Ponencia presentada en el Congreso Mundial “Educación Inicial de Nuevo Siglo” Organizado por la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE) los dias 27, 28 y 29 de Marzo de 2009 en Guanajuato (México) J. Leonardo Yánez Programme Officer Bernard van Leer Foundation http://es.bernardvanleer.org/ Evaluación de la eficacia de los programas no formales Efectividad de la educación infantil para niños y niñas que crecen en situación de desventaja social y económica. Los programas de educación infantil para niños y niñas que crecen en situación de desventaja social y económica, mal llamados programas no-formales, se inician en América Latina hacia finales de los años 60. Inicialmente respondían a la necesidad de cuidado diario para los hijos de madres que se incorporaban a la fuerza productiva. Los años 70 presenciaron la documentación, protocolización y diseminación de estos programas en varios países de la región, con la adición de diseños curriculares para completar la atención integral. Durante la crisis económica que afectó a la región durante los años 80, se planteó la necesidad de extender estas provisiones educativas a una gran masa de niños y niñas excluidas del beneficio de un comienzo temprano como una estrategia coyuntural de alivio de la pobreza. Se trataba, mayormente de una visión preventiva que pudiera, por un lado reponer la fuerza de trabajo que permitiría poner a reflotar las economías de estos países y, por el otro, reducir la brecha cada vez más amplia entre los estratos más y menos favorecidos de la población. Con su puesta en práctica, nacieron también los debates sobre su idoneidad en cuanto a la calidad de sus ofertas educativas. Mientras que en los años 70 los modelos pilotos contaban con equipos de cuidadores, docentes, supervisores y planificadores profesionalizados o un voluntariado entrenado y acompañado, la masificación de los 80 fue testigo, con celebradas excepciones, de un deterioro en la calidad de la oferta educativa en estas modalidades. Se formó una separación abismal entre los planificadores y los cuidadores/educadores, debido a la merma en cantidad y calidad de recursos para sostener servicios de supervisión y apoyo, logística y dotación de los programas. Esto a su vez minó el entusiasmo activista de sus pioneros y la desconfianza y resistencia de autoridades y docentes del sistema formal. Algunos de estos programas en América Latina han demostrado ser exitosos. Lamentablemente, no son la mayoría y también se ha visto un gran deterioro de las innovadoras ideas originales que han terminado por justificar el título de “no-formales”. Durante las últimas décadas, se ha hecho necesario saber más sobre qué es lo que hace a un programa eficiente para poder retomar su aspirado espacio como solución al grave problema de los excluidos y cómo determinar su eficacia en cuanto a los aprendizajes y al aporte que hace a una colectividad especialmente vulnerable en lo social y lo económico. Ponencia presentada en el Congreso Mundial “Educación Inicial de Nuevo Siglo” Organizado por la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE) los dias 27, 28 y 29 de Marzo de 2009 en Guanajuato (México) Se responde a esta interrogante con una breve reflexión sobre lo que separa a una modalidad “formal” de una no-formal”. Se defenderá la necesidad de “formalizar” la educación infantil, cualquiera sea el ámbito físico, social o cultural donde se ofrezca. No será una defensa de las modalidades escolarizadas como única alternativa de calidad educativa, sino de diversas acciones educativas capaces de responder a las necesidades de niños y niñas, de las familias y de otros agentes responsables o interesados en buenos resultados en contextos difíciles. Una formalización implica construir, monitorear y evaluar estándares de calidad del desarrollo infantil así como de sus aprendizajes. Para ello, se tomará en cuenta el contexto físico, cultural, histórico, económico y social. A la vez, será necesario clarificar que las modalidades o provisiones de educación infantil son un medio y no un fin para la educación infantil. El programa Educa a tu Hijo, en Cuba, es un buen ejemplo de integración de modalidades alternativas que integran lo”formal” y lo “no formal”dentro de una propuesta educativa coherente y multi-sectorial. Latinoamérica tiene abundantes ejemplos de buenos programas innovadores y pertinentes a sus realidades. De su evaluación y de la diseminación de sus logros depende que alguna vez emulen el éxito del modelo cubano y convertirse en política de estado. En síntesis, un buen programa de educación infantil para niños y niñas que crecen en situación de desventaja social y económica debería dar respuesta o garantizar: 1. La calidad en su propuesta pedagógica. Contar con una pedagogía activa y multicultural, pertinente y promotora de ambientes ricos de aprendizaje a través del juego, el descubrimiento y la solución de problemas. 2. El acceso de cada niño o niña a alguna provisión de educación infantil adecuada a sus necesidades y a las de sus comunidades. Hay buenos ejemplos de esto en la región, tales como los parques rurales comunitarios, espacios seguros para el aprendizaje, educación bilingüe y multi-cultural, ciudades educadoras, escuelitas, sementinhas, familias educadoras, el cogobierno infantil. 3. Flexibilidad para integrarse a otros sectores. Ser activos en campañas de mejoramiento del ambiente físico y social. Coordinación o cooperación con comités de salud, alimentación. Estímulo a la participación comunitaria (incluyendo niños y niñas de acuerdo al desarrollo de sus capacidades) en las diferentes fases del programa (diseño, planeamiento, monitoreo y evaluación). Facilitación de la canalización de programas sociales administrados a través de la red educativa hacia poblaciones excluidas. 4. Estrategias concretas para facilitar la transición exitosa de niños y niñas a través del sistema educativo. 5. La puesta en acción de componentes de supervisión, acompañamiento, formación en servicio y certificación de experiencia y aprendizaje de sus agentes (animadores, docentes y educadores sociales). 6. Flexibilidad para coordinar acciones escolarizadas y no escolarizadas de acuerdo a los recursos, capacidades, necesidades y aspiraciones de las comunidades.