Cabe preguntarnos, ¿es que todos estos libros valen la pena? Sin duda es mejor que un show televisivo de baja calidad y sin ningún estándar de producción. Con comprensiva previsión, Ovejero nos sugiere que hay literatura complaciente y literatura cruel. Ya señalé que la crueldad ética en la literatura resalta un mundo en donde los bordes, aquellos que pensábamos tan bien definidos, se empiezan a estrechar y a difuminar. Por otra parte la literatura complaciente nos ofrece una vida llena de sentido. Todo tiene un nombre y un lugar. No es necesario profundizar. La superficie es apetecible pues nos regala certeza. Nos invita a dejar de pensar. Oscar de la Borbolla escribió un ensayo titulado La rebeldía de pensar. Me atrevo a catalogar esta publicación dentro de la categoría de literatura cruel. Cierto es que el texto no es ficción, pero sin duda es cruel al logra acabar con toda certeza. Haciendo eco de esa provocadora afirmación “los libros son el opio del pueblo”, de la Borbolla asegura que pocas veces pensamos. Y es que preferimos vivir con someros estereotipos que nos ayudan a darle forma a un mundo en donde predomina lo incierto, que asomarnos al vacío por temor a lo que podemos encontrar. Los invito de regreso al vagón del metro. ¿Cómo puede ser esto cierto? ¿La lectura nos trunca el pensamiento? Ah, sí. Sin duda, la literatura complaciente es un sedante. Prozac que nos sienta en una mecedora. Xanax que nos arrulla en una hamaca. De a poco, con cada mecida vamos moldeando nuestro pensamiento. Crucemos las puertas del vagón que se abren. Dejemos atrás a esa voz femenina impersonal que nos previene de introducir nuestro pie entre el vagón y el andén. Nos seguimos meciendo y de a poco nos convencemos de que el judío es el mayor mal. Un poco más y nos aseguran que el libre mercado es la base de cualquier modelo económico exitoso. Más allá y sabemos que la tecnología y la ciencia no nos pueden mentir; el método nos revelará la verdad. ¿Ya te sientes relajado? ¿Cuesta abrir los ojos? La revolución institucionalizada. Espíritu absoluto de la identidad nacional mexicana que nos convierte a todos en parte del partido que se confundió con el Estado. La certeza última que bien puede presentarse como esvástica, como transgénico o como el Partido Revolucionario Institucional. Una certeza queda. Es mucho más cómodo que los demás piensen por nosotros. Que desde fuera se defina lo permitido y lo prohibido, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo. Al final de cuentas, ellos son los expertos. ¿No?