PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE FACULTAD DE HISTORIA, GEOGRAFÍA Y CIENCIA POLÍTICA INSTITUTO DE HISTORIA MAGÍSTER EN HISTORIA “Profesores rojos” y “amenaza soviética” El alineamiento de la educación y la depuración de las escuelas durante la “guerra contra el comunismo” en Chile. 1947-1949. TESIS PARA OPTAR AL GRADO DE MAGÍSTER EN HISTORIA AUTORA: Valentina Orellana Guarello PROFESOR GUÍA: Alfredo Riquelme Segovia Santiago 2013 2 Dedicado a Margarita Guarello y a todas las profesoras de Historia que, a pesar de las prohibiciones de la dictadura cívico-militar, enseñaron los Derechos Humanos en los liceos de nuestro país entre 1973 y 1990. 3 4 RESUMEN Durante el último gobierno radical de la historia de Chile, el presidente Gabriel González Videla declaró el inicio de la “guerra contra el comunismo”, cuyo objetivo explícito -aunque no único- fue contener la influencia de los comunistas en Chile y, de esta forma, en el mundo. Dicha depuración cobró especial intensidad ente octubre de 1947 huelga en la zona del carbón- y agosto de 1949 –“Revolución de la chaucha” en Santiago-, periodo en el que desde el Estado se intentó inculcar una cultura bélica tanto en las zonas de mayor conflictividad sindical, edificios de reparticiones públicas y calles, como en espacios que habían permanecido bajo una aparente neutralidad, como las escuelas. La presente investigación tiene como objeto la campaña ideológica y represiva dirigida por el Ministerio de Educación Pública, secundado por la prensa anticomunista -y respaldada por algunos sectores de la sociedad civil- para alinear a las escuelas chilenas en la Guerra Fría. Sostenemos que dicha cruzada implicaba, por un lado, eliminar a los profesores “rojos” de los colegios mediante la aplicación de la legislación represiva y la vigilancia de colegas, inspectores, apoderados y alumnos. Por el otro, reforzar la enseñanza de valores democráticos, panamericanistas y patrios, entendidos desde la perspectiva occidental y en oposición a la Unión Soviética. El análisis de documentos oficiales, discursos públicos, prensa y documentación interna de reparticiones estatales permite establecer cómo los profesores militantes o cercanos al comunismo -y muchos que pertenecían a otras tendencias- sufrieron la expulsión de sus puestos de trabajo, relegación a otras zonas geográficas y eliminación de los registros electorales como parte de una operación que buscaba extirpar legal y culturalmente al comunismo como ideología y práctica en Chile, y a la vez situar al país dentro del área de influencia de Estados Unidos. Dicho proceso depurativo tuvo además una función ejemplificadora, que pretendió disciplinar a aquellos movimientos sociales y políticos que por aquel entonces amenazaban con rebalsar los controles estatales. Tales dimensiones de la “guerra contra el comunismo” anticipaban las arraigadas bases y creencias de un anticomunismo estatal, partidista y civil que se tornará mucho más masivo y feroz décadas más tarde. 5 6 AGRADECIMIENTOS La tesis que se presenta a continuación es el resultado de cuatro años y medio de investigación incesante y un año de enclaustrada escritura. Comenzó con objetivos sumamente ambiciosos propios de las ansias de una recién egresada de licenciatura, los cuales fueron transformándose al ritmo de los tambores, gritos y guanacos que llegaban desde la Alameda a la Biblioteca Nacional. En consecuencia, esta obra es tanto producto de una travesía académica como de los movimientos sociales que se tomaban los liceos, las universidades e incluso el Ministerio de Educación para reivindicar el derecho a una enseñanza pública, gratuita y de calidad. A medida que estos movimientos avanzaban en convocatoria y pancartas, mayor era a su vez el anticomunismo que en su contra se desplegaba. Así, lo que en un inicio era el estudio sobre los discursos anticomunistas durante la vigencia de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, se transformó en una aproximación a los discursos y las prácticas de exclusión ideológica en la enseñanza escolar durante los primeros años de la “guerra contra el comunismo” declarada por el presidente Gabriel González Videla. Desde que se produjo dicho giro en nuestra investigación, han pasado dos agitados años en los cuales, lejos de disiparse, el anticomunismo pareciera estar nuevamente vigente en el debate público y político. Tantos han sido los años de trabajo y las experiencias personales, profesionales y sociales de las que se ha nutrido nuestro objeto de estudio, que son muchas las instituciones y personas a las que debo un reconocimiento. En primer lugar, quiero agradecer al Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile por su constante respaldo durante la realización de la licenciatura y del posgrado. Especialmente quiero dedicarle este trabajo a todos aquellos que con paciencia y dedicación han aportado a mi formación profesional a lo largo de estos años. A Joaquín Fermandois espero algún día poder retribuirle haberme enseñado a reflexionar sobre la historia de manera global y siempre contemporánea tanto desde la cátedra y la investigación como a través de su compañía. A Fernando Purcell le agradezco su entusiasmo por la divulgación de la Historia y la formación de nuevas generaciones de investigadores. Una mención aparte merece su apoyo y el que me brindó Patricio Bernedo, para que asumiera nuevos desafíos profesionales al interior de la universidad. A Claudio 7 Rolle debo darle las gracias por mantener despierto en mí el interés por el conocimiento en su sentido más universal ya desde el primer semestre de la licenciatura. Por último, mediante estas páginas espero poder corresponder a la formación historiográfica que como tutor de tesis me ha brindado Alfredo Riquelme, no sólo a través de sus acertados consejos y rigurosas correcciones, sino que principalmente por su constante compromiso con el presente, la disciplina y el país. Un reconocimiento especial merecen también aquellos historiadores que participaron en la discusión metodológica de esta tesis. Fundamental, en este sentido, fue Marcelo Casals, pues en cierta medida estas páginas han sido motivadas por su gran aporte al estudio del anticomunismo en nuestro país. Asimismo, determinantes fueron las enseñanzas de Stefan Rinke en el curso “Entre la Historia de la Globalización y la Historia Global: Perspectivas Latinoamericanas” y de Tanya Harmer, “La Guerra Fría InterAmericana”, ambos impartidos en el programa de Magíster en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Junto a quienes debo mi formación disciplinar, es menester dedicarles unas palabras a todos aquellos que han apoyado la reflexión en torno a los principales tópicos de esta tesis. Algunos aportaron sugiriéndome referencias bibliográficas, otros facilitándome fuentes primarias, también hubo quienes realizaron críticas y comentarios a los primeros productos de esta investigación. En este ámbito, me considero en deuda con Alessandra Aguayo, Alejandra Concha, Alfonso Salgado, Camila Gatica, Gabriela Martínez, Constanza Dalla Porta, Josefina Silva, Juan Ricardo Couyoumdjian, Marian Schlotterbeck, Mario Garcés, Rodrigo Mayorga, entre otros. Con la misma intensidad, le agradezco a los alumnos del curso monográfico “Anticomunismos, conflictos ideológicos y violencia política en el siglo XX corto latinoamericano”, que tuve la oportunidad de dictar junto a Marcelo Casals durante el segundo semestre del año 2010, y a los estudiantes del curso “Historia de América y Chile durante el siglo XX”, impartido los años 2012 y 2013 en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Sus experiencias, críticas y sugerencias en la sala de clases y en los pasillos fueron un terreno fecundo para aproximarme multifacéticamente a mi objeto de estudio. Tan fundamental como reconocer los aportes intelectuales que han nutrido esta tesis es agradecer al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICYT), el cual financió los 8 dos primeros años de esta investigación mediante su beca para magíster en Chile, y al proyecto N° 1095219 del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT), titulado “Las relaciones de Chile con los países latinoamericanos. 19501970”, que en los años siguientes me permitió ampliar mi mirada sobre la región bajo la guía de Joaquín Fermandois. No menos importante, a su vez, ha sido el mecenazgo de Juan Cristóbal Guarello gracias al cual he podido dedicarme a la Historia con la libertad que otorga no tener ataduras bancarias. Como las investigaciones no sólo se circunscriben a contextos globales, nacionales e institucionales, también debo agradecerle a mi familia, la cual nunca perdió las esperanzas de que esta tesis saliera a la luz. Más allá del ánimo que me brindaron todos, debo reconocer los aportes concretos realizados por mi hermana Antonia Orellana y mi papadre Cristián Fuentes para mejorar la estructura y la redacción de los primeros borradores. Junto a ellos, no puedo dejar de mencionar la paciencia de mi esposo Patricio Rubio, quien no sólo leyó con mucho interés cada uno de los avances y retrocesos de la tesis, sino que además durante los años que hemos compartido ha sido testigo de monotemáticas conversaciones en torno a ésta. Más sensibles son los agradecimientos y las disculpas a mi hija Magdalena que durante los nueve meses de su gestación y los primeros siete meses de su vida debió escuchar y experimentar cada uno de los capítulos que a continuación se presentan. Julio, 2013 9 10 ÍNDICE Introducción 13 1. “Guerra contra el comunismo”, Guerra Fría e Historia Global. 16 2. El alineamiento de las escuelas chilenas durante “guerra contra el comunismo”. 20 3. Anticomunismo y comunismo. 25 4. La “guerra contra el comunismo”: un caso de anticomunismo estatal, partidista y civil. 31 Capítulo I. La "guerra contra el comunismo" 36 1. Del anticomunismo a la “guerra contra el comunismo”. 38 2. El estallido de la “guerra”. 47 3. Los frentes de la “guerra”. 50 4. La “guerra” se intensifica: la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. 58 5. Las implicancias de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. 63 6. La “guerra” en las reparticiones públicas. 7. La “Revolución de la chaucha” y el decepcionante primer balance de la “guerra contra el comunismo” 68 Capítulo II. Imaginarios anticomunistas y control ideológico del magisterio durante la primera mitad del siglo XX chileno 1. La represión de profesores “ácratas”, “sovietistas” y “antipatriotas” antes de la “guerra contra el comunismo”. 2. El Partido Comunista frente a la educación chilena. 3. Del fin de la estabilidad gremial a la “guerra” en contra los profesores “rojos”: la diversificación de los imaginarios anticomunistas a comienzos de la Guerra Fría. 75 81 82 93 95 Capítulo III. Alineando a la escuela en la Guerra Fría 1. Democracia, chilenidad y americanismo: el nuevo “credo pedagógico” en los albores de la Guerra Fría. 111 2. Consiguiendo el compromiso de directores, inspectores y profesores. 3. La débil respuesta del magisterio a la “guerra contra el comunismo” y la “Revolución de la chaucha”. 117 Capítulo IV. La guerra contra los profesores “rojos” 138 1. Identificando a los profesores “rojos”. 141 2. La represión de los profesores “rojos” en las nóminas. 144 3. Los profesores parten a los campos de concentración. 4. De la Guerra Fría global a las guerras frías locales durante la represión a los profesores “rojos”. 147 1. La respuesta de los principales gremios de profesores ante la represión anticomunista. 169 Conclusiones 172 Bibliografía 177 11 113 130 152 12 INTRODUCCIÓN Un día se enfermó mi profesora y viene el señor Torres, director de la escuela, a hacernos clase. Lo primero que hace al llegar es preguntar por mí. Yo nunca había recibido un coscacho en mi vida, y esa vez lo recibí. Dijo delante de todos: “yo no hago clase en el curso donde hay hijos de comunistas c... de su madre”. Por orgullo, me recuerdo, no lloré. Después me hizo una pregunta a la que respondí satisfactoriamente, pero igual me tomó de una oreja cuando los demás salían al recreo y me dijo: “tú te vas a la oficina”. Y me recuerdo como si fuera hoy, me encerró en una pieza donde había una calavera, diciendo: “este es el único lugar donde deben estar los comunistas, todos muertos.” 1 Con estas palabras relataba Carlos Godoy su experiencia en la escuela primaria a la que asistía el año 1948 en el barrio San Eugenio de Santiago, mientras su padre sorteaba las complicaciones de la vida clandestina producto de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia (LDPD). Este episodio de su vida se enmarca en la “guerra contra el comunismo” declarada por el gobierno chileno en octubre de 1947 y que tuvo como objetivo explícito –aunque no único- contener la influencia de los comunistas en Chile, y, de este modo, en el mundo. Dicha “depuración” se desarrolló con mayor intensidad y coherencia entre agosto de 1947 –huelga en la zona del carbón- y agosto de 1949 – “Revolución de la chaucha” en Santiago-, periodo durante el cual no sólo las zonas de mayor conflictividad sindical, los edificios de las reparticiones públicas o semi-públicas se vieron envueltos en persecuciones políticas, sino que éstas también afectaron a espacios como las escuelas. Éstas, a pesar de su aparente neutralidad, históricamente no habían estado ajenas al devenir global, experimentando mayor presión que antes para ajustarse a los movimientos internacionales. En este contexto, la reprimenda relatada por Carlos Godoy no era una mera casualidad. De hecho, tenía como telón de fondo la campaña ideológica y represiva dirigida por el Ministerio de Educación, secundada por la prensa anticomunista y respaldada por algunos sectores de la sociedad civil para alinear las escuelas chilenas en la Guerra Fría. Dicha cruzada implicaba, por un lado, eliminar a los profesores “rojos” de los colegios y, por otro, reforzar la enseñanza de valores democráticos, panamericanistas y patrios, 1 Citado en José del Pozo, Rebeldes, reformistas y revolucionarios. Una historia oral de la izquierda chilena en la época de la Unidad Popular, Santiago, Ediciones Documentas, 1992, 56. 13 entendidos desde una perspectiva occidental y en oposición a la Unión Soviética 2. En esta arremetida, la adhesión de directores, inspectores, profesores, apoderados y estudiantes era clave puesto que se pretendía derrotar al comunismo a partir de una estrategia de combate cultural que, sin embargo, no dejó de recurrir a la vigilancia, suspensión y/o expulsión de alumnos ligados al comunismo y al traslado, detención y/o exoneración de aquellos funcionarios del magisterio acusados de ser agentes del estalinismo, agitadores sociales u opositores al último gobierno radical. En esta línea, elocuente es que la escuela a la que asistía Carlos Godoy fuera primaria, ya que se creía que en esa área de la enseñanza el comunismo se había asentado con mayor fuerza. Por aquel entonces diversos sectores anticomunistas acusaban que los militantes del Partido Comunista de Chile (PCCh) se habían infiltrado en los organismos de representación del profesorado y que enseñaban encubiertamente a los sectores más “inocentes” de la patria el odio de clases, el rechazo a la democracia, la aversión a la nacionalidad y el ensalzamiento a la Unión Soviética (URSS). Mediante su prédica “roja”, denunciaban, el PCCh pretendía transformar a los niños y a las niñas de Chile en combatientes activos de la Unión Soviética para atacar a América e instaurar su “totalitarismo” en todo el planeta. En vista de ello y del rol catalizador que cumplían las escuelas primarias en sus localidades, éstas se alzaron como el principal blanco de la embestida cultural y represiva del gobierno. Más revelador aún resultaba el emplazamiento de la escuela en el barrio San Eugenio, el cual por aquel entonces concentraba una álgida actividad sindical en la que predominaban los obreros ferroviarios. Fue justamente hacia estas áreas que la represión estatal dirigió preferentemente su atención, ya que el combate en contra del comunismo significó simultáneamente una embestida en contra de los movimientos sociales y populares que por entonces mostraban especial intensidad y que se fortalecieron durante los decenios siguientes. En este escenario, durante la “guerra contra el comunismo” fue extendida la acusación de que los profesores “rojos” utilizaban el prestigio social y cultural del que gozaban en sus comunidades, aprovechándose especialmente de la ignorancia de 2 A lo largo de esta tesis utilizaremos el concepto “profesores rojos” para denominar a aquel amplio espectro de maestros y maestras que fueron acusados de ser comunistas a partir de las últimas décadas del siglo XIX. Como se demostrará en las páginas que siguen, profesores con liderazgos sindicales y sociales diversos, de la mano de militantes de diferentes partidos políticos, fueron denominados indistintamente apátridas, sovietistas, comunistas y subversivos. 14 obreros y campesinos a los que manipulaban en la tarea de exacerbar la conflictividad social con el objetivo de provocar una guerra civil. En resumidas cuentas, el “coscacho” sufrido por Carlos Godoy y las palabras “este es el único lugar donde deben estar los comunistas, todos muertos”, formaban parte de la campaña estatal para suprimir simbólica, pública y jurídicamente al comunismo, al mismo tiempo que se adelantaban al esfuerzo por aniquilar físicamente al marxismo que décadas más tarde encabezó la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet. Así, el episodio vivido por Carlos Godoy constituye una ventana por la cual podemos dilucidar aspectos microscópicos del anticomunismo y de la Guerra Fría en Chile, los cuales testimonian la experiencia privada y colectiva de sujetos comunes y su relación con las dinámicas ideológicas, económicas, sociales, culturales y políticas que por entonces sacudían a nuestro país, a la región y al mundo. Mediante éste y otros registros recabados en diarios, revistas, folletos, sesiones del Congreso y fondos de los ministerios de Educación e Interior pretendemos mostrar cómo durante los años más intensos de la “guerra contra el comunismo”, a través de la aplicación sucesiva de Zonas de Emergencia, de Facultades Extraordinarias y de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia no sólo se suprimió a 26.650 ciudadanos del Registro Electoral 3, alcanzando a afectar a un cuarto del electorado del PCCh 4, sino que además se intentó generar un ambiente de guerra al interior de los organismos públicos y de la sociedad civil, en el cual se convocaba a delatar a todo aquel sospechoso de llevar a cabo acciones “comunizantes” o “subversivas”. Ello explicaría a que en su esfuerzo por suprimir al comunismo, se vieran afectados tanto los militantes del tan acusado partido “estalinista” como también falangistas, socialistas, democráticos, radicales, y que la acción represiva del gobierno se orientara hacia ciertos grupos específicos de chilenas y chilenos entre los que destacaron dirigentes sindicales, funcionarios públicos y profesores. A esta convocatoria respondieron personas que alejadas tanto de Washington y Moscú como de las disputas ideológico-partidarias, observaban con alarma la “penetración” del comunismo al interior 3 Jody Pavilack, Mining for the Nation: The Politics of Chile’s Coal Communities from the Popular Front to the Cold War, Pennsylvania, The Pennsylvania State University Press, 2011, 311. 4 Carlos Huneeus, La guerra fría chilena. Gabriel González Videla y la Ley Maldita, Santiago, Debate, 2009, 44. 15 de sus escuelas y que codificaron sus experiencias sociales en los prolegómenos de la Guerra Fría 5. 1. “Guerra contra el comunismo”, Guerra Fría e Historia Global. Para situar metodológicamente nuestro objeto de estudio es necesario, en primer lugar, realizar algunas problematizaciones al estudio de la “guerra contra el comunismo” en Chile y de su expresión más afamada, la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Éstas generalmente han sido abordadas exclusivamente a partir de la intervención de las “superpotencias”, sin lograr escapar de las teorías conspiratorias tan en boga durante la llamada Guerra Fría. Así, ha sido recurrente la tendencia a identificar al presidente Gabriel González Videla como el defensor de la “democracia” o, por el contrario, como el “traidor” de ésta. En ambas visiones, hoy en día, los halagos y los insultos se lanzan desde y hacia Estados Unidos, los cuales representan una doble imagen paradigmática y conflictiva, determinada por un imperialismo avasallador, por un lado; o, por un papel protector e inspirador, por el otro. Con la misma vigencia, en la actualidad, podemos encontrar otras interpretaciones de la represión al comunismo durante el gobierno de Gabriel González Videla. La primera acusa que el comunismo fue un agente dual, cuya exclusión del sistema 5 Un caso paradigmático en los estudios sobre la represión al magisterio en el mundo lo constituye la Guerra Civil Española. Numerosas han sido las investigaciones que han abordado la depuración sistemática de los profesores en todos los niveles educativos a través de fusilamientos, exilios, inhabilitaciones, entre otros métodos. Asimismo, se ha examinado con mucho interés el esfuerzo del régimen franquista por inculcar a través de las escuelas enseñanzas nacionalistas y católicas a la par de un recalcitrante anticomunismo. Para consultar los avances de esta temática consultar Francisco Múrente Valero, “La depuración franquista del magisterio público. Un estado de la cuestión”. Hispania, 61-208, 2001, 661-688. Para conocer las principales características de este fenómeno en las diversas provincias española revisar Sara Ramos Zamora, “Control y represión. Estudio comparado de los resultados de la depuración del magisterio primario en España”, Revista Complutense de Educación 17-1, 2006, 169-182. Para profundizar en la relación entre anticomunismo y educación durante la Guerra Fría, consultar Héctor Lindo-Fuentes, “La guerra fría en las escuelas de El Salvador”, Roberto García Ferreira (coord.), Guatemala y la Guerra Fría en América Latina. 1947-1977, Guatemala, Centro de Estudios Urbanos y Regionales, Universidad de San Carlos de Guatemala, 2010, 377399. En dicho estudio el autor presenta la promoción de la televisión educativa en los colegios, encabezada por el gobierno autoritario de El Salvador con el financiamiento de la “Alianza para el Progreso” a fines de la década de 1960. Interesante es cómo las autoridades educacionales salvadoreñas y los organismos de cooperación norteamericanas veían en el proceso de alfabetización un arma de doble filo, puesto que podía aumentar el impacto de la propaganda comunista. En este sentido, la difusión de una campaña contraria a éste fue fundamental en el proyecto de tele-educación. Además, el autor postula que las respuestas del magisterio a estas políticas educativas fueron leídas por el gobierno en la lógica de la Guerra Fría, motivando una fuerte represión que significará que en las décadas siguientes los profesores salvadoreños fueran uno de los sectores que mayor resistencia opondrán al régimen militar. 16 político habría sido producto de la traición que sembró en los campos y en los sindicatos, siguiendo las órdenes impartidas por la Unión Soviética. Más extraviada en la memoria histórica se encuentran el ensalzamiento y la victimización del comunismo, producto del desplome de la Unión Soviética y del desenvolvimiento de una época post Guerra Fría. En consecuencia, se trata de relatos en los cuales es evidente la contemporaneidad de las discusiones que hace más de sesenta años atrás despertaron el más enconado interés político partidista y de la prensa nacional. Mirado retrospectivamente, la “guerra contra el comunismo” se ubica en diversas tensiones que atravesaron el siglo XX chileno: comunismo versus anticomunismos, democracia versus autoritarismo, internacionalización versus nacionalismo, modernización versus tradición. Aún vigentes en la actualidad, dichas tensiones expresan procesos que fueron compartidos por diversos países del mundo y que, especialmente en el marco regional, se vincularon de manera sumamente estrecha. En base a esta constatación, la perspectiva historiográfica que nos orienta tiene por interés el estudio descentrado de los procesos históricos. Esto es necesario pues como acertadamente ha sostenido el historiador Joaquín Fermandois en su obra Mundo y fin de mundo: Chile en la política mundial. 1900 – 2004 (2005), la persecución del Partido Comunista llevada a cabo por Gabriel González Videla marcó un punto de inflexión en la trayectoria política de Chile, volviéndose patente el entroncamiento de las dimensiones locales y globales en los lenguajes, las temáticas, las posturas y las decisiones políticas que adoptó nuestro país 6. El imaginarse como “moderno”, rasgo distintivo de la modernidad, estuvo presente durante la “guerra contra el comunismo”, toda vez que en los actores había una aspiración por estar “a la fecha”, por participar de los paradigmas y de las tensiones globales 7. En ese entonces, con más fuerza que en ocasiones anteriores, los distintos actores nacionales miraron con “ojos globales” los desenvolvimientos locales, difundiendo y, a la vez, participando de los discursos de la época. Así, tanto en la resolución del conflicto internacional como del nacional la fuerza de lo imaginado resultó sumamente poderosa, en 6 Joaquín Fermandois, Mundo y Fin de Mundo. Chile en la política mundial 1900- 2004, Santiago, Ediciones Universidad Católica, 2005, 214. 7 Christopher A. Bayly, The Birth of the Modern World 1780–1914. Global Connectionsand Comparisons, Oxford, Blackwell, 2004, 9. 17 la medida que los entrelazamientos de la historia global y local fueron percibidos por sus actores con cierta simultaneidad. No basta, de todas formas, con señalar que esta percepción de simultaneidad internacional se registra en diversos actores, pues como señala C.A. Bayly, “para los historiadores no es suficiente decir que algo es cierto porque las personas del pasado creyeron que era así” 8. Es necesario, entonces, describir los mecanismos y la intensidad con que estos “traslados” eran más que una “similitud formal” en la medida que apelaban a memorias y experiencias locales 9. En consecuencia, no se trata tan sólo de constatar cómo Estados Unidos, la Unión Soviética, la Guerra Fría u otros fenómenos internacionales “aparecieron” en las discusiones locales, sino que de describir las maneras en que la historia contemporánea se ha nutrido de relatos y experiencias “plurales” que fueron más allá de la tan acusada dependencia o de la simple mímica 10. Consiste este esfuerzo en que desde la perspectiva de la Historia Global describamos, por una parte, las conexiones y convergencias que una desclasificación de archivos o mirada retrospectiva sobre la época nos permite detectar y, por otra, revelar de qué formas los actores acusaron estas “simultaneidades”. Sin embargo, un enfoque que obvie las contradicciones de este proceso, nos llevaría a una quimera parecida a la que han experimentado las historias nacionales. Coincidimos, en este sentido, con Jeremy Aldman en que los mundos locales y regionales se “desconectan” y “divergen” en el marco de los desenvolvimientos globales 11. Frente a este panorama es pertinente realizar algunos cuestionamientos al tan reciclado concepto de Guerra Fría. Como señalamos con anterioridad, la historiografía ha estudiado generalmente este fenómeno bajo un prisma binario, en el cual los procesos locales han sido opacados por la parafernalia de las superpotencias. Esto ha dificultado observar el entramado profundo y complejo en el que interactúan las dinámicas locales y regionales. Nuevas investigaciones, en este ámbito, han sido refrescantes metodológicamente para el estudio de la Guerra Fría desde las periferias, destacando para los efectos de nuestra tesis los aportes coordinados por Daniela Spenser en Espejos de la 8 Ibid, 10. Ibid, 19. 10 Para desarrollar el concepto de “memorias plurales” ver William Roseberry, Anthropologies and Histories: Essays in Culture, History, and Political Economy, London, Rutgers University Press, 1989, 81. 11 Jeremy Aldman, “Latin American and World Histories: Old and New Approaches to the Pluribus and the Unum”, Hispanic American Historical Review 84-3, 2004, 399. 9 18 guerra fría: México, América Central y del Caribe (2004). Entre los planteamientos de esta obra, cruciales son el esfuerzo por reenfocar el “Sur global” como centro de la preocupación historiográfica; la propuesta de estudiar los mecanismos de la transnacionalización de la Guerra Fría; y, por último, la premisa de que “la Guerra Fría estaba constituida por un conjunto de guerras frías particulares y localizadas, donde los movimientos y fuerzas locales se vinculaban a una lucha global más amplia por la organización de la vida económica y social.” 12 Dado lo anterior, concordamos con Richard Saull que un análisis más pormenorizado de los actores involucrados en las crisis democrática y capitalista de América Latina indican el “carácter social y sistémico” de la Guerra Fría, en contraposición a las determinantes puramente ideológicas o políticas de la misma 13. En consecuencia, convenimos que para la comprensión de la “guerra contra el comunismo” es indispensable rescatar otros procesos latinoamericanos coetáneos a la Guerra Fría, a saber: la democratización, la participación y la liberación social, por una parte; y, la modernización del Estado, por otra. Estos tuvieron especial visibilidad en el debate público latinoamericano entre los años 1946 y 1948 aproximadamente, periodo en el que Leslie Bethell e Ian Roxborough identifican una segunda fase de la posguerra en nuestra región, caracterizada por la contención del avance de la izquierda e incluso ciertos retrocesos en los espacios y en las reivindicaciones que habían posicionado con anterioridad 14. De esta forma, tanto en Chile como en otros países latinoamericanos, la izquierda en general perdió solidez y los partidos comunistas fueron prohibidos, reprimidos y proscritos legalmente en países como Brasil, Costa Rica y Chile. Este esfuerzo de exclusión ideológica -tal como lo refleja la “guerra contra el comunismo” en nuestro país- vino acompañado por un intento estatal por disciplinar y controlar a los trabajadores urbanos, quienes durante los años que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial, se habían consolidado como importantes actores políticos y 12 Richard Saull, “El lugar del sur global en la conceptualización de la guerra fría: desarrollo capitalista, revolución social y conflicto geopolítico”, Daniela Spenser (coord.), Espejos de la guerra fría: México, América Central y del Caribe, Ciudad de México, CIESAS, 2004, 40. 13 Idem. 14 Ian Roxborough y Leslie Bethell, “Latin America Between the Second World War and the Cold War”, Journal of Latin American Studies 20, mayo 1988, 168. Otra interesante mirada sobre el tema se encuentra en David Rock (comp.), Latín America in the 1940's. War and Postwar Transitions, Berkeley, University of California Press, 1994. 19 sociales en esta región. En esta línea, Jody Pavilack en Mining for the nation: the politics of Chile’s coal communities from the Popular Front to the Cold War (2011) realiza una lúcida explicación del viraje radical durante el gobierno de Gabriel González Videla. Según la historiadora norteamericana, el periodo del Frente Popular no fue una época pacífica para los trabajadores como comúnmente se ha sostenido, sino que constituyó una década compleja marcada por los insistentes esfuerzos comunistas por aumentar la organización y la lucha social. En este sentido, cuando los sectores de trabajadores rebalsaron los controles del Partido Radical, incluso los miembros progresistas de ese partido apoyaron la coordinación política con las fuerzas de derecha. Sucede que para el año 1947 era especialmente fuerte la percepción de que existía un sector empoderado que desde las bases sociales ponía en jaque las estructuras tradicionales. En este contexto, compartimos con Pavilack que la furia con que se llevó a cabo la represión en Chile durante los comienzos de la Guerra Fría global fue, en gran parte, una respuesta a la lucha por las definiciones de democracia y de ciudadanía que se vivía por aquel entonces en la región. Tal disputa significó que los radicales se alejaran de la promesa de mayor participación e integración, pancarta que para mucha gente implicaba mayor justicia social 15. Así, mirado desde la perspectiva de las escuelas, se comprende que la “guerra contra el comunismo” declarada por Gabriel González Videla en octubre de 1947 estuviera dirigida principalmente sobre aquellos profesores que habían participado en movilizaciones obreras y campesinas, especialmente en el tiempo de las agitaciones mineras. 2. El alineamiento de las escuelas chilenas durante “guerra contra el comunismo”. A la luz de algunas interpretaciones que se hecho sobre la Guerra Fría, ésta pareciera adquirir en algunos países la figura de un camaleón que cambia de discurso y color según las exigencias de las coyunturas locales. Al respecto concordamos con Gilbert M. Joseph en que esta lectura omite las convicciones de los “sujetos humanos” relegando a la Guerra Fría a un asunto que le incumbía exclusivamente a las superpotencias, a los imperativos de la economía internacional y, en cierto grado, al Estado y a sus agentes latinoamericanos. Todo ello, claro, reducido a las nociones de geopolítica y estrategia 15 Pavilack, op. cit., 18-20. 20 bipolar 16. En consecuencia, nos parece crucial analizar el rol de las identidades sociales y culturales y de su mediación política durante la “guerra contra el comunismo”. Enfocado desde esta arista, el caso de la “guerra contra el comunismo” resulta iluminador, toda vez que el argumento de la bipolaridad mundial fue chilenizado de acuerdo a los procesos locales y a ciertas memorias compartidas. Así, la “amenaza” comunista internacional en Chile se representó a través de escenas de huelgas y paros sindicales, de imágenes de profesores adoctrinando a los niños y niñas del país o de episodios míticos como la rebelión de la Armada en 1931. Por consiguiente, creemos que en el estudio de la “guerra contra el comunismo” sigue pendiente una aproximación a los mecanismos y discursos legitimadores mediante los cuales se llevó a cabo durante su etapa más agresiva, dando cuenta del grado en que los debates públicos e ideológicos tuvieron una resonancia íntima en la sociedad chilena. Para intentar hacernos cargo de esta deuda consultamos durante nuestra investigación miles de oficios, providencias y circulares de los ministerios de Educación y del Interior entre agosto de 1947 y febrero de 1950, periodo que se inaugura con la formación de un gabinete cívico-militar integrado por técnicos, políticos y miembros de las Fuerzas Armadas, entre los cuales figuraron dos personajes relevantes para la formulación doctrinaria y para la implementación de la “guerra contra el comunismo” en las escuelas. El primero de ellos es Inmanuel Holger, contraalmirante de la Armada, quien fue designado como ministro del Interior, cargo que desempeñó hasta el 27 de febrero de 1950 y desde el cual, entre otros aspectos, se destacó por insistir en que la enseñanza era una trinchera clave para eliminar al comunismo. El segundo es Enrique Molina, militante radical, profesor, abogado e intelectual de renombre, entre cuyos méritos se encontraba haber sido el primer rector de la Universidad de Concepción y que ya con anterioridad había advertido en diversas publicaciones sobre los riesgos que comportaban el comunismo y la Unión Soviética para el mundo 17. En parte por ello durante su gestión a la cabeza del Ministerio 16 Gilbert M. Joseph, “Lo que sabemos y lo que deberíamos saber: la nueva relevancia de América Latina en los estudios sobre la Guerra Fría”, Spenser, op. cit., 79. 17 El decidido y activo combate contra el comunismo llevado a cabo por Enrique Molina durante la “guerra contra el comunismo” no constituía una novedad. Así por ejemplo, ya en 1931 había hecho público su anticomunismo en un discurso frente a la Federación de Estudiantes de la Universidad Concepción en el que criticó la actuación de los jóvenes en las protestas sociales contra la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo y que significaron su caída. En este escenario, declaró que le parecía “funesto e insoportable” la dictadura ya fuera ésta de una sola persona –regímenes fascistas-, o del proletario -gobiernos bolcheviques-. 21 de Educación Pública fue cuando la embestida represiva y cultural del gobierno alcanzó mayor fuerza, tarea en la cual fue apoyado activamente por Óscar Bustos, director general de Educación Primaria, quien como maestro primario, ex ministro de Educación Pública en 1942 y activo militante radical, también había manifestado una postura abiertamente anticomunista 18. En dicha cartera Molina se mantuvo hasta el mes de julio de 1948, cuando Específicamente en relación a los regímenes bolcheviques, Molina consideraba que eran un contrasentido pues “La naturaleza es esencialmente desigual”. Cuatro años más tarde, publicó un estudio en el que analizaba las diferencias entre los pueblos occidentales y la Rusia soviética, cuyas almas consideraba diametralmente opuestas. Desde su perspectiva, lo anterior se justificaba, por una parte, porque en Occidente no se habrían experimentado despotismos como los que pesaban sobre Rusia; y, por otra, debido a que el pueblo ruso no había recibido la influencia del derecho romano, del Renacimiento, de las revoluciones inglesas y de la Declaración de los Derechos del Hombre “que han formado la conciencia jurídica del Occidente y que han asentado como uno de los valores esenciales de la vida el respeto a la personalidad humana”. Más adelante, postulaba Molina que a pesar de sus defectos, “la democracia es el único sistema compatible con el cabal desenvolvimiento de la individualidad, con la dignidad de la persona humana”. En contraste, los individuos no contarían en el sistema bolchevique, por lo que el Estado debía “arrearlos como ganado hacia un sueño de dicha y a los que se resistan o no quieran marchar privarlos de la vida.” Por este motivo, declaraba su desconfianza por “los caudillos ambiciosos que por medio de la compulsión y la violencia quieren imponer a los pueblos la felicidad.” Asimismo, en sus reflexiones Molina rechazaba los principios de la lucha de clases, la dictadura del proletariado y el exterminio de la burguesía, pues consideraba que las rivalidades y contiendas siempre habrían existido entre los grupos sociales. Inclusive el mismo concepto de clase le parecía criticable pues entre éstas existe un fenómeno de endósmosis, en el que se puede ascender o descender. Asimismo, señalaba que una vez en el poder el comunismo en lugar de la dictadura del proletariado, lo que se instauraba era la “dictadura de la oligarquía comunista”. En consecuencia, “el marxismo significa, por su postulado de la lucha de clases, un retroceso a la barbarie.” Por último, a aquellos “soñadores de la revolución” que habitan en Chile les advertía que ésta sólo aumentaría “el caos y el mal” y les recordaba que la verdadera “regeneración social” se alcanzaría principalmente gracias a la “reconstrucción educadora que un gobierno legítimamente establecido puede poner en marcha sin necesidad de derribar el edificio institucional de la República”. Ver Enrique Molina, La revolución, los estudiantes y la democracia. Discurso pronunciado en el Teatro de Caupolicán el 3 de Agosto en la velada organizada por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción en homenaje a los Estudiantes de la Universidad de Chile, Santiago, Ediciones de la Revista Atenea-Imprenta Universitaria, 1931, y Enrique Molina, La Revolución Rusa y la Dictadura Revolucionaria, Santiago, Prensas de la Universidad de Chile, 1935. 18 En un folleto titulado Educación y democracia (1951), Óscar Bustos realizó una apología del sistema democrático y su relación con la evolución de los pueblos. Asimismo, desarrolló un cuadro comparativo en el que presentaba las principales características de una “mentalidad democrática” en oposición a las de una “mentalidad totalitaria”, preconizada esta última por los regímenes nazi-fascistas y el comunismo. Las comparaciones se podían establecer en ámbitos como a la “Personalidad humana”, las “Libertades cívicas”, la “Igualdad”, el “Reino de la Razón”, “El Poder y sus representantes”, las “Bases económicas”, la “Autodeterminación de los pueblos”, la “Disciplina”, el “Rol de la educación” y la “Tolerancia”. En relación a la función de la enseñanza, Óscar Bustos postulaba que en “Democracia”, “La Educación constituye la base esencial de una verdadera democracia y tiene por misión la dignificación del hombre por el cultivo de todas sus virtualidades. La igualdad de posibilidades para que todos los individuos adquieran una educación completa de acuerdo con sus capacidades, es un ideal democrático. Los medios de información gozan de la más absoluta libertad y están al alcance de todo el mundo; los hombres de ciencia gozan de libertad, consideración y respeto.” En contraste, en los regímenes totalitarios, señalaba: “La educación no existe en el sentido democrático. Es simple adiestramiento y coacción, modernas formas de esclavitud. La imprenta está controlada y amordazada; el libro y los medios de información son sometidos a control, el que no es aceptado, va a la hoguera. La ciencia está al servicio de los fines políticos de los Gobiernos. Los hombres de ciencia no gozan de la libertad de investigación”. Óscar Bustos, Educación y democracia, Santiago, Imp. Linares, 1951, 12. 22 a raíz del cambio de gabinete de “administración” por uno de “concentración nacional” fue sucedido por el socialista Armando Mallet. Este último pertenecía al bando de Juan Bautista Rosetti y Bernardo Ibáñez, el que en el marco de la “guerra contra el comunismo” se ubicó en la trinchera del anticomunismo. En vista de ello, Mallet continuó con la labor realizada por Enrique Molina en la eliminación del comunismo de las escuelas hasta que en febrero de 1950 se instauró el gabinete de “sensibilidad social”. Este último integró fundamentalmente a representantes de la Falange Nacional y del Partido Social Cristiano, giro político que implicó una disminución de la intensidad con que se había llevado a cabo la represión al comunismo, cediendo ésta el lugar a preocupaciones más apremiantes para el periodo como la inflación y la especulación. Utilizando estos límites temporales como referencia –agosto de 1947 y marzo de 1950- indagamos en un material que a pesar de su enorme dispersión, nos permitió conocer cómo las orientaciones ideológicas seguidas por el gobierno fueron aterrizadas, en un primer nivel, por las altas jerarquías de los ministerios del Interior y Educación, luego por sus funcionarios distribuidos por todo el país, y, finalmente, por las personas comunes que acudieron a estos para realizar denuncias o defenderse de los procesos en su contra. En esta misma línea, pudimos constatar los procedimientos mediante los cuales las diversas dependencias del Estado trabajaron coordinadamente en el combate contra el comunismo junto a Carabineros, Policía de Investigaciones y Fuerzas Armadas. En consecuencia, este material complementado con otras fuentes primarias y secundarias nos permitió aproximarnos a un área poco abordada de la represión al comunismo durante el gobierno de Gabriel González Videla y que se relaciona con su implementación. Por otra parte, crucial para comprender el alineamiento de las aulas chilenas a la Guerra Fría fue el hallazgo de circulares y providencias del Ministerio de Educación que indicaban las pautas que debían regir a las escuelas de todo el país en la definición de una orientación política específica en concordancia con el giro dado por el gobierno de Gabriel González Videla. Aún más provechoso para nuestra investigación fue encontrar decenas de sumarios realizados durante el periodo en contra de directores, inspectores y profesores, los cuales posibilitaron descentrar la comprensión de la “guerra contra el comunismo”, enfocada comúnmente en Santiago, en las principales capitales provinciales y en las zonas de agitación sindical. Mediante su análisis desentrañamos aquellos rincones del país que 23 hasta el momento se mantenían silenciados y que también formaron parte de la primera fase de la Guerra Fría en América Latina. A través del estudio de estas fuentes pretendemos problematizar aquella visión instrumentalizadora de la represión al comunismo, que tan recurrente ha sido entre los estudiosos para comprender la historia de la segunda mitad del siglo XX chileno. Ésta pasa por alto que los discursos ideológicos e imaginarios públicos no son resultados exclusivos de los “juegos” del poder, sino que también ayudan a significar la realidad de diversos sectores sociales que miran con “ojos globales” los acontecimientos locales y su experiencia privada. En esta línea, una mirada hacia aspectos más microscópicos de la campaña anticomunista lanzada por el último gobierno radical, muestra cómo en diversas provincias de nuestro país la Guerra Fría comenzó a instalarse en las escuelas, dotando de argumentos ideológicamente definidos y globalmente comprendidos a controversias locales que a veces incluso tuvieron más que ver con rencillas y ambiciones al interior de las provincias y de los colegios que con las tensas relaciones entre Washington y Moscú. Se deduce, por consiguiente, que tanto Estados Unidos como la Unión Soviética no explican del todo los procesos históricos locales, como tampoco lo pueden hacer estos por sí solos. En este sentido, los actores históricos no fueron meros receptores del enfrentamiento Este-Oeste, pues para que aquel tuviese algún impacto en la cotidianeidad de la sociedad chilena era necesario que se enmarcara dentro de los márgenes de la nación y anti-nación, argumentación propia de las sociedades modernas. Dicha retórica se complementó con un lenguaje antagónico y excluyente que generaba una serie de antinomias dominadas por la polaridad comunismo/anticomunismo, que ya en Chile se había instaurado con antelación al “enfriamiento” de las relaciones dominadas por Washington y Moscú. Éstas fueron redefinidas desde Estados Unidos como: civilización occidental/barbarie oriental, cristianismo/apostasía, sociedad libre/comunismo y, finalmente, democracia/totalitarismo. Si bien en esta conflagración la tecnología y la ciencia fueron capitales, en el ámbito discursivo fue bastante tradicional, toda vez que se convirtió en una lucha por la preeminencia de “socialismo real” o del “American way of life”, en el cual “los soviéticos se protegieron con el tema de la ‘decadencia de Occidente’ (...) En contraposición, los norteamericanos -también en esto apoyados de estereotipos europeos- retrataron a la URSS 24 como la prototípica ‘tiranía de Oriente’” 19. Se trató, por ende, de un esfuerzo por evangelizar al mundo con sus respectivos modelos de modernidad y por demostrar la aplicabilidad universal de sus ideologías 20. En dicha tarea desplegaron una maquinaria representacional que reforzó imágenes que con anterioridad se habían ido desarrollando en América Latina. Al mismo tiempo, esta maquinaria proveyó de justificaciones para contener al movimiento obrero y a la izquierda política, como sostuvimos anteriormente 21. 3. Anticomunismo y comunismo. El riesgo de sobredimensionar la importancia del devenir internacional, de minusvalorar el papel desempeñado por otros procesos regionales o de monopolizar la explicación en los vaivenes políticos locales, se encuentra sumamente presente en los trabajos especializados sobre la “guerra contra el comunismo”, los cuales en gran parte han correspondido a tesis de licenciatura o posgrados de las ciencias sociales que no irrumpieron más allá del debate de las aulas. Estos han estudiado especialmente los factores nacionales y globales durante la aprobación o derogación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, sin interiorizarse en sus dinámicas ni establecer mayores relaciones explicativas durante su aplicación. Recientemente Carlos Huneeus en La guerra fría chilena. Gabriel González Videla y la Ley Maldita (2009) quebró este ciclo, lanzando al mercado editorial un documentado trabajo que desde el ámbito de la Ciencia Política ha recurrido a la disciplina histórica para explicar las implicancias de mediano y largo alcance de la LDPD. En relación al citado trabajo, es menester destacar aportes como sistematizar el impacto de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia en los registros electorales, los poderes del Estado, los partidos políticos, la relación de los militares con la sociedad civil y, por último, la Iglesia católica. Asimismo, especialmente significativo es la cuantificación de los afectados por la “Ley Maldita”, su distribución regional y la relación entre los eliminados de los registros electorales con los votos obtenidos por el PCCh en la última elección de regidores celebrada en abril de 1947. 19 Francisco Veiga, La Paz Simulada. Una historia de la Guerra Fría 1941-1991, Madrid, Alianza Universitaria, 1997, 51. 20 Odd Arne Westad, The Global Cold War: Third World Interventions and the Making of our Times, Cambridge, Cambridge University Press, 2006, 4. 21 Ian Roxborough y Leslie Bethall, op. cit., 187. 25 Sin descrédito de lo previamente expuesto, hay ciertas aseveraciones de Carlos Huneeus con las que nos parece necesario dialogar y aportar nuevas miradas. Tal es el caso de la relación lógica que establece dicho autor entre el desplome de la democracia chilena en 1973 y el pronunciado anticomunismo “desatado” por la LDPD. En contraste, sostenemos que el anticomunismo en nuestro país y en el mundo tiene una data mayor que los comienzos de la Guerra Fría, aún cuando en Chile alcanzó especial visibilidad y virulencia durante la “guerra contra el comunismo”. Así, más que un efecto de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, consideramos al anticomunismo un factor explicativo determinante toda vez que no sólo constituía una “amenaza” para algunos sectores de la sociedad, sino que ésta era verosímil en vista de la importancia electoral, sindical y social del comunismo en nuestro país, a su adscripción a un referente revolucionario global como la Unión Soviética y a sus proclamas por reorganizar las bases ideológicas, políticas y económicas del poder. Ello implicó que, más allá de las conveniencias geopolíticas, cientos de personas comunes se vieran embarcadas en la represión del comunismo entre 1947 y 1949. En este aspecto nuestra investigación es deudora de los aportes realizados recientemente por el historiador Marcelo Casals en su tesis de posgrado Anticomunismos, política e ideología en Chile. La larga duración de la “campaña del terror” de 1964 (2012). Dicho autor sostiene que esta polaridad ideológica lejos de ser una imposición foránea, fue una tradición política arraigada localmente que conformó un aspecto estructural del desarrollo histórico de nuestro país 22. Asimismo, nos basamos en las consideraciones de Rodrigo Patto Sá Motta en Em guarda contra o “peligro vermelho”. O anticomunismo no Brasil (1917-1964) (2002). Según este autor el anticomunismo es un fenómeno complejo, toda vez que “contempla un amplio espectro de pensamientos tan dispares como el fascismo, el socialismo democrático o el catolicismo y el liberalismo. Esta diversidad se aprecia tanto en la forma de concebir la organización social como las estrategias para combatir al comunismo.” 23 Y es que como bien señala Marcelo Casals, el anticomunismo más que tender a un significado unívoco y convergente, alude a una 22 Marcelo Casals, Anticomunismos, política e ideología en Chile. La larga duración de la “campaña del terror” de 1964, Tesis de Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2012, 6. 23 Rodrigo Patto Sá Motta, Em guarda contra o “perigo vermelho”. O anticomunismo no Brasil (1917-1964), Brasil, Perspectiva, 2002, XIX. La traducción es nuestra. 26 multiplicidad de doctrinas, prácticas e identidades político-sociales muchas veces contradictorias entre sí. Ello no obsta que excepcionalmente en coyunturas específicas de la historia, caracterizadas por un fuerte grado de polarización y conflictividad social, diversos anticomunismos se unieran en torno a una amenaza que consideraban común y apremiante, tal y como lo demuestra el apoyo de civiles, militares y políticos tan diversos como socialistas, conservadores, radicales, liberales, entre otros, a la persecución al comunismo en nuestro país en el periodo al que se aboca la presente investigación 24. En consecuencia, como demuestra el fenómeno estudiado pese a la heterogeneidad o quizás a causa de ella, “el anticomunismo ha tenido una fuerza decisiva en las luchas políticas del mundo contemporáneo, estimulado por la dinámica del enemigo interno” 25. Los anticomunismos en nuestro continente derivan, en gran parte, de las repercusiones e imaginarios que se desprendieron de la revolución bolchevique y de la actividad de los partidos comunistas en los circuitos locales. En este sentido, “la gente veía a los partidos comunistas latinoamericanos como representantes directos de un movimiento internacional que abogaba por la revolución mundial” 26 y en ello la “lucha de clases”, la noción del “proletariado mundial” y su “dictadura” acentuaron aún más la potencia de los argumentos anticomunistas. Aunque estudios recientes han demostrado que los recursos enviados por el Komintern para financiar la revolución fueron bastante menores a la que los sectores anticomunistas acusaron, la Unión Soviética entregó a los PC de la región incentivos morales sustentados principalmente en la participación simbólica dentro de un movimiento internacional 27. Asimismo, existía un conjunto de políticas internacionales de cooperación o “formas específicas de ayuda ideológico–organizativa” para asegurar la 24 Casals, op. cit., 27. Patto Sá Motta, op. cit.,. XX. 26 Ibid, 74. 27 Alfredo Riquelme Segovia, Rojo atardecer. El comunismo chileno entre dictadura y democracia, Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2009, 82. Para mayor información sobre la relación entre el Partido Comunista de Chile y la Unión Soviética consultar Olga Ulianova, “El comunismo chileno a través de los archivos soviéticos”, Augusto Varas, Alfredo Riquelme y Marcelo Casals (eds.), El Partido Comunista en Chile. Una historia presente, Santiago, Catalonia, 2010. También se pueden encontrar fuentes para estudiar este fenómeno en la serie Olga Ulianova y Alfredo Riquleme (eds.), Chile en los archivos soviéticos: 19221991. Tomo I, Komintern y Chile. 1922-1931, Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana-LOM Ediciones, 2005 y Tomo II, Komintern y Chile. 1931-1935, Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, LOM Ediciones, 2009. Sobre la relación financiera de la Unión Soviética con el Partico Comunista de Chile ver Olga Ulianova y Eugenia Fediakova, “Algunos aspectos de la ayuda financiera del PC de la URSS al comunismo chileno durante la Guerra Fría”, Estudios Públicos 72, primavera 1998, 114-148. 25 27 “unidad ideológica del movimiento” 28. Más allá de lo tangible o imaginada que fuera esta colaboración, las alusiones al “intervencionismo” soviético fueron constantes, sobre todo durante la Guerra Fría que comenzó a internacionalizarse e internalizarse en los conflictos locales como los que tuvieron como expresión la “guerra contra el comunismo”. Para comprender la importancia del anticomunismo en nuestra región, primero, es menester consignar la relevancia del comunismo: en su calidad de ideología, doctrina política y modelo de desarrollo marcó profundamente el desenvolvimiento del siglo XX en todos los ámbitos 29. Fue especialmente a lo largo de esa centuria, que el comunismo se alzó como un fenómeno paradójico donde los espejos ideológicos, éticos y estéticos han reflejado relatos cargados de heroísmo, pero también de traiciones y masacres. Si por una parte registra la “hazaña” de “células” marginadas del sistema político, también está la experiencia estatal de la Unión Soviética, no en vano llamada durante la Guerra Fría “superpotencia”. Sin embargo, no sólo de utopías o de distopías se ha nutrido su narrativa y experiencia. Al mismo tiempo, el comunismo fue un movimiento social y una organización partidista de enorme impacto en la prensa, el arte y las discusiones intelectuales. Su recepción desbordó los espacios académicos, estudiantiles o proletarios, alcanzando las conversaciones desde los salones más conspicuos hasta la cotidianeidad de los barrios obreros. Y es que el comunismo como fenómeno social, ideológico y cultural, igualmente moldeó las esperanzas, los miedos y las subjetividades de vastos sectores del planeta. En esta línea, concordamos con la interpretación realizada por el historiador Alfredo Riquelme en su obra Rojo atardecer. El comunismo chileno entre dictadura y democracia (2009). En ésta el autor describe al comunismo como un “movimiento político y una ideología global” que protagonizó la historia chilena entre la décadas de 1930 y de 1980 30. En contraste con otros estudiosos que destacan la inserción internacional de los partidos comunistas como factor diferenciador de otros movimientos políticos, Riquelme considera que su vocación planetaria también fue compartida por otras ideologías contemporáneas como el liberalismo, el socialismo y el nacionalismo 31. Más allá de esta similitud, para el autor lo distintivo del comunismo fue “el intento desmesurado, aunque parcial y 28 Ibid, 108. Casals, op. cit., 25. 