CIRCULACIÓN, INTERCAMBIO, INTERACCIÓN

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CIRCULACIÓN, INTERCAMBIO, INTERACCIÓN, INTERDEPENDENCIA.
DE LA CULTURA MATERIAL A LA RED SOCIAL1
Joan Bernabeu Aubán*
Resumen: Probablemente las evidencias de circulación cuyo soporte son los objetos materiales, bien como materia prima
o bien como bienes manufacturados, constituyen el campo privilegiado para el análisis del intercambio durante la Prehistoria. La diversidad de métodos arqueométricos con que enfrentarse al problema de la procedencia de determinados materiales no ha hechos más que aumentar en los últimos decenios.
Un marco como el de este congreso, centrado en temas de Redes podría ser un lugar adecuado para reformular esta problemática dirigiendo nuestra atención no sólo hacia las formas de circulación, o los métodos que permiten su caracterización, sino también hacia las redes sociales que están implicadas en las mismas.
Palabras clave: Redes de intercambio, Neolítico, Península Ibérica
Abstract: Probably evidence of movement whose support are material objects, either as raw material or as manufactured goods constitute the privileged field for the analysis of exchange during the Prehistory. The diversity of archaeometric mtehods to face the problem of the origin of certain material facts not only increased in recent decades.
A framework such as this conference, focusing on issues of networks could be a good place to reformulate this problem
by directing our attention not only to the forms of movement, or the methods for their characterization, but also to the
social networks that are involved therein
Key words: Exhange networks, Neolithic, Iberian peninsula
Probablemente las evidencias de circulación cuyo soporte son los objetos materiales, bien como materia
prima o bien como bienes manufacturados, constituyen
el campo privilegiado para el análisis del intercambio durante la Prehistoria. Desde el VI milenio cal. aC asistimos a un desarrollo constante, aunque regional y cronológicamente variable, de los procesos de interacción
entre grupos que se manifiestan a través de muy diversas clases de materiales, destacando los recursos abióticos: sílex, obsidiana, o diversas clases de roca para la elaboración de útiles, adornos u objetos simbólicos y/o
socialmente valorados; de manera que se ha llegado a hablar de “una economía para el intercambio”. Puede decirse que, en este sentido, desde el Neolítico se produce
una auténtica revolución respecto a lo conocido con anterioridad. En los últimos años son numerosas las investigaciones que, desde ópticas distintas, permiten
avanzar en el conocimiento de este fenómeno. El desarrollo y puesta a punto de nuevos métodos arqueométricos que permiten mejorar la caracterización de las materias primas, y la investigación de los lugares de
extracción (minas o canteras), son dos de los campos
donde más notable ha sido este desarrollo.
Sin embargo, los marcos teóricos capaces de hacer comprensibles todos estos fenómenos, no son demasiado frecuentes. Desde los clásicos trabajos de Renfrew, poco
más se ha avanzado al respecto. Un marco como el de este
congreso, centrado en el tema de “Redes” podría ser un
lugar adecuado para reformular esta problemática dirigiendo nuestra atención no sólo hacia las formas de circulación, o las metodologías que permiten su identificación, sino también hacia las redes sociales que están
implicadas en las mismas.
En esta aportación valoraremos primero los avances en la
caracterización de las materias primas, en la investigación
de los lugares de abastecimiento y en la definición de circuitos de intercambio. En el apartado final incidiremos sobre las interpretaciones.
1 Este trabajo se ha beneficiado de los fondos concedidos por el MCIT
en el marco del proyecto de investigación HAR2009-14360-C03-01:
ANALISIS COMPARATIVO DE LAS DINAMICAS SOCIOECONOMICAS EN LA PREHISTORIA RECIENTE PENINSULAR (VI-II MILENIOS AC): LA FACHADA MEDITERRANEA.
