News zona Deloitte ejercicio prescrito a ser analizado por la Administración tributaria no tuviera incidencia en ejercicios no prescritos, la Administración no debería tener legitimidad para entrar a valorarlo. En nuestra opinión, este criterio sobre la casi libertad absoluta de la Administración para comprobar ejercicios prescritos, deja al contribuyente en una situación de cierta inseguridad y desamparo, y ello debido a que nunca se puede tener una certeza absoluta de qué hechos que hubieran tenido lugar en un ejercicio concreto, pueden tener incidencia en un futuro (si bien, una cierta idea). Desde el punto de vista práctico y analizando este aspecto en el marco de una sociedad normal, en la que ya de por sí debe hacer frente a diferentes quehaceres del día a día, la Administración obliga de esta manera a extender la alerta de cualquier hecho acaecido más allá del período de cuatro años que todo contribuyente podría tener en mente. Por ello, y añadiéndose al resto de obligaciones fiscales y legales, sobre las cuales puede estar el sujeto pasivo más que saturado, se une la obligación administrativa de tener en disposición, en todo momento, numerosa documentación e información sobre cualquier aspecto acaecido en el pasado, ya que aunque el mismo se hubiera realizado en un ejercicio prescrito, la Administración siempre puede solicitar explicaciones en el hipotético caso de que tuviera efectos en otro ejercicio. Motivos económicos válidos en las operaciones de reestructuración. La perspectiva de la jurisprudencia comunitaria. STJUE de 10 de noviembre de 2011 (Sentencia Foggia, C-126/10) Aníbal Cardona Gerente Deloitte Abogados y Asesores Tributarios en Alicante El concepto “motivos económicos válidos” siempre suscita no pocas dudas en el momento de planificar fiscalmente una operación de reestructuración societaria. Prueba de ello lo constituye el gran número de consultas tributarias que se dirigen a la Dirección General de Tributos para que ésta se pronuncie sobre si las circunstancias y finalidades perseguidas en una determinada operación constituyen un “motivo económico válido”, todo ello con el objetivo último de dotar de seguridad jurídica la aplicación del régimen de neutralidad fiscal previsto en el Título VII, Capítulo VIII del texto refundido de la Ley del Impuesto sobre Sociedades. Se trata, como es sabido, de un concepto jurídico indeterminado, sujeto, por un lado, a altas dosis de interpretación jurídica; y, por otro lado, en su aplicación práctica, al caso concreto, exige realizar una valoración subjetiva de los hechos, pruebas o circunstancias particulares sobre los que se proyecta una determinada operación, lo que permite extraer conclusiones dispares o antagónicas, dependiendo del enfoque que le dé el sujeto a quien le corresponda aplicar la norma. En las siguientes líneas queremos recordar un aspecto que, a veces, inconscientemente, olvidamos cuando analizamos esta cuestión. Nos referimos a la dimensión comunitaria del concepto “motivos económicos válidos”. En este punto, debemos señalar que el citado concepto se encuentra incorporado en nuestro ordenamiento jurídico interno, en el artículo 96.2 del texto refundido de la Ley del Impuesto sobre Sociedades (en adelante “TRLIS”), que establece lo siguiente: “No se aplicará el régimen establecido en el presente capítulo cuando la operación realizada tenga como principal objetivo el fraude o la evasión fiscal. En particular, el régimen no se aplicará cuando la operación no se efectúe por motivos económicos válidos, tales como la reestructuración o la racionalización de las actividades de las que participan en la operación, sino con la mera finalidad de conseguir una ventaja fiscal”. ACTUALIDAD JURÍDICA 55 ® CISS grupo Wolters Kluwer 65 JUNIO 2012 Una publicación realizada por Deloitte, en colaboración con CISS Como reiteradamente señala la Dirección General de Tributos (por todas, Consulta Vinculante V0559-12): “Este precepto recoge de forma expresa la razón de ser del régimen especial de las operaciones de fusión, escisión, aportación de activos, canje de valores y cambio de domicilio social de una Sociedad Europea o una Sociedad Cooperativa Europea de un Estado miembro a otro, que justifica que a las mismas les sea aplicable dicho régimen en lugar del régimen general establecido para esas mismas operaciones en el artículo 15 del TRLIS. El fundamento del régimen especial reside en que la fiscalidad no debe ser un freno ni un estímulo en la toma de decisiones de las empresas sobre operaciones