30 Ibid, 46. 31 Ibid, 45. 29 28 temporalmente exitoso, de uniformar ideológica, política y orgánicamente a todos los partidos comunistas del planeta de acuerdo al paradigma soviético, por encima de las diversidades históricas y culturales de naciones y regiones.” 32 Asimismo, Alfredo Riquelme compara, por una parte, la ideología comunista con la doctrina de las “tendencias más fundamentalistas de las religiones universales” 33; y, por otra, la militancia con la fe. Así, la relación entre el comunismo y la Unión Soviética tenía una dimensión “catedralicia” 34, ante la cual el PCCh tuvo una “atracción fatal” 35. No obstante lo anterior, el autor también presenta matices, al añadir que “ser comunista” más que compartir un “determinado catecismo ideológico”, Era un modo –como también lo fue ser social cristiano o radical, socialista o republicano– de vivir la ciudadanía y de participar en la construcción de un país a la altura del mundo contemporáneo, lo que al interior del comunismo chileno se asumía con peculiar intensidad y como una larga lucha por el progreso social y cultural de los sectores más postergados de la sociedad, junto al reconocimiento de sus derechos. 36 En este sentido, en la historiografía ha sido común identificar miméticamente al comunismo con la trayectoria de una de sus manifestaciones, la Unión Soviética, y más específicamente aún, con uno de sus periodos paradigmáticos, el estalinismo. Si bien, consideramos que la URSS fue su expresión histórica de mayor impacto en la historia del siglo XX, compartimos con Elvira Concheiro que comprender la compleja y diversa historia del comunismo a partir de los altibajos soviéticos o estalinistas, termina por “criminalizar” el conjunto del fenómeno comunista, en lugar de describir su pluralidad37. Aunque esta perspectiva esté más presente en los estudios en que el comunismo tiene un carácter antitético, en los trabajos de quienes simpatizan con el proyecto comunista y su expresión, la Unión Soviética, la imbricación entre ambos conlleva a la frustración de la dimensión utópica y revolucionaria para el siglo XXI. Lo anterior redunda en que tras el 32 Ibid, 46. Ibid, 258. 34 Idem. 35 Ibid, 323. 36 Ibid, 18. 37 Elvira Concheiro, Massimo Modonesi, Horacio Crespo (coords.). El comunismo: otras miradas desde América Latina, México DF, Universidad Nacional Autónoma de México, 2007, 44. 33 29 derrumbe de los llamados “socialismos reales” sea recurrente la discusión –o ya la conclusión- sobre el fin del comunismo. Problematizar esta perspectiva analítica es pertinente si consideramos que a partir de la revolución bolchevique y, sobre todo, tras la formación de la Unión Soviética, se proyectaron una serie de imágenes en las cuales la URSS constituyó el centro nuclear desde donde se buscó homogeneizar política, ideológica y orgánicamente a los partidos comunistas del mundo 38. Este esfuerzo no sólo vino acompañado por una re-actualización de la teoría y estructura del comunismo, sino que también por una serie de soportes culturales mediante los cuales se buscó difundir tanto un “modelo alternativo de modernidad” como de revolución 39. De este modo, la expansión del comunismo estuvo acompañada por la extensión de los códigos e intereses soviéticos, fenómeno que durante la Guerra Fría alcanzó mayor intensidad. La importancia del comunismo en América Latina durante el siglo XX se explica por la “universalidad de sus reivindicaciones, a su existencia en casi todos los países latinoamericanos y sus vínculos internacionales con la Unión Soviética” 40. Ya desde sus inicios los partidos comunistas formaron parte de un movimiento revolucionario “emparentado” con la fuerza del Estado soviético. Desde esta óptica, no es de extrañar que cuando en 1922 el Partido Obrero Socialista (POS) se transformara en el Partido Comunista de Chile, también adhiriera a la III Internacional. No obstante lo anterior, los comunistas chilenos, a partir de su germinación, resaltaron esta diferencia con los otros PC del mundo. En su mayoría, estos se habían formado a partir de las escisiones de los grupos de izquierda de los partidos socialistas y socialdemócratas 41. En consecuencia, tal como sostiene Riquelme, “El comunismo ha sido uno de los fenómenos ideológicos y políticos globales en que la interacción entre lo nacional y lo global ha alcanzado una particular visibilidad en el siglo XX chileno.” 42 Resulta evidente, entonces, que desde la perspectiva de la Historia Global, el PCCh no fue un mero “receptor” de las directrices soviéticas, ya que -parafraseando a William 38 Riquelme, op. cit., 46. Ulianova, op. cit., 262. 40 Andrew Barnard, “Chile”, Leslie Bethell e Ian Roxborouh (eds.), Latin America between the Second World War and the Cold War, 1944-1948, vol. 12, Cambridge, Cambridge University, 1992, 78. 41 Riquelme, op. cit., 269. 42 Idem. 39 30 Roseberry- los actores nacionales también cuentan con una historia propia 43. Es más, el Partido Comunista en nuestro país, como ha sostenido acertadamente Jody Pavilack, ayudó a unificar la lucha de trabajadores tan diversos como mineros o profesores; también le entregó ideario, liderazgo y apoyo a grupos organizados por generaciones, género y líneas comunitarias. Asimismo, marcó la temprana formación política de vastos sectores de la población, a través de sus oficinas locales, foros, clubes sociales, deportivos y culturales44. Sin embargo, su importancia no se reduce sólo a su ubicación en el sistema de las relaciones sociales y económicas imperantes, sino que también en la política electoral de nuestro país. Particularmente, en los decenios de 1930 y 1940 el Partido Comunista en alianza con los partidos de centro ayudó en la concreción de un programa de modernización que incluía la industrialización y la transformación de la democracia chilena 45. Este carácter multifacético del comunismo obligaba a que su represión no se redujera exclusivamente a la eliminación de sus andamiajes político-electorales, sino que también abarcara a sus expresiones sociales y culturales. 4. La “guerra contra el comunismo”: un caso de anticomunismo estatal, partidista y civil. Mirado desde una óptica local, los diversos anticomunismos chilenos no son meras reacciones a los discursos y movimientos globales. En estos, la trayectoria nacional del comunismo, su importancia en el movimiento sindical, su capacidad electoral y la disciplina y el sectarismo de muchos de sus militantes, alimentaron el rechazo de doctrinas universales, las respuestas partidistas y las aversiones civiles. Utilizando las categorías de análisis presentadas por Marcelo Casals, podemos situar a la “guerra contra el comunismo” declarada por el presidente Gabriel González Videla junto a la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931) y a la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet (1973-1990), todas manifestaciones del anticomunismo de Estado. Tal categoría agrupa a aquellos esfuerzos por “excluir física, jurídica y/o simbólicamente a todo aquél sindicado de 43 Roseberry, op. cit., 85. Pavilack, op. cit., 8. 45 Ibid, 24. 44 31 ‘comunista’ a partir de partes o la totalidad de la institucionalidad estatal” 46. Lo anterior se manifestaría tanto en la vigilancia, represión y sanción de aquellas actividades vinculadas al comunismo como en los intentos por suprimir su arraigo político y social a través de su ilegalización 47. El anticomunismo de Estado tendría un precedente en las persecuciones que se desplegaron durante la primera mitad del siglo XIX en contra de corrientes socialistas premarxistas 48. Una vez fundada la Unión Soviética a comienzos de la centuria siguiente, existió una materialización concreta con la cual ejemplificar la acción del comunismo, la cual fue recurrentemente citada por el gobierno de Gabriel González Videla durante la “guerra contra el comunismo” con el propósito de difundir socialmente la aversión al PCCh. Así, entre 1947 y 1949 se identificó negativamente al comunismo en vitrinas tan diversas como la educación, la propaganda y la prensa, y se llevaron a cabo campañas de depuración al interior de los organismos públicos y semi-públicos, constituyendo el Ministerio de Educación Pública la repartición con más funcionarios exonerados. La identificación de la “guerra contra el comunismo” como un ejemplo de anticomunismo de Estado no significa que entre 1947 y 1949 el gobierno de Gabriel González Videla haya emprendido este combate en solitario. De hecho, su esfuerzo se legitimó en un anticomunismo partidario que lo incentivó y apoyó -por ejemplo, a través de la aprobación parlamentaria de las herramientas de represión-, y fue secundado por un anticomunismo civil organizado y respaldado por personas comunes distribuidas a lo largo de Chile. Insospechadamente para el gobierno fueron estas últimas, especialmente los apoderados, quienes en el escenario de la “guerra contra el comunismo” más colaboraron en el proceso de identificación y persecución de los profesores “rojos”, superando incluso a aquellos funcionarios sobre quienes recaía esta tarea como directores, inspectores y maestros escolares, según lo ordenaba el Ministerio de Educación Pública. Para comprender el rol de los diversos actores que formaron parte de la campaña encabezada por el gobierno, ha sido fundamental para nuestra investigación consultar una multiplicidad de diarios, revistas, folletos y publicaciones anticomunistas de la época, así como también estudiar las sesiones parlamentarias disponibles en la colección digital de la 46 Casals, op. cit., 46. Idem. 48 Ibid., 26. 47 32 Biblioteca del Congreso Nacional. En lo que respecta a estas últimas, nos brindaron la posibilidad de aproximarnos a los diversos anticomunismos que desde la estructura partidista dialogaron y se enfrentaron durante el periodo, por un lado, y a los distintos imaginarios políticos a los que aludieron para justificar su aversión al comunismo, por otro. Para ello fueron revisadas aquellas sesiones en las que se discutieron la declaración de Zona de Emergencia, las Facultades Extraordinarias y la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Específicamente, la LDPD fue abordada entre abril y septiembre de 1948, proceso que permitió su aprobación, excluyendo de nuestro análisis a los fallidos intentos por derogarla en los años 1951, 1953 y 1955 y el que exitosamente encabezó el Bloque de Saneamiento Democrático en 1958. Junto con las fuentes parlamentarias, la prensa escrita también constituyó un testimonio fundamental para reconstruir tanto los avatares del debate público como dimensionar la magnitud de éste en nuestro país. Con este propósito se consultaron los diarios de mayor influencia sobre la opinión pública y los más representativos de los distintos sectores sociopolíticos. El Mercurio y El Diario Ilustrado develaron los rasgos fundamentales del anticomunismo y de los imaginarios públicos propalados desde las derechas. Asimismo, La Nación expresó la visión del gobierno en torno al tema. Por otra parte, La Hora nos abrió posibilidades para desentrañar cómo fue tratada mediáticamente la persecución al comunismo en diarios menos abanderados con la campaña anticomunista. A su vez, El Sur fue sumamente interesante para apreciar el impacto de ésta más allá de la capital chilena. Por último, fundamental fue la revisión del diario El Siglo, intervenido, censurado y clausurado durante la “guerra contra el comunismo”. En combinación con dichos registros, estudiamos además revistas ideológicas, partidistas y culturales del periodo que nos permitieron ponderar la “guerra contra el comunismo” en el despliegue mediático y en la visión particular que tenían diversos sectores de la sociedad sobre la contienda internacional y local. Así, el análisis de Estanquero, Arriba el Telón, Por Chile, Occidente, Política y Espíritu y Topaze, nos permitió ampliar la resonancia de los imaginarios públicos anticomunistas, nacionales y de la Guerra Fría más allá de las principales cúpulas partidistas. Tales publicaciones fueron revisadas en su totalidad entre agosto de 1947 – comienzo de la huelga del carbón- y agosto de 1949 –“Revolución de la chaucha” en Santiago-, periodo en el que como hemos 33 sostenido la “guerra contra el comunismo” alcanzó mayor intensidad y a través del cual se puede rastrear el tránsito desde la “necesidad” de perseguir al comunismo, a su represión legal por parte del Estado, hasta las extendidas críticas que se lanzaron en contra de esta estrategia por considerársele fracasada en su objetivo de acabar con el PCCh. Tales fuentes parlamentarias y hemerográficas, en conjunción con el estudio de discursos presidenciales, memorias políticas y archivos del Ministerio de Educación e Interior, nos permitieron pluralizar las dimensiones con que convencionalmente las ciencias sociales han trabajado la “guerra contra el comunismo”. Ello fue posible bajo dos concepciones: la primera es que las elites políticas e intelectuales también son parte de las masas en un proceso constante de retroalimentación cultural, política y social; y, la segunda, es que una revisión diversa de fuentes permite apreciar un proceso como una expresión más amplia de las tendencias que convulsionaron a Chile durante la segunda mitad del siglo XX. Se desprende, entonces, que escogimos un análisis que se concentra en el estudio de los procesos de la política y de las mentalidades en la configuración del rostro público de un país, a partir de las instituciones políticas, la prensa y las organizaciones sociales y culturales. Esta opción metodológica se basa en la convicción de que los imaginarios y la propaganda deben hacer eco en la experiencia social para alcanzar verosimilitud y tener una resonancia emotiva que movilice a la denuncia o a la persecución anticomunista. En base a esta multiplicidad de fuentes y de su análisis hemos estructurado la presente tesis en cinco capítulos. El primero de ellos describe las principales características de los años más álgidos de la “guerra contra el comunismo” y su relación con diversas doctrinas y manifestaciones anticomunistas a lo largo del siglo XX chileno. En el segundo capítulo realizamos un recorrido por la vinculación entre anticomunismo, patriotismo y control ideológico de las escuelas chilenas con anterioridad a la Guerra Fría y los quiebres y las continuidades que impuso la persecución en contra de los profesores “rojos” a partir de 1947. En el tercer capítulo, presentamos las diversas iniciativas mediante las cuales el gobierno de Gabriel González Videla y, particularmente, el Ministerio de Educación, pretendieron alinear las escuelas de nuestro país a la Guerra Fría y el despliegue mediático que se realizó con el propósito de obtener la adhesión a esta “misión nacional” por parte de de apoderados, estudiantes, profesores, inspectores y directores escolares. En el cuarto se 34 analizan los principales rasgos de la acción represiva en contra de los profesores “rojos” a lo largo del país durante la “guerra contra el comunismo”. Finalmente, se presentan las conclusiones defendiéndose la persistencia del anticomunismo y su relación con las políticas educativas adoptadas con posterioridad. 35 Capítulo I LA “GUERRA CONTRA EL COMUNISMO” En un mensaje pronunciado el 21 de abril de 1948 ante el Congreso Nacional, el entonces presidente de Chile, Gabriel González Videla, acusaba que los efectos de las dos guerras mundiales habían permitido a la Rusia Soviética “aprovechar la desesperación de los pueblos y dirigir la acción antipatriótica de sus agentes mimetizados en pseudos partidos comunistas, hacia la tarea de exacerbar las reivindicaciones obreras, […] para alcanzar el derrocamiento de los sistemas democráticos de gobierno” 49. Advertía, además, sobre la existencia de “verdaderos ejércitos invisibles de traidores de la Patria” 50, que representaban un “peligro permanente, no sólo para la Democracia, sino que aún para la propia supervivencia nacional de los pueblos” 51. Con esta proclama se inauguraba el debate parlamentario sobre la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, iniciativa legal que formaba parte de la “guerra contra el comunismo” declarada por el gobierno de Gabriel González Videla en octubre de 1947 y cuya intensidad represiva y coherencia ideológica persistieron hasta agosto de 1949. Durante este periodo el Estado chileno buscó consagrar en la sociedad ciertos códigos propios de una cultura bélica para lo que distinguió insistentemente entre aliados y traidores. Dicho fenómeno se expresó en la difusión de estereotipos sociales previamente concebidos que configuraron un proceso de “extrañamiento” del otro 52. Este concepto utilizado por el historiador Francisco Sevillano para explicar la estigmatización del enemigo durante la Guerra Civil Española es útil para comprender la “guerra contra el comunismo” en Chile, toda vez que en ese entonces se produjo un proceso mediante el cual al otro, al enemigo-rojo, se le fue apartando simbólicamente. Esto, hasta desvalorizarlo a tal punto que en la práctica fue sujeto de exclusión, castigo y/o coerción bajo la acusación de constituir un anti-Chile 53. Tal proceso de “extrañamiento” fue acompañado por diversos mecanismos legales como la aplicación de Zonas de Emergencia y Facultades Extraordinarias, primero, y la Ley 49 Gabriel González Videla, Cámara de Diputados, sesión 1ª extraordinaria, 21 de abril de 1948, 5. Ibid, 6. 51 Idem. 52 Francisco Sevillano, Rojos: La representación del enemigo en la guerra civil, Madrid, Alianza, 2007, 19. 53 Ibid, 176 – 178. 50 36 de Defensa Permanente de la Democracia, después. En su conjunto, estas leyes permitieron el establecimiento de restricciones autoritarias a la concepción liberal de la democracia. Por aquel entonces, en consecuencia, no resultaba del todo claro si éstas eran medidas excepcionales para resguardar la existencia del régimen democrático o justamente lo excepcional eran los interludios en los que dichos instrumentos de represión no eran puestos en acción. Así, el título de la principal arma jurídica para combatir el comunismo era bastante elocuente, puesto que la “guerra” emprendida por González Videla se entendía como una operación desarrollada en “defensa permanente de la democracia”. Es decir, como una necesidad para salvaguardar las bases republicanas y sociales de nuestro país “amenazadas” por el comunismo, definido como contrario absoluto de la nacionalidad chilena. Esta versión del anticomunismo caracterizada por su laicismo y posición de centro en el espectro político, fue secundada no sólo por las Fuerzas Armadas sino que también por una diversa gama de partidos políticos que desplegaron anticomunismos tan dispares como el de católicos, liberales e incluso socialistas, los cuales no estuvieron exentos de polémicas y fisuras. De la mano de estos, además, se movilizaron agrupaciones civiles que oscilaban desde organizaciones nacionalistas como Acción Chilena Anticomunista y Por Chile, hasta organismos de representación empresarial como la Bolsa de Comercio y la Sociedad Nacional de Agricultura. Asimismo, podemos encontrar a un variopinto conjunto de personas comunes que todavía con mayor pluralidad doctrinaria manifestó su rechazo al comunismo desde sus lugares de trabajo, centros sociales y/o culturales, escuelas y comunidades, donde denunciaron la acción del comunismo internacional y formularon diferentes estrategias para combatir la influencia del PCCh. Al igual que en Brasil y Estados Unidos -países estudiados por Carla Simone Rodeghero- entre 1947 y 1949 el imaginario anticomunista chileno se expresó en ámbitos tan dispares como la preparación de propaganda, el control y la acción policial, las prédicas religiosas, la constitución de grupos de activistas y de manifestaciones públicas, las acciones legislativas, las estrategias educacionales, entre otras 54. A través de tales vitrinas en nuestro país se buscó difundir y perpetuar la aversión al comunismo, tarea en la cual la 54 Carla Simone Rodeghero, “Religião e patriotismo: o anticomunismo católico nos Estados Unidos e no Brasil nos anos da Guerra Fría”, Revista Brasileira de História 44-22, São Paulo, 2002, 464. 37 prensa radial y escrita de la época tuvo un rol significativo. Estas múltiples facetas en que el anticomunismo se desplegó revelan cómo la comprensión de la “guerra contra el comunismo” no se debe buscar únicamente en las tensiones comandadas por Washington y Moscú, siendo trascendentales los entretelones del anticomunismo chileno antes del estallido de la contienda Este-Oeste. 1. Del anticomunismo a la “guerra contra el comunismo”. Generalmente se ha considerado que al excluir a un partido del sistema político la “guerra contra al comunismo” realizó algo inaudito en Chile, constituyendo una excepción en el desarrollo democrático y constitucional del país. En contraposición con esta línea, compartimos con Marcelo Casals que la represión estatal del comunismo a través de mecanismos legales no era del todo novedosa en el sistema político de nuestro país. Ya en el Código Penal de 1874 se reconocía como falta la existencia de organizaciones que buscasen atentar en contra del ordenamiento jurídico de la nación, incluyendo la privación de derechos políticos. Más adelante, durante el breve régimen de Carlos Dávila se explicitó por primera vez el propósito de enfrentar al “peligro comunista” mediante el D.L. N° 50, en el cual se le identificó como “enemigo de la República”. Por último, en 1937 el gobierno de Arturo Alessandri con el respaldo del Congreso aprobó la Ley N° 6.026 titulada Ley de Seguridad Interior del Estado (LSIE), a través de la cual se establecieron mecanismos legales para suspender derechos y garantías constitucionales y perseguir, censurar o relegar a individuos o grupos específicos de la sociedad, entre los cuales los comunistas podían ser contados 55. Debido a dichas características, la LSIE fue considerada como el primer código antirrevolucionario de América Latina en las escuelas de derecho de Estados Unidos 56. Asimismo, tampoco era del todo extraño para nuestro país la promoción de iniciativas legales cuyo objeto explícito era la eliminación del comunismo. Ya en el año 1933 los entonces diputados conservadores Horacio Walker y Enrique Cañas Flores presentaron el proyecto Represión al Comunismo, el cual no prosperó. Siete años después, el diputado conservador Sergio Fernández Larraín introdujo en la agenda legislativa su proyecto 55 56 Casals, op. cit., 157-158. Pavilack, op. cit., 313. 38 Anticomunista, el que a pesar de haber sido aprobado por el Congreso chileno el año 1941, no pudo ser promulgado debido al veto que le impuso el presidente Pedro Aguirre Cerda, quien no obstante su pertenencia al sector de derecha del Partido Radical y a su oposición al comunismo, se mantuvo leal a la alianza que había formado con el PCCh en el Frente Popular. Al defender esta iniciativa el año 1941 ante la Cámara de Diputados, Sergio Fernández Larraín señaló que “para el comunismo no existe Patria” 57. Y es que para este diputado, “según el programa comunista oficial, la única patria del obrero chileno, no es Chile, sino la patria moscovita” 58. Se advierte ya en ese entonces, la conjugación entre anticomunismo, anti-obrerismo y nacionalismo en el escenario global, rasgo que se manifestó también durante la “guerra contra el comunismo”. Como se puede apreciar más que un fenómeno aislado, la exclusión del comunismo del sistema político chileno era una constante. De hecho, el comunismo en su expresión como partido fue proscrito durante la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo, situación que se mantuvo de hecho durante las décadas siguientes. Esta prolongada proscripción tuvo como causa, entre otros aspectos, la acción decidida de anticomunistas bien posicionados como Ramón Zañartu, director del Registro Electoral, cargo en que se desempeñó a partir de 1925 y que acabó paralelamente al proceso de derogación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Debido a la empecinada actuación de Zañartu, hasta 1947 los militantes del Partido Comunista se vieron obligados a participar de las elecciones inscribiendo sus candidaturas a través de organismos como la Federación Obrera de Chile (FOCH) o de partidos “hechizos” como el Partido Nacional Democrático. No obstante, lo que parecía la incorporación definitiva del comunismo al sistema electoral no fue más que un breve idilio que se acabó en 1948 a raíz de la llamada “Ley Maldita” 59. 57 Sergio Fernández Larraín, “Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados en la sesión del 2 de Julio de 1940” en Sergio Fernández Larraín, Traición!!, Santiago, El Imparcial, 1941, 22. Para conocer la biografía de Sergio Fernández Larraín, consultar Sergio Salas, “Sergio Fernández Larraín (1909–1983): Una inquieta existencia”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia 115, 2006, 245-289. 58 Idem. 59 Luego de una década de vida clandestina producto de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, el Partido Comunista regresó a la legalidad en 1958, situación que se prolongará hasta el golpe militar de 1973 cuando fue nuevamente proscrito y perseguido. Sólo con la restauración de la democracia en 1990 el comunismo recuperará su existencia legal, lo que sin embargo no significó el fin de las trabas para que éste participara en los cargos de representación popular como lo ha demostrado la vigencia del sistema binominal en las elecciones parlamentarias. Ver Alfredo Riquelme y Marcelo Casals, “El Partido Comunista en los gobiernos de la Concertación: El Partido Comunista de Chile y la transición interminable (1986-2009)”, Augusto Varas, Alfredo Riquelme y Marcelo Casals (eds.), El Partido Comunista en Chile: una historia 39 A la luz de los antecedentes descritos, resulta evidente que el anticomunismo chileno no fue una mera consecuencia de la estructuración “bipolar”. Rescatando conceptos de William Roseberry, los actores chilenos también contaban con una historia propia 60, la que para ser comprendida debe enmarcarse dentro de los procesos de larga duración en los cuales se insertó la “guerra contra el comunismo”. En primer lugar, a partir de 1930 encontramos la emergencia de un “Estado Nacional Popular”, en el cual los sectores medios y populares se transformaron en actores claves de la política, representados principalmente por el Partido Radical 61. En segundo lugar, las políticas y prácticas de exclusión que ya con la Ley de Seguridad Interior del Estado imprimían un sesgo policial a las inestabilidades políticas; en tercer lugar, la polarización ideológica del espectro político en dos campos opuestos de izquierdas y derechas bien definidos donde la polaridad comunismo/anticomunismo marcaba los posicionamientos políticos, doctrinarios y las identidades partidistas. Por último, las alianzas políticas inestables y fluctuantes de la época, manifestadas en Gabriel González Videla, el último Presidente radical y promotor de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Al obtener una mayoría relativa en las elecciones presidenciales de 1946, González Videla debió negociar la ratificación del Congreso con los liberales, formándose una alianza contradictoria en la cual, junto con los compromisos adquiridos (el veto del Partido Liberal sobre la sindicalización del campo, por ejemplo), comunistas y liberales compartirían cargos ministeriales, de tal forma que el primer gabinete presidencial se componía de seis radicales, tres comunistas y tres liberales. En este controvertido escenario, los comunistas participaban por primera vez en cargos de gobierno en la historia de América, ocupando carteras centrales como Agricultura, Obras Públicas y Tierras y Colonización 62. De estas designaciones, el nombramiento de Miguel Concha en Agricultura alimentó especialmente la sospecha sobre si mediante esta decisión Gabriel González Videla esperaba descomprimir la movilización social y sindical, por un lado, o probar el comportamiento del PCCh, por otro. Independientemente de la motivación, la elección presidencial chilena despertó cierta presente, Santiago, Catalonia, 2010. 60 Roseberry, op. cit., 85. 61 Jorge Larraín, Identidad chilena, LOM, Santiago, 2001, 103. 62 Una excepción interesante constituía para entonces Cuba, país en el cual Fulgencio Batista en 1942 había nombrado a dos comunistas como ministros, pero sin cartera. Pavilack, op. cit., 50. 40 atención internacional. Y es que no pasaba desapercibido que un país latinoamericano incluyera en su gabinete a comunistas mientras Washington y Moscú agudizaban sus diferencias, por una parte, y Estados Unidos vigorizaba el panamericanismo, por otra. Frente a la situación descrita, contrariamente a lo que pudiera imaginarse, el embajador norteamericano en Chile, Claude G. Bowers, adoptó una actitud de cautela. Semanas después de que Gabriel González Videla asumiera el mandato, Bowers se dirigía al subsecretario de Estado norteamericano, Spruille Braden, indicándole que no había necesidad de presionar ni de intervenir en la política interna chilena debido a que se replicaría lo ocurrido en Argentina, donde las mismas medidas progresistas habían fracasado rotundamente. Además, Bowers señalaba estar convencido de que el nuevo Presidente se desmarcaría prontamente del PCCh, puesto que la inclusión de los liberales en el gabinete no sólo le daba un cariz moderado al gobierno, sino que sobre todo haría ineludible un quiebre con los comunistas 63. La participación del PCCh en el gabinete se releyó a partir de una sincronización histórica global que resultó crucial para interpretar o justificar desde las lógicas internacionales tanto la colaboración del comunismo en un esquema democrático como su exclusión de la vida política nacional. Así, mientras Gabriel González Videla los incorporaba a su administración, sus pares franceses e italianos participaban, respectivamente, de los gobiernos de Paul Ramadier y Alcide De Gasperi entre 1946 y 1947. Paralelamente los comunistas alcanzaban el poder en Polonia, Bulgaria, Rumania, Hungría, Alemania Oriental y posteriormente Checoslovaquia, con lo cual era claro que tras el fin de la Segunda Guerra Mundial el paradigma soviético rompía su relativo aislamiento buscando extender su área de influencia. Decisivo en este proceso fue el aura que la resistencia contra la ocupación alemana había conferido al comunismo en diversos países europeos 64. A dichas circunstancias se sumó a comienzos de 1947 el apoyo económico y militar que sectores involucrados en la guerra civil griega estaban recibiendo de la Unión Soviética. Como respuesta el 12 de marzo de 1947 el presidente Harry Truman anunció una nueva política exterior de contención que pretendía auxiliar militarmente la resistencia de 63 64 Ibid, 252. Patto Sá Motta, op. cit., XXI. 41 los llamados “pueblos libres” frente a las “presiones” externas o internas, haciendo clara referencia al expansionismo soviético. Este modelo fue acompañado por el European Recovery Plan, conocido como “Plan Marshall”, cuyo foco fue levantar las economías europeas de la postguerra y construir democracias “independientes”. Dicha actitud fue aplaudida por la prensa anticomunista chilena, la que no escatimó portadas ni editoriales para celebrarla e incentivar la aplicación de un plan similar en América 65. Así, mediante ésta y otras iniciativas, Estados Unidos comenzaba a delinear su área de influencia, la cual reforzó mediante una política panamericanista tendiente a lograr una acción “solidaria” entre los países de la región. La firma del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) el año 1947 y la formación de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1948, fueron algunas de las principales concreciones de este ideario. Mirado desde esta óptica de los entrelazamientos globales y nacionales, se comprende entonces que el año 1946 se estableciera en Chile un gabinete integrado por liberales, radicales y comunistas y que al año siguiente se quebrantara la cultura de negociación, en cuanto la polaridad comunismo/anticomunismo inundó irreconciliablemente al Partido Radical que hasta entonces había funcionado como bisagra del sistema político66. El proceso mediante el cual esta polaridad se transformó en un aspecto decisivo de la política nacional fue sumamente complejo, pero resaltan como posibilidades explicativas tres fenómenos: primero, los resultados de las elecciones de regidores en marzo de 1947, en cuyas urnas el Partido Comunista se transformó en la tercera fuerza electoral del país; segundo, el posicionamiento del gobierno a favor de Estados Unidos en el marco de una “inminente” tercera guerra mundial; y, por último, la intensificación del movimiento huelguístico entre septiembre y octubre del mismo año. Sin duda, entre estos elementos, el crecimiento electoral que experimentó el Partido Comunista constituyó la pieza clave que llevó a diversos sectores anticomunistas a abogar con mayor fuerza por medidas más severas. Tras las elecciones de regidores, los liberales 65 Elocuente al respecto resulta el siguiente extracto de la editorial “Europa busca su camino” publicada en El Diario Ilustrado el 21 de diciembre de 1947: “La mejor respuesta a las seducciones comunistas, es conceder más de lo que el comunismo promete; la mejor respuesta a los insultos comunistas es la verdad demostrada con hechos; la mejor respuesta a la infiltración comunista, es la consolidación de la libertad. Para esto, es indispensable que el Plan Marshall sea puesto en práctica cuanto antes. Los comunistas no perderán el tiempo en desplegar sus fuerzas perturbadoras en el occidente, tratando de destrozar toda posibilidad de renacimiento económico en Europa.” “Europa busca su camino”, El Diario Ilustrado, Santiago, 21 de diciembre de 1947, 5. 66 Sofía Correa (et. al.), Historia del siglo XX, Santiago, Editorial Sudamericana Chilena, 2001, 182. 42 abandonaron el gabinete bajo el argumento de que participar en un gobierno en compañía de los comunistas había disminuido su adhesión ciudadana. En vista de la crisis que se anunciaba, los ministros comunistas pusieron sus cargos a disposición del Presidente para evitar una ruptura. De todas formas, la renovación ministerial no satisfizo a la derecha, la cual empezó a ponderar la posibilidad de la exclusión del comunismo. En este proceso, el director del Registro Electoral, Ramón Zañartu, cumplió un rol trascendental, toda vez que advirtió a González Videla sobre la “amenaza” de que el comunismo llegara a la presidencia de mantenerse la tendencia electoral y su influjo sobre los sindicatos. Para evitarlo, propuso privar al comunismo de sus derechos políticos y medios de propaganda, ya que era una “asociación ilícita” cuya doctrina “atentaba” contra el orden social y al régimen jurídico-constitucional de la república 67. Aún fuera del gabinete, todavía no se producía la ruptura entre González Videla y los comunistas. Ésta comenzó a fraguarse cuando el gobierno intentó formar una alianza con conservadores, liberales y socialistas, los cuales empezaron a ejercer presiones sobre el Presidente. La tensión aumentó cuando Estados Unidos, a través de su subsecretario de Estado, Spruille Braden, impuso un embargo informal de créditos para Chile 68. Un nuevo golpe se produjo con el paro de la locomoción colectiva el 12 de junio de 1947, de cuyos desórdenes callejeros Gabriel González Videla responsabilizó al comunismo y que tuvo como consecuencia inmediata que Santiago fuera declarada Zona de Emergencia. Tales medidas fueron respaldadas tanto por los partidos Conservador, Liberal y Radical como por la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH), que por entonces estaba bajo la conducción socialista. El estado de Zona de Emergencia fue la primera herramienta que se utilizaría durante la “guerra contra el comunismo”. Éste se encontraba regulado por la Ley N° 7.200 promulgada en 1942 por el gobierno radical de Juan Antonio Ríos y correspondía a un recurso institucional que se podía utilizar para responder tanto a un ataque o invasión desde el exterior como a actos de sabotaje en contra de la seguridad nacional. Su aplicación podía imponerse sobre una porción o en la totalidad del territorio por un máximo de seis meses, 67 Dirección de Registro Electoral, La Dirección de Registro Electoral y el Partido Comunista de Chile ante la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Exposición, antecedentes y documentos anexos, Santiago, Imprenta Universo, 1950, 4. 68 Huneeus, op. cit., 118. 43 durante los cuales estaba permitido restringir las libertades individuales y coartar la acción de personas u organizaciones que realizaran labores “desquiciadoras”. Asimismo, durante su vigencia se podía relegar a personas sin necesidad de una resolución judicial, requiriéndose sólo la firma de una autoridad política, la cual podía corresponder a un decreto del Ministerio del Interior. Además, contemplaba que las personas podían ser trasladadas de un departamento a otro o a una zona apartada del país, lugares donde estaban imposibilitadas de realizar actividades políticas, debiendo presentarse diariamente a Carabineros y disponer sus propios medios de supervivencia. Los afectados por las Zonas de Emergencia, además, podían ser detenidos en sus casas o en recintos en los que no debía haber detenidos comunes. Por último, otra de sus prerrogativas era que el jefe de la Zona de Emergencia podía imponer censura a la prensa. Considerando la amplitud de poderes que otorgaba este recurso no es de extrañar que en la práctica la declaración de la Zona de Emergencia fuera utilizada para solicitar la intervención de los militares cuando la protesta social rebalsaba al control estatal 69. Así ocurrió el 1° de agosto de 1947 cuando se formó un gabinete cívico-militar bajo el supuesto de que era “la única garantía de paz social y de descomprimir la agitación” 70. Nuevamente en la historia de Chile se recurría a las Fuerzas Armadas bajo el argumento de que eran las garantes de la nación y el orden 71. Mediante esta fórmula, además, Gabriel González Videla adquiría mayor autonomía respecto a los partidos políticos para gobernar 72. En este escenario, el conflicto del carbón de Lota desarrollado entre el 19 de agosto y el 18 de octubre de 1947, “fue absolutamente magnificado por el gobierno, al límite de ver en él, una maniobra impulsada desde el exterior y un signo del comienzo de la III Guerra Mundial” 73. Frente a esta huelga González Videla propuso tres soluciones en que las que 69 Ibid., 62-64 Brian Loveman y Elizabeth Lira, Las ardientes cenizas del olvido: Vía chilena de Reconciliación Política 1932- 1994, Santiago, LOM, 2000, 122. 71 Un análisis de la relación entre el nacionalismo y las Fuerzas Armadas se pude encontrar en Verónica Valdivia, Camino al golpe. El nacionalismo chileno a la caza de las fuerzas armadas, Santiago, Serie de Investigaciones N° 11, Universidad Católica Blas Cañas, 1995. 72 Huneeus, op. cit., 131. 73 María Soledad Gómez, Partido Comunista de Chile: factores nacionales e internacionales de su política interna: (1922-1952), Santiago, FLACSO, 1984, 114. La causa de esta oleada fue el descontento por el alza en el precio del pan acordada por el gobierno el 17 de agosto de 1947, a la que se opuso al día siguiente el intendente de Santiago, de filiación comunista. Durante la noche comenzó una huelga indefinida en Coronel, Lota, Curanilahue y Lirquen, acoplándoseles además los trabajadores de otros yacimientos como Lolito Sur y Schwager. Con los días, las protestas y la paralización se extendieron a otras zonas y sectores productivos del 70 44 medidas de carácter económico se entramaron con las ideológicas: primero, se mantendría el precio del pan y se sancionaría a quienes especularan con él; segundo, se declararía oficialmente fuera del gobierno al Partido Comunista; y, por último, se solicitarían Facultades Extraordinarias al Congreso para restaurar el orden en las zonas paralizadas. Esta última iniciativa hizo un guiño a la demanda que la Acción Chilena Anticomunista (ACHA) venía formulando desde su formación en abril de 194774. Junto con este grupo, también se había movilizado Acción por Chile, formado en junio de 1947 por sectores de derecha, militares y grupos nacionalistas que pretendían desplazar a grupos violentistas como ACHA 75. De esta manera se instauraba la segunda herramienta clave para la “guerra contra el comunismo”: las Facultades Extraordinarias. Según la Constitución de 1925, dicho recurso se podía disponer cuando el país se encontraba en guerra o en contextos de emergencia que pusieran en jaque la conservación del régimen constitucional o la paz interior del país. En tales circunstancias se podía establecer una “dictadura constitucional”, motivo por el cual bajo al amparo de esta norma diversos gobiernos contuvieron las protestas de los trabajadores. Dada la ambigüedad de las Facultades Extraordinarias, éstas debían ser aprobadas por el Congreso durante un plazo definido, ya que como su nombre lo indicaba país como los choferes de la locomoción colectiva en Antofagasta. El miedo a la escasez rondó las negociaciones en las cuales la intransigencia de los huelguistas organizados por el Partido Comunista, ponía bajo sospecha una completa paralización a nivel nacional. La dificultad para que la negociación prosperara radicaba en que no sólo se trataba de los valores de un alimento tan vital como el pan, sino que también de las pésimas condiciones laborales de los mineros de Lota y Coronel que se venían discutiendo entre los sindicatos y sus respectivas empresas desde 1946. 74 La ACHA había sido fundada por el liberal Raúl Marín Balmaceda y era presidida por Arturo Olavarría (antiguo ministro del Interior de Pedro Aguirre Cerda). Esta agrupación aglutinaba desde socialistas hasta sectores de derecha. Si bien su impacto fue limitado, la transversalidad de sus miembros contribuyó a legitimar entre los diversos partidos la “urgencia” de tomar acciones legales contra el comunismo. Un interesante testimonio sobre la formación, actuación y experiencia militante de la ACHA se puede encontrar en Arturo Olavarría, Chile entre dos Alessandri. Memorias políticas, Tomo II. Santiago, Ed. Nascimiento, 1962, 34-54. Para mayor información sobre la Acción Chilena Anticomunista consultar Carlos Madonado, ACHA y la proscripción del Partido Comunista en Chile, Documento de Trabajo N° 60, Santiago, FLACSO, 1989. Un análisis más amplio sobre ésta y otras agrupaciones nacionalistas se encuentra en Verónica Valdivia, El nacionalismo chileno en los años del Frente Popular (1938 – 1952), Santiago, Serie de Investigaciones N° 3, Universidad Católica Blas Cañas, 1995. 75 Gabriela Martínez, “Unidos contra el comunismo. Ideología política y medidas coercitivas contra el Partido Comunista en Acción por Chile, 1947-1949”, Historia y Patrimonio 3, Universidad Diego Portales, en http://www.udp.cl/descargas/facultades_carreras/historia/revista/martinez_3.pdf (25 de febrero 2010). Una visión amplia sobre el fenómeno de la misma autora se encuentra en Gabriela Martínez, La Unión hace la fuerza. Composición social, e ideología política de una organización anticomunista en los albores de la Guerra Fría chilena: Acción por Chile, 1947–1952, Tesis Licenciatura en Historia, Universidad Alberto Hurtado, Santiago, 2011. 45 se esperaba que su uso fuera una práctica temporal y excepcional, pero nunca un instrumento al que se recurriera constantemente para gobernar 76. No obstante ello, las Facultades Extraordinarias fueron desplegadas por Gabriel González Videla sucesivamente en agosto de 1947, enero, julio y noviembre de 1948 y agosto de 1949, todas coyunturas asociadas a movimientos de protesta social. A través de la aplicación combinada de las Facultades Extraordinarias y de las Zonas de Emergencia, los militares convocados por las autoridades civiles actuaron en política durante dos años y medio aproximadamente, periodo que dejó una huella imborrable en el anticomunismo de las Fuerzas Armadas y en la relación de éstas con el poder civil, como acertadamente ha señalado Carlos Huneeus 77. Prueba de ello es el testimonio de Augusto Pinochet, quien comienza su obra Repaso de la agresión comunista a Chile (1986) explicando que su “categórico rechazo a la doctrina y a la acción del marxismoleninismo” 78 se habría consolidado cuando en enero de 1948 fue destinado a afrontar la “persistente actuación sediciosa del comunismo” 79 como jefe de las fuerzas militares en Pisagua. Producto de esa experiencia y de sus labores como delegado del jefe de la Zona de Emergencia en Schwager, meses después, habría dejado atrás su formación estrictamente militar y apolítica para comprender la doctrina y los métodos del marxismo-leninismo 80. Más allá de lo decisiva que fue la experiencia de la represión en la construcción del anticomunismo de Augusto Pinochet y de otros miembros de las Fuerzas Armadas, la 76 Huneeus, op. cit., 60-61. Ibid, 64-65. 78 Augusto Pinochet, Repaso de la agresión comunista a Chile, Santiago, La Nación, 1986, 7. 79 Idem. 80 En Repaso de la agresión comunista a Chile Augusto Pinochet señala: “En 1948, durante la misión cumplida en las zonas de emergencia, mientras más trataba a los relegados y avanzaba en la lectura de Marx y Engels, me daba plena cuenta de que el Partido Comunista era algo muy distinto de lo que habíamos pensado antes de conocer su verdadera condición. No era un partido más: había una diferencia grande y muy profunda con las demás colectividades políticas. Comparando sus distintos programas, se pueden encontrar muchos puntos en común entre diversos partidos democráticos que han actuado en el país. Pero el comunismo, por su concepción del mundo y del hombre, de la sociedad, del Estado, de la economía, es algo totalmente distinto: está basado en una concepción filosófica radicalmente materialista que ha condicionado su acción a las directrices de la Unión Soviética. Estamos ante un sistema que lo desvirtúa todo, sin respetar fidelidad ni creencia alguna. Es sorprendente cómo la demagogia marxista cambia los conceptos y valores para confundir y engañar a sus víctimas: la ‘liberación de los pueblos’ es el sometimiento al imperialismo soviético; la ‘democracia popular’ es la dictadura comunista; el ‘proletariado’ es la minoría dirigente del partido único. Para el terrorismo, que es el brazo armado del marxismo, los robos a mano armada son simples ‘expropiaciones’ y el asesinato mansalva de un adversario político es ‘justicia revolucionaria’. En una palabra, para los comunistas, el fin justifica los medios, sean ellos los más ilícitos e inhumanos: es moral según el pensamiento leninista, todo lo que beneficia a la Revolución.” Ibid, 7-9 77 46 participación de los militares en el gabinete marcó una nueva etapa en la contención de la protesta social y de la persecución al PCCh, donde los regímenes de excepción, las Facultades Extraordinarias, el Estado de Sitio y la Zona Emergencia, “le entregaban a las Fuerzas Armadas una autoridad casi sin límites dentro de las zonas afectadas, como si el territorio estuviera en guerra” 81. 2. El estallido de la “guerra”. En septiembre de 1947 la tensión en la zona carbonífera lejos de disminuir había aumentado, desatándose una segunda fase de la huelga donde la violencia y la falta de búsqueda de consenso fueron la tónica. Para entonces, la tierra del “oro negro” se alzaba en el imaginario de la sociedad chilena como una zona roja o “pequeño Moscú” 82, idea que se reforzó cuando ochenta mil trabajadores chilenos del carbón comenzaron una huelga legal el 4 de octubre de 1947. Al día siguiente, Gabriel González Videla anunció por primera vez de forma explícita la “guerra contra el comunismo”, la cual fue confirmada ese mismo día por el Ministerio del Interior, encabezado por el contraalmirante Inmanuel Holger, mediante la siguiente declaración: El Presidente de la República adoptará todas las medidas encaminadas a conjurar el peligro de esta acción revolucionaria que obedece a un plan premeditado, e igualmente está dispuesto a poner término definitivo al control que por medio de la violencia mantiene el Partido Comunista sobre las masas asalariadas de la zona carbonífera, control que se ejercita al amparo de nuestras leyes sociales, que no se han dictado para servir intereses políticos, ni menos aquellos que en las actuales circunstancias proceden por inspiración de potencias extranjeras, traicionando así los altos intereses nacionales. 83 El camino se había extremado, de modo que González Videla decidió romper relaciones diplomáticas con Yugoslavia, la Unión Soviética y Checoslovaquia. Para ello, el 8 de octubre acusó la existencia de un complot internacional en el cual Chile sería la plataforma de ataque en contra de Estados Unidos y de América. Su argumentación se basaba en supuestas maniobras procomunistas entre el encargado de negocios yugoslavo en 81 Loveman y Lira, op. cit., 125. Pavilack, op. cit., 4. 83 La Hora, 6 de octubre de 1947, 11. Citado en Hunneus., op. cit., 144– 145. 82 47 Chile, Andrés Cunja, y el secretario de la legación de Yugoslavia en Buenos Aires, Dalibor Jakasa, a quien detuvo y expulsó del país. Semanas después, en una entrevista a La Nación el Presidente declaraba que había tomado esta decisión debido a la intención del Partido Comunista de paralizar la organización industrial chilena para “favorecer los intereses de Rusia y perjudicar a Estados Unidos”. De esta forma, agregaba, “la lucha franca que ya se ha entablado entre esas dos grandes potencias ha llegado hasta nosotros por obra del comunismo” 84. A pesar del claro lineamiento con la postura norteamericana, Gabriel González Videla descartaba la subordinación de Chile a Estados Unidos: Los norteamericanos no sabían lo que yo iba a hacer. No lo supo nadie. Esta fue la sorpresa, incluso para los comunistas. Y en cuanto a la tan alardeada dependencia de Estados Unidos debo decirles que Chile, en la actual situación mundial, no puede sino actuar dentro de la órbita del Hemisferio. Hay factores geográficos, raciales, de régimen de Gobierno, compromisos internacionales y la natural interdependencia económica que así lo justifican. 85 En consecuencia, tal como ha sostenido Jody Pavilack, el gobierno de Gabriel González Videla realizaba un giro ideológico no tanto por las presiones norteamericanas las que ciertamente existieron- sino que como respuesta a la radicalización de las demandas de los sectores populares. Aquí resulta decidora la imagen utilizada por Pavilack en el sentido de que dicho gobierno en el escenario de la Guerra Fría se encontraba amarrado por una suerte de “camisa de fuerza”, ya que por una parte estaba comprometido con las reformas que González Videla y sus antecesores habían hecho a los trabajadores, pero por otra no podía antagonizar con Estados Unidos y sus aliados respecto a medidas que pudieran ser catalogadas de comunistas 86. En esta encrucijada, el último gobierno radical optó por fortalecer una acepción liberal de la democracia en la cual se enfatizaban las libertades individuales en detrimento de la justicia social 87. Dicha dimensión había sido 84 “‘En defensa de nuestra soberanía, no puedo transigir’, declara S.E.”, La Nación, Santiago, 16 de octubre de 1947, 1. 85 Idem. 86 Pavilack, op. cit., 248. 87 Ibid, 24. 48 consagrada por Estados Unidos dentro de su esfera de influencia tras el fin de la Segunda Guerra Mundial 88. En esta perspectiva Gabriel González Videla concibió al sistema internacional como compuesto por dos posiciones opuestas y excluyentes, que creaban la disyuntiva entre Oriente y Occidente o el “Totalitarismo Dictatorial e Imperialista” y la “Democracia” 89. Éstas, sostenía, se enfrentarían en una tercera guerra mundial, la cual consideraba inminente. Para hacerle frente, González Videla postulaba la importancia de los pactos regionales para defender el territorio y la civilización 90. Así lo demostró cuando en medio de la multitud de Puente Alto, justificó su viraje al anticomunismo: Llegué a la Presidencia de la República con los votos del partido comunista. Creí que colaboraban democráticamente con mi Gobierno y a la reestructuración del mundo. Yo le di al comunismo lo que ningún otro Mandatario ha dado […] Pero al correr del tiempo, se produce la guerra fría entre Rusia y las democracias y la ambición de Stalin de dominio de Europa. […] En esta situación, los comunistas chilenos, con una audacia que no perdono, creyeron que este modesto militante del partido radical iba a vacilar cuando presentaron el dilema de ser leales al comunismo o a los intereses de Chile […] Me di cuenta que el internacionalismo rojo había elegido a Chile como campo de experimentación para disparar contra Estados Unidos y la democracia 91. En este discurso se pueden apreciar con claridad los temores de una época marcada por la traición, las realidades secretas y la amenaza apocalíptica, donde la conciencia de la Guerra Fría y los resabios de la Segunda Guerra Mundial hacían que la memoria del fascismo y el nazismo persistiera obstinada. Expresión de ello, fue el extendido uso del concepto “guerra fría” durante la “guerra contra el comunismo”. Éste fue utilizado por primera vez en la literatura de George Orwell el año 1945 para definir las agresiones mutuas entre Estados Unidos y la Unión Soviética 92. Luego, en 1948 comenzó a ser difundido más ampliamente entre la opinión pública norteamericana por Walter 88 Ibid, 20. Rosa María Lazo y María Isabel Dieguez, La política exterior del gobierno de Gabriel González Videla: variables externas e internas, Tesis de Magíster en Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1991, 62. 90 Fermandois, op. cit., 251-255. 91 Gabriel González Videla, discurso citado en La Nación, Santiago, 9 de enero de 1948, 16. 92 Westad, op. cit., 2. 89 49 Lippmann 93. En contraste, los comunistas evitaron utilizar este concepto en nuestro país, refiriéndose constantemente al imperialismo norteamericano, como un mecanismo para restarle responsabilidad a la Unión Soviética 94. 3. Los frentes de la “guerra”. La “guerra” emprendida por el gobierno de Gabriel González Videla a partir de la aplicación simultánea de las Zonas de Emergencia y las Facultades Extraordinarias tuvo dos frentes: uno externo constituido por extranjeros que se “infiltraban” en partidos políticos, campos, escuelas, fábricas y otras organizaciones con el objetivo de encontrar nuevos adeptos para su causa revolucionaria. Existía otro interno, conformado por compatriotas que renunciaban al amor por la patria chilena para rendirle lealtad a la “patria de los trabajadores”, es decir, la Unión Soviética. A raíz de la acción conjunta de ambos frentes se pretendía explicar los movimientos sociales que por entonces sacudían a los campos, puertos e industrias del país. Para combatir la infiltración del llamado frente externo, el gobierno no sólo rompió las relaciones diplomáticas con los países de la órbita soviética, sino que además llevó a cabo una persecución dirigida específicamente en contra de personas de determinadas nacionalidades que por entonces vivían en nuestro país, centrándose la atención de las autoridades militares, policiales y de seguridad sobre yugoslavos, rusos, españoles y bolivianos 95. En este ámbito, particularmente sensible fue la situación de los españoles avecinados en Chile. Según el Ministerio del Interior catorce refugiados de esa nacionalidad fueron considerados “elementos peligrosos, que debieron abandonar su 93 Ernest R. May, “Poder mundial y sentido de misión. El destino de Estados Unidos en el siglo XX”, Daniel Boorstin (ed.), Estados Unidos: una civilización, Madrid, Alianza Editorial/Labor, 1989, 491. 94 En el escenario internacional, durante el periodo de Mikhail Gorbachev en la Unión Soviética se reconoce y utiliza el concepto de Guerra Fría. Westad, op. cit., 4. 95 Al igual que los ciudadanos yugoslavos, los rusos avecinados en Chile también levantaron sospechas entre los grupos anticomunistas, motivo por el cual se les investigó con especial cuidado por orden expresa del Ministerio del Interior. Tal fue el caso de Elena Nogornof, quien se había desempeñado como institutriz en fundos de la zona de Chépica y en las casas de distinguidas familias de Valparaíso y Chiloé. En su contra se usaron cartas que, según el gobierno, comprobaban su relación con el ex embajador ruso en Chile y con dirigentes comunistas chilenos que daban cuenta de un complot soviético en contra de nuestro país y de América. Oficio confidencial 28/2, enviado por Héctor Grez al director general de Investigaciones, Santiago, 6 de enero de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 50 propia patria por su actuación en la guerra civil que sufrió España” 96. Esto unido a su participación en las últimas huelgas e “intentos revolucionarios” 97 condujo a que fueran trasladados a diversas localidades de Chile “donde su acción comunizante no ofrece mayores peligros.” 98 En vista de ello la embajada chilena en Francia recibió quejas de organizaciones españolas en el exilio, a las cuales Inmanuel Holger respondió: Si no permite el Supremo Gobierno que los propios nacionales perturben la paz social, atenten contra la producción, provoquen conflictos en las industrias y en las zonas del carbón, del cobre y del salitre, jamás podrá tolerar que extranjeros que viven en Chile bajo el amparo de una hospitalidad generosa y amplia, se inmiscuyan en su política y accionen en contra del orden establecido. 