INTRODUCCIÓN En el presente informe se va a tratar de comprender con mayor precisión el verdadero mensaje que Benito Pérez Galdós quiso dar al lector al escribir esta obra publicada en 1878. Marianela se incluye en el grupo de obras llamadas de la Primera época y, la crítica dice que en ella Galdós adopta una actitud liberal y denuncia el clericalismo y la intolerancia religiosa; por lo que se refiere a su concepción estética, el autor extrema el carácter de sus personajes, a los que sitúa en una toponimia abstracta. La vida trágica de la muchacha Nela, fea y deforme, enamorada de su amigo Pablo (que es invidente) y a quien sirve de lazarillo, es el centro de los hechos que se acontecen en este libro. 1−ASPECTOS HISTÓRICOS La obra está situada en el momento de finales del siglo XIX conocido como el Realismo. El Realismo es una tendencia estética de finales del siglo XIX y principios del XX, conformada por la influencia de la lucha revolucionaria sobre la literatura y las artes. Apareció contra las convicciones del Romanticismo y del Neoclasicismo. La elección de la tendencia realista vuelve a dar importancia a temas campesinos y obreros. Lo realista convive con lo romántico en sus orígenes como se comprueba al comparar las fechas de algunos Realistas con los naturalistas; los primeros emplean admirables y exactas descripciones que sugieren al lector un informe gráfico, mientras que los segundos incluyen ingredientes románticos. El Realismo sucede al Romanticismo mediante un doble proceso: • Por un lado, elimina o depura ciertos elementos: se combate el subjetivismo y se frena la imaginación rechazando lo fantástico y moderando las efusiones sentimentales. • Por otro lado, desarrolla elementos como el interés por la naturaleza, o por lo regional y lo local, o por lo costumbrista. 2− PÉREZ GALDÓS (Las Palmas 1843 − Madrid 1920). Fue el menor de diez hermanos. Mientras cursaba estudios secundarios en la escuela de San Agustín, se inició en la afición por la música y la pintura, a la vez que compuso algunos poemas y un drama en verso de escaso interés, así como un escrito satírico, Un viaje redondo por el bachiller Sansón Carrasco. Estudió Derecho en Madrid, carrera por la que no sentía ninguna afición, y en la que se licenció en 1869. Con sus colaboraciones en La Nación (1865), donde insertó su traducción (la primera en castellano) de Pickwick de Dickens, dio comienzo a su actividad periodística, proseguida en El Debate (1868), Revista de España (1871) y La Ilustración de Madrid (1872). Los años posteriores fueron de total consagración a las tareas literarias, sólo interrumpidas por diversas estancias en el extranjero y esporádicas y desganadas incursiones políticas, como diputado liberal, que le permitieron observar de cerca el funcionamiento y la burocracia del Estado. En 1897 ingresó en la Academia española. A finales de siglo, la ideología de Galdós acusó una evolución que le encaminó hacia un socialismo humanitario. Su obra se inicia con un relato en el que se mezcla fantasía y realidad, La sombra (1871), y dos novelas históricas: La fontana de oro (1868) y El audaz (1871), cuya acción se remonta a 1804. El propósito de estudiar los orígenes de la revolución española, en su relación o repercusión con el presente, se continúa en las dos primeras series de los Episodios nacionales (20 vols.). , 1873 − 1879). Por último destacar la creación, en 1 1878, de la obra que nos concierne: Marianela. 