devolver la polis a la ciudad

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Ciudadanía, Espacio Público y Temor en Chile.
LUCIA DAMMERT
RODRIGO KARMY
LILIANA MANZANO
(Versión preliminar Julio, 2004)
Comentarios y sugerencias a luciad@terra.cl
1
INDICE
INTRODUCCION....................................................................................................................................3
CAPÍTULO I: LA COTIDIANEIDAD DEL TEMOR.......................................................................11
1. EL TEMOR ¿ES ANCHO Y AJENO?: LA “ZONA DE INDIFERENCIACIÓN” POR EXCELENCIA......................12
2. LA PERCEPCIÓN DE AMENAZA ............................................................................................................14
3. LA PERCEPCIÓN DEL RIESGO ...............................................................................................................15
4. ¿ES POSIBLE CONSTRUIR CIUDADANÍA DESDE EL TEMOR, Y LAS PERCEPCIONES DE RIESGO Y
AMENAZA? .............................................................................................................................................17
CAPÍTULO II: ESPACIO PÚBLICO...................................................................................................21
1. ¿ESPACIO PÚBLICO = ESPACIO POLÍTICO? ..........................................................................................22
Fragmentación Urbana y Foraneidad. ..............................................................................................22
Agorafobia Urbana............................................................................................................................27
2. LA DESAPARICIÓN DEL “ESPACIO DE APARICIÓN”...............................................................................32
3. EL LABERINTO DE LA SOLEDAD: CRISIS DE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO ..............................................38
CAPÍTULO III: EL IMPACTO DEL TEMOR EN LA CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA41
1. LO PÚBLICO: DE LO REFERENTE A LO VIVENCIAL ................................................................................43
El papel de los medios en la instalación de la seguridad como problema público..............................50
2. DESCONFIANZA CIUDADANA ..............................................................................................................57
Instituciones: crisis de legitimidad ...................................................................................................58
Vecinos: El barrio ha muerto. ...........................................................................................................67
3. CIUDADES SIN CIUDADANOS: EL TEMA DE LA PARTICIPACIÓN............................................................71
4. LA VICTIMIZACIÓN .............................................................................................................................82
Los umbrales de la victimización y sus diversas formas ...................................................................82
Las reacciones frente al hecho delictual.............................................................................................90
Imputación de culpabilidad en relación con la victimización ...........................................................94
5. MECANISMOS PARA ENFRENTAR EL PROBLEMA DE LA SEGURIDAD ....................................................96
Seguridad privada v/s seguridad pública, el papel de Carabineros .................................................104
El Municipio como principal oferente de soluciones inmediatas ....................................................108
El rol de la “Paz Ciudadana”..........................................................................................................110
En la búsqueda de soluciones de largo plazo...................................................................................111
IV. A MODO DE CONCLUSIÓN .....................................................................................................113
BIBLIOGRAFÍA....................................................................................................................................116
ANEXO METODOLÓGICO ..............................................................................................................119
2
INTRODUCCION
El presente libro tiene por objetivo proponer una relectura del concepto de ciudadanía
e indagar en su relación con la seguridad ciudadana. En las últimas décadas el tema de
la seguridad ciudadana en América Latina y en especial en nuestro país ha sido
abordado desde una perspectiva centrada en la criminología, con especial énfasis en la
elaboración de diagnósticos que permiten avanzar en la identificación de problemas,
desafíos y, sobretodo, políticas públicas que pueden disminuir su intensidad. Si bien
esta es una tarea aún incipiente, se torna evidente que la inseguridad tiene implicancias
diversas, siendo la más importante la de sus efectos sobre la calidad de vida de los
habitantes de las principales ciudades del mundo.
En especial nos interesa resaltar el impacto que tiene el nuevo discurso/realidad de la
inseguridad en la conformación de una ciudadanía activa. Es decir, en este volumen
nos proponemos indagar el impacto que tiene la inseguridad como tema/problema en
la consolidación democrática, consolidación que depende del fortalecimiento de la
ciudadanía entendida como actor político en el espacio público.
Si bien, la experiencia chilena del retorno democrático y la calidad de vida en sus
principales ciudades son dos hechos ampliamente reconocidos; diversos estudios
establecen la necesidad de enfrentar el malestar social (PNUD, 1998) caracterizado en
la pérdida de la confianza interpersonal y en las instituciones, el debilitamiento del
vinculo social y del sentido de pertenencia, y en general en el resquebrajamiento del
“nosotros”. Este malestar social se traduce en discursos ciudadanos constituidos por
temores generales al otro, a la exclusión y al sinsentido (Lechner, 2003). Uno de los
resultados de estos fenómenos es la construcción social de la inseguridad en la
población que tiende a consolidar el círculo vicioso del malestar social.
En este sentido, uno de los principales desafíos para la construcción de comunidades
más fuertes y menos temerosas es mejorar el entendimiento sobre tres conceptos
centrales en esta dinámica: Espacio público, ciudadanía y temor. Esta es justamente la
tarea de este texto, que además presenta un breve debate sobre las implicancias y
definiciones de estos conceptos, así como las interrelaciones que se establecen entre
ellos.
3
El marco conceptual
Uno de los pilares conceptuales de nuestra investigación es el ciudadano, concepto que
para ser definido requiere de una breve sistematización de las diversas perspectivas de
análisis. En la Grecia clásica se elaboró el concepto de Polis, que se define como el
ámbito específico de lo humano que posibilita el comportamiento ciudadano; espacio
donde las relaciones entre los hombres no se caracterizan por la
necesidad o su
orientación hacia la esfera doméstica, sino por su carácter público-político. De esta
manera, es en la polis donde se juega la virtud, en tanto virtud pública, es decir,
aquella que se preocupa de los asuntos de la ciudad.
Un punto a ser enfatizado es que la existencia cotidiana tiene como centro la política,
entendida como la actividad que posibilita el despliegue de todas las demás
actividades y esferas. Así, el griego es ciudadano (zoon politikon) en la medida en que
tiene derecho a la deliberación en los asuntos públicos, y por lo tanto, acepta sólo la
autoridad de la ley1 que ha sido públicamente auto-instituida. Sólo posteriormente, a
partir de la influencia de Platón, el Estado pasa a ser entendido como espacio de lo
técnico, donde el saber (en la figura del filósofo) constituye la garantía que posibilita el
actuar político (Chatelet, 1991).
Pero, ¿Cuál es la diferencia esencial entre la noción de polis griega y el pensamiento
moderno? La diferencia central es la aparición de un sujeto por esencia libre, soberano
y diferente del mundo exterior (Hegel, 1998). Justamente el reconocimiento de la
libertad natural obliga a Hobbes a introducir al Estado Soberano como poder absoluto
sobre esas individualidades2. Así, la restricción ejercida por el Estado tiene como
En este contexto los derechos esenciales de todo ciudadano son dos: igualdad ante la ley e
igualdad de palabra. Si hay igualdad ante la ley como de palabra, entonces la política no se
reduce a una actividad profesional, sino, por el contrario, es la actividad central que todo
ciudadano desarrolla de modo inherente. De esta manera, la acción política no se limita a la
elección de determinados representantes como ocurre en las democracias modernas, sino que
actúa de modo ampliado para exigir cuentas a sus elegidos. Asimismo, cualquier ciudadano
puede ejercer un cargo público por un espacio de tiempo determinado. En este sentido, la
ciudadanía griega consiste en poseer el derecho de participar y deliberar en los asuntos
públicos.
2
En este sentido, Hobbes señala: “La causa final, fin o designio de los hombres (que
naturalmente aman la libertad y el dominio sobre los demás) al introducir esta restricción sobre
sí mismos (en la que los vemos formando Estados) es el cuidado de su propia conservación y,
por añadidura el logro de una vida más armónica; es decir, el deseo de abandonar esa miserable
condición de guerra” (Hobbes, 1998, p 137).
1
4
objetivo la conservación de cada una de las individualidades que, dejadas en su
condición de absolutamente libres, perpetuarían la “miserable” condición de la guerra
de todos contra todos (Hobbes, 1998). De esta forma, la ciudadanía en un sentido
moderno parte de la existencia de un sujeto que introduce la noción de representación,
lo que lleva a las democracias modernas a limitar la discusión de los asuntos públicos:
ya no competen a la totalidad del pueblo sino a los representantes, y por ende, los
primeros sólo ejercen su voto de manera formal. Como señala López “La democracia
moderna reposa sobre la soberanía, no del pueblo, sino de los ciudadanos” (1997, p.
46).
A partir de este marco, entendemos la ciudadanía como ejercicio al interior de la
comunidad política, que posibilita, brinda sentido y legitimidad a la toma de
decisiones colectivas respecto de cualquier asunto público. Si la ciudadanía es un
ejercicio, entonces ésta se sostiene desde la acción (Arendt, 1993) y está en la fundación
de toda ciudad.
Por otro lado, la ciudadanía brinda sentido ya que abre el “espacio de aparición”
(Arendt, 1993), y por lo tanto el campo de la historicidad, lo cual inicia y construye
sentido, dirección, una ley por la cual regirse. En tercer lugar, la ciudadanía otorga
legitimidad en la medida en que la construcción del sentido se inicia desde la
aceptación colectiva que permite efectivizar la ley en la comunidad. En síntesis, la
ciudadanía es la construcción misma de toda ciudad, ejercicio permanente que
despliega la pluralidad y la igualdad entre sus miembros. Por ende es un concepto que
hace referencia a lo colectivo, involucrando la presencia del conflicto y la necesidad de
desarrollar una vocación activa (Borja, 2003) que lleve a los habitantes de las ciudades a
convertirse en ciudadanos cotidianamente.
El concepto de sociedad civil se relaciona directamente con el de ciudadanía, si bien
“(...) frecuentemente lo han utilizado como sinónimo de privatizaciones implicando
con ello, la apertura del mercado y la limitación estatal” (Eberly, 2000, p 5), otros
autores la consideran “(...) sinónimo de una búsqueda de civilidad.” (Eberly, 2000, p
5). Como parte de la sociedad civil mencionada se pueden encontrar organizaciones
5
sociales, asociaciones de voluntarios, grupos de derechos civiles, y en general, todo
tipo de forma voluntaria de asociación.