de reorganización, cuando la causa que impulsa su realización se sustenta en motivos económicos válidos, en cuyo caso la fiscalidad quiere tener un papel neutral. Por el contrario, cuando la causa que motiva la realización de dichas operaciones es meramente fiscal, esto es, su finalidad es conseguir una ventaja fiscal al margen de cualquier razón económica diferente, no es de aplicación el régimen especial”. No obstante, el citado artículo 96.2 TRLIS es el resultado, o causahabiente, de la incorporación, mutatis mutandi, a nuestro ordenamiento interno, de las previsiones contenidas en el artículo 11, apartado 1, letra a) de la Directiva 90/434/CEE, de 23 de julio, relativa al régimen fiscal común aplicable a las fusiones, escisiones, escisiones parciales, aportaciones de activos y canjes de acciones realizados entre sociedades de diferentes Estados miembros y al traslado del domicilio social de una SE o una SCE de un Estado miembro a otro (hoy derogado y sustituido por la Directiva 2009/133/CEE del Consejo, de 19 oct. 2009, cuyo art. 15 reproduce fielmente el contenido del antiguo art. 11). En este sentido, la dimensión comunitaria del citado precepto conlleva, inexorablemente, a que sea, en última instancia, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (en adelante “TJUE”), en virtud del artículo 267 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, el máximo intérprete del alcance y contenido del citado concepto. De lo anterior se deduce la importancia que tiene analizar los distintos pronunciamientos del TJUE en torno a esta cuestión. En particular, en estas líneas quisiéramos hacernos eco de la doctrina establecida por el TJUE, en su Sentencia de 10 de noviembre de 2011 (Sentencia Foggia, asunto C-126/10), en la que se planteó una cuestión prejudicial que determinó el análisis del sentido y alcance de los conceptos “motivos económicos válidos” y “reestructuración o racionalización de las actividades” contenidos en el artículo 11, apartado 1, letra a) de la citada Directiva 90/434/CEE. En el supuesto de hecho analizado por la sentencia constaba la negativa de las autoridades fiscales portuguesas a la aplicación del régimen de neutralidad fiscal a una operación de fusión mediante la cual una empresa nacional –Foggia- pretendía absorber a otra empresa nacional –Riguadiana-, con el objetivo de aprovechar las cuantiosas pérdidas fiscales (2 millones de euros) generadas por esta última. Para la administración portuguesa, si bien la eliminación de la sociedad absorbida podría acarrear efectos positivos en términos de costes estructurales (reducción de gastos de administración y de gestión), dicho efecto no presentaba un verdadero interés económico para la sociedad absorbente, en comparación con las potenciales pérdidas fiscales que iba a poder aprovechar y cuyo origen, además, no estaba claramente determinado. Asimismo, la administración fiscal lusa puso de manifiesto que la sociedad absorbida se encontraba inactiva. 56 ACTUALIDAD JURÍDICA News zona Deloitte En el presente caso, al TJUE se le planteó la siguiente cuestión prejudicial: “¿Resulta compatible con la citada norma comunitaria el criterio aplicado por la Administración tributaria en el sentido de que no existían motivos económicos graves que justificasen la solicitud formulada por la sociedad absorbente de que se le imputaran a ella las pérdidas fiscales de la sociedad absorbida, para lo cual la Administración tributaria consideró que, desde el punto de vista de la sociedad absorbente, no resultaba evidente el interés económico de la absorción, habida cuenta de que la sociedad absorbida no desarrolló actividad alguna como sociedad gestora de participaciones sociales, ni poseía participaciones financieras, por lo que, de ese modo, únicamente transmitiría pérdidas elevadas, no obstante el hecho de haberse considerado que la fusión podía entrañar un efecto positivo en términos de estructura de costes del grupo?”