Tras su brillante carrera como futbolista, nos habla de su nueva vida

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Sobre estas líneas, fachada de la residencia de «Tato»
Noriega y su familia, en el pintoresco pueblo de Canton
(en Connecticut). Abajo, el hoy comentarista deportivo
y su esposa, Graciela Madrazo, con los tres hijos de la
pareja: Santiago, Diego y Paula. «Trato de disfrutar al
máximo de mis hijos», nos confiesa a lo largo de esta
sincera entrevista
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Tras su brillante carrera como futbolista,
nos habla de su nueva vida como uno de los
comentaristas deportivos de habla hispana
más reconocidos de los Estados Unidos y de
su gran éxito: su matrimonio y sus tres hijos
JOSÉ ANTONIO «TATO» NORIEGA
NOS RECIBE JUNTO A SU FAMILIA EN SU ACOGEDORA
CASA DE CONNECTICUT
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No hay rincón de su casa en el que no haya detalles mexicanos: artesanía u obras de arte. Los cuadros que cuelgan
de los muros de su recibidor y de su comedor son del artista Vicente García, el pintor nacido en Valencia pero que
desarrolló su carrera en Cuernavaca. Bajo estas líneas,
otra obra de arte. En este caso, del reconocido pintor
Rafael Cauduro
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«Lo que más me enamoró de mi
esposa fue su franqueza, su sencillez y su amor por la libertad.
Ella siempre ha estado a mi lado,
tanto en las buenas como en las
malas», nos confiesa sobre Graciela, con quien lleva casado
veinte años
N
UNCA se imaginó de otra forma. Desde que era un niño
soñaba que corría en la cancha
detrás de un balón y metía infinidad de goles mientras la afición
enardecida lo vitoreaba. Y no se
equivocó. Su buen desempeño en
la cancha hizo que, en 1992, los
Rayados de Monterrey lo contrataran como una de las promesas del
fútbol mexicano. Y la promesa se
volvió realidad, ese año el equipo
regiomontano jugó la final del
campeonato de Primera División y
«Tato» fue uno de los protagonistas de ese torneo. Pero sus logros
no se limitaron al verde césped.
En ese entonces también realizó
una de las grandes jugadas de su
vida, se casó con Graciela Madrazo, la mujer que hasta hoy está a su
lado y que se ha convertido en su
fiel compañera y confidente. Si
bien su historia de amor comenzó
a escribirse en 1989, recién en
1994 uno de los solteros más codiciados del fútbol mexicano de
aquel entonces decidió proponerle matrimonio a su novia, miembro de una de las familias más tradicionales de Tabasco, para caminar con ella hacia el altar. Cinco
años más tarde llegó Santiago, su
primer hijo. Del césped pasó a las
ondas. Graduado en Ciencias de la
Comunicación, en 1992, por la
Universidad Intercontinental, el
vínculo de «Tato» con los micrófo(SIGUE)
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Perfectamente adaptados a la vida en Estados Unidos, extrañan, sin embargo, las largas sobremesas.
La cocina es una de sus estancias favoritas, así como el antecomedor. En él no podía faltar una fabulosa vajilla de talavera poblana (abajo). Derecha, Graciela observa cómo su hija Paula se dedica a la
repostería, ante el divertido gesto de su padre, un hombre de familia enamorado de su esposa, tras
veinte años de feliz matrimonio
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Aun lejos de su México natal, la decoración de su casa
está llena de artesanía mexicana. «Mis hijos son lo que
más me mueve en la vida.
Podría pasar el día entero
divirtiéndome con ellos»
nos y las cámaras siempre estuvo latente. Pero recién en 2009, después
de que Andrés Cantor —el famoso
relator de los partidos de la selección
mexicana en Estados Unidos— lo invitara a formar parte de su programa
de radio, Noriega hizo del periodismo
deportivo su nueva profesión. Fue tal
la química que el jugador tuvo con la
audiencia que algunos meses después
de su participación junto a Cantor,
recibió la llamada de tres empresas
televisivas para proponerle incorpo-
rarse a su planta permanente de comentaristas. ESPN, la poderosa cadena mediática especializada en deporte, fue la elegida por «Tato» para
debutar en la Primera División de los
«sets» televisivos. Así fue que en septiembre de ese mismo año decidió
mudarse, junto a su mujer y sus tres
hijos —Santiago (17), Diego (15) y
Paula (11)— a Canton, Connecticut,
para comenzar una nueva vida. Acompañado de su mujer y sus hijos, «Tato»
recibe por primera vez a ¡HOLA! en
su casa y nos habla de su trayectoria,
de su papel como uno de los comunicadores latinos más influyentes de los
Estados Unidos y de lo importante
que siempre es perseguir los sueños.
—¿Cuándo te diste cuenta de que
querías dedicar tu vida al fútbol?
—Siempre me gustó y lo practiqué
desde niño. Pero con el paso de los
años pasó de ser una actividad recreativa para convertirse en un estilo de
vida y en un trabajo que me aportaba
una retribución económica. Después
de muchos años de sacrificio y dedicación comencé a ver mi sueño hecho
realidad y pude incursionar en el profesionalismo. Tenía solo 16 años cuando comenzaron las concentraciones,
los viajes y el inicio de una vida que
me trajo muchas satisfacciones.
