Debe concebirse a la Constitución como un estadio cultural. Toda Constitución de un Estado Constitucional vive en última instancia de la dimensión de lo cultural. La Constitución no es sólo un ordenamiento jurídico para los juristas, los que tienen que interpretarla conforme a las antiguas y nuevas reglas de la profesión, sino que actúa esencialmente también como guía para los no juristas: para el ciudadano la Constitución no es sólo un texto jurídico un ‘mecanismo normativo’, sino también expresión de un estadio de desarrollo cultural, medio para la representación cultural del pueblo ante su mismo espejo de su patrimonio cultural fundamento de sus esperanzas. Asimismo este autor en otra de sus obras2 reivindicaría lo siguiente: La calidad de una Constitución en el Estado Constitucional se mide por las funciones que aquélla debe desempeñar y por la posición y los valores reales y vividos que ha adquirido en una sociedad abierta. Entre las funciones de la Constitución se pueden mencionar: no permitir que haya más Estado del que la Constitución misma constituya; ser estímulo y límite…; ser norma y tarea; limitar al poder Estatal y al social; garantizar un proceso político libre; así como ser un proceso público (lo que se expresa por ejemplo, en los votos particulares de los jueces constitucionales, los cuáles pueden desplegar fuerza normativa con el tiempo… Pero sobre todo, la Constitución tiene que ser cultura, como forma marcada que se desenvuelve de manera vital… En mi opinión, la Constitución no es sólo un conjunto de reglas jurídicas, sino una guía cultural para el ciudadano. El mercado no es la medida de todas las cosas, ni es la medida del ser humano. El homo economicus es una figura artística desviada, la imagen del ser humano del Estado Constitucional no es idéntica a la del maximizador racional. El ser humano vive también de su emotio y no sólo piensa en la utilidad económica; el gen cultural de la humanidad no es una magnitud que pueda reducirse solamente a lo económico. Se trata de que los Tribunales Constitucionales sean precursores y se ganen la confianza a través de resoluciones inteligentes, sobre todo, en lo que respecta a los cuestionamientos de la democracia. La Constitución del pluralismo debe ser reivindicada hoy especialmente en tres campos: en el ámbito nacional, en la exigencia de federalización o de regionalización y en la apertura de todos los Estados Constitucionales hacia la comunidad internacional (‘Estado Constitucional cooperativo’). Además en torno a las perspectivas del Estado Constitucional Europeo y su espíritu inclusivo comenta que: ‘La representación del Estado Constitucional europeo’ no puede ser única: una nueva forma de ‘eurocentrismo’. No puede hacerse, por ejemplo, como aislamiento de los países en desarrollo sino con la construcción de puentes. Así, deben conservarse los lazos incomparables existentes entre Europa y Latinoamérica. También debe intentarse el diálogo con los países islámicos. La ‘universalidad’ de los Derechos Humanos tiene que dejar espacio para las variantes culturales en el contexto de los países lejanos. La ‘paz perpetua’ en el sentido de Kant y (aquí necesita la sociedad abierta ‘utopías concretas’) permanece como un proyecto obligado. En el Estado Constitucional europeo se tiene un puntal: con propósitos cosmopolitas y con consecuencias cosmopolitas. En materia de interpretación constitucional, considera como principios de ella, el de unidad de la Constitución, el de concordancia práctica, el de interpretación conforme, y el favorable a los derechos humanos. II. 1. La Visión y Aportación de Luigi Ferrajoli Refiriéndose al Estado Constitucional de Derecho y al constitucionalismo rígido, comenta que éste movimiento ha logrado transformaciones que pueden ser percibidas en la nueva realidad jurídica, mismas que podemos sintetizarlas de la siguiente manera: La primera se refiere a las nuevas condiciones de existencia y validez de las normas. “Ante todo, cambian las condiciones de validez de las leyes dependientes ya no sólo de la forma de producción sino también de la coherencia de sus contenidos con los principios constitucionales, siendo posible que una norma formalmente válida, y por consiguiente vigente, sea sustancialmente inválida por el contraste de su significado con normas constitucionales”.3 2 Cfr. Valadés Diego y Fix-Fierro Héctor, “Entrevista con Peter Häberle”, en Conversaciones académicas con Peter Haberle, trad. Héctor Fix-Fierro, México, UNAM-IIJ, febrero de 2003. 3 Cfr. Ferrajoli, Luigi, “Pasado y futuro del Estado de Derecho”. Ponencia presentada en el seminario Cambio de Paradigma en Filosofía, fundación Juan March, del 3 al 5 de abril de 2001 Madrid, trad. Pilar Allegue. Véase también la obra colectiva Neoconstitucionalismo(s), Carbonell, Miguel (coord.), cit. p. 18 12