cabe esperar lógicamente que sean dichas empresas las pioneras. La preferencia de los institutos de investigación y casas comerciales por establecer contactos con agricultores de alto nivel educativo actúa en el mismo sentido. 5. UNA AGRICULTURA TAMBIEN GLOBAL. TRANSFERENCIA DE TECNOLOGIA Y AGROINDUSTRIA Eri los albores de la revolución verde, Hayami y Ruttan (19 71) dividen la transferencia internacional de tecnología en tres estadiós: 1.°) la transferencia material o tecnología incorporada eri los insumos (semillas, fertilizantes, maquinaria...); 2.°) la transferen^ia de diseño o la capacidad de reproducir y fabricar los inputs importados, y 3.°) Ia transferencia de capacidad tecnológica de generar una tecnología propia. Se pronosticó que una adecuada política institucional interna, unida a la cooperación internacional, permitiría a los países favorecidos la superación paulatina de dichas fases y el logro de la emancipación tecnológica. Estas predicciones eran consistentes con el enfoque de una parte de la literatura en torno a la «revolución verde» que asumía tácitamente que la agricultura era un sector aislado, destinado exclusivamente al abastecimiento de alimentos para lá población local, y que la generación de tecnología agraria era una tarea fundamentalmente pública. Las oleádas de hambre que han azotado el Africa subsahariana y Asia, en_el pasado reciente, la creciente dependencia de la importacióri de alimentos para satisfacer la demanda interna en los países subdesarrollados y la imposibilidad de la mayoría de ellos de alcanzar la tercera fase de generación de la propia tecnología, estancándose en los casos más favorables en la fabricación de insumos, han conducido a una reorientación de dicho enfoque. Por una parte, es cada vez más aceptada la existencia de una internacionalización e interdependencia entre las distintas agriculturas, demostrándose que este sector es permeable a los avatares de la economía mundial. Por otra, siendo la ca184 pacidad tecnológica función de la integración agroindustrial, esta internacionalización ha conducido a una división del trabajo, no sólo de acuerdo con los recursos naturales sino también en relación directa con el nivel de desarrollo de cada país, según su capacidad tecnológica y costes salariales. En este marco, la intervención estatal puede invertir las ventajas comparativas ampliando la capacidad tecnológica de un país. El proceso de internacionalización de la producción resulta manifiesto cuando se compara la evolución del comercio y producciones mundiales. En las dos últimas décadas el comercio internacional se ha duplicado mientras que la producción se ha multiplicado por uno y medio. Gran parte de estos flujos de mercancías discurren entre los países desarrollados. Sin embargo, nos interesaremos exclusivamente por los intercambios Norte•Sur. Corresponde a los países desarrollados, dentro de una satisfactoria autosuficiencia alimentaria, la exportación de productos básicos de la dieta alimenticia (cereales, algunos ganaderos) e insumos productivos. Los países subdesarrollados, con diversos grados de dependencia tecnológica y alimentaria, se especializan en productos tropicales, materias semi-elaboradas de la industria, alimentos para el ganado y, en algunos casos, carne (Gorgoni, 1984; McCalla y Josling, 1985). En defmitiva, queda esbozada una tendencia hacia la división internacional del trabajo en la que los países desarrollados corren a cargo de la producción de componentes básicos de la dieta occidental y de intensivos en capital e I+D. En contraste, los países subdesarrollados sufren un claro estancamiento y descapitalización de su agricultura tradicional de consumo interior y destinan la mayor parte de sus recursos a la producción de exportaciones intensivas en recursos naturales (productos tropicales, ganadería extensiva) y en mano de obra (materias semi-elaboradas para la industria, productos hortofrutícolas...) (Flynn y Buttel, 1983). La expansión del comercio internacional de productos agrarios es una manifestación de más de una poderosa corriente que empuja a la inserción de la agricultura en la globalización de la producción mundial. Globalización que, a la vez que acentúa la especialización, lima las diferencias en las 185 técnicas y en las características del producto de los distintos países. Corriente encauzada por dos agentes que actúan antagónicamente o complementariamente: los Estados y las multinacionales de la agroindustria. 