El tabaquismo durante la gestación favorece el desarrollo de obesidad en la adolescencia ■ La obesidad es en muchos países un problema creciente de salud pública que genera una gran preocupación de las autoridades sanitarias. Desde hace ya algún tiempo se demostró que la exposición prenatal al tabaco por consumo materno es un factor de riesgo para el desarrollo de obesidad en etapas posteriores de la vida. Sin embargo se sigue desconociendo cuál es el mecanismo preciso de este efecto, aunque se sabe que la nicotina atraviesa con facilidad hacia la circulación fetal y estimula de manera inapropiada y en un periodo inadecuado a los receptores nicotínicos de la acetilcolina en un tejido nervioso en desarrollo. Se ha comprobado que el fumar durante el embarazo afecta al producto en varias formas: la nicotina induce vasoconstricción de los vasos de la placenta, lo cual lleva a una baja perfusión y un decremento del flujo de nutrientes y de oxígeno; los niveles elevados de carboxi-hemoglobina reducen la oxigenación de los tejidos del feto; la nicotina reduce el apetito materno generando malnutrición de la madre y el producto, y además causa alteraciones del crecimiento celular y de la actividad del Sistema Nervioso Central y periférico. Por otra parte se conoce que la obesidad se genera como el resultado de un desbalance energético crónico en el que el consumo de energía excede al gasto. Un consumo excesivo de grasas en la dieta puede contribuir a este desbalance y favorecer la obesidad ya que la grasa, en comparación con otros macro-nutrientes, es de una elevada densidad y eficacia energética. Desde luego que en el desarrollo de la obesidad intervienen múltiples factores: la preferencia de una dieta elevada en grasas es una conducta compleja regulada por mecanismos homeostásicos en los que participan ciertas áreas cerebrales como la amígdala, el núcleo accumbens, la corteza órbito-frontal y el hipotálamo, que intervienen en el mantenimiento del balance energético y en los mecanismos de recompensa ya que son sitios donde se integran los estímulos hedónicos que llevan al consumo y que son independientes del nivel energético del organismo. Estas mismas estructuras también participan en los fenómenos adictivos. De esta forma, al consumo materno de tabaco se le ha relacionado con cambios estructurales de los sistemas cerebrales de recompensa y con la inducción de una mayor Vol. 24, Número 2, Febrero 2013 tasa de experimentación con sustancias de abuso durante la infancia y adolescencia. Un grupo de investigadores, autores de un reciente trabajo sobre este tema, ya habían publicado previamente ciertos datos que demostraban que el consumir tabaco durante la gestación aceleraba la ganancia de peso durante la pubertad, incrementando la adiposidad general del organismo y, de manera particular, la abdominal. Como seguimiento de sus hallazgos, ahora se propusieron investigar si este riesgo de obesidad relacionado al consumo de tabaco materno se encuentra asociado a un aumento de la ingesta de grasa y a cambios estructurales en las regiones cerebrales involucradas en los procesos de recompensa. Llevaron a cabo el estudio en una muestra obtenida de la población general, que incluyó a 378 adolescentes en los que el consumo de grasas se valoró con la intervención de un nutriólogo calificado y, por medio de la resonancia magnética cerebral, se les determinó el volumen de las siguientes estructuras cerebrales: la amígdala, el núcleo accumbens y la corteza órbito-frontal. Los sujetos estudiados tenían entre 13 y 19 años de edad y se dividieron, de acuerdo al antecedente de tabaquismo materno durante la gestación, en expuestos (n = 180) y no expuestos (n = 198). La condición de exposición se definió como el tener una madre que hubiese consumido más de un cigarrillo al día durante el segundo trimestre del embarazo, mientras que la no exposición fue definida como el tener una madre que no fumó durante el año previo al embarazo ni durante éste. Sin embargo, la muestra de expuestos se conformó con hijos de madres que informaron que fumaron a lo largo de todo el embarazo. No se incluyeron sujetos con antecedentes de parto prematuro, con desprendimiento de placenta, así como tampoco con antecedentes de alcoholismo materno o de abuso de drogas. También se excluyeron a adolescentes con antecedentes de diabetes o de cardiopatías y a los que tuviesen alguna contraindicación para efectuarles estudios con resonancia magnética. Por medio de una entrevista clínica estructurada se obtuvo en todos los sujetos información sobre el tipo y cantidad de consumo de alimentos y bebidas en un día promedio. Esta información se utilizó para determinar la ingesta de grasas, carbohidratos y proteínas y para calcular el consumo calórico promedio. Se tomaron con precisión medidas de peso y estatura y el total de grasa corporal se determinó con un análisis de bio-impedancia en el que se evitó que los adolescentes consumieran café y cafeína las 24 horas previas al estudio, así como que se abstuvieran de hacer ejercicio físico intenso. Las imágenes por resonancia magnética se obtuvieron con el uso de un resonador T-1, e incluyeron el volumen cerebral total, el de ambas amígdalas, el de los núcleos accumbens y el de la corteza órbito-frontal. 