7 Séptimo tema NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACION Y

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Llegamos a la única petición que tiene una formulación negativa. Conscientes de
nuestra debilidad, pedimos al Padre ayuda y fuerza para no caer en el pecado. Pero
debemos entender bien la petición:
no le suplicamos que nos libre
de las tentaciones diarias, sino que
no nos deje caer en la
tentación radical y definitiva de
rechazar el Reino de Dios y
abandonar la fe en Jesucristo.
Sería el pecado contra el
Espíritu Santo.
El hecho de que Jesús incluya esta
oración que transmite a sus
que la tentación no es en la vida
pasajero. Tiene que tratarse, más bien, de una situación
verse el cristiano a lo largo de su vida.
petición en el modelo de
discípulos, nos lleva a pensar
cristiana algo ocasional y
permanente, con la cual ha de
La Biblia, mundo espiritual de Jesús, destaca sobremanera este aspecto de riesgo y de
lucha que tiene la vida y la fidelidad del creyente. La respuesta del hombre al Dios de la
salvación no es una respuesta fácil, no es una respuesta pacífica. El hombre es probado
en su fe, tiene que resistir y superar tentaciones, no puede dejarse vencer por los
enemigos de su salvación, por los engaños y astucias del enemigo (Mc 4,13-20).
En esta petición suplicamos a Dios que no nos permita tomar el camino que conduce al
pecado. Se implora el espíritu de discernimiento y de fuerza. Pedimos la gracia de la
vigilancia y la perseverancia final.
Dios no tienta, no se le puede atribuir responsabilidad en nuestras tentaciones. “Dios ni
es tentado por el mal, ni tienta a nadie” (St 1,13).
Esta formulación es complicada. Tanto el griego como el latín apuntan
a que no nos induzca a pecar el mismo Dios, lo cual no tiene ni pies ni
cabeza. Pensar que Dios puede dejarnos caer o puede hacer que no
caigamos es ridículo. La única manera de no caer es precisamente “la
oración”, la toma de conciencia (conocimiento) de lo que
verdaderamente soy y lo que es Dios.
6ª y 7ª petición:
1) PETICIONES O DESEOS: NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACION
Y LIBRANOS DEL MAL
2) COMPROMISO: Vigilar y orar con la firme confianza de que
el bien triunfará sobre el mal
3) VIRTUD: a cultivar la FORTALEZA (uno de los 7 dones del Espíritu Santo)
4) VALOR que conseguimos cuando resistimos con fortaleza al mal:
LA LIBERTAD, liberación.
1. NUESTRA DEBILIDAD
El ser humano es libre y, a pesar de las circunstancias, tiene un margen para decidir la
orientación de su vida. También al mismo tiempo somos débiles, amenazados desde
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dentro y desde fuera, expuestos a toda clase de peligros y riesgos que pueden arruinar
su proyecto de vida.
En todas personas conviven dos tendencias profundamente
contradictorias. La tendencia a hacer el bien, por una parte, a buscar
lo justo, a amar, a vivir en comunión, de manera fraterna. Por otra, la
tendencia a dejarse arrastrar por el mal, a vivir encerrado en el
egoísmo y la insolidaridad, a actuar de manera injusta y violenta.
San Pablo hablaba de las obras que hacemos movidos por la carne y las que brotan del
espíritu (Ga 5, 19-22).
El misterio del mal nos amenaza siempre. En cualquier momento podemos caer en el
egoísmo y la infidelidad: “Quiero hacer lo bueno, pero me encuentro fatalmente con lo
malo”, decía San Pablo. Los hombres, respecto de Dios, vivimos en este mundo en una
continua situación de prueba. Prueba que proviene,
radicalmente, de nuestra misma naturaleza humana. Tanto las
dificultades adversas como las favorables, ponen a prueba
nuestra fe en Dios, nuestra fidelidad. El sufrimiento, la soledad,
las persecuciones o la simple incomprensión y, por encima de
todo, la muerte nos ponen en situaciones difíciles, en las que
resulta arduo creer de verdad que Dios, el Dios padre y
misericordioso de Jesús, está a nuestro lado. De siempre el
dolor humano ha sido una tentación para el hombre contra la bondad, la providencia y la
misma existencia de Dios (Job, 10).
