LA ESFERA DEL INGENIO Las silvas de Quevedo y la tradición

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LA ESFERA DEL INGENIO
Las silvas de Quevedo
y la tradición europea
COLECCIÓN ESTUDIOS CRÍTICOS DE LITERATURA
Y DE LINGÜÍSTICA
Consejo Asesor
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Rodrigo Cacho Casal
LA ESFERA DEL INGENIO
Las silvas de Quevedo y la tradición europea
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Cacho Casal, R.
La esfera del ingenio : las silvas de Quevedo y la tradición
europea. – Madrid : Biblioteca Nueva, 2012
272 p. : il. 21 cm
Incluye índice onomástico : p. 253-264
ISBN 978-84-9940-423-3
1. Literatura española. Historia y crítica. Poesía 2. Renacimiento. Barroco 3. Pintura
821.134.2-1
DC
7.034
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75
AFC
Diseño de cubierta: José María Cerezo
©
©
Rodrigo Cacho Casal, 2012
Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2012
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28010 Madrid
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editorial@bibliotecanueva.es
ISBN: 978-84-9940-424-0
Edición digital
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de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad
intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
Índice
Introducción ............................................................................
13
Primera parte
Quevedo y la modernidad poética
Capítulo 1.—Conceptismo y modernidad poética .....................
La velocidad del concepto: condensación y concisión .........
La armonía de las esferas y el pensamiento analógico .........
El círculo en añicos y el nuevo mundo barroco ...................
La novedad conceptista y la generación de agudezas ..........
Quevedo y la modernidad poética .......................................
23
25
34
41
50
58
Capítulo 2.—La trayectoria de un poeta: las silvas .................
Quevedo poeta: de las «Flores» al «Parnaso» ......................
Las silvas de Quevedo, una unidad en movimiento . ...........
Las silvas: un nuevo género antiguo ....................................
61
62
75
82
Segunda parte
UNA POÉTICA DE LA MODERNIDAD: LAS SILVAS
Y LA TRADICIÓN EUROPEA
Capítulo 1.—El pincel y el alfabeto de las imágenes ............... 89
Del pintor de Anacreonte al pincel de Belleau .................... 92
La imitación de la naturaleza: ilusionismo y arte del retrato .. 98
Los pinceles españoles y la velocidad barroca ..................... 108
Dios pintor y el pequeño ingenio del hombre . .................... 119
Capítulo 2.—La artillería o el progreso descaminado ............
La silva contra la artillería: texto y contexto . ......................
Contra los inventores: de Horacio a Marino . ......................
La execración del diabólico invento ....................................
[9]
129
130
134
146
Capítulo 3.—La poesía entre las estrellas ..............................
Quevedo entre silva e himno ...............................................
Estrellas y poesía de Marino a Orfeo . .................................
Neoplatonismo y cosmología: el lenguaje de la poesía ........
De himno a hechizo: la poesía como ritual . ........................
159
161
164
171
177
Capítulo 4.—Roma y las ruinas de la memoria ........................
Roma o el archivo de la memoria ........................................
Du Bellay y Quevedo: del soneto a la silva ..........................
El soneto-silva y la arqueología de la memoria ....................
El fuego, el agua y la piedra: naturaleza versus artificio ......
La reina del mundo: del Capitolio al Vaticano ....................
185
186
189
197
205
214
Conclusiones ............................................................................ 221
Bibliografía .............................................................................. 229
Índice onomástico ..................................................................... 253
[10]
A mi hermana Marta,
que conoce todos los colores del Barroco
Introducción
Musa Urania (1592), Hendrik Goltzius.
Quevedo es un hábito que puede convertirse en vicio irrenunciable. Tras años dedicado a estudiar sus obras, encuentro
que esta actividad es tan placentera como dañina. Nadie puede
consagrarse con intensidad a sus versos, sátiras y tratados sin
salir enriquecido, pero también muy perjudicado. Sus palabras
se escurren por doquier, se abren camino en nuestro imaginario
y, poco a poco, pueden alterar nuestra percepción del mundo
sin que seamos ni siquiera conscientes de ello. Quevedo es una
magia que intoxica el espíritu, lo enriquece y lo consume. Por
eso es bueno reconocer cuándo hay que parar. Después de este
libro, no creo que me queden fuerzas ni fantasía para volver a
escribir otro dedicado a los escritos quevedianos. Estas páginas
son una despedida y un desahogo, pero también una última
declaración de lo mucho que ha significado y significa para mí
el mundo verbal que este autor único ha sido capaz de crear en
sus versos. Mi temor es que si sigo habitando en ellos, si me
sigo demorando aquí, no seré ya capaz de salir.
