Nueva Cronica 100

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CULTURA y POLÍTICA / Publicación del Instituto PRISMA y PLURAL editores / Nº 100 / 2da. quincena de febrero 2012 / Bs 5
Nuestra crónica del proceso de cambio:
Cuatro años de crónicas paradojas
Con este número 100 de Nueva Crónica –y buen gobierno– cumplimos cuatro años y cuatro meses de análisis del proceso boliviano,
reflexión sobre la escena internacional, reseña de la producción literaria, crítica cinematográfica, exposición plástica y una pizca de humor.
Una tarea nada sencilla en tiempos de autismo ideológico y autoritarismo político poco favorables para la reforma democrática
del Estado y el debate plural de las opciones de futuro que demanda Bolivia.
Contrapuntos
Alfonso Gumucio Dagron: Los 100 de Nueva Crónica, 4
Carlos D. Mesa Gisbert: Los héroes que vos matáis, 5
Fernando Mayorga: Máscaras y marchas, 6
Daniela Espinoza M. Bolivia, la OEA y el mar: 33 años
después, 7
Gonzalo Rojas Ortuste: La nación boliviana debe poder
expresarse en el censo venidero, 8
Cecilia Salazar de la Torre: El mestizo, ese sujeto
pragmático y utilitarista, 9
Debate
Roger Cortéz Hurtado: La consulta póstuma y el secreto del
TIPNIS, 10-11
Gustavo Fernández Saavedra: 2012. Tendencias
económicas y políticas, 12-13
Juan Antonio Morales: A tres años de la Nueva Constitución
Política del Estado, 14
Hugo Rodas Morales: Faltar a la verdad, 15
Carlos Crespo Flores: La movida libertaria en la revuelta del
TIPNIS, 16-17
H. C. F. Mansilla: La concepción del buen vivir en la
ideología gubernamental boliviana, 18-19
Juan Carlos Salazar: El reino por un clavo, 19
Franz Xavier Barrios Suvelza: ¿Qué es un Estado
constitucional?, 20-21
Oscar Vega Camacho: La sociedad en movimiento: política
constitucional, 21
Zygmunt Bauman: Estado-nación y patriotismo, 22-23
Fernando Mires: Venezuela, hacia la victoria decisiva, 25
Cultura
Matthias Preiswerk: Contrato intercultural, 23
Jorge Luna Ortuño: Nueva Crónica de la Plaza 24 de
Septiembre, 24
Mauricio Souza Crespo: Manifiesto: Huyendo de la sala al
living, 26
Artista invitado: Lorgio Vaca
Los 100 números de
Edición en cuatro volúmenes para coleccionistas
Librería La Paz: Rosendo Gutiérrez 595 esq. Ecuador
Tel. 2411018 / Casilla 5097 / email:plural@plural.bo
Librería Cochabamba: Nataniel Aguirre Nº 354 / Tel. 4511547 / Santa Cruz: Tel. 72168839
/3
editorial
2da. quincena de febrero 2012
Crónica de nuestras cien primeras crónicas
E
Consejo editorial:
Joan Prats (†)
Fernando Mayorga U.
Horst Grebe López
Juan Carlos Salazar
Director:
José Antonio Quiroga T.
Instituto PRISMA
Calle 21 Torre Lydia Piso 2 Of. 201, Calacoto
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Plural editores
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ISSN: 1996-4420
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pasados de la revista pueden ser
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serán sometidas a la consideración
del Consejo Editorial
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l primer número de Nueva Crónica –y buen gobierno– apareció en octubre de 2007. Desde el primer momento, y
como aporte a la reforma constitucional en ciernes, se
publicaron en sus páginas decenas de artículos con propuestas sobre el régimen autonómico, el rediseño de las instituciones del Estado en clave intercultural, el aprovechamiento
soberano de los recursos naturales o el reconocimiento de los
derechos colectivos de los pueblos indígenas, así como advertencias sobre las
irregularidades cometidas en el proceso
de elaboración y aprobación del nuevo
texto constitucional que luego el gobierno desconocería una y otra vez, según las
conveniencias políticas del momento.
El número 100 de Nueva Crónica –y
buen gobierno– aparece cuatro años después, tras la convocatoria gubernamental
a una “consulta previa, libre e informada” a los pueblos indígenas del tipnis,
que recientemente marcharon hasta La
Paz –justamente por no haber sido consultados previamente– y consiguieron
hacer aprobar una ley que prohíbe continuar con la construcción de la carretera
que atravesaría su territorio. La decisión
gubernamental viola varios preceptos
constitucionales y legales que hacen que
la consulta no sea previa (la carretera ya
está en construcción), ni libre (la consulta la administrarían funcionarios de dos
ministerios sin el consentimiento de las
organizaciones indígenas del tipnis), ni
informada (no existe, entre otros requisitos, el estudio de impacto ambiental), ni
de buena fe (la negativa a la construcción
de la carretera implicaría la prohibición de cualquier actividad
productiva en el tipnis).
En el arco que describen ambos momentos, Bolivia ha
vivido un proceso de reformas cuyas principales características son la ampliación de las bases del poder político mediante mecanismos irregulares de mediación entre el Estado y la
sociedad y el cambio de elites: ahora son otros los que ejercen
el poder, aunque hagan básicamente lo mismo, sólo que con
menos apego a la ley. Con un agravante: nunca el país dispuso
de tantos recursos económicos y políticos para encarar una
verdadera reforma del Estado, cuyo acompañamiento crítico
fue uno de los objetivos de Nueva Crónica. Esa oportunidad
parece haberse extinguido: la pérdida de rumbo estratégico, el
agotamiento programático y la incapacidad o desinterés para
construir las instituciones que requiere el país son indicadores
del extravío del “proceso de cambio” que tantas esperanzas
despertó durante el primer gobierno de Evo Morales.
A los editores de esta revista les habría gustado poder ofrecer a lo largo de estos años una Pequeña crónica de grandes días
como Octavio Paz describió la transición del régimen soviético
al nuevo orden mundial, haciendo eco, a su vez, de los Grandes
anales de quince días que compuso Quevedo casi cuatro centurias
antes. Pero hubo muy pocos gestos de grandeza en toda esta
transición y muchos hechos que nos recuerdan más bien el regreso al tiempo de las cosas pequeñas, como llamó Sergio Almaraz
al periodo regresivo de la Revolución nacional.
En las páginas de Nueva Crónica se han publicado decenas de entrevistas a personalidades nacionales y extranjeras
y también un sinnúmero de crónicas sobre temas relevantes
de la agenda pública nacional. Por la fuerza de las circunstancias, y por lo que Zavaleta Mercado llamó la “fidelidad a
los hechos”, en muchas ocasiones se tuvo que denunciar la
impostura, el abuso de poder y el desperdicio de una opor-
tunidad histórica de reforma del Estado y la sociedad. Es justo recordar, sin embargo, que la mayoría de esas críticas han
sido, sobre todo, una defensa de los principios republicanos;
de los procedimientos y valores democráticos; de las normas
más elementales del buen gobierno; del pluralismo de ideas y
de la libertad para expresarlas.
En efecto, la República –proscrita en los hechos por el
actual régimen– aspiró siempre a ser
el gobierno de las leyes como superación
histórica del despotismo autocrático; la
democracia se pervierte cuando rige la
tiranía de las mayorías convertidas en
clientela partidaria; la libertad de expresión sucumbe cuando se impone el monólogo oficial, la anorexia intelectual y el
autismo ideológico; y la gestión pública
se ahoga cuando impera el cuoteo corporativo de la administración estatal, como
sucedió antes con el cuoteo partidario. La
igualación de todos hacia abajo –que es
adonde nos conduce un liderazgo motivado hasta cierto punto por un resentimiento confuso– es otro de los rasgos del
actual proceso.
Debido a esta percepción de los hechos, la posición de Nueva Crónica fue
inevitablemente incómoda, minoritaria y
frecuentemente mal comprendida. Si la
revolución es la fiesta de la plebe –aunque ésta
no sea propiamente una auténtica revolución– fuimos aguafiestas porque preferimos
la independencia política y la autonomía
intelectual a la adscripción festiva y conservadora a los nuevos dioses oficiales.
El espíritu crítico de Nueva Crónica
hizo suya la advertencia que Edgar Quinet le dedicó a los revolucionarios franceses en 1865: “Se ha hecho la crítica del
entendimiento y de la razón, ¿diréis que la hicieron los enemigos de la razón humana? Del mismo modo, si yo hago la
crítica de la Revolución, señalando sus errores y limitaciones,
¿me acusaréis de ser un enemigo de la Revolución? Si el espíritu crítico hoy examina sin tapujos los dogmas religiosos y los
Evangelios, ¿no es sorprendente que se pretenda suprimir el
examen de los dogmas revolucionarios y el del gran libro del
terrorismo? En nombre de la Revolución se quiere extirpar el
espíritu crítico. Tened cuidado: así acabaréis también con la
Revolución”.
Nueva Crónica combinó el seguimiento de las desventuras
de la coyuntura política nacional con reflexiones sobre los vertiginosos e inciertos cambios que experimenta el mundo y el
debate de las ideas. Asimismo, ofreció una mirada amplia a la
producción literaria de nuestro país, a la crítica de las artes y a la
memoria histórica. En este orden de cosas, es preciso destacar
la difusión de una selección de la obra de cerca de un centenar
de pintores nacionales. Esta combinación de “política y cultura” como reza nuestra presentación institucional, nos permitió
sobrevivir a la intoxicación o la vanidad a la que puede conducir
la marcha separada de esos dos ámbitos vitales.
Llegar al número 100 de esta revista fue posible gracias a
la colaboración desinteresada de centenares de escritores y la
fidelidad de nuestros lectores dentro y fuera de Bolivia. Entre ellos, hay que recordar a Joan Prats y a José Mirtenbaum,
cuya inspiración nos acompaña aún hoy. A todos nuestros colaboradores les debemos el mérito de sostener este modesto
esfuerzo que parece más orientado a la posteridad que a la
actualidad. Y como toda cifra redonda, este número 100 bien
puede servir como una renovación del compromiso que originó este emprendimiento.
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contrapuntos
2da. quincena de febrero 2012
Los 100 de Nueva Crónica
Alfonso Gumucio Dagron*
Ni las presiones, ni los ataques han hecho que Nueva Crónica modifique una conducta independiente y crítica, ajena a intereses
de grupos empresariales o políticos.
N
o todo está patas arriba, hay
cosas que abren espacios de
esperanza. En un país donde
la mayoría de las revistas de
análisis político ha padecido el síndrome “Año 1, Número 1”, es una gran
satisfacción que Nueva Crónica y Buen
Gobierno, editada conjuntamente por el
Instituto Prisma y Plural Editores, haya
alcanzado su número 100.
Hay proyectos soñadores, y este es
uno de ellos. Hay propuestas cuyo fundamento es la ética, y esta es una de ellas.
Estamos hablando de una revista que
cada quince días ofrece análisis profundos, seriamente documentados y valientes sobre la realidad boliviana e internacional, a través de artículos escritos por
colaboradores de diferentes orientaciones ideológicas y políticas, entre los que
me precio de estar. La revista, además de
su contenido del más alto nivel, está estupendamente diseñada e impresa.
Ensimismados o sumidos en la faramalla de la política local, pocos en Bolivia
le dieron la bienvenida. El primer número de Nueva Crónica nació el 11 de octubre de 2007, con un editorial de Horst
Grebe y una nota de presentación en la
que los editores afirman que la revista “aspira a construir una corriente de opinión favorable a las reformas políticas
e intelectuales que demanda la sociedad boliviana a inicios del Siglo xxi y
apues­ta por un renovado diálogo de
saberes destinado al buen gobierno
de la sociedad y de las personas”.
“Nueva Crónica desea sumar, con
su identidad y estilo propios, sus esfuerzos e iniciativas al fortalecimiento de la
democracia y las libertades ciudadanas.
Nos ins­piran los valores del pluralismo
político, la tolerancia y el diálogo intercultural, así como el ejercicio de la comunicación de alta calidad profesional
y ética, reforzada con análisis y opinión
independientes sobre temas nacionales y
del mundo”, decía Grebe en su editorial.
En la trayectoria de Nueva Crónica
ha habido una voluntad permanente de
acompañar de manera crítica el proceso
de cambio social que se vive en Bolivia,
señalando las inconsistencias y las arbitrariedades que desde el gobierno conspiran en contra del Estado y de la ciudadanía, cuando se olvida que los procesos
son resultado de una construcción colectiva y democrática, donde todos los
actores sociales deben tener cabida.
El camino de quienes luchan por el
derecho a la comunicación y por la libertad de expresión es accidentado. El
empecinado posicionamiento de Nueva
Crónica en defensa de los derechos ciudadanos, reclamando coherencia en el
ejercicio del poder y transparencia en
las instituciones del Estado, ha provocado no pocas veces reacciones airadas
de quienes se han sentido desnudados y
expuestos a la opinión de los bolivianos.
Pero ni las presiones, ni los ataques han
hecho que Nueva Crónica modifique una
conducta independiente y crítica, ajena
a intereses de grupos empresariales o
políticos.
Desde el número inicial se establecieron las características que aún hoy,
casi cinco años después, son parte del
sello característico del quincenario: entrevistas, debates y comentarios sobre
política y sociedad, reseñas de libros, y
las secciones “Contrapuntos”, “Artista
invitado” y “La otra orilla”. Las preocupaciones principales se expresaron desde
un inicio: democracia y libertades, relaciones internacionales, integración, cultura, medio ambiente, entre otras.
La revista ha publicado textos originales de análisis sobre Bolivia de importantes pensadores, como Joan Prats
(†), Fernando Mayorga, Horst Grebe
López (los tres miembros del Consejo
Editorial), José Antonio Quiroga (actual director de la revista), Roger Tuero,
Ignacio Mendoza, Javier Medina, José
Mirteanbaum (†), Jimena Costa, Gustavo Fernández, Luis Oporto Ordóñez,
Gloria Ardaya, Gonzalo Rojas Ortuste,
Carlos Hugo Laruta, Daniela Espinoza,
Xavier Albó, Hugo Rodas, Freddy Zárate, Diego Ayo, H.C.F Mansilla, Leonardo García Pabón, Roger Cortéz, Jorge
Luna Ortuño, Edgar Cadima, Fernando
Molina, Juan Antonio Morales, y Mauricio Souza entre otros.
También ha ofrecido sus páginas a
actores políticos y sociales como Carlos
Mesa, Juan del Granado, Víctor Hugo
Cárdenas, Jorge Lazarte, Felipe Quispe,
Samuel Doria Medina, Álvaro García
Linera, Loyola Guzmán, Filemón Escobar, Antonio Peredo, Carlos Romero y
varios más.
El itinerario ha sido hasta ahora
estimulante y creativo. Tengo la fortuna de haber estado vinculado a Nueva
Crónica desde antes que saliera a la luz,
cuando todavía se discutía el nombre
que llevaría la publicación, y he colaborado con ella desde el segundo número,
37 veces, con artículos sobre temas políticos y culturales, en su mayoría referidos a Bolivia.
Como lector, disfruto cada nuevo
número de la revista, y no menos que los
textos, las ilustraciones. Nueva Crónica
convirtió sus páginas en una galería de
artistas plásticos bolivianos contemporáneos (y unos pocos de otros países),
desplegando en cada número una muestra personal, a la manera de exposiciones
retrospectivas.
Desde el primer número, que contó con imágenes de la obra de Juan Ortega Leytón, hasta el más reciente, que
exhibe la obra de Lorgio Vaca, la galería
pictórica de Nueva Crónica es un valor
añadido a la revista, no una simple deco-
ración. Por sus páginas han pasado todos los grandes de la pintura boliviana,
sin excepciones, y también la mayoría
de los talentos más jóvenes. A veces me
pregunto cómo hacen los editores de la
revista para seguir encontrando nuevos
valores en la plástica del país. La selección ha incluido algunas veces fotógrafos, y en esa medida me ha tocado exhibir mi serie Muros que miran, publicada
en el número 57 de la revista.
Finalmente, para quienes no viven
en Bolivia o no tienen oportunidad de
encaminar sus pasos hacia las librerías
de Plural Editores en La Paz o en Cochabamba, Nueva Crónica es también
una excelente manera de enterarse sobre
la producción de libros en Bolivia y en
particular en la editorial que dirige José
Antonio Quiroga. Además de las reseñas
breves o largas sobre los nuevos libros,
la revista recoge páginas de avisos con
las portadas de las colecciones de Plural,
que publica un centenar de títulos nuevos cada año, algo realmente asombroso
en un país como Bolivia.
* Periodista y escritor.
2da. quincena de febrero 2012
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contrapuntos
Los héroes que vos matáis…
Carlos D. Mesa Gisbert*
Cada tiempo edifica sus héroes, los inventa o los reinventa. Periódicamente levanta monumentos nuevos sobre los escombros
de las viejas estatuas que ha dinamitado.
L
a construcción de una “nueva”
historia es tarea obligada de todos quienes creen encarnar un
gran proceso de transformación
y lo quieren consolidar en el largo plazo. La historia es, en muchos sentidos,
la construcción de imaginarios colectivos fundamentales como columna del
poder.
Los dueños del presente definen
así, de modo arbitrario, cómo quieren
leer el pasado, qué quieren recoger de
él, cuáles creen que son los pilares que lo
sustentan y cuáles las fuentes de las que
quieren beber. Esos dueños ilusorios del
tiempo creen que podrán transformar
el futuro a su antojo. Para hacerlo les es
indispensable reinventar el pasado, moldearlo a su imagen y semejanza.
Pero la historia es también, como
decía Octavio Paz, una superstición: “es
preciso desconfiar de la historia y aprender a pensar con sobriedad”.
Cada tiempo edifica sus héroes, los
inventa o los reinventa. Periódicamente
levanta monumentos nuevos sobre los
escombros de las viejas estatuas que ha
dinamitado. Manuel José Cortés escribió a mediados del siglo xix que “la esclavitud no tiene historia”, pretendía con
esa frase lapidaria borrar de la memoria
trescientos años de pasado colonial. Allí
están esos trescientos años, imborrables.
En 2006 los émulos de Cortés, por razones bien distintas a las del historiador,
escribieron en el nuevo texto constitucional “Dejamos en el pasado el Estado
colonial, republicano y neoliberal”. Lo
que realmente quisieron decir es “Dejamos enterrados…”.
Está claro que un Presidente que
lleva ya más de seis años conduciendo
el país (el octavo mandatario de nuestra
historia con más tiempo en el mando),
apuesta por dejar un legado que haga
perenne su paso por el poder. Si a esto
sumamos su obsesión por el cambio, por
lo nuevo y por la mitificación de la palabra Revolución como sinónimo virtuoso de transformación de una sociedad,
podremos entender fácilmente la necesidad que tiene de reescribir la historia,
de “moldear” el pasado, de construir una
nueva superstición histórica.
Recordemos además que esta ilusión no es nueva, la ensayaron ya quienes forjaron la independencia del país,
quienes construyeron el Estado liberal
oligárquico (en el que están inmersos
conservadores, liberales y republicanos), quienes hicieron la Revolución de
1952 y, de un modo más integral, quienes administraron la democracia desde
1982.
La ruptura con el pasado colonial
español vino acompañada de la erección
de un panteón de héroes. Las figuras
estelares de ese olimpo fueron dos próceres extranjeros, Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. Ambos llegaron a
la nueva Nación con “mesa puesta”. El
imperio hispano ya se había desmoronado en Ayacucho en diciembre de 1824.
La página se volteó cuando el último
realista atrincherado en los Andes, el
Gral. Pedro Antonio de Olañeta, perdió
la vida en un absurdo motín en Tumusla
el 1º de abril de 1825. Sucre y Bolívar
hicieron algo fundamental, permitir que
Bolivia escogiera ser Bolivia sin más
sangre (ni con Lima ni con Buenos Aires como definió José Luis Roca). Por
eso los dos venezolanos se apropiaron
del panteón patrio de modo casi exclusivo. Sus imágenes omnipresentes nos
acompañan en todas partes, como deidades protectoras. Ni siquiera el mas se
atrevió a sacarlos completamente de escena. Durante los años posteriores cada
región del país edificó su altar. A Murillo
en La Paz, a Warnes en Santa Cruz, a
Pagador en Oruro, a Zudañez en Chuquisaca.…Consecuentemente, la guerra
de la independencia se transformó en el
corazón de nuestra historia.
Al despuntar el siglo xx, el Estado liberal buscó afirmarse, igual que en
1825, a partir de la visión maniquea de
los buenos y los malos. Arguedas tomó
la posta y estigmatizó, demoledor, todo
un periodo. Le perdonó la vida a medias a los grandes organizadores: Santa
Cruz y Ballivián y hundió en el lodo
de la execración a Belzu, Melgarejo y
Daza, símbolos entonces del populismo irresponsable, de la dictadura brutal
y de la negligencia militar. En los primeros años del siglo xx además, surgieron poco a poco como prohombres
Linares como el dictador moralizante,
Frías como el patricio intachable, Arce
y Montes como los vigorosos creadores
de industria y progreso.
Llegaron después los vientos del
marxismo y el nacionalismo que arremetieron para derribar el edificio oligárquico. Pocos años antes de la Revolución, Carlos Montenegro se colocó al
frente de Arguedas y acuñó la idea (de
nuevo maniquea) de que la batalla se
daba entre “la Nación y la Antinación”.
Lo primero que hizo fue descalificar a
la democracia censitaria. Belzu renació
de sus cenizas, aún Daza volvió a cabalgar; en cambio, las grandes figuras conservadoras y liberales fueron baleadas
sin miramientos. Había que destruir a
la rosca feudal, al superpoder minero,
a quienes negaban la patria-nación. Era
el germen de un Estado que lo encarnaría todo. Busch y Villarroel, glorificados por Céspedes, fueron aupados
en su tragedia junto a los libertadores
y lograron sobrevivir al propio proceso
revolucionario.
La historia liberal trocó en historia
nacionalista. Pero en el 52 ocurrió algo
mucho más significativo, la eclosión de
una generación de intelectuales que redescubrió el pasado. Lora nos recordó la
importancia de las masas constructoras
de la sociedad, se escudriñó con seriedad en la historia colonial y la historia
prehispánica (Mesa, Gisbert y Ponce), se
puso en evidencia a quienes hicieron un
Estado sobre la espalda de los indígenas
y sobre la riqueza de sus tierras arrebatadas. Era la germinación del pensamiento
indigenista de la mano de Reynaga que
se transformó en una corriente que tuvo
en Condarco a su máximo exponente,
elevando la figura de Zárate Wilka con
los ecos todavía lejanos de Tupaj Katari. La Nación mestiza inspirada por
Vasconcelos desde México, pensada por
Montenegro e impuesta por el mnr,
troqueló la nueva moneda de un pretérito indo mestizo.
El nacionalismo militar no tocó esa
historia, la reforzó con la repatriación de
los restos de Andrés de Santa Cruz, aunque la decisión oficial de que el Mariscal
de Zepita se entronizara entre Sucre y
Bolívar no acabó de cuajar.
Con la democracia llegó por fin
el gran debate abierto y plural sobre el
pasado, se enriqueció la investigación,
nació una nueva generación de historiadores y se desplegó el amplio abanico
en el que todo cabía, desde el paradigma
de los “plurimulti”, hasta la idea de las
historias regionales. Llegó con vigor el
reconocimiento de los cruceños que se
miraron en un pasado mestizo anclado
en las misiones jesuíticas y en la idea
autonómica igualitaria de Andrés Ibañez. Se comenzó a integrar movimientos sociales, indígenas (Rivera, Albó,
Choque), urbanos, corrientes políticas
y sociales, modelos económicos sin desdibujar las grandes figuras individuales.
Se miró con admiración la gesta minera,
la creación del sindicalismo agrario, la
ciudadanía insurgente de los indígenas
del Oriente. Tuvimos mitos vivientes
como Lechín y Paz Estenssoro, este último que pasó de “liberador económico”
a gestor del neoliberalismo, y cuando
parecía consolidarse como el gran referente del político por antonomasia fue
condenado por los nuevos “fundadores
de la patria” (como su busto en bronce)
al zaguán de la historia.
El Estado Plurinacional, cómo no,
empezó muy rápido a escribir su versión del pasado. Afirmó, como sus antecesores, negando. Desde el desolado
altiplano llegó Tupaj Katari lado a lado
con Bartolina Sisa para descabalgar a
los viejos héroes y para decir que 1825
sólo había representado un cambio de
amo. Katari está de vuelta y quiere ser
millones. Los nuevos gobernantes, eso
sí, hicieron una concesión “generosa”
al valeroso Muiba para contentar a los
indígenas orientales, y de paso descolgaron a Santa Cruz del altar patrio y
arrinconaron discretamente a Bolívar y
Sucre, a pesar de todo, intocables.
Todos quieren retratarse en el pretérito. Por si las dudas, volvamos a Octavio Paz: “Ejercicio de desnudez: desechar los disfraces, arrancar las máscaras
¿Qué ocultan? ¿El rostro del presente?
No, el presente no tiene cara. Nuestra
tarea es, justamente, darle cara”.
* Ex Presidente de la República 2003-2005
6/
contrapuntos
2da. quincena de febrero 2012
Máscaras y marchas
Fernando Mayorga*
La pugna por el tipnis y la carretera es una muestra de la política como incomunicación,
por ende, de ausencia de deliberación democrática.
1
La política y el carnaval tienen muchos elementos en común, sobre
todo el uso abundante de máscaras y el exceso de retórica. En las
carnestolendas predominan los aspectos
suasivos, aquellos que prescinden de las
palabras y reposan en gestos estridentes,
colores chillones y (pre)disposición de
los cuerpos para el exceso; y sobre todo
es un esmero en el uso de máscaras, ya
sea en su versión minimalista como antifaz de Venecia o en la rotundez infernal
del diablo orureño. La excepción son los
taquipayanacus vallunos que derrochan
palabras y chicha en la improvisación
de coplas que riman y rumian con doble
sentido y es un descaro que no requiere
disfraz ni traje de pepino.
En las lides políticas tienen preeminencia, se supone, los aspectos persuasivos porque el discurso es el principal recurso y su objetivo es el convencimiento.