5.1. La política agraria y los flujos de mercancías Se ha demostrado que a través del mercado internacional las economías se transmiten unas a otras los efectos secundarios de sus políticas internas (Josling, 1981; McCalla, Josling 1985; De Veer, 1986). Ahora bien, el impacto de la Política Agraria no puede ser valorado si no se sitúa en el marco general de la intervención del Estado en la economía. Conscientes de que simplificamos, vamos a sostener que los gobiernos de los países desarrollados y subdesarrollados mantienen líneas de actuación divergentes en el sector agrario. En los primeros se practica un sosten ^niento y estabilización de precios complementado con todo tipo de barreras a la importación. El resultado es una sobrecapitalización y la generación de excedentes. Excedentes que se expulsan al mercado internacional a bajo precio o como ayuda alimentaria (Basile, 1987; Honma y Hayami, 1986; Maxwell y S^iger, 1981). En los países subdesarrollados la existencia de amplias capas de población rural, generalmente las más pobres, va de la mano de la insuficiencia alimentaria. La baja productividad de la agricultura destinada al consumo local contrasta, allí donde existe, con la agricultura de exportación; para la que desde su introducción se ha detectado una continua transferencia de tecnología y desarrollo de la investigación, generalmente promovida en el marco de la agricultura de plantación (Bush y Sachs, 1981 [b]; Evenson, 1975). El raquítico desarrollo agro-industrial y la falta de infraestructura comercial y productiva adecuada ha llevado a que los efectos positivos de la «revolución verde» -que marca un hito histórico al ser la primera inversión tecnológica significativa a nivel internacional destinada a las actividades para el consumo local- hayan sido frenados en algunos países. 186 En el marco político la nota predominante es la prioridad asignada al desarrollo industrial (tras un período de intentos, más o menos desafortunados, de una mayor autosuficiencia alimentaria) mediante las siguientes medidas: apoyando la agricultura de exportación para la obtención de divisas y buscando fuentes de abastecimiento de alimentos baratos para las poblaciones urbanas, mediante una política de precios desventajosa para la agricultura y a través de la importación de productos agrarios a bajos precios. Este tipo de política ha obstaculizado el crecimiento de la productividad y recrudecido las condiciones de vida de una gran parte de la población que es todavía rural (Lipton, 1986; Baghi, 1982). Algunos autores han querido ver en la complementariedad de los dos tipos de Política Agraria, del Norte y del Sur, la única causa del estancamiento de la producción en los países subdesarrollados. Por ejemplo, entre autores próximos a la corriente neoclásica, el único impacto negativo de la ayuda alimentaria a los países subdesarrollados es simplemente disminuir los incentivos de la producción local (Maxwell y Singer, 1981). Otros, más cercanos a la teoría del desarrollo desigual, aceptan la relación de precios como una variable explicatiya más, que se incluye en un modelo en el que los elementos es-. tructurales internos y externos son fundamentales para entender las causas de la internacionalización e interdependencia entre las distintas agriculturas y, en consecuencia, el estancamiento de la producción en los países subdesarrollados. Según estos autores, el proteccionismo de la agricultura en los países desarrollados, que induce a la expulsión de excedentes al mercado internacional, confluye con el modo de acumulación desarticulado en los países subdesarrollados para empujar hacia el declive su agricultura y acentuar la dependencia alimentaria. Por ejemplo, en Latinoamérica una política de industrialización, apoyada en el acopio de alimentos baratos para las poblaciones urbanas,•junto con el aplazamiento «sine die» de transformaciones institucionales cruciales, como la reforma agraria, han originado: 1.°) el estancamiento relativo del cre187 cimiento agrario respecto al industrial; 2.°) la distorsión en la asignación de los recursos hacia la producción de alimentos de lujo para clases altas, más costosos energéticamente y propios de las economías avanzadas, y 3.°) la especialización en la exportación de productos tropicales, intensivos de mano de obra o muy extensivos en tierra (grano y ganado) (De Janvry, 1981). En Africa la exportación de productos tropicales coexiste con la insuficiencia de la oferta en los componentes tradicionales de la dieta; la desviación hacia el consumo de trigo de las poblaciones urbanas; el hambre y la importación masiva de alimentos (Dinham y Hines, 1985). Se crea así un doble flujo de mercancías, productos de lujo y alimentos básicos. A su vez, las importaciones de alimentos cambian los ñábitos de consumo y la estructura de la demanda en los países subdesarrollados. Se genera así una demanda ulterior y una reorientación de la producción hacia la ganadería intensiva o el trigo que aumenta la dependencia tecnológica, originando una nueva corriente comercial, en dirección Norte-Sur, de insumos y tecnología (Burbach y. Flynn, 1983). En la misma línea