Entrevista a la profesora Anna María Brigante Rovida Por

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CUADRANTEPHI No. 18-19
Enero - diciembre de 2009, Bogotá, Colombia
Entrevista a la profesora Anna María Brigante Rovida
Por: Rafael Rubio
Más que presentar a Anna María Brigante como una catedrática de la Universidad,
siento que debo presentarla como una persona que ha entregado su vida a la filosofía.
No es difícil percibir en ella, en su discurso, en su lenguaje, en sus gestos, en sus
palabras, en su estilo, el compromiso vital que ha adquirido con esta particular
“disciplina”. La intención de la presenta entrevista, entonces, tiene dos sentidos.
Por un lado, dar a conocer un poco de lo que Anna María trabajó en su tesis doctoral en
Valéry, trabajo con el cual obtuvo el título de Doctora en filosofía otorgado por la
Pontifica Universidad Javeriana, y con el que se inaugura la colección Laureata que
reúne los trabajos doctorales que han sido laureados en la Universidad. Y por otro,
mostrar la posibilidad de pensar la filosofía en diálogo con la no-filosofía, es decir, en
una conversación con la literatura y con el arte, tema en el cual nuestra entrevistada se
ha interesado desde siempre.
Hizo su pregrado en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, y se especializó en
estética en la Università degli Studi de Milán. Los sentimientos que Anna María le
imprime a todo lo que hace en el ámbito de la filosofía, son los mismos sentimientos
con los que vive. En la presente entrevista, también, es posible apreciar esto.
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CUADRANTEPHI No. 18-19
Enero - diciembre de 2009, Bogotá, Colombia
1.
Debido a su experiencia en la escritura de textos filosóficos, cuál cree usted
que es la relevancia de escribir en filosofía, y cómo se da la escritura en relación
con la filosofía.
Es un poco rara la pregunta. Qué relevancia encuentro en escribir en filosofía: toda. La
filosofía que tenemos es la que ha sido escrita. Sin embargo, creo que la filosofía, a
pesar de ser esencialmente un discurso escrito, está siempre en tensión con lo oral, con
lo que se da sólo en el diálogo vivo, lo cual es como una metáfora de la movilidad del
pensamiento: en esa tensión se da la escritura.
A mi juicio, escribir es un ejercicio filosófico en sí mismo, que requiere una atención
particular a las palabras que se usan y a su sentido: uno piensa de un modo cuando
habla, de otro cuando escribe. En la escritura uno se detiene, toma distancia, cambia las
palabras, construye los párrafos. En este trabajo, aunque seguramente se pierde algo con
respecto a la palabra hablada, se gana en cuanto que el escribir permite volver una y otra
vez sobre lo que se ha dicho y, sobre todo, en el modo como se ha dicho. En ese orden
de ideas, en un texto filosófico es tan importante como en uno literario reparar no sólo
en lo que dice el autor, sino en qué hace, cómo lo hace, porque eso es en parte
indisoluble de lo que dice.
Pienso, por tanto, que escribir es, como dice Valéry, un ejercicio del espíritu que
requiere disciplina, y que, como tal, va más allá de la producción de textos, de artículos
que deben ser publicados. Así, considero que escribir es más que un asunto de dejar un
registro, una memoria, es una manera de pensar.
2.
El semestre pasado tuvimos la oportunidad de acompañarla en el
lanzamiento de su libro Obstinado Rigor. La teoría de la acción poética de Paul
Valéry, tesis con la cual se inauguró la colección Laureata que recoge los trabajos
de investigación de los doctorados de esta universidad que han sido laureados.
¿Por qué hacer una tesis en la que el punto de partida es un poeta que se considera
antifilósofo, y no más bien pensar en un autor que se mueva con más propiedad en
el ámbito de la filosofía?
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Enero - diciembre de 2009, Bogotá, Colombia
Siempre me ha interesado la relación de la filosofía con la literatura. Por esta razón, me
he acercado a filósofos que permitieran pensar con la literatura. Con Valéry, encontré la
posibilidad de acceder a dicha relación de una manera diferente, pues se trata de un
poeta que, no sólo hace una poética en la que se ocupa de su propio quehacer sino que,
además, como pocos, piensa la filosofía desde su ser poeta, llamándose a sí mismo antifilósofo. En este sentido, estoy de acuerdo con Bouveresse que dice que todo aquel que
se presente como una anti-filósofo ya está en la filosofía y ha asumido una postura
frente a ella. Siguiendo esta idea, la pregunta que me hice en la tesis fue cómo: ¿cómo
Valéry, un poeta, aborda la filosofía?
Encontré en este autor un pensador escéptico que, además de poesía y ensayos, de 4 a 8
de la mañana escribe una suerte de diccionario filosófico que denomina Cahiers donde,
de una manera similar a Wittgenstein, hace una crítica al lenguaje filosófico, pues para
él términos como bello, totalidad, etc. que según sus propias palabras trabajan en el
vacío sin ningún roce con la experiencia ocasionan falsos problemas. Sin embargo, a
diferencia del filósofo vienés, Valéry no se detiene en dicha crítica sino que, más allá de
los límites del lenguaje, abre una nueva búsqueda, no categorial que se mueve en los
terrenos de la acción artística.