99 No sólo algunas nacionalidades fueron consideradas elementos peligrosos para el desenvolvimiento del país, situación que cuestionaba la imagen de Chile como refugio para los exiliados y perseguidos por otros regímenes políticos del mundo que tan fuertemente se había arraigado desde el siglo XIX. Asimismo, desde la declaración de guerra al comunismo se consideró “agente antinacional” a todo aquel que suscribiese al PCCh. En este sentido, más importante que la nacionalidad del militante era su adscripción al comunismo internacional. Tal visión cubrió tanto a trabajadores urbanos como rurales que desarrollaran actividades en contra de lo que se consideraba el orden republicano, siendo catalogados de “antipatrias”. Este frente interno era especialmente preocupante para el gobierno puesto que se consideraba que podía perjudicar la producción del país y convulsionar las estructuras tradicionales sobre las que descansaba ésta. Si bien dicho temor estuvo presente en diversos partidos políticos, en su divulgación también participaron instituciones en las que se reunían grandes empresarios y propietarios. Estos últimos levantaron un discurso anticomunista principalmente económico, según el cual la centralización de las iniciativas económicas en el Estado y la socialización de los medios de producción tendrían como consecuencia el abandono del espíritu laborioso de los chilenos, la imposición de una tiranía sobre los trabajadores y, finalmente, la consecución de la miseria material. Se 96 Oficio confidencial 347-14, enviado por Inmanuel Holger al ministro de Relaciones Exteriores, Santiago, 24 de marzo de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693, 2-3. 97 Ibid, 1. 98 Ibid, 2. 99 Idem. 51 ejemplificaba esta miseria con la que atravesaría la Unión Soviética, régimen que sería incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la población. Junto con tales aspectos, este anticomunismo defendió la necesidad de eliminar al PCCh para proteger las inversiones y la economía de nuestro país en el concierto internacional. En esta línea, a comienzos del año 1948 Tomás Eduardo Rodríguez, presidente de la Bolsa de Comercio, señaló que para que ingresaran al país nuevas inversiones desde Europa y Estados Unidos, “se hace indispensable colaborar ampliamente en la acción del Presidente de la República Excelentísimo señor González Videla, en el sentido de eliminar el comunismo como fuerza política, a fin de producir confianza en el mercado interno e internacional.” 100 En este sentido, el frente interno durante el comienzo de la Guerra Fría en Chile se identificó principalmente con el movimiento huelguístico en la zona del carbón 101. Así, el mismo día que el gobierno chileno declaraba la “guerra contra el comunismo” llevó a cabo la represión más grande que hayan conocido hasta entonces los mineros del “oro negro”. Descrita por el ministro de Defensa, Guillermo Barrios Tirado, semanas después en el Congreso, como una “ocupación sorpresa” 102, la operación implicó la acción simultánea de regimientos del Ejército, buques de la Armada y escuadrones de la Fuerza Aérea sobre las comunidades mineras. En coordinación con las fuerzas policiales locales, personal militar tomó el control de todas las instituciones y actividades de la provincia, allanando minas, oficinas de sindicatos, sedes de partidos políticos, clubes sociales y deportivos, bibliotecas, dependencias municipales y hogares de trabajadores. En este escenario, describe la historiadora Jody Pavilack, soldados armados con sables, de la mano de tanques y tanquetas atacaron incluso las casas de Lota buscando trabajadores en huelga. Mientras esto ocurría, algunos obreros partían a esconderse a los cerros donde permanecieron hasta que la furia anticomunista disminuyó su intensidad 103. Para ello algunos debieron esperar meses, pues la represión no se detuvo rápidamente. El 21 de octubre de 1947 el consejo de gabinete dispuso la detención del comité central del Partido Comunista y de los dirigentes de la 100 “La eliminación del comunismo como fuerza política, afianzará la situación económica de nuestro país”, La Nación, Santiago, 19 de abril de 1948, 14. 101 Nuevamente esta coyuntura se encuentra en estrecha vinculación con el devenir mundial. Mientras la entrada de los comunistas al gobierno coincidió con el mismo proceso en países de Europa Occidental, algo similar ocurrirá con su salida. Así, en septiembre de 1947 tanto el Partido Comunista Francés como el Partido Comunista Italiano fueron expulsados de los gobiernos de Ramadier y De Gasperi, respectivamente. 102 Guillermo Barrios Tirado, Cámara de Diputados, Santiago, 29 de octubre de 1947, 513. Citado en Pavilack, op. cit., 266. 103 Ibid, 266-267. 52 provincia 104. En la madrugada del día 22, al menos 7.000 personas fueron sacadas forzosamente de sus casas y deportadas a lugares levantados para el exilio interno o campos de prisioneros. De ellas 600 fueron relegadas a Pisagua, donde Gabriel González Videla inauguraba un campo de concentración 105. Lo excepcional de esta operación no fue que el gobierno hubiera utilizado a los militares para detener las huelgas laborales, sino que tal acción implicara la ocupación total de la provincia 106. En el entendimiento de esta experiencia, las imágenes difundidas anteriormente sobre la Segunda Guerra Mundial por cines, diarios y revistas nacionales fueron claves para globalizar la experiencia local. En este ámbito, especialmente estremecedoras fueron las escenas de niños, niñas y mujeres siendo transportados en trenes a campos de concentración como Pisagua. De la mano de éste y otros episodios comenzó a ser extendido hablar de “genocidio” 107 para referirse a la “guerra contra el comunismo”. A pesar de que no existía evidencia de que alguien muriera por la acción directa de militares, urge aclarar que igualmente se trataba de una represión masiva, en la cual como bien señala Jody Pavilack el número exacto de trasladados aún es difícil de precisar 108. En virtud de la situación desencadenada, a sólo semanas de aplicadas las Facultades Extraordinarias los parlamentarios comunistas presentaron una acusación constitucional en contra del ministro del Interior. Las principales críticas eran: la suspensión y el relegamiento de alcaldes, regidores y secretarios municipales, que en las Zonas de Emergencia las autoridades estatales de cada departamento hubieran quedado supeditadas a militares, el “genocidio” cometido contra la población obrera de Lota; la restricción de las salidas y entradas a las Zonas de Emergencia, el allanamiento de viviendas de obreros, y la suspensión o restricción de reuniones públicas. A pesar de la fuerte defensa sostenida por la bancada comunista, según la comisión informante tales acciones se habían realizado dentro de la legalidad por lo que la acusación resultaba improcedente 109. En su defensa Inmanuel Holger señaló que la relegación, el traslado, la suspensión y la exoneración de “activistas” 104 Para conocer más sobre el campo de concentración de Pisagua consultar Augusto Samaniego Mesías, “Carlos Pozo y Margarita Naranjo. Vida obrera, ‘ley maldita’ e imaginario poético (1920-1948)”, Olga Ulianova (ed.), Redes políticas y militancias. La historia política está de vuelta Santiago, IDEA-USACH 2009, 175-201. 105 Pavilack, op. cit., 266-267. 106 Ibid, 267. 107 Cámara de Diputados, sesión 13ª extraordinaria, 4 de noviembre de 1947, 560. 108 Pavilack, op. cit., 288. 109 Cámara de Diputados, sesión 13ª extraordinaria…, op. cit., 558-562. 53 en la zona del carbón y en otras localidades del país eran necesarios ya que “El cuerpo social, como el cuerpo humano, necesita, para vivir y desarrollarse, extirpar las pústulas malignas que comprometen su existencia” 110. Enseguida agregó: Si con las medidas que el Gobierno ha adoptado con estricta sujeción a la ley se ha producido la destrucción del movimiento sedicioso obrero comunista, en buena hora que así haya ocurrido, Honorable Cámara, ya que tal movimiento estaba conducido por elementos anárquicos, que, presionando y engañando a nuestras clases trabajadoras, se servían de ellas como de meros instrumentos para socavar nuestro régimen social, satisfaciendo los apetitos de ideologías revolucionarias, dirigidos a destruir nuestro sistema constitucional. 111 Junto con la zona de agitación minera, el campo fue un área sumamente sensible para los organismos encargados de la persecución anticomunista. Esto pues se consideraba que el ministro de Agricultura había sostenido una actuación dual y traicionera, donde a pesar de estar en el gobierno de González Videla, había promovido la agitación social y la sindicalización rural 112. En este sentido, efectivamente el Partido Comunista, presionado por los socialistas que lo acusaban de ser capaces de romper las huelgas con tal de mantenerse en el poder, había ejercido desde el gobierno una oposición interna a Gabriel González Videla exigiendo el cumplimiento íntegro de las promesas hechas durante la campaña presidencial 113. Preocupado al respecto, el ministro Inmanuel Holger envió un oficio bajo absoluta reserva al director general de Carabineros el 12 de enero de 1948, en el cual advertía: Ha tenido conocimiento esta Secretaría de Estado, que el Partido Comunista habría impartido instrucciones a sus afiliados en el sentido de crear en los campos, durante la época de cosechas, conflictos de carácter sindical, para lo cual deberán los Sindicatos Campesinos presentar pliegos de peticiones exageradas con el fin de que no se produzca avenimiento entre patrones y obreros, y crear un clima de inquietud entre la masa trabajadora de los campos. 114 110 Ibid, 567. Ibid, 566. 112 Oficio confidencial 428-1, enviado por Inmanuel Holger al director general de Carabineros, Santiago, 12 de enero de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 113 Pavilack, op. cit., 253. 114 Oficio confidencial 428-1, op. cit. 111 54 A estas sospechas se sumaron los apremios de los grandes propietarios rurales, quienes a través de sus principales instituciones incentivaron, primero, y respaldaron, después, medidas represivas en contra del comunismo. Así, en múltiples encuentros los máximos representantes de la agricultura y la ganadería, en presencia de importantes autoridades de gobierno, defendieron la importancia de combatir a los comunistas en los escenarios de agitación nacional e internacional. Ejemplo de esto fue la Tercera Exposición Agrícola, Industrial y Ganadera celebrada en Talca a pocos días de lanzada la “guerra contra el comunismo”, la cual contó con la asistencia de Gabriel González Videla. Durante la inauguración, el presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura, Máximo Valdés Fontecilla, celebró las medidas adoptadas por el gobierno, agregando: Confiamos en que el Excmo. señor González Videla mantendrá y proseguirá firmemente la obra iniciada, seguro de que la tarea de limpieza contra los malos elementos que perturban el quehacer normal del país, es tarea de defensa y salvación nacional. Para ella, todos los chilenos dignos de este nombre estamos de pie, a su lado. 115 Pruebas de esta atención frente a la “acción comunizante” en los campos fueron, además, las múltiples denuncias que llegaron hasta el Ministerio del Interior, tanto de patrones de fundo como de representantes y autoridades políticas de las zonas rurales, en las que se advertía sobre intentos de sindicalización campesina y sabotaje en contra de las máquinas agrícolas, entre otras actividades que afectaban lo que se esperaba fuera el tranquilo y armonioso trabajo del campo 116. Así, por ejemplo, el alcalde de Lampa informó al intendente de Santiago que en su comuna actuaban “agitadores profesionales comunistas”, identificados como Luis Guardia, Juan Leandro Jiménez, Vitalicio Jiménez y Tomás González, quienes habrían sido rentados por el Partido Comunista para producir agitación, en los campos de esta Comuna. Además son individuos sumamente peligrosos por su actuación dentro de las fuerzas armadas, pues el campo de operaciones son los alrededores de 115 “Mejorarán moral y materialmente la situación de obreros agrícolas”, La Nación, Santiago, 25 de octubre de 1947, 5. 116 Oficio confidencial 20-1, enviado por el Ministerio del Interior al director general de Investigaciones, Santiago, 13 de febrero de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 55 Batuco, o sea que están en contacto con los Polvorines de Batuco, recinto militar de gran importancia. 117 En concordancia con esta advertencia, el “plan sedicioso” del comunismo chileno dado a conocer por el gobierno a mediados de abril de 1948 indicaba que entre las estrategias del PCCh para intensificar el sabotaje en el país, se incluía tanto la infiltración de las Fuerzas Armadas como el levantamiento de los campos. Esto último con el propósito de que en fundos y haciendas dominaran los campesinos, quienes después se unirían a apoyar los movimientos en las ciudades 118. Inspirado en esta premisa el ministro de Tierras y Colonización, Fidel Estay Cortés, solicitó a la Dirección General de Investigaciones un informe con los antecedentes de los funcionarios que estaban a su cargo con el propósito de eliminar del servicio a aquellos que estaban “comprometidos en actividades sediciosas de carácter comunista” 119. Esto debido a las denuncias de “propaganda extremista” realizada por personal de esa repartición principalmente en las localidades del sur 120. La imagen que se achacaba a los comunistas de agitadores profesionales que viajaban desde la ciudad a interrumpir la “tranquilidad” de los campos, se anclaba en el esfuerzo constante de los trabajadores industriales y del carbón por que estallara el conflicto en las zonas rurales. En este contexto, el Partido Comunista fue uno de los muchos grupos que por décadas apoyaron la organización y la politización del campo. Tal era la importancia de este asunto, que los comunistas movilizaron parte de los recursos institucionales que obtuvieron de su participación en el gobierno, para promover la sindicalización campesina y las manifestaciones por aumentos salariales y mejores condiciones laborales. Lo anterior se expresó con fuerza entre pequeños agricultores y campesinos de las comunas rurales de Santiago, Talca, Curicó y Linares en donde se realizaban concentraciones de campesinos, paralización de faenas y declaración de huelgas ilegales sobre todo en verano, que correspondía a temporada de cosechas. En éstas era común que participaran importantes figuras del comunismo como Elías Lafferte, Carlos 117 Oficio confidencial 130-12, enviado por Inmanuel Holger al ministro de Defensa Nacional, Santiago, 30 de febrero de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 118 “El gobierno reveló nuevos detalles del plan sedicioso preparado por el Partido Comunista”, El Mercurio, Santiago, 14 de abril de 1948, 21. 119 “Informe sobre el personal comunista”, El Mercurio, Santiago, 4 de abril de 1948, 25. 120 Idem. 56 Rosales y César Godoy Urrutia, aumentando las críticas de quienes acusaban la actitud desquiciadora del comunismo en nuestro país 121. Las acusaciones se intensificaban en el caso del campo, debido a que en ese periodo aún pesaba sobre los campesinos una visión de ingenuidad y vulnerabilidad frente a la capacidad seductora del comunismo. Ésta tenía un equivalente en los jóvenes, niños y todos aquellos sobre los cuales se creía “que no tienen un criterio político formado”, siendo muy fáciles de “adoctrinar para cualquiera ideología” 122. Para contrarrestar los efectos de la propaganda comunista sobre estos grupos, el gobierno no sólo centró su atención sobre las organizaciones de campesinos y trabajadores industriales, sino que también en aquellas instituciones que sin fines políticos convocaban a vecinos, apoderados y jóvenes, especialmente en los pueblos y ciudades pequeñas del país. En este sentido, un caso relevante para el gobierno fue desbaratar una “célula comunista” que supuestamente operaba en el Club Deportivo Peumo. Éste fue investigado por un funcionario del Ministerio del Interior que en su informe del 16 de diciembre de 1947 señalaba que a través del Club sus dirigentes buscaban conquistar nuevos adeptos a sus ideas, especialmente entre los jóvenes. Asimismo, los comunistas utilizaban la investidura del sacerdote y presidente titular del Club, presbítero Daniel Iturriaga, para disimular sus fines políticos. Lo anterior no le extrañaba al funcionario pues Un pequeño conocimiento de los métodos de penetración del Comunismo, nos enseña cómo los marxistas se sirven de personas pertenecientes a otras tiendas 121 La movilización en el campo fue especialmente potente durante los primeros años del gobierno de Gabriel González Videla, cuando los trabajadores urbanos, sobre todo los de la zona del carbón -gracias a un alto grado de organización partidaria y de combatividad- se transformaron en una importante base de apoyo para concretar una agenda más radical en las áreas rurales, con las que la mayoría de los mineros se encontraban ligados familiar y afectivamente. Una expresión de la intensificación del conflicto social en el campo fue el aumento de las demandas laborales, las cuales crecieron de un 24% en 1946 a un 31% en 1947. Si bien éstas continuaban siendo menores en relación a las realizadas en otras áreas de la economía, los grandes propietarios rurales respondieron tanto con despidos masivos y violencia como también estableciendo alianzas políticas con conservadores, liberales y parte de los radicales, quienes estaban dispuestos a defender la estructura tradicional del campo. En consecuencia, no sólo Miguel Concha debió abandonar su cartera, sino que también se tomaron medidas para acabar con la agitación en los campos, destacándose entre los mecanismos institucionales una ley que obstaculizó la sindicalización campesina en 1947 -al límite de prácticamente impedirla- y la “guerra contra el comunismo” declarada en 1948. De esta manera, las demandas laborales comenzaron a disminuir en 1948 hasta prácticamente desaparecer en 1949. Brian Loveman, Struggle in the Countryside. Politics and Rural Labor in Chile: 1919-1973, Bloomington, Indiana University Press, 1976, 130. 122 Oficio confidencial 156-3, enviado por el Ministerio del Interior al ministro de Justicia, Santiago, 5 de febrero de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693, 1. 57 políticas o sin color partidista, para ocultar o facilitar su propia labor de proselitismo. 123 En consecuencia, se solicitaba que la personalidad jurídica del Club Deportivo Peumo fuera cancelada dadas las “actividades comunizantes” que en éste se realizaban. Eso sí, advertía el funcionario a cargo de la investigación que dicha operación se debía realizar con cuidado para que sus dirigentes “no se erijan poco menos que mártires políticos, es sabido cuanto influyen en la juventud las doctrinas partidistas que cuentan con mártires en su historia.” 124 Finalmente, si bien al Club no se le quitó la personalidad jurídica, a los comunistas más destacados que pertenecían a éste se les aplicó la Ley de Facultades Extraordinarias, siendo trasladados a diversas localidades del país. 125 El caso del Club Deportivo Peumo ilustra una convicción que se asentaba al interior del gobierno, según la cual si bien se había logrado “abolir el terror de la presión comunista” 126 en las zonas mineras gracias a la aplicación de las Facultades Extraordinarias, se advertía que los militantes del PCCh habían optado por una nueva estrategia para propiciar la subversión desde otros espacios. Así lo manifestaba el ministro del Interior ante el Congreso: Yo comprendo, Honorable Cámara, y también lo comprende todo el país, que estos elementos, a quienes se les ha privado de mantener a las clases trabajadoras bajo el imperio de su acción subyugante, al ser frustradas sus maquinaciones, redoblen ahora sus ataques y den rienda suelta a su desahogo, que exterioricen, bajo toda forma de manifestaciones, en panfletos incendiarios, que reparten profusamente en la fábrica, en la escuela, en la Universidad, procurando reavivar sus huestes deshechas, para lanzarlas en un último esfuerzo contra el Gobierno constituído, que ha sabido ser el baluarte contra el cual se embotan todos sus empujes deleznables. 127 4. La “guerra” se intensifica: la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Como demuestra este oficio del Ministerio del Interior, a pesar del optimismo que mostraba públicamente el gobierno a fines de 1947 y de la aplicación conjunta de las 123 Ibid, 1-2. Idem. 125 Oficio confidencial 156-3, enviado por Héctor Grez al ministro de Justicia, Santiago, 13 de abril de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 126 Cámara de Diputados, sesión 13ª extraordinaria, 4 de noviembre de 1947, 567. 127 Idem. 124 58 Facultades Extraordinarias y de las Zonas de Emergencia, el comunismo se mantenía aún vigente al comenzar el año siguiente. En este contexto, el 19 de marzo de 1948 el presidente Gabriel González Videla lanzó en la medialuna de Parral su declaración más violenta en contra del comunismo hasta ese momento. En medio de los carteles de la Cruz Roja que lo honraban por su acción en contra del comunismo y en defensa del territorio nacional, indicó que “el comunismo se parece al piojo del exantemático, porque cuando está pronto a morir es cuando pica más” 128. Por este motivo y con la excusa de conjurar su poder sobre los sindicatos, los campos, la administración pública, la enseñanza y en la vida nacional en general, el gobierno de Gabriel González Videla desarrolló un tercer dispositivo de represión: la ilegalización del Partido Comunista. En esta tarea, el director del Registro Electoral formuló un proyecto de ley en el que no sólo se cancelaba la ciudadanía a los comunistas, sino que además se establecía censura sobre la prensa y se restringían los derechos de sindicatos y trabajadores. Todo con el propósito de eliminar permanentemente cualquier acción disruptiva de la vida nacional. Esta iniciativa se concretó en la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, la que contó con la adhesión unánime del Partido Liberal y mayoritaria de los partidos Radical, Conservador y Socialista, al interior de cuyas filas se experimentaron importantes fracturas. Como respuesta a estos, el 20 de abril de 1948 se formó el Frente Nacional Democrático que incluía a los partidos Comunista y Socialista Unificado 129 y al Movimiento Social Laborista 130. Un día después Gabriel González Videla envió un mensaje a la Cámara de Diputados apelando al patriotismo y la chilenidad de los congresistas para aprobar un proyecto que modificaba la Ley Nº 6.026 sobre Seguridad Interior del Estado – que durante la campaña presidencial había prometido derogar- y que prohibía “por ser 128 “Sus más violentos ataques al comunismo lanzó S.E. en su discurso de Parral”, El Diario Ilustrado, Santiago, 20 de marzo de 1948, 1. 129 El Partido Socialista Unificado (PSU) se formó el año 1931 de la fusión del Partido Socialista Revolucionario y el Partido Socialista Internacional. El año 1933 se unió a otras fuerzas socialistas dando origen al Partido Socialista de Chile. No obstante ello, algunos de sus seguidores lo reeditaron en las décadas siguientes. Para leer su declaración de principios consultar Partido Socialista Unificado. Declaración de principios, estatutos y reglamentos, tesis política, tesis sindical e himno del partido. Aprobados en el Congreso Constituyente realizado en Santiago, del 1.o al 4 de junio de 1947. Santiago, Talleres Gráficos “La Nación S.A”, 1947. http://historiapolitica.bcn.cl/partidos_politicos/wiki/Partido_Socialista_Unificado (15 de mayo de 2013). 130 El Siglo, Santiago, 21 de abril de 1948, 1. 59 contraria a la soberanía y a las bases fundamentales de la organización política y jurídica de la República”, la existencia de toda entidad, asociación, movimiento, partido o facción que inspire u oriente sus actividades, propaganda y finalidades, encubiertas o no, en una potencia extranjera u obedezca a ella, como lo es el Partido Comunista Stalinista y sus asociaciones y organismos filiales 131. En el debate público sobre la eliminación del PCCh fue evidente la existencia de diversos anticomunismos que se enfrentaban y dialogaban en nuestro país desde la década de 1930. Si bien estos compartían el rechazo al comunismo como una característica crucial de su identidad política, poseían diferencias importantes con respecto al diagnóstico del porqué el comunismo tenía tanta fuerza en Chile y mediante qué estrategias había que enfrentarlo. De esta forma, hubo quienes consideraron a esta tarea como una cruzada, otros como un combate y algunos como un saneamiento. Mirado desde los partidos políticos con mayor respaldo durante la época, mientras los conservadores socialcristianos y los falangistas proponían erradicar al comunismo a través de la justicia social, los conservadores tradicionalistas defendían la necesidad de reprimirlo física y jurídicamente. Paralelamente a la defensa de la fe católica como fuerza capaz de “salvar” al mundo del comunismo que encabezaron dichos sectores políticos, el liberalismo dio rienda suelta a un anticomunismo laico que exaltó las libertades individuales y públicas en contraste con el “totalitarismo soviético”. No obstante, para garantizar la existencia de tales libertades, según el Partido Liberal, era necesario imponer controles autoritarios a las prácticas públicas y privadas ligadas al comunismo. Otra versión laica del anticomunismo, pero de izquierda, la levantaron algunos miembros del socialismo que apoyaron al proyecto. Estos mostraron especial interés en erradicar al PCCh de los sindicatos, donde sostenían que el comunismo traicionaba a la clase trabajadora y mancillaba a la doctrina marxista en pos de los intereses de la Unión Soviética. Desde el centro, el anticomunismo laico de vastos sectores del radicalismo enfocó su argumentación en la necesidad de defender la democracia y el orden social a través del fortalecimiento del republicanismo y 131 Gabriel González Videla, mensaje enviado a la Cámara de Diputados, op. cit., 7. 60 de la nación chilena 132. En términos generales, los argumentos de quienes se opusieron al proyecto de Ley de Defensa Permanente de la Democracia tuvieron mayor diversidad que los a favor de éste debido a que entre quienes rechazaron el proyecto no se encontraban sólo comunistas, sino que también profundos anticomunistas 133. En el caso de estos últimos, defendían que declarar ilegales a los comunistas sería condenarlos a la clandestinidad y promover su victimización lo que, a la larga, conduciría a mayores riesgos. Asimismo, advirtieron sobre las consecuencias morales que pudiese acarrear, esto es, un clima de soplonaje, la creación de dos repúblicas y de una población de parias. Mientras tanto, los comunistas adujeron un complot mundial encabezado por Estados Unidos para establecer su imperialismo y despojar a las naciones de las únicas fuerzas capaces de luchar contra su régimen de explotación, a saber, el pueblo y -su expresión- los comunistas. Tanto los anticomunistas como los comunistas que votaron contra la ley compartieron el carácter inconstitucional del proyecto y el oportunismo que tras él se escondía. En este sentido, las alusiones a motivaciones electorales fueron frecuentes. Al mismo tiempo, rechazaron lo que consideraban que establecería un estado policial y totalitario que las haría de Iglesia al determinar qué era ortodoxo y qué no, de modo que era una ley imprecisa y general que si bien proscribiría a los comunistas en dicha ocasión, después podría ocuparse en contra de otros sectores políticos. Por último, criticaban que en el intento de proscribir a los comunistas se pretendía también destrozar el régimen sindical, lo que representaría un retroceso para las conquistas sociales y la democratización 134. Por otra parte, las argumentaciones a favor de la Ley de Defensa Permanente de la 132 Para ahondar en las distintas categorías del anticomunismo en el sistema político chileno consultar el capítulo “Definición, matrices y contenidos del anticomunismo” de Casals, op. cit., 22-58. 133 El carácter controversial de esta ley no sólo se manifestó en la heterogeneidad con que los anticomunismos se enfrentaron al PCCh, sino que también al interior de los mismos partidos. Esto último se refleja en las fisuras partidarias que dejaron en evidencia la discusión de la “Ley Maldita”, detectándose las siguientes discrepancias: en el Partido Conservador Horacio Cruz-Coke y Rodrigo García versus Héctor Rodríguez de Sotta y Francisco Bulnes; en los radicales entre Rudecindo Ortega y Gustavo Jirón versus Humberto Álvarez; en el radicalismo democrático, Florencio Durán versus Alfredo Duhalde; y, por último, en el socialismo Salvador Allende, Carlos Alberto Martínez y Marmaduke Grove (que votaron a favor) versus el bando encabezado por Eliodoro Domínguez. 134 Este último punto es clave en la discusión de la LDPD. De hecho, fue tan polémico que el Ejecutivo se vio empujado a introducir ciertas observaciones al proyecto general con el objeto de aplacar las críticas. Incluso algunos de los diputados y senadores que votaron a favor de la ley tuvieron reparos debido a sus posibles consecuencias sindicales. Y esto no era menor, si tomamos en cuenta que la sindicalización se veía como un espacio de democratización en el país que era disputado no sólo por los sectores de izquierda – comunistas o socialistas-, sino que también por los conservadores. 61 Democracia tomaron como motivo central la falta de autonomía del PCCh respecto a los lineamientos de la Rusia Stalinista, utilizando los sindicatos, medios de publicidad y prensa como instrumentos de propaganda para instaurar en Chile un régimen totalitario. Por dichas razones, los comunistas no merecían estar en la legalidad, pues eran traidores de la patria, “malos chilenos” que boicoteaban los sectores productivos para desolar a Chile. Frente a estas acusaciones, principalmente a la que los sindicaba como traidores por formar parte de un movimiento global, los comunistas defendieron que sostener el carácter internacional del comunismo era una hipocresía porque “vivimos en el plano de lo internacional. Chile no está en la luna, ni en el planeta Marte; está en el planeta Tierra” 135. Además, defendieron su carácter de partido nacional señalando que al PCCh: Lo fundaron obreros chilenos y siempre han militado en él los mejores hijos de la clase obrera. Recogimos la bandera de la Patria y de la justicia, levantada por O’Higgins en 1810. Nuestras ideas germinaron en Chile, en la conciencia de los trabajadores, a medida que fue surgiendo el proletariado, y el hecho de que el comunismo sea una ideología universal no le resta carácter nacional a nuestro Partido. Al contrario, lo hace fiel a la tradición de todos los hombres preclaros de nuestra tierra, los que en beneficio de Chile recogieron siempre el pensamiento avanzado que a su hora surgía en toda la Humanidad. 136 Más allá de los matices entre el anticomunismo católico, liberal o de izquierda –o cada uno de los que se encuentran incluso al interior de los mismos partidos-, lo que los atravesó de forma transversal fue su carácter nacionalista 137. Éste tuvo su origen en el rechazo a las posiciones internacionalistas de los comunistas, según el precepto de que la solidaridad internacional de los trabajadores, desnacionalizaba, operaba como elemento disociador, toda vez que no había más patria que la Unión Soviética que buscaba imponer un orden mundial basado en la fraternidad universal y la dictadura del proletariado. De ahí que la lealtad nacional fuera incompatible con la del comunismo internacional, es decir, no fueran identidades que se superpusieran. Todo ello posible bajo una concepción organicista y esencialista de la nación. 135 Guillermo Guevara, Senado, sesión 12ª, legislatura ordinaria, 17 de junio de 1948, 679. Ricardo Fonseca, Cámara de Diputados, sesión 5ª, legislatura extraordinaria, 11 de mayo de 1948, 164. Sobre la relación entre comunismo y nacionalismo consultar Rolando Álvarez, “‘Viva la revolución y la patria’. Partido Comunista de Chile y nacionalismo (1921 – 1926)”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades 7-2, Santiago, Universidad de Santiago de Chile, 2003. 137 Patto Sá Motta, op. cit., 30. 136 62 Finalmente, tras la introducción, discusión en la Cámara de Diputados y el Senado, y la aprobación de ciertas observaciones, el 1° de septiembre de 1948 fue aprobada la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Dos días después fue publicada como Ley de la República en el Diario Oficial con el número 8.987. La sesión acabó a las 6:10 de la tarde mientras el senador comunista Salvador Ocampo lanzaba el último grito: “¡Qué se mande la guillotina, de una vez por todas, a La Moneda! ¡Este es un día de duelo para el País y para la democracia!” 138 5. Las implicancias de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Con la promulgación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia el 3 de septiembre de 1948, se concretaba el tercer instrumento utilizado durante la “guerra contra el comunismo”. Mediante ésta se modificaron simultáneamente cuatro leyes fundamentales: la Ley de Seguridad Interior del Estado, el decreto-ley de Abusos de Publicidad, la Ley General de Municipalidades, el Código del Trabajo y la Ley General de Elecciones. Lo anterior aumentaba las críticas de quienes se opusieron al proyecto, los cuales aducían que introducir cambios a legislaciones vigentes sin realizar una reforma constitucional, demostraba la incapacidad del gobierno para alcanzar el quórum mínimo para respaldar la represión política, jurídica y pública del comunismo tal y como se estaba llevando a cabo. En su conjunto tales transformaciones daban lugar a una de las legislaciones anticomunistas más draconianas de América 139, actualizando tradiciones autoritarias que en nuestro país estaban presentes desde la formación de la República. Lo anterior resultaba evidente dados los alcances de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, mediante la cual se aumentaron las consecuencias punitivas de la Ley de Seguridad Interior del Estado, de manera que aquellas faltas o delitos que antes eran considerados comunes, a partir de entonces fueron juzgados como crímenes de Estado. Esto incluyó multas, penas de presidio, reclusión y relegación o extrañamiento menores en su grado máximo a quienes fueran declarados culpables de: inducir a miembros de las Fuerzas Armadas y policiales a desacatar a sus superiores o a los poderes de la República; incitar la rebelión en contra de 138 139 Salvador Ocampo, Senado, sesión 42ª, legislatura ordinaria, 1° de septiembre de 1948, 1.888. Pavilack, op. cit., 301. 63 las instituciones y el gobierno; propagar doctrinas y mantener relaciones con personas o asociaciones extranjeras que tendieran a la destrucción del orden social y de la organización político-jurídica de la nación; difundir noticias en el exterior para perturbar tanto el orden constitucional y legal del país como la estabilidad de su régimen económico; celebrar reuniones con el fin de derribar el gobierno, conspirar contra el Estado o planear el sabotaje de la producción; y ayudar a financiar las actividades antes mencionadas y facilitar lugares para concertar actos en contra de la seguridad del Estado. También serían castigados con las mismas penas quienes ultrajaran públicamente el nombre, la bandera o el escudo de Chile; injuriaran al Presidente y a sus ministros; atentaran contra las instalaciones públicas o privadas; fabricaran, importaran o facilitaran clandestinamente armamento (municiones, gases lacrimógenos, proyectiles, etc.); y participaran en la organización de huelgas y paros que afectaran los servicios de utilidad pública e industrias vitales 140. Junto con lo anterior se especificaron nuevas circunstancias en las que se castigaría la difusión de ideas comunistas a través de la prensa escrita, radial y otros medios de comunicación como afiches, altoparlantes, caricaturas, ilustraciones murales, películas, etc. En este ámbito, responsables de cualquier infracción a la ley no sólo serían los directores de medios, sino que también los propietarios y todos aquellos que participaran de la organización de la empresa 141. Tales restricciones fueron consideradas por algunos sectores de la opinión pública, incluyendo grupos anticomunistas, como una afrenta a la libertad de expresión y de pensamiento en nuestro país 142. Otro aspecto clave de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia que generó discordia fueron las modificaciones que mediante ésta se le impusieron al Código del Trabajo. A partir de entonces se prohibió que pertenecieran a los sindicatos tanto personas detenidas o condenadas por atentar contra la seguridad del Estado como aquellas que 140 Ley de Defensa Permanente de la Democracia, Santiago, Talleres Gráficos La Nación S.A., 1948, 5-10. http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0023011.pdf (27 de febrero de 2013). 141 Ibid, 10-16. 142 Uno de los medios de la prensa escrita que más batalló en contra de esta dimensión de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia fue la revista de sátira política Topaze. Si bien ésta apoyaba medidas excepcionales para reprimir al comunismo, consideraba que la LDPD era un proyecto “antidemocrático” pues acabaría con “una de las conquistas más preciadas de nuestro tiempo: la libertad de prensa”. De esta manera, los diarios y revistas se convertirían en “meros boletines que divulguen los boletines de prensa de los poderes públicos, impidiendo la interpretación, comentario o la crítica a las medidas de interés colectivo y las relaciones con las personas”. “Punto final al humorismo”, Topaze, Año XVI, Nº 818, Santiago, 28 de mayo de 1948, 3. 64 hubieran sido excluidas de los registros electorales o municipales 143. A lo anterior se incluían, obviamente, los militantes del Partido Comunista. Tampoco podrían sindicalizarse los empleados u obreros que trabajaran en servicios del Estado, municipalidades o a empresas fiscales 144. Además, se establecieron mecanismos de control a la contabilidad, administración y/o inversión de los fondos sindicales a través de la Dirección General del Trabajo, pudiendo ésta incluso intervenir los directorios en resguardo de los intereses nacionales 145. Junto con las trabas puestas a la sindicalización, se agregaron nuevas normas al derecho a huelga, estableciéndose severas sanciones que incluían el extrañamiento y el despido inmediato a quienes incitaran o llevaran a cabo sabotaje, paralización, huelgas o suspensión de labores, sobre todo en las industrias vitales 146. Asimismo, se explicitó que no podían declararse en huelga los funcionarios, empleados y obreros fiscales, semifiscales y municipales, tampoco lo podrían hacer quienes formaran parte de instituciones particulares a cargo de servicios de utilidad pública. Incluso se hizo una advertencia especial a aquellos funcionarios dependientes del Estado que no cumplieran con las leyes, reglamentos o instrucciones del gobierno, incitándose además a aquellos que pertenecían al PCCh a cesar sus actividades en instituciones y servicios fiscales, municipales y semifiscales, una vez publicada la LDPD en el Diario Oficial. Si a esta situación sumamos el estrés psicológico, el acoso laboral, el aislamiento y la separación de sus comunidades que experimentaron miles de obreros y empleados, podremos dimensionar la vulnerabilidad en que quedaron los trabajadores, las organizaciones sindicales y el derecho a huelga en nuestro país producto de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Por tal motivo, ésta fue una dimensión sumamente sensible para la izquierda chilena, los socialcristianos y para algunos sectores del radicalismo, ya que se consideraba que bajo la bandera del anticomunismo se instalaría un peligroso antecedente para el desarrollo del movimiento obrero y de la democracia chilena 147. Al mismo tiempo, para muchos trabajadores de nuestro país era evidente la 143 Ley de Defensa Permanente de la Democracia, op. cit., 27. Ibid, 30. Ibid, 32. 146 Ibid, 8-9. 147 En esta línea, por ejemplo, se refirió la Acción Sindical Chilena (ASICH), creada por el sacerdote jesuita Alberto Hurtado. En su primer manifiesto esta organización postulaba que la LDPD representaba un atentado en contra de las conquistas sociales ya que en “hecho insólito” intentaba “la destrucción de la organización sindical mediante una serie de preceptos que, lejos de contribuir a la defensa de la democracia, ponen en 144 145 65 contradicción del último gobierno radical, que interrumpía abruptamente una tendencia en la política nacional caracterizada por mayor inclusión y democracia 148. El debate en torno a este aspecto fue tan enconado que incluso el presidente Gabriel González Videla incrementó sus encuentros con organizaciones de trabajadores en los cuales aclaraba constantemente que lo que se buscaba erradicar mediante la LDPD era el “totalitarismo rojo” en los sindicatos y no a las fuerzas democráticas que luchaban por la justicia y la democracia 149. Para darle mayor verosimilitud a su discurso se dejó acompañar por Bernardo Ibáñez, líder de la Confederación de Trabajadores de Chile que dio su respaldo absoluto a la legislación anticomunista 150. Más allá de las dimensiones anteriormente descritas, un aspecto central de la llamada “Ley Maldita” fue la cancelación de los registros electorales de los partidos Comunista y Progresista Nacional y la eliminación de aquellos ciudadanos inscritos que militaban y/o apoyaban al comunismo. Este aspecto de la LDPD fue sumamente cuestionado, al punto de reclamarse que era inconstitucional. Además, se advirtió, la realización de un fenómeno sin precedentes en Occidente: que una ley le entregara toda la responsabilidad al director del Registro Electoral de cancelar las inscripciones de los miembros del Partido Comunista en un plazo de 100 días, contados a partir de la promulgación de la LDPD. Siguiendo este mandato, al día siguiente de la publicación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia el director del Registro Electoral canceló la inscripción de los partidos Comunista de Chile y Progresista Nacional. Acto seguido, ordenó que los militantes grave peligro su estabilidad”. Asimismo, la ASICH prevenía sobre las consecuencias que derivarían del “injusto y suicida propósito de menoscabar el derecho sindical de los trabajadores”, constituyendo una “incitación peligrosa al empleo de la violencia y otras armas ilegales en los conflictos del trabajo”. “Acción Sindical Chilena”, Política y Espíritu, Año III, N° 33, junio de 1948, 154-158. 148 Pavilack, op. cit., 309. 149 Esta misma preocupación había estado presente desde el comienzo de la “guerra contra el comunismo”. De ahí que en un discurso pronunciado por Gabriel González Videla en una concentración obrera en el Teatro Caupolicán el 1° de febrero de 1948 le asegurara a los “Trabajadores de Chile” que las medidas adoptadas por el gobierno estaban encaminadas a “mantener el orden público y salvar a los propios trabajadores comunistas de la masacre a que los querían lanzar sus dirigentes. Porque, oídlo bien trabajadores, esta acción fuerte, enérgica y mantenida por mi Gobierno, no significa, compañeros, una campaña de persecución contra la clase obrera. No. […] Yo he dicho, y ahora lo repito, que nada ni nadie me separará de las clases trabajadoras. […] Reitero, pues, en forma solemne, clara y definida, que es el propósito de mi Gobierno –que es mi propósito como Jefe de Estado- no retroceder un milímetro en los derechos y en las conquistas auténticas conseguidas por el pueblo de Chile.” Gabriel González Videla, “Comunismo y Patria”, Occidente. Revista Mensual de Información y Cultura, Año V, N° 33, Santiago, febrero-marzo de 1948, 3-11. 150 La corriente socialista, principalmente aquella liderada por Bernardo Ibáñez, combatió al comunismo señalando que éste mediante su doctrina y concreción histórica había traicionado los principios democratizados y humanistas del socialismo, lo que se tradujo en un fuerte antisovietismo. 66 comunistas que ejercían como consejeros o directores de empresas fiscales o semifiscales cesaran en sus labores. Asimismo, comunicó a los organismos del Estado despedir a aquellos funcionarios que pertenecieran al PCCh. Y, por último, requisó al diario El Siglo, el que anteriormente ya había experimentado una fuerte censura. A pesar de lo ardua que parecía la tarea de identificar o al menos intentar alcanzar a los 91.204 electores que habían respaldado al Partido Comunista en las elecciones de regidores de 1947, el gobierno confiaba en poder realizarla con éxito. Dicha esperanza se sustentaba en la documentación que a lo largo de años se había acumulado en los diversos ministerios, principalmente en los de Interior, del Trabajo, de Agricultura, de Educación y de Defensa, hasta los cuales habían llegado denuncias de alcaldes, gobernadores, intendentes, directores de colegios, hacendados y empresarios -entre otros- que acusaban el comportamiento del comunismo. A estos antecedentes se sumaban, además, las labores de individuación realizadas por la Policía de Investigaciones, Carabineros y las Fuerzas Armadas a partir de la aplicación de las Zonas de Emergencia y las Facultades Extraordinarias. Por último, secundando el trabajo de estos organismos de seguridad, el gobierno esperaba contar con el respaldo de los funcionarios de la Administración Pública distribuida a lo largo y ancho del territorio nacional. Para elaborar las nóminas de ciudadanos que debían ser excluidos de los registros electorales la Ley de Defensa Permanente de la Democracia presumió que pertenecían al Partido Comunista todas aquellas personas que se habían desempeñado como diputados, senadores, regidores o alcaldes en representación del PCCh; las que formaban parte de los organismos dirigentes nacionales, regionales, locales y de cada célula de dicho partido; las que sin haber sido miembros de otros partidos habían figurado como candidatos en las declaraciones de candidaturas para parlamentarios o regidores hechas por el Partido Comunista o por el Partido Progresista Nacional, lo mismo era válido para quienes se hubieran desempeñado como apoderados de dichos partidos en las últimas elecciones de regidores, parlamentarios y presidente; y, finalmente, las que habían desempeñado los cargos de ministro de Estado, intendente, subdelegado o inspector de distrito también en representación del Partido Comunista 151. Una vez levantadas las listas, los nombres de los afectados serían comunicados a los conservadores de bienes raíces quienes debían proceder 151 Ley de Defensa Permanente de la Democracia, op. cit., 57-58. 67 a cancelar los registros de los electores a su cargo y publicar los listados dispuestos por orden alfabético en los principales periódicos de los departamentos o provincias correspondientes y en el Diario Oficial. Pasado esto, existía un plazo de diez días para que los afectados realizasen sus reclamaciones al Tribunal Calificador de Elecciones. A partir de esta fórmula, en la primera lista realizada por el Registro Electoral se contaban 40.687 ciudadanos eliminados, a los que se les sumaban 3.768 funcionarios públicos denunciados por el Ministerio del Interior, generando un total 44.455 personas afectadas por la LDPD. De éstas, se tenía información poco fidedigna y objetable en 16.101 casos. Y es que debido a la vaguedad de criterios con que se confeccionaron las nóminas de comunistas, no fue sorprendente durante la época que la represión no sólo afectara a quienes asumían públicamente su militancia, sino que se cancelaran además las inscripciones de socialistas, democráticos y radicales que habían apoyado candidaturas comunistas o que habían trabajado conjuntamente con ellos en diversas instancias políticas. En gran parte, lo anterior condujo a que cuando se cumplieron los 100 días de la promulgación de la LDPD se eliminara a 26.498 hombres y 1.856 mujeres, es decir, a 28.354 electores. Esta cifra disminuirá nuevamente debido a que tal como establecía la ley, 30 días después de las elecciones parlamentarias celebradas en marzo de 1949, se acogieron los reclamos de 1.704 ciudadanos, cuyas inscripciones fueron restablecidas por considerarse poco convincentes las evidencias presentadas en su contra. En consecuencia, 26.650 fueron los ciudadanos cuyas inscripciones se vieron canceladas a raíz de la llamada “Ley Maldita” 152, alcanzando a afectar prácticamente a un cuarto del electorado comunista 153. En este sentido, la aplicación de la principal arma contra el comunismo recibió fuertes críticas y cuestionamientos tanto en su rigurosidad para llevar a cabo la represión del comunismo como en su eficacia para acabar con éste. 6. La “guerra” en las reparticiones públicas. Una de las razones que explican la baja efectividad que tuvo la Ley de Defensa Permanente de la Democracia fue el débil respaldo que su aplicación recibió entre los 152 153 Pavilack, op. cit., 311. Huneeus, op. cit., 15. 68 funcionarios del Estado repartidos por el territorio chileno. Lo anterior es claro si se considera que, tal como ha demostrado Carlos Huneeus, el mayor porcentaje de ciudadanos eliminados se obtuvo justamente en las comunas mineras en donde la protesta laboral había sido más intensa, y, en consecuencia, donde la identificación de los comunistas había recaído principalmente en la labor que los militares en compañía de la Policía de Investigaciones habían realizado sistemáticamente desde el comienzo de la “guerra contra el comunismo” 154. La insistencia por “limpiar” la Administración Pública empezó a tomar fuerza a medida que se fueron controlando los movimientos en la zona del “oro negro”. Ya en febrero de 1948, Gabriel González Videla advertía que “con la misma energía y urgencia con que me apoderé del carbón, con la misma rapidez con que corté todo vínculo con el Soviet y sus satélites, con la misma energía y urgencia depuraré la Administración Pública de todos los traidores incrustados en ella” 155. Ese mismo mes, además, interpelaba a quienes militaban en el PCCh a dejar de estar engañados y renunciar al partido, “Que lo hagan ahora. Después será demasiado tarde. Que después no vengan las madres y esposas a implorarme a La Moneda. Para el PC en Chile no habrá piedad, como no hay piedad para la democracia en los países dominados por Rusia” 156. Así, tanto mediática como internamente -con anterioridad a la aprobación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia- los funcionarios del Estado habían sido convocados a formar parte de la lucha contra el comunismo y, por lo tanto, a estar atentos no sólo a los compañeros de oficinas que pudiesen ser catalogados de comunistas sino que también a todas aquellas personas, organizaciones e instituciones cuya acción podía ser caracterizada de “desquiciadora”. En este sentido, los funcionarios públicos fueron homologados a una suerte de soldados que desde sus trincheras, ubicadas hasta en los rincones más apartados del país, debían protagonizar el combate contra el comunismo internacional. Ya fuera en Punta Arenas, Chiloé, Valdivia, Rancagua, Santiago, Ovalle o Arica, lo importante era que el Estado dispusiera de todos sus recursos para dar su batalla en nombre de la “salvación nacional”. Y es que una vez aprobada la Ley de Defensa 154 Ibid, 261. Gabriel González Videla, “Comunismo y Patria”, op. cit., 3-11. 156 Gabriel González Videla citado en Hernández Parker, “Antes de partir, GGV fue hacia el PS de Ibáñez; busca el III Frente”, Ercilla, Santiago, 3 de febrero de 1948, 4. 155 69 Permanente de la Democracia, el gobierno fue especialmente cuidadoso en que no se perdiera la eficacia de este nuevo instrumento legal, que se esperaba robusteciera las facultades que la Ley de Seguridad Interior del Estado otorgaba a los poderes públicos. Para ello se debía coordinar una arremetida que impidiera que “quienes procuran atentar contra el orden” burlaran la aplicación de la LDPD 157. En la organización de esta embestida fue crucial la experiencia que el gobierno de Gabriel González Videla había tenido durante la aplicación sucesiva de las Facultades Extraordinarias desde que fue anunciada la “guerra contra el comunismo” 158. Según su diagnóstico, una de las principales trabas radicaba en la tramitación procesal, es decir, en la incapacidad del Estado para entregar a los tribunales las pruebas que comprobaban la penetración del comunismo 159. Con el fin de subsanarlo, no sólo se reclutaron nuevos abogados para que encabezaran los procesos, sino que por sobre todo se dirigió al interior de los organismos públicos una campaña para alentar la denuncia de aquellos funcionarios que se sospechaba eran comunistas 160. Así, a quienes trabajaban en reparticiones públicas y/o semi-públicas se les comunicó la obligatoriedad de participar en la campaña anticomunista, instruyéndoseles, además, que cada vez que un funcionario público o una autoridad policial supiera algo al respecto debía informárselo a un gobernador, quien a su vez informaría al intendente de la provincia para que éste lo denunciara ante la Corte de Apelaciones. En el caso de que fuera un delito infraganti, la autoridad policial –ya sea carabineros o investigaciones- debía efectuar las detenciones correspondientes e informar a la autoridad competente. Una vez informado el intendente debía designar a uno o más abogados para que defendieran al Estado y comunicárselo al Ministerio del Interior. En el caso de que la acusación fuera de gran magnitud se podía solicitar la cooperación de abogados fiscales y semifiscales 161. 157 Circular confidencial N° 988, enviada por el ministro del Interior Inmanuel Holger a los intendentes y gobernadores de Chile, Santiago, 7 de julio de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 158 Idem. 159 Idem. 160 Oficio confidencial N° 1305, “Partido Comunista.- La subsistencia de este Partido después de publicada la Ley 8987 importa la perpetración del delito previsto en dicha Ley de Defensa de la Democracia”, enviado por Inmanuel Holger al director general de Investigaciones, Santiago, 14 de septiembre de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12694. 161 Oficio confidencial N° 1499, enviado por Inmanuel Holger a intendentes, gobernadores, director general de Carabineros y director general de Investigaciones, Santiago, 28 de octubre de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12694, 1-2. 70 Para entonces se sostenía que si bien el PCCh había sido derrotado en los campos y en las zonas industriales mediante la aplicación de las Zonas de Emergencia y Facultades Extraordinarias, éste mantenía su influencia y acción desquiciadora en las reparticiones públicas. Por este motivo, en marzo de 1948 a los diversos servicios se les solicitaron nóminas en las que debían delatar a los funcionarios comunistas 162. A pesar de la urgencia con que éstas se encomendaron, tardaron más de lo esperado en llegar las respuestas, de modo que en un consejo de gabinete realizado el 9 de abril de 1948 el presidente Gabriel González Videla mostró su indignación frente a la “falta de cumplimiento de sus obligaciones” 163 entre los funcionarios de la Administración Pública, quienes no demostraban espíritu de “colaboración a la acción del Presidente” 164. Para tranquilizarlos en esta tarea, González Videla reiteró su compromiso de no aplicar sanciones a los funcionarios que renunciaran al Partido Comunista 165. Asimismo, insistió a sus ministros que actuaran con más energía en la “depuración” de todos los “elementos comunistas” que se encontraran en los servicios fiscales y semifiscales, puesto que representaban un peligro para el gobierno y para el país. Con este propósito, cada ministerio eliminaría mediante decretos a los funcionarios comunistas 166. Días después de este encuentro el ministro del Interior se dirigía a los jefes de servicio que estaban a su cargo, insistiéndoles que enviaran las listas de funcionarios comunistas con el propósito de “garantizar la tranquilidad y el normal desenvolvimiento de la Administración Pública, librándola de toda clase de elementos extremistas que hoy realizan una labor desquiciadora y antipatriótica.” 167 Asimismo, señalaba: Agradeceré a Ud. se sirva enviar, dentro de un plazo limitado, una nómina de los funcionarios dependientes de los Servicios de su cargo que pertenezcan al Partido Comunista. 162 Oficio confidencial N° 428/16, enviado por Héctor Grez a la Dirección General de Servicios Eléctricos y Gas, Santiago, 9 de abril de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 163 Oficio confidencial N° 314-7, enviado por Héctor Grez al ministro de Obras Públicas y Vías de Comunicación, Santiago, 9 de abril de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 164 Idem. 165 Idem. 166 “Así se acordó en Consejo de Gabinete, ayer”, El Diario Ilustrado, Santiago, 10 de marzo de 1948, 1. 167 Oficio confidencial 428/21, enviado por Héctor Grez al director general de los Servicios de Agua Potable y Alcantarillado, director general de Auxilio Social, director general de los Servicios Eléctricos y Gas y al administrador de la Empresa de Agua Potable de Santiago, Santiago, 15 de abril de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 71 Al confeccionar dicha nómina, Ud. deberá observar un criterio esencialmente objetivo, o sea, de imparcialidad absoluta al juzgar a la persona del militante o del presunto militante del Comunismo. Además Ud. se servirá oír en forma absolutamente reservada, la opinión de personas de reconocida solvencia moral que puedan dar testimonio de la veracidad de los hechos que a Ud. sirvan de fundamento para incluir en la nómina de eliminación al funcionario de que se trate. También Ud., al confeccionar aquella nómina, deberá discriminar, dejando expresa constancia de ello, acerca de la calidad de las convicciones que sustenta el funcionario, ya que en muchos casos los partidarios de la doctrina comunista no obedecen tanto a un arraigo doctrinario, sino a situaciones de oportunidad política que hacen absolutamente ineficaz el peligro de su permanencia en la Administración Pública. 