3− ASPECTOS SOCIALES Como ya se ha dicho la obra se lleva a cabo en medio del Realismo, y es precisamente el Realismo de Galdós el que tiene la gama más amplia entre los cultivadores de esta tendencia, pues atiende tanto a lo ambiental como a lo psicológico. En la obra evoca los ambientes más diversos con un relieve imborrable, y sus personajes poseen una verdad que sólo puede conferir una honda compresión del corazón humano. Aunque el autor parte de una observación, y hasta de una documentación rigurosa, el encanto de Marianela reside en la sensación de espontaneidad y viveza del relato o de las descripciones. 4− ANÁLISIS DE PERSONAJES Nela: realmente se llama María, es hija de María Canela, y la manera de expresarse desvela la escasa cultura que ha recibido. (...) Mi madre se llamaba la señá María Canela, pero la decían Nela. Dicen que este es nombre de perra. Yo me llamo María. (...) María Nela me llaman, y también la hija de la Canela. Unos me dicen Marianela, y otros nada más que la Nela.. Es una muchacha sencilla, delgada, bajita y deforme. (...) Y sus negros ojuelos brillaron como un punto rojizo, como chispa en el breve instante que duró la luz del fósforo. Era como una niña, pues su estatura debía contarse entre las más pequeñas, correspondiendo a su talle delgadísimo y a su busto mezquinamente constituido. Era como una jovenzuela, pues sus ojos no tenían el mirar propio de la infancia, y su cara revelaba la madurez de un organismo que ha entrado o debido entrar en el juicio. A pesar de esta disconformidad, era admirablemente proporcionada, y su belleza chica remataba con cierta gallardía el miserable cuerpecillo. Alguien la definía mujer mirada con vidrio de disminución; alguno, como una niña con ojos y expresión de adolescente. No conociéndola, se dudaba si era un asombroso progreso o un deplorable atraso. Su vestimenta, por lo general, no es excesivamente ostentosa. Más bien es una chica descuidada en el vestir. Vestía una falda sencilla y no muy larga, denotando en su rudimentario atavío, así como en la libertad de sus cabellos sueltos y cortos, rizados con nativa elegancia, cierta independencia más propia del salvaje que del mendigo. La cara de Nela no era, en aquella época, el ideal de belleza femenina, sino más bien, todo lo contrario. (...) Se inclinó para mirarle el rostro. Este era delgado, muy pecoso, todo salpicado de manchitas parduscas. Tenía pequeña la frente, picudilla y no falta de gracia la nariz, negros y vividores los ojos; pero comúnmente brillaba en ellos una luz de tristeza. Su cabello, dorado y oscuro, había perdido el hermoso color nativo a causa de la incuria y de su continua exposición al aire, al sol y al polvo. Sus labios apenas se veían de puro chicos, y siempre estaban sonriendo. (...)La boca de Nela era desabrida, fea; pero quizá podría merecer elogios, aplicándole el verso de Polo de Medina. (...) Nela hace de lazarillo de un muchacho invidente llamado Pablo, al cual aprecia. (...) ¡Madre de Dios! Es lo mejor que hay en el mundo. ¡Pobre amito mío! Sin vista, tiene el más talento que todos los que ven (...). Es hijo único de don Francisco Penáguilas, un caballero muy bueno y muy rico que vive en las casas de Aldeacorba. 2 Nela es el personaje principal de la obra y es, además de una muchacha sencilla y pobre, quien sufre el rechazo por parte de los dueños de la casa donde vive, los señores Centeno. Incluso se rechazaba ella misma. A menudo se oía: `¡Que no he de dar un paso sin tropezar con esta condenada Nela!...'