Ahora bien, ¿qu[e funciones cumple la sociedad civil en la conformación de
ciudadanía? Para Eberly, ésta cumple al menos tres funciones: “(...) mediar entre el
individuo y las grandes estructuras del mercado y el Estado, atemperando las
tendencias negativas asociados con cada uno; crear capital social; e impartir valores y
hábitos democráticos.” (2000, p 7). Tiene una, además, una función formadora de
virtudes públicas, más no es propiamente el espacio donde esas virtudes se despliegan.
En este sentido, y siguiendo a Habermas, es necesario señalar que posibilita a la
ciudadanía, en tanto la estructura formal del poder estatal (Bethke, 2000) requiere de su
institucionalización en esa misma sociedad civil. Lo que nos interesa rescatar, entonces,
es a la sociedad civil en sus múltiples manifestaciones y cómo ésta trabaja por debajo
de la esfera política. Por ende, es posible sostener que es en los movimientos
ciudadanos donde se pone en juego una efectiva forma de ciudadanía.
Para nuestra investigación definimos sociedad civil como la esfera constituida por
redes sociales que operan en la socialización del individuo y que le posibilitan entrar a
la comunidad política, en la medida en que lo ingresan a ciertas normas de intercambio
civil. La sociedad civil opera como la mediación entre el individuo y su comunidad
política. Ahora bien, es importante rescatar que la sociedad civil así comprendida tiene
una amplia gama de elementos diferenciados entre los cuales rescataremos cuatro: En
primer lugar, la asociatividad civil, comunitaria y popular, denominación bajo la cual
se encuentran todos los grupos y asociaciones organizada en torno a objetivos de
interés mutuo; como por ejemplo las juntas de vecinos, organizaciones sindicales, etc.
En segundo lugar, las O.N.G.´s, las cuales se caracterizan por movilizar recursos
económicos de manera solidaria, invirtiendo recursos en programas sociales. En tercer
lugar las instituciones educativas, sean colegios o universidades u otros centros
educativos de formación, encauzan la sociedad civil al desarrollarse en ellos procesos
de socialización, por medio de los cuales se transmite y se retroalimenta la cultura. Por
último, los medios de comunicación que difunden información y posibilitan la libertad
de información necesaria para toda sociedad democrática, fortaleciendo (o en su
defecto, limitando) a la sociedad civil.
6
A partir de este marco conceptual emerger las principales hipótesis de nuestro estudio
son: En primer lugar es necesario distinguir entre la sensación de temor, la percepción
de riesgo y de amenaza que experimentan los sujetos. Si bien estos conceptos son
utilizados en forma indistinta, apelan a hechos diferentes lo que a su vez genera
consecuencias diversas. Así, cada uno de ellos impacta de variadas formas sobre los
ciudadanos y sus actitudes cotidianas. En segundo lugar, consideramos que el
abandono del espacio público es un elemento erosionador de la ciudadanía ya que
limita los espacios de comunicación e interacción entre los sujetos. Finalmente, la
relación entre el temor, riesgo, amenaza y la conformación/erosión de la ciudadanía
tiene un carácter bidireccional. Así, la erosión del rol ciudadano se presenta como un
efecto de su aumento o como un síntoma que permite su incremento. De igual manera,
partimos de la necesidad de abarcar esta temática desde una perspectiva cualitativa
que ponga énfasis en el “descubrimiento” (en el doble sentido de mostrar y de
encontrar) de diversas aristas de la problemática que se no pueden ser aprehendidas
con las técnicas tradicionales de análisis estadístico.
La metodología
En otras palabras, el reconocimiento del aumento de la criminalidad y de la sensación
de temor en la población chilena en la última década, ha evidenciado la necesidad de
estudios académicos que puedan avanzar en el análisis de dichas problemáticas.
Debido a la carencia de interpretaciones basadas en evidencia empírica sobre las
características del fenómeno, a fines de los 90s comenzaron a realizarse algunos
estudios ligados, especialmente, con información estadística recogida en las encuestas
de victimización. Así, la creación de instrumentos estadísticos tales como el índice de
temor de la Fundación Paz Ciudadana3 y las encuestas de victimización realizadas por
el Ministerio del Interior4 han sido las bases para diversos estudios (Dammert y
Lunecke, 2002; Manzi y Helsper, 2002; Fundación Paz Ciudadana, 2003; Dammert y
Malone, 2003). A partir de los cuales se ha podido avanzar en la caracterización de la
victimización y del temor en Chile, y respecto de las diferencias que presentan los
grupos poblacionales en relación a estos fenómenos.
3
4
Sobre el índice y los resultados periódicos generados por el ver: www.pazciudadana.cl
Para mayor información sobre la encuesta ver: www.seguridadciudadana.gov.cl
7
No obstante el importante aporte entregado por los estudios empíricos mencionados
previamente, aún existen aspectos del problema que no pueden ser respondidos
únicamente a través del enfoque cuantitativo, tales como las diferencias en la
manifestación social del temor entre grupos poblacionales, pero sobretodo la magnitud
y el alcance de sus efectos en la sociedad chilena actual.
De esta forma, consideramos necesario avanzar en la investigación de estos temas por
medio de la utilización de metodología cualitativa. Ahora bien, los supuestos
epistemológicos y teóricos implicados en esta opción metodológica, tienen relación con
una mirada fenomenológica de la realidad social a estudiar, lo que implica afirmar que,
más allá de la manifestación sicológica del fenómeno del temor, existe una
construcción social del mismo, hecha por los sujetos a partir de un contexto social
particular. En este sentido, el comprender los significados que los actores sociales
atribuyen al fenómeno, la influencia de factores socioculturales en la vivencia del
mismo y la multiplicidad de realidades que asumen, es fundamental para el abordaje
del tema (Patton, 1990). De manera similar, el interaccionismo simbólico señala que la
realidad sólo puede ser comprendida a partir de los significados que las personas
(individual y colectivamente) atribuyen a los objetos, lo que significa que las relaciones
sociales están basadas en un intercambio de interpretaciones mutuas. Es decir, que los
actos sociales se construyen a través de un proceso en el cual los individuos perciben,
interpretan y se enfrentan a las situaciones (Blumer, 1982).
En otras palabras, la metodología cualitativa tiene como orientación el captar, analizar
e interpretar los aspectos significativos de la conducta y de las representaciones de los
sujetos y/o grupos investigados (Orti, 1991). Convirtiéndose el discurso en el objeto
central de la investigación. Aunque, al igual que en la metodología cuantitativa, la
observación del objeto es un proceso de producción de datos, datos que son
lingüísticamente producidos, es decir mediados (Beltrán, 1991).
Ahora bien, los discursos que se obtienen por medio de las técnicas cualitativas hacen
emerger relaciones de sentido complejas y difusas, las que sólo pueden ser
comprendidas dentro de su propio contexto global y concreto. Pese a todo, al crear una
situación de autentica comunicación, la aproximación cualitativa permite alcanzar lo
multidimensional, dialéctico y contradictorio del discurso, superando al dato espurio
8
que se consigue a través de las respuestas estereotipadas de las encuestas estadísticas.
(Beltrán, 1991)
Bajo dichos supuestos teóricos y metodológicos, el presente libro reúne los resultados
de la investigación “El impacto del temor, la percepción del riesgo y amenaza en la
construcción de ciudadanía en Chile” que se desarrolló entre junio 2003 y abril 2004 en
el Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana de la Universidad de Chile. Su
contenido se organiza en cuatro capítulos: El primero presenta las principales
características de la temática del temor en nuestra sociedad, aportando con una
discusión sobre la conceptualización misma del temor, la percepción de riesgo y de
amenaza, con las diferencias y semejanzas que conllevan. Además de la revisión
conceptual, este capítulo incluye una breve caracterización de la situación en nuestro
país, así como los desafíos que estas temáticas imponen a la consolidación de la
ciudadanía.
El segundo capítulo se articula a partir del debate sobre el espacio público, entendido
como espacio de acción política permanente de los ciudadanos. Sin embargo, su
carácter polisémico implica una diversidad de interpretaciones que no necesariamente
acuerdan con la propuesta en nuestro marco de análisis. No obstante estas diferencias,
este capítulo analiza las características generales de la vida urbana actual caracterizada
por la foraneidad y la agorafobia de sus habitantes. Esta situación demuestra una
evidente crisis de la tradicional división entre público y privado que apela a una
resignificación del concepto en general.
El tercer capítulo avanza en el análisis de la información cualitativa relevada durante la
investigación con relación al impacto del temor en la construcción de ciudadanía. Este
análisis se realiza en cinco grandes temáticas que van desde una resignificación de lo
público y el rol de los medios de comunicación en la instalación de la seguridad en la
agenda pública. Una segunda temática se vincula con la desconfianza ciudadana no
solo hacia las instituciones gubernamentales, sino también hacia los otros ciudadanos.
Un tercer tema central de nuestro análisis es la participación comunitaria, temática que
es
evocada
cotidianamente
como
elemento
dinamizador
de
la
seguridad.
Seguidamente, se analiza la victimización directa, vicaria y mediática debido a que es
un factor reconocidamente importante en la generación de sensación de inseguridad,
9
temor y riesgo en la población. Por último, se incluye un análisis de los mecanismos
utilizados por la población para enfrentar el tema de la seguridad. Estos varían desde
la importancia del actor municipal, la seguridad privada y otros actores vinculados con
la temática que se adentran en el discurso ciudadano con una magnitud interesante de
analizar.
En la sección final se incluyen las principales conclusiones de la investigación. Estas
tienden a avanzar en un conocimiento cualitativo de la problemática con dos efectos
importantes. Por un lado, intensifica el conocimiento de una problemática
ampliamente tratada pero poco analizada rigurosamente; y por otro lado contribuye al
diseño de políticas públicas localizadas efectivas.
