%i Lunes 30 de Junio,de 1879» V * AÑO ÍV.~NÚM. 1097 Lviies. 30 de Í«ai«4e 1879. "'-"'^li*v II i í i i n q f\ < it»» III *!•*• S4?^. 'm i"i DIARIO dJgrélilCK) •y — : — - ' „•-'—v^yitj-^i •'.•«.., I •jj.iiiL.iiiii,",iiiii'•'•"'-^•^Mg " "' ' •• • 1 1 . . . . ^ PRECIOS J ) S STJSOEÍciON: EDICION'QHANDB: en Madrid, 12 rs. un mes.—En proTincias, tm trimestre 40 rs., remitidoa á ésta administración en libranzas del Giro mutuo, ó 40 ra. en sellos de comunicaciones. Este último medio está espuesto á extra» TÍOS sin certiflco."En la Isla de Cuba y Puerto-Rico, un trimestre 70 rs., satisfaciéndolo en esta administración; y 80 rs. en oro ó plata en casa de nuestros corresponsales en la Habana y Puerto-Rico. En Filipinas, un trimestre 80 rs. En el extranjero, un trimestre 18 francos, y 20 por comisionado. Números sueltos en la administración 1 real. Anuncio» 4 precios convencionitíea> /PTTNTOS DE SÜSGRICION: Administración en Madrid, caUe det Tai«o, n á a w o 18 duplieadoi bajo «tMNIgha, j «n h#pti»< ci¿áles librerías de la capital. En provincias, en las principales librerias q[ue son nuestros eMtespo&sálM. Xn la M«-daGhibt, D w Fniiro Rivera, callé de San Ignacio, número 50. En Puerto-Rico, B. Celestino Biax. Ba Manila, B. Osrvasie MMnij*, n ^ t a t » i» l^mprenta de Santo Tomás. En Bayona, librería de M. Lasserro. f: Pwa anuncios ex^anjeros én París, B. C. A. Saavedra, rué Taitbout, K . « I cia y población muy adiíta ni Cristianismo. Los mozárabes de aquella impjrtawto ciudad recibieron al hijo de Hafison con grande nbiló y pompa triunfal, aclamándole y reeonoeién^le.c^mo señor suyo y restaurador de la patria.' El caudillo espaiiol no te di ivaaeció por tan feliees sucesos; antes Ibien^ ^'^^''Ij ido tomar álguii rd; poso, entrTde uúeívo en í^a'^ el aultBir7T}ii&, aterrado con sus rfipetidoB re' accedió áe buen grado á cuanto le propuso el kfortnnado insurgen' te, y le confirmó en el mandoSe su provincia, |í«s esta especie de tregua fué d«; corta doracioa. Sin que sepamos el motivo, ello e$t qae Omar, dirigiéndose poco después á la camaTtodeAIgefiiras, doM« tenia muchos subditos y áhaw^aeometió al caudillo beréber Abñ Harb, vas^ltüdálelísüBO'del {mt1a|í, y se apoderó de la plaza fueftt^tSfodé reaidía. Sin embargo, ya por est* tiempo Omar podía atreverse á. mayores cosas, sia que bastase á imp^ dirlo todo el poder del sultsb,' harto quebrantado por el movimiento revolucioikrio que sacudía todos sus dominios. Apenas hubo «ii&Krca donde np se levantase algún caudillo poderw» en las distintas razas y parcialidades que dividkn la España sarracena; y aunque con diversa piíj«iaa, árabes y bereberes, mozárabes y muladíe.¿ todos se declararon independientes. ;;' No cabe en los estrechos línaites de este cuadro el. dar noticia circunstanciada ds-los efe forzados varones que intentaron estos alzqptíientos, ni de sus diversas empresas y hazañas^ ÉT^un contrajéndonos al partido verdaderamente ntóonal, ó sea la raza española, habremos de ser mXLJ concisos. En las provincias occidentales, a d ^ ^ del ya mencionado Alclialliqui, cuyo poder í b a ^ íiamínto, los muladíes presentaron dos jefes d^igraá vaUa: Abdelmelic ben Abilchawad, que se |toS coa Bega y su distrito, y Becr ben Yahya, bi^ieto de s n señor godü llamado Zadulfo, que. habi^^o levantado el estandarte español en Santa ISÉ^a d¿t. Osao^ba, boy Faro, fundó un considerabI|, señorío que tuvo por capital á Silves. En las Cuéntales, Baisam b^n Ishac se hizo dueño de la ccpLarctt de Tódmir, hoy reino de Murcia. En el cem^, y cUiado la mano & los heroicos mozárabes de Iplftdt), ^ alzaron varios caudillos, fortificándose ej^Hids^on, Oaracuel y otros castillos de la ÍIancha|sr 8J«rra Morena. Pero donde la insurrección nacioiMd túmó mayores proporciones fué en Andalucía,|esitre^ando de cerca á la misma corte y residencia <|B íoáeult%nes. En la acWárpSvíficia' de Jáife's? J%&a^<on': S^dben iBLu- resisteneia 4 Abderrahman III. 