“LOS CRITERIOS DE OPORTUNIDAD Y SU IMPLEMENTACIÓN EN EL SISTEMA DE JUSTICIA PENAL MEXICANO.” Mtro. José Héctor Carreón Herrera * Lic. Héctor Carreón Perea ** SUMARIO: I. INTRODUCCIÓN; II. REFERENCIA TEÓRICA PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LOS CRITERIOS DE OPORTUNIDAD; III. CONCEPTUALIZACIÓN DE LOS CRITERIOS DE OPORTUNIDAD EN EL PROCESO PENAL COMPARADO; IV. CONTEXTUALIZACIÓN DE LOS CRITERIOS DE OPORTUNIDAD EN EL SISTEMA PENAL ACUSATORIO; V. CONCLUSIONES. I. INTRODUCCIÓN. Las Reformas en materia de Seguridad y de Justicia publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 18 de junio de 2008, representan un significativo avance legislativo en materia de Seguridad Pública, Procuración y Administración de Justicia, así como en materia de Ejecución de Sanciones en la primera década del siglo XXI en el Estado Mexicano. En razón de ello, destaca la reforma integral del sistema procesal penal acusatorio, orientado a la generación de instrumentos procesales que atiendan cabalmente los postulados que tienen como base los principios rectores de un derecho penal adjetivo propio de un Estado Democrático de Derecho, entre los que destacan los principios de inocencia, publicidad, inmediación, contradicción, concentración, proporcionalidad, así como el de subsidiariedad, también denominado “principio de intervención mínima o de la última ratio essendi del derecho penal”, según el cual, debe imponerse la necesidad de * Director General del “Instituto de Estudios del Proceso Penal Acusatorio, A.C.” (INEPPA); Profesor de la Escuela Libre de Derecho, de la Universidad Anáhuac y del Instituto de Formación Profesional de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. ** Licenciado en Derecho por la Universidad La Salle. Ha sido profesor adjunto de Derecho Procesal Penal. Actualmente se desempeña como titular de la Jefatura de Unidad Departamental de Administración Pública Central de la Dirección General de Asuntos Jurídicos y Responsabilidades de la Contraloría General del Distrito Federal. agotar recursos no penales, cuyas consecuencias sean menos drásticas1 , a fin de evitar el uso excesivo del poder punitivo del Estado; este último principio, implícito en un sistema procesal penal, que ya no corresponde a la valoración práctica del actual proceso penal inquisitivo. Por lo anterior, en los contenidos del nuevo ordenamiento procesal penal al que dé origen el Poder Legislativo, surge la necesidad de que se establezcan expresamente los principios procesales antes mencionados, así como otros instrumentos que tengan como finalidad dotar de mayor racionalidad a la investigación del delito, a parte de que sirvan de base a los objetivos que tiene que cumplir el órgano encargado de proteger los intereses de la sociedad, los cuales se traducen en proveer de manera efectiva a la seguridad jurídica de los individuos en lo particular y, a la seguridad pública en lo general. Para lograr esto, surge la interrogante, ¿cuál es la estrategia o medida de carácter políticocriminal que el Estado debe de adoptar en relación, a cuáles son las conductas que deben ser seleccionadas para ser merecedoras de una consecuencia de carácter penal (Pena)? En la Reforma Constitucional de 2008, el legislador dota a la Institución del Ministerio Público de facultades para acudir o considerar en sus resoluciones, de instrumentos procesales llamados “criterios de oportunidad” que, junto con el archivo provisional así como con el criterio que se aplica cuando los hechos no son constitutivos de delito o está 1 Moreno Hernández, Moisés, Política Criminal y Reforma Penal. Algunas bases para su democratización en México, Editorial ius poenale, México, 1999, pp. 120 - 122. extinguida la responsabilidad penal -mejor conocido como no ejercicio de la acción penal-, forman parte de lo que la doctrina procesal moderna llama “sistemas de selectividad”. Para la aplicación de los criterios de oportunidad, en la doctrina moderna, existen dos modelos o sistemas: el primero consagra la oportunidad como regla que conduce a una discrecionalidad absoluta del Ministerio Público (es el caso del Sistema Penal Estadounidense); en lo que se refiere al segundo modelo, se establece la oportunidad como excepción, y en virtud del principio de legalidad, éste supone una discrecionalidad limitada del órgano investigador y es adoptado por legislaciones como la alemana 2 . Con base en lo antes señalado, se considera que una estrategia de carácter político-criminal que debe seguir el Legislador, en relación a los grados de selección que deben tomarse en cuenta para que el Ministerio Público aplique en el caso concreto los criterios de oportunidad, debe sustentarse en: a.