podemos situar la influencia de la estructura del mercado internacional. Distintos trabajos han demostrado que el funcionamiento del mismo se sitúa dentro de la competencia imperfecta, siendo un número restringido de actores, con diversos grados de poder, los que realizan las transacciones (McCalla, 1977, 1981). Por ejemplo, Burbach y Flynn ( 1980) afirman que, el 70 % de la ayuda americana bajo la ley 480, se ha realizado con la intermediación de cinco grandes multinacionales. Curiosamente, son también seis multinacionales las que monopolizan el 90 % de las exportaciones estadounidenses de trigo (Schmitz, 1977). El interés de esas empresas ha estado en abrir mercados para las exportaciones comerciales acentuando la dependencia de los países receptores (Burbach y Flynn, 1980). Otros agentes, como las multinacionales, grandes empresas exportadoras o las organizaciones oficiales de exportación (<cboards» o cooperativas), impulsan el comercio, ya sea por los benefi188 cios que extraen en el intercambio o por un ^nero intento de persistencia burocráctica. Por lo tanto, no se puede considerar exclusivamente el mercado internacional como el residuo de las politicas monetarias aplicadas por los distintos países. Elementos estructurales de las distintas economías, así como del mismo mercado, contribuyen a configurar dichas politicas. 5.2. Las multinacionales de la agroindustria: los flujos de inversión y la homogeneización del producto Se ha estimado que la participación de las multinacionales en la producción mundial de alimentos se sitúa en un 40 % y que además está en franca expansión (Dufour et. al., 1985). Es evidente que no pueden ser ignoradas en cualquier intento de análisis de la economía internacional. Su contribución a la globalización de la agricultura se materializa no sólo en la participación en el comercio internacional, sino también a través de la inversión e impulsión de la especialización de la producción entre las distintas áreas. Vamos a señalar dos nuevos sistemas de intervención en la agricultura de los países subdesarrollados que la literatura ha resaltado: la búsqueda de materias primas y la penetración en las agroindustrias. Desde el período colonial, las multinacionales de planta• ción invierten en los países subdesarrollados para la obtención de productos tropicales (Beckford, 1972; ver cuadro n.° III.8). En la actualidad, en un intento de soslayar el rechazo politico a este tipo de intervención y también para evitar la inmovilización de capital y recursos que exige la producción directa, el sistema de plantación está evolucionando hacia formas de gestión indirecta y de control más sutiles, como los contratos de producción con agricultores locales (Graham y Floering, 1984; Glover, 1984; Minot, 1986). Asimismo, la gama de productos se ha ampliado incluyendo cultivos intensivos en mano de obra no tropicales, como con las flores y hortalizas de invierno (Dinham y Hines, 1985). Al lado de las tradicionales empresas de plantación ha swgido un nuevo tipo de entidad. En efecto, la concentración de 189 la agroindustria en los países desarrollados ha generado una demanda de grandes volúmenes de mercancía normalizada a bajo precio por parte de las industrias de transformación y los establecimientos al detalle a la vez que una insaciable apetencia por nuevos mercados en lo relativo a las de fabricación de insumos. Reforzadas por la propia dinámica competitiva la metrópoli, dichas empresas han salido a la arena internacional (Bye y Mounier, 1981). Las empresas de transformación se desplazan en busca de materias primas baratas que se suministran a través de contratos con agricultores locales de distintas áreas. Generalmente trasladan hacia los países subdesarrollados aquellas producciones mas intensivas en mano de obra e imposibles de mecanizar (Groosman, -1982; Burbach y Flynn, 1983). Otros factores, como los recursos. naturales, son igualmente decisivos aunque menos significativos para nuestro análisis. Para las producciones en fresco, los grandes intermediarios (brokers) entre los establecimientos al detalle y los exportadores impulsan, también, una redistribución de la producción en los distintos países; ya sea a través de la inversión directa o la integración vertical, que acentúa la especialización de los mismos (Mackintosh, 1980; Farmer, 1978). Finalmente, las exigencias en calidad de estas mismas entidades generan una demanda de inputs industriales en dichas áreas que abre nuevos mercados para las industrias de fabricación de insumos (Mackintosh, 1980; Flynn y Buttel, 1983). Se crea de este modo una doble corriente que induce la especialización de las áreas subdesarrolladas a la vez que acentúa su dependencia comercial y tecnológica y el estancamiento de su agricultura de abastecimiento al mercado local. En paralelo se