La pareja: un malentendido universal

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La pareja: un malentendido universal
*Domingo Caratozzolo
En el estado prenatal el niño forma una unidad indisoluble con la madre. Es carne de
su carne. Todas sus necesidades están satisfechas sin necesidad de reclamarlas ni siquiera
con el llanto. Este estado excepcional de unidad con el otro conforma una situación de
completud imaginaria que luego se extenderá a los primeros momentos del
amamantamiento. En el curso de estas situaciones de plenitud entre el niño y la madre, se
borran los límites individuales y se reactiva la ilusión de constituir una unidad
autosuficiente. Se gesta así un ideal de vínculo, ideal que de ahora en más se tratará de
encontrar en las futuras elecciones de pareja.
Esta formación de un ideal va a constituir el paradigma del amor y va a mantener vivo
el deseo de ser "uno" con el otro, de constituir una unidad como lo fue el estado prenatal y
los primeros momentos de la lactancia. Este ideal creemos encontrarlo en el
enamoramiento, esa es la razón por la cual los enamorados escriben en un único corazón los
nombres de ambos, señalando así su deseo de fusión con el otro, borrando la realidad de la
alteridad presentes en todo vínculo. Este estado de plenitud, de completud, es de extrema
felicidad, pues creemos reencontrar en el otro el "paraíso perdido" del primigenio vínculo
con la madre.
De esta idealización participan ambos componentes de la pareja, podemos decir que
es una idealización cruzada, en la cual cada uno "inviste", "proyecta", "coloca" en el objeto
de su amor su propio ideal. Esto implica una negación y un desconocimiento de la realidad
del otro, que deja de ser el sujeto que es para convertirse en algo que no es: el ideal de su
pareja. Esto significa una violencia de cada uno de los integrantes del vínculo hacia el otro,
puesto que ninguno es reconocido en su realidad, en lo que es; violencia mutua porque la
idealización también lo es.
Decimos que hay una locura que es universal, fisiológica, benigna y que la mayor
parte de las veces cura espontáneamente; esta locura se llama enamoramiento, un estado
febril que luego se va en entibiando, y si esa tibieza se hace crónica, se llama amor. Esta
tibieza implica el paulatino reconocimiento del otro, como alguien separado tanto del
cuerpo propio, como del ideal perseguido. El fin del enamoramiento puede también
implicar un desengaño tan fuerte que la pareja se separe. Un motivo puede ser que la
realidad del otro, despojado ya de sus características ideales, no reúna las cualidades para
conformar una pareja medianamente satisfactoria.
Si pasado el furor del enamoramiento, el vínculo da paso a la ternura, al deseo sexual
compartido y al bienestar que proporciona el sentirse acompañado, tendremos una pareja
conformada en un marco amoroso. Pero, por más propósitos que nos formulemos, el ideal
amoroso, el paradigma del amor, no va a desaparecer de nuestra subjetividad. Como el
burro al que hacen caminar detrás de una zanahoria, así, en el curso de nuestra vida
esperamos hallar a nuestro ideal. Ilusión vana de encontrar en el presente o en el futuro
aquello que pertenece a un pasado remoto. Tan es así que muchas personas emigran de una
relación a otra buscando ese ideal inalcanzable: "el príncipe azul" para las mujeres, o "la
princesa azul" para los hombres.
La vida cotidiana con el otro promueve desencantos de toda naturaleza, pues nadie
puede estar a la altura de un ideal. Esta es la razón por la cual aparecen los reproches,
reproches que tienen relación por la comparación entre un sujeto real y el ideal deseado y
soñado. En la vida de toda pareja aparecen quejas del tipo: "nunca creí que fueras...",
"nunca pensé...", "como me equivoque acerca tuyo...", recriminaciones que pueden
extenderse y que de hecho se extienden a lo largo de la vida de una pareja . Muchas veces
son las mismas cosas aquellas por las cuales se fundamentan los reproches "hasta que la
muerte nos separe". Tal fijación al ideal provoca que éste siga actuando aunque la
experiencia indique que ningún cambio es posible. Por supuesto que estos reproches son
cruzados, pues ambos esperan que el otro responda de la manera deseada, que actúe de
acuerdo a su ideal.
Por ello, podemos concluir que la pareja se construye sobre un malentendido que
origina la estructura del reproche como consecuencia de las expectativas frustradas. De
todos modos, la búsqueda inútil e inalcanzable de ese ideal, nos relaciona con personas que
si bien no están a su altura, pueden depararnos compañía, amor, refugio, relaciones
sexuales placenteras y momentos de felicidad.
1. *Psicoanalista, autor
de “Parejas en crisis”
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