ha pensado en que sea un autorretrato, pero no hay ninguna base que sustente esta teoría.
El fondo es neutro, no hay mobiliario ni paisaje, características propias del retrato de la
época. Hace algo más de una década el cuadro se restauró en el taller del Museo del
Prado y el resultado fue sorprendente. El fondo casi negro se descubrió gris resaltando
mucho más la figura, el traje mostró los matices del negro y se pudieron apreciar las
diferencias en los metales de la espada.
Francisco de Goya y Lucientes
Fuendetodos 1746 - Burdeos 1828
Nace en Fuendetodos, Zaragoza, en 1746. Hijo de un
pintor y dorador de retablos, comienza a los 13 años su
formación artística en la Academia de Dibujo de José
Luzán. Años más tarde viaja a Madrid para trabajar en
la decoración del Palacio Real de Madrid a manos de
Francisco Bayeu.
Pasa un año en Italia, donde asume la estética neoclásica.
De vuelta en España, realiza un conjunto de murales en
la Iglesia de la Cartuja del Aula Dei en Zaragoza que le
convierten en el pintor más valorado de Aragón.
En 1775 se establece en Madrid, se casa con la hermana de Bayeu con quien tendrá
un hijo. Por la influencia de su cuñado, es llamado a la corte para realizar cartones para
la Real Fábrica de Tapices. Los cartones eran pinturas que los tapiceros copiaban para
confeccionar los tapices. Goya pintó sesenta y tres cartones en doce años. Destinados
a decorar estancias palaciegas, recrea en ellos costumbres de la época, tanto de la
aristocracia como de la gente del pueblo, con escenas románticas e idílicas de colores
vivos y claros. Se dividen en series con temáticas variadas como la caza, las diversiones
populares, las cuatro estaciones y otros temas alegres y llenos de matices satíricos.
La creación de Goya es muy prolífica, tanto en retratos como en obra religiosa, bodegones
y lo que él mismo llama “caprichos e invenciones”. De éstos nacerán con el tiempo los
grabados llamados “Los Caprichos”, fruto de la imaginación adulta de Goya y de la
influencia de Velázquez y Rembrandt. Otras series de grabados son “Los Desastres de la
Guerra” donde detalla los horrores de la guerra y “Los Disparates”, sobre los males y locuras
de la humanidad.
En 1789 el nuevo rey Carlos IV le nombra pintor de cámara, lo que le reporta una etapa
dulce en la Corte y le capacita para ejecutar los retratos oficiales de la familia real.
De la experiencia vivida personalmente en las batallas entre los franceses y los madrileños
en 1808, destacan los dos cuadros de gran formato que darán la vuelta al mundo “La
carga de los Mamelucos” y “Los Fusilamientos de la Montaña de Príncipe Pío” cuyos
protagonistas son gente del pueblo que luchó contra los franceses.
Las obras más importantes de su etapa final son las Pinturas Negras, llamadas así por su
temática más que por sus colores. Estuvieron primero pintadas en los muros de la casa
de Goya y posteriormente las pasó a lienzo. Son tétricas pinturas en colores oscuros que
demuestran como Goya a final de sus días había perdido todo el carácter alegre de sus
ya lejanos cartones.
Tras una opresiva situación política se exilió en Burdeos, donde murió en 1828.
La Nevada o El Invierno
Autor Goya Cronología 1786
Ubicación Planta 2 Sala 94
Técnica Óleo Soporte Lienzo
Medidas 257 x 293 cm.
La Nevada es uno de los cartones para tapiz de la tercera serie destinados para decorar
el comedor del príncipe en el Palacio de El Pardo.
Forma parte de un conjunto de obras dedicadas a las cuatro estaciones. Las otras tres son:
Las Floreras o La Primavera, La Era o El Verano y La Vendimia o El Otoño, todas ubicadas
actualmente en la misma sala del Museo del Prado.
Goya rompe con la manera tradicional de representar esta estación por lo general de
manera ideal, y nos la muestra con toda su crudeza. Esta es una más de las estampas
costumbristas que gustaba de representar Goya, nos muestra varios personajes caminando
por un paisaje nevado tras los cuales va un burro cargado con un cerdo abierto en canal, la
matanza, que suele realizarse en invierno. Hay un personaje más, un perrillo que, asustado,
parece ladrar al hombre que lleva el arma.
El color blanco de la nieve transmite frío y el movimiento que imprime a los árboles y a las
prendas de los personajes ayuda a aumentar la sensación de viento .
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