difunden nuevas tecnologías y se uniformizan los sistemas de producción. Finalmente, en los países subdesarrollados, ante todo en las economías semi-industriales, la agricultura comienza a estar cautiva del sector agroindustrial, con una particularidad: la agroindustria está estratégicamente penetrada por multinacionales de matriz europea y norteamericana. En España, tanto las industrias de fabricación de maquinaria como las químicas y farmacéuticas, tienen una participación mayoritaria 190 de capital extranjero (Sánchez Muñoz, 1984). Entre las de trasnformación, las empresas de mayor dimensión y más dinámicas son filiales o están parcialmente controladas por multinacionales foráneas (Cruz Roche, 1978; ICE, 1988; Peinado Gracia, 1985; Juan y Fenollar, 1978; Rodríguez Zúñiga y Soria, 1989). Este fenómeno se repite en países como Grecia (Bourantas, 1986), México (Barkin y Suárez, 1985; Rama, 1984), y otros latinoamericanos (Burbach y Flynn, 1983). Entre las megaindustrias de los países desarrollados se ha despertado, en paralelo con un enconamiento en la competencia de sus mercados domésticoss, una inusitada voracidad por los mercados en expansión de los países subdesarrollados, sobre todo de las economías semi•industriales. Economías en las que la elasticidad demanda-renta de alimentos y el crecimiento vegetativo son muy superiores a las de las desarrolladas. El estado embrionario y minifundista de la agroindustria en dichos países ha facilitado su penetración. Para ello han basado su competencia en las ventajas que les concede su escala en el uso de publicidad y en sus agresivos y articulados sistemas de marketing (crea^ión de marcas, «marketing know how», publicidad...) (Lall, 1981). Su superioridad tecnológica se manifiesta tan sólo parcialmente en algunas industrias de transformación y en las de fabricación de insumos. En ciertos casos llegan a un casi completo dominio de ramas de la agroindustria del país huésped, a través de la inversión directa y la adquisición de empresas ya establecidas. La interposición de las multinacionales, entre instituciones de investigación pública y agricultura, por una parte, y la agricultura y los consumidores, por otra, tiene una importancia estratégica de suma importancia para el bienestar de un país y el avance de su tecnología. Por una parte, modifican los hábitos de consumo de la población introduciendo nuevos productos que no mejoran el va5 Por ejemplo, en los Estados Unidos según los datos de Fortune, para el año 1988, el sector de la alimentación ocupa el cuarto lugar en ventas y sólo el séptimo en beneficios, mientras que de los veinte y siete sectores considerados, cuarenta y siete compañías agroindustriales están incluidas entre las quinientas mayores empresas del país. 191 lor nutritivo y para los que no existe ni una educación ni organizadores de defensa del consumidor que permitan una elección adecuada (Flynn y Buttel, 1983). Por otra, distorsionan el uso de los recursos, la demanda y oferta de tecnología inhibiendo la capacidad inventiva de las empresas locales. Por ejemplo, en España las empresas agroindustriales con mayor participación extranjera son las que más recurren a la compra de tecnología en el exterior (Sánchez Muñoz, 1984). Debido a las economías de escala en la I+D y la mejor dotación de los países desarrollados en recursos científicos se localiza en las matrices la investigación fundamental. Otra razón que puede explicar esta importación compulsiva de tecnología es su utilización como pantalla para cubrir una exportación de beneficios (Lall, 1981). En ambos casos tienen un impacto negativo sobre el país huésped, en el que se disminuye el esfuerzo investigador global aumentando la dependencia tecnológica. En consecuencia, siendo la agroindustria un sector bisagra para el avance de la tecnología agraria en un país, una penetración multinacional poco controlada puede poner en entredicho un objetivo de desarrollo de la capacidad tecnológica que se apoye en el aumento de los gastos en I+D por parte del Estado. Por lo tanto, asistimos a una globalización de la producción agraria. Globalización que es el resultado de la confluencia de los flujos de mercancías, capital y tecnología. Proceso en cuya gesta^ión son los principales actores las multinacionales y los Estados. Actores que mantienen un «tour de forcen cuyo desenlace puede determinar la suerte del sector agrario en un país: su especialización de acuerdo con su superior capacidad tecnológica o sus bajos salarios. 6. CONCLUSION Es la expansión e interposición del sector agroindustrial en los mercados de productos y factores una variable clave que explica el crecimiento de la productividad agraria en los distintos países. Intermediación entre la investigación básica y la extensión, básicamente públicas, imprescindible para la 192