. Para una mayor claridad en la exposición, recordamos que el tenor literal del artículo 11, apartado 1, letra a) de la citada Directiva 90/434/CEE, establecía lo siguiente: “Un Estado miembro podrá negarse a aplicar total o parcialmente las disposiciones de los títulos II, III, IV y IV ter o a retirar total o parcialmente el beneficio de las mismas cuando la operación de fusión, de escisión parcial, de aportación de activos, de canje de acciones o de traslado del domicilio social de una SE o una SCE: a) Tenga como principal objetivo o como uno de los principales objetivos el fraude o la evasión fiscal; el hecho de que una de las operaciones contempladas en el artículo 1 no se efectúe por motivos económicos válidos, como son la reestructuración o la racionalización de las actividades de las sociedades que participan en la operación, puede constituir una presunción de que esta operación tiene como objetivo principal o como uno de sus principales objetivos el fraude o la evasión fiscal.” En virtud del precepto citado, los Estados miembros podían (y pueden, en su versión actualmente vigente) negar la aplicación de las medidas previstas en el régimen de neutralidad, entre ellas, la posibilidad de compensar, en sede de la sociedad beneficiaria de la fusión, las pérdidas fiscales procedentes de la sociedad transmitente, en los términos señalados por el artículo 6 de la Directiva 90/434/CEE, cuando la operación de fusión (o cualquier otra operación de las amparadas por el régimen de neutralidad fiscal) tuviera por objetivo el fraude o la evasión fiscal, presumiéndose que concurre tal circunstancia cuando dicha operación no se efectúa por motivos económicos válidos. Pues bien, al abordar la cuestión prejudicial, el TJUE comienza señalando que el régimen fiscal común establecido por la Directiva 90/434, que comprende diferentes ventajas fiscales, se aplica indistintamente a todas las operaciones de fusión, de escisión, de aportación de activos y de canje de acciones, abstracción hecha de sus motivos, ya sean éstos financieros, económicos o puramente fiscales. Dicho esto, no obstante, el TJUE añade que los motivos de la operación proyectada sí resultan relevantes a los efectos de analizar la facultad conferida a los Estados miembros, en virtud del artículo 11 de la citada Directiva, para impedir la aplicación del régimen de neutralidad fiscal cuando no concurran motivos económicos válidos. En este sentido, para el TJUE, el concepto “motivos económicos válidos” va más allá de la búsqueda de una ventaja puramente fiscal. Lo que significa que, una operación de fusión que sólo persiga tal objetivo, no podría constituir un motivo económico válido en el sentido de dicha disposición. Por el contrario, dice, podría constituir un motivo económico válido una operación de fusión basada en varios objetivos, entre los que pueden también figurar consideraciones de naturaleza ACTUALIDAD JURÍDICA 57 ® CISS grupo Wolters Kluwer 65 JUNIO 2012 Una publicación realizada por Deloitte, en colaboración con CISS fiscal, a condición no obstante de que estas últimas no sean preponderantes en el marco de la operación proyectada. En este punto, el TJUE indica que: “36. En efecto, con arreglo al artículo 11, apartado 1, letra a), de la Directiva 90/434, la constatación de que una operación de fusión tiene como único objetivo obtener una ventaja fiscal y, por tanto, no se efectúa por motivos económicos válidos, puede constituir una presunción de que dicha operación tiene como objetivo principal o como uno de sus objetivos principales el fraude o la evasión fiscal. 37. Según la jurisprudencia del Tribunal de Justicia, para comprobar si la operación contemplada persigue un objetivo de estas características, las autoridades nacionales competentes no pueden limitarse a aplicar criterios generales predeterminados, sino que deben proceder, caso por caso, a un examen global de la misma. En efecto, el establecimiento de una norma de alcance general que prive automáticamente de la ventaja fiscal a determinadas categorías de operaciones, sin tener en cuenta si se ha producido o no efectivamente la evasión o el fraude fiscal, excedería de lo necesario para evitar dicho fraude o evasión fiscal e iría en detrimento del objetivo perseguido por la Directiva 90/434 (sentencia LeurBloem, antes citada, apdos. 41 y 44)”. En el caso concreto sujeto a examen, el TJUE ofreció, ab initio, las siguientes pautas interpretativas: 1. A priori, una reestructuración efectuada en forma de absorción de una sociedad que no ejerce actividades y que no aporta activo propio a la sociedad absorbente puede, no obstante, considerarse, realizada por motivos económicos. 2. Por otro lado, tampoco puede descartarse que una operación como la proyectada, que supone la compensación de cuantiosas pérdidas fiscales, pueda estar presidida por motivos económicos válidos. 