'Solicitó Grttar la alianza y apoyo de los Benu Cazi, imny pederoK)S á la sazón en la España del Norte; p^ro estbs^ príáeipes, más ambiciosos que españoles, estos renegados sia Dios, sia patria y sia i^, aov^lpi llama opresivamente un escritor de nuestros dias^ no teadie-^ ron una mano da auxilio 4 sa compatriota de la Bética, como hubieran podido hacerlo con gran medro de la causa común y nacional; antes por el eo'fttrárío, malgastaron locamente sus fuerzas ea combatir á los reyes de Leoa y de Navarra, á ios eeades de Í?aUares y de Barcelona. Taa desátefatáda se muestra la política caandp sólo "basca las grandezas t«rzeaales y ap trabaja por establecer ea la sociedad humana el reiao de Dios. ' Por tal nwnera, ea el siglo XVI muchas naciones crlStiaMas, BÍtwrrBKlliBppr lalter^faypcR-hwJWíwnbicioaes, abandonaroa ó coáibatieron á la magaáaima aacioa española, no permitiéndola llevar á cabo todas las grandes empresas que iateatabá en pro del Catolicismo y de la civilización. £1 caadiUo aadalnz suplió como pudo á la desléaltad y abandoao de sus compatriotas, concertaado alianzas con algunos caudillos árabes rebelados contra el saltan, y espeeialmeate con Ibrahim ben Hachág, que capitaneaba i los de Sevilla. A^ovechóse también de las reyertas y encarnizamiento coa que combatiaa entre sí los diversos partidos musulmaaes y los mismos árabes, divididos desde remota edad por irrecoaciliables odios de raza. Favoreciéronle, por último, las graves discordias y eacoaos que dividían á los príncipes de la familia real cordobesa, cuyas malas pasiones y desenfrenada ambicíoa no conocían lasos de sangre ni retrocedían ante Crimea- alguno. En el alcázar de Bobastro buscó un refugio, y allí se alistó bajo la bandera española el príncipe Mohammed, hijo mayor del sultán Abdallah y padre de Abdorrahmaa III; príacipe sin ventura, que algún tiempo después murió, en la flor do su juventud, bajo el puñal de su hermano Almutharrif, que deseaba suplantarle eñ el trono. F. J. SíMONBT. el art. 31 respecto de los álveos de las aguas pluviales. DE LOS ÁLVEOS Ó CAUCES DE LAS AGUAS, DE LAS RIArt. 34. Son de dominio público: BERAS Y MÁEGENEB, DB LAS ACCESIONES, DE LAS OBÍAS I." Los álveos ó cauces de los arroyos que nO'Se DE DEFENSA Y DE LA DESECACIÓN DS TERRENOS. hallen comprendidos en el artículo anterior. LEY DE A G U A S CAPÍTULO V. 2.° Los álveos ó cauces naturales de los rios en la De los álveos ó cauces, riberas, márgenes y accesiones. extensión que cabrea sns aguas en las mayores crecidas ordinarias. • Art. 35. Se entiende por riberas las fajas lateraArt. 28. El álveo ó cauce natural de las corrientes discontinuas formadas con aguas pluviales, es les de los álveos de los rios comprendidos entre el Continaacion el terreno que aquellas cubren durante sus avenidas nivel de sus bajas aguas y el que estas alcancen en ordinarias en los barrancos ó ramblas que les sirven sus mayores avenidas ordinarias, y por márgenes las zonas laterales que lindan con las riberas. Sólo podrán concederse para estos alumbramien- de recipiente. Art. 36. Las riberas, aun cuando sean de domiArt. 