Hume compilación Cabezas y Editex Editext

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PROFESOR: FRANCISCO JIMÉNEZ AMOR
IES. ALQUIPIR DE CEHEGÍN 2011-2012
Hume compilación Cabezas y
Editex
1. EL PROPÓSITO FINAL DE LA FILOSOFA DE HUME.
Editext
1. En una carta que Hume redactó entre marzo o abril del año 1734, tenía entonces veintitrés años
y se disponía a realizar la redacción definitiva de la que sería con el tiempo su obra principal: el
Tratado de la naturaleza humana, escribe a su amigo el doctor George Cheyne en los siguientes
términos:
«Teniendo ahora tiempo y ocio para enfriar mis apasionadas imaginaciones, comencé a considerar
seriamente cómo habría de proceder en mis investigaciones filosóficas. Encontré que la filosofía que
nos había llegado desde la Antigüedad adolecía del mismo inconveniente que la filosofía natural, a
saber, el ser totalmente hipotética y depender más de la elucubración que de la experiencia. Todo el
mundo consultaba a su imaginación a la hora de elaborar sistemas de virtud y felicidad sin tener en
cuenta la naturaleza humana, de la que toda conclusión moral ha de depender. Decidí, por ello, hacer
de esta el objeto principal de mi estudio y la fuente de la que haría derivar toda verdad en teoría
literaria así como en moral».
En esta larga cita, Hume afirma varias cosas:
1. Se queja de que la filosofía anterior a él no haya sido más que fruto de hombres que…
1. han imaginado cómo sería la realidad
2. en lugar de detenerse a comprobar cómo era en serio.
2. También se queja de la poca atención que se le ha prestado a la naturaleza humana
1. cuando ella es el sujeto de todas las experiencias: (todas las experiencias que tenemos de la
realidad pasan a través del ser humano)
2. y, si el ser humano puede transmitirlas tal y como son, será posible la ciencia.
3. Ahora bien, si, cuando las experiencias pasan a través del hombre, este las altera, las cambia
mucho, ¿acaso habrá esperanza de conocerla (experiencia o realidad)?
Por eso, Hume decide dedicarse por completo al estudio de la naturaleza humana: si
pudiéramos saber cómo funcionamos tendríamos mucho ganado a la hora de conocer…
1. eso que todos los filósofos de la Antigüedad han llamado realidad
2. y su correlato necesario en el conocimiento que es lo que todos los filósofos han
llamado verdad. Te digo esto porque, si la verdad es algo, es que nuestro conocimiento de
las cosas concuerde con lo que las cosas son. ¿Es esto posible?
Desde luego si, como Hume dice, todo el mundo se pone a imaginar en lugar de
investigar cómo es la realidad, la verdad no será posible porque no llegaremos nunca a
la realidad.
Pero ¿es posible llegar a la realidad a través de la naturaleza humana? Eso se lo propone
Hume con mucho empeño y, de ahí, el título de su obra principal que ya te he citado en
el párrafo anterior.
2. Para Hume es importante estudiar la naturaleza humana porque todo tipo de ciencia depende en
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mayor o menor medida da la ciencia del hombre en tanto que es el hombre…
1. el que hace la ciencia
2. y tiene que someter toda la realidad objetiva a su conocimiento como sujeto: todo conocimiento es
siempre conocimiento de un sujeto y todo conocimiento intelectual es siempre conocimiento de un
sujeto humano.
Por ello, en el Tratado (XV), dice: «Es imposible decir qué cambios y desarrollos podríamos conseguir
en esas ciencias si estuviéramos exhaustivamente familiarizados con el límite y el poder del
conocimiento humano y pudiéramos explicar la naturaleza de las ideas que empleamos y la naturaleza
de las operaciones que utilizamos en nuestros razonamientos».
3. El interés de Hume…
1. no consiste en explicar la naturaleza humana a través de hipótesis y construcciones mentales (como
hizo la filosofía anterior a Hume),
2. sino en describirla tal como de hecho se da. Para ello, piensa, sólo hay un camino:
1. observarla en sus operaciones concretas
2. y describir sus actuaciones.
Observar y describir, como si fuera un científico de la naturaleza más, pero estudiando las operaciones
del alma humana.
Según Hume, para encontrar los principios que unen los acontecimientos del mundo…
1. no se puede usar la imaginación -o al menos no se debería si queremos hacer una ciencia
auténtica-. La forma de hallar el «cemento» que une los fenómenos del mundo no es inventarse los
principios de unión,
2. sino descubrirlos desde la observación detenida y atenta de las cosas mismas en tanto que están
abiertas a la experiencia humana.
Así como Newton -precedido en parte por autores tan importantes como Galileo Galilei y Francis
Bacon- había protagonizado un cambio radical en la ciencia (que, por cierto, entonces se llamaba
filosofía natural) … 1. al pretender limitarse a describir los fenómenos físicos 2. y al considerar la
observación y la experiencia como únicas fuentes del saber que quería alcanzar, …Hume pretende
hacer algo semejante en lo que entonces se llamaba «disciplinas morales» y que hoy en día
llamaríamos con el nombre de ciencias humanas.
Eso que quiere hacer Hume lo tiene muy claro desde el principio. El mismo subtítulo del Tratado de la
naturaleza humana, su primera y más importante obra, quiere dejarlo claro desde el comienzo. Ese
subtítulo dice así: «Un intento de introducir el método experimental de razonamiento en las disciplinas
morales». Lo que Hume quiere es dibujar un mapa de la naturaleza humana …
1. no sobre las bases de un simple análisis de conceptos o trabajando desde una posición teológica,
2. sino tomando como único fundamento la experiencia.
Su intención es observar a los seres humanos y, luego, obtener conclusiones de esas observaciones sin
tener previamente prejuicios ideológicos o teóricos que enturbien la experiencia misma. Para resumir
todo lo dicho anteriormente, lo que Hume quiere ser -como tantas veces se le ha llamado- es el
Newton de las ciencias morales o humanas. El propósito de Hume no es otro que el de hacer un diseño
de la naturaleza humana fundado en la experiencia y, como consecuencia, renovar las ciencias
morales.
2.1. El concepto de percepción
1. El objetivo principal de la filosofía de Hume consiste en lograr un conocimiento de la naturaleza
humana como Newton hizo con la física. Nos es difícil entender hoy en día el impacto intelectual
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que tuvo la física de Newton, pero para hacernos una idea podemos decir que éste fue mucho
mayor que el que tuvo la física de Einstein. Todo conocimiento que se preciase tenía que parecerse
al de Newton, ya que éste era considerado como el modelo intelectual a seguir.
1. Pero mientras Newton tenía su campo de estudio en los fenómenos naturales, en los cuerpos físicos
y en las fuerzas de la naturaleza,
2. Hume establecerá su campo de estudio en los fenómenos propios de la naturaleza humana. Es decir,
Hume pretendía ser el Newton de la ciencia del hombre y llegar en el estudio del hombre allá donde
Newton había llegado en el estudio del mundo físico.
2. Hume quiere construir un conocimiento fiable del hombre y, para obtener un conocimiento
fiable, lo primero que hemos de hacer es ver cuál es el límite del conocimiento, a fin de evitar
pérdidas de tiempo y errores en nuestro proceder.
Si no sabemos cuál es el límite de nuestro conocimiento, corremos el riesgo de investigar algo que es
imposible conocer, con lo que es posible que, en el mejor de los casos, perdamos el tiempo y, en el
peor, tengamos un conocimiento falso.
3. Para ver cuáles son los límites de nuestro conocimiento, lo primero que hemos de ver es de qué se
compone nuestro conocer.
Nuestro conocimiento está compuesto, según Hume, de percepciones: todo aquello que hay en la
mente son percepciones.
Una percepción es mi visión de la luz del sol en este momento, la visión de las teclas del ordenador,
la idea de árbol o el recuerdo de la forma de una manzana: todo aquello que puede ser sentido o
pensado son percepciones, de tal manera que no puedo sentir o pensar, tener experiencia de nada
que no sea una percepción.
Una percepción es todo lo que se nos "pasa por la mente".
Siguiendo el modelo de Newton, las percepciones son entendidas por Hume de manera semejante a
como son entendidos por Newton los átomos que componen en última instancia el mundo físico.
Todo aquello que compone el conocimiento son las percepciones: no habría conocimiento sin las
percepciones, de la misma manera que no habría arena sin los granos de arena que la compone, ni
teclado sin las teclas. Pero estas percepciones se pueden a su vez dividir en dos tipos diferentes:
impresiones e ideas.
La utilización del término "percepción" por parte de Hume, y no la del término "idea", viene dada para
evitar una confusión que, según él, se da en la filosofía de Locke. Así, evita la ambigüedad propia del
término idea empleado por Locke, reservándolo para referirse a algo más específico.
Las ideas: Para Locke, todo lo que hay en la mente. Para Hume, las imágenes debilitadas de las
impresiones.
Siguiendo a Descartes, Locke llamó “ideas” a todo lo que se ofrece a la percepción
interna, es decir a todo contenido de conciencia. En la terminología de Hume, es lo que éste llama
“percepción”. Es el término más genérico que podemos utilizar para referirnos a lo que se encuentra
en la mente: en este sentido son ideas los pensamientos, las sensaciones, los recuerdos, las
fantasías, pero también los deseos, los sentimientos y las emociones. Sin embargo, en Hume el
término “idea” tiene un significado más restringido: a todo lo que encontramos en la mente le llama
percepción y divide a éstas en impresiones e ideas: las ideas son las imágenes debilitadas de las
impresiones, como cuando pensamos, imaginamos o recordamos.
2.2. Impresiones e ideas, sentir y pensar
La experiencia es la palabra clave, hay que fundar nuestro conocimiento en la experiencia.
1. Ahora bien, ¿no es la experiencia algo subjetivo? Si alguien sufre una alucinación, ¿no está teniendo
una experiencia tan fuerte como la de otro que está acariciando un caballo real?
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2. ¿Cómo discernir si algo es real o es sólo producto de la imaginación, una creación construida
arbitrariamente por el sujeto que experimenta?
3. ¿Existe alguna forma, algún camino, de despejar la duda de si un objeto es, sin más, real en el
sentido fuerte del término, o es un constructo de las facultades humanas?
Hume intenta uno que parece que le da cierto resultado: considerar solamente como reales aquellas
experiencias que se impongan por sí mismas a los sentidos y, por tanto, en las que no haya peligro de
elaboración distorsionadora previa.
Diciéndolo de otra manera, parece que la única regla que nos permite hablar de la realidad de un
objeto es el contacto inmediato con él en la existencia.
1. Experiencia de algo es …
2. que la existencia del objeto
3. haya entrado en contacto con la existencia del sujeto
4. imponiéndosele.
«Con el término impresión, pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o
vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos o queremos. Y las impresiones se distinguen de
las ideas que son percepciones menos intensas de las que tenemos conciencia, cuando reflexionamos
sobre las sensaciones o movimientos arriba mencionados.» HUME, D., Investigación sobre el
conocimiento humano, pág. 33.
1. Según Hume todos los conocimientos son percepciones, las cuales se pueden agrupar en dos
tipos: 1. Impresiones 2. e ideas, …los cuales se diferencian en sus grados de fuerza o vivacidad con
los que se presentan al pensamiento.
Por eso, Hume distingue entre las percepciones que llama «impresiones» y las que llama «ideas».
1. Impresión es el conocimiento de todo aquello que recibimos inmediatamente por los sentidos.
Las impresiones son las percepciones que tienen más fuerza y violencia, son más vivas e
intensas. Las experimentamos cuando vemos, oímos, sentimos placer o dolor, etc.
Hay 2 tipos de impresiones:
1. Las de sensación (surgen en el alma por causas desconocidas: impresiones sensoriales,
de placer, de dolor)
las sensaciones de dolor y placer y las impresiones sensoriales (lo que nosotros
llamamos ahora sensaciones: las de calor, color, tacto, olor, sonidos, formas... ). Cuando
se expresa del modo habitual o tradicional Hume nos dice que son consecuencia de la
influencia del mundo físico sobre nuestros sentidos, pero en algunos textos es más fiel a
las tesis básicas de su filosofía, particularmente a su idea de que no sabemos si existen
realmente los cuerpos, y nos dice por ejemplo que “surgen en el alma a partir de causas
desconocidas”.
La lectura de las palabras que estás haciendo ahora son impresiones, el tacto de la mesa
sobre la que tienes el libro, los colores de las letras y de las ilustraciones, todo eso son
impresiones.
2. y las de reflexión (derivan en gran parte de las ideas: emociones, pasiones,
sentimientos…).
impresiones de reflexión: las pasiones y las emociones, como el deseo o la aversión, el
miedo o la esperanza. En gran medida se derivan de nuestras ideas, bien sea porque la
imaginación nos presenta una imagen de una situación (como la perspectiva de un
examen) que provoca una respuesta emotiva, bien sea como consecuencia del recuerdo
(como cuando recordamos una escena que nos provocó dolor) y que provocará la
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aparición de la impresión de reflexión que llamamos temor. Son consecuencia de la
reflexión o capacidad de la mente para captarse o percibirse a sí misma.
2. Al otro tipo de conocimiento se le llama de «ideas» y que podemos definir como todo el
conjunto de las representaciones que tenemos en el pensamiento.
Las ideas son imágenes
debilitadas de impresiones en el pensamiento y razonamiento.
Si dejas de tocar la mesa y piensas en su tacto ya no tendrás una impresión de ella, sino una
idea.
Esa distinción es muy importante en Hume, ¿por qué? Lo es porque Hume piensa que muchas de
las ideas que los filósofos dicen tener no son ideas que tengan una impresión precedente que les
corresponda. Y eso quiere decir que no hay nada existente que corresponda a esa idea: uno puede
tener la idea (falsa) de un hipopótamo volador a rayas, pero eso no existe, no hay impresión que le
corresponda.
