JUSTICIA MEDIOAMBIENTAL Y ACTIVISMO JUDICIAL1. I.- INTRODUCCIÓN: El objetivo de esta clase es hablar un poco, y dar grandes pinceladas, de lo que entendemos como la justicia ambiental, y abordarlo a propósito del llamado activismo judicial de tribunales. Ahora, previo a ahondar en aquellos tópicos, me gustaría detenerme en un tema de suyo interesante y que tienen que ver con la clase que tuvieron sobre el artículo 18 N° 8 de la CPE, a saber: “Artículo 19.- La Constitución asegura a todas las personas: 8º.- El derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación. Es deber del Estado velar para que este derecho no sea afectado y tutelar la preservación de la naturaleza. La ley podrá establecer restricciones específicas al ejercicio de determinados derechos o libertades para proteger el medio ambiente;” El tema al que me refiero es lo que se entiende en el ordenamiento jurídico por “contaminación”. Como punto de partida debemos dirigirnos a la Ley 19.300, que establece las Bases Generales del Medio Ambiente. Esta ley es importante por varios motivos. El primero de ellos es que viene en materializar el compromiso internacional asumido en la Cumbre de Rio en el año 1992. En aquella oportunidad se suscribieron los documentos de “Declaración de Río” y la “Agenda 21”, marcos jurídicos que -entre otros objetivos- vinculaban a los Estados Partes a darse una legislación ambiental coherente. Este hecho es bien significativo pues en el mismo año en septiembre de envió un proyecto de ley, que más adelante conoceremos como la Ley 19.300. Otro aspecto fundamental, en palabras de Raúl Brañes, es que a esa fecha no había legislación ambiental “propiamente tal” en Chile, sino simplemente legislación de “relevancia ambiental”. La diferencia es que la Legislación Propiamente Ambiental está fundada en la moderna concepción del medio ambiente, que lo visualiza como un todo organizado a la manera de un sistema, esto es, bajo un criterio holístico y sistémico. Un ejemplo patente es la definición de medio ambiente que da la ley 19.300 en su artículo 2 letra ll), que dispone: “Medio Ambiente: el sistema global constituido por elementos naturales y artificiales de naturaleza física, química o biológica, socioculturales y sus interacciones, en permanente modificación 1 Apunte realizado por Álvaro Núñez para la cátedra de Derecho Constitucional II de Víctor Manuel Avilés y Ana María García. 1 por la acción humana o natural y que rige y condiciona la existencia y desarrollo de la vida en sus múltiples manifestaciones;” De otro lado tenemos la legislación de relevancia ambiental, quien Raúl Brañes identifica como aquella que tiene una visión reduccionista y sectorial del medio ambiente, se ocupa por separado de la protección de algunos de sus componentes (por lo general, con motivo de la regulación de la explotación de ciertos recursos naturales, como es el caso típico de la legislación forestal y de la legislación de aguas) o de la protección del medio ambiente de los efectos de ciertas actividades (como es el caso típico de la legislación que regula los efectos contaminantes de las actividades industriales y otras). Entre nosotros podríamos agregar la legislación sanitaria, la que se hizo necesaria luego de los procesos de urbanización experimentados en Chile a inicios del Siglo XX, debido, principalmente, a las escazas posibilidades de prospección laboral en el sector rural. Así las cosas, y como medida de reacción, se dictó en 1918 el primer Código Sanitario encargado de la regulación del componente ambiental agua. Otro mérito de la Ley 19.300 se traduce en consolidar un gran Texto Base para la legislación ambiental, pues, según reza el Mensaje Presidencial con que se envió el proyecto de ley, “al año 1992 había aproximadamente 718 textos legales de relevancia ambiental, de diversa jerarquía, que se encontraban vigentes”. Lo anterior significaba una gran dispersión, incoherencia y falta de organicidad de la legislación sectorial vigente y sus múltiples modificaciones; lo que provocó un gran desconocimiento de sus alcances normativos, incertidumbre sobre la vigencia de los textos originales y un alto grado de incumplimiento de dicha legislación. Ahora, para abordar el tema que nos convoca, la incógnita de qué constituye contaminación para los efectos del artículo 19 N° 8 de la CPE, nos debemos dirigir al artículo 2 de la LBGMA, que contiene una serie de definiciones importantes para la debida inteligencia de la garantía