2. LA TENTACIÓN
La palabra griega que se encuentra en el original puede significar “prueba”, es decir, una
experiencia que, incluso siendo dura y difícil, puede ayudar a crecer en el bien. En la
tradición bíblica se habla con frecuencia de estas pruebas. Los creyentes de Israel lo
consideran algo positivo: “Sondéame, Señor, y ponme a prueba, examina mi corazón y
mis entrañas” (Sal 26,2).
También puede significar “tentación”, es decir, incitación al mal. Sería una experiencia o
situación encaminada a hacer caer en el pecado. En el Padrenuestro se está pensando
en esta tentación de índole maligna. Por eso unimos estas dos últimas peticiones en
una: no nos dejes caer en la tentación y líbranos del maligno.
No pedimos a Dios que nos evite la tentación, sino que nos ayude a no caer en ella.
Pedimos que no nos deje solos, a merced de nuestras débiles
fuerzas. “No te pido que los quites del mundo, sino que los
guardes del maligno” (Jn 17,15)
Nada impide que cuando pedimos ser liberados “del mal”,
incluyamos también todos los males, pasados, presentes y
futuros. Así nos expresamos, después del Padre nuestro, en la
celebración eucarística. Esta plegaria nos brinda el lado
positivo: “concédenos la paz en nuestros días, para que
vivamos siempre libres de pecado, esperando su venida”. Vencido el Mal, llegará el
Reino, los cielos y la tierra nueva.
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Es la tentación de rechazar a Dios, de cerrarnos al amor, a su Reino y a su justicia, para
sustituirlo por nuestro propio egoísmo.
Jesús habla de la tentación final, de carácter escatológico, que se hace realidad para
cada individuo en su propia vida concreta. La vivió Jesús en el momento de su pasión, al
experimentar el rechazo del pueblo, la infidelidad de los discípulos e incluso el abandono
de Dios.
A lo largo de esta exposición las palabras prueba y tentación fácilmente se intercambian.
Y es que la prueba se convierte fácilmente en tentación. Y la tentación es también
prueba. Pero para ser finos en nuestros pensamientos tendríamos que decir que Dios
prueba, solamente el demonio tienta. Dios permite situaciones dolorosas o difíciles
donde tengamos que recurrir a El afianzando y manteniendo nuestra fe contra todas las
apariencias, porque El quiere nuestro crecimiento en la comunicación con El,
verdaderamente libre y amorosa. Pero estas situaciones se convierten o se pueden
convertir en positivas inducciones al mal, al pecado y a la perdición.
3. NO NOS DEJES CAER
Dios es el que, en medio de las pruebas, da fuerzas para que las superemos.” Podéis
confiar en que Dios no permitirá que seáis puestos a prueba por encima de vuestras
fuerzas; al contrario, junto a la prueba, os proporcionará fuerzas suficientes para
superarlas (1 Cor 10, 13)”. No es Él quien nos hace entrar en la tentación: “Cuando uno
se vea tentado, no diga que Dios lo tienta, porque Dios ni es tentado por el mal ni tienta
a nadie. “A cada uno le viene la tentación cuando su propio deseo lo arrastra y seduce”
(Sant 1, 13-14)”.
El mal aparece como un negro pozo sin fondo: mal físico, moral,
social, los peligros, las angustias… toda esa cara oscura de
nuestra condición humana, hasta que, libres del mal, “ya no haya
lágrimas, ni muerte, ni luto, ni llanto, ni pena” (Ap 1,4).
Esto es lo que pedimos a Dios. Le pedimos que no nos deje ceder
a la tentación. No suplicamos no ser tentados sino no ceder o sucumbir cayendo en la
trampa que se nos tiende en la tentación. Que la tentación se resuelva con éxito por
nuestra parte. Así lo decía Jesús en su oración: “No te pido que los saques del mundo,
sino que los protejas del Maligno (Jn 17, 15)”. Rezando el Padrenuestro seguimos la
invitación de Jesús: “Velad y orad para que no caigáis en tentación, que el espíritu está
pronto, pero la carne es débil (Mc 14, 38)”. Somos conscientes de la fuerza del mal, que
amenaza siempre nuestra fe pequeña y frágil, pero acudimos confiados a Dios para
pedir su protección bondadosa. Aun en medio de la tentación y del mal podemos contar
con Dios, nuestro Padre querido, y con su fuerza poderosa frente al mal.