15 En promedio, las madres de los sujetos expuestos fumaron11.1 cigarrillos por día a lo largo del embarazo. Las características clínico-demográficas de los adolescentes expuestos no presentaron diferencias importantes con respecto al grupo de los no expuestos. Tampoco hubo diferencias en cuanto a los hábitos alimenticios entre ambos grupos. Tal y como se esperaba, los adolescentes expuestos tuvieron un menor peso al nacimiento y periodos más cortos de lactancia. Los adolescentes expuestos presentaron un peso corporal marginalmente mayor (aproximadamente 1.7 kg), así como un mayor contenido graso del cuerpo. Estas diferencias se mantuvieron aun cuando se ajustaron un cierto número de variables que pudieran generar confusión (edad, sexo y estatura). También se mantuvieron sin cambios cuando se consideró en su análisis el peso corporal de las madres que, como se sabe, es un factor de riesgo para la obesidad del producto. Por consiguiente, los autores consideraron que la mayor adiposidad encontrada en los adolescentes de madres fumadoras (13% más en promedio) fue un hallazgo completamente independiente de la influencia de otros factores. Este dato tiene un importante impacto clínico ya que existen diversos estudios que demuestran que un incremento mayor del 9% en adolescentes aumenta el riesgo de presentar un síndrome metabólico. Además de una mayor adiposidad, los adolescentes expuestos mostraron tendencias a un consumo mayor de calorías pero no de proteínas. Estas diferencias en el consumo de carbohidratos y de proteínas alcanzaron una diferencia significativa cuando se ajustaron los factores perinatales y socioeconómicos, así como el índice de masa corporal de las madres. Con respecto al estudio volumétrico cerebral, se encontró que los expuestos tuvieron un volumen significativamente menor de la amígdala (mostrado en la figura tomada del artículo original), si bien esta diferencia sólo se observó cuando se dividió a los sujetos de acuerdo a su índice de masa corporal. Además la reducción de volumen de esta estructura se correlacionó en forma inversa con el consumo de grasas en el grupo de expuestos, pero no así en el de no expuestos (figura 1). De igual forma los expuestos tuvieron una reducción moderada del volumen del núcleo accumbens, si bien esta diferencia no alcanzó significancia cuando se hicieron los ajustes relacionados a los factores socioeconómicos y al índice de masa corporal de las madres. Tampoco se observaron diferencias entre los grupos en cuanto al volumen de la corteza órbito-frontal y al volumen cerebral total. Los 16 3150 3100 p <.001 Expuestos 3050 No expuestos 3000 2950 2900 2850 IMC> Mediana IMC> Mediana Figura 1. Volumen amigdalino total en mm3. IMC = índice de masa corporal. adolescentes del grupo de expuestos presentaron adicionalmente un patrón de mayor consumo de alcohol y sustancias adictivas, pero no así de consumo de tabaco. Estos factores no mostraron correlación con el volumen de la amígdala. Los autores concluyen que los resultados de su estudio sugieren que el tabaquismo durante el embarazo puede incrementar el riesgo de obesidad y el consumo de grasas en los hijos en el momento de la adolescencia. Consideran que este efecto puede estar mediado, al menos en parte, por la generación de cambios sutiles en las estructuras del cerebro que participan en los mecanismos fisiológicos de recompensa. Hacen referencia a que el consumo preferencial por las grasas en los adolescentes también se ha documentado en los hijos de mujeres con desnutrición gestacional, por lo que es factible que el mecanismo común sea un desarrollo anormal de ciertas zonas del cerebro. Aceptan que si bien las diferencias en cuanto al volumen amigdalino fueron moderadas, esto puede traducirse en un efecto importante si se consideran las diferencias en cuanto al número de neuronas y su probable defecto funcional global. Este estudio es un trabajo en una área de gran interés que puede favorecer el tomar medidas preventivas para evitar el desarrollo de problemas de obesidad en una buena parte de la población general. Desde luego que estos factores deberán integrarse con otros para comprender mejor los fenómenos relacionados con este problema de salud. Bibliografía HAGHIGHI A, SCHWARTZ DH, ABRAHAMOWICZ M y cols: Prenatal exposure to maternal cigarette smoking, amigdala volumen and fat intake in adolescents. JAMA Psychiatry, 70:98-106, 2013. Vol. 24, Número 2, Febrero 2013