La cuestión, en esencia, es esta:
1. si tengo la impresión de algo, sé que ese algo existe ahora,
2. mientras que, si tengo una idea de algo no estoy en situación, por el mero hecho de tener la
idea, de saber si ese algo existe ahora o no. Puedo hacer conjeturas sobre su existencia, pero
de hecho no puedo estar seguro de ello.
De ahí que sólo sea posible tener la absoluta seguridad de la existencia de algo, de su
realidad, de su presencia en el mundo, si tengo una impresión suya.
La única fuente del conocimiento verdadero es la experiencia de las impresiones, el atenerse a
los hechos presentes y observar cómo se dan estos al conocimiento.
A eso es a lo que se refiere Hume cuando dice que «es cierto que no podemos ir más allá de la
experiencia y cualquier hipótesis que pretenda descubrir las cualidades originales últimas de la
naturaleza humana debe, en principio, ser rechazada como presuntuosa y quimérica» (Tratado, XVII).
«Nuestro autor comienza con algunas definiciones. Llama percepción a todo aquello que pueda estar
presente en el espíritu, ya sea que empleemos nuestros sentidos, o estemos movidos por la pasión, o
ejercitemos nuestro pensamiento y reflexión. Divide nuestras percepciones en dos clases, a saber,
impresiones e ideas. Cuando sentimos una pasión o emoción de cualquier tipo o tenemos las imágenes
de objetos externos que nos han proporcionado los sentidos, la percepción que posee la mente es lo
que el autor llama una impresión, que es una palabra que el autor emplea en un nuevo sentido. Cuando
reflexionamos sobre una pasión o un objeto que no está presente, esta percepción es una idea. Las
impresiones, por tanto, son nuestras percepciones más vivaces y fuertes; las ideas son las más borrosas
y débiles. Esta distinción es evidente; tan evidente como la que existe entre el sentir y el pensar».
HUME, D., Resumen del tratado de la naturaleza humana.
1. La distinción entre impresiones e ideas es muy intuitiva y clara, pero muy difícil de explicar
siguiendo los parámetros de la filosofía de Hume.
1. Las impresiones son aquellas percepciones que están en la mente en el momento presente, son
nuestras sensaciones, pasiones y emociones, todo aquello que hace aparición en la mente en el
momento de tenerlas de forma inmediata.
2. Las ideas son, por otro lado, las imágenes más débiles de estas impresiones, son el recuerdo de un
sabor o de una pasión, o un razonamiento.
Tenemos ideas, nos dice Hume, cuando pensamos, imaginamos o recordamos.
Siguiendo el ejemplo de Hume, …
1. las ideas serían aquello que la lectura de este texto está suscitando en la mente del lector, es
decir, los razonamientos que puedas hacer.
2. Pero la visión de estas letras, el tacto del papel que tienes entre las manos o el sentimiento de
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placer o dolor (en el momento presente) que pueda surgir de la lectura de este texto serian
impresiones.
Las ideas son más débiles que las impresiones, las impresiones tienen un grado de vivacidad más alto
que el de las ideas.
Para entenderlo mejor pensemos en el siguiente ejemplo: recordemos un dolor de muelas;
obviamente, el recuerdo del dolor de muelas no es agradable, pero ni mucho menos es tan
desagradable como el dolor de muelas en sí mismo. Pues bien, el dolor de muelas en el momento
que lo tuvimos es la impresión, mientras que el recuerdo del dolor de muelas es la idea.
Así nos dirá Hume: "Todas las percepciones de la mente humana se reducen a dos tipos distintos a los
que llamaré IMPRESIONES e IDEAS. La diferencia entre ellos consiste en los grados de fuerza y
vivacidad con los que inciden en la mente y se abren camino en nuestro pensamiento o conciencia. De
estas percepciones, a las que entran con más fuerza y violencia las podemos llamar impresiones; bajo
ese nombre incluyo a todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones, en cuanto éstas hacen su
primera aparición en el alma. Por ideas entiendo las imágenes débiles de éstas en el pensamiento y en
el razonamiento, como pueden ser, por ejemplo, todas las percepciones suscitadas por el presente
discurso, exceptuando aquellas que surgen de la vista y del tacto y del placer o el disgusto inmediato
que pueda ocasionar." (TNH.)
2. Es interesante observar que Hume no hecha mano del mundo exterior para explicar qué son las
impresiones, diciendo, por ejemplo, …
1. que las impresiones son aquellas percepciones provenientes del mundo exterior como, digamos, la
luz del sol o la visión de este libro,
2. y que las ideas son las copias de estas impresiones.
Esto sería incorrecto por dos motivos:
1. primero, hay impresiones que no provienen del mundo exterior, como lo son, por ejemplo, los
sentimientos;
2. segundo, porque no tenemos noción de nada independiente de la percepción y que cause esta
percepción; dicho de otra manera: no tenemos noción de nada externo a la percepción, es decir, de
un supuesto mundo externo que cause la percepción.
La diferencia entre las impresiones y las ideas ha de ser del todo inmanente a la propia percepción. Es
en la propia percepción donde hemos de encontrar el criterio de diferenciación entre las impresiones y
las ideas.
3. Hume distingue dos tipos de percepciones: las impresiones y las ideas. Aparte de la vivacidad,
para explicar cuál es la diferencia entre las impresiones y las ideas hay que entender cuál es la
diferencia entre sentir y pensar. Sentimos impresiones, pero pensamos ideas.
Cuando tenemos la impresión de la luz del sol, no pensamos con esta impresión, sino con la idea que
suscita esta impresión. Imaginemos que pongo una manzana delante de mí: 1. la percepción inmediata
de la manzana es una impresión, es algo vivido y que sólo puedo evitar girando la cabeza o cerrando
los ojos; 2. si cierro los ojos y recuerdo la manzana, estoy teniendo una idea.
Pues bien, ahora imaginemos que tengo algo de hambre, que también es una impresión. Tengo
también la impresión de la manzana, que tengo delante, y la impresión de hambre. Si construyo el
razonamiento: "si me como la manzana, entonces dejaré de tener hambre", este razonamiento no lo he
elaborado con las impresiones de manzana y de hambre, sino con la idea de manzana y la idea de
hambre.
En conclusión:
1. Cuando tengo una sensación, lo que hago es tener una impresión,
2. y cuando pienso, lo que hago es pensar con ideas.
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Así las cosas:
1. No puedo, por ello, pensar con las impresiones, las impresiones solamente se sienten,
2. y siempre que razonamos o pensamos lo hacemos con ideas, nunca con impresiones.
Todos los contenidos de la mente humana no son más que percepcio-nes y se dividen en dos grandes
clases, que Hume llama «impresiones» e «ideas». Entre ambas sólo existen dos diferencias:
a) la fuerza o viveza con que se presentan ante nuestra mente;
Hume escribe: «La diferencia entre impresiones e ideas consiste en el distinto grado de fuerza y de
viveza con que inciden en nuestra mente y penetran en el pensamiento o en la conciencia. Las
percepciones que se presentan con mayor fuerza y violencia pueden recibir el nombre de
impresiones: esta denominación abarca todas las sensaciones, pasiones y emociones, cuando
realizan su primera aparición ante nuestra alma. En cambio, entiendo por ideas las imágenes
debilitadas de las impresiones. »
Consecuencia de tal distinción es la drástica reducción de la diferencia entre sentir y pensar, que se
limita meramente al grado de intensidad: sentir consiste en tener percepciones más vivaces
(sensaciones, pasiones y emociones), mientras que el pensar consiste en tener per-cepciones más
débiles (ideas). Por lo tanto, toda percepción es doble:
es sentida (de manera vivaz) como impresión
y es pensada (de manera más débil) como idea.
b) el orden y la sucesión tempo-ral en que aparecen.
Por lo que respecta al segundo punto, Hume señala que se trata de una cuestión de la máxima
importancia, porque está ligada con el problema de la prioridad de uno de los dos tipos de
percepción: ¿La idea depen-de de la impresión, o viceversa? La respuesta de Hume es tajante: la
impresión es la originaria, mientras que la idea es dependiente.
«Para saber dónde se da esta dependencia, considero el orden de su primera aparición y descubro
por una experiencia continuada que las impresiones simples siempre preceden las ideas
correspondientes: nunca sucede lo contrario. Para transmitirle a un niño la idea del color rojo o
anaranjado, de lo dulce y de lo amargo, le presento objetos: en otras palabras, le procuro tales
impresiones. No cometo el absurdo de tratar de producir impresiones en él, excitando sus ideas. Al
presentarse nuestras ideas, no producen las impresiones correspondientes; no podemos percibir un
color o experimentar una sensación si nos limitamos a pensar en ello. En cam-bio, vemos que una
impresión, tanto mental como corpórea, siempre está seguida por una idea que se le parece y que
sólo difiere de ella en fuerza y vivacidad. La unión constante de las percepciones semejantes
constituye, pues, una prueba convincente de que las unas son causa de las otras; tal prioridad de las
impresiones, igualmente, es la prueba de que éstas son la causa de las ideas y no al revés. ».
De aquí se deriva el primer principio de la ciencia de la naturaleza humana que -formulado
sintéticamente- reza así: «todas las ideas simples provienen, mediata o inmediatamente, de las
correspondientes impresio-nes» Este principio, dice Hume, elimina la cuestión de las ideas
innatas, que en el pasado provocó tantos debates: no tenemos ideas hasta después de haber
tenido impresiones; estas últimas, en cambio -y sólo éstas- son originarias.
2.3. El principio de la copia y
imaginación
2.4. Las leyes de la
1. Llegados a este punto en que hemos establecido la distinción entre las impresiones y las ideas, nos
podemos preguntar sobre la composición del conocimiento.
El conocimiento, en la medida en que es más un pensar que un sentir, obviamente se compone de
ideas. De esta manera, el preguntarse por el origen del conocimiento es el preguntarse por el origen de
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las ideas.
Dado que el origen del conocimiento es el origen de nuestras ideas, cuando nos preguntemos por el
origen de un determinado conocimiento, tendremos que preguntamos por el origen de las ideas que
componen ese conocimiento. Esto dará pie al principio metodológico de la filosofía de Hume: al
preguntamos por la fiabilidad de un conocimiento determinado, nos hemos de preguntar por la
fiabilidad del origen de ese conocimiento determinado.
2. Hay que recordar otra distinción importante:
Son las percepciones o vivencias fundamento de todo nuestro conocimiento. Las divide de dos formas:
(como ya hemos visto y veremos)
atendiendo a si son consecuencia
de la supuesta influencia del mundo exterior: impresiones de sensación
o de si dependen de la capacidad de la mente para captarse o percibir sus propios estados o ideas:
impresiones de reflexión;
atendiendo a su complejidad:
impresiones simples
e impresiones complejas.
hay impresiones sencillas (por ejemplo: rojo, cálido, etc.),
impresiones simples: las que no se pueden descomponer en otras más básicas. Son como las ideas
simples de Locke, por ejemplo la sensación de verde que sentimos cuando vemos la hierba, o la
sensación táctil concreta que siento cuando la toco.
e impresiones complejas (como, por ejemplo, la impresión de una manzana). Son aquellas que pueden
descomponerse en percepciones o impresiones más simples. Mi percepción del ordenador que está en
mi mesa es una impresión compleja pues consta de las impresiones más elementales de su color,
tamaño, forma, ...
Las impresiones complejas nos son dadas inmediatamente como tales;
Ej.Mi percepción del ordenador que está en mi mesa es una impresión compleja pues consta de
las impresiones más elementales de su color, tamaño, forma, ...
las ideas complejas, en cambio
1. pueden ser copia de las impresiones complejas
Siguiendo el ejemplo, sería el recuerdo de mi ordenador en mi mesa...
2. pero también pueden ser fruto de combinaciones múltiples que tienen lugar de diversas
maneras en nuestro intelecto.
1. Además de la facultad de la memoria, que reproduce las ideas (ej. el recuerdo del
ordenador en la mesa)
2. poseemos asimismo la facultad de la imaginación, capaz de variar y de combinar de
diversas formas las ideas entre sí.
Según Hume, ésta «es una consecuencia evidente de la división de las ideas en simples y
comple-jas:
Las ideas simples tienden a agregarse entre sí en nuestra mente (formando ideas
complejas),
1. no sólo según el libre juego de la fantasía (ej. montaña de oro, dragón)
2. sino también de acuerdo con un juego más complejo (Imaginación), basado en
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algunos principios siempre iguales en todos los tiempos y todos los lugares. Entre las
ideas se da una fuerza (que en cierto modo recuerda a la fuerza de gravitación
newtoniana, que une entre sí los cuerpos físicos, aunque posee un carácter diferente),
ex-presada mediante el principio de la asociación, que Hume describe en los siguientes
términos:
Si las ideas(simples) estuviesen completamente desligadas e inconexas, sólo podrían
unirse por azar; pero es imposible que las ideas simples se combinen regularmente
en ideas complejas (como suele ocurrir) sin un vínculo que las una entre sí, sin una
propiedad asociativa, de modo que una idea lleve a otra naturalmente.
1. Este principio de unión entre las ideas no hay que considerarlo como una conexión
indisoluble: en efecto, ya hemos excluido a ésta de la imaginación;
2. tampoco hemos de concluir que, sin tal principio, la mente no puede unir dos
ideas: nada hay más libre que dicha facultad (la imaginación)
3. En cambio, hemos de considerarlo simplemen-te como una fuerza suave que se
impone habitualmente (regularmente), y causa entre otras cosas que las lenguas se
correspondan tanto entre sí: la naturaleza parece indicar a cada uno las ideas simples
más aptas para unirse en ideas complejas.
Las propiedades que dan origen a esta asociación y hacen que la mente se traslade de
una a otra idea, son tres: semejanza, contigüi-dad en el tiempo y en el espacio, causa
y efecto.