Pedimos que no nos deje caer—o entrar— en la tentación, que nos libre del mal. Y El
nos libra ya mientras estamos haciendo esta súplica, porque nuestra misma oración es
antídoto contra la tentación y contra el mal. Somos fuertes cuando invocamos a Dios
como Padre, sintiéndolo cerca de nosotros acogedor, misericordioso, fuente y garantía
de nuestra vida: Padre mío y Padre de todos mis hermanos, de todos los demás
hombres que son hermanos míos a la sombra del mismo Padre.
Somos fuertes, cuando lo sentimos y lo proclamemos santo, es decir diferente y vivo,
sólido y auténtico, permanente y definitivo. Porque El es santo, podemos nosotros ser
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también santos; o, por lo menos, no resignarnos al pecado, no sucumbir al engaño del
pecado.
4. COMPROMISO: VIGILAR Y ORAR
“Velar y orar” significa tomar conciencia de nuestra propia debilidad. No caer en el
orgullo o la autosuficiencia ni tampoco en la inconsciencia. Necesitamos vigilar y orar, es
decir, mantener activa nuestra LIBERTAD PERSONAL y CONFIAR en la gracia de
Dios, nuestro Padre.
Vigilar significa ser lúcidos, mantenerse despiertos, vivir atentos.
Jesús llama “velar constantemente”, con responsabilidad. Vigilar
con responsabilidad, no como aquél que fue a visitar al maestro
espiritual y le dice: “Tengo tanta confianza en Dios que he dejado
afuera el camello sin atar”. -“Pues vete a atar tu camello, so idiota,
porque Dios no se ocupa de lo que nosotros podemos hacer”.
Hemos de vivir sin relajarnos nunca ante el mal, combatiendo con
todas nuestras fuerzas, reafirmándonos una y otra vez en la fe. “El
que persevere hasta el fin, ese se salvará (Mc 13, 13)”. Esta actitud vigilante debe ir
acompañada por la oración. Así lo entendía el P. Luis Amigó con estas palabras:
“Rogamos a los padres de familia que no dejen de rezar el rosario con sus hijos
diariamente para que, a la vez que les den este buen ejemplo que nos legaron nuestros
padres, atraigan sobre sí y sus hijos la divina misericordia y las gracias necesarias para
su santificación y salvación, de la que es depositaria y dispensadora la Santísima
Virgen”1. Nuestra debilidad es grande. Solo con la fuerza de Dios en nosotros podemos
vencer. De esta confianza brota nuestra oración. El mal no tiene la última palabra ya que
permanece subordinado a un plan superior, que es el de nuestro Padre. El mal no es tan
poderoso que Dios no lo pueda dominar. El bien vence al mal. Tarde o temprano. El
Espíritu del Bien es más poderoso.
“Nada más claro que el lenguaje de las Sagradas Escrituras cuando
quieren demostramos la necesidad que tenemos de la oración para
salvamos: "Es menester orar siempre y no desmayar"... "Vigilad y
orad para no caer en la tentación". "Pedid y se os dará"... Está bien
claro que las palabras es menester, orad, pedid significan y
entrañan un precepto y grave necesidad». San Alfonso María de
Ligorio, advierte “el gran medio de la oración sobre la actitud de aquéllos que
menosprecian la oración como medio salvífico”: «El impío Wicleff, según su errado
entender, nos dice que “orar no es otra cosa que obrar bien. Fue éste un error que
expresamente condenó la santa Iglesia».
A fin de cuentas, «la gracia de la salvación eterna no es una sola gracia; es más bien
una cadena de gracias, y todas ellas unidas forman el don de la perseverancia. A esta
cadena de gracias ha de corresponder otra cadena de oraciones, si es lícito hablar así,
y, por tanto, si rompemos la cadena de la oración, rota queda la cadena de las gracias
que han de obtenernos la salvación y estaremos fatalmente perdidos».