- La fijación de las figuras delictivas. b.- El acto de denuncia del afectado por el delito. c.- Las investigaciones que lleve a cabo el órgano investigador. d.- Las posibilidades de sobreseimiento. e.- La decisión del órgano jurisdiccional. f.- La función selectiva que lleva a cabo la opinión de la sociedad. 2 Maier, Julio, El Ministerio Público en el Proceso Penal, Buenos Aires, Editorial Ad-Hoc, 2003, pp. 89-93. Ahora bien, el hecho de que el Legislador haya establecido los criterios de oportunidad en la norma constitucional, para algunos sectores, tanto del ámbito jurídico como del académico, su inclusión les resulta contraría a los principios que rigen en un derecho penal y procesal penal que se corresponden con un Estado Democrático de Derecho, pues se dice, que se otorga una mayor injerencia al subsistema ejecutivo (a través del Ministerio Público), en funciones que son propias del subsistema judicial, como si se tratase de una labor jurisdiccional realizada por el Ministerio Público. Otros sectores, por el contrario, estiman que la aceptación en la nueva legislación procesal de los criterios de oportunidad, constituye un avance significativo, que permitirá despresurizar considerablemente el sistema de justicia penal. II. REFERENCIA TEÓRICA PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LOS CRITERIOS DE OPORTUNIDAD. Ante estas posiciones se hace necesario llevar a cabo previamente, una reflexión acerca de la relevancia que ha tenido el principio “minima non curat Praetor” 3 , que sirvió de base para llegar a la concepción moderna del llamado principio de insignificancia o de bagatela 4 , el cual se circunscribe a la idea de que el derecho penal sólo debe sancionar aquellas conductas que lesionen significativamente bienes jurídicos, no así, aquellas conductas, que en razón de la insignificante afectación de determinados valores jurídicos o por la mínima alarma social que provocan, no representan un riesgo para la sociedad. 3 4 Traducción propia en castellano, “Las autoridades no están pendientes de las cosas sin importancia”. Zaffaroni, Eugenio Raúl, Derecho Penal. Parte General, México, Editorial Porrúa, 2001, p. 471. Es preciso señalar que, el principio de insignificancia o de bagatela está estrechamente vinculado al principio de ultima ratio, el cual constituye un importante postulado garantista, al asegurarse que “el progreso del Estado de Derecho y de la Democracia se debe sustentar más que en el crecimiento de las promesas, en el desarrollo de las garantías capaces de hacerlas realidad” 5 . En este sentido, el desarrollo del principio de insignificancia se ha expandido al ordenamiento procesal penal, no como una desestimación de las conductas delictivas por razón de su baja punibilidad o por su manifiesta afectación mínima de los bienes jurídicos, sino como un principio que repercute favorablemente en la optimización del sistema procesal penal, a través del surgimiento de instrumentos procesales eficientes, como lo constituye precisamente, el principio de oportunidad procesal, adoptado en la legislación procesal penal mexicana como criterios de oportunidad. Por su parte, la filosofía del derecho ha esclarecido algunos parámetros con que ha sido valorado el principio de insignificancia o de bagatela, al establecer que las afectaciones insignificantes de bienes jurídicos tutelados no constituyen lesividad relevante a los fines de la tipicidad objetiva, lo que fue sostenido por el ius-filósofo finalista Hans Welzel, en su “Teoría de la adecuación social de la conducta” 6 -relativa a la afectación insignificante del bien jurídico-, la que si bien, en un primer plano no constituye un fundamento directo para la elaboración de los criterios de oportunidad en el proceso penal acusatorio, su interpretación nos permite vislumbrar con mayor profundidad el soporte teórico que 5 Ferrajoli, Luigi, Derecho y Razón. Teoría del garantismo penal, Madrid, Editorial Trotta, 2004. p. 867. Para un análisis más profundo, consultar: Cancio, Manuel, La Teoría de la Adecuación Social en Welzel, ADCP, Fasc. II, 1993, pp. 169 – 202. Disponible en Internet: htttp://portal.uclm.es/descargas/idp_docs/doctrinas/manuelcancio.pdf 6 necesariamente se requiere para la implementación de los criterios de oportunidad, lo que permitirá