168 A pesar de esta campaña al interior de las reparticiones públicas, la delación continuó siendo muy lenta y no alcanzó las dimensiones esperadas. Ya en octubre de de 1948, a un año de comenzada la “guerra contra el comunismo” y cuando la Ley de Defensa Permanente de la Democracia estaba en vigencia, el ministro del Interior Inmanuel Holger enviaba un oficio confidencial a los intendentes y a los jefes de las Zonas de Emergencia del país, en el que advertía sobre la enorme diferencia entre el número de votos alcanzado por el Partido Comunista en la elección de regidores de 1947 y el número de comunistas incluidos en las listas para ser eliminados de los registros electorales. Señalaba el Ministro: Como tal porcentaje deja de manifiesto que el número de electores incluidos en las listas de eliminación no refleja con exactitud el número de los que deban ser eliminados de los Registros, presentándose el caso de que en ciertas localidades no se ha incluido un solo nombre, en circunstancias de que en ellas los Comunistas lograron apreciable número de votos y aún obtuvieron la elección de regidores, se hace necesario practicar nuevas revisiones a fin de determinar a qué se debe esta situación. 169 De dichas revisiones debían emanar listas complementarias de eliminados. Para su elaboración sugería el ministro Holger que no se restringieran sólo a incluir a aquellos funcionarios de los que se tenían pruebas fehacientes y legales de su militancia comunista: Es cierto que la Ley de Defensa Permanente de la Democracia en su artículo 3° transitorio, establece que se presume para todos los efectos legales que 168 Idem. Oficio confidencial N° 1409, enviado por el Ministerio del Interior a los intendentes de la República y jefes de las Zonas de Emergencia, Santiago, 11 de octubre de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12694, 1. 169 72 pertenecen al Partido Comunista las personas que han desempeñado las funciones, cargos o actividades que el mismo precepto enumera, pero ésto no quiere decir que sean los únicos que son comunistas, pues hay muchos otros respecto de los cuales no existe tal presunción y son comunistas, y como tales deben ser eliminados de los Registros Electorales. Por lo tanto, en las listas referidas, deben incluirse además de aquellas personas respecto de las cuales exista la presunción legal de ser comunistas, todas aquellas que por algún medio se sepa que pertenezcan a dicho Partido, o sea Comunistas aun cuando no se tenga propiamente una presunción legal que así lo acredite. 170 De esta manera si sobre una persona había una presunción de que fuera comunista, pero a su vez existían pruebas que lo desmintieran, ésta debía ser igualmente incluida en las listas puesto que de todas formas el afectado tendría derecho a reclamar demostrando lo contrario. En lo que sí se debía tener cautela era en no incluir en las nóminas a ciudadanos de quienes se sabía fehacientemente que pertenecían a un partido “democrático”. Por cierto, esta excepción no incluía “al Comunista que con el objeto de mimetizarse o de burlar la ley se ha incorporado recientemente a uno de estos partidos no Comunistas” 171. En estas nuevas disposiciones se trasluce la desesperación de los promotores de la represión al comunismo, quienes veían cómo la “guerra” emprendida en nombre de la “salvación nacional” no provocaba el entusiasmo social necesario para lograr la efectividad que se esperaba. En la Administración Pública esta situación era aún más patente, toda vez que los funcionarios, en general, se rehusaron a denunciar a los comunistas y cuando lo hicieron entregaron datos insuficientes para llevar a cabo su eliminación de los registros electorales y exoneración del servicio al que pertenecían. Tal situación quedó en evidencia cuando se acercaba el plazo de presentación de las nóminas al Registro Electoral. Así el 28 de octubre de 1948 el Ministerio del Interior reiteraba a los jefes de servicios, los intendentes, los gobernadores y los alcaldes su obligación de llevar a cabo una “depuración”, tarea en la que no deberían tener mayores dificultades puesto que “los jefes de servicio deben conocer la ideología o condición de cada uno de los miembros del personal de su dependencia” 172. Además, les advertía que quienes omitieran información o actuaran de manera negligente durante el proceso también serían sancionados mediante la 170 Ibid, 1-2. Ibid, 2. 172 Oficio confidencial N° 1.435, enviado por el Ministerio del Interior a los jefes de servicios, intendentes gobernadores y alcaldes, Santiago, 19 de octubre de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12694. 171 73 Ley de Defensa Permanente de la Democracia por estar encubriendo al comunismo 173. Este último era un llamado especialmente dirigido a aquellas autoridades que abiertamente habían declarado su rechazo a la persecución anticomunista y se habían dedicado a la defensa de los perseguidos. Una vez cumplidos los 100 días que establecía la Ley de Defensa Permanente de la Democracia para publicar las listas de eliminados de los registros electorales en el Diario Oficial y en los principales periódicos provinciales, las críticas acerca de la “limpieza” de los organismos públicos comenzaron a escucharse. Así, por ejemplo, lo manifestó El Diario Ilustrado al señalar que las respuestas de estos al llamado realizado por el gobierno para eliminar a “los totalitarios rojos enquistados en la Administración Pública” se habían caracterizado por “su irresponsabilidad y algunas resultaron cómicas y cínicas.” 174 A este cuestionamiento por el bajo número de funcionarios de la Administración Pública incluidos en las nóminas, se sumaron las reclamaciones que hicieron algunos de los afectados por la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. En respuesta a éstas, el gobierno solicitó a la Contraloría suspender la tramitación de los decretos de exoneración de los servicios públicos a los militantes comunistas. 175 A las críticas levantadas en contra de la supuesta ineficiencia con que se había puesto en marcha la Ley de Defensa Permanente de la Democracia el presidente Gabriel González Videla respondió señalando que si bien se habían eliminado menos ciudadanos que los votos obtenidos por el Partido Comunista en 1947, “El Gobierno sabía que para descomunizar al país, no era absolutamente indispensable apartar de la vida política y sindical a la totalidad de sus miembros que aparecían como comunistas, sino que bastaba con eliminar a la minoría fanática y audaz de dirigentes y activistas.” Lo anterior, desde su punto de vista, se había comprobado en las elecciones parlamentarias de marzo de 1949, en las que a pesar de la merma en la adhesión al Partido Radical, desde la óptica del gobierno, el “pueblo chileno” habría apoyado a la patria y ahuyentado a “la amenaza totalitaria”, 173 Idem. “Defensa de las instituciones”, El Diario Ilustrado, Santiago, 10 de enero de 1949, 3. 175 “Salida de comunistas de la Administración Pública suspendida”, El Diario Ilustrado, Santiago, 25 de enero de 1949, 9. 174 74 desbaratando a “la quinta columna del sovietismo”, constituyéndose Chile en una “firme trinchera en la lucha mundial contra la barbarie comunista.” 176 7. La “Revolución de la chaucha” y el decepcionante primer balance de la “guerra contra el comunismo”. Tras un periodo de letargo que supuso la elección parlamentaria en marzo de 1949, el anticomunismo volvió a tomarse las portadas de los principales periódicos del país en junio de ese año. Para entonces se encendían las primeras alertas sobre una reactivación de la “agresión soviética” en América. Así lo demostraba a ojos del gobierno la manifestación realizada el 7 de junio por cerca de cuatro mil personas en Avenida Matta para mostrar su rechazo a la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Al intentar disolver la marcha, se produjo el enfrentamiento entre carabineros y manifestantes. De esta situación se responsabilizó inmediatamente al Partido Comunista, señalándose que éste seguía actuando a través de organizaciones sindicales y estudiantiles. Tal diagnóstico no sólo lo hizo el gobierno sino que también personas comunes que habían sido testigos del enfrentamiento y cuyos relatos fueron profusamente difundidos por los diarios anticomunistas. Éste fue el caso de Sergio Pino Echargüe, quien describió el episodio a La Nación señalando: “Una vez más el totalitarismo rojo demuestra su violencia y hiere a traición nuestro país […] Era un verdadero campo de batalla, en que los comunistas no respetaron la vida de pequeños y de madres que en esos instantes cruzaban las calles del suceso.” 177 A raíz de este hecho las críticas a la eficacia de la “guerra contra el comunismo” para acabar contra la “conspiración totalitaria” 178 en nuestro país se hicieron sentir con más fuerza. Particularmente se señalaba que el Partido Comunista seguía operando bajo el disfraz del Frente Nacional Democrático, a través del cual mantenía su actitud de atacar a las instituciones democráticas 179. Al respecto advertía La Nación: 176 “Hemos infligido una derrota efectiva al comunismo internacional”, El Diario Ilustrado, Santiago, 19 de marzo de 1949, 7. 177 “Función infantil se realizaba en el Teatro Esmeralda al ocurrir el tiroteo”, La Nación, Santiago, 6 de junio de 1949, 20. 178 “Los sucesos de ayer”, La Nación, Santiago, 6 de junio de 1949, 22 179 El Frente Nacional Democrático fue una combinación política formada en 1949 en rechazo al gobierno de Gabriel González Videla y a la “Ley de Defensa Permanente de la Democracia”. Junto al proscrito Partido 75 Ya no se trata de una resistencia sorda a la autoridad, ni del sabotaje silencioso a las actividades del trabajo, ni de la prédica demagógica. El comunismo chileno, igual que el fascismo boliviano, y que todos los repuntes antidemocráticos que se observan en el mundo de nuestros días, está dispuesto a atacar a mano armada, a matar, a provocar el caos. Camino único que puede llevar al poder a los peores enemigos de la libertad y de la dignidad humana. 180 En concordancia con la postura del diario gobiernista, el ministro del Interior Inmanuel Holger explicó a la Cámara de Diputados que los hechos ocurridos en avenida Matta correspondían a un “vasto plan sedicioso de carácter internacional, que el ‘Cominform’ ha dispuesto realizar en nuestro Continente” y que sería ejecutado “por parte de la Secta Internacional Comunista en nuestro país” 181. Para ello presentó documentación oficial que respaldaba esta hipótesis, la cual se caracterizaba por sus tonos apocalípticos y poco comprobables, al igual que la que había sido publicitada al acusar el complot comunista que derivó en la declaración de “guerra al comunismo” el año 1947. Este ambiente se polarizó aún más al producirse la noche del 16 y la madrugada del 17 de agosto la llamada “Revolución de la chaucha”. Con este nombre se identificó al estallido social en contra de la inflación y el alza en una “chaucha” del precio del transporte público que encabezaron sectores populares de la capital acompañados por empleados, trabajadores -convocados por la Confederación de Trabajadores de Chile- y estudiantes liderados por la Federación de Estudiantes de Chile (FECH)-. En esta jornada la movilización callejera fue intensa e incluyó la destrucción de postes del tendido eléctrico, micros volcadas e incendiadas y cientos de heridos fruto de los enfrentamientos de los manifestantes con carabineros, sobre todo considerando que estos últimos no dudaron en utilizar las balas para disolver la marcha 182. En este contexto a los manifestantes se les identificó como “turbas comunistas” 183, preocupando que al interior de éstas se observara la participación de estudiantes Comunista participaron en esta fórmula el Partido Democrático del Pueblo –constituido luego de una escisión en el Partido Democrático a raíz de la LDPD-, entre otras colectividades y partidos de izquierda. 180 “Los sucesos de ayer”, op. cit. 181 “Plan sedicioso internacional cumplen comunistas en Chile”, La Nación, Santiago, 8 de junio de 1949, 1-2. 182 Daniel Palma, “La ‘Revolución de la Chaucha’. Santiago de Chile, 16 y 17 de agosto de 1949”, Alternativas 23, Santiago, Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, 2005. 183 “Comunistas promovieron ayer gravísimos incidentes en nuestra capital y alrededores”, El Diario Ilustrado, Santiago, 17 de agosto de 1949, 1 y 12. 76 universitarios. Ante tal circunstancia, el vicerrector de la Universidad Católica visitó al ministro del Interior ese mismo día para aclararle que en los desórdenes callejeros no habían participado alumnos de dicha universidad. La FECH, por su parte, envió el 16 de agosto un comunicado en el que rechazó las alzas a la locomoción, solicitó mayor “serenidad” a los carabineros y exigió la liberación de los detenidos en las manifestaciones, quienes fueron procesados como infractores de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia 184. Tal fue la magnitud de esta movilización social que el presidente Gabriel González Videla debió revocar el alza de los pasajes el 18 de agosto de 1949. Ese mismo día, además, solicitó Facultades Extraordinarias mediante el siguiente mensaje: Conciudadanos del Senado y de la Cámara de Diputados: Los gravísimos acontecimientos ocurridos en la capital de la República, con su cortejo de ataques a las personas, la propiedad privada y a la propia fuerza pública, son la materialización del plan sedicioso que el comunismo internacional tiene fraguado, y acerca del cual el Gobierno ha estado haciendo reiteradas prevenciones y advertencias, que los actuales acontecimientos confirman. Todo género de recursos, expedientes y pretextos, se han estado poniendo en práctica por los elementos sediciosos, para crear una situación de caos y desorden que les permita alcanzar sus arteros fines. La seguridad de la población entera de Santiago, y probablemente de otras ciudades o puntos de la República, está amenazada. Se trata de repetir sucesos análogos a los que no hace mucho convirtieron en un hacinamiento de escombros a la capital de una gran nación del continente. Frente a esta situación, cuya gravedad considero necesario recalcar, el Gobierno requiere estar premunido, sin la menor demora, de las Facultades Extraordinarias que autoriza la Constitución Política del Estado. 185 Tras la lectura del mensaje del Ejecutivo se desencadenó un tenso debate en el Senado, al que concurrió la casi totalidad de los parlamentarios y los ministros de Interior, Inmanuel Holger, y de Defensa, Guillermo Barrios Tirado. Durante el debate Holger señaló que el gobierno tenía conocimiento de los planes de la Unión Soviética en Chile y América Latina. Para su concreción el comunismo habría utilizado a la juventud como “frente de choque”, aprovechándose de “la fe y el idealismo de nuestros jóvenes a los que inducen 184 185 Idem. “Aprobadas las Facultades Extraordinarias”, La Nación, Santiago, 18 de agosto de 1949, 1-2. 77 mistificados a levantar la mano contra su propia patria.” 186 Luego de discutirse el proyecto, votaron a favor de éste los senadores radicales, conservadores y liberales; mientras que en contra se pronunciaron los socialistas populares, un falangista y un democrático; por su parte, los agrariolaboristas se abstuvieron 187. En la Cámara de Diputados el proyecto también fue aprobado, replicándose el mismo comportamiento político del Senado. Junto con la reintegración de las Facultades Extraordinarias a la “guerra contra el comunismo”, al día siguiente se decretó Zona de Emergencia a los departamentos de Santiago y San Bernardo 188. La necesidad de recurrir nuevamente a estos instrumentos legales, en circunstancias que el gobierno disponía de una herramienta permanente para combatir al comunismo, provocó fuertes críticas a la eficiencia con que se había llevado a cabo la aplicación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. En este escenario poco auspicioso el gobierno publicó por primera vez los nombres de 416 funcionarios exonerados de sus reparticiones a partir de la dictación de la LDPD. Para justificar las demoras en su difusión, se defendió que el presidente Gabriel González Videla había retenido intencionalmente la tramitación de los decretos cuando la Contraloría reparó algunos de sus aspectos administrativos. Aunque el mandatario habría tenido la esperanza de que dichos funcionarios renunciaran a sus puestos por respeto a la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, los “movimientos revolucionarios” ocurridos en Santiago le habrían demostrado lo contrario. En consecuencia, el 24 de agosto de 1949 el Presidente tras estudiar los decretos retuvo más de un centenar de los elaborados por los ministerios del Interior y de Educación, solicitando mayores informaciones respecto de cada uno de los casos de exoneración que se ordenarían. Asimismo, dispuso que los ministerios estudiaran acuciosamente la situación de aquellos funcionarios cuya 186 “Facultades Extraordinarias por seis meses pidió ayer el Ejecutivo al Congreso Nacional: fueron concedidas”, El Diario Ilustrado, Santiago, 18 de agosto de 1949, 10. 187 El Partido Socialista Popular (PSP) se fundó en 1948 luego de que el Partido Socialista se dividiera debido a la posición adoptada por éste frente a la “Ley de Defensa Permanente de la Democracia”. Entre sus miembros se encontraban Raúl Ampuero, Aniceto Rodríguez, Astolfo Tapia, entre otros. En las elecciones de 1952 el PSP apoyó a Carlos Ibáñez del Campo, sin embargo progresivamente comenzó a alejarse de su gobierno e ingresó al Frente de Acción Popular en 1956 y participó en la unificación del Partido Socialista de Chile en 1957. http://historiapolitica.bcn.cl/partidos_politicos/wiki/Partido_Socialista_Popular (16 de julio de 2013). 188 “Los departamentos de Santiago y San Bernardo fueron declarados ayer Zonas de Emergencia”, El Diario Ilustrado, Santiago, 19 de agosto de 1949, 1. 78 eliminación había sido suspendida con el objeto de conocer su participación en la agitación y así finalmente firmar la expulsión de estos. En consecuencia, a raíz de la llamada “Revolución de la chaucha” el gobierno lanzó una nueva arremetida con el fin de completar “el saneamiento de la Administración Pública de los elementos sediciosos” 189. Ésta, al igual que en los esfuerzos realizados desde hace dos años atrás, no tuvo mayor eco, de modo que hacia finales del periodo de mayor intensidad de la “guerra contra el comunismo” era claro que el esfuerzo por consagrar un anticomunismo social no provocó un entusiasmo generalizado en chilenas y chilenos, tal como lo indica el testimonio de Leonidas Bravo en sus memorias Lo que supo un auditor de guerra publicadas en 1955. En el capítulo “La lucha anticomunista” sostiene: En los años 1947 a 1949 el país se encontró envuelto en una verdadera guerra, a pesar de que la población no pareció darse cuenta de ello. El Presidente de la República lo proclamó en todos los tonos, pero el escepticismo con que siempre se reciben los discursos y declaraciones oficiales, hizo que el país no se percatara de lo que ocurría. 190 A raíz de los antecedentes descritos, mirado desde el largo plazo, la aplicación de la “guerra contra el comunismo” durante sus años más duros arroja un balance paradojal. Para los promotores de eliminación simbólica, política y jurídica del comunismo la campaña gubernamental resultó decepcionante. Esto no sólo porque no logró eliminar al comunismo de nuestro país -sobreviviendo sus militantes y su estructura a la clandestinidad- sino que incluso el Partido Comunista con el paso del tiempo consagró su importancia en el sistema de partidos chileno, aliado estratégicamente con otros grupos de izquierda -como los socialistas- junto a los cuales alcanzaron democráticamente el gobierno en 1970. Otro aspecto en que los objetivos del gobierno de Gabriel González Videla no se concretaron se expresa en que el comunismo, lejos de perder su influencia sobre los sindicatos y los organismos de representación gremial, ésta se acrecentó tal y como lo demostrarán su participación en la formación de la Central Única de Trabajadores (CUT) en 1953, la constante reclamación de las principales organizaciones sindicales a favor de la legalización del PCCh hasta obtenerla en 1958 y la impronta que sus dirigentes en 189 190 “Funcionarios comunistas son exonerados”, La Nación, Santiago, 24 de agosto de 1949, 1. Leonidas Bravo Ríos, Lo que supo un auditor de guerra, Santiago, Editorial del Pacífico, 1955, 185. 79 compañía de líderes socialistas ejercieron sobre la CUT y otras agrupaciones durante las décadas siguientes, llegando incluso a apoyar explícitamente a la Unidad Popular en 1970. Por último, la “guerra contra el comunismo” tampoco surtió los efectos esperados, pues la vigencia de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia durante diez años no logró contener las oleadas de descontento social, las cuales en el largo plazo se agudizaron, protagonizando las demandas por transformaciones estructurales del país que se sentirán con fuerza durante la década de 1960 y los primeros años del decenio de 1970. No obstante la incapacidad de la “guerra contra el comunismo” para despertar un proceso de delación socialmente extendido para eliminar al Partido Comunista como fuerza política, electoral y sindical, y para disciplinar las protestas sociales y populares, esta experiencia de represión estatal logró consolidar al anticomunismo y al conflicto ideológico global como ejes principales de la política chilena, donde la interpretación de los comunistas como elementos ajenos a la nacionalidad y dañinos a la democracia justificó, primero, su eliminación de los registros electorales, sindicatos, organismos públicos y escuelas, para décadas más tarde legitimar su exterminio físico de la sociedad chilena mediante la instauración del anticomunismo como ideología de Estado por parte de la dictadura cívico-militar liderada por Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973 191. 191 Casals, op. cit., 33. 80 Capítulo II IMAGINARIOS ANTICOMUNISTAS Y CONTROL IDEOLÓGICO DEL MAGISTERIO DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX CHILENO Como sostuvimos en el capítulo anterior, el anticomunismo no era una novedad para nuestro país, al igual que tampoco lo fueron la represión a los profesores comunistas ni los esfuerzos por mantener a las escuelas alejadas de la intromisión de ideas consideradas extranjeras, disolventes o subversivas. En este sentido, la importancia que adquiría la educación durante la “guerra contra el comunismo” se relacionaba con el rol que históricamente se les había asignado a los maestros y las maestras en la formación cívica del país y con la valoración de la enseñanza como herramienta disciplinadora de los Comentario [Rodrigo M1]: movimientos sociales, especialmente de los populares. Junto con lo anterior, a partir de las Comentario [Rodrigo M2]: últimas décadas del siglo XIX la escuela comenzó a consagrarse como una institución nacional en un sentido ideológico y político, pues vinculaba a sectores más amplios de la población a través de una “experiencia simbólicamente compartida” 192. En consecuencia, con anterioridad a la “guerra contra el comunismo” y a la transformación de las escuelas en trincheras globales, éstas se habían transformado en “la columna vertebral de la formación de la nación moderna, de la ‘comunidad imaginada’” 193. Considerando dichos antecedentes no es coincidencia que las oleadas más intensas de represión al profesorado en Chile hayan estado históricamente vinculadas al esfuerzo por eliminar la influencia de ideologías como el anarquismo, el socialismo y el comunismo. Y que éste, a su vez, fuera a la par con periodos de gran conflictividad social como: los primeros años de la década de 1920, en los que se hizo evidente la crisis del sistema oligárquico liberal chileno; la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo entre 1927 y 1931, que puso en jaque las estructuras de participación tradicionales; el proceso de reorganización nacional impulsado por el segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma (1932 -1938), que paralelamente a la institucionalización del sistema político, aumentó el control policial sobre diversos aspectos de éste; y, por último, la intensificación de los movimientos 192 Sol Serrano, Macarena Ponce de León y Francisca Rengifo, Historia de la Educación en Chile (18102010), Tomo I, Aprender a leer y escribir (1810-1880), Santiago, Aguilar Chilena Ediciones- Prisa Ediciones, 2013, 63. 193 Idem. 81 Comentario [Rodrigo M3]: . sociales y de trabajadores urbanos en América Latina a partir de mediados de la década de 1940, los cuales reclamaron una mayor participación democrática mediante una intensa agitación callejera. En el transcurso de estos procesos fue común situar a las escuelas chilenas en el centro del devenir internacional, especialmente en aquellos episodios en los que se acusó con mayor fuerza la sincronización entre los acontecimientos locales y globales, como ocurrió en los comienzos de la Guerra Fría. A la larga, todo esto significó una verdadera campaña de “depuración” en contra de los profesores “rojos”. 1. La represión de profesores “ácratas”, “sovietistas” y “antipatriotas” antes de la “guerra contra el comunismo”. Al igual que en Europa, Norteamérica y el resto de América Latina, desde los primeros decenios de la República chilena estuvo asentada en el Estado liberal la intención de educar a la población para garantizar el progreso político y económico del país, por una parte, y asegurar el desarrollo de vínculos sociales y nacionales, por otra. En esta búsqueda fue la escuela primaria, principalmente, la que junto con una misión alfabetizadora pretendió inculcar “hábitos de orden, aseo y subordinación” 194. Tales premisas se mantuvieron presentes en las décadas posteriores de manera que hacia el inicio del siglo XX, tras la presentación de un proyecto de ley que consagraba la obligatoriedad escolar, existía consenso entre los diversos actores políticos acerca de la importancia de la escuela para alfabetizar y civilizar a los sectores populares 195. En este contexto, el diputado liberal Arturo Alessandri Palma señalaba en 1908 que para “combatir los movimientos populares” no sólo había que regular las relaciones entre el capital y el trabajo, sino que además educar al pueblo sobre sus deberes y derechos 196. Una década después, el llamado “León de Tarapacá”, por entonces senador e importante figura 194 Macarena Ponce de León Atria, “La llegada de la escuela y la llegada a la escuela. La extensión de la educación primaria en Chile, 1840-1907”, Historia 42-II, Santiago, julio-diciembre 2010, 450. 195 Francisca Rengifo S., “Familia y escuela: una historia social del proceso de escolarización nacional. Chile 1860-1930”, Historia 45-I, Santiago, enero-junio 2012, 127. 196 Extracto del discurso de Arturo Alessandri en la Cámara de Diputados, sesión extraordinaria, 2 de enero de 1908, en Verónica Valdivia, “‘Yo, el León de Tarapacá’. Arturo Alessandri Palma, 1915-1932”, Historia 32, Santiago, 1999, 510. Citado en Leonora Eugenia Reyes Vergara, Movimientos de educadores y construcción de política educacional en Chile (1921-1932 y 1977-1994), Tesis de Doctorado en Historia, Universidad de Chile, 2005, 60. 82 política del país, advertía a propósito del proyecto de Ley de Instrucción Primaria Obligatoria en el Congreso: Así como en los campos más feroces crecen también malezas, que, junto con el producto que da alimento y vida viene la yerba envenenada que destruye y mata; así también en las civilizaciones robustas y luminosas, aparecen ideas malsanas y subversivas que, cristalizadas después en sentimientos colectivos, constituyen elementos de desorden y destrucción. El antídoto más poderoso contra esos venenos sociales es la instrucción del pueblo. 197 Si bien el temor sobre la prédica “disolvente” de algunos profesores era un tema recurrente desde fines del siglo XIX, fue durante la década de 1920 que la discusión sobre la lealtad nacional alcanzó nuevos bríos. Por aquel entonces se le daba un mayor impulso a la ritualidad cívica en las escuelas, lo que reavivó las sospechas acerca de la influencia que pudieran tener sobre los estudiantes y las organizaciones gremiales aquellos profesores que simpatizaban con el anarquismo, el comunismo o el socialismo 198. Dicho temor se anclaba en la presencia que tenía el anarquismo en la Asociación General de Profesores (AGP), fundada en 1922, cuyos adherentes eran catalogados como “apátridas” por la prensa conservadora del país 199. Por otra parte, los socialistas también estaban en la mira, ya que algunos sectores de la sociedad chilena no olvidaban que en diciembre de 1919 la Federación Obrera de Chile (FOCH), de corriente socialista, hubiera reemplazado el emblema nacional por el rojo; ni tampoco que dos años después izaran la bandera roja en el cerro Santa Lucía durante la celebración del aniversario de la Revolución Rusa. La relación entre los símbolos patrios, la Federación Obrera de Chile y el anticomunismo se puede observar en la polémica que se desató el año 1922, justamente luego de que el Partido Obrero Socialista se transformara en el Partido Comunista. El motivo de la discordia fue la Escuela Racionalista de Peñaflor, una de las más importantes de la FOCH, que operó no sólo como centro educativo, sino que además cívico, sindical y 197 Arturo Alessandri, Senado, 23 de julio de 1919, Instrucción Primaria Obligatoria, Gratuita y Laica. Discurso del Senador por Tarapacá don Arturo Alessandri, en las sesiones del 23-28-29-30 de julio y 4 de agosto de 1919. Publicación acordada por el Centro Liberal de Santiago en sesión de 11 de agosto de 1919. Imp. Fiscal de la Penitenciaría, Santiago, 1919, 17 y 24. Citado en Reyes, op. cit., 61. 198 Jorge Rojas, Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos, 1880-1950, Santiago, Adriadna Ediciones, 2004, 91. 199 Ibid. 42. 83 cultural de dicha localidad 200. Ésta fue considerada un espacio de difusión del ideario comunista, razón por la cual a los pocos días de ser inaugurada fue atacada por la prensa conservadora y por la Iglesia Católica chilena. En dicha arremetida, El Diario Ilustrado la denominó “Escuela Sovietista de Peñaflor”, acusándola de romper la “tradicional quietud peñaflorina”, cuyos habitantes eran los “más pacíficos de la República”. Además, advertía que la escuela era dirigida por “maleantes” e instruía a cerca de veinte niños menores de 15 años en ideas “subversivas y anárquicas” entre las cuales destacaba aprender a “odiar a su patria” y al gobierno. Por otra parte, la condenaba por desarrollar sentimientos “en aras de una reorganización absurda e imposible”, la que distribuiría “todos los beneficios del hombre, sin necesidad del trabajo ni de esfuerzo” 201. Por último, un articulista del mismo periódico la acusaba de constituir “un peligroso nido de víboras en que la doctrina sovietista se le hace beber a los alumnos, con preferencia a todo otro concepto de enseñanza.” 202 A pesar de que numéricamente fueron pocas las escuelas racionalistas fundadas por la FOCH, éstas tuvieron un impacto político profundo en la época. Así lo refleja el debate que sacudió a la Escuela Federal Toldo de la comuna de Gatico del departamento de Tocopilla, ubicado en la provincia de Antofagasta. Dicho establecimiento había sido clausurado el 28 de marzo de 1924 por el Ministerio de Educación, medida que fue celebrada por La Prensa de Tocopilla: Hemos dicho en otra ocasión, que, a nuestro juicio, todas las escuelas son buenas, así sean clericales o demagógicas; pero apreciando con tan amplio criterio la necesidad de difundir la enseñanza primaria, no podemos desconocer que la actitud asumida por las autoridades superiores de la república al ordenar la clausura de la escuela de la mina Toldo, responde a una necesidad imperiosa; es un acto de legítima defensa. En dicho plantel, según se ha podido comprobar mediante un sumario administrativo, se daba mayor importancia que a la enseñanza del alfabeto, a la formación del criterio de los niños en los más profundos errores; se procuraba, afanosamente, convertirlos en seres llenos de odio a la sociedad y convencidos de que es necesario destruir. Allí se predicaba contra la patria en forma constante y sistemática, enseñando a los niños a burlarse de la bandera, a despreciar nuestras gloriosas tradiciones, a considerar los ejércitos ennoblecidos en un siglo de heroísmo, como hordas de asesinos. 200 Reyes, op. cit., 215-217. El Diario Ilustrado, 20 de diciembre de 1922 y 26 de diciembre de 1922. Citado en Rojas, op. cit., 256. 202 La Federación Obrera de Chile, Santiago, 25 de diciembre de 1922. Citado en Reyes, op. cit., 219-220. 201 84 Esta era la obra que realizaban allí los comunistas, de manera que el provecho que podía rendir la difusión del alfabeto no tenía equivalencia con el perjuicio que se causaba. […] Era la escuela de la mina Toldo una luz, porque era una escuela, pero era una luz envenenada. Se ha hecho bien en apagarla.203 En su defensa ante la Cámara de Diputados, Luis Emilio Recabarren acusaba que la clausura de la Escuela Federal Toldo, fundada por obreros, comunistas y federados de esa localidad, contravenía la libertad de enseñanza consagrada por la Constitución. Antes de entonar en plena sesión el himno de la Internacional Comunista, Recabarren expresó su rechazo a que el Ministerio de Educación ordenara su cierre, basándose en pretextos tales como que la escuela “propagaba errores fundamentales” 204 o que “predicaba contra la patria” 205. Para el dirigente comunista: Todo esto, como he dicho, no son sino exageraciones; la religión cristiana y otras nos hablan de la Patria universal, y por qué ha de ser privilegio de las religiones el soñar con una Patria universal y nos ha de estar vedado a nosotros el soñar con patria comunista de toda la humanidad en su conjunto? 206 En estos debates acerca de la educación y la influencia que sobre ésta podían ejercer los profesores “sovietistas” se pueden observar algunos de los rasgos característicos del anticomunismo a comienzos del siglo XX. En primer lugar, la representación de comunistas, socialistas y anarquistas como vándalos cuyo principal propósito era la subversión de las estructuras y jerarquías sociales tradicionales. En este sentido, sostiene Marcelo Casals que desde las primeras manifestaciones anticomunistas del siglo XIX se puede constatar el esfuerzo por criminalizar al adversario, de manera que “el insurrecto o socialista deviene en un ser naturalmente inclinado hacia la violencia y la destrucción, amenazando no sólo la armonía de la sociedad burguesa, sino también la propia vida e integridad de las personas.” 207 En segundo lugar, se puede apreciar el impacto que tuvo la experiencia revolucionaria en Rusia, primero, y la construcción del Estado soviético, 203 El Despertar de los Trabajadores, Iquique, 20 de mayo de 1924, 1. Citado en Reyes, op. cit., 225. Ibid, 227. 205 Idem. 206 Idem. 207 Casals, op. cit, 60. 204 85 después, alzándose la URSS como un arquetipo distópico para algunos sectores de la sociedad chilena. Como ha señalado Evguenia Fediakova, la Revolución Rusa produjo en Chile una “explosión del imaginario”, transformándose en un espejo global de los conflictos y las tensiones locales 208. Lo anterior se expresó en el campo del anticomunismo en dos dimensiones: por un lado, la presencia de un fuerte occidentalismo maniqueo, a raíz del cual a los militantes del PCCh se les identificó como “hordas bárbaras” de Oriente que buscaban la destrucción de la “civilización” occidental; y, por otro, la consagración del nacionalismo como elemento estructurador del anticomunismo, lo que se tradujo en que se presentaran como actos de sedición a la nación chilena el internacionalismo obrero y la solidaridad con el régimen socialista. Dicha situación conllevó a una disputa simbólica entre la “quietud” nacional y el “odio” soviético. Tan importantes como aquellas alegorías fue el temor a que la ritualidad patriótica fuera disputada por las banderas y los himnos internacionales. En este contexto, a principios del siglo XX no sólo el Partido Obrero Socialista -y su sucesor el Partido Comunista- rechazaban los emblemas nacionales: para los anarquistas estos constituían fetiches capitalistas 209. De ahí que en el ambiente de fervor nacionalista que caracterizó a la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo hubiera profesores que, en pos de sus ideas tomaran distancia, se negaran a participar o boicotearan las celebraciones nacionales 210. Por este motivo se hizo más extensiva en el gobierno y entre los sectores conservadores y liberales la acusación de que estos eran agentes revolucionarios y antipatriotas 211. En contrapartida, la dictadura ibañista había ordenado que los profesores se dedicaran a la educación cívica y moral de los niños, mediante un ritual en que estos debían jurar su “lealtad a la Patria y a las instituciones republicanas”, comprometerse a ser una 208 Sobre el impacto de la Revolución Soviética en los imaginarios chilenos consultar Evguenia Fediakova, “Rusia Soviética en el Imaginario Político Chileno, 1917-1939”, Manuel Loyola y Jorge Rojas (comps.), Por un Rojo Amanecer: Hacia una Historia de los Comunistas Chilenos, Santiago, Impresora Valus, 2000, 107142. Otro análisis se puede encontrar en Fernando Estenssoro, La temprana valoración de la revolución bolchevique en Chile. 1918 – 1920, Tesis de Licenciatura en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1992. 209 Jorge Rojas, op. cit., 80. 210 Para comprender el fenómeno ibañista consultar Joaquín Fernández, El Ibañismo (1937 – 1952). Un caso de populismo en la política chilena, Santiago, Textos Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2008. 211 Jorge Rojas, La dictadura de Ibáñez y los sindicatos, Santiago, DIBAM, 1993, 162. 86 pieza de orden, unión y progreso en la sociedad, y asegurar que inculcarían el amor a la patria y el respeto a las instituciones nacionales entre los estudiantes 212. Todo lo anterior con expresa prohibición de afectar la “neutralidad de la enseñanza” 213. En este escenario, la orientación socializante y libertaria del grupo dirigente de la Asociación General de Profesores de Chile fue mirada por ciertos grupos de la sociedad especialmente el establishment educativo- como maximalismo, mientras que su combatividad como subversión, y su independencia como extremismo 214 . Si bien el ideario de la AGP no correspondía en estricto rigor al anarquismo o al comunismo, varias de sus posturas estimularon la acusación de que era una organización ácrata y antipatriótica: el internacionalismo que defendía la unidad latinoamericana, la oposición al imperialismo y su rechazo al patriotismo y al militarismo imperante por aquel entonces 215. Debido a estas sospechas, en parte, la Asociación General de Profesores mantuvo en un comienzo una actitud colaboracionista con el régimen de Ibáñez tanto para remarcar su independencia y apoliticismo, como por su apoyo al modelo social basado en el corporativismo funcionalista 216. Lo anterior se concretó en su participación en el plan de reforma educativa que buscaba la aplicación de nuevos métodos pedagógicos, la coordinación de las diversas ramas de la enseñanza y la reorganización del sistema con cierta participación de los docentes 217. Frente a tales circunstancias, profesores agrupados en el grupo Tensión -entre los que se destacaba Ricardo Fonseca- se opusieron a la postura de la AGP y participaron en la resistencia a la dictadura ibañista 218. En respuesta a esta 212 Jorge Rojas, Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos…, op. cit., 81. Decreto N° 3060 del Ministerio de Educación Pública, 6 de agosto de 1928. Citado en Jorge Rojas, Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos…, op. cit.. 46-47. 214 Cristián Cox D. y Jacqueline Gysling C., La formación del profesorado en Chile. 1842-1987, Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2009. 215 Iván Núñez, Gremios del Magisterio. Cien años de Historia. 1900-1970, Santiago, Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE), 1986, 61. 216 El esfuerzo de la Asociación General de Profesores por presentarse como apolítica se relaciona con que desde un comienzo esta organización gremial realizó una fuerte crítica a todos los partidos políticos, a los que responsabilizó de la descomposición e inmoralidad que existía en la administración pública. En consecuencia, la AGP ordenó que ninguno de sus miembros perteneciera a un partido político, neutralidad que mantuvo hasta 1928. Ver Cecilia Martner, “Contribuciones y carencias del discurso educacional de la izquierda chilena. 1938-1952”, Educación y Comunicaciones 13, julio 1986, 28. 217 Jorge Arrate y Eduardo Rojas, Memoria de la izquierda chilena, Tomo I, Santiago, Ediciones B, 2003, 138. 218 En el marco de la dictadura ibañista y el fracaso del esfuerzo reformista, Luis Corvalán relata en Ricardo Fonseca, combatiente ejemplar que este dirigente abandonó su “concepción idealista” de que el profesor debía ser un apóstol de la educación y de que por medio de ésta se podría regenerar al mundo y a la humanidad. Desde entonces habría comenzado a creer que la educación tenía un “carácter de clase” y “a 213 87 Comentario [Rodrigo M4]: actitud, una circular enviada por el jefe del Departamento de Educación Primaria del Ministerio de Educación informaba la existencia de un grupo de “malos patriotas, enemigos” que se oponían tanto a la reforma como a la reconstrucción nacional, por lo que era necesario “ubicar a los malvados” 219. Asimismo, el ministro de Educación Pública, Eduardo Barrios, se quejaba en 1928 sobre los “fermentos revolucionarios del magisterio” 220. En este contexto se impuso la característica ambivalencia de la dictadura de Ibáñez, la cual optó por descartar la reforma educacional, disolver la Asociación General de Profesores y perseguir a sus adherentes, incluyendo a los más moderados 221. Así, según el historiador Luis Osandón, se exoneró a más de 300 profesores 222. Junto con estas medidas, hasta meses después de terminada la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo, algunos maestros fueron arrestados y detenidos en calabozos, sufriendo además la prohibición de reincorporarse al magisterio y la constante violación de sus domicilios y correspondencias. Muchos de ellos, inclusive, fueron confinados en Aysén o en las islas de Chiloé 223. En este proceso depurativo, quienes mayormente se vieron afectados fueron los maestros primarios más jóvenes de la AGP, que por entonces era dirigida por anarcosindicalistas y socialistas. comprender que sólo la lucha del pueblo y los cambios democráticos que esta lucha imponga, abrirán amplio cauce al desarrollo de la educación y de la enseñanza.” Empieza, así, el estudio del marxismo formando grupos de 4 o 5 profesores que se reunían a discutir sobre éste, quienes fundan la Internacional de Trabajadores de la Enseñanza (ITE) con filiales en Antofagasta, Talca, Chillán, Concepción, entre otras ciudades, desde donde se lucha en contra de la dictadura, a favor de las reivindicaciones de los profesores y por el desarrollo de la educación. A partir de esta experiencia, Ricardo Fonseca ingresa al Partido Comunista a fines de 1929, meses después dirigía a sus amigos la siguiente carta: “La tarea del profesor es noble y enseñar es una de las cosas más grandes que existen. Pero la acción de la escuela es restringida, y los frutos que obtiene un maestro en su vida son demasiado pequeños. Es preciso servir a una escuela más grande, cuya acción englobe a miles de alumnos. Esta escuela es el Partido Comunista y este alumnado innumerable es el pueblo.” A partir de esta convicción, Ricardo Fonseca partía todas las tardes desde la Escuela N° 63 de Recoleta a reunirse con los profesores comunistas, miembros de la ITE u obreros de su célula, para formar militantes en fábricas e industrias. Lo anterior no lo hizo desatender su participación en la Asociación General de Profesores, la cual fue reconstituida el 25 de agosto de 1931, con Fonseca como miembro de la directiva. A pesar de esto las diferencias con la Asociación se profundizan, lo que explica la fundación de la Federación de Maestros de Chile en 1932, que profesaba una identidad de clase. Ver Luis Corvalán. Ricardo Fonseca, combatiente ejemplar, Santiago, Austral, 1971, 63-75. 219 Circular citada en Arrate y Rojas, op. cit., 139. 220 Corvalán, op. cit., 62. 221 Arrate y Rojas, op. cit., 139. 222 Luis Osandón M., El cambio educativo desde el aula, la comunidad y la familia (1930-1970). Vidas de maestros y maestros en la educación primaria, Santiago, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, 2007, 82. 223 Reyes, op. cit., 135-136. 88 Años después el general (r) Mariano Navarrete recordaba el clima persecutorio en contra de los profesores que existía en abril de 1930 cuando se desempeñaba como ministro de Educación Pública del régimen ibañista. En ese entonces, los asesores del Presidente se acercaron a Navarrete luego de una gira al sur de Chile, para expresar su molestia ante lo ocurrido en la Escuela Superior de Traiguén, cuando en medio de los vítores a favor de Ibáñez un grupo de maestros comunistas protestaba contra la visita: “Estamos comentando, señor Ministro, un acto irrespetuoso y censurable cometido por los profesores primarios de la Escuela Superior de Traiguén contra el Presidente de la República”. Y uno de ellos, (continúa recordando Navarrete) el más exaltado, con vehemencia, agregó: “¡Figúrese, mi General, que estos mal encubiertos comunistas tuvieron la audacia incalificable de no recibirlo, ni saludarlo al entrar al recinto del establecimiento! ¡Esto no tiene nombre, señor Ministro, y reclamo una medida severa, que sirva de escarmiento a los demás!” 224 Experiencias como éstas, unidas al clima anticomunista y nacionalista que caracterizó a la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo, permitieron justificar la necesidad de reprimir a los profesores que difundieran “valores disolventes” en las aulas, provocando la purga de estos. Asimismo, reforzó la hipótesis de que el sistema escolar debía ser un mecanismo para recuperar los valores perdidos 225. En el escenario de la crisis económica, social y política que se experimentó en Chile entre 1931 y 1935, se mantuvo la preocupación por la enseñanza política impartida por los profesores. Ésta se incrementó con la creación en 1932 de la Federación de Maestros -de clara tendencia comunista- que explicitó un discurso pedagógico de clase, siguiendo la estrategia de la III Internacional Comunista denominada “el tercer periodo”, la cual consignaba que el triunfo del proletariado no sería posible sin la dictadura ni la construcción del socialismo, sustentado en el modelo soviético estaliniano 226. Como respuesta, el segundo gobierno de Arturo Alessandri, en concomitancia con las agrupaciones de derecha, propició el año 1933 diversas iniciativas para garantizar la neutralidad política, social, económica y religiosa de la educación. Una expresión de este 224 Moisés Mussa, “Problemas del magisterio chileno. Planteamiento de ocho de ellos y aportes a su pronta solución. Santiago, Editorial Nascimiento, 1943”, 172-173. En Osandón, op. cit., 81-82. 225 Rojas, Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos…, op. cit., 82. 226 Iván Núñez P., El cambio educativo en Chile: estudio histórico de estrategias y actores: 1920-1973, Santiago, Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE), 1984, 15. 89 clima fue el proyecto presentado por el entonces diputado del Partido Liberal Alejandro Dussaillant, en el que se prohibía a los profesores del Estado “propiciar o defender doctrinas o ideologías determinadas” en colegios y universidades, so pena de ser suspendidos o exonerados 227. Asimismo, dicha preocupación estuvo presente en el mensaje presidencial de 1933, en el cual Arturo Alessandri anunciaba que el gobierno había “emprendido estudios encaminados a corregir el desquiciamiento de los diversos ramos de la enseñanza” 228. Comentario [Rodrigo M5]: Bajo tales preceptos, algunos de los dirigentes de la Federación de Maestros experimentaron la represión estatal, siendo expulsados del magisterio bajo la acusación de “promover ideas subversivas” 229. Según relata Luis Corvalán en Ricardo Fonseca, un combatiente ejemplar (1952), el gobierno de Alessandri exoneró el año 1933 a 200 profesores que participaron de la 2ª Convención Nacional de la Federación de Maestros incluido Ricardo Fonseca- bajo la excusa de que ésta se encontraba presidida por un busto de Lenin, el cual según la Federación correspondía a Manuel Anabalón Aedo 230, joven profesor primario asesinado en 1932 por la breve dictadura de Carlos Dávila por pertenecer al Frente Único Revolucionario, afín al Partido Comunista. Los profesores afectados por este proceso depurativo sólo pudieron ser reincorporados en sus funciones tras el triunfo del Frente Popular en 1938231. Una nueva oleada de exoneraciones en contra del magisterio se vivió entre enero y febrero de 1936, como consecuencia del apoyo de la izquierda a las huelgas ferroviarias que se sucedían en el país. Entre los afectados se encontraba Luis Corvalán, el joven dirigente comunista y secretario general de la seccional Iquique de la Unión de Profesores de Chile (UPCH), formada en 1935. En sus memorias, Corvalán relata que fue destituido sin mediar ningún sumario en su contra por orden del director general de Instrucción Primaria, Claudio Matte 232. La situación descrita se enmarcaba en la aplicación de estados 227 Revista de Educación, N° 37, abril de 1933, 27. En Jorge Rojas, Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos..., op. cit., 42. 228 Arturo Alessandri Palma, Discurso Presidencial, 1933, 28. En Luis H. Osandón Millavil, Los profesores de Educación Primaria frente al cambio en la Educación. Percepciones y Autopercepciones (1930-1970), Tesis de Licenciatura en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1999, 155. 229 Rojas, Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos…, op. cit., 42. 230 Corvalán, op. cit., 87. 231 Ibid, 127. 232 No sólo la expulsión del magisterio de Luis Corvalán obedeció a razones políticas, también su incorporación al gremio fue problemática a causa de este motivo. Según relata en sus memorias, en diciembre 90 de excepción aprobados por el Congreso en abril y diciembre de ese año para enfrentar, primero, a los grupos socialistas del Partido de Nueva Acción Pública por considerarse que amenazaban a la democracia, y, después, para reprimir las acciones conspirativas en contra del gobierno y detener los enfrentamientos entre grupos nacis, comunistas e ibañistas en las calles 233. Ilustrativa de la tensión ideológica global y de cómo ésta afectaba a la supuesta “neutralidad” que debía caracterizar a la educación, fue la experiencia de la Escuela Modelo N° 40 Manuel Bulnes de Concepción antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Dicho establecimiento fue investigado en 1937 por Carabineros debido a los rumores acerca de profesores que enseñaban propaganda comunista al interior de la escuela, en la que, además, se hacía un llamado a luchar contra el nazismo. En este escenario, el diario La Patria denunciaba en diciembre de 1936 que durante una ceremonia de presentación de los trabajos escolares realizado a fin de año, el público había quedado sorprendido al ver propaganda soviética: “En efecto, obra de los propios alumnos aparecían en diversos rincones de la sala de exposición de dibujos con signos comunistas y con leyendas alusivas a la revolución española y contrarias a las ideas ‘reaccionarias” y fascistas.” 234 Dicha situación habría provocado el rechazo de alumnos nacistas que retiraron los afiches. Según el informe confidencial del Ministerio de Educación, la orientación en la escuela hacia “ideas antipatrióticas” se habría producido a causa del estímulo que producía entre los estudiantes tanto los programas de la Revolución Francesa y de Estados Unidos, como también el estudio de la Guerra Civil Española 235. Este fenómeno fue desmentido en una carta publicada en el diario El Sur por los apoderados del colegio, quienes negaron la existencia de “actividades de indisciplina ni de carácter disociador de parte del alumnado ni mucho menos del profesorado.” 236 La importancia que se le daba a la penetración del comunismo en el sistema escolar con anterioridad a la Guerra Fría también se puede observar en la propuesta de ley titulada de 1934 terminó sus estudios de normalista provocando un debate en el consejo de profesores sobre si aceptar o negarle su licencia profesional, pues algunos advertían que se convertiría en un “agitador revolucionario”. Luis Corvalán, De lo vivido y lo peleado: memorias, Santiago, LOM, 1997, 23-32. 233 Huneeus, op. cit., 67. 234 La Patria, 21 de diciembre de 1936. Citado en Osandón, El cambio educativo desde el aula, la comunidad y la familia…, op. cit., 157. 235 Archivo del Ministerio de Educación, Providencias, 1937, vol. 1 (3-391), N° 135. Citado en Ibid, 158. 236 Carta de padres de familia al director del diario El Sur, 22 de diciembre de 1936, Archivo del Ministerio de Educación, Providencias, 1937, vol. 1 (3-391), N° 236. Citado en Idem. 91 Anticomunista que presentó el diputado Sergio Fernández Larraín el año 1940 y la cual pese a ser aprobada por el Congreso en 1941, fue finalmente vetada ese mismo año por el presidente Pedro Aguirre Cerda, como vimos en el capítulo anterior. Durante su discusión en la Cámara de Diputados, su promotor Sergio Fernández Larraín argumentaba que el Partido Comunista no cooperaba lealmente con el gobierno, sino que era una colectividad que atentaba contra el régimen constitucional de la república mediante el “derrumbe violento de las instituciones vitales del país; que socava las bases de las fuerzas armadas, envenena la educación de la juventud, insurrecciona las masas, destruye el concepto de propiedad, de familia y de patria.” 237 Si por una parte la preocupación central del proyecto anticomunista era la insubordinación de la “masa obrera”; por otra, constituía un aspecto crucial la acusación de que el PCCh pretendía tomar el control del país mediante la infiltración concertada en el sistema educativo, las Fuerzas Armadas y el aparato público. Por este motivo en el artículo 4° del proyecto de ley se establecía como “circunstancias agravantes” propagar, difundir o enseñar en los recintos educacionales “doctrinas tendientes a implantar el comunismo en Chile o las ideas comprendidas en el programa y objetivos de la III Tercera Internacional Comunista” y propiciar “la lucha violenta de clases, la implantación del régimen denominado ‘Dictadura del Proletariado’ y la abolición del derecho de propiedad establecido por la Constitución y las leyes” 238. Quienes fueran sorprendidos cometiendo tales delitos serían investigados y juzgados por la Ley N° 6.026, sobre Seguridad Interior del Estado 239, corriendo el riesgo de ser castigados con reclusión o extrañamiento menores en sus grados medios a máximo, una multa de 1.000 a 5.000 pesos y “la inhabilidad absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos”, en el caso de tener la nacionalidad chilena 240. Algunos de estos aspectos fueron retomados por la Ley de Defensa Permanente de la Democracia aprobada y ejecutada el año 1948 por el último Presidente radical de la historia de Chile. 237 Sergio Fernández. “Discurso pronunciado en la Cámara de Diputados en la sesión del 26 de Noviembre de 1940”, en Fernández, op. cit., 152. 238 Sergio Fernández. “Proyecto de Ley de Represión del Comunismo. Texto e informe de la Comisión de Legislación y Justicia de la Cámara de Diputados”, en Ibid, 8. 239 Ibid, 9. 240 Ibid, 8. 92 2. El Partido Comunista frente a la educación chilena. A pesar del fallido intento de legislación anticomunista del año 1941, que ponía en el centro a la escuela como espacio de adoctrinamiento del comunismo y a la persecución en contra de los profesores identificados como antipatriotas, el historiador Jorge Rojas sostiene que la escuela fue un escenario poco relevante en la estrategia del Partido Comunista hasta la década de 1940, debido a la baja escolarización que tenía nuestro país en ese periodo. Para entonces su militancia estaba compuesta principalmente por obreros, a diferencia de los socialistas, a cuyas bases estaban compuestas mayoritariamente por empleados y profesionales con mayor nivel de escolaridad. Esta situación fue cambiando paulatinamente en la segunda mitad del decenio de 1940 cuando la escuela y el liceo comenzaron a constituirse en espacios relevantes de participación estudiantil y de formación de las juventudes políticas 241. Asimismo, el triunfo del proyecto del Frente Comentario [Rodrigo M6]: Popular en 1938 inauguró un periodo de estabilidad para la educación y para el desempeño de maestras y maestros a lo largo de Chile 242. Lo anterior no significó que los profesores comunistas dejaran de estar bajo la lupa atenta del Ministerio de Educación, estableciéndose en variadas ocasiones la reubicación de aquellos en contra de los cuales los reclamos eran graves y reiterados. Durante la década de 1940 continuó siendo recurrente la acusación de que el PCCh controlaba al profesorado, reclamo que se inspiraba en la participación de gran parte de sus bases en el magisterio primario, donde actuaban miembros de la extinta Federación de Maestros 243. A pesar de esta imputación, lo cierto es que el Partido Radical predominaba en las directivas gremiales, perteneciendo a este partido la totalidad de los presidentes de la Federación de Educadores de Chile (FEDECH) 244 y la mayoría de los de la Unión de 241 Rojas, Moral y prácticas…, op. cit., 82. Osandón, El cambio educativo desde el aula, la comunidad y la familia…, op. cit., 172. 