La Conciencia Jurídica Material y su Plataforma Interactiva Elementos para una reformulación teórica Meabe, Joaquín E. Instituto de Teoría General del Derecho - Facultad de Derecho, Ciencias Sociales y Políticas - UNNE Salta 459 - (3400) Corrientes - Argentina Tel./Fax: +54 (03783) 423506 - E-mail: jmeabe@dch.unne.edu.ar INTRODUCCIÓN La noción teórica de conciencia jurídica ha sido muy debatida en la tradición escandinava. Bajo la modalidad de conciencia jurídica material Alf Ross adaptó la noción y la insertó en su exposición como elemento complementario orientado a ofrecer una perspectiva más amplia para la interpretación del derecho (Ross, 1958: § XXVII). Conforme a ello la conciencia jurídica material esta formada por un conjunto cuatripartito de estándares, valores, ideales y actitudes que contextualizan al discurso jurídico (Ross, 1958: § XXVII) Tributaria de esa corriente, el presente estudio propone una reformulación crítica del tema que inserta su tópica en una matriz interactiva que le provee de un nuevo y más amplio contenido. ANTECEDENTES Y CRÍTICA DE LA NOCIÓN DE ROSS Esta prespectiva de análisis es, desde ya, interdisciplinaria y se vincula con un programa de investigación, cuya matriz teórica se nutre en las obras de Max Weber, Paul Koschaker, Alf Ross, Lon Fuller y Luigi Ferrajoli, entre otros. Frente al exceso de verbalizaciones del comentario exegético esta perspectiva se ocupa de examinar el escenario material en el que se construye el sentido de los enunciados, cuya primera aproximación se inordina en la llamada conciencia jurídica material de Ross. El plano de los enunciados es lo que, en conjunto, corresponde a la noción de conciencia jurídica formal, que se expresa como discurso y se analiza con arreglo a la lógica, la retórica y la teoría de la argumentación. Las determinaciones que se establecen lo mismo que los criterios que el teórico extrae de sus formas y de sus composiciones proposicionales no son sino indicativas y provisionales, con un valor de verdad relativoen orden a la funcionalidad y ejecución del derecho y, al parecer, siempre dependientes del contexto material en el que se configura su práctica. Resulta así más que inevitable abordar el contexto y desagregar su trama para lo cual la noción de conciencia jurídica material ofrece una sugestiva demarcación de su escenario que hasta ahora no ha sido aprovechada, quiza por esa excesiva desconfianza en todo aquello que se encuentra fuera del discurso del derecho. El sentido que entonces se descubre más allá del límite de los enunciados agrega, al natural desencanto con la doxografía, un conflicto complementario entre la racionalidad formal y la racionalidad material que se invoca a manera de justificación contingente, que de alguna manera se utiliza como recurso para legitimar el pronunciamiento, con independencia de sus contenidos eventuales de justicia o injusticia. Hace falta, por lo tanto, un enorme esfuerzo teórico para analizar el escenario de la pragmática y alcanzar una explicación satisfactoria de aquellos usos contingentes que dependen de directivas institucionales cuyo sentido no es directamente deducible del discurso normativo y por eso resulta muy importante ese primer intento demarcatorio de Ross, orientado a desagregar los elementos del contexto en el cual se edifica el sentido funcional del derecho, que encontramos en su noción, poco desarrollada, de conciencia jurídica material. A los fines de las averiguaciones relacionadas con el desempeño de los sujetos que revistan en la matriz de interacciones jurídicas la noción tiene, al parecer suficiente aptitud instrumental para aventurar al menos un diagnóstico relativo que permita explicar conclaridad el funcionamiento del estado de derecho. Posiblemente el diagrama cuatripartito de Ross ( ideales, actitudes, estándares y valores) no cubra de modo satisfactorio toda la extensión del escenario en el que se edifica la racionalidad material del derecho de cara a las responsabilidades profesionales desagregagas de los sujetos que forman el cuadro profesional especializado (abogados, magistados, etc.), pero es, al menos, un buen punto de partida que debe ser explorado en dos direcciones complementarias : ante todo en lo que hace a su consistencia teórica desagregada; y, luego, en su capacidad para dar cuenta de los registros empíricos que su modelo colaciona. Ross, por cierto, no ha explorado demasiado ninguna de las dos direcciones y, en su obra ( Ross, 1958: § XI y § XXVII ), el desgloce tiene una cierta impronta sociológica, no obstante que trata de su asunto en el marco de la discusión acerca de los métodos de inteligencia del derecho y sus secuelas interpretativas. Queda, así, todo este sugerente asunto en el límite de la mera verbalización. Pero, sea como fuere, Ross ha colocado el tópico en el seno de la teoría general a la manera de