desarrollar una aproximación más sólida entre la teoría y la práctica. Igualmente, el estudio del principio de insignificancia o de bagatela, ha sido justificado por diversas teorías jurídico-penales como en su momento lo fueron, las teorías relativas a la antijuridicidad formal y material, y la tipicidad conglobante, entre otras. Sin embargo, no resulta conveniente determinar los alcances prácticos del principio antes citado, únicamente a través de teorías ya que en la práctica procesal, la potestad conferida al Ministerio Público para decretar cuándo un hecho es insignificante, “será el resultado de un proceso de disquisición teleológica, al que deberá ser sometida cada norma jurídico-penal al confrontársele con una conducta humana concreta” 7 . Ahora bien, para los partidarios del principio de oportunidad, con su aplicación a los casos concretos se logra una mayor racionalización selectiva del sistema penal, excluyendo aquellas conductas en las que no se hace necesario utilizar por parte de los órganos del Estado, concretamente del Ministerio Público, el ejercicio del poder punitivo. Como sostiene Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, eminente procesalista mexicano, el principio de oportunidad rige la actividad del Ministerio Público y “[…] le permite abstenerse cuando vislumbra que el ejercicio de la acusación vaya a producir mayores 7 Feoli, Marco, Mínima Non Curat Praetor: El principio de insignificancia en materia penal, Revista Defensa Pública, Febrero, 2005, no. 4, San José, Costa Rica. p. 27. Disponible en Internet: http://defensapublica.poder-judicial.go.cr/Revista/%204%20DEFENSA.pdf inconvenientes que ventajas (escándalo público, peligro para la paz social, complicaciones internacionales, etc.) y se basa en una consideración utilitaria”. 8 III. CONCEPTUALIZACIÓN DE LOS CRITERIOS DE OPORTUNIDAD EN EL PROCESO PENAL COMPARADO. En la legislación procesal penal comparada los criterios de oportunidad, íntimamente vinculados con el principio de insignificancia, tienen diversas connotaciones a saber: Por una parte, en el sistema inglés la investigación y el ejercicio de la acción penal de manera general lo tiene la policía en la persona del “Chief Officer”, en consecuencia, los dos criterios que sirven de base para llevar a cabo la persecución penal únicamente le pertenecen, estando el primero de ellos ligado a la pertinencia de las pruebas recogidas durante la investigación y, el segundo toma en consideración el interés público. No obstante, el ejercicio de la acción penal también lo tiene el “Attorney General” 9 , cuando se trata de delitos graves. Por otro lado, en el año de 1985, se estableció en el proceso penal inglés la figura del “Crown Prosecution Service” 10 , para hacerse cargo de la acción penal ejercitada por la Policía, constituyendo su función desde el punto de vista formal, en un control respecto de los criterios de oportunidad que esta aplique. A su vez, los sistemas penales latinoamericanos que han implementado una reforma procesal penal acorde al sistema acusatorio, como es el caso de la República de Chile, el 8 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, “Ministerio Público y abogacía del Estado”, Boletín del Instituto de Derecho Comparado de México, Número 40, enero-abril de 1961, p. 54. 9 Delmas-Marty, Mireille, Procesos Penales de Europa (Alemania, Inglaterra, y País de Gales, Bélgica, Francia, Italia), Zaragoza, Editorial EDIJUS, 2000, p. 154. 10 Ibídem, p. 170. principio de oportunidad es considerado una facultad procesal que tienen los fiscales del Ministerio Público, para no iniciar la persecución penal o abandonar la ya iniciada, basada en criterios de oportunidad para los casos que tienen asignadas penas menores o aquéllos en los cuales no se haya afectado de manera grave el interés público. De igual manera, la legislación penal adjetiva de la República de Colombia, considera el principio de oportunidad como la potestad reglada a cargo de la Fiscalía General de la Nación, para investigar o no determinadas conductas con base en el conjunto de herramientas y estrategias, cuyo objetivo es la prevención y represión de los delitos 11 . En el caso de la República del Perú, los criterios de oportunidad tienen un tratamiento complementario al del principio de oportunidad, además de que van aparejados de la conciliación, en donde las partes concurren a un procedimiento o acuerdo de reparación alternativo, el cual representa una solución sumaria al conflicto