Pasamos con facilidad desde una idea hasta otra que se le asemeja (por ejemplo, una
fotografía hace que me venga a la mente la persona que representa; si veo una
manzana, me vendrá a la mente la idea de pera; narajna-mandarina; plátano-banana;
),
o desde una idea hasta otra que suela presentarse ante nos-otros conectada a la
primera en el tiempo o en el espacio (por ejemplo, la idea de un aula docente me
recuerda las ideas de las aulas cercanas, el pasillo adyacente, o el edificio del que
forma parte; la idea de levar anclas suscita la idea de una nave que parte, y así
sucesivamente)
La idea de causa me recuerda la del efecto, y viceversa (por ejemplo, cuando pienso
en el fuego me veo llevado inevitablemente a pensar en el calor o en el humo que se
extiende, y al revés).
Como consecuencia, Hume concluye: «Estos son los principios de unión o cohesión
entre nuestras ideas simples, y ocupan en la imaginación el lugar de la conexión
indisoluble, con la que están unidas en la memoria. Hay aquí una especie de atracción,
que en el mundo mental, no menos que en el natural, tiene efectos extraordi-narios, que
se muestran de diversas y numerosas formas. Estos efectos son evidentes en todas
partes; empero, por lo que se refiere a sus causas, en la mayoría de los casos son
desconocidas, y sólo se las puede considerar como propiedades originarias de la
naturaleza humana. »
Se comprende por lo tanto el valor del segundo principio de Hume, que es una
consecuencia directa del primero: para probar la validez de las ideas que se discutan, es
preciso indicar cuál es la impresión correspon-diente a cada una de ellas.
En el caso de las ideas simples esto no plantea problemas, ya que en nosotros no
puede haber ninguna idea simple sin que antes hayamos teni-do la impresión
correspondiente.
El problema surge, en cambio, con las ideas complejas, dado su origen múltiple y
variado. El interés de nuestro filósofo se dirigirá precisamente hacia éstas.
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Ideas complejas: Locke y Hume utilizaron este título para referirse a aquellas ideas
que se forman a partir de las ideas simples; son fundamentalmente las de relaciones,
modos y substancias.
Ideas de Modos: para Locke los modos son las ideas complejas que se refieren a
propiedades que no subsisten por sí mismas sino que dependen de las substancias.
Pone como ejemplos las ideas de triángulo, gratitud y asesinato. También Hume
utiliza esta expresión para referirse a las ideas complejas que describen propiedades
que se predican de las cosas, como la idea de belleza, o la idea de baile.
Ideas de Relaciones: Locke y Hume afirmaron que las ideas complejas son
consecuencia de la comparación de una idea con otra (idea de padre, idea de antes,
después, arriba, mucho, poco, ...).
Ideas de Substancias: Locke y Hume llaman de este modo a las ideas complejas que
representan cosas particulares que subsisten por sí mismas. Hume rechazó la
objetividad de las ideas de substancias físicas
Locke consideró que las ideas de substancias tienen un valor objetivo, pues podemos
conocer nuestra mente mediante una certeza basada en la intuición, las substancias
físicas mediante la sensación y la substancia infinita o Dios mediante una certeza
demostrativa (creyó posible demostrar su existencia mediante el principio de la
causalidad). Berkeley rechazó la objetividad de las ideas de substancias materiales y
aceptó las de substancias espirituales (tanto las humanas o finitas como la infinita o
Dios). Hume rechazó la objetividad de las ideas de substancias físicas y de las ideas
de substancias espirituales.
Este principio (el principio de la copia), que suele llamarse el microscopio de Hume,
lo aplicará Hume cuidadosamente al análisis de palabras tales como sustancia, causa,
libertad, y otras, que suelen considerarse palabras clave de la filosofía tradicional.
Por consiguiente, el origen de las ideas es la sensación, interna o externa. Ahora
bien, las ideas se entrelazan espontáneamente entre sí, constituyendo un mundo
ordenado. Desde Platón insisten los filósofos en que pensar es ordenar ideas. Las
leyes por las que se asocian las ideas en la mente son la semejanza, la contigüidad en
el espacio o en el tiempo, y la relación de causa y efecto. A esta asociación o
relación, por su importancia en la ciencia de la naturaleza, dedicará Hume un análisis
especial (ver texto ). Toda idea deriva, por tanto, de una impresión y, por lo mismo,
no hay ideas innatas. Pero sí que la mente posee cierta tendencia natural a la
asociación de ideas, cuyo resultado principal es la constitución de ideas complejas.
La idea de sustancia es, por ejemplo, una idea compuesta por asociación: no se
deriva de ninguna impresión, interna o externa; no es más que «la colección de ideas
simples unidas por la imaginación», que atribuye el conjunto de características a algo
desconocido, como si fuera su soporte permanente. ¿Mediante qué sentido se capta la
sustancia de una manzana? ¿Con los ojos, con los oídos, con el paladar? Toda idea
abstracta no es más que una idea particular, a la que corresponde, por tanto, una
impresión; asignando un nombre distinto a esta impresión, la hacemos capaz de
representar a todas las ideas que mantienen cierta semejanza entre sí. La idea general
de «hombre» es la idea particular de «Pablo», por ejemplo, a la que, cambiándole el
nombre, le damos el significado de representar a «Julián», «María», «Ana», etc.
Dicho de otra manera:. Todas las percepciones, tanto las ideas como las impresiones, se pueden dividir
en simples y complejas.
1. Una percepción compleja será aquella que podemos dividir en percepciones más simples,
(se pueden subdividir en partes). Las ideas complejas surgen de la unión de ideas simples de
acuerdo con un mecanismo de asociación, el cual está regido por tres leyes (semejanza,
contigüidad espacio-temporal, relación causal). Como ejemplo tenemos la sustancia, modo,
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relación…)
2. mientras que una percepción simple será aquella que no podemos dividir en percepciones más
simples.
(no se pueden dividir en partes y no admiten distinción): Las ideas simples proceden de sus
impresiones simples correspondientes
De esta manera, …
1. la idea de manzana se puede dividir en su forma, su color o su sabor;
2. el sabor lo podríamos dividir en dulce y ácido, por ejemplo,
3. pero el dulzor ya no puede ser dividido, como tampoco lo puede ser el color amarillo de la
manzana.
A partir de aquí establecerá el criterio para decidir acerca de la verdad de las ideas, conceptos o
categorías: Toda idea que no posea su impresión correspondiente a ella es una construcción mental
sin validez alguna. También establece el límite de nuestro conocimiento, el cual se limita a las
impresiones (con la afirmación de esto acabará criticando las ideas de causa y sustancia).
Estudiar cuál es el origen de las ideas, por tanto, es estudiar cuál es el origen del conocimiento.
Dicho en palabras de Hume: "Un examen completo de esta cuestión es el tema del presente
tratado; y, por consiguiente, me contentaré aquí con establecer una proposición general: Que
todas nuestras ideas simples en su primera aparición se derivan de impresiones simples, a las
que corresponden y representan exactamente" (TNH.1.1.1). Se establece aquí el principio de
la copia o principio empirista, que servirá para explicar cuál es el origen de nuestro
conocimiento, ya que explica de dónde surgen las ideas.
El principio de la copia viene a decir que todos los materiales de nuestro conocimiento han de
proceder de las impresiones, o dicho de otra manera: todo nuestro conocimiento procede de la
experiencia. Así, para buscar la validez de nuestro conocimiento hemos de buscar cuál es la
impresión, la experiencia de la cual se deriva ese conocimiento.
Y ¿cuál es el argumento a favor del principio de la copia? Muy sencillo: si el principio de la
copia no fuera válido, tendríamos que tener alguna idea que no se derive de impresiones
precedentes, de modo que insta al lector a buscar esa idea. Si el lector no encuentra ninguna
idea que no se pueda derivar, directa o indirectamente, de impresiones precedentes, entonces
ha de admitir este principio. Esta demostración por desafío es, en verdad, un tanto débil, pero
hay que tener en cuenta que Hume está sentando el principio a través del cual demostrará
todos los demás principios del conocimiento. Dicho de otra manera: lo que está asentando es
un principio axiomático que, más que ser demostrado, ha de ser mostrado.
3. Posibles objeciones al principio de la copia que el propio Hume ataja
1. Pero ¿qué ocurre con las ideas de la fantasía como, por ejemplo, la idea de una montaña de oro, que
nadie ha observado nunca (nadie ha tenido nunca una impresión de ella) pero que todos podemos
pensar?
La idea de la montaña de oro es una idea compleja que se puede dividir entre la idea de oro y la de
montaña. Todos nosotros hemos tenido impresiones de oro y de montaña; tales impresiones han
podido dar lugar a sus ideas correspondientes. Pues bien, la mente puede combinar tales ideas para
componer la idea de montaña de oro.
La mente de Hume es, en este sentido, un principio activo que puede mezclar ideas para crear otras
nuevas, por ejemplo, la idea de dragón: un lagarto gigante con alas de murciélago que escupe
fuego.
2. Pero ¿qué pasa con la idea de infinito y de perfección, o con la idea de Dios? La idea de Dios se
puede dividir en la idea de un ser omnisciente, omnipresente, bondadoso y todopoderoso. Todos
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nosotros entendemos a qué se refieren estas palabras, por lo que todos nosotros tenemos en la mente la
idea de omnisciencia, omnipresencia, bondad suprema y omnipotencia; en resumen, la idea de un ser
sumamente perfecto. Ahora bien, ¿de dónde he sacado la idea de perfección o de omnisciencia, si
ninguno de nosotros ha tenido experiencia de algo así?
1. En Descartes, esta idea es innata y constituye la prueba de la existencia de Dios.
2. Pero en Hume, al igual que en Locke, esta idea no es innata, sino que la forma la mente a través
de un proceso de creación mental.
De esta manera, a partir de la idea de lo perfecto, forma la idea de lo sumamente perfecto,
añadiendo la noción de grado máximo.
3. Siguiendo con las posibles objeciones al principio de la copia que el propio Hume ataja, nos
encontramos con una muy curiosa, curiosa porque parece muy marginal y porque Hume no le da
solución.
La objeción consiste en lo siguiente: supongamos que un individuo ha disfrutado de la vista durante
toda su vida, unos 30 años, pero nunca ha tenido la impresión de un determinado matiz de azul al
que llamaremos "azulín". De modo que este individuo ha conocido el celeste y el azul marino, pero
jamás el azulín. Supongamos que el azulín es un color que se sitúa cromáticamente entre el azul
cielo y el azul marino y construimos una escala cromática que va del celeste al azul marino, pero
dejamos vacío el hueco correspondiente al azulín. A continuación, le decimos a nuestro individuo
que el azulín estaría situado en este hueco de nuestra escala cromática. Después le preguntamos si
tiene una idea de cómo podría ser ese color. Según Hume, dirá que puede imaginarse el color azulín
y que, por lo tanto, tiene una idea del azulín sin haber tenido antes una percepción de ese color en
concreto.
El anterior experimento mental nos ofrece la posibilidad de que una idea concreta, en este caso la
de azulín, pueda ser concebida sin que tengamos una impresión precedente. Así, éste es un
contraejemplo que muestra que el principio de la copia no funciona en todas las ideas, un
contraejemplo que muestra que un número indeterminado de ideas, ya que colores hay muchos,
pueden ser creados por la mente y no venir de la experiencia.
Pero el contraejemplo del color azul es muy marginal y, de hecho, muy extraño. Es lícito
preguntamos cómo es posible que este contraejemplo aparezca en la obra de Hume, no sólo en el
Tratado, sino también en las Investigación sobre el entendimiento humano.
Para tratar de resolver este misterio hemos de acudir a un texto de Descartes que dice así:
"Por ejemplo, si alguien es ciego de nacimiento, no se ha de esperar que consigamos jamás
con ningún argumento que perciba las verdaderas ideas de los colores, tales como nosotros las
hemos obtenido por los sentidos; pero si alguien ha visto alguna vez los colores
fundamentales, mas nunca los intermedios y mixtos, puede hacerse que se represente también
las imágenes de aquellos que no ha visto por medio de una especie de deducción, según su
semejanza con los otros."
Es decir, que la objeción ya era conocida por los círculos filosóficos de la época, pues no
podemos decir que la obra de Descartes fuera marginal y poco conocida. De hecho, la objeción
del color azul era conocida por aquellos que no creían en el principio de la copia. Hay que
observar que esta objeción …
1. no demuestra la existencia de ideas innatas tal y como el propio Descartes decía.
2. Tan sólo muestra que existe una posibilidad marginal de que la mente cree una idea simple.
La objeción le parece a Hume marginal y de poco interés, por lo que no puede falsar su principio
de la copia. Esto es debido a que el principio de la copia es en realidad un principio
metodológico de análisis. Sí que es cierto que describe algún aspecto de la naturaleza de la idea,
pero lo que en realidad está describiendo es una metodología que será constante en la filosofía de
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Hume.
De esta manera, cuando tengamos que analizar la validez de un determinado conocimiento, lo
que haremos será ver de qué impresiones se pueden derivar las ideas que componen este
conocimiento, basándonos para ello en el principio metodológico que es el principio de la
copia.
Hay que observar en este punto un aspecto muy interesante de las impresiones, y es que éstas…
1. no son únicamente las que puedan provenir de los cinco sentidos clásicos: gusto, oído, tacto,
vista y olfato,
2. sino que también se refieren a pasiones, sentimientos u otros sentires derivados de la actividad
mental, como, por ejemplo, sentir el hábito o la costumbre.
En resumen
Imaginación ≠ Fantasía
1. La facultad de representación de las ideas es la imaginación,
2. algo que Hume opone a la fantasía, siendo ésta última la facultad del hombre de formar ideas
mediante la composición de otras ideas más simples hasta llegar a una idea que no se corresponde
con nada. Por ejemplo, mediante la fantasía creamos las ideas de dragones, montañas de oro o
ciudades volantes.
Ahora bien, en la imaginación las ideas aparecen siguiendo un orden determinado.
