No somos una generación perdida ni queremos serlo Una viñeta de Forges retrataba recientemente una de las afirmaciones de Strauss Kahn, director del FMI, aquellas en las que aseveraba: “Es posible la aparición de una generación perdida. Desconectada del mercado laboral”. En la viñeta un joven, miembro de la generación con temor a perderse arroja migas de pan al suelo para acordarse del camino de vuelta, mientras el FMI, parodiado como un pájaro voraz, se come las migas que el joven arroja. Si no fuera un asunto tan grave, tendría su gracia que un tipo como Strauss Kahn, acusado por agresión sexual a una limpiadora del hotel donde se alojaba en Nueva York (a 3.000 euros la noche), nos avisara de que somos una generación perdida, más bien parece que el que ha perdido los escrúpulos y su carrera es él. En la viñeta no aparece representado el gobierno, fiel alumno de los planes y propuestas del Fondo, invisible a los ojos no sólo del espectador de la escena sino también a los ojos de la mayoría de la población española que sufre las consecuencias de medidas que dictan otros organismos que no hemos elegido, medidas que no tienen el efecto esperado sino que, como demuestran los últimos datos (casi el 79% del empleo destruido entre 2007 y 2010 era ocupados por jóvenes) y venimos denunciando desde CCOO, han profundizado más la brecha de paradas y parados, en especial en lo que se refiere a la población joven. Las personas jóvenes, son hoy víctimas del paro, de la sobrecualificación, de un sistema económico que nos invitaba a sumarnos al carro del dinero fácil basado en un modelo productivo con pies de barro que ha terminado por enterrarnos junto a él. Esos jóvenes, nos dicen, tenemos el peligro de perdernos, de convertirnos en la generación perdida. Quizá conviene que nos perdamos para que no nos encuentren aquellos que nos imponen modelos, políticas y planes que nos perjudican como generación, que nos empujan al abismo de la precariedad y el desempleo. Como jóvenes necesitamos afrontar el reto de perdernos para encontrarnos en lo colectivo. En estos días nos encontramos experiencias colectivas de participación y debate en la calle, son experiencias derivadas de la inicial convocatoria de Democracia Real Ya. Conviene quedarse con lo positivo, que es mucho, de esta experiencia. Es bueno que en tiempos de desmovilización generalizada haya surgido un movimiento que reclama lo contrario y que se hace consciente de la realidad que nos rodea, que intenta entender las causas que nos han traído a ese escenario y que ha primado lo colectivo sobre lo individual. Es un movimiento con una virtud extraordinaria que ha supuesto un cambio con respecto a las movilizaciones masivas que se dieron en los últimos años, nos referimos a movilizaciones que surgían ante un fenómeno concreto, coyuntural y con una limitación temporal como fueron la guerra de Iraq y el desastre provocado por el hundimiento del Prestige. Lo extraordinario es que manifiestan sus descontento, su indignación, frente a un fenómeno global (la crisis, la globalización neoliberal…) con muchos nombres, difícil de concretar, y que no tiene un final temporal determinado, ni siquiera está por determinar, ya que esa determinación es propia del discurso de las clases políticas contra las que está clamando este movimiento. Como jóvenes ya organizados de forma colectiva en el seno de CCOO necesitamos dar un paso más. El primero lo dimos hace tiempo: el de ser conscientes de la realidad que sufrimos, de sus causas y de sus consecuencias. El segundo paso consiste en hacernos co-responsables de esa realidad. Esto tiene que ser una premisa para fortalecer el ámbito propositivo del sindicato con respecto a la gente joven. Sin renunciar a lo que hemos venido proponiendo y movilizando durante la crisis, pero con la dosis de autocrítica suficiente para analizar la lejanía que sienten muchas y muchos con respecto al sindicalismo. Tenemos que reflexionar los porqués de tanta gente que no ha podido encontrar en el sindicalismo un lugar de militancia adecuado para canalizar su indignación. Por lo dicho no podemos permitirnos el lujo de quedarnos paralizados y paralizadas ante las nuevas formas de movilización que estamos viviendo. De hecho, no lo estamos haciendo; mucha de nuestra gente participa de forma individual en las acampadas y asambleas, además CCOO entiende, como todas y todos los indignados que sobran razones para la movilización. Tenemos varios retos urgentes: primero, el de reforzarnos como espacio colectivo referente de defensa de los derechos laborales y del estado de bienestar que hemos heredado de generaciones también “perdidas” a los ojos de los que dictaban las normas en otras épocas, visibilizándonos más en los sectores más precarios, fortaleciendo el trabajo que se hace en ese ámbito (denuncias de las falsas becas, atención prioritaria a colectivos pre laborales y con altas tasas de precariedad), reforzando las estructuras organizativas sindicales que hacen un trabajo específico de juventud. Debemos recuperar los viejos valores de nuestros compañeros y compañeras con más tiempos de luchas: la honestidad, el trabajo diario, el ser referencia en los centros de trabajo, con la justicia social como fondo de toda esa labor, porque siguen siendo válidos para las nuevas militancias, porque siguen siendo espejos donde mirarnos y ver reflejadas las muchas luchas que nos quedan por afrontar. Santi Martínez Secretario de Juventud de CC.OO de Euskadi