El taller de Restauración del Museo Arqueológico abrirá mañana sus puertas, de forma excepcional, con motivo del II Curso de Historia de Jerez en sus Fuentes La restauradora municipal, Carmen Martín Mochales, dirigirá la actividad con la que se brindará también homenaje a Paco Bazán 29 de enero de 2014. El taller de Restauración del Museo Arqueológico de Jerez abrirá sus puertas mañana jueves, 30 de enero, a las 18 horas, de forma excepcional, a los participantes en el II Curso de Jerez en sus Fuentes, dedicado a la memoria de Paco Bazán. La restauradora municipal, Carmen Martín Mochales, dirigirá la actividad en la que se hablará sobre la labor diario del taller. Según Martín Mochales, los trabajos de restauración hacen posible la exposición de los objetos arqueológicos y su conservación. Su función más importante es frenar los deterioros causados por el período de tiempo de enterramiento y aquellos provocados por la propia excavación. El material arqueológico es frágil y vulnerable, por lo que estabilizarlo es prioritario para que no aparezcan en él nuevos daños. Durante esta visita al taller de restauración se abrirán las puertas de zonas del Museo que raramente son accesibles al visitante. La restauradora municipal ha declarado que “cuando los visitantes al Museo contemplan los materiales expuestos en las vitrinas de las salas, a menudo desconoce las horas de trabajo invertidas en su restauración y que posibilitan su estado actual”. En este sentido, Martín Mochales pondrá como ejemplo el material sobre el que se está trabajando en la actualidad, se explicarán las pautas de funcionamiento del laboratorio de restauración del Museo, así como las técnicas operativas que se aplican en los distintos tratamientos. Martín Mochales explicará que estas intervenciones se realizan en una doble vertiente: conservación preventiva y restauración. En primera instancia, se revisa a fondo el material que ingresa en el Museo. Si su estado es adecuado, sólo se le aplican medidas de conservación preventiva, independientemente de que su destino sean las salas de exposición o los almacenes. El material afectado por alguna plaga es puesto en cuarentena, durante la cual se le administrarán tratamientos específicos. El material dañado es sometido por el conservadorrestaurador, en el laboratorio, a un examen para determinar sus características materiales y los factores de alteración que le afectan (sales, adherencias, cambios volumétricos, manchas, falta de cohesión, etc.). Es importante estudiar bien el objeto para poder diagnosticarlo correctamente. En algunos casos, es necesario realizar exámenes científicos como radiografía, metalografía, espectrografía de rayos X, etc., que aportan un mayor conocimiento en profundidad de los materiales constituyentes y las alteraciones de origen físico o químico que le afectan. A estos datos se unirán los aportados por la excavación (el entorno en el que ha permanecido el objeto, la información edafológica, geológica, ambiental y arqueológica general que atañe al yacimiento y los tratamientos de conservación “in situ”). Reuniendo toda esta información, podrá conocerse con precisión las causas exactas de las alteraciones y el estado de conservación de las piezas, para decidir en consecuencia los tratamientos más adecuados. En las distintas actuaciones llevadas a cabo sobre un bien cultural prima el principio de la mínima intervención. Toda manipulación implica riesgos, por lo tanto hay que ceñirse a lo estrictamente necesario y asumir como un valor en sí la degradación propia del paso del tiempo. Trabajos como la limpieza o la consolidación, nunca deben alterar la naturaleza de la pieza ni cambiar su aspecto. No son admisibles limpiezas caprichosas e irregulares que conduzcan a acabados engañosos o sugieran un aspecto “histórico” falso. En cualquier caso, siempre se respeta la autenticidad de la obra en lo que respecta a su estructura, fisonomía y estética. Toda reintegración cromática debe ceñirse a los límites de la laguna -la zona que presenta pérdida de legibilidad o integridad estética -, y se lleva a cabo con materiales reversibles e inocuos, haciendo claramente distinguibles el original de la zona reintegrada a simple vista, desde una distancia corta. Todos los datos aportados por el estudio del objeto, la propuesta de tratamiento y el trabajo realizado, son recogidos en un informe final en el que se detallan criterios de actuación, metodología de trabajo y productos empleados. Por último, hay que entender que la conservación de un bien cultural no acaba con la intervención. Es fundamental programar rutinas de control y seguimiento de los materiales restaurados, así como planes de mantenimiento que aseguren siempre su óptima conservación. (Se adjunta fotografía)