* Departamento de Prehistoria y Arqueología Universitat de Valencia
juan.bernabeu@uv.es
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Congrés Internacional Xarxes al Neolític – Neolithic Networks
Rubricatum. Revista del Museu de Gavà, 5 (2012) - ISSN: 1135-3791
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La caracterización de materiales líticos
Los avances en la arqueometría de materiales líticos -dedicados a conocer la composición de estos materiales- son
notables en los últimos años; la cantidad y calidad de etos
trabajos se incrementa de forma exponencial, tanto en la
aplicación de métodos ópticos (petrografía) como de diversos análisis químicos (Shackley 2008). La constante exploración de técnicas mínimamente invasivas para lograr
la determinación de las piezas arqueológicas queda reflejada en el panorama bibliográfico con numerosos trabajos, destacando la búsqueda de analíticas no destructivas,
rápidas y portátiles. En este sentido cabe citar la medida
de la susceptibilidad magnética (MS-k) técnica aplicada,
entre otros ejemplos, sobre diferentes colecciones de piezas pulimentadas de diversa naturaleza (Bradàk et al.
2009; Williams-Thorpe et al. 2003; entre otros); y también el análisis espectral de la reflectancia difusa, en diferentes rangos (Errera 2002; Polvorinos et al. 2010; entre
otros), que están dando excelentes resultados. Sin embargo, establecer la relación de un objeto con una deter-
minada área fuente todavía presenta ciertas lagunas, entre las que suelen señalarse las referentes al muestreo de
formaciones geológicas; cuestión espinosa por cuanto
que los resultados de las diversas analíticas indican la relación más probable con una determinada fuente, de la
que existen datos. La preocupación por la caracterización
de las áreas fuente, y la calidad de los datos procedentes
del muestreo de campo está presente entre buena parte de
los investigadores que, conscientes del esfuerzo, crean
iniciativas para compartir las litotecas institucionales. Un
estado de la cuestión, donde se recogen las principales colecciones líticas de referencia del continente, es el recientemente publicado por Katalin T. Biró (2011), donde la
autora insiste en la importancia de esta herramienta comparativa, y las posibilidades que brinda Internet para el acceso y consulta de datos. En este sentido, en el ámbito nacional, cabe citar –entre otros- el proyecto LitoCat,
desarrollado por el CSIC2, cuyo objetivo es la creación de
una litoteca de rocas silíceas del NE peninsular.
Lugares especializados: minas y canteras
Otro de los ámbitos en los que las evidencias se han ampliado de forma notable es la documentación de sitios especializados en la producción. Más allá del interés que encierra la localización y estudio de áreas de taller o también
de explotaciones a cielo abierto (canteras), la espectacularidad de las minas les confiere cierto poder de sugestión.
La tradición investigadora sobre estos yacimientos de carácter específico ha tenido mayor desarrollo en aquellas
áreas donde se descubren estos lugares de aprovisionamiento en fecha temprana: Inglaterra, Polonia, Bélgica…., si bien el sur europeo, y concretamente el territorio peninsular, también muestra evidencias de
explotaciones del subsuelo de gran complejidad técnica,
sirvan como ejemplo las minas de Defensola (Italia), o las
estructuras de Casa Montero o las de Gavà (España).
Los estudios no sólo intentan determinar el número de
pozos o estructuras así como el volumen de material extraído; también permiten, en muchos casos, recrear los sistemas y técnicas extractivas, la explotación del material,
así como los variados procesos de amortización de las estructuras; asimismo es posible reconocer la conducta desarrollada en el interior, y determinar el grado de especialización.
Los hallazgos en la mina neolítica de Casa Montero (Madrid) muestran cerca de 4000 pozos verticales, cuya profundidad llega a alcanzar en algunos casos los 10 m. Los
nódulos extraídos, dedicados principalmente a la obtención de soportes laminares, fueron testados y tallados en
el exterior de la mina, y los desechos de estas tareas forman parte del relleno de las estructuras (Díaz-del-Río et
al. 2006). Pese a las numerosas estructuras localizadas, que
pueden interpretarse como reflejo de un modelo de apro-
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visionamiento consistente en cortos episodios extractivos
durante un amplio lapso temporal, las dataciones radiocarbónicas indican que las actividades extractivas en esta
mina se desarrollaron en un corto plazo de tiempo, alrededor de un siglo (Díaz-del-Río y Consuegra 2011).