una pica en Flandes y de poco o nada sirve levantar contra el autor algún tipo de reparo por la falta de desarrollo del tema. Ahora bien, al considerar cada uno de los cuatro elementos de la conciencia jurídica material se nos plantea de cara a las distintas modalidades de interacciones, compromisos e interes sociales involucrados, un conjunto de problemas donde se cruzan y se mezclan los componentes jurídicos, sociológicos y hasta psicológicos. Ross, sin embargo, no parece advertir esa dificultad, en parte quiza porque considera a la conciencia jurídica material como algo externo al discurso jurídico, al que esta le provee de una determinación concasual en el acto de selección de la via o camino adoptado en el pronunciamiento (Ross, 1958: § XXVII). De esta forma se desglosa la actividad cognositiva de la valoración y se ofrece para cada una una vía o camino diferente. La racionalidad preside la actividad cognositiva y a ella se agrega de manera externa el juicio de valor que conduce finalmente a la decisión del magistrado (Ross, 1958: § XXVII). Todo el proceso queda, en consecuencia, sometido a una especie de corset racionalista que, al parecer, se ajusta con inevitable subjetividad; de lo que se sigue un curiosa combinación que no permite separar, en la práctica, la función cognositiva de la valorativa, que se transforman en facetas (objetiva y subjetiva) de la determinación puntual ( Ross, 1958, § XXVII). Y la eventual responsabilidad que se sigue y que hemos desagregado más arriba no parece exceder, para Ross, el ámbito de la subjetividad y queda, en todo caso, como un mero tópico de moral social genérica referida a los estamentos o profesiones que se evalúan y juzgan con arreglo a los estándares de la ética dogmática. Este límite, que bien podríamos denominar el límite de Ross, puede discutirse interminablemente si nos colocamos en la perspectiva de la conciencia jurídica formal; y, de hecho, toda la disputa entre casos claros y casos oscuros, lo mismo que esa otra controversia acerca cuestiones semánticas (ambigüedad, vaguedad, textura abierta del lenguaje), de lagunas o insuficiencias normativas, o incluso, los aspectos rituales de integración o creación judicial de derecho, tienden a caer en una especie de círculo vicioso cuando no se alcanza dentro del discurso jurídico la base satisfactoria para su solución. La evidencia que retrocede al interior del discurso transforma el análisis de los contenidos en un análisis de las formas que orienta la búsqueda en el seno de la lógica normativa que a su vez, para evitar la pura abstracción monádica, se combina con la retórica y toda una variedad de teorías de la argumentación. No vamos a profundizar aquí este asunto que se plantea un irresuelto problema de cara al límite de Ross, porque de momento nos interesa avanzar, específicamente, en esa otra dirección contraria que se interna en los laberintos y vericuetos de la conciencia jurídica material. El sesgo interdisciplinario que ya señalamos tiene, sin duda, una extensión irregular en relación a cada uno de los cuatro elementos de la conciencia jurídica material como se advierte en el más elemental examen comparativo de los estándades, las actitudes, los valores y los ideales. Tanto los primeros como los últimos se acotan y se definen por sus rasgos estrictamente jurídicos de tal modo que su registro solo depende de una investigación que explore cada uno de sus modalidades o representaciones. Sea cual fuere su variedad un estándar es siempre una directiva institucional con arreglo a la cual se interpetan y aplican de modo actual y efectivo las reglas jurídicas, cuya solución relativa se mantiene hasta que otra directiva similar la reemplaza o revoca; y, de igual forma, un ideal se registra de manera explícita en los propósitos o en las aspiraciones contenidas en los programas de organización institucional de la sociedad. Los valores y las actitudes, por el contrario, ocupan un espacio donde se superponen componentes propios de la interacción social con razgos psicológicos y contenidos normativos. Las actitudes, por su parte, caen de lleno en la psicología social y solo por extensión se las incluye en el contexto del derecho, en orden al contenido motivacional del comportamiento de los sujetos en el seno de las distintas relaciones normativas en la que estos se involucran como actores o partícipes. En ese sentido se las suele definir como las predisposiciones del sujeto a ejecutar, percibir, pensar y sentir en relación a algo que enfrenta en su desempeño interactivo o en su trato con aquello que lo rodea y donde el mismo sujeto queda incluido (Newcomb: 1969, tomo 1:148-149). REFORMULACIÓN TEÓRICA Y AMPLIACIÓN DE LA MATRIZ TEÓRICA DE LA CONCIENCIA JURÍDICA MATERIAL La matriz de la conciencia jurídica material, que combina los cuatro elementos, se presenta para Ross como un modelo simple en el cual los componentes actuarian como vectores ( Ross, 1958: § XXVII ) que estan presentes en todas las decisiones. La terminología fisicalista, sin embargo, no dice demasiado, por que, en orden a los desempeños interactivos de los individuos y a sus eventuales responsabilidades como sujetos de una particular trama escalar socioprofesional, el resultado de las acciones no se mide por la descripción operativa de sus modalidades empíricas sino por la diversidad de sus extensiones significativas como lo ha puesto de manifiesto Max Weber (Weber, 1973: 541-565). La clasificación cuatripartita de acciones de Weber (racional con arreglo a fines, racional con arreglo a valores, afectiva, tradicional) se muestra entonces como la más interesante contrapartida del cuadro cuatripartito de elementos de la conciencia jurídica material, toda vez que se descubre, en el nexo o conexión de sentido de la acción significativa, el componente de contenido material que hace inteligible dentro de la trama escalar de la sociedad de clases económicas, el desempeño responsable del sujeto respecto de cada factor funcional de ejecución de la ley. Por cierto, en orden a las acciones sociales significativas el mayor acotamiento de los estándares e ideales no muestra de por si nada particular, pero constituye, con toda seguridad, un buen punto de partida por el sentido unívoco que puede, en cada caso imputarse a las diversos tipos de racionalidad o irracionalidad de las acciones (cf. Weber, 1960). Como los estándares no son más que directivas y los ideales una combinación de aspiraciones y propósitos, cualquier clasificación o desglose que se incorpore en la investigación empírica no tendrá, en principio, más remedio que ajustar sus desagregaciones a estos patrones básicos de racionalidad: instrumental, valorativa, afectiva o reproductiva de un hábito no elaborado. Los valores y las actitudes, por su parte se identificarán y clasificaran, asimismo, con decidida precisión al colacionar sus ejecuciones en el molde de la clasificación weberiana. Lo que antes se presentaba en la teoría de Ross como un vector, cuyo isomorfismo fisicalista le asemeja a un mero impulso decisorio individual, que no tiene otro medio para medir la responsabilidad que el registro subjetivo mentado por el actor, adquiere a la luz de la teoria de la acción social de Weber una dimensión significativa que lo remite a la organizión escalar dentro de la sociedad civil y económica que permite, a su vez, relacionar los distintos componentes de cada elemento de acuerdo a su racionalidad interactiva ( instrumental, axiológica, afectiva o tradicional), de lo que se sigue una posibilidad de medición y comprobación empírica de las responsabilidades desagregadas que antes estaba ausente porque ya no se habla simplemente de individuos y de generalidades abstractas sino de desempeños en el seno de la estructura de la sociedad civil y económica con modalidades concretas, cargadas de contenido sustantivo (posiciones, expectavias, intereses, poderes, etc.), donde se puede imputar un significado real a cada tipo de responsabilidad de acuerdo al tipo específico de acción ejecutada. En esa dirección el desglose de las actitudes, por ejemplo, y su propia clasificación intrínseca (ejecutar, percibir, pensar, sentir) da lugar, cuando estamos ante una acción racional con arreglo a fines, a algo distinto de lo que resulta de una acción racional con arreglo a valores y de lo que, eventualmente, ocurre en el caso de una accion afectiva o tradicional. Este bosquejo de correlaciones entre los cuatro elementos de la conciencia jurídica material y las cuatro acciones sociales de la tipología weberiana, desde ya aproximado y provisorio, no estaría completo, como ya lo hemos anticipado de cara a la evaluación objetiva de las responsabilidades en el seno de las actiivdades específicas de los profesionales y agentes del derecho, sino se incorporan los ocho desideratums de moral interna del derecho propuestos por Lon L. Fuller (Fuller, 1964) y conforme a los cuales se diseña un patrón teórico para medir la conservación de cualquier sistema de derecho positivo en base al optimo jurídico deseado ética y racionalmente para cualquier sociedad sometida al imperio de la ley Esos ocho desideratums, que imponen deberes identificados por el autor bajo una contorvertida titulación, a la que denomina moral interna del derecho por tratarse de obligaciones ética insolayables e inherentes a la relación del conjunto de los miembros de una sociedad con su propio sistema jurídico, prescriben que el derecho debe ser general, debe estar promulgado, debe evitar la generalización de la legislación retroactiva, debe ser claro, debe evitar las leyes contradictorias, no debe requerir lo imposible, debe ser estable durante un lapso de tiempo suficientemente prolongado para permitir la adaptación a sus reglas y debe mantener la coherencia entre la acción oficial y la ley declarada. La inquietante complejidad de todo este desarrollo resultaría, a pesar de todo, insuficiente, por último, si no incluimos, dos consideraciones complentarias acerca de la integración de la conciencia jurídica material en el horizonte combinado de la paideia jurídica occidental y del conjunto de mas altas expectativas racionales que han servido para sostener el estado de derecho y darle forma al sistema básico de garantías orientado a preservar los valores fundamentales de la sociedad democrática. La educación jurídica que ha permitido, con un enorme y sostenido esfuerzo, univerzalizar el proceso de racionalización del derecho por medio de la acción convergente de los filósofos griegos y de los jurisconsultos romanos ( cf. : Koschaker, 1953), tiene en el jurista práctico occidental - que incluye tanto al abogado como al magistrado y al funcionario de la administración de justicia e, incluso, al procurador o gestor de asuntos contenciosos y legales -, uno de los más intrincados modelos o tipos de individuo histórico que participa, al mismo tiempo, de la tarea arquitéctonica del conjunto del derecho, a través de la elaboración y sistematización de la ley, y de sus ejecuciones individuales como experto especializado al que se someten sus requerimientos. El jurista practico aparece de este modo, en nuestra tradición, como el principal instrumento de colación de la paideia del derecho en el seno de la conciencia jurídica material y el agente específicamente entrenado para extender su pedagogía adaptativa en el seno de la actura social concreta. En el otro extremo de la equilibrada neutralidad del professorenrecht (cf.:Koschaker, 1953) la conciencia jurídica material de Occidente conserva el sistema de principios del estado de derecho edificado sobre los llamados de derechos fundamentales, que como lo señala Ferrajoli (Ferrajoli, 1997), se desglosan en dos tipos : los derechos que constituyen garantías liberales negativas - derechos de o facultades de comportamiento propio - y esos otrso derechos que configuran y expresan garantías desde ya distintas a las negativas, por tratarse más bien de derechos a o derechos de expectativa acerca de comportamientos ajenos, que se sostienen y reproducen en el desempeño activo del estado al que dirige en pricinpio la demanda ciudadana. Ademas de formar parte de los programas constitucionales del estado de derecho y de considerarse inviolables o inderogables, han sido interiorizados y transmitidos como ideales explícitos en la paideia jurídica moderna y han marcado el curso racional de las acciones más allá de la enseñanza y de sus extensiones doxográficas, incorporandose al acervo ideológico de las sociedades occidentales bajo una doble modalidad: en primer lugar como fundamento, depósito o background de cualquier trato jurídico, cuya remisión, por vaga e imprecisa que fuera, los presupone: y, por otra parte, como nexo jurídico material de los ciudadanos con los sujetos especializados - abogados, procuradores, magistrados, etc.- en quienes se encuentra depositada la responsabilidad de la gestión de los demas derechos y a quienes, de ordinario, se recurre necesariamente para diligenciar su reconocimiento en virtud de aquel background que estos sujetos intermedian. CONCLUSIONES La consistencia interna de la reformulación propuesta es una condición necesaria pero no suficiente de la matriz teórica que se propone. Dicha matriz deberá pasar la prueba de la verificación empírica que, hasta ahora, solo ha tenido una aproximación limitada a una inspección de la responsabilidad profesional (Meabe, 1999b). Ambos aspectos ( teórico y empírico), sin duda, contribuirán a perfeccionarse reciprocamente, en un campo del derecho que tiene casi todo por hacer y donde, en defintiva, se impone la interdisciplinariedad. BIBLIOGRAFÍA 1997: Diritto e Ragione. Teoria del Garantismo Penale, Bari-Roma, Laterza, 1997, 4ªed. (1989¹). Fuller, L. L. 1964: The morality of law. New Haven, Yale University Press, 1964. Koschaker, Paul 1953: Europa und das römische Recht. Munich-Berlín, Beck, 1953 Meabe, Joaquín E. 1999a : La norma y la práctica. Una introducción crítica al conocimiento jurídico Asunción, Bijupa, 1999. 1999b: El conflicto entre la responsabilidad profesional y la conciencia jurídica material en el horizonte de la crisis actual del estado de derecho. Corrientes, Instituto de Teoría General del Derecho, 1999. Newcomb, Th. M. 1969: Manual de Psicología Social Bs.As, Eudeba,1969³, 2 vls., (trad. cast. de R. E. J. Malfé ). Ross, Alf 1958: On law and justice. Londres, Stevens & Sons, 1958 (t.c. Bs.As., 1963) Weber, Max 1973: Gesammelte Aufsätze zur Wissenschatslhere, Tubinga, J.C.B.Mohr (Paul Siebeck), 1973 1960: Rechtssoziologie, Neuwied, Hermann Luchterhand Verlag, 1960. Ferrajoli, Luigi