1. De la misma manera que en la física de Newton hay leyes que rigen los movimientos de las
partículas de materia,
2. en la naturaleza humana existen unas leyes de la imaginación, unas fuerzas que hacen que las
ideas aparezcan con un determinado orden. Tales leyes de la imaginación son las siguientes:
1. Ley de semejanza: Cuando tenemos una idea de algo, aparece en la imaginación la idea de
algo semejante. Por ejemplo, si pensamos en manzanas, nos viene a la mente la idea de peras.
2. Ley de continuidad:
Si pensamos en alguna cosa que esté en algún lugar, es fácil que pensemos de manera
automática en algo que esté al lado. Por ejemplo, si pienso en la panadería de debajo de mi
casa, enseguida me viene a la mente la idea del bar que hay al lado.
La continuidad puede ser también temporal: por ejemplo, si pienso en la última vez que fui a
la biblioteca, puedo pensar en un amigo que me encontré a la salida.
3. Ley de causa y efecto: La relación causa-efecto merecerá más extensión más adelante. Pero en
cuanto ley de la imaginación, funciona de la siguiente manera: al pensar en la causa, pensamos
en el efecto; y al pensar en el efecto, pensamos en la causa. Por ejemplo, si pienso en un
mosquito, pienso en la picadura que me puede causar, y viceversa.
ASOCIACIÓN DE IDEAS E INFERENCIA CAUSAL
1. Para Hume, todas las percepciones de la mente, todo aquello que hace acto de presencia en ella,
se puede dividir en dos diferentes clases: las impresiones y las ideas.
1. Impresión es todo aquello que la mente recibe;
2. idea es todo lo que es asimilado y elaborado por la mente.
El criterio último de distinción que Hume establece entre una clase y otra de percepciones, por
ejemplo, entre la impresión de una mesa y la idea de una mesa, es la fuerza o el grado de vivacidad
con que aparecen a la mente: la impresión de una piedra golpeándote la cabeza y la idea de lo mismo
difieren precisamente en esa línea que apunta Hume.
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Hume dice que eso es evidente y formula esa evidencia en la sección segunda de la Investigación
(17): «Todo el mundo admitirá sin reparos que hay una diferencia considerable entre las
percepciones de la mente cuando una persona siente el dolor del calor excesivo o el placer del calor
moderado y cuando después evoca en la mente esta sensación o la anticipa en su imaginación. Estas
facultades pueden imitar o copiar las impresiones de los sentidos, pero nunca alcanzar la fuerza o
vivacidad de la experiencia inicial. Lo más que decimos de estas facultades, aun cuando operan con
el mayor vigor, es que representan sus objetos de una forma tan viva que casi podríamos decir que
los sentimos o vemos. Pero, a no ser que la mente esté trastornada por enfermedad o locura, jamás
pueden llegar a un grado de vivacidad tal como para hacer que estas percepciones sean
absolutamente indiscernibles de las sensaciones. Todos los colores de la poesía, aunque sean
espléndidos, nunca pueden pintar objetos naturales de forma que su descripción sea tomada por un
paisaje real. El pensamiento más intenso es inferior a la sensación más débil».
2. A partir de tal distinción y criterio asentará los principios a partir de los cuales pretende
realizar, según el modo experimental de razonamiento, el estudio de la naturaleza humana.
Debido a la gran semejanza que existe entre las impresiones y las ideas, excepto en su grado de fuerza
y vivacidad, piensa que las ideas son obtenidas por reflexión de la mente sobre las impresiones. De esa
manera, las impresiones y las ideas se corresponderían unas con otras.
Si eso fuera así, el estudio de la naturaleza humana descansaría sobre fundamentos muy sencillos que
permitirían establecer que no hay nada en el hombre que no esté presente en el mundo.
Las ideas serían siempre copias fieles de las impresiones y no habría posibilidad de que fuera de otra
manera.
3. Pero eso, como es obvio, no es cierto y, por ello, comienza ahí una dificultad que hace necesario
complicar los fundamentos de la ciencia del hombre.
El motivo fundamental de esa complicación es la falta de correspondencia entre las impresiones
complejas y las ideas complejas. Eso nos hace sospechar que la cuestión no es tan fácil como se nos
pintaba a primera vista.
Dice Hume al comienzo del Tratado (3): "después de un examen más detenido descubro que me he
dejado llevar demasiado lejos por las apariencias y que debo hacer la distinción de las percepciones
en simples y complejas para limitar la afirmación general de que todas nuestras ideas e impresiones
se corresponden. Me doy cuenta de que muchas de nuestras ideas complejas no tienen impresiones
que les correspondan y que muchas de nuestras impresiones complejas no están exactamente
copiadas en las ideas. Puedo imaginarme una ciudad tal como la Nueva Jerusalén, con suelos de oro
y paredes de rubíes, aunque nunca la haya visto. He visto París, pero ¿afirmaré que puedo
formarme una idea de esa ciudad que represente perfectamente todas sus calles y casas en sus reales
y justas proporciones?,. La cuestión, por tanto, es más compleja de que a una impresión simple le
corresponda una idea simple. Para decirlo con otros términos más precisos, las razones por las que
Hume tiene que reconsiderar su propósito original de asignar una idea a cada impresión, y
viceversa, es la limitación del poder humano para captar las impresiones en sus detalles exactos y la
libertad de la imaginación humana, cuya actividad no se reduce a permanecer pasiva y sujeta a las
impresiones de los sentidos. Lo que habría que conseguir como mínimo es señalar las ideas simples
que proceden de las impresiones simples y que son perfectas copias de ellas. Habría que señalar
esas impresiones simples antes de que la imaginación las una distorsionando su representación
exacta de la realidad ya que, para Hume, todo el poder creativo de la mente «no va más allá de ser
la facultad de mezclar, trasponer, aumentar o disminuir los materiales que los sentidos y la
experiencia nos suministran» (Investigación, 19).
El problema consistiría en aislar las ideas simples que son copias perfectas de las impresiones simples.
Para ello, ya que es la imaginación la que las une, nos sirve también para desunidas y ya que es
instrumento de combinación y de síntesis en tanto que puede unir con libertad las ideas simples,
también es un buen instrumento para el análisis y, cuando ya no pueda distinguir más entre los
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elementos de una idea compleja, nos deja como resultado las ideas simples obtenidas de las
impresiones.
En el Tratado (18) dice lo siguiente: «Hemos observado que cualesquiera objetos que son
diferentes pueden distinguirse y que cualesquiera objetos que son distinguidos son también
separables por el pensamiento y la imaginación. También podemos añadir aquí que esas
proposiciones son igualmente verdad en su inversa y que cualesquiera objetos que son
separables pueden también ser distinguidos y que cualesquiera objetos que pueden ser
distinguidos son también diferentes. Porque, ¿cómo es posible que podamos separar lo que no se
puede distinguir o distinguir lo que no es diferente? »
4. Al igual que Hume distingue entre impresión e idea por la fuerza y vivacidad de la primera sobre
la segunda, hace una diferencia similar entre la memoria y la imaginación: las ideas de la memoria,
dice, son más fuertes y vivaces que las de la imaginación.
1. Si lo piensas, por eso puede decirse que las ideas de la memoria son en cierta forma intermedias
entre las impresiones y las ideas
2. mientras que las ideas de la imaginación son ideas perfectas.
La languidez y debilidad de las ideas de la imaginación, frente a la fuerza de las impresiones y de las
ideas de la memoria, posibilita otra característica de la primera (imaginación) y es que no se ve
sometida, como lo está la segunda (memoria), a representar el orden de las impresiones sin ningún
poder de variarlo.
No es tan característico de la memoria preservar sus ideas como conservar el orden y la posición en
que las ideas se dan.
La imaginación, por el contrario, puede cambiar ese orden con entera libertad.
«Aunque sea demasiado obvio como para escapar a la observación que las distintas ideas están
conectadas entre sí, no he encontrado un solo filósofo que haya intentado enumerar o clasificar
todos los principios de asociación, tema, sin embargo, que parece digno de curiosidad. Desde mi
punto de vista, sólo parece haber tres principios de conexión entre ideas, a saber: semejanza,
contigüidad en el tiempo o en el espacio y causa o efecto» HUME, D., Investigación sobre el
conocimiento humano, pág. 40.
5. Pero, aunque sea absolutamente libre en su actuar, en los distintos ámbitos de la actividad
humana, parece que la imaginación funciona conforme a órdenes coherentes de agrupación de
ideas y atiende a unas ciertas leyes a través de las cuales las conecta.
1. Una sucesión constante entre grupos de impresiones empuja a la imaginación a relacionarlas según
el orden en que parece que unas se introducen a otras.
2. No es que ese orden se imponga necesariamente puesto que puede ser alterado pero, dice Hume, la
imaginación posee algo así como una fuerza suave que generalmente prevalece.
3. Y es a través de esa fuerza suave como generalmente nos hacemos una idea del mundo y
configuramos lo que podemos llamar nuestro mundo real.
En este sentido, dice en la Investigación (23): «Es evidente que hay un principio de conexión entre los
distintos pensamientos e ideas de la mente y que, cuando se presentan a la memoria o a la
imaginación, se refieren unos a otros con un cierto grado de orden y regularidad. En nuestro
pensamiento o discurso más serio es fácilmente observable que cualquier pensamiento particular que
irrumpe en la serie habitual o cadena de ideas es inmediatamente advertido o rechazado. E incluso en
nuestras más locas y errantes fantasías, incluso en nuestros mismos sueños, encontraremos, si
reflexionamos, que la imaginación no ha corrido totalmente a la ventura, sino que aún se mantiene una
conexión entre las distintas ideas que unas a otras se sucedieron».
6. Los principios por los cuales asociamos las ideas son, a juicio de Hume, tres:
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1. la semejanza: Es verdad que hacemos grupos entre cosas que son semejantes…
2. la contigüidad en el tiempo o en el espacio: ….que las unimos según su orden de aparición en el
tiempo o su coexistencia en un mismo espacio
3. y la relación causa-efecto: …y, por último y lo que es más serio, decimos que unas dependen de
otras como los efectos depende de su causa.
7. De todos esos principios de asociación de ideas, Hume se ocupa especialmente de la causación ya
que la considera como el fundamento de todos nuestros razonamientos en torno a las cuestiones de
hecho.
Para decirlo con palabras fuertes: nada ocurre de importancia porque se afirme que algo es semejante a
otra cosa o se diga que dos impresiones se dan juntas en el espacio o en el tiempo. Nada ocurre de
importancia trascendental porque, en esos dos casos, se respeta la individualidad de esos objetos y
nada se dice de que uno esté originado por otro o entre en contacto con otro.
Sin embargo, en la causación (que una cosa esté producida o influya en otra), yendo más allá de la
semejanza y de la contigüidad, que son condiciones para que la causación se dé, afirmamos la
conexión que se produce entre dos ideas o impresiones …
1. como algo real,
2. no sólo como algo que ocurre en nuestra mente, no sólo como algo «filosófico», sino como algo
que ocurre en la realidad.
Decimos que un objeto es causa de alguna de las acciones o movimientos de otro o bien que uno es
causa de la existencia de otro. Y una afirmación tal es en sí problemática puesto que…
1. pretende afirmar en el mundo de las impresiones
2. lo que, en principio, es sólo una asociación de ideas realizada por la imaginación.
Según Hume, de la noción de causa sólo se puede obtener válidamente…
1. que es contigua en el espacio o en el tiempo al efecto,
2. que, además, es anterior al efecto
3. y que entre causa y efecto hay una conjunción constante.
Pero ¿de dónde viene -que es lo serio de la relación causa-efecto- la pretensión y común
suposición de establecer la causación como una relación real de tal manera que lo que se
pretende con ella es establecer…
1. una relación necesaria entre causa y efecto
2. y no sólo una conjunción constante entre dos cuestiones de hecho?
«Nuestra idea de causación y necesidad proviene exclusivamente de la uniformidad que puede
observarse en las operaciones de la naturaleza, en las que constantemente están unidos objetos
similares, y la mente es llevada por costumbre a inferir uno de ellos de la aparición del otro. Sólo estas
dos circunstancias constituyen la necesidad que adscribimos a la materia. Más allá de la conjunción
constante de objetos similares y la consecuente inferencia del uno a partir del otro, no tenemos noción
alguna de necesidad o conexión.» HUME, D., Investigación sobre el conocimiento humano, págs. 106107.
8. La razón puede establecer relaciones necesarias entre ideas, eso es lo que hace, por ejemplo, la
matemática.
1. Eso no se discute, no se entra a combatir lo que los racionalistas llamaban las «verdades de razón».
2. Lo que se discute es si esa relación necesaria puede establecerse entre cuestiones de hecho. ¿Acaso
no puede afirmarse que, en el mundo de la experiencia, algo que hasta ahora había sido siempre de una
forma puede cambiar?
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Para decirlo filosóficamente:
1. nadie puede deducir exactamente las consecuencias de la presencia en el mundo de cada caso
particular aunque haya observado cientos de veces sucesos semejantes.
2. Afirmar lo contrario significa contemplar la realidad con la suposición de que, en el futuro, el
curso de la naturaleza seguirá siendo el mismo que en el pasado.
Como es lógico, decir lo anterior no es descabellado, ¿pero acaso se puede demostrar?, ¿es una
verdad de razón? Y la única respuesta posible es que no, que no puede demostrar -como Hume
afirma- que el curso de la naturaleza deba ser siempre el mismo y que el futuro esté condicionado
por el pasado. Eso no es posible demostrarlo.
La afirmación -deducida de la costumbre de observar grupos de impresiones constantes y que se
repiten una detrás de otra- de que el futuro será conforme al pasado puede servir como disposición
ante la vida práctica, pero no como conclusión obtenida de un análisis racional. ¿Por qué entonces el
pasado guarda cierta coherencia entre sí? La respuesta de Hume es que eso es también en sí mismo
una cuestión de hecho y que tampoco puede ser racionalmente demostrada.
