Los cuatro componentes del bienestar Este artículo surgió de una ponencia impartida por Richard Davidson en las conferencias de Atención Plena y Bienestar en el Trabajo por parte del Greater Good Science Center. Richard Davidson es un neurocientífico y fundador del Centro para Mentes Saludables de la Universidad de Wisconsin-Madison. El bienestar es una habilidad. Todo el trabajo que mis colegas y yo hemos hecho, nos lleva inevitablemente a esta conclusión central. El bienestar no es fundamentalmente diferente a aprender a tocar el chelo. Si una persona práctica las habilidades del bienestar, esa persona se volverá mejor en ello. De acuerdo con nuestras investigaciones, el bienestar tiene cuatro componentes que han recibido atención científica seria. Cada uno de estos cuatro está enraizada en circuitos neurales y cada uno de estos circuitos tiene plasticidad- de forma que sabemos que si los ejercitamos, se volverán más fuertes. Practicar estas cuatro habilidades puede aportar el sustrato para un cambio duradero, lo que a su vez puede promover niveles más altos de bienestar en nuestras vidas. RESILIENCIA Parafraseando el sticker de automóvil: “las cosas pasan”. No podemos evitar esas cosas pero si podemos cambiar la forma en que respondemos a ellas. La resiliencia se refiere a la rapidez con la que nos recuperamos de la adversidad; algunas personas se recuperan lentamente y otras con mayor rapidez. Sabemos que los individuos que muestran una recuperación más veloz en algunos circuitos neurales claves, tienen mayores niveles de bienestar. Están protegidos de varias formas de las consecuencias de las vicisitudes de la vida. Investigaciones recientes que hemos realizado en nuestro laboratorio en la Universidad de Wisconsin-Madison, tenían como pregunta si estos circuitos específicos del cerebro podían ser alterados por una práctica regular de meditación mindfulness. La respuesta es sí –pero necesitas varias miles de horas de práctica antes de notar un cambio verdadero. A diferencia de los otros componentes del bienestar, vemos que mejorar tu resiliencia requiere más tiempo. No es algo que ocurrirá rápidamente –pero esta información puede motivarnos e inspirarnos a seguir meditando. PERSPECTIVA POSITIVA El segundo componente del bienestar es de alguna forma la otra cara de la moneda del primero. Este componente se refiere a la habilidad a ver lo positivo en otros, la habilidad para saborear experiencias positivas, la habilidad para ver a otro ser humano como tal, con una bondad básica. Incluso individuos que padecen depresión muestran activación en los circuitos cerebrales subyacentes a la perspectiva positiva, pero en ellos no tiene una duración prolongada. Aquí, a diferencia de la resiliencia, las investigaciones indican que prácticas simples de amor bondadoso o compasión, después de una dosis modesta de práctica, pueden alterar estos circuitos de forma rápida. En 2013 publicamos un estudio donde individuos sin experiencia previa en meditación fueron asignados al azar a dos grupos. Un grupo recibió un entrenamiento secular en compasión y el otro recibió un entrenamiento de reevaluación cognitiva, que es una estrategia para regular emociones que proviene de la terapia cognitiva. Escaneamos los cerebros de las personas antes y después de dos semanas del entrenamiento y lo que encontramos es que en el grupo de compasión, los circuitos cerebrales que son importantes para esta visión positiva habían sido fortalecidos. Después de siete horas –30 minutos de práctica diaria durante dos semanas- no sólo observamos cambios en el cerebro sino que estos cambios también predijeron conductas de ayuda. ATENCIÓN El tercer pilar del bienestar puede sorprenderte. Es la atención. Para parafrasear el título de un importante artículo publicado por un grupo de psicólogos sociales de Harvard, “una mente distraída es una mente infeliz”. En este estudio particular, los investigadores usaron teléfonos inteligentes para estudiar a las personas mientras estaban en su vida cotidiana haciéndoles tres preguntas: ¿Qué estás haciendo en este momento? ¿Dónde está tu mente ahora? ¿Está enfocada en lo que haces o en otra cosa? ¿Qué tan feliz o infeliz te sientes en este momento? Los investigadores encontraron que las personas usan un promedio de 47 por cierto de su vida atendiendo algo diferente a lo que estaban haciendo. ¡47% del tiempo! ¿Te imaginas un mundo donde esta cifra disminuyera un poco, incluso un 5%? Imagina el impacto que tendría en la productividad o en estar presentes ante otra persona y escuchando atentamente. Esta cualidad de la atención es tan fundamentalmente importante que William James, en su famoso libro de dos volúmenes de “Los principios de la psicología”, tiene un capítulo entero dedicado a la atención. Él decía que la habilidad para regresar voluntariamente una atención dispersa, una y otra vez, es la raíz del carácter y la voluntad. Más aún, él decía que una educación que entrenara la atención sería una educación par excellence. Pero también afirmaba que es más fácil definir este ideal que dar una dirección práctica para que fuera una realidad. Hoy en día, contamos con pasos para educar la atención. Y yo creo que si James hubiera tenido más contacto con las prácticas contemplativas, hubiera visto instantáneamente estos vehículos para educar la atención. GENEROSIDAD Actualmente existe una plétora de investigaciones mostrando que cuando los individuos se dedican a una conducta generosa y altruista, activan circuitos en el cerebro que son claves para la promoción del bienestar. Estos circuitos son activados de forma más duradera que cuando se activan en respuesta a otros incentivos positivos, como ganar un juego o un premio. Los seres humanos venimos al mundo con una bondad innata básica. Cuando realizamos prácticas que están diseñadas para cultivar amabilidad y compasión, no estamos creando algo desde cero, no estamos creando algo que no existía. Lo que estamos haciendo es reconocer, fortalecer y nutrir una cualidad que ya estaba presente. Nuestros cerebros se están constantemente modificando, ya sea voluntaria o involuntariamente. A través del entrenamiento intencional de nuestras mentes, podemos dar forma a nuestro cerebro de manera que estos cuatro componentes fundamentales del bienestar puedan ser fortalecidos. Y así, podemos asumir la responsabilidad de nuestras propias mentes. Artículo Original: http://greatergood.berkeley.edu/article/item/the_four_keys_to_well_being