Angel Sosa Frías (1) Con fines del Ordenamiento del Territorio, hay

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Riesgo y Vulnerabilidad en República Dominicana
Angel Sosa Frías (1)
Con fines del Ordenamiento del Territorio, hay que definir los criterios que permiten traducir
en términos económicos los efectos de los fenómenos físicos y atmosféricos de la naturaleza,
estos son: los sismos, ciclones, huracanes y terremotos y el peligro que representa. En
efecto, sólo en términos económicos se podrá expresar un común denominador de los
diferentes aspectos tomados en consideración en la ordenación del territorio y el urbanismo.
Se deberían dar a conocer las consecuencias económicas de los fenómenos naturales en
todos los sectores de la inversión: Agricultura, Ganadería, Construcciones civiles, Actividades
industriales, turismo, etc.
Si bien es cierto que los fenómenos naturales en sí, son iniciados por fuerzas mayores
incontrolables y hasta ahora algunos impredecibles, el desastre que le sigue es la generada
por la falta de previsión y de planificación de las ciudades.
La pobreza empuja a la población rural de la Republica Dominicana al cultivo y pastoreo
excesivo de las tierras. La deforestación aumenta la inestabilidad de los suelos haciéndolos
más vulnerables al poder de los sismos y desastres climáticos.
La pobreza empuja también a la población urbana a la construcción de edificaciones
informales, sin los más mínimos requerimientos técnicos y legales. La falta de una adecuada
aplicación de las leyes, genera un porcentaje alta de construcciones sin los más mínimos
requerimientos de seguridad. El hombre con su ignorancia está volviendo el medio ambiente
más propenso a los desastres y haciéndose él mismo mucho mas vulnerable.
De los sectores de la inversión, el de las construcciones civiles es el sector más vulnerable a
los terremotos, huracanes y es el que cubre todos los aspectos principales del problema
sísmico.
En la construcción, los efectos económicos no se miden únicamente por el costo de los
posibles daños que puedan causar los desastres futuros. La evaluación del costo en relación
con la probabilidad de los eventos sísmicos correspondería a los problemas técnicos que
tendría que resolver una compañía de seguros que intentase definir la cuantía de riesgos
sísmicos que tuviera que asegurar, o bien, al marco de la planificación de los riesgos de
desastres naturales exclusivamente desde el ángulo del costo de los auxilios y de la
reconstrucción.
A esto hay que añadir el costo de todas las medidas preventivas encaminadas a aumentar la
resistencia de las estructuras y el resultante de la protección sismorresistentes en la
densidad de construcción, que se manifiesta por un aumento del costo del terreno y por
tanto del costo global de la construcción, además también hay que tener en cuenta el costo
del riesgo de perdidas de vida humanas.
La cuantía del costo de los daños previstos y de las medidas de prevención depende del nivel
de prevención que se decida adoptar en función del peligro sísmico, es decir, del riesgo de
colapso que se este dispuesto a aceptar.
Es de esperar que, cuanto más robusta sea la construcción menor será el riesgo para una
magnitud sísmica dada.
A este respecto, podemos afirmar que lo niveles de riesgos aceptados implícitamente en los
reglamentos para construcción vigentes en el país, no se fundamentan en el análisis de
costos y ventajas que corresponden a los diversos grados posibles de rigor de esos
reglamentos, sino, que son mas bien, consecuencias de una tradición basada en la
observación empírica de los daños provocados por terremotos en el pasado.
Pero, por desgracia para el país, más del 90% de las construcciones existentes se edificaron
sin tomar en cuenta dichos reglamentos. Pues, a pesar de que existen desde 1979, su
aplicación es mínima debido al alto porcentaje de viviendas ilegales construidas en el país
por aficionados, debido a la falta de controles adecuados en este importante renglón.
Esta grave situación aumenta a niveles alarmantes la vulnerabilidad de las ciudades
dominicanas y horroriza pensar las consecuencias socioeconómicas actuales de un terremoto
Jóvenes y mujeres con mayor desempleo
La Oficina de Desarrollo Humano del PNUD dijo que de acuerdo a su último informe, la tasa de
desocupación
de los jóvenes entre 15 y 24 años en el período 2000-2007 ha sido, en promedio, más del
doble que entre los
mayores de 25 años; y el desempleo de las mujeres es tres veces mayor que el de los hombres.
En promedio, entre 2000 y 2007, el 58% del total de personas desempleadas está por debajo
de 29 años de
edad.
Cada año se incorporaron a la población económicamente activa unas 13,817 personas
jóvenes de entre 15 a
24 años, de los cuales solamente 2,586 encontraron empleos.
Esto significa que de los 72 mil empleos promedio que se crearon anualmente, sólo el 4% fue
ocupado por
jóvenes. De los jóvenes que están empleados la mitad trabaja en el sector informal y el 47% de
las personas
que trabaja sin remuneración son jóvenes.