El discurso que convence depende de la
verosimilitud y de la coherencia de los
argumentos, no solamente de su puesta
en escena: quién lo emite, cómo lo dice,
y también el ámbito desde el cual se
pronuncia, porque el lugar de enunciación influye en el sentido del enunciado
tanto como la imagen del dueño de la
voz y el tono que emplea. No es lo mismo ser investido por el poder que estar
desnudo en el llano, no obstante si algo
iguala a quienes interactúan en la política es la incredulidad en las intenciones del otro, porque en ese mundo –tan
racional y tan instrumental– predomina
la desconfianza y, entonces, los contendientes no ven rostros, sólo máscaras. Y
muy rara vez, a diferencia de las fiestas
de carnaval, estalla la alegría compartida. Cuando eso acontece podría decirse
que estamos en una demostración de
democracia deliberativa, ese juego donde todos salen ganando (relativamente)
o, por lo menos, nadie sale perdiendo
(absolutamente).
2. La pugna por el tipnis y la carretera es una muestra de la política como
incomunicación, por ende, de ausencia
de deliberación democrática. ¿Dónde
encontrar las razones de este tipo de
relación entre contendientes (gobierno
versus movimiento indígena como una
faceta inédita de la pugna entre oficialismo y –nueva– ¿oposición?) que no sea
una explicación basada en las oscuras o
diáfanas intenciones de los actores, eso
que los malos comentaristas deportivos
denominan “actitud”? Porque la actitud
es una postura que puede ser concebida
por el otro, por el adversario, como su
negación, simplemente como una impostura. Una máscara.
Entonces, sugiero un par de consideraciones para buscar pautas explicativas de este conflicto que ingresa en una
nueva fase y tiende a ser un conflicto
permanente y susceptible de multiplicarse porque corresponde a una disyunción general entre sociedad y Estado,
entre las expectativas generadas por la
vigencia de una nueva Constitución
Política y las dificultades del gobierno
para responder a las demandas sociales,
muchas de ellas traducidas en derechos.
La primera consideración se refiere a
las dificultades para tomar decisiones en
tiempos de transición estatal porque las
la Carretera Villa Tunari-San Ignacio
de Moxos”. Por eso es rechazada por
las organizaciones indígenas cidob
y conamaq que, en octubre del año
pasado, lograron una victoria política
porque la Asamblea Legislativa Plurinacional aprobó una “ley corta” que
declaró “intangible” la zona y anuló la
construcción de la mentada carretera, un hecho que –según esas organizaciones– ratificaba la vigencia de los
derechos colectivos de los pueblos indígenas, cuya marcha de protesta, al principio, reclamaba por qué el gobierno no
realizó… consulta previa.
reglas están en proceso de definición y
esa definición exige una tarea complementaria, que es encontrar un punto
de equilibrio para evitar que las cosas
discurran hacia un juego suma-cero, es
decir, aquel que termina con vencedores y perdedores absolutos. La segunda
consideración tiene que ver con el decurso del proyecto estatal del mas en su
segunda gestión de gobierno y con dos
años de construcción del Estado Plurinacional a cuestas.
3. La primera consideración se
refiere a que el debate en torno a la
aprobación de la Ley de consulta previa a los pueblos indígenas del tipnis
es una demostración de estos enredos
y desafíos. Esa consulta, entre otras cosas, pretende: “Definir si el Territorio
Indígena y Parque Nacional Isiboro
Sécure (tipnis)­ debe ser zona intangible o no para viabilizar el desarrollo
de las actividades de los pueblos indígenas Mojeño-Trinitario, Chimane y
Yuracaré, así como la construcción de
La vigencia de los derechos colectivos es el argumento del partido de
gobierno para justificar esa ley de consulta a los pueblos del tipnis y, también, para plantear el debate de una Ley
Marco de Consulta Previa que permita
prevenir y/resolver conflictos similares cuando estén en juego inversiones
mineras y petroleras en zonas consideradas territorios indígenas. Es decir,
todos los actores reclaman la vigencia
de derechos colectivos pero asumen
posiciones contrapuestas que derivan
de interpretaciones jurídicas distintas. Por eso se plantea la necesidad de
buscar un punto de equilibrio como resultado del debate en torno a una Ley
Marco de Consulta Previa puesto que
la contraposición “ley corta” versus “ley
de consulta a los pueblos del tipnis”
no conduce a nada, a lo sumo a una
pelea de kachaskán al estilo de “máscara contra cabellera”. Las organizaciones indígenas que en octubre de 2011
realizaron la “marcha en defensa del
tipnis” y anuncian una nueva movili-
zación contra la Ley de consulta a los
pueblos del tipnis enfrentan el riesgo
de que esta nueva marcha carezca de un
objetivo preciso y terminen excluidos
de la discusión en torno a la Ley Marco de Consulta Previa. Objetivo difuso
porque esta “ley de consulta” no deroga
la “ley corta”; por ende, la anulación de
la construcción de la carretera sigue vigente. Objetivo confuso porque la marcha de 2012 sería una protesta contra la
consulta previa que era solicitada por la
marcha de 2011. Mientras no se realice
la consulta a los pueblos del tipnis, el
gobierno no tomará decisiones al respecto, pero seguirá impulsando el debate y la elaboración de la Ley Marco de
Consulta Previa. ¿Es pertinente que el
movimiento indígena deje en manos del
gobierno esa iniciativa? No. Así como
fue un error del gobierno escoger el
camino más largo y tortuoso para aceptar la consulta previa sobre el tipnis,
aunque consideramos (es la segunda
consideración) que es resultado de una
redefinición del proyecto estatal.
4. El proyecto de Estado Plurinacional es una imagen ideal, una propuesta que enfrenta las limitaciones del
Estado realmente existente, aquel que la
retórica oficialista define como “colonial”, “neoliberal”, “republicano” y que
supone ha sido superado. Pero perviven
varias instituciones y seguirán perviviendo, como el régimen presidencialista,
para citar uno y muy decisivo. Y si esta
institución es una muestra, podemos
mencionar otro ejemplo referido a la
ideología que comporta rasgos atemporales, me refiero a la “razón de Estado”
que se expresa en las tareas convencionales del poder político y que remiten
al nacionalismo: integración territorial y
cohesión social como expresión de soberanía y autoridad. Esas tareas se las encara invocando “lo plurinacional”, sin embargo, este conflicto pone en evidencia
la contradicción entre soberanía estatal
y derechos colectivos, entre autoridad
estatal y autonomía territorial indígena. Se trata, pues, de una construcción
minimalista del Estado Plurinacional en
la que prevalece la “razón de Estado”
sobre el pluralismo y el nacionalismo
sobre el indigenismo. Y al resaltar su carácter minimalista no quiero decir que
el proyecto estatal se puso un antifaz,
simplemente advierto que la reforma estatal es un proceso incremental y queda
mucho camino por recorrer y muchas
coplas por componer.
* Sociólogo, director del cesu-umss.
2da. quincena de febrero 2012
/7
contrapuntos
Bolivia, la OEA y el mar: 33 años después
Hace 33 años, en la ix Asamblea General de la oea, que se realizó en La Paz, Bolivia obtuvo el triunfo diplomático más importante sobre
Chile. Este año, en una nueva cita hemisférica –ahora en Cochabamba–, la diplomacia del gobierno del presidente Evo Morales podría sufrir
una dolorosa derrota en cancha propia, de no realizar ajustes oportunos a su errática estrategia con el país vecino.
Daniela Espinoza M.*
A
poco más de cuatro meses de la
realización de la xlii Asamblea
de la Organización de Estados Ame­ri­canos en la ciudad de
Cochabamba, los aspectos organizativos
avanzan de manera acelerada, pero no se
advierte el mismo apuro y certeza en la
estrategia diplomática del gobierno boliviano para conseguir que ese foro se convierta, como en octubre de 1979, en el
escenario ideal para obtener un resultado
positivo vinculado al tema marítimo.­
Hace 33 años, pese a la inestabilidad
política y a las amenazas que se cernían
sobre una todavía muy frágil institucionalidad democrática, la política exterior
boliviana se apuntó su victoria más importante, justamente un siglo después del
inicio de la Guerra del Pacífico.
El texto de la Resolución No 426 de
la oea, era el ideal: “es de interés hemisférico permanente encontrar una solución equitativa por la cual Bolivia obtenga
un acceso soberano y útil al Océano Pacífico y resuelve: “1. Recomendar a los Estados a los que este problema concierne
directamente, que inicien negociaciones
encaminadas a dar a Bolivia una conexión
territorial libre y soberana con el Océano Pacífico. Tales negociaciones deberán
tener en cuenta los derechos e intereses
de las partes involucradas y podrán considerar, entre otros elementos, la inclusión
de una zona portuaria de desarrollo multinacional integrado y, asimismo, tener
en cuenta el planteamiento boliviano de
no incluir compensaciones territoriales.
2. Continuar la consideración del tema
“informe sobre el problema marítimo de
Bolivia” en el próximo período de sesiones de la Asamblea General”.
Mejor imposible. Para Bolivia, la
declaración era más de lo que esperaba
y para Chile indudablemente constituía
el mayor y tal vez único revés en varias
décadas.
Obviamente las circunstancias eran
distintas. El despertar democrático boliviano generaba simpatías; la dictadura
chilena antipatías. No era difícil unir a
la mayoría en torno a una resolución política y diplomáticamente adversa para
el gobierno autoritario que ocupaba la
Moneda.
A partir de entonces, sin embargo,
la Resolución fue registrando sucesivos
cambios, hasta llegar a un nuevo texto,
en 1989, que mantenía poco del original
o que, en todo caso, respondía ya al conjunto de cambios que se habían producido en el andamiaje político de América
Latina, entre ellos el restablecimiento
de la democracia chilena.
Como había desaparecido
el principal factor que despertaba antipatías hacia Chile –un
talón de Aquiles, que la diplomacia boliviana aprovechó con
éxito– era muy difícil en adelante lograr algo parecido.
El internacionalista Gustavo Aliaga señala que hubo
dos elementos que determinaron los cambios: la constatación –del gobierno de Jaime
Paz Zamora–, de que el tratamiento del tema marítimo en la
oea había sufrido un marcado
desgaste y la convocatoria a
elecciones que marcaba el retorno de Chile a la democracia.
Es evidente, sin embargo,
que más allá de algunos –escasos– atinados movimientos en
el tablero del ajedrez diplomático, tanto en el plano bilateral
como en el multilateral –incluido por supuesto el de la oea en
1979–, Bolivia ha conseguido
muy poco para alcanzar el objetivo de restitución de su cualidad marítima sobre el océano
Pacífico.
“Hasta aquí han pasado
32 años, 11 Resoluciones de la oea hasta 1989, y desde 1990 el país presenta
informes al organismo sobre la situación
de su reclamo, en el que está establecido
como de interés permanente del hemisferio para encontrar una solución equitativa por la cual Bolivia obtenga acceso
soberano y útil al Océano Pacífico”, explica Aliaga.
Y desde 1979 pasaron también 17
presidentes y 25 cancilleres en Bolivia,
que condujeron sin mucho éxito un
tema que ya tiene 128 años de vigencia
en la agenda regional, casi tan antiguo
como el de las Malvinas, que ha marcado
la relación de Argentina con Gran Bretaña desde 1831.
Es más, puede afirmarse que la
“estrategia” ha tenido menos relevancia
que el “temperamento” de algunos mandatarios, que manejaron este tema en un
plano de diálogo sustentado en afinidades personales.
La buena relación entre presidentes
–Bánzer y Quiroga con Lagos; Morales
con Bachelet y Piñera– propició mejores condiciones para un diálogo abierto
y sin exclusiones. Pero la mala –Mesa
contra Lagos, Morales contra Piñera–,
jugó en contra y cerró los caminos.
Este estilo temperamental ha sido,
en última instancia, más favorable a los
se había formado y estructurado desde el año 1979”, advierte Aliaga.
intereses chilenos que a los bolivianos,
porque las rupturas determinadas por
repentinos giros –como el de Evo Morales en marzo de 2011–, permitieron
a Santiago encontrar el mejor pretexto
para volver a fojas cero y alejar eventuales acuerdos. En esas condiciones llega
Bolivia a la oea.
Y ahora qué…
No es mucho lo que se puede esperar de
la Asamblea de la oea en Cochabamba, por al menos dos razones: porque
Bolivia insiste en la vía del juicio internacional, que Chile rechaza de plano y
porque Perú –actor determinante en la
búsqueda de una solución trilateral a la
demanda marítima boliviana– mantiene
un litigio pendiente con Chile en La
Haya, que no se resolverá antes de la reunión de Cochabamba,
Y no sólo eso, sino también que
“no se está tomando en cuenta el escaso
alcance de nuestra diplomacia, tan mermada ahora, que se limita a unos cuantos funcionarios. No se ha hecho nada
que pueda servir para contrarrestar la
organización de la diplomacia chilena,
que tiene más posibilidades de gestionar
apoyos y neutralizar la acción boliviana.
Lamentablemente de nada sirvió la experiencia de ese tejido diplomático que
Tareas urgentes
La cita de Cochabamba podría
representar una buena oportunidad para Bolivia, siempre y cuando “reestructure y
redefina su política exterior
con relación a Chile y Perú,
mostrando un cambio de patrones y percepciones que le
permitan construir o modelar
una propuesta para la solución
de su enclaustramiento marítimo, pero para ello hay que
construir la gestión de política
exterior y dejar de navegar a la
deriva, sin continuidad y sin
cambio”, señala Aliaga.
El analista internacional
opi­na que Perú puede contribuir a mejorar la relación trilateral, “siempre que las partes
estuvieran dispuestas a construir una relación de beneficios compartidos para todos
en lugar de la excluyente que
genera beneficios a cada vector. Este es el nuevo punto de
inflexión que los tres países tendrán la
posibilidad de sopesar y poner en práctica en Cochabamba”, dice.
El encuentro puede servir para superar la crisis vigente en la relación con
Chile o acentuarla y llevar el tema marítimo a un verdadero callejón sin salida
diplomático
“Si entendemos que los tres países tenemos un destino común por la
geografía y nuestra simple vecindad,
veremos que Cochabamba nos permite
una oportunidad de vernos y darnos la
mano. Dejar los candados, cadenas, imposiciones, insultos y agravios hirientes
que ha sido la actitud diplomática y política de estos últimos años en nuestra
particular relación de desconfianzas y
recelos”, sostiene el ex Cónsul General
de Bolivia en Argentina.
Bolivia, Chile y Perú están en una
encrucijada. Pueden escoger el camino de la inercia o el de la cooperación.
Si eligen el primero, lo más probable es
que lo que viene sea todavía más difícil,
mientras que si optan por el segundo,
sólo pagarán un precio: “el de enfrentar y
resolver los problemas del pasado de una
vez por todas”, concluye Aliaga. Se trata,
en suma, de recuperar el tiempo perdido.
* Periodista.
8/
contrapuntos
2da. quincena de febrero 2012
La nación boliviana debe poder expresarse
en el censo venidero
Gonzalo Rojas Ortuste*
No se trata sólo de agregar, sino de hacer patente en el cuerpo social y en sus eventuales planificadores la complejidad
del asunto que nos induzca –de nuevo socialmente– a pensar la interculturalidad como encuentro enriquecedor
y no de confrontación.
D
e nuevo, el listado de opciones
de autoidentificación de la boleta propuesta para el Censo
nacional que debe llevarse adelante este año ha desatado una polémica,
en la que la mayoría de las posiciones
reinvindican incluir la opción “mestizo” en tal listado. Vamos a argumentar
aquí algo inclusivo para quienes de otro
modo sólo tienen una opción negativa
(“no pertenece”, los que en el censo anterior fuimos “ninguno”), que creemos
presenta ventajas a la demandada por la
mayoría de colegas.
Digamos de inicio que las identidades sociales e individuales son varias,
dependen de las circunstancias, de tipo
histórico, social y geográfico; o como dicen los discursos postmodernos “contingentes y contextuales”. En una sociedad
democrática esta variedad debe poder
expresarse; a contramano, los regímenes
autoritarios prefieren una dimensión
identitaria (para cooptarla o controlarla)
y cuando tiene connotaciones religiosas
(de credo), éstas se hacen integristas,
fundamentalistas.
Una identidad importante en el
mundo contemporáneo tiene que ver
con la de la ciudadanía en el Estado-nación, la nacionalidad. Esto está vigente
todavía, aun hoy en tiempos de “glocalización” (globalización + localismo). Un
texto clásico del tema, el de B. Anderson
(1993), Comunidades imaginadas, enfatiza el rol –precisamente– de los censos,
mapas e himnos nacionales en la creación desde el Estado del sentido moderno de nación. Se trata de que los miembros formales de esos Estados, creados
a inicios del siglo xix para nuestro continente, se sientan parte de esa inmensa
“comunidad”, a la vez limitada. En Europa fue desde mediados del siglo xvii,
con la paz de Westfalia que se dio inicio
al nacimiento del moderno Estado-nación, justo homogenizando territorios
con soberanos de explícito credo religioso. Llevó tres siglos su configuración
a escala mundial con ese formato (final
de la segunda guerra mundial), por lo
que debemos ser conscientes de que una
construcción de tal magnitud no desaparece de un día a otro y basta ver los
avances y retrocesos en la integración
política continental en la Europa contemporánea.
Esta dimensión afectiva y volitiva
del censo, claramente está manifestada
en esta pregunta de autoidentificación,
pero referida exclusivamente a las “naciones” indígena-originarias campesinas
y afrobolivianas. En esta versión ya no
son las 36 que se enlistan como lengua
en la Constitución, sino ¡56!1. El censo
de 1992, como el de 1976 casi invisibilizaban las diferencias culturales (sólo registraban lengua materna), ahora vamos
al extremo de aumentar crecientemente
estas adscripciones, como si de tribalizar
el país se tratara.
Tratemos de equilibrar la cuestión.
Es legítimo que las identidades étnicoculturales se expresen; de hecho, gran
parte de la novedad del régimen actual
se basa en esa legitimidad. Pero es también necesario que se exprese la nación
boliviana, no como categoría residual,
sino como una positiva, con los afectos
y voluntad que implica “ser en el mundo” como escribe nuestro Zavaleta en
su postrer Lo nacional popular en Bolivia
hace un cuarto de siglo: “…una racionalización totalmente válida porque, al
menos en el mundo que vivimos, es mejor ser una nación que el no serlo y la
1
En un taller para discutir estos temas organizado por el Instituto Prisma y la uagrm en
Santa Cruz (3-II-12), un funcionario del ine
respondió que se incluyó 4 tipos de mojeño
(ignaciano, javeriano, loretano y trinitario)
por solicitud mediante carta de las organizaciones de ese pueblo. Está claro que ese
no puede ser el criterio de inclusión de más
pueblos.
forma de ser en la época es serlo en la
forma de naciones” (p. 181). Se lo debemos a nuestros héroes republicanos,
los del Chaco para mayor familiaridad
(la masa de nuestros invisibles muertos,
diría E. Canetti).
Congruente con el Art. 3 de la
cpe actual, donde la nación boliviana
aparece como la nación de naciones,
ésta debe poder manifestarse de manera
que la inmensa mayoría tendrá al menos una identidad positiva, y de manera
no excluyente dos o tres. A las tendencias centrípetas de localización (donde hay que incluir el clivaje regional),
acompañamos una fuerza de tipo centrípeto. Y verdaderamente necesitamos
ese vector en los afectos y voluntades:
La auditoría de la democracia Informe
Bolivia 2004, que el proyecto lapop
dirigido por M. Seligson, D. Moreno
y V. Schuarz (2005: p. 39) nos coloca
en último lugar (con 85%) en orgullo
de nacionalidad (estatal) entre 10 países
latinoamericanos y ocho de ellos están
con 92% o más. Y esto es antes de que
seamos Estado plurinacional con autonomías…
Unas palabras sobre la opción
“mestizo”. Como identidad sinónima
del proyecto de Estado homogéneo ya
cumplió su ciclo político. Todos los Estados, incluido el mexicano –donde tal
proyecto fue explícito desde José Vasconcelos con la “raza cósmica” y en su
momento exitoso–, son parte ahora del
constitucionalismo latinoamericano que
reconoce –con grados de intensidad distinto– las diferencias étnico-culturales.
Por las mismas encuestas de lapop –y
otras con esos dos tipos de preguntas–
sabemos que los “ninguno” se sienten
mestizos, pero también una buena parte
de los que se sienten además identificados con algún pueblo indígena. Con
la categoría “boliviano/a” esa al menos
doble identidad crecerá significativamente evitando que la diversidad sea
dispersión.­
No se trata sólo de agregar, sino
de hacer patente en el cuerpo social
y en sus eventuales planificadores la
complejidad del asunto que nos induzca –de nuevo socialmente– a pensar la
interculturalidad como encuentro enriquecedor y no de confrontación; o al
menos no únicamente de ello, que en
eso ya tenemos una larga tradición con
notorios claroscuros. Soy consciente de
que “boliviano/a” no es una categoría
étnico-cultural, sino política. Precisamente por ello insisto en incluirla. Es la
categoría más incluyente posible en un
censo nacional, además está vigente en
el mundo y lo estará por un tiempo que
los nacidos en el siglo xx la seguiremos
viendo por el resto de nuestros días y es
posible que nuestro compatriotas del
xxi también.
* Es politólogo, docente e investigador
del cides-umsa.
2da. quincena de febrero 2012
/9
contrapuntos
El mestizo, ese sujeto pragmático y utilitarista
Cecilia Salazar de la Torre*
El nacionalismo encuentra a su sujeto carnal: el mestizo, que hoy, racionalmente, ha eligido su indianidad y su diferencia
para introducirse en el Estado, ya sea por motivos utilitarios o ya sea por motivos ético-morales.
E
n Bolivia, el soporte político
que trajo la revolución de 1952
se basó en la incorporación ciudadana de sectores campesinoindígenas, sometidos hasta entonces a
relaciones de sujeción estamental, heredadas de la tradición feudal en la región.
Este hecho supuso que el destino del
país quedara condicionado, a partir de
ese momento, a la amplia mayoría cuantitativa que ha representado este grupo
social hasta fines del siglo xx. El otro
soporte de la expansión política del país
fue el mercado interno, objetivo al que
se orientó la liberación de la mano de
obra campesino-indígena pero, además,
el acceso de ésta a la propiedad de la
tierra. Dicho esto, el sujeto emergente se configuró sobre la base de la
“diarquía lógica” entre propiedad
y libertad, es decir, en función
de los resortes históricos sobre
los que se constituye el individualismo moderno y la democracia liberal. A partir de ellos,
el campesinado-indígena se
apropió de sí mismo, iniciando
el camino de la movilidad social,
en base a una de las conquistas
que le es inherente a este proceso: la capacidad de elegir, en
base a consideraciones pragmáticas, preñadas, sin embargo, de
factores subjetivos. Para decirlo
desde la sociología clásica, hacia
objetivos motivados por el interés
de la utilidad individual y hacia objetivos motivador por los valores de la
colectividad.
Sin embargo, si este fue el puntal
sobre el que se erigió la modernidad
política en el país, el otro fue la imposibilidad de que se desarrollaran bases
materiales que fueran consecuentes con
las expectativas de integración social,
económica y cultural, surgidas al calor
de los sentimientos de igualdad jurídica y política entre los sujetos. En este
sentido, la ampliación de la ciudadanía
en el país hubo de confrontarse con una
estructura económica que no ha sido capaz de producir ni distribuir en la escala
que demanda una sociedad compuesta
por sujetos que se consideran iguales
entre sí.
Eso explicaría que el campesinadoindígena haya sido proclive, en unos
momentos, a ofrecer su lealtad hacia
gobiernos autoritarios y, en otros, hacia
gobiernos democráticos, ambos legitimados por mediaciones políticas surgidas de la precariedad institucional que
Bolivia arrastra desde su constitución.
La fase nacional populista da cuenta de
lo primero, en buena cuenta, porque
esta se ha definido por su capacidad para
encauzar las demandas de la integración
social por vía de procesos de democratización política extendida en los que, por
eso mismo, los vínculos informales sustituyen a las mediaciones institucionales. A partir de ello, surgen mecanismos
redistributivos de orden corporativo,
en un contexto en el que las multitudes
emergen con la autoridad de su mayoría, apelando a los recursos simbólicos
de su pertenencia nacional.
es decir, en el hecho histórico de que el
mundo campesino-indígena ha dejado
de tener influencia cuantitativa sobre el
destino de la nación. A esta transformación le es inherente, en cambio, la presencia masiva de aquél sujeto que, dotado de los valores de la propiedad y la
libertad, hace suyos los recursos que mejor le conviene para posicionar su lugar
en el mundo. La transición rural-urbana
está dotada de una serie de simbologías
al respecto, todas las cuales retratan la
decisión de estos grupos por
despojarse­ de sus
Sin embargo, eso también explicaría la adhesión a las prácticas formales de
la democracia por parte del campesinado-indígena, paradójicamente, cuando
se impone la necesidad de que la integración se materialice económicamente.
En este caso, sin embargo, la disyuntiva
pasa por formalizar la política, acotar la
participación y sobre esa base hacer consideraciones redistributivas que, sin embargo, tampoco se han dado en la medida de las expectativas de la población,
entre otras cosas porque un componente
que le es inherente a esta fase está ubicado en la liberalización del mercado, es
decir, en el supuesto de que éste es un
redistribuidor de riqueza, espontáneo y
por eso justo.
Ahora bien, puestos esos elementos
sobre la mesa, los efectos sociológicos
de la revolución de 1952 siguen siendo
el trasfondo sobre el que se yergue la
realidad en Bolivia. Actualmente, aquellos han derivado en una cada vez más
creciente presencia urbana en el país,
particularidades­identitarias y subsumirlas en otras más generales, en nuestro
caso a observarse en la noción de la bolivianidad, es decir, del mestizaje como
síntesis de aquellas elecciones, conscientes y pragmáticas, pero también atribuidas de valores colectivos. Sobre esa base,
el sujeto emergente se constituye a sí
mismo, sin que medie otro interés que
no fuera el de su integración social, cultural y política. Es, en el sentido extenso
del término, un elector por excelencia,
localizado, sin embargo, en un contexto
en el que las disputas por los bienes, escasos y mal distribuidos, toman formas
cruentas y pasan por la naturalización
del otro, es decir, por el despojo de su
ciudadanía, ya sea como indio, o ya sea
como q´ara.
Ahora bien, el otro componente
histórico de esta configuración tiene
que ver con la crisis de la sociedad laboral. Como señalaran varios autores,
es a partir de ello que la emulación de
la diversidad cultural encontró un nicho
favorable para sus enunciados, cuando
los sujetos debieron confrontarse con un
escenario de incertidumbre global, en el
que dejó de garantizarse la reproducción
por vía de la relación tradicional entre
capital y trabajo, surgiendo otras formas
de adhesión colectiva que se encuentran
en los vínculos primordiales de la pertenencia étnica, aquella que garantiza
una especie de inamovilidad identitaria
y que, por eso mismo, puede teñirse de
atributos esencialistas y a-históricos. En
ese escenario, el movimiento pendular
que le es inherente a la vida política en
Bolivia también transitó, en los últimos
cincuenta años, de una configuración
ba­sada en las invocaciones por la unificación estatal-nacional, hacia otras
cuyo sustento está afincado en la
emulación de la diversidad cultural.