—¿Cuál fue la reacción de tus padres? ¿Te apoyaron siempre?
—Sí, sin duda. Siempre me respaldaron, aunque tuvieron que sacrificar
muchas cosas en el camino para poder
ayudarme: tiempo, esfuerzo y dinero.
(SIGUE)
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Los tres hijos de la familia Noriega Madrazo posan frente a un cuadro del artista Daniel Espinosa Wolf. Derecha, en la sala de estar, luminosa y alegre, con un miembro más de la familia,
la mascota, un beagle al que llaman «Polo». «Si alguno de mis hijos hubiera querido ser futbolista, lo habría apoyado incondicionalmente», nos revela «Tato» Noriega
—¿Cuál ha sido la más grande lección de
vida que te dejó el deporte?
—Que solamente el trabajo en equipo, la
disciplina y el esfuerzo te llevarán al triunfo.
—Veo que la comunidad latina en los Estados Unidos te aprecia mucho. ¿Cómo vives esa realidad?
—Con naturalidad. Entiendo que aparecer en pantalla puede llevarte a ser reconocido por la gente, sobre todo cuando vives
fuera de tu país y experimentas un constante sentimiento de añoranza. Me encanta
platicar con la gente y recibir su cariño.
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EL SER HUMANO DETRÁS DEL
FUTBOLISTA
—¿Cómo se conocieron Graciela y tú?
¿Qué es lo que te enamoró de ella?
—Nos conocimos en 1989, cuando ella
ingresó en la universidad en la que yo estudiaba y nos hicimos amigos. Me gustó desde el primer día en que la vi, aunque debo
decir que me costó mucho que se fijara en
mí. Cuando terminé mi carrera, y vivía ya
en Monterrey, nos volvimos a encontrar en
un estadio de fútbol. A partir de ese día comenzó nuestra relación y desde entonces
nunca más nos separamos. Además de su
físico, lo que más me enamoró de ella fue
su franqueza, su sencillez y su amor por la
libertad.
—Llevan más de veinte años de casados,
¿cuál ha sido su fórmula para seguir tan
enamorados como el primer día?
—Es una fórmula con varios ingredientes. Mucho cariño, por supuesto, pero también paciencia, empatía, comunicación,
admiración y comprensión. Obviamente
que el sentido del humor y la alegría le dan
el toque mágico a nuestro vínculo. Además,
creo que «Gachi» y yo tenemos muchas cosas en común, pero sobre todo juntos hemos formado una familia maravillosa que
solamente me ha dado satisfacciones.
«Un día perfecto es aquel en el que
nadie tiene compromisos. Podemos
estar juntos, convivir, platicar y
compartir»
«Vivimos la mudanza a Estados Unidos con mucha ilusión, como una buena aventura y una gran oportunidad.
Por supuesto, lo que más nos preocupaba eran nuestros
hijos y su adaptación»
—Se casaron muy jóvenes, tú con 24
y ella con 23. ¿En qué aspectos tu mujer
te ayudó a consolidar tu carrera?
—¡En muchísimos! Comenzando
por el apoyo incondicional y solidaridad. Ella siempre ha estado a mi lado,
tanto en las buenas como en las malas, yendo y viniendo de un lado para
el otro.
—¿Cómo vivieron la mudanza a los
Estados Unidos?
—La vivimos con mucha ilusión,
pero sobre todo como una buena
aventura y una gran oportunidad. Por
supuesto que lo que más nos preocupaba eran nuestros hijos y su adaptación, ya que eran muy pequeños todavía y venían de un sistema escolar distinto, de una cultura diferente, con
otro idioma y otro clima. Posiblemente, lo más difícil fue encontrar una vida
social en la cual nos sintiéramos parte.
UN HOMBRE DE FAMILIA
—Me doy cuenta de que eres un
padre muy presente. ¿Cómo definirías la personalidad de cada uno de
tus hijos? ¿Cómo es tu relación con
cada uno de ellos?
—Mis hijos son lo que más me
mueve en la vida, podría pasar el día
entero divirtiéndome con ellos. Santiago es muy tranquilo, hogareño,
estudioso, lector y amante del fútbol.