Los empleos de las mujeres son también en el sector informal. Dos de cada tres está empleada
en ese sector y
mientras más elevada es la tasa de pobreza de una provincia, hay menos empleos para las
mujeres. En
general, son empleos inestables, vulnerables y poco valorados.
Además, el 45,9% de los empleos nuevos creados en el país entre 2000 y 2007 corresponde a
trabajos
domésticos, peluquerías, colmados y choferes, renglones de muy baja productividad.
En términos absolutos, de los 72 mil nuevos empleos creados en ese periodo
aproximadamente el 46% fue
creado en esas cuatro categorías. Ese dato evidencia la mala calidad de los nuevos empleos, el
escaso impacto
en el desarrollo humano y lo poco que contribuyen a lograr una inserción exitosa en la
economía mundial.
La nota de la entidd indicó que por esta razón, este informe propone políticas específicas para
impulsar el
empleo de calidad en jóvenes y mujeres así como en otros colectivos con problemas
específicos como personas
con discapacidad.
Indicó además que todos los datos se puede encontrar en el informe “Política social:
capacidades y derechos”
que publica la Oficina de Desarrollo Humano del PNUD a solicitud del Ministerio de Economía.
El documento se pondrá a circular el 9 de junio a las 6:00 pm en la Biblioteca Pedro Mir de la
UASD
LAS VÍAS por las que se transporta la caña de azúcar recogida en los bateyes hacia los almacenes
que controlan su peso marcan el limite fronterizo entre la República Dominicana y Haití, donde viven los
más pobres.
"Todas las mañanas, antes de salir el sol, desfila la turba harapienta,
maloliente -con un hambre que no se le aparta jamás-, camino del corte, como
una procesión de seres sin alma". En la novela Over, publicada en los años
cuarenta, el escritor dominicano Ramón Marrero Aristy retrató así a estos
"seres sin alma", en su mayoría inmigrantes haitianos, que sobrevivían, y
sobreviven, en condiciones miserables en los bateyes. Batey se asocia con la
pobreza y la marginación. Batey proviene de la lengua de los taínos, los
indígenas que habitaban la República Dominicana antes de llegar los
españoles. Los colonizadores convirtieron a los taínos en sus esclavos.
Muchos murieron reventados y otros se suicidaron al ver en lo que se había
convertido su vida. A nadie le gusta hablar de los bateyes. Muchos prefieren
recurrir a los eufemismos y se refieren a estos poblados donde viven los
braceros como zonas cañeras o comunidades.
A través de los ojos de Daniel Comprés, el bodeguero de "un batey sin
nombre", Marrero Aristy mostró cómo vivían los trabajadores de la caña en
los años cuarenta. "Se oye el golpe de las mochas de los peones, que en su
afán de rendir el mísero salario, trabajan de noche, rehusando dormir. Veo sus
siluetas y los golpes de sus mochas me encienden la angustia. ¡Hasta cuándo
los hombres vivirán como bestias...!".
Medio siglo más tarde, los braceros siguen trabajando como animales en las
plantaciones de caña de azúcar de la República Dominicana. La Internacional
Antiesclavista presenta su caso como un ejemplo de actividades
neoesclavistas en los umbrales del siglo XXI y remarca que su condición de
trabajadores ilegales los deja desprotegidos cuando son víctimas de abusos.
LOS BATEYES
"Cuando vi cómo era la vida en el batey me apliqué con todas mis fuerzas
para salir. Todos los días eran iguales, del alba al anochecer sin parar de
cortar. Sufriendo con la zafra, sufriendo si no había zafra. Todavía hoy cuando
visito estos lugares me estremezco". Eduard Saint-Jeanne, de la Pastoral
Haitiana, trabajó en el azúcar durante tres años nada más salir de Cabo
Haitiano. Todavía se le encoge el alma cuando recuerda aquellos tiempos,
afortunadamente lejanos.
En Santana, uno de los numerosos bateyes del complejo azucarero de
Barahona, en el suroeste de la República Dominicana, hay una casucha que
hace las veces de tienda. Su propietario se niega a dar su nombre, pero cuenta
con detalle el abandono en que viven sus parroquianos. A muchos de ellos les
falta algún dedo, nefasto recuerdo de un día de excesivo calor y trabajo a
destajo.
"Todo el que trabaja humildemente lo pasa mal. Los diputados se suben el
sueldo cada vez que pueden, pero nosotros ganamos lo mismo. Aquí sólo nos
visitan en campaña electoral", apunta este hombre que ronda la cincuentena.
Explica, digno y orgulloso, cómo algunos de sus hijos han accedido a la
universidad.
Una de sus hijas, una bellísima mulata de 18 años, ya ha sido madre de un
bebé que ya ha cumplido 10 meses. El padre es bracero. Como este año no ha
habido zafra, nomadea de conuco en conuco (pequeños huertos) para ganarse
el jornal.
LA CAÑA de azúcar es transportada en grandes contenedores hasta las refinerías. Los productos
principales que se obtienen son el azúcar de caña y el preciado ron.