Las estructuras a través de las cuales se explota el subsuelo son muy variadas en tamaño, diámetro y profundidad; incluso un mismo lugar puede presentar variedad
en las estrategias de excavación: el caso de Grimes Graves es paradigmático, presentando no sólo pozos de dimensiones bien diferentes, sino también zonas donde la
explotación se realizó a cielo abierto (cantera), aunque
no se conoce con certeza la relación entre los diferentes
sistemas de explotación (Felder 1997). La variabilidad
morfológica de las estructuras en los diferentes yacimientos es, principalmente, una adaptación a la naturaleza del sustrato geológico y la topografía local, aunque es factible pensar que las diferencias cronológicas y
culturales de los grupos prehistóricos influyan en las estrategias de explotación. Así, la elección de Casa Montero por parte de los grupos neolíticos para la extracción
de sílex, y no otros depósitos primarios o secundarios,
se considera resultado de una combinación de factores:
geológicos, tecnológicos, locacionales y, sobre todo, sociales (Díaz-del-Río y Consuegra 2011). Entre las diversas soluciones técnicas para la explotación del subsuelo destacan por su espectacularidad las minas de
galerías y cámaras, con acceso a través de pozos (Grimes
Graves, Spiennes, Krzemionki, son algunos ejemplos);
2 http://3p.imf.csic.es/3p/index.php/es/facilities/litoteca-de-rocas-siliceas-de-cataluna-litocat.html
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en el ámbito de la mina neolítica de Defensola, las formaciones que contienen sílex presentan una estratigrafía subhorizontal, lo que simplifica en parte la explotación al permitir, siguiendo este plano, el desarrollo de
galerías de largo recorrido (en ocasiones 100 m de longitud), hacia el interior de la colina (Galiberti 2005).
Buena parte de autores consideran que las actividades extractivas corresponden a episodios discretos de actividad,
realizados en cortos espacios de tiempo. Cuando las ac-
tividades cesan (por caída de la demanda, escasa rentabilidad, agotamiento de las vetas, o cualquier otro factor),
otros aspectos pueden cobrar significado, y es posible que
estas áreas fuente hayan tenido nuevos usos o servido a
otros propósitos. Emplazamientos determinados pueden
haber adquirido importancia simplemente por sus rasgos
prominentes en el medio físico; no siempre la calidad de
la materia prima, o el acceso al lugar han determinado su
explotación.
Distribución de materiales
En paralelo con este auge de las explotaciones mineras, se
constata un aumento notable de productos o materias primas que circulan a larga distancia desde los inicios del Neolítico. El enfoque comúnmente utilizado para el estudio
de la distribución y/o circulación de los soportes líticos ha
ido refinándose con el tiempo, de tal modo que actualmente se aborda el análisis combinado de la caracterización mineralógica, localización de las áreas fuente y estudio de los procesos de trabajo, la distribución del
producto, y el contexto de uso; considerando que el contexto social en el que se integran dichos objetos (doméstico, funerario, simbólico, etc) puede afectar a su circulación. Los resultados obtenidos para algunos materiales
a escala europea resultan excepcionales, tal como se pone
de manifiesto en los recientes trabajos sobre rocas alpinas
(jadeítas) que muestran una distribución de hachas pulidas de gran tamaño a lo largo de Europa occidental con
una direccionalidad marcada, cuya evolución además se
puede rastrear a lo largo del tiempo (Pétrequin et al.
2002). Sin embargo, puede decirse que la información sobre la distribución de recursos abióticos presenta resultados desiguales. Así, por ejemplo, en el caso de la circulación de anfibolitas desde el SE peninsular, conocemos el
producto y los contextos de uso, pero la identificación del
área fuente resulta genérica, de tal modo que no conocemos un lugar de explotación (Orozco 2000). Un ejemplo
opuesto es la anteriormente mencionada actividad minera
de Casa Montero, donde la información sobre el sistema
y técnicas de explotación es más que exhaustiva (Capote
et al. 2008; Díaz-del-Río et al. 2008), sin que por el momento esté documentada la distribución del producto en
el territorio.