de intereses derivado de la comisión de un delito que no afecte bienes jurídicos indisponibles 12 o, que representen una gravedad nimia –V. gr., lesiones leves, daños, robo simple, robo de uso, entre otros-. IV. CONTEXTUALIZACIÓN DE LOS CRITERIOS DE OPORTUNIDAD EN EL PROCESO PENAL ACUSATORIO. La implementación de los criterios de oportunidad en la legislación penal secundaria, merece una contextualización teórico-práctica de su función en el subsistema de 11 Código de Procedimiento Penal del Estado de Colombia (Ley 904 de 2004). “Artículo 321. Principio de oportunidad y política criminal. La aplicación del principio de oportunidad deberá hacerse con sujeción a la política criminal del Estado”. 12 Salas Beteta, Christian, Principio de Oportunidad: Conciliación en el ámbito penal, Revista Internauta de Práctica Jurídica, EneroJunio 2009, no. 19. Disponible en Internet: http://www.ripj.com/art_jcos/art_jcos/num19/RIPJ_19/EX/19-12.pdf procuración de justicia, que a su vez, nos permita identificar sus beneficios y contradicciones, puesto que, el hecho de que la utilización de los criterios de oportunidad, se encuentre expresamente establecida en el ámbito de la actuación del Ministerio Público, ha generado un sinnúmero de reflexiones acerca de su práctica en el proceso penal. En este sentido, la reconsideración de la viabilidad y aplicación de los criterios de oportunidad puede ser abordada a través de una interpretación de carácter tripartita: La primera interpretación, a la cual denominaremos criterio de aplicación progresista, lleva a cabo una función política de desarrollo, en la cual el sistema penal se ha visto afectado por la gran cantidad de casos que le son enterados y que merecen una atención concreta que no puede ser resuelta de forma integral, ya que el poder punitivo se encuentra desbordado por la gran cantidad de casos que no representan una grave afectación a bienes jurídicos. Además, dicha interpretación, supone que los criterios de oportunidad no constituyen una herramienta funcional para el poder Ejecutivo, por el contrario, constituyen un mecanismo de liberación punitiva que pondera el principio de legalidad, obligando a la autoridad a observar cabalmente el respeto de los derechos de las víctimas u ofendidos. Se considera que si el objetivo del nuevo sistema acusatorio, consiste en generar una nueva visión operacional dentro y fuera del mismo, así como representar un desarrollo político en un Estado 13 , es necesario que se despresurice formalmente el sistema de denuncias, pues más temprano que tarde, esta situación provocará una inoperatividad de las instituciones encargadas de la procuración de justicia, originada por la saturación de investigaciones a las 13 Cf. Montero Aroca, Juan, Principios del Proceso Penal. Una explicación basada en la razón, Madrid, Editorial Tirant lo Blanch, 1997. p. 71. que se ve sometido el Ministerio Público, y que muy pocas veces en la realidad atiende cabalmente, en virtud de las grandes deficiencias estructurales y técnicas a las que se encuentra expuesto el órgano investigador. Al dotar al Ministerio Público de facultades para aplicar los criterios de oportunidad, se le estará responsabilizando para que cumpla de manera eficiente y precisa con el principio de objetividad que regula su función, esto es, solamente los deberá utilizar en la medida en que realmente esté convencido de que las conductas delictivas que estén sujetas a algún criterio de oportunidad no representen una grave alarma social, y con ello se evitará que el procedimiento penal llegue a sus últimas consecuencias. A la aplicación progresista, se contrapone la interpretación utilitaria, la cual sostiene que los criterios de oportunidad tienen una naturaleza antidemocrática, por lo que su etapa de realización se encuentra en un estadio negativo, pues concede al Ministerio Público amplias facultades para decidir sobre el ejercicio y no ejercicio de la acción penal respecto de un delito que se hizo de su conocimiento, desplazando las funciones jurisdiccionales de los tribunales y contraviniendo el principio de legalidad procesal, por el cual, “obliga al funcionario a promover la acción penal tan pronto como se verifique un hecho con apariencias delictivas” 14 . Se afirma que la “facultad de disponibilidad 15 ” que se le otorga a la autoridad administrativa, necesariamente genera un sentimiento en los ciudadanos de que dicha 14 Referido en Silva Silva, Jorge Alberto, Derecho procesal penal. Segunda edición, México, Ed. OXFORD, 2008, pp. 266-267. 