Ese es el sustento político ideológico de los nuevos gobiernos populistas, como el del mas, al los
que les pesa estructuralmente la
disyuntiva de alentar el nacionalismo o el etnonacionalismo.
Tanto como ello, son
gobiernos a los que les pesa,
además, el desencuentro entre
procesos sociológicos y procesos políticos. Los procesos
sociológicos han devenido en
la constitución de nuevas mayorías mestizas que, viniendo del
mundo campesino-indígena, son
fruto también de la segmentación
comunitaria y, por ende, de la desigualdad que ésta produce. Al aflorar
en su escalón más alto, surgen grupos
proto-burgueses que sociológicamente
son completamente diferentes a los que
dejaron atrás, atados a la vida agrícola o a
su interacción con la naturaleza.
Por su parte, los procesos políticos
encuentran a estos grupos emergentes con la disponibilidad necesaria para
tomar el poder, encontrando en ellos
factores de legitimación nacionalista, según los cuales tienen más derecho que
los otros para gobernar el país, porque,
aunque sean urbanos, tienen algún vínculo con el mundo rural o lo reinventan.
En esta convergencia, el nacionalismo
encuentra a su sujeto carnal: el mestizo,
que hoy, racionalmente, ha eligido su
indianidad y su diferencia para introducirse en el Estado, ya sea por motivos
utilitarios o ya sea por motivos éticomorales. Como sucedió en 1952 con
otros mestizos, los más, ajenos a la realidad de los que, en el proceso revolucionario, se quedaron abajo.
* Socióloga, cides-umsa
10 /
debate
2da. quincena de febrero 2012
La consulta póstuma y el secreto del TIPNIS
Roger Cortéz Hurtado*
La obstinación por romper el bosque –sin apoyo de ningún tipo de estudio social, económico, financiero, geológico o ambiental
que lo respalde– proviene del inmenso apetito de beneficiarse de la especulación de tierras para extender la frontera agrícola y ganadera.
L
os pensadores gubernamentales se han tomado
casi un año en articular lo que intenta ser una
versión completa que sirva de banco argumental para responder a los continuos cuestionamientos sobre la política oficial respecto a los pueblos
indígenas de tierras bajas, a la preservación del medio
ambiente y al tipnis y a los aspectos que comprometen esos temas.
Su tardanza no se debe a holgazanería, desidia o
descuido, porque quienes han armado la “gran respuesta”
–incluyendo el enredo de la intangibilidad y de la consulta póstuma, las justificaciones de la represión de Yucumo,
las historias sobre los siete diseños alternativos, etc.– han
sido actores protagónicos de los enfrentamientos y han
experimentado más que otros la necesidad de terminar
con las lagunas, omisiones, contradicciones y absurdos
sentidos que han caracterizado las explicaciones estatales
sobre la carretera rompe tipnis, como la principal y más
estratégica de todas las obras camineras (y tal vez también
no camineras) del Estado plurinacional.
La síntesis de tan prolongados esfuerzos es decepcionante en términos conceptuales y prácticos, como
permite ver el análisis de la entrevista concedida al periodista Luis Hernández1 por el Vicepresidente, quien
desarrolla sus explicaciones sobre el tema, dentro de
una contextualización referida a las reformas económicas, sociales y políticas y al proceso.
Se reitera allá que las tres razones principales para
tratar de imponer, a cualquier costo y pese a quien pese,
la construcción de una carretera que atraviese, rompa y
a la larga liquide el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro-Sécure serían: 1) geopolítica “Una carretera que vincule directamente la Amazonia con los valles y el
altiplano reconfiguraría radicalmente la estructura de poder
económico regional, derrumbando la base material final de
los separatistas y dando lugar a un nuevo eje geoeconómico al Estado”, 2) económica, “vincular por primera vez
la Amazonia, con los valles y altiplano” y 3) social, “para
garantizar a la población indígena del parque el acceso a los
derechos y garantías constitucionales: agua potable para que
los niños no se mueran de infecciones estomacales”.2
En la entrevista lo social aparece como primer argumento, pero los hechos alteran esa jerarquía porque
ciertamente ni este, ni otro gobierno pueden invertir
40 a 50 mil dólares por habitante para disminuir el precio de la sal que consume una determinada población;
en todo caso lo que se conoce del diseño gubernamental del camino no atraviesa las zonas donde está la mayor cantidad de pobladores del Parque.
Las dos otras justificaciones podrían ayudar a respaldar la noción de la importancia de construir una carretera entre el Beni y Cochabamba, pero son completamente inútiles para demostrar que se debe liquidar el
núcleo del bosque3, cosa que podría intentar conectarse
con la anterior, si se dijese que ese es el costo que tendríamos que pagar por la ruta más corta y “más barata”.
1
2
3
Ver http://www.vicepresidencia.gob.bo/Entrevista-de-La-Jornada-de-Mexico
Textual, ídem.
“Una proyección, realizada con base en una veintena de indicadores biofísicos y socioeconómicos, muestra que en 18 años
podría ser deforestado el 64,5% de la cobertura vegetal del tipnis, lo que implica 610.848 hectáreas”. Ver http://www.pieb.
com.bo/sipieb_nota.php?idn=5541
Pero si los voceros oficiales no sacan a relucir esos
últimos temas es debido a que conducirían a considerar otros aspectos, ahora escondidos por su enfoque y
retórica, que al considerarse permitirían ver que los
intereses del conjunto del pueblo boliviano, desde lo
económico, social, ambiental y cultural imponen que
la carretera no rompa el bosque y, además, conducirían
a probar que necesitamos definir y poner en marcha
una profunda transformación productiva, imponer la
vigencia de la Constitución y las leyes y garantizar el
cumplimiento de las medidas de protección del tipnis,­
de los territorios indígenas y de todas nuestras otras
áreas de reserva natural.
Geopolítica de ocasión
El principal argumento –geopolítico– resulta, planteado como está, esencialmente falso como se puede ver
gráficamente en el mapa:
Red caminera (parcial) de Bolivia
Fuente: CAF (modificado por el autor)
El mapa del que se han quitado otras rutas para
mostrar lo esencial del problema, enseña que el tramo
que quiere construirse (en azul, atravesando el círculo
central) conectaría el eje transoceánico Puerto SuárezTambo Quemado con un ramal secundario del otro
corredor transoceánico Guayaramerín-Tambo Que* Analista político.
mado. Ese corredor, completamente postergado en
su ampliación y mantenimiento es el que actualmente
conecta nuestras regiones amazónicas con el Altiplano
y otras regiones (por lo que es falso aquello de que el
camino por el tipnis vincularía “por primera vez la
Amazonia” con las otras regiones).
Una mínima congruencia “geopolítica” tendría
que expresarse en destinar los 400 millones de dólares
que se han comprometido para romper el bosque, en
hacer del tramo Santa Bárbara-Riberalta una carretera
consolidada, pavimentada en todos sus tramos, incluyendo el ramal que conecta Yucumo-San Borja-San
Ignacio-Trinidad.
La conexión entre Beni y Cochabamba, debe realizarse por medio de una ruta externa al tipnis y lo
que es más importante, esa carretera debe ser parte de
una gran inversión que apuntale un salto productivo
del Beni y de infraestructura productiva en Cochabamba y otros departamentos4, para que puedan atender los
flujos de producción originados en el Beni.
Fuera de un plan de esas características, la ruta
que intenta imponer el Gobierno no modificará la realidad económica, ni del Beni ni de Cochabamba y no
pasará de ser una vía para la depredación y la economía
ilegal.
Nadie “destronará” a esa oligarquía, a la cual el
Gobierno se aproxima económicamente cada día más,
ni en esa ni en ninguna otra región, si no se encara el
cambio del patrón de acumulación vigente, uniendo y
movilizando a los productores del país y haciendo que
el Estado cumpla sus obligaciones de impulsar y respaldar el cambio de matriz productiva.
A la caza de la renta de la tierra
Si el gobierno ha pasado de ser bloqueador de la consulta “previa, obligatoria, informada, de buena fe, libre
y en consenso” a propagandista de una consulta forzada, tramposa y maliciosa que, al no ser previa se ha
convertido en póstuma, porque viene después de la del
abandono de todos sus principios y de la muerte de la
verdad, la confianza, además de los decesos de marchistas o sus hijos en los últimos meses.
Si funcionarios, militantes y activistas oficiales
tienen la voz embargada y no atinan a responder a las
preguntas más simples cuando se pide que expliquen la
obcecación de sus medidas y acciones, esto se debe a
que ignoran, o prefieren callar, las verdaderas razones
que han hecho que el Estado se enrede en esta guerra.
4
Por ejemplo mataderos y frigoríficos, si se trata de industrializar la carne o de plantas procesadoras para otros productos.
La causa más importante es la irrefrenable pulsión
de acumular excedente económico y poder político.
La obstinación por romper el bosque –sin apoyo de
ningún tipo de estudio social, económico, financiero,
geológico o ambiental que la respalde– proviene del
inmenso apetito de beneficiarse de la especulación de
tierras para extender la frontera agrícola y ganadera,
sin importar que las tierras del tipnis sean altamente
frágiles y sucumban en pocos años si se explotan para
esas actividades.
La venta y principalmente el alquiler de tierras es
un negocio floreciente en Santa Cruz, en parte del Beni
y está beneficiando a nuevos grupos de especuladores
que a través de conexiones con el poder político aspiran
a incrementar ganancias que han empezado a percibir
en los últimos años. Los altos precios de granos como
la soya han extendido esta corriente a través de todo el
continente y países con superficies tan extensas como el
Brasil y la Argentina no se dan abasto para atender esta
verdadera fiebre por tierras.
Los nuevos especuladores en Bolivia han invertido una fracción de sus capitales, provenientes del comercio formal, informal y también ilícito, en la adquisición de tierras y se están empleando a fondo para que
el aparato estatal satisfaga sus presiones para acceder a
esa fuente de instantánea y masiva acumulación que es
la renta de la tierra, con el aliciente adicional que representa el saqueo de la fauna y los recursos del bosque
sacrificado.
Las redes que viabilizan estos intereses son muy
poderosas y discretas, y su fortalecimiento armoniza
perfectamente con los hábitos y conductas de una administración y un partido que hacen del acatamiento
a los jefes la línea que prevalece en sus estructuras y
prácticas.
Una concluyente demostración de la perversa
manera en que operan estos mecanismos es la versión,
brindada por el máximo ejecutivo de la Administradora
de Carreteras (abc), el ex ministro de Obras y varios
otros voceros y jerarcas respecto a que existirían “siete
alternativas de diseño”, complementada con una verdad muy mal utilizada de que “no existe diseño final”
para el tramo ii (Villa Tunari-San Ignacio). Tantas patrañas que se revelan obscenamente como tales, cuando
el jefe de jefes sentencia que “no existe alternativa que
no pase por el centro de la selva”. Ninguno de quienes
lo rodean, arropan y dependen de él se anima a preguntarle ¿Cómo sabe eso? ¿Cómo se atreve a decir algo
que carece de cualquier otro respaldo que no provenga
de la obsecuencia?
Muchos de los críticos al proyecto rompe bosque
enfatizan que el ensanchamiento de la superficie de cocales sería la primera razón de la obstinación oficial,
pero esa interpretación omite considerar que no se necesitan centenares de miles de hectáreas para este negocio que depende de un cierto equilibrio de la oferta5,
sin el que el precio se derrumbaría; además, en muchos
casos, la ausencia de caminos protege los cultivos ilegales antes que estimularlos.
La insistencia en ese enfoque lleva a satanizar a
unos actores sociales y a enturbiar la búsqueda de factores y fuerzas reales.6
5
6
El deseo de censurar al gobierno lleva con excesiva frecuencia
a olvidar que pese a todo nuestro país es el más exitoso en haber logrado una reducción de superficie (unas 32.000 has., muy
lejos de Colombia y Perú). Ocurre lo mismo cuando se explica
el crecimiento de la economía del país por el “narcotráfico”,
cerrando los ojos al salto que han experimentado las ventas de
exportables tradicionales por incremento de sus precios, ya que
no por aumento de la producción que va más bien en reversa.
No es menos riesgoso que favorecer el enfrentamiento entre
sectores populares, siguiendo la tónica gubernamental, buscar
los argumentos más cómodos para enfrentar la discusión, tal
como hace el Vicepresidente cuando afirma que la defensa de
los derechos indígenas, del equilibrio ambiental y la resistencia
a dejarse arrastrar por las peores versiones del desarrollismo
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debate
2da. quincena de febrero 2012
ioc: trípode de la confusión
Si en lo económico los presuntos negociados en
torno a un contrato aprobado de la manera más
opaca y secretista, o la expansión de cocales, son
factores que no deben omitirse, no parecen ser
más significativos que la búsqueda de réditos especulativos con tierra para agricultura y ganadería.
En el plano político, la obsesión presidencial
con la carretera que liquidará al tipnis en menos de dos décadas parece más relacionada con
la necesidad de compensar el persistente incumplimiento de compromisos con los cocaleros, en
temas cruciales como los estudios científicos para
despenalizar e industrializar la coca, que con la
“subordinación a transnacionales o imperios”,
como pretenden algunas críticas.
Desde el gobierno se pretende conseguir el
olvido de esa y otras defecciones, creando la ilusión de haber extendido la “soberanía chapareña” a
un millón adicional de hectáreas, buenas para realizar todo tipo de negocios y para garantizar la lealtad de las organizaciones sociales más leales con las
que cuenta, ya que ello favorece que otras como
las de colonizadores y campesinos se mantengan
igualmente próximas. Ese designio político enlaza con las prácticas de culto a la personalidad (con
subordinación y constancia) que caracterizan al
régimen y con la necesidad de someter a todas las
organizaciones y movimientos rebeldes, además de
abrir espacio a un ya anunciado proyecto para recortar o desmantelar los territorios indígenas.
Es aquí donde radica una de las fuentes más oscuras y complicadas de las pugnas por el tipnis. Las
tensiones que se han dado entre las organizaciones indígenas (cidob y conamaq) y las campesinas prueban que el intento de confundir y mezclar forzadamente identidades, culturas y tradiciones como se pretende
hacer con la introducción de la tríada Indígena-Originario-Campesino (ioc) tiene consecuencias, cada vez
más deleznables y riesgosas.
Me he ocupado antes de estos problemas7 y en uno
de ellos he planteado que: “Lo ioc intenta fusionar lo
clasista y lo étnico (sin reparar en que) lo indígena y lo
campesino, aluden a conglomerados con intereses y prácticas propias y diferenciadas. En nuestra realidad concreta es posible establecer particularidades económicas que
distinguen a cada una de estas categorías en cuatro aspectos centrales: a) el tipo de propiedad predominante entre
cada una de ellas, b) su relación con el mercado del trabajo, c) la división técnica del trabajo y d) su vinculación
con corrientes migratorias y de urbanización.
Los campesinos son propietarios individuales de
parcelas dedicadas principalmente a la agricultura o ganadería, compra-vendedores de fuerza de trabajo, que
residen una parte del año en áreas urbanas, que combinan sus actividades agropecuarias con otras (comercio,
transporte las más frecuentes, pero no las únicas) y que
tienen origen indígena.
Los hoy llamados indígenas, residen en tco, reconocidas o no legalmente como tales; tienen una vinculación esporádica con el salario (casi siempre como vendedores de fuerza de trabajo) lo mismo que con actividades
económicas ajenas a las que practican en su comunidad.
En términos demográficos los indígenas representan una minoría neta del total de la población
“campesina” y su peso económico es indetectable en
la actual composición del pib. En contrapartida, en sus
7
serían simplemente una excusa “para reservar el agua y otros
recursos de la selva para el imperialismo”. Los supuestos de los
que parten esas afirmaciones exhiben un desconocimiento –o
una fingida ignorancia– sobre la crisis ambiental, el creciente
valor de los bosques, enmascarado todo ello con presuntuosas y
falsas disquisiciones sobre el valor de uso y el de cambio.
“Autonomías indígenas y Estado plurinacional”. Ficha constitucional 30. Prisma, diciembre de 2010.
territorios se encuentra la práctica totalidad de reservas hidrocarburíferas nacionales, probadas y probables,
yacimientos minerales, acuíferos y gran parte de las reservas de bio diversidad.
Para comprender a los campesinos, clase social
cuya existencia se remonta a la Revolución Nacional
de 1952, debe tomarse en cuenta que la pequeña producción agropecuaria ha seguido una trayectoria que
la conduce del mercantilismo al capitalismo, cuando
exitosa, o a la migración urbana que a la postre tiene un
resultado similar en la mayoría de los casos.
El proyecto político que ha ido decantando el mas
se basa en ignorar y negar las trayectorias divergentes
de campesinos e indígenas, caracterizándolas ahora como “tensiones creativas”. Se plantea aquí como
hipótesis que ese ocultamiento de las contradicciones
favorece a las fracciones campesinas más competitivas
desde el punto de vista capitalista”.
ix marcha y III movilización social
Algunas personas e instituciones han empezado a manifestar que ante la decisión de llevar adelante una consulta (póstuma) no cabe más que aceptarlo; equivale a
decir “hay que resignar derechos, libertades y garantías, en beneficio de la imposición”. No puede existir la
consulta a la que se refiere la Constitución habiéndose
negado todas las condiciones para ejercerla.
Ni siquiera puede considerarse la posibilidad de
llevarla a cabo sin la inmediata y efectiva resolución
del contrato con oas y la investigación inmediata exhaustiva e imparcial de los crímenes cometidos en la
represión contra los marchistas en Chaparina y el procesamiento y sanción de los culpables. Quien no lo reconozca, contribuirá a que se imponga la arbitrariedad
y a que prospere un clima de violencia e intolerancia.
Ha empezado la preparación de la ix marcha
como parte de una gran movilización social, como las
que enfrentaron el gasolinazo en 2010 y el intento de
materializar el contrato con oas a través del tipnis.
Sus objetivos abarcan la defensa de la Constitución, en
todo lo relacionado a los nuevos derechos sociales, a
salvaguardar el equilibrio ambiental, a llevar adelante
una transformación productiva y a recuperar un camino de transformaciones, enajenado hoy por nuevos y
miopes grupos dominantes.
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2da. quincena de febrero 2012
2012. Tendencias económicas y políticas
Gustavo Fernández Saavedra*
El centro de gravedad del sistema económico global empezó a moverse inexorablemente del Atlántico al Pacífico. Ese es el dato.
Algunos dicen que concluirá a fines de este siglo con el núcleo firmemente establecido en el Asia, en China.
A
las mutaciones que desencadenaron el doble
im­pac­to del ascenso pacífico de China y la crisis de Estados Unidos y Occidente quiero referirme en esta nota: de un lado, las re­formas
que puso en marcha Deng Xiao Ping, que produjeron
ese curioso híbrido de un sistema económico de mercado y un régimen político de partido único, que bautizó
como socialismo de mercado, por una parte y, del otro, los
atentados del 11 de septiembre de 2001, la costosa e interminable aventura de la invasión de Iraq y Afganistán
y el crash económico y financiero de 2008.
La tormenta política de Occidente
Las consecuencias financieras y económicas que acompañan y explican la crisis de Occidente son muy conocidas y han sido explicadas en detalle. Parece pertinente examinar también las secuelas sociales y políticas que
dejó a su paso.
Veamos. Se suman los datos, uno a uno.
El punto de partida es la verificación empírica de
que se ensanchó el abismo que separa a los sectores de
mayores y menores ingresos, en los países industrializados. La desigualdad en Estados Unidos, para citar
un caso, aumentó en lugar de disminuir. Dos datos. En
1974 el 1% de la población de ese país concentraba el
9% del pib, en 2007 el 24%1. El índice Gini pasó de
0.359 en 1972 a 0.440 en 2010. Los números de los
países europeos van en la misma dirección.
Por cierto, la información que registraron las primeras páginas de los periódicos y las pantallas de televisión, de los premios millonarios que beneficiaban
a los ejecutivos de los grandes bancos y de los fondos
de inversión, en plena crisis financiera, con fábricas cerradas, desocupados en las calles y miles de propietarios expulsados de sus casas por el vencimiento de sus
1
Foreign Affairs. Enero-febrero 2012.
hipotecas, impactaron en el sentimiento colectivo de
manera mucho más aguda que la que pueden transmitir
los indicadores económicos y convirtieron ese momento en punto de quiebre en la historia política de esos
países.
Esos eventos provocaron, de un lado, el despertar
de una nueva conciencia social y el levantamiento de
los que se reconocen como parte del 99% de la población contra los privilegios del 1%. La rebelión tomó
las calles en los gravísimos disturbios de Londres; en
los campamentos de los indignados de la Plaza del Sol
en Madrid; de los Occupy en Wall Street en Nueva York
y Washington y en las movilizaciones de Atenas, para
citar las más próximas y visibles y gestaron, al mismo
tiempo, el retorno de los planteamientos del keynesianismo, de la regulación del sistema financiero y del
fortalecimiento del papel del Estado, como mecanismo
de control del mercado y de reparación de injusticias
sociales, que habían sido estigmatizados en la época del
Consenso de Washington.
La contrarrevolución no tardó en llegar, con expresiones abiertamente reaccionarias, todavía más radicales que las del periodo neoliberal. El Tea Party, la
derrota parlamentaria de Obama, el resurgimiento de
los partidos de derecha en Europa, representados en
la victoria del PP en España y la derrota humillante
del Partido Socialista Obrero Español son ejemplos de
esa corriente. Basta seguir el debate de las primarias
del Partido Republicano de Estados Unidos para sorprenderse de la magnitud del problema, no sólo por la
naturaleza de las banderas que se levantan, largamente
desacreditadas y comprobadamente fallidas, sino por
la actitud militante y hasta la furia con la que se proponen. En esta visión, el Estado es el problema, no la
solución. Nadie debe interferir en el libre juego del
mercado. Tiene que reprimirse sin contemplaciones
la migración ilegal (la procedente del sur desde luego)
que amenaza la autoridad del hombre blanco y la identidad y unidad cultural de Occidente. La sociedad de
bienestar –burocrática, costosa, insuficiente, insostenible– es un invento del demonio y del comunismo, que
se oculta detrás de la socialdemocracia europea. Y cosas
por el estilo.
Pese a la distancia que separa esas posiciones, hay
un punto en el que coinciden. Ambos proclaman que
el sistema político está agotado y que ya no funciona.
Rechazan a los partidos, a las máquinas partidarias, a
los burócratas, al sistema. En el nombre del cambio
progresista o de la reafirmación de los valores tradicionales del pasado político, cuestionan la esencia del
régimen democrático que se instaló en los países del
centro luego de la Segunda Guerra Mundial. Flota en
el ambiente la pregunta de si las instituciones políticas,
europeas y norteamericanas, lograrán vencer el desafío
que plantea la doble tenaza de la inestabilidad financiera global y del populismo nacionalista.
No pueden pasarse por alto las semejanzas de lo
que ahora ocurre con los acontecimientos que siguieron a la gran crisis de 1929. Fascismo y comunismo se
alimentaron de un caldo de cultivo muy parecido. Por
eso, traigo a cuento unas frases de un artículo que escribió en 1931, meses antes de que Hitler llegara al poder,
* Ex Ministro de Relaciones Exteriores.
un ex ministro de la República de Weimar. Decía “la
depresión económica y la radicalización política van
de la mano … un hombre desesperado está dispuesto a
destruir todo, en la esperanza de que un mundo mejor
surgirá de las ruinas”2.
El clima político europeo no ha llegado a ese punto, pero la advertencia vale.
Cambio del centro de gravedad global
Si el capitalismo de Occidente está en crisis, sumido
en la duda y la incertidumbre, el capitalismo asiático
y de las potencias emergentes está vigoroso, lleno de
imaginación y atrevimiento.
El centro de gravedad del sistema económico global, empezó a moverse inexorablemente del Atlántico
al Pacífico. Ese es el dato. Algunos dicen que concluirá
a fines de este siglo con el núcleo firmemente establecido en el Asia, en China. Muchos discuten esa afirmación, pero lo que ya es claro es que (por lo menos en las
próximas dos o tres décadas) Estados Unidos y China
compartirán la responsabilidad del liderazgo, con la
Unión Europea y Japón replegados a un confortable
papel de acompañantes sin obligaciones muy exigentes
y potencias emergentes como Brasil y la India siguiéndoles el paso de cerca.
La magnitud de ese cambio se puede apreciar en
los datos que aporta Angus Madison en su obra “Contours of the world economy. 1-2030 ad”. La participación del Asia (incluyendo Japón) en el producto global
pasó de 18.6% en 1950 a 40.5% en 2003, superando al
de la suma de Europa y Estados Unidos, que redujo su
cuota de 53.5% al 39.8%, en el mismo periodo.
Desde luego, no se puede esperar que la transformación del sistema que se construyó en siglos, alrededor y en beneficio de las potencias occidentales (a las
que se agregó Japón al promediar el siglo xx) se produzca de manera apacible y sin sobresaltos. La incorporación de nuevos protagonistas en el juego de poder,
con intereses económicos y geopolíticos en competencia y valores y tradiciones culturales muy diferentes,
inevitablemente generará tensiones. La nueva estructura del sistema internacional nace así bajo el signo de
la inestabilidad y de la incertidumbre mientras Estados
Unidos y China encuentren la forma de administrar
sus divergencias. Esa relación, marcada por la interdependencia y la desconfianza, ambivalente y paradójica,
puede desembocar ya sea en mecanismos de cooperación o en confrontación abierta.
Hay algo más que decir en este punto.
Las materias primas y la
“gran convergencia”
En la lógica que prevaleció en el siglo pasado, la crisis
de los países en desarrollo, luego del crash del 2008,
debió haber sido mucho más penosa que la del centro.
No ha sido así, hasta ahora, por lo menos para los países asiáticos, Sudamérica y África. Por el contrario, la
tendencia registra la reducción de la brecha norte-sur,
entre países ricos y naciones en desarrollo.
La construcción teórica de la derecha conservadora en Estados Unidos, Europa y Japón y de la izquierda
contestataria en el resto del mundo, descansaba en la pre2
Erich Koch-Weser. Ibíd.
misa de que la concentración de la riqueza y el poder en
los países del centro debía crecer de manera constante y
que el sistema internacional estaba diseñado para concretar ese propósito. Para unos era una excelente noticia,
para otros la justificación de su lucha revolucionaria.
