Imagen 6. Tsuba. Shakudo, shibuichi y bronce dorado. Ya antes de la limpieza se aprecian abrasiones en las aleaciones de plata. 238 La necesidad de una intervención mínima en la restauración de aceros especiales. Espadas japonesas Emma García Alonso Restauradora del Instituto del Patrimonio Cultural de España Denomino aceros especiales a aquellos aceros resultantes de un tipo de forja especialmente elaborada, empleada para la fabricación de armas blancas y que constituyen el máximo exponente de las técnicas metalúrgicas del momento. Entre ellos se encuentran los aceros de Damasco, algunas armas filipinas o malayas y las espadas japonesas. Las espadas japonesas, pequeñas maravillas metalúrgicas, están sometidas a complejas normas de fabricación, restauración, exposición e incluso fotografía. Su intervención implica el acercamiento a metales no convencionales y técnicas poco conocidas por los restauradores occidentales. Abajo, Imagen 1. Arma desmontada. Es exclusivamente la hoja de la espada la que determina la tipología, en base a su longitud y su forma. Su aspecto, tal como ahora lo conocemos, queda definitivamente establecido hacia la mitad del periodo Heian (794-1185) y se mantendrá casi inalterable hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando tiene lugar la prohibición de su fabricación y la confiscación y destrucción masiva de armas. Hasta 1948 no se vuelve a autorizar la fabricación de espadas, autorización sometida a una serie de reglas, licencias y permisos del Gobierno. Actualmente la Sociedad Japonesa para la Preservación del Arte de la Espada (Nihon Bijutsu Token Hozon Kyokai, NBTHK) es la encargada de velar por su calidad y verificar que las espadas cumplen con la estricta normativa vigente. En las colecciones españolas hay numerosos ejemplos anteriores a la primera guerra, procedentes de compras o donantes particulares de muy diferentes calidades y estados de conservación. (Imagen 1) 239 THE NEED FOR MINIMAL INTERVENTION IN THE RESTORATION OF SPECIAL STEELS. JAPANESE SWORDS Emma García Alonso Restorer. IPCE I call “special steels” those which are the result of an especially elaborate type of forging used in the manufacture of edged weapons and which is the apex of current metallurgic techniques. Among those one finds the steels of Damascus, some Philippine or Malaysian weapons, and Japanese swords. Japanese swords, which are small metallurgical marvels, are subjected to complex rules of fabrication, restoration, exposition, and even photography. Their intervention implies the confrontation of unconventional metals and techniques little known to western restorers. Técnica de fabricación tradicional de la hoja La fabricación de espadas se consideraba en Japón como una de las artes mayores. Objetos de culto, herencia familiar, inseparables del guerrero, y depositarias de su honor, según una visión antropomórfica su hoja se identificaba con el alma, la empuñadura con la cabeza, la vaina con el cuerpo y los demás complementos con el vestuario. Por eso, la fabricación de una espada merecedora de que el samurai ligase su alma a ella estaba sometida a un estricto ritual. El herrero previamente se sometía a una intensa preparación espiritual mediante plegarias, abluciones y largas ceremonias de purificación, ya que se pensaba que las espadas adquirían sus cualidades y defectos. Cada paso tenía asignada una temperatura exacta y un tiempo calculado. Al no haber instrumentos de medida de temperatura ni de tiempo, se observaba el color del acero como guía para el control de la temperatura durante la forja. Igualmente la medida del tiempo se conseguía mediante el recitado de pequeñas oraciones que les indicaban el punto en que se encontraban y su duración. La selección del metal a emplear es importante ya que debe ser de alta calidad. Japón tiene muy pocas minas de hierro, pero sí gran cantidad de arenas ferruginosas con un contenido aproximado de hierro de un 85%. Para extraer el hierro de esta arena tradicionalmente se construía un horno de barro, alto 240 y rectangular, donde se quemaba la arena previamente lavada junto con madera y carbón, manteniendo la temperatura constante entre 1200/1500ºC. El hierro se va fundiendo formando un bloque compacto, que, una vez frío, se extrae del horno y se reduce a fragmentos seleccionándose por contenido de carbono (entre un 0,6 y 1,5%). Si la proporción de carbono es demasiado elevada el acero resulta duro no pudiendo forjarse fácilmente. Si es demasiado baja resulta blando y poco resistente. Dependiendo de la longitud y peso del arma a forjar se toma una cantidad fijada de este acero que da como resultado la elaboración de una hoja perfecta sin que deba sobrar ni faltar metal alguno. El