Antes de comenzar, es necesario precisar y aclarar un término: ¿Monaguillo o acólito? La mayoría de la gente les llama “acólitos”, y pudiera quedarles ese nombre muy bien, pues efectivamente acolitan (ayudan) en una celebración. El nombre de monaguillos no es algo nuevo, es aún más antiguo que el de acólitos, pues monaguillo significa monjecillo; un niño vestido al estilo de los monjes que ayudaba en el servicio del altar, asistiendo al sacerdote. El término “acólito”, dentro de la Liturgia, es todo un ministerio instituido, reconocido y promovido por la Iglesia, cuya función es concreta y precisa: “Asistir al sacerdote en las celebraciones del altar”, pero como nuestra Iglesia aún no ha podido asimilar bien este ministerio oficial, y además que no lo ven tan urgente y necesario, como con otros ministerios llevamos a cabo suplencias; los niños asisten al altar acolitando las celebraciones. Por todo esto, de hoy en adelante llamémosles monaguillos. Así les damos su lugar y no nos revolvemos con el término “acólitos” cuando la Liturgia los anuncie o haga mención de ellos. Experiencia: Todos necesitamos de todos; siempre hay alguien que va a nuestro lado dispuesto a servir o ayudar si así se necesitase. Por ejemplo: si alguien se cae cuando va caminando, y alguna persona lo ve, inmediatamente le brinda ayuda. Así también en la Liturgia se necesita de ese alguien que esté atento y dispuesto a servir en el momento que se requiera, me refiero a los monaguillos. En la Biblia encontraremos un ejemplo de monaguillo con “Samuel” (1 Samuel 3, 110). Servía el niño Samuel a Yahvé a las órdenes de Elí; en aquel tiempo era rara la palabra de Yahvé, y no eran frecuentes las visiones. Cierto día estaba Elí acostado en su habitación. Sus ojos iban debilitándose y no podía ver. No estaba aún apagada la lámpara de Dios; Samuel estaba acostado en el santuario de Yahvé, donde se encontraba el Arca de Dios. Llamó Yahvé a Samuel. Él respondió: “¡aquí estoy!”, y corrió a donde estaba Elí diciendo: “aquí estoy porque me has llamado”. Pero Elí le contesto: “yo no te he llamado. Vuelve a acostarte”. Él se fue y se acostó. Volvió a llamar Yahvé a Samuel. Se levanto Samuel y se fue a donde Elí diciendo: “aquí estoy porque me has llamado”. Elí le respondió: “yo no te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte”. Aún no conocía Samuel a Yahvé, pues no le había sido revelada la palabra de Yahvé. Por tercera vez llamo Yahvé a Samuel y él se levantó y se fue a donde estaba Elí diciendo: “aquí estoy, porque me has llamado”. Comprendió entonces Elí que era Yahvé quien llamaba al niño, y le dijo a Samuel: “vete y acuéstate y si te llaman, dirás: habla, Yahvé, que tu siervo escucha”. Samuel se fue y se acostó en su sitio. Vino Yahvé, se paró y llamó con las voces interiores: “¡Samuel, Samuel!”. Respondió Samuel: “¡habla, que tu siervo escucha!”. Desde entonces los niños han tenido una participación dentro del templo, como lo hemos visto en Samuel. La vida, celebración de la fe, requiere de la participación de toda comunidad en los diferentes ministerios, de sus grupos, asociaciones y movimientos. Pero también necesita del “equipo de monaguillos”. Por eso nos preguntamos: ¿Quién es un monaguillo? Un monaguillo es alguien que sirve en las diferentes celebraciones litúrgicas, que asiste principalmente las celebraciones que se realizan en el altar, como la Eucaristía y demás sacramentos; por tal motivo, no importa la edad ni el sexo, es decir, pueden ser adultos, jóvenes, niños o niñas, con tal de que presten su servicio con responsabilidad, seriedad y dignidad. Ordinariamente se les ve ayudando en la Santa Misa. Éste es el momento más importante para el monaguillo y para toda la gente, ya que es el mismo sacrificio de Cristo, y el que ayude él en la celebración es algo muy grande que se tiene que valorar. Por eso el monaguillo debe amar la Celebración de la Eucaristía, pues en Ella está presente Cristo de cuatro modos: Cristo presente en el Sacerdote, que preside la celebración. Cristo presente en le Palabra de Dios. Cristo presente en le asamblea, es decir, en la gente que vino a Misa. Cristo presente muy especialmente en el Pan y el Vino Consagrados. Él es ante todo alguien que sirve, es decir, es un “ministro”, pues ministro quiere decir: “servidor”. Por lo tanto el monaguillo es alguien que tiene auténtico espíritu de servidor, que se pone muy contento cuando le piden que haga algo al servicio de la comunidad. Sirve principalmente al altar, esto quiere decir que presta un servicio al mismo Señor que se hace presente en el altar. Pero también sirve al sacerdote que lo presenta. El monaguillo es, pues, quien sirve a Dios, de aquí que debe presentarse lo mejor que pueda, tanto técnica como espiritualmente. ¿Quién puede ser monaguillo? Puede