El razonamiento tenía una sólida base teórica y
práctica. El ritmo alto de crecimiento del producto en
los países en desarrollo no alcanzaba para marcar ninguna diferencia significativa. La revolución tecnológica, en la década de los noventa, que redujo la participación de las materias primas y la mano de obra en el
precio final de los bienes, agravó el problema y tornó
aparentemente inalcanzable la posibilidad de romper
la barrera del atraso, de la pobreza y de la desigualdad
en los países en desarrollo.
La expansión de la economía china, primero, y
de las otras potencias emergentes, después, modificó
las condiciones en las que se fundaba el planteamiento
y modificó su esencia. Produjo un cambio cualitativo.
Una alteración sustantiva de tendencia. La incorporación al mercado de centenares de millones de personas
transformó el tamaño y la naturaleza de la economía
mundial (Enrique Iglesias suele decir que fue el equivalente a la construcción del segundo piso en
una casa) y desencadenó la explosión de la demanda de productos básicos –de América del
Sur, en buena medida– y de mano de obra, en
China y los países asiáticos. La mejor disciplina fiscal de los países sudamericanos ayudó
por cierto, pero sólo en parte.
La mejora sustantiva de los términos del
intercambio en el mercado de materias primas,
revirtió la tendencia a la baja que duró más de
un siglo. Según el índice que lleva The Economist, en el espacio de sólo una década, entre
2002 y 2010, se recobró gran parte del terreno
perdido entre 1845 y 2002, durante el cual los
precios de las materias primas industriales cayeron en un 80%, en términos reales.
Los recientes incrementos de precios han
sido de base demasiado amplia y de duración
demasiado prolongada para explicarse sólo por heladas o
malas cosechas. En su Informe sobre la economía mundial,
The Economist, tiene una explicación mas directa. “El
alza en los precios de los commodities es simplemente el
resultado de una demanda explosiva y de una oferta lenta
y floja. El lado de la demanda ha sido impulsado por un
desarrollo industrial sin precedentes en su tamaño, velocidad y amplitud, liderada pero no confinada a China. El
crecimiento de las economías emergentes es tanto rápido como intensivo en recursos”. 3 Recuerda que la disparidad entre demanda y oferta es un antiguo problema de
los mercados de commodities y que toma años encontrar
y desarrollar nuevos yacimientos y reservas de petróleo
y minerales y otros tantos construir la infraestructura
(pozos, ductos, ferrocarriles, puertos) para llevar las materias primas al mercado.
Está claro para todos que los precios de las materias no podrán mantener el ritmo de crecimiento excepcional de la última década. Tendrán que desacelerarse.
Pero en ningún caso se desplomarán a los niveles de
2002. Lo más probable es que continúe el desequilibrio
y se mantenga la presión sobre los mercados de productos básicos, eventualmente con menor intensidad
que la actual, mientras continúe creciendo la población
urbana de las potencias emergentes y se encuentren y
desarrollen nuevas fuentes de producción. China y el
resto del Asia deberán importar materias primas que su
territorio no produce ni puede producir, aún en el caso
de que su tasa de crecimiento disminuya del 10% en los
últimos 30 años, a niveles mas “normales”, de 7-8% en
la próxima década y aunque tengan que cambiar el eje
3
The Economist. Informe sobre la economía mundial. Septiembre
2011.
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de su estrategia de desarrollo y descansar en el aprovechamiento de su propio mercado. En otras palabras,
apostar al colapso del mercado de materias primas, en
el corto plazo, no es una buena idea.
El impacto de esos acontecimientos en las naciones emergentes fue enorme. Cambió la tendencia de
desarrollo e hizo que la flecha se moviera en dirección
diferente. La brecha entre los países desarrollados y los
países emergentes comenzó a estrecharse, en vez de seguir ensanchándose, en un proceso que los comentaristas
no han dudado en calificar como la “gran convergencia”.
Voy a citar algunas cifras para respaldar la afirmación. En su artículo “Esperanza en los países emergentes”, publicado en el Financial Times del 10 de enero de
2012, el columnista Martin Wolf recuerda que la economía china creció cerca del 60% entre 2002 y 2012 (y la
del resto del Asia en 50%) mientras que el producto de
las naciones ricas creció a un promedio anual del 3%.
“Con esas cifras ¿quién puede dudar que el mundo está
sufriendo una profunda transformación?”, se pregunta.
Entre 2002 y 2005, en un trienio, la pobreza en China
(medida como el número de habitantes con menos de
dos dólares por día), se redujo de 51.1% al 36.3% de la
población total, es decir algo así como 220 millones de
personas, mayor al total de la población de Brasil.4
Otros datos confirman esa apreciación. El consumo
de productos electrónicos en los países emergentes creció del 37% al 46% entre 2008 y 2011, en tanto que el
de los países de la oecd se redujo de 63% a 54%.5 En el
segundo cuatrimestre de 2011, las reservas monetarias de
los países emergentes sumaban 6.5 trillones de dólares y
las de los países ricos 3.2 trillones. Si las proyecciones del
fmi son correctas, más de la mitad del producto mundial
en 2013, medido en paridad de poder de compra (ppp),
se originará en los mercados emergentes.6
En el corto espacio que corrió entre 2002 y 2010,
el producto interno bruto de China, que ocupaba el
cuarto lugar en el ranking global, superó al de Alemania y Japón y ahora todos esperan que se coloque por
encima del de Estados Unidos hasta el 2020, o antes.7
Pero no fue sólo China. Más cerca, en América Latina,
en ese mismo periodo, con los mismos datos del Banco
Mundial, Brasil superó a Gran Bretaña, se posicionó
como la sexta economía mundial y disminuyó la distancia que la separa de Francia, Alemania y Japón.
El desafío de la “reprimarización”
En el periodo 2003-2010 creció el producto de América del Sur, las exportaciones se duplicaron, la pobreza
disminuyó por primera vez y la brecha de desigualdad
(la más alta del mundo) comenzó a disminuir. El siguiente cuadro registra esos avances.
4
5
6
7
Banco Mundial. World Development Report 2012.
El País, Madrid, 9 de enero, 2012
The Economist.
Banco Mundial. World Development Report 2004 y 2012.
2003
2010
PIB (en millones de dólares)
1.445
2.047
Exportaciones (en millones de dólares)
2.141
5.958
Pobreza (en porcentaje de la población
total)
44.7%
31.6%
Índice de Gini.
0.514
0.502
*
* PIB (en valores constantes de 2000), Exportacio­nes, Pobreza, Gini.
CEPAL. Anuario Estadístico 2011.
Un par de palabras sobre Bolivia. Su posición relativa respecto de sus vecinos de América del Sur se
mantuvo sin mayores variaciones, pese a la mejora en
valores absolutos. Debajo de todos los otros países de
la zona en los indicadores económicos y sociales, está
un peldaño por encima de Paraguay en el tamaño del
pib y en nivel de pobreza, pero el monto de sus exportaciones es menor que el de ese país y peor su índice
Gini. A propósito de este último indicador, tiene que
recordarse que, contra la tendencia regional, en Bolivia
se degradó de 0.447 en 2003 a 0.573 en 2010, pese a
que disminuyó el rango de pobreza de 62.4% a 54.0%
del total de la población.
La región tiene ante sí, ahora, un desafío enorme.
Aunque su dependencia de las exportaciones
de materias primas y de manufacturas basadas
en recursos naturales se ha reducido –de 86%
en 1970 a 52% en 20098– su posición actual es
una amenaza a la naturaleza de su desarrollo
futuro. Expone al Continente a la volatilidad
de los precios de los mercados de commodities
y afecta la competitividad de otros sectores de
la economía regional. Minería y petróleo no
son recursos renovables, no generan empleo,
causan daño ambiental y son negocios de capital intensivo. Pero aseguran ingresos que, si
se usan bien, pueden financiar los procesos de
modernización de la sociedad y la economía
regional.
La evidencia empírica demuestra que la
respuesta al peligro de la reprimarización es el
aprovechamiento del mercado regional. Es el
segundo destino para las ventas externas de la región,
lo cual ya sería de por sí importante, pero muestra otra
característica que lo hace insustituible. Los flujos de
intercambio dentro de cada esquema de integración
registran una proporción de manufacturas (alimentos
preparados, bienes para industria química y farmacéutica, plásticos, línea blanca, automotores y textiles) mucho más alta que la dirigida a terceros mercados, en el
orden del 82% del total. Las tasas de crecimiento de
ese comercio son más elevadas que las de las exportaciones al resto del mundo.
Es decir, el mercado principal y más dinámico
para las manufacturas sudamericanas es América del
Sur. Todavía más claro. El mercado regional es la base
de cualquier estrategia de industrialización. Para algunos países con mercados nacionales estrechos es, en
realidad, la única opción para dar el salto a una economía de cimiento manufacturero.
Hay, además, derivaciones significativas de naturaleza geopolítica que tienen que mencionarse, aunque
fuera de manera telegráfica. Hace cinco años escribí que
la mejoría de las condiciones económicas aumentaba el
margen de autonomía política de América del Sur. Hoy
se puede ir más lejos. La región se desacopla de Estados
Unidos y del sistema interamericano. Con un dato adicional. La emergencia del claro liderato regional de Brasil que es, en América Latina, el equivalente del ascenso
de China, en el plano global. Cambia la historia. Rompe
el sistema de equilibrio de poder regional. Se constituye
en el referente indispensable de la conducta política y el
comportamiento económico de la región.
8
No se compara con Asia que disminuyó esa dependencia de
94% a 30%, en el mismo periodo.
14 /
debate
2da. quincena de febrero 2012
A tres años de la Nueva Constitución Política del Estado
Juan Antonio Morales*
La ncpe, en varios puntos es arcaica, con un retorno al capitalismo de Estado y el énfasis excesivo que le da al rentismo,
o puja por las rentas de las riquezas naturales.
E
l 7 de febrero se han cumplido tres años desde
la promulgación de la Nueva Constitución Política del Estado (ncpe). La ncpe prometía la
felicidad instantánea a los que votaron por ella.
¿Qué se ha logrado?
El crecimiento de la economía boliviana ha seguido siendo tan modesto como en los veinte años precedentes. La principal limitación al crecimiento de los
últimos años no parece haber estado en el financiamiento, ya que la bonanza del sector externo ha permitido
ingresos adicionales considerables, sino más bien en la
inversión y en el bajo crecimiento de la productividad.
Las teorías modernas de desarrollo económico insisten en que si no hay mejoras institucionales y reformas
de política, la inversión y, más importante, el crecimiento de largo plazo del pib per cápita serán anémicos. Los
profesores Perssons, de la Universidad de Estocolmo,
Suecia y Tabellini, de la Universidad Bocconi de Italia,
insisten con razón en las consecuencias sistemáticas de
las reglas constitucionales para las políticas económicas.1
Los temas institucionales y en especial los textos
constitucionales importan, mucho más de lo que se supone corrientemente, para delinear las trayectorias de
desarrollo económico. Cabe preguntarse acerca de los alcances de la ncpe para nuestro desempeño económico.
Los valores, preferencias y creencias personales
de los autores de la ncpe han sido un determinante
importante para su elaboración aún si los orígenes tienen raíces más profundas que han de encontrarse en
los conflictos por la distribución del poder político. La
composición social de los constituyentes, que venían
en gran medida de los movimientos sociales afines al
mas y de las Organizaciones No Gubernamentales
anti-globalizadoras, fue importante. Ellos eran muy
diferentes de los propietarios rurales y abogados que
redactaron las constituciones de la mayoría de los países americanos al fundarse las repúblicas.
El punto que hay que subrayar es el que los constituyentes tenían una visión muy diferente de la economía y la sociedad de la de gobiernos anteriores. Para los
constituyentes lo importante era una ampliación de la
democracia hacia quienes juzgaban que eran desposeídos, poniendo énfasis en la redistribución del ingreso y
de la riqueza. La representación de los propietarios y de
los intereses empresariales fue, en cambio, muy escasa y
poco escuchada. No está en discusión si la manera en que
se adoptó la ncpe fue democrática sino más bien si fue
1
Perssson, T., y Tabellini, G. (2005) The Economic Effects of Constitutions. Cambridge, ma: The mit Press.
idónea para fijar reglas duraderas y para crear los incentivos correctos para un buen desempeño de la economía.
El modelo económico de la ncpe es el de una
economía plural constituida por las formas de organización comunitaria, estatal, privada y social cooperativa
(ncpe, artículo 306.I). La ncpe insiste en que la economía plural articula las cuatro formas de organización
económica. A pesar del discurso oficial y de la poesía
dedicada a la economía comunitaria, la forma de organización social predominante en la ncpe es la estatal.
La economía estatal, con las ausencias a las que nos referiremos más adelante, tiene, en efecto, prelación. La
ncpe, en varios puntos es arcaica, con un retorno al
capitalismo de Estado y el énfasis excesivo que le da al
rentismo, o puja por las rentas de las riquezas naturales.
La propiedad privada en la ncpe
El artículo 56 de la ncpe reconoce el derecho a la propiedad privada, pero con limitaciones. No ofrece suficiente protección contra los riesgos de expropiación.
En la anterior cpe, la evidencia tenía que ser muy fuerte de que no está cumpliendo una función social para limitar el derecho propietario. Además, como hace notar
Ferrufino, las reglas de la ncpe con relación al control
de la sociedad civil organizada pueden conducir a una
explosión de presiones corporativas.2 Los derechos de
propiedad son particularmente vulnerables al activismo corporativo en cuanto pueden ser percibidos como
otorgando beneficios que pueden ser redistribuidos.
El artículo 22 de la anterior cpe le daba un contenido operativo al derecho fundamental al admitir
expropiaciones solamente cuando las propiedades privadas producen externalidades negativas, o cuando no
cumplían una función social calificada conforme a ley. El
principio que la propiedad privada cumpla una función
económica social tiene particular pertinencia para evitar
los latifundios improductivos. Es apelando al principio
de la función económica social, que ya estaba en las constituciones previas desde la de 1938, que se promulgaron
los decretos y leyes que reforman la propiedad agraria.
Por último, no basta que el derecho a la propiedad privada esté en la Constitución sino que también
se necesita un poder Judicial, suficientemente fuerte y
creíble, que lo haga cumplir. ¿Estará el nuevo poder
Judicial cumpliendo esas condiciones?
2
Ferrufino, R. (2009). “Análisis crítico de los preceptos económicos establecidos en la Nueva Política Económica del Estado” en
I. Velasquez (coordinador) Reflexión Crítica a la Nueva Constitución
Política del Estado. La Paz: Konrad Adenauer Stiftung. pp. 517-555.
La extensión de la esfera estatal en la NCPE
La ncpe tiene un sesgo estatista y colectivista; no parece
haber recogido las enseñanzas de la historia. El artículo
316 extiende fuertemente la esfera estatal de la economía. De manera especial, hace hincapié en la dirección
y control de los sectores estratégicos de la economía
aunque no los define. El incremento de la participación
estatal está dando lugar al desalojo del sector privado de
actividades en las cuales estaba presente hasta recientemente. Los modelos exitosos de capitalismo de Estado
se concentran en unas pocas empresas estratégicas y
evitan sobrextenderse hacia pequeñas empresas, en desleal competencia con el sector privado. No sólo que se
extiende la intromisión del Estado en la economía, desplazando al sector privado, sino que los artículos 20, 45,
y 359 excluyen a las empresas privadas de los sectores de
servicios básicos o limitan fuertemente su participación
en la explotación de hidrocarburos.
Se podría argüir que la protección de los derechos
de propiedad es importante para las decisiones de los
inversionistas privados pero que pierden relevancia con
el cambio de modelo, que le ha dado un lugar más importante a las empresas estatales. La ncpe, a pesar de
la importancia que otorga a las empresas estatales y que
en muchos casos entra en gran detalle, dice muy poco
sobre su gobernanza. Para un desempeño comparable
o mejor que el de las empresas privadas se necesita
también un marco jurídico adecuado para las empresas
estatales, que mitigue las dificultades inherentes a este
tipo de entidades. Los problemas de gobierno corporativo son importantes en este sentido y se necesita fijar
reglas para que los ejecutivos de las empresas estatales
cumplan con los objetivos que les fijan sus dueños, que
en última instancia son todos los electores. Para una
verificación efectiva y realista del cumplimiento de sus
objetivos se debe evitar darles a las empresas públicas
multiplicidad de propósitos. Los objetivos dados a las
empresas estatales deberían tener rango constitucional.
Si bien la ncpe ha sido aprobada y promulgada,
es también cierto que ella está lejos de tener una forma definitiva. Ella está todavía en proceso de modelación y habrá que esperar un tiempo antes de sacar
conclusiones más definitivas. Sin embargo, queda la
duda si la ncpe es mejor que las constituciones que la
precedieron.­
* Profesor de Maestrías para el Desarrollo,
Universidad Católica Boliviana y ex-presidente
del Banco Central de Bolivia.
Con detención domiciliaria desde hace cinco meses.
2da. quincena de febrero 2012
debate
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Faltar a la verdad
Hugo Rodas Morales*
“Es opinión muy difundida en algunos ambientes (y esa difusión es, a su vez, un síntoma de la altura política y cultural de tales ambientes)
que en el arte de la política es esencial mentir, saber ocultar astutamente las propias opiniones y los verdaderos fines hacia los que se tiende;
saber hacer creer lo contrario de lo que realmente se quiere, etc. (En cambio) en la política de masas, decir la verdad es precisamente una
necesidad política” (Antonio Gramsci, “Sobre la verdad”, 1998: 100).
“
El sentido común es un terrible negrero de los
espíritus” añadió Gramsci, en otro de los ensayos
que componen su reflexión sobre la reforma moral
e intelectual socialista (1998: 28) que requeriría el orden
capitalista para que el socialismo, que tiene en el programa liberal su propio programa mínimo, lo supere
mediante masas educadas en un sentido civilizador más
amplio y mejor. En cambio, nuestros márgenes locales
renuevan su indolencia mascullando fingidas críticas al
interior de la burocracia estatal (“Por mucho que haya
cosas que no están funcionando como deberían, yo sigo
creyendo en Evo”, Rafael Puente, en www.revistapueblos.org, 09.02.12).
Apenas se disimula el alineamiento con el cinismo
de periodistas argentinos evistas, que advertidos de la
sostenida masacre del pueblo sirio con cuyo régimen
es solidario la diplomacia bolivariana, quisieran curarse
en salud frente a los únicos críticos internos que reconocen, los ex masistas: “El descubrimiento por algunos
compañeros simpatizantes de la “reconducción” [del
“proceso de cambio”; se refiere a Alejandro Almaraz,
Oscar Olivera, Raúl Prada entre otros] de que gran
parte de las bases del mas son sectores vinculados al
capitalismo popular –lo que era evidente ya en 2002 y
mucho antes– no habilita buscar ahora en los indígenas
del oriente el nuevo sujeto revolucionario”. (Pablo Stefanoni, Página Siete, 14.02.12).
En nombre de las masas populares, el evismo pretende la democratización de la inmoralidad política que
supone ignorar un régimen legal anterior… para violar
sin límites el propio. La legalidad anterior que era sierva de la dominación oligárquica tradicional no mejora
ampliando la pedagogía de las elites señoriales expuesta
por el ex Presidente Daniel Salamanca, hace casi un
siglo: a los amigos todo… La historia de nuestras leyes
es la historia de la injusticia boliviana; el manoseo de la
actual Constitución y una acrítica bancada oficialista es
la democratización de la inmoralidad política. Mayor
daño cargado a la cuenta de las masas populares parece
harto difícil imaginar.
La narrativa liberal del “proceso de cambio”
Coordinados por un académico liberal (George Gray
Molina) y financiados por el pnud, un conjunto de
conocidos académicos y políticos bolivianos diagnosticaron el “estado del Estado en Bolivia” y postularon
desde el 2007 la existencia de un optimista “sentido
común” emergente: “Bolivia está cambiando”. A la
perspectiva de gobernabilidad de dos académicos (Fernando Mayorga y José Luis Exeni, op. cit., pp. 75-76) y
otros intelectuales paraestatales del periodo neoliberal
previo, sumaba las del grupo Comuna y varios “investigadores asociados” no menos simpatizantes del mas
(Xavier Albó, Roger Cortéz, Marcela Revollo entre
otros), proponiendo la narrativa de “un Estado para el
sentido común” que emergía con el gobierno del mas;
un “Estado con huecos” que desplazara las caracterizaciones marxistas y zavaletianas (“Estado aparente”),
prescindiendo de las ideas y obras, por ejemplo, de Sergio Almaraz y Marcelo Quiroga Santa Cruz. Tan deleznable ecuanimidad valida la idea de Gramsci sobre
lo que significa innovar políticamente y que es bastante
precisa: la “reforma intelectual y moral” convendría
a un cambio cultural, en el que el papel protagónico
no corresponde a las elites intelectuales (sin ignorar su
enorme valor en tanto ideas de individuos formados), sino
a la organización coherente de un prejuicio de masa
que avance culturalmente más allá de los límites impuestos por el “sentido común”.
Bolivia no va en esta dirección, el mas no sólo
reitera su práctica despótica constitutiva sino que la
concentra más (“Evo es el proceso de cambio”, ha repetido últimamente el Vicepresidente ante la academia universitaria mexicana) y lo que el pnud financió
como discurso de la “democracia ampliada y gobernabilidad compleja” es, sin más, la “ampliación de
elites” o burguesía tradicional + indigenistas evistas,
que anunciara el Vicepresidente en 2006. Un reciente
editorial de nc 99 se suma a ese “sentido común”,
reclamando la “recepción favorable de la opinión
pública” al “logro de la presencia empresarial” en la
pasada Cumbre Social organizada por el gobierno.
Se refiere, con ingenuidad insólita, a la pretendida
neutralidad del Estado respecto a las diputas clasistas
entre trabajadores y empresarios, sobre la que bastaría
recordar que los primeros rechazaron su prescindible
participación, mientras los segundos asistieron como
aliados del gobierno: en nombre de la Confederación
de Empresarios Privados de Bolivia (cepb), su presidente Daniel Sánchez, celebró la “paz social” de los
últimos cinco años (www.americaeconomia.com,
29.01.12).
De la apariencia de izquierda a la realidad
El Presidente del Estado Plurinacional comenzó su
segundo periodo de gobierno ignorando abiertamente
los crímenes de lesa humanidad pendientes desde los 70,
incumpliendo su promesa sobre la apertura de archivos
militares y premiando con la impunidad a los responsables de uniforme militar y policial. Entre sus más recientes iniciativas se cuenta el ausentarse del país para
imponer un aumento al precio de carburantes que empobreció sin matices la economía popular (“gasolinazo” de diciembre del 2010) y derogar luego el decreto
respectivo, atemorizado por la espuma insurreccional
resultante; eludir su responsabilidad por la represión
policial a una marcha indígena pacífica (tipnis), disculpándose por los “excesos policiales” pero sin aclarar
nada; disponer con absoluto desconocimiento la intangibilidad sobre el territorio en cuestión, para promover después una inconstitucional Ley de consulta,
pretendiendo que la anterior (y la marcha indígena que
la produjo) nunca existió. Esta incompleta mención de
arbitrariedades es denominada por los “funcionarios
críticos” que siguen fieles al líder masista, novedad absoluta en la historia de Bolivia.
La realidad de faltar a la verdad ante el pueblo la
continúan dirigentes medios que emulan la práctica
del actual Presidente; cocaleros que negando su filiación
al mas y reprochando a la prensa nacional llamarlos
como tales, contra fotos públicas que demuestran lo
contrario, alientan la práctica avasalladora de colonizar
el tipnis mediante la ampliación de cultivos de coca
ilegales. Su ilegítima representatividad ha sido avalada
por obsecuentes mediadores evistas que digitan la mayoría oficialista de la Asamblea Plurinacional (Gabriela
Montaño, Rebeca Delgado, Adolfo Mendoza y otros) a
todo lo cual, un importante ex funcionario del mas llama (todavía), vacío ético (Alejandro Almaraz, en Página
Siete, 15.02.12).
Una elemental reflexión sobre la pretendida moral del “capitalismo popular” evista y su política desarrollista “quieran o no quieran”, concluiría sin dificultad que el camino de faltar a la verdad en nombre de un
proyecto de masas populares es además de antidemocrático, inmoral.
Referencias
Gramsci, Antonio (1998). Para la reforma moral e intelectual. Madrid: Los Libros de la Catarata; también
El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce.
Buenos Aires: Nueva Visión, 1984; y del pnud: El estado del Estado en Bolivia. Informe Nacional sobre Desarrollo
Humano 2007. La Paz.
* Profesor universitario de Ciencia Política y Administración,
reside en México (hugorodasmorales@gmail.com).
16 /
debate
2da. quincena de febrero 2012
La movida libertaria en la revuelta del TIPNIS
Carlos Crespo Flores*
Los libertarios bolivianos tuvieron su “corto verano de la anarquía” durante la marcha de recibimiento a los marchistas del tipnis; por un
momento el Estado parecía no existir, había la sensación que la ciudad había sido capturada por la gente, marchistas y la multitud asistente,
y un sentimiento de solidaridad atravesaba el ambiente.
“pueblos indígenas,
resistencia;
autonomía y libertad”
(canto del bloque libertario en la marcha de arribo de
la viii marcha indígena a la ciudad de La Paz)
P
reámbulo
Este texto fue concluido luego de la promulgación de la Ley de Consulta del tipnis por el
presidente Evo Morales, abriendo una nueva
etapa en la resistencia indígena a la contraofensiva gubernamental para anular la ley corta del tipnis,
resultado de la viii marcha indígena, que protege al
tipnis de la construcción de la carretera Villa TunariSan Ignacio de Moxos y significó una derrota política al llamado “gobierno de los movimientos sociales”.
Al mismo tiempo, aún conmovido por lo logrado a
un gobierno que hoy pretende reproducir una nueva
“ch’ampa guerra” y hacer pelear a los bolivianos.
Uno de los sectores que apoyó la movilización desde su inicio fue lo que genéricamente podríamos llamar
la “movida libertaria”; definida como los espacios y momentos de resistencia al proceso de legibilización estatal
al que el proceso presente se halla empeñado; es la diversidad de colectivos, comunidades e individualidades
autónomas caracterizadas por su antiestatalismo, anticapitalismo y toda forma de dominación y apuesta o es
abierto hacia formas de vida y prácticas autogestionarias,
comunitaristas, de apoyo mutuo y bien común. Encontramos anarquistas en sus diversas tendencias, libertarios anticapitalistas, indigenistas, feministas, ecologistas,
marxistas autónomos. Tienen formas organizativas horizontalistas, nómadas y flexibles –colectivos que aparecen
y desaparecen, descentralizados –como los grupos de
afinidad; operan en base a redes de información (desde
digitales hasta el boca a boca) y colaboración1; Y lo de
1
Para Raquel Gutiérrez podrían formar parte de los llamados
“entramados comunitarios” (Gutiérrez, 2011). No incluyo a los
firmantes del documento “Recuperemos el proceso de cambio
con el pueblo y por el pueblo” (2011), algunos de los cuales se
incorporaron a la marcha indígena –Alejandro Almaraz, Oscar
Olivera, entre otros–, porque el contenido del documento es
estadocéntrico, defienden la Constitución, criticada por los libertarios por su enfoque de fragmentación étnica (Perelman,
2011), y desarrollismo (Crespo, 2008).
