PETICIONA DETENCIÓN DOMICILIARIA: Excmo. Tribunal: ……………., en mi carácter de defensor de …………… manteniendo el domicilio constituido en la causa nro. ……. (INCIDENTE DE DETENCION DOMICILIARIA), me presento y respetuosamente digo: I.- OBJETO: Que vengo a peticionar la detención domiciliaria de conformidad con lo establecido por el art. 18 de la Carta Magna y los arts. 1 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, 4 y 5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; 10.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, estos últimos de jerarquía constitucional conforme el art. 75 inc. 22 de la ley fundamental; 11 y 33 de la ley 24.660 II. FUNDAMENTOS: Mi asistido cumple con un de los requisitos previsto en las normas citadas, tiene más de 70 años de edad (nació el …………) y por tanto de acuerdo a lo establecido en la ley 24660, se encuentra presente una causal objetiva para concederle la detención domiciliaria, sin que se exija ningún otro requisito adicional, en la medida que sin aditamento alguno así lo ha previsto la reforma instrumentada por la ley 26.472 a la Ley de Ejecución de la Pena (CFCP Sala III “Menéndez, Luciano Benjamin s/rec. de casación”,Reg. 513/09 del 29/4/09, Sala IV “Aguilera, Omar s/recurso de casación”, reg. 15862.4 del 9/11/11, entre muchas otras). El art. 18 de la Carta Magna establece que: “…Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquélla exija, hará responsable al juez que la autorice”.1 Lo que establece la norma es la prohibición de mortificar más allá de lo que el aseguramiento para la realización del proceso exija.- La ley nro. 26.472 (modificatoria de la ley 24.660, del Código Penal y del Código Procesal Penal), sancionada con fecha 17 de diciembre de 2008, en su art. 1 expresa que: “El Juez de ejecución, o juez competente, podrá disponer el cumplimiento de la pena impuesta en detención domiciliaria: a) Al interno enfermo cuando la privación de la libertad en el establecimiento carcelario le impida recuperarse o tratar adecuadamente su dolencia y no correspondiere su alojamiento en un establecimiento hospitalario; b) Al interno que padezca una enfermedad incurable en período terminal; c) Al interno discapacitado cuando la privación de la libertad en el establecimiento carcelario es inadecuada por su condición implicándole un trato indigno, inhumano o cruel; d) Al interno mayor de setenta (70) años; e) A la mujer embarazada; f) A la madre de un niño menor de cinco (5) años o de una persona con discapacidad, a su cargo”.- Y su art. 2 (modifica el art 33) expresa: “La detención domiciliaria deber ser dispuesta por el juez de ejecución o competente. En los supuestos a), b) y c) del artículo 32, la decisión deberá fundarse en informes médicos, psicológicos y social. 2 El juez, cuando lo estime conveniente, podrá disponer la supervisión de la medida a cargo de un patronato de liberados o de un servicio social calificado, de no existir aquél. En ningún caso, la persona estará a cargo de organismos policiales o de seguridad”.- La detención en su domicilio de las personas enfermas fue dispuesta en el referido art. 33 por “razones humanitarias”. Es una presunción legal “juris et de jure” que todo juez debe acatar aunque pueda dejar constancia de su disenso con su texto.El art. 11 de la Ley nro. 24.660, “Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad”, señala que: “Esta ley, con excepción de lo establecido en el artículo 7º, es aplicable a los procesados a condición de que sus normas no contradigan el principio de inocencia y resulten más favorables y útiles para resguardar su personalidad. Las cuestiones que pudieran suscitarse serán resueltas por el juez competente”.- En una palabra, sólo es aplicable esta ley a los procesados, cuando no contradiga el principio de inocencia y cuando resulte más favorable para el procesado. La ley nunca olvida que sus disposiciones se subordinan a lo dispuesto por la Constitución Nacional.- En este sentido, sigue siendo más favorable y también más acorde con el principio de inocencia la norma del art. 314 del Código Procesal que señala que: “El Juez “ordenará” la detención domiciliaria de las personas a las cuales pueda corresponder de acuerdo al Código Penal el cumplimiento de la pena de prisión en el domicilio”.- 3 Y el Código Penal es claro, en el Capítulo “De las penas”, su artículo 10 (luego de la modificación de la ley 26.472) dice que: “Podrán, a criterio del juez competente, cumplir la pena de reclusión o prisión en detención domiciliaria: a) El interno enfermo cuando la privación de la libertad en el establecimiento carcelario le impide recuperarse o tratar adecuadamente su dolencia y no correspondiere su alojamiento en un establecimiento hospitalario; b) El interno que padezca una enfermedad incurable en período terminal; c) El interno discapacitado cuando la privación de la libertad en el establecimiento carcelario es inadecuada por su condición implicándole untratoindigno,inhumanoocruel; d)El interno mayor de setenta (70) años, e)la mujer embarazada f) La madre de un niño menor de cinco (5) años o de una persona con discapacidad a su cargo”.