29. Son de propiedad privada los cauces á tos subterráneos, terrenos de dominio público cuya superficie ó suelo no haya sido concedido para obje- qae se refiere el artículo anterior, que atraviesan nio privado en virtud de antigua ley ó de costumbre, están sujetas en toda BU extensión y las márgenes to diferente, á no ser que ambos sean compatibles. fincas de dominio particular. Art. 30. Son de dominio público los cauces que en una zona de tres metros, ala servidumbre de uso En el reglamentoi para la ejecución de esta ley se público en interés general de la navegación, la flotaestablecerán las reglas qne deberán seguirse en los no pertenecen á la propiedad privada. Art. 31. El- deminio privado de los álveos de ción, la pesca y el salvamento. expedientes de esta clase de concesiones para dejar á salvo los aprovechamientos preexistentes, bien aguas pluviales, no autoriza para hacer en ellos Sin embargo, cuando los accidentes del terreno sean de público interés, bien privados, con derechos labores ni construir obras, que puedan hacer variar ú otras legítimas causas lo^exigiesen, se.ensanchará el curso natural de las mismas en perjuicio de ter- ó estrechará la zona de ^ t a servidumbre, concilianlegítimamente adquiridos. Art. 26. Los concesionarios de pertenencias mi- cero, ó cuya destrucción por la fuerza de las aveni- do en lo posible todos los intereses. neras, socavones y galerías generales de desagüe das pueda causar daño á predios, fábricas ó estableciEl reglamento determinará cuándo, cuqué casos y deB^aas, tienen la propiedad de las aguas halladas mientos, puentes, caminos ó poblaciones inferiores. en qué forma podrán jdterarse las dístañci&s marcaen sus labores mientras conserven las de sus minas da en este artículo. Álveos, riberas y márgenes de los rios y arroyos. respectivas^ con las limitaciones de que trata el Álveos y orillas de los lagos, lagunas ¿choreas. párrafo segtí^do del art. 16. Art. 32. Álveo ó cauce natural de un úx) 6 arroyo Art. 27. En t a prolongación y conservación de es el terreno que cubren sus aguas en Itó mayores Art. 37. Álveo é fondo de los lagos, lagunas 6 minados antiguos ^jjvigca de aguas, continuarán crecidas ordinarias. charcas es el terreno que en ellas ocupan las aguas guardándose las distájujias que rijan para su consArt. 33. Los álveos de todos los arroyos pertene- en BU mayor altura ordinaria. trucción y explotación éiv^pada localidad, respetán- cen á loa dueños de las heredades de los terrenos Art. 38. Corresponden á los dueños de las fincas dose siempre los derechos adquiridos. que atraviesan, con las limitafeiones que establece colindantes los álveos de los lagos, lagunas ó char- cas que no pertenezcan al Estado, á las provincia» ó los Municipios, ó que por título especial de dominio sean de propiedad particular. Art. 39. Las orillas de los lagos navegables que se hallen cultivadas están sujetas á la servidumbre de salvamento en caso de naufragio, en los términos establecidos en la ley de Puertos respecto de las heredades limítrofes al mar, y á la de embarque y desembarque, depósito de barcos y demás operaeiones del servicio de la navegación en los puntos que la autoridad designe. SAMUEL BEN HAFSON. CAPITULO III. Por esta conducta vemos que el caudillo andaluz,, intransigente con el mal, trabajaba más por la restauración de la patria que por su propio y personal engrandecimiento. Esta rectitud de principios parece más ¿sombrosa al considerar que Ornar tenia bajo su régimen|á cristianos y muslimes, y extendía sus alianzas y relaciones á hombres muy apartados entre sí por ideas religiosas y políticas. Ornar buscó su grandeza por el camino dertclio, y la encontró tan cumplida cuanto lo permitíanlas circunstancias del tiempe y entraba en los planes d«ra Providencia. Ayudóle marávillosameflte laTortuna, sacándole triunfante de los trances más