“movida” es el término más o menos aceptado por sus
participantes.
Participación libertaria en la revuelta
del tipnis
“Nunca ví a los paceños tan felices” exclamaba Juan Perelman, exultante el día de la recepción a la viii marcha
indígena a la ciudad de La Paz, conmovido por el sentimiento colectivo de hermandad que emergió espontáneamente con la gesta indígena. El número de diciembre 2011 del periódico Combate se denomina “Las mil
mesetas del tipnis”; para Perelman, el tipnis ha sido
una insurrección que ha permitido “construir una nación
sin Estado, una nación contra el Estado”, que ha puesto en
cuestión la idea del “Estado plurinacional” de 36 grupos
étnicos separados bajo hegemonía aymara (p. 2), y se ha
afirmado la noción que Bolivia es una nación, “una tribu
grande formada por muchas tribus diversas pero juntas…”. El
tipnis ha mostrado “la levadura humana que los pueblos
indígenas le pueden aportar a Bolivia, su visión civilizatoria…
a otra forma de ver el mundo y habitarlo” (pp. 5); desde su
sencillez, nobleza, afecto y amor, han iluminado la posibilidad de “construir junto con ellos, aprendiendo de ellos, una
sociedad no capitalista, no estatal, no clasista”.
Perelman evidencia el impacto que ha tenido la
revuelta del tipnis en la diversa y heterogénea movida
libertaria boliviana; militantes libertarios, colectivos o
individualidades se involucraron en la resistencia, desde
una diversidad de tácticas y prácticas reflejando al mismo
tiempo la diversidad de la movida. Normalmente la movida libertaria en el país está dispersa, subterránea, a veces
hasta peleada entre sí dado su alto espíritu de autonomía e
independencia; pero en los momentos de crisis emergen,
aparecen juntos colaborando y apoyando(se); sucedió en
la guerra del gas y sucedió ahora en la batalla del tipnis.
Un grupo de activistas libertarios de La Paz y Cochabamba se incorporó a la caminata, desde donde enviaban reportes –destacamos los textos de Qhura Silvestre, Martika
y Sergio, denuncias e imágenes, particularmente durante
la represión del 25/x. La movida libertaria estuvo presente en los principales movimientos y acciones de apoyo a la
lucha indígena en las ciudades de La Paz, Cochabamba y
Santa Cruz. En Cochabamba miembros del Centro Social
El Fondo y militantes libertarios fueron parte de la Campaña en Defensa del tipnis, una coalición de activistas
urbanos, involucrados en las demostraciones y vigilias, re-
colectando víveres y propagandizando; al mismo tiempo,
activistas llamaban la atención contra la “ongización” del
movimiento, promoviendo que se tomen decisiones por
consenso y públicamente; los y las libertarias son altamente sensibles a toda forma de autoritarismo, centralismo,
y hasta traición de los dirigentes; somos los que mejor percibimos las pulsiones jerárquicas de las organizaciones indígenas (Leo). El colectivo Imillas Libertarias de Cochabamba
organizó un dispositivo comunicacional para producir y
difundir información, coordinando con los y las marchistas y el equipo independiente de comunicación formado
con los marchistas libertarios; desde su sede, Kasa Kamasa
atendieron con la cocina durante varios días a la delegación yuqui y de la conamaq­ que en los primeros días
estuvieron acompañando la vigilia de Cochabamba. En
Santa Cruz, militantes anarcopunks apoyaron la vigilia
impulsada por la juventud universitaria indígena, establecida en la Plaza 24 de Septiembre de aquella ciudad.
En La Paz, los colectivos Mujeres Creando, Colectivo 2,
Organización Anarquista por la Revolución Social oars,
estuvieron apoyando la vigilia de la plaza San Francisco
desde el inicio (oars, 2011).
A lo largo del conflicto, la creatividad libertaria
emergió en medios en los que normalmente se mueve
la movida: graffiteada en las ciudades principales, posters y flyers; el colectivo oars y colectivos veganos de
La Paz elaboraron afiches, pasacalles de la vigilia en la
Plaza San Franciso, así como un mural en la Cumbre,
la parte más alta a la que llegó la marcha en su arribo a
la ciudad de La Paz, como sello de su paso.
Intelectuales libertarios también se involucraron
en el activismo por el tipnis (Crespo, 2011, 2011ª).
En la ciudad de La Paz, María Galindo de Mujeres
Creando, Silvia Rivera, docente universitaria y miembro del Colectivo 2, estuvieron junto a las mama t’allas
de la conamaq organizando la vigilia de la plaza San
Francisco; en Cochabamba durante un seminario sobre la “Madre Tierra” organizado por la gobernación,
impulsaron la lectura de una carta de solidaridad con
los indígenas, mientras activistas desplegaban pancartas contra la carretera, posteriormente abandonando el
evento; asimismo organizaron un “escrache” al senador
Adolfo Mendoza en un evento de oxfam Bolivia desplegando pancartas en favor del tipnis, mientras un
activista interpelaba públicamente al senador masista
cochabambino defensor de la carretera.
* cesu - umss
debate
2da. quincena de febrero 2012
Días antes del arribo de la marcha, bombas de humo
estallaron en algunos edificios públicos de la ciudad de
La Paz, como el Ministerio de Medio Ambiente y Agua,
que otorgó la licencia ambiental a la empresa oas para
el inicio de obras; fueron atribuidos a un colectivo anarquista. En la ciudad de Cochabamba en el marco de un
paro de 48 horas, durante la marcha, un “bloque negro”
se desprendió de ella e intentó quemar las puertas del canal estatal y del Comité Cívico, este último asociado a la
derecha oportunista que aprovechó el tipnis para posicionarse mejor en la lucha contra el gobierno de Evo Morales. El hecho fue atribuido a los trotskistas y anarquistas.
Pero también hubo voces disidentes; Alison
Spedding, antropóloga británica que vive en La Paz
por más de 20 años, en algún momento vinculada a la
movida libertaria, en un artículo firmando como “dirigente cocalera de base”, criticó a la marcha y a las
mujeres por exponerse a la violencia, afirmando “lo que
necesitamos son leyes ambientales que sean realmente efectivas, es decir instancias y mecanismos administrativos que los
pongan en práctica: no declaraciones efusivas y sentimentales
sobre la Madre Tierra”; Spedding pedía que el Estado
funcione como en la democracia liberal anglosajona,
situación ideal inalcanzable para la identidad racista y
corrupta del Estado en Bolivia y contradictoria con una
postura antiestatalista que defendió en su momento.
En Cochabamba el colectivo Tinku apoya al gobierno
de Evo Morales y la carretera2; desde su espacio en la
Plaza 14 de Septiembre lanzaron proclamas, insultos y
agresiones a la movida libertaria y su participación en la
lucha por el tipnis; venden su imagen como colectivo
libertario, pero opera como ong realizando activismo
para el gobierno en la plaza central de la ciudad.
Días antes a la llegada de la marcha indígena, una
proclama firmada por el colectivo Bicéfalo (2011) invitaba “a mostrar un apoyo libre y libertario a nuestrxs hermanxs
indígenas” y apelaba al formato del grupo de afinidad
descentralizado para su organización: “asumimos que
todxs estarán presentes en La Paz para reforzar la marcha
de nuestrxs hermanxs. Sabemos cómo encontrarnos, cómo reconocernos, sólo hace falta juntarnos”. La convocatoria en
realidad reflejaba el sentimiento colectivo de solidaridad
de los y las activistas libertarios con la marcha.
En la recepción a la marcha indígena en la ciudad de
La Paz: los y las marchistas libertarias ingresaron acompañados de un contingente de activistas de la movida y su
entorno, compuesto de la siguiente manera: primero iba
el lienzo del Colectivo Makana, seguían luego por lo menos dos filas de los marchistas no indígenas que se habían
incorporado desde el inicio de esta, entre ellos mencionamos a Q’ura Silvestre, Eid, Chicho, Leonor, Oso. Detrás
iban otros activistas que se habían incorporado la última
semana de la marcha3; también se veía a los que habían
2
3
Así como en Venezuela han emergido los “anarcochavistas”
(Liaño, 2012), en Bolivia se habla de los “anarcomasistas”, a
aquellos libertarios que han decidido apoyar el “proceso de
cambio” y hasta reciben soporte estatal.
De Cochabamba recordamos Ricardo, Bóxer, Gabriel, Tina,
Mauge, Eliana, Adriana, varias de ellas parte de las Imillas Libertarias, las Warmi Pachakuti y el centro social El Fondo.
dejado esta por diversas circunstancias, pero estaban presentes para recibirla. Luego seguía un grupo mixto de La
Paz y Cochabamba principalmente4: en medio camino
logró estructurarse el bloque anarcoecologista, nueva generación de libertarios veganos y liberación animal, que
estuvieron activos en la defensa del tipnis; junto a ellos
estaban el colectivo oars de La Paz y militantes anarcopunks. La música venía inmediatamente con un grupo de
sicuris, cantando tonadas alusivas al tipnis, compuesto
en base a la comunidad musical 3 de Mayo e integrado
por miembros de diferentes colectivos e individualidades;
uno de los versos más cantados en ritmo de italake decía
Con bombos sikus tocando
con alegría cantando
los tipnis están llegando
Venimos con fuerza y valor
marchando por la dignidad
defendiendo nuestra tierra
Finalmente más libertarios o afines a la “movida”.
En sus momentos de esplendor el bloque libertario alcanzó a 100 participantes5. A lo largo de la marcha un
grupo de afinidad graffitero iba pintando en edificios
públicos y burlando la estrecha vigilancia policial escribieron en la pared de la vicepresidencia “El tipnis ha
llegado” En la noche, varios de los marchistas de origen
no indígena estuvieron en la vigilia de la plaza Murillo,
dentro y fuera-en las calles, enfrentando a la policía,
demandando hablar directamente con el presidente del
Estado, y se quedaron hasta la firma del acuerdo y aprobación de la Ley corta.
A manera de final
Antes que disquisiciones ideológicas, es la práctica que
constituye a la movida libertaria en general. En la década
de los 30-40 los anarquistas paceños apoyaron la lucha
indígena por proteger y/o recuperar sus tierras comunitarias; más de medio siglo después, los y las libertarias
del país lo hacen en la defensa de la autonomía de un
territorio comunitario y la soberanía del país. Los rasgos antiestatales y autonomistas de la lucha indígena del
tipnis han conectado rápidamente con la movida; frente a una izquierda que se ha constituido desde y dentro
un horizonte estatalista y jerárquico, la movida libertaria
reivindica una política fuera/contra/paralelo al Estado,
desde la autonomía, conviertiéndolos en los disidentes
más radicales del “proceso de cambio” dado sus fines estadocéntricos y pulsiones autoritarias.
Para los indígenas del tipnis cómo ejercer su autonomía, confiando en sus capacidades, es el desafío,
más allá de los derechos y la política de demanda a la
4
5
Se podían ver a anarquistas y libertarios históricos como Juan
Perelman, Silvia Rivera y Virginia Ayllón, con el sentimiento
común de estar participando en una celebración autónoma de
alto contenido “anárquico”.
Hubo algún marchista libertario que fue “adoptado” por la conamaq e ingresó con ellos; un militante anarcopunk cruceño
lo hizo con la oich de Santa Cruz.
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que el gobierno está disciplinando y controlando a las
organizaciones y movimientos sociales.
Cohesionar Bolivia fuera del Estado es lo que ha
enseñado la revuelta del tipnis. Los libertarios bolivianos tuvieron su “corto verano de la anarquía” durante la marcha de recibimiento a los marchistas del
tipnis; por un momento el Estado parecía no existir,
había la sensación que la ciudad había sido capturada
por la gente, marchistas y la multitud asistente, y un
sentimiento de solidaridad atravesaba el ambiente.
El tipnis ha puesto nuevamente en discusión la
ineluctabilidad del desarrollo como paradigma a seguir,
problemática que el neoliberalismo y Evo Morales lo habían resuelto con su amor por el progresismo y el industrialismo. La ii Batalla por el tipnis ha comenzado, la
promulgación de la Ley de consulta pública del tipnis
es una declaración de movilización y la movida libertaria retornará de las catacumbas, de sus zonas y espacios
autónomos, nómadas en muchos casos, para ser parte de
esta ya lucha nacional por defender los comunes y la autonomía de sociedades y pueblos.
Bibliografia
Colectivo Monstruo Bicéfalo (2011) Llamado a la Rebeldía Activa; 2 pp.
Crespo, Flores Carlos (2011) “tipnis Resiste”. Autonomía indígena frente al Estado. http://anarquiacochabamba.blogspot.com/2011/09/tipnis-resiste-autonomiaindigena.html; 2 pp.
Crespo, Flores Carlos (2011ª) La Lucha por el TIPNIS.
Cuatro consideraciones; http://www.bolpress.com/art.
php?Cod=2011082505; 2 pp.
Crespo, Flores Carlos (2009) “Vivir anárquicamente.
Comunidad en el anarquismo hoy”. Decursos; Año xi,
No 19; pp. 156-170.
Crespo, Flores Carlos (2008) “Estado, participación y
control social para el desarrollo sostenible. Ambiente
y recursos naturales en la propuesta de Constitución
Políti­ca del Estado de Bolivia”. 11 pp. http://www.
ambiental.net/noticias/biodiversidad/CrespoBoliviaConstitucion.htm
Perelman Fajardo, Juan (2011) “Las Mil Mesetas del
tipnis”. La Paz: Combate. Periódico anarquista. Año 7;
diciembre. Pp 2-41.
Gutiérrez, Raquel (2011). “Pistas reflexivas para orientarnos en una turbulenta época de peligro”. En vvaa,
Palabras para tejernos, resistir y transformar en la época
que estamos viviendo…; México df: Editorial Pez en el
Árbol. Pp. 9-32.
Liaño, Concha (2012) Entrevista a Concha Liaño: “Soy
anarquista y también creo que Chávez es un enviado de Dios”.
http://www.aporrea.org/actualidad/n197287.html
Movimiento 20-J (2011) Recuperemos el proceso de cambio
con el pueblo y por el pueblo. 8 pp.
Organización Anarquista por la Revolución Social
-oars (2011) Ninguna carretera es sinónimo de progreso
cuando se aniquila a la naturaleza y a quienes conviven con
ella; 3 pp.
18 /
debate
2da. quincena de febrero 2012
La concepción del buen vivir en la ideología
gubernamental boliviana
H. C. F. Mansilla*
La vida en armonía con la naturaleza y los postulados conservacionistas son cosa de minorías (intelectuales urbanos e indígenas
de tierras bajas); las grandes comunidades indígenas de tierras altas y de los valles mesotérmicos no tienen un interés
vital en la defensa de los derechos de la Madre Tierra.
E
l actual gobierno boliviano del Movimiento al
Socialismo (mas) afirma que la concepción del
buen vivir no es un mero desarrollo alternativo entre varias opciones contendientes, sino la
alternativa genuina frente a todos los modelos convencionales de economía humana. Esta calidad excepcional del buen vivir estaría garantizada por su vínculo con
los saberes tradicionales de las poblaciones indígenas,
que habrían estado soterrados y ocultos durante un larguísimo tiempo, subordinados a los valores normativos
del orden capitalista y depredador. En general estos
saberes ancestrales no son explicitados por sus expositores contemporáneos y permanecen aun hoy en una
nebulosa conceptual. Se supone que son verdades elementales, profundas y auto-evidentes, que en cuanto
fundamentos de las culturas aborígenes no requieren
de una explicación argumentativa y discursiva, típica de
la lógica occidental.
Los teóricos del buen vivir tampoco aclaran
cómo estos saberes pueden ser aplicados a la praxis
de sociedades urbanas (como son ahora mayoritariamente las latinoamericanas y andinas), sumidas en
un proceso acelerado de modernización y expuestas
de manera creciente a los valores normativos de la
civilización occidental-capitalista, sobre todo en sus
sectores juveniles. En los productos de sus divulgadores esta sabiduría arcaica adopta entonces un carácter esotérico, de tono oracular y estilo sentencioso
y ambiguo. En el caso boliviano tenemos algunos
testimonios intelectuales del buen vivir que no definen claramente el núcleo de esta concepción y que
más bien construyen circunloquios complejos –en un
lenguaje sibilino y con acento profético– para acercarse paulatinamente al fenómeno. Debemos a Javier
Medina, por ejemplo, una aproximación al buen vivir
(Suma Qamaña) que traza primeramente una prolija
descripción de la cosmovisión andina para contraponerla al detestado “antropocentrismo occidental” (basado obviamente en el egoísmo individualista y en el
paradigma cartesiano-newtoniano). La “caos-cosmocon-vivencia indígena”, en cuanto base del buen vivir, estaría orientada en cambio por la moral cósmica
(opuesta a la ética individual), por lo “agrario retroprogresivo” (contrapuesto a lo “urbano progresivo”)
y por el principio femenino de la vida, la “totalización
del sentido”, opuesto al principio masculino que es
la “parcialización de sentido”. Félix Patzi Paco, exMinistro de Educación del gobierno de Evo Morales,
localiza el buen vivir en la “economía comunitaria” de
las comunidades rurales, que él califica como una “sociedad feliz y libre”, porque estaría totalmente exenta
de fenómenos como explotación y alienación. En este
mundo feliz no habría ni propiedad privada ni trabajo
asalariado.
Lo que casi todos los analistas entusiasmados por
el buen vivir dejan de lado es un estudio diferenciado
de la problemática. En el caso boliviano, por ejemplo,
es altamente probable que (1) la armonía con la naturaleza y el tratamiento conservacionista de la misma
los indígenas de tierras bajas
protestan por las incursiones
de la modernidad (carreteras, plantaciones comerciales, colonización, ampliación
del sistema de transportes y
comunicaciones, etc.) en detrimento de los bosques tropicales, lo que ha ocurrido
en Bolivia a lo largo de 2011,
pese a que estos sectores votaron mayoritariamente por
el partido de gobierno en
todos los procesos electorales recientes. Pero, al mismo
tiempo, algunos de los grupos involucrados desearían
Mural de Lorgio Vaca destruido por una bomba. obtener ventajas materiales
tangibles a partir de su prosean practicados por grupos indígenas muy reducidos testa, lo que debilita sólo una parte integrante de su
y limitados hoy a las regiones selváticas amazónicas; ideología: la defensa inexorable de la Madre Tierra y
que (2) casi toda la población campesina y aborigen de sus derechos.­
las tierras altas haya abandonado hace mucho tiempo
En este contexto el gobierno populista tiene
las prácticas pro-ecológicas de sus antepasados y hoy desde su inicio (enero de 2006) una concepción rutise halle inmersa en la economía de mercado; y que (3) naria y convencional en torno a los actores principales
una buena parte de los indígenas de todas las regiones del desarrollo, concepción basada en la oposición biy modos de vida haga una elección racional basada en naria: agentes activos del desarrollo vs. representantes
la apreciación de los costos y beneficios de su situación conservadores del atraso. El Movimiento al Socialisde origen y que emigre a las zonas urbanas modernas mo siempre tuvo una tendencia desarrollista y fuerteo directamente al extranjero para vivir mejor, que es la mente productivista, y su discurso pro-ecológico está
meta normativa legítima de la inmensa mayoría de los orientado hacia el exterior para ganar apoyos en foros
bolivianos.
internacionales. El mas representa, en el fondo, un
Una visión sobria de las prácticas económicas fenómeno tradicional en la historia social y cultural
concretas y cotidianas de los indígenas bolivianos pue- del país, por ejemplo en la reproducción de las pautas
de evitar su idealización. Estos sectores poblacionales básicas de la cultura política boliviana, en la construcse esfuerzan por participar en los procesos moderni- ción de una estructura verticalista y caudillista en el
zadores del país, que ellos los perciben como el me- interior del partido y en la generación de una élite
canismo adecuado para progresar individual y colecti- privilegiada que no se inclina a someter sus decisiones
vamente. Es decir: persiguen la meta muy humana de políticas a una discusión democrática dentro del provivir mejor que sus antepasados, tener ingresos finan- pio aparato partidario. La ruralización e indianización
cieros más altos y compartir los padrones de consumo parciales de la estructura partidaria del mas no han
que les sugieren incesantemente los medios masivos sido garantía de prácticas democráticas y menos de vide comunicación. Es probable que esta sea también la siones plurales y pluralistas en el seno de la organizalínea prevaleciente entre los indígenas de tierras bajas, ción. La estructura del partido es muy similar al clásique aun mantienen nexos existenciales con los bosques co sindicato agrario, verticalista y caudillista (es decir:
tropicales. Los habitantes selvícolas experimentan sin democracia interna), que se formó en torno a la
asimismo un proceso de diferenciación social: grupos Reforma Agraria de 1953. En la política cotidiana los
importantes entre ellos abandonan su hábitat ancestral miembros del partido se han orientado por la obteny se van a los centros urbanos. Son, por consiguiente, ción de puestos, prebendas y espacios de poder, y no
más proclives a vender sus derechos sobre los bosques por la fidelidad a abstractos ideales ecológicos. Esto
–si los hubiere– o, por lo menos, a pactar con los em- no ha cambiado a partir de 2006, cuando numerosos
presarios madereros y los colonizadores, y así dejan de cuadros provenientes de los estratos medios urbanos,
lado las prácticas conservacionistas de sus mayores y la vinculados anteriormente a los partidos tradicionales
vida en armonía con la naturaleza. Estos procesos so- de izquierda, pasaron a ocupar las principales posiciocio-históricos, comprensibles y usuales, nos hacen ver nes del Estado y del partido.
bajo una luz más realista la existencia cotidiana de los
A lo largo de 2011 han surgido algunos problemas
habitantes selvícolas e impiden un enaltecimiento fácil socio-políticos vinculados a cuestiones ecológicas, lo
del clásico buen salvaje. Matizando lo dicho, hay que
consignar el hecho de que bajo ciertas circunstancias
* Escritor, Doctor en Filosofía.
que produjo, por ejemplo, una dilatada protesta de los
indígenas de tierras bajas contra el proyecto estatal de
construir una carretera a través del Territorio Indígena
del Parque Nacional Isiboro-Sécure (tipnis), lo que
reavivó la contraposición de agentes activos del desarrollo vs. representantes conservadores del atraso, según la
visión gubernamental. En la realidad los agentes activos
del desarrollo son sectores relativamente amplios: empresarios de la madera y la minería de zonas tropicales,
el poderoso movimiento campesino cocalero, los colonizadores provenientes de tierras altas y los ganaderos.
La controversia entre colonizadores y habitantes de la
selva se da entre dos grupos de indígenas, y ha generado desde hace mucho tiempo diversos fenómenos de
discriminación. De acuerdo a las declaraciones gubernamentales –y a parte de la opinión pública– los representantes del atraso serían los indígenas selvícolas de los
bosques tropicales y los defensores de estos ecosistemas.
El funcionario de más alto rango de la Confederación
Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia
(csutcb), Rodolfo Coraite, trazó una clara diferencia civilizatoria entre los campesinos sedentarios, portadores de la cultura, y los habitantes de la selva, los
incultos que viven en la intemperie y que están llenos
de plagas y enfermedades. Sólo los primeros tendrían,
por supuesto, derecho a fijar las metas normativas de
la evolución histórico-política, aunque ambos grupos
provienen curiosamente del mismo origen indígena.
Enfáticamente la csutcb se proclamó partidaria de la
carretera a través del parque nacional tipnis y de las
medidas modernizadoras, y expresó su oposición a la
preservación de este ecosistema natural. Aquí se percibe
con claridad que la vida en armonía con la naturaleza y
los postulados conservacionistas son cosa de minorías
(intelectuales urbanos e indígenas de tierras bajas) y que
las grandes comunidades indígenas de tierras altas y de
los valles mesotérmicos no tienen un interés vital en la
defensa de los derechos de la Madre Tierra. Algo distinto es que la protesta de las etnias­ aborígenes tropicales
ha podido catalizar un enorme descontento urbano en
contra del gobierno populista de Evo Morales, que ha
resultado ser un régimen desarrollista rutinario en el
plano económico y autoritario convencional en la esfera política, descontento que desembocó en múltiples
manifestaciones masivas en contra del gobierno, lo que,
a su vez, obligó al presidente Morales a reconsiderar
provisionalmente sus planes de construcción de carreteras a través de parques nacionales protegidos por ley
(septiembre-octubre de 2011).
El carácter rutinario y convencional del régimen
populista le otorga al gobierno notables ventajas de
aplicación práctica y cotidiana, que tienen sus raíces
en la cultura política del país y en sus tradiciones de
manejar la esfera pública. Se trata de un fenómeno de
vieja data que merecería la atención crítica de los intelectuales de la nación –lo que no va a ocurrir–, pues el
gobierno actual ha sobresalido y sobresale en el uso de
la astucia instrumental en todas sus operaciones importantes, desde la manipulación del poder Judicial hasta la utilización de temas ambientales con intenciones
políticas. La inclinación hacia diseños convencionales
de desarrollo (con las ventajas materiales que es fácil
imaginarse) seguirá adelante, pues en realidad el modelo populista nunca tuvo otros paradigmas evolutivos;
desde un comienzo la ideología ecologista de la “Madre
Tierra” ha servido a fines propagandísticos. Y lo rutinario del modelo se expresa en los medios empleados: la
construcción de la carretera a través del tipnis se hará
mediante una consulta popular que ganará el gobierno
y que contará probablemente con un cierto apoyo de
la población involucrada, que no está en condiciones,
como la mayoría de los sectores sociales, de concebir
soluciones de largo plazo (como la conservación efectiva de los ecosistemas naturales) que vayan más allá de
intereses sectoriales específicos.
/ 19
debate
2da. quincena de febrero 2012
El reino por un clavo
Juan Carlos Salazar*
Los postulados de la cpe han cobrado vida al calor de sus propias contradicciones, hasta
convertirse en un obstáculo para los intereses hegemónicos de sus inspiradores.