De manera general se perfilan, a diferente escala, circuitos a través de los que se difunden objetos y materiales,
de naturaleza y características diversas. Objetos que pueden considerarse relacionados con el ámbito doméstico,
como la cerámica, también pueden revelar patrones de
distribución sugerentes; los estudios realizados sobre fragmentos de cerámica impresa procedentes del abrigo de
Pian del Ciliego, a pocos km del bien conocido yacimiento de Arene Candide, en la Liguria italiana, permite
formular la hipótesis de movimientos de gente y/o cerámicas a lo largo de la costa, con una posible procedencia
del área central de la Toscana, a partir de la caracterización
de la pasta y la similitud en los patrones decorativos, distribución para la que se propone la navegación de cabotaje a lo largo del mar Tirrénico central y septentrional
como ruta (Capelli et al. 2008).
La circulación de los objetos de obsidiana en el neolítico se ha considerado un indicador de intercambios a
larga distancia, basados en la navegación, en el ámbito
del mediterráneo central y occidental. El limitado número de áreas fuente reconocidas se localizan en los
complejos volcánicos de las islas italianas de Lipari, Palmarola, Pantelleria y Cerdeña, y su explotación para la
confección de útiles tallados está ampliamente documentada. Su modelo de distribución (down-the-line) se
considera resultado de un mecanismo de intercambio
común a lo largo del neolítico: los asentamientos cercanos a la fuente de materia prima tienen acceso directo
a un recurso abundante; estos intercambiarán parte de
su obsidiana con poblados vecinos, alejados de la zona
de aprovisionamiento, y éstos a su vez harán lo mismo
con otros más alejados, de tal manera que la frecuencia de obsidiana disminuye en el registro a medida que
aumenta la distancia a la fuente. Los problemas de interpretación de la distribución de piezas de obsidiana ya
han sido ampliamente señalados (Tykot 1996; entre
otros), destacando el efecto que puede tener factores
como la profundidad temporal o el crecimiento de la
población, la estacionalidad de las actividades, la participación diferencial de algunos poblados en los circuitos de intercambio, o también considerando que diferentes mecanismos de intercambio pueden producir
distribuciones similares. Trabajos recientes abordan un
estudio integrado de la obsidiana (procedencia/tecnotipología/cadena operativa), mostrando en el caso de
Cerdeña una explotación no oportunista que sugiere
que los grupos asentados en las proximidades de las
áreas fuente pudieron constituir una especie de “filtro”
e influir en los primeros estadios de la distribución de
este material (Lugliè et al. 2009).
De distinta naturaleza resulta la distribución en el territorio peninsular de la expresión de un símbolo, como es
el motivo oculado, representado en soportes mobiliares de
naturaleza variada (caliza, pizarra, hueso, marfil, …) así
como en las figuras pintadas y/o grabadas en paredes de
abrigos y en monumentos megalíticos. Estas numerosas
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manifestaciones se encuentran en un marco geográfico
amplio, desde el SW hasta el levante y centro peninsular,
a lo largo del IV y III milenio aC., en distintos contextos
(funerarios, domésticos); y aunque estamos lejos de conocer la función especifica de los diferentes objetos, en
ellos apreciamos un diseño compositivo similar (ojos y tatuaje facial) que se adapta a diferentes soportes, lo que
puede considerarse la representación de un mismo tema
o símbolo. El análisis detallado de estos artefactos simbólicos permite reconocer variantes o estilos regionales, lo
que podría entenderse como marcadores de identidad territorial (Hurtado 2008), si bien nos interesa ahora resaltar
el nexo común que ponen de manifiesto estas figuraciones, mostrando la adopción y la adaptación de una idea
o temática que es compartida entre grupos -interpretada
con variantes-, y su circulación a lo largo de un territorio
extenso, evidenciando relaciones y conexiones entre zonas distantes.
Las distribuciones referidas son algunos ejemplos que
evidencian la circulación no sólo de materiales y objetos
de naturaleza diversa, sino también de un elemento intangible como es la información; estos circuitos son la expresión de contactos y relaciones, de índole diversa, que
afectan tanto a grupos próximos como lejanos. Sin embargo, su lectura a través del registro arqueológico no
suele, en ocasiones, profundizar en el análisis de los fenómenos económicos y sociales que están en la base de estas relaciones.
Intercambio e interacción
Esta circulación de productos puede significar:
- un intercambio de bienes manufacturados o de materias primas, entre diversos agentes,
- una transmisión de información y/o tecnologías asociadas,
- o un movimiento de personas
Aunque, analíticamente, la diferenciación anterior puede
resultar útil, todas estas posibilidades nos hablan de un
mismo fenómeno: la interacción social. Se trata de la expresión de relaciones entre individuos y grupos, dinámicas; podemos visualizar un marco relacional cuya construcción y variaciones a lo largo del tiempo
(manteniéndose, ampliándose o bien desapareciendo)
puede revelar cambios o estabilidad en las sociedades. El
término intercambio suele ir, en ocasiones, ligado a adjetivos como “prestigio”, “exótico”,… en referencia al carácter de los materiales que circulan, para los que suele
considerarse un alto valor social a partir de su origen alóctono, su escasez o su exotismo, o también por las habilidades y conocimientos que su fabricación implica. Se considera que los intercambios, al igual que la intensificación
de la producción, participan en la emergencia de la desigualdad social; y aunque ciertamente todas las formas o
modelos de intercambio tienen un componente económico, político y/o social, la complejidad social no es un
requisito previo para estas relaciones. La valorización de
determinados objetos como elementos de prestigio está relacionada con las restricciones a su posesión, reforzando
el estatus de aquellos individuos o grupos que tengan acceso o conocimiento. Sin embargo, resulta difícil suponer
que el origen de estos circuitos, a través de los que se difunden materiales, conocimientos y /o personas, esté ligado a las producciones excedentarias y al control y mantenimiento de desigualdades; si nos fijamos en algunos de
los casos documentados para las etapas iniciales del neolítico, como es la circulación entre el SE peninsular y la
zona valenciana, podemos apreciar la importancia de las
motivaciones sociales (relaciones o vínculos interperso-
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nales, establecimiento de alianzas, …) de estos intercambios para los grupos humanos que participan, pues algunos de los materiales que circulan, como un conjunto importante de útiles pulimentados, son similares
cualitativamente (tenacidad, resistencia del soporte lítico, aspecto visual) a las herramientas confeccionadas sobre rocas del marco regional para las que no se aprecia un
uso restringido a una parte del grupo como tampoco su
consumo en un contexto determinado (Orozco 2000); el
valor social de estos objetos nos habla del significado
afectivo de estos lazos o vínculos. Pero también durante
los momentos iniciales del Neolítico, entre las mismas regiones (SE peninsular y la zona valenciana) hemos documentado la circulación de elementos de adorno, como
son los brazaletes de esquisto, cuya escasez en el registro
valenciano y su presencia limitada a determinados yacimientos (Bernabeu et al. 2006) refuerza su singularidad
y su alto valor social.
Si en el caso anterior, hemos visto como dos elementos de
naturaleza y función diferentes participan en un mismo
circuito, en momentos más avanzados, encontraremos un
diseño nuevo en el que distintos materiales, con funciones y valores presumiblemente distintos, participan de circuitos interrelacionados (fig. 1).
Así durante el IV y III milenios a.C., el centro y sur de la
Península Ibérica parece conformar un área por la que circula información, objetos y, posiblemente, personas conformando circuitos de escala, naturaleza e intensidad distintas.
A escala más general, la distribución de los motivos oculados, señalada más arriba (Hurtado 2008), nos habla de
la existencia de circuitos interregionales extensos por los
que circula información. Y, con el paso del tiempo, el marfil (Schuhmacher et al. 2009), o el primer campaniforme
parecen utilizar e incluso ampliar estos mismos circuitos,
insertando la región en un contexto mediterráneo más
amplio.
A una escala más restringida, diferentes estudios señalan
la circulación de materias primas y/o objetos elaborados,
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como la variscita de Pico Centeno (Odriozola et al.
2010), afectando a zonas del Suroeste; o la distribución
de algunas rocas tenaces a lo largo del fachada oriental de
la península Ibérica (Orozco 2000), circuito al que cabría
añadir también la difusión del metal y de la metalurgia a
tenor de algunos resultados recientes (Rovira y Montero
2011).
Todo ello refleja bien una situación más común de lo que
suele imaginarse: la superposición de redes de intercambio. Sobre un mismo espacio físico vemos fluir diferentes clases de materiales (variscita, marfil, rocas tenaces, metal...); a veces ese flujo se compone de algo más sutil, como
la información, relacionada con el ámbito tecnológico (la
metalurgia) o con el ideológico (los motivos oculados o
el primer campaniforme, que sigue e incluso amplia este
mismo circuito). Este flujo de información es simultáneo,
pero afecta a partes diferenciadas de la geografía por la que
discurre. Y lo que es más importante, contiene un componente dinámico, de manera que resulta cambiante a lo
largo del tiempo sin que, con los enfoques usualmente utilizados para analizarlos, alcancemos a explicar muy bien
ni su forma ni su evolución.
Ciertamente, se trata de procesos de intercambio, pero detrás de este concepto se adivina la presencia de la interacción entre diversas clases de agentes formando un entramado cambiante (dinámico) en el tiempo que afecta al
espacio y a su vez es afectado por la forma en que estos
agentes ocupan y organizan en el espacio.
FIGURA 1. El sur de la Península Ibérica entre c. 3400-2500 cal aC:
las distribuciones de objetos materiales y representaciones
iconográficas actúan a diferente escala, superponiéndose. En trama
clara se indica la circulación en el SW de la variscita del afloramiento
de Pico Centeno (Huelva); en trama oscura la circulación de algunas
rocas tenaces entre el SE y el área valenciana; estas redes regionales se
integran una más amplia (señalada con una línea), a través de la que
circula, y se adapta, un elemento intangible como es el motivo oculado
(a partir de Hurtado 2008; Odriozola et al. 2010; Orozco 2000).
Este intercambio es algo más que la simple distribución
de objetos cuya procedencia conocemos (en ocasiones);
incluye también la dispersión de las ideas o innovaciones
inmateriales cuyo origen suele estar más discutido, pero
cuya materialidad se refleja en diversos aspectos de la cultura material.
Comprender su dinámica exige ir más allá de los conceptos comúnmente utilizados para analizar las formas del
intercambio. Los procesos que afectan la transmisión de
la información resultan más que pertinentes para comprender la forma, la intensidad o la extensión (escala) que
adquieren algunos de estos circuitos, incluyendo también
su fragmentación (O’Brien y Bentley 2011). Por otra
parte, desde la perspectiva de los sistemas y redes complejas puede comprenderse mejor la forma en cómo estos sistemas de intercambio e interacción evolucionan,
crecen o se fragmentan, requisito previo a la consideración
de los fenómenos sociales implicados en los mismos.
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Redes
Los sistemas complejos adaptativos (CAS, de sus siglas en
inglés) se componen de diversos componentes que interactúan entre sí. Estos se organizan en redes jerárquicamente estructuradas, de manera que cuanto más complejo es un sistema, mayor es la profundidad de las redes
que se superponen. En términos sociales, estos componentes pueden ser diversos: familias dentro de clanes y estos, a su vez, dentro de jefaturas; o individuos, dentro de
organizaciones artesanales, dentro de ciudades y estados
más amplios.
Una implicación de esta forma de organización creciente
es que los subsistemas (grupos de componentes) tienden
a conectarse al nivel de subsistema con otros organizativamente similares o de orden superior, y no necesariamente a través de todos sus componentes más básicos. De
este modo, cuando fallan tales conexiones, el sistema se
desintegra de forma que sus diferentes partes pueden
continuar cumpliendo sus funciones aunque se encuentren desagregadas; es decir, los sistemas complejos colapsan o se fragmentan de forma inversa a como crecen
Las relaciones entre los componentes son dinámicas, de
manera que las acciones de unos se ven afectadas por las
de sus vecinos y, lo que resulta interesante desde la perspectiva del intercambio, pueden visualizarse como redes
en las cuales los agentes (actores) son Nodos y sus relaciones Vértices que conectan unos nodos con otros. Esta
característica permite la aplicación de una amplia gama
de modelos matemáticos para comprender su dinámica
evolutiva desde diversas perspectivas, combinando su estructura topológica (formas de organización de nodos y
vértices) y las características de sus interrelaciones, con el
estado general de la red, es decir las propiedades del sistema global.
El análisis de estas redes complejas ha despertado un notable interés en las últimas décadas debido, sobre todo,
al descubrimiento de su ubicuidad en diferentes campos
de las ciencias (Solé 2009). A pesar de ello, de las propiedades comunes al conjunto de las redes complejas, algunas características se reconocen como propias de las redes sociales, que son las que aquí nos interesan. Entre
éstas destacan dos: la asortatividad (los nodos con similar grado de correlación tienden a conectarse entre sí) y
la estructura modular (los nodos se organizan en comunidades caracterizadas por poseer una fuerte interrelación
entre sus componentes, y una baja relación con otros grupos similares), son dos de éstas características (Boguñá et
al. 2004).
Ambas características permiten comprender porqué resulta posible encontrar recurrentemente un diseño donde
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estas redes se superponen formando un patrón de organización jerárquico dentro del cual algunos nodos, especialmente bien conectados, concentran muchas conexiones, mientras que otros muchos tienen pocas siguiendo
una distribución característica denominada Power-Law.
Aunque comúnmente esta propiedad suele relacionarse
con la existencia de una forma de relación característica
denominada relación preferencial, según la cual cada
nuevo nodo en la red tenderá a relacionarse con aquel de
entre sus vecinos que se encuentre mejor relacionado, recientes trabajos proponen otras alternativas como los
modelo de Influencia social (Bentley et al. 2011) o el basado en la distancia social propuesto por Boguñá y colaboradores (2004), que dan lugar a distintas clases de distribuciones, entre ellas las Power-Law.
En términos sociales, una distribución de esta clase puede
originarse por distintos mecanismos, e.g., cuando la riqueza y el prestigio social se encuentran ligados, los individuos más ricos se encuentran en posición de atraer más
seguidores (conexiones) que, a su vez, se transforman en
más riqueza, prestigio y conexiones sociales; o, cuando en
un contexto urbano, la diversidad de oportunidades económicas resulta en un efecto llamada para los inmigrantes que, a su ven, pueden contribuir al desarrollo de esas
actividades.
La asortatividad, por su parte, resulta un análogo plausible de la Peer-Polity Interaction, cuya aplicabilidad a la
interacción social vas más allá de la definida originalmente
(Rosenwig 2000: 417). Su aplicación a los contextos que
ahora nos ocupan permitiría comprender la difusión limitada de ciertos objetos o de información (en forma de
prácticas o creencias materializadas de diverso modo) a
ciertos nodos (individuos), precisamente aquéllos sobre la
que bascula la interconexión entre grupos.
El impacto de estas herramientas sobre los asuntos relativos al intercambio resulta más que evidente y no ha pasado desapercibido entre los arqueológos (Knappet 2011).
Con todo, si bien parece evidente que las sociedades humanas son sistemas complejos adaptativos y que, en consecuencia, pueden modelizarse como redes, son escasas las
aproximaciones que proponen un acercamiento basado en
los conceptos y las herramientas desarrolladas desde este
campo (vide, por ejemplo, Bernabeu et al. e.p para el caso
del sur y el este peninsular).
En el caso concreto del intercambio, la utilización de
este enfoque permitiría comprender mejor cómo la dinámica de estas redes de interacción y su papel en los
procesos de cambio cultural en diferentes aspectos y a
distintas escalas.
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