apurados. De sus más terribles adversarios fué el príncipe cordobés Almondir, hijo y sucesor del sultán Mohammed. En la primavera del 886 marchó contra Ornar, que, con ayuda del partido español, acababa de entrar en Alhama, última plaza de la provincia de Reyya, en los confines de la de Elbira. Gracias á su fortaleza, al valor de su alcaide Háritz ben Hamdon, y sobre todo á la presencia de Omar, la ciudad de Alhama resistió por espacio de dos meses al ejército sitiador, que era numeroso y con mucho tren de guetra. Mas como se agotasen las provisiones. Ornar y Háritz acordaron evacuar la plaza, sacando á salvo la milicia española que la guarnecía. Puesto á su cabeza, Ornar salió atrevidamente y trató de abrirse paso entre la hueste sitiadora; mas después de un recio combate, en que hizo prodigios de valor y perdió mucha gente, tuvo que refugiarse en la plaza. Aunque lastimado por las muchas heridas que recibió en la pelea, Ornar sostuvo esforzadamente el cerco por algunos días más. Grecia empero el apuro de los sitiados, y Almondir, confiado y alegre, esperaba de un momento á otro rendir la plaza y cojer prisionero al caudillo español, cuando recibiendo aviso de que su padre el sultán acababa de morir, sin más detención levanta el cerco, regresando á la capital. Omar supo aprovecharse de tan feliz coyuntura. Con aires de vencedor salió de Alhama, no sin dejarla provista de guarnición y de víveres; marchó anioLOsamente hacíala provincia de Córdoba, recorrió con una legión escogida la sierra de Xeba y la comarca de Priego, tomó varios castillos y comuni«á »^ muchos el iaego de la insurseeotoa, cnjió abundantes presas en los pueblos que permanecían fieles al sultán, y envió mensajeros á todas las plazas situadas entro Bobastro y la costa, invitando á sus señores y alcaides para que abrazasen su causa. A cuya invitación, según nos cuentan las mismas crónicas árabes, todos respondieron favorablemente, reconociéndole como señor y aclamándole restaurador de la nacionalidad españela. Elevado Almondir al trono cordobés (en Agosto del año 880), hizo cruel guerra á Omar. El cual sin reposar un momento, recorría las vecinas comarcas de Elbira, Jaén y Priego, donde ya se agitaban grandemente sus compatriotas, cogía prisionero al gobernador de este distrito Abdallah ben Samáa, y llegaba con sus atrevidas escursiones hasta la ciudad de Cabra, á nueve leguas de Córdoba. En el año siguiente el sultán Almondir, por medio de sus generales, con crecidos escuadrones de caballería é infantería, desalojó á los españoles del castillo de Hisn Ánsar (Iznájar) y desbarató las avanzadas que Omar ben Hafson habia dejado en Lucena (año 887). En la primavera del 888 Almondir marchó en persona con formidable hueste, recobró algunos castillos que Ornar habia tomado en el distrito de Cabra, sojuzgó otros en el de Reyya, y acercándose al baluarte principal de la insurrección, lo atacó y combatió fuertemente por espacio de algunos días. Y como Ornar y su gente se defendiesen con grande entereza, haciendo mucho daño á los sitiadores, mandó Almondir que se talase y arrasase toda la campiña del contorno y se pusiesen estancias en las alturas y puntos convenientes para estrechar aquel cerco. Mientras se ejecutaban estos preparativos, el sultán se dirigió á la ciudad de Archidona con resolución de tomarla y escarmentar á sus habitantes por la mucha afición que profesaban FOLLETÍN al caudillo andaluz. Rindióse Archidona después de larga defensa, por la perfidia de algunos de sus moradores, que seducidos por el interés, cogieron alevosamente á su alcaide • Aixon y lo entregaron al sultán. Era Aixon un