La asignatura de Educación para la Ciudadanía será sustituida por una de formación "cívica y constitucional" que, según el Ministerio de Educación del gobierno del Partido Popular, estará "libre de cuestiones controvertidas y de adoctrinamento ideológico". Curiosamente, la Conferencia Episcopal Española que, en contra de la opinión de la inmensa mayoría de la comunidad educativa incluidos los centros concertados, impulsó el boicoteo a esta asignatura común a toda la Unión Europea, ha aplaudido esta decisión del ministro Wert. Una asignatura que enseña respeto a la diversidad, las relaciones personales, la vida en comunidad, la igualdad entre hombres y mujeres, la Constitución o los derechos humanos, será sustituida por otra cuyo temario consistirá en una serie de nociones basadas en consignas dictadas por los elementos más reaccionarios de la iglesia católica. Así, mientras que criticamos, con toda la razón del mundo, el ascenso del integrismo fanático y reaccionario en los países de religión musulmana, en España se permite que sea la facción más recalcitrante y carca de la institución eclesial la que determine cuáles son los aspectos que han de regir el desarrollo de la vida en común de todos los ciudadanos, que no súbditos o borregos, en un país como el nuestro, democrático, aconfesional, bajo la tutela efectiva del derecho y que, en teoría, disfruta de todas las libertades que garantiza la Constitución. Con esta contrarreforma de espíritu tridentino, el punto de vista ultraconservador de los jerarcas de la Iglesia en España con respecto a la sexualidad (dirigida únicamente a la procreación y dentro del matrimonio); el divorcio (lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre); el aborto (negación del derecho reproductivo y sexual de las mujeres); o la familia (la única posible es la formada por un hombre y una mujer), se impone a la manera libre de ver las cosas de una sociedad totalmente secularizada y alejada hace muchos años de las tesis de la carcunda eclesiástica; un poder fáctico que no condena la pena de muerte, que identifica a las abortistas con asesinas, y que aspira, y parece que va a conseguirlo, a que lo que ellos catalogan como “pecados mortales”, es decir, el sexo libre, el aborto, la homosexualidad, el relativismo y el laicismo, sean temas que no deben ser tratados ni formar parte de la educación de nuestros ciudadanos en ciernes. Esta manera de actuar del PP es consecuente con un concepto de ciudadanía muy alejado de lo que la inmensa mayoría entiende como tal, es decir, “el conjunto de las personas de un pueblo o nación, dotadas de una madurez de pensamiento, con criterio propio y con plena libertad de palabra y acción”, y, por el contrario, muy próximo al concepto que de los ciudadanos tiene la iglesia, es decir: una grey, un rebaño, un ganado bajo la tutela de sus pastores, un conjunto de súbditos eternamente menores de edad que deben mirar y seguir de manera ciega unas máximas, unos mandatos, unas directrices, unos dogmas predicados por los ulemas o los obispos, que son los únicos poseedores de la verdad. Pues ya puestos, le sugiero al ministro Wert que, en lugar de una descafeinada formación "cívica y constitucional” sustituya directamente la Educación para la Ciudadanía por el añorado Catecismo del padre Jerónimo Ripalda.