15 La facultad de disponibilidad también suele llamársele discrecionalidad u oportunidad. facultad, sólo propenderá a engrandecer con mayor arbitrariedad la injerencia del Poder Ejecutivo en una esfera que compete al Poder Judicial, pues la valoración de la conducta para la aplicación de los criterios de oportunidad atenta contra las garantías procesales mínimas de los individuos, así como a sus justas demandas. Inclusive, dicha interpretación sugiere no otorgar esa facultad discrecional al Ministerio Público, pues se dice que sus decisiones estarían directamente relacionadas a los intereses del Poder Ejecutivo. La tercera interpretación, se erige fundamentalmente en la tarea de descrimininalización de las conductas que son sometidas a la discrecionalidad del Ministerio Público, y de esta forma prescindir de la utilización de los criterios de oportunidad. Para algunos autores, entre ellos Juan Montero Aroca, el reconocimiento del principio de oportunidad implicaría necesariamente “el reconocimiento de la incapacidad del legislador penal para llegar a perfeccionar el Derecho penal” 16 , pues la inclusión de los criterios de oportunidad presupone la tipificación de delitos que en lo futuro, serán reconocidos por el Ministerio Público como delitos de bagatela que no tienen relevancia o dañosidad en la esfera jurídica de la sociedad y en este sentido considera, sería más conveniente descriminalizar determinadas conductas por considerar su insignificancia o mínima afectación social. La interpretación que recibe mayores críticas por parte de la sociedad es la utilitaria, pues como se comentó, se piensa que la naturaleza de los criterios de oportunidad trae aparejada una operación funcional, direccionada por las necesidades generadas en el ámbito del Poder 16 Montero Aroca, Juan, Op. Cit., p. 79. Ejecutivo, cuestión que se plantea evitar, puesto que involucraría la facultad de disponibilidad en una esfera de tan alta dimensión. Ante esta situación, no debe por ningún motivo descartase el debate que propone que, para generar una procuración de justicia clara, transparente y eficaz, el Ministerio Público debe de gozar de plena autonomía en sus determinaciones, lo que en países que han adoptado un modelo de sistema procesal penal acusatorio, constituye una forma equitativa y congruente de procurar justicia, en razón de que a los fiscales se les reconoce una facultad independiente de acción, pudiéndose afirmar que “ningún servidor público tiene más poder sobre un ciudadano que el fiscal que acusa a ese ciudadano por la comisión de un delito” 17 . Aunado a lo anterior, es una realidad que no se puede soslayar la imposibilidad fáctica de investigar y perseguir todos los casos que ingresan en el sistema por parte del Ministerio Público, situación que obliga a la implementación de mecanismos de selección (suspensión de proceso a prueba, acuerdos reparatorios y sistemas de selectividad), que permiten el funcionamiento del sistema y así lograr una eficiente procuración de justicia, situación que resultará de un mayor interés para la sociedad, cansada de las elucubraciones teóricas que se manifiestan enarbolando la bandera de que dichos criterios constituyen un obstáculo a los postulados del principio de legalidad procesal, situación que no resuelve en nada la permanente afectación de los derechos fundamentales de las víctimas u ofendidos por el delito. 17 Referido en Bovino, Alberto, La persecución penal pública en el derecho anglosajón, en Derecho Penal Online (revista electrónica de doctrina y jurisprudencia en línea). Disponible en Internet: http://www.derechopenalonline.com/derecho.php?id=14,255,0,0,1,0 Aún así, no pasa desapercibido que, no obstante que los criterios de oportunidad no estaban contemplados antes de la implementación de las reformas procesales, lo anterior no quiere decir, que no hayan funcionado en la realidad, dado que como ya se dijo, el sistema penal mexicano ha sido incapaz de hacer frente a todos los casos que en él se presentan, pues al no existir un control de ellos, éstos son utilizados en forma caótica, informal e irracional, como sucedía en otros países, por operadores ignotos incapaces y sin que resultara posible conocer el criterio utilizado para realizar la selección. A mayor abundamiento, con base en el denominado “Bloque de Constitucionalidad”, conjunto normativo que contiene disposiciones, principios o valores materialmente constitucionales fuera del