243 Iván Núñez, Gremios del Magisterio. Cien años de Historia. 1900-1970, Santiago, Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE), 1986, 132. 244 La Federación de Educadores de Chile (FEDECH) se fundó el 14 de junio de 1944 a partir de la unión de la Sociedad Nacional de Profesores (SONAP), la Unión de Profesores de Chile (UPCH), la Asociación de Educadores de Enseñanza Industrial y Minera, la Sociedad de Escuelas Normales, la Sociedad de Profesores Jubilados de la Instrucción Pública, la Asociación de Profesores de Escuelas de Adultos y la Sociedad de Profesores de Instrucción Primaria (SPIP). Ya en los primeros artículos de sus estatutos, la FEDECH aclaraba que prescindiría de “toda acción partidista y religiosa”, que defendería “la cultura y la democracia” y lucharía “contra toda ideología de tipo represivo que atente contra la libertad y la dignidad de los 242 93 Comentario [Rodrigo M7]: Profesores de Chile (UPCH) 245. Más allá de la influencia proyectual o efectiva, la presencia comunista en el magisterio ocupaba un lugar significativo en el imaginario anticomunista, tanto porque a la dirigencia del PCCh pertenecía un número importante de profesores, como por la disciplina y persistencia de sus militantes, los cuales además debían desempeñarse en otros espacios como industrias y fábricas que importaban al partido. A dichas circunstancias se sumó, durante el gobierno de Gabriel González Videla, la inserción de algunos militantes comunistas en el Ministerio de Educación Pública como jefes de servicios, sembrando muchas dudas entre sus pares 246. En tales posiciones, los dirigentes comunistas no tuvieron oficialmente una actitud rupturista y alternativista como entre 1931 y 1935, sino que una enfocada en los consensos construidos en torno a la política educacional y a las luchas sindicales. En ese entonces el PCCh se orientaba hacia una educación de bases, entendida como formadora de conciencia política. En su perspectiva, la educación debía coordinarse mediante las organizaciones sindicales, siguiendo el Plan Educacional de la Unión de Profesores de Chile publicado en 1939, gracias al trabajo de cuatro comunistas y dos socialistas. Si bien la Comisión Pedagógica Nacional era la encargada de elaborar políticas educativas que debían ser ejecutadas por la Fracción Nacional de Maestros Comunistas, el PCCh buscó una política de consenso y colaboración con los otros partidos políticos en esta materia 247. Para el Partido Comunista la educación dependía de la estructura social, por lo que primero debía operar una transformación política para luego obtener un cambio educativo 248. En consecuencia, para el PCCh lo político y la educación -al igual que la teoría y la práctica- formaban parte de un mismo conjunto, lo que implicaba que un profesor no podía enseñar la democracia si no la practicaba y para hacerlo debía existir un individuos y contra los bienes y valores humanos y espirituales”. Núñez, Gremios del Magisterio, op. cit., 115. 245 La Unión de Profesores de Chile se fundó en 1935 y permitió la superación del periodo de crisis y división en el magisterio, así como también el fin de una etapa de radicalización y polarización, la que será reemplazada por la búsqueda de consensos en concomitancia con los defendidos por el Frente Popular. No obstante ello, las diferencias entre socialistas, comunistas y radicales, sumado a las diferencias entre profesores de las diversas ramas, llevaron a que nacieran nuevas instituciones de representación. De todas formas, la UPCH continuó representando al magisterio primario. Ibid, 99. 246 Ibid, 132. 247 Cecilia Martner, op. cit., 67. 248 Ibid, 92. 94 Comentario [Rodrigo M8]: Estado democrático, inspirado por la sociedad socialista 249. Por esta razón, los maestros comunistas, desde los espacios gremiales, hicieron un llamado a enfrentar la penetración imperialista norteamericana, perfeccionar socialmente la democracia y mejorar las relaciones de Chile con la Unión Soviética, aumentando esto último los resquemores anticomunistas 250. 3. Del fin de la estabilidad gremial a la “guerra” en contra los profesores “rojos”: la diversificación de los imaginarios anticomunistas a comienzos de la Guerra Fría. La armonía alcanzada entre las organizaciones de profesores y los gobiernos radicales fue interrumpida con la declaración de la “guerra contra el comunismo” en octubre 1947. A partir de entonces, el presidente Gabriel González Videla concibió al Partido Comunista como una “asociación ilícita” cuyo propósito era tomar el poder en Chile en nombre de la Unión Soviética para lanzar un ataque contra Estados Unidos y América. En esta estrategia, los maestros comunistas no sólo intentarían obtener la adhesión y el liderazgo de las principales organizaciones de profesores, sino que además utilizarían el prestigio social que gozaban en sus comunidades para formar nuevas células comunistas en fábricas, industrias, campos, organizaciones vecinales e incluso en las Fuerzas Armadas. A pesar de la gravedad que se le asignaba a dichas conductas, éstas no eran el centro principal de las preocupaciones de los sectores anticomunistas. De hecho, el miedo más presente al interior de estos grupos era que los profesores “rojos” transformaran los pupitres escolares en una insuperable tribuna de expansión del “totalitarismo” soviético. Así lo consideraba el ministro del Interior, contraalmirante Inmanuel Holger, quien al defender al proyecto de Ley de Defensa Permanente de la Democracia el 11 de mayo de 1948 en la Cámara de Diputados, advirtió que la “práctica malsana” del comunismo no sólo se había “infiltrado” entre las “masas trabajadoras”, predisponiéndolas a la subversión social, sino que lo que era aún más grave, se había asentado en la enseñanza: 249 250 Ibid, 70-72 Núñez, Gremios del Magisterio, op. cit., 133. 95 La labor comunista se ha esparcido en la escuela primaria, en la escuela rural, donde se ha ido envenenando el alma del niño, del adolescente, donde se le ha hecho concebir conceptos equívocos al verdadero sentimiento de amor a la patria y a los postulados de los deberes cívicos, que hacen de los ciudadanos los verdaderos baluartes en que los pueblos tienen cifrado el porvenir del mañana. Cuántas generaciones están ya impregnadas del virus destructor; cuánto va a costar volver por los fueros de la verdadera democracia; cuántos esfuerzos va a significar al país recuperarse de este daño inseminado en nuestra juventud, que cual gangrena corruptora, habrá de mantenerlos con toda esa fuerza propia de todo proceso de descomposición 251. La metáfora de la corrupción de las almas utilizada por el ministro Holger en esa ocasión fue la más recurrente entre los sectores anticomunistas que denunciaron la acción del PCCh en las escuelas durante la “guerra contra el comunismo”. A ésta se le unió la de representar a sus militantes con elementos patógenos para resaltar su efecto disociador sobre la nación. Mediante tales imágenes, se opuso la inocencia de los escolares con la perversión del comunismo; la idoneidad del maestro con la traición del propagandista; y, la altivez de la nación chilena con la bajeza de la Unión Soviética. Con el propósito de frenar la influencia del comunismo en las escuelas el gobierno desarrolló una doble arremetida en contra de los profesores “rojos”. Por una parte, se llevó a cabo una campaña de eliminación de los profesores identificados como comunistas y/o agitadores sociales, la reorganización de aquellas escuelas en que estos contaban con una presencia fuerte y la intervención de los principales organismos de representación gremial del magisterio. En esta tarea el Ministerio de Educación Pública trabajó coordinadamente con el del Interior, disponiendo además de la colaboración de carabineros, investigaciones, vecinos y apoderados. Por otra parte, mediante una profusa propaganda en la prensa anticomunista y a través de documentos divulgados internamente por el Ministerio de Educación se pretendió alinear a las escuelas chilenas a la Guerra Fría global, confiriéndole un sentido de solidaridad hemisférica y de salvación nacional a la “depuración” de los profesores. Si bien los argumentos con los cuales se desplegó la lucha anticomunista no eran del todo una novedad para nuestro país y la represión a los profesores catalogados de antipatriotas y subversivos habían estado presentes desde el siglo XIX, con el desarrollo de la Guerra Fría las escuelas chilenas se insertaron más que nunca en el devenir internacional. 251 Cámara de Diputados, sesión 5ª extraordinaria, 11 de mayo de 1948, 138. 96 De esta forma, en rincones tan disímiles como Magallanes, Cañete, San Fernando, Maipo, San Bernardo, Valparaíso, Ovalle o Tocopilla se desarrollaron pequeñas guerras frías en las que sus vecinos, apoderados, autoridades locales, profesores y estudiantes se hicieron parte de las categorías con que globalmente se entendía la embestida contra el comunismo. Más allá de la intensidad con que se acusara la intromisión de la Unión Soviética en lo que se sostenía formaba parte de un movimiento internacional que desencadenaría una tercera guerra mundial, los diversos sectores anticomunistas respondieron con una campaña de reafirmación de lo “nacional” donde valores patrios previamente construidos, como la raza, la democracia, la libertad o la religión, debían ser difundidos con vehemencia. En consecuencia, de la mano con el escenario internacional durante la “guerra contra el comunismo” podemos observar la continuidad de argumentos anticomunistas que se habían levantado con anterioridad. Expresión de esto fueron las acusaciones de que los profesores comunistas buscaban inculcar el odio de clases en vez de la paz social; incitar a la subversión en contra de la democracia en lugar del respeto al orden constitucional; y enseñar propaganda comunista en reemplazo de contenidos escolares. A éstas se unieron, además, la utilización del prestigio social que gozaban en sus comunidades los profesores para manipular a campesinos, obreros, industriales, entre otros trabajadores, en pos de paralizar las actividades productivas del país y, así, provocar una guerra civil. Tan extendida como la anterior fue la denuncia de que el comunismo había infiltrado las organizaciones de representación gremial del magisterio para dar la impresión de que todos los profesores pertenecían al comunismo -o que al menos eran sus aliados- y así asestar su golpe revolucionario. De las organizaciones gremiales más importantes del periodo fue la Unión de Profesores de Chile a la que con mayor tesón se le recriminó constituir un “foco comunista”, argumentando que tras sus demandas profesionales y de mejoramiento de la educación, se escondía la intención de formar nuevas células para la subversión social 252. Así lo denunciaron en reiteradas ocasiones la Brigada de Profesores Socialistas, al señalar que la UPCH se había transformado “en un instrumento dócil del Partido Comunista, 252 En este argumento se puede establecer un paralelo con la imagen que pesaba por aquel entonces sobre los sindicatos obreros entre vastos sectores anticomunistas. En este sentido, se sostenía, que una minoría comunista manipulaba y controlaba a las “masas trabajadoras” para la instauración del régimen soviético en nuestro país. 97 Comentario [Rodrigo M9]: defendiendo sus consignas antes que los derechos e intereses de los maestros”. En consecuencia, reclamaba: “Por el respeto a su función y a su conciencia democrática, los maestros no pueden seguir un día más dando los medios económicos para el grupo comunista allí enquistado” 253. Tal fenómeno se explica porque durante este periodo al interior de los organismos de representación gremial de los profesores se replicaron las pautas partidistas que se estructuraban a nivel nacional. Así, entre 1947 y 1952 se formó una alianza entre socialistas y radicales para combatir al comunismo, a la que respondió una fracción socialista que apoyó a los profesores comunistas frente a la persecución 254. La existencia de profesores que conspiraban subterráneamente en el país para derrocar su orden político y social, fue la hebra más sensible para los sectores anticomunistas entre los cuales prevalecía una experiencia “apocalíptica” que durante la Segunda Guerra Mundial se había exacerbado. El mayor temor que divulgaba el gobierno, la prensa y las personas comunes empeñadas en la eliminación del comunismo no era tanto la infiltración en los organismos de representación gremial de los profesores sino que estos conspiraran en campos, fábricas, industrias y puertos, por una parte, y que adoctrinaran encubiertamente en las salas de clases a niños y adolescentes, por otra. Esta sospecha se reforzó mediante la divulgación de documentos en los que el gobierno buscaba comprobar la existencia de complots comunistas, los que tenían por objetivo formar células dirigidas por la Unión Soviética en las escuelas chilenas. Tales registros tuvieron una amplia difusión en la prensa anticomunista del periodo para respaldar la “guerra contra el comunismo” encabezada por el gobierno y para convencer a la sociedad sobre la necesidad de alinear las escuelas a la contienda global. No en vano dichos documentos fueron revelados en el Congreso durante dos debates claves: el de las Facultades Extraordinarias en octubre de 1947 y el del proyecto de Ley de Defensa Permanente de la Democracia en abril 1948. En relación al primero, una vez lanzada la “guerra contra el comunismo”, el ministro del Interior contraalmirante Inmanuel Holger para comprobar ante la opinión pública que Chile era víctima de la infiltración de agitadores extranjeros - particularmente aquellos que provenían de la órbita soviética- presentó ante el Congreso como principal prueba el caso del profesor Slavko Gazer Mestrovich. Según constaba en las 253 254 “Profesores Comunistas”, Por Chile, Santiago, 22 de mayo de 1948, 3. Núñez, Gremios del Magisterio, op. cit., 129. 98 investigaciones sostenidas coordinadamente por las cancillerías chilena y argentina, dicho ciudadano yugoslavo tenía encomendada “la acción paneslavista en Magallanes” para lo cual “se le había nombrado por el Gobierno yugoeslavo de Belgrado, profesor de la escuela yugoeslava de Punta Arenas, a quien pagaba el propio Gobierno yugoeslavo”. Según el ministro, Gazer, no satisfecho con ser un “agente del Comintern”, portaba un pasaporte falso y durante más de un año de estadía en Chile no se había registrado en el Servicio de Extranjería. Este profesor y director de la escuela yugoslava en Punta Arenas, además, dependía directamente de la legación diplomática de Yugoslavia en Chile, ante lo cual advertía Holger: Desde luego, no dejará de extrañar que un Maestro de Educación reciba nombramiento en el extranjero para venir desempeñar un cargo de Maestro o Director de una escuela sujeta a nuestra propia soberanía, lo que es atentatorio a nuestra dignidad nacional. 255 No obstante lo anterior, señalaba el ministro, la dirección de la escuela yugoslava estaba a cargo de Andrés Kujoj, “sin que jamás Gazer haya desarrollado la menor labor educacionista.” 256 Por el contrario, se acusaba a “este activo agente a sueldo del Mariscal Tito” de procurar “sólo imponer su ideología en forma prepotente” y sembrar la discordia al interior de la colonia yugoslava, la cual con anterioridad a su llegada se había mantenido leal a las leyes y normas chilenas 257. Se observa, en consecuencia, cómo Holger justificaba, por una parte, la expulsión del encargado de negocios yugoslavo, Andei Cunja del país; y, por otra, la persecución en contra de profesores comunistas. Meses después, durante el debate parlamentario sobre el proyecto de Ley de Defensa Permanente de la Democracia, la existencia de profesores comunistas al interior de las escuelas chilenas fue uno de los argumentos claves que el gobierno utilizó para reforzar los pilares ideológicos sobre los que descansaba la “guerra contra el comunismo”. Expresión de ello es que en las sesiones no sólo participaron los ministros del Interior y de Justicia, sino que además el de Educación Pública. Entre ellos el que más se destacó en la tarea de defender el proyecto fue el ministro del Interior, quien durante la sesión del 22 de 255 Cámara de Diputados, sesión 12ª extraordinaria, 29 de octubre de 1947, 506. Ibid, 507. 257 Idem. 256 99 abril de 1948 -que inauguraba el debate sobre esta iniciativa legal en la Cámara de Diputados- difundió un documento titulado “Instrucciones enviadas por el Partido Comunista” 258. Éste correspondía según Inmanuel Holger a una circular enviada por el Comité Central del Partido Comunista al Comité Regional de Antofagasta que había sido interceptado por la Policía de Investigaciones de la provincia, en el que se indicaba a las “células” un plan para llevar a cabo un golpe revolucionario, consistente en aumentar la presencia comunista en los sindicatos y en las escuelas de la zona salitrera, comprendida entre Arica y Copiapó, en un plazo de 30 días. Específicamente en el ámbito educativo, acusaba el ministro Holger, el PCCh habría encomendado las siguientes tareas: “INSTRUCCIONES.- A los compañeros que tienen la misión de organizar las célula de estudiantes en la zona de Arica a Copiapó: 1.0.- Iniciar rápidamente la inscripción de estudiantes comunistas y simpatizantes. 2.0.- Exigir el pago de cuotas semanales, canceladas los días lunes. 3.0.- Cuota voluntaria. 4.0.Exigirles a los militantes la traída de un mínimo de cinco hombres o mujeres más para el partido. 5.0.- Los simpatizantes pagarán una cuota de un peso semanal de ayuda al partido. 6.0.- Juramento de lealtad al partido y a los miembros del Comité Central y Comité Regional. 7.0.- Las células deberán componerse de diez militantes. 8.0.- En cada célula habrá un secretario de célula y un secretario de finanzas, que son los que mandarán en las células. 9.0.- Los secretarios de células recibirán las órdenes que les envíe el regional por intermedio de los enlaces que se han mandado para este efecto, en cada rama de 1a educación. 10.0.- Tratar que se reúna la gente en la hora de recreo, a fin de que le vayan conociendo los compañeros de las células. 11.0.- Probar la situación organizando una ayuda para la familia de la Juana Vera Olivares y de su padre Humberto Vera, relegado en Pisagua. 12.0.- Evitar que el profesorado radical tome conocimiento de este movimiento de reivindicación de los estudiantes proletarios, porque entonces éstos son denunciados sin ningún escrúpulo a las autoridades. 13.0.- Nombrar elementos de confianza del partido y que sean estudiantes, a fin de que tengan oído a todos los comentarios que hacen los profesores y demás alumnos que no son de nuestra causa, para tener una información exacta de todo lo que se habla, se comente y se haga en nuestra contra. 14.0.- Rendir de las cuotas reunidas a más tardar el día martes de cada semana. 15.0.- Exigir unidad y reserva en todas las actuaciones de todos los nuevos militantes de esta nueva sección creada en beneficio exclusivo de los intereses de los explotados, de los hijos de los mismos, que si no se van preparando desde ahora, serán después carne de cañón o seres explotados por los capitalistas y reaccionarios que actualmente luchan con la desesperación de los ahogados, porque ven que son los últimos instantes, que para explotar al pueblo les quedan. Hacerle presente a los nuevos defensores de la causa, que el tiempo ha precipitado los acontecimientos y que se ha acortado el plazo que se les tenía señalado a los burgueses chilenos, porque la situación actual hace que nos vayamos preparando para el golpe final que no tardará en llegar, entonces serán 258 Cámara de Diputados, sesión 5ª extraordinaria, 11 de mayo de 1948, 138. 100 pocos los postes de las plazas y calles para colgar tanto explotador del pueblo y de sus hijos de este régimen podrido llamado democracia y vendrá el régimen verdadero de la dictadura del proletariado y del glorioso Stalin, que, gracias a la actitud revolucionaria de 1917, Rusia es un país grande y poderoso, así seremos nosotros en el futuro y este es lo que debemos hacerle ver a nuestros hijos para que ellos desde las aulas nos ayuden en esta misión, en la cual dentro de no mucho tiempo, también necesitaremos de ellos para ayuda de la causa justa del explotado por el capitalismo yanqui y criollo.” 259 Estos documentos fueron recurrentemente citados por la prensa anticomunista del periodo, la cual ocupó un rol trascendental en la propagación de la “guerra contra el comunismo” a lo largo del país. A través de los periódicos y la radio, el gobierno pretendía demostrarle a la opinión pública que la persecución a los profesores comunistas era una misión nacional y una necesidad para salvaguardar la democracia. En esta tarea fue secundado por El Mercurio, El Diario Ilustrado, La Nación, La Opinión, La Hora, El Sur y La Unión, entre otros periódicos, en cuyas páginas se cubrían con escándalo aquellas escuelas en las que funcionaban pequeños “soviet”, se publicaban los nombres de los profesores sobre los que había rumores, denuncias o procesos por comunistas, y se difundían las diversas iniciativas del gobierno por alinear las escuelas chilenas a la contienda mundial. A pesar de esta campaña mediática por inculcar la percepción de guerra en la sociedad chilena, no se pueden adjudicar exclusivamente a este esfuerzo las múltiples denuncias -anónimas y firmadas- de personas comunes que llegaban tanto hasta las autoridades policiales y funcionarios de los ministerios de Educación e Interior, como a los diversos periódicos de la época para su divulgación. En este sentido, con anterioridad a la declaración de la “guerra contra el comunismo” una asociación de padres de familia se habría fundado para combatir la “infiltración soviética” por medio de la persuasión y de la propaganda. Según El Mercurio, ésta habría tenido que disolverse al no obtener la personalidad jurídica 260. Aunque no encontramos otros registros sobre esta organización, en los archivos de los ministerios del Interior y Educación son bastantes las advertencias levantadas por sujetos comunes sobre agentes “revolucionarios” que “disciplinaban” en la 259 260 Ibid, 140. “Infiltración comunista en la enseñanza”, El Mercurio, Santiago, 4 de abril de 1948, 3. 101 “doctrina” comunista a los alumnos y las alumnas. Algunas de éstas llegaron incluso a Comentario [Rodrigo M10]: provocar acalorados debates en la prensa. En consecuencia, la embestida contra la “infiltración” comunista no sólo fue defendida por el gobierno y secundada por la prensa anticomunista, también sujetos comunes de diversos rincones del país enviaron cartas a estos medios escritos para respaldar la campaña estatal de represión del comunismo. Ilustrativa, en este sentido, es la siguiente misiva de M.J.R. a Estanquero: Señor Director: El país entero aplaude la determinación de S.E. el Presidente de la República en orden a desplazar de la educación pública a los profesores comunistas, que se han introducido en ella en crecido número en el último tiempo y en donde hacen una obra de zapa, contraria a los intereses de Chile, y, lo que es más grave, inyectando en las tiernas almas infantiles ideas exóticas que tienden a la destrucción del orden social existente y a la implantación de la peor de las dictaduras y de las tiranías, como pasa en la Rusia Soviética. […] No es posible, entonces, que se tolere por más tiempo la propagación de ideas funestas, el envenenamiento del espíritu de nuestros niños dentro de los establecimientos escolares y, todavía, a costa del erario nacional. La audacia de los comunistas y la tolerancia culpable de algunos partidos, han permitido que lleguen al recinto sagrado de la educación pública de Chile estos profanadores del templo de la verdad y de la democracia republicana. […] El Gobierno cumple con un alto deber de sanidad moral, obligando a los comunistas, a los mismos que lo han traicionado y que siguen conspirando contra la República, a dejar estos cargos, los que deben ser entregados a personas verdaderamente patriotas, a maestros auténticos, amantes de Chile y de sus instituciones democráticas. 261 En esta carta al director -al igual que en muchas otras publicadas en este periodo- se puede apreciar la intensidad con que algunos grupos de la sociedad civil chilena incorporaron a su propio anticomunismo las polaridades y los argumentos difundidos públicamente durante la “guerra contra el comunismo”. Junto con la hipótesis de que el comunismo era una ideología “exótica” a la esencia nacional chilena, se sostiene que ésta tendría por fin la pulverización del orden social para la instauración de la “tiranía” soviética. Asimismo, se acusa la osadía comunista de utilizar las salas de clases a expensas del Estado chileno para “envenenar” a las almas “tiernas” de niños y jóvenes. Por último, se justifica la represión al magisterio como mecanismo de “saneamiento” nacional, el cual 261 M.J.R. Carnet 388710, “Control comunista en la educación”, Estanquero, Nº 62, Santiago, 27 de marzo de 1948, 1. 102 debía ser acompañado por una arremetida patriótica encabezada por profesores “demócratas”. Dicho reclamo por una educación republicana y nacional estuvo sumamente presente en los discursos anticomunistas de la época. A diferencia de decenios anteriores cuando se resaltaba principalmente que los profesores comunistas pretendían enseñar el odio a la patria y la subversión social en las escuelas, durante la “guerra contra el comunismo” se enfatizaba que la estrategia de la Unión Soviética consistía en penetrar las almas de niños, adolescentes y jóvenes chilenos, con el objetivo de convertirlos en militantes comprometidos con la expansión soviética en el escenario de la lucha Este-Oeste. Esta visión la podemos encontrar en la editorial “Infiltración comunista en la enseñanza” publicada por El Mercurio en abril de 1948, en la que se acusa que el “campo docente” era uno de los “reductos predilectos” de Moscú a lo largo del mundo. Prueba de ello era que gran parte de la propaganda comunista publicada por la prensa era firmada por profesores que militaban en ese partido. En consecuencia, sostenía el diario, “la enseñanza pública ha sido uno de los mejores caldos de cultivo que ha encontrado el equipo comunista para llevar a cabo su labor de zapa.” Tal premisa habría sido corroborada en sus viajes a lo largo Chile por el mismísimo presidente Gabriel González Videla, quien recibía denuncias y quejas de apoderados acerca de “la desviación de las clases hacia una vulgar prédica” y sobre el poder de maestros comunistas en algunas zonas, donde no sólo presidían la célula local sino que además se desempeñaban como regidores. Al respecto agregaba El Mercurio: Los textos tendenciosos, redactados con malicia; las clases convertidas en una prédica incesante de odios contra determinadas clases sociales y contra determinados partidos; la organización de grupos en que bajo los más inocentes disfraces se corrompe intelectual y moralmente a la juventud; la mezcla inextricable que se hace de la política y de la acción docente, siempre en beneficio de la primera y con desmedro de la segunda: tal es la triste realidad que se puede atisbar en no pocos establecimientos. Los comunistas, como todos sabemos, son minoría así en la enseñanza como en la población del país entero. Pero suplen el número con audacia; emplean el fanatismo con una destreza raras veces igualada antes, y saben en fin hacerse indispensables en donde es preciso que el partido logre una posición importante, conquiste una base inaccesible o disfrute de consideración y respeto adecuados a la continuidad de la labor. 262 262 “Infiltración comunista en la enseñanza”, op. cit., 3. 103 Para los sectores anticomunistas de matriz nacionalista, los militantes del PCCh actuaban como autómatas que replicaban las directrices emitidas desde Moscú. En este sentido, la acusación internacionalista que se defendía descartaba cualquier grado de autonomía de los comunistas chilenos frente al comunismo internacional. Más bien, predominó una visión en que lo externo irrumpía en la sociedad nacional para destruirla. En esta línea, una editorial de El Diario Ilustrado advertía el 7 de abril de 1948: Hay que substraer a los niños de la órbita de influencias de maestros antipatriotas que realizan entre nosotros una lenta tarea de envenenamiento de la conciencia de los escolares, y preparan y abonan el terreno para someterlos en lo futuro, y convertirlos en esclavos y dóciles ejecutores de las doctrinas del comunismo internacional. Los profesores no pueden negar la tarea que cumplen porque han quedado en evidencia en muchos casos a lo largo del país al ser sorprendidos en actos contrarios al orden público y en actividades que comportan una conspiración contra el régimen republicano y democrático de gobierno. No pueden encubrir en forma alguna qué intenciones siniestras les mueven en tan abyecta tarea, y qué persiguen cuando utilizan el alma y conciencia de los niños para crear nuevos conductores de sus doctrinas perversas. […] La educación pública de un país no debe estar entregada a “quislings” o a “quinta columnas”, valga decir a traidores y desleales. A traidores que en vez de enseñar historia patria y despertar en sus alumnos el amor por la patria y sus instituciones, el respeto a Dios y el acatamiento de las leyes y preceptos constitucionales, miran hacia el Oriente y elogian y recomiendan un régimen enrojecido más que por la calificación de rojo, por la sangre de millones de inocentes seres humanos asesinados rápida o lentamente en los campos de concentración. 263 Interesante en esta editorial es el uso del término “quinta columna”, el cual fue un artilugio muy propio de los anticomunistas para explicar la actuación del comunismo internacional. Si durante los años de la Segunda Guerra Mundial dicho concepto denotaba en América Latina a las fuerzas nazi-fascistas que se presumía complotaban ocultas en la región, a partir de los comienzos de la Guerra Fría éste se utilizó para designar a todos aquellos comunistas extranjeros y locales acusados de sabotear las economías y las democracias locales. Este último era un aspecto muy típico de la Guerra Fría, periodo en que tras el fin de la Segunda Guerra Mundial tanto Estados Unidos como la Unión Soviética proyectaban de manera apocalíptica sus miedos con respecto al otro 264. En este escenario, “la ‘resistencia’ expresada a través de una guerra oculta o de un ‘alzamiento en masa’” 265, los modelos de desarrollo y las doctrinas de seguridad se transformaron en rasgos paradigmáticos del enfrentamiento bipolar. En consecuencia, no es extraño que tanto 263 “Depuración de la enseñanza”, El Diario Ilustrado, Santiago, 7 de abril de 1948, 3. Veiga, op. cit., 42. 265 Idem. 264 104 al interior de la sociedad estadounidense como de la chilena hubiera sectores que achacaran a la URSS la existencia de la Guerra Fría. Es más, fue bastante frecuente no sólo recurrir a la imagen del imperialismo soviético, sino que también “ver en los movimientos de Stalin la contrapartida de los movimientos de Hitler en el decenio de 1930” 266. Esta interpretación del comunismo era compartida por la revista Por Chile, perteneciente al grupo nacionalista y anticomunista del mismo nombre. En una editorial publicada el 22 de mayo de 1948, titulada “Profesores Comunistas” acusaba que: En la actividad nacional en que el comunismo tiene sus más fervientes adoctrinadores es en el profesorado. Hay facultades universitarias donde las células comunistas están hábilmente disfrazadas de intelectuales; que, en el fondo y en la práctica; son agentes stalinistas, encubiertos tras el ropaje de pintores, escritores, artistas, etc. 267 La actuación “adoctrinadora” de los profesores “rojos” en las escuelas preocupaba notoriamente a los diversos sectores anticomunistas puesto que se estimaba que tendría por consecuencia el empeoramiento intelectual y moral de los estudiantes y de la nación. Por una parte, se señalaba que al estar enfocados en la concreción de un golpe revolucionario, los profesores comunistas no tenían tiempo para preparar sus clases, transformándolos necesariamente en malos educadores. Por otra, se sostenía que los profesores comunistas enseñaban tergiversadamente los contenidos, entregando conocimientos ideologizados por corrientes extranjeras que afectaban el nivel cultural del educando, lo que convertía a tales maestros en malos chilenos. Para los sectores anticomunistas era esperable que los profesores “rojos” rechazaran el respeto a los héroes nacionales debido a su aversión a cualquier forma de patria que no fuera la comunista. Así, durante la “guerra contra el comunismo” no sólo se apeló a la simbología global del enfrentamiento Este-Oeste, sino que también fue común recurrir a la maquinaria de símbolos patrios que había sido construida durante el siglo XIX y contraponerla con la imaginería soviética. De esta manera, diferentes sectores anticomunistas advirtieron sobre el “peligro” de que en la sala de clases los emblemas 266 267 Ibid, 501. “Profesores Comunistas”, Por Chile, Santiago, 22 de mayo de 1948, 3. 105 nacionales fueran reemplazados por los soviéticos. Una editorial de El Diario Ilustrado publicada en enero de 1949 expresa lo anterior: En el hecho, en la triste realidad, en muchas pizarras se enseñó el signo de la hoz y el martillo y se ignoró el escudo nacional. En muchos pupitres se habló contra la idea de Dios, de la patria, de la propiedad y de la familia, que son las bases en que se sustenta la Carta Política de la mayoría de las naciones civilizadas. Hubo alumnos que ignoraban la Canción de Chile, pero se sabían a la letra la amarga desesperanza de la Internacional. 268 Mientras las expectativas que se tenía de los maestros chilenos era que educaran a las nuevas generaciones a servir en la organización política de la República y a convertirse en ciudadanos que contribuyeran al bienestar común, en la óptica anticomunista se creía que el profesor “rojo” fomentaría en las almas infantiles el odio de clases, el espíritu de subversión y el repudio a la democracia. De este modo, enseñaría el rechazo a ese tipo de civismo nacional, “diciendo que está al servicio de una odiosa casta de hombres que llaman capitalista y burguesa; y que –odiando el capitalismo- enseñan que hay que crear un capitalista único, dueño de todo: el Estado Soviético” 269. En contraste, la escuela debía lograr la conciliación de las clases en la suprema categoría de la nacionalidad. En esta línea, al igual que en el debate general en torno al comunismo, la situación de la Unión Soviética y de sus países satélites operó como un espejo de las discusiones nacionales. Por una parte, constituyó para los comunistas la concreción de una democracia popular paradigmática -casi paradisiaca- mientras que para sus detractores constituía el alter ego del PCCh. Desde esta perspectiva, fue extendido comparar la situación de las escuelas chilenas con el caso de Checoslovaquia. Con horror se comentaba, por ejemplo, que a causa del culto a los “mostachos” de Stalin, los escolares checos y eslovacos no tendrían héroes de su patria a los cuales honrar en lo cotidiano, como tampoco mandatarios de su nacionalidad que fueran exhibidos en las salas de clases como manera de inculcar el respeto por el régimen constituido legalmente 270. La supuesta utilización de las aulas para difundir propaganda comunista en detrimento de los contenidos escolares explica que constantemente se vincularan los bajos resultados académicos obtenidos por algunos colegios chilenos a la acción del comunismo 268 “El magisterio y la democracia”, El Diario Ilustrado, Santiago, 12 de enero de 1949, 3. M.C.P., “Gobierno y funcionarios”, El Diario Ilustrado, Santiago, 20 de marzo de 1948, 2. 270 “Depuración de la enseñanza”, El Diario Ilustrado, Santiago, 7 de abril de 1948, 3. 269 106 en las escuelas 271. Dicha situación también se le recriminaba a la Unión Soviética, la cual Comentario [Rodrigo M11]: según sus opositores habría empeorado el nivel de la educación de los países “satélites” mediante la disminución de la tasa de alfabetización y la pérdida de su diversidad cultural. A causa de lo anterior fue común achacar a los profesores comunistas que su actuación tanto en la sala de clases como en sus compromisos fuera de ésta incentivaban entre los estudiantes la preocupación por las luchas partidistas, la participación en manifestaciones callejeras y el apoyo a huelgas revolucionarias, tal como se habría manifestado en la activa presencia estudiantil en las protestas de la llamada “Revolución de la chaucha” en agosto de 1949. Esta politización de los niños y jóvenes del país, en la visión del anticomunismo de las derechas, erosionaba las nociones de deber, disciplina, respeto, orden y autoridad -bases de la tradición chilena- conduciendo a los alumnos a descuidar sus tareas elementales, es decir, aprender y estudiar. Otro aspecto que preocupaba -al menos a los sectores conservadores en materia religiosa- era la pretensión comunista de arrancar a Dios de la enseñanza, la cual argumentaban habría provocado toda clase de aberraciones en la Unión Soviética, afectando incluso con ello al concepto de familia. En el caso de grupos nacionalistas como Estanquero, a lo anterior incluían la noción de que Chile era un país católico, por lo que cualquier enseñanza al margen de la religión tal como la pregonaba el “sectarismo racialmarxista” era una degradación cívica y moral de las niñas y los niños de nuestro país. 272 En este escenario de disputas ideológicas que situaban en el centro a la escuela chilena, el Partido Comunista respondió a sus detractores mediante los códigos con que desde la Unión Soviética se estaban comprendiendo las crecientes tensiones entre Washington y Moscú, por una parte; y haciendo una defensa de las libertades políticas y públicas en un régimen democrático, por otra. Así, frente a la masificación del concepto de Guerra Fría encabezado por el gobierno de Gabriel González Videla y otros actores civiles y partidistas, el comunismo chileno acusó la arremetida del imperialismo norteamericano en la región. En este contexto, en una editorial publicada por el diario El Siglo una vez desatada la “guerra” en contra de profesores se indicó: 271 “Crisis de la educación”, El Diario Ilustrado, Santiago, 14 de enero de 1956, 3. “Obra de misericordia: enseñar al que no sabe”. Estanquero, Año VII, Nº 301, Santiago, 10 de enero de 1953, 7. 272 107 Comentario [Rodrigo M12]: ¿Tienen o no los profesores el derecho de pertenecer a cualquier partido político y a profesar cualquier ideología? Evidentemente sí. El proselitismo político es una cosa diferente. Estamos contra él. Y los profesores todos no hacen proselitismo político. Entre ellos –y es natural- pueden hacerle propaganda a tal o cual partido, pero entre los alumnos no la realizan. Su labor docente la ejercer de acuerdo con los programas definidos en su orientación. Fuera de las aulas escolares tienen pleno derecho a participar en las actividades políticas. La Constitución no hace con ellos excepción. No podría hacerlo, porque ello implicaría condenar al magisterio a no pensar y lo colocaría ante una manifiesta desigualad ante la Ley. Aún más, las leyes confieren en tal forma los derechos políticos de los profesores, que se considera incompatible el cargo de regidor con el de empleado público, salvo que éste sea profesor. 273 Junto con la defensa de las libertades políticas de los profesores, el comunismo también descartó que al interior de las salas de clases se realizara proselitismo 274. No tranquilo con esto, además, reivindicó el carácter nacional de las enseñanzas impartidas por profesores que militaban en el Partido Comunista, quienes inculcaban el amor a la patria y a la democracia entre sus alumnos. Expresiva de dicha postura es la carta de un maestro primario publicada en el diario El Siglo al comienzo de la “guerra contra el comunismo”. Ante las reiteradas acusaciones realizadas por El Mercurio, en el sentido de que en las escuelas primarias se les enseñaba a los niños y las niñas del país a despreciar a la patria y a las instituciones republicanas, este lector señalaba: Yo, por intermedio del diario, de su dirección, quiero invitar a la persona que escribió esa editorial a visitar, sin previo aviso cualquier Escuela del país. Ahí podrá ver personalmente cómo se enseña el patriotismo en ellas, cómo se orienta la personalidad del alumno dentro de las mejores tradiciones republicanas y 273 “Ataques al Magisterio y a la Educación”, El Siglo, Santiago, 25 de enero de 1948, 3. La potencia con que el encuentro con un profesor podía marcar la vida política de un estudiante se puede observar en el testimonio de César Godoy Urrutia. Este líder del comunismo recuerda en Vida de un agitador (1982) que durante la época de la “Ley de Defensa Permanente de la Democracia” se desempeñó como maestro en la Escuela N° 57 de Santiago, ubicada en la barriada popular Bascuñán-San Eugenio. Ahí, uno de los directores de la escuela, le señaló: “¿Y qué curso le voy a dar? Usted no sirve para los chicos. Le entrego el curso superior, donde tendrá que preparar clases todos los días, pero en él podrá hacer, discretamente, su trabajito político.” Efectivamente, los frutos de ese trabajo los pudo ver en las calles de Santiago la noche del 4 septiembre de 1970, durante la celebración de la victoria de Salvador Allende. Según recuerda, desde las filas se abalanzó sobre él un joven que dándole un abrazo le dijo: “Con usted aprendí a ser hombre y aquí estoy con mi esposa y mi hijo, celebrando, con mi viejo maestro, al mismo candidato, el doctor Allende”. A partir de esta experiencia, César Godoy Urrutia reflexiona: “Es posible que otros, anónimamente, entre lágrimas de alegría, esa noche se hayan también acordado del que les enseñara a ser hombres. Puedo y debo aclarar: no les inyecté, como dicen algunos, el virus político, sólo les ayudé a ubicarse correctamente y a pensar en la sociedad. Eso fue todo. ¿Es mucho?” César Godoy Urrutia. Vida de un agitador. México: Universidad Autónoma de Sinaloa, 1982, 118. 274 108 democráticas de Chile. Seguramente a ese señor redactor una visita de ese tipo le haría mucho bien y creo que… hasta le hace falta. 275 Una vez aprobada la Ley de Defensa Permanente de la Democracia y, por consiguiente, endurecida la represión en contra del magisterio, el Partido Comunista desde la clandestinidad siguió manteniendo dicha línea argumental. En una editorial publicada por la revista Principios, a tres años de instalada la “guerra contra el comunismo”, se planteaba que el régimen de Gabriel González Videla había acabado con la educación en Chile mediante la persecución en contra de los profesores y la orientación del presupuesto nacional hacia la compra de armamentos y a la mantención de fuerzas represivas. Asimismo, se acusaba al Ministerio de Educación Pública de poner la enseñanza chilena al servicio del “imperialismo yanqui” a través de la firma de convenios chilenonorteamericanos que habrían tenido por fin dirigir la educación “al servicio de los planes de guerra y de la subordinación de Chile al imperialismo, y crear desde la infancia, una mentalidad propicia a la entrega del país.” 276 En consecuencia, a raíz de los diversos argumentos esgrimidos tanto por el comunismo como por sus más acérrimos enemigos, se puede constatar la vigencia de dos procesos que con antelación se habían consagrado en nuestro país. Por una parte, la internacionalización de la política chilena, al punto de interpretar nuestra trayectoria histórica como sintomática de la “política mundial” 277. Y, por otra, la configuración de un lenguaje nacionalista que hiciera frente a amenazas provenientes tanto desde el interior como desde el exterior del país. Mirado a partir de esta arista, todos los bandos en disputa confirmaron el rol que tradicionalmente se le había asignado a la escuela durante la república: preparar a los ciudadanos del futuro. Más allá de los énfasis que debía ponerse en dicha enseñanza, según los diversos actores de la época, durante la “guerra contra el 275 Un maestro primario, “La escuela primaria y el patriotismo”, El Siglo, Santiago, 20 de noviembre de 1947, 3. 276 Principios, octubre-noviembre, 1951, 23. Citado en Martner, op. cit., 81. El historiador Joaquín Fermandois ha denominado “política mundial” a aquel fenómeno del mundo moderno en que “un tema de identificación, que quiere plasmar sus ideas y sentimientos en la realidad social, se enseñorea de una de las sociedades que hacen de modelo o paradigma, o de un grupo de ellas, y rápidamente se convierte en propósito de identificación, en ‘tema’ de casi todo el mundo, de gran parte del globo. Se dice ‘casi’, porque la realidad no puede ser del todo homogénea, y siempre habrá excepciones más o menos importantes. El comunismo, como el anticomunismo del siglo XX, son los fenómenos más acusados de este ejemplo, pero ni con mucho son los únicos casos, ni estos hechos pertenecen exclusivamente a la política.” Joaquín Fermandois, op. cit., 17. 277 109 comunismo” hubo consenso entre los diversos sectores anticomunistas de que la verdadera solución a la “intromisión” soviética en el magisterio no se lograría mediante la sola represión de los profesores y su eliminación de las escuelas –medida que algunos sectores anticomunistas rechazaron-, sino que sobre todo era urgente realizar una “limpieza” sobre las conciencias en que se había infiltrado dicho “virus”, evidenciando la “deformación” de su doctrina. Bajo esta lógica, resultaba prioritario robustecer los sentimientos patrióticos y fomentar la valoración de la democracia en las salas de clases 278, motivo por el cual el Ministerio de Educación Pública encabezó una campaña para alinear las escuelas a la Guerra Fría, como veremos en el capítulo siguiente. 278 “Reunión de inspectores escolares”, El Diario Ilustrado, Santiago, 2 de abril de 1948, 3. 110 Capítulo III ALINEANDO A LA ESCUELA EN LA GUERRA FRÍA Una modesta escuela de Lebu durante el mes de abril de 1948 se ubicó en el centro de la polémica. En periódicos y radios de ciudades como Concepción, Temuco y Santiago se reproducía la noticia: “Célula comunista se sorprendió entre el alumnado de la Escuela de Artesanos de Lebu”. Según las informaciones, en el citado establecimiento estudiaban cerca de un centenar de alumnos cuya edad fluctuaba entre los catorce y los dieciocho años, los cuales desde hacía tiempo -especialmente en los cursos superiores- habrían comenzado a manifestar síntomas de “rebeldía” hacia sus maestros 279. Esto motivó a la dirección a realizar reservadamente una investigación que no arrojó resultados debido al absoluto hermetismo que existía entre los estudiantes. Tal actitud provocó gran sospecha en el director de la escuela, Erasmo Pallavicini, pues intuía que tras ésta se escondía la “prédica comunista” 280. Decidido a combatirla, organizó un ciclo de conferencias en la que explicaba algunos aspectos de la política de represión al comunismo dirigida por el gobierno. En una de éstas salió a la palestra el estudiante José Nery Saavedra Benavides para defender la posición de la Unión Soviética ante los estudiantes y los profesores asistentes 281. El mismo alumno, además, tiempo atrás había sido sorprendido en la clase de dibujo con un cuaderno decorado con la insignia del Partido Comunista y defendía ideas “comunistas” cuando se comentaban las noticias en los dormitorios. Frente a esto último, un profesor “el señor Urquiza le demostraba fehacientemente cómo los últimos atentados dentro y fuera del país, han sido concebidos y ejecutados por elementos comunistas descontrolados, que se han puesto a sembrar el terror rojo en nuestro suelo” 282. La alerta de estudiantes adoctrinados por el comunismo estaba encendida, frente a lo que la comunidad escolar decidió actuar con suma urgencia. Para ello, primero, se informó de la situación a la Intendencia, la que a su vez rindió cuentas al jefe de Zona de 279 “Célula comunista se sorprendió entre el alumnado de la Esc. de Artesanos de Lebu”, El Sur, Concepción, 22 de abril de 1948, 13. 280 Idem. 281 Idem. 282 Erasmo Pallavicini, “Sobre existencia de célula comunista en alumnado Escuela Artesanos de Lebu”, La Nación, Santiago, 28 de abril de 1948, 20. 111 Emergencia y al ministro del Interior 283. Acto seguido, José Saavedra fue suspendido y tras reunirse el consejo de profesores el 19 de abril de 1948 se acordó por unanimidad separarlo de la escuela por “sostener ideas comunistas, que están en abierta pugna con los principios democráticos del Gobierno de la nación.” 284 Enseguida el director solicitó a los profesores mayor celo en la enseñanza y reunió a todo el alumnado y personal del colegio para exponerles “palmariamente los peligros y resultados desastrosos del comunismo internacional” 285. En virtud de ello, el director de la Escuela de Artesanos fue felicitado por el Ministerio del Interior por mostrar una “actitud elevada y patriótica” 286 en el contexto de la Guerra Fría. La actuación del director de la Escuela de Artesanos de Lebu y la del consejo de profesores de dicho establecimiento no era un fenómeno aislado de la política nacional. De hecho, la expulsión del estudiante José Saavedra tenía como telón de fondo el comienzo del debate parlamentario sobre el proyecto de Ley de Defensa Permanente de la Democracia. También, la campaña ideológica que había comenzado el Ministerio de Educación Pública una vez declarada la “guerra contra el comunismo” para alinear a profesores, inspectores y directores en su cruzada. Y, por último, el apoyo irrestricto que la prensa anticomunista dio a ésta con el objetivo de convencer a los apoderados y a las organizaciones locales del país para que denunciaran la prédica del comunismo en las aulas. En este escenario la escuela ocupó un lugar crucial en el constante esfuerzo por redefinir la democracia desde el escenario de la Guerra Fría, legitimar la alineación hemisférica con Estados Unidos y promover la política anticomunista adoptada por el gobierno. Por consiguiente, a lo largo de todo el país fueron múltiples las autoridades educacionales, medios de prensa, organizaciones de apoderados y comunidades vecinales que posicionaron las salas de clases en el centro de la contienda mundial. 283 “Una célula comunista se descubrió entre el alumnado de la Escuela de Artesanos”, El Diario Austral, Temuco, 22 de abril de 1948, 10. 284 Erasmo Pallavicini, op. cit., 20. 285 Idem. 286 Oficio Confidencial 242-8, enviado por Inmanuel Holger al intendente de Arauco, Santiago, 10 de mayo de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 112 1. Democracia, chilenidad y americanismo: el nuevo “credo pedagógico” en los albores de la Guerra Fría. Los esfuerzos orientados a eliminar al comunismo en las escuelas fueron acompañados por la insistencia del gobierno para indicar las didácticas, los discursos y los programas con los cuales se debía enseñar a los escolares del país. Así, paralelamente a la aprobación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, el Ministerio de Educación ordenaba por decreto N° 9226 el nuevo programa de estudios para la educación primaria, que reemplazaba al que regía desde 1929 287. Esta reforma pedagógica, que pretendía poner en sintonía la educación con el proyecto nacional adoptado a partir de 1938, ensalzaba el modelo democrático de Occidente. En una columna publicada en La Nación el 16 de octubre de 1948, el director de Instrucción Primaria, Óscar Bustos, señalaba que en la elaboración de los programas habían participado tanto inspectores como profesores de escuelas normales y experimentales, y que en su conjunto, significaban “un progreso evidente por su orientación ideológica y por la estructura técnico-pedagógica que se les ha dado”, ya que uno de los objetivos fundamentales de estos, era orientar los contenidos hacia una “nueva filosofía social” que capacitara “de acuerdo con la concepción democrática para una justa, solidaria y elevada vida social cívica” 288. La transformación de los programas de educación no era un asunto nuevo. En el marco del proyecto desarrollista, industrializador y democratizador encabezado por el Frente Popular, el gobierno del radical Juan Antonio Ríos en 1941 formuló un plan para aumentar el “sentimiento de chilenidad” entre los niños y las niñas del país 289. Éste se vio acompañado en 1943 por la circular N° 49, firmada por Óscar Bustos, entonces director general de Educación Primaria, y concebida por Daniel Navea, jefe del Departamento Pedagógico de Educación Primaria, la cual fue actualizada durante la “guerra contra el 287 Iván Núñez, Descentralización y reformas educacionales 1940-1978, Santiago, Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE), 1989, 25. 288 Otras de las características principales de los nuevos programas era su pretensión de capacitar para mantener y robustecer la salud; para obtener un conocimiento racial y comprensivo del universo; para la vida en trabajo y cultivar el sentido económico; y para la apreciación, interpretación y creación de la belleza. Óscar Bustos, “Reformas en la Educación Primaria. Los nuevos programas de estudio”, La Nación, Santiago, 16 de octubre de 1948, 4. 289 Rojas, Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos…, op. cit., 50-51. 113 comunismo”. Dirigida al profesorado bajo el título “Orientaciones socioeducativas para las escuelas primarias de Chile”, la circular de 1943, junto con hacer un llamado para que la escuela abandonara la “actitud contemplativa” frente a la Segunda Guerra Mundial, recalcaba la necesidad a desarrollar la educación cívica de los estudiantes, especialmente en lo relativo al nacionalismo, el republicanismo y el americanismo como método para fortalecer la democracia 290. A partir de entonces se desarrolló un ciclo de estudios en las escuelas elementales de Chile para ajustar el currículo a las transformaciones culturales e ideológicas que operaban en ese periodo. Cinco años después el resultado de dicho trabajo se concretaba en los nuevos “Planes y Programas de Estudio para la Educación Primaria Común”, cuyos instrumentos tendrían vigencia hasta los años 1966 y 1967 291 y aportarían a la tecnificación del trabajo docente, sobre todo en la rama primaria 292. En consonancia con la confrontación ideológica global, un documento enviado por el Ministerio de Educación Pública a la Contraloría General de la República en diciembre de 1948 indicaba que mediante la aplicación de los nuevos programas 293, los maestros debían transformarse en fervorosos seguidores de un “credo pedagógico” 294 caracterizado por el espíritu democrático, la chilenidad y el americanismo. Por lo mismo, exigía a cada maestro que piense en que ningún sistema educativo puede permanecer neutral frente a los planes de vida de una nación en marcha. Al contrario, dentro de una nación democrática, la educación debe decidirse con fe y valor por este sistema de convivencia, por sus ideales y convicciones, para luego difundirlos con espíritu racional e ilustrado en el seno del pueblo. 295 Mirado desde la Guerra Fría, la circular del Ministerio de Educación Pública consideraba que: En nuestra época, la organización de las naciones y el régimen de vida de los pueblos están en peligro de ser vulnerados por fuerzas regresivas poderosas y 290 Ibid, 36. Núñez P., El cambio educativo en Chile…, op. cit., 6. 292 Osandón, El cambio educativo desde el aula, la comunidad y la familia…, op. cit., 106. 293 “Divulgarán nuevos programas para la educación primaria”, La Nación, Santiago, 1° de febrero de 1949, 2. 294 Oficio N° 12046, “Aprueba programa de estudios para el establecimiento de educación primaria”, enviado por el Ministerio de Educación Pública a la Contraloría General de la República, Santiago, 22 de diciembre de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10592, 5. 295 Idem. 291 114 audaces, razón por la cual el maestro y la escuela deben estar al servicio de la democracia, que implica posibilidades permanentes de progreso y bienestar. 