caballero español, tan aborrecido de los árabes cuanto estimado de los suyos por su extremado valor y arrojo, que rayaban en la temeridad. Confiando demasiadamente en su esfuerzo, que era proverbial, solía decir por burla y donaire: «Si me cojen que me crucifiquen, y que cuelguen un cochino á mí derecha y un perro á mi izquierda.» Premió Almondir álos traidores, según lo habia ofrecido, y mandó crucificar al bravo- alcaide según su propia indicación. El mismo castigo de la crucifixión sufrieron en Córdoba por mandato del sultaaios Eenu Mathroh y otros caudillos españoles cogidos á este tiempo en la sierra de Priego con los castillos que defendían. Animado por estos sucesos, Almondir volvió al cerco de Bobastro con firme propósito de sojuzgar el poderoso alcázar de la raza española. Empeñóle más en tan difícil empresa la pesada burla y mala pasada que le jugó el caudillo andaluz, fingiendo que iba á sometérsele, y apoderándose de cien acémilas que el sultán le envió para trasportar á Córdoba su familia y ajuar. Pero al cabo de cuarenta y tres días de apretado sitio y de continuos combates, Almondir murió en su campamento al pié de Bobastrd (el 29 de Junio de 888), á los cuarenta y seis años de edad y dos cortos de reinado. Su inesperada muerte (1) fué gran dicha para Omar y la causa española, que, según el cálculo de muchas personas entendidas de aquel tiempo, no hubiera podido resistir un año más á la resuelta é incansable persecución de Almondir. Tal fué, al menos, la opinión de los realistas entusiastas, mas no en verdad la del ejército que sitiaba á Bobastro; pues, según el cronista árabe de quien tomamos esta relación, apenas corrió la voz de que habia espirado Almondir, sus tropas, que consideraban aquel castillo como inexpugnable, se retiraron en dispersión, sin que bastase á contenerlos la presencia de Abdallah, hermano y sucesor del emir difunto. Observó Omar desíle sus alturas el movi;ítniento del campo enemigo, é informado de lo que en él sucedía, corrió con sus ágiles montañeses en persecución de un ejército, que, tan formidable poco antes, huía desbandado en dirección de Córdoba. Acometida la hueste real en pasos harto difícil'ds, dominados por sus enemigos, perdió muchos hombres, y los esjiapoles ganaron ricos dsspojoe.- Ad^aás^til-' C*ttcltHtrtmdalttB-«Scanzó la gloria de n o Píijrars^ sino á ruegos del emir Abdallah, por generoso respeto al tren fúnebre que conducía el cadáver de Almondir y bajo la promesa de no ser inquietado ni perseguido de allí en adelante. Omar no creyó sin duda en la sinceridad de tales ofrecimientos; mas queriendo sacar las ventajas posibles de la nueva situación, entró en tratos con Abdallah, allanándose á reconocer su autoridad' soberana y obteniendo en cambio el gobierno de la proviücia. Pero como el sultán, para asegurarle en el cumplimiento de lo convenido, le señalase un compañero en aquella gobernación, al cabo de pocos meses, el hijo de Hafson, mal avenido con tales trabas, volvió á declararse independiente. Marchó la vuelta de Córdoba, llegó con sus correrías hasta Ecijay Osuna, y sa animoso capitán Hafs ben Almorra desbarató cerca de esta plaza al general cordobés Abdelmelic ben Maslama. Con esto, Omar se atrevió á arrojar de la provincia de Reyya á Abdelwahháb ben Abderrúf, su consocio en el mando, y recobró su soberanía en «jwrf territorio. Indignado el sultán, marchó en la primavera del año siguiente (889) con una gruesa división en busca de Ornar, cercándole en su plaza de Bobastro. Pero el caudillo muladí, no solamente supo defenderla, obligando al sultán á retirarse, sino que, saliendo nuevamente á campaña, tomó