En este orden de ideas, y para contestar su pregunta directamente, me decidí por Valéry
porque me parecía que asumir ese límite desde un no filósofo podía aportar nuevos
elementos de comprensión a la relación de la filosofía con el arte. Usando una metáfora,
es como ver todo desde la otra orilla.
3.
Tenemos una discusión hace muchos siglos a propósito de la querella entre
poesía y filosofía, entre literatura y filosofía. ¿Cree que se pueden articular estos
dos ámbitos? ¿De qué manera?
La respuesta a su pregunta es muy amplia y se puede abordar desde diferentes autores y
perspectivas. Por eso, la voy a contestar desde Merleau-Ponty quien, a mi juicio,
articula muy bien el problema. Él asume que la filosofía debe pensar con la literatura, y
en general con el arte, en tanto que éste le provee al pensamiento reflexivo lo que él
denomina ideas sensibles (evocando las ideas estéticas de Kant). Éstas son expresión de
una dimensión que no es susceptible de ser aprehendida a través de conceptos, pero de
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la cual la filosofía no puede prescindir. En este orden de ideas, Merleau-Ponty supone
que la filosofía, en su esfuerzo incesante de comprensión, debe pensar con y gracias a lo
que para él son otras formas de expresión, en este caso la literatura: sólo a través de
ellas tendrá acceso al mundo de la vida, de lo precategorial. No se trata de un
irracionalismo, sino de una racionalidad inclusiva (el término es de Vico) que permita la
inserción de otras formas de expresión y comprensión del mundo.
4.
A lo largo de su tesis es posible notar que usted siempre está jugando con
una pregunta que acompañó a Valéry desde muy joven: ¿qué puede un hombre?,
pregunta cuyos ecos bien podrían pertenecer a las voces de la ética. A la luz de
esto, ¿podría hacerse una lectura en clave ética de un tema que gira alrededor del
ámbito de la estética? ¿Qué posible relación encuentra entre la ética, la política y la
estética, por lo menos en el contexto de su tesis?
¿Qué puede un hombre? Es una pregunta que permea toda la obra de Valéry y, por
tanto, se va transformando con cada uno de los alter-ego que el poeta escoge para
exponer su pensamiento. Sin embargo, se puede decir que, desde el principio, lo que
intenta es sustituirla por otra, a saber: ¿qué es un hombre? La razón es que considera
que esta última supone una definición cerrada de lo humano pues, para Valéry, de una
manera similar a la de Agamben, el hombre es un ser abierto que se transforma en las
operaciones y funciones que es capaz de desarrollar.
La pregunta ¿qué puede un hombre?, por tanto, no pretende ni puede ser respondida,
sino que quiere dar cuenta de las posibilidades de lo humano, de lo humano como
posibilidad siempre abierta que, para bien o para mal, se configura en la acción. Lo
anterior, le confiere una dimensión ética a la pregunta en tanto que, para Valéry, la
acción más completa es la del artista, quien posee un oficio, una disciplina que pone en
acción, según los términos que el poeta trae de Pascal, tanto el espíritu de fineza como
el de geometría. Desde esta idea, el poeta francés hace una crítica al trabajo como
automatismo. Para él el oficio que se ejerce debe enriquecer el entero ser a través de la
acción.
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5.
Muchos están en desacuerdo con que la filosofía tenga que estar encerrada
en la academia como una disciplina más. Lo mismo se podría pensar del arte, el
cual también se encuentra en esta situación. En su tesis aborda una crítica feroz
que hace Valéry a los términos de la estética académica. ¿Qué idea tiene usted
acerca de pensar la filosofía y el arte en la academia?
Bueno, vamos por partes. Valéry hace una crítica a la estética académica, pero no
explícitamente a la academia. Su crítica va encaminada al lenguaje de la estética
metafísica, en especial a los términos belleza y gusto, que son por él considerados
inapropiados para referirse tanto a la individualidad de la obra como al ámbito del
quehacer artístico. En este sentido, la crítica del poeta va dirigida a un lenguaje que no
puede dar cuenta de la especificidad de los fenómenos artísticos, un lenguaje que él
considera metafísico. Aquí, por tanto, académico es sinónimo de metafísico.
Su pregunta, en cambio, si no me equivoco, va encaminada a pensar la filosofía y el
arte en la academia. Pienso que la academia sería el lugar ideal para que se dieran si,
como dice Derrida, la universidad fuera realmente un poder de resistencia
incondicionada, de resistencia a los poderes políticos y económicos, a los poderes
mediáticos. Sin embargo, dado que hoy en día, en muchos casos, la universidad se ha
convertido en una empresa, difícilmente puede sustraerse a dichos poderes. En ese
sentido, aunque suene utópico, la filosofía que se da en el seno de la academia, tiene que
cuestionar la academia y darse a pesar de ella, incluso, para intentar transformarla.
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