Se acercaba la primavera, iba derritiéndose la nieve, dejando al descubierto el barro y la carbonilla que yacía en su hondura. Cada día veíase más fango, y todo el arrabal parecía no haberse lavado, cubierto de harapos. De día, los tejados goteaban, mientras, cansados y sudorosos, exhalaban vaho los grisáceos muros de las casas; de noche, por doquier, blanqueaban confusamente los carámbanos. En el cielo aparecía el sol cada vez con mayor frecuencia, y los arroyos empezaban a murmurar con fuerza, corriendo hacia el pantano. Máximo Gorki ‐ La madre Día del Libro abril de 2016