á Estepa y Osuna, y coronó su expedición con un triunfo de mayor entidad. Fué así, que alentados por sus victorias, le llamaron y le abrieron sus puertas los españoles de Ecija, sede episcopal, capital de provin(1) Cuéntase que Almondir murió por maquinación de su hermano Abdallah, impaciente por sucederle, y por medio de una lanceta emponzoñada con que le sangró su cirujano. TÍTULO II. prdli^mis queridos nMareswtos; coBocién¿c>se, empero, que lastimaban su modestia excesiva ios -me' recidísimós etogios qae á su sabiduría, ktfttigable celo yacrisokda virtud wtttbittabaa. «Ficil'aeB ba sido n»&tt, ánaque breveo^ate, la velada á q^ue igics raferia»»; pero DOS recoaocentos del todo ins«fiQieates pm% dar una idea, «ii^io^ sea ligerisima, de las tiernas beUezas de que estaba sembrada la aotabnísima i|fl.provÍ8acioa con que'el ilnstrísimo señor Obispodídfin al acto. Hablea por nosotros las persoaas todas que tuvieroa la (llcha de oir délos autorizadoéI&bioBdelemiaeateFr'elado i los saludables consejoft %aft i toéos iáenlo^ y l|ur |átasiastes frases coa qae aaij^^^ft sa gnfmvf qaerida, pttra que ooatínaara3rmejorafft«i<^pr««a él camino d^« la vii^ud, asi CCMBI» la«ne»n1»dont s«aiállezcoa^QQ M ofreeié bumftdemeBl^ ««rri<|<v de sus hijos todos. Frases son aquellas qae so se repitea, B| mucho meaos se comentaa; sólo s« soatwi ea lo Intimo del corazón, chuyos latidos «penas 6ipi>díaa contener los generosos pechos del eateraeoido auditorio que, postrado de rodillas, recibid coa emoción profunda y agradecimiento sincero la Mlemas pastoral bendición y anmerosas iadalgeacíiás coa que tuvo la dlgaaciea de eariqueceraos. >La apiñada muchedumbre, cea el afaa d« íar nuevas muestras 4o su reqtetaoso catino al saato y sabio P r c ^ o , «ItfBCS le d ^ a ^ paso acudiendo presurosa á besar ú sagrado anulo, despidiendo per fin con atronadores vivas i sa sonería ilusirkómpt y suplicando al Todtogodéroso que conserve por dilftados años la preciosa existencia de su amantisimo Padre el Exemo. 6 limo. Sr. D. Pedro Colomer, y preclaro Obispo de esta diócesis.» Tambiea del Simamrio de Manrist: «Ayer (sábado) tuvo lugar ea el colegio Jft Saa ígaacio, dirigido jaor los Padées de la Compañía d% | Jesús, la solemne distribución de premios á los idaaiBOftinteraosyexteraostiaamá»seham distlBgoido por su aplieiQioay aprovechamiernto en la educacioa moral y ciQatiftB<k, que. reciben ea dicho establecimiento. íxemOB en, dSenumw^ áe Mmresa: »La tuBcion, preiádida 501 el ilustríaimo a«S«r «Correspoadibado a l a galaate invitación de la Obispo de la diócesis, y á la que asistió uaa auiaejunta directiva del Casino Mercantil, asistimos el do- rosa y escogida concurrencia, comenzó á las once y mingo último (se refiere al penúltimo) á la preciosa media de la mañana con u'h diiscurso preliminar, ea velada que la Juventud Católica de Manresa ofreció el cual el señorito Godina, con notable y oportuna al ilastrisime señor Obispo de la didcesis, quien É'e -«BtoiweÁoa y éáér^a, d«#io8ti^ é^piotMMttte qae dignó admitir el obsequio, honrándola coa va. dis- ««alai tíeücias y ártáltbdo lo Teaü« la k l x ^ o « tinguida presencia. dad;» recordando al electo, e a ^ ma5}i,o|jo1áro«'4*ddrilj^a 3£lAli«»t41Voii,íl»£.y M^mtiJW) l«o Bpau Hábil. »Prdviá'Ia vínla <1« svi s«aorla ihietrisima,«" «ÍÍAH tas h1«t¡Sílcos, el inttoio qa«*h« Jaef»» en Santistéban; Jair ben Xaquir, en Xodar; Ibn Bo- principio á la Academia, en la que tomaron parte zail, en Baeza, y Obaidallah ben Umeya, conocido los señores: reverendo Escorsell, Grabalosa, Balder- y certámenes diversos ejercieron en las civilizaciopor Ibn Axxália, en Somontán, Cazlona