complejo sistema de forja consiste en sucesivos plegados tanto en horizontal como en vertical con el fin de repartir uniformemente el carbono y eliminar impurezas. La calidad final de la hoja y el dibujo que aparecerá sobre su superficie una vez pulida dependen de esta fase del trabajo. El número de veces que esta operación se repite depende del estilo de cada artesano y el resultado final debe ser una barra con un contenido en carbono de aproximadamente 0,6%. Arriba Imagen 2: Línea de temple Este acero es válido para la fabricación de armas cortas, como los tanto (de menos de 30 cm. de hoja aprox.) y los wakizashi (entre 30 y 60 cm). Para las katanas (más de 60 cm.) el proceso es aún más complejo. Las katanas están compuestas no de uno, sino de dos tipos de acero, uno con mayor contenido de carbono y el otro con menor contenido (entre el 0,2 y el 0,3%) que formaría el alma, la parte central interior de la hoja. La unión de los dos tipos de acero se realiza mediante una operación extremadamente delicada y precisa que conferirá al arma una vez terminada flexibilidad y dureza. Después de aplicada la punta triangular, de configurar la curvatura y de eliminar las irregularidades superficiales se procede al templado. La operación de temple dará a la hoja su filo y calidad definitiva. Para ello se aplica una pasta compuesta por arcilla ferruginosa, cenizas de carbón de leña y polvo de arenisca mezclado con agua por toda la hoja, distribuyendo un mayor o menor espesor para aislar más o menos el metal, lo que dará como resultado la línea de temple. (Imágenes 2 y 3) Esta línea, de dibujo definido Arriba a la izquierda Imagen 3. Detalle del acero en la línea del temple. Arriba a la derecha Imagen 4. Detalle del pasador de fijación de la empuñadura con la hoja. Debajo Imagen 5. Empuñadura. Piel de raya, cordón y aplique decorativo. por el maestro, constituye otra de las características visuales de la hoja terminada tras el calentamiento y el enfriado en agua. Una vez eliminada la arcilla se aplica una disolución de ácido nítrico y etanol para sacar a la luz los distintos matices de la recién creada línea de temple. El acabado final o pulido revelará completamente la estructura de la hoja, su belleza y calidad. Tradicionalmente se realizaba con piedras de pulir de dureza decreciente, terminando con una pasta suavemente abrasiva a base de polvo de magnetita y aceite de clavo. Complementos El maestro herrero es el encargado de la elaboración de la hoja, parte considerada más importante de una espada japonesa. Es en el resto del arma, la empuñadura, el guardamanos o shuba, la vaina y en los apliques decorativos, donde a los distintos artesanos se les permite una mayor libertad decorativa. La empuñadura, siempre de sección elíptica, es una pieza compacta que a la vez que sujeta firmemente la hoja, debe desmontarse fácilmente. Consta de dos piezas de madera que rodean la espiga de la espada y que se fijan a ella por medio de un sistema tan sencillo como eficaz mediante un pasador, generalmente de bambú, hueso o marfil que se introduce en un orificio que para tal fin tienen espiga y madera. (Imagen 4) 241 Su acabado exterior suele ser una rugosa lámina de piel de pescado curtida, generalmente raya o tiburón y un cordón anudado con uno de los más de 40 tipos de complejos nudos y lazadas cuya función es mantener sujeta la piel e impedir el deslizamiento accidental de la mano. (Imagen 5) Es en las tsubas o guardamanos donde el artesano puede expresarse libremente. Aquí encontramos plasmadas leyendas, mitos, historias, paisajes, animales, flores o símbolos e incluso, en ocasiones, la firma de su autor (Imagen 6). De hierro o bronce, caladas, talladas o cinceladas, de forma ovalada o circular y sirviendo de separación entre hoja y empuñadura, pero con la parte más decorada mirando siempre hacia esta, aquí se juega con oro o plata y con los distintos coloreados sin pigmentos de las aleaciones tradicionales: cobre y plata –shibuichi– para producir tonos grises o marrones y cobre y oro (a 242 veces con plata) –shakudo– para tonos negros o púrpura. La coloración, superficial de la aleación, solo aparecerá después de hervirla en una solución acuosa a base de verdigrís, sulfato de cobre y alumbre. Al ser aleaciones costosas, su uso se limita a algunas zonas de las tsubas y a los pequeños apliques decorativos colocados en los extremos del arma (a modo de pomo y remate de la vaina) y los que sirven para esconder el pasador en la empuñadura. (Imagen 7) La vainas tradicionalmente eran de madera de magnolio lacada con la resina del árbol urushi, aunque en algunas armas se encuentran otras resinas como Imagen 7. Mango de cuchillo utilitario. Shakudo, cobre dorado y plata. A