. También se oía esto: `Vete a tu rincón... ¡Qué criatura! Ni hace ni deja hacer a los demás. Jamás oyó la Nela que se la llamara michita, monita, ni que le dijeran repreciosa, ni otros vocablos melifluos y conmovedores con que era obsequiado el gato. Todo le demostraba que su jerarquía dentro de la casa era inferior a la del gato, cuyo lomo recibía blandas caricias, y a la del mirlo, que saltaba gozoso en su jaula. Madre de Dios y mía, ¿por qué no me hiciste hermosa? ¿Por qué cuando mi madre me tuvo no me miraste desde arriba?... Mientras más me miro, más fea me encuentro. ¿Para qué estoy yo en el mundo? ¿Para qué sirvo? ¿A quién puedo interesar? A uno solo, Señora y madre mía, a uno que me quiere porque no me ve. ¿Qué será de mí cuando me vea y deje de quererme?... No obstante, sería de manera póstuma cuando recibiera los mayores elogios por parte de sus vecinos, quienes finalmente, muestran su oculto cariño hacia la desdichada chiquilla. La Nela, que nunca había tenido cama, ni ropa, ni zapatos, ni sustento, ni consideración, ni familia, ni nada propio, ni siquiera nombre, tuvo un magnífico sepulcro, que causó no pocas envidias entre los vivos de Socartes. Esta magnificencia póstuma fue la más grande ironía que se ha visto en aquellas tierras calaminíferas. Cuando la enterraron, los curiosos que fueron a verla ¡esto sí que es inaudito y raro! la encontraron casi bonita; al menos así lo decían. Fue la única vez que recibió adulaciones. Teodoro Golfín: es el personaje que va a hacer que la vida de este tranquilo y apaciguado pueblo minero sufra un giro de ciento ochenta grados. Medico de profesión llega al pueblo reclamado por su hermano para intentar curar la ceguera de Pablo. Don Carlos tiene un hermano médico que cura los ojos, y, según dicen, da vista a los ciegos, arregla a los tuertos y les endereza los ojos a los bizcos. (...) y como ahora el médico anunció a su hermano que iba a venir, su hermano le escribió diciéndole que trajera las herramientas para ver si le podía dar la vista a Pablo. El doctor Golfín es un naturalista, y a raíz de esto, el autor aprovecha esta circunstancia para ejemplificar situaciones curiosas. Teodoro fue detrás, no sin experimentar cierta repugnancia instintiva hacia la importuna excursión bajo tierra En la concavidad panzuda distinguíanse grandes piedras, como restos de carga maltratados por las olas; y era tal la fuerza pictórica del claroscuro de la luna, que Golfín creyó ver, entre mil despojos de cosas náuticas, cadáveres medio devorados por los peces, momias, esqueletos, todo muerto, dormido, semidescompuesto y profundamente tranquilo, cual si por mucho tiempo morara en la inmensa sepultura del mar. Parece que el autor priva a este personaje de la belleza estética, para convertirla en facultades intelectuales y culturales. Era un hombre de facciones bastas, moreno, de fisionomía tan inteligente como sensual, labios gruesos, pelo negro y erizado, mirar centelleante, naturaleza incansable, constitución fuerte, si bien algo gastada por el clima americano. Su cara, grande y redonda; su frente huesuda, su melena rebelde aunque corta; el fuego de 3 sus ojos, sus gruesas manos, habían sido motivo para que dijeran de él: `Es un león negro.' En efecto, parecía un león (...) Como ya se ha dicho antes, este personaje va a revolucionar las vidas de los habitantes de Villamojada. Pues manifiesta unas ideas socialistas, anticlasistas, y defensoras de la igualdad de condiciones y de trato para todas las personas. Tal vez el autor ha querido expresar su matiz rebelde en contra de toda marginación a través de Teodoro Golfín. Verdad que un perro que cuesta doscientos duros no es un perro como otro cualquiera. Yo me pregunto por qué has empleado el tiempo y el dinero en hacerle un gabán a ese señorito canino, y no se te ha ocurrido comprarle unos zapatos a la Nela. El problema de la orfandad y de la miseria infantil no se resolverá nunca en absoluto, como no se resolverán tampoco sus compañeros los demás problemas sociales; pero habrá un alivio o mal tan grande cuando las costumbres, apoyadas por las leyes... , por las leyes, ya veis que esto no es cosa de juego, establezcan que todo huérfano, cualquiera