«La mente nunca tiene nada presente, sino las percepciones, y no puede alcanzar experiencia alguna de
su conexión con los objetos. La suposición de semejante conexión, por tanto, carece de fundamento en
el razonamiento.» HUME, D., Investigación sobre el conocimiento humano, pág. 180.
9. Si lo piensas, lo que está haciendo Hume es llevar hasta sus últimas consecuencias el método
inductivo: nunca se puede tener una certeza absoluta e irrefutable de las conclusiones obtenidas,
hasta que se hayan revisado la totalidad de los casos.
Y, evidentemente, en el mundo de una experiencia que continúa inexorable, eso es imposible. Nunca
podremos tener la totalidad de las experiencias y, por eso, el método inductivo es siempre inseguro por
muchas experiencias concretas que hayamos analizado.
Y eso le aboca a Hume a un cierto escepticismo por el que será conocido a lo largo de la historia
posterior.
Por su constante crítica a la relación de causa-efecto, por no ver en ella relaciones necesarias
sino tan sólo «conjunciones constantes», por hacer de ella sólo un objeto de «creencia», por ese
motivo se tiene a Hume como un escéptico.
Pero hay que entender suficientemente bien su escepticismo:
1. no es un escéptico en la vida cotidiana que niegue lo que es obvio,
2. es un escéptico en el sentido de que en el ámbito del conocimiento afirma que
ninguna relación entre cuestiones de hecho puede afirmarse con la total rotundidad que la
razón exige para las relaciones de ideas.
Karl Popper salvará la racionalidad en la ciencia mediante el criterio de demarcación
falsacionista.
«Así pues, no es la razón la guía de la vida humana, sino la costumbre. Sólo ella hace que la mente, en
todos los casos, suponga que el futuro ha de ser conforme al pasado. A pesar de que este paso parece
enormemente sencillo, jamás podría la razón darlo por sí misma. Es este un curioso hallazgo, que
además nos lleva a otros aún más curiosos. Cuando veo una bola de billar moviéndose hacia otra, mi
espíritu es llevado inmediatamente por el hábito al efecto usual y se anticipa a mi vista al concebir el
movimiento de la segunda bola. Pero ¿es esto todo? ¿Me limito a concebir el movimiento de la
segunda bola? Desde luego que no. Yo también creo que esa segunda bola se moverá. ¿Qué es, pues,
esta creencia? ¿Y en qué difiere de la simple concepción de una cosa? He aquí una nueva cuestión, no
meditada por los filósofos.» HUME, D., Resumen del tratado de la naturaleza humana.
2. RELACIONES DE IDEAS Y CUESTIONES DE HECHO
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1. Hume reconoce, a pesar de lo que hemos dicho en el punto anterior, que no todo tipo de
conocimiento necesita referirse inmediatamente a una impresión para ser verdadero.
Hay un campo en el que el conocimiento sólo de ideas puede presentarse con validez científica. Ese
campo es el de las relaciones entre las ideas abstractas de la mente que, en lo que a la ciencia se
refiere, dan lugar a la matemática y a la geometría.
a) Son simples relaciones de ideas todas aquellas proposiciones que se limitan a operar sobre
contenidos ideales, sin referirse a lo que existe o puede existir. Se trata de aquellas proposiciones
que, como veremos des-pués, Kant denominará juicios analíticos.
La aritmética, el álgebra y la geometría están constituidas por meras relaciones de ideas.
Una vez establecidos los significados de los números, por ejemplo, por un simple análisis
racional -es decir, basándonos en puras relaciones de ideas- determinamos que tres veces
cinco es la mitad de treinta, y todas las demás proposiciones de esta clase.
De manera análoga, con base en la definición de triángulo, por un simple análisis racional
llegamos a afirmar que «el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados
de los catetos».
Por lo tanto, Hume escribe en las Investigaciones sobre el intelecto humano: «Pueden
descubrirse las proposiciones de esta clase por medio de la sola acción del pensamiento, con
independencia de lo que en reali-dad exista en una parte cualquier del universo. Aunque en la
naturaleza no hubiese círculos ni triángulos, las verdades demostradas por Euclides
conservarían toda su certeza y su evidencia.»
En efecto, se trata de propo-siciones que obtenemos básicamente como consecuencia del
principio de no contradicción.
Por ejemplo, sería contradictorio el afirmar que tres veces cinco no equivale a la mitad
de treinta, una vez que se haya estable-cido el significado actual de los números, al
igual que sería contradictorio negar la validez del teorema antes mencionado, una vez
aceptada la defi-nición de triángulo que da Euclides.
En ese tipo de conocimiento no se trata ninguna cuestión de hecho -ningún acontecimiento concreto
de la realidad- sino de relaciones necesarias que la mente halla entre sus ideas abstractas.
1. El número dos o un triángulo son ideas abstractas, pueden hacer referencia a múltiples objetos
de la realidad, pero el hecho es que no lo hacen a ninguno en concreto, a ninguna impresión en
particular.
2. Los números y las figuras podemos conectarlos sin tener en cuenta los objetos concretos de la
realidad y, sin embargo, podemos obtener operaciones tremendamente exactas realizadas sólo
atendiendo a las relaciones que entre ellas se establecen.
Eso será posible sólo en esos campos, pero en los demás tenemos que atenernos a las impresiones.
Los sistemas llamados racionalistas -Descartes, Leibniz, Spinoza-, son válidos siempre y cuando
reduzcan su ámbito de aplicación a las ideas de la razón, pero no cuando intentan establecer
relaciones necesarias entre los hechos del mundo.
2. En cambio, los datos de hecho no se obtienen de la misma forma, ya que «lo contrario a cualquier
dato de hecho siempre es posible, porque jamás puede implicar una contradicción, y la mente lo
concibe con la misma facilidad y la misma claridad, que si fuese del todo conforme a la realidad».
Veamos algunos ejemplos especialmente elocuentes: «"Mañana no saldrá el sol" es una proposición
no menos inteligible y que no implica una mayor contradicción, que afirmar que saldrá el sol;
resultaría inútil tratar de demostrar su falsedad. Si se demostrase su falsedad, implicaría una
contradicción, y la mente nunca podría concebida con claridad.» En resu-men: las proposiciones del
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tipo «mañana saldrá el sol» no implican una necesidad lógica, es decir, no implican la
contradictoriedad de su contra-dictorio, a diferencia de las proposiciones que expresan relaciones
entre ideas, como los ejemplos antes citados. A este tipo de juicios Kant los llamará juicios
sintéticos a posteriori:
El problema que surge es el de investigar la naturaleza de la evidencia propia de los razonamientos
que conciernen a los datos de hecho, cuando no se trate de algo inmediatamente presente ante los
sentidos (por ejem-plo, cuando pronostico que mañana saldrá el sol, o cuando al ver humo infiero
que debe haber un fuego encendido). La respuesta de Hume es la siguiente: «Todos los
razonamientos que conciernen a la realidad de los hechos parecen fundarse en la relación de causa a
efecto. Únicamente gracias a esta relación podemos ir más allá de la evidencia de nuestra memoria
y de los sentidos. »
2. Lo anterior lo dice Hume de la siguiente manera, lo vamos a ver en diferentes textos de la
Investigación sobre el conocimiento humano:
«Todos los objetos de la razón e investigación humana pueden, naturalmente, dividirse en dos
grupos, a saber: relaciones de ideas y cuestiones de hecho. A la primera clase pertenecen las
ciencias de la Geometría, el Álgebra, la Aritmética y, en resumen, toda afirmación que es intuitiva o
demostrativamente cierta. (...). Las proposiciones de esta clase pueden descubrirse por la mera
operación del pensamiento, independientemente de lo que pueda existir en cualquier parte del
universo. (...). Las cuestiones de hecho, que son los segundos objetos de la razón humana, no son
averiguadas de la misma manera. (...). Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es, en cualquier
caso, posible, porque jamás puede indicar una contradicción, y es concebido por la mente con la
misma facilidad y distinción que si fuera totalmente ajustado a la realidad» (25-26).
«Me parece que los únicos objetos de las ciencias abstractas o de la demostración son la cantidad y
el número y que todos los intentos de extender esta clase más perfecta de conocimiento más allá de
esos límites son mera sofistería e ilusión. (...). Todas las demás investigaciones de los hombres
conciernen sólo a cuestiones de hecho y existencia. Y, evidentemente, estas no pueden demostrarse.
Todo lo que es puede no ser. Ninguna negación de un hecho envuelve una contradicción. La no
existencia de cualquier ser, sin excepción, es una idea tan clara y distinta como la de su existencia.
La proposición que afirma que no es, por muy falsa que sea, no es menos concebible e inteligible
que la que afirma que es. El caso es distinto con las ciencias propiamente dichas. Toda proposición
que no es verdad es confusa e ininteligible. Que la raíz cúbica de 64 es igual a la mitad de diez es
una proposición falsa y jamás podrá concebirse directamente. Pero aquella que afirma que César o
el ángel Gabriel o cualquier ser nunca existió, podrá ser una proposición falsa, pero es
perfectamente concebible y no implica contradicción» (163-164).
Es en el párrafo con el que termina la Investigación donde, convencido de este doble ámbito de
actividad del conocimiento, radicaliza tremendamente su posición: «Si procediéramos a revisar
las bibliotecas persuadidos de estos principios, ¿qué destrozos no haríamos? Si cogemos
cualquier volumen de Teología o metafísica escolástica, por ejemplo, preguntemos: ¿Contiene
algún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento
experimental acerca de cuestiones de hecho y de existencia? No. Tírese entonces a las llamas,
pues no puede contener más que sofistería e ilusión» (165).
Los textos que acabo de citar, …
1. aparte de clarificar la división entre relaciones de ideas y cuestiones de hecho,
2. muestran también que, según las aspiraciones del conocimiento, el ideal de la razón sería debido a la evidencia que proporciona y a la exactitud de sus demostraciones- aprehender toda la
realidad según la deducción de las ciencias abstractas.
El problema es que Hume demuestra que ese ideal no es aplicable a todo el campo de la realidad ya
que ninguna cuestión de hecho es…
1. o necesaria
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2. o se deduce necesariamente de otra cosa.
El ideal de la razón que querían los racionalistas …
1. sólo es posible en las relaciones necesarias entre las ideas abstractas de la mente.
2. Pero hay otro gran campo que el anterior no cubre y que es el de las cuestiones de hecho para
las que únicamente es válido el tipo de conocimiento en el que consiste la inducción.
Lo racional y lo empírico …
1. se colocan a un mismo nivel de validez de conocimiento
2. pero a cada uno de ellos hay que llegar con una metodología diferente.
Las existencias reales, es decir, las cuestiones de hecho y las relaciones de ideas son,
cognoscitivamente hablando, irreductibles entre sí, son dos cosas muy distintas.
1. Para las segundas, el método válido es el que se llama de deducción, es decir, extraer
consecuencias abstractas de unas premisas anteriores.
2. Para las primeras, el método adecuado de conocimiento es el de la inducción: extraer
consecuencias generales de un conjunto de fenómenos individuales.
A modo de resumen
Nuestro conocimiento según Hume es de dos tipos: 1. Conocimiento de relaciones existentes entre
ideas: a este tipo pertenecen la lógica y las matemáticas 2. y conocimiento factual, de hechos: La
verdad de este conocimiento es independiente de la realidad y se expresa en proposiciones
analíticas y necesarias. 1. El conocimiento de hechos está basado en las impresiones y no puede
tener otra justificación que la experiencia, las mismas impresiones. 2. A este tipo de conocimiento
le corresponden razonamientos probables.
Límite de conocimiento
1. Si el límite de nuestro conocimiento son las impresiones, … → nuestro conocimiento de los hechos
queda limitado …
1. a nuestras impresiones actuales
2. y a nuestros recuerdos actuales de impresiones pasadas.
Por ello no podemos tener conocimientos de hechos futuros ← ya que no poseemos impresiones del
futuro.
Pero en la vida cotidiana contamos con que ciertos acontecimientos futuros van a ocurrir y Hume
tratará de explicar la certeza que tenemos acerca de lo que pasará en el futuro (esto le llevará a
criticar la validez de la idea causa entendida como conexión necesaria).
Según Hume tenemos certeza de lo que pasará en un futuro porque interpretamos la realidad en
términos de causa y efecto y consideramos que entre causa y efecto hay una conexión necesaria;
pero según él, lo único que podemos observar …
1. es que tras un hecho ocurre otro
2. y no la relación necesaria que hay entre ambos.
Esto ocurre porque cuando ciertos fenómenos van siempre asociados a otros fenómenos, los
acabamos asociando entre sí y como se los ha asociado siempre, se adquiere el hábito y siempre
esperamos que tras ocurrir unos fenómenos (por ejemplo que llueva) ocurren otros fenómenos
(como por ejemplo que me moje). La repetición de esto hace que nazca en nosotros un sentimiento
de necesidad, como una impresión, de la cual deriva la idea de causalidad.
2. Según Hume nuestro conocimiento sobre hechos futuros por inferencia causal …
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1. no es propiamente conocimiento
2. sino suposición y creencia y tiene su fundamento en el hábito, la costumbre.
Nuestro conocimiento de hechos por lo tanto no sobrepasa la probabilidad.
El hábito (la costumbre) es un principio de la naturaleza humana. Es fundamental ya que guía y
sostiene nuestra vida cotidiana, dándonos seguridad de que el curso de la naturaleza no cambia,
sino que se mantiene igual y constante, a lo cual es posible atenerse para el futuro. Sin la costumbre
…
1. seríamos enteramente ignorantes de toda cuestión de hecho, fuera de aquellas que nos están
inmediatamente presentes en la memoria o en los sentidos.
2. No sabríamos adaptar los medios a los fines ni emplear nuestras fuerzas naturales para
producir cualquier efecto.
El hábito… 1. aunque es un guía práctica de la vida, 2. no es un principio de justificación
racional o filosófica.