texto de la Constitución -V. gr. Los Tratados Internacionales-, y, en proyectos para la adopción de reglas concretas para el desarrollo del proceso penal acusatorio, como lo es, el “Proyecto de reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de la Justicia Penal” 18 , también denominadas “Reglas de Mallorca”, y que en lo concreto refieren en la tercera regla de su apartado A que “Cuando los Fiscales estén investidos de facultades discrecionales, se establecerán, en la ley o reglamento publicado, directivas para promover la equidad y coherencia que de los criterios que adopten para acusar, ejercer la acción penal o renunciar al enjuiciamiento”, los criterios de oportunidad como sistemas de selectividad, se encuentran debidamente legitimados para que se puedan 18 Conclusiones del trabajo de la Comisión de Expertos (Eberhard Struensee, Prof. Universidad de Münster, Alemania; Enrique Bacigalupo, Prof. Tribunal Supremo de España; Anabela Miranda, Prof. Univ. Coimbra; entre otros) reunida en Palma de Mallorca, en cuatro Sesiones de Trabajo, que tuvieron lugar los días 23, 24 y 25 de noviembre de 1990; 3, 4 y 5 de mayo de 1991; 5, 6, 7 y 8 de septiembre de 1991 y 14, 15 y 16 de febrero de 1992; dichas Sesiones se realizaron por invitación de la Consejería Adjunta a la Presidencia del Gobierno Balear y con la cooperación de la Sub-división de Prevención del Delito y Justicia Penal de la Oficina de Naciones Unidas en Viena. ejecutar por parte de los operadores del subsistema de procuración de justicia, así como en la percepción de los sectores sociales respecto a su sentido utilitarista. Con todo, no se puede evadir la implementación de los criterios de oportunidad en la legislación penal secundaria, y mucho menos desacreditarla de ineficaz, en razón de que la realización de los mismos se ha encontrado implícita en la función del Ministerio Público mucho antes de la Reforma Constitucional, lo cual deja en claro que la creación legislativa de los mismos, no presupone necesariamente su existencia. En este orden de ideas, tampoco resultaría ilógica la pretensión de llevar a cabo una estrategia de política criminal para descriminalizar determinados “delitos de bagatela”, pero para que esto sea posible, previamente el Sistema Penal Mexicano (constituido por las agencias de procuración de justicia, seguridad pública, ejecución de sanciones, etc.), deberá ajustarse al proyecto de implementación legalmente establecido, el cual servirá de plataforma para la identificación de objetivos politicocriminales más saludables, como lo es precisamente, el proceso de descriminalización de conductas consideradas como delitos. Aunado a lo anterior, los criterios de oportunidad podrían operar como un mecanismo procesal temporal, que permitirá identificar conductas recurrentes que estarían expuestas al proceso de análisis y valoración de los criterios de oportunidad y, que posteriormente a este ejercicio de identificación, sería posible iniciar un proyecto de Reforma descriminalizadora en la Legislación Penal Sustantiva, prescindiendo de la potestad discrecional que tiene el Ministerio Público a través del uso de los criterios de oportunidad en el período de investigación. Por consiguiente, cabría hacer una valoración más objetiva de la interpretación progresista, a la cual indudablemente debe remitirse el legislador mexicano, y considerar que los criterios de oportunidad deben operar necesariamente en sentido abstracto en la legislación penal secundaria. No debiendo olvidar que, la tarea de formalización de estos mecanismos, supone -en la apreciación de Heinz Zipf-, un doble cometido: “canalizar jurídicamente la selección y -relacionado con ello- excluir una selección irregular y deformante” 19 . De manera que, podría compaginarse la función del Ministerio Público con el principio de legalidad, toda vez que la necesidad que tiene la víctima o el ofendido para hacer valer su derecho a dar continuidad a la investigación puede ser exigida, y por ende, la autoridad administrativa tendrá la obligación de hacer valer la pretensión de aquélla. V. CONCLUSIONES. Los criterios de oportunidad cumplirán una función específica, encaminada a lograr la despresurización del Sistema de Justicia Penal, que más allá de la gran desazón que pudieran representar en el ámbito jurídico, su implementación sin duda alguna puede coexistir con el principio de legalidad previsto en el artículo 16 Constitucional, que como ya se explicó, obliga al Ministerio Público a