arqueología El templo de Artemisa En su honor, y para apaciguar su carácter indomable, el rey lidio Creso, el hombre más rico de su tiempo, mandó erigirle un templo en la planicie donde había obligado a reubicarse a los efesios tras conquistar la ciudad hacia 560 a. C. El Artemisión debía ser un santuario descomunal, muy al gusto del Monarca. Se dice que admiraba la monumentalidad de las pirámides egipcias. Al arquitecto cretense Quersifrón se le encargó el diseño, y a Escopas, adornarlo con esculturas. Pero ellos no fueron los únicos artífices del monumento. A lo largo de los 120 años –o incluso más, según Plinio el Viejo– que duraron las obras se sucedieron varios genios más. La estatua de Artemisa, de dos metros de altura, de madera y revestida de plata y oro, se ubicó en un templete central a cielo abierto. El santuario se convirtió en un auténtico foco de atracción hasta que, el 21 de julio de 356 a. C., Eróstrato, un pastor que quería ganar fama a cualquier precio, le prendió fuego. Su objetivo se cumplió sobradamente. Con sus actos dio origen el santuario de Artemisa en Éfeso según un grabado a color de Ferdinand Knab, 1886. el templo de Artemisa Una columna es el único vestigio que queda en pie del Artemisión, una de las siete maravillas de la Antigüedad. No fue fácil dar con su paradero. Anabel Herrera , periodista 26 h i sto r i a y v i da H e posado mis ojos sobre la muralla de la dulce Babilonia, la estatua de Zeus en los Alfeos, los jardines colgantes, el coloso del sol, la enorme obra de las altas pirámides y la vasta tumba de Mausolo. Pero cuando vi la casa de Artemisa, allí encaramada en las nubes, esos otros mármoles perdieron su brillo.” Así describió el poeta griego Antípatro de Sidón, en el s. ii a. C., las siete maravillas de la Antigüedad, un conjunto de obras arquitectónicas que los helenos consideraban dignas de ser visitadas y admiradas. De aquella casa de Artemisa tan solo queda en pie una columna construida ex profeso con pedazos de diferentes pilastras. En su época de esplendor, hasta ella peregrinaron multitud de adoradores para rendir culto a la diosa y pagarle tri- buto en forma de joyas y otros bienes. Llegaban a Éfeso, en la actual Turquía, desde todas partes del mundo. La ciudad, grande y famosa, era punto de encuentro de viajeros y mercaderes, gracias a su cercanía con el puerto de Izmir, en el mar Egeo, de donde partían las rutas comerciales hacia Asia Menor. La diosa indomable A Artemisa, hija de Zeus y hermana gemela de Apolo, se la percibía como salvaje, independiente y extremadamente bella. Una diosa contradictoria (protegía tanto la naturaleza y los animales como la caza) y veladora de las mujeres, la fertilidad y el crecimiento. De ahí que los griegos la representaran con varios senos. No así los romanos, que le dieron forma humana y la rebautizaron Diana. el colosal santuario se construyó a instancias del rey lidio creso, el hombre más rico de su época al término psiquiátrico erostratismo, la manía que lleva a cometer actos delictivos para conseguir renombre. Del fuego al saqueo Cuenta la leyenda que esa misma noche, a muchos kilómetros de distancia, la reina macedonia Olimpia dio a luz a Alejandro Magno. El historiador Plutarco afirma que Artemisa estaba tan ensimismada por aquel nacimiento que se olvidó de salvar su propio templo en llamas. El Artemisión se reconstruyó utilizando algunos elementos arquitectónicos de la estructura anterior. Cuando, en 334 a. C., el propio Alejandro Magno tomó Éfeso en su lucha contra los persas para avanzar hacia Oriente, se ofreció a costear las obras a cambio de una dedicatoria. Pero los efesios declinaron su ayuda aducien- h i sto r i a y v i da 27 arqueología El templo de Artemisa do que no era apropiado que un dios le erigiera un templo a otra divinidad. Una vez reconstruido, el edificio sirvió de banca y de asilo, pero nunca recuperó su antiguo esplendor. Las invasiones constantes a las que se vio sometida la ciudad lo fueron dañando gravemente. Y perdió su interés religioso cuando la mayoría de los efesios se convirtieron al cristianismo tras la invasión romana en 189 a. C. Se utilizó entonces como improvisada cantera, y sus mármoles y otros materiales se saquearon para reutilizarlos en otras construcciones. Aún en el siglo vi, ocho columnas de pórfido fueron trasladadas a Constantinopla para su instalación en la basílica de Santa Sofía. ¿Dónde está el templo? un edificio descomunal Grande, bello y de calidad. Así fue el santuario levantado en honor a la diosa Artemisa. La mayoría de las descripciones del Artemisión provienen de Plinio el Viejo, escritor latino del siglo i. En sus textos dejó constancia de la majestuosidad del edificio: tanto por sus medidas (110 m de longitud por 54 de anchura) como por su material constructivo (el mármol) y sus formas (seguía el modelo 28 h i sto r i a y v i da díptero, es decir, estaba rodeado por una columnata cubierta de dos filas, aunque