FUENTE DE VIDA ABUNDANTE (Juan 4:1-18) INTRODUCCIÓN.Este pasaje de Jesús y la mujer samaritana es, seguramente, uno de los más conocidos de los Evangelios. La singularidad de Jesús en diversos aspectos, en este texto, ha hecho que sea aplicable a distintas esferas. Por ejemplo, desde una perspectiva feminista para resaltar la importancia que Jesús le da a la mujer. Los mismos discípulos se sorprendieron de que Jesús estuviera hablando con una mujer (v. 27). En una sociedad en que la mujer tenía un papel inferior, Jesús no hace caso de esas costumbres, sino que la trata con toda dignidad. Por tanto es legítimo extraer de aquí esa enseñanza. También habréis podido escuchar como Jesús se salta los prejuicios raciales, y no hace diferencia esencial entre judíos y samaritanos. Y creo que es también correcto extraer de aquí esa enseñanza. Lo mismo podríamos decir de las desavenencias sociales. Pues aunque judíos y samaritanos casi no se hablan, Jesús inicia la conversación y le pide de beber. También es probable que hayáis oído comentar sobre este pasaje el tacto y la sensibilidad para conducir una conversación. Empieza pidiéndole agua y termina ofreciéndole un manantial de agua espiritual, algo de lo que la mujer no tenía conciencia que era aún más esencial para su vida. Y es legítimo concluir de aquí que Jesús era alguien excepcional en cuanto a cómo tratar sabiamente a las personas. El año pasado yo asistí a unas conferencias sobre apologética, en las que se exaltaba a Jesús, en este pasaje, como alguien inigualable para explicar la fe y dar razón de ella. En fin, la singularidad y riqueza de Jesús en este texto es tal, que podemos extraer diferentes enseñanzas de él. Veamos en primer lugar la historia que se nos narra. I.- LA HISTORIA.(Leer v. 3-5) Jesús con sus discípulos tienen que ir desde Judea (el Sur) hasta Galilea (el Norte) y en medio está Samaria. Como sabéis, los samaritanos era un pueblo mezcla de israelitas con otros pueblos de la tierra y de los que habían traído en el periodo Babilónico para colonizar la zona. Tenían La Ley de Moisés, pero no asumían los Profetas. Varios siglos antes habían construido un templo en su territorio. En fin, por todo ello tenían muy serias discrepancias con los judíos. Muchos judíos, cuando iban del Sur al Norte, daban un gran rodeo por el valle del Jordán evitando así pasar por Samaria, que era el camino más corto. Tal era la situación entre estas dos sociedades. Curiosamente en la actualidad, por razones parecidas, también se suele dar un rodeo similar, evitando así el mismo territorio que ahora se llama Cisjordania, donde viven parte de los palestinos. 1 (Leer v. 6-9) Sin embargo, Jesús pasa por Samaria y cansado del camino se sienta al lado del pozo, mientras sus discípulos van al pueblo para comprar alimentos. Jesús empieza a conversar con esta mujer samaritana. Según los expertos, el hecho de que la mujer fuese sola a las afueras del pueblo a sacar agua, da a entender que era alguien marginal, no bien vista en su pueblo. Una mujer normal hubiera ido siempre acompañada. A la mujer le sorprende, y supongo que le agrada, que Jesús siendo judío y hombre hable con ella. (Leer v. 10-15) Aquí Jesús le dice que, si ella tuviera ojos para saber quién es el que habla con ella, le pediría, y Él le daría un agua que podría convertirse en su interior en una fuente que le saciaría de vida abundante. Jesús utiliza un término que, por un lado significa agua viva, es decir un manantial; pero que, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se utilizaba para hablar del efecto de Dios mismo cuando confiamos, dependemos y esperamos en Él. Por ejemplo Jer. 2:13: “Dos son los pecados que ha cometido mi pueblo: me han abandonado a mí, fuente de agua viva, y han cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua”. (Leer v. 16-18) La mujer parece que no acaba de entender que se trata de algo espiritual, no físico. Entonces Jesús apunta a importantes asuntos morales en la vida de esta mujer, porque así entenderá de qué le está hablando realmente. La situación de la mujer es que ha tenido cinco maridos, que probablemente la han divorciado. Los rabinos interpretaban que no se podía tener más de tres. Pero además ahora vivía con otro en concubinato, es decir, sin casarse, lo que era una clara inmoralidad. El descubrimiento de esto oculto en su vida (le había dicho: “no tengo marido”) abre sus ojos y empieza a comprender quien es el que está delante de ella: es alguien muy grande. Aunque Jesús le ha descubierto lo que ella quería tapar, no le hace reaccionar en contra de Jesús, sino que queda prendada de Él. Este encuentro fue enormemente importante para ella. Tanto que como dicen los vs. 28 y 29 “…dejó allí el cántaro, regresó al pueblo y dijo a la gente: venid a ver a un hombre que me ha adivinado lo que he hecho…” Así que esta conversación con Jesús, especialmente cuando le pone de relieve su intimidad moral, pone en marcha la apertura de sus ojos espirituales, a pesar de haberle dicho algunas cosas que para ella eran desagradables. Todo ello produce tal efecto, que le hace dejar todo, y hablar de inmediato con sus paisanos de este Jesús. II.