Ciertamente, Nuestro Señor Jesucristo advierte que en el Juicio Final seremos juzgados
por la caridad ejercida: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de
1
OCLA (Obras Completas de Luis Amigó), n. 324
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todos sus ángeles... pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el Rey a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre.... porque tuve
hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me
acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y
vinisteis a verme"... Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de
estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicisteis"» (Mt 25, 31-40). Los de la
izquierda, lo sabemos, irán a la condenación eterna por negarse a realizar buenas obras
en favor de sus hermanos.
Entonces, si la Biblia enseña que la salvación está ligada a la actuación humana, ¿por
qué habría de ser necesaria la oración? Porque la misma Escritura nos presenta a
Jesucristo advirtiéndonos: «Sin Mí nada podéis hacer» (Jn 15, 5). Y es cierto: sin orar
no podemos permanecer mucho tiempo sin pecado.
Dice el doctor Leonardo Lessio, sacerdote del siglo XVII: «No se puede negar la
necesidad de la oración a los adultos para salvarse sin pecar contra la fe, pues es
doctrina evidentísima de las Sagradas Escrituras que la oración es el único medio para
conseguir las ayudas divinas necesarias para la salvación eterna».
5. LIBRANOS DEL MALIGNO, DEL MALO
Tiene gran relación con la petición anterior. No le pedimos a Dios que nos libere de los
males, problemas y dificultades de cada día, para poder vivir de manera tranquila y
despreocupada. Lo que pedimos al Padre es que nos libre del Maligno que nos puede
alejar del Reino de Dios y de la vida. En los evangelios se habla con frecuencia del
Maligno, que lucha contra el reinado de Dios. Se le llama el tentador (Mt 4, 3), el
enemigo (Mt 13, 39), homicida y mentiroso (Jn 8, 44), jefe del mundo (Jn 12, 31). Es el
que siembra cizaña entre el trigo del Reino (Mt 13, 25). Por una parte Jesús lo ve “Caer
del cielo como un rayo” (Lc 10, 18), luego su poder está vencido. Por otra, está entre
nosotros, “aunque le queda poco
tiempo (Ap 12, 12)”.
Tiene sentido la petición, pero su
pudiera librarnos del mal y no lo
manera de librarnos del mal es el
de Jesús está encaminado a
engaño, del error, de la mentira.
mal sin el conocimiento del bien.
malo para mí, nunca elegiría el
significado está más allá. Si Dios
hiciera, no sería Dios. la única
conocimiento. Todo el mensaje
librarnos del mal, es decir, del
No hay manera de librarnos del
Si yo supiera lo que es bueno o
mal.
Se puede entender la petición de que nos libre del Maligno pero también que los libre
del mal, del pecado, de lo que se opone al Reino de Dios. La creación nació buena de
las manos de Dios (Gn 1, 31). Pero constatamos con dolor la presencia del mal: el
pecado, la injusticia, el hambre, las desgracias, la enfermedad, la muerte… A Dios
rogando y con el mazo dando: “Penitencia y oración. Ved aquí, amados hijos, las dos
alas con que nos hemos de remontar hasta el trono de la misericordia de Dios, para
implorar el perdón de nuestros pecados y de los del mundo con la seguridad de
conseguirlo”2 –diría el P. Luis Amigó.
6. NUESTRA LUCHA CONTRA EL MAL
2
OCLA, 656
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¿Por qué este mal? ¿De dónde proviene? ¿Qué sentido puede tener? Esta pregunta no
sabe responderla el ser humano así que en el Padrenuestro decimos: Líbranos del mal.
Pedimos a Dios que manifieste su victoria sobre el Mal, venciendo
a Satanás que se opone a su plan de salvación. Esta petición
conecta directa y expresamente con otra de Jesús, después de la
Ultima Cena: “no te pido que los saques del mundo, sino que los
libres del mal” (Jn 17,15).
Sabemos que somos responsables del mal del mundo, pero
también víctimas. El pecado no solo está dentro del corazón de las personas sino en las
estructuras y en la historia humana. En las instituciones, en los sistemas injustos, en las
culturas y en las costumbres inmorales. Es lo que llama San Juan el “pecado del mundo”
(Jn 1, 29).