y otros cas. rain, Gibert, Sarret, Valles é Isant, Boxadé, Rovira, nes griega y romana, y el modo cómo la Iglesia catillos de aquella serranía. En laactual provincia de Esteve, Ferran, March, Valles y Pons, y un nutrido tólica, perfeccionando los conceptos del honor y de Granada, llamada entonces Elbira, se rebelai-on los coro de señores socios, ejecutando unos escogidas la gloria, elevó los ideales de las ciencias y de las Benu Chorch, ó hijos de Jorge, en el castillo de Ba- piezas de música vocal é instrumental, y leyendo artes á la esfera de lo sobrenatural. »Al brillante discurso del señorito. Ccdina, justacor, y en otros puntos otros ciiyos hec^hos mencio- otros científicas composiciones y bellísimas poesías, naremos oportunamente. En la actual provincia do que fueron todas justamente aplaudidas por los en- mente aplaudido por la cóhcurrencia, siguió la sinCórdoba, Said ben Walid ben Mastoná, señor de Lu- tusiasmados concurrentes que por completo llena- fonía de la ópera Guillei-mo Telt, maglstralmente ejecutada por la orquesta, bajo la acertada dirección que, ocupó las montañas de Priego con los fuertes ban el salón y galerías. de D. Mariano Valles, arrancando asimismo entucastillos de Acuto, Carcabuey, Riberas y Locubia. »Conocidas como eran ya de las personas que siastas aplausos. Finalmente, otros caudillos del propio linaje enarbo>Verificóife luego la distrlbat?ion de los premios & laron la bandera española en la provincia de Alge- acostumbran asistir á las veladas que periódicamenciras, hoy Cádiz, y en la de Pechina, hoy Al- te tienen lugar en aquel apreciable centro de fra- los alumnos en justa proporción t los mereciaiienternal y honesto esparcimiento algunas de las pie- tos de cada cual, y puede ya suponerse con cuánto mería. zas que formaban parte del escogido programa, aos gusto reeibirian los papáe de los premiados i sus Omar ben Hafson ajustó pactos de amistad y limitaremos ea hacer particular meacioa de la fes- queridos hijos, p a r a l a r eusus pechos «1 testimoalianza con muchos de estos insurgentes, sobre todo tiva poesía que de su fácil composicioa leyó, cok el nio de su aplicación y mérito. con los más allegados y vecinos. Besgraciadamente, gracejo y doaaire que le son propios, nuestro parti«Terminó el acto con una bella- cantata dedicada ésta unión no fué tan íntima, sincera y constante cular amigo el Sr. D. Pascual Esteve, debiendo ; á San Luis Qonzaga, dirigida por el distinguido como lo exigía la comunidad de origen y de íntere - auestra tosca pluma omitir todo calificativo acerca profesor D. Ruperto Belderraia, cuya iaspiracioa y ses, y como importaba á la restauración nacional. de la que ea otro lugar de este número insertamos, maestría soa biea aotúrias, y desempeñada admiFaltaba el vínculo monárqmoo, y sobre todo el de y cuyas bellezas y ternura sublime saborearán coa rablemente por los alumaosdcfla escuela de mostla unidad religiosa, quebrantado por la apostasía de placer nuestros habituales lectores. / ea; siendo de notar eaes^eei»! k pr«eisioa y soltauna porción muy considerable del sometido pueblo ra del señorito Sanra, la Apara de" voz y simpático »Mucho sentimos que esta poesía, que fué leída español. A diferencia de los cristianos mozárabes, acento del señorito Caldero, V- ^osé, y la elegancia con buena ebtonacioa por el Sr. Gibert, se hubiese que siguieron constantemente á Omar en buena y y hábil expresión con qa«#jM^rito S«rt, D. leaapreseatado como de autor anónimo, siquiera sospemala fortuna, los muladíes ó españoles islamizados ciseo, dijo naa preciosa áfia. Los «plauvos d^ iluslo volvieron la espalda en el