3. Del mundo: la relación causa-efecto y la existencia del
mundos
3.1. Crítica de la causalidad
1. Sin duda, uno de los aspectos más innovadores y más radicales de la filosofía de Hume es la crítica
de la relación de causa y efecto.
1. Si bien es verdad que también criticó el conocimiento del mundo exterior, y su garantía de
existencia,
2. la crítica de la relación de causa y efecto es mucho más radical por dos razones:
1. primera, porque esta crítica pone en duda uno de los grandes principios de la filosofía: el
principio de razón suficiente;
2. y segunda, pero ligada a lo anterior, la crítica de la causalidad, según la hace Hume, es una
novedad en la historia de la filosofía. Con anterioridad a Hume, y ya desde la Antigüedad, los
argumentos escépticos sobre la existencia del mundo exterior se han ido sucediendo, mientras
que el principio de causalidad no fue directamente cuestionado.
Los argumentos que cuestionaban la existencia del mundo exterior tenían la siguiente
estructura:
1. Todo lo que conocemos es mental.
2. El mundo que conocemos se circunscribe a lo mental.
El mundo, o es todo él mental, o la parte que no lo es nos es completamente desconocida.
Así, desde los tiempos de Pirrón de Elide (360.270 a. C.), la crítica que tiene por objeto
dudar de la existencia o esencia (de cómo es) el mundo exterior ha sido constante.
De hecho, la crítica de Hume …
1. sigue también esta estructura de argumentación,
2. aunque incorpora como novedad la crítica a la relación de causa y efecto.
Por ello, antes de atender al mundo exterior, atenderemos a la crítica de la causalidad.
2. En filosofía siempre se han considerado como básicos dos principios:
1. el primero, el principio de no contradicción, según el cual una determinada cosa no puede ser y
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no ser en el mismo momento y el mismo lugar;
2. y el segundo principio, el de razón suficiente, según el cual, dado cualquier evento, siempre ha de
haber una causa de ese evento que sea razón suficiente para explicarlo.
Dicho así, parece algo confuso, pero el principio de razón suficiente es algo que todos nosotros
tenemos interiorizado de una manera muy radical.
Por ejemplo, ahora estoy escuchando un sonido de martilleo a través de la ventana;
rápidamente pienso que este sonido está siendo causado por una pequeña obra que hay a
pocos metros de casa, de tal manera que la obra es razón suficiente para explicar el sonido.
Otro ejemplo: supongamos que la pantalla del ordenador en el que estoy trabajando se apaga;
rápidamente pensaré que hay un problema en el ordenador que ha causado el apagón de
pantalla; comprobaré el cable de alimentación, el cable de conexión con la unidad central, si
se ha ido la luz, si esté el ordenador encendido... Así hasta que encuentre una razón suficiente
para comprender por qué la pantalla se ha apagado.
En definitiva, lo que dice el principio de razón suficiente es que, siempre que pasa alguna
cosa, hay algo que la ha causado.
3. Evidentemente, no podemos comenzar la crítica de la relación causa-efecto si no criticamos el
principio de razón suficiente. Crítica que encontramos en el Tratado de la naturaleza humana (1.3.3).
(Libro, parte y sección)
Para mostrar la necesidad del principio, lo que hemos de hacer es mostrar la imposibilidad de la
negación de este principio. Es decir, hemos de mostrar que es imposible que algo exista sin una
razón de su existencia.
Ahora bien, todas las ideas son distintas entre sí; así, la idea de una causa y la idea de su efecto son
separables entre sí. → Podemos pensar cualquier cosa sin necesidad de pensar en la causa de esa
cosa; puedo pensar en el humo sin pensar en el fuego, puedo pensar en el fuego sin pensar en la
leña, puedo pensar en la leña sin pensar en el leñador...
Evidentemente, si esto no fuera posible y supusiéramos que todo esta ligado mediante la relación de
causa-efecto, para pensar en una cosa deberíamos pensar en toda la cadena causal que ha sido
necesaria para llegar a esa cosa.
Dado que todo lo que puede concebirse por separado se puede dar por separado, el efecto se puede
dar por separado de la causa, lo que invalida el principio de razón suficiente.
En resumen: Hume no acepta la validez del principio de razón suficiente ya que es posible concebir
algo sin causa suficiente.
4. Cuando pasamos a analizar la relación causa-efecto, encontramos que esta relación tiene las
siguientes características:
1. Primero, el efecto ha de ser o bien anterior a la causa o bien simultáneo a la causa.
2. Segundo, ha de haber una correlación espacial entre el efecto y la causa.
3. Tercero, siempre que se dé el efecto se ha de dar la causa, es decir, hay una relación de conexión
necesaria.
Para analizarla causalidad, Hume nos propone su conocido ejemplo de las bolas de billar.
Tomemos la relación causal de dos bolas de billar que se golpean. Llamaremos bola "A" a la
bola que se mueve primero y bola "B" a la bola golpeada. Diremos que B se ha movido porque
A la ha golpeado. En este caso tenemos que el movimiento de la bola A causa el movimiento de
la bola B: primero la bola A se mueve y toca la bola B, y siempre que la bola A golpee la bola B,
ésta se moverá. En este ejemplo vemos cómo se cumplen las tres características de la relación de
causalidad, pero ¿son esenciales a la causalidad las tres características?
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1. La relación temporal no es esencial, ya que …
1. es posible que el efecto se distancie temporalmente de su causa, como ocurre cuando
hay una tormenta en Mallorca y al cabo de un tiempo llegan las olas a la costa de la
península.
2. También puede ocurrir que dos eventos se den al mismo tiempo o uno inmediatamente
después del otro y que no exista una relación causal entre ellos, como ocurre, por ejemplo,
si un semáforo cambia de color y en ese momento comienza a llover.
2. Con la relación espacial ocurre lo mismo, ante todo porque es posible una relación de causa
y efecto sin relación espacial, como ocurre cuando un pensamiento causa que mueva un
brazo, pues el brazo es espacial pero no así el pensamiento, por lo que no hay ninguna
relación espacial.
La esencia de la relación causal no es, por ello, …
1. ni una relación temporal
2. ni una relación espacial.
3. En consecuencia, hemos de buscar la esencia de la relación causal en el tercer elemento
que hemos citado: cuando decimos de A que causa B, decimos que siempre que se dé A se
dará B, si las condiciones son las adecuadas, es decir, que hay una conexión necesaria entre A
y B. (TNH. 1.3.6)
Ni la relación espacial ni la temporal son la esencia de la relación causal, sino que ésta será
la de conexión necesaria. En una relación de causa y efecto…
1. no es esencial que el efecto sea posterior o simultáneo a la causa
2. ni que sea contiguo en el espacio;
3. lo que sí que importa es que exista una relación de conexión necesaria entre la causa
y el efecto.
5. Esta conexión necesaria he de descubrirla a través de la experiencia, aplicando el principio de la
copia.
Pero si examinamos el caso de las bolas de billar, por muchas veces que observe cómo la bola A
golpea a la bola B y que la bola B se mueva, nunca podré percibir la conexión necesaria. ¿Qué es lo
que veré, en realidad? Lo que veré es que la bola A golpea la bola B y ésta se mueve; lo veré una
multitud de veces, de hecho, siempre.
Es decir, constantemente veré que las dos bolas se mueven con arreglo a esa cadencia. Lo que veré
será entonces una conjunción constante. La conexión necesaria será por ello, simplemente, una
conjunción constante. Pero esta conjunción constante no pueden transmitirla los sentidos, no puedo
observar nunca esta conjunción constante en las bolas de billar como tales; las bolas de billar son
bolas de billar que se mueven y nada más.
1. Así, si no puedo observar la conjunción constante en las bolas de billar,
2. pero tengo una idea de esa conjunción constante,
→ observaré este fenómeno en mí mismo.
Para entender este punto es interesante hacer el siguiente experimento: recordemos un disco
musical que nos guste mucho y que, por lo tanto, hemos escuchado un buen número de veces.
Cuando estamos escuchando una canción y se acerca el final de ésta, o cuando la canción acaba,
¿qué es lo que nos viene a la mente? La siguiente canción. La mente anticipa la siguiente canción
del disco antes de que nosotros empecemos a escucharla en el reproductor.
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La relación de causa y efecto es algo semejante: la mente anticipa el efecto cuando conoce la
causa; yo ya sé, antes de que la bola A la golpee, que la bola B se moverá si ese golpe se
produce.
Este impulso de la mente a pasar de un evento a otro es el que Hume analiza.
La impresión de la cual se deriva la idea de conexión necesaria es la impresión que deja en
nuestra mente este impulso a pasar de un evento a otro cuando ya hemos visto en múltiples
ocasiones que los dos eventos son contiguos.
Pero para que la mente pueda hacer esto es necesario que haya observado la relación entre los
eventos un buen número de veces y que la mente tenga la capacidad de formar hábitos.
La mente tiene la capacidad de formar hábitos o costumbres, la facultad de acostumbrarse a
tener determinadas percepciones seguidas de otras.
La idea de necesidad surge de esta impresión interna. De ahí la definición de causa: "CAUSA
es un objeto precedente y continuo a otro, y unido de tal forma con él que tal idea del uno
determina a la mente a formar la idea del otro, y la impresión del uno, a formar una idea más
viva del otro." (TNH.1.3.14)
Lo verdaderamente importante del análisis humeano de la relación causa-efecto es que esta
relación…
1. no es ya un elemento objetivo,
2. sino que la relación se establece mediante una actividad subjetiva.
Es el individuo el que proyecta en el mundo la relación de causa y efecto basándose en una
impresión interna.
3.2. El problema de la inducción
Muy ligado al problema de la relación causa-efecto está el problema de la inducción. La inducción
consiste en el paso de casos particulares a una norma general sobre estos casos. Por ejemplo, si
observamos que cuando el cielo está nublado llueve, y esto ocurre un número muy elevado de veces,
deducimos que siempre que el cielo esté nublado lloverá.
Mediante este principio, nosotros inducimos que el sol saldrá mariana, porque siempre ha sido así, que
en invierno hará frío y en verano calor, pues siempre ha sido así, o que si abro la puerta de mi casa,
fuera estará la calle, ya que siempre ha sido así.
Pero desde un punto de vista estrictamente lógico, para pasar de un particular a un universal he de
considerar todos los casos particulares.
Por ejemplo, si quiero decir que todos los hombres son mortales he de examinar a todos los
hombres concretos, a los que viven y a los no nacidos aún, para determinar si todos ellos se pueden
morir. Evidentemente, esto de hecho es imposible.
Hume denuncia por ello que el camino inductivo es un camino…
1. no estrictamente lógico,
2. sino que hacemos este paso de lo particular a lo universal de manera instintiva y natural,
aunque no racional desde un punto de vista estricto.
De otro material (basura)
2.5. Las ideas abstractas
Una de las nociones atacadas por Hume es la noción de idea abstracta.
1. Según la tradición escolástica, las ideas abstractas o términos generales se formaban mediante un
proceso de abstracción que consistía en la eliminación de los rasgos particulares de una idea.
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Por ejemplo, para formar la idea de árbol, lo que se hace es eliminar todos los rasgos particulares
que puede tener un árbol: color de hojas, tamaño, color de la corteza, etc., para quedamos tan sólo
con lo que todos los árboles tienen en común.
2. Berkeley había criticado este proceso, y esta misma crítica es recogida por Hume.
Para Hume, en primer lugar, las ideas abstractas en sí mismas son individuales, son las ideas que
estoy teniendo.
1. Si pensamos en la idea de árbol, lo que tengo en la mente es una idea concreta, con una
existencia concreta, es decir, un hecho individual.
2. Si la idea es una imagen o una copia de las impresiones, la idea ha de ser tan concreta como
las impresiones.
Es decir, que no tenemos en la mente algo así como las ideas abstractas.
3. Ahora bien, aunque las ideas abstractas son eventos particulares de la mente, se pueden convertir en
generales en virtud de su facultad representativa derivada de la conexión entre ideas.
Por ejemplo, la idea de árbol que yo tengo es concreta e individual, pero si pienso con ella, ésta
puede representar en mi pensamiento a todos los árboles. Ocurre lo mismo con la idea de triángulo.
Todos nosotros imaginamos un triángulo de una determinada forma: los de unos serán equiláteros,
los de otros, escalenos y los de otros, isósceles. Pero un triángulo no es ni escaleno, ni equilátero ni
isósceles, sino que puede ser cualquiera de los tres. Ahora bien, la imagen que tengo en la mente es
la de un triángulo concreto, por ejemplo, uno isósceles. Si me dicen que los triángulos pueden ser
escalenos, he de admitir que es cierto, y esto ocurre, según Hume, porque traigo a mi mente la
imagen de otro triángulo en virtud de los principios de asociación de ideas, en este caso escaleno.
Así, el pensar en un triángulo en concreto nos lleva a pensar en todos los posibles triángulos.
2.4. Problema de la sustancia
Según Hume al concepto sustancia no le corresponde ninguna impresión, → por lo que a nuestras
ideas de Dios, Yo, Mundo no les corresponde ninguna impresión.
Para Hume la palabra sustancia designa un conjunto de percepciones particulares que hemos
acostumbrado a encontrar juntas y por tanto afirma que el concepto clave de la metafísica carece de
valor.
1. No podemos afirmar la existencia de una realidad corpórea distinta a nuestras impresiones. Lo
único que podemos afirmar es la realidad de nuestras impresiones y las percepciones solo existen
en el momento que son percibidas.
2. De Dios no tenemos impresiones y por ello no podemos afirmar su existencia.
3. Solo tenemos intuición de nuestras impresiones.
El yo no es una impresión, no hay una impresión constante y permanente, sino que se suceden
las impresiones. El Yo es un haz de impresiones que se suceden unas a otras.
Hume recurre a la memoria para explicar la conciencia de la propia identidad. Según él, gracias a
la memoria reconocemos la conexión existente entre las distintas impresiones que se suceden.