Cuando le pedimos a Dios que nos libre del mal, le pedimos que nos arranque del mal
que nos acecha, que nos salve a tiempo del peligro, que no nos abandone al poder de
ese mal que parece invadir la historia y penetrarlo todo. Ante el mal la actitud del
creyente no es de miedo sino de confianza grande en el Padre. “Nos arrancó del
dominio de las tinieblas, para trasladarnos al reino de su Hijo querido, por quien
obtenemos la redención, el perdón de los pecados” (Col 1, 13). Aunque el mal no tenga
la última palabra, sigue actuando. La creación sigue “aguardando la plena manifestación
de los hijos de Dios”, vivimos con la esperanza de que un día “se verá liberada de la
esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios”
(Rom 8, 19-21). La libertad es el valor que indicamos que se consigue practicando la
virtud de la fortaleza, don del Espíritu Santo. Aquí está la base de la Teología de la
Liberación que hará frente.
Quien pide la liberación del mal ha
de estar dispuesto a hablar
contra él con todas sus fuerzas,
siguiendo a Jesús, que se
entregó a hacer el bien y a liberar a
las gentes del sufrimiento, de la
injusticia y del pecado. Para San
Pablo solo hay una forma de
luchar contra el mal, es “hacer el bien”: “No te dejes vencer por el mal, vence el mal a
fuerza de bien (Rom 12, 21); “mirad que nadie devuelva mal por mal; al contrario,
procurar siempre haceros el bien unos a otros y a todos” (1 Tes 5, 18). “El Señor nos
previno que, si queríamos seguirle, empezásemos por negarnos a nosotros mismos, que
amásemos a nuestros enemigos e hiciésemos bien a los que nos odian y calumnian;
que velásemos y orásemos para no caer en la tentación; que no quisiéramos atesorar
los bienes de la tierra, que son caducos y perecederos” 3 en palabras de Luis Amigó.
El creyente lucha contra el mal con la confianza puesta en Dios Padre. Él es el que libra
de todo mal (Sab 16, 8)”. El que reza el Padrenuestro lo hace con esta convicción: “si
Dios está a favor nuestro, ¿quién podrá estar en contra?” (Rom 8, 31).
La primera palabra del Padre nuestro es “Padre”; la última el “mal”. El Padrenuestro es
la oración confiada de un hijo que eleva su plegaria al Padre al verse amenazado por el
mal. “Padre, líbranos del mal”.
Jesús concibió esta oración para ser pronunciada diariamente por sus discípulos,
pues recoge y expresa el espíritu con el que ha de vivir su verdadero seguidor.
3
OCLA, 857
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Ya casi en el último instante de nuestra oración, tensamos el arco, tensamos los
músculos… y lanzamos hacia Dios este grito-súplica, mientras nos enfrentamos ante el
problema del mal, las raíces del mal y las fuerzas del mal. La plegaria es corta, pero
es densa, intensa…
Tradicionalmente terminamos el Padrenuestro con la palabra “amén”, que
no aparece en el texto original de los evangelios. Esta palabra que se utilizaba en el
culto de la sinagoga, viene de una raíz hebrea que sugiere la idea de verdad, seguridad,
firmeza, confianza. Significa algo así como “ciertamente”, “verdaderamente”, “así es”,
“así ha de ser”. Es como decir así quiero orar siempre. Así quiero vivir.
Que nuestra oración sea siempre escuchada, por nosotros, por nuestro mundo y por la
Iglesia que te suplicamos conceda plena comunión. Que nos esforcemos en recorrer el
camino que nos queda, deseando la unidad tal como Tú la quieres y por los caminos
que Tú quieras.
Tenemos que respirar, decir un Amen confiado y seguro porque nos sentimos y estamos
en las manos de Dios, Padre nuestro.
1) VEO, VEO… palabras que empiezan por T de Tentación
2) Compromiso: VIGILAR Y ORAR. Elegir un don del Espíritu
Santo y averiguar su significado.
3) Concretar qué vamos a aportar a la Asamblea después del
año recorrido.
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