que sea su origen..., no reírse..., tenga derecho a entrar en calidad de hijo adoptivo, en la casa de un matrimonio acomodado que carezca de hijos. Ya se arreglarían las cosas de modo que no hubiera padres sin hijos, ni hijos sin padres. (...) Entonces no gastaríamos doscientos duros en comprar un perro, ni estaríamos todo el santo día haciendo mimos al señorito Lili. Teodoro trae a los provincianos vecinos nuevas ilusiones y esperanzas. Apoyado en su ciencia enamora las ignorantes mentes de los vecinos que allí residen, y así ve como ven probable, incluso cercano, el milagro que se ofrecía. El admirado, incluso idolatrado, doctor debe ser cauto y precavido para evitar alimentar improbables situaciones; que sin embargo luego llegarían a buen término. No digo más sino que he examinado a conciencia este caso, y que no encuentro motivos suficientes para decir: `No tiene cura', como han dicho los médicos famosos a quienes ha consultado nuestro amigo. Yo no aseguro la curación; pero no la creo imposible. El examen catróptico que hice ayer no me indica lesión retiniana ni alteración de los nervios de la visión. Si la retina está bien, todo se reduce a quitar de en medio un tabique importuno... El cristalino, volviéndose opaco y a veces duro como piedra, es el que nos hace estas picardías... Si todos los órganos desempeñarán su papel como les está mandando... Pero allí, en esa república del ojo, hay muchos holgazanes que se atrofian. Pablo: es el chico ciego que entrelaza y relaciona a los personajes principales. Es de corpulencia proporcionada y de mentalidad curtida. (...) Un joven, estatua del más excelso barro humano, suave, derecho, con la cabeza inmóvil, los ojos clavados y fijos en sus órbitas, como lentes expuestos en un muestrario. Su cara parecía de marfil, contorneada con exquisita finura; mas teniendo su tez la suavidad de la de una doncella, era varonil en gran manera, y no había en su facciones parte alguna ni rasgo que no tuviese aquella perfección soberana con que fue expresado hace miles de años, el pensamiento helénico. Su edad no pasaba de los veinte años; su cuerpo sólido y airoso, con admirables proporciones construido, era digno en todo de la sin igual cabeza que sustentaba. Pablo es obligado por su padre a contraer matrimonio con su prima Florentina. Sin embargo lo hace sólo cuando su verdadera amada pierde la vida, y es que mientras vivió, Nela fue amada de una intensa y sincera manera por este joven, que no reparaba en elogios y piropos hacia su querida Marianela. Sí, tú eres la belleza más acabada que puede imaginarse añadió Pablo con calor. ¿Cómo podría suceder que tu bondad, tu inocencia, tu candor, tu gracia, tu imaginación, tu alma celestial y cariñosa, que ha sido capaz de alegrar mis tristes días; cómo podría suceder, cómo, que no estuviese representada en la misma hermosura?. 4 (...) 5− ESPACIO La acción de la novela transcurre en una localidad cántabra llamada Villamojada y sus alrededores y caminos rurales. Es un municipio que vive de las minas de Socartes, y del trabajo de sus habitantes en las mismas. Se presta atención, dentro de esta población, a Aldeacorba y Aldeacorba de Suso, donde viven los Penáguilas. 6− TIEMPO Realmente el autor no da, en ningún momento fechas concretas; sin embargo da algunas pistas y aproximaciones que invitan al lector a estimar que la obra está ambientada en el siglo XIX, durante el final del verano y el principio del otoño de algún año de la década de los ochenta, aproximadamente. R.I.P. María Manuela Téllez. Reclamóla el cielo en 12 de octubre de 186... Vaya, adiós; a casa pronto, que el fresco de septiembre no es bueno ¡Si está lleno de flores!... exclamó la Nela. ¡Madre qué guapas! 