- Su detención en el domicilio cumpliría la manda constitucional: no estaría siendo sometido a una mortificación innecesaria, que la ley prohíbe y que la seguridad del proceso en este caso no exige.- El Dr. Eugenio Zaffaroni clarifica el tema cuando se refiere al sentido que en la exégesis penal debe darse a la normas que otorgan un beneficio al encausado utilizando el verbo “podrá”, como el art. 13 del Código Penal y el art. 33 de la ley 24.660. Cuando se hallan reunidos los requisitos para el 4 otorgamiento, (en el caso que el beneficiario sea mayor de setenta años), “tiene derecho a reclamarlo y el tribunal tiene el deber de acordarlo”.Lo contrario –agrega- implicaría sacar al beneficio “del ámbito de los actos judiciales y remitirlo a la categoría de un acto político, es decir, del uso de una facultad casi arbitraria del tribunal, que asimilaría su naturaleza a la de la gracia o perdón” (Eugenio Raúl Zaffaroni: “Tratado de Derecho Penal”, Parte General, Tomo V, Ediar, Bs.As., 1983, página 182. Análogas reflexiones formula el mismo autor en la antes citada obra “Derecho Penal – Parte General”, escrita con la colaboración de Alejandro Alagia y Alejandro Slokar, págs. 908/910).- La Corte Suprema de Justicia de la Nación, tiene dicho que en la interpretación y aplicación de las normas penales debe observar el principio de legalidad (art. 18 C.P.) y ceñirse al “texto legal”, sin extensiones que son ajenas al rol de los jueces, “en consonancia con el principio político criminal que caracteriza al derecho penal como la última ratio del ordenamiento jurídico, y con el principio pro homine que impone privilegiar la interpretación legal que más derechos acuerde al ser humano frente al poder estatal”.- Ese límite etario, el legislador no lo fijó en forma arbitraria sino que tuvo en mira las pautas constitucionales, convencionales y las reglas internacionales referidas a la ancianidad y vulnerabilidad que ella conlleva. Veamos: La Constitución Nacional en su art. 75 inciso 23, le ordena al Congreso proteger a los ancianos. Expresamente dice que: “23. (Igualdad de oportunidades) Legislar y promover medidas de acción positiva que garanticen la igualdad real de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre derechos humanos, en particular respecto de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad.” 5 Así, la detención domiciliaria cumple con el mandato constitucional de asegurar la igualdad real de oportunidades y de trato de los ancianos detenidos respecto de los demás presos que están en mejores condiciones de soportar los rigores inevitables del encierro carcelario, ampliamente reconocidos por la doctrina y jurisprudencia actual. Respecto al goce de los derechos a los que se refiere el inc. 23 del art. 75 de la CN y a la oportunidad real de hacerlos efectivos, no debe olvidarse que la Corte Suprema de Justicia de la Nación en los precedentes “Dessy Gustavo G." (rta. el 19/10/95) y “Romero Cacharane, Hugo Alberto s/ ejecución penal” (rta. el 09/03/04); estableció que la pena de prisión solo restringe la libertad ambulatoria, y que los detenidos conservan todos los demás derechos y garantías de la persona humana cuyo efectivo goce, considerando las especiales limitaciones de los ancianos, se persigue facilitar con la detención domiciliaria. También las Reglas de Brasilia sobre personas en estado de vulnerabilidad (XIV Cumbre Judicial Iberoamericana) que deben seguir de guía para la interpretación judicial, tal como lo estable la CSJN por acordada 5/2009, se refieren concretamente a la ancianidad –en razón de su edad- como un estado de vulnerabilidad. Igualmente, proveen de sustento constitucional y convencional a la detención domiciliaria, las normas internacionales relativas a la protección de la vida, la salud, el desarrollo humano y la dignidad de las personas (art. 6.1 del PIDCyP, art.4° [derecho a la vida], art.5° [derecho a la integridad personal] y art. 11 [protección de la honra y la dignidad] de la CADH, art. I. [Derechos a la vida, a la libertad, a la seguridad eintegridad de la persona], art. XI Derecho a la preservación a la salud y al bienestar de la DADH y art. 12.-1. “…el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental” del PIDESyC). 