En este libro reúno y dejo correr ideas que me han ocupado
en los últimos años, centradas en la poesía, las silvas quevedianas y su relación con el conceptismo europeo. Mis objetivos son
múltiples. Ante todo, he querido ofrecer una lectura de cuatro
silvas que, aprovechando el hoy tan denostado método del close reading, profundizara en su estructura, estilo e ideología,
conectando estas composiciones con la trayectoria poética de
Quevedo. El escritor atribuyó una gran importancia a su colección de silvas, que empezó a gestarse cuando tenía poco más de
veinte años y que siguió creciendo y modificándose prácticamente hasta la última etapa de su vida. En ellas reconocía un
cauce flexible y abierto, que le permitía dar rienda suelta a to[15]
dos sus conocimientos de cultura y literatura clásicas, filtrados
por la mediación de la tradición humanista que había asimilado
en la universidad y en la que había profundizado en sus años de
estancia en Italia (1613-1619). En las cortes de Palermo y
Nápoles trabajó como confidente y brazo derecho del duque de
Osuna, y tuvo acceso a un nuevo mundo cultural, con viajes y
experiencias personales que el escritor evocará siempre con satisfacción en sus cartas y obras escritas años más tarde. Las
silvas se sitúan precisamente en esta época de transición entre
la juventud española de Quevedo y su maduración, intelectual
y personal, tras su residencia en Italia.
Mi interpretación de las silvas intenta conciliar los métodos
de análisis literario con el estudio de los marcos ideológicos y
filosóficos en los que estas fueron producidas. En ellas se reconocen las huellas de varias teorías sobre la pintura, el progreso,
la astronomía y la mnemotecnia, que pueden servir como breve
muestra de lo mucho que queda todavía por descubrir en estas
poesías. En concreto, he procurado definir los mecanismos literarios e intelectuales que sustentan la nueva estética barroca,
que no se limitan a plasmarse en libros, pinturas y esculturas,
sino que abrazan problemáticas mucho más amplias derivadas
del cambio de paradigma epistemológico que tuvo lugar a finales del siglo xvi, analizado por Michel Foucault en Les Mots et
les choses, que ha sido un punto de partida fundamental para
mi trabajo. El conceptismo es un fenómeno europeo de gran
alcance, que aplica al lenguaje retórico y poético las inquietudes de los autores de la época en su búsqueda y redefinición de
la esencia del fenómeno literario. Esta búsqueda no es otra cosa
que un eco de otras inquisiciones que recorrieron el Siglo de
Oro, donde los parámetros tradicionales se vieron sacudidos
por el descubrimiento del Nuevo Mundo, la revolución copernicana, el telescopio de Galileo, la Reforma protestante y el renacer de la filosofía escéptica.
El capítulo que abre la primera parte se ocupa precisamente de
estas cuestiones, definiendo cuáles son los aspectos fundamentales del conceptismo europeo y analizando cómo los escritores
barrocos lo asimilaron y lo tradujeron en literatura. Su objeto
de estudio es, pues, el lenguaje, tanto desde la perspectiva de la
producción literaria como de su interpretación en el siglo xvii,
que ve la unión entre los significados y los significantes como
una alquimia a la vez conflictiva y estimulante sobre la que se
asienta una nueva visión del mundo y del arte. El segundo capí[16]
tulo se centra en la trayectoria poética de Quevedo y en los géneros en los que puso más empeño, así como en los cauces
(manuscritos e impresos) que escogió para difundir sus obras
en verso hasta culminar en el Parnaso español (1648), que debía garantizarle un lugar de honor en el canon nacional e internacional. Pese a ser un corpus muy reducido en relación con la
vasta producción quevediana, las silvas representan un capítulo
fundamental de su carrera como poeta y, en general, de la literatura española del siglo xvii, pues en ellas se percibe in fieri el
proceso de cambio que lleva del Renacimiento al Barroco.
En la segunda parte me ocupo de cuatro silvas aplicando los
parámetros de lectura que me proporciona el conceptismo, visto como entidad histórica y filosófica. Mis criterios de selección
han sido personales y, en buena medida, casuales. Seguramente
alguien podrá opinar que son pocas silvas o que no son de las
mejores, y seguramente tendrá razón. Creo que cada una de
ellas es especial a su manera y encarna alguna de las problemáticas fundamentales, estéticas e ideológicas, del Barroco, lo cual
me ha permitido destacar los vínculos entre ellas y otras tradiciones, como la italiana o la francesa. De hecho, este era otro de
los objetivos fundamentales del libro: situar a Quevedo en su
contexto europeo contemporáneo, liberarlo, en la medida de lo
posible, de la etiqueta de ‘ingenio hispano’ encerrado en su propio talento verbal, como quería Borges. El autor no fue solo un
explosivo creador de agudezas españolas, sino un asiduo lector
y conocedor de una sorprendente variedad de textos poéticos,
que abarcan desde el mundo grecorromano hasta la producción
más reciente. En las silvas, el ideal renacentista de imitación y
reescritura se descompone y se reconstruye siguiendo las directrices de una nueva estética y de una nueva cosmovisión. En
ellas, todo sigue igual porque todo ha cambiado. La literatura
se ha construido un espacio propio, independiente y autónomo,
donde el lenguaje traza geometrías infinitas. Si he sido capaz de
dejar entrever por lo menos una pequeña parte de la complejidad que se esconde detrás de esta corriente literaria e intelectual, estas páginas no serán del todo inútiles.