7− CONCLUSIÓN La verdad es que nunca me gustaron las novelas de amor, siempre se me hicieron empalagosas, y pesadas; la obra se me hace aún menos amena si introduce matices dramáticos. Sin duda no pensaba en esta obra cuando Pío Baroja se refería al autor de Marianela como Don Benito el garbancero. Sin embargo esta obra ha considerado despertar mi interés de una manera muy activa y, lo que más me ha gustado, lo que más me ha mantenido atento a cada palabra, a sido el afán por intentar interpretar la postura política de don Benito. Y desde luego no es nada difícil saber leer la letra pequeña de esta novela, y captar cierta rebeldía socialista intrínseca. Entonces solían oírse frases sueltas como estas: `He tomado treinta y dos reales para el refajo de la Mariuca... A Tanasio le he puesto los seis reales que se le quitaron... Sólo nos faltan once duros para los quinientos...' O como estas: `Señores diputados que dijeron sí...' `Ayer celebró una conferencia...', etc. Aprovecha su obra para poner de manifiesto ciertas opiniones y pensamientos personales. El matrimonio sería para mí una epigénesis o cristal seudomórfico, es decir, un sistema de cristalización que no me corresponde. Si hay algo que abunda de manera insistente y tenaz son las descripciones, exhaustivas y concretas. A mí me pareció curiosa la que hace de la casa de los Penáguilas. (...)Antes faltara en ella el escudo que la parra cuyos sarmientos, cargados de hoja, parecían un bigote que aquella tenía en un lugar correspondiente de su cara, siendo las dos ventanas los ojos, el escudo la nariz y el largo balcón la boca, siempre riendo. Para que la personificación fuera completa, salía del balcón una viga destinada a sujetar la cuerda de tender ropa, y con tal accesorio, la casa con rostro estaba fumándose un cigarro puro. Su tejado era en figura de gorra de cuartel, y tenía una ventana de buhardilla que parecía una borla. La chimenea no podía ser más que una oreja. No era preciso ser fisonomista para comprender que aquella casa respiraba paz, bienestar y una conciencia tranquila. 5 Es interesante ver, cómo el autor tiene que hacer uso de impronunciables tecnicismos para dar mayor realismo, credibilidad y vigorosidad a las descripciones. Los mineros derrumbaban aquí, horadaban allá, cavaban más lejos, rasguñaban en otra parte, rompían la ropa cretácea, desbarataban las graciosas láminas de pizarra samnita y esquistosa, despreciaban la caliza arcillosa, apartaban la limonita y el oligisto, destrozaban la preciosa dolomía, revolviendo incesantemente hasta dar con el silicato de cinc, esa plata de Europa que, no podía ser la materia de que se hacen las cacerolas, deja de ser grandiosa fuente de bienestar y civilización. Añado, como conclusión, que me parece un libro con un tema bastante común y del que poco se puede sacar, pero escrito con una maestría genial que embriaga a quien lo lee. 8− BIBLIOGRAFÍA • Pérez Galdós, Benito. MARIANELA. Ed. Cátedra. Madrid, 1995. • Lázaro, Fernando. LITERATURA ESPAÑOLA 2ºB.U.P.Ed. Anaya. Madrid, 1988. • Varios autores. GRAN ENCICLOPEDIA LAROUSSE. Ed. Planeta. Barcelona, 1986. Pérez Galdós, Benito. MARIANELA. Ed. Cátedra. Madrid, 1995. Página 73 Ibídem. Página 68. Ibídem. Página 69. Ibídem. Página 70. Ibídem. Página 72. Ibídem. Página 77. Ibídem. Página 85. Ibídem. Página 86. Ibídem. Página 153. Ibídem. Página 229. Ibídem. Página 230. Ibídem. Página 74. Ibídem. Página 60. Ibídem. Página 62. Ibídem. Página 120. Ibídem. Página 125. 6 Ibídem. Página 129. Ibídem. Página 141 − 142. Ibídem. Página 92. Ibídem. Página 92. Ibídem. Página 106. Ibídem. Página 231. Ibídem. Página 67. Ibídem. Página 98. Ibídem. Página 79. Ibídem. Página 121. Ibídem. Página 91. Ibídem. Página 89. Página 2 7