E
l ejemplo más conocido sobre la “Teoría del
caos” es el “efecto mariposa”, según el cual un
huracán del Caribe bien podría ser consecuencia de una cadena de pequeños y sucesivos cambios
climáticos que se inician con el aleteo de una mariposa en China. Una canción popular inglesa lo explica mejor: “Por un clavo se perdió la herradura/
Por una herradura se perdió el caballo/Por un caballo se perdió el jinete/Por un jinete se perdió la
batalla/Por una batalla se perdió el reino”. En otras
palabras, hechos pequeños e imperceptibles tienen,
a la larga, consecuencias impredecibles.
Edgard Norton Lorenz, el matemático y meteorólogo estadounidense que desarrolló la “Teoría del
caos” en la década de los 60, no conoció Bolivia ni se
ocupó de sus problemas, pero su reflexión viene a cuento para explicar, al menos como aproximación gráfica,
el “caos” político y social que agita a Bolivia desde hace
varios meses, como resultado de una cadena de hechos
que se fueron complicando en su evolución, desde la
idílica alborada del “cambio” hasta el divorcio de su
líder con los sectores sociales que debían posibilitarlo.
Muchos analistas políticos creen ver el “aleteo” inicial
de la mariposa en la misma Constitución Política del
Estado Plurinacional –aprobada sin debate y contra
viento y marea–, algunos de cuyos postulados se vuelven ahora en contra de sus promotores. ¿Es posible
imaginar el conflicto del tipnis sin el compromiso
constitucional de la consulta previa? ¿Alguien pensó
que las elecciones judiciales podían volverse en contra
del gobierno en forma de plebiscito?
Lejos de convertirse en letra muerta, como solía
ocurrir históricamente en Bolivia, los postulados de la
nueva Carta Magna han cobrado vida al calor de sus
propias contradicciones, hasta convertirse, paradójicamente, en un obstáculo para los intereses hegemónicos de sus inspiradores. Pero tampoco les falta razón a quienes ven en los mandantes del gobierno, los
“movimientos sociales” –de prácticas democráticas
cuestionables–, a los que el presidente Evo Morales
prometió “gobernar obedeciendo”, como los responsables de haber convertido la gestión gubernamental
en una carrera de obstáculos. La lista de conflictos
crece día a día, y el Ejecutivo, en lugar de solucionarlos, los ignora e incluso parece alentarlos.
Cuando todos suponían que la aprobación de
la Ley Corta había puesto fin al conflicto del tipnis y a la cadena de errores que lo potenciaron a
lo largo de toda la marcha, incluyendo la violenta
represión policial de Yucumo, el gobierno volvió a
fojas cero con la ley de “Consulta Previa, Libre e
Informada”, para lo cual no vaciló en instrumentalizar a los colonizadores del conisur. Resultado: La
cidob, que se siente traicionada y burlada, prepara
la novena marcha en defensa del Parque Isiboro Sécure, mientras los campesinos afines al mas afilan
cuchillos para bloquearla.
La disputa por la alcaldía de Yapacaní se “resuelve” entre los vecinos del pueblo, represión policial mediante y con el saldo de sangre conocido,
mientras los cocaleros de La Asunta apalean a los
policías para imponer su ley y evitar la erradicación
de sus cocales, en ausencia total del Estado. En
otros conflictos, como el de los límites provinciales
entre Potosí y Oruro, el gobierno está simplemente
ausente, y si está presente, en lugar de ayudar, entorpece, como ocurre en la disputa entre Tarija y
Chuquisaca por el reparto de las regalías del Campo
Margarita. Después de “mediar” en el conflicto, los
ministros mediadores dijeron que el acuerdo –logrado a marchas forzadas– no es de ninguna manera
vinculante.
Es así que las manifestaciones callejeras y bloqueos carreteros se suceden sin tregua. Según un reciente informe de la Fundación Milenio, la segunda
gestión del presidente Morales fue “la más conflictiva de la historia contemporánea”, con un récord
de 884 “eventos conflictivos” y un promedio de 2,3
conflictos sociales por día durante 2011.
Con sus marchas y contramarchas, como en los
casos del “gasolinazo” y del tipnis, el gobierno se
muestra ante la opinión pública como una nave al
garete, navegando en un mar de contradicciones. El
presidente Evo Morales se escuda en la consigna zapatista del “Subcomandante Marcos”, la de “gobernar obedeciendo” –incluso para borrar con el codo
lo que firmó con la mano–, pero muchos analistas
coinciden que en realidad es la calle la que está imponiendo la agenda. “Las protestas de algunos sectores sociales y campesinos están llegando a extremos en los cuales ya no se puede analizar la causa
de las mismas, sino el delito penal que se comete
a nombre de supuestas reivindicaciones sociales”,
advirtió recientemente un diario nacional, que ve al
país entrando a “un estado de anomia social, que si
no se corrige, podría derivar en un caos”.
En una reciente entrevista, el popular actor español Antonio Banderas se preguntó, a propósito de
la grave crisis económica que afecta a su país y a Europa, si los españoles están siendo “realmente” gobernados por quien votaron o por ese poder difuso
que se esconde en el anonimato de “los mercados”,
que no sólo está imponiendo políticas a gobiernos
de izquierda y de derecha, sino también, como en
los casos de Italia y Grecia, a gobernantes “tecnócratas” que no pasaron por las urnas. Y la pregunta
que se hizo el actor es aplicable al caso boliviano.
¿Por quién votaron “realmente” los bolivianos?
¿Quién manda en el país, el gobierno o los movimientos sociales?
“¡Yo voté por el Evo pensando en que así se
acabarían las marchas y los bloqueos!”, es una frase que se escucha con frecuencia entre los bolivianos, mientras las calles y plazas exhiben día a día la
espiral de conflictos que ha puesto en jaque al país
y que parece marcar el creciente desencanto de los
electores con un gobierno que había despertado y
alentado múltiples esperanzas y expectativas.
La interrogante que surge a estas alturas del
“proceso de cambio” es en qué terminará la cadena
de errores que originó el aleteo de la mariposa. ¿Evo
Morales perderá el reino por culpa de un clavo?
* Periodista.
20 /
debate
2da. quincena de febrero 2012
¿Qué es un Estado constitucional?
Franz Xavier Barrios Suvelza*
El arte de un Estado constitucional no es sólo que los ciudadanos se sometan a la ley, ni siquiera que lo hagan aquellos que no comparten
los contenidos de un texto constitucional; sino que lo haga sobre todo la elite de turno en el poder.
1
Por casualidad tropecé recientemente con Harry Eckstein. Al
leer su ensayo On the science of the
state, aparecido a fines de los 70,
me entretuve como pocas veces aunque
mientras más lo leía, más crecía mi sensación de un déjà vu. Al final logré atar
cabos: las argumentaciones de Harry
Eckstein se parecían mucho a las que
escribiera a inicios de los años 30 Hermann Heller en los últimos párrafos de
su clásica Staatslehre. Eckstein retoma,
por ejemplo, la apasionante discusión
alrededor de la tensión entre normas
sociales y formas legales. Lo más importante, sin embargo, es que la lectura
de Harry Eckstein me provocó volver a
reflexionar sobre cuándo se puede decir
que un Estado es constitucional. Habiendo atado cabos, luego de disfrutar
el opúsculo de Eckstein, decidí desempolvar el libro de Heller que tengo por
ahí para re-plantearme esta cuestión
fundamental. Ya que habrá ocasión de
contrastar qué aportó Eckstein a este
debate más allá de lo que Hermann
Heller nos dejó estipulado, quisiera recapitular algunos trazos de la propuesta
helleriana e intentar, al final, una primera respuesta a la pregunta de cuándo se puede sostener que un Estado es
constitucional.
2. Comenzaré recordando que
Heller sugería partir de una suerte de
piso mínimo sobre el cual descansaría
toda Constitución: la repetición más o
menos regular y predecible de patrones
de conducta social. Esta repetición, según Heller, podría apreciarse independientemente de su traducción en preceptos normativos y, con mayor razón, de
su codificación en instrumentos legales. Vistas así la cosas,
una primera conclusión parecería ser que toda comunidad, con tal que esté libre del caos generalizado, tiene una
Constitución, por lo menos, una en el sentido de ese mínimo de patrones recurrentes y precedecibles. No hace al
tema, por el momento, si los actores, individuales o colectivos, públicos o privados, repiten prácticas siguiendo
preceptos cristianos o paganos. Cuando los aztecas regularmente sacrificaban niños a sus Dioses, confirmaban así
una modalidad de “constitucionalidad”.
Según la teoría de Heller, sin embargo, tarde o
temprano debe conectarse esta idea de patrones recurrentes (que él la vincula al concepto de “normalidad”)
con el fenómeno de la normatividad. Así pues, será una
valoración subjetiva de estos patrones lo que sustentará
la normativización social. Todo esto sin que se haya entrado aún al campo de la formalización legal.
Con este paso Heller comienza una transición
analítica fundamental pues, si uno se quedara contemplando la mera recurrencia de patrones, se podría agotar la noción de lo constitucional en fenómenos vacia* Economista, experto en descentralización.
dos de todo impulso valorativo por el sólo hecho de ser
recurrentes. Hay que precisar: superar este reduccionismo no pasa aún por explicitar y optar por un camino
específico que se tiene por “bueno”. Se podría decir
que, de lo que se trata, es que la gente repita patrones
suponiendo seguir algún impulso “espiritual” superior,
emane éste de donde emane.
Si uno se pone a pensar con mayor detenimiento
en lo que Heller plantea hasta aquí, resulta que la vinculación entre normalidad y normatividad en la sociedad, devela una primera conexión de la idea de “limitación” con lo constitucional. Ello debido a que tomando
en cuenta la variable normativa, los grupos o individuos
aparecen como tributarios de algún referente superior
que impide que la mera repetición fáctica de actitudes
se traduzca automáticamente en normas aceptadas. De
ahí que el hecho de que ciertos miembros de la elites
políticas de turno de un país recurrentemente busquen
la coima, sería una normalidad que no se espera se
vuelva normatividad. Por tanto, siguiendo las consideraciones precedentes, no todo lo que se produce de
forma recurrente en la sociedad es, por ello, algo que se
deba valorar positivamente. Es importante, sin embar-
go, retener que, para Heller, la mera
recurrencia no deja de ser una dimensión importante de la Constitución
en su conjunto. Parte de la constitucionalidad de un país no podrá evitar
estar alimentada de aquellas partes de
conducta social cuya moralidad pueda
estar en duda sin por ello dejar de ser
parte de la normalidad social.
3. Heller da un paso adicional
al distinguir dentro de la normativización social el componente de naturaleza extra-legal (alimentada de
tradiciones, modas, religiosidad o la
moral) frente al componente de índole legal. Sería el Estado moderno el
que habría convertido la normatividad
de formato legal (expresada en leyes,
decretos y sobre todo, constituciones
escritas) en un dispositivo esencial de
su existencia. El formato legal de las
normas adquiere bajo estas nuevas
circunstancias vida propia más allá de
que muchos de sus contenidos no sean
otra cosa que una versión codificada
de la normalidad social del día a día de
la gente. La complejidad del mundo
moderno habría hecho imprescindible
la generación de una seguridad jurídica premeditadamente diseñada para
viabilizar la infinidad de procesos de
interacción social que se entrecruzan
permanentemente. Heller concluye
que la fuerza de obligatoriedad de esta
norma centralizada (como es el clásico
texto constitucional de un país) debe
limitar no sólo a los gobernados sino a
los gobernantes.
4. Es esta referencia de Heller a
“los gobernantes” lo que me parece nos
pone finalmente cerca de lo que debería entenderse por un Estado constitucional. Pues resulta que, sobre la base de una normativización formalizada, racional y codificada (que, por lo demás, encierra el
dispositivo de la sanción al no cumplimiento), se puede
ahora delimitar mejor lo que es un Estado constitucional. Siguiendo las premisas previas éste sería incompatible con que un Príncipe diga: “yo como gobernante
de turno aplico la ley a todos, menos a mi”. El arte de
un Estado constitucional no es sólo que los ciudadanos
se sometan a ley, ni siquiera que lo hagan aquellos que
no comparten los contenidos de un texto constitucional;
sino que lo haga sobre todo la elite de turno en el poder.
Y no estoy pensado en que la elite se someta al Estado
de derecho, sino que ésta se sujete a las decisiones de
una Constitución, contenga ésta al Estado de derecho
o no. No es un contenido específico (“no se privatizará
las empresas”, “se “desregulará al mercado”, “declárase
al agua como derecho fundamental”), lo que sustenta lo
constitucional de un Estado, sino el hecho de que lo decidido sea acatado, sobre todo, por el gobierno de turno.
Los contenidos específicos anotados son aspiraciones
maravillosas o trucadas según quien las vea (el selenita
refundacional dirá que eso del “debido proceso” es una
rémora colonial y el miope del anciene régime supondrá
que el Estado de derecho de tipo liberal es un mandato
que está genéticamente programado en la leche materna) pero no hacen al fondo.
Pero hay un detalle más importante aún que el
mero hecho de que sea la elite gobernante la que se
“someta a la ley”. Si no hacemos esta precisión, será
difícil contraargumentar contra quien diga que un
régimen revolucionario es un Estado constitucional
porque el gran timonel y la elite de poder, se sujetan a
los mandatos revolucionarios inscritos en una Constitución. Con la precisión adicional siguiente, quedará
claro que semejante régimen no es un Estado constitucional. Éste sólo existe cuando las decisiones formalizadas en un cuerpo legal de rango superior a las
demás normas (sea cual fuere su contenido) son acatadas –especialmente– por los gobernantes de turno,
incluso cuando hacerlo inviabilizara su propia reproducción
como elite en el poder. Y lo que es más decisivo: si se
diera el fortuito caso que este acatamiento por parte
de esta elite no le significara una amenaza en el largo
plazo, el Estado tampoco llegaría a ser constitucional
si se puede pronosticar, con meridiana certeza, que
esta elite no se sujetaría a una hipotética configuración
constitucional cuyo acatamiento sí acabaría desbancando a la elite en el poder.
Un Estado constitucional no se reduce, por supuesto, a este acatamiento real o hipotético de la elite
gobernante pues colapsaría si la sujeción no alcanzara a
los focos que, en la sociedad civil, resisten a los contenidos constitucionales hegemónicos, y por supuesto, si
no disciplinara de algún modo a todos los demás. Con
todo, el arte de lo constitucional, insisto, parece radicar
en la aceptación de la elite gobernante por autoevaporarse si el respeto a una norma superior así lo exigiera,
trátese del texto constitucional real o de uno hipotético
que pusiera a prueba su disposición de renunciamiento.
Esta variable de animosidad hipotética de un príncipe regente y los gobernantes de turno para acatar, so
pena de sucumbir, no ha sido muy tomada en cuenta
por el análisis, en parte, porque se ha cometido el error
de identificar rápidamente Estado constitucional con
Estado liberal, distrayendo el análisis de una más profunda definición de lo que es un Estado constitucional.
Otro modo de ilustrar esta idea de animosidad hipotética en la elite de turno que gobierna para definir lo que
es un Estado constitucional es preguntarse qué sucedería si el Príncipe regente dijera: “yo como gobernante
de turno aplico la ley a todos, incluso a mí…aunque si
veo que no me conviene, me libero de ella en lo que corresponda”. Nótese que en este escenario el Príncipe es
un peine: no es que dice que se aplique la ley a todos y
no a él. Tiene el cuidado de decir que no excluye que él
también se someta, sólo que deja abierta la puerta para
zafarse si así lo viera por conveniente. Esta actitud, no
por elegante o mañuda, dejar de ser arbitraria.
5. Si este es el parámetro para definir lo que es
un Estado constitucional, no puedo dejar de llamar la
atención sobre una sutileza. Una comunidad puede
creer que vive dentro de un Estado constitucional sólo
por el fortuito hecho de que al Príncipe y a sus muchachos no se les ha presentado aún la disyuntiva de
zafarse o no del acatamiento constitucional. Cuando
se vea amenazado, el Príncipe de un Estado que no
es Constitucional, no dudará en desviarse develando
que no tiene convicción anímica genuina por sujetarse
a una constitución, incluso si él la hubiera concebido. El
mayor cuidado que debe tenerse cuando llegue ese día
es no dejarse confundir por el hecho de que, frecuentemente, este regente oportunista (aunque si uno ve
fríamente las cosas, altamente racional en sus cálculos
de poder y no libre de buena fe), intentará vestir su
desviación de la Constitución con innumerables ademanes de legalidad para enmascarar lo que, en realidad, es un infanticidio.
/ 21
debate
2da. quincena de febrero 2012
La sociedad en movimiento:
política constitucional
Oscar Vega Camacho*
E
l proceso constituyente boliviano que tiene
amplios y fuertes antecedentes a partir del año
2000, inicia una nueva fase a partir de la promulgación de la nueva Constitución Política del
Estado en 2009 y con el mandato de la elección de
las autoridades de la nueva estructura territorial del
Estado, en diciembre de 2009 y abril de 2010. Es en
ese momento que se empezaron a configurar nuevas correlaciones de fuerza y a emerger un campo
político que apenas se empieza a vislumbrar y que
promete, quizás, un ámbito inédito para la acción y
pensamiento político.
Esta afirmación, como promesa de un ámbito
inédito para la acción y pensamiento político, puede
llevar a un cierto tono de mesianismo o futurología
que no quisiera que conllevara esta reflexión y, por ello
mismo, desde un inicio la explicito para desechar cualquier pretensión. En todo caso, más bien, quisiera llamar a un plano de reflexión más amplio, es decir, que
no caiga en una posición de coyuntura y, en todo caso,
nos ayude a tomar posiciones ante la coyuntura en una
perspectiva más larga y de mayor densidad temporal.
Esta denominación de una relación del tiempo y política es conflictiva y decisiva, a la vez, para
poder entender los procesos actuales de los movimientos sociales e indígenas, ya que es la querella
temporal de los procesos de globalización en curso.
O también, la disputa por el ensamblaje, como lo
plantea Saskia Sassen, sobre el ensamblaje global de
territorio, autoridad y derechos. Por ello, la urgencia de incorporar el tiempo y las temporalidades en
lo político. E incluso, problematizando su posible o
no “relación”, que nos conduce a temas ontológicos
y epistemológicos.
A partir de lo temporal y lo político es que se
abre la perspectiva de la descolonización, tanto desde la ubicación geopolítica, desde el eje norte/sur
de las tendencias colonizadoras, como de las emergencias alternativas de las luchas de resistencia y de
emancipación de los pueblos y naciones indígenas.
Las demandas de dignidad, territorialidad y vida de
los movimientos sociales e indígenas han introducido acciones y propuestas que han desorganizado las
formas instituidas e institucionalizadas de la política
y del pensamiento político.
Por supuesto, es un escándalo para el pensamiento instituido moderno, que aquellos denominados sectores marginales y residuales de la sociedad cobren no sólo protagonismo político, sino que
además están produciendo propuestas alternativas
para la sociedad y el Estado, a través de procesos
constituyentes, que respetan y que pueden superar
al formalismo legal democrático, para establecer dinamismos de poder constituyente para la sociedad
en movimiento. Un escándalo que el indio adquiera
la presencia política constituyente o, al menos, la
potencia de un núcleo de un nuevo pensamiento y
lenguaje político. Es el escándalo de la descolonización, y las raíces de un campo político inédito.
Siempre y cuando entendamos que hablar de lo
indio es una categoría política, y no ensayar su reducción étnica o racial que tiende a sustancializar y esen-
cializar la adscripción identitaria y, por ende, des-historizar la condición colonial y borrar la propia invención
identitaria en la relación de fuerza y explotación. Por
ello, la auto-identificación a una de las nacionalidades
o pueblos indígena originario campesinos es un acto
de afirmación política, y en disputa identitaria, desde
la persistencia de las estructuras organizativas comunitarias y territoriales, como también de la invención
de una nueva configuración en el campo político que
asume la pluralidad y los pluralismos como el desafío
de construir y producir lo común y lo viviente.
Lo indio y lo indígena es, por ello, el nombre
de lo plural y el pluralismo que nos constituye en una
sociedad heterogénea, compleja y en movimiento,
condición básica para formular los principios de la
democracia y los procesos de democratización. Y, que
justamente, por nuestra actual situación colonial –a
través de los mecanismos y dispositivos de discriminación, explotación y desposesión que vivimos en la
actualidad– con estrategias de descolonización podemos realizar su implementación y posibilitar vislumbrar alternativas reales y concretas de emancipación.
Por ejemplo, dos rasgos decisivos en el nuevo
lenguaje constitucional boliviano: uno, el reconocimiento de pueblos y naciones indígena originario
campesinos anteriores al Estado de Bolivia, Art. 2,
con lo cual se quiebra el principio del Estado como
principio y fuente única del derecho y la ley, es decir,
hay otros principios y fuentes de derecho y de ley que
debe contemplar y trabajar el Estado. Por lo tanto,
nos indica un cambio sustantivo de la condición estatal en sus roles, funciones y fines, esto se denominará
como un Estado Plurinacional y Autonómico. Dos,
una nueva gramática o lógica de los derechos, como
los denomina Farit Rojas, que se despliegan a partir
de los doce primeros Artículos, y que también se los
ha denominado como fundamentales, que establecen
un inédito marco propositivo de orientación para la
condición estatal y las posibles rutas de transformación estatal a través de la sociedad en movimiento. Así
podríamos continuar enumerando muchos otros rasgos decisivos que funcionan como categorías de políticas constitucionales, como lo plural y el pluralismo,
la estructura territorial y la estructura económica del
Estado, la vida y lo viviente.
Para concluir, y no pretender finalizar esta breve caracterización acerca de la política constitucional en el proceso constituyente boliviano, señalar
la creciente importancia y definición en el nuevo
campo político del ámbito territorial, no como una
repetición de las competencias regionales sino como
la actualización de la desconcentración de las esferas
de decisión. Por ello, las capacidades participativas
y democratizadoras de la ciudadanía en los ámbitos
territoriales definirán los potenciales trasformativos
del nuevo Estado. Y, simultáneamente, las temporalidades de los ensamblajes territoriales configuran la
plasticidad y la orientación de las decisiones estatales. ¿Estaremos a la altura de estos retos, tendremos
la firmeza para trabajar con estas participaciones?
* Escritor y analista político.
22 /
ensayo
2da. quincena de febrero 2012
De mártir a héroe y de héroe a celebridad
Estado-nación y patriotismo heroico
Zygmunt Bauman*
El patriotismo heroico tiene pocas probabilidades de cre­cer en un terreno de expectativas recortadas para las que ya no exis­te el fertilizante
de las promesas y las esperanzas; en esta época de ejércitos profesionales reduci­dos, el Estado ya no necesita héroes.
A
l inicio de la era moderna, Europa, dividida en
reinos dinásticos, era un mosaico de grupos étnicos y lenguas, cada uno de los cuales as­piraba a
alzarse con el estatus de Estado‑nación (es decir,
de nación que ejercía una soberanía estatal completa y
no compartida sobre el territo­rio que reclamaba como
suyo, y de Estado encaminado a lograr la uni­dad de los
intereses de la nación como justificación de su demanda
de disciplina), pero sólo unos pocos de ellos tenían población y recursos suficientes para albergar expectativas
realistas de conseguirlo. El éxito en ese sentido era algo
que distaba mucho de ser fácilmente previsible, ya que
eran muchos los competidores que perseguían el mismo fin y que, por lo tanto, se interponían en los planes
de dominio de los demás. También eran demasiadas las
“minorías” reacias a (o no especialmente entusiasmadas
con la idea de) abandonar sus propias costumbres tradi­
cionales para disolverse en la cultura vencedora y los
“extranjeros” no dispuestos a (o incapaces de) asimilarse
o cuya asimilación no era desea­da por los vencedores.
Construir y fortalecer un Estado‑nación exigía la eliminación de costumbres, dialectos y calendarios locales o vincula­dos a una etnia, para sustituirlas por otros
modelos uniformes bajo su­pervisión de los ministerios
estatales de asuntos interiores, de educación o de cultura. Exigía, igualmente, una vigilancia constante de los
vecinos que pudiera haber al otro lado de las fronteras
estatales, incluso de aquéllos que se mostraban ostensiblemente amistosos, pacíficos e ino­cuos, porque, si no,
éstos podían interpretarlo como una prueba de po­derío
insuficiente y, como consecuencia, podían empezar a
volverse más insolentes y a tener ciertas ambiciones desagradables; la máxima preferida de los estadistas modernos era si vis pacem, para bellum. Y exi­gía, finalmente, el
silenciamiento, el aislamiento y la incapacitación de los
infieles, los desleales, los presuntos renegados y todos
aquéllos que se mostrasen simplemente poco entusiastas
o no suficientemente con­vencidos entre los designados
como miembros de la futura población nacional (o ciudadanía) del Estado‑nación en cuestión.
Las naciones en ciernes necesitaban poder estatal
para sentirse se­guras y el Estado emergente necesitaba
patriotismo nacional para sentirse poderoso. Ambos se
necesitaban mutuamente para sobrevivir y ambos necesitaban súbditos/miembros dispuestos a sacrificar sus vi­
das por esa supervivencia. La era de la construcción del
Estado‑na­ción tenía que ser también la era del heroísmo
(o del patriotismo he­roico, para ser más precisos).
En la mayoría de descripciones que se hacen de
ella, la moderni­dad es presentada como una época de
secularización (“todo lo sagra­do fue profanado”, por
utilizar la memorable expresión de unos jóve­nes Marx
y Engels) y desencanto. Lo que, desgraciadamente, no
se menciona tan a menudo, a pesar de su importancia, es que la mo­dernidad también deificó y dotó de
encanto a la “nación”, la nueva autoridad, y, por delegación, a todas las instituciones creadas por el hombre
que reclamaban hablar y actuar en nombre de aquélla.
Lo “sagrado” no fue tanto rechazado como convertido en el blanco de una “oferta de adquisición hostil”:
puesto bajo el mando de unos ad­ministradores distintos y al servicio del Estado‑nación emergente. Lo mis-
mo sucedió con el mártir: fue enrolado por ese mismo
Estado‑na­ción pero bajo el nuevo nombre de “héroe”.