constitucional. Podría objetarse que la LBGMA es una ley simple, que no tiene quórum de ley interpretativa de la Constitución (3/5 de diputados y senadores en ejercicio). Esta objeción, planteada principalmente Soto Kloss, fue superada por la jurisprudencia, pues es innegable el valor interpretativo que tiene la LBGMA para entender debidamente la garantía constitucional. Entonces, nos preguntaremos, ¿Qué es la Contaminación? Como dijimos, el artículo 2 letra c) y letra m) entregan luces: “c) Contaminación: la presencia en el ambiente de sustancias, elementos, energía o combinación de ellos, en concentraciones o concentraciones y permanencia superiores o inferiores, según corresponda, a las establecidas en la legislación vigente. 2 m) Medio Ambiente Libre de Contaminación: aquél en el que los contaminantes se encuentran en concentraciones y períodos inferiores a aquéllos susceptibles de constituir un riesgo a la salud de las personas, a la calidad de vida de la población, a la preservación de la naturaleza o a la conservación del patrimonio ambiental.” (Énfasis agregado). Del primero se extraer el concepto de la contaminación legal; grosso modo se dispone acá que existirá contaminación cuando se superen, o no se alcancen, los niveles que establezca la “legislación vigente”. La mayoría de las normas jurídicas que establecen estos niveles no son leyes, son normas administrativas generales que dictan los órganos de la Administración del Estado, actualmente el ministerio a cargo de la coordinación para la dictación de las normas es el MMA, quien es auxiliado por el ministerio sectorial cuando corresponda. Surge entonces la interrogante sobre aquellas situaciones en que no exista una norma que regule los niveles mínimos o máximos de un determinado componente, energía, etc. Si nos quedamos sólo con esta disposición podríamos caer en el absurdo de que si no hay norma no podría hablarse de contaminación, aun cuando sea evidente una disminución de la Biota en el sector afectado. A esta situación se enfrentó el TC el año 2006, conociendo a propósito de la impugnación del DS 80/2006, que “Establece la norma de emisión para molibdeno y sulfatos de efluentes descargados desde tranques de relaves al estero Carén”. En esta oportunidad el TC señaló que en principio no corresponde hablar de contaminación en el caso que no exista una norma de emisión o de calidad ambiental vulnerada. Con todo, e interpretando de manera sistemática el articulado 2 de la LBGMA, podemos hablar de dos casos en que estamos en presencia de contaminación. El primero es el más fácil de verificar, pues se trata de una situación normada, cuando exista una superación de los niveles mínimos o máximos definidos en el ordenamiento jurídico. El otro escenario, que es el identificado por el TC, se manifiesta cuando “se acredite inequívocamente la presencia en el ambiente de un contaminante, en términos tales que constituya un riesgo cierto a la vida, a la salud de la población, a la conservación del ambiente o la preservación de la naturaleza, o bien que exista una situación de pública e indiscutida notoriedad de la presencia gravemente nociva en el ambiente de un contaminante”. Concluyo con esto lo que pudo haber quedado pendiente respecto al concepto normativo y jurisprudencial de “contaminación”. Pasemos a ver lo referido a la justicia ambiental. 3 II.- ANTECEDENTES DEL CONCEPTO DE JUSTICIA AMBIENTAL. El concepto de justicia ambiental tiene su origen en los años 70, como una profundización de una rama del ecologismo (hasta entonces preocupado de la preservación y conservación del MA) que se vinculó al movimiento de los derechos civiles y políticos de la población de raza afroamericana en EEUU. Parte de una crítica al modelo productivo iniciado en la mayor parte del Siglo XX, y su objetivo principal es obtener una distribución más equitativa de las cargas y beneficios ambientales (i.e. biombo climático que genera un bosque, rio que nutre las aguas para la agricultura, rio que permite la recreación de una población, aire limpio que permite el desarrollo saludable de la vida, entre otros). Así las cosas, el movimiento en EEUU pasó de ser eminentemente conservacionista, a plasmar aspiraciones sociales, demandas colectivas impulsadas por un sector que se sentía largamente pospuesto por las reformas legales llevadas a cabo en su país; el movimiento buscaba representar a las minorías raciales y la población de bajos ingresos, quienes eran los que soportaban los mayores riesgos ambientales. De otro lado, la evolución en el viejo continente fue bastante disímil al caso de EEUU, no se experimentó con el mismo fervor e ímpetu el desarrollo de un concepto de justicia ambiental. Dominique Hervé explica este hecho por la vinculación original en EEUU entre el movimiento por la justicia ambiental y la discriminación racial, lo que permitió que este debate se instalara con más fuerza que en los países europeos. En efecto, el origen de este movimiento en EEUU se encuentra en las comunidades que se ven afectadas directamente por las situaciones de contaminación ambiental. La discusión se puso en la palestra en el Reino Unido a partir de los años 90s, las comunidades más pobres a mostraban síntomas de una afectación sostenida de contaminación, específicamente por la contaminación del aire. Con excepción del Reino Unido, Hervé nos dice que no existe gran evidencia de un debate similar a EEUU en materia de justicia distributiva y medio ambiente. III.- CARACTERÍSTICAS DE LA JUSTICIA AMBIENTAL. La justicia ambiental ha sido definida como “el trato justo y la participación informada a que tienen derecho todas las personas con respecto al desarrollo, implementación y aplicación de las leyes, regulaciones y políticas ambientales, independiente de su raza, color, nacionalidad, o nivel de ingresos.” 1. La equitativa distribución de las cargas y beneficios ambientales, considerando en dicha distribución el reconocimiento de la situación comunitaria y de las capacidades de tales personas y su participación en la adopción de las decisiones que los afectan. 4 2. La posibilidad de participar en las tomas de decisiones administrativas y legales. Este objetivo se consagró en gran medida en la dictación de la LBGMA. Ahora, las instancias de participación varían, por ejemplo, si se trata de una DIA o EIA. Dato no menor es el hecho de que poco más del 90% de los proyectos ingresaban por DIA, antes de la reforma. 3. La posibilidad de reclamar o requerir pronunciamiento de la Administración o la Judicatura sobre eventuales vulneraciones de derechos o intereses de naturaleza ambiental. Lo que aumentó significativamente después de la reforma del año 2010. IV.- DIFICULTADES PARA EL ACCESO A LA JUSTICIA AMBIENTAL. Raúl Brañes enumera las dificultades que existen en el caso del acceso a la justicia ambiental. Una de ellas es la extraordinaria complejidad científico-técnica de los casos ambientales; por lo general se refiere a unos estudios acabados de los actos administrativos que autorizan al funcionamiento de un proyecto; además, el levantamiento de información de naturaleza ambiental es muy caro. Otra dificultad es la naturaleza de los intereses en juego, que habitualmente son “intereses colectivos y difusos”, es decir, de intereses que corresponden a muchas personas, muchas de ellas indeterminadas e indeterminables. Hacer valer estos derechos ante los tribunales de justicia exige una especial capacidad de organización de los afectados, que debe ir acompañada de la capacidad económica y técnica que se requiere para enfrentar procesos que habitualmente son costosos y complejos. En estos procesos, por otra parte, suele estar comprometido un interés social, lo que a su vez exige la participación de un órgano que represente ese interés; un reflejo de esto lo encontramos en el artículo 54 de la LBGMA, que permite a cualquier persona solicitar a la Municipalidad que interponga la acción de reparación por daño ambiental por afectación de su zona. También existe un ejemplo en el caso de la SMA y el CDE, determinada la existencia de un daño ambiental en sede administrativa sancionadora. A todo lo anterior se añade que estos casos exigen una preparación especial de sus operadores jurídicos, es decir, de los abogados y jueces, que por lo general no es proporcionada por la enseñanza que reciben los profesionales del derecho. Esto último ya ha planteado la interrogante sobre si sería conveniente la creación de tribunales especializados en el tema ambiental o métodos de composición privada de los conflictos por especialistas en la materia. Al respecto, podemos señalar que recientemente fueron aprobados los Tribunales Ambiental mediante la Ley 20.600, que permiten intentar una serie de acciones especializadas de naturaleza ambiental ante ellos. Con todo, conviene hablar un poco del proyecto de ley de Tribunales Ambientales. Esta judicatura surgió como contrapartida a la SMA, creada el año 2010, y 5 el inicio de sus funciones quedó supeditada a la dictación y entrada en funcionamientos de los llamados TAs. En un principio era un TA, con sede en Stgo, el que debería conocer de las reclamaciones que se interpusieran en contra de las sanciones y resoluciones de la SMA. El proyecto, a medida que se iba tramitando, iba evolucionando, se habló de establecer un tribunal por región, o sólo uno pero con representación regional. Finalmente se optó por la fórmula de tres tribunales, con sede en Antofagasta, Santiago y Valdivia (el tribunal de Antofagasta no ha entrado en funcionamiento, por falta de integrantes). Se aprovechó esta oportunidad para entregar una serie de competencias que no podían dejarse al conocimiento de los tribunales ordinarios, como la acción de reparación por daño ambiental, impugnaciones que se hicieran a proyectos aprobados o rechazados por una RCA, la invalidación de actos administrativos con naturaleza ambiental, etc. Finalmente, respecto a la integración del TA, hay dos tipos de ministros; dos que se especializan en derecho ambiental o derecho administrativo, y un tercero cuya especialidad deben ser las ciencias ambientales. En materia de justicia ambiental, hay una gran oportunidad que se entrega a los jueces que componen el poder judicial. El profesor CAFERRATTA, juez y jurista de Argentina, dice respecto del rol del juez en los litigios ambientales que: “las nuevas cuestiones no le permiten al juez ser imparcial. Tendremos que crear un nivel distinto de consideración del problema, un conjunto de valores en los que ‘el juez es parte’, porque le interesa el agua que bebe siga siendo fresca, cristalina, pura; porque le interesa que el aire que respira mantenga esa condición; porque le interesa que determinada foresta no sea afectada”, agrega “El Juez siempre es un juez interesado, dado que tiene un interés ambiental humano, que es ínsito a su condición”. VII.- ANÁLISIS DE UN CASO PRÁCTICO: COMUNA DE PUNCHUNCAVÍ. Hasta mediados de los años 50, la comuna de Punchuncaví era eminentemente rural, con una economía basada en la agricultura y en la pesca artesanal. Este equilibrio cambió sustantivamente cuando se instala en ese sector una fundición y refinería destinada al procesamiento del cobre y una central termoeléctrica (ENAMI y CHILGENER, actuales CODELCO y AES GENER). Había suspicacias sobre el impacto ambiental en la zona, pero se concluyó que el proyecto debía emplazarse en esa zona por la gran circulación de aire que había por las brisas costeras. Es emblemática la forma de abordar este impacto por la prensa del sector (El Mercurio de Valparaíso); se hablaba de una necesidad de la nación, la que debía colar en el espíritu patriótico de los vecinos, la locución clave acá es el “precio del progreso”, precio cuyos intereses se harían ver más adelante. En esos años no había un exhaustivo análisis de los impactos ambientales de los proyectos de inversión; por el contrario, los 6 ánimos son los contrarios a los actuales, hace cuatro décadas distintas comunidades competían entre sí por conseguir para sus comunas la nueva fundición de cobre (el proyecto se emplazaría originalmente en las cercanías de Papudo). En el año 1964 se inauguraron ambas instalaciones, desde su apertura comenzaron los reclamos por los vecinos del sector. Se intentaron acciones judiciales2 y movilizaciones; modos de protesta que se mantuvieron desde los años 60 hasta los años 80. La movilización adoptó variadas formas, pero no tuvo éxito. La estrategia de las plantas, con histórico éxito, fue negar cualquier relación entre los efectos en salud y los componentes ambientales, y las emanaciones de las empresas. Retornada la democracia, en los años 90, se reconoce oficialmente por el gobierno la contaminación en la comuna de Puchuncaví. Se establece una red de monitoreo permanente en la zona en el año 91, los resultados son demoledores, la zona fue declarada saturada para Anhídrido Sulfuroso (SO2) y Material Particulado 10 (MP 10). Si bien se dictaron instrumentos de gestión ambiental para controlar las emisiones de estas empresas, las que efectivamente han disminuido, la llegada de otros focos de contaminación a la zona ha agravado la situación (Puerto de Ventanas S. A., Cementos Bío-Bío, Oxiquim S.A., Gasmar, Enap, Shell, Copec y el Terminal de Gas Licuado de Quintero (GNL), entre otras). Otro proyecto en el sector que generó debate fue la Central Termoeléctrica Campiche, el que fue aprobado en el 2008 sin considerar el uso de suelo del sector según el Plan Regulador Intercomunal (Área Verde). El procedimiento de aprobación ambiental fue declarado nulo por los tribunales de justicia, pues no se consideró el uso de suelo al evaluar ambientalmente el proyecto. Con todo, se modificó el Plan Regulador Regional, a nivel ministerial, lo que permitió que el proyecto fuera evaluado nuevamente, concluyendo en su aprobación. Respecto a esto, informa WIKILEAKS el año 2011 que tanto el Gerente General de AES Genner (titular del proyecto) como el embajador de EEUU en Chile hicieron enérgicas gestiones ante las autoridades chilenas para solucionar el problema (contactos con distintos personeros de gobierno, entre los que se cuentan el Ministro del Interior, de Vivienda y Urbanismo, entre otros). Finalmente, y por un Decreto Supremo, se modificó el Plan Regulador Regional, que se prefiere por sobre el Plan Intercomunal, permitiendo la aprobación y posterior ejecución del proyecto3. 2 En el caso de los rechazos a los recursos judiciales, la razón se debía a que no podía establecerse la causalidad entre los humos de ventanas y el estado de los suelos (afectados por lluvia ácida). Como señalamos, este es el gran problema de la justicia ambiental, sortear los obstáculos probatorios. En algunos países se ha subsanado esta dificulta bajo el antiguo empleo del latinajo res ipsa loquitor, tenemos el caso alemán. 3 Un dato curioso es que el proyecto, a la fecha de la primera evaluación, estaba completado en un 40%. Es decir, la empresa empezó a construir antes de que el proyecto estuviera aprobado. 7 La contaminación de la zona se vio agravada al encontrarse altos niveles azufre, arsénico y plomo en la localidad “La Greda”, específicamente en su Escuela. Se dijo, con ocasión de la realización del nuevo Plan Regional de Valparaíso, que la zona no podía ser calificada como residencial, no se podía permitir el emplazamiento de establecimientos de salud, educación u otros similares. El catalizador de la emergencia ambiental en el sector fue una fuga de gas ocurrida desde Ventanas, lo que ocasionó que 42 personas resultaran intoxicadas, 16 de los cuales eran niños, ordenándose el cierre inmediato del establecimiento educacional. El problema se solucionó finalmente mediante la clausura de la escuela y su relocalización a dos kilómetros de su sitio original. Este es un caso emblemático de una mala distribución de las cargas ambientales, considerando además que el los altos índices de pobreza en la comuna de Punchaví. En este sentido, las posibilidades de influenciar en lo resuelto por la autoridad ambiental son bastantes acotadas al momento de evaluar un proyecto. Hay acá una tensión entre los derechos a emprender cualquier actividad económica y el derecho de propiedad con otros derechos; principalmente los derechos a la vida, a la integridad física y psíquica, a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, y porque no decirlo, a la misma posibilidad de emprender cualquier actividad económica (turismo, hotelería) y afectación a la propiedad. El llamado a resolver esto conflictos de bienes jurídicos es el juez, pues en sede administrativa –según nos ha enseñado la experiencia- existen pocas posibilidades de obtener un buen resultado. La justicia ambiental no se trata entonces de oponerse vehementemente a cualquier proyecto de impacto ambiental; sino que, en las múltiples manifestaciones de la sociedad civil que tengan impacto ambiental, se haga un ejercicio de justicia distributiva al momento de definir a quien cargaremos con determinado impacto. En cuanto a la normativa, es fundamental vigorizar los procesos de participación ciudadana para dar legitimidad a los instrumentos de gestión ambiental, hoy tan cuestionados. La legitimidad es fundamental pues, de lo contrario, se genera una dinámica adversarial entre los distintos actores que participan de un proceso socioambiental, polarizando las distintas posturas. BIBLIOGRAFÍA: 1. 2. 3. 4. BERMÚDEZ, Jorge. Fundamentos del Derecho Ambiental, 2ª edición. BRAÑES, Raúl. Acceso a la Justicia Ambiental en Latinoamérica. CAFFERATTA, Néstor. El perfil del juez. CORDERO, Eduardo. Ordenamiento territorial, justicia ambiental y zonas costeras. 5. HERVÉ, Dominique. Noción y elementos de la justicia ambiental. 6. Historia de la Ley 20.600, que crea los Tribunales Ambientales. 8 7. SABATINI, Francisco; MENA, Francisco, y; VERGARA, Patricio. Otra vuelta a la Espiral: El conflicto ambiental de Puchuncaví bajo democracia. 9