296 Esta iniciativa fue respaldada por la prensa gobiernista y anticomunista. Decidora, al respecto, fue la editorial publicada en La Nación el 2 de noviembre de 1948 en la que se ubicaba a los nuevos planes y programas del Ministerio de Educación Pública como parte de un “proceso de reajuste social que vive la Nación”, en el cual “la educación nacional no ha podido quedar al margen de las demás funciones, en la faena de una nueva confrontación de los valores humanos, en consonancia con las diversas instituciones del país, en estricto sentido de la democracia” 297. La renovación de los planes de estudios, entre otras intenciones, alineaba los contenidos escolares a la lucha hemisférica. Aunque no se mencionaba explícitamente la Guerra Fría, se aludía a una confrontación entre valores progresivos y regresivos en Chile y el mundo, adoptando un lenguaje ideológico global que estuvo muy presente en nuestro país durante las décadas venideras. Frente a ello las críticas no se dejaron esperar, cuestionándose la pretensión de reducir la formación de los niños y las niñas del país a los valores democráticos entendidos exclusivamente bajo un prisma norteamericanizante. En respuesta a estas voces disidentes, El Diario Ilustrado blindó la iniciativa del gobierno señalando: Quienes así discuten frente a tan feliz iniciativa de educar a la niñez en el amor a las libertades y en el respeto de los derechos y prerrogativas que son propios de los hombres civilizados, nada dijeron cuando desde los pupitres de la primera enseñanza hasta las cátedras universitarias, maestros inescrupulosos predicaban la decadencia y la corrupción de la democracia y exaltaban las mentirosas excelencias de la barbarie comunista. Entonces, la escuela primaria arrojaba a la vida generaciones numerosas de amargados, de escépticos, con espíritus enfermos, saturados de odios sociales, sin fe en los destinos de la patria, que iban a engrosar las filas desesperanzadas de los inútiles, cuando no de los agitadores y revolucionarios. Formar a la niñez en las doctrinas democráticas, es inculcarle el amor a la libertad a la dignidad humana, a la familia, al suelo que la vió nacer; es crearle ambiciones legítimas, confianza en la capacidad de la raza, estimación a sus esfuerzos, respeto de las leyes, noción de sus derechos; es formarle la conciencia de que el hombre, después de largas centurias de luchas, de experiencias, de sacrificios y de sangre, no se ha encontrado otro sistema de convivencia más digno, más justiciero y más civilizado que el que tenemos la fortuna de disfrutar. 296 297 Idem. “Nuevos Programas para la educación primaria”, La Nación, Santiago, 2 de noviembre de 1947, 8. 115 […] Que no se sientan alarmados los que pretenden divisar afanes totalitarios en el proyecto de difundir las normas democráticas desde la silla de los maestros fiscales y particulares. La enseñanza de los derechos y del respeto a las libertades, llevará a los educadores fatalmente a la necesidad pedagógica de establecer ejemplos y señalar las diferencias abismales que existen entre el sistema democrático de Gobierno y los procedimientos de las dictaduras y las tiranías. Los futuros ciudadanos, cuando lleguen a la edad de discernir, se darán cuenta de que no fueron engañados cuando se les inculcó el amor a las libertades de pensamiento, de trabajo, de religión y de palabra, como una de las más bellas y nobles conquistas de la civilización. 298 De la polémica suscitada a raíz del nuevo “credo pedagógico” promovido por el gobierno de Gabriel González Videla, y recibido con entusiasmo por los sectores anticomunistas, se evidencia un rasgo angular de la nueva orientación de los planes y las circulares del Ministerio de Educación, que fue profundizado por instrucciones posteriores a directivos y docentes: enseñar la incompatibilidad radical entre el comunismo y la democracia. Tal visión era concomitante con el desarrollo ideológico que había sucedido a la reestructuración bipolar de la posguerra, según el cual cada vez más la democracia comenzó a ser entendida como diametralmente opuesta al comunismo. En este sentido, si durante la Segunda Guerra Mundial este lenguaje se había dirigido preferentemente en contra de los fascismos europeos, una vez derrotado el Eje, sus principales representaciones se trasladaron para identificar a la Unión Soviética. En el centro de la acepción de democracia difundida durante de la “guerra contra el comunismo” se encontraban tanto la defensa de las libertades civiles y políticas como la protección del régimen constitucional, en cuyo nombre se fundamentaban las restricciones a la participación política y a las libertades públicas. En consonancia con el lenguaje propalado por Estados Unidos, crecientemente la libertad y la ciudadanía se consagraron como un patrón ideológico, el único capaz de garantizar el camino al progreso en Chile. Asimismo, tales esfuerzos tenían como propósito asegurar la supervivencia de la civilización y los valores humanistas simbolizados por la tradición occidental a nivel internacional; y resguardar los valores republicanos y patrios a nivel nacional. 298 B, “El deber de la escuela”, El Diario Ilustrado, Santiago, 30 de marzo de 1949, 3. 116 2. Consiguiendo el compromiso de directores, inspectores y profesores. Ya desde la puesta en marcha de la “guerra contra el comunismo” y conjuntamente a la actualización de los planes de estudio, el Ministerio de Educación Pública encabezó una campaña para obtener el compromiso de profesores, inspectores y directores en el contexto de la Guerra Fría. Así, por ejemplo, en el mes de enero de 1948, a instancias de la renovación de las Facultades Extraordinarias, la Dirección General de Educación Primaria envió a todas sus reparticiones una circular llamada “Democracia y Chilenidad” en la que se convocaba a sus funcionarios a formar parte de la disputa ideológica mundial y a responder a los “peligros” que ésta significaba en nuestro país, reforzando el estudio de la historia nacional y de su raza, entendidas como superiores frente a otros países de América y como excepcionales por su lugar pionero en la lucha por la democracia 299. Al respecto, el documento indicaba que: Los maestros, con más perentoriedad que nadie, están obligados a mantener una actitud responsable y digna, frente a los acontecimientos que determinan el curso de la historia actual.- […] Nadie ignora ya que el mundo tiende a dividirse en dos bandos hostiles, que corresponden a dos tendencias opuestas con respecto a la organización social, es decir, a dos filosofías de la vida que se hacen mutuamente la guerra en las conciencias. […] Nuestra posición intelectual, como chilenos, ha de estar, por eso mismo, inspirada en los ejemplos de nuestra historia y en un conocimiento profundo de nuestra realidad nacional.- Chile tiene en el mundo una personalidad natural y cultural que le impone una determinada línea de acción y que ha de servirnos a nosotros, los maestros, como cimiento seguro que sostenga permanentemente el sistema de nuestros actos 300. En este sentido, la respuesta desde la escuela al esfuerzo disociador y desnacionalizador que se achacaba a los profesores comunistas, fue precisamente enaltecer la patria y la raza chilenas. Por una parte, se asumía que dada la trayectoria histórica de Chile como nación, era natural su alineación con los países “democráticos” encabezados por Estados Unidos y entendidos como occidentales. Por otra, se situó a los maestros en el centro de la contienda mundial y como los principales difusores de este mensaje: 299 Circular N° 59, “Sobre actividades educaciones de fiestas patrias, en relación con circular N° 3 sobre la Democracia y la Chilenidad”, enviada por el director general de Educación Primaria a los directivos, docentes y administrativos de la educación primaria y normal, Santiago, 2 de septiembre de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10978. 300 Circular N° 3, “De la chilenidad”, enviada por Humberto Vivanco Mora al director de Educación Primaria, al personal docente y administrativo de la Educación Primaria y Normal, Santiago, enero de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10633, 1. 117 En el momento presente se asiste en Chile –como en todo el mundo- a la pugna entre dos filosofías de vida.- Cada ciudadano y cada maestro debe saber asumir su responsabilidad histórica y resolver, a plena conciencia, su ubicación en concordancia estricta con las más puras tradiciones democráticas de nuestra tierra 301. La circular consideraba a la educación como un instrumento clave para promover la paz y la colaboración mundiales y, así, preservar los fundamentos mismos del hombre y de la cultura, los cuales se encontraban bajo amenaza según el Ministerio de Educación Pública. Para evitar la revolución social, mantener el orden y resguardar la chilenidad, la historiadora María Angélica Illanes señala que el gobierno de Gabriel González Videla opuso a la Guerra Fría global, entendida negativamente, la afirmación positiva de la historia, interpretada como tradición. Se sostenía por aquel entonces que los chilenos -a causa de su condición insular- se caracterizaban por su homogeneidad, la cual contrastaba con la lucha de clases 302. En este marco, la escuela tenía como horizonte ideológico luchar por la reconciliación de éstas, puesto que como señalaba la circular: “los verdaderos patriotas no son los que concitan los odios nacionales en tiempos de paz, sino los laboriosos, los veraces, los sobrios, honestos y virtuosos” 303. El llamado más consistente a romper con la lealtad de los profesores “rojos” al comunismo internacional y a denunciarlos como parte de una campaña nacional, se produjo el 1° de febrero de 1948, cuando el presidente Gabriel González Videla en una concentración obrera en el Teatro Caupolicán, junto con explicar los motivos que lo habrían llevado a romper con el comunismo, justificó el uso de las Facultades Extraordinarias renovadas el 15 de enero de ese año- con el fin de derrocar al “Stalingrado soviético en Chile” 304. Más allá de las acciones emprendidas en las principales zonas de agitación sindical, reconocía el presidente González Videla la persistencia del comunismo en la Administración Pública. Por esto, la suya era una exhortación a abandonar la neutralidad 301 Idem. María Angélica Illanes, “Ausente señorita”. El niño chileno, la escuela para pobres y el auxilio, 18901990, Santiago, JUNAEB, 1991, 176. 303 Circular N° 3, op. cit. María Angélica Illanes muy acertadamente postula que la escuela como espacio de reconciliación de las clases era sólo una utopía del sistema, debido a que los niños y las niñas que buscaba educar apenas asistían a sus recintos. Illanes, op. cit., 176. 304 Gabriel González Videla, “Comunismo y Patria”, Occidente. Revista Mensual de Información y Cultura, Año V, N°33, Santiago, febrero-marzo de 1948, 8-9. 302 118 política y a optar entre la “Democracia y el Totalitarismo rojo” 305, debido a que Chile y el mundo estarían ante el riesgo de una inminente tercera guerra mundial: Yo no quiero hacer caer todo el peso de la ley sobre algunos pobres intelectuales equivocados, que son simples muñecos manejados por hilos extranjeros, pero sí, quiero decirle a los empleados públicos y profesores que militan en el Partido Comunista, que yo les pido y les ruego que en estos momentos en que no caben neutralidades, abandonen voluntariamente las filas de un Partido, al que entraron de buena fe, creyéndolo Partido político chileno, y que se ha convertido en quintacolumna, al servicio de una potencia extranjera. Yo les hago este llamado en nombre de la dignidad y el patriotismo. Trabajadores de Chile empleados, públicos y profesores, yo no niego el derecho de pensar ni la libertad para elegir ideologías. Yo no combato al marxismo, yo no combato al socialismo avanzado. Lo que yo combato es a los instrumentos ciegos y fanáticos del Comité Central del Partido Comunista, que recibe órdenes de Moscú o de Belgrado. Declaro una vez más que no emplearé las Facultades Extraordinarias para perseguir, ni siquiera para tocar un cabello de un profesor o empleado público, que pertenezca a Partidos democráticos. 306 Tras este llamado, como consta en los archivos del Ministerio de Educación, fueron varios los profesores que intuyeron acertadamente que se endurecerían las medidas represivas que había adoptado el gobierno a partir del uso de las Facultades Extraordinarias. Por este motivo intentaron desvincularse del Partido Comunista o disimular su activa militancia en las comunidades a las que pertenecían, como veremos en el siguiente capítulo. Los temores acerca del “totalitarismo” soviético alcanzaron renovada intensidad y cobertura de la prensa cuando en febrero de 1948 se produjo el “Golpe de Praga” y, en consecuencia, la incorporación de Checoslovaquia a la órbita soviética. Con esto los distintos anticomunismos se nutrieron de nuevos argumentos contra lo que consideraron la arremetida soviética, los cuales adquirieron mayor verosimilitud cuando el “Bogotazo” en abril de 1948 reforzó los temores acerca de infiltrados soviéticos que operarían en Sudamérica. Tales episodios formaron parte del imaginario anticomunista latinoamericano que, sumado a una retórica nacionalista, llevaron a ubicar a Chile en el centro de la contienda internacional. Por este motivo, no es de extrañar que con posterioridad al llamado “Golpe de Praga”, el ministro de Educación chileno en una circular enviada a los directores generales de dicho organismo, advirtiera sobre “las ambiciones de dominio, imperialistas y 305 306 Ibid, 8. Ibid, 8-9. 119 avasalladoras, de que da prueba inequívoca la Rusia soviética y totalitaria” 307. Ante el escenario descrito, el gobierno consideraba que la “guerra contra el comunismo” formaba parte de una gesta global en la cual “las democracias tienen la obligación de defender sus instituciones fundamentales, en la seguridad, además, de que al proceder así, defienden los valores esenciales de la civilización occidental” 308. Para el Ministerio de Educación, este llamado cobraba especial importancia en el marco de las escuelas chilenas, toda vez que Corresponde a las autoridades educacionales cooperar decididamente a la patriótica política de S.E. el Presidente de la República. Es, sin embargo, de sobra sabido, que el comunismo ha contado por desgracia para la colectividad chilena, con ardientes y resueltos partidarios en el profesorado, sobre todo en los maestros de grado primario, sin que esto quiera decir que no los haya también en los de enseñanza secundaria. A este hecho lamentable en sí, hay que agregar la circunstancia apenas explicable de que los inspectores escolares y jefes de establecimientos educacionales han parecido ignorarlo por completo. Al Ministerio no han llegado generalmente informaciones al respecto, sino de vecinos alarmados, directamente o por medio de la prensa, y de parlamentarios. Los mencionados funcionarios no han dado muestra por lo común de que se hayan dado cuenta del problema, de que se hayan preocupado de él ni que hayan hecho a sus subalternos las observaciones que habrían sido de rigor para sofocar el mal o impedir que cundiera. Es verdad también que no han faltado entre los mismos inspectores escolares, los que es aún más de deplorar, son militantes del comunismo. 309 En estas circunstancias, el ministro Enrique Molina interpelaba a los inspectores escolares y jefes de establecimientos educacionales a que redoblaran la vigilancia sobre tales “nefastas influencias” y a “comunicar al personal de su dependencia que la propaganda y actividades comunistas son incompatibles con las funciones de educador de una república que quiere mantener sus instituciones democráticas” 310. Asimismo, instaba a los funcionarios a dar cuenta al Ministerio o a la correspondiente Dirección General de los esfuerzos que realizaban para combatir al comunismo en las escuelas, de los resultados de su acción y de los casos en que ésta pudiera haber sido inoperante. La citada circular tuvo una enorme difusión en la prensa anticomunista del periodo, puesto que marcaba el comienzo de una política definida de represión al comunismo en las 307 Circular N° 194, enviada por Enrique Molina a los directores generales del servicio, Santiago, 18 de marzo de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10629, 2. 308 Idem. 309 Idem. 310 Ibid, 2-3. 120 escuelas. En esta arremetida, como se puede deducir, eran cruciales para el gobierno las informaciones que recibía el Ministerio de Educación a través de personas comunes convencidas de la necesidad de reprimir al comunismo a lo largo del país. Para alinear a la sociedad chilena en la persecución y aumentar la delación al interior de las escuelas, el gobierno no sólo dispuso de los escenarios públicos (reuniones políticas, conmemoraciones nacionales, etc.), sino que también de la prensa escrita y radial. De ahí que en marzo de 1948 una entrevista de la revista nacionalista Estanquero al ministro de Educación sobre la circular que condenaba al “imperialismo soviético”, se señalara que en Chile operaban cerca de 500 maestros comunistas, en un total de más o menos 14.000 maestros primarios y de cerca de 20.000 funcionarios dependientes del Ministerio de Educación 311. En esta misma postura se pronunció el diario El Mercurio, el cual en una editorial publicada el 20 de marzo de 1948 daba un explícito respaldo a la circular gubernamental señalando que sería duro que Chile, reconocido como un “campeón de la causa de la civilización occidental en contra de su tradicional enemigo asiático” 312, abandonara a la educación a la suerte del comunismo, puesto que las escuelas habían sido centro del interés de sus organizaciones, toda vez que constituían “un excelente almácigo de nuevos militantes” 313. Al igual que otros periódicos anticomunistas, El Mercurio, consideraba que Un profesor diestro puede barrenar en pocos años una situación aparentemente estable, actuar en los sindicatos a través de algunos padres de familia, esparcir la semilla venenosa y aclimatarla, mediante esfuerzos disimulados, en almas no preparadas para contrarrestar la prédica. 314 Para este periódico resultaba preocupante que fueran los padres de familia y los vecinos los que llamaran la atención a las autoridades educacionales y no los profesores, inspectores y directores escolares, como exigía el Ministerio de Educación Pública. En cierta medida, la importancia de la delación llevada a cabo por los apoderados se relacionaba no sólo con la existencia de un anticomunismo civil sino que también con la importancia de la familia como un actor histórico fundamental en el proceso de escolarización de nuestro país. Lo anterior conducía a que el gobierno y los periódicos 311 “El comunismo en la educación”, Estanquero, Santiago, 27 de marzo de 1948, Nº 62, 9. “Comunistas en la educación pública”, El Mercurio, Santiago, 20 de marzo de 1948, 3. 313 Idem. 314 Idem. 312 121 como El Mercurio invitaran a la sociedad chilena a mantenerse despierta ante la prédica comunista en las escuelas: Los padres de familia de Chile tienen derecho a exigir que en la escuela sostenida con erogaciones de todos los contribuyentes no se barrene la fe en la democracia, y no es imprudencia de ellos pretender que la enseñanza de esos establecimientos sea expurgada de cuanto pudiera empujarla hacia el comunismo. El documento del señor Ministro de Educación Pública viene, pues, en un momento muy oportuno a satisfacer una necesidad nacional largamente sentida, la de que los malos chilenos que han encontrado en la escuela una pantalla para sus prédicas antisociales, sean alejados cuando antes de ellas. Las horas corren, los minutos vuelan. Es preciso actuar con celeridad suma si se aspira a ganar la delantera al astuto y solapado enemigo que tenemos en casa y que, enquistado en posiciones de suprema importancia, ha venido barrenando ya los cimientos mismos de la fe en la democracia como régimen de pacífica convivencia de todos los hombres 315. En vista de estas consideraciones, era crucial remarcar la causa gobiernista en diversas vitrinas, de manera que la “guerra contra el comunismo” tuviera impacto no sólo en la persecución en contra de los profesores “rojos” sino que también sobre la comunidad escolar. Así, por ejemplo, durante la celebración del Día de las Américas junto con los disfraces, las exposiciones y las canciones estuvo muy presente el llamado “Bogotazo” ocurrido en Colombia. En esa ocasión, como ya venía siendo costumbre, en los establecimientos fiscales se realizaron actos conmemorativos en los que se exaltó el panamericanismo, a lo que se unió la apología de la unión hemisférica ante el contexto global. Para ilustrar esta experiencia es útil describir lo ocurrido en la zona carbonífera, considerada por entonces como el epicentro de la agitación comunista en Chile. Ese día en el Instituto Comercial de Concepción, el profesor Arturo Merino destacó la importancia de la solidaridad americana, sobre todo a raíz de los problemas políticos y sociales por los que atravesaba nuestro país. Paralelamente, en el Liceo Fiscal de Niñas de Concepción el cónsul argentino, Luis Zervino, pronunció un discurso ante las estudiantes en el cual señaló que “ser americano es tener hoy para con el mundo una obligación irrenunciable” 316. Enseguida añadía: “Hagamos del panamericanismo una convicción semejante a una cruzada, amando a quienes nos aman, ayudando a quienes no nos ayudan sin esperar 315 Idem. “En los colegios de la ciudad, se exaltó ayer el espíritu de unión panamericana”, El Sur, Concepción, 15 de abril de 1948, 8. 316 122 retribución y abandonando a los que no son sinceros.” 317 De esta manera, el panamericanismo y la Guerra Fría se conjugaban en una oposición contra la Unión Soviética sin que ello significara irrestrictamente un apoyo hemisférico y unívoco a Estados Unidos. Mediante tales instancias el gobierno, la prensa y los principales sectores anticomunistas buscaban demostrarle a la sociedad chilena que la persecución en contra de los profesores comunistas era una misión nacional. Involucrar a la sociedad civil resultaba fundamental, puesto que habían inspectores y directores que militaban en el Partido Comunista y que, además, desempeñaban cargos de importancia local como el de regidores e incluso alcaldes. Asimismo, existían militantes de otros partidos políticos que desde sus cargos directivos no sintonizaban completamente con la “guerra contra el comunismo” impulsada por el gobierno, como se mostrará en el capítulo siguiente. En el marco de la campaña anticomunista, mientras el director del Registro Electoral, Ramón Zañartu, elaboraba el proyecto de Ley de Defensa Permanente de la Democracia con el beneplácito del presidente Gabriel González Videla, el ministro de Educación Pública, Enrique Molina, envió en marzo de 1948 una circular a los jefes y directores de colegios y escuelas de todo Chile, para incorporar con más fuerza a las aulas en la “guerra contra el comunismo”. En dicho documento se denunciaba que las agitaciones de los “prosélitos” de la Unión Soviética en las salas de clases tenían por fin “estrangular la vida económica y social de la nación, subvertir el orden y producir la revolución y el caos en beneficio de los ambiciosos planes del comunismo internacional” 318. Para resguardar tales principios, el Ministerio de Educación, junto con advertir que se encontraba dedicado a mejorar la distribución de los profesores en Santiago, declaró que estaba empeñado en ejercer un mayor control en los colegios a través de los inspectores y de los directores escolares. Asimismo, indicaba que se estaban investigando las denuncias y realizando sumarios para verificar la existencia de “actividades de propaganda política extremistas” 319 en los colegios chilenos. En dicha persecución contra el comunismo, 317 Idem. “La propaganda y actividades comunistas son incompatibles con las funciones del educador”, El Diario Ilustrado, Santiago, 19 de marzo de 1948, 1 y 4. 319 “Redistribución de profesores en Santiago anunció el Director de Educación Primaria”, La Nación, Santiago, 16 de marzo de 1948, 5. 318 123 definida como “labor patriótica”, el ministro Enrique Molina argumentó además que era indispensable que los inspectores escolares y jefes de establecimientos educacionales […] hagan saber al personal […] que la propaganda y actividades comunistas son incompatibles con las funciones de educador de una república que quiere mantener sus instituciones democráticas 320. Con el objeto de definir con mayor claridad la posición del gobierno respecto al “problema de la intromisión comunista en el magisterio primario” 321 y para efectuar una campaña eficaz de “extirpación” de ésta, los días 1° y 2 de abril de 1948 se realizó la Asamblea Nacional de Inspectores Provinciales de Educación, a la que asistieron 25 inspectores y jefes de servicios del país, y que fue encabezada por el ministro de Educación, Enrique Molina, y el director general de Educación Primaria, Óscar Bustos. Durante la ceremonia inaugural, el ministro Molina expuso la penetración de la “doctrina antidemocrática y totalitaria del comunismo” 322 en la educación chilena y demostró cómo algunos de sus postulados -principalmente la lucha de clases y la dictadura del proletariadocontenían modelos irrealizables. Además comparó los principios comunistas con los de los partidos políticos “tradicionales” de Chile, expresando que mientras los chilenos planteaban sus problemas dentro de la razón, el comunismo no se conformaba con la derrota sino mediante la violencia 323. En este escenario, interpeló a los inspectores escolares a contribuir para que el programa “democrático” del gobierno se cumpliera arrancando la “politiquería comunista” de las aulas por estar reñida con la docencia 324. Otra intervención que respaldó al lineamiento gobiernista durante la Asamblea Nacional de Inspectores Provinciales de Educación fue la de Luis Moll Briones, jefe de la Educación de Adultos. Una de las principales conclusiones de su presentación sobre la campaña de alfabetización popular fue la necesidad de eliminar a los profesores comunistas pues según su experiencia, estos aprovechaban su misión alfabetizadora para realizar propaganda política entre los 320 “El comunismo en la educación”, Estanquero, Nº 62, Santiago, 27 de marzo de 1948, 8. “Reunión de inspectores escolares”, El Diario Ilustrado, Santiago, 2 de abril de 1948, 3. 322 Idem. 323 “Leal adhesión a S.E. acordó la Asamblea de Inspectores Provinciales de educación”, La Nación, Santiago, 2 de abril de 1948, 1. 324 “Es incompatible ejercicio del Magisterio con calidad de militante del P. Comunista”, El Sur, Concepción, 2 de abril de 1948, 5. 321 124 sectores más ignorantes y vulnerables de la sociedad 325. No obstante estas palabras, durante el encuentro el discurso más explícito en defender la “guerra contra el comunismo” fue el que pronunció Óscar Bustos, quien señaló: Vive la humanidad momentos difíciles que tienen una honda repercusión en nuestro país. El mundo se ha dividido en dos grandes porciones: los que desean mantener las instituciones democráticas y perfeccionarlas, por un lado, y los que desean barrer estas instituciones para instalar un régimen de vida contrario a la esencia misma del hombre, por el otro. La escuela y el maestro chileno, como institución democrática, la primera y como fervoroso defensor de esta doctrina, el segundo, no pueden titubear y deben convertirse en agentes activos de defensa de nuestras instituciones y formas de vida democráticas. De ahí, que en los momentos actuales sea necesario detenerse un momento para acentuar la participación que le corresponde a las autoridades educacionales, a los maestros y a las escuelas en la lucha contra las fuerzas destructoras de los grupos políticos que obedeciendo consignas extranjeras, no trepidan en atentar contra la estabilidad misma de la República. 326 En este clima donde la embestida contra el comunismo era el tema prioritario, la Asamblea Nacional de Inspectores Provinciales de Educación aprobó, de forma prácticamente unánime, un voto de adhesión a la política general y educacional del gobierno, el cual señalaba: Los Inspectores Provinciales de Educación, reunidos en Asamblea Nacional, convocada por la Dirección General de Educación Primaria, con el fin de estudiar los problemas técnicos, administrativos y sociales del Servicio, considerando: 1.o- Que la situación política internacional mantiene al mundo en angustiosa incertidumbre ante la posibilidad de que todos los sacrificios que hizo la Humanidad para lograr el ideal de paz dentro de los postulados democráticos, hayan sido estériles; 2.o- Que la acción decidida, patriótica y enérgica de S.E. el Presidente de la República, Excmo. señor Gabriel González Videla, en lo nacional y en lo internacional, ha colocado a Chile en el honroso sitio de avanzada de las democracias en su lucha por la libertad, la justicia y el derecho; 3.o- Que la función específica de los Inspectores de Educación y su condición de rectores de maestros, les señala como meta de su labor y de sus aspiraciones el engrandecimiento de la República y la defensa de sus fundamentos democráticos, ACUERDA 325 326 Idem. Idem. 125 Expresar a S.E. el Presidente de la República, la más leal y decidida adhesión a su política educacional y general, y ofrecer la cooperación más honrada y responsable en su gestión, que la reconocen inspirada en los más profundos sentimientos de amor a Chile y los más elevados propósitos de realización democrática 327. Para incentivar la “guerra contra el comunismo” al interior de las escuelas, ese mismo día el presidente Gabriel González Videla se reunió con los inspectores provinciales en una audiencia, en la cual los arengó a “depurar el magisterio nacional de aquellos elementos que han deformado la mente de los educandos” 328. Asimismo, les aclaró que la campaña del gobierno no se trataba de una persecución de las ideas marxistas sino que una lucha en contra de los “agentes comunistas” que en la educación pública se dedicaban a fomentar y repartir propaganda difamatoria en contra del gobierno y que se desempeñaban como jefes o miembros de “células directivas de la acción revolucionaria” del Partido Comunista 329. Además, acusaba el Presidente que en las escuelas chilenas los profesores comunistas “utilizan la cátedra para propagar el odio en contra de las instituciones democráticas y del Gobierno de Chile, a la vez que exaltaban el gobierno ruso y su política expansionista” 330. Finalmente, hizo un llamado a los inspectores escolares a colaborar para que los activistas del PCCh no escaparan a las sanciones gubernativas y no se castigara a quienes lo hacían “por ignorancia o engaño” 331, teniendo cuidado en el proceso para que no se cayera en injusticias a la hora de “limpiar el magisterio de los malos elementos” 332. Como parte de esta misma campaña, días después se realizó la primera Tribuna Pedagógica de 1948. A su inauguración, celebrada el 5 de abril, asistieron Enrique Molina, Óscar Bustos, autoridades educacionales y profesores de las escuelas de adultos de los departamentos de San Bernardo, Maipo y Talagante 333. En dicha ocasión, Luis Moll, tras 327 “Leal adhesión a S.E. acordó la Asamblea de Inspectores Provinciales de educación”, La Nación, Santiago, 2 de abril de 1948, 2. 328 “Reunión de inspectores escolares”, El Diario Ilustrado, Santiago, 2 de abril de 1948, 3. 329 “Inspectores provinciales de educación primaria ofrecieron su apoyo al Gbno”, El Sur, Concepción, 2 de abril de 1948, 5. 330 “Reunión de inspectores escolares”… op. cit., 3. 331 Idem. 332 “La cátedra no puede ser empleada para sembrar odio a la democracia”, La Nación, Santiago, 2 de abril de 1948, 1. 333 “La acción del profesorado comunista se contrapone con la función docente”, La Nación, Santiago, 6 de abril de 1948, 1. Es importante resaltar que entre los departamentos asistentes a dicha reunión, la participación de representantes de San Bernardo era sumamente importante para el gobierno, esto debido a que en relación 126 realizar un balance de la labor realizada en 1947, especialmente la campaña de alfabetización, la creación de escuelas de cultura popular, economía del hogar, entre otros, declaró que la educación de adultos debía contribuir a la formación de sentimientos democráticos, estableciendo la incompatibilidad entre la condición de maestro “comunista activista” y el ejercicio de la función docente. Enseguida el ministro Molina definió las diferencias entre la democracia y el totalitarismo, señalando que los profesores debían ser forjadores y perfeccionadores de la democracia, sistema en el que entonces Estados Unidos era un “campeón” a nivel mundial 334. Semanas más tarde, el ministro de Educación envió una circular a los directores generales de dicho organismo en la que reiteraba que la postura del presidente Gabriel González Videla no buscaba perseguir ideologías o desconocer los derechos de libertad de pensamiento y conciencia, sino que pretendía cumplir con el “deber primordial de mantener el orden público y de resguardar las instituciones fundamentales de la nación” 335. Esto pues, No es, en efecto, una inocente actitud ideológica ni el simple ejercicio de la libertad de pensar organizar huelgas en los centros de actividades esenciales como lo fueron las llevadas a cabo el año pasado en la zona carbonífera, en las salitreras, en los establecimientos cupríferos y en servicios públicos tan fundamentales como los ferrocarriles y correos y telégrafos.- Estas agitaciones condenables han estado encaminadas a estrangular la vida económica y social de la nación, subvertir el orden y producir la revolución y el caos en beneficio de los ambiciosos planes del comunismo internacional 336. A pesar de tales iniciativas que buscaban legitimar y difundir la “guerra contra el comunismo” al interior de las escuelas, no fue hasta el comienzo de la discusión parlamentaria de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia cuando los procedimientos en contra de los profesores identificados como comunistas alcanzaron mayor sistematicidad, coherencia y urgencia. Así lo demuestra la circular enviada por Óscar Bustos a los inspectores provinciales, directores de escuela y jefes de secciones, en a la zona central del país, fue en esta comuna donde hubo mayor número de acusaciones sobre “células comunistas”, como veremos más adelante. 334 “El gran inconveniente con que tropieza el magisterio es que haya profesores comunistas”, El Diario Ilustrado, Santiago, 6 de abril de 1948, 4. 335 Circular N° 194, enviada por Enrique Molina a los directores generales del servicio, Santiago, 18 de marzo de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10629, 1. 336 Idem. 127 la que a instancias de instrucciones impartidas por el ministro de Educación, solicitaba que cada uno de estos agentes del Estado enviara una nómina del “personal comunista” clasificándolo bajo las siguientes categorías: a).- personal comunista relegado o con orden de detención que no concurre al desempeño de sus funciones; b).- personal comunista activista, cuya acción contraría la política de defensa de la democracia en que está empeñado S.E. el Presidente de la República, o que atenta contra nuestras instituciones fundamentales o realiza actividades contrarias al orden público; c).- personal comunista que ha renunciado al referido partido, con constancia expresa de esta determinación, y d).- simples comunistas que han ingresado últimamente al Partido y que no aparezcan vinculados seriamente a él ni obedezcan consignas de potencias extranjeras. 337 Junto con esta circular, en la que se sistematizaba cómo se debía clasificar al personal comunista al interior de las escuelas, los inspectores provinciales enviaron instrucciones a los directores de éstas, en las que hacían un llamado a controlar y a denunciar la participación de profesores “rojos” en reuniones de centros de padres y vecinos, y su colaboración en actividades socioeducativas fuera de los muros del colegio. Lo anterior era aún más relevante en las zonas donde el Partido Comunista tenía una presencia importante -como en el caso de Concepción- por lo que el inspector provincial Francisco Mejías M., en abril de 1948, instaba a las autoridades educativas a que: En esta hora de incertidumbre y disgregación de las instituciones sociales, la Escuela Primaria Chilena, baluarte de la democracia y yunque en que se forja la cultura de nuestro pueblo, debe permanecer serena y firme; y con pleno conocimiento de la realidad social que vive la NACIÓN y la HUMANIDAD irradiar una luz bienhechora, en un plano superior de armonía y paz social que nos una a todos en torno a los niños que aún no saben de resquemores y odios para que ellos mismos puedan disfrutar de un mundo mejor 338. Durante el debate sobre la Ley de Defensa Permanente de la Democracia se 337 Circular confidencial, enviada por Óscar Bustos a los inspectores provinciales, directores de escuela y jefes de secciones de la Dirección General de Chile, Santiago, abril de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10633. 338 Providencia N° 16, enviada por Francisco Mejías M., inspector provincial a los directores de escuela de Concepción, Concepción, 29 de abril de 1948, Archivo Nacional de Chile, Ministerio de Educación, vol. 10633. 128 comunicó con mayor énfasis, tanto al interior del Ministerio de Educación como hacia la opinión pública, que la persecución de los profesores comunistas era una tarea que incumbía no sólo al magisterio, sino que también al conjunto de la sociedad chilena. En consecuencia, la depuración de sus servicios se consagró como un tema de suma importancia, acompañando a otras problemáticas que apremiaban históricamente al país como la necesidad de ampliar la cobertura escolar, mejorar los sueldos de los profesores o aumentar la alfabetización popular. Para las máximas autoridades del Ministerio de Educación resultaba imposible abordar una de éstas sin mencionar la campaña anticomunista del gobierno, pues se les consideraba como parte de un mismo proceso encaminado a consagrar en Chile “una Democracia libre de miserias y temores” 339. Dicha visión era compartida por los sectores anticomunistas que veían con preocupación, por ejemplo, la importancia que tenía para el comunismo el mantenimiento y/o el fin del analfabetismo. Si por una parte se acusaba el protagonismo que efectivamente habían alcanzado los profesores comunistas en las campañas para combatirlo 340, por otra se postulaba que el alto grado de analfabetismo que existía en algunas provincias, especialmente en Arauco, junto con constituir un factor de atraso para la producción, abría las puertas a las “ideologías más extrañas y dictatoriales.” 341 En esta línea se entiende que en mayo de 1948, a la par de la campaña de recaudación de fondos para la alfabetización popular, el ministro Enrique Molina y el director general de Instrucción Primaria, Óscar Bustos, en un mensaje radial incentivaran a las chilenas y chilenos a participar con más entusiasmo que nunca de la colecta, entendida por Bustos como una “Cruzada de redención” 342, debido a que La República vive momentos difíciles. Hay una permanente agitación provocada por elementos antidemocráticos que pretenden subvertir el orden público y avasallar la conciencia humana, amarrando el carro de la nación a intereses antinacionales. S.E. el Presidente de la República, fervorosamente ha venido pidiendo a la ciudadanía su cooperación para defender nuestra democracia. 339 “Es una obligación de patriotismo contribuir a la colecta del lunes”, La Nación, Santiago, 8 de mayo de 1948, 2. 340 Aunque en este periodo la principal preocupación del Partido Comunista en materia educativa era la lucha por las reivindicaciones económicas del magisterio, especial atención daba también a temas como la alfabetización, la infancia abandonada, la precariedad material de las escuelas, los abusos de directores, entre otros. Martner, op. cit, 81. 341 “Rechazo de niños en las escuelas”, El Sur, Concepción, 19 de marzo de 1948, 3. 342 “Es una obligación de patriotismo contribuir a la colecta del lunes”, La Nación, Santiago, 8 de mayo de 1948, 2. 129 Corresponde a los maestros y a los hombres cultos de Chile, constituirse en los pioneros de esta defensa, y contribuir a que el mal no se enseñoree en las mentes obscurecidas por la ignorancia de nuestro pueblo. Por eso, hoy más que nunca, se hace necesario la intensificación de la campaña a favor de la cultura, como el medio más eficaz de liberar a nuestro pueblo de ideologías extrañas y totalitarias 343. Esta misma posición fue defendida internacionalmente por el Ministerio de Educación a través de la delegación que representó a Chile en el Seminario Regional de Educación de América Latina realizado en Venezuela entre el 3 de agosto y el 9 de septiembre de 1948. Si bien el encuentro tuvo una variedad de temas en discusión como la alfabetización popular, la formación de maestros, la educación rural y vocacional, los que mayor interés suscitaron en los delegados chilenos fueron la conciencia nacional y la protección de la democracia en América Latina. Así lo demostraron en la mesa “Educación para la paz” donde se discutió la defensa de la escuela y a través de ésta, de la democracia en el continente. En dicha mesa la delegación chilena presentó un documento contra el prejuicio del trabajo manual, aprobado por unanimidad, y otro contra las ideologías totalitarias, el cual fue aprobado con un voto general 344. 3. La débil respuesta del magisterio a la “guerra contra el comunismo” y la “Revolución de la chaucha”. Una vez promulgada la Ley de Defensa Permanente de la Democracia en septiembre de 1948, los jefes del servicio educacional y los intendentes exhortaron nuevamente a los profesores a abandonar sus actividades “proselitistas” 345. No obstante éste y otros llamados de atención a los que se sumaba la campaña gobiernista para fomentar las denuncias en contra de los profesores “rojos”, dos años después de lanzada la “guerra contra el comunismo” sus principales herramientas de represión no alcanzaron a arrancar de las salas a todos quienes militaban en este partido. De hecho, no sólo los comunistas mantuvieron su representación gremial en la Unión de Profesores de Chile, donde incluso fueron elegidos 343 Idem. Oficio confidencial N° 426, enviado por el delegado de Chile al Seminario de Educación de Caracas al Ministro de Educación de Chile, 21 de septiembre de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10632. 345 Oficio N° 1006, enviado por el inspector escolar, José Araya Godoy, al inspector provincial de Educación de La Serena, Coquimbo, 9 de septiembre de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10632. 344 130 delegados militantes suyos que habían sido eliminados de los registros electorales 346, sino que además siguieron ocupando portadas por su influencia en escuelas emblemáticas. Esta situación se hizo especialmente tensa a raíz de la llamada “Revolución de la chaucha” en agosto de 1949, en la cual la participación de estudiantes universitarios, secundarios -e incluso primarios- fue interpretada por el gobierno y gran parte de los sectores anticomunistas como una prueba de la acción “desquiciadora” que el Partido Comunista y sus “agentes profesionales” llevaban realizando durante décadas de trabajo encubierto en las escuelas chilenas. Ilustrativo de este fenómeno fue el caso del Liceo Manuel de Salas, el cual entre junio y agosto de 1949 acaparó la atención de los principales periódicos de la prensa escrita. En ese entonces, un grupo apoderados de dicho establecimiento denunció la existencia de una “célula” comunista dirigida por profesores y secundada por estudiantes. En sus descargos, los apoderados atribuían a la profesora de dibujo, Amanda Flores de Perotti, haber organizado en abril de ese año la exposición de un pintor comunista, entre cuyas obras figuraba la representación de “un obrero botado en tierra y un policía armado de un rifle con bayoneta calada en actitud de atravesarlo”. En la opinión de los denunciantes, el cuadro aludido era un “insulto para el honor de nuestras Fuerzas armadas, constituye una abierta propaganda roja”. Los dardos también fueron lanzados en contra de la profesora de inglés, María Marchant, quien no había sido eliminada del magisterio a pesar de ser “la cabeza máxima de la célula de profesores comunistas”. Según los apoderados, en una reunión de ex alumnos realizada en el colegio, Marchant habría obligado a los asistentes a escuchar grabaciones de poemas de Pablo Neruda, por entonces enemigo declarado del gobierno. Sin embargo, esto no era lo que más alarmaba a los apoderados denunciantes, sino el hecho de que “la Sra. Marchant se reúne con alumnos en su casa a fin e instruirlos en la doctrina marxista y en qué forma deben influenciar a sus compañeros.” Tampoco quedó libre de las acusaciones, la educación que impartía la profesora de inglés Olga Lopehandía de Meza, a quien se acusó de enseñar en una guía de estudios que “la única salida para el problema chino era el comunismo”, cuyo régimen económico alababa 347. En 346 “La Unión de Profesores de Chile explica la verdad de lo ocurrido en su Congreso”, El Diario Ilustrado, Santiago, 11 de enero de 1949, 1. 347 Varios padres de familia, “Predica comunista en un liceo”, Estanquero, Año III, Nº 126, Santiago, 25 de junio de 1949, 1. 131 esta misma situación se encontraban el profesor Guillermo Pinto, que en las asignaturas de Historia y Economía alababa al régimen soviético, y la profesora de inglés Lucía Alcayaga, quien enseñaba propaganda comunista a los alumnos del primer ciclo 348. En conjunto con estas denuncias, en la prensa anticomunista se comentaba con horror la negligencia con que los profesores aludidos trataban a sus estudiantes, favoreciendo a aquellos que por ser “buenos propagandistas rojos” acumulaban enormes inasistencias para dedicarse a sus actividades políticas. A pesar de su bajo rendimiento académico, dichos alumnos eran promovidos con la ayuda de los profesores comunistas349. Esta situación tenía especial importancia si se considera que el gobierno estudiantil del Liceo Manuel de Salas había aprobado un voto en contra de las Facultades Extraordinarias y de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, una vez promulgada esta última350. Por este motivo y dada la intensa politización que afectaba a este colegio, las autoridades educacionales prohibieron el funcionamiento del centro de estudiantes durante los años de la represión anticomunista 351. La controversia protagonizada por el Liceo Manuel de Salas se enmarcaba en un escenario de intensificación de la arremetida anticomunista del gobierno, la cual a su vez se insertaba en un nuevo estallido de protestas sociales, que se hizo especialmente visible durante los meses de junio, julio y agosto de 1949. En éstas un aspecto preocupante para el gobierno y los sectores afines a su alineamiento hemisférico, fue la alianza política entre agrupaciones de trabajadores, estudiantes y comunistas que en las calles actuaron conjuntamente para expresar su malestar en contra de la inflación, el gobierno y la “Ley Maldita”. En vista de tales antecedentes, El Diario Ilustrado las caracterizó como “rebrotes comunistas” que no representaban un hecho aislado, sino que formaban parte de una “ofensiva internacional” también presente en los trabajadores portuarios de Inglaterra, Canadá, Australia, África del Sur y Estados Unidos. Lo mismo acusaba se podía decir de los “movimientos estudiantiles de contenido revolucionario” presentes en diversas capitales de Europa y América del Sur, donde “agentes soviéticos se movilizaron en forma audaz y decidida, pretendiendo tomar de nuevo el control de esas organizaciones.” En esta línea no 348 Idem. “¿Un borrón comunista?”, Estanquero, Año III, Nº 129, Santiago, 16 de julio de 1949, 8. 350 Algunos padres de familia, “Predica comunista en un liceo”, Estanquero, Año III, Nº 130, Santiago, 23 de julio de 1949, 1. 2. 351 José del Pozo, op. cit., 60. 349 132 sólo el Liceo Manuel de Salas tenía en pie de alerta a la Universidad de Chile y al Ministerio de Educación, también organismos públicos como la Secretaría de Educación eran acusados de estar “atestados” de “células rojas”. Al respecto comentaba una editorial de El Diario Ilustrado: Las frecuentes huelgas y actos de insubordinación y de violencia del gremio estudiantil en la escuela preparatoria y en las profesionales de la Universidad Nacional, son provocados por dichos elementos. En estos últimos días; después de haber terminado la escandalosa huelga en las escuelas normalistas, estalló un movimiento de igual naturaleza en la Escuela Nacional Preparatoria Nocturna, a pesar de los esfuerzos conciliatorios que el Rector de la Universidad hizo para evitarlo, y en consecuencia, obedeciendo todos esos actos subversivos, ya sea en los ferrocarriles, en la industria petrolera, en muchísimas otras de la iniciativa privada y en los centros docentes, a un plan de agitación y destrucción dirigido por los satélites del Soviet en Méjico, y seguido con incesante actividad durante las tres últimas administraciones públicas que ha tenido nuestro país, no existe ninguna probabilidad de que se ponga fin a ellos mientras se siga tolerando a quienes los inspiran. 352 La atención de diversos sectores anticomunistas sobre la educación se redobló a raíz de la “Revolución de la chaucha”, en la que fue evidente la participación de escolares. Particularmente llamativa fue su actuación en las jornadas posteriores al 16 de agosto de 1949, cuando, junto con marchar por el aumento de las tarifas del transporte, los jóvenes secundarios protagonizaron saqueos y volcamientos de autobuses, motivo por el cual fueron reprimidos por la policía. Al día siguiente, muchos estudiantes de Santiago se ausentaron de clases y asistieron a las manifestaciones, por lo que gobierno ordenó que se les disolviera con mayor dureza 353. En solidaridad con las víctimas de la represión estatal se organizó una huelga estudiantil de 48 horas, a la cual se sumaron la Federación de Estudiantes de Liceos Nocturnos, la Federación de Estudiantes Industriales y Mineros y la Federación de Estudiantes Secundarios 354. Dadas las proporciones que habían alcanzado las protestas y con el propósito de contener las movilizaciones callejeras, el gobierno responsabilizó al Partido Comunista de manipular a los jóvenes, contra cuyos militantes dirigió la represión. Además, adoptó medidas para disciplinar a los estudiantes secundarios y universitarios, a 352 “En plena ofensiva internacional”, El Diario Ilustrado, Santiago, 5 de agosto de 1949, 3. Rojas, Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos…, op. cit., 339-341. 354 Ibid, 341. 353 133 los cuales el ministro de Educación amenazó con la expulsión inmediata si no presentaban una autorización de sus padres para justificar su ausencia. Con la misma severidad, mediante una resolución ministerial se estableció la obligatoriedad de que los profesores llegaran a los colegios, pese a las dificultades de transporte que por esos días eran la tónica en la capital chilena, debido a los numerosos cortes de tránsito protagonizados por los manifestantes 355. A pesar de la amenaza gubernamental, según el historiador Jorge Rojas el paro en Santiago fue apoyado por un 70% de los alumnos, obteniendo un mayor respaldo en los establecimientos experimentales –Manuel de Salas, Juan Antonio Ríos y Darío Salas- y en algunos renovados –Liceo N° 6 de Niñas- y tradicionales –Liceo de Aplicación y Liceo N° 7 de Niñas- 356. En virtud de la situación que se había desencadenado El Diario Ilustrado comentaba con espanto los disturbios del 18 de agosto, señalando: Y, esos niños de 14 y 15 años han sido arrancados de la disciplina de los hogares y de los colegios para servir de fuerzas de choque en medio del tumulto estratégicamente planeado, expuestos a las balas, a la detención policial, lo que supone familias atribuladas. Queda una lección de estos días turbios y sangrientos. El comunismo está vivo, vigilante, con las armas al brazo. Que no lo olviden los escépticos, los legalistas soñadores, los políticos ambiciosos y los inconformistas. 357 Con el paso de los días el movimiento comenzó a descontrolarse, motivo por el cual la directiva de la Federación de Estudiantes Secundarios el 21 de agosto de 1949 hizo un llamado a que se retomaran las clases. Al día siguiente, éste fue desatendido llegando según Jorge Rojas la inasistencia en los liceos tradicionales a cerca del 50%, mientras que en el Liceo Lastarria fue total. Igualmente intensa era la situación de los liceos experimentales, destacándose en la prensa el caso del Liceo Manuel de Salas, de cuya politización nuevamente se responsabilizó a los profesores comunistas que operaban en su interior358. Frente a esta situación la revista Estanquero denunció que mediante la acción sobre los estudiantes, algunos profesores buscaban transformar a Santiago en una “capital roja”359. 355 “A los alumnos que no asistan a clases se les cancelará sus matrículas sin mayor trámite”, El Diario Ilustrado, Santiago, 18 de agosto de 1949, 1. 356 Rojas, Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos…, op. cit., 342. 357 “Balance de la asonada”, El Diario Ilustrado, Santiago, 19 de agosto de 1949, 3. 358 Rojas, Moral y prácticas cívicas en los niños chilenos…, op. cit., 343. 359 “¿Un borrón comunista?”, Estanquero, Año III, Nº 129, Santiago, 16 de julio de 1949, 8. 134 Lo anterior, según esta publicación, era responsabilidad de la impericia con que se había aplicado la Ley de Defensa Permanente de la Democracia pues Varios centenares de maestros han permanecido sin necesidad de claudicar de sus ideologías internacionales rojas, forjando la educación de los niños de Chile. La ley ha resultado decepcionante en este respecto, ya que los aplicadores se preocuparon de extraer de ella el provecho electoral inmediato y no han pensado un instante en lo que con ella puede hacerse desinteresadamente para mañana. Casos como los del Liceo Manuel de Salas son dignos de meditación. […] Nada se saca con eliminar de los registros políticos a unos veinte mil inscritos –la mayor parte de ellos ignorantes, tal vez camaradas por la fuerza en vista de la presión de los sindicatos- si se deja subsistente la máquina intelectual del comunismo que a través de las elites, mil veces más peligrosas, siguen impertérritos con sus planes de penetración, especialmente en la juventud 360. La transformación de las escuelas en “batalla inexpugnable de las células comunistas y su material humano de estudiantes de ambos sexos en campo de experimentación de estos fanáticos” 361 era motivo de escándalo para variados grupos anticomunistas. Esto pues la actuación de jóvenes en las masivas protestas de la “Revolución de la chaucha” daba cuenta de la marcada politización que por aquel entonces caracterizaba a algunos establecimientos. Este aspecto era evaluado como un fracaso de la “guerra contra el comunismo” tanto en su esfuerzo por reprimir a los profesores “rojos” como en su propósito de controlar la propaganda al interior de los colegios. Dicho diagnóstico a su vez, tenía un correlato en la aplicación general de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. En este enardecido ambiente y con motivo de las fiestas patrias, el director general de Educación Primaria, Humberto Vivanco Mora, envió al personal directivo, docente y administrativo una circular en la que junto con exaltar la madurez de las tradiciones republicanas chilenas, se refirió a las campañas que buscaban presentar a Chile como un país contrario a la democracia, sosteniendo por el contrario que existía un “régimen de libertad y de superación patria” presidido por Gabriel González Videla a quien describía como un “símbolo de la más alta expresión de jerarquía y dignidad.” 362 Asimismo instruía 360 Idem. “Hay que acelerar la investigación”, Estanquero, Año III, Nº 131, Santiago, 30 de julio de 1949, 9-10. 362 “Hay que vitalizar y exaltar sentimiento de patria, dice circular de Educación”, La Nación, Santiago, 16 de septiembre de 1949, 8. 361 135 a los inspectores y directores escolares a que en una acción conjunta actualizaran la circular N° 3 sobre “Democracia y Chilenidad”, constituyendo un nuevo plan de civismo destinado a la juventud chilena. En éste se indicaba: Hay que intensificar el estudio de nuestra historia nacional, destacando hechos que acrediten y sostengan valores permanentes de nuestra raza, y guíen la acción en el proceso formativo de la conciencia nacional. Hay que organizar e impartir la enseñanza en todos sus grados y formas, con el objeto de que los niños adquieran un conocimiento directo de la organización nacional. Hay que informar permanentemente a la comunidad sobre los aspectos sobresalientes de nuestra raza: procurar que los niños comprendan el porqué de las diferencias entre los ciudadanos del norte, del centro y del sur; que enriquecen la raza chilena; hay que destacar nuestra reconocida superioridad político-social con respecto a otros pueblos del Continente americano, por nuestra raza homogénea con aspiraciones nacionales comunes; hay que hacer resaltar la capacidad física del obrero chileno y su notable característica de hombre de acción; hay que destacar la capacidad intelectual del pueblo chileno, que es despierto, agudo e ingenioso; hay que actualizar, vitalizar y exaltar el sentimiento de la patria, en el alma de los niños y en la de todos los miembros de la comunidad, haciéndoles comprender que este amor es un rasgo vigoroso y acentuado de nuestro carácter nacional; hay que, finalmente, rodear y revestir de la mayor solemnidad, los actos escolares destinados a rendir homenaje a nuestros héroes nacionales, a nuestros hombres de empresa, a nuestros artistas, a nuestros maestros esclarecidos, a los hombres de trabajo, a la madre chilena, al niño, a las instituciones fundamentales de la nación, porque todo esto, todo unido forma la Patria Chilena, grande en sus anhelos de superación, magnífica en el sacrificio y esfuerzo de sus componentes. 