No profeso fe a ninguna escuela ni creo que haya métodos
infalibles o absolutamente mejores para estudiar la literatura y,
en concreto, la del siglo xvii. Estoy, sin embargo, convencido de
que los textos hay que leerlos. Leerlos una y otra vez, buscar en
sus pliegues todo lo que ocultan y tener la dedicación y el gusto
de perderse en ellos. Leerlos porque son bellos y nos plantean
[17]
preguntas, y no solo para demostrar lo mucho que sabemos o
como lanzadera para denostar o confirmar las ideas de un determinado crítico, las cuales, con mayor o menor suerte, serán
olvidadas en el arco de unos pocos años. Creo que todas las
hipótesis y teorías pueden ser útiles para comprender un texto
literario, pero que el punto de partida debe ser siempre la obra:
ese misterioso alfabeto de signos que nos ha legado la historia.
El pasado hay que estudiarlo, respetarlo, no intentar imponerle
nuestras ideas a toda costa. Hay que dejarlo hablar. No existen
análisis objetivos, y es bien cierto que nunca seremos capaces
de ver el mundo con los ojos de un escritor del siglo xvii, y desde
luego es mejor así. Sin embargo, es la voluntad de acercarnos a
ese tiempo perdido lo que supone un reto brillante y enriquecedor. No se podrá nunca reconstruir totalmente el contexto intelectual de un autor, pero si no se hace ni siquiera el esfuerzo se
perderá también buena parte del significado de su obra. El estudio literario es un camino de ida y vuelta, que lleva tiempo y
que nunca se agota, que cambia de cara constantemente, pero
no existe mudanza que pueda privarnos del placer de la lectura.
Quevedo lo sabía bien: el diálogo con las voces del pasado no
ha dejado nunca de ser una búsqueda de nuestra propia identidad, una lectura del yo a través de la historia y el arte. Este libro
quiere ser una modesta invitación a seguir buscando.
Parte de estas páginas deriva de trabajos previos, publicados o en prensa, que he revisado, traducido y reescrito hasta
darles la forma que tienen ahora. Quiero dejar constancia aquí
de mi más sincero agradecimiento a los editores y a las revistas
que los han acogido1. Deseo también agradecer a las personas que
me han apoyado, inspirado y aguantado en estos años de inves1
Se trata de los siguientes artículos: «La silva El pincel de Quevedo y
Rémy Belleau», en Studies in Honor of James O. Crosby, L. Schwartz (ed.),
Newark (Delaware), Juan de la Cuesta, 2004, págs. 49-68; «’L nimico empio
de l’umana natura: Quevedo, Ariosto y la artillería», La Perinola, 10 (2006),
págs. 33-45; «The Memory of Ruins: Quevedo’s Silva to Roma antigua y moderna», Renaissance Quarterly, 62.4 (2009), págs. 1167-1203; «Quevedo y el
canon poético español», en El canon poético en el siglo XVII, B. López
Bueno (ed.), Sevilla, Universidad de Sevilla, 2010, págs. 421-51; «Quevedo y
Marino entre las estrellas», en La Silve. Histoire d’une écriture libérée en Europe, de l’Antiquité au XVIIIe siècle, P. Galand y S. Laigneau-Fontaine (eds.),
Turnhout, Brepols, 2012, en prensa; «Quevedo y la filología de autor: edición
de la silva El pincel», Criticón, 114 (2012), págs. 179-212.
[18]
tigaciones en torno a la obra de Quevedo y la poesía barroca.
En primer lugar, a Mercedes Blanco, por su amistad, su paciente lectura de mis trabajos y por haberme abierto nuevos caminos. Gracias también a Antonio Azaustre, Rafael Bonilla (aka
El Califa), Philip Ford, María Martos y Josema Rico, que siempre —y digo siempre— están ahí cuando los necesito y han leído todo o partes de este libro, aportando muchas correcciones
y sugerencias para mejorarlo. A Jon Bradbury, Alice Brooke,
Marta Cacho Casal, Claudio Corrivetti, Henry Ettinghausen,
Flavia Gherardi, Luis González Fernández, Sagrario López
Poza, Tommaso Marani, Sonia Morcillo, Kálmán Sipos, que me
han aportado valiosos materiales y consejos. A mis estudiantes
en Santiago de Compostela, St. Andrews, Vancouver, Christchurch, Toulouse y Cambridge, que me han transmitido su entusiasmo, inteligencia y curiosidad, ayudándome a plantearme
siempre nuevas preguntas. Un agradecimiento especial a José
Lara Garrido, que en una soleada tarde madrileña me incitó a
escribir este libro. Por último, deseo agradecer al Leverhulme
Trust y al Newton Trust haberme concedido el premio y la beca
que me permitieron financiar mi sabático y mi investigación en
los últimos dos años. Además, el Leverhulme Trust ha contribuido generosamente a la edición de este libro, que sin su apoyo no habría podido publicarse2.
2
Modernizo la puntuación y la ortografía de todos los textos citados en el
libro, con la excepción de los autógrafos quevedianos. Salvo que se indique lo
contrario, para la poesía de Quevedo sigo siempre la edición de Blecua (19691981), Obra poética, y su numeración.
[19]
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