El MITO DEL CONTROL DEL TERRITORIO DURANTE LA COLONIA Y EL DESARROLLO DEL PODER DE LAS REGIONES. Miguel Ángel Urrego, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. La historia del periodo colonial tiene un mito ampliamente difundido: el imperio español controló, desde el descubrimiento, el territorio de lo que hoy constituye Colombia. Un examen más detallado de este planteamiento nos brinda una imagen distinta, la cual es fundamental para entender la existencia de diferente tipo de intereses ante la Corona en la coyuntura de la independencia. El arribo de los españoles al territorio americano los obligó a enfrentar variadas formas de resistencia de los indígenas y a reconocer el hecho de una amplia diversidad de comunidades con diferentes estados de consolidación, sistemas religiosos y actividades económicas. La superioridad militar y el aprovechamiento de disputas entre comunidades indígenas (como las que se presentaban en el centro de México contra los mexicas o aztecas) o al interior de las mismas (como la que se sucedía entre los Incas) les permitieron a los españoles el sometimiento de los hombres de guerras y un control relativamente rápido de las principales ciudades. En Colombia, los españoles encontraron comunidades indígenas de relativo tamañopequeñas si se compara con las mexicanas o peruanas- que se concentraron especialmente en las zonas andinas, los hoy departamentos de Cauca, Boyacá, Cundinamarca, Tolima, Huila y Nariño. Por su parte las comunidades de zonas selváticas o los llanos, de zonas calientes como comenzó a denominarse, resultaron muy belicosas y poco atractivas. Los españoles prefirieron someter aquellas que les podrían garantizar mano de obra y que contaban con sistemas políticos y religiosos “desarrollados” y centralizados. El mito de El Dorado y el paso por zonas relativamente despobladas o habitadas por pacíficos indígenas permitieron una serie de tempranas fundaciones (Pasto, Santiago de Calí (1536) y Popayán (1537) y un fugaz encuentro de Francisco Jiménez de Quesada, Sebastián de Belalcázar y Nicolás de Federmán en Santa Fe de Bogotá. No obstante, se estableció una disputa entre los tres hombres por el reconocimiento de la Corona a su derecho de dominar los territorios recién descubiertos. Las diferencias terminaron con el nombramiento de Belalcázar como gobernador de Popayán, el viaje al Caribe de Federmán y el regreso de Quesada en 1539, luego de su pleito en Madrid, a Santa Fe con el título de gobernador de El Dorado. La fundación de ciudades se erigió en la forma básica de control del territorio, era una avanzada de tipo militar y era el mejor medio para dominar la población indígena. Sin embargo, la historia del asentamiento español estuvo plagada de grandes tragedias militares y humanas. De los ochocientos hombres que salieron de Santa Marta acompañando a Quesada llegaron sólo 166 a lo que sería Santa Fe de Bogotá. De la expedición a los Llanos orientales en abril de 1569, que también emprendió Quesada, compuesta por 400 españoles, 1500 indígenas, 1100 caballos y 8 sacerdotes, solo sobrevivieron 70 personas, 4 indígenas y 2 sacerdotes y 18 animales. De manera que la geografía nacional impuso serias limitaciones al proceso de control del territorio. Por razones de orden simbólico, militar y práctico se abandonaron las zonas cálidas, salvo aquellas en las cuales se encontró oro, había mano de obra indígena o servía de enlace al centro con la costa atlántica. Por ello se explican las tempranas fundaciones de Santa Cruz de Mompox (1537) y de Honda (1539), puntos intermedios entre Cartagena y Santa Fe. En síntesis, el dominio de la Corona sólo existiría en ciudades como Cartagena, Santa Fe, Popayán y sería cuestionado por el permanente levantamiento indígena y el establecimiento de palenques. Las distancias entre ciudad y ciudad, el establecimiento de la encomienda (la entrega de un territorio e indios a un español a cambio de instrucción religiosa), la consolidación del poder de encomenderos, la formación de dinámicas económicas muy particulares (minería, agricultura), inexistente mercado interno, la presencia de redes de familias con la capacidad para vincular diferente tipo de intereses (eclesiásticos, políticos y económicos) generaron una relativa autonomía de los poderes regionales y de las regiones mismas. Por ello, tendrán la capacidad de aplicar de manera restringida la normatividad elaborada por la Corona. Las Reformas Borbónicas, a finales del siglo XVIII, fueron el último intento para someter las regiones. No obstante, radicalizaron a los criollos y alimentaron un amplio rechazo popular. Esta configuración de las regiones estimuló la conformación de intereses e identidades muy diferenciadas con respecto a las autoridades de Santa Fe y España. Las regiones con concentración de población indígena, grandes encomenderos y una gran población tributaria tendieron a evidenciar una fidelidad a la Corona, allí se expresarían mayoritariamente el monarquismo. En ciudades con vida universitaria, puertos o mayor extensión del mercado se tendió al republicanismo, a la creciente separación de España. En el primer grupo se encontraban ciudades como Santa Marta, que alentaron y financiaron el sometimiento de los independentistas de Cartagena, que se habían levantado en 1811. En el segundo, Cartagena y Santa Fe, donde se pudo establecer una coyuntural alianza de diversos sectores sociales en torno al proyecto de ruptura total con la Corona, y donde se elaboró el mito político de los criollos: España ha explotado América durante tres siglos, base sobre la cual se justifico, por ejemplo, el levantamiento del 20 de julio, y luego la independencia. La creación de la república fue posible por la supremacía del altiplano cundiboyacense, que impuso una idea de la nación que, sin embargo, no contemplaba a las otras regiones, por ello durante el siglo XIX se cedieron a los países vecinos cerca de un millón de kilómetros cuadrados y la independencia de Panamá en 1903 no fue consideraba por las elites una pérdida de territorio.