Como señala George L. Mosse, “la muerte en la
guerra de un hermano, un marido o un amigo” era vista
–igual que, en épocas pasadas, la muer­te de un mártir–
como un sacrificio, pero “ahora, al menos en públi­co, se
decía que el beneficio obtenido con aquel acto sobrepasaba la pérdida personal”.1 Había así algo que trascendía
la muerte del héroe, como antes había trascendido la del
mártir, sólo que esta vez no era la salvación del alma inmortal del fallecido, sino la inmortalidad material de la
nación. Repartidos por toda Europa, los heldenhaine, jardins funebres, parchi della rimembranza, etc., recordaban
a los visitantes el homenaje imborrable que una nación
agradecida tributaba al sacrifi­cio de sus hijos. Lo mismo
hacían los memoriales erigidos en las capi­tales europeas
para honrar el sacrificio de los Soldados Desconocidos y
para recalcar la idea de que ni el rango militar ni toda la
vida vivida hasta el momento del sacrificio final importaban a la hora de apreciar aquel heroico acto: es decir,
para que los vivos supieran que sólo el momento de la
muerte en el campo de batalla contaba y, retrospecti­
vamente, definía el sentido de la vida.
Mucho ha llovido sobre los campos y ciudades de
Europa desde el Sturm und Drang Periode de la construcción del Estado‑nación moderno. Lo que entonces se
ensambló con gran meticulosidad hoy se desmorona o es
demolido. Antaño indivisible, la soberanía del Estado es
hoy cortada en láminas cada vez más finas que son luego repartidas por todo el espacio continental o, incluso,
planetario. Ningún Estado osa (o desea) reivindicar una
autoridad íntegra sobre su capacidad de­fensiva y su ordenamiento legal, ni sobre la vida económica y cultural
de la población que habita su territorio. La que fuera la
soberanía completa e integral del Estado‑nación se evapora en sentido ascen­dente (hacia la esfera anónima de
las fuerzas globales que eluden leal­tades y compromisos
territoriales), pero también fluye lateralmente (hacía los
terrenos de caza cada vez más desregulados y difíciles de
gestionar de los mercados financieros y de mercancías)
y se filtra en sentido descendente (hacia los talleres privados de la política de la vida, que están asumiendo –o
sobre los que se están cargando– las tareas y los temas
cuya gestión fue en tiempos reclamada por el Esta­do, el
cual prometió –e intentó– ocuparse de ellos).
No teniendo ya plenamente a su cargo la economía, la seguridad ni la cultura, el Estado tampoco puede prometer a sus súbditos la protección para toda la
vida que no hace tanto se esforzaba por pro­porcionar.
1
Véase George L. Mosse, Fallen Soldiers, Oxford University
Press, 1990.
No obstante, a menos promesas, menor es también la
ne­cesidad de dedicación patriótica y de movilización
espiritual de sus súbditos. El patriotismo heroico tiene
pocas probabilidades de cre­cer en un terreno de expectativas recortadas para las que ya no exis­te el fertilizante de las promesas y las esperanzas; da la casualidad, sin
embargo, de que en esta época de ejércitos profesionales reduci­dos, el Estado ya no necesita héroes. A los
consumidores satisfechos, ocupados en solucionar sus
propios asuntos, ya les va de maravilla, gracias…
En tiempos de ejércitos profesionales pequeños,
los primeros mi­nistros no necesitan ciudadanos dispuestos a morir por ellos, pero ahora, a diferencia de
los primeros ministros de la era del servicio mi­litar
universal y de los ejércitos de reclutas, pueden declarar
guerras sin pedir el consentimiento de los ciudadanos o,
incluso, contra la oposición frontal de éstos (siempre,
eso sí, que los consumidores que hay en esos ciudadanos se mantengan contentos). Los instintos y los impulsos patrióticos para los que los gobiernos de nuestro
tiempo en­cuentran una utilidad cada vez menor pueden
ahora correr la misma suerte que el resto de propiedades gubernamentales del pasado y ser vendidos al mejor postor privado (y no necesariamente local): dueños
de cadenas de restaurantes, organizadores de acontecimientos depor­tivos, gerentes de agencias turísticas
y, por supuesto, ejecutivos de compañías de marketing
que venderían gustosos sus servicios tanto a todos ellos
como a quienquiera que esté dispuesto a comprarlos.
En la sociedad moderna líquida de consumo que
se ha instalado en la parte opulenta del globo no tienen cabida los mártires ni los hé­roes, puesto que es una
sociedad que mina, menoscaba y ataca los dos valores
que despertaron la oferta y la demanda de unos y otros.
En primer lugar, esa sociedad se muestra militantemente contraria a que se sacrifiquen satisfacciones presentes
para lograr objetivos lejanos y, por consiguiente, también se opone a que se acepte un sufrimiento prolongado
a cambio de salvación en la otra vida (algo cuya versión
laica sería algo así como retrasar la gratificación en el
momento pre­sente a fin de obtener mayores beneficios
en el futuro). En segundo lugar, cuestiona el valor de
sacrificar satisfacciones individuales en aras del bienestar de un colectivo o de una “causa” (de hecho, niega la
existencia de grupos “mayores que la suma de sus partes”
y de causas más importantes que la propia satisfacción
individual). En resumidas cuentas, la sociedad de consumo moderna líquida degrada los ideales del “largo plazo” y de la “totalidad”. En un escenario moderno líqui­do
* Catedrático emérito de sociología de las universidades de Leeds y
Varsovia. Fragmento de Vida líquida, Paidós, 2006.
que favorece (y se sostiene sobre) los intereses del consumidor, ninguno de esos ideales conserva su atractivo
pasado, ni se ve reforza­do por la experiencia diaria, ni
sintoniza con las respuestas aprendi­das, ni conecta con
las intuiciones de sentido común adquiridas. De ahí que
se tienda a reemplazar esos ideales por los valores de la
gratifica­ción instantánea y de la felicidad individual.
A medida que la sociedad moderna líquida y su
consumismo en­démico avanzan, los mártires y los héroes se hallan en franca retirada. Hoy encuentran su último refugio entre aquellos pueblos que todavía libran lo
que a muchos habitantes del planeta (quizás, a la mayoría
de ellos) se les antoja una guerra contra todo pronóstico
de victoria y que ya tienen perdida de antemano; una
guerra contra las formidables po­tencias financieras y militares globales que asedian los escasos territo­rios vírgenes que aún quedan con el fin de implantar su forma de
“vida nueva” dondequiera que vayan (un modo de vida
que, para quienes lo reciben, augura el fin de la vida que
habían conocido has­ta entonces y, quizás, incluso el fin
de la vida en general).
A los más desesperanzados y desesperados de los
asediados les quedan pocas opciones salvo recurrir al
argumento definitivo: el sa­crificio voluntario de su propia vida con la esperanza de dar testimo­nio (por trágicamente retorcido que sea) del valor del modo de vida
que se les ha hecho imposible vivir y que está a punto
de serles nega­do para siempre. Para ellos, una muerte
dignificada de ese modo se les antoja la última oportunidad de alcanzar una dignidad que ya les ha sido arrebatada en vida. Esas personas son material maleable
en ma­nos de hábiles y astutos manipuladores, crueles
y despiadados. Es de esas filas de donde se recluta a los
terroristas de la actualidad. Son mu­tantes deplorablemente distorsionados de los mártires de la vieja es­cuela,
sobre los que también se ha injertado una imitación
igualmente deformada de los héroes de antaño.
Los mártires de tiempos pretéritos estaban preparados para sufrir, pero no para hacer que otros sufrieran,
puesto que la eficacia del mar­tirio voluntario estribaba
en la prueba que con él se pretendía ofrecer de la valía
inmortal de la creencia en cuya defensa aquellos mártires
se inmolaban; el “heroísmo”, por su parte, solía medirse
por el número de enemigos que el suicidio del héroe lograba destruir. Los mártires de la fe no eran héroes y los
héroes de las guerras nacionales habrían re­chazado la etiqueta de mártires por la ineficacia de la muerte de éstos
(una ineficacia que tanto los héroes como sus panegiristas
habrían ta­chado de lamentable). Pero por virtuosos que
los mártires y los héro­es reivindiquen ser o sean reivindicados como tales por otros en sus respectivos y distintos
términos, la combinación de sus cualidades produce una
mezcla incongruente y ciertamente satánica…
La sociedad moderna liquida de consumo convierte
las hazañas de los mártires, los héroes y todas las versiones híbridas de unos y otros en hechos sencillamente incomprensibles e irracionales y, por consi­guiente, atroces
y repulsivos. Esa sociedad promete la felicidad fácil, alcanzable por medios nada heroicos y que, por tanto, debería estar –tentadora y gratificadora– al alcance de todo
el mundo (o, mejor dicho, de todos los consumidores).
El martirio y, en general, toda cla­se de sufrimiento “por
una causa”, es ahora re‑presentado como el re­sultado de
la fechoría de otra persona o como un caso que sólo puede explicarse como una acción dolosa premeditada de los
actores (en cuyo caso, los culpables deben ser hallados y
castigados) o como un fallo psicológico (en cuyo caso,
deberían ser sometidos a terapia con la esperanza de que
se curen algún día). A diferencia de otros tipos pa­sados
y presentes de sociedad, la que aquí nos ocupa puede ser
ade­cuadamente descrita sin necesidad de recurrir a las
categorías del “martirio” y el “heroísmo”, pero necesita,
eso sí, de dos categorías re­lativamente nuevas que esta
misma sociedad ha situado en el centro de la atención
pública: las de la víctima y el famoso (o la celebridad).
/ 23
ensayo
2da. quincena de febrero 2012
Contrato intercultural
Crisis y refundación de la Educación Teológica
Matthias Preiswerk*
El libro revisita tanto a la teología como a la pedagogía latinoamericanas a partir de sus
dos productos más significativos: la Teología de la liberación y la Educación Popular.
P
or más de treinta años, a lo largo y
ancho de América latina, el autor
de este ensayo se ha consagrado a
las formas más variadas de Educación
Teológica: desde la educación religiosa en colegios hasta la formación
teológica de pastores, pasando por la
Educación Popular. Su reflexión teórica ha estado articulada siempre con
la construcción de diferentes espacios
e instancias educativas: un programa
de formación cristiana no confesional
para los colegios metodistas de Bolivia y de la región; el Centro de Teología Popular (cpt) como espacio de reflexión y de
formación destinado a agentes de pastoral comprometidos con sectores populares; el Instituto Superior
Ecuménico Andino de Teología (iseat); los Servicios
Pedagógicos y Teológicos (spt): consultora latinoamericana que apoya a diferentes facultades y seminarios teológicos evangélicos, pentecostales y católicos.
Este libro es un ensayo sobre el presente y el
futuro de la Educación Teológica en América Latina
y el Caribe. Va más allá de los enfoques parciales
y artículos sueltos publicados hasta ahora. Parte de
experiencias eclesiales diversas y de estudios de caso,
los profundiza en clave contextual e interdisciplinaria: tanto teológica como pedagógicamente; busca
nuevos derroteros para salir de la crisis.
La Educación Teológica en las iglesias más históricas se ha reducido a una formación elitista (reservada
a universitarios) o meramente eclesial (restringida a
futuros pastores o clérigos). En las iglesias emergentes,
representa una amenaza o se la reduce a técnicas para
el entrenamiento de líderes y el crecimiento numérico
de las comunidades. Entre esas inserciones eclesiales
se presenta la siguiente paradoja: a mayor formación
teológica más crisis de la Iglesia (como en la iglesia católica y las protestantes históricas) mientras que a menos fundamentos y programas educativos teológicos,
mayor crecimiento de la membresía (como en muchas
iglesias emergentes pentecostales o neopentecostales).
En las multiculturales sociedades latinoamericanas, la Educación Teológica sigue expresándose de
manera monocultural y muchas veces colonial. Su
discurso está poco articulado con las preocupaciones de los creyentes y resulta poco relevante para los
movimientos sociales. Las mismas iglesias cuestionan su pertinencia. El libro evidencia una profunda crisis de los actores, de las instituciones y de los
métodos de la Educación Teológica, crisis paralela
a la de la teología latinoamericana y a cierto agotamiento de la Teología de la liberación.
La arquitectura del libro es concéntrica. Dos
fuentes principales y complementarias constituyen su
corazón: una práctica y experiencial, otra netamente
teórica. Por una parte el Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología, una experiencia de Educación
Teológica boliviana en la que confluyen actores muy
diversos por sus orígenes culturales, eclesiásticos,
socio-económicos, de género, edad,
etc. Por otra parte el paradigma intercultural, nudo y matriz teórica que
permite dar cuenta de la diversidad
cultural-religiosa y luchar contra la
desigualdad socio-económica que caracteriza a las sociedades y a las iglesias en América Latina.
Previamente los dos primeros capítulos documentan y analizan la crisis
mediante un Mapa de la Educación
Teológica realmente existente y con
una perspectiva educativa basada en
la responsabilidad que tiene cualquier
creyente de reflexionar críticamente sobre la fe y de
comunicarla, es decir de ser un educador teológico.
A partir del paradigma intercultural y para superar la crisis se propone dos agendas de trabajo y
se revisita tanto a la teología como a la pedagogía
latinoamericanas a partir de sus dos productos más
significativos: la Teología de la liberación y la Educación Popular. En ambos casos se asume sus logros
y, a la vez, se cuestiona sus limitaciones, en particular la dificultad que tuvieron por salir de los parámetros y matrices culturales occidentales.
La refundación de la Educación Teológica exige, entre muchas otras cosas, que se tome en serio
las necesidades y las demandas de formación de todas y todos los actores involucrados: estudiantes,
iglesias, docentes e instituciones educativas, movimientos culturales, organizaciones sociales, etc.
Para ello se propone al final unas pistas estratégicas
de refundación intercultural: insumos interactivos
que no deben confundirse con recetas.
Este ensayo, tensionado siempre entre la teoría y
la práctica, representa, en perspectiva crítica, una especie de autobiografía teológica y pedagógica del autor.
En el prólogo al libro, Raúl Fornet-Betancourt
escribe:
La historia particular de la teología es una historia de
trans­formaciones, de reajustes teóricos y prácticos, de
innovaciones y restauraciones, de litigios entre formas
que se disputan el derecho a la paradigmatización de la
enseñanza e investigación. De esta historia de las transformaciones de la teología forma parte, a mi modo de
ver, el presente libro de Matthias Preiswerk.
Esta­mos ante un libro que abre una ventana al futuro de la teología.
En la cuestión del refundar la educa­ción teológica
vemos la decidida apuesta del autor por el espíritu
innovador, profético y liberador que anima al paradigma intercultural, al señalar con pistas concretas
para el pensamiento y la acción que la interculturalidad es el “método” para la refundación de la educa­
ción teológica en el contexto del actual protagonismo de la diversidad.
* Texto leído por el autor en la presentación del libro.
Edición: noviembre 2011, 464 pp. Coeditores: Plural (La
Paz), clai/Sinodal (Quito y Sao Leopoldo), Visión Mundial
(San José de Costa Rica), Universidad Carlos iii (Madrid).
24 /
cultura
2da. quincena de febrero 2012
En ocasión de un centenario
Nueva Crónica de la Plaza 24 de Septiembre
Jorge Luna Ortuño*
En los últimos días mis siestas vespertinas se han visto afectadas por el insomnio a causa de una preocupación: se acerca el número
100 del quincenario Nueva Crónica, me han pedido que escriba para la ocasión, y no tengo la menor idea de qué voy a decir...
E
stoy sentado en una banqueta de la plaza 24 de
Septiembre de Santa Cruz, la más bella del país,
y un aire de relajación y aletargamiento parece
atravesarnos a todos los que hemos coincidido
en este espacio. Toda plaza principal debería mostrarles a los visitantes, como en una panorámica, cuál es el
estado de ánimo de la ciudad y de los lugareños. Así
sucede con la plaza cruceña. La percepción que se tiene
de Santa Cruz en el interior es básicamente la de una
ciudad peligrosa –que está aquejada por la inseguridad
ciudadana y engalanada por sus voluptuosas mujeres–
a la que es conveniente emigrar en busca del “sueño
camba”. Pero si se podría pintar su otra cara, su faceta
más embriagadora y relajante, tendría que ser refiriéndose a la enorme Plaza 24 de Septiembre, un lugar de
paso, pero también de reposo, de
socialización, de encuentro, de chequeo, donde uno puede empujarse
unos jugos de coco o de copoazú
mientras se sacude las malas posturas del cuerpo a la salida del trabajo. Es posible que Santa Cruz como
ciudad no sea la más linda pero lo
que es espectacular en ella es su estado de ánimo descontraído, la onda
relajada que transmiten sus habitantes, favorecidos por las libertades
que concede el clima tan distinto al
de las tierras altiplánicas. La plaza
es relajante por su frondosa vegetación, sus amplios espacios, pero
principalmente porque en ella no
caben los formalismos ni las imposiciones. Habría que contrastar esta
plaza con la Plaza Murillo de La
Paz, que es justamente lo opuesto,
dado su aire más solemne, su formalidad, su aire cívico artificial, que hace de su visita una
cuestión más turística; basta con divisar a los guardias
parados en una vereda al frente, imponiendo una presencia autoritaria y unas caras con muecas en el horizonte; basta con estar a la hora del medio día, cuando
los transeúntes deben estacionarse en sus lugares para
entonar el himno nacional. Todas estas señas establecen
claras diferencias. La Plaza Murillo es la plaza referente
de La Paz, justamente por su experiencia comprimida, y no le hace mucho bien que al frente se encuentre
el edificio donde senadores y diputados maquinan sus
movidas y sus retardos.
La tarde se pasa y no me llega ni una pinche idea
a la cabeza, el artículo de NC 100 se me escurre entre
los dedos. Esto no quita el hecho de que en esta ciudad
existe una enorme cantidad de gatos y pollos. Se me
ocurre que si Nueva York ha sido bautizada como “La
gran manzana”, Santa Cruz debería llamarse “La gran
cebolla”. Esto no es nada más que una imagen: Santa
Cruz está planificada en anillos y cada anillo es como
la capa de una cebolla. Siendo una ciudad circular, y
dado que el pensamiento tiene una cualidad temporal
y otra espacial, la manera de pensar de los lugareños
es también circular. Me da la sensación de que Santa
Cruz es una ciudad sin centro, o al menos una ciudad
en la que la idea de centro es bastante prescindible. Los
efectos de una mentalidad de este tipo se observan en el
cotidiano a la hora de ubicarse en las calles, pues no importa el punto donde uno se encuentre, siempre deberá
buscar su lugar de referencia no respecto del centro,
sino del anillo que transita, y de dónde puede llegar
si cruza de un anillo al otro, o si recorre todo el anillo
hasta el otro lado. Por toda esta organización geográfica interna, es muy difícil para los cruceños concebir la
idea de un centro en la forma de Estado, y menos aun
que deba ser escuchado cuando pretende interferir en
el desarrollo normal de sus formas de vivir. El Estado es
una instancia que por naturaleza quiere monopolizar el
poder, lo centraliza –con autonomías y todo incluidas–,
y para los que viven sin noción de centro, el Estado
sólo puede ser aceptado mientras no interfiera con su
forma de vivir y de progresar. Después de todo, como
lo ha hecho notar el periódico El Deber en editoriales
pasadas, Santa Cruz no ha necesitado de la ayuda del
gobierno para progresar tanto en sólo 25 años y convertirse en un motor de desarrollo para todo el país, así
que lo menos que se esperaría del Estado Plurinacional
es que no la estorbe ahora que tiene los motores a toda
marcha. (Actualmente ocupa el lugar número 14 entre
las ciudades de más rápido crecimiento en el mundo).
La Plaza 24 de Septiembre no es un lugar al que
se llegue por obligación, ni porque quede al paso en las
rutas de todos los días, ya que en esta ciudad se pueden
hacer todas las diligencias sin poner un pie en el centro. A esta plaza uno va simplemente porque le da la
gana. Apostado en una de sus banquetas, se verá pasar
a las mujeres más bellas, algunas vestidas con soleras
y minifaldas, y otras ataviadas con elegantes vestidos
de la región, que hacen respirar el aire de una época
pasada. Desde luego que pululan también por ahí los
niños y sus risas, los ancianos, las familias numerosas
y las caras solitarias, así como gentes de todas las edades. Pero todo es tranquilidad. Dos de sus calles están
cerradas, a manera de paseos peatonales, y ninguno de
los micros del transporte público puede entrar hasta la
plaza, además de que es muy raro que se vea invadida
por marchistas o bloqueadores, de modo que cuando
uno se interna en este aposento público tiene la garantía de que encontrará tranquilidad. Incluso los ocasionales huelguistas que se apostan en el lado de la calle
Ayacucho no interfieren con la vida de la Plaza, todos
ellos tienen una manera bastante más considerada de
manifestar su protesta.
La plaza es completinga, está muy bien lograda,
pero la ciudad en la mayoría de sus zonas está desarrollada sólo a la mitad, es decir, a un lado de la avenida. Es
curioso observar cómo se edifican centros comerciales
lujosos, bancos y plazas de comida, en un lado, pero
al frente se mantienen las construcciones al borde del derrumbe,
karaokes, boliches y restaurants de
muy mal aspecto, todavía en medio
de la tierra, y la gente se congrega según su bolsillo en uno de los
frentes. (Ej: la intersección de la
Av. Bush y el tercer anillo). El panorama que ofrecen gran parte del
tercer, cuarto y quinto anillo es muy
poco atractivo (más allá ni hablar).
Las viviendas se construyen sobre
las radiales, ahí es donde se agazapan las zonas residenciales.
Se pasó la hora de la siesta, es
hora de salir de la plaza y volver a la
pista rápida. En un kiosko de la esquina me encuentro con el número
99 de Nueva Crónica. Luis Zilvetti
es el artista invitado. Quizás podría
escribir sobre una de las principales
distinciones que ha tenido la revista,
que ha sido incluir imágenes de la obra de un artista
invitado. Pero si la sección de cultura de cualquier periódico es muy poco leída en La Paz y Cochabamba, en
Santa Cruz es todavía peor. Aquí el imaginario visual
de la ciudad lo dibujan las Magníficas. De todos modos
gracias a los esfuerzos de María Fernanda Quiroga, en
esta ciudad la revista se ha difundido mucho más. Aquí
El Deber es la ley, a su lado todo el resto son publicaciones menores. Nueva Crónica tendría que incluir
separatas con imágenes de bellas modelos para lograr
mayor atención en Santa Cruz, pero no va en su línea,
además de que suficiente despelote ya escenifican los
personajes políticos de nuestro país, los cuales reciben
toda la atención en esta publicación.
Son cuatro años en los que sigo de cerca a Nueva
Crónica, ha llegado a su número 100, y es por tanto
oficialmente algo más que una casualidad. Desde este
paraíso tropical felicito a todos los que hacen posible su
publicación, desde la sala de edición hasta la imprenta,
y agradezco a mi amigo José Antonio Quiroga por haberme dado el beneficio de la duda uno de esos meses
allá por el 2008.
* Editor, periodista.
/ 25
vecindario
2da. quincena de febrero 2012
Venezuela, hacia la victoria decisiva
Fernando Mires*
Autocracia o democracia es el dilema que deberá resolver el pueblo venezolano en las jornadas que culminarán en octubre de 2012.
Ese dilema dará la pauta, marcará las diferencias y otorgará sentido a la confrontación final.
L
as primarias del 12 de febrero que dieron como
vencedor indiscutido a Henrique Capriles Radonski constituyen sólo la primera fase de un
largo trayecto político. La segunda será derrotar
electoralmente a la autocracia militarista. La tercera, la
reconstrucción política de la nación. La primera fase
fue muy importante. La segunda, la que ha comenzado
el mismo 12 de febrero, será la decisiva. La tercera, en
cambio, será la más difícil. Pero para eso falta caminar
algunos pasos.
Lo más destacable en esta hora es que la oposición
democrática venezolana ha resuelto en la primera fase
una serie de problemas fundamentales de los cuales,
entre varios, cabe mencionar los siguientes: el problema de la unidad, el de la candidatura oficial, el de la
hegemonía y el del liderazgo.
Comencemos por el de la unidad. Pues no hace
mucho tiempo el tema de la unidad parecía imposible
de ser resuelto. El motivo es más que obvio: el arco de
la oposición, al ser democrático, es también pluralista,
a diferencia de lo que ocurre al interior del chavismo
donde las diferencias están prohibidas y son penadas.
En el arco democrático se encuentran partidos y
organizaciones muy diferentes. No sólo una derecha,
un centro y una izquierda –es decir, el esquema clásico–
tiene allí cabida. Hay que contar también con partidos
y líderes emergentes quienes de acuerdo a la tónica de
los nuevos tiempos trascienden la geometría simple de
la política moderna.
La mud coordina y orienta a las fuerzas de la tradición y a las de la innovación a la vez. Los clásicos
copei y ad están ahí, pero subordinados a la irrupción de nuevos partidos como Primero Justicia, Nuevo
Tiempo, Voluntad Popular, Proyecto Venezuela, Podemos, Patria para Todos, y otros que representan el
nuevo perfil político de la nación.
Pero no sólo se trata de nuevos partidos. Hay también nuevos rostros. Capriles y los candidatos que lo
secundaron son jóvenes de edad y de ideas. No fue entonces mérito menor de las primarias haber dado a conocer a una nueva generación política, a una que pasará
a la historia con el mismo brillo de aquella que lideró el
tan recordado Rómulo Betancourt.
La hueste chavista seguirá, por cierto, intentando
caricaturizar a la oposición como a “la derecha”, calificándose a sí misma como la “izquierda”. Pero cualquier
venezolano medianamente informado sabe que esa es
una gran mentira.
Chávez representa los moldes políticos más tradicionales y reaccionarios de América Latina; a la demagogia del caudillismo estatista, oligárquico y rural;
a una burocracia corrupta formada en largos mandatos, tan similar a la del pri mexicano. Y por si fuera
poco, Chávez es el último exponente del militarismo
decimonónico. En suma, el centralismo en contra de
la diversidad, la fuerza en contra de la razón, el poder
omnímodo y vertical en contra de la pluralidad, son
partes del dilema central venezolano. Y ese dilema es
uno solo: Autocracia o democracia.
Autocracia o democracia es el dilema que deberá
resolver el pueblo venezolano en las jornadas que culminarán en octubre de 2012. Ese dilema dará la pauta,
marcará las diferencias y otorgará sentido a la confrontación final.
En octubre, Venezuela vivirá uno de los momentos políticos más dramáticos de su historia. Todo el
mundo estará pendiente, ahí se jugará el todo por el
todo, la lucha será existencial. Y eso hará más difícil la
posibilidad –por cierto, siempre real– de un fraude de
proporciones. También la de un golpe militar.
Frente a la autocracia militarista ha emergido la
unidad de la oposición: Una verdadera obra de arte.
Egoísmos partidarios, liderazgos artificiales, ambiciones personales fueron dejados de lado para realizar
unas primarias ejemplares en las cuales gran parte del
pueblo democrático, haciendo uso de su soberanía, eligió a su candidato y líder: Henrique Capriles Radonski.