10
CAPÍTULO I: LA COTIDIANEIDAD DEL TEMOR5
En la actualidad, en nuestro país vivimos un complejo escenario que se desenvuelve
sobre la temática de la “seguridad para todos” (Tudela, 1998), caracterizada en primer
lugar por un creciente aumento del sentimiento de inseguridad en la ciudadanía, “(...)
vinculado al incremento de un tipo de delincuencia y a la aparición de nuevas formas
de criminalidad (...)” (Tudela, 1998, p 363). En segundo lugar, por las repercusiones del
delito en la vida cotidiana, afectando sobretodo a un sector de la sociedad, sector
claramente identificado y vulnerable (Tudela, 1998; Dammert y Lunecke, 2003). En
tercer lugar, caracterizadas por la sensación de impunidad de la población frente a
instituciones de control (Policía y especialmente Justicia) vistos como ineficaces en su
accionar.
Santiago es considerada una ciudad con temor. Esta situación ha sido analizada
cuantitativamente por diversos estudios que destacan los pronunciados niveles de
temor de ciertos sectores de la población (Manzi y Helsper, 2003; Dammert y Lunecke,
2003; FPC, 2004). Estos estudios muestran también la brecha existente entre dichos
niveles de temor con la victmización personal y/o vicaria; es decir se reconoce el rol
que juegan otros factores gatillantes del temor en la población. Es así como el
imaginario ciudadano coloca a la seguridad como una de las prioridades centrales de
la agenda pública (CEP, 2004). Pero, como hemos señalado previamente, el temor a la
delincuencia es muchas veces un recurso discursivo que “nombra” otros temores
sociales (PNUD, 1998, Lechner, 2003). De esta forma, encontramos que la población
vive en una situación de amenaza frente a hechos y/o personas que les pueden
infringir un daño. Sin embargo, cuando se analiza este tema se hace de forma simplista
sin conceptualizarlo de manera rigurosa.
5
Para conceptuar “el temor” es preciso una consideración preliminar. En la presente investigación se
preferirá la designación “temor” y no “miedo” puesto que el primero referiría a una situación permanente
y no necesariamente objetiva, aunque operaría objetivándose en alguna figura como ocurre en Chile con
el “delincuente común”. El “miedo” por el contrario, daría cuenta de una situación objetiva y no
permanente. Por estas diferencias preferimos coincidir con la literatura internacional y optar por el
concepto de “temor” aunque cuando en las diferentes citas presentadas a continuación se mencione
“miedo” las asumiremos semánticamente como “temor”.
11
Por ello, “todos los conceptos relevantes en el debate están muy poco teorizados”
(Hollway, 2001, p 256). En este contexto, a continuación proponemos definiciones y
caracterizaciones aún provisorias de temor, percepción de riesgo y amenaza
respectivamente, por ser estos temas centrales para nuestra investigación; luego, para
cerrar el capítulo revisamos como el desarrollo de estos procesos afectan a la
construcción de ciudadanía en América Latina y, particularmente, en Chile
1. El temor ¿es ancho y ajeno?: la “zona de indiferenciación” por excelencia
El temor es una construcción social siempre presente en los individuos, aunque en las
últimas décadas, con la globalización y los procesos modernizadores que ésta trae
aparejada, se ha magnificado; produciéndose la pérdida de la seguridad ontológica
(Giddens, 2000) que tenían los individuos respecto de su vida cotidiana. En éste
sentido, si bien el temor aparece de modo específico en la llamada sociedad del riesgo
(Beck, 1984) tiene claramente una profunda raigambre cultural. Al respecto Barbero
señala que “los miedos son clave de los nuevos modos de habitar y de comunicar, son
expresión de una angustia más honda, de una angustia cultural que proviene, en
primer lugar, de la pérdida de arraigo colectivo de las ciudades.” (Barbero, 2000, p 24).
Es interesante lo que señala Barbero pues muestra el movimiento de exclusión de la
polis y simultáneamente, cómo el temor no es exclusivamente un sentimiento
psicológico, sino que revela una hendidura cultural propia de la constitución de las
sociedades modernas, donde la emancipación tecnológica ha intervenido en las
relaciones más íntimas del mundo vital.
De igual manera, el temor se correlaciona de modo directamente proporcional con la
percepción de riesgo de los individuos (Hollway y Jefferson, 2001); entendiéndolo este
de forma integral, esto es, por medio de variables socio-políticas. Por ende el temor no
es pura percepción, en tanto proceso cognitivo de un individuo, sino más bien una
construcción política. Así, el temor en las sociedades actuales no puede considerarse un
mero constructo psicológico, sino que debe ser entendido como un concepto sociopolítico (Hollway y Jefferson, 2001) y cultural (Barbero, 2000).
Ahora bien, el temor es siempre temor a un objeto conocido. La sociedad no puede
prescindir de enemigos identificables a los cuales combatir. En este contexto, como
12
proponen Hollway y Jefferson, en “la era de la incertidumbre, los discursos que
prometen la resolución de la ambivalencia produciendo víctimas identificables y
villanos malvados (...) así, la figura del criminal se vuelve un conveniente folklore
demoníaco y el discurso del miedo al crimen un lugar satisfactorio que permite
ampliar las ansiedades” (2001, p. 265). Así, en una sociedad que prioriza el riesgo y
que carece de seguridad ontológica la objetivación de figuras esteriotipadas en que
aparece la víctima por un lado y el criminal demonizado por otro, resulta un discurso
conveniente en la medida en que identifica el foco que es preciso combatir, y promete
con ello la resolución del crimen (PNUD, 1998).
La figura del delincuente no es sino la objetivación de un otro identificable. Sin
embargo, esta objetivación obedece a una angustia más profunda -señalada
previamente por Barbero-. Es importante la noción de angustia (Freud, 1990), en tanto
ésta refiere a un proceso diferente que el temor: la angustia sobreviene ante la amenaza
de la destrucción del yo, pero la amenaza no es visible. Si ante la posibilidad (real) de
la destrucción del centro sobreviene la angustia, entonces -siguiendo a Barberopodríamos pensar que la pérdida del arraigo colectivo de las ciudades suscita angustia,
la cual se objetiva como el temor al otro. Es decir, la llamada agorafobia urbana. La
pérdida de todo centro, en último término, la pérdida de la Ciudad, está basada en la
angustia y en su objetivación como temor al otro.
En este sentido, reconocemos dos momentos de un mismo movimiento. Primero, el
surgimiento de la angustia cultural, y segundo, su objetivación como temor al otro. En
este
sentido,
“(…)
el
miedo
es
siempre
una
experiencia
individualmente
experimentada, socialmente construida y culturalmente compartida.” (Reguillo, 2000,
p. 189). Así, como el mismo autor reconoce, se construyen ciertas prácticas
estandarizadas para responder al temor, es decir, se hace de éste una institución que
como tal tiene normas de acción, pasos a seguir y objetos relativamente identificados a
los cuales combatir (Reguillo, 2000).
En síntesis, en el marco de nuestra investigación entendemos por temor al sentimiento
experimentado concreta e individualmente, que se dirige al otro como objeto y cuya
génesis se puede encontrar, de modo más profundo en una angustia sociocultural. Si
13
bien el temor se concretiza individualmente, se construye socialmente y se comparte
culturalmente6.
2. La percepción de amenaza
Ahora bien, si el otro es alguien a quién es preciso combatir, entonces significa que éste
lleva en sí mismo la amenaza. ¿Qué es lo que este otro estaría amenazando y por lo que
se hace peligroso? María José López, refiriéndose a la discrepancia entre los hechos
delictuales y su excesiva preocupación7 en nuestro país, señala: “Esta discrepancia
entre hechos y preocupaciones sobre todo bajo la forma del incremento del miedo,
puede ser expresión de un fenómeno mucho más profundo, que dice relación con
inseguridades básicas, aquellas provocadas por el debilitamiento del vínculo social, del
sentimiento de comunidad y finalmente de la noción de orden. En este caso el miedo a
la delincuencia sería una metáfora de nuestra indefensión social producto de la pérdida
de vínculos sociales y comunitarios significativos.” (López, 2002, p. 5). En este sentido,
la percepción de amenaza es la disposición de este otro objetivado en la figura del
delincuente, que como tal, revela la indefensión social de la sociedad del riesgo (Beck,
1984). Por ello, la amenaza tampoco es un concepto puramente psicológico, sino más
bien es el resultante de la objetivación de la figura del delincuente.
En otras palabras, en la medida en que existe un debilitamiento de la noción de orden
(López, 2002), los lugares comunes desaparecen, y en ello, se articula el otro no solo
amenazante, sino también desterritorializado. Como consecuencia de ello la
prevención se puede realizar en todo territorio, prevención que invoca a los
dispositivos de seguridad para resguardar aquello que ya no parece posible sostener, a
saber, el orden que de una u otra forma se erigía como garante de toda propiedad.
El discurso “la ocasión hace al ladrón” es la suposición de que el acto delictivo opera
bajo una racionalidad de costos y beneficios. A decir de Barros, en muchos casos se
afirma “simplemente que el delincuente elabora, de algún modo, su experiencia con
6
Si bien la definición dada tiene un carácter teórico general, es necesario considerar que el significado
del temor dependerá del sexo (masculino-femenino), del contexto (hogar, barrio, comuna), de la emoción
implicada (sea temor, con rabia, tristeza, etc.) y del discurso del temor (por ejemplo el discurso que dice
que el problema delictual está empeorando en el barrio, etc.) (Hollway y Jefferson, 2000)
7
Se refiere a la tesis de Ramos y Guzmán en “La guerra y la paz ciudadana”, Editorial Lom, 2000
14
miras a aprovechar las oportunidades que se le ofrecen.” (Barros, 2003 p. 14). En este
sentido, la percepción de amenaza potencial del otro no es otra cosa que un imaginario
social (Castoriadis, 2000), que articula y moviliza a una sociedad. Es en base a éste
imaginario que surge la percepción de amenaza en la construcción del otro como
enemigo al cual es preciso temer, lo que revela no la fortaleza del otro, sino más bien la
fragilidad de uno mismo que no puede tolerar la alteridad.