en la parte frontal ésta era de tres). En total, contaba con 127 columnas de 20 m de altura, de estilo jónico (más esbeltas que las dóricas) y esculpidas con relieves. La armonía de sus proporciones le dio fama, así como el hecho de albergar estatuas de los artistas más importantes del mundo griego, como Policleto, Fidias, Crésilas y Fradmón. Algunas de ellas representaban a amazonas, figuras mitológicas de la región, según la leyenda. Además, muchos reyes y personajes adinerados donaron obras de arte. Ya en la Edad Moderna, numerosos viajeros dieron cuenta del pintoresco paisaje de ruinas de Éfeso en sus libros y dibujos. Pero, ¿dónde estaba el templo que dio tanta fama a la ciudad? Localizarlo no fue tarea fácil. En 1863 el arquitecto John­ Turtle Wood, por entonces dedicado a la construcción de estaciones de ferrocarril en Éfeso y alrededores, convenció al British Museum para que sufragara una investigación arqueológica en la zona. El objetivo era hallar la antigua maravilla. Pero lo primero que salió a la luz fue el gran teatro romano. Construido sobre una estructura del siglo iii a. C., había acogido tanto espectáculos de teatro y de gladiadores como asambleas. Seis años después se recuperaron los restos de una columna (hoy en el British) que contenía una inscripción con el nombre del rey lidio: “Presente del rey Creso”. Y, por fin, el último día del año de 1869, Wood halló restos del templo: unas tablas de mármol enterradas a siete metros de profundidad. Ya era posible afirmar con propiedad dónde se había erigido el santuario, pero las excavaciones se interrumpieron en 1874, en parte, debido a la escasez de resultados. El yacimiento permaneció olvidado hasta 1895. Aquel año, Otto Benndorf, catedrático de Arqueología Clásica de la Universidad de Viena y, años después, fundador del Instituto Arqueológico Austríaco, promovió su investigación para la ciencia de su país. Gracias a un generoso donativo privado, el gobierno turco auto- escultura de artemisa hallada en Éfeso. Museo Arqueológico de Éfeso, Selçuk (Turquía). rizó a Austria a excavar en Éfeso. Los trabajos se centraron primero en el Artemisión, y luego se ampliaron a zonas como el puerto y el ágora. Muchas de las piezas halladas se trasladaron a Viena y pasaron a engrosar el futuro Museo Éfeso de la ciudad. Entre ellas, una amazona esculpida procedente del altar de Artemisa que salió a la luz en 1901. Pero, a partir de 1906, el gobierno turco prohibió la salida de sus vestigios fuera de sus fronteras. Gracias a ello, el Museo Arquelógico de Éfeso, en Selçuk, atesora, entre otras piezas, varias estatuas de mármol de la diosa representada con tres filas de mamas. Un golpe de suerte Pero si hubo una persona consagrada a desentrañar los misterios de Artemisa y su santuario, ése fue Anton Bammer. No en vano, este prestigioso arqueólogo austríaco ha dedicado medio siglo de su carrera profesional a Éfeso. En 1965, nada más empezar a excavar en el Artemi- sión, tuvo la suerte de encontrar el altar sagrado de la diosa, ubicado en el patio central. Bajo su supervisión también salió a la luz un gran número de objetos (en oro, marfil, ámbar o terracota) que sirvieron para rendir culto a Artemisa. Hoy, Bammer colabora con la Selçuk Artemis Culture, Arts and Education Foundation, una entidad creada en 2007 con el propósito de construir de nuevo el templo de Artemisa. En palabras de su fundador, Atilay Ileri, un abogado suizo de origen turco fascinado por el antiguo edificio, “cuando se haya completado, el templo no será una copia o una imitación del original, sino el Artemisión mismo”. El Ministerio de Cultura y Turismo de Turquía aprueba su proyecto, pero se ha negado a financiar los 150 millones de euros estimados de su coste. Pese a ello, la Fundación espera que le asignen unas tierras en Selçuk, a un kilómetro y medio de la ubicación original de los restos del santuario, para alzar su proyecto. Mientras tanto, los expertos del Instituto Arqueológico Austríaco centran sus esfuerzos en procesar los resultados obtenidos. Recientemente, sus investigaciones revelaron que lo que hasta ahora se consideraba una tribuna del recinto sagrado es, en realidad, un odeón, una construcción destinada a competiciones de canto. Los arqueólogos austríacos también se ocupan de la restauración y conservación del yacimiento, situado en una de las regiones de Turquía con más reclamo turístico. Alrededor de un millón y medio de personas visitan Éfeso cada año, con la tensión que eso supone para las ruinas. Pero hoy la única columna del Artemisión que queda en pie apenas genera admiración. Ni siquiera es accesible, pues se alza en medio de un área pantanosa. Para saber más ensayo Éfeso, síntesis de Grecia y Roma. Madrid: Editorial Gredos, 2012. MURCIA ORTUÑO, J. internet Ayuntamiento de Selçuk. En español. www.selcuk.bel.tr/sp/index.php Österreichisches Archäologisches Institut (ÖAI). En inglés. www.oeai.at h i sto r i a y v i da 29