Candidato y líder. No hay que olvidarlo. Candidato, porque ha sido elegido por la mayoría de la oposición. Líder, porque de ahora en adelante Capriles
representará a la unidad democrática más allá de sus
diferencias y tonalidades. Henrique Capriles será el representante de la oposición. No de su ideología, no de
su región, no de su partido.
¿Quién iba a pensarlo? La por Chávez llamada
oposición “escuálida” ha terminado por convertirse en
la más robusta y unida de toda América Latina. Porque
si hay una crisis continental, esa podría llamarse “crisis
de las oposiciones”.
La oposición chilena da pena, la argentina da risa.
Pepe Mujica gobierna con una ideología de izquierda
pero con el programa de la derecha. A la inversa, Juan
Manuel Santos gobierna con el programa de la izquierda pero con una ideología de derecha. Dilma Rousseff,
pese a la corrupción inagotable de sus ministros, sube y
sube en las encuestas. La de Nicaragua está entrampada.
En Bolivia es apenas regional. En Ecuador vive aplastada por su propio peso. La de Perú está perpleja. Sólo
en Venezuela emerge una oposición como verdadera alternativa de poder. En parte hay que agradecérselo a la
constancia de los demócratas venezolanos. Aún en los
peores momentos han sabido mantener su altivo 40%.
Y lo más probable es que esa cifra seguirá ascendiendo.
Pero por otra parte, hay que agradecérselo a Chávez.
Con su agresividad, su odio inmaculado, y su malvada política internacional (alianza con todos los dictadores del mundo) Chávez ha logrado unir en contra
suya a la mitad o más de la ciudadanía política. Chávez,
lo he dicho otras veces, es el líder negativo de la democracia venezolana.
Entre la crisis política que permitió su ascenso al
poder y la crisis social y política que él mismo ha creado, Chávez será recordado como el exponente de un
largo periodo de transición entre dos democracias: una
muy débil y otra muy fuerte.
La suerte ya está echada. La línea hegemónica de
la oposición, también.
Los electores de las primarias al votar por Henrique Capriles, lo hicieron, además, por una línea hegemónica. En efecto, Capriles representa tres dimensiones
políticas. La primera, la de unir la lucha por las libertades con un proyecto social incluyente, penetrando así en
el campo tradicional del chavismo. La segunda, busca
atraer hacia la oposición a los sectores indecisos. La tercera, representa la idea de la reconciliación nacional.
De acuerdo a las tres dimensiones mencionadas,
Capriles cumple con la condición diseñada por Teodoro Petkoff en uno de sus programas televisivos: “El
candidato deberá ser todo lo contrario a Chávez”. Esa
fue precisamente una de las razones por las cuales Capriles fue elegido. De todos los candidatos fue el más
diferente a Chávez. De ahí que el pueblo venezolano
será llamado a votar no sólo entre dos políticos sino
entre dos modos de hacer política.
Allí donde Chávez divide, Capriles une. Allí
donde­ Chávez insulta, Capriles dialoga. Allí donde
Chávez grita, Capriles discute. Allí donde Chávez recurre a mitos, Capriles usa la razón. Allí donde Chávez
promete, Capriles trabaja. Allí donde Chávez mandonea, Capriles consulta. No puede haber en verdad dos
personalidades políticas más diferentes, reflejos al fin
de la diferencia radical entre las opciones que cada uno
representa. En ese sentido se puede decir que los electores que votaron por Capriles no sólo lo hicieron con
el corazón sino también con la mente.
No obstante, si bien la línea que representa Capriles será hegemónica, eso no puede significar que
las que representaron los otros candidatos perderán su
valor y sentido. Todo lo contrario. A diferencia de la
candidatura chavista, cuya partitura fue compuesta para
un solista, la de la oposición es polifónica.
Capriles será el candidato a “pre-sidente” que en
rigor quiere decir “el que se sienta adelante”. Los que
fueron candidatos en las primarias serán, en cambio,
los que se sientan un poco más atrás. Eso significa que
en la polifonía de la campaña presidencial, la voz popular de Pablo Pérez, la voz valiente de María Corina
Machado, la voz solidaria de Leopoldo López, deberán
seguir siendo escuchadas, cada una en su tono, cada una
en su estilo. Las primarias demostraron, en efecto, que
Capriles es un líder entre líderes, la voz predominante
en un conjunto polifónico, como es y ha sido siempre
el discurso de la democracia.
Más aún, en la generosa producción de líderes opositores que vive Venezuela, hay algunos que no fueron
candidatos y que en la campaña presidencial deberán jugar un rol tan importante como el de quienes lo fueron.
Para no extenderme, nombraré sólo a dos muy distintos:
Antonio Ledezma, representante de lo mejor de la tradición política venezolana, y Henri Falcón, cuyo mensaje, dirigido en parte al chavismo constitucional, podrá
sumar las voluntades que se necesitan para alcanzar la
última fase, la que, reitero, será la más difícil de todas: la
de la reconstrucción política de la nación.
* Escritor chileno. Universidad de Oldemburg.
26 /
ocho y medio
2da. quincena de febrero 2012
Manifiesto: Huyendo de la sala al living
Mauricio Souza Crespo*
La pregunta importante, para mí, es esta: si, con un poco de esfuerzo, podemos o podremos ver películas en casa con la misma calidad de
imagen y sonido que en las salas, ¿para que ir a las salas?
U
no: Hace unos días, un crítico norteamericano
narraba lo siguiente: un tour por una serie de
multisalas en Nueva York. En una de ellas, en
la oficina de administración, el crítico vio una
lata de película en celuloide de 35 mm., colgada en la
pared, como si fuera reliquia o trofeo de un pasado distante y muerto.
Dos: La escritura sobre cine vive hoy contra la
pared de uno de esos saltos tecnológicos o productivos que suelen azotar al “séptimo arte” con relativa
frecuencia histórica. Recuérdense algunos: el paso del
silente al sonoro, del blanco y negro al color, o la aparición de las primeras superproducciones (que arruinaron al cine gringo) o de las imágenes generadas en
computadora (CGI). Hoy, nos toca acostumbrarnos a
la muerte de lo analógico y el creciente monopolio del
soporte y proyección digitales. Una posible respuesta
a mi agitación podría ser, me imagino, esta: “¿y qué si
el cine abandona el celuloide y se entrega a lo digital?
No es el fin del mundo”. Pero los que respondan así se
equivocan: es el fin del mundo, al menos de “un” mundo de duró 115 años.
Tres: Los proyectores digitales son caros (cuestan
el triple que uno analógico), pero con ellos se ahorra
dinero en la fabricación de copias y su distribución. Su
calidad de imagen seguramente irá mejorando con los
años, aunque todavía la forma dominante de proyección digital es el “estándar 2K” (2048×1556 de resolución). Habría que comparar esta calidad de imagen con
la mucho mayor (calculada) de una copia en 35 mm.:
5380 x 3620. Pero estas detalles técnicos no vienen al
caso: sabemos, así sea intuitivamente, que la textura o
riqueza visual de lo analógico era la que a tantos nos
mantenía regresando a las salas. La pregunta importante, para mí, es otra: si, con un poco de esfuerzo, podemos o podremos ver películas en casa con la misma
calidad de imagen y sonido que en las salas, ¿para que
ir a las salas?
Cuatro: Sé que la experiencia de la sala es indisociable del cine. Ver cine es también entregarse a un
lugar separado del mundo, a oscuras, rodeados de extraños, frente a una pantalla inmensa, absortos ante
imágenes y sonidos que no podemos interrumpir
para ir al baño o servirnos un vaso de leche
en la cocina. Pero a mí esta mística hace
rato que no me convence, porque ir a
una sala es también, aquí, soportar a
gente que charla y comenta la película en voz alta, contesta sus celulares,
come y tira comida. Pese a sus distracciones, mi casa –incluso con sus 4
perros y 5 gatos– permite una mayor
concentración. A esta comodidad se le
añade otra: en casa puedo elegir qué ver
y cómo.
Cinco: La tecnología digital, paradójicamente, es la que también nos permite ver hoy mucho
más cine que en cualquier otro momento de la historia del cine. Y ésta es una accesibilidad que determina
la escritura sobre películas. O sea: el desplazamiento
del cine de las salas a los livings es también el de la
crítica. Hoy, pese a frecuentes gritos de alarma, la internet no sólo abre puertas a todo el cine (piratería mediante) sino a casi todo lo que se escribe sobre cine. Es
cierto que se publica digitalmente mucha basura, pero
entre la basura no es poco lo digno de leerse. De hecho, quizá la mejor escritura sobre cine no circule en
revistas, periódicos o libros sino en blogs. (En inglés,
para dar un ejemplo, más allá de revistas especializadas
–que las hay– es difícil igualar los sabrosos textos publicados en academichack.net, selfstyledsiren.blogspot.
com y acidemic.blogspot.com; o, si se quiere algo más
académico, en filmref.com, notcoming.com y diagonalthoughts.com).
Seis: Resumiendo: no sólo podemos ver todo en
casa sino que nos es dado leer mucho sobre cine. Que
mi caso sirva de ilustración: leo rutinariamente cinco
o seis reseñas críticas de una película antes de verla. Y,
con frecuencia, leo reseñas de películas que nunca veré,
simplemente porque no tengo el tiempo o no quiero
hacerlo. Mucha gente censura esta costumbre (leer antes de ver) con cierto nerviosismo o cautela, como si las
palabras contaminaran las imágenes. Yo no.
Siete: ¿Cuáles serían las posibles buenas razones
para leer textos sobre cine, incluso antes de (o sin) ver
las películas? Se me ocurren algunas razones: a) Porque pocas artes generan tantos disensos y fructíferos
encontrones textuales: las obras maestras de algunos
son la basura de otros y leer ese concierto barroco
y cacofónico, lejos de arruinar el disfrute o entendimiento de una película, lo enriquece, confunde y vuelve ambiguo; b) porque es útil tener una idea previa
de, por ejemplo, la trama de la película (de la que se
cuenta una partecita en las reseñas), porque así al verla nos concentramos en otras cosas. Nos acercamos
a las películas como si fueran Don Quijote o Romeo y
Julieta: el hecho de que siempre ya sepamos de que se
tratan (y hasta en qué terminan) nunca ha arruinado
el disfrute de nadie. c) Porque los mejores críticos son
grandes escritores.
Ocho: En general, creo que hay tres tipos de lectores de reseñas de cine: a) Los que las leen para saber qué podrían (o deberían) ver. b) Los que las leen
para comparar sus propias opiniones con las del crítico
o crítica (o para despotricar contra ellas). c) Los que
las leen sin sentir ninguna necesidad de ver la película.
Reivindico ese tercer tipo de lectura: basta frecuentar
los textos de críticos como Anthony Lane o J. Hoberman para caer en cuenta que, a veces, la escritura sobre
cine es más interesante que el cine.
Y medio: Entiendo, por otra parte, que los tres
tipos de lector que menciono son minoritarios y están
perdidos en la inmensidad no lectora. En Bolivia, como
en tantas partes, los que leen crítica de cine son cuatro
gatos. Y esos cuatro (o cinco) gatos suelen ser los menos interesados en los estrenos comerciales, justo esas
películas que, lamentablemente, los pocos reseñadores
en ejercicio “tienen” que reseñar. Porque las reglas,
más o menos entredichas, de este oficio son (o eran)
esas: se reseñan estrenos, en sala y en cartelera. ¿Pero
qué hacemos si casi todo el cine valioso lo vemos en
casa, frente a un televisor? Otra razón para escapar de
las salas. O, por lo menos, para tratar de escribir reseñas que tengan algún interés propio, algún pequeño
valor más allá de películas que apenas lo tienen.
* Periodista y catedrático.
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libros
2da. quincena de febrero 2012
La ciudad
de los cholos de Ximena
Soruco Sologuren
Introducción al idioma afroboliviano
La revolución antes de la revolución
Recuerdos de ayer (1916-1929)
Sandro Sessarego
Plural editores / Colección Sociedad
Laura Gotkowitz
Plural editores / Colección Historia
Trifonio Delgado Gonzales
Plural editores
Este es el primer libro escrito en
castellano sobre la lengua afroboliviana
hablada por los descendientes de los
esclavos llevados a los valles tropicales
yungueños del Departamento de La
Paz para trabajar en las haciendas de
la época colonial. El estudio ofrece
una descripción gramatical de dicho
idioma e intenta reconstruir su
origen a través de un análisis basado
en datos históricos y lingüísticos.
Se incluye un corpus escrito y oral
(cd) de entrevistas con el awicho
Manuel Barra, el más anciano de las
comunidades afroyungueñas. Con este
trabajo se quiere además legitimar
la existencia del habla afroyungueña
como autónoma e independiente
del castellano, con la esperanza de
contribuir a que los afrodescendientes
reafirmen la conciencia de su lengua.
Sandro Sessarego es profesor de
lingüística hispánica de la Universidad
de Wisconsin, (eeuu).
La revolución antes de la revolución
reexamina los orígenes, las causas y
las significaciones de la revolución de
1952 en Bolivia. Los historiadores
han tendido a ver la revolución
como el resultado de un conflicto de
clase que acompañó la emergencia
de organizaciones de campesinos,
sindicatos mineros y proyectos
políticos reformistas que comenzaron
a surgir desde la década de 1930.
Este libro propone, en cambio, que
la revolución de 1952 hunde sus
raíces en las persistentes demandas y
levantamientos indígenas por tierra
y por justicia que se propagaron en
el área rural a lo largo de la primera
mitad del siglo xx. Desafiando los
juicios más convencionales, este libro
destaca el papel clave de las demandas
y acciones políticas de los líderes
y activistas indígenas a la hora de
rediseñar el proyecto militar-populista
de las décadas de 1930 y 1940.
Esta autobiografía de Trifonio Delgado
Gonzales recrea un mundo en puja y
ofrece una representación de la cultura
minera boliviana a comienzos del siglo
xx. Registra, como motor de la historia
boliviana, las vicisitudes familiares,
comunales y del campamento
minero. A través de la reconstrucción
autobiográfica de un período específico
(1916-1929), se retrata todo un
pequeño universo que se adapta a
una forma radical de transformación
cultural del sentido del tiempo. Como
sabemos, el mundo de la mina y la
minería fue un escenario, para utilizar
la palabrita de moda, ‘globalizado’
avant la lettre. El campamento
minero fue la primera experiencia de
la descampesinización, del colapso
ecológico, del desplazamiento laboral,
de la emergencia del conocimiento
tecnológico que organiza un capitalismo
andino muy peculiar. (Guillermo
Delgado).
Salud intercultural. Crítica y problematización a
partir del contexto boliviano
Susana Ramírez Hita
ISEAT / A la venta en Librerías Plural
El búho de Minerva
Algo va mal
Rafael Echeverría
J.C. Saez editor / A la venta en Librerías Plural
Tony Judt
Taurus / A la venta en Librerías Plural
“Este libro –dice su autora– está
escrito con el interés fundamental
de generar debate, de propiciar un
pensamiento y una actitud crítica,
de repensar el concepto de salud
intercultural desde la realidad y no
desde un exclusivo razonamiento
filosófico, de analizar y construir
a partir de lo empírico. Desde esta
reflexión, planteo la necesidad de
cuestionar lo obvio, de pensar más
allá de lo evidente, para concebir otro
tipo de estrategias alternativas que
realmente repercutan en la mejora
de la salud y, con ella, en la mejora
de la calidad de vida de las diversas
poblaciones del país. Salud intercultural
es, además, una reflexión sobre la
influencia de la globalización en las
instituciones locales de salud a partir
del ejemplo de la interculturalidad que
orienta programas y políticas sociales,
sanitarias y educativas en comunidades
indígenas”.
El objetivo central de este libro –dice
su autor– es introducir al lector no
especializado en materias filosóficas,
en las líneas gruesas de la evolución
del pensamiento, desde Descartes
hasta nuestros días. El libro ofrece
la posibilidad de seguir a través
de un hilo conductor la evolución
conjunta del pensamiento filosófico
moderno y comprender su dinámica
interna”. Echeverría sostiene que el
mundo occidental ha entrado en una
profunda crisis que compromete sus
presupuestos básicos, su “paradigma
de base”. Es precisamente a partir
de esa noción (la de “presupuestos
básicos” que organizan un sistema de
vida y pensamiento) que Echeverría
traza su visión panorámica: desde
la “cosmovisión medieval” hasta
Wittgenstein, con un par de capítulos
finales sobre la “teoría de sistemas” y
los “puntos de ruptura del pensamiento
moderno”.
Del recientemente desaparecido Tony
Judt, historiador británico y figura
de la intelectualidad socialdemócrata
europea, llega este libro casi póstumo
(apareció el 2010, el mismo año
de su muerte). Del libro, Antonio
Muñoz Molina dice que “es una
declaración de principios progresistas,
una vindicación de la legitimidad de
lo público y de lo universal como
valores de la izquierda”. El mismo Judt
resume así su propuesta: “Hay algo
profundamente erróneo en la forma en
que vivimos hoy. Me refiero al estilo
egoísta de la vida contemporánea –que
nos resulta ‘natural’– y la retórica
que lo acompaña (una admiración
acrítica a los mercados no regulados,
el desprecio por el sector público,
la ilusión del crecimiento infinito).
Hemos convertido en una virtud la
búsqueda del beneficio material hasta
el punto de que eso es todo lo que da
sentido a un propósito colectivo”.
Javier Sanjinés C.*
E
sta investigación es relevante porque visibiliza códigos culturales de raigambre chola que no habían
sido suficientemente estudiados hasta ahora. El libro de Soruco describe el ascenso de este significativo
sector social a lo largo de los siglos xix y xx, con el
propósito de reordenar el discurso sobre las identidades. De este modo, el libro no explora lo cholo desde
una vertiente exclusivamente sociológica o histórica,
sino que articula diferentes disciplinas bajo una mirada
novedosa que cuestiona el modelo de asimilación cultural impuesto “desde arriba”, es decir, desde el poder.
El libro de Ximena Soruco es importante porque
contiene una mirada novedosa del discurso de las élites
letradas, modo de mirar que también “deconstruye”
este discurso hegemónico, y que, al “desterritorializarlo”, al observarlo “desde abajo”, desde lo cholo y desde
lo indígena, cuestiona el modelo de asimilación cultural impuesto desde el poder.
En lo concerniente a la construcción del discurso
hegemónico, Soruco analiza nuestra narrativa identitaria (ensayos y novelas relacionadas con nuestra historia
de vida como nación) como construcción no sólo del
“antimestizaje”, término que Brooke Larson acuñó para
referirse a la estrecha relación entre el liberalismo y el
discurso darwinista de limpieza racial, sino también del
“mestizaje”, es decir, de la asimilación del indígena a un
proyecto mestizo de construcción nacional. Ligada al
“capitalismo de imprenta” estudiado por Benedict Anderson en su influyente análisis de la “comunidad imaginada”, esta narrativa se escribió fundamentalmente en la
primera mitad del siglo pasado. Dos aspectos se destacan
de la investigación de Ximena Soruco: en primer lugar,
que esta producción “letrada” no se caracteriza por ser
una interpretación histórica propiamente dicha, sino una
construcción sui generis de campos metafórico-simbólicos que pretendían orientar el orden social establecido.
Involucrados en la construcción de la nación, los letrados de la época tuvieron la capacidad de representar lo
público sin ser propiamente historiadores, sociólogos o
cientistas sociales. Se trataba, más bien, de “hombres de
letras” que estaban “en relación simbólica con el tiempo
en que les tocó vivir”, como bien dijo Edward Said a
propósito de este tipo de escritores.
* Escritor y académico.
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2da. quincena de febrero 2012
La otra orilla
Lorgio Vaca, artista invitado
Carta inédita:
la descomposición del MNR
Quiero reflexionar
pero me sale un canto
la mano amiga y el corazón ardiente
de mi hermano Isaac,
muerto prematuramente.
René Zavaleta Mercado (1937-1984)
Señor D.
Mariano Baptista,
Caracas.
Querido Mariano:
(…) El problema que irá definiendo
cada vez más a las fuerzas políticas del
país es la marcha hacia la industria pesada. No hay manera de hacer entender
al Gobierno que hay un desarrollo que
libera y un desarrollo que no libera.
(…) Estos reformistas de corazón agrario postulan una política más o menos
dadivosa de aumento del consumo, en
sus ramas miserables, pero nada de una
economía de independencia. Entonces naturalmente se multiplican esos
renglones que tú mencionas (cloacas
y hospitales, escuelitas). (…) De ahí se
desprende también la fe absolutista en
la colonización interna, en el área de
Santa Cruz, etc. como si la concentración de la población fuera en sí un mal,
gastando (mal) enormísimos recursos en empresas no menos enormes y
poco rentables. Eligen para Bolivia el
destino de una mediocridad más o menos feliz, se niegan de principio a toda
grandeza y por ahí se asocia la pobreza
de una clase media de cabeza birlocha a la negación desde el principio a
marchar hacia una industria pesada. Se
reduce así: más arroz, más azúcar, más
cigarrillos, pero no política de energía,
no hornos de fundición (hasta Nigeria
los tiene), no industria química. La
monoproducción es un mal pero ser
país de minerales no y si no preguntemos por el porvenir del Paraguay u
otro cualquiera paisillo agrícola. (…)
La Argentina tiene industria liviana y
un buen nivel de consumo pero es una
excelente semicolonia gorda.
(…) Por lo demás, diez años después (1952-1962), no podemos hacernos ilusiones respecto a los grupos
sociales que pueden componer una izquierda. Este es un campesinado que es
dueño de su tierra y en la medida que
reciba más de su tierra será más parecido a ciertos campesinados reaccio-
narios de Europa. Porque son pobres
son todavía revolucionarios, provisionalmente, corrompida su fuerza desde
arriba y abajo. (…) No se puede tampoco hablar de un proletariado mucho
más consistente. Los fabriles son tan
pocos que recibe la continua influencia
disociadora de los mitos, supersticiones
y leyendas de las clases medias urbanas.
El lumpen es enormísimo y nadie sabe
para quién trabaja ni a qué lado dispara. Lo que llamamos “proletarios”, son
excrecencias de la clase media, como
los gremiales, asistentes a talleres artesanales dignos de la que Cohen y los
católicos llaman la “gran claridad de la
Edad Media” y hasta los mineros tienen ahora la acción de desclasamiento
que está a cargo de los muchísimos
“supernumerarios” cuya característica
dentro del rol de las clases sociales es
no trabajar, mirar a los despreciables
de interior mina. Las clases medias de
Bolivia son las más ignorantes, racistas
y antinacionales del continente. ¿Habrá peor panorama en parte alguna?
Pero, por lo demás, por lo mismo que
las clases no están aquí definidas, en un
sentido moderno su dinámica suele ser
espectacular, su sensibilidad es menos
rígida que en otras partes, el heroísmo
puede ser aquí todavía un personaje.
El heroísmo, a su vez, es el terror
que está dispuesto a morir. Yo también
elijo, como tú, el “segundo camino”,
la “acumulación del ahorro interno”
(porque) el mundo ha cambiado: los
países que quieren ir al socialismo no
necesitan hoy de esos rigores (…) porque hay un equilibrio de escupitajos
que podemos usar. Sin embargo, así
como no debemos elegir el terror, no
es necesario descartarlo porque sí. Lo
que precipitó la lucha de clases en Bolivia fue el terror de la masacre de Catavi y los fusilamientos de la Radepa.
Antes, la cosa no iba en serio (…).
Es necesario advertir que estos
diez años nos han corrompido tanto
como enseñado. El MNR, incluyendo
ciertamente a los jóvenes, es el sueño
de los comanduleros, el paraíso hostil
de los puesteros. Nadie pierde la ocasión de hacer trampa (…).
Saluda a los tuyos y recibe un
fuerte abrazo…
René
Carta inédita de René Zavaleta Mercado a
Mariano Baptista Gumucio, en mimeo sobre
papel membretado de la H. Cámara
de Diputados.
Mi hermano Isaac
no se llamaba Isaac.
Fue un niño que apenas caminaba
cuando fue recogido
de los escombros humeantes de su aldea
donde pereció asesinada
su familia y su mundo
guaraní.
N
uestros abuelos inventaron las señas,
las señas en el cuerpo,
las señas con la música del viento
Y dejaron temblando en el horizonte
los colores del cielo
mientras celebraban y bailaban
Dieron vida al barro y
crearon y guardaron en la tierra
el libro de todas las sabidurías.
Está allí el mandato que hemos recibido
los bolivianos de hoy.
Venían de todas las direcciones
pero la tierra, el agua, el sol
y los vientos
los amasaron juntos
en el monte, en el llano y en las altas quebradas.
Amaranto y ajonjolí, quinua y yuca, plátano y maní
son, junto con el maíz,
el aglutinante de sus construcciones,
que elaboraron danzando
al compás del viento y los latidos del universo
creando amor y gozo para los sentidos.
Ahora yo trabajo con ustedes
para devolver el color a los paisajes
y proclamar esas viejas sabidurías
que palpitan todavía en lo hondo de nuestros corazones.
No necesitamos mucho más que nuestras
manos
y los colores y formas de la naturaleza
para levantar de nuevo el vasto y glorioso
monumento
perdido.
A través de los años
he recorrido muchos caminos
y encontrado en todos ellos
No sabía su nombre
o nos lo dijo y nunca lo entendimos
pero cuando creció
todo en él denotaba su pasado
oscuro y resplandeciente
vigoroso sabio
tierno y bondadoso.
Su recuerdo poderoso
me sostiene.
Siento el viento norte
sobre las copas de los árboles
y se puebla el cielo de mariposas amarillas
y temblorosas hojas.
Se obscurece el cielo y rompe el horizonte
el cuchillazo luminoso de los truenos
se abren sedientas las gargantas de la tierra
y viene el agua a fecundar
los sentidos y la vida.
La paz discurre junto al agua,
por todos los senderos
y comienza a henchirse la vida
una vez más sobre la tierra
Quiero reflexionar pero me sale un canto.
Mostrar el camino recorrido
pero otros miles de horizontes
se ofrecen a mi vista.
Quiero recapitular
pero nuevas tareas se despliegan
desafiantes, tentadoras ante mí.
Será que no hay descanso
y que la vida es, como la muerte,
Sólo una aventura más?
En mi barrio suenan los musicones
y los niños bailan
Inocentes, gozando de la tormenta.
El agua lo invade todo
y la gente ríe feliz
En la otra cuadra hay un velorio
y la gente bebe, cuenta historias
y ríe
el difunto permanece quieto
presente, pero ausente.
El difunto sonríe
descansa en paz.
Lorgio Vaca
Santa Cruz, domingo 2 de octubre de 2011.
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