En síntesis, por percepción de amenaza entendemos la percepción subjetiva respecto
del otro, en tanto ésta se construye con la imagen de potencial destructor del yo y ante
el cual éste no experimenta salida alguna, quedando en la indefensión y al arbitrio del
otro. Por tanto, la percepción de amenaza es condición del temor.
3. La percepción del riesgo
Este concepto se asocia con los postulados del sociólogo alemán Ulrich Beck, para
quién las sociedades industriales clásicas que dieron sustento a la Modernidad han
cambiado radicalmente convirtiéndose en sociedades del riesgo (1984) –tema al que se
ha hecho mención anteriormente-. Al respecto señala “(…) mientras que en la sociedad
industrial la “lógica” de la producción de riqueza domina a la “lógica” de producción
de riesgos, en la sociedad del riesgo se invierte esta relación (...)” (1984, p 19).
En este sentido, si para la sociedad industrial el signo característico era la “miseria”,
para la sociedad del riesgo es el “miedo”. El miedo, o más bien, el temor va a suponer
el concepto de riesgo, en la medida en que éste caracteriza a una nueva sociedad que
ha emergido desde la realización de la sociedad industrial. A decir de Beck: “En lugar
de la supresión de la carencia aparece la supresión del riesgo.” (1984, p. 53). Si las
prioridades de la modernización han cambiado es porque su sistema de valores
también lo ha hecho: “El sueño de la sociedad de clases significa que todos quieren y
deben participar en el pastel. El objetivo de la sociedad del riesgo es que todos han de
ser protegidos del veneno.” (Beck, 1984, p. 55). Veneno, que puede adquirir diversas
formas y que, sin embargo, posibilita la creación de una comunidad: la comunidad del
miedo. En consecuencia, la sociedad en que vivimos es intrínsecamente insegura, nada
parece estar en su lugar, y todo está en permanente riesgo de fallar y extender sus
daños a una gran cantidad de población, sin importar sus características.
15
En este mismo sentido, Hollway y Jefferson intentan mostrar cómo la tensión propia de
las sociedades modernas se constituye en una realidad psicológica. Para ello, hacen uso
de varios modelos sociológicos sobre la idea que las sociedades modernas se
constituyen de modo permanente, en el intento de asegurar el orden. Intento fallido,
pues él mismo desataría la catástrofe que se aprestaría remediar. Así, el “deseo de
certeza” (Hollway, Jefferson, 2001) propio de la Modernidad como época, ya no se
resolverá desde una filosofía trascendental, sino desde la constitución de un
pensamiento operacional (Heidegger, 2000)8. La emancipación de la esfera técnica
surge, entonces, para aplacar la inseguridad inherente a la Modernidad.
El punto esencial, es que el riesgo se configura como condición propia de las
sociedades modernas constituidas desde la inseguridad, y por ende contribuye en la
instalación del temor. Ya que como dijimos, este último no es una categoría psicológica
abstracta, sino que se contextualiza y adquiere sentido, en el marco de la sociedad del
riesgo. Como señalan Holloway y Jefferson: “La importancia de los argumentos de
Beck para nosotros es que el riesgo es considerado como omnipresente en la
modernidad tardía.” (Hollway, Jefferson, 2001, p.258). Es por ello, que toda
conceptualización del temor ciudadano, necesariamente debe pasar a considerar el
riesgo como cuestión central de las sociedades contemporáneas. En este contexto, el
riesgo “se sustituye para describir la potencial amenaza.” (Stanko, 2000, p 26), es decir
toda posición de desventaja y posible daño al individuo.
Así definimos percepción de riesgo como aquella que configura el mundo desde una
inseguridad en todos los niveles, donde el temor y la percepción de amenaza pasan a
ser sentimientos fundamentales de los individuos y las comunidades. Además,
afirmamos que la sociedad del riesgo implica el temor, sin embargo éste emerge en un
segundo momento, cuando se ha objetivado la angustia cultural en relación a un otro
específico.
8
La técnica no es incompatible con la metafísica, sino como mostrará Heidegger, es su propia
consumación. Ver texto del autor: “La superación de la metafísica”. En: Heidegger, Martin (2000)
Conferencias y Artículos. Editorial Odós, Madrid.
16
4. ¿Es posible construir ciudadanía desde el temor, y las percepciones de riesgo y
amenaza?
Intentar contestar a nuestra provocación/título de esta sección es una aventura en sí
misma, para lo cual es necesario considerar y relacionar las definiciones explicitadas
previamente. Si consideramos que la sociedad del riesgo descrita por Beck (1984) es la
realización misma de la época moderna, la ciudadanía en tanto ejercicio permanente de
la vida de un pueblo, estaría en crisis. ¿En qué consiste ésta crisis? Desde Arendt,
podemos decir que la ciudadanía está en crisis, en la medida en que la esfera social ha
“colonizado” a la política, situación que se evidencia
en el surgimiento de la
burocracia y la sociedad de masas. Si esto es así, entonces el “espacio de aparición”
propio de la ciudadanía, como ejercicio, estaría intervenido tecnológicamente. En este
sentido, Borja señala: “El movimiento moderno en la primera mitad de siglo y las
políticas públicas en la segunda mitad han configurado un urbanismo que se confunde
con la vivienda y con las obras públicas (…) El hacer ciudad como producto integral e
integrador quedó olvidado y con ello el espacio público.” (Borja, 2001, p 3). La
construcción de ciudadanía en la época moderna está directamente relacionada con
éste movimiento, en la medida en que la promesa de la técnica se erige sobre la polis, y
por ello, la ciudadanía se remite a un asunto público restringido a los expertos y no a la
totalidad de los ciudadanos.
Si la esfera técnica ha determinado a la ciudadanía en la época moderna, entonces el
espacio público se ha instituido como espacio de control: El espacio público, como
espacio abierto por el ejercicio de la ciudadanía, será inmediatamente clausurado. La
alteridad implica un riesgo, en la medida en que ésta se presenta como amenaza que
puede destruir al yo, a todo centro que la esfera técnica intenta asegurar. Asimismo,
esta amenaza indica que, a decir de Borja, el funcionalismo del urbanismo moderno
descalifica la dimensión cultural y propiamente política del espacio público
asignándole funciones específicas como vialidad, o a favor de las “necesidades del orden
público” (2001, p. 3). Por ello, el espacio público, espacio posibilitado y posibilitante por
y de toda ciudadanía, en su intervención puramente técnica sustituye el “entre” los
hombres por la relación de amos y esclavos o por una relación de violencia.
17
Al respecto señala Beatriz Sarlo, refiriéndose a cómo en Argentina el vivir en sociedad
se sostiene en la actualidad desde dos aspectos: “Uno, las transformaciones urbanas
que tuvieron lugar en las grandes ciudades argentinas en las últimas décadas. El otro,
la descomposición del tejido de relaciones que sustenta la experiencia concreta (no el
modelo teórico) de lo social.” (2000, p 207). El proceso de descomposición del tejido
social va aparejado al proceso de transformación urbana. Desde este vivir en sociedad
descrito por Sarlo podríamos pensar la situación de nuestro país en las últimas
décadas: los procesos de modernización neoliberal han “colonizado” el mundo vital
con la consecuencia inmediata de que esos procesos de modernización han ejercido
grandes “transformaciones urbanas”, las que al mismo tiempo han “descompuesto” el
tejido social. Si esto es así, entonces la ciudadanía no se estaría construyendo en esos
espacios regimentados por la institución estatal, sino, posiblemente en otra esfera, a
saber, la sociedad civil. ¿Estará la sociedad civil, en su precariedad actual, posibilitando
nuevas formas ciudadanas no institucionalizadas estatalmente?
En este contexto, y respondiendo a la pregunta anterior, encontramos dos formas en
que se despliega la sociedad civil en la actualidad: Por un lado, formando
marginalmente nuevas formas de participación ciudadana; y por otro, eliminando la
mediación (entre el individuo y su comunidad política), y por ende, dejando al
individuo a la intemperie. La sociedad civil está fragmentada y, por ello, surge el temor
como sentimiento y la seguridad como prioridad. En este sentido, el temor al otro no
define a la ciudadanía sino a la víctima. Esta sustituye al ciudadano, así “cuando la
victimización es el atributo que define las formas de auto y heteroreconocimiento en la
ciudad, se genera efectivamente un sentido de cuerpo cuyos lazos precarios e
inestables configuran una comunidad emocional que dirige su energía contra lo que se
percibe como el enemigo externo o el transgresor interno. Se trata de una comunidad
contra, su sentido, fundado en la percepción de la amenaza, que necesita rituales que lo
activen.” (Reguillo - Cruz, 2000, p. 54).
La aparición del llamado “individualismo negativo”, que se percibe en el contexto de la
sociedad del riesgo, coincide con que la sociedad civil ha sido desgarrada de su tejido
social constituyente. A decir de Reguillo-Cruz: “Las ciudades levantadas por la
modernidad, se exhiben como testimonio de lo alcanzado para señalar con su
irrefutable peso, el paradójico vacío que las habita.” (Reguillo - Cruz, 2000, p. 65). Si
18
esto es así, entonces la formación de virtudes cívicas se ha precarizado con la
consecuencia lógica de que la ciudadanía se ha reducido a la pura formalidad y se ha
replegado al espacio privado: la polis ha sido desalojada y en ese proceso han quedado,
cual pieza de museo, las leyes que eran expresión de su vida colectiva.
¿Cómo opera lo anterior en América Latina? En efecto, puede decirse que los procesos
modernizadores de las últimas décadas han acentuado los rasgos de este movimiento.
La sustitución del espacio público por los grandes centros comerciales condensa el
proceso de modernización que establece un estatuto diferente de la ciudadanía, el
espacio público y la sociedad civil. Como dice Susana Rotker: “Los centros comerciales
han sustituido el espacio de encuentro público –aquel representado antiguamente por
las plazas- y solo entre sus muros vigilados por guardias privados los paseantes
encuentran la seguridad para deambular, aunque también se vean forzados a consumir
siquiera mínimamente si desean sentarse unos minutos.” (2000, p 17-18). Esto implica,
en primer lugar, que el espacio público ya no será público sino privado. En segundo
lugar, en la medida en que éste es un espacio privado es cerrado y, por ello, requiere de
vigilancia. A su vez, la vigilancia ejercida por los guardias privados, modo específico
del control, supone la existencia de una percepción de amenaza.