la derecha Imagen 8. Vaina de piel de raya pulida. Detalle de los nódulos. la goma laca, sandáraca y copal. Esta laca podía ser de un color uniforme, pigmentada, con inclusiones de nácar o motivos decorativos o con la misma piel de raya pulida y lacada. (Imagen 8) Alteraciones y cuidados de la hoja Las alteraciones más comunes de las hojas son las capas de protección envejecidas (aceites, ceras o resinas) (Imagen 9) que se eliminan fácilmente con disolvente, teniendo especial cuidado con la calidad del algodón utilizado para aplicarlas ya que incluso este puede producir arañazos superficiales. La corrosión suele aquí tener un inicio filiforme, pudiendo llegar a formar masas compactas, aunque es también frecuente la corrosión derivada de tocar el acero con la mano descubierta y la producida por las tintas de los siglados y números de inventario que, afortunadamente cada vez con menos asiduidad, se dibujan sobre el metal y que si no están aisladas con alguna resina pueden llegar a producir una corrosión tan profunda que solo podría eliminarse mediante un pulido. (Imagen 10) Otro factor de alteración lo constituyen las marcas producidas por las propias vainas o por una manipulación o almacenamiento poco cuidadoso. La operación de pulimento que en muchos casos nos sentimos tentados a realizar, implica un conoci- miento profundo de la técnica y de los distintos matices del acero que deben potenciarse, por ello se desaconsejan tanto las distintas piedras de pulir como el papel abrasivo, las pastas comerciales o las fresas de caucho ya que pueden originar abrasiones que destruyen el pulido original, y en los casos más graves la aparición de poros, pérdidas de líneas de temple o faltas de simetría en los bordes. Se recomienda la eliminación puntual de los focos de oxidación sin ninguna intervención en el resto de la hoja. La espiga, parte de la hoja que penetra bajo la empuñadura es donde, de tenerlo, se encuentra el nombre del autor (Imagen 11). Es la única parte que originalmente no va pulida, debiendo continuar así. Su limpieza debe ser cuidadosa y nunca abrasiva. Alteraciones y cuidados de los complementos Entre las alteraciones más comunes de la empuñadura está la pérdida de flexibilidad y la contracción de la lámina de piel de pescado lo que unido a la desaparición del poder adhesivo de la cola de arroz utilizada para mantenerla fija al soporte puede producir fisuras y desprendimiento de nódulos. (Imagen 12) No recomiendo desmontar el complejo entrelazado del cordón, sino simplemente aspirar la suciedad. Frecuentemente su tinte es soluble en agua, por lo que no debe utilizarse ningún tratamiento acuoso. 243 Debo recordar aquí que el oro y la plata de la composición del shakudo y del shibuichi que frecuentemente aparecen en los guardamanos y en los apliques decorativos en combinación con otros metales son necesarios en la aleación para obtener unos colores característicos pero nunca para ser vistos individualmente. Al ser un coloreado superficial se desaconseja una limpieza excesivamente enérgica. (Imagen 13) La higroscopicidad de la madera y el aumento de volumen de las corrosiones en las hojas pueden dar lugar a la apertura lateral de las uniones en las vainas con la consiguiente pérdida de lacado. (Imagen 14) Es conveniente determinar si este es urushi o una resina de otro tipo, aunque en uno u otro caso es prácticamente imposible hacer una reintegración puntual de las zonas de pérdida sin afectar a las áreas colindantes originales, que no deben verse afectadas por el aporte de disolventes ni de ningún tipo de resina actual. Es preciso limitarse a una intervención cromática con materiales inertes y de fácil reversibilidad. Conclusión Las colecciones de armas blancas, generalmente de material compuesto, ilustran a la perfección la necesidad de adecuados planes de conservación preventiva que eviten la necesidad de intervenciones, en ocasiones traumáticas, de estos objetos singulares. 244 Arriba Imagen 11. Normalmente sólo hay un orificio para fijar la empuñadura. Este caso nos indica modificaciones en el tamaño del arma. Abajo Imagen 9. Depósitos de resina envejecida. Debajo Imagen 13. La coloración superficial ha desaparecido en algunas partes de la decoración. Abajo a la izquierda Imagen 10. Detalle de la huella dejada por un siglado en la hoja. A la derecha Imagen 12. Pérdida de nódulos en la piel de raya. Debajo Imagen 14. Apertura de los laterales de la vaina y pérdida de lacado. El conocimiento y valoración de este tipo de armas es imprescindible para establecer una metodología de trabajo y reconocer nuestras limitaciones a la hora de enfrentarnos con el resultado de unas técnicas ancestrales prácticamente desconocidas en Occidente. 245