Platicamos mucho de eso, obviamente. Le gusta practicarlo, pero le interesan más sus estudios y se nota, porque es muy aplicado. Por gustos similares y por su edad, es con quien
mayor cantidad de conversaciones
largas mantengo y, créeme, las disfruto muchísimo. Diego es todo bondad, es el artista, el creativo. Todo el
día escucha o interpreta tocando la
(SIGUE)
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A pesar de haber salido muy pequeños de México, los hijos del
exfutbolista tienen muy arraigadas
las costumbres mexicanas. Arriba,
sobre el escritorio, un dibujo de Diego (a la izquierda, tocando la batería). A su izquierda, Paula, la «niña
de los ojos» de «Tato». Derecha, el
futbolista que se ganó el cariño de
los aficionados. Jugó en seis clubes
y de 1993 a 2002 formó parte del «Tri»
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Los tres hijos de
«Tato» y su esposa
son aficionados a
la música y tocan
un instrumento:
Santiago toca el
clarinete, Diego la
batería y Paula el
piano y el saxofón
Integrante de la selección mexicana entre 1993 y
2002, «Tato» formó parte de seis clubes a lo largo de
su trayectoria y fue uno de los jugadores más carismáticos del fútbol azteca de los últimos tiempos. Su historia se ha basado en la perseverancia y el esfuerzo
«TATO» NORIEGA, UN GRANDE EN LA CANCHA... Y TRAS EL MICRÓFONO
● Nieto de asturianos por parte de padre y de yucatecos por parte de madre, «Tato» nació en la Ciudad de
México, en 1969
● Ocupó las 11 posiciones del campo a lo largo de sus
casi 20 años de carrera como futbolista profesional.
Jugó cerca de 500 partidos en la Primera División de
México y anotó 75 goles
● A pesar de haberse desempeñado como mediocampista, fue sublíder de goleo con 8 anotaciones en la Copa
Libertadores de 2002 con los Monarcas de Morelia
● Fue campeón de Primera División en dos ocasiones.
La primera en su año de debut con los Pumas, temporada 1990-1991, y la segunda con los Monarcas, en la
temporada de invierno 2001. Fue subcampeón en otras
dos oportunidades: con los Rayados de Monterrey,
en 1992-1993, y con los Monarcas, en 2002
● Participó en dos Copas de Oro con la Selección Nacional. La primera, en 1993, la ganaron. Y la segunda,
la perdieron ante Corea del Sur por penales, en 2002
● Conoció a su mujer en la universidad, en 1989,
pero fue cuatro años después que se reencontraron
en el Estadio Azteca tras un partido en el que «Tato»
jugó con los Rayados del Monterrey. Desde entonces, nunca más se separaron
● Desde noviembre de 2009 forma parte del equipo del programa «Fuera de juego», que todos los
días se transmite por la cadena de deportes más
famosa del mundo
El comentarista deportivo nos revela el secreto para tener una bonita familia: «Es una fórmula con varios ingredientes. Mucho cariño, por supuesto, pero también
paciencia, empatía, comunicación, admiración y comprensión. Obviamente que el sentido del humor y la alegría le dan el toque mágico a nuestro vínculo. Además,
creo que “Gachi ” y yo tenemos muchas cosas en común, pero sobre todo juntos hemos formado una familia maravillosa que solamente me ha dado satisfacciones»
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batería. También es muy aplicado,
afortunadamente. Él me enseña lo
último en música y tecnología, lo
que se ha convertido en nuestra manera de convivir. Paula es la energía
positiva de la casa, la que ayuda a todos, la que apapacha. Es una gran
acompañante, estupenda hija, hermana y amiga. Muy buena estudiante también y una apasionada de los
caballos. Toma clases de equitación,
de piano, de natación y de patinaje
sobre hielo. No puedo negar que es
la «niña de mis ojos» y que me divierto mucho con ella jugando a lo que
se pueda. Nos reímos juntos todo el
tiempo y, por su edad, es con quien
más tiempo comparto.
—¿Cómo describirías un día perfecto en familia?
—Cuando se pueden dar esos mo-
mentos en que nadie tiene compromisos, y que por lo tanto podemos estar juntos, convivir, platicar y compartir cosas. Siempre comiendo algo que
nos guste a todos, da igual si es en casa
cambian y son todos contra mí, incluida ella. (Se ríe.) Diego siempre está
poniendo música y Paula ayudando a
cocinar mientras Santiago y yo platicamos. Pero lo más importante de todo
«En casa hay una regla de oro: cuando estamos todos
juntos, nadie tiene derecho a tocar sus teléfonos para
no distraernos», nos cuenta con una amplia sonrisa
«Tato», el hombre que hizo del fútbol su gran pasión
o en un restaurante. Los niños, por
supuesto, bromean con su hermana y
no hago otra cosa que defenderla.
Aunque a veces los papeles se inter-
es que la regla de oro para cuando estamos todos juntos es que nadie tiene
derecho a tocar sus teléfonos para no
distraernos.
—Parece que Santiago ha decidido
estudiar medicina y que Diego se vuelca más hacia la música. ¿Te hubiese
gustado que alguno de tus hijos fuera
futbolista?
—Así parece, aunque aún son muy
jóvenes. No me gustaría que se sientan
presionados porque para decidir lo
que quieren hacer con su vida todavía
hay tiempo. En cuanto al fútbol, nunca
me preocupó que se dedicaran a él o
no, ya que siempre intenté que fuera
una cuestión que se diera de forma
natural. Por supuesto, si alguno de mis
hijos hubiera decidido ser futbolista, lo
hubiera apoyado incondicionalmente.
Realización y texto: RODOLFO VERA
CALDERÓN
Fotos: ANDREA SAVINI
Flores: RIVERSIDE NURSERY & GARDEN
CENTER (www.riversidenursery-ct.com)
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