EL PERDON EN LA SOCIEDAD DE HOY - Cómo lograr reconciliación y unidad en medio del resentimiento y la división Por Jorge Guldenzoph La historia de la humanidad ha sido una historia de dolor y sufrimiento. Para la tradición judeo-cristiana y para otras tradiciones religiosas la causa de eso radica en que el hombre se separo de Dios desde el comienzo mismo de la vida humana. Al separarse de Dios los seres humanos nunca pudieron ni verse, ni amarse, ni servirse, ni tratarse unos a otros como lo que son, hermanos. Por ello vemos en el Antiguo y Nuevo Testamento que los dos grandes mandamientos son amar a Dios y amar a nuestro prójimo. En particular el siglo XX ha sido marcado por las guerras mundiales, los holocaustos ocasionados por el nazismo y el comunismo, centenares de guerras civiles como resultantes del conflicto ideológico de la Guerra Fría, terrorismo y dictaduras, y conflictos raciales, tribales y sociales, entre otras tragedias que hemos presenciado. El aumento de problemas sociales ha hecho crecer resentimientos y enconos de topo tipo. Violencia, crimen, injusticias y abusos diversos separan diariamente a los seres humanos y plantan la semilla de resentimientos que se pasan de generación en generación. Los conflictos más básicos, que son los que suceden en el seno de la Familia, han creado odios y enconos entre hombres y mujeres y entre padres e hijos. Cuando hay resentimientos y odios, muchas veces ocultos debajo de la superficie, las relaciones sociales no prosperan y con facilidad el “veneno” del resentimiento y los deseos de venganza inunda todo. Como se dice en el Antiguo Testamento, en el Libro 2 de Samuel, “Mas Absalon no hablo con Ammon ni malo ni bueno; aunque Absalon aborrecía a Ammon...”. Hay diversas maneras de reaccionar ante las ofensas y los daños que otros nos ocasionan. Una que todos sabemos es la venganza. La venganza puede ser pasiva, guardando nuestro dolor en silencio y escondiendo nuestra amargura y nuestro deseo de revancha. Puede ser activa, respondiendo al mal que se nos ha cometido con otro mal, igual o mayor. Cuando hay una relación fracturara que reparar siempre las dos partes deben cumplir su responsabilidad. El mal que uno comete contra otro no justifica ni evita que el agredido devuelva mal por mal ni sea carcomido por el odio. La contrapartida del arrepentimiento (todos tenemos algo de que arrepentirnos) es el perdón. Las consecuencias de no poder perdonar son generalmente mucho más graves que el daño que nos ocasionó el hecho o los hechos que causan nuestro resentimiento. Mientras en el primer caso somos víctimas inocentes en el segundo caso somos nosotros los que optamos por un camino dañino para nuestra vida y para nuestro espíritu. Las consecuencias de no poder perdonar son muchas. Una herida que no cierra y no se cura se convierte en causa de una amargura permanente. Se levanta un muro dentro de nosotros, que evita, por temor a ser nuevamente heridos, desarrollar relaciones sinceras y profundas. Tenemos una permanente desconfianza a ser traicionados. La dureza que adquiere nuestro corazón nos hace insensible a los demás y extremadamente sensibles a la situación propia (“todos están contra nosotros” pensamos), generando una autocompasión. La falta de la capacidad de perdonar genera también falta de visión. Nos convertimos en personas “ciegas”. Aunque las cosas están frente a nuestros ojos el estado de conflicto de nuestro corazón, generado por el resentimiento y por el odio, no nos permite ver con claridad convirtiendo así lo fácil en difícil. El acto del perdón es uno de los más profundos actos de amor, donde no sólo el ofendido perdona al ofensor sino donde el ofendido mismo se libera y crece espiritual y moralmente. En general el ofendido se niega a perdonar al ofensor si este no empieza pidiendo perdón. Pero el perdón, como Jesús y muchos santos en la historia lo han mostrado, es la más grande victoria del ofendido sobre el ofensor porque muestra la grandeza de aquel y enseña mediante el ejemplo lo que esta bien y lo que esta mal. Las razones para no perdonar pueden ser también varias. Puedes ser que escogemos racionalmente no perdonar; por celos y envidias; por falta de entendimiento sobre la verdadera naturaleza de los seres humanos como “hijos de Dios” y como “hermanos” entre sí; por una actitud vengativa o por temor a que el ofensor cometa nuevamente el mismo acto. Frente a la alternativa de perdonar o no perdonar uno no debería dudar. Aunque en el momento el perdonar es difícil y corremos el riesgo de sufrir nuevos abusos las consecuencias de no perdonar tienen un contenido mucho más negativo en nuestra vida espiritual eterna y en nuestros descendientes quienes aunque no lo entendamos reciben el influjo negativo de nuestros odios y resentimientos. Lo que una generación no resuelve la otra deberá hacerlo. Los problemas que eran entre padres se convierten en problemas mayores entre hijos, y lo de los hijos entre nietos y así en una espiral en la que nadie gana y todos pierden. Si queremos vivir en un mundo de paz y armonía, vivir como un familia mundial unida más allá del color de piel, nacionalidad, cultura, religión, condición social, debemos saber que la reconciliación es imprescindible. Reconciliación exige que todos nosotros, no solo seamos capaces de arrepentirnos de nuestros errores, sino también, de perdonar los errores de los otros. Debemos escoger perdonar por el beneficio espiritual y moral de uno mismo y por amor al otro; por liberarnos de los sentimientos y deseos de venganza; por que si no perdonamos a otros no tenemos derecho de exigir perdón para nuestros propios errores; por que nosotros también hemos ofendido a otros; y por que todos los seres humanos tienen la capacidad de cambiar y ser mejores. Para quienes creemos en Dios sólo cuando el amor de Dios puede entrar en nuestros corazones y nuestras vidas tenemos la fuerza espiritual de perdonar e ir más allá de cualquier ofensa y dolor. Por eso una de las características más elevadas del espíritu humano es su capacidad de expresar tanto arrepentimiento como perdón. Y que un fin moral nunca justifica un medio inmoral.