De nuestros fondos H Velorios habaneros en 1857* Nada me golpeo tan fuertemente en Cuba como la manera ostentosa de efectuar los velorios y la conducción de los funerales en La Habana. Sin importar cual haya sido la posición social de la persona durante su vida, tan pronto como la respiración lo abandono y dejo de existir, había que demostrar que había ocupado cierta importancia social. Entre las clases adineradas se gastaban miles de dólares en un funeral e, incluso los más pobres, debían realizarse con cierta parafernalia y un cortejo que le acompañaría hasta su última morada y cuyos gastos con frecuencia endeudaban a sus parientes por meses y, a veces, durante años. Tan pronto como expiraba la persona, se les avisaba a todos los responsables del funeral y a sus ayudantes. El cadáver se le vestía completamente de negro, con saco, pantalones y zapatos de cuero, y se le depositaba en un catafalco abierto que se cubria en parte con un paño negro de manera que el cuerpo quedara absolutamente visible. La Revista final BNCJM 1-2015.indd 349 sala de la casa se cubría con paños negros, incluido el suelo y se erigía temporalmente un dosel alto de luto, con ataduras de plata, sobre el sarcófago que permanecía descubierto, altos candelabros con inmensos velones se colocaban a su alrededor, ardiendo día y noche hasta el momento del entierro. Las puertas y ventanas que daban a la calle permanecían completamente abiertas, pero aquellas que conducían al interior de la casa, donde estaba reunida la familia, permanecían cerradas. Solamente un amigo o, quizás dos, permanecían sentados en la sala donde estaba expuesto el cadáver. Se imprimían invitaciones para el funeral a nombre de parientes y amigos * Este trabajo está tomado del artículo anónimo “A trip to Cuba” aparecido en Frank Leslie’s New Family Magazine no. 1, de septiembre 1857, ejemplar que pertenece a los fondos de Colección Cubana, de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. Este ejemplar de la revista no se encuentra en la Biblioteca Pública de Nueva York. Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José MartíAño 106, no. 1, 2015 A pesar de la proyección semántica del título de este trabajo, que augura una lectura con visos entristecedores, estoy segura de que al lector se le escapara una que otra sonrisa de complacencia ante la remembranza de costumbres nuestras, familiares y sociales, tan lejanas ya como resultan ahora aquellas de mediados del siglo xix. Nuestra historia cotidiana se convierte con el transcurrir de los años en nuestra más preciada memoria. En el cómo fuimos están las raíces de quiénes somos. Siomara Sánchez Robert 3 49 08/03/2016 10:17:42 Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José MartíAño 106, no. 1, 2015 35 0 que eran enviadas solamente a las amistades masculinas del fallecido. La posición social del fallecido venia determinada por el numero y rango de aquellos que invitaban a su funeral; y resultaba un hecho social tan importante el recibir una invitación al funeral de un amigo como es para nosotros [en Estados Unidos] el recibir invitación a una fiesta de nivel. Solamente los señores asistían al velorio o acompañaban el cadáver hasta la tumba, mientras que durante esas tristes ceremonias las señoras de la familia no eran vistas. Ellas escondían su dolor en las habitaciones mas apartadas de la casa y cuando el sarcófago es llevado al carro funerario, sus gritos y lamentaciones podían oírse en todo el vecindario. Si un general se veía imposibilitado de asistir al funeral de algún amigo, enviaba Revista final BNCJM 1-2015.indd 350 su volanta para que siguiera el cortejo hasta el cementerio. Después del entierro, los dolientes regresaban a la casa y compartían la pena con los amigos y parientes y, a partir de ese momento, la casa permanecería cerrada durante meses. El primer velorio que yo presencie, fue el de un hombre común, cuyo cuerpo estaba expuesto en una sala pequeña, cuyas únicas puerta y ventana, permanecían abiertas directamente a la calle. Aquellos que pasaban se paraban por un momento a contemplar la escena y, mientras yo estuve allí, un negro corpulento se encaramo en las barras de hierro de la ventana con el propósito de ver la cara del cadáver. Para mi había algo repulsivo en esa ostentación de los restos fríos de un ser humano y, por supuesto, el efecto que ello 08/03/2016 10:17:42 causaba en los transeúntes que detenían su paso alrededor mío para husmear, lo cual no me parecía para nada solemne […] Después de eso, pude ver el velorio de una mujer joven, amortajada toda de blanco y con el dosel arriba del féretro del mismo color, mientras que una cofia de rosas había sido colocada alrededor de su cabeza. Esto era costumbre cuando se trataba de una mujer virgen fallecida y también cuando se trataba de una criatura pequeña. La carroza funeraria en la que eran trasladados al Revista final BNCJM 1-2015.indd 351 cementerio hasta la tumba era blanca con paneles de cristal. En todos estos funerales esta presente cierto numero de personas responsables de las ceremonias, vestidos con uniformes de dolientes, los cuales se conocen como Zacatecas. Algunos de ellos vestidos a la vieja usanza, con largos sacos con insignias doradas que lo identifican como subordinado a la persona fallecida, como parte de su servidumbre, con tricornios que los hacen parecer evidentemente ridículos. 08/03/2016 10:17:42 Revista final BNCJM 1-2015.indd 352 08/03/2016 10:17:42