El consumidor puede ser víctima en potencia de este “otro” “visible-invisible” que
adquiere la “imagen clara, del pobre, quien aparece potencialmente representado
dentro de estos imaginarios sociales/textuales, como un criminal; (…)” (Rotker, 2000,
p. 9). La imagen del pobre se instituye como el criminal que al no tener posibilidad
económica de consumir, debe transgredir la ley y cometer delito. La teoría de la
racionalidad costo-beneficios opera a la perfección para legitimar la identificación del
enemigo. Como se ve, el desalojo de la polis convierte al ciudadano en potencial
víctima y al mismo tiempo en consumidor.
Para Ramos y Guzmán, en el Chile de la década de los 90 comienza a perfilarse la
delincuencia como forma explicativa de todos los ámbitos: “(…) la delincuencia
comienza a revelar su efecto más nocivo: su capacidad para transformarse en una clave
que explica y resuelve la compleja sociedad de fines de siglo. En ese radical viraje, el
delito deja de ser una suma de infracciones a la ley para convertirse en una forma de
ver y construir la realidad.” (Ramos, Guzmán, 2000, p.35). Así, la delincuencia
19
comienza a ser una “forma de ver y construir la realidad” que identifica todos los actos
posibles dentro de esa misma lógica: la relación amigo-enemigo adopta la forma de la
“lucha contra la delincuencia”, entendiendo aquí que el “delincuente” es “pobre”, y en
la mayor parte de los casos “joven” –como se verá más adelante-.
De esta manera, los procesos de modernización han instalado una lógica de
urbanización que, inspirada en el funcionalismo, ha reducido los espacios públicos y
ha “desalojado” la ciudadanía, quedando ésta sólo en la esfera de la sociedad civil con
la precariedad antedicha.
20
CAPÍTULO II: ESPACIO PÚBLICO
La definición de espacio público es un debate complejo de larga data. Este concepto, de
carácter polisémico, ha sido utilizado de muchas formas y con intereses diversos. Si
bien el debate sobre su conceptualización escapa a los objetivos de la presente
investigación, consideramos vital describir algunas de estas perspectivas, así como las
características que adopta en el contexto nacional.
Diversos estudios rescatan que su caracterización se relaciona con el peso de sus
diversas dimensiones, entre las que se destacan la sociocultural, la jurídica, y la
urbanística (Borja, 2003; Carrión, 2004; Segovia y Dascal, 2002). Si bien reconocemos la
importancia de estas dimensiones, concordamos con los autores citados que el espacio
público moderno supera una visión centrada únicamente en sus dimensiones jurídica y
urbanística, ya que hoy en día se constituye principalmente en “un lugar de relación y
de identificación, de contacto entre las gentes, de animación urbana, a veces de
expresión comunitaria.” (Borja, 1999, p. 2). Es, entonces, un espacio donde se pone en
juego la intersubjetividad, planteamiento coincidente con la perspectiva de Habermas y
Arendt (1993) en torno a la posibilidad de la esfera pública. Esto significa que la
construcción de toda ciudadanía (“hacer ciudad”) depende de la apertura de un
espacio dónde se dirimen los asuntos públicos, de un espacio instituido para ello, esto
es, el espacio público.
Por lo tanto, no puede haber ciudadanía sin sociedad civil, pero tampoco sin espacio
público el cual se erige como el lugar en que desemboca la sociedad civil transformada
en ciudadanía. Tomando en cuenta lo anterior, el espacio público seria la ciudad
misma, es decir el espacio abierto por el ejercicio de la ciudadanía, ya que permite
aparecer al “yo” ante los “otros”.
Debido a nuestra definición anterior, es necesario destacar que el espacio público en
tanto “espacio político, de formación y expresión de voluntades colectivas, (es) un
espacio de la representación pero también del conflicto” (Borja, 2003, p.29). La
presencia del conflicto cotidiano en los espacios públicos debe ser asumida, entonces,
como parte integral de su relevancia y no como un hecho negativo en sí mismo. Al
caracterizarlo como una “trinchera de identidad” (Castells, 1998), o como un espacio
21
que brinda “sentido y forma a la vida colectiva” (Carrión, 2004) reconocemos la
presencia cotidiana de diversos intereses en pugna por su utilización y caracterización.
La importancia del espacio público no está en discusión. Sin embargo en la actualidad
reconocemos procesos negativos como la fragmentación, disolución, privatización
(Borja, 2003), y la segmentación, difusión e inseguridad (Carrión, 2004) que ponen en
duda su capacidad de sobrevivir como espacio donde se construye la ciudadanía.
A la hora de poner a “conversar” la perspectiva teórica con el discurso ciudadano
encontramos una caracterización del espacio público, sus problemáticas y limitaciones
más importantes. A partir del análisis cualitativo de la información, señalamos tres
áreas centrales en el debate sobre el espacio público. En primer lugar el tema del
espacio público como espacio político que en la actualidad está puesto en cuestión por
fenómenos como la fragmentación urbana y el sentido de foraneidad de los
ciudadanos, y por la relevante presencia de una “agorafobia urbana” (Borja, 2000), es
decir, el temor al espacio público principalmente por su relación con la presencia de
violencia. En segundo lugar, se discute sobre el concepto de espacio público como
“aparición de la pluralidad” (Arendt, 1993). Y finalmente, en el tercer apartado, se
analiza la distinción tradicional público-privado puesta en crisis como “zona de
indiferenciación” (Agamben, 1998).
1. ¿Espacio público = Espacio político?
Fragmentación Urbana y Foraneidad.
Es necesario iniciar la mirada sobre el espacio público interrogándonos sobre la ciudad
en su totalidad. Concordamos con Borja cuando estima que “Las ciudades son las
ideas sobre las ciudades.” (Borja, 2003, p 26), lo que indica que ésta constituye una
construcción imaginaria (Castoriadis, 2000). Así en términos de Silva “La imagen de
una ciudad, pues, no es sólo la fotografía de cualquier esquina, sino el resultado de
muchos puntos de vista ciudadanos, que sumados como se suman las cuentas
imaginarias” (2000, p 5). Sin embargo, el estatuto de “la ciudad”, como totalidad
abierta, estaría puesto en cuestión a causa de fenómenos como la fragmentación, la
disolución, la privatización, la segmentación, la difuminación y la inseguridad.
22
Así, la tensión operada en los procesos de globalización, acaecidos durante las últimas
décadas, impacta en la construcción del imaginario “Ciudad”: “Modos de vida
tradicionales se yuxtaponen con aquellos surgidos como respuesta a la exclusión y con
los nuevos comportamientos propios de la globalización, acentuando la fragmentación
del cuerpo social, territorial, y de gobierno de la metrópolis.” (Cariola, 2001, p. 2). La
disolución se refiere al debilitamiento de los “centros” urbanos, la fragmentación
apunta al tejido urbano y social; y por último, la privatización sustituye a las “(…)
calles, las plazas y los mercados por centros comerciales” (Borja, 2003). La
fragmentación es un concepto restringido a la trama social que constituye y es
constituida en la ciudad y que obedece a la tensión operada entre los procesos de
globalización y las “formas más tradicionales” que se yuxtaponen constituyendo una
ciudad fragmentada.
Estos fenómenos convierten a los ciudadanos en extranjeros en su propia ciudad, lo
que establece una sensación de foraneidad en la utilización de los espacios. Esto
incluye una mirada negativa y distante frente a lo ajeno, percibido muchas veces como
atemorizante y violento.
A decir de los entrevistados en referencia al temor ciudadano y la fragmentación
urbana encontramos afirmaciones como:
“(…) que otras cosas simbolizan o representan temor para ustedes?, ¿En que
ven riesgo, que situaciones, que lugares?/Lugares muy públicos, el centro es
complicado, siempre a lo mejor ves en todas partes, en providencia también, pero donde
están las cámaras, lo típico, muestran el centro robando, entonces a mí me da lata el
centro, más que otras comunas. Es que te ubican te dicen las calles tanto…entonces uno
evita esas calles, de hecho ahí donde está Almacenes París, dicen ahí es super peligroso
estar./ San Antonio con la Alameda, yo creo que por ahí no camino hace años, uno evita,
evita, ó sea si tengo que pasar por ahí, prefiero tomar Ahumada, pero no pasar por ahí.
(Femenino, ABC1).
“(…) a mi me da lata pasar por el centro, yo lo encuentro muy inseguro, siempre que
tengo que hacer prefiero venir acá a Providencia (…)” (Femenino, ABC1).
23
La categorización de “lugares complicados” como el “centro” o “providencia” muestra
el temor a determinados espacios y con ello, la fragmentación del imaginario de la
ciudad. En este sentido, lo que se evidencia es que la fragmentación urbana manifiesta
contenidos diferentes por cada estrato socioeconómico. Así, por ejemplo, Providencia
es visto como peligroso para los entrevistados de los niveles más altos, pero no para
los estratos socioeconómicos medios.
“Es por la población que está acá, la bandera.” (Michelle, C2-C3).
“Por este lado, por este lado, ustedes, se sienten seguras en su propio
barrio…/No yo no/¿por qué no?/ O sea el barrio es bueno, pero vienen de otros
lugares, a robar, entonces, no la gente de ahí, y entonces uno nunca esta segura, o sea
siempre siente temor, miedo.” (Femenino, C2-C3)
De esta forma, para estos últimos los sectores considerados “peligrosos” están
radicados en poblaciones más pobres aledañas a sus barrios. La percepción de amenaza
surge aquí fragmentando imaginariamente por estratos a la ciudad. Para el estrato más
bajo dicha percepción configura la existencia de “barrios”o “sectores” marcados
dentro/fuera de la población, es decir, exterioriza al otro.
