1811 - LAS CORTES DE CÁDIZ FINIQUITARON LOS SEÑORÍOS

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Revista ARATIKOS
ISSN 1695-5439
Año XII Nº 11 · Sep 2011 - Jul 2012
1811 - LAS CORTES DE CÁDIZ FINIQUITARON LOS SEÑORÍOS
José Manuel Puchol Ten Cronista Oficial de la Villa de l’Alcora Acaba de cumplir doscientos años el liberador Decreto que suprimió los señoríos. Las
Cortes de Cádiz, en fecha 6 de agosto de 1811, promulgaron el importante decreto LXXX al
que seguirían otras normativas afines como la de 1823. Pocos años después de aquellas, en
1818, l´Alcora y comarca de l´Alcalatén se libraban del vasallaje que venían soportando desde
el histórico 23 de julio de 1233. El Duque de Hijar, titular heredero del condado de Aranda y
23º Señor de Alcalatén, entregaba a la Corona regentada por Fernando VII, la titularidad y
administración de estas tierras.
Claro y contundente es lo que he extractado del citado e histórico decreto gaditano:
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Fin de los Señoríos.- Cortes de Cádiz, 6 de agosto de 1811. Decreto LXXX.
“Incorporación de los señoríos jurisdiccionales a la Nación: los territoriales quedarán como
propiedades particulares: abolición de los privilegios exclusivos, privativos y prohibitivos:
modo de reintegrar a los que obtengan estas prerrogativas por título oneroso, ó por
recompensa de grandes servicios: nadie puede llamarse Señor de vasallos, ni ejercer
jurisdicción.”
 Desde ahora quedan incorporados a la Nación todos los señoríos jurisdiccionales de
cualquiera clase y condición que sean.
 Los Corregidores, Alcaldes mayores y demás empleados comprendidos en el artículo cesarán
desde la publicación de este decreto, a excepción de los Ayuntamientos y Alcaldes ordinarios,
que permanecerán hasta fin del presente año.
 En adelante nadie podrá llamarse Señor de vasallos, ejercer jurisdicción, nombrar jueces, ni
usar privilegios y derechos comprendidos en este decreto; y el que lo hiciere perderá el
derecho al reintegro en los casos que quedan indicados.
Pocos meses después, el 19 de marzo de
1812, entraba en vigor la Constitución liberal
denominada popularmente la Pepa, por la
coincidencia del día de su publicación con la
festividad de San José. Fue un marco
normativo que abrió horizontes de libertad.
Fernando VII y la rancia nobleza
española
fueron resistentes al nuevo Estado en gestación.
En lo que a nosotros implica, en l´Alcalatén
se acabó con el nombramiento de Alcalde
Mayor de la Tenencia y el patronazgo que
ostentaban los Urrea sobre las parroquias,
cuyos titulares, eran nombrados históricamente
desde Épila, sede del centro administrativo y
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político de los Condes de Aranda. Tal prerrogativa fue origen de buen número de litigios entre
la Casa de Aranda y la Diócesis correspondiente.
También se acabó el pago de impuestos a los Urrea - Condes de Aranda, incluido entre
otros, el tercio que de cada multa o sanción se retenía para el Señor de la Tenencia.
Desaparecieron los monopolios que imponían sobre sus territorios, ejemplos de: carnes, vino,
loza, minerales, harina y aceite. Además, con el pronunciamiento de las Cortes de Cádiz,
fueron eliminados los privilegios sobre la justicia, el nombramiento de alguaciles y la
construcción de cárceles privativas.
Lo dicho hasta aquí es el logro de unas demandas ganadas meritoriamente por el pueblo,
gracias a los motines que durante años mantuvieron al reino de Valencia en pie de guerra.
Muchas villas (mayoritariamente las de feudo señorial), se sublevaron contra el pago de
impuestos y la opresión de la nobleza.
El sonido que emitía el toque del caracol marino (caparazón del molusco), era la señal de
concentración para los sublevados. Este sonoro instrumento de origen
natural, fue el
protagonista, el transmisor de comunicados entre “maulets” a través de montes y cerros.
Símbolo y uso habitual de aquellos legendarios valientes que derramaron su sangre en las
Germanías y Almansa.
En l´Alcora, el referido levantamiento popular pasó a la historia como “La Revolta dels
Caragols”. Aquí también sonó el caracol. La ira acumulada se descargó contra Don PEDRO
PABLO ALCANTARA DE SILVA Y FERNÁNDEZ DE HEREDIA, Duque de Hijar,
heredero de las propiedades de los Urrea/Condes de Aranda, negándole el reconocimiento de
“Señor de la Villa”. Las propiedades señoriales fueron asaltadas y arrasadas, destruyendo
cualquier signo que representara la titularidad feudal como los escudos heráldicos del pantano,
molino nuevo y el de la fábrica. Cuando se recuperó la normalidad, muchos alcorinos sufrieron
el peso de la ley: Multas para unos, prisión y destierro para otros. No pasaron las cosas a
mayores consecuencias gracias a una Real Orden de Noviembre de 1801, que indultaba a los
que no habían sido cabecillas.
Don José Rafael Fadrique, hijo del citado Duque de Hijar y heredero de todos los títulos y
propiedades, finalizaría el Señorío de Alcalatén. La Revolta dels Caragols en 1801, como
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preludio de lo que se avecinaba, y las Cortes de Cádiz en 1811, le mostraron al XXIII Señor de
Alcalatén la decisión acorde que debía tomar.
L´Alcora y l´Alcalatén cumplen dos siglos de su liberación feudal gracias a las históricas
Cortes de Cádiz.
Leído desde el estrado del Auditorio de la Caja Rural de San José de l´Alcora, en el X Homenaje, que la Asociación de Jubilados Conde Aranda, realiza a la insigne estirpe de los Urrea/Condes de Aranda. 4
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