dar continuidad a la persecución e investigación de los delitos, pero que el Legislador, al prever la implementación de los criterios de oportunidad en la legislación penal secundaria, bien puede basar su configuración en interpretaciones procesales más saludables, como lo ha sido el caso de legislaciones procesales penales propias de Estados que se caracterizan por sustentar sus 19 Zipf, Heinz, Introducción a la política criminal, Madrid, Editorial Revista de Derecho Privado- Editoriales de Derecho Reunidas, 1979, p. 123. estrategias de carácter político-criminal, en los principios propios de un Estado Democrático de Derecho; mismas estrategias que pueden servir de base para llevar a cabo un análisis más amplio de los beneficios a ser considerados por el legislador mexicano para la implementación de los criterios de oportunidad, reflexionando detenidamente en la ponderación del impulso procesal que tienen las víctimas para dar continuidad a la investigación, a pesar de la resolución previa que haya determinado el Ministerio Público al implementarlos en el caso concreto, la cual sin duda deberá ser sometida al análisis exhaustivo del Juez de Control, para concluir si la determinación hecha por el Ministerio Público es apegada a derecho. Bajo esta tesitura, podemos observar que existen interpretaciones de los criterios de oportunidad que coexisten con el principio de legalidad, y que indudablemente traen un beneficio a favor de las víctimas de un delito, que muchas veces se encuentran imposibilitadas para ejercer cabalmente sus derechos fundamentales, así como el hecho de poder contar con una institución del Ministerio Público conciente de la discrecionalidad que le está conferida. Resulta conveniente establecer límites a la función discrecional del Ministerio Público para dar continuidad a una investigación o desecharla de plano, en razón de que dicha institución se enfrentará a una labor de aprendizaje, confrontada con la apreciación de conductas humanas concretas, que bien pueden no representar un daño considerable a determinados bienes jurídicos, pero que no pueden ser desestimadas en forma simplista. El principio de oportunidad, si bien ya era observado en la legislación penal mexicana, no deja de constituir una innovación dentro de los contenidos constitucionales, y seguramente lo será cuando se dé origen a la legislación procesal penal. Se considera importante establecer que, como una medida previa a su inclusión se requerirá que exista la definición de la postura estatal frente a la criminalidad y la valoración de las consecuencias sociales favorables o desfavorables, que la aplicación de dichos criterios pueda traer consigo. Su inclusión requiere de un debate profundo, que lleve a que se analice a la política criminal tradicional y la política criminal alternativa. El hecho de que el legislador asuma una postura descriminalizadora de las conductas que no impliquen una alarma social considerable, se postula como una solución alternativa más conveniente para despresurizar y hacer más eficiente paulatinamente el sistema de justicia penal mexicano, sin embargo, estamos ciertos que se debe considerar, con carácter de urgente el llevar a cabo una reforma penal integral de la ley sustantiva penal, para que ésta sea acorde y congruente con la reforma procesal penal recién instrumentada. Es innegable que la implementación de los criterios de oportunidad en un Estado Democrático de Derecho, reaviva el debate para generar una Procuración de Justicia eficaz, la que seguramente se logrará cuando el Ministerio Público sea autónomo en sus determinaciones, lo cual en otros modelos de sistemas penales acusatorios, funciona de forma equitativa y congruente, en razón de que a los fiscales se les reconoce una facultad independiente de acción. Por último, estamos convencidos que, el principio de oportunidad no alcanzaría su objetivo democrático, sin la ayuda de programas de política criminal que sirvan de apoyo subsidiario al Ministerio Público y su facultad discrecional para continuar o no con una investigación. Esto quiere decir que, toda discrecionalidad por parte del órgano investigador debe ser entendida, en el mejor de los casos, como una etapa inicial de todo el engranaje que llamamos Sistema Penal, y por ende el último recurso para activarlo, en el sentido de que si no alcanzan su objetivo integrador los programas de prevención del delito, se estaría en posibilidad de poner a trabajar todo el sistema de justicia penal.