“Son personas medias raras que no son del barrio” (Jael, D-E).
“Por ejemplo nosotros vivimos en la comuna de San Joaquín (…)y nunca hemos visto
un cambio ni en la población de nosotros ni en San Joaquín, ahí donde nosotros vivimos
está la Legua, nosotros vivimos al lado, por ejemplo tenemos una plaza nosotros y en esa
plaza nunca se ha hecho un cambio en todos estos años (…) /Pero no fue por la
municipalidad fue solamente para un sector.” (Femenino, D-E)
Este proceso no se presenta únicamente en nuestro país, por el contrario es un
fenómeno global. Por ejemplo, para el caso venezolano, Cariola brinda un análisis
apropiado sobre esta realidad, opina: “Pobreza, desigualdad y exclusión consolidan y
dan un nuevo significado a la segregación urbana, reflejada en el encierro socioterritorial de grupos pobres estructurales y la ghettización progresiva de los sectores de
ingresos altos y medios en ascenso a los que se suma la pérdida del papel integrador de
24
los espacios públicos y la desestructuración de los tejidos culturales de la ciudad.”
(2001, p. 6). Este proceso de fragmentación supone un proceso de negación de la
ciudad que en muchos casos impacta sobre la confianza en las instituciones
gubernamentales. Casos extremos de esta situación se evidencian con la aparición del
uso de mecanismos de “justicia por las propias manos” y linchamientos comunitarios.
Si bien este punto específico lo analizaremos más adelante, es necesario establecer que
con él se instala la sensación de foraneidad, ya que junto con fragmentarse la trama
social, se pone en crisis la constitución identitaria y el sentimiento de pertenencia.
Asimismo, la ghettización y atomización social entre los sectores altos, medios y bajos,
supone la privatización de los otrora espacios públicos. En este sentido, “el carácter
amplio e igualitario que supone el uso de los espacios públicos está siendo
reemplazado por el uso colectivo, pero discriminatorio, de espacios privados
destinados al consumo globalizado, donde se garantiza la seguridad y la
disponibilidad de servicios.” (Cariola, 2001, p 17).
Así, los espacios públicos, producto de la fragmentación urbana, comienzan a ser
invadidos por la emancipación de la esfera privada (Arendt, 1993), lo cual forma un
híbrido “social” que anula tanto lo público como a lo privado. En este sentido, la
emancipación de la esfera privada hacia el campo de lo público, fragmenta el espacio
público, que ya no será concebido en su carácter “igualitario”, sino “discriminatorio”
en la medida en que el sujeto al cual se apela no es “político”, sino “consumidor”. Al
respecto señala Hopenhayn, “La vida privada se divide en muchas vidas con distintos
grupos de referencia, unidas por el delgado hilo de las complicidades.” ( 1994, p 43). En
este contexto, la ghettización en tanto fragmentación de la trama social, opera de la
siguiente manera: une en la medida en que separa. La conformación de un ghetto
supone la exclusión-inclusión del “otro”. Así, por ejemplo, la entrada a un centro
comercial puede, en efecto, constituir un espacio de encuentro, pero en caso alguno
este encuentro es igualitario, puesto que al concebir a los sujetos en tanto
“consumidores” incluye-excluye a aquellos que no pueden consumir. La situación que
encontramos se condice con lo que Borja describe de las ciudades europeas, donde “se
imponen los shopping centers con un cartel que dice ’Se reserva el derecho de
admisión’, y en los guetos residenciales las calles han perdido el carácter público en
manos de policías privados” (Borja, 2003, p 208).
25
La relación que se aprecia entre fragmentación urbana y foraneidad se da en la
experiencia del temor. Lo que se observa en las entrevistas y grupos focales:
“Me asusto cuando no me ve nadie y no me saludan” (Juan, D-E).
“Me da terror ahora llegar de noche/ Yo conozco tres personas que le han robado en la
noche /Igual llegar tarde en la noche te da como no sé (…)” (Femenino, ABC1).
En este sentido, la experiencia de la “oscuridad” (en que no se ve la mirada del otro)
también genera temor. Lo mismo, se expresa en los jóvenes de otros estratos
socioeconómicos:
“Las minas, si les cerrai el ojo a la mina, puta, te mata” (Masculino, D-E)
La mirada introduce en la trama social cierto código que posibilitaría la identificación
del individuo en una comunidad particular. La aparición del temor entonces, es
inherente al estatuto del individuo extrañado de la comunidad y que, por tanto, se
sitúa en un lugar indiferenciado, ya que al estar excluido de ésta sólo se incluye como
un extranjero en su propia tierra. En este sentido se comprende la relación transversal
del temor entre los estratos:
“El miedo es que a uno lo cogoteen y le hagan daño físico” (Héctor, D-E),
“(…) como que hay un miedo generalizado…y como existe ese miedo, es como…no
mejor no hago nada…porque me puede pasar algo.” (Femenino, ABC1).
“Con miedo, hay demasiada droga, y uno tiene sus hijos también (…) sale mucha
delincuencia, no se puede andar tarde en la noche porque salen a cogotear ni temprano
tampoco, todo el día salen a cogotear.” (Femenino, D-E)
“No, que me violen, te juro que eso me da terror” (Femenino, C2-C3).
Como se ve, es la posibilidad del daño físico lo que fundamenta el temor de la
población, la que se manifiesta en una permanente percepción de amenaza frente al
otro que puede dañar. Todo esto configura una sensación de impotencia general frente
a la imposibilidad de evitarlo, percepción que se reconoce como de riesgo.
26
Agorafobia Urbana
La noción de agorafobia urbana es propuesta por Borja quien la define como el “temor
al espacio público, que se intenta combatir con el automóvil y con el hábitat protegido
por las “fuerzas de orden”. (Borja, 2003, p 206). Este temor al espacio público no está
presente en la vida urbana en general sino más bien en las ciudades donde la
segregación y la guetización son fenómenos predominantes; por ende, puede decirse
que “la agorafobia es una enfermedad de clase, ya que sólo se pueden refugiar en el
espacio privado las clases altas” (Borja, 2003, p.211).
A partir de nuestra investigación podemos afirmar que en general se observa una
tendencia a privilegiar la utilización de los espacios privados por sobre los públicos. En
especial las mujeres de grupos etários mayores, éstas señalan con mayor énfasis las
actividades desarrolladas en el ámbito privado y no en la esfera pública
“Me encuentro mejor en mi casa” (Victoria, ABC1)
“Las plazas nadie las ocupa porque todos se quedan en sus casas” (Angélica, C2-C3)
“Yo te digo, estoy enclaustrada, casi yo salgo temprano, ya de las seis para adelante
evito salir, evito cualquier cosa (…) como que se está prisionera en su casa, en lugar de
que tomen presos a los asaltantes y a los delincuentes son las personas, digamos, mas
bien, que tenemos que estar prisioneras.” (Femenino, C2-C3)
El temor, producto del copamiento del ámbito privado en lo público, produce una
tensión entre participación y temor. Al respecto, al preguntar por el grado de
participación en determinadas actividades del barrio se responde:
“(…) uno por no dejar la casa sola, porque les da miedo, pero a veces las mamás a veces
mandan a una hermana, a veces al papá porque nosotros tenemos harta participación de
hombres y niños y mujeres pero dicen que no venimos todos por no dejar la casa sola
(…)” (Femenino, D-E)
27
Por otro lado, en el estrato más bajo todos los grupos etários reconocen la peligrosidad
del espacio público, incluso los más jóvenes, los que a su vez suelen ser los que más
utilizan estos espacios.
“Cuando mi hermana me dice que salgamos a la plaza o algo así, yo prefiero evitar que a
mi hija le pase algo, por eso no salgo, me da nervios lo que pueda pasar afuera”
(Victoria, D-E).
“Si, porque si uno anda en la calle te asaltan, no sé poh, te violan, andai en la micro, lo
mismo, andai en cualquier lado y te va a pasar lo mismo (…)” (Femenino, D-E)
Como se ve en las citas anteriores, en los diferentes estratos la preferencia de las
mujeres por los espacios privados se refiere sobretodo al espacio de la casa, lo que se
vincula a las tradicionales diferencias de género respecto del trabajo fuera del hogar,
pero sobretodo al tema de la maternidad. De ahí que muchas de las expresiones de
temor y riesgo de las mujeres se relacionen con sus hijos, como se observa en la cita
anterior. Los espacios públicos se desalojan porque ahora se han constituido en fuente
de peligro, peligro que se percibe es mayor para los hijos.
En este contexto, la agorafobia surge cuando el espacio público se clausura y deja de
ser el sitio en que se visibiliza la sociedad (Carrión, 2003), para pasar a ser el lugar de
violencia, lo cual impacta en cada sujeto restringiéndolo a su esfera privada y
generando el imaginario social del temor.
En los grupos focales realizados al grupo de jóvenes de sectores socio-económicos más
bajos, emerge la imagen del temor tras la pregunta de si se sienten inseguros en su vida
diaria:
“Que lugares dan julepe como dicen…/ Cerro Navia/ La Legua/ (…) donde está todo el
tráfico, donde esta la parte de la legua, la emergencia, donde está toda la gente pegando
palos, te sentí mal, no las mirai, puta, el gueon te pega con una mirada da susto esa
población ya…” (Masculino, D-E).
Nuevamente, la mirada, como aquél movimiento de reconocimiento de la comunidad
en sí misma, se muestra fracturada. Este contexto de fragmentación urbana
28
constatamos que cada estrato social identifica diferentes espacios como públicos. Así,
para los miembros de los estratos socioeconómicos altos y medios, el espacio público
por excelencia es el mall o el supermercado:
“Casualmente yo me encuentro con mis vecinos acá abajo en el Jumbo (…)” (Gloria
ABC1)
“Las malls no más” (Katty C2-C3)
“(…) o sea cuando tu preguntabas acerca de los espacios públicos, nuestros espacios
públicos ahora son los mall, que no es un espacio público, que está cerrado, donde el
acceso es más o menos restringido, o sea, pueden ir todos a comprar, pero hay seguridad,
hay cámaras, no es la plaza, no es la calle, no es lo que antes se conocía como público
(…)” (Femenino, ABC1).