La creencia… 1. en la realidad independiente y continua del mundo exterior 2. y en la identidad del yo
… se explica como un producto ficticio de nuestra imaginación pero no se justifica en su valor
objetivo
Tema 2: La crítica de los conceptos metafísicos.
Hume somete a crítica el concepto clásico de substancia
1) tanto en lo que se refiere a los objetos corpóreos (existencia del mundo exterior = Sustancia
extensa)
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Según Hume, lo que captamos en realidad no es más que una serie de grupos de impresiones y de
ideas. (capto el color, el tamaño, el sabor...)
Debido a la constancia con que se presentan estos conjuntos de percepciones, imaginamos que
existe un principio que constituye el fundamento de la cohesión entre dichas percepciones. El
conjunto de percepciones que llamamos manzana, por ejemplo, lo consideramos regido por un
principio de cohesión que garanti-za la solidez de las impresiones mismas y su continuada
permanencia conjunta.
Sin embargo, este principio de cohesión de dichas percepciones....
no es una impresión,
sino única-mente un modo que nos sirve para imaginar las cosas, que creemos que existen
fuera de nosotros.
Y lo que no puede asimilarse a una impresión, está desprovisto de validez objetiva (se está
refiriendo a la idea de sustancia o a los objetos en tanto que independientes del sujeto)
No existen las substancias, sino solamente una unión realizada por la mente de las
diferentes experiencias e impresiones que se han tenido. NO hay más que un conjunto de
ideas (de color, sabor, tamaño) unidas por la imaginación
En el Tratado, Hume critica la tradicional distinción entre substancias y accidentes, y reduce el
mecanismo psicológico que nos lleva a efectuar tal distinción, valiéndose con habilidad del
esquema mediante el cual trató de explicar el principio de causalidad. «No podemos evitar el
considerar que el color, el sonido, el sabor, la figura y las demás propiedades de los cuerpos son
existencias que no pueden subsistir por separado, sino que exigen un sujeto en el que apoyarse, para
que éste las sostenga y rija. Puesto que nunca hemos descubierto una de estas cualidades sensibles
sin imaginar -a la vez, y por las razones expuestas- la existencia de una substancia, la misma
costumbre que nos lleva a inferir una conexión entre causa y efecto, nos hace inferir aquí que todas
las cualidades dependen de una substancia desconocida. La costumbre de imaginar una
dependencia posee el mismo efecto que tendría la de observada realmente.»
De la existencia del mundo exterior
1. Nada hay en la mente sino las percepciones, …
1. todo conocimiento se compone mediante estas percepciones,
1. todo lo que vemos, oímos, sentimos
2. y todo lo que pensamos
→ son percepciones. No podemos sentir ni pensar nada que no sea una percepción: la
visión de las hojas que componen este libro, la visión de las letras, el tacto de las tapas y
las ideas que nos suscitan son todas ellas mentales.
Así, el mundo que sentimos es el conjunto de las percepciones que sentimos. Según Hume, es
imposible concebir cualquier cosa de forma independiente de la mente, porque la concepción
de cualquier cosa es ya mental. Así, por más que nos esforcemos, no podemos salir de nuestro
pensamiento. (Fenomenismo)
2. Desde Locke, aunque la distinción es aristotélica, se suponía que los objetos tenían dos tipos
de cualidades: las primarias y las secundarias.
1. Las cualidades primarias eran la solidez y la extensión,
2. y las secundarias eran el color, el sabor, el olor, etc.
La diferencia entre las cualidades primarias y las secundarias era que…
1. las primarias se podían captar al menos mediante dos sentidos; por ejemplo, la extensión
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se puede captar mediante el tacto y la vista.
2. Las cualidades secundarias, en cambio, tan sólo se pueden captar mediante un solo
sentido; por ejemplo, el color mediante la vista o el olor mediante el olfato.
Pues bien, desde la teoría atómica de Locke, que sostiene que todo lo físico está formado por
partículas atómicas, se pensaba que…
1. las cualidades primarias eran propias de los objetos
2. y que las cualidades secundarias dependían de la interacción de nuestros sentidos con las
partículas.
Dicho de otra manera, el mundo está compuesto…
1. de partículas con extensión y dureza,
2. pero el color, el sabor, el olor, etc., se lo ponemos nosotros.
3. La posición de Hume es más radical. ← Supone que la distinción entre las cualidades
primarias y la secundarias es artificial, ← ya que todas ellas son percepciones y, por tanto, todas
ellas son mentales (TNH. 1.4.2).
Es posible que todo sea un sueño, que el mundo exterior no exista y que tan sólo exista la
realidad mental que son mis percepciones. Para Hume, el objeto de una impresión es la propia
impresión. Cuando digo que veo una silla, lo que estoy viendo es la imagen de silla, aunque
pienso que veo la silla y no una imagen de ella. La doctrina según la cual el objeto de la
percepción se encuentra en la propia percepción se conoce como teoría inmanente de la
percepción.
Si abro mis ojos, mis oídos, mis sentidos, lo que tengo es un conjunto de impresiones, todo
aquello que percibo son percepciones. Son, por lo tanto, algo mental. No puedo tener
experiencia perceptiva de nada que no sea mental, no puedo tener una impresión que no
sea mental y no puedo tener un pensamiento que no sea mental, por lo que todo,
absolutamente todo lo que siento y pienso, es mental. No tenemos ninguna garantía de que
exista algo que no sean las propias percepciones.
4. Pero nosotros sentimos las cosas como externas a nosotros. Si miras el libro que tienes delante
y reflexionas, verás que, en realidad, lo que estás teniendo es la percepción de libro, que es algo
mental, pero piensas que el libro es algo independiente de ti; es decir, piensas que la impresión
del libro, que es mental, es algo independiente de tu mente. Esto es normal, diría Hume, pero
¿cómo lo puedo justificar?
Yo no puedo decir que la impresión del libro en la mente esté causada por algo externo a la
mente y que es el libro en sí mismo, ← ya que la relación causa-efecto sólo se puede
establecer entre percepciones, y lo que podría causar la percepción del libro en tanto que
independiente de la mente no puede ser una percepción.
Lo que ocurre, dirá Hume, es que nosotros asignamos una existencia continua a determinas
percepciones basándonos en la coherencia de las mismas.
Si cierras los ojos y los vuelves a abrir, este libro continuará en tus manos; si lo dejas
encima de una mesa y te marchas, cuando vuelvas el libro continuará allí donde lo dejaste.
Con todas las cosas del mundo ocurre lo mismo: la calle continúa allí donde la dejaste
antes de subir a casa y tu casa continúa allí donde la dejaste cuando te fuiste a la calle.
Es, por ello, la constancia y la coherencia de las percepciones lo que hace que les
concedamos una existencia distinta de nosotros.
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Hagamos el siguiente experimento mental para comprobarla tesis de Hume: supongamos que
alzas la vista y ves una mancha roja en la pared; vuelves la cabeza un momento, vuelves a
mirar y la mancha roja ya no está. La conclusión más normal es que la mancha roja ha sido
una ilusión.
1. No atribuimos una existencia continua a la percepción de la mancha roja ← porque no
hay una coherencia ni una constancia en ella;
2. pero si, al volver a mirar, comprobamos que la mancha roja sigue allí, ya
sospecharemos, iremos a tocarla y a examinarla, y si ésta permanece, concluiremos que la
pared está manchada y que no hemos tenido ninguna ilusión.
5. ¿Qué significa todo esto? Pues sólo que la razón y la filosofía no nos pueden demostrar que el
mundo exterior independiente de mí exista.
1. ¿Significa ello que no existe? No.
2. ¿Significa que yo no creo en él? Tampoco.
Las dudas escépticas de la filosofía son dudas de la filosofía, y no las puedo trasladar a la vida
ordinaria. Filosóficamente, mediante la razón, no puedo demostrar la existencia de un mundo
externo a la mente, pero eso no implica que yo no pueda creer que el mundo externo es tal y
como lo veo. Lo creo así por instinto, por una creencia natural.
1. No es la razón la que nos dice que el mundo existe y es tal y como lo pensamos,
2. sino que es un instinto, una creencia natural.
Dice Hume que la razón se equivoca y es lenta, la creencia natural es inmediata.
Es interesante en este punto hacer notar una última reflexión de Hume. Cuando se pregunta
por qué esto es así, por qué creemos que el mundo es así, la respuesta es clara: porque si no,
no podríamos sobrevivir.
Sin una concepción fuerte de cómo es el mundo no podríamos hacer nada.
Pero aún hay más. Hemos dicho que la relación de causa y efecto es una relación mental
que proyectamos en las cosas, pero esta proyección funciona.
La relación de causa y efecto entre las bolas de billar es fruto de la costumbre, pero las
bolas de billar se comportan de acuerdo con esta relación.
Y he aquí un motivo de admiración: el mundo opera como opera nuestro pensamiento,
el pensamiento anticipa cosas del mundo.
2) como en lo referido al sujeto espiritual (Yo).
Domingo Cabezas
Según Descartes, la única proposición que no puede ser objeto de duda por ser autoevidente era:
"al pensar existo". Esta proposición cartesiana aparentemente indudable tiene ciertos problemas,
según Hume.
Para ver cuál es su análisis del Yo hemos de tener en cuenta cuál es su concepción de la mente. .
Para Hume, lo que hay en la mente son percepciones. Recordemos que una percepción es
cualquier cosa que podamos pensar (ideas) o sentir (impresiones).
Los filósofos anteriores a Hume habían dicho que para que un pensamiento pudiera existir era
necesario alguien que lo pensase, es decir, que para que pudiera existir una percepción era
necesario alguien que la percibiese.
Dicho de otra manera, que para que exista el pensamiento hace falta alguien que piense. A
este algo que piensa se le llamó substancia pensante, porque es lo que sustenta al
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pensamiento.
Aplicando el principio de la copia de Hume, si tenemos la idea de esa cosa que piensa, lo
que hemos de buscar es la impresión de esa cosa que piensa.
Pero Hume considera que el concepto de substancia pensante es "una cosa que resulta
muy dificil, si no imposible, de concebir." (TNH. 1.4.5)
Para Hume, el pensamiento no necesita de nada más, no necesita de algo que lo piense; las
percepciones no necesitan de nada para existir.
Hume nos dice que si yo puedo pensar algo de manera distinta, ese algo puede existir de
manera distinta. Todas las percepciones pueden existir por separado sin necesidad de nada
que las sustente.
Dicho de otra manera, la substancia pensante no es necesaria para el pensamiento; lo
necesario para el pensamiento es tan sólo el propio pensamiento.
Si hay algo que sea una substancia, algo que puede subsistir por sí mismo, son las
percepciones.
Ahora examinemos lo que nosotros somos
Si nosotros fuéramos una cosa invariable y continua que podemos conocer, habríamos de
tener una percepción invariable y continua que correspondiera a lo que somos nosotros. Pero,
tal percepción no existe. Las percepciones son variables.
Examinemos nuestra mente: ahora sentimos el papel del libro, sentimos nuestro cuerpo
sentado, un ruido, etc. Si uno continúa examinando su mente y busca su Yo, el Yo que sea
sujeto de todas sus percepciones, ¿qué encuentra?
Lo único que encontrará serán unos cuantos pensamientos, incluso el pensamiento de
"estoy buscando mi Yo". Como dice Hume, cada que vez que penetras en ti mismo, lo
que encuentras son las percepciones, no a ti mismo. Nunca te atraparás a ti mismo sin
una percepción y nunca sentirás algo que no sea una percepción.
Desde estas premisas intentemos contestar la pregunta ¿qué es lo que nosotros somos? Lo que
somos es un haz de percepciones, un fluir de percepciones que se suceden unas a otras con
asombrosa rapidez.
Hume, llegado a este punto, propone una imagen de gran fuerza gráfica: no somos sino un teatro
en el que las percepciones, como las escenas, se suceden sin parar.
Añade que las percepciones son lo único que compone la mente, es decir, que no hay un
escenario, sino solamente escenas.
Trasladando la metáfora a nuestra época podríamos decir que la mente no es más que un
conjunto de fotogramas de una película que se suceden unos a otros.
Nosotros, pues, según Hume, no somos más que percepciones, no hay ninguna substancia
pensante, sino sólo pensamiento. "Me puedo aventurar a afirmar que el resto de la
humanidad no es nada más que un haz o colección de diferentes percepciones, las cuales se
suceden las unas a las otras con inconcebible rapidez y que están en un perpetuo flujo y
movimiento." (TNH. 1.4.6)
Según la concepción de la mente de Hume, el alma, la mente, yo mismo, soy perfectamente
divisible. Si las percepciones desaparecen, no quedará una substancia, sino que yo desapareceré
con las percepciones.
La muerte, para Hume, es la aniquilación de toda percepción. Así, Hume, a diferencia de
tantos filósofos anteriores, piensa que el alma no es inmortal, ya que cuando morimos
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desaparecen las percepciones, a las que se reduce sin más el alma.
Hume dirige críticas similares a la existencia de una substancia espi-ritual, en particular, en contra
de la existencia del «yo» entendido como realidad dotada de subsistencia continuada y
autoconsciente, idéntica a sí misma y simple. A este respecto, Hume escribe:
Por desgracia, todas estas afirmaciones tajantes son contrarias a la misma experiencia [...] que se
invoca: no tenemos ninguna idea del «yo», en el modo en que aquí se explica. ¿De qué
impresión podría derivarse tal idea? Es imposible responder a esta pregunta, sin caer en
contradicciones y absurdos manifiestos; no obstante, se trata de una pregunta a la que por fuerza
hay que dar respuesta, si pretendemos convertir la idea del yo en algo claro e inteligible. Para
producir una idea real siempre nos hace falta una impresión. El «Yo», o la persona, no es una
impresión: es aquello a lo cual se refieren, por suposición, nuestras diferentes impresiones e
ideas. Si hubiese una impresión que diese origen a la idea del «yo», tal impresión debería seguir
siendo la misma, de forma invariable, en el transcurso de toda nuestra vida, si se supone que el
«yo» existe de este modo. En realidad, no tenemos ninguna impresión constante e invariable:
dolores y placeres, anhelos y alegrías, pasiones y sensacio-nes, se alternan de manera continuada
y nunca existen todos a la vez. Por lo tanto, la idea del «yo» no puede provenir de ninguna de
estas impresiones y, tampoco de ninguna otra. En consecuencia, tal idea no existe.
