“DISCURSO PRELIMINAR A LA CONSTITUCIÓN DE 1812” Agustín de Argüelles -- Madrid 1989 Este fundamental documento es útil para conocer las ideas madre y comprender el porqué de los contenidos de la Constitución gaditana. Fue redactado colectivamente y leído por Argüelles ante las Cortes gaditanas el 24 de diciembre de 1811. Aquél, de origen aristocrático, en Cádiz estaba próximo a Jovellanos y al Conde de Toreno, y en 1820 fue Ministro de Gobernación, implicado pues en la represión del pueblo. La primera preocupación del “Discurso Preliminar” es probar que el Texto de 1812 es conforme a “los diferentes cuerpos de la legislación española” preexistente, para acallar a quienes la presentaban como calco servil de la Constitución de EEUU de 1787 y, sobre todo, de la francesa de 1791. Para ello lo hace continuador de las leyes “de Aragón, de Navarra y de Castilla”. “Olvida” así la actividad legislativa popular, manifestada en muchos cientos de fueros y cartas pueblas, elaboradas y promulgadas por los diversos concejos abiertos entre los siglos IX al XIII. Sólo se refiere a las leyes que hacían las Cortes de los reinos peninsulares, en las que el pueblo es presentado al final de los supuestamente dotados de poder legislativo, en una frase de antología, “el rey, los prelados, magnates y el pueblo”. Pero hasta los siglos XIII-XIV, el pueblo había sido el primero y principal en hacer leyes. Cita los antecedentes de la Constitución de 1812, y aquí acierta: el Fuero Juzgo visigodo, esclavista, patriarcal, oligárquico, totalitario y rabiosamente antipopular. Las Partidas, obra aciaga de un déspota llamado Alfonso X contra las cuales se alzó el pueblo. El Fuero Real, del mismo sujeto coronado, rechazado por todas las villas y ciudades a la que fue enviado. El Ordenamiento de Alcalá, de 1348, que es un golpe de Estado contra el poder concejil, comunal, popular y consuetudinario dirigido por el tiránico Alfonso XI. La Nueva Recopilación, realizada por mandado de un déspota brutal, Felipe II. Sí, tales son los precedentes de la Constitución gaditana. ¡No hay ni una sola referencia al derecho consuetudinario y a su plasmación, los fueros municipales y cartas de población! Eso prueba el desprecio y odio al pueblo que movió a los jerarcas reunidos en Cádiz y la naturaleza antipopular de la Constitución. Se trata de una interpretación de nuestra historia en que la verdad es traída por los pelos. En ésta el pueblo o no existe o es mero comparsa de los poderosos. Es un enfoque sectario, rencoroso, clasista y que falta por completo a la verdad. Así siguen haciendo la historia los profesionales académicos hoy, con muy pocas excepciones. Éstos son quienes se están encargando de los contenidos en los fastos del Bicentenario. Sigamos. El colonialismo de Argüelles se hace racismo al tratar de los “originarios de África” que pueblan las colonias españolas en América. Tras decir unas palabras sobre “el sistema feudal” que, según él, existió entre nosotros, pasa a loar “las antiguas Cortes de España”, empeño extravagante pues cuando tales existieron no existía “España”, que es una creación artificial de la Constitución de Cádiz, además de conocerse muy mal lo que fueron las Cortes de los diversos reinos en sus orígenes. Argüelles repite una y otra vez, sin probarlo, que la Carta gaditana realiza “la libertad política y civil”. Y es cierto, pero para las elites del poder. Éstas tienen con aquélla omnilibertad, mientas el pueblo, los pueblos, padecen con ella privación de la libertad de conciencia, política y civil. Tal se manifiesta en el aserto de que “la potestad de hacer las leyes corresponde esencialmente a las Cortes”, esto es, al parlamento, cuando en una sociedad libre eso es tarea exclusiva del pueblo organizado en asambleas omnisoberanas. Discursea sobre “la igualdad legal de los españoles”, pero ¿son iguales los dominantes y los dominados, los mandantes y los mandados?, ¿pueden ser iguales quienes forman el Estado y quienes son parte del pueblo? En la sección “El gobierno de los pueblos” ignora lo más importante de la vida política de su época en los espacios rurales, donde habitaba el 90% de la población, el concejo abierto, que propone sea sustituido por los ayuntamientos. No se priva aquí de hacer un poco de demagogia. Con la apología del “interés personal” rinde pleitesía al capitalismo que las Cortes y la Constitución de 1812 hicieron llegar a la fase adulta. Finalmente en la sección dedicada al ejército y las milicias (se refiere a la criminal Milicia Nacional) está indicando quién posee el poder real y quién se beneficia ante todo del proyecto gaditano, al crear un régimen militarista, hipócrita y velado es verdad, pero no por ello menos real. Lo completa con una referencia a “la educación pública”, vale decir, al adoctrinamiento de la población en lo que interesa al Estado que la gente crea. Loando la “Constitución liberal” en elaboración termina Argüelles su alegato. Su voz es la del ejército y la Armada, la del alto clero, la de los magnates y altos funcionarios, la de los adinerados, la de los grandes propietarios de las colonias. No la del pueblo, no la de los pueblos.