6 A todo ello se deben agregar las normas constitucionales y convencionales referidas a los derechos humanos de las personas detenidas y al principio de humanidad de las penas. A saber, art. 18 de la CN “…Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autorice.”; art. XXV DADDH “… Tiene derecho también a un tratamiento humano durante la privación de su libertad”; art.5 CADH “[derecho a la integridad personal] 1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral. 2. Nadie deber ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano. 3. La pena no puede trascender de la persona del delincuente…”, art. 7 PIDCyP “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles inhumanos o degradantes...” y art. 10.1 PIDCyP “Toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano…” Asimismo deben atenderse las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos de las Naciones Unidas, las Reglas Mínimas para Penas Privativas de la Libertad de Tokio y Reglas de Brasilia sobre personas en estado de vulnerabilidad. En este sentido cobra vocación aplicativa lo sostenido por el Dr. Gustavo Hornos en la causa nº 14.800 “Musa Azar” de esa Sala IV, en la que afirmó que “…puesto que el requisito etario… es independiente de los requisitos que hacen referencia a la salud del imputado…advierto que no parece razonable negar el arresto domiciliario a alguien que tiene más de 70 años por el mero hecho de que no pruebe serios problemas de salud…Por ello, puesto que los jueces del tribunal oral rechazaron el arresto domiciliario solicitado por la defensa con fundamento exclusivo en que no existía un grave riesgo para la salud y la vida de su asistido, entiendo que lo 7 resuelto no resulta razonable (de conformidad con lo establecido en el artículo 1 de la C.N.).” Requisito atinente a la salud (Colocar aquí todas las afecciones de salud que padezca el interno). El Dr. Juan Carlos Gemigniani, en la causa nro. 699/13, caratulada “Harguindeguy, Albano Eduardo s/ Recurso de casación” de fecha 5 de agosto de 2014, al confirmar detenciones domiciliarias de condenados, expresó: “En esa dirección, habré de exponer una consideración respecto a las concretas circunstancias que se advierten en situaciones como éstas, en las cuales las unidades penitenciarias reflejan incapacidad de infraestructura para brindar la atención médica necesaria requerida por las enfermedades de los detenidos de muy avanzada edad y además, y como consecuencia de ello, los problemas burocráticos de traslado de aquéllos hacia centros de salud donde finalmente puedan ser atendidos. Esta situación, que lamentablemente se observa en forma reiterada en innumerable cantidad de casos y que los presentes actuados no constituyen una excepción, se encuentra en una constante involución resolutiva, pues lejos de advertirse al menos pequeños indicios de mejoras, infinidad de testimonios e informes tanto de órganos nacionales e internacionales competentes demuestran el ocaso de la pretensión iushumanista en el “mundo penitenciario”. ….Asimismo, en forma paralela y con alcance más general que la cuestión anteriormente expuesta, téngase presente que pesa sobre el Estado argentino la obligación de brindar un trato digno y humanitario a las personas que se encuentren privadas de su libertad. Este imperativo de carácter internacional se sustenta en el principio fundamental de que el Estado se encuentra en una posición especial de garante frente a las personas privadas 8 de libertad, y que como tal, asume deberes específicos de respeto y garantía de los derechos fundamentales de estas personas; en particular, de los derechos a la vida y a la integridad personal, cuya realización es condición indispensable para el logro de los fines esenciales de la pena privativa de libertad: la reforma y la readaptación social de los condenados. Así, el ejercicio del poder de custodia lleva consigo la responsabilidad especial de asegurar que la privación de la libertad sirva a su propósito y que no conduzca a la violación de otros derechos básicos. Ello así, toda vez que el Estado al privar de la libertad a una persona asume una responsabilidad especial de la que surgen deberes concretos de respeto y garantía de sus derechos, y de la que surge una fuerte presunción de responsabilidad internacional del Estado con respecto a los daños que sufren las personas mientras se encuentren bajo su custodia. En esta inteligencia, se advierte que el deber del Estado de proveer servicios de salud a las personas sometidas a su custodia es una obligación que deriva directamente de su deber de garantizar los derechos a la vida e integridad personal de los reclusos, reglamentado, principalmente, en el art. 25 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, art. 5.2 de la Convención Americana sobre Derecho Humanos, art. 10.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, etc. “Con relación al contenido y alcances generales del derecho de las personas privadas de libertad a la atención médica, el Principio X de los Principios y Buenas Prácticas de la CIDH establece que: `Las personas privadas de libertad tendrán derecho a la salud, entendida como el disfrute del más alto nivel posible de bienestar físico, mental y social, que incluye, entre otros, la atención médica, psiquiátrica y odontológica adecuada; la disponibilidad permanente de personal médico idóneo e imparcial; el acceso a tratamiento y medicamentos apropiados y gratuitos; la implementación de programas de educación y promoción en salud, inmunización, prevención y tratamiento de enfermedades infecciosas, endémicas y de otra índole; y las medidas especiales para satisfacer las necesidades particulares de salud de las personas privadas de libertad pertenecientes a grupos vulnerables o de alto 9 riesgo, tales como: las personas adultas mayores, las mujeres, los niños y las niñas, las personas con discapacidad, las personas portadoras del VIH/SIDA, tuberculosis, y las personas con enfermedades en fase terminal´. En cuanto a la calidad de los servicios médicos este principio establece que, `[e]l tratamiento deberá basarse en principios científicos y aplicar las mejores prácticas. Además, que `[e]n toda circunstancia la prestación del servicio de salud deberá respetar los principios siguientes: confidencialidad de la información médica; autonomía de los pacientes respecto de su propia salud; y consentimiento informado en la relación médico‐paciente´. Asimismo, la CIDH ha tomado en cuenta como estándares internacionales aplicables las disposiciones 22 a la 26 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de Reclusos, y lo dispuesto por los Principios de Ética Médica Aplicables a la Función del Personal de Salud, Especialmente los Médicos, en la Protección de Personas Presas y Detenidas contra la Tortura y otros Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes” (confr. “Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre los Derechos Humanos de las Personas Privadas de Libertad en las Américas”). En síntesis, la provisión de atención médica adecuada es un requisito material mínimo e indispensable que debe ser cumplido por el Estado para garantizar un trato humano a las personas bajo su custodia. La pérdida de libertad no debe representar jamás la pérdida del derecho a la salud. Del mismo modo, tampoco es tolerable que el encarcelamiento agregue enfermedad y padecimientos físicos y mentales adicionales a la privación de libertad. Este deber a cargo de los Estados, como ha especificado la Corte Interamericana, “no significa que existe una obligación de cumplir con todos los deseos y preferencias de la persona privada de libertad en cuanto a atención médica, sino con aquellas verdaderamente necesarias conforme a su situación real”. Por lo tanto, “la falta de atención médica adecuada podría considerarse en sí misma violatoria del artículo 5.1 y 5.2 de la Convención dependiendo de las circunstancias concretas de la persona en particular, el tipo de dolencia que padece, el lapso transcurrido sin atención y sus efectos acumulativos. 10 La Corte Europea al referirse al contenido y alcances del artículo 3 de la Convención Europea ha establecido que debido a las necesidades propias de la privación de libertad, la salud y el bienestar de los reclusos deben ser debidamente asegurados mediante, entre otras cosas, la provisión de atención médica necesaria. Por lo que, dependiendo de las circunstancias concretas del caso, la falta de atención médica adecuada puede llegar a constituir una forma de tratamiento violatorio al derecho a la integridad personal” (confr. informe cit.). Asimismo, en el Primer Informe Anual - correspondiente al año 2011sobre casos de torturas y/o malos tratos, emitido por la Procuración Penitenciaria de la Nación, se expresó que “quienes padecen problemas de salud diagnosticados pero no reciben atención médica periódica y regular durante el encierro carcelario, ven afectada seriamente su salud, sufriendo un agravamiento de los síntomas y el malestar. Frente a la desatención médica los problemas de salud diagnosticados, ordinariamente tratables en el ámbito libre, dentro de la cárcel se constituyen en problemas severos para quienes los padecen, poniendo en riesgo sus propias vidas”. Así, retomando las circunstancias concretas que rodean el presente caso se advierte que los informes médicos dan cuenta de la declinación en la salud que padece Dasso, respecto del cual se aconseja continuar con los tratamientos médicos actuales con un estricto control médico multidisciplinario. Ello, y las graves deficiencias que al respecto presentan la mayoría de las unidades penitenciarias del país y que no constituyen problemas nuevos, genera por un lado, el riesgo de un aumento en la gravedad de las dolencias que el nombrado padece y, por otro lado, la compleja tarea de coordinar, de forma permanente, los correspondientes traslados hacia los centros de salud que pudieran brindar la atención necesaria. Todo lo hasta aquí expuesto exige una inmediata solución, pues el cumplimiento de una obligación internacionalmente asumida -investigar y sancionar a los responsables de delitos de lesa humanidad- no puede llevarse a cabo en detrimento de otra obligación -brindar trato digno y humanitario a todos los reclusos-, por lo que ambas deben respetarse de forma mancomunada. 11 Ahora bien, y a esta altura de mi análisis, habré de recordar que la Corte Suprema de Justicia de la Nación tiene dicho que “no es propio del cometido fijado al Poder Judicial en el art. 116 de la Constitución Nacional dictar una sentencia con carácter de norma general derogatoria de las disposiciones en cuestión implementando un mecanismo de reemplazo en su lugar, cuando resulta evidente que -en esta materia- tal solución requiere de la suficiente e indispensable concreción de medidas de política pública previas (conf. arg. Fallos: 329:3089; 330:4866). Ello implicaría sustituirse a competencias propias de los otros poderes al Estado (Fallos: 330:4866, 4873/4874)” (confr. “García Méndez, Emilio y Musa, Laura Cristina s/ causa Nº 4537", rta. el 02/12/08, Fallos: 331:2691)….”.- Importante fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, referido al mal estado de los Establecimientos Penitenciarios: La Corte Suprema de Justicia de la Nación, con fecha 3 de mayo de 2005, al resolver el recurso de hecho deducido por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) en la causa caratulada, “Verbitsky, Horacio s/ Habeas Corpus”, tuvo oportunidad de expedirse en orden a la naturaleza del encarcelamiento preventivo, su alcance, las recomendaciones internacionales, las disposiciones constitucionales y de los Tratados a la luz del estado y condiciones que presentan las cárceles en la Provincia de Buenos Aires.- Estas condiciones, en la mayoría de los casos asimilables a las existentes en los establecimientos federales, fueron destacadas de la siguiente forma en el fallo señalado: ”….. 2°) …… CELS, interpuso ante el Tribunal de Casación de la Provincia de Buenos Aires una acción de habeas corpus correctivo y colectivo en amparo de todas las personas privadas de su libertad en jurisdicción de la Provincia de Buenos Aires detenidas en establecimientos penales y comisarías sobrepoblados…En ese sentido, indicó que los lugares de alojamiento de 12 detenidos debían ser considerados en función al cubaje mínimo por interno, a las condiciones de aireación, de iluminación, de calefacción, de sanidad, a la cantidad de camas, de seguridad para el descanso, de contacto diario al aire libre con posibilidad de desplazamiento, de acceso al servicio médico, al sistema educativo, trabajo y a la alimentación adecuada; condiciones éstas, que el Estado provincial no satisfacía siquiera mínimamente en virtud del hacinamiento denunciado. Manifestó que estas condiciones de detención incrementaban las posibilidades de poner en riesgo la vida y la integridad física de las personas, tanto de los detenidos como del personal asignado a la custodia. Por otra parte, señaló que la situación en las cárceles provinciales no era mejor y que incluso el Poder Ejecutivo provincial había reconocido esta situación al declarar la emergencia funcional del Sistema Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires mediante el decreto 1132/01…. Mencionó especialmente la situación de las mujeres y menores detenidos en establecimientos policiales como una violación flagrante de las normas internacionales que rigen la materia. En suma, consideró que la situación planteada en los hechos resultaba violatoria del art. 18 de la Constitución Nacional y de diversos instrumentos internacionales de jerarquía constitucional; como así también de las leyes nacionales y provinciales que aseguran y regulan los derechos básicos de las personas detenidas, estableciendo un tratamiento humano y digno tendiente a garantizar el fortalecimiento de la dignidad humana y la inserción social de los procesados y condenados. En virtud de ello, el accionante consideró que las situaciones descriptas constituían agravamientos arbitrarios de las condiciones de detención legal y por ello hacían procedente la acción en los términos del art. 43 de la Constitución Nacional… “…9°) Que el Ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires proporcionó un informe que da cuenta del estado de situación en materia de personas privadas de la libertad en el ámbito territorial de la provincia, y también del programa de medidas propiciado por esa cartera para solucionar el conflicto..…También se indicó que, para determinar las condiciones de 13 alojamiento de los detenidos, resultan aplicables las "Reglas Mínimas para el tratamiento de los reclusos adoptadas por el 1° Congreso de la Naciones Unidas sobre prevención del delito y tratamiento del delincuente….” “…34) Que el art. 18 de la Constitución Nacional al prescribir que "las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ella, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que ella exija, hará responsable al juez que la autorice", reconoce a las personas privadas de su libertad el derecho a un trato digno y humano, como así también establece la tutela judicial efectiva que garantice su cumplimiento…. “…..35) Que la privación de libertad, al título que fuese, tiene un efecto aflictivo y deteriorante para toda persona institucionalizada, que en cierta medida es imposible eliminar por ser inherente a su situación, pero que de ningún modo puede tolerarse que se agrave indebidamente. "Las cárceles en sí mismas, por sus condiciones materiales, higiénicas y de salubridad no deben agravar el mal inherente a la pena, ni las autoridades ejecutarlas en forma que aumentan ese mal" (Nuñez, Ricardo; Dcho. Penal Argentino. Parte Gral. Tomo II; Ed. Bibliográfica Argentina; Buenos Aires, 1960). “….36) Que este Tribunal ha expresado: "Que un principio constitucional impone que las cárceles tengan como propósito fundamental la seguridad y no el castigo de los reos detenidos en ella, proscribiendo toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que ella exija (art. 18 de la Constitución Nacional). Tal postulado, contenido en el capítulo concerniente a las declaraciones, derechos y garantías, reconoce una honrosa tradición en nuestro país ya que figura en términos más o menos parecidos en las propuestas constitucionales de los años 1819 y 1824 a más de integrar los principios cardinales que inspiran los primeros intentos legislativos desarrollados por los gobiernos patrios en relación a los derechos humanos. Aunque la realidad se empeña muchas veces en desmentirlo, cabe destacar que la cláusula tiene contenido operativo. Como tal impone al Estado, por intermedio de los servicios penitenciarios respectivos, la obligación y responsabilidad de dar a quienes están cumpliendo una condena o una 14 detención preventiva la adecuada custodia que se manifiesta también en el respeto de sus vidas, salud e integridad física y moral". "La seguridad, como deber primario del Estado, no sólo importa resguardar los derechos de los ciudadanos frente a la delincuencia sino también, como se desprende del citado art. 18, los de los propios penados, cuya readaptación social se constituye en un objetivo superior del sistema y al que no sirven formas desviadas del control penitenciario" (Fallos: 318:2002). “….38) Que también genera peligro para la vida de terceros ajenos al conflicto, pues en no pocas ocasiones han padecido consecuencias lamentables vecinos de los lugares de detención o de las mismas cárceles amotinadas e incluso familiares sorprendidos por los acontecimientos en el interior de los establecimientos. También se vuelve peligroso para el propio personal judicial, habiéndose registrado casos de jueces tomados como rehenes. Todo ello sin contar con que la distracción de personal policial de sus funciones específicas resiente considerablemente el servicio de seguridad pública, con el consiguiente riesgo para la prevención secundaria de delitos de gravedad. “….39) Que el derecho a un trato digno y humano reconocido a la personas privadas de su libertad no sólo encuentra soporte en nuestra Constitución Nacional desde 1853, sino que ha sido reconocido desde los orígenes mismos de la legislación penitenciaria del país y especialmente de la propia Provincia de Buenos Aires, en cuyo Reglamento Provisorio de la Penitenciaría de 1877, sancionado por el gobernador Carlos Casares, establecía un régimen respetuoso de la dignidad humana sensiblemente notable para los estándares de su tiempo (Reglamento Provisorio de la Penitenciaría, Buenos Aires, Imprenta de M. Biedma, calle de Belgrano número 135, 1877). “La República Argentina tuvo un papel protagónico en el establecimiento de las Reglas Mínimas para el tratamiento de reclusos, en el Primer Congreso de Naciones Unidas para la Prevención del delito y el tratamiento del delincuente, de Ginebra, en 1955, aprobadas por el Consejo Económico y Social en su resolución 663 y complementada en la 2076 del 13 de mayo de 15 1977. Después de la reforma de 1994, con jerarquía constitucional, la Nación está obligada por tratados internacionales de vigencia interna y operativos, que fortalecen la línea siempre seguida por la legislación nacional en la materia: la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, establece en el art. XXV que "todo individuo tiene también un tratamiento humano durante la privación de su libertad"; el art. 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos indica que "toda persona privada de la libertad será tratada humanamente y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano"; fórmula ésta que recepta de modo similar el art. 5 inc. 2° de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. “…Las Reglas Mínimas para el tratamiento de reclusos de las Naciones Unidas —si bien carecen de la misma jerarquía que los tratados incorporados al bloque de constitucionalidad federal— se han convertido, por vía del art. 18 de la Constitución Nacional, en el estándar internacional respecto de personas privadas de libertad. No cabe duda de que hay un marco normativo, no sólo nacional sino también internacional que, de confirmarse y continuarse la situación planteada, estaría claramente violado en la Provincia de Buenos Aires. “….40) Que ante esta situación es indudable que esta Corte no puede resolver todas las cuestiones particulares que importa, dadas las dificultades antes señaladas y el número de casos y variables posibles, pero es su deber instruir a la Suprema Corte y a los demás tribunales de la Provincia de Buenos Aires para que en sus respectivas competencias extremen la vigilancia para el adecuado cumplimiento de las Reglas Mínimas y de las normas que nacional e internacionalmente imponen el tratamiento digno de toda persona privada de libertad y, en especial, en lo que hace a la tutela de la vida humana y la integridad física de los presos, del personal y de terceros. “….41) Que no escapa a esta Corte que de verificarse algunos de los extremos mencionados por el accionante, sería posible que se configurasen eventuales casos de agravamientos que importarían trato cruel, inhumano o degradante u otros análogos, susceptibles de acarrear responsabilidad al Estado Federal. En esta eventualidad, es deber de esta Corte, por estar 16 comprometida la responsabilidad internacional del Estado Federal, instruir a la Suprema Corte y a los demás tribunales de la Provincia de Buenos Aires para que hagan cesar con la urgencia del caso el agravamiento o la detención misma, según corresponda. “…62) Que el 75% de presos sin condena, en caso de no hallarse colapsado casi totalmente el sistema judicial, está indicando el uso de la prisión preventiva como pena corta privativa de la libertad, contra toda la opinión técnica mundial desde el siglo XIX a la fecha, pues fueron criticadas desde el primer congreso penitenciario internacional de Londres de 1872, en el que se destacaba ya su inutilidad, desatando una cadena de opiniones condenatorias que fue casi unánime a lo largo de todo el siglo XX. Hace casi cincuenta años, en el segundo congreso de Naciones Unidas para la prevención del crimen y tratamiento del delincuente (Londres, 1960), si bien se sostuvo la imposibilidad de suprimirla, se recomendaron los llamados sustitutivos. “….63) Que en cualquier caso es dable evocar en esta emergencia ….la descripción que hace ciento treinta años hacía para España doña Concepción Arenal, para que si no se ha llegado a extremos análogos a la radiografía de la célebre penitenciarista española, todos los poderes públicos de la Provincia de Buenos Aires se esfuercen por evitarlos y, si eventualmente se han alcanzado, hagan lo propio por revertirlo: "Imponer a un hombre una grave pena, como es la privación de la libertad, una mancha en su honra, como es la de haber estado en la cárcel, y esto sin haberle probado que es culpable y con la probabilidad de que sea inocente, es cosa que dista mucho de la justicia. Si a esto se añade que deja a la familia en el abandono, acaso en la miseria; que la cárcel es un lugar sin condiciones higiénicas, donde carece de lo preciso para su vestido y sustento; donde, si no es muy fuerte, pierde la salud; donde, si enferma no tiene conveniente asistencia y puede llegar a carecer de cama; donde, confundido con el vicio y el crimen, espera una justicia que no llega, o llega tarde para salvar su cuerpo, y tal vez su alma; entonces la prisión preventiva es un verdadero atentado contra el derecho y una imposición de la fuerza. Sólo una necesidad imprescindible y probada puede legitimar su uso, y hay abuso siempre que se aplica sin ser necesaria y que no se ponen los 17 medios para saber hasta dónde lo es" (Concepción Arenal, Estudios Penitenciarios, 2ª. Edición, Madrid, Imprenta de T. Fortanet, 1877, página 12).- Esclarecedores fallos de la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal , respecto al otorgamiento de la prisión domiciliaria: En el fallo “Pappalardo Roque Italo s/ recurso de casación, del 29 de abril de 2013, el Tribunal señaló que: “… La enunciación de elementos que podrían configurar indicadores de riesgos procesales que fundamentan la necesidad de la imposición de la restricción preventiva de la libertad, no alcanza para justificar la revocación del arresto domiciliario dispuesto (pues el arresto domiciliario presupone la detención cautelar)” El voto del Dr. Gemignani destaca además que la detención domiciliaria encuentra fundamento constitucional en lo dispuesto por los arts. 5 de la Convención Americana y 10.1 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos y agrega la siguiente consideración: “…las unidades penitenciarias reflejan incapacidad de infraestructura para brindar la atención médica necesaria requerida por las enfermedades de los detenidos de muy avanzada edad y además y como consecuencia de ello, los problemas burocráticos de traslado de aquellos hacia centros de salud donde finalmente puedan ser atendidos”. En la causa nro. 9354, caratulada “Arrillaga, Alfredo Manuel s/ Recurso de Casación, los jueces expresaron que: “El tema a decidir se centra en establecer si han sido erróneamente aplicadas las normas que regulan la prisión domiciliaria, como afirma el recurrente; o si, por el contrario, tal denegación constituye una razonable aplicación al caso del marco jurídico en cuestión. Veamos: el Código Procesal Penal de la Nación, al tratar la prisión preventiva, previó expresamente en el art. 314 del C.P.P.N. que el juez puede ordenar, en ciertos casos particulares, la prisión domiciliaria de los procesados. 18 Así, estableció que el juez ordenará la detención domiciliaria de las personas a las cuales pueda corresponder, de acuerdo al Código Penal, cumplimiento de pena de prisión en el domicilio. Toda vez que el referido ordenamiento procesal fue sancionado con anterioridad a la ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad (ley 24.660), la remisión que efectuaba el art. 314 ibidem era exclusivamente a los supuestos previstos en el art. 10 del Código Penal. Por tanto, la prisión preventiva domiciliaria antes del dictado de la ley 24.660 correspondía tan sólo cuando la prisión no excedía de seis meses y el delito fuera cometido por mujeres honestas o las personas mayores de sesenta años o valetudinarias. Con la sanción de la ley 24.660, cuyo artículo 229 señala que es complementaria del Código Penal, se produjo la ampliación de los supuestos en los que el juez de la causa puede decidir que la medida cautelar privativa de la libertad se cumpla en el domicilio (art. 314 del C.P.P.N.); agregándole dos nuevos supuestos que son los contemplados en el art. 33 -cuya aplicación a los procesados se ve reafirmada por lo dispuesto en el art. 11, ambos de esa misma ley (C.N.C.P., Sala 1, causa Nro. 4001, "OLGUIN, Emma Luisa s/recurso de casación", Reg. Nro. 5030, rta. el 14/5/02: Sala llI, causa Nro. 9163, "KEARNEY, Miguel s/recurso de casación", Reg. Nro. 770, rta. el 17/6/08; Sala IV, "BROWN MANCINI, Dora Elda s/recurso de casación", causa Nro. 5348, Reg. Nro. 6664, rta. El 1/6/05)-; a saber: procede la prisión domiciliaria en los casos de personas mayores de setenta años o (conjunción disyuntiva) que padezcan una enfermedad incurable en período terminal, mediando pedido de un familiar, persona o institución responsable que asuma su cuidado. Resulta equitativa la decisión del legislador de permitir a los procesados en prisión preventiva gozar de este beneficio en idénticos supuestos a los de los condenados, puesto que, respecto de ellos, rige el principio de presunción 19 de inocencia (Francisco 1. D' Albora, Código Procesal Penal de la Nación. Anotado. Comentado. Concordado, Tomo II, Sexta edición corregida, ampliada y actualizada, Lexis Nexis, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 18/3/03, págs. 665 y sus citas) y constitucionalmente nuestro Estado se comprometió a brindarles un tratamiento adecuado a su condición de personas no condenadas (C.A.D.H., art. 5.4)……….”.- Opinión de la Procuración Penitenciaria de la Nación: Este ente es sin dudas quien más trabaja para el reconocimiento del “derecho” que tiene los imputados de acceder a la detención domiciliaria.En su página web (www.ppn.gov.ar) se brinda gran cantidad de información (doctrina, fallo, opiniones médicas), a ella me remito en razón de brevedad.Y fue recientemente el mismo Procurador Penitenciario de la Nación quien denunció la existencia de maltratos, condiciones de salubridad deficientes, falta de atención médica adecuada y otras graves carencias en las prisiones federales.- También explicó que no es caprichosa la edad fijada en las leyes para la detención domiciliaria. Después de los 70 años de edad –y aún bastante antes de ella- los peligros a los que se enfrenta el organismo humano son extremadamente graves y van desde la muerte súbita hasta una lesión permanente. Por ello requieren una casi constante asistencia médica, una medicación permanente en la mayoría de los casos, y la respuesta inmediata de un servicio de urgencia médica compleja para un caso de crisis.- Informe sobre envejecimiento – Factores de riesgo – Cautiverio: Este completo informe, que se agrega como prueba, fue elaborado por los Dres. Hugo Esteva y Oscar Iavicoli, profesor titulares de la Catedra de Cirugía y Consultor de Medicina de la UBA, y trata justamente de los riesgos que representa para las personas mayores la vida en los institutos carcelarios de nuestro país. 20 Lo más destacable para el caso de este estudio, es el riesgo que representa para la población mayor la atención de las urgencias, en establecimientos que, tanto para el acceso para la atención del paciente como su egreso para ser conducido a un centro de complejidad, requiere de la apertura de siete o más puertas, algunas de ellas con doble medida de seguridad, lo que impide en todos los casos una atención oportuna de colapsos cardíacos, cerebrales o de cualquier otro tipo que ponen en grave riesgo la vida y la salud del interno de avanzada edad. El CASO FEDERAL: Ante la eventualidad de que no fuere receptada la petición de acuerdo a los fundamentos expuestos, al verse afectadas garantías constitucionales contenidas en el Art. 18 de la Carta Magna, y las garantías de los tratados de derechos humanos de jerarquía constitucional citadas al inicio, hacemos la pertinente reserva de acudir a casación y del caso federal. VII.- PETITORIO: Por todo lo expuesto ut supra, solicito a Vs. Excs, que: 1) Se disponga la detención domiciliaria de ……….de conformidad con lo dispuesto por los arts 11, 32 y 33 de la Ley 24.660; 1, 2 y 4 de la Ley 26.472; arts. 18 y 75 inc. 22 de la Constitución Nacional, 1 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, 4 y 5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y 10.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. 2) Hago reserva del caso Federal por encontrarse conculcadas las garantías constitucionales mencionadas a lo largo de esta presentación.- Proveer de conformidad, SERA JUSTICIA 21 22