Hume extrae, a este respecto, las mismas conclusiones tajantes que en el caso de los objetos. Al
igual que los objetos no son más que series de impresiones, de una forma análoga nosotros no
somos sino conjuntos o grupos de impresiones y de ideas, somos una especie de teatro donde pasan
y vuelven a pasar continuamente las impresiones y las ideas. Sin embargo -téngase muy en cuentase trata de un teatro que no se imagina como un edificio estable, sino como un mero pasar y volver
a pasar las impresiones. Hume expresa así, en el Tratado, su teoría al respecto:
Empero, excepción hecha de algún metafísico [...], me atrevo a afirmar que para el resto de la
humanidad no somos más que agrupamientos o series de diferentes percepciones que se suceden
con una rapidez increíble, en un flujo y un movimiento perpetuo. Nuestros ojos no pueden girar
en sus órbitas sin que varíen nuestras percepciones. Nuestro pensamiento resulta aún más
variable que nuestra vista, y todos los demás sentidos y facultades contribu-yen a tales cambios;
quizá no exista en nuestra alma un solo poder que permanezca idéntico, sin alteración ninguna,
durante un solo instante. la mente es una especie de teatro, donde hacen su aparición las diversas
percepciones, pasan y vuelven a pasar, se deslizan y se mezclan con una variedad infinita de
actitudes y de situaciones. En sentido estricto, en ella no existe ninguna simplicidad en un
momento determinado, ni tampoco identidad a lo largo de tiempos diferentes, cualquiera que sea
la inclinación natural que nos lleve a imaginar tal simplicidad e identidad. Y no se entienda
erróneamente la comparación con el teatro: las percepciones sucesivas son las únicas que
constituyen la mente. No poseemos ni la más mínima noción del lugar donde se representan tales
escenas, o del material del cual están hechas.
Entonces ¿qué conclusión habría que sacar? Si el objeto no es más que una serie de impresiones y
también el «yo» no es sino un haz de impresio-nes, ¿cómo se distinguen entre sí? ¿Cómo podría
hablarse de «objetos» y de «sujetos»? La respuesta de Hume es evidente:
1) la existencia de las cosas fuera de nosotros no es objeto de conocimiento, sino de creencia;
La filosofía nos enseña que cualquier impresión es una percepción y que por tanto es subjetiva.
De la impresión no cabe inferir la existencia de un objeto como causa de dicha impresión,
porque el principio de causa carece de validez teórica, como antes se ha comprobado.
Nuestra creencia en la existencia independiente y continuada de los objetos es fruto de la
imaginación, la cual -una vez que ha entrado en un determinado orden de ideas- continúa
espontáneamente por ese camino.
En especial, dado que se descubre una cierta uniformidad y coherencia en nuestras
impresiones, la imaginación tiende a considerar tal uniformi-dad y coherencia como algo total
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y completo, suponiendo la existencia de cuerpos que constituirían su causa.
Pongamos un ejemplo: salgo de mi habitación y al hacerla dejo de tener todas aquellas
impresiones que confi-guran mi habitación. Después de un tiempo regreso, y tengo las
mismas impresiones que antes o, en todo caso, tengo percepciones en parte igua-les a las
anteriores y en parte distintas, pero coherentes con aquéllas. Por ejemplo, encuentro que hay
menos luz porque se ha hecho más tarde, y el fuego de la chimenea está casi apagado porque
se ha quemado toda la leña. La imaginación colma el vacío de mi ausencia, suponiendo que a
estas percepciones correlativas y coherentes con las anteriores les corres-ponde una existencia
efectiva y separada de aquellos objetos que confor-man mi habitación. Más aún: al trabajo
que efectúa la imaginación se añade también el de la memoria, que otorga vivacidad a las
impresiones fragmentadas e intermitentes (debido a mi salida de la habitación y mi posterior
regreso). Esta vivacidad engendra la creencia en la existencia de los objetos externos
correspondientes. En consecuencia, esta creencia ins-tintiva nos salva de la duda escéptica, de
origen alógico y arracional, algo casi biológico.
2) análogamente, la identidad del «yo» no es objeto de conocimiento, sino -ella también- objeto de
creencia.
La imaginación y la memoria también reconstruyen de modo análo-go la unidad y la
substancialidad del yo. Por consiguiente, incluso la exis-tencia del «yo» -en cuanto substancia a
la que hacen referencia todas las percepciones- no es otra cosa que un objeto de creencia. Sin
embargo, hay que señalar que, para Hume, el yo se convierte a través de las pasio-nes, en objeto
de conciencia inmediata, y una vez más esto sucede por una vía arracional y en un ámbito
ateórico.
3. Según Hume al concepto sustancia no le corresponde ninguna impresión, → por lo que a nuestras
ideas de Dios, Yo, Mundo no les corresponde ninguna impresión. Pasemos ahora a analizar cómo
aborda Hume el problema de la divinidad (sustancia infinita)
Para Hume, las pruebas de la existencia de Dios se dividen en dos tipos fundamentalmente:
las pruebas a priori
Las pruebas a priori consisten en llegar a la demostración de la exis-tencia de Dios sin tener
que recurrir a la experiencia, sino únicamen-te a la razón.
Un ejemplo de una de ellas es el argumento ontológi-co propuesto, entre otros, por
Descartes: Dios es lo más perfecto que puede existir. Es más perfecto existir que no existir
Luego, si Dios es sumamente perfecto, ha de existir necesariamente
las pruebas a poste-riori.
Las pruebas a posteriori son aquellas que parten del conocimiento de otro hecho y explican
precisamente la existencia de este hecho a partir de la existencia de Dios. En la filosofía de
Hume a este argu-mento se lo conoce sobre todo como el argumento del designio (trd.
propósito, finalidad)
Esta prueba llega a la demostración de la existencia de Dios a partir del orden y
disposición de la naturaleza. Argumento que él critica. (Santo Tomás lo utiliza)
Análisis crítico de las pruebas de la existencia de Dios
1. Todos los juicios, según Hume, se pueden dividir en dos tipos: cuestiones de hecho y
relaciones entre ideas
1. Las cuestiones de hecho son aquellas que hacen referencia a la existencia o a la cualidad de
cual-quier cosa: por ejemplo, decir "la mesa es roja" es una cuestión de hecho, como también
lo será decir "La mesa roja existe".
Las relacio-nes entre ideas son aquellas proposiciones que afirman o niegan alguna cosa con
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independencia de la experiencia.
Se refieren funda-mentalmente a cuestiones matemáticas, geométricas o lógicas.
La principal diferencia entre una cuestión de hecho y una relación entre ideas es que la
negación de una cuestión de hecho verdadera no es una contradicción, mientras que sí lo es la
negación de una relación verdadera entre ideas.
Así, por ejemplo, podemos pensar que "en estos momentos hay una manzana en la mesa de
la cocina", o pode-mos pensar que "no la hay". Pero no podemos pensar que "dos más dos
son igual a cinco", ni que "la suma de los ángulos de un trián-gulo es inferior a 180°", sin
caer en contradicción. Por ello, también se dice que las relaciones entre ideas tratan de
verdades a priori, es decir, de verdades que lo son con independencia de la experiencia.
Así, "la suma de los ángulos de un triángulo es igual a 180°" es ver-dad con independencia
de cualquier experiencia sobre triángulos. Ej. "El todo es mayor que las partes"
(Universalidad y necesidad)
Ahora bien, una afirmación sobre existencia o inexistencia de algo es siempre una cuestión de
hecho.
Las matemáticas, la geometría o la lógica no dicen nada acerca de la existencia o inexistencia
de los números o de las figuras.
Dado que a priori sólo se pueden conocer verdades referentes a relaciones entre ideas, y dado
que éstas no pueden decir nada sobre la existencia o inexistencia de Dios ni de nada, las
pruebas a priori de dicha existencia son imposibles.
Pode-mos pensar a Dios como existente o como inexistente sin incurrir en contradicción. El
hecho de pensar que Dios es perfecto no implica que éste sea existente, ya que la esencia de
algo no puede incluir su existencia. Así, no se puede demostrar la existencia de nada,
tampo-co la de Dios, a partir de una relación entre ideas. (perfección = existencia)
Crítica al argumento del designio
Si vamos caminando por un bosque y nos encontramos con una cabaña, suponemos que los
elementos que componen la cabaña no se han amontonado por casualidad unos encima de los
otros formando esa construcción, sino que suponemos que ha tenido que haber alguien que la ha
realizado con arreglo a un plan. Así, al per-cibir el orden y la disposición de los elementos de
una casa supo-nemos que ha habido un constructor de la casa, alguien que ha dise-ñado la casa y
que la ha construido.
Si observamos atentamente los mecanismos de un reloj, vemos cómo cada una de las piezas que
lo componen se adecuan a un fin determinado: hay engranajes que tensan el muelle, otros que
desde el muelle van al balancín y hacen que éste se mueva, del mismo modo que éste, a su vez,
mueve una rueda que mueve a otras, y así hasta las manecillas que marcan la hora. Vemos cómo
cada una de las partes del reloj se adecua a un fin determinado, y cómo éstas han sido diseñadas
y colocadas de la forma adecuada. Suponemos que, si hay un reloj, ha tenido que haber un
relojero que lo ha dispuesto todo para que el reloj funcione.
Según sostienen aquellos que defienden el argumento del desig-nio si examinamos el mundo
vemos cómo cada parte de la naturale-za se adecua a su función (hay un orden en la naturaleza)
Vemos, por ejemplo, cómo en el cuerpo de un hombre las manos son mecanismos perfectos
que le permiten hacer multitud de cosas, como los componentes del ojo tratan la luz para
procurar una visión. Toda la naturaleza funciona como un reloj y, al igual que en un reloj, las
piezas han sido diseñadas para que enca-jen entre sí y sus movimientos se combinen para
obtener un resultado determinado.
Dicho de otra manera, el orden de la naturaleza necesi-ta de un ordenador consciente que
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sólo puede ser Dios.
Éste es el argumento del designio, la suposición de una mente or-denadora para explicar el
orden y la disposición en la naturaleza
Pero este argumento no convence a a Hume. El argumento se basa en una analogía.
Un razonamiento por analo-gía es aquel según el cual extraemos una conclusión en un caso
determinado basándonos en la experiencia pasada de un caso pare-cido.
Por ejemplo, puedo deducir que me gustarán las sardinas si ya me han gustado los
boquerones.
También es el argumento que se utiliza en la experimentación animal, cuando se prueban
los medi-camentos con animales antes de aplicarlos a personas; si funcionan en animales,
por analogía, suponemos que funcionarán también en personas.
Ahora bien, el de la analogía es el más débil de los argu-mentos
En el caso de la experimentación con animales, es muy posible que un medicamen-to
funcione en ratas y no en humanos.
Además, cuanto más distan-cia hay entre los dos términos de la analogía, más se
debilita ésta.
Así, un medicamento que funcione en cerdos, puede que funcione en humanos, pero
uno que funcione en peces ya es más complicado que también funcione en humanos.
Ahora bien, la distancia que hay entre una casa y la totalidad del universo es la misma
que la que hay entre el arquitecto de una casa y el hacedor de la totalidad del universo
. Por ello, la distancia entre uno y otro hace que la analogía sea muy débil.
. Hacer esta analogía es precisamente atribuir características humanas a la divinidad,
es decir, rebajar su status de divinidad al de persona humana.
Establecer la relación entre un arquitecto y una casa es establecer una relación de
causa-efecto, donde el arquitecto es la causa y la ca-sa el efecto. Así, establecer una
relación entre el universo y su hace-dor es también establecer una relación de causa y
efecto.
Pero la relación de causa y efecto tan sólo puede establecerse a través la ex-periencia
de casos anteriores.
Cuando establezco una relación de causa-efecto entre un arquitecto y una casa lo
hago basándome en que he tenido experiencia, en otras ocasiones, de arquitectos
dise-ñando casas.
En el caso de la divinidad esto no es posible, porque nunca he tenido la experiencia
de cómo un hacedor de universos crea un universo;
primero, porque sólo hay uno
y, segundo, porque nadie que no fuera Dios estaría presuntamente allí en el momento
de la creación.
Además, el designio es sólo uno de los principios organizadores que hay en el universo. Hay
otros principios que crean orden, como pueden ser el de vegetación o germinación o incluso el
propio azar. Es posible que este mundo se haya creado por azar o por otro princi-pio que no sea
el del designio.
Así, el argumento del designio, mediante el cual afirmamos que el cosmos se ha creado
gracias a un sumo arquitecto, establece una posibilidad que no tiene por qué ser cierta en
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absoluto.
En conclusión
Los argumentos que prueban la existencia de Dios quedan por ello muy debilitados, si no
refutados a partir de la obra de Hume. Dado que no podemos demostrar a priori la existencia
de algo, los argumentos a priori sobre la existencia divina quedan invalidados, y dado que la
analogía es el más débil de los razonamientos, que no podemos aplicar la relación de causa y
efecto fuera de la experien-cia y que el principio del designio es tan sólo uno de los principios
que pueden explicar el orden en el universo, el argumento del designio queda muy debilitado,
si no refutado.
Es dificil pronunciarse sobre si Hume creía o no creta en Dios. Lo único que podemos decir
es que, según Hume, la filosofía no puede llegar a una prueba fehaciente de la existencia de
Dios; algo que no quiere decir que no exista, naturalmente, por lo que tampoco prue-ba su
inexistencia. Estamos una vez más ante la incapacidad de la razón y de la filosofía para
conocerlo todo.
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