El tendero y su familia casi son privilegiados comparados con los recién
llegados. Ellos son quienes peor lo pasan. Les llaman congó y viven en
barracas aún peores que las casuchas de los demás. Los congó no saben
español, se expresan en créole, una mezcla de francés y dialecto haitiano. Sin
dominar el idioma, se quedan al margen, excluidos de la sociedad dominicana.
Por eso lo primero que hizo Eduard Saint-Jeanne fue aprender a dominar el
español.
Solange Pierre, coordinadora general del Movimiento de Mujeres DominicoHaitianas, ha denunciado reiteradamente los abusos que sufren los congó.
"Viven casi a la intemperie. Nuestras comunidades no tienen luz ni agua
potable ni sistema de letrinas ni botes de basura".
La penuria se ha agravado por el declive que ha sufrido el negocio de la caña.
En la República Dominicana, donde los colonizadores españoles establecieron
las primeras plantaciones a principios del siglo XVI, corren malos tiempos
para el negocio del azúcar. Después de una zafra tardía y escasa, la que se
vivió el año pasado, ahora ni siquiera se ha podido empezar a cortar.
El Consejo Estatal del Azúcar (CEA), propietario del ingenio Barahona donde
se encuentra el batey Santana, registrará pérdidas este año valoradas en unos
8.000 millones de pesetas. Las autoridades dominicanas pretenden privatizar
totalmente el sector que en la actualidad no les proporciona más que pérdidas
y preocupaciones. El propio director del CEA, Óscar Santiago Batista, ha
reconocido la falta de solvencia económica de su empresa. El CEA controla
diez ingenios fabricantes de azúcar y emplea a unas 60.000 personas,
oficialmente reconocidas. A estos hay que sumar los invisibles, los que no
poseen papeles a uno y otro lado de La Española, y sus familias.
Los bateyes son comunidades rurales que surgieron alrededor de la industria azucarera en la
República Dominicana. Estos pueblos comenzaron a establecerse en el interior dominicano al
inicio del siglo XIX, cuando las plantaciones de caña de azúcar ampliaron el uso mano de obra
haitiana, itinerante y no reglamentada.
Hoy muchas de las plantaciones de caña de azúcar han desaparecido, reemplazadas por parcelas
de arroz, campos de tabaco, y otros cultivos. Aunque es raro que compañías contraten
trabajadores desde Haití de manera oficial, muchos haitianos continúan a inmigrar a la República
Dominicana para buscar trabajo en la agricultura y en la construcción. Los bateyes han
permanecido, aunque prácticamente ha desaparecido el poco apoyo que recibían de las
compañías azucareras y del Consejo Estatal de Azúcar. Los bateyes siguen teniendo una gran
presencia haitiana y no han dejado de ser unas de las comunidades más empobrecidas y
aisladas en toda la República Dominicana.
Batey Libertad es una comunidad en la provincia de Valverde de la República Dominicana, a poca
distancia del municipio de Esperanza. La población del batey oscila entre 500 y 1000 habitantes,
dependiendo de la época del año, ya que muchos emigrantes se trasladan según la temporada
agrícola. La comunidad está compuesta por haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana y
no haitiana. Los residentes de Batey Libertad trabajan en el cultivo de arroz, tabaco, tomates,
frijoles, y plátanos. Algunos trabajan en las fábricas de la zona franca de Esperanza, y otros
encuentran empleo temporario en proyectos de construcción. Batey Libertad es una comunidad
empobrecida, con acceso limitado a agua limpia, letrinas, atención médica, y fuentes de ingreso
fijas.
Universidad Técnica Particular de Loja
Pequeños emprendimientos productivos que explotan las potencialidades
territoriales en el cantón Yacuambi, en base del desarrollo de sustentos
ambientales, educativos y de salud
Objetivo General
Apoyar al mejoramiento de las condiciones de vida de la población del cantón Yacuambi a través del
fomento de actividades productivas, sociales, ambientales, organizativas y de salud desde la participación
comunitaria y del gobierno local.
Objetivos Específicos
a) Mejorar el uso y manejo de los recursos naturales tomando como herramienta la zonificación ecológicaeconómica que permita la gestión del desarrollo integral del Cantón Yacuambi y a su vez orientar las
decisiones políticas, los planes de desarrollo parroquial y cantonal así como su ejecución, coherentes con
los componentes del desarrollo sostenible.
b) Contribuir al progreso económico de la población del cantón Yacuambi mejorando el nivel de vida de
los habitantes a través del desarrollo y fortalecimiento sostenible de sus condiciones productivas y
organizativas, teniendo en cuenta las circunstancias de vida actuales así como las prioridades de los
beneficiarios.
c) Aportar al mejoramiento de las condiciones de salud e higiene a través de estrategias que permitan un
cambio conductal en la población del cantón.
d) Fortalecer las capacidades de educación en el cantón como eje transversal de cualquier programa de
intervención y apoyo para el desarrollo de los pueblos
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