infortunio; y se vio una chemos adivinar el nombre de taa modesto como trado coacurso dieroa fin 4 la fuacioó poco «atls inspirado vate. El egregio señor presidente se dig vez más que la fé religiosa es madre del patriotismo de las dos de la tarde. Sentimos qu^ el twitiútar aó felicitar á cada uno de los señores socios, cuancomo de las demás virtudes sociales. Uno de los aquella «d entrar ea preasa nuestro periódico, sos do, al terminar el desempeño de sus respectivos cocaudillos españoles con quienes más estrechó Iba impida dar más pormeaores de este acto, qae ai de metidos, tenian la honra do acwcarse á besar el saHafson fué el muladí Ibn Axxália, señor de Cazlona, uaa parte sirvió de poderoso estimula 4 los edaeaagrado anillo; manifestando muy especialmente su que casó una hija suya coa Chafar, hijo de Ornar; doB, proporcioaci al mismo tiempo ua rato de tiery sin embargo, Ibn Axxália maltrató á los mozára- aprolacion á cada una de las frases con que, en la nísimo solaz 4 las persoaas que 4 él asititieroa y del composición que le estaba dedicada, se consignaba bes de su territorio, y ¿fl el año 913 se sometió sin el cariñoso afecto y paternal amor que le anima en cual conservarán un muy grato recuerdo.» cesión especial, son de los concesionarios 4 no'isstáblecerse otra cosa en las condiciones con que i^quéHa se hizo. Art. 44. Cuando la corriente de un arroyo, tóríeate ó rio segrega de su ribera una poroioa conocida de terreno y la trasporta 4 las heredades fronteras ó 4 las inferiores, el dueño de laflnoaxiae orillábala ribera segregada coaserva la propiedad do Ifi ptíMkt^ de terreno trasportado. Art. 45. Si la porcioa coBoclda de terreno sefojgado de una ribera, queda aislad» en »l e4uM,'wteAccesiones, arrastres y sedimentos de ¡as c^ms. tiaúa perteneciendo incondicionalmente al du«So Art. 40. Los terrenos que fuesen accidentalrnen- del terreno de cuya ribera fué segregada. Lo mismo sucederá cu^do dividiéndose ua ño va. te inundados por las aguas de los lagos, 6 por íbs arroyos, rios y demás corrientes, continuarán siendo arroyos, circunde y aisle aguaos terrenos. propiedad de sus dueños respectivos. Art. 46. Lasislas, que^por sucesiva acumnla^oa Art. 41. Los cauces de los rios que queden aban- de arrastrea superiores, se w i formando eaiós "ñtrn, donados por variar naturalmente el curso de las perteaeeea 4 los daeñc» de las márgeads ú orilhts aguas pertenecen álos dueños de los terrenos ribe- más cereal^ á cada una, ó á las de ambui márgOBCS reños, en toda la longitud respectiva. Si el cauce si la tólfse hallase en medio del rio, dividiéndose abandonado separaba heredades de distintos dueños, entonces lougitudinalmente por mitad. la nueva línea divisoria correrá equidistante de unas Si una sola isla así formada distase de una mary otras. góB más que de otra, será únicamente y por coml^eArt. 42. Cuando UQ rio navegable y flotable, Va- to dueño snyo el de la margen más cercana. riando naturalmente de dirección, se abra un nuevo Art. 47. Pertenece álos dueños délos terrenos cauce en heredad privada, este cauce entrará eH el deminio público. El dueño de la heredad lo recobra- confinantes con los arroyos, torraijites, r|cw y lagos, rá siempre que las aguas volviesen á dejarlo ea seco, el acrecentamiento que reciban páulatipamente por ya naturalmente, ya por trabajos legalmente autori. la accesión ó sedimentación de las aguas.'Los sedimentos minerales que como tales se hubiesen de zados al efecto. Art. 43. LQS cauces públicos que,queden en se- utilizar, habrán^de solicitarse cotí airégló 4 lalógisco á consecueacia de trabajos autorizados por coa- laoisa de miaas.