Por el contrario, para los más pobres (en especial para los jóvenes) el espacio público se
ejemplifica en las plazas.
“Yo creo que es más público las plazas, que se pueden ocupar.” (Masculino, D-E).
“Las plazas se usan, la funfa (Fundación de la Familia) (…) ahora está como más
tranquilo” (Gabriel, D-E)
“La plaza Víctor Jara” (Patricio, D-E)
Sin embargo, el espacio público, en la medida en que se ha sustituido por el “mall” (un
espacio privado extendido sobre el público) aparece como un espacio de exposición y
no de aparición: los ciudadanos son desgarrados de su ciudadanía, quedando en ello, la
mera exposición de sus cuerpos9. En este contexto surge la percepción de riesgo, en
tanto se considera que el cuerpo está permanentemente expuesto al peligro:
“El estadio si, prevengo ir al estadio, no voy confiado, este es un espacio público en
Ñuñoa al que no iría con los niños, o la pensaría mucho para ir a un partido del Colo
con la U.” (Jorge, ABC1)
“Si uno se queda dormido ahí lo cogotean” (Rubén, D-E).
“Mi metro cuadrado es mi casa no más (…)” (Víctor Hugo, C2-C3)
Respecto de la simetría entre el “poder soberano” y la “nuda vida” véase Agamben G. (1998)
“Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida”.
9
29
Por otro lado, las mujeres que participaron en los grupos focales señalaron la misma
percepción:
“Si por supuesto, prácticamente por eso, ya ni sale en la noche ya no puede salir.”
(Femenino, C2-C3)
“Los espacios públicos ya se contaminaron con este temor (…)” (Femenino, C2-C3).
Como se puede apreciar, existe una tendencia a utilizar el “metro cuadrado” de la casa
puesto que emerge la percepción de riesgo que hace del espacio público un espacio que
cuestiona las seguridades básicas de los potenciales ciudadanos. Este aspecto se
relaciona directamente con lo señalado anteriormente: la foraneidad, que antes podía
ser una excepción en la polis (por ejemplo el “extranjero” que arriba a una ciudad),
aparece como una regla en las grandes ciudades contemporáneas.
Esta tendencia va en coincidencia con la destrucción de lo público que una y otra vez
aparece en las conversaciones: “Rompen las cosas que se instalan” (Julio D-E), lo que
opera como la metáfora que muestra la destrucción de lo público en la permanencia de
escombros, desiertos y tierras baldías. Como señala Otilia (D-E): “Las plazas están
retiradas”. Retiradas de la polis, podríamos agregar nosotros. Así, lo público se muestra
en su ausencia –lo que fue, lo que podría ser si no lo destruyeran- apareciendo como
una multitud de ruinas, o como decía Julio (C2-C3) un “museo de árboles”.
En el contexto del espacio público, se evidencia la relación entre la agorafobia urbana,
la percepción de riesgo y el temor. En este sentido se dice que se prefiere no utilizar los
espacios públicos porque “Todo eso es peligroso” (Graciela, D-E), o bien, como se señala
en un grupo focal: “(…) los estadios (…) a mi igual como que me dan susto.” (Femenino,
ABC1). En este sentido, se podría señalar que los únicos que, en parte, utilizan los
espacios públicos son los niños y los jóvenes. Los primeros hacen que las madres o
padres (a quienes entrevistamos) tengan una relación distante y de carácter
contemplativo con el espacio público.
“(Los espacios públicos) Yo no los utilizo, pero ahí hay plazas” (Ana María, ABC1)
30
“Es que he ido –a los espacios públicos- porque he tenido que acompañar a mi hija”
(Juan D-E).
Como se ve, es posible identificar algunos espacios públicos, pero no utilizarlos, si no
es por la mediación de los “niños”. En el caso de los jóvenes es preciso diferenciar por
estrato socioeconómico. En el más alto se aprecia la utilización de espacios privados, y
la despersonalización.
“Yo no los utilizo, soy socio del estadio croata y siempre vamos a jugar allá” (Miljenko,
ABC1)
“Siempre que paso en auto, hay gente en la plaza” (Roberto, C2-C3).
En ambos casos, estos jóvenes “ven” exteriormente la plaza ocupada, pero no la
utilizan. Así, la sustitución del espacio público se realiza desde la esfera privada: el
estadio croata o el automóvil. En cambio en los jóvenes de estrato popular se aprecia
una mayor utilización de lo público, a pesar que incluso entre éstos el temor al espacio
público comienza a tener repercusiones.
“(…) el que no ha ido al cerro no es pincoyano” (Francisco, D-E).
“…¿Tú dices que ves tele solo de vez en cuando?/ Si veo, poco o menos incluso si a
mi por ejemplo me gusta la calle, yo paso en la calle y no pierdo tiempo viendo tele, y si
estoy en la casa hago otras cosas, hasta leer prefiero(…)” (Masculino, D-E)
Como se ve, la utilización del espacio público incluye un componente identitario, ya
que se pertenece a un grupo determinado al asistir a este espacio. Un espacio que
constituye un nombre, he ahí lo que está en crisis en todos los otros grupos etários D-E:
“Yo generalmente estoy parado en la plaza y no sé que plaza es” (Jael, D-E). El no saber el
nombre de la plaza opera como síntoma de la crisis del espacio público en la medida en
que éstas han dejado sus nombres en suspenso hallándose retiradas. Si los nombres se
han perdido entonces la tierra que se pisa es tierra de nadie. Esta tierra de nadie, como
“estado de excepción” (Agamben, 1998) se ha convertido en regla, se ve imposibilitada
de constituir una identidad, una pertenencia, un nombre. Así, la otrora plaza del
espacio de encuentro se abre hoy como espacio del riesgo. Ahora bien, no sólo el
riesgo opera en la constitución de la llamada agorafobia urbana, sino también el temor
31
y la percepción de amenaza, cuestión que resulta imprescindible relacionarla con la
problematización del espacio público como espacio de la alteridad.
2. La desaparición del “espacio de aparición”
Concordamos con Arendt en que el espacio público es el “(…) espacio de aparición en
el más amplio sentido de la palabra, es decir, el espacio donde yo aparezco ante otros
como otros aparecen ante mi.”( 1993, p. 221), ya que en éste aparece la pluralidad,
condición propia de la constitución de la política y de la construcción ciudadana (Borja,
2003). Sin embargo, este espacio de aparición se halla en cuestión en la medida en que
la percepción del otro se constituye amenazante. Como señala un entrevistado:
“De estas tres plazas, dos están botadas (…) se transformaron en un campo de batalla”
(Miguel, C2-C3).
Esta percepción de amenaza que emerge sobre los espacios públicos es, por lo demás,
transversal a todos los entrevistados, independiente de estratos, edades y sexo.
“La plaza caracoles donde hay delincuencia, donde están los drogadictos.” (Juan
Carlos, C2-C3)
“Está lleno de drogas, piden monedas (…) Se hizo una placita con juegos , pero
vinieron todos los jóvenes drogados, hicieron tira las luces y los asientos…uno como
abuela se retira.” (Iris, D-E).
“Los niños que rayan las paredes son la pura droga” (Femenino, D-E)
Refiriéndose a estos niños señalan:
“Lo mismo porque la ley los protege, por la edad y se ponen patudos y hacen embarradas
grandes, o sea, matan, violan adentro de las casas y porque no les cae la ley pesada para
ellos porque son menor de edad (…)” (Femenino, D-E)
“Ya no es plaza villa futuro como se le llamaba antes, es la plaza de los volaos” (Alicia,
D-E).
32
Es decir, el futuro, que supone la construcción de una historia del barrio, se ha
“volado”. Asimismo podríamos pensar que el “espacio de aparición” que da futuro a
quienes lo habitan, se ha transformado en un espacio de consumo, cuestión que adopta
una lógica similar con la figura del supermercado o el mall en los estratos medios y
altos. De esta manera, se evidencia un movimiento desde la construcción de un sujeto
político que, encarnado desde una memoria colectiva, puede discutir sobre el futuro en
su barrio, a un sujeto esencialmente consumidor.
A este respecto, la imagen del “joven” (en especial aquél perteneciente a los estratos
bajos) se convierte en la imagen de lo problemático, y se lo vincula con la delincuencia
y el uso de drogas. Paradójicamente, son estos mismos jóvenes los que en mayor
medida utilizan los espacios públicos, ya que -como vimos previamente- aquellos que
tienen acceso a otro tipo de espacios (privados) los abandonan. Sin embargo, la
percepción de amenaza está vinculada en la mayor parte de los casos a los jóvenes,
indistintamente de su estrato de procedencia, considerándolos como delincuentes o
drogadictos. Al respecto, varios entrevistados coinciden.
“Es el miedo general que hay hacia los jóvenes pobres y raperos” (Ricardo, C2-C3)
“Hoy la delincuencia son los nietos de los asesinados de Pinochet” (Miguel, D-E)
“La juventud no quiere trabajar, mucha juventud no quiere trabajar”(Masculino, D-E)
Esta percepción de amenaza (del joven como causa de toda la inseguridad) a veces
acusa un imaginario respecto de ciertos rasgos físicos, actitudes, vestimentas; siendo el
rasgo de la edad (joven; adolescente) el más consensuado. Rasgos que caracterizan
directamente a quien podría ser o no delincuente. Pero a su vez, con el aumento de los
niveles de temor en el último tiempo, la construcción de este imaginario tiende a la
indistinción: De esta manera el delincuente a veces no es reconocible lo que aumenta la
percepción de amenaza ya que todos los demás aparecen como posibles agresores.
