Analítico Temas Lo que Ayotzinapa puso en evidencia Ensayo que forma parte del libro «Ayotzinapa. Un grito desde la humanidad». Miguel Mazzeo 27.10.2015 El libro «Ayotzinapa. Un grito desde la humanidad», reúne a escritores de diversos países, todos integrantes de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, quienes denuncian la responsabilidad del Estado y ponen en evidencia la falsedad de las versiones oficiales, pero también es el espacio en que la solidaridad y la hermandad convergen para demandar justicia ante un hecho que atenta no solo contra el pueblo de México, sino contra la integridad de los seres humanos. Hace mucho tiempo que el capitalismo y el neocolonialismo han desatado una guerra contra los pueblos del mundo, en particular contra los pobres, los indígenas y las mujeres de la periferia. Y hace mucho tiempo también que esa guerra tiene uno de sus frentes más intensos en México. Ante nosotros y nosotras la indecente exhibición de las secuelas de la etapa superior del neoliberalismo, el rostro más auténtico del capitalismo periférico: un rostro salvaje. El capitalismo no tiene otros rostros, aunque sabe desconcertar con máscaras. Los sucesos de Ayotzinapa del 26 y el 27 de septiembre de 2014 constituyen un episodio de una invariante en la historia mexicana. El ajuste estructural de la década del ochenta y el Tratado de Libre Comercio (TLC) frmado en 1994 pueden considerarse como sus hitos más cercanos. La extensa serie de violaciones a los derechos humanos y a los derechos de los pueblos perpetrada por la clase dominante mexicana, por el colonialismo y el neocolonialismo desde hace quinientos años, constituyen sus hitos de larga data y de persistente reiteración. Pero los sucesos de Ayotzinapa no son una vicisitud más, poseen un carácter sustantivo porque representan a cabalidad toda una época. La guerra de la que hablamos viene incrementando su intensidad en los últimos años. Sus medios y métodos no constituyen anoma-lías. Militarización, paramilitarización y narcotráfco son plenamente funcionales a los objetivos del capitalismo y el neocolonialismo. Igual de funcional es la gestión del terror. No hay fallas de continuidad. No hay efectos colaterales. México muestra una estrategia de saqueo de las riquezas y de control social basada en una violencia cada vez más sistémica, casi mecánica. Una violencia que se retroalimenta con la soledad y la indiferencia, haciéndose cada vez más cruel y feroz y generando un medio saturado de impotencia y de tristeza. Pero de ningún modo existe en México un escenario hobbe-siano. No se trata de una guerra de todos y todas contra todos y todas. Además, los medios utilizados, la direccionalidad y el sentido de la violencia son demasiado evidentes. No los pueden ocultar las artimañas de los medios de comunicación monopólicos con sus verbos impersonalizados, con su inveterada costumbre de estigmatizar a las víctimas y con su sorprendente capacidad para actualizar el macartismo. Mucho menos pueden ser efcaces estos encubrimientos y astucias cuando buena parte de las víctimas posee la estirpe de los luchadores sociales, de los que enseñan el maravilloso ofcio de la libertad. Directa o indirectamente las bio-grafías de todas las víctimas de Ayotzinapa se pueden encastrar en una sola historia, en un mismo drama colectivo. Los y las que insisten en un escenario «hobbesiano» se olvidan del otro México, el que viene amasándose desde abajo. El México que, con sus espa-cios de socialización militante, sus organizaciones de base, sus luchas y sus sueños, despliega las contradicciones inherentes del sistema. El México que sabe que la ocasión de la libertad solo se encuentra en lo colectivo. El México que está en exceso respecto la protesta y el deseo (indispensables pero insufcientes) y trabaja para construir un proyecto emancipador. Entonces, más que de un escenario «hobbesiano» cabe hablar de un «Armagedón». La «guerra» al narcotráfco lanzada hace una década, se muestra como la estrategia para silenciar, perseguir y asesinar militantes populares y para desatar la violencia clasista, racista y sexista. La «guerra» al narcotráfco es una forma de la guerra con-trainsurgente en el mundo de la posguerra fría. No por casualidad deviene (en México, en Colombia, etcétera.) en interpenetración del narcotráfco con el Estado, las clases dominantes y el imperialismo. La «guerra» al narcotráfco ha servido para consolidar monstruosos bloques de poder. Por factores económicos, políticos, sociales, culturales y geopo-líticos, México es demasiado importante para la preservación del orden dominante. De ahí que el capitalismo y el neocolonialismo no escatimen esfuerzos y crueldades a la hora de desestructurar todo tipo de resistencia de los y las de abajo, todas las experiencias que expresan lo radicalmente nuevo. Los muertos, heridos y desaparecidos de Ayotzinapa, pusieron en evidencia los efectos inevitables de la mundialización neolibe-ral, lo que ocurre (y seguirá ocurriendo) si la regulación mercantil sigue imponiéndose a la regulación política popular. Los muertos, heridos y desaparecidos de Ayotzinapa hicie-ron un poco más visible esta guerra, sirvieron para que muchos y muchas, dentro y fuera de México, tomaran conciencia del grado de descomposición de las clases dominantes y el Estado mexicano, del abismo inexorable al que conduce la mundialización neoliberal, del altísimo grado de complicidad con la muerte que tienen aquellos y aquellas que siguen reivindicando su derecho a la indiferencia. Los muertos, heridos y desaparecidos de Ayotzinapa tienen la dignidad de un árbol grande. Cumpliendo con sus deberes inme-diatos se han convertido en universales. Son bandera de lucha para el campesinado y para las comunidades indígenas que, cercados por las multinacionales, no se rinden; para los y las que se resis-ten a gastar su sangre en las plantaciones agroindustriales o en las maquilas y se organizan; para los y las que quieren escapar de la miseria, la precariedad, la prostitución, el narcotráfco y el para-militarismo sin asumir la amarga alternativa de cruzar la frontera. ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos! Lanús Oeste, Buenos Aires, Argentina, mayo de 2015. Artículos relacionados Analítico Ayotzinapa, crimen y terrorismo de Estado… ¡La lucha sigue! Samuel Sosa Fuentes 03.11.2015 Analítico Ayotzinapa: símbolo de 90 años de resistencia de las normales rurales Tatiana Coll 30.10.2015 Analítico Ayotzinapa nos duele y nos convoca Mabel Thwaites Rey 29.10.2015 Analítico Ayotzinapa: la rebelión de las víctimas Raúl Romero 28.10.2015 Analítico El Cóndor II llegó a México de las manos de Enrique Peña Nieto Martín Almada 23.10.2015 Analítico El fantasma de Ayotzinapa Luis Hernández Navarro 22.10.2015 Analítico La sombra de Ayotzinapa Maricarmen Montes Castillo 20.10.2015 Analítico Ayotzinapa, fase superior del capitalismo del siglo xxi Katu Arkonada 19.10.2015 Analítico Ayotzinapa en el corazón de la encrucijada de México Josefina Morales 15.10.2015 Analítico Los 43 normalistas de Ayotzinapa y la desaparición forzada Gilberto López y Rivas 13.10.2015 Analítico Ayotzinapa, un dolor que recorre las venas de la Historia Fernando Buen Abad Domínguez 12.10.2015