+Riesgos de la elección directa Lo primero a tener en cuenta cuando se habla de democracia en los sistemas electorales de las universidades nacionales argentinas es que para el caso no aplica el concepto de soberanía popular. El derecho a voto es instrumental y no originario, porque los miembros de una universidad eligen a sus autoridades en razón de una decisión política de los representantes del pueblo que les asignaron esa responsabilidad en distintos momentos históricos, con modalidades diversas. Podría haber sido de otro modo, como de hecho lo fue durante nuestra historia de democracia salteada: el voto de los docentes fue a veces muy restringido, no siempre votaron los estudiantes y cuando lo hicieron hubo períodos en que no podían ser elegidos, otros en los que sus representantes tenían voz pero no voto, y otros en que solo participaban en los temas que los afectaban directamente. Los no docentes participan desde hace muy poco, y los graduados no lo hicieron por mucho tiempo, y hoy su participación está sujeta a definiciones estatutarias que definen el claustro de modos diferentes o no los incluyen en la llamada ciudadanía universitaria. Lo segundo sería que el modo más democrático de elegir a las autoridades es el que garantiza mejor una gestión de la universidad que cumpla con su función social respecto del conjunto del pueblo, con énfasis en la región de su influencia. La elección directa, entonces –desmitifiquemos–, no es de por sí más democrática que la indirecta, que se efectúa a través de los acuerdos de los representantes de los distintos estamentos o claustros. Es tan instrumental que en todos los casos en que se aplica se lo hace manteniendo las proporcionalidades de representación por claustro o por estamento que se usaban en los sistemas previos de representación indirecta. Subyace el criterio de que la elección requiere la participación de distintos estamentos porque cada uno de ellos tiene para aportar su perspectiva específica y diferenciada para enriquecer la gestión, y porque el compromiso de cada uno de esos sectores involucrados en el esfuerzo institucional se consolida con su participación. La sede del claustro es la facultad, unidad académica o instituto, donde los docentes, los estudiantes, los no docentes y los graduados tienen experiencia de trabajo en común entre sí y con los integrantes de los otros estamentos. Estrictamente no existen claustros en el nivel de la universidad, como no existen en el nivel del sistema universitario. La elección directa exige exposición pública de los candidatos y eso solo puede hacerse mediante una estructura electoral que atraviese transversalmente todos los claustros y que abarque al conjunto de las facultades, unidades académicas o institutos, y que además dará más oportunidades a aquellos que ya sean rectores o decanos, porque sus funciones les dan mayor exposición pública. Este fenómeno podría terminar erosionando la especificidad de los aportes que el cogobierno espera de docentes, estudiantes, no docentes consiguiente empobrecimiento de los procesos de gestión. y graduados, con el Desde esta perspectiva parece mejor que el que presida el órgano colegiado sea elegido como resultado de la síntesis producida por una negociación entre los representantes de los distintos claustros, ya que el éxito de su gestión dependerá, en gran medida, de su capacidad para lograr consensos en los cuerpos colegiados. Con la elección directa, en cambio, el rector o decano habrá sido elegido por la mayoría de los integrantes de todos los claustros, es decir, no representa los acuerdos entre los representantes, sino directamente a los electores de todos ellos. Eso le concede una legitimidad excesiva que puede generar dos problemas: un conflicto con el funcionamiento del órgano colegiado que empantane la toma de decisiones o un menoscabo en la legitimidad de los representantes de los demás claustros, especialmente de aquellos que no pueden postularse al cargo unipersonal, ya que hay uno solo que puede aspirar a ello: el de profesores. Finalmente, habría que mencionar la cuestión de dónde se pone el “éxito” de la gestión en uno u otro sistema. ¿No resultará que las exigencias de exposición que impone la elección directa lleve a priorizar las decisiones de mayor efecto y repercusión pública al interior de la universidad, sobre aquellas más discretas que hacen a la calidad, a la gestión del conocimiento o que priorizan el impacto del trabajo universitario en los que no votan en ella, el pueblo? Carlos Pérez Rasetti Investigador docente y coordinador de programas especiales en la UNPA, y director de la Maestría en Educación Superior en la Universidad Nacional de La Matanza.