“Al pato malo lo conoces por la mirada, porque este hueón no está mirando como
buscando a alguien sino el como entra (…) no son cabros que superan los 15 años y
pintan muros” (Juan Carlos, C2-C3)
“Pero, ustedes se sienten amenazados por el otro que va por la calle?/Claro,
porque uno no sabe…Hoy en día se visten de smoking…/Yo creo aparte, aparte de temer
33
contra tu integridad física, sucede otra cosa, yo hace unos meses atrás, ehhh…entraron
a robar a mi casa(…)Pero eso te hace sentirte amenazada…en la vida cotidiana?/
Por supuesto, por supuesto./ ¿Y que cosas representan esa amenaza?/ Todo, todo,
todo, es una mezcla de todo, osea, yo desconfío de todo el mundo, desconfío de mi
sombra, desconfío del que está al lado mío, desconfío del viejito que me pide plata en la
calle, de la señora que me toca el timbre y quiere comida pa la guagua(…)” (Femenino,
C2-C3)
La mirada, que es fuente del reconocimiento intersubjetivo, no funciona a primera
vista, por lo que tiende a identificarse con los “cabros” de menos de “15 años que
pintan muros”, es decir, que derruyen lo público. Si la mirada no logra reconocerse,
entonces el otro aparece de inmediato como “pato malo”, en la medida en que no
pertenece a la comunidad.
“Son personas medias raras que no son del barrio.” (Jael, D-E)
“Son drogadictos” (Miljenko, ABC1).
“Cualquier tipo, el delincuente no tiene un fetiche a priori, tal vez el lanza si, pero un
estafador no.” (Juan Carlos, ABC1)
“(el delincuente es) un jovencito muy encachado (…)” (Masculino, ABC1)
Lo importante de esta cita es que el “cualquier tipo” o “muy encachado” muestra que
no existe necesariamente una característica esencial que pueda identificar al
delincuente: Este aparece mucho más difuminado porque el “interior” y el “exterior”,
en el contexto del proceso de privatización que hemos descrito, se ven cuestionados.
En los grupos focales se advierte la misma percepción de amenaza, al preguntar sobre
si en su propio barrio tienen sensación de temor o no:
“Andan drogados, yo a eso les tengo miedo (…) a veces la droga los hace actuar de esa
manera (…)” (Femenino, ABC1)
Como se ve, en cualquiera de los casos el “otro” amenazante es externo al barrio. No es
el hijo de la vecina, sino el “pato malo”, “que no es del barrio”. Si bien es cierto que
esta percepción se instala en la población en el estrato más bajo dónde es reconocido
34
que muchos de quienes delinquen son hijos de vecinos, a pesar de ello, se refieren a
ellos como extraños.
“Si los mismos, uno se ha criado con ellos, también ahora son los cabros chicos que esos
son los más peligrosos ahora, de 12, 11, de 10 para arriba” (Rubén, D-E).
Como se ve, no obstante se “ha criado con ellos” se les identifica como los más
peligrosos y no como vecinos, por ende la historia común de haberse “criado juntos”se ha vuelto extraña, refiriéndose a éstos como “drogadictos”, “pato malos”,
“marihuaneros”, “gente que no es del barrio”. Así, a la vez que se reconoce la
interioridad de este otro se reafirma su procedencia exterior al barrio. De esta forma, los
conocidos se vuelven extraños, los amigos pueden ser los peores enemigos.
“Jóvenes de 12 a 17 años, son los nietos” (Ramona, D-E)
“Si ahí todos se conocen y conocen a toda la gente ahí, porque es gente que vive ahí,
entonces si yo voy a hacer algo contra ellos, ellos van a saber que fui yo y me pueden
hacer algo” (Danisa, D-E).
Pese a todo, algunos entrevistados de los estratos socioeconómicos altos y medios
identifican más fácilmente al extraño como una persona ajena al barrio; estableciendo,
en algunos casos, la relación directa con el estrato bajo de procedencia.
“Clase baja entre 15 y 20 años y muchos de ellos te diría que son drogadictos” (John,
ABC1)
“Se le echa la culpa a las empleadas o gente que no vive en el condominio, jardineros,
trabajadores de la construcción” (Mauricio, ABC1).
“Lamentablemente, todos estos delincuentes vienen de un estrato socio-económico bajo
(…)” (Femenino, C2-C3)
“Los vendedores ambulantes” (Femenino, ABC1).
En este sentido, las diferencias por estratos resultan relevantes: Si en los estratos más
bajos se conoce al sujeto (son los nietos, amigos, conocidos del barrio), en el más alto no
se lo conoce, y por tanto la tendencia a la indistinción, o su contraparte de
estigmatización de algunas figuras del delincuente, es mayor.
35
Todo ello corrobora la idea que el espacio público, concebido como “espacio de
aparición” (Arendt, 1993), se ha transformado en un espacio de “exposición” de la “nuda
vida” (Agamben, 1998). Así, los sujetos son considerados como meros “cuerpos”,
destituidos de todo estatuto jurídico (Agamben, 1998), y por lo tanto desprotegidos.
Esto expresa cómo el espacio público se constituye en un espacio violento (“campo de
batalla” como señalaba un entrevistado), en donde el otro aparece como amenazante y,
por lo mismo, la pluralidad no puede desplegarse. En este contexto, el temor como
experiencia individual (pero construcción socio-cultural) muestra diferencias por
grupo de edad, estrato y sexo. Así por ejemplo, los jóvenes de los estratos más altos
muestran un menor temor.
“(…) yo creo que se sienten tranquilos, la verdad nunca hemos tenido una experiencia
desagradable (…) –respecto del Temor- la verdad es que no mucho, nada.” (Mauricio
ABC1)
“Yo creo que hay temor, hay preocupación, pero en relación con los espacios públicos yo
veo que no” (Pablo, ABC1).
Por lo que se aprecia en estas citas, el nivel de temor entre los hombres jóvenes,
respecto de los espacios públicos de su comuna, es bajo. A diferencia del grupo
femenino del mismo estrato y edad en que se acusa un mayor nivel de temor.
“Aparte ahí hay muchas construcciones todavía, entonces van a haber maestros y me
inspira un poquito de temor” (Maria Francisca, ABC1)
“(…) no me quedo sola en la casa, o sea de hecho ahora, o sea mis papás me dicen que
invite a todo amigo que conozco a dormir a esta casa, porque me muero de susto.”
(Carla, ABC1).
“Yo no dejo de hacer las cosas por miedo, igual no sé, voy al centro llego tarde en micro
a mi casa (…) no me paraliza/ No o sea yo igual ando con cuidado, si ando en el centro
de repente miro hacia atrás (…)” (Femenino, ABC1).
A pesar de esta diferencia de género, el temor se presenta de manera transversal, entre
los jóvenes de estratos medios y bajos, ante posibilidades muy concretas de violencia.
36
“Yo tengo miedo a que una acción mas que violenta sea física, los delincuentes ya no son
carteristas, ahora te salen con un cuchillo, con un revólver hechizo, ahora ejercen un
poder violento y eso ya es preocupante (…)” (Miguel, C2-C3)
“Claro, es que voy caminando y me preguntan si tengo moneas y yo les digo que no
socio no tengo y de ahí te pueden decir como que no tení pah, pah, pah (disparos), igual
te van a cagar…por eso es mejor correr” (Patricio, D-E)
Como se observa, el temor se dirige al ejercicio de la violencia sobre el cuerpo, lo que
confirma la emancipación del espacio privado sobre lo público en el desplazamiento
del cuerpo (como vida natural) al centro del espacio público. No es tanto el robo como
la intervención violenta que el otro amenazante puede ejercer sobre los cuerpos, lo que
genera temor. En el caso de las mujeres, se advierte el mismo temor al daño físico, pero
con la variante explicita de temor al abuso sexual.
“Cualquier contacto físico que llegues a tener con el asaltante” (Jennifer, C2-C3).
“(…) pero para allá si poh, hay mucha droga, mucho robo y violación porque creo que se
llevaron a una niñita para adentro, entonces eso me produce temor” (Graciela, D-E)
“Yo como mujer, el terror es la violación, eso es lo peor o que te metan una cuchilla, que
te hagan daño físico, pero te quiten la cartera eso no.” (Francisca, ABC1)
“(cuando la asaltan) el gallo que me robó la cadena y es como que te sientes, aunque
suene feo decirlo, violada porque sentía las manos del gallo que…las uñas, todo el cuello
rasguñado (…)” (Femenino, C2-C3)
“(…) uno como mujer es otro el miedo, no sé, hay cada loco, no sé pues, si te roban la
cartera sepan donde vives, te sigan (…) existe ese miedo de que no se, por ahí el tipo te
esté observando, no saber cuando la cosa vaya a como más peligrosa que un simple
asalto (…).” (Femenino, C2-C3)
Lo que está implícito en ambas citas de los Focus es el temor al contacto en su
dimensión sexual. La sexualidad que va desde el “tacto” hasta la “violación”
constituye un acto de violencia a los cuerpos considerados como expuestos y
desprotegidos.
37
Como se ve el temor, en tanto experiencia singular y concreta remite al cuerpo, que se
instala como aquello posible de dañar, así el ser dañado en lo más íntimo configura la
percepción de impotencia.
“Que te dejen pa la cagá, inconciente –a esto le teme- y no podai hacer nada, eso me
daría mucha lata (…) la impotencia tuya y de los demás” (Constanza, ABC1)
“Si viene un huevón y me ataca no sé que voy a hacer, no sé que voy a hacer, porque ahí
todo es válido cachay” (Femenino, C2-C3)
“Ahora ya no te dan una paliza, es con pistola que puede ser.” (Héctor, D-E)
En síntesis, la emancipación de la “zona de indiferenciación”, otrora situada entre lo
público y lo privado, configura la percepción de riesgo que combina violencia e
impotencia (“no sé que voy a hacer”). Junto con ello, surge el temor: “(…) miedo a la
agresión física” (Femenino, C2-C3) que redunda en impotencia, puesto que la
intervención sobre los cuerpos despoja al sujeto de su politicidad y moralidad para
instalarlo en condición de total exposición frente al poder soberano. Así, el espacio
público, convertido en un “campo de batalla” ha implosionado como espacio dejando en
ello la violencia sustentada en el imaginario del otro amenazante, donde todo aparece
como válