Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los 24 días del mes de noviembre de dos mil diez, reunidos en Acuerdo los Señores Jueces de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala B, para conocer en los recursos interpuestos en los autos caratulados: " Otegui Carlos Alberto c/ L. J. M. s/ daños y perjuicios", respecto de la sentencia de fs. 136/144 el Tribunal estableció la siguiente cuestión a resolver: ¿Es ajustada a derecho la sentencia apelada? Practicado el sorteo resultó que la votación debía efectuarse en el siguiente orden Señores Jueces Doctores: MAURICIO LUIS MIZRAHI.- CLAUDIO RAMOS FEIJOO - GERÓNIMO SANSO A la cuestión planteada el Dr. Mizrahi, dijo: I.Antecedentes I.a. La presente litis tuvo su origen en la demanda que luce agregada a fs. 75/77. En esa oportunidad, el accionante relató que en el año 1999 le encomendó al encartado -el Dr. J. M. L.- la tramitación de un juicio de daños y perjuicios contra la arquitecta Lucía Cruces Franconi, por el incumplimiento de una locación de obra. Sin embargo, el referido proceso concluyó de un modo anormal, pues el 12 de febrero de 2001 el juez interviniente decretó de oficio la caducidad de la instancia. Tal evento, precisamente, sería el que le causó al pretensor los diversos daños y perjuicios que reclama en estos actuados. I.b. La sentencia de primera instancia, obrante a fs. 136/144, resolvió rechazar la mentada acción, con costas al actor. Para así decidir, el a quo adujo que, si bien se encontraba acreditada la responsabilidad del emplazado, no se había comprobado daño alguno a ser resarcido. Explicó que tanto al tomar conocimiento del decreto de caducidad de instancia como al iniciar el presente pleito, el accionante tenía la posibilidad de reformular o replantear su reclamo contra la arquitecta Franconi, en tanto la acción no se encontraba prescripta. I.c. Contra dicho pronunciamiento se alzó la parte actora, expresando agravios a fs. 166/172; pieza que no mereció réplica alguna.El quejoso arguyó que el daño que reclamaba provenía de la caducidad de la instancia decretada en sí misma y no de la prescripción de la acción. En ese sentido, destacó que el encartado debía responder por la pérdida de la chance en el pleito contra la arquitecta (y no por la pérdida del ejercicio de su derecho). Asimismo, cuestionó que el juez de grado haya omitido considerar la procedencia de la partida indemnizatoria de daño moral. II. Advertencia preliminar. Límite en el estudio de los agravios Antes de ingresar a la cuestión de fondo, es menester efectuar una advertencia preliminar: en el estudio y análisis de los agravios he de seguir el rumbo de la Corte Federal y de la buena doctrina interpretativa. En efecto, claro está que los jueces no están obligados a analizar todas y cada una de las argumentaciones de las partes, sino tan sólo aquéllas que sean conducentes y posean relevancia para decidir el caso (ver CSJN, "Fallos": 258:304; 262:222; 265:301; 272:225; Fassi Yañez, "Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Comentado, Anotado y Concordado", Tº I, pág. 825; Fenocchieto Arazi. "Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado y Anotado", T 1, pág. 620). Asimismo, en sentido análogo, tampoco es obligación del juzgador ponderar todas las pruebas agregadas, sino únicamente las que estime apropiadas para resolver el conflicto (art. 386, in fine , del ritual; CSJN, "Fallos": 274:113; 280:3201; 144:611). Es en este marco, pues, que ahondaremos en la cuestión de fondo del caso sub examine. III. La mala praxis profesional y su aceptación por el demandado Es importante destacar que el juez de grado estimó acreditada la mala praxis profesional del demandado. En efecto, concluyó el magistrado en la sentencia en crisis que "resulta clara y evidente la responsabilidad del Dr. L. en el resultado final del pleito cuya dirección se le encomendara, esto es, la caducidad de la instancia" (ver fs. 139 vta.y 140). El aquí encartado ha consentido plenamente ese obrar antijurídico que le atribuyó el sentenciador; y ello es así no solo porque no ha deducido queja alguna contra la sentencia de grado, sino debido a que tampoco ha respondido los agravios del pretensor, lo que le hubiera permitido criticar esas afirmaciones del juez. En suma, puede concluirse que no será materia de debate en esta Alzada que el emplazado ha incumplido con su deber profesional; de manera que el juzgamiento de esa conducta ha quedado cerrado al pasar en autoridad de cosa juzgada. IV. La improcedencia de la partida indemnizatoria de "pérdida de chance" Para comenzar con el estudio de esta cuestión, diré que se verifica una chance cuando existe la oportunidad, con visos de razonabilidad o fundabilidad, de lograr una ventaja o evitar una pérdida. Y por supuesto que la frustración de esa probabilidad, imputable a otro, engendra un perjuicio resarcible. De aquí se sigue que el deber de reparar, en principio, acontece cuando hay algo actual, cierto e indiscutible; y que es precisamente la efectiva pérdida de la oportunidad de lograr un beneficio. Ahora bien, sobre este tema resulta indispensable efectuar dos precisiones; una, relativa al requisito que se debe reunir; la otra, atinente al alcance de la indemnización. La primera, es que la pérdida de chance no genera la obligación de indemnizar cuando se trata de la frustración de meras posibilidades o expectativas; es decir, cuando éstas son muy vagas o generales, pues en tales casos el daño que se invoca sería puramente eventual o hipotético, y es sabido que resulta improcedente conceder indemnizaciones por meras conjeturas. Es por ello que esa posibilidad perdida -para dar nacimiento a la obligación de indemnizar- tiene que tener una intensidad tal de modo que se erija en una probabilidad suficiente; o sea, que es necesario que la pérdida se encuentre debidamente fundada a través de la certeza de la probabilidad del perjuicio.La segunda precisión a efectuar en materia de chance es que -cuando lo truncado es una probabilidad suficiente- lo que se indemniza es la chance misma y no la ganancia o pérdida que era objeto de aquélla; a cuyo efecto el juez ha de evaluar la mayor o menor probabilidad de que esa chance se convierta en cierta. Esto significa, desde luego, que el resarcimiento a disponer en ningún supuesto ha de tener el alcance que lo identifique con el beneficio perdido, pues -si mediara tal identificación- se estaría indemnizando concretamente la ganancia frustrada o la pérdida generada, y no la probabilidad de lograrla o de evitarla, que hace a la esencia de la chance. La jurisprudencia y doctrina, tal como se detallará seguidamente, es coincidente en los precedentes lineamientos (ver esta Sala, en autos, "Torres, Horacio J. c/ Microómnibus Norte L. 60", del 16/11/2006; íd., in re "Oubiña c/ Soc. Italiana de Beneficencia y ots.", del 27/2/2008; CNCiv., Sala C, del 5/8/74, LL 156-274; CNCiv., Sala G, del 21/12/81, LL 1982-D-475; CNCiv., Sala J, del 23/4/2007, en autos "V.A. c/ Banco Superville"; CNCiv., Sala D, del 24/5/2006, "G., R.L. c/ G., P.A. y otros"; SC Mendoza, Sala 2º, del 31/10/79, JA 1980-I-197; CNFed. Civ. y Com., Sala 2º, del 26/8/88, LL 1989-A-342; Zabala de Gonzalez, Matilde, "Resarcimiento de daños", vol. 2º "Daños a las personas", p. 373 y sigtes., ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1991; Alterini, Atilio Aníbal, Ameal, Oscar José y López Cabana, Roberto M., "Derecho de Obligaciones", p. 790, Nº 1856, 2º edición, Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1998). Claro está que si un juicio fenece por caducidad de la instancia -atribuible a la mala praxis del abogado- lo que está en juego es la chance que tenía el actor de tener algún éxito en dicho proceso si hubiera continuado con su tramitación regular.Sin embargo, si al momento del reclamo el derecho todavía estaba vivo; es decir, si la acción no se encontraba aún prescripta -como aconteció en la especie- esa chance dejó de tener virtualidad desde el punto de vista jurídico. Es que nada obstaba a que el pretensor la hiciera realidad -o sea que obtuviera el beneficio resultante de triunfar en su planteo judicial- promoviendo un nuevo pleito contra la arquitecta Franconi. Para decirlo en pocas palabras, en el caso de autos no se ha cumplido con el requisito de que se trate de una efectiva pérdida de la oportunidad de obtener un beneficio; en tanto la frustración de la chance no se debió en la realidad a una conducta omisiva del accionado; y ello es así tan pronto se advierta que ningún obstáculo se le presentaba al aquí pretensor para promover una nueva demanda. En consecuencia, coincidiré con el juez de grado cuando entiende que fue sólo la propia inacción del actor la que pudo tener relación de causalidad adecuada con la no percepción de la reparación por los daños materiales invocados. Es verdad que la dilación en obtener el resarcimiento (originada en tener que iniciar un nuevo juicio) podría llegar a ocasionar algún daño material; sin embargo, en el escrito inaugural ningún rubro se reclama por esa circunstancia, lo que veda al tribunal que conozca acerca de cuestiones que no fueron introducidas oportunamente. Por supuesto que las quejas incoadas por el accionante -en lo que hace al daño materialresultan a todas luces inaudibles. No se comprende a ciencia cierta cuál podría ser el distingo que el apelante pretende introducir en su expresión de agravios entre "la pérdida de la chance en el pleito contra la arquitecta" y "la pérdida del ejercicio de un derecho"; sobre todo cuando para calcular el daño utiliza un porcentaje de la suma total oportunamente solicitada por los supuestos daños que le ocasionó el incumplimiento de la arq. Franconi.Sin embargo, el quejoso manifestó que "la sentencia supone que Otegui no ejerció su derecho contra la arquitecta Franconi luego de la caducidad de la primera acción...pero se trata de un supuesto, de una mera creencia sin sustento alguno" (v. fs. 167 vta.). Bien se obse rvará que estas articulaciones certificarían una vez más -ahora por boca del propio apelante- la clara improcedencia del planteo que realiza. Es que si inició una nueva acción, y obtiene de este segundo intento una indemnización, quedaría entonces demostrado que el actor no sufriría por la frustración de la primera demanda ningún daño material. Repárese al respecto que conceder una indemnización como aquí se pretende, tras la percepción de otra igual en el hipotético segundo juicio, configuraría un inadmisible enriquecimiento sin causa en cabeza del recurrente. En definitiva, y para concluir, mal podría concederse en la especie una indemnización por frustración de la chance cuando la caducidad de la instancia por la inacción del demandado no ha sido la causa idónea de la eventual pérdida que tuvo el actor de la oportunidad de lograr un beneficio. En función de lo precisado, y no resistiendo los agravios incoados de un mayor análisis, propondré al Acuerdo que se confirme el rechazo del rubro indemnizatorio materia de debate. Tal ha de ser mi voto. V. La procedencia de la indemnización por daño moral Distinto ha de ser mi criterio en lo que respecta al daño moral. Digamos sobre el tema que en general se admite que para que estemos ante un daño de esta índole es indispensable que se verifique una lesión a los sentimientos o afecciones legítimas, perturbándose la tranquilidad y el ritmo normal de vida, por lo que representa una alteración desfavorable en las capacidades del individuo para sentir, querer y entender; traduciéndose en un modo de estar de la persona diferente de aquél en que se hallaba antes del hecho.Es que el daño moral -en tanto configura un menoscabo a los intereses no patrimoniales- es el conjunto de sinsabores, angustias, pesares, sufrimientos, etcétera, que el injusto provocó en el damnificado; más allá de las secuelas de orden psíquico que el episodio pueda o no dejar en la víctima, según su peculiar sensibilidad y circunstancias personales (ver Cammarota, Antonio, "Responsabilidad extracontractual. Hechos y actos ilícitos", ed. Depalma, Buenos Aires, 1947, p. 102; Zavala de González, Matilde, "Resarcimiento de daños, T. 2b, pág. 593 y ss.; Zannoni, Eduardo A., "El daño en la responsabilidad civil", Ed. Astrea, p. 287; CNCiv, Sala C, 22-12-2005, "Vega Rubilan, Soria de las Mercedes c/ Transporte Automotor General Las Heras SRL", LL, online; íd., Sala E, 26-5-2006, "Montalbetti, Carlos F. y otros c/ Microómnibus Sur SAC y otros"). No puede discutirse que el daño moral recae en el lado íntimo de la personalidad, y en este sentido es verdad que nadie puede indagar el espíritu de otro tan profundamente como para poder afirmar con certeza la existencia, y en su caso la intensidad, del padecimiento y angustia que se invoca. Es que se trata de un sentimiento que, como decía Kant, representa un estado que "no contiene más que lo subjetivo puro" (ver Principios metafísicos del Derecho", p. 13, Imprenta de José María Pérez, Madrid, 1873). No obstante lo expuesto, la circunstancia de que nos hallemos ante supuestos de alteraciones emocionales profundamente subjetivas e inescrutables no ha de impedir la evaluación del juez, la que -necesariamente- tendrá que ser objetiva y abstracta; para lo cual se considerará cuál pudo ser hipotéticamente el estado de ánimo de una persona común, colocada en las mismas condiciones concretas en que se encontró la víctima del acto lesivo (ver Bustamante Alsina, Jorge, "Teoría General de la Responsabilidad civil", p.247, 9º edición, Abeledo Perrot, 1997). De todas maneras, y en lo que hace a la magnitud y el alcance del daño moral, es verdad que podrá ser presumido por el juez por vía indirecta, tras la prueba por la víctima de determinadas situaciones por las que ella transita a raíz del injusto (ver Zabala de González, Matilde, "Resarcimiento de daños", T. 2b, p. 593 y ss.). Desde luego que, a los fines indemnizatorios, no sólo se debe tener en cuenta las condiciones personales de la víctima al momento del evento sino también evaluar los padecimientos de esta índole que razonablemente pudo haber a consecuencia del hecho dañoso. No obstante lo expuesto, se ha sostenido que en materia contractual la cuestión del daño moral debe observarse desde una perspectiva diferente en la que juega la libre apreciación del magistrado, de forma tal que no procede automáticamente ante cualquier incumplimiento. Sin embargo, la referida directiva no conlleva a estimar ese rubro excepcional y a exigir en todos los casos la cabal prueba de la lesión espiritual (ver mi voto in re "Högner, Jorge Alberto c/ Cordero, José Luis s/ daños y perjuicios", Expte. Libre n° 544.033, del 15/07/10). Es que, más allá de la prueba que haya o no colectado el actor, dicho daño podrá ser presumido por el juez atendiendo a la naturaleza del incumplimiento contractual y a la situación por la que atravesó el afectado por dicho motivo. Precisamente, en el caso concreto, estoy persuadido que la conducta inadecuada del profesional emplazado -vale decir, su mala praxis profesional que originó la caducidad de la instancia- es muy probable que haya generado en el Sr. Otegui angustias y padecimientos que con seguridad superaron las meras molestias e incomodidades que nos provoca a todos la vida cotidiana. En efecto, es de suponer que el aquí actor -como cliente- depositó en el letrado toda su confianza y expectativas que terminaron por ser defraudadas de un modo injusto (conf.CNCiv, Sala G, "Martínez, Pablo Mariano c/ Ferrando, Ricardo y otros", del 23/12/2008, RCyS 2009- IV, 161; íd., Sala D, "Kohler, Graciela y otros c/ Saleme, Carlos Andrés" , del 21/04/2009, RCyS 2009-VIII, 154). En atención a los argumentos desarrollados, y en virtud de las particularidades del caso, considero que debe establecerse por la presente partida indemnizatoria la suma de $3.000, con más sus intereses. Éstos réditos se calcularán, dada la naturaleza del presente juicio, desde la notificación de la demanda al letrado aquí condenado y hasta el momento del efectivo pago, a la tasa de interés activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación Argentina (conf. CNCiv, en pleno, "Samudio de Martínez, Ladislada c/ Transporte Doscientos setenta S.A. s/ Daños y Perjucios" , del 20/04/2009). VI. La imposición causídica No obstante que la demanda se admite por una suma sensiblemente menor a la reclamada, deberá tenerse en cuenta que la parte actora formuló su requerimiento supeditado a lo "que en más o en menos resulte de la prueba". Por otra parte, no puede ignorarse que la encartada ha resultado en los hechos sustancialmente vencida, pues esta noción se determina según una visión global del pleito y no por meros cálculos aritméticos; sin perjuicio de destacar la prevalencia que corresponde otorgar en el caso al principio de la reparación integral. Estas consideraciones me inclinan a proponer que las costas del juicio se apliquen a la parte emplazada (artículo 68, primera parte , del ritual). Así he de votar. VII. Conclusión A tenor de las consideraciones fácticas y jurídicas desplegadas a lo largo del presente voto, propongo al Acuerdo revocar la sentencia de primera instancia y, por ende, admitir la demanda incoada por Carlos Alberto Otegui contra J. M. L., a quien se lo condena a pagar la suma de $3.000.A esta cantidad se adicionarán los respectivos intereses, que correrán desde la notificación de la demanda y hasta el efectivo pago. Los réditos se computarán a la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida, a treinta días del Banco de la Nación Argentina. Las costas de ambas instancias se imponen al demandado, que ha resultado sustancialmente vencido (artículo 68, primera parte, del CPCCN). El Dr. Ramos Feijóo, por análogas razones a las aducidas por el Dr. Mizrahi, votó en el mismo sentido a la cuestión propuesta. Con lo que terminó el acto: MAURICIO LUIS MIZRAHI.CLAUDIO RAMOS FEIJOO -. Es copia fiel del Acuerdo.Buenos Aires, 24 de noviembre de 2010.Y VISTOS: Por lo que resulta de la votación que instruye el Acuerdo que antecede, se resuelve revocar la sentencia de primera instancia y, por ende, admitir la demanda incoada por Carlos Alberto Otegui contra J. M. L., a quien se lo condena a pagar la suma de $3.000. A esta cantidad se adicionarán los respectivos intereses, que correrán desde la notificación de la demanda y hasta el efectivo pago. Los réditos se computarán a la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida, a treinta días del Banco de la Nación Argentina. Las costas de ambas instancias se imponen al demandado, que ha resultado sustancialmente vencido (artículo 68, primera parte, del CPCCN). Teniendo en cuenta como se decide en esta instancia, se difiere la adecuación dispuesta por el art. 279 del Código Procesal respecto de las regulaciones practicadas a fs. 143 vta., así como la determinación de los honorarios correspondientes a la tarea desplegada en la Alzada, hasta tanto exista liquidación definitiva aprobada (conf. art. 1 ley n° 24.432). La Vocalía n° 5 no interviene por hallarse vacante. Notifíquese y devuélvase.