- ¿POR QUÉ PECAMOS? El pasaje quiere transmitirnos una importantísima verdad: al estar separados de Dios, y en todo caso cuando el tipo de confianza que tenemos en Él no satisface plenamente nuestro interior, seremos empujados por nuestra mente a buscar otras satisfacciones, sustitutas de Dios. Rom. 1:28 dice: “Y como no tienen interés en conocer a Dios, es Dios mismo quien los deja a merced de una mente pervertida que los empuja a hacer lo que no deben”. Antes de este versículo Pablo ha hablado de prácticas homosexuales tanto masculinas como femeninas y en el mismo saco incluye (v. 29-31) toda clase de maldad, avaricia, envidia, disensiones, engaños, calumnias, arrogancias, rebeldías contra los padres, etc., etc. 2 Es decir, nuestra mente nos empuja por ejemplo a la avaricia pensando que con más cosas llenaremos el vacío interior que tenemos. La envidia llega cuando nuestra mente se fija en lo que tienen otros, porque nosotros no tenemos en nuestro interior algo que nos sacie, que nos haga estar contentos. Las disensiones, no se refiere a mantener firmeza en la verdad, sino simplemente a discutir para quedar encima del otro, porque así nuestra mente nos dice que esa victoria dialéctica nos da algo. Pero ello es porque no hay fuente en nuestro interior que nos haga estar saciados, que nos haga estar contentos. Igual podríamos decir de las calumnias, arrogancias, lujurias, etc. La falta de vida abundante en nuestro interior que, solo Dios quiere y puede darnos, empuja a nuestra mente a suplirla con algunos de estos pecados de las que estamos hablando. Son sustitutos de la fuente de vida abundante. Cisternas rotas que no retienen el agua, como diría Jeremías. Como la mujer samaritana igual nosotros. Hasta que no afrontamos nuestra condición moral, en aquello que nos atañe a nosotros en particular, no se abrirán nuestros ojos. Ni nuestro corazón pedirá y recibirá ese regalo; la fuente de agua viva que sacia la sed, que es el Señor mismo. Por eso, la actitud de la religiosidad sirve para poco. Porque lo que trata es de que nos esforcemos en refrenar los pecados. Y eso no es suficiente. Porque detrás, de cada pecado hay una profunda insatisfacción y hasta que no hallamos y vivimos con la fuente de la satisfacción no saldremos de ahí. III.- LA FUENTE DE VIDA ABUNDANTE.Como hemos leído en Jer. 2:13 Dios mismos se nos ofrece como “fuente de agua de vida”. Jesús también se nos ofrece como el pan y el agua que satisface nuestra hambre y nuestra sed. Juan 6:35: “El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed”. Y el Espíritu se convertirá en nuestro interior en una fuente de vida abundante. Juan 7:38: “¡Si alguno tiene sed venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura brotarán ríos de agua viva” La verdad es que buscamos satisfacción en lo que parece que sí, pero al final, no satisface. El Señor quiere poner en nosotros esa fuente de vida. Nos comprende, nos entiende, nos ama y nos ofrece su vida perfecta. Lo hizo en la cruz cargando con el juicio de nuestros pecados. Resucitó y fue glorificado en el cielo. Y por ello envió su Espíritu, que ahora es Dios aquí en la tierra. Él desea morar dentro de cada uno de nosotros. Así que Él puede y quiere hoy gobernar nuestra vida, siendo esa fuente que satisface en nuestro interior. Si aún no has conocido y disfrutado así de esa satisfacción con el Señor debes ir a Él creerlo y recibirlo. Pero eso pasa necesariamente por asumir que has estado buscando llenar ese hueco con distintas formas de pecado como hacía la samaritana. Tendrás que decir no, dar la espalda, a ese camino caído de búsqueda de satisfacción, y volverte a Aquel que es la fuente de vida, que quita de verdad la sed. Pero es necesario también que los que hemos experimentado ya esa vida, es decir, que anteriormente ya hemos creído en el Señor, no nos engañemos a nosotros mismos. Hemos de 3 saber que si en nuestra vida aparecen la envidia, la arrogancia o cualquier otra obra de la carne es señal que no estamos hallando esa plena satisfacción en Cristo. Puede ser que la fuente esté ahí, pero desde luego no está supliendo nuestra insatisfacción. Renovemos, por tanto, nuestra relación con Él. Al final de la Biblia, con el lenguaje apocalíptico, de Ap. 22:1,2 leemos así: “Luego el ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, y corría por el centro de la calle principal de la ciudad. A cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce cosechas al año, una por mes; y las hojas del árbol son para la salud de las naciones”. Esa fuente, que aquí es ya un río, sale del trono de Dios y produce sanidad, satisfacción, a las naciones. 4