ser cualquier persona que tenga ganas de servir y que tenga aptitudes, que se distinga entre los demás por su piedad y testimonio de vida cristiana. Que viva los Sacramentos que hasta el momento haya recibido, ya que en las celebraciones debe participar y alimentarse de Cristo como los demás cristianos. Esto quiere decir que, si ya ha hecho su Primera Comunión, siempre que ayude debe comulgar, pues se requiere estar en gracia santificante. En otras palabras, “ser amigo de Dios”. ¿Quién llama al monaguillo? No son sus papás, ni sus abuelitos, amigos u otras personas; es Dios mismo el que pone en el corazón del niño el deseo de servirlo más de cerca en el altar. Servir al altar es una misión muy importante, y esta misión se recibe de Jesús. Él es quien nos pide este servicio y lo puede hacer hablándonos directamente al corazón cuando rezamos, cuando estamos en misa o cuando el Sacerdote te invita de manera personal, porque ha visto en ti una posibilidad de servir a Dios. Muchos quisieran ser monaguillos por verse allá arriba en el presbiterio cerca del Sacerdote y del altar, para que toda la gente los vea. O porque el padre los pasea o los quiere mucho. No, estos niños con estas intenciones no pueden desempeñar este servicio. Es a Dios a quien se debe buscar servir y solo a Él agradar. A estos niños con intenciones no muy buenas, inmediatamente se les puede detectar; por eso es conveniente que antes de ser aceptados se les ponga a prueba durante un buen tiempo, el necesario para ver si tienen vocación para ser monaguillos. ¿Cómo debe ser un monaguillo? No basta solo con portarse bien, debe tener ante todo un deseo grande para servir al Señor, al Sacerdote y a la comunidad. Debe amar a Cristo de todo corazón y desear ardientemente que todo el mundo lo conozca y lo escuche. Para ser un buen ministro del altar de Dios, el monaguillo, necesita tener algunas cualidades y además una muy buena preparación: El monaguillo debe ser puntual a la hora de su servicio, esto es, llegar por lo menos media hora antes de la celebración, para hacerlo todo a tiempo y sin prisa: revestirse de su túnica, arreglarse el pelo, ver si sus zapatos están limpios (nunca tenis), e ir a hacer un momento de oración a Jesús en el Sagrario y, después, ver que los objetos litúrgicos estén completos y en orden la credencia. Sentarse y guardar silencio mientras inicia la celebración. Debe ser fiel; es decir, responsable con el compromiso que ha adquirido y que Dios le ha confiado, aunque a veces para ello tenga que renunciar a otras cosas que también le gustan. Nunca falta a su celebración. Debe ser constante en las reuniones del grupo por su organización y distribución de las celebraciones, así como también para su preparación o formación permanente de su ministerio y de la catequesis. Esto le ayudará a prestar un servicio más profesional y digno. Debe ser ordenado: sabe dónde deja las cosas, sabe cómo usarlas y tratarlas con respeto y procura siempre que todo esté muy limpio y ordenado. Debe ser amable, ya que su trato con Jesús en el altar le ayuda a ser más atento y servicial con los demás que representan también a Jesús. Un buen monaguillo es piadoso, le gusta rezar, conocer a Dios, lee historias de los santos y le gusta participar en los actos litúrgicos. Es humilde y sencillo, está atento a lo que enseña el Sacerdote o las demás personas mayores de la comunidad. No se molesta, ni replica si lo corrigen; al contrario, lo agradece de todo corazón. Quiere aprender más y ser mejor monaguillo y cristiano. ¿Cómo tiene que prepararse un monaguillo? Antes de ser admitido, estará un tiempo a prueba, deberá recibir una formación básica y elemental, por parte del Sacerdote, que es el principal responsable, o por lo menos por el encargado de la formación. Que conozca el significado litúrgico de la Eucaristía y de los demás Sacramentos. Ordinariamente, al monaguillo se le enseña cómo hacer esto o aquello, y aprende los nombres de los objetos y algo de su uso; pero eso no basta, es conveniente comprender el sentido de lo que se hace; de este modo el monaguillo realiza su servicio con mayor esmero y provecho para sí y para la comunidad, con mayor conocimiento de las cosas que trata o toca, su uso y significado, los movimientos y posturas propias de cada celebración, el año litúrgico, los libros, etcétera. ¿Por qué el monaguillo tiene que formarse? Por tres razones fundamentales: Porque el monaguillo debe dar gloria a Dios cuando está en el altar y, con su comportamiento, dar testimonio a su familia, amigos y escuela. Porque él ocupa un lugar particular en la Asamblea Litúrgica, que es directamente ayudar al Sacerdote sirviendo en las celebraciones, convirtiéndose así en su principal colaborador. Porque al servir lo hace en nombre de todos. …..o…..