3. Igualmente, nada se opone, en principio, a que una operación de fusión que lleve a cabo una reestructuración o racionalización de un grupo y que permita reducir los gastos administrativos y de gestión pueda tener motivos económicos válidos. No obstante lo anterior, a juicio del TJUE, las circunstancias que concurren en el supuesto enjuiciado permiten afirmar que, el ahorro realizado por el grupo de que se trata en términos de costes estructurales es completamente marginal, en comparación con la amplitud de la ventaja fiscal que se pretende obtener con la operación, a saber, la compensación de más de 2 millones de euros. A lo anterior, habría que añadir que el ahorro de los costes resultante de la reducción de los gastos administrativos y de gestión mediante la desaparición de la sociedad absorbida es inherente a toda operación de fusión por absorción en la medida en que esta última implica, por definición, una simplificación de la estructura del grupo. En relación con lo anterior, el TJUE afirma con rotundidad que si se admitiera sistemáticamente que el ahorro de los costes estructurales resultantes de la reducción de los gastos administrativos y de gestión constituye un motivo económico válido, sin tener en cuenta los otros objetivos de la operación proyectada, y más en particular las ventajas fiscales, la regla enunciada en el artículo 11, apartado 1, letra a), de la Directiva 90/434 se vería privada completamente de su finalidad, que consiste en salvaguardar los intereses financieros de los Estados miembros al establecer, con arreglo al noveno considerando de dicha Directiva, la facultad de estos últimos 58 ACTUALIDAD JURÍDICA News zona Deloitte de denegar la aplicación de las disposiciones previstas por la Directiva en caso de fraude o de evasión fiscal. Visto lo anterior, resulta obvio señalar que, en el presente caso, el TJUE se pronunció desfavorablemente en cuanto a la existencia de motivos económicos válidos en la operación proyectada que se sometió a su análisis. La sentencia Foggia ofrece pautas de interpretación interesantes a la hora de analizar la viabilidad de una operación de reestructuración societaria, siempre desde una perspectiva fiscal. La ponderación razonada y cuantificada de los beneficios fiscales que se obtengan con ocasión de la operación en relación con los objetivos “extrafiscales” también perseguidos, resultará de vital importancia para acreditar la concurrencia de “motivos económicos válidos”, soslayando la presunción de fraude o evasión fiscal. No quisiéramos concluir sin antes hacer referencia a dos aspectos íntimamente conectados con la dimensión comunitaria que debe presidir el análisis del concepto “motivos económicos válidos”. El primero de ellos está relacionado con la interpretación jurídica de la normas. Como recuerda el Abogado General (Sra. Juliane Kokott) en sus Conclusiones en el marco de la sentencia Modehuis (asunto C-352/08, S. 30 may. 2010), en Derecho, también en Derecho comunitario, las excepciones (entre las que se encuentra la contenida en el art. 11 de la Directiva 90/434) deben ser objeto de interpretación estricta: “68. Además, esta solución se cohonesta con el principio conforme al cual las excepciones deben interpretarse de forma restrictiva. Las excepciones al principio básico según el cual las operaciones de reestructuración no deben entrañar una tributación de las reservas ocultas de las empresas no pueden tener un alcance mayor que el necesario para proteger los intereses financieros de los Estados miembros en el caso concreto”. En segundo lugar, traemos a colación otra reflexión interesante realizada por el mismo Abogado General (asunto 352/08), en relación con el enfoque de la concurrencia de “motivos económicos válidos” desde la óptica del derecho a la libertad de configuración empresarial: “44. En mi opinión, tal diferenciación entre fin y medios restringe de forma excesiva la libertad de configuración empresarial; no son pocas las ocasiones en las que, para ejecutar un proyecto empresarial legítimo, se dispone de toda una serie de posibilidades de configuración lícitas, de las que algunas pueden ser fiscalmente más favorables que otras. El hecho de que las partes hayan optado en última instancia por la variante fiscalmente más favorable no puede fundamentar por sí solo la imputación de evasión fiscal en el sentido del artículo 11, apartado 1, letra a), de la Directiva 90/434. 45. En efecto, a fin de cuentas, esta disposición refleja el principio general de Derecho comunitario según el cual el abuso de derecho está prohibido. Ahora bien, el mero hecho de hacer uso de las posibilidades que brinda el Derecho comunitario, en este caso la Directiva 90/434, no puede fundamentar la sospecha de abuso o de evasión fiscal”. ACTUALIDAD JURÍDICA 59