363 Si bien, en sus orígenes, el nacionalismo que el Ministerio de Educación Pública pretendía difundir a partir de esta circular no constituía exclusivamente una reacción al comunismo, es interesante que su actualización y divulgación se realizara en el marco de las protestas sociales y políticas que caracterizaron a la “Revolución de la chaucha”. En esta línea, aquella versión de la “chilenidad” caracterizada por su inmanencia racial y psicológica puede interpretarse, a su vez, como una respuesta antitética a los tipos de chilenos y chilenas que se tomaban las calles. En consecuencia, a la insubordinación social se replicaba con la defensa permanente de la nacionalidad, a la conflictividad con afectividad y a la división con uniformidad. Asimismo, frente a lo que se asumía como estallidos de protestas coyunturales -y no estructurales-, se oponía la “deshistorización” de la tradición chilena, asumida como permanente e inmutable. En este sentido, la versión 363 Idem. 136 racial, muy presente en los discursos nacionales de la época, al ser eminentemente oposicional implicaba la existencia de un enemigo externo y, en ocasiones, uno interno. Y es que a medida que se enseñaban positivamente algunas características identitarias de la chilenidad, se asumía la existencia de sus opuestos 364. En consecuencia, durante los primeros años de la Guerra Fría chilena no sólo se comprendió y legitimó la represión al comunismo a partir de códigos globales, sino que además se respondió con una difusión afirmativa y constante de la nacionalidad. Lo anterior se entiende porque si bien las representaciones invocadas durante la “guerra contra el comunismo” poseían ciertas manipulaciones de lo real, éstas debían ser aprehensibles para el conjunto de la población, especialmente haciendo eco en sus esperanzas y miedos más íntimos. En este sentido, pocas situaciones podían parecer más alarmantes que la politización y utilización de los niños, las niñas y los adolescentes del país, de ahí que este fuera el argumento más esgrimido públicamente por los principales sectores anticomunistas. Ello no significó que aquel fuera una mera invención del anticomunismo, pues de haber sido así no habrían llegado hasta el Ministerio de Educación mayoritariamente denuncias de organizaciones de vecinos, apoderados y estudiantes a los que dichas “amenazas” o estereotipos no sólo les parecieron verosímiles sino que indispensables para entender su experiencia local, escolar, familiar o personal. Si bien tales denuncias fueron importantes, no alcanzaron a constituirse en un proceso de delación masivo, fracaso para el gobierno y para los sectores afines a éste que fue aún más grande para el caso del alineamiento de profesores, inspectores y directores escolares, que condujeron a que si bien la represión sobre las maestras y los maestros “rojos” fuera constante y publicitada, alcanzara rangos muy inferiores a los esperados por el gobierno, como se demostrará en el próximo capítulo. 364 Para conocer los discursos nacionales de la época consultar Patrick Barr-Melej, Reforming Chile. Cultural politics, nationalism and the rise of the middle class, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2001. 137 Comentario [AR13]: Interpretación original y convincente. Capítulo IV LA GUERRA CONTRA LOS PROFESORES “ROJOS” Soy materialista. Tengo una sincera concepción materialista de los fenómenos sociales. Observo en ellos primero que todo un fondo económico. No creo fuerte y justa una democracia si todos los ciudadanos no tienen una garantía material de vida. Y porque estimo que los hombres deben cristalizar en conducta su filosofía y como maestro – autorizado por disposiciones del servicio- ingresé en 1937 al Partido Socialista y últimamente, durante los años 1946 y 1947 pertenecí al Partido Comunista, del cual me retiré obedeciendo al llamado hecho por S.E. a los maestros de Chile. Jamás he actuado ilegalmente o en forma arbitraria, ni siquiera he ofendido a nadie, porque soy un convencido de que una doctrina se mancilla y demuestra debilidad cuando ejerce la violencia como resorte de convicción. 365 Con estas palabras el director de la Escuela N° 1 de Cachapoal, Rodolfo Herrera Jerez, se dirigía al ministro de Educación Pública Enrique Molina, para defenderse de los cargos formulados en su contra a raíz de la “guerra contra el comunismo”. En el sumario realizado conjuntamente por los ministerios del Interior y de Educación se le acusaba de impartir propaganda comunista en las aulas y de agitar los fundos de la zona durante el horario laboral de los trabajadores, motivándoles a declararse en huelga. Dados estos antecedentes los inspectores provincial y local habían dispuesto que él y los otros dos profesores implicados fueran trasladados a un punto “lejano” del centro del país mediante la aplicación de las Facultades Extraordinarias 366. Advertido de las investigaciones en su contra, Herrera no se presentó a trabajar en marzo de 1948 y para evitar ser detenido se cambió de casa 367. Pese a sus esfuerzos fue alcanzado, siendo relegado a Putaendo a comienzos de mayo. Angustiado por la situación en que se encontraba, Rodolfo Herrera decidió escribirle una carta al ministro Enrique Molina, primero, para pedir su mediación y, 365 Carta enviada por Rodolfo Herrera Jerez a Enrique Molina, ministro de Educación, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10631, 2-3. 366 Los otros dos profesores sumariados también fueron sancionados. En relación a Serafín Álvarez y Santiago Guevara, el Ministerio del Interior le solicitó al de Educación que fueran trasladados a otras localidades, sugiriendo que a Guevara se le reubicara en un punto cercano a Peumo para no perjudicarlo en sus intereses ni los de su esposa. Sobre el profesor Álvarez dado que su vida privada social “no era compatible con su cargo”, el Ministerio del Interior incluso sugirió su destitución. Oficio confidencial 156-2, enviado por Héctor Grez al ministro de Educación Pública, Santiago, 5 de febrero de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 367 “Minuta informativa caso Prof. Rodolfo Herrera Jerez, director Escuela N° Cachapoal”, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10631. 138 segundo, para dar su testimonio, el cual no había sido considerado durante el sumario. En ésta aunque reconocía haber sido militante comunista, aclaraba que nunca había aprovechado la sala de clases para diseminar el odio o la violencia entre sus estudiantes. Asimismo, descartaba haber agitado los fundos contiguos a Peumo pues en el periodo en que tales acciones habrían ocurrido (1946-1947) él se encontraba viviendo en Santiago. Para finalizar, insistía en que no se le podía considerar un “reincidente o fanatizado” ya que durante toda su trayectoria había demostrado un claro compromiso con la comunidad y en los últimos meses había abandonado el Partido Comunista obedeciendo al llamado realizado por el presidente Gabriel González Videla. Gracias a su defensa y al respaldo que le dieron diversas autoridades religiosas y políticas de Peumo, el ministro de Educación acabó con el relegamiento de Rodolfo Herrera, a quien después se le permitió retomar sus actividades docentes. Lo anterior se decidió a pesar de los resquemores del ministro del Interior Inmanuel Holger, quien, consultado al respecto, señaló que el solo hecho de haber sido hasta hace poco dirigente comunista era causal suficiente para que el gobierno lo considerara peligroso 368. A pesar de estas tensiones y diferencias de criterios entre los organismos del Estado, finalmente, se impuso la eliminación de Herrera de los Registros Electorales en 1948 y su exoneración del magisterio en 1949. El caso de Rodolfo Herrera corrobora lo que hemos sostenido en capítulos anteriores, es decir, que la represión al comunismo -entendida en los márgenes globales de la Guerra Fría- no se desató con la discusión y aprobación de la Ley de Defensa de la Democracia, sino que fue una política estatal ideológicamente definida a partir de la declaración de la “guerra contra el comunismo”. Si bien el principal foco de ésta fue la movilización sindical en las zonas mineras y portuarias, constituyendo una herramienta de disciplinamiento de la protesta social, también se aplicó en contra de los profesores, directores y funcionarios escolares que eran catalogados de comunistas, “agitadores” sociales u opositores al gobierno de Gabriel González Videla. La notoriedad que maestros y maestras adquirían en el escenario de la Guerra Fría se explica porque ya desde la década de 1930 la escuela constituía claramente el centro de 368 Oficio confidencial N° 869, enviado por Inmanuel Holger al ministro de Educación Pública, Santiago, 15 de junio de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 139 la labor social, articulando espacios como el hogar y la comunidad 369. En vista de lo anterior, era común que profesores como Rodolfo Herrera desarrollaran con mayor fuerza que antes una identidad orientada hacia fuera de las salas. En las escuelas no faltaban los maestros y las maestras que movilizaban a los apoderados, a las autoridades y a los líderes locales en celebraciones patrióticas, kermesses o fiestas de la primavera. Tampoco aquellos que se alzaban como agentes de contestación en contra de poderes locales o centrales, constituyendo “un transmisor de la cultura oficial” que, en general, operaba como una “bisagra entre los distintos estratos sociales.” 370 Con anterioridad, maestros y maestras habían pasado de ser considerados como un miembro más de la comunidad a un representante de la burocracia estatal que si bien era pobremente retribuido gozaba socialmente de cierto prestigio social y autoridad moral371. Durante el gobierno de Gabriel González Videla los profesores aún mantenían parte del status que compartían junto a abogados, médicos, jueces, farmacéuticos, entre otros oficios con los cuales formaban las elites locales. Tal situación los llevó a ser considerados como importantes “catalizadores sociales” 372. Fueran comunistas o no, el liderazgo que muchos de los profesores sostenían al interior de sus comunidades condujo a que se les vigilara no tanto por los contenidos y habilidades académicas que impartían al interior de las salas de clases, sino que sobre todo por su comportamiento político, cívico y moral 373. Los maestros y las maestras no fueron considerados héroes por sus comunidades siempre. En diversas ocasiones su liderazgo social fue cuestionado por irregularidades en su administración, vidas privadas que no se ajustaban a la moral, malas relaciones con estudiantes, apoderados y profesionales, envidias locales y disputas político-valóricas 374. Por este motivo, en muchas de las denuncias en contra de los profesores identificados como comunistas pesaron además otro tipo de acusaciones como mantener comportamientos sexuales inapropiados, tener vidas licenciosas, poseer hábitos alcohólicos, ser elementos de discordia y mala convivencia en sus respectivas localidades, entre otras. Lo anterior es relevante pues se esperaba que los profesores fueran un modelo ideal de buen ciudadano, 369 Osandón. El cambio educativo desde el aula…, op. cit., 161. Ibid, 150. 371 María Loreto Egaña Baraona, La educación primaria popular en el siglo XIX en Chile. Una práctica de política estatal, Santiago, LOM, 2000,185. 372 Osandón, El cambio educativo desde el aula…, op. cit., 146-150. 373 Ibid, 161. 374 Ibid, 153. 370 140 austero, de correctas costumbres, responsable, en suma, un verdadero “apóstol de la educación”. Si bien estas acusaciones fueron descartadas en gran parte de los sumarios en contra de los maestros “rojos” que investigamos, éstas ayudaban a configurar una imagen de degradación cívica, moral y nacional del comunismo que era urgente combatir. 1. Identificando a los profesores “rojos”. Debido a la relevancia de los profesores en la socialización de valores cívicos y morales entre los estudiantes y a su rol de catalizadores sociales en las comunidades en las que se desenvolvían, la campaña por detectar a los profesores que realizaban tareas “comunizantes” había comenzado desde la puesta en marcha de las Facultades Extraordinarias, especialmente en las zonas de mayor agitación social. En éstas, la elaboración de nóminas de profesores “rojos” fue encabezada principalmente por la Policía de Investigaciones de la mano de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, que daban cuenta de los antecedentes recabados al Ministerio del Interior y éste, a su vez, al de Educación. A medida que la “guerra contra el comunismo” se instalaba como una tarea prioritaria para el gobierno y sus organismos, la confección de listas comenzó a ser encomendada a los inspectores y directores escolares en forma creciente, quienes debían informar sobre actividades sospechosas al Ministerio de Educación o a la Dirección General que correspondiera. La importancia de estos agentes del Estado fue aún más trascendental en aquellas localidades rurales en las que la movilización sindical no era tan aguda como en las zonas portuarias o mineras, aunque no por ello resultaban menos simbólicas. Los procedimientos que establecían las posibles sanciones eran bastante similares a los judiciales, realizándose sumarios que consideraban entrevistas tanto al acusado –en la mayoría de los casos- como a apoderados, profesores, directivos y figuras relevantes de la comunidad. Estos, con antelación a la “guerra contra el comunismo”, se habían constituido como un “mecanismo de control y disciplinamiento de la conducta del profesorado” y como “una forma de ‘protegerlos’ frente a agresiones de distinto tipo por parte de la comunidad que les rodeaba.” 375 En base a dichos procedimientos, si se comprobaba la acusación de impartir enseñanzas comunistas o de agitar socialmente a las comunidades, 375 Ibid, 155. 141 los profesores culpables eran sancionados con el traslado, la relegación o la vacancia de sus cargos mediante la aplicación de las Zonas de Emergencia y las Facultades Extraordinarias, en un comienzo, y de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, después. Como hemos señalado anteriormente, si bien la represión contra el comunismo se definió ideológicamente a partir de la declaración de la “guerra contra el comunismo”, no fue hasta el comienzo de la discusión pública de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia en marzo de 1948 que los procedimientos en contra de los profesores identificados como comunistas alcanzaron mayor sistematicidad y coherencia para las autoridades del gobierno, por un lado, y más publicidad en la prensa anticomunista, por otro. La vinculación entre la represión de los profesores y el citado proyecto de ley es evidente si consideramos que al día siguiente que se inaugurara el debate parlamentario sobre la LDPD, se publicó en el diario oficial del gobierno, La Nación, un listado con 37 profesores primarios “comunistas” cuyos cargos habían sido declarados vacantes por decreto del ministro de Educación, luego de que hubieran supuestamente incurrido a faltas a la Ley N° 8940, sobre Facultades Extraordinarias 376. Tiempo después de promulgada la Ley de Defensa Permanente de la Democracia y pasado un año de la “guerra contra el comunismo”, el ministro de Educación Armando 376 “38 profesores comunistas separados de sus cargos”, La Nación, Santiago, 22 de abril de 1948, 1. “Serán exonerados de la Educación Pública 38 profesores comunistas”, El Sur, Concepción, 23 de abril de 1948, 4. En todos los diarios revisados se publican solamente 37 nombres, a pesar de lo que anunciaba el titular. Los profesores afectados según dichas nóminas fueron: Héctor Torres Bravo, Escuela N° 1 de Ovalle; Plácido Rojas Martínez, profesor de la Escuela N° de Ovalle; Ricardo Augusto Alfaro Tapia, profesor de la Escuela N° 1 de Ovalle; Antonio Peña Fuentes, profesor de la Escuela de Hombres de Sotaqui; José Cádiz Cáceres, profesor de la Escuela de La Paloma, Ovalle; Romilio Chandia, profesor de la Escuela N° 16 de Iquique; Juan Contreras Hernández, director de la Escuela N° 1 de Bulnes; Osvaldo Damm Manzano, profesor de la Escuela N° 1 de Tocopilla; Pedro Figueroa Lara, profesor de la Escuela N° 18 de San Fernando; Juan A. Núñez Rojas, profesor de la Escuela Consolidada de San Carlos; José Arnoldo Pradenas Lepe, profesor de la Escuela N° 38 de San Fernando; Rolando Rivera San Martín, profesor de la Escuela N° 1 de Tocopilla; Marlo Rodríguez Condemarín, profesor de la Escuela N° 3 de Iquique; Ladislao Venegas Morales, profesor de la Escuela N° 1 de Arica; Otilia Torres Catani, profesora de la Escuela N° 159 de Santiago; Adriana Vargas Grandón, profesora de la Escuela N° 14 de Tocopilla; Benjamín P. Muñoz Leiva, profesor de la Escuela N° 7 de Tocopilla; Jorge Suazo Caro, profesor de la Escuela N° 1 de Chillán; Blanca Sánchez Sagredo, directora Escuela N° 20 de Parral: Manuel Villagrán Gatica, profesor de la Escuela N° 1 de Valdivia; Rodolfo Herrera Jeréz, director de la Escuela N° 1 de Cachapoal; Óscar Barrera Maturana, director de la Escuela N° 249 de Santiago; José Pastene Carrasco, profesor de la Escuela N° 1 de Maipo; Lidia Araneda Mangekdorf, directora de la Escuela N° 272 de Santiago; Froilán López Baeza, profesor de la Escuela N° 12 de Antofagasta; Alicia Frederick Gaete, profesora de la Escuela Vocacional N° 25 de Mulchen; Tránsito González Gálvez, directora de la Escuela N° 250 de Santiago; Renato Sepúlveda Gutiérrez, profesor de la Escuela N° 1 de San Bernardo; José A. Zuleta Cortés, director de la Escuela Granja N° 29 de Copiapó; Gabriel Romero Elgueta, profesor de la Escuela N° 1 de San Bernardo; Manuel Leyton Berríos, Carlos Valenzuela Valdés y Marta Sepúlveda, profesores de la Escuela N° 3 de San Bernardo; Luis Palavecino, Héctor Orestes Valdés, Manuel Vergara Arce y Conrado Subiabre Bórquez, profesores del Politécnico de Menores de San Bernardo. 142 Mallet, informó a la prensa que se exonerarían a cerca de 120 profesores comunistas del magisterio nacional, cuyos nombres no se dieron a la publicidad 377. A partir de entonces el tema tendió a caer en un relativo letargo ante la opinión pública y al interior del Ministerio de Educación, el que como hemos señalado fue interrumpido con motivo de la llamada “Revolución de la chaucha” en agosto de 1949. Con ésta, la campaña anticomunista del gobierno se reactivó debido a la necesidad que tuvo éste de defender la aplicación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, por un lado; y de justificar la solicitud de nuevas Facultades Extraordinarias, por otro. En este escenario se puede comprender que los días 25 y 26 de agosto el gobierno publicara por primera vez en el diario La Nación los nombres de los 416 funcionarios exonerados de los servicios públicos a partir de la dictación de la LDPD. Llama la atención que del conjunto de los funcionarios afectados, 152 pertenecían al Ministerio de Educación, constituyendo la repartición más afectada por esta medida. 378 377 “Maestros comunistas serán separados en breve de sus cargos”, La Nación, Santiago, 24 de octubre de 1948, 15. 378 En la lista figuran 132 funcionarios de Educación Primaria: Ladislao Venegas Morales, Arica; Mario Rodríguez Condemarín, Iquique; Romilio Chandía Chandía, Iquique; Armando Cruz Arenas, Iquique; Osvaldo Damm Manzano, Tocopilla; Luis Aray Araya; Rolando Rivera San Martín, Tocopilla; Adriana Estér Vargas Grabdón, Tocopilla; Benjamín Muñoz Leiva, Tocopilla; Mario Muñoz Silva, Antofagasta; José Zuleta Cortés, Copiapó; Telmo René Rodríguez Jiménez, Copiapó; Luis Villarroel Romero, Copiapó; Isaías Muñoz Herrera, Huasco; Cleofe Arriagada Roa, Chañaral; Carlos Alfaro Tapia, Chañaral; Jorge León Gallardo, Combarbalá; Galvarino Caballero Olmos, Illapel; Luis Bravo Gallegos, Illapel; Gilperto Espulao Pujado, Elqui; Roberto Castro Barrera, Elqui; Domingo Candía Vallejos, Elqui; Enrique Melgarejo Contreras, San Felipe; Humberto Tapia Fernández, Valparaíso; Pedro González Pizarro, Valparaíso; Ramiro Carvajal Carvajal, Valparaíso; Troadio Espinoza Arellano, Valparaíso; Vicente Espinoza Leal, Valparaíso; Ángel Ramírez Ramírez, Valparaíso; Miguel González López, Valparaíso; Jorge Pacheco Salazar, Valparaíso; Daniel Sepúlveda Jara, Valparaíso; José Ramón Meneses Quevedo, Valparaíso; Abraham Urrutia Huechún, Santiago; Juan Rojo Cisternas, Santiago; Santiago Luna Cataldo, Santiago; Leoncio Mirales Peña, Santiago; René Martínez Martínez, Santiago; René Morales Sepúlveda, Santiago; Aurelio Rozas Arancibia; Eduardo Cresta Silva; Humberto Lillo Bernales, Santiago; Evaristo Ortiz Ulloa, Santiago; Tránsito González Gálvez, Santiago; Sabas Aranda Ramírez, Santiago; Guillermo Kirk Harknes, Santiago; Luis Rojas Romo, Santiago; Rodolfo Guzmán Barrera, Santiago; Nicolás Ruiz Fuentealba, Santiago; Alfredo Olivares Román, Santiago; Carlos Pimentel Rojas, Santiago; Graciela Pizarro Osorio, Santiago; Humberto Soto Arias, Santiago; Carlos Araya Collao, Santiago; Samuel Sasso Castro, Santiago; Franklin Quevedo Rojas, Santiago; Luis Rebolledo Quintana, Santiago; Florencio Novoa Sepúlveda, Santiago; Óscar Barrera Maturana, Santiago; Lidia Ester Araneda Mangeldorf, Santiago; Renato Sepúlveda Gutiérrez, San Bernardo; Gabriel Romero Elgueta, San Bernardo; Carlos Valenzuela Valdés, San Bernardo; Luis Palavecino Astudillo; Héctor Orestes Valdés; Rodolfo Donoso Segovia; Pedro Lobos; José Pastenes Carrasco, Maipo; Rafael Godoy Olivos, San Antonio; Pedro Sepúlveda Valdés, Cartagena; Manuel Véjae Yévenes, Sewell; Rodolfo Herrera Jerez, Cachapoal; Santiago Guevara Carrasco, Cachapoal; Serafín Álvarez González, Cachapoal; Ricardo Almonacid Contreras, San Fernando; Osvaldo Contreras Guerrero, San Fernando; José Rodríguez Araya, San Fernando; Arnoldo Prádenas Lepe, San Fernando; Roberto Gálvez Cabello, Santa Cruz; Cupertino Salazar Valdés, Talca; Pascasio Gaete Barra, Talca; Moisés Villegas Villalobos, Talca; Blanca Sánchez Sagredo, Parral; Teodoberto Rojas Gómez, Linares; Ramón Arellano Becerra, Linares; Ricardo Troncoso Eulufi, Loncomilla; Osvaldo Rodríguez P., Cauquenes; Jorge Suazo Caro, Chillán; Alberto Núñez Rojas, San Carlos; Juan M. Contreras Hernández, Bulnes; Buenaventura Gallegos Iribarra, Chillán; Francisco Anabalón Aedo, Chillán; Sabina 143 2. La represión de los profesores “rojos” en las nóminas. La reproducción de ambas nóminas en diversos diarios anticomunistas en abril de 1948 y agosto de 1949, respectivamente, no significa que durante este periodo el número de profesores afectados por disposiciones contenidas en las Zonas de Emergencia, en las Facultades Extraordinarias o en la Ley de Defensa Permanente de la Democracia se reduzca a la cantidad indicada por éstas. De hecho, como consta tanto en los archivos de los ministerios del Interior y de Educación, como también en el del Congreso, fueron centenares los profesores investigados, trasladados o sancionados a raíz de la “guerra contra el comunismo”. No obstante, sus trayectorias son complicadas de rastrear rigurosa y consistentemente atendiendo exclusivamente a las fuentes consultadas. En este sentido, un desafío para la presente tesis fueron los reiterados casos en que las exoneraciones cursadas a partir de octubre de 1947 no se correspondían necesariamente con las publicadas en abril del año siguiente. A su vez no es extraño que algunos de los nombres indicados en esta última no se repitieran en la lista informada en agosto de 1949. Lo anterior se explica, en parte, por la falta de prolijidad con que se llevó a cabo la represión, afectando en muchas ocasiones a personas que militaban en otros partidos Carrasco Suazo, Chillán; Carlos Cortés Muñoz, Chillán; René Moreno Henríquez, Chillán; Celia del C. Aycinena Ortúzar, Itata; Froilán López Baeza, Itata; Luzmira Arriagada Fuentes, San Carlos; Armando Sandoval Hormazábal, San Carlos; Carlos Vargas Vargas, Yungay; Augusto Sepúlveda Carrasco, Coronel; Agustín Álvarez Álvarez, Coronel; Luis Villagrán Zambrano, Coronel; Luis Ayala Suazo, Yumbel; María Muñoz Bastidas, Yumbel; Juan Alberto Moya Paredes, Yumbel; Julia Vergara Nordenflit, Concepción; Ricardo Altamirano Arriagada, Cañete; Gladys Calderón Arellano, Cañete; Enrique Burgos Rivera, La Laja; Fortunato Carrasco Suazo, La Laja; Rodolfo Paz Lloy, La Laja; Óscar Toledo Vergara, La Laja; Alicia Frederick Gaete, Mulchén; Juan Cannobio Marchi, Nacimiento; Arturo Mieville Álvarez, Curacautín; Laureano Figueroa Petersen, Lautaro; José de la C. Cáceres Valdebenito, Imperial; Ulises Gutiérrez Sepúlveda, Imperial; Antonio Soto Gallardo, Villarrica; Manuel Lavín Cuevas, Temuco; Bernardino Jara Zúñiga, Temuco; Exequiel Arellano Sepúlveda, Temuco; Laura Durán Contreras, Temuco; José Rubilar Medina, Pitrufquén; Benjamín Henríquez Cartes, Pitruquén; Manuel Villagrán Gatica, Valdivia; Juan de Dios Aburto Vio, Valdivia; Narciso Garcia Barría, Llanquihue; Humberto Vera Albornoz, Aysén; Humberto Ruiz Márquez, Aysén; y Emeterio Salinas González, Magallanes. También 9 empleados de Educación Secundaria: Miguel Campos Yáñez, Iquique; Ramón Valencia Reyes, Quillota; Orlando Daza Castro, Copiapó; Ismael Gregorio Herrera Benítez, San Felipe; Francisco Torres Arratia, San Felipe; Ramón Guerra Santos, Santiago; Ernesto Roa Suazo, Santiago; Marcos Ramírez Cofré, Concepción; J. Sandalio Poblete Salas, Imperial. Y, por último, 10 funcionarios de la Enseñanza Profesional: Pedro Pradenas Poveda, Iquique; Eleodoro Salgado Sandoval, Copiapó; Arturo Segundo Astudillo Cortés, La Calera; Manuel Urrutia Sepúlveda, La Calera; Raúl Becerra Inostroza, San Felipe; Óscar Muñoz Torres, San Felipe; Alberto Aguilera Lizana, Valparaíso; Alberto Núñez Rojas, San Carlos; Enrique Kirgerg Balpianski; y Arturo Andrade Vera. “328 comunistas exonerados de la administración pública”, La Nación, Santiago, 25 de agosto de 1949, 1-2. 144 políticos, profesores a los que se acusaba de trabajar en zonas que habían abandonado hace unos años o a los que simplemente no se les pudieron confirmar los cargos, una vez realizadas las reclamaciones ante la Contraloría. Tales obstáculos en la elaboración de las listas de exonerados condujo a que se pasara de centenares de profesores afectados a fines de 1948 a sólo 78 a comienzos de 1949, para alcanzar la cifra de 152 maestros en agosto de ese mismo año. Otro desafío complicado de sortear fue definir tajantemente la localización geográfica de los profesores exonerados, el cual metodológicamente también es aplicable al análisis de las nóminas de ciudadanos eliminados del Registro Electoral publicadas por esa entidad a fines de 1948. En este sentido, a raíz de las herramientas legales de represión que disponía el gobierno durante la “guerra contra el comunismo” fueron numerosos las maestras y los maestros desplazados a rincones del país donde no representaban un “peligro” para el orden social. En ocasiones esto implicaba una movilización desde el norte hasta el sur del país, viajar desde grandes urbes a lugares más aislados o simplemente trasladarse de una provincia de la zona central a otra. Más allá de la distancia recorrida, lo que interesaba al gobierno era desconectar social y políticamente al profesor sancionado. Por consiguiente, en variadas oportunidades detectamos que el lugar en que los profesores habían sido acusados de realizar “actividades comunizantes” no necesariamente se ajustaba a la localidad en la que figuraban como exonerados del magisterio y/o eliminados de los registros electorales. A lo anterior hay que agregar que en la nómina de 1949 no logramos identificar la ubicación de 7 profesores, de los cuales 5 correspondían a la enseñanza primaria y 2 a la profesional. Este inconveniente nos condujo a reducir el universo de funcionarios analizados de 152 a 145 cuando necesitábamos medir la concentración geográfica de estos. Tomando en cuenta tales reparos, si bien resultan precarias las conclusiones que se pueden obtener de las citadas nóminas de exonerados, confiamos que su análisis en conjunción con el estudio de fuentes parlamentarias, ministeriales y hemerográficas nos permita destacar algunos aspectos relevantes para comprender -aunque sea de forma parcelada- los alcances de la represión en contra de los profesores “rojos” durante la “guerra contra el comunismo”. 145 Una primera dimensión interesante de destacar es la relación que se dio entre algunas de las provincias con mayor porcentaje de ciudadanos eliminados de los registros electorales a fines de 1948 y la concentración geográfica de funcionarios exonerados en 1949 por el Ministerio de Educación. Así, provincias como Antofagasta, Concepción y Coquimbo que lideraban numéricamente las cancelaciones electorales con 21,43%, 16,48% y 13,96%, respectivamente, fueron poco relevantes desde el punto de vista del magisterio considerando que en esas mismas localidades sólo un 3,44%, 4,82% y 4,13% de los funcionarios del Ministerio de Educación fueron exonerados. Paralelamente, es importante constatar que, según ambas nóminas, Santiago fue la provincia chilena con mayor cantidad de afectados. Esta, a su vez, era la cuarta a nivel nacional con un 13,72% del total de ciudadanos eliminados por el Registro Electoral. Según los datos obtenidos de la lista publicada por el Ministerio de Educación en 1948, de 37 profesores 14 se emplazaban en Santiago, correspondiendo al 37,83% del total; mientras que en la de 1949 se indica que a esta provincia pertenecían 32 de los 145 exonerados identificados, equivalentes a un 22,06% del total, proporción que podría ser superior ya que es altamente probable que se emplazaran en Santiago 4 de los 7 profesores cuyas ubicaciones no se publicaron -y que no pudimos rastrear- dada su disposición por orden geográfico en la lista elaborada por el Ministerio de Educación. La preeminencia de Santiago en la depuración de profesores “rojos” se entiende tanto por su importancia como capital nacional, como por el hecho de haber sido dirigida durante los primeros meses del gobierno de González Videla por un intendente comunista, al cual se le acusó de incitar a la paralización de la locomoción colectiva e incentivar la subversión social. Por último, Ñuble, Cautín y Valparaíso fueron las provincias que después de Santiago más intensamente experimentaron la política anticomunista en contra del profesorado -abarcando el 8,96%, 6,89% y 6,89%, respectivamente- todas las cuales se ubican bajo el promedio nacional de ciudadanos borrados del Registro Electoral. Lo anterior se comprende si se considera que todas éstas correspondieron a intendencias radicales desde el comienzo del gobierno de Gabriel González Videla y, por lo tanto, la vigilancia sobre los comunistas precedió al estallido de la “guerra”. Una segunda dimensión que las nóminas nos permiten conocer, en parte, es la figuración social de los funcionarios afectados por la campaña de “depuración” llevada a 146 cabo por el Ministerio de Educación. Al respecto resulta decidor destacar cuántos de ellos se habían desempeñado como regidores al momento de ser perseguidos. Mientras en la planilla de 1948 ocupaban este cargo 8 de los 37 profesores, equivalentes al 21,62%; en la de 1949 la proporción disminuía a 18 de 152, correspondientes al 11,8% del total. Importante es hacer notar que en el transcurso entre una y otra, algunos regidores fueron reincorporados en sus labores docentes. Más allá de estos detalles, la proporción es reveladora sobre el rol político, social y cultural que desempeñaban los profesores en sus comunidades. Una tercera dimensión clave para comprender la embestida en contra del magisterio es constatar que según ambas nóminas fue la enseñanza primaria la que concentró mayoritariamente la represión, situación que se explica porque desde la década de 1930 era la rama más “díscola” de la educación 379 y donde se concentraba un grupo cuantitativa y cualitativamente gravitante del Partido Comunista. Dicho fenómeno se puede observar en el hecho de que a esta área correspondía el 100% de los profesores expulsados del magisterio en abril de 1948 y el 87,5% de los funcionarios del Ministerio de Educación exonerados en agosto de 1949. Asimismo, se desprende que la represión anticomunista en las escuelas recayó principalmente sobre los profesores. Aunque en el caso de la nómina de 1949 no conocemos con exactitud la función desempeñada por los funcionarios exonerados, es altamente probable que en su mayoría hayan correspondido a docentes. Esto tanto por la orientación que tuvo la campaña anticomunista en las escuelas y en la prensa como por la preeminencia de aquellos en la lista de 1948 en la que no se señalan cargos de otra índole. En el registro de 1948, además, se puede constatar la cantidad de profesores que conjugaban sus labores en el aula con responsabilidades directivas. De hecho, de los 37 maestros 7 eran directores de los colegios en los que fueron expulsados –incluyendo una mujer-, es decir, el 18,91% del total. 3. Los profesores parten a los campos de concentración. Aunque la exoneración de 152 profesores de la educación primaria, secundaria y profesional resulta menos espectacular comparada con los 26.650 ciudadanos cuyas 379 Luis Osandón M, El cambio educativo desde el aula, la comunidad y la familia…, op. cit.,162. 147 inscripciones fueron canceladas a raíz de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, lo cierto es que durante la “guerra contra el comunismo” la represión al magisterio marcó la experiencia cotidiana de escuelas ubicadas en diversas localidades del país. Esto, sumado al esfuerzo del gobierno por controlar que los contenidos impartidos en la sala de clases se enmarcaran dentro de sus planes y programas, condujo a que sobre el profesorado se impusiera un estado de policía. Así, maestros y maestras estuvieron expuestos a la vigilancia de pares, apoderados y autoridades educacionales, situación que los llevó a preocuparse tanto de su comportamiento dentro del aula como también de sus actividades externas a la escuela, especialmente aquellas relacionadas con la política y la organización sindical. En consecuencia, junto al peligro de verse expulsados de las escuelas, alrededor de los profesores rondaban además otro tipo de amenazas como experimentar el rechazo en sus comunidades, ser apartados de los lugares a los que pertenecían o sufrir la relegación en campos de concentración. La persecución en la que se vieron envueltos los profesores tuvo un gran impacto en la prensa. De hecho, entre los argumentos esgrimidos en contra de la persecución anticomunista y del proyecto de Ley de Defensa Permanente de la Democracia, no fueron pocos los que acusaron las dificultades que impondría al magisterio y a la educación chilena la detención y exoneración de maestros. En esta línea, con su singular pluma el semanario Topaze advirtió en uno de sus números que “CON esto de que don Gavión se lo pasa relegando maestros primarios a Pisagua, Melinka, Quellón y Quiriquina, todito el día llegan a la Dirección General de Educación Primaria una tupición de telegramas, cartas, mamás, papás y chiquillos chicos, formulando enérgicos reclamos porque ya no queda escuela primaria funcionando en el país.” 380 En medio de los reclamos e intrigas, con ácida imaginación esta revista indicaba que el director general de Educación Primaria le habría escrito el siguiente oficio al ministro Molina: Don Enrique, como a mí no me dejan vivir con este asunto del anticomunismo y como ya no me han dejado profesor parado ni escuela funcionando solicito a usted que se sirve aprobar las siguientes medidas: 1) Que todos los escolares de La Serena al Norte sean trasladados a Pisagua, para recibir allí sus clases. 380 “El Director de Instrucción Primaria pide que lo releguen a Pisagua”, Topaze, Nº 810, Santiago, 2 de abril de 1948. 148 2) Que los escolares del centro del país vayan a vivir a la isla Quiriquina, que es donde están los maestros. 3) Que los cabros que estudian y son del Sur sean trasladados a Melinka, donde habita gran parte del profesorado primario. 4) Que si estas medidas no son adoptadas, me relegue a mí a un lugar solitario, donde no pueda recibir reclamos de padres y apoderados. 381 Si bien Topaze hacía gala de su singular humor político, tras su ironía se encontraba la experiencia de traslado y relegamiento que afectó a numerosos profesores desde el comienzo de la “guerra contra el comunismo”. Apenas transcurrido el primer mes de ésta, el diputado del PCCh César Godoy Urrutia acusaba ante el Congreso que algunos profesores habían sido detenidos en las escuelas en que trabajaban y en presencia de sus alumnos, violándose así espacios destinados a la educación de la juventud 382. Ésta y otras situaciones llamaron la atención de los organismos de representación de los profesores y también de los parlamentarios, especialmente los comunistas, quienes el 29 de noviembre de 1947 presentaron ante el Congreso una lista de detenidos basada en datos entregados por el magisterio nacional. En la nómina se informaba, en primer lugar, que 14 profesores estaban en Pisagua, 2 en la isla Quiriquina y 17 en regimientos, cuarteles de Carabineros o de la Policía de Investigaciones 383. En segundo lugar, se denunciaba que a 28 ascendían los profesores exonerados de sus cargos o condenados a traslado forzoso 384. 381 Idem. Cámara de Diputados, sesión 14ª extraordinaria, 5 de noviembre de 1947, 616. 383 Profesores detenidos en Pisagua: Blanca Sánchez Sagredo, directora Escuela N° 11 de Coronel, regidora de la Municipalidad de Lota y alcalde en ejercicio durante la huelga del carbón; Pedro Figueroa Lara, Escuela N° 18 de San Fernando y regidor de la Municipalidad de Chimbarongo; Ramón Arellano Becerra, director de la Escuela N. o 6 de Santa Cruz y regidor de Santa Cruz; Nicolás Ferraro Panadés, profesor del Liceo de Hombres de Antofagasta y regidor de Antofagasta; Juan M. Contreras H., inspector escolar del Departamento de Loa y regidor de la Municipalidad de Calama; Miguel Campos Yáñez, profesor de dibujo del Liceo de Hombres de Quillota; Romilio Chandía Chandía, profesor Escuela N° 16 de Iquique y regidor de la Municipalidad de Iquique; Ramón Valencia Reyes, profesor de preparatorias e inspector del Liceo de Hombres de Quillota, regidor de la Municipalidad de Quillota; Pedro Pradenas Poveda, profesor del Instituto Comercial de Iquique; Benjamín Muñoz Leiva, profesor de la Escuela N° 7 de Tocopilla; Rolando Rivera San Martin, profesor Escuela N° 1 de Tocopilla; Osvaldo Damm Manzano, profesor de la Escuela N° 1 de Tocopilla; Adriana Vargas Grandón, profesora de la Escuela N° 14 de Tocopilla (Campamento Vergara); y Mario Rodríguez Condemarín, Escuela N° 3 de Iquique. Relegados en la isla Quiriquina: Isaías Fuentes Reyes, profesor y ex gobernador del Departamento de Coronel; y Marcos Ramírez, Liceo de Hombres de Concepción. Detenidos en cuarteles de Carabineros, de regimientos o de Policía de Investigaciones: profesora de la Escuela Vocacional N° 25 de Mulchén; Alberto Núñez Rojas, profesor y regidor de San Carlos; Jorge Suazo, profesor y regidor de la Municipalidad de Chillán; Francisco Anabalón, profesor de Chillán; Manuel Villagrán, profesor de Valdivia; Ramón Barría, profesor de Valdivia; Arturo Mieville, profesor de Curacautín (denunciado por el gobernador de esa zona, oficio confidencial N° 1444, del ministro de Educación al ministro del Interior, Santiago, 5 de diciembre de 1947, Archivo del Ministerio de Educación, Vol. 10301); Jorge Viveros Sagardia, profesor de Cañete; Jorge Reyes, profesor de Casablanca; Juan de Dios Sepúlveda, 382 149 Decidor respecto a lo que hemos sostenido a lo largo de esta tesis es que en estas primeras oleadas de depuración del magisterio, de los 16 profesores detenidos en los campos de concentración de Pisagua y Quiriquina, prácticamente la mitad se hubiera desempeñado en cargos políticos locales de importancia, encontrándonos con un ex gobernador de Coronel, una alcaldesa destituida de Lota y seis regidores, de los cuales cuatro pertenecían a zonas sumamente movilizadas. Con esto se confirma, por una parte, la relevancia que tenían los profesores al interior de sus comunidades y la vocación hacia fuera de los muros escolares que caracterizó a muchos de ellos. Por otra, se aprecia que para el gobierno y para sus organismos de seguridad fue una prioridad absoluta aislar políticamente a aquellos profesores que gozaban de poder y prestigio en sus localidades para evitar que siguieran sumando nuevas adhesiones y, de esta forma, desarticular la que se argumentaba era una acción concertada del comunismo internacional. inspector escolar de Yumbel; Mario Muñoz, profesor de Yumbel; Miguel González López, profesor de la Escuela N°114 de Valparaíso; Juan Hemández, profesor del Liceo de Temuco; Bemardino Jara, profesor y regidor de Temuco; Manuel Lavín, profesor y ex gobernador de Pitrufquén; Exequiel Arellano, profesor de Temuco; y Andrés Chiguailaf, profesor de Temuco. César Godoy Urrutia, sesión 19ª extraordinaria, Cámara de Diputados, 25 de noviembre de 1947, 858-859. 384 Profesores exonerados o condenados a traslado forzoso: Mario Muñoz, profesor de Yumbel a la Escuela N° 12 de Antofagasta; Roberto Castro Herrera, profesor de la N° 21 y regidor municipal de Hualqui, trasladado a Elqui; Arnoldo Contreras, profesor de la Escuela N° 25 de Talcahuano, a la Escuela N° 38 de San Fernando; Juan S. Cid, profesor de Talcahuano, a la Escuela N° 5 de Rancagua; Antonio Soto Gallardo, profesor de la Escuela N° 29 de Concepción, a Villarrica; Laureano Figueroa Petersen, profesor de la Escuela N° 7 de Concepción, trasladado a Lautaro; Raúl Larenas Stuardo, profesor de la Escuela N° 63 de Concepción, a Quillota; Eleodoro Sotomayor Oyarzún, profesor de la Escuela N° 10 de Concepción, a Valparaíso; José de la C. Cáceres Valdebenito, profesor de la Escuela N° 10 de Concepción, a la Escuela N° 7 de Nueva Imperial; Humberto Ruiz Márquez, profesor de la Escuela N° 1 de Concepción, a Aysén; Blanca Sánchez Sagredo, directora de la Escuela de 1ª clase N° 11 de Coronel (Lota), trasladada a la Escuela N° 20 de Parral; Enrique Melgarejo, profesor de la Escuela N° 21 de Coronel, a la Escuela N° 7 de Petorca; Emilio Morales Pérez, profesor de la Escuela N° 3 de Coronel, a la Escuela N° 32 de Mulchén; Claudio Raúl Sánchez, profesor de la Escuela N° 5 de Coronel, a la Escuela N° 13 de San Vicente; Enrique Cáceres Núñez, profesor de la Escuela N° 5 de Coronel, a la Escuela N° 27 de Rancagua; Mario Muñoz Lagos, profesor de la Escuela N° 12 de Talcahuano, a Magallanes; Marina Rojas Albornoz, profesora de la Escuela N° 23 de Yumbel, a la Escuela N° 12 de Antofagasta; Irenia del C. Ortiz Chaparro, profesora de la Escuela N° 3 de Coronel, a la Escuela N° 32 de Mulchén; Luis López Aya1a, profesor de la Escuela N° 5 de Coronel a Temuco; Jorge Viveros, profesor de la Escuela N° 1 de Cañete, a la Escuela N° 8 de Traiguén; Luis Bravo Gallegos, profesor de la Escuela N° 15 de Concepción, a Illapel; Norberto Cruz, profesor de Preparatorias de Liceo de Concepción, a un lugar no definido; Juan Campbell, profesor de Cerro Verde (Penco) a un lugar no definido; Guillermo Franco, profesor de Hualqui, a un lugar no definido; Omar Vivanco, profesor de Coronel, a un lugar no definido; Calixto Contreras, profesor de Coronel, a un lugar no definido; Juan M. Contreras, inspector escolar de Educación de El Loa, rebajado a director de la Escuela N° 1 de Bulnes; Temístocles Elgueta, profesor de la Escuela N° 1, de Santiago, exonerado. Junto con estos, se indica en el informe que había profesores de San Rosendo y de otros puntos de la provincia de Concepción también fueron trasladados también forzosamente. Ibid, 859. 150 Un caso ilustrativo de la inserción pública y política de algunos de los profesores afectados por la campaña anticomunista fue el del profesor Ramón Arellano. Una vez desatada la “guerra contra el comunismo” este director de la Escuela N° 6 de Santa Cruz y regidor de esa comuna fue detenido en Pisagua por la aplicación de las Facultades Extraordinarias en 1947 y exonerado en base a las disposiciones de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia en 1949. Egresado de la Escuela Normal J. A Núñez en 1927, Ramón Arellano había realizado clases a los grumetes de la Armada, llegando a participar de la emblemática sublevación de la escuadra en 1931, en la cual se desempeñó como secretario de la marinería amotinada 385. Como castigo fue expulsado de dicha institución, por lo que retomó su oficio en las escuelas públicas. Este profesor, señala el historiador Luis Osandón, debido a su liderazgo y militancia comunista se desarrolló como un importante dirigente político cuya identidad profesional se sustentó en concepciones ideológicas y políticas no para enseñarlas en el aula sino que para comunicarlas “en su labor exterior, fuera de la escuela, organizando a la comunidad y promoviendo actividades culturales en paralelo con sus actividades de militante” 386. Fue justamente el campo de concentración de Pisagua en el que se mantuvo detenido Ramón Arellano, el que más despertó el interés público. Particularmente seguido fue el caso de Blanca Sánchez Sagredo, profesora, primera regidora y alcaldesa de la Municipalidad de Lota, quien fue detenida los días siguientes al decreto que reanudaba las faenas en la zona carbonífera. En ese periodo había sido incomunicada por las autoridades policiales de la región en la Sección de Investigaciones de Concepción, para luego ser trasladada a Santiago el día 13 de octubre de 1947. Desde ahí fue transportada a Pisagua, donde a los pocos días fue liberada gracias a un recurso de amparo interpuesto en su favor. A partir de entonces, Blanca Sánchez fue mantenida en lugares destinados a la detención de inculpados de delitos comunes -lo que contravenía lo dispuesto por la Ley de Facultades Extraordinarias- y después fue nuevamente detenida en Pisagua 387. Con el tiempo se la liberó pero no pudo regresar a Lota ni a la provincia de Concepción, razón 385 En este motín además participaron los profesores Pedro Pacheco y Luis Henríquez, quienes según la autobiografía del dirigente comunista César Godoy Urrutia habrían sido procesados y condenados a muerte a raíz de la sublevación de la escuadra. Osandón,“Los profesores de Educación Primaria frente al cambio en la Educación…, op. cit., 161. 386 Ramón Arellano Becerra: “Luchando por la educación y la justicia. Memorias”, 1. En Osandón, El cambio educativo desde el aula, la comunidad y la familia…, op. cit, 147-149 y 168. 387 Cámara de Diputados, sesión 13ª extraordinaria, 4 de noviembre de 1947, 575. 151 por la cual fue trasladada a Parral en la provincia de Linares, donde finalmente fue exonerada del magisterio y eliminada de los registros electorales. Sin duda el profesor detenido en Pisagua que más conmovió a la opinión pública fue Isaías Fuentes Reyes, quien junto con haber sido gobernador de Coronel durante los primeros meses de la presidencia de Gabriel González Videla, pertenecía a la Unión de Profesores de Chile y era un activo militante del Partido Comunista 388. En la primera oleada de detenciones este profesor fue trasladado a la isla Quiriquina y luego a Pisagua, donde permaneció en un delicado estado de salud durante 10 meses junto a Félix Morales -periodista-, Ángel Veas -ex diputado y ex intendente de Tarapacá-, Blanca Sánchez y otros maestros, con quienes coordinó un campaña de alfabetización que abarcó a todos los relegados que no sabían leer y a la población adulta e infantil de Pisagua 389. Gracias a la intervención de la Federación de Educadores y de la Unión de Profesores, Isaías Fuentes logró ser trasladado a Santiago para atenderse de urgencia. Sin embargo la medida se tomó demasiado tarde y este profesor falleció, responsabilizándose de ello a las malas condiciones higiénicas de Pisagua y generando una gran polémica en torno a la idoneidad democrática de Chile 390. 4. De la Guerra Fría global a las guerras frías locales durante la represión a los profesores “rojos”. Si bien los casos de Ramón Arellano, Blanca Sánchez e Isaías Fuentes corresponden a personas que fueron sancionadas a partir de su probada militancia comunista, hubo otros profesores que observaron cómo era vulnerada la promesa realizada por el mismísimo Gabriel González Videla y confirmada por el ministro de Educación Armando Mallet en la que se aseguraba que la depuración del magisterio no afectaría a miembros de otras colectividades políticas. De esto dan prueba decenas de sumarios que consultamos en los archivos del Ministerio de Educación, mediante cuyo análisis pudimos observar cómo el 388 Así lo recuerda Luis Corvalán, agregando que “eran muy pocos los maestros comunistas en Concepción”. En Luis Corvalán De lo vivido y lo peleado…, op. cit., 26. 389 En la novela Pisagua: La semilla en la arena de Volodia Teitelboim, publicada por primera vez en 1957, se rescata la experiencia de Félix Morales y a Ángel Veas como unas de las primeras víctimas de este campo de concentración. Volodia Teitelboim, La semilla en la arena, Santiago, LOM, 2002. 390 Cámara de Diputados, sesión 61ª ordinaria, 14 de septiembre de 1948, 2320-2322. 152 giro ideológico adoptado por el gobierno, junto con sus aspectos puramente políticos, fue una respuesta hacia aquellos sectores que desafiaban a las estructuras sociales y económicas. De esta manera, la “guerra contra el comunismo” se puede enmarcar en el cuestionamiento al capitalismo y en la lucha por definir los alcances de la democracia, la organización de los trabajadores y la participación social. Asimismo, el estudio de algunos casos nos permiten comprender cómo se articularon las Fuerzas Armadas, Policía de Investigaciones y Carabineros con los diversos ministerios durante la represión al comunismo, dándonos ejemplos de la forma en que erráticamente se llevaron a cabo las batallas en contra de los profesores “rojos”. Por último, la presentación de algunas de estas experiencias revela el grado en que los discursos públicos en contra del comunismo tuvieron eco social en diversas localidades, en las cuales se desarrolló un proceso de “extrañamiento” de los profesores procesados. Ello demuestra la manera en que la Guerra Fría fue más que un argumento antojadizo en contra de algunos sectores, constituyéndose como una polaridad que significó cambios en la vida de personas sumamente diversas. Para comenzar nos aproximaremos a uno de los casos más bullados durante la época. Éste ocurrió en San Bernardo, que por aquel entonces formaba parte de la provincia de Santiago. En la nómina de 1948 se explicitaba que este departamento monopolizaba la mayor cantidad de profesores exonerados del país con 8 de los 37 afectados, lo que representaba el 21,62% del total. Al año siguiente esta cifra disminuyó a 6 funcionarios, entre los cuales no figuran algunos de los contemplados en el listado previo, dejando entrever nuevamente la inexactitud con que los diversos órganos encargados de la persecución confeccionaron las nóminas de activistas “rojos”. Más allá de la cantidad de profesores exonerados, fue en este departamento donde más se sintió la atención anticomunista nacional, por considerarse extremadamente grave que en una población tan reducida actuara un crecido número de profesores “rojos”. En virtud de lo anterior, se creía que el comunismo internacional había “infectado” con su “prédica disolvente” tanto las salas de clases como las organizaciones vecinales y de trabajadores de este departamento. Expresión de tales sospechas fueron los cargos en contra de la directora de Escuela N° 2 de San Bernardo, Aída Martínez Ruiz, quien fue acusada por apoderados y profesores en El Diario Ilustrado de realizar “actividades proselitistas” en el colegio, hostigando a quienes no comulgaban con el comunismo y organizando una 153 asociación comunista de padres de familia en el mismo establecimiento. Ante dicha situación, el Partido Liberal acordó exigir el alejamiento de “esa educadora que está maleando la educación pública” 391. Asimismo, se denunció que dicha directora tenía influencia entre los miembros de grado inferior de la base El Bosque de la aviación, a los cuales incitaba a la subversión. Dados tales antecedentes, Aída Martínez fue relegada al sur del país por orden del Ministerio del Interior 392. Aunque en este caso la directora aludida no fue exonerada del magisterio ni eliminada de los registros electorales, nos parece relevante destacarlo pues en este periodo fue común representar a las escuelas en las que había “penetrado” el comunismo -sobre todo entre sus directivos- como pequeñas uniones soviéticas, donde se establecían regímenes opresivos en los que los comunistas actuaban encubiertamente. Asimismo, a los directores acusados de comunistas se les caracterizaba como miniaturas de Stalin que no permitían el disenso e imponían inescrupulosamente su criterio. Otro de los establecimientos a los cuales se acusó de imponer una “checa” durante la “guerra contra el comunismo” fue la Escuela N° 1 de San Bernardo, de la cual fue expulsado Renato Sepúlveda Gutiérrez tras experimentar el relegamiento en el campo de concentración instalado en Melinka 393. A este profesor en conjunto con sus pares Teófilo Guzmán Barrera y Hugo Morales Bizama se le calificó como un elemento peligrosísimo, no sólo ya en su carácter de mentor de conciencias juveniles, sino que también dentro de las actividades normales de la escuela. Son, en una palabra, enemigos declarados del orden y de la tranquilidad, e indignos en absoluto de estar a disposición de U.S. en la misión de educadores. Por su conducta y actividades comunizantes, han sido acreedores a ser eliminados del Servicio. 394 391 “Nuevos cargos a educadora comunista de San Bernardo”, El Diario Ilustrado, Santiago, 19 de marzo de 1948, 4. 392 “Propagación del comunismo entre profesores de San Bernardo está preocupado el Min. del Interior”, El Sur, Concepción, 31 de marzo de 1948, 3. “Se denunció actividad comunista de varios miembros de la base El Bosque, todos de grado bajo”, El Sur, Concepción, 3 de abril de 1948, 3. 393 Oficio confidencial N° 974, enviado por Inmanuel Holger al ministro de Educación Pública, Santiago, 6 de julio de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 394 Oficio confidencial N° 138, enviado por Héctor Grez del Ministerio del Interior al Ministro de Educación Pública, Santiago, 6 de febrero de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10398. 154 En base a ese argumento se exoneró del magisterio a Renato Sepúlveda Gutiérrez. Mejor suerte corrieron Teófilo Guzmán 395 y Hugo Morales 396 pues los cargos en su contra fueron desestimados por demostrarse que eran militantes radicales. Más allá de estos casos, el establecimiento de San Bernardo que más acaparó la atención tanto de las autoridades regionales y nacionales como de la prensa fue la Escuela Anexa al Politécnico de Menores Alcibíades Vicencio, a la que se acusó reiteradamente de tener “agentes de actividades contrarias al orden establecido” y “subversivas” 397. Dicha preocupación se explica, en parte, porque desde su fundación en 1929 el Politécnico de San Bernardo era la institución pública de mayor importancia en Chile para el tratamiento de niños y adolescentes. Se trataba de una suerte de “reformatorio de carácter industrial y agrícola, con un rígido sistema disciplinario” en el cual la escuela se fusionaba con un pequeño sistema penal interno 398. De la mezcla de actividades escolares, deportivas y productivas desarrolladas en su interior se esperaba que “los obreros que prepararía el politécnico serían verdaderamente obreros agrícolas, por su resistencia física, por su falta de pretensiones, por el ambiente en que se forman y por la preparación eminentemente práctica y manual que adquirirían” 399. Considerando estos antecedentes se puede comprender la urgencia con que el Ministerio del Interior atendió a las acusaciones que pesaban en contra de profesores del Politécnico. De esta situación da cuenta un oficio confidencial enviado por el ministro del Interior al de Educación el 6 de febrero de 1948: Como US. podrán observar en la nómina que le acompaño, el número de profesores primarios dedicados por entero a la propaganda de sus ideas políticas, es asombrosamente crecido para una población relativamente pequeña. Es especialmente en el Politécnico de Menores “Alcibiades Vicencio” donde el descaro para actuar se ha señalizado más agudamente.- Las autoridades y los servicios policiales de dicho Departamento están acordes en asegurar que en dicho plantel educacional, en el año recién pasado, prácticamente no se dió 395 Oficio confidencial N° 997, enviado por Héctor Grez al ministro de Educación Pública, Santiago, 10 de julio de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 396 Oficio confidencial N° 1008, enviado por Héctor Grez al ministro de Educación Pública, Santiago, 14 de julio de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12694. 397 Memorándum N° 04504, enviado por Óscar Bustos, director general de Instrucción Primaria, al ministro de Educación Pública, Santiago, 6 de julio de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10478. 398 Ana María Farías, “El difícil camino hacia la construcción del niño como sujeto de derechos” en Revista Derechos del Niño 2, enero 2003, 211-212. 399 Archivo del Ministerio de Justicia, 1934, vol. 4. Citado en Idem. 155 enseñanza a los alumnos a quienes preferían sus profesores leerles libros que ensalzaban el comunismo o comentar, en clases, las versiones del diario “El Siglo”. Esta situación se hace ya intolerable y es comentada desfavorablemente por los padres de los alumnos y por el vecindario en general de San Bernardo que no comprenden que los Servicios Superiores de Educación no hayan puesto término a una situación a todas luces incorrecta, improcedente y evidentemente perjudicial para el futuro de los alumnos. En la nómina referida van marcados con cruces los educadores a quienes las autoridades policiales sindican como elementos peligrosísimos no solo ya en su carácter de mentores de conciencias juveniles, sino que también dentro de las actividades normales de la colectividad. Son, en una palabra, enemigos declarados del orden y de la tranquilidad social. 400 La falta de respuesta del Ministerio de Educación frente a las denuncias sobre las “actividades comunizantes en la totalidad del profesorado” 401 del Politécnico fue severamente reprochada por Inmanuel Holger, para quien constituía una “situación inmoral y de verdadero desprestigio en que se encuentra el personal encargado de forjar la mente de sus jóvenes educandos.” 402 En vista de la importancia que adquirió este caso dentro del gobierno de Gabriel González Videla y a la insistencia sobre la depuración del establecimiento por parte del Ministerio del Interior, esta escuela fue completamente reorganizada a principios de 1948, quedando algunos profesores sin ser reubicados en nuevos establecimientos. A causa de esta situación sus alumnos no tuvieron clases durante meses 403. Entre los profesores exonerados del Politécnico de Menores Alcibíades Vicencio se encontraba Luis Palavecino, cuyo caso fue publicitado en el diario La Nación. Para defenderse de la acusación de enseñar el comunismo a sus estudiantes, Luis Palavecino envió una carta a dicho periódico, la cual fue publicada el 3 de mayo de 1948. En ésta señalaba: quiero dejar constancia de que hace algunos años pertenecí al Partido Comunista; pero que, no adaptándome al trabajo ni a la disciplina partidista, me alejé voluntariamente de él hasta considerarme completamente desligado de ese 400 Oficio confidencial 143-2, enviado por el Ministerio del Interior al ministro de Educación Pública, Santiago, 6 de febrero de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 401 Idem. 402 Oficio confidencial 143-3, enviado por el Ministerio del Interior al ministro de Educación Pública, Santiago, 17 de mayo de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 403 “Profesorado para el Politécnico de San Bernardo”, El Mercurio, Santiago, 26 de abril de 1948, 13. 156 partido. Mal podría, entonces, haber realizado, entre mis alumnos, cualquier propaganda a favor de su doctrina y engrandecimiento, ya que, como digo anteriormente, hace años que estoy fuera de él.404 A diferencia de Luis Palavecino que reconocía su otrora militancia comunista, la que le significó su exoneración del magisterio, entre los profesores del Politécnico que fueron procesados -y cuyos decretos de expulsión estaban prácticamente listos- figuraron dirigentes de otras colectividades políticas. Así ocurrió con René Morales Sepúlveda y Feliciano Chacón Treganón, quienes fueron trasladados a la Escuela N° 1 de Cauquenes y a la Escuela N° 98 de Quilpué, respectivamente. Ante esta situación, Morales defendió que desde fines de 1946 trabajaba como profesor en Santiago, por lo que era imposible que realizara actividades contrarias al orden en San Bernardo y que, por lo demás, no era militante del Partido Comunista sino que del Democrático. No obstante ello fue igualmente exonerado. Más convincente en su defensa fue Feliciano Chacón, quien a los cargos de ser comunista y de llevar una vida privada inmoral, respondió que eran calumnias por cuanto militaba en el Partido Democrático, razón por la cual la sanción en su contra fue revocada. Similar situación ocurrió con los siguientes profesores de ese establecimiento: Guillermo Montebruno Morales, militante del Partido Radical desde 1936; René Barra Hutinel, militante radical desde 1936 y fundador de la Juventud Radical de San Bernardo; Conrado Subiara Bórquez, inscrito en la Juventud Radical de Puerto Montt desde 1933; y Gastón Toledo Bernales, quien no estaba inscrito en ningún partido político pero se comprobó que era simpatizante radical 405. En el caso de todos ellos los decretos en contra fueron dejados sin efecto 406, demostrando la imposibilidad del gobierno de cumplir la promesa hecha por el presidente Gabriel González Videla en el sentido de que ningún profesor que perteneciera a un partido “democrático” sería afectado por la arremetida anticomunista 407. 404 Luis Palavecino A., “Se desligó del comunismo”, La Nación, Santiago, 3 de mayo de 1948, 10. Oficio confidencial N° 981, enviado por Héctor Grez al ministro de Educación Pública, Santiago, 6 de julio de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 406 Memorándum N° 04504, enviado por Óscar Bustos, director general de Instrucción Primaria, al Ministro de Educación Pública, Santiago, 6 de julio de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10478. 407 Un destacado profesor primario del Politécnico Alcibíades Vicencio de San Bernardo que también experimentó el relegamiento en Pisagua el año 1956 fue Jorge Montes Moraga (1926-2000), quien impartió clases en dicho establecimiento entre 1948 y 1957. Al igual que los maestros y las maestras que sufrieron este tipo de medidas durante los dos primeros años de la “guerra contra el comunismo”, Jorge Montes desempeñaba un importante rol en dicha localidad, ocupando en reiteradas ocasiones el cargo de presidente de la Unión de Profesores de San Bernardo entre 1950 y 1956. Expresión de su impronta política, a su vez, es que en abril de 1956 haya sido elegido regidor por San Bernardo y un año después electo diputado por 405 157 La preocupación por la acción de “elementos comunizantes” al interior de dicho establecimiento se prolongó hasta el segundo semestre de 1948, como lo manifiesta un oficio dirigido al ministro del Interior por el gobernador de San Bernardo, Osvaldo Cerda Díaz, quien reconocía que en “el Politécnico de Menores funcionó una célula comunista integrada por parte del Profesorado de la Escuela Anexa al Establecimiento” 408. En asociación con ellos habrían actuado algunos funcionarios que cooperaron a sus actividades disociadoras con la propaganda entre el alumnado, con la difusión del diario “El Siglo” donde se escribía artículos injuriosos contra los funcionarios que no eran partidarios de ellos; con la prédica constante sobre alumnos y personal a fin de soliviantarlos y destruir la organización interna del establecimiento. Estos funcionarios están actualmente en servicio y continúan en sus actividades comunistas disolventes, realizando un trabajo lento, una crítica desembozada a toda acción en beneficio colectivo y caracterizándose por su falta de interés y cooperación en el cumplimiento de sus deberes. 409 Como demuestra el caso de San Bernardo, las zonas aledañas a Santiago generaron gran preocupación entre los diversos sectores anticomunistas. Más aún aquellos establecimientos que como el Politécnico Alcibíades Vicencio no sólo buscaban rehabilitar y reinsertar a los jóvenes que albergaba, sino que además pretendían prepararlos para la producción agrícola. En esta línea, es oportuno señalar que las zonas rurales fueron un área sumamente sensible para los organismos encargados de la persecución en contra de los comunistas pues se creía que sus militantes -considerados verdaderos agitadores profesionales- alterarían la armonía y la paz que tradicionalmente habrían caracterizado al campo. En atención a estos reparos se redobló la vigilancia sobre profesores sospechosos de Concepción, Tomé, Talcahuano, Yumbel y Coronel. Como también se puede apreciar en otros profesores afectados por la arremetida estatal en contra del comunismo durante el gobierno de Gabriel González Videla, Jorge Montes pertenecía al Partido Socialista Unificado. No obstante ello, en 1961 se transformó en militante del Partido Comunista llegando a constituir parte de su comité central, alcanzando una senaduría y debiendo experimentar tras el golpe cívico-militar de 1973 la detención y luego el exilio. Más información http://historiapolitica.bcn.cl/resenas_parlamentarias/wiki/Jorge_Antonio_Montes_Moraga (24 de febrero, 2013). 408 Oficio N° 1563, enviado por Inmanuel Holger al ministro de Educación Pública, Santiago, 8 de noviembre de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12694. 409 Idem. Los funcionarios aludidos por el gobernador de San Bernardo son Luis Gallegos Arcos, maestro vocacional del taller de gasfitería; José Saez Pomar, maestro vocacional del taller de zapatería; Roberto Poblete Ortega, maestro vocacional del taller de imprenta; Gustavo Guarda Castañeda, auxiliar de lavandería. 158 realizar “campañas comunizantes” 410 y de divulgar “ideas extremistas” entre parceleros y trabajadores del campo 411. Bajo estas acusaciones, por ejemplo, fue sumariado Exequiel Salas Cornuy, profesor de la Escuela N° 38 de Los Lagos, quien fue denunciado por autoridades locales, connotados propietarios agrícolas de la zona y por el senador conservador socialcristiano Horacio Walker. Entre las imputaciones que se le hicieron a Salas figuraron ser “adicto al Partido Comunista” 412 e incentivar al odio de clases y a los patrones en diversos fundos de la zona, en los cuales su “prédica malsana, lesionó profundamente el año agrícola de 1947, perjudicando, al mismo tiempo, a numerosos obreros: los que fueron despedidos de sus trabajos” 413. Al defenderse en una carta dirigida al inspector escolar de la provincia, Exequiel Salas señaló que las acusaciones se debían a “una vieja herida por la cual desde hace mucho tiempo vienen respirando todos estos criminales administradores y sátrapas terratenientes y algunos comerciantes usureros e inescrupulosos”. Producto de ella consideraba Salas que había sido injustamente sancionado en marzo de 1947 cuando se le trasladó desde Valdivia a Los Lagos, habiendo estado antes en Valparaíso y Combarbalá 414. Asimismo señaló que en sus operaciones en los campos no realizaba campañas comunizantes sino que actuaba como secretario general de la Alianza Democrática y como secretario general del consejo local de la Central de Trabajadores de Chile 415. A pesar de la gravedad de las acusaciones en contra de Exequiel Salas y del prestigio de algunos de sus denunciantes, finalmente no fue exonerado del magisterio ni tampoco eliminado de los registros electorales. Esto pues se constató que no era militante 410 Oficio confidencial 62-7, enviado por Héctor Grez al gobernador de Maipo, Santiago, 5 de enero de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 411 Oficio confidencial 73-4, enviado por Héctor Grez al ministro de Educación Pública, Santiago, 5 de enero de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 412 Memorándum N° 3457, enviado por el director general de Educación Primaria, Óscar Bustos, al ministro de Educación Pública, Santiago, 2 de junio de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10441. 413 “Informe sobre la propaganda agitadora del ciudadano Exequiel Salas”, enviado por Ramón Blanco Pedraza, inspector provincial del Trabajo, al fiscal, Valdivia, 23 de enero de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10441. 414 “Informe sobre oficio N° 250”, enviado por Exequiel Salas al inspector escolar provincial, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10441. 415 Carta de Exequiel Salas al inspector escolar provincial, Los Lagos, 26 de enero de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10441. 159 del Partido Comunista, sino que del Partido Socialista Unificado 416, institución desde la que había trabajado por la campaña presidencial de Gabriel González Videla en 1946 y por la que había sido elegido regidor en abril de 1947 417. Su procesamiento demuestra nuevamente cómo fueron puestos bajo la lupa de vecinos, políticos y del gobierno aquellos profesores que junto con sus labores docentes lideraban agrupaciones gremiales, sindicales y políticas, situación que da cuenta del grado en que la “guerra contra el comunismo” se trataba también de una disputa social y económica relacionada con el esfuerzo estatal por disciplinar y controlar a los movimientos de trabajadores urbanos y rurales. Al igual que en otros casos, la situación de Exequiel Salas corrobora las sensibles consecuencias del giro ideológico adoptado por el gobierno de Gabriel González Videla para sus antiguos aliados políticos, extendiéndose la sospecha y la represión estatales hacia aquellos que incluso habían participado activamente en el triunfo presidencial de González Videla. Otro profesor rural denunciado por un senador fue Miguel González López, sobre quien advirtió al Ministerio del Interior el conservador Manuel Muñoz Cornejo. Luego de seguir sus actividades, la Dirección General de Investigaciones concluyó que: Dicho profesor es de filiación comunista y trabajó en la localidad de Lagunillas hasta el año 1947, desde donde fué trasladado a Casablanca a raíz de numerosos reclamos hechos en su contra por padres de familia, quienes manifestaron que González se dedicaba en las horas de clases a leer el diario “El Siglo” descuidando la enseñanza de sus alumnos que no adelantaban nada en los estudios. En la última campaña eleccionaria para regidores, en la que él participó como candidato, salía con algunos alumnos a escribir su nombre en las murallas, aún en las de la propia escuela. También lo hizo en los campos y pueblos vecinos, faltando hasta quince días seguidos a sus clases. El 18 de Septiembre del año ppdo., encabezó un desfile compuesto en su mayor parte de niños de la escuela que llevaban antorchas, oportunidad en que se cantó la “Internacional” comunista. Para la conmemoración de las festividades del 21 de Mayo de 1947, González hizo cantar a sus alumnos una canción titulada “En Pos de la Vida”, con música 416 El Partido Socialista Unificado (PSU) se formó el año 1931 de la fusión del Partido Socialista Revolucionario y el Partido Socialista Internacional. El año 1933 se unió a otras fuerzas socialistas dando origen al Partido Socialista de Chile. No obstante ello, algunos de sus seguidores lo reeditaron en las décadas siguientes. Para leer su declaración de principios consultar Partido Socialista Unificado. Declaración de principios, estatutos y reglamentos, tesis política, tesis sindical e himno del partido. Aprobados en el Congreso Constituyente realizado en Santiago, del 1.o al 4 de junio de 1947, Santiago, Talleres Gráficos La Nación S.A, 1947. http://historiapolitica.bcn.cl/partidos_politicos/wiki/Partido_Socialista_Unificado (2 de julio de 2013). 417 Declaración de Jorge Danton al inspector escolar provincial, Los Lagos, 4 de febrero de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10441. 160 de “La Internacional” comunista, cuya letra fué publicada en el diario El Siglo y la que días antes hizo copiar en sus cuadernos a los alumnos. Ante esta situación, fueron muchos los padres de familia que optaron por mandar a sus hijos a estudiar a Casablanca […] dada la pésima enseñanza que aquellos recibían de un profesor que llegaba ebrio a sus clases o, sencillamente, para librarlos de la ponzoñosa tutela de González López. Al ser trasladado de Lagunillas, González dejó abandonada en los estantes de la Escuela una nutrida propaganda comunista consistente en diversos folletos, ejemplares del diario “El Siglo”, etc., la que se encargó de hacer desaparecer la profesora que le sucedió en el cargo. 418 En los descargos de la Dirección General de Investigaciones podemos constatar algunas de las descripciones más recurrentes con las que se configuró el carácter “peligroso” de los profesores “rojos”, todos los cuales han sido expuestos a lo largo de esta tesis. En primer lugar, está presente la idea de que los comunistas descuidaban sus labores docentes para dedicarse a actividades políticas, situación que menoscababa la enseñanza impartida a los estudiantes. En segundo lugar, se acusaba que tales profesores utilizaban a sus alumnos para expandir la causa comunista, obligándoles a distribuir propaganda no sólo en las fábricas y los campos sino que también al interior de las escuelas. En tercer lugar, se denunciaba que los maestros “rojos” pretendían destruir las nociones patrióticas de los educandos, mediante la suplantación de los símbolos nacionales por los soviéticos, de manera que boicoteaban las conmemoraciones patrias reemplazando el himno chileno por la entonación de la Internacional comunista. Y, en último lugar, se resaltaban aquellos aspectos negativos de la personalidad que contrastaban con las expectativas que se tenían de un profesor, de modo que a la moderación se oponía la ebriedad; y a la templanza, la irascibilidad. Sumado a lo anterior, según consta en el informe citado, Miguel González era un “activo propagandista comunista”, labor para la cual habría reunido condiciones especiales debido a su “preparación intelectual” y a su “fácil oratoria”. Por tales motivos y por su acción “comunizante”, el Ministerio del Interior, con el respaldo del Ministerio de Educación, decidió relegar a González en Pisagua el 25 de octubre de 1947. Cuando su periodo de detención terminó, este profesor regresó a Casablanca, 418 Oficio confidencial N° 1079, enviado por Héctor Grez al ministro de Educación Pública, Santiago, 2 de agosto de 1948, Santiago, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12694, 1. 161 ahora más intransigente que nunca en sus malsanas ideas comunistas, las que inculca a sus alumnos, no desperdiciando ocasión para expresarse en forma despectiva del Gobierno y sus personeros, manifestando en reiteradas oportunidades que “no habrá autoridad que lo haga acallar sus sentimientos de rebelión contra la tiranía que se está viviendo”, según expresiones textuales.419 En vista de aquello el Ministerio del Interior dispuso nuevamente su arresto y traslado a Pisagua 420, para posteriormente ser removido a Valparaíso, ciudad en la cual fue eliminado de los registros electorales y exonerado del magisterio. No sólo el campo fue objeto de la atención y la represión estatales. Especial preocupación dedicó el gobierno también a aquellas áreas donde se concentraban industrias y servicios estratégicos para el desenvolvimiento de la producción y en las zonas en las cuales el conflicto social había alcanzado una mayor movilización. Así, por ejemplo, en octubre de 1947 el ministro de Educación envió un oficio al director general de Educación Primaria en el que señalaba: Con el fin de dar cumplimiento a los deseos del Supremo Gobierno en el sentido de trasladar a los profesores de la zona del carbón que hayan tenido participación en las últimas incidencias de la huelga, sírvase tomar las medidas necesarias y disponer que un funcionario de esa oficina se traslade a esa zona.421 La misma preocupación manifestó el ministro de Defensa al Ministerio de Educación, solicitándole el traslado de aquellos profesores que realizaban actividades “contrarias a la mantención del orden público” 422 como único medio de contener nuevas protestas sociales. En consecuencia, a raíz de la huelga carbonífera ocurrida en Lota en octubre de 1947 y de la oleada de paralizaciones de industrias estratégicas de la zona, numerosos profesores de la provincia de Concepción fueron sancionados con medidas disciplinarias ordenadas por el gobierno para garantizar el orden social 423. 419 Ibid, 1-2. Ibid, 2. Oficio Confidencial N° 1212, enviado por el ministro de Educación al director general de Educación Primaria, Santiago, 20 de octubre de 1947, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10301. 422 Oficio confidencial N° 60, enviado por el ministro del Interior al ministro de Educación Pública, Santiago, 21 de enero de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10631. 423 Oficio N° 2702 enviado por el director general de Educación Primaria, Óscar Bustos, al ministro de Educación Pública, Santiago, 8 de mayo de 1948. Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10618. 420 421 162 Así ocurrió con los profesores de San Rosendo Osvaldo Rodríguez Pedreros, Juan Alberto Moya Paredes y Graciela Henríquez de Domínguez -esta última esposa del primero- quienes fueron vigilados por Investigaciones y Carabineros bajo la acusación de ser “agitadores y propagandistas del partido comunista” 424. Según el informe del director general de Investigaciones, ellos debían ser trasladados cuanto antes a pueblos “aislados”, “pues en San Rosendo donde se reúnen con comunistas ferroviarios son peligrosos debido a que por ser personas educadas y con preparación los obreros comunistas ferroviarios acatan con facilidad sus instrucciones relacionadas con las huelgas y paros.” 425 Por este motivo Osvaldo Rodríguez fue trasladado a Cauquenes y Juan Alberto Moya Paredes a Yumbel, localidades donde se les comunicó que habían sido exonerados del magisterio. Con el propósito de descomprimir los efectos de las paralizaciones y huelgas en el país también se persiguió a aquellos profesores que simpatizaran con las movilizaciones mineras o contrarias al gobierno. Así ocurrió por ejemplo con Humberto Tapia Fernández, profesor de la Escuela N° 17 de Playa Ancha en Valparaíso. Semanas después de aprobada la renovación de las Facultades Extraordinarias, el Ministerio del Interior informó al de Educación que dicho profesor era un activo dirigente del Partido Comunista en las concentraciones realizadas por la Unión de Profesores de Chile en la Escuela Barros Luco, destacándose “por sus tendencias extremistas, no desperdiciando ocasión para solicitar ayuda económica a favor de huelguistas, especialmente para los obreros de la Zona del Carbón”. Asimismo, se le acusó de arengar a los profesores para realizar un paro de 24 horas en solidaridad a los huelguistas de los Astilleros Las Habas, de utilizar el teléfono del colegio para concertar reuniones políticas, politizar el centro de padres y de encerrarse a hacer clases para no permitir ser fiscalizado 426. En base a dichos antecedentes y a que el profesor aludido “desarrollaba audazmente una campaña a favor de sus ideas”, el Ministerio del Interior dictaminó que Humberto Tapia fuera trasladado a otra localidad “donde su actividad no signifique un 424 Oficio confidencial N° 222, enviado por Héctor Grez al ministro de Educación Pública, Santiago, 24 de enero de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 425 Idem. 426 Memorándum N° 2054, enviado por la Dirección General de Educación Primaria al ministro de Educación, Santiago, 22 de abril de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10427. 163 peligro para el mantenimiento del orden público.” 427 Con el tiempo la causa fue revisada por el Ministerio de Educación a raíz de la solicitud que le hiciera el consejo directivo de la Unión de Profesores de Chile, motivo por el cual no fue sancionado entre los 37 profesores cuyos cargos se declararon vacantes en abril de 1948, aunque esta situación se revirtió siendo eliminado de los registros electorales a fines de ese año y exonerado del magisterio en agosto de 1949. Como advertimos anteriormente, la vigilancia no sólo se dispuso en contra de militantes comunistas o “agitadores” sociales, también afectó a quienes manifestaran críticas en contra del presidente Gabriel González Videla y de su gobierno. Esta situación expresa las limitaciones a la democracia que impuso la aplicación sostenida de medidas de represión las cuales condujeron a que, especialmente, entre 1947 y 1949 el gobierno estableciera un control autoritario tanto de las dimensiones públicas como también de la vida privada de los profesores. Dicha intrusión a la intimidad se puede observar en el caso de Fortunato Soza Rodríguez, profesor de la Escuela N° 29 de Las Breas en la localidad de Huasco, provincia de Atacama, a quien se vigiló por meses luego de que en una celebración realizada en una casa particular sostuviera que Carlos Ibáñez del Campo había sido mejor presidente que Gabriel González Videla, puesto que el primero “no cometió crímenes, sólo desaforó Profesores”, mientras que el segundo sería el “primer criminal” ya que “desaforó y desterró compañeros educacionales” 428. Extremos como éste sucedieron principalmente en las zonas mayormente intervenidas por las Fuerzas Armadas donde la represión social y política fue más fuerte. Ejemplo de aquello es que en la misma provincia de Atacama fue procesado Óscar Manríquez Torres, profesor de la Escuela N° 1 de Huasco y miembro de la Unión de Profesores de Chile 429 a quien se trasladó a la Escuela N° 31 de Antofagasta como medida disciplinaria por haberse pronunciado en contra del gobierno 430. Dicha acusación fue 427 Oficio confidencial 1-7, enviado por Héctor Grez al ministro de Educación Pública, Santiago, 26 de febrero de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 428 Oficio confidencial 91/4, enviado por Héctor Grez al director general de Carabineros, Santiago, 9 de abril de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 429 Certificado de la directiva de la Unión de Profesores de Chile, sección Vallenar, Vallenar, 6 de abril de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10759. 430 Oficio N° 5146, enviado por el Ministerio de Educación de Chile a Oficial de Partes, Contraloría, director general de la Caja de Empleados Públicos, inspector provincial de Atacama, inspector provincial de Antofagasta y Personal Primario, Santiago, 8 de junio de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10759. 164 comunicada al Ministerio de Educación por el del Interior, luego de que la Prefectura de Carabineros de Atacama y la Intendencia de la provincia emitieran informes donde indicaban que Manríquez “tuvo directa participación en la impresión y divulgación de un volante con expresiones injuriosas contra el Supremo Gobierno” 431. La denuncia fue respaldada por las autoridades policiales de la zona, las que en un sumario establecieron que contravenía la Ley de Imprenta y el Art. 8 de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, la reimpresión y la difusión de cerca de dos mil panfletos con el editorial Pisagua y la Vergüenza 432, publicada originalmente por Noticias Gráficas de Santiago y reproducida por el diario El Tamaya de Ovalle 433. Dichos volantes serían distribuidos en apoyo al candidato a senador Héctor Montero en una concentración política organizada por la Falange Radical Agrario Socialista (FRAS), conglomerado formado en 1948 y al que pertenecía Óscar Manríquez como jefe de propaganda política del Partido Socialista de Trabajadores 434. En vista de lo anterior, Roberto E. Cuadra, gobernador de Huasco, catalogó al profesor aludido como un “elemento peligroso por disociador y soliviantador de las 431 Memorándum N° 2383, enviado por Óscar Bustos, director general de Educación Primaria, al ministro de Educación, Santiago, 5 de mayo de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10759, 1. 432 La editorial señalaba que “Hitler no había muerto, puesto que su ejemplo y su técnica despiadada, perduraba en Pisagua, donde 219 hombres y mujeres vivían muriéndose […] Por eso ha terminado. Porque nunca debió haber existido. Su realidad dramática, vaciada sobre los moldes nazis del espanto y del odio, son algo que hacía subir los colores al rostro colectivo. […] La Patria no puede llevarse en la cartera ni en la suela de los zapatos. Ni obligar al Ejército a perder su dignidad en un papel de carceleros, que no es, ni será, ciertamente el suyo. […] Ni siquiera el fantasma comunista, sacado como de las mechas desde los más polvorientos desvanes del oscurantismo, puede servir de pretexto para los defensores de Pisagua y de su Campo de Concentración […] Los que murieron en Pisagua, los que enfermaron en Pisagua, los que fueron llevados a Pisagua, a si no más, de ‘puro cantores’, sin ninguna otra culpa que no fuera la inventada por la interesada imaginería de los delatores profesionales, le han entregado a Chile una lección y una advertencia. […] Y ningún otro Pisagua debe prevalecer, entonces sobre el futuro que nos pertenece a todos. Y NOSOTROS AGREGAMOS: Para que nunca Chile vuelva a sufrir una vergüenza semejante, la sanción del PUEBLO debe caer sobre los que, con su silencio cómplice y sus votos culpables hicieron posible la existencia del Campo de Concentración de Pisagua. […] ¡Ni un solo voto para aquellos que se arrodillaron ante el Poder.” En oficio N° 79, enviado por Ricardo Aracena Cuadra, secretario de inspección escolar, al juez del juzgado del crimen de Vallenar, Vallenar, 26 de febrero de 1949, Archivo del Ministerio de Educación de Chile, vol. 10759. 433 Oficio confidencial N° 69, enviado por Rafael Montero Lorca, capitán y comisario de Carabineros, a Hernán Cortés Guerra, inspector provincial de Educación, Vallenar, 7 de abril de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10759, 1. 434 El Partido Socialista de los Trabajadores (PST) se fundó en 1940 a partir de una división al interior del Partido Socialista de Chile debido a apoyo de éste al gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Entre sus miembros más emblemáticos se encontraron César Godoy Urrutia, Natalio Berman, entre otros. Con posterioridad, algunos de sus militantes se integraron al Partido Comunista en 1944, mientras que otros regresaron al Partido Socialista de Chile. http://historiapolitica.bcn.cl/partidos_politicos/wiki/Partido_Socialista_de_Trabajadores (2 de julio de 2013) 165 masas” 435. A estas acusaciones se sumó el testimonio del director de la Escuela N° 1 de Vallenar quien lo describió como poseedor de un “carácter violento, autoritario y díscolo” 436, de ser “adicto a la bebida” 437; y, de haber injuriado al presidente Gabriel González Videla y al ministro de Educación durante una reunión de la Unión de Profesores de Chile por la detención de profesores comunistas y la expulsión de Isaías Muñoz Herrera. Estas mismas declaraciones las habría repetido Manríquez en un encuentro organizado por la Federación de Educadores de Chile, del cual habría tenido que retirarse debido al repudio de los demás profesores. En consideración de tales antecedentes, el director del establecimiento concluía que resultaba inconcebible que el profesor acusado ocupara sus energías para “desacreditar al gobierno que le está pagando para que construya con su imponderable título de maestro y no para que destruya sembrando en masa el desconcierto y vaciando toda su amargura e inconformismo.” 438 En su defensa Óscar Manríquez arguyó que sólo seguía órdenes de su partido, el cual en conjunto con la Falange Nacional, el Partido Radical Democrático, entre otros, se ubicaban en la oposición al gobierno de Gabriel González Videla, con las garantías de este último de que serían respetados en sus libertades públicas. Asimismo, defendió que era improcedente ser sancionado por la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, pues los procesos contemplados en ésta podían iniciarse exclusivamente bajo un requerimiento del ministro del Interior, de los fiscales de las cortes de apelaciones y de los respectivos intendentes y gobernadores. Efectivamente al no cumplirse este requisito, la Corte de Apelaciones descartó una sanción por atentar contra la LDPD 439. Además, durante el procesamiento el Partido Socialista de Trabajadores respaldó a Manríquez en su defensa, explicitando la oposición de éste al comunismo: 435 Oficio confidencial N° 53, enviado por Roberto E. Cuadra A., gobernador de Huasco, a Ángel C. Torres, inspector escolar, Vallenar, 6 de abril de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. N° 10759, 1. 436 Memorándum N° 2383, enviado por Óscar Bustos, director general de Educación Primaria, al ministro de Educación de Chile, 5 de mayo de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. N° 10759, 1. 437 Oficio N° 230, enviado por Hernán Cortés Guerra, inspector provincial de educación a Óscar Bustos, director general de Educación Primaria, Copiapó, 9 de abril de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. N° 10759, 1. 438 Oficio N° 2, enviado por Julio García Jofré, director de la Escuela Superior N° 1 de Vallenar, al inspector escolar de Huasco y Freirina, Vallenar,7 de abril de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10759, 2. 439 Certificado del Juzgado de Letras de Vallenar, Vallenar, 7 de abril de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10759, 2. 166 Que en los movimientos de superación en las filas del socialismo chileno, (Partido Socialista de Trabajadores), Manríquez no ha vacilado en repudiar como es público y notorio, las actuaciones del comunismo, no digamos ahora que es un partido en decadencia en nuestro país, sino cuando se encontraba gozando de todas las garantías como colectividad política, y ejercía toda su influencia en los sindicatos.- Fué Manríquez uno de los que estuvieron en completo desacuerdo con sus colegas maestros que siguieron al comunismo, a quienes combatió por su desorientación política, de lo cual los acontecimientos le han dado la razón. 440 Junto con aclarar su apoyo a candidaturas que se enfrentaban al comunismo, el Partido Socialista de Trabajadores llamó la atención sobre la acusación en contra de un dirigente socialista, declarando que “no podemos creer que en Chile exista una sistemática persecución para los maestros con sensibilidad social y que piensan de acuerdo con la ideología socialista, en una vida mejor para los pueblos.” 441 A pesar de los diversos testimonios a favor de Manríquez realizados por autoridades políticas y religiosas que respaldaban su rectitud moral y su condición de enemigo del comunismo 442, finalmente Manríquez fue trasladado a otro establecimiento educacional como una forma de aislarlo políticamente de su comunidad. Como evidencia el caso del profesor Óscar Manríquez, la “guerra contra el comunismo” y las herramientas legales que utilizó el gobierno para llevarla a cabo no se redujeron a combatir a los militantes del llamado partido “estalinista”, sino que constituyeron un mecanismo para disciplinar a aquellos trabajadores que no se alineaban al giro hemisférico dado por el gobierno o que desafiaban los controles sociales que éste buscaba imponer. En este proceso fue crucial enmarcar aunque fuera forzosamente -como en la situación de Manríquez- las experiencias locales en los márgenes de la Guerra Fría, distinguidas principalmente por la polaridad comunismo/anticomunismo. Este lenguaje, como señalamos anteriormente, fue profusamente divulgado en manifestaciones públicas, noticias de la prensa escrita y radial y en actos conmemorativos de las escuelas públicas, por lo que no es extraño que fuera incorporado como un argumento legítimo para respaldar rivalidades locales. Esta situación se respalda en los múltiples sumarios realizados a 440 Declaración de Luis Hormazábal G., secretario político del Partido Socialista (seccional Vallenar), Vallenar, 5 de abril de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10759, 1. 441 Idem. 442 Se presentan los certificados de Emilio Zalaquett Issa, regidor municipal, Vallenar, 7 de abril de 1949 y el de Gisberto Van Roy, cura y vicario foráneo de Vallenar, Vallenar, 8 de abril de 1949, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10759. 167 profesores y directores escolares a los cuales con el fin de desprestigiarlos socialmente o perjudicarlos en sus carreras, se les acusó de ser agentes encubiertos del comunismo internacional. Tal fue el caso de Yolanda Quiroz Quiroz, directora de la Escuela N° 19 de Talca, a quien se le acusó de realizar actividades y propaganda comunistas tanto dentro como fuera de la escuela; y de defender y ser defendida por los maestros comunistas. Estos cargos fueron desestimados debido al sólido respaldo que las autoridades locales le brindaron a Yolanda Quiroz y a la constatación de que las imputaciones respondían a los intereses de Hugo Bartolín Crosling de transformarse en director de ese colegio, tarea en la que fue hábilmente secundado por su esposa, también funcionaria del mismo establecimiento 443. Una situación similar -aunque con consecuencias más graves- vivió Flor María Moya Reyes, directora de la Escuela Superior de Niñas N° 2 de Santa Cruz, quien fue acusada ante el Ministerio del Interior por el gobernador de Santa Cruz en un oficio enviado el 19 de marzo de 1948. En éste se denunciaba que la directora del establecimiento mantenía una “activa y pública participación en todas las actividades y métodos comunistas” 444. Lo anterior, “le ha acarreado un clima sumamente ostensible y de desconfianza, mas el recelo de los padres de familia de mandar sus hijos a ese plantel” 445. En vista de ello, el gobernador insistió en que la directora “es muy trabajadora por la causa comunista y nefasta para la armonía entre el profesorado y la educación.” 446 En su defensa, Flor Moya argumentó que no ejercía actividades políticas de ningún tipo, lo que fue respaldado contundentemente por diversos testimonios 447. Si bien el Ministerio del Interior no logró definir con certeza que la acusada fuera militante comunista, la profesora fue trasladada de Santa Cruz como forma de solucionar la tensa situación que se producía debido a las rivalidades que existían entre ésta y el gobernador de la zona, generando una fuerte desorientación entre sus habitantes 448. 443 Memorándum N° 2618, enviado por el director general, Óscar Bustos, al Ministerio de Educación Pública, Santiago, 5 de mayo de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10423. 444 Oficio confidencial N° 166/6, enviado por Héctor Grez al ministro de Educación Pública, Santiago, 31 de mayo de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 445 Idem. 446 Idem. 447 Oficio confidencial N° 32-12, enviado por el Ministerio del Interior al ministro de Educación Pública, Santiago, 10 de junio de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 448 Oficio confidencial N° 962, enviado por Inmanuel Holger al ministro de Educación Pública, Santiago, 10 de junio de 1948, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 12693. 168 Ambos procesos demuestran una tendencia que no era novedosa para el Ministerio de Educación, que ya había aprendido a ser cuidadoso frente a denuncias en contra de los profesores, muchas de las cuales terminaban siendo falsas e instigadas por las tensiones locales dado el trascendental rol social, cultural y político desempeñado por los maestros y las maestras en sus comunidades. En los casos de Yolanda Quiroz y Flor Moya, además, es relevante observar cómo el anticomunismo operó como un argumento para interpretar y justificar las rencillas locales, destacando el grado en que la imaginería de la Guerra Fría comenzaba a significar los aspectos más subjetivos y microscópicos de la cotidianeidad de personas comunes que insertaron su experiencia al interior de los márgenes globales. En consecuencia, en las escuelas de nuestro país durante la guerra contra los profesores “rojos” se experimentaron pequeñas guerras frías en las que participaba la comunidad más allá de las decisiones de Washington y Moscú. 5. La respuesta de los principales gremios de profesores ante la represión anticomunista. Como se puede apreciar en algunos de los casos presentados, frente a las detenciones, relegaciones y exoneraciones que afectaron al magisterio, sus principales agrupaciones de representación adoptaron una postura de irrestricta defensa de los profesores perseguidos y de la libertad de enseñanza, suspendiendo por momentos la aguda polarización ideológica por la que atravesaban sus filas. Así, el anticomunismo que caracterizaba a gran parte de los miembros de la Federación de Educadores de Chile no impidió que ésta, por ejemplo, le solicitara al Ministerio de Educación que se incluyeran procedimientos especiales para defender a los funcionarios del sistema educacional que fueran procesados por la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Asimismo, hizo un llamado a asegurar la independencia y dignidad de los profesores, para garantizar la libertad de expresión responsable 449. Ante dicha solicitud, en una respuesta emitida una vez promulgada la LDPD, el ministro de Educación, Armando Mallet, señaló: 449 Este aspecto la FEDECH ya lo había defendido en 1944, cuando frente al debate sobre la neutralidad de cátedra declaró: “Los maestros no se dedican en su clase ni fuera de ellas, a perturbar la conciencia de los niños, ni a envenenar sus almas con doctrinas de odio, pero tampoco adoptan frente a sus alumnos el papel de recitadores pasivos, porque tienen la obligación moral de despertar en ellos inquietudes espirituales y de crear 169 El Gobierno considera que la actual Ley 8987 sobre Defensa de la Democracia, garantiza a los funcionarios de la educación pública la libre expresión de su pensamiento y la libertad de discusión, puesto que sus disposiciones no contienen norma que las coarte. La Ley de Defensa de la Democracia […] está exclusivamente destinada a defender a la nación de perturbaciones al orden constitucional o legal, a la tranquilidad y seguridad del país y a la paz interior del Estado, que pueden provocar elementos contrarios al régimen democrático que consagra la carta constitucional y, en especial el Partido Comunista, que en su acción pública se había caracterizado por un propósito permanente y decidido de perseguir por todos los medios legales e ilegales la implantación en la República de un régimen opuesto a la democracia y atentatoria a la soberanía del país. La citada ley asegura la libre expresión del pensamiento, y sólo como medida de defensa impide que existan organizaciones o desarrollen su acción o propaganda doctrinas como las del Partido Comunista que aspiran a implantar un gobierno totalitario, de tiranía, que suprime las libertades, los derechos inalienables de las minorías y, en general, restringe y limita los derechos de la persona humana.450 De esta manera el gobierno rechazaba la resolución de la Federación de Educadores de Chile, argumentando que la libertad de pensamiento estaría garantizada por la Constitución y por las leyes vigentes, dando seguridades sobre la “imparcialidad y justicia” con la cual se aplicaría la Ley de Defensa Permanente de la Democracia 451. A pesar de esta derrota, el Ministerio de Educación aceptó jubilar anticipadamente a los profesores exonerados del magisterio para no abandonarlos a la miseria y convertirlos en elementos odiosos, lo que desde su perspectiva, sólo alimentaría la causa comunista pues victimizaría a sus militantes en las comunidades a las que pertenecían 452. Si bien esta concesión fue mirada con entusiasmo por la FEDECH, a medida que la represión anticomunista se recrudecía, quedaba en evidencia que su cumplimiento no era una prioridad para el gobierno. La organización que más atenta se mantuvo frente a la represión del magisterio fue desde la escuela, una conciencia clara de los problemas políticos, económicos y sociales que constituyen la fisonomía de Chile y el mundo.” Citado en Núñez. Gremios del Magisterio…, op. cit., 127. 450 Oficio N° 110, enviado por el ministro de Educación de Chile a la Federación de Educadores de Chile, Santiago, 8 de octubre de 1948, Archivo del Ministerio de Educación, vol. 10630, 1-2. 451 Ibid, 2-3. 452 La preocupación por los profesores detenidos, procesados y exonerados se mantuvo incluso hasta el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, sucesor del último presidente radical, Gabriel González Videla. Incluso con anterioridad a la derogación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, dirigentes de la Federación de Educadores de Chile, acompañados por Óscar Naranjo, diputado socialista que formaba parte de la Comisión Permanente de Educación Pública, visitaron al entonces ministro del Interior, Benjamín Videla, para solicitarle que intercediera por los profesores afectados por la LDPD. “Profesores recibieron ayer una nueva lección del Min. Videla”, El Diario Ilustrado, Santiago, 12 de enero de 1956, 1. 170 la Unión de Profesores de Chile, en parte, por concentrar el mayor número de afectados. Durante la VIII Convención Nacional en enero de 1949 su Consejo Directivo Nacional hizo una defensa pública de los profesores perseguidos 453 y se comprometió a resguardar las conquistas y derechos cívicos obtenidos por el magisterio chileno, los cuales, sostenían, experimentaban uno de los más delicados momentos de su historia a raíz de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia 454. Dos años más tarde, en la IX Convención Nacional, la Unión de Profesores defendió la libertad ideológica de los maestros, la independencia de su organización y la estabilidad de los profesores en sus cargos. Además, propuso organizar un movimiento gremial que permitiera derogar la LDPD y luchar tanto por la reincorporación de los profesores exonerados como por la rehabilitación de los derechos cívicos a todos aquellos maestros a los cuales se les habían cancelado 455. De la batalla mancomunada de comunistas con diversas organizaciones gremiales, políticas y sociales en rechazo a las limitaciones impuestas a la democracia se obtuvo finalmente la derogación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia en 1958, hito que si bien disminuyó la presión sobre los profesores y restableció en sus cargos a gran parte de ellos, no acabó con el anticomunismo ni mucho menos con la preocupación acerca de “agentes” subversivos, antipatrióticos y extranjerizantes en las aulas chilenas, tal como se demostrará dramáticamente durante la dictadura cívico-militar encabezada por Augusto Pinochet entre 1973 y 1990. 453 “Unión de Profesores de Chile celebra convención nacional”, La Nación, Santiago, 5 de enero de 1949, 5. “Nueva directiva de la Unión de Profesores desarrollará una positiva acción sindical”, La Nación, Santiago, 11 de enero de 1949, 2. 455 Núñez. Gremios del Magisterio…, op. cit., 127. 454 171 CONCLUSIONES A lo largo de estas páginas hemos mostrado cómo durante los momentos más álgidos de la “guerra contra el comunismo” (1947-1949) la escuela chilena fue concebida por el gobierno de Gabriel González Videla y diversos sectores anticomunistas, como una trinchera, desde la cual había que combatir tanto a la acción subversiva del comunismo como al expansionismo de la Unión Soviética. Así, se arengó a profesores, inspectores y directores escolares para que revirtieran la prédica comunista que durante décadas se habría propagado en las escuelas primarias y en los liceos, enseñando en vez del odio de clases, el amor a la patria; en lugar de la subversión y de la revolución social, el respeto al orden y a la democracia; y en reemplazo de la aniquilación de la propiedad privada, el desarrollo de una mentalidad trabajadora. Tales oposiciones se comprendieron a la luz de la contienda entre Oriente y Occidente, ubicándose a Chile -en consonancia con la que debía ser su vocación hemisférica- en el bando de los países democráticos, entre los cuales se alzaba como una nación pionera en la lucha contra el comunismo y en resguardo de las tradiciones americanas y chilenas. Dicho alineamiento fue defendido por el gobierno como “natural” dadas las características “nacionales” de nuestro país e indispensable para la supervivencia de la civilización. En virtud de dichos antecedentes resulta evidente que para entonces el nacionalismo se había consagrado como un componente fundamental del anticomunismo chileno. Independientemente de si pertenecían a una variante liberal, católica o populista, los diversos anticomunismos afirmaban positivamente una versión específica de la nacionalidad, en la cual el comunismo operaba como un elemento disolvente al cual era urgente erradicar política, social y culturalmente. Tal interpretación no sólo implicó que el gobierno identificara a un grupo de extranjeros como agentes internacionales que pretendían importar a Chile ideas y sistemas exóticos a su tradición republicana, sino que además definiera un modelo ideal de chileno. Dicho esfuerzo se aprecia con claridad en diversas circulares y comunicaciones del Ministerio de Educación que contrastaban al profesor con el militante, al civilizador con el agitador, al demócrata con el déspota y al cortés con el inmoral. A raíz de esta serie de oposiciones difundidas desde el Estado chileno se desprendía un determinado perfil ideológico de maestro que debía operar como modelo 172 de inspiración social y cuya idoneidad política y moral se debía garantizar mediante la observación atenta de la comunidad escolar. El nacionalismo difundido por aquel entonces se manifestó, a su vez, en que la existencia de comunistas al interior de las escuelas se asoció a un esfuerzo por trasplantar el régimen soviético en nuestro país, mediante la enseñanza de la Internacional comunista en vez del himno patrio, la veneración de la bandera roja en lugar de la tricolor y el ensalzamiento de los líderes comunistas como Stalin en reemplazo de los héroes nacionales como Bernardo O’Higgins. Tales dimensiones de la “guerra contra el comunismo” en las escuelas permiten corroborar el planteamiento de Marcelo Casals según el cual el anticomunismo no se puede entender sólo como una oposición al comunismo, toda vez que también implicó la defensa de ideas, valores y principios comprendidos local y globalmente 456. Como hemos sostenido en los capítulos anteriores, tan importante como difundir un discurso oficial que inculcara un rechazo doctrinario, cultural y social al comunismo, fue llevar a cabo un proceso depurativo. Esto explica la reactivación extendida y sistemática de sanciones que con anterioridad se habían dispuesto en contra de los profesores catalogados de “rojos” o “apátridas” en nuestro país y que restringían el ejercicio de su labor docente. En esta dimensión de la “guerra contra el comunismo” y a partir de algunas de las experiencias de represión relatadas en esta tesis, hemos demostrado que entre las maestras y los maestros afectados por sumarios, traslados, relegamientos y exoneraciones se encontraron no sólo comunistas, sino que también militantes de otros partidos políticos, líderes sociales e incluso dirigentes gremiales, especialmente de la Unión de Profesores de Chile. Lo anterior confirma tanto la falta de prolijidad con la que se llevaron a cabo las campañas depurativas como el esfuerzo por disciplinar a aquellos actores políticos y movimientos sociales que cuestionaban y rebalsaban los controles estatales durante la “guerra contra el comunismo”. Tales experiencias, a su vez, corroboran que mediante la aplicación de este tipo de sanciones se pretendía generar un efecto preventivo y ejemplarizadora sobre el resto de los miembros del magisterio nacional. En la oleada depurativa llevada a cabo sobre los profesores “rojos” entre 1947 y 1949 tan necesaria como la participación de los militares era contar con el compromiso de 456 Casals, 11. 173 aquellos agentes del Estado distribuidos a lo largo de todo Chile. Contrariamente a las expectativas del gobierno de Gabriel González Videla, no fueron los funcionarios sino los apoderados y vecinos quienes protagonizaron con mayor decisión la delación en contra de los profesores comunistas, acompañando en esta tarea a las Fuerzas Armadas, Policía de Investigaciones y Carabineros. Dicho fenómeno se experimentó en ciudades importantes, centros mineros y poblados rurales, los que vivieron en diversos grados la represión al comunismo e interpretaron sus problemas, elaboraron diagnósticos y adoptaron soluciones a partir de un lenguaje cada vez más doctrinario, proyectual y globalizante en el que la presencia del comunismo constituía una pieza clave. Mirado desde esta arista, más allá de la profundidad con la cual el anticomunismo correspondió a certezas doctrinarias, experiencias sociales o a intereses particulares, lo interesante es que durante la “guerra contra el comunismo” ya es posible constatar la existencia de un sustrato cultural anticomunista al que era verosímil y convocante apelar. Si bien a la luz de los hallazgos que se han expuesto en esta tesis resulta evidente la presencia de un lenguaje anticomunista previo al comienzo de la Guerra Fría en nuestro país, los problemas que tuvo el gobierno para elaborar nóminas de maestros y maestras comunistas sobre todo entre los funcionarios de la Administración Pública deja al descubierto, entre otros aspectos, que en la sociedad chilena aún no se había consagrado un anticomunismo de masas y que entre aquellos sectores civiles en que esta aversión sí estaba presente, no necesariamente se compartía la represión física, la eliminación política y las sanciones laborales como forma de combatirlo, como ocurrió décadas más tarde. La situación descrita guarda importantes diferencias con lo acaecido durante la dictadura cívico militar entre los años 1973 y 1990. Si centenares habían sido los profesores afectados por los procesos depurativos que había experimentado el magisterio con anterioridad, durante el régimen de Augusto Pinochet esta cifra se podría haber elevado a miles de maestros y maestras 457. Aún cuando todavía no son concluyentes las cuantificaciones de los profesores afectados por los distintos episodios de anticomunismo 457 Un informe de la Agencia Alemana de Prensa basada en cerca de 30 mil documentos secretos escritos entre 1982 y 1988, ha llevado a su corresponsal en Chile, el periodista Mauricio Weibel, a sostener que a más de 8.000 profesores ascendió la cantidad de exonerados del Ministerio de Educación por razones políticas durante la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet. “Dictadura habría espiado a estudiantes y profesores según agencia DPA” en: http://cnnchile.com/noticia/2013/06/27/dictadura-habria-espiado-a-estudiantes-yprofesores-segun-agencia-dpa (3 de julio de 2013). 174 estatal en nuestro país, resulta significativo destacar el rol que tuvieron en estos los actores civiles que comúnmente han sido opacados por los agentes estatales, partidistas y transnacionales en el estudio de la Guerra Fría. En el caso de la dictadura cívico-militar, tan determinante como las labores de espionajes realizadas por los organismos de seguridad en los colegios públicos y privados fue la delación llevada a cabo en su mayoría por profesores y apoderados que incluso escribían directamente a Augusto Pinochet para advertirle sobre actividades comunistas al interior de las escuelas 458. Tales denuncias fueron especialmente fuertes durante la primera etapa de la dictadura, la cual se caracterizó por un exacerbado control ideológico de las prácticas docentes y los contenidos escolares 459. Así, una vez instalada la Junta Militar, una de las primeras medidas que adoptaron sus miembros fue la intervención total de las escuelas chilenas con dos propósitos: eliminar a los profesores marxistas “enquistados” en éstas, por una parte; y asegurar que la educación tuviera como función ideológica el resguardo de la seguridad interna del país, por otra. A partir de entonces la dictadura cívico-militar consagró una dura represión sobre la enseñanza escolar y universitaria, de manera que profesores y estudiantes se transformaron en testigos de la lucha contra el marxismo y del esfuerzo de “salvación nacional” 460. Esta ubicación de las escuelas chilenas en el centro de la contienda durante la “guerra contra el comunismo” y la dictadura cívico militar revelan la importancia de detenernos a estudiar no sólo las narrativas multinacionales, sino que también cómo éstas se vincularon con relatos locales que muestran la existencia de distintos polos en pugna al 458 Jaime Retamal, “Pinochet y el mal radical en Chile” en: http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2013/07/10/pinochet-y-el-mal-radical-en-las-escuelas-de-chile/ (3 de julio de 2013). 459 Norbert Lechner en La vida cotidiana en Chile: la experiencia escolar (Santiago, FLACSO, 1982, 1) define a la primera etapa de intervención como “cruzada ideológica”; Loreto Egaña y Abraham Magendzo en El marco teórico-político del proceso de descentralización educativa (1973-1983) (Santiago: PIIE, 1983, 37), “diagnóstico y transición”; Cristián Cox en Políticas educacionales y principios culturales. Chile 1965-1985 (Santiago: CIDE, 1986, 44), “seguridad, orden y depuración” y “reforma administrativa”; y, Marcela Gajardo en Educación chilena y Régimen Militar: itinerario de los cambios (Santiago: FLACSO, 1982), “control ideológico y control militar”. 460 Entrevistado el Ministro de Educación Hugo Castro por Revista Ercilla el 3 de marzo de 1975, indicaba que si bien no tenía una cifra exacta de la cantidad de funcionarios exonerados del magisterio, porque “Algunos se fueron voluntariamente, otros no aparecieron”, estimaba en cerca de quinientos los profesores afectados, pues “Más que nada se cambió a los directivos docentes y se reubicó a otros profesores.” Además, reconocía que la política educacional del régimen buscaba una enseñanza nacionalista que reconociera el pasado, la geografía y el entorno nacional como también su “ancestro racial y cultural” “hispánico en lo nativo” y “perteneciente a la civilización cristiano-occidental”. Revista Ercilla, 3 de marzo de 1975, en Reyes, Movimientos de educadores y construcción de política educacional…, op. cit., 265-266. 175 interior de las comunidades nacionales durante la Guerra Fría. Asimismo, la importancia de las denuncias realizadas por personas comunes en los procesos de depuración, nos dan luces sobre cómo el intento de supresión jurídica, legal y cultural del comunismo entre 1948 y 1958, puede interpretarse como un antecedente de la política de aniquilación física y guerra total en contra del marxismo que encabezó Augusto Pinochet entre 1973 y 1990, en el cual el anticomunismo en su versión más radicalizada legitimó la instauración y la perpetuación de este régimen y, en parte, la persistencia de controles autoritarios una vez derrocada la dictadura e iniciada la transición pactada a la democracia. En consecuencia, más allá de las diferencias y rupturas, podemos encontrar importantes continuidades. Y es que finalmente la historia está hilada con ellas y los discursos que construyen las elites y resignifican las sociedades participan también de sus movimientos y rupturas. 176 BIBLIOGRAFÍA I. Fuentes primarias. 1. Fondos de archivo. - Archivo del Ministerio de Educación Pública. - Archivo del Ministerio de Interior. - Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores. - Diario de sesiones de la Cámara de Diputados. - Diario de sesiones del Senado. 2. Prensa. - Arriba el Telón. - El Diario Ilustrado. - El Mercurio. - El Siglo. - El Sur. - Ercilla. - Estanquero. - La Hora. - La Nación. - Occidente. - Política y Espíritu. - Topaze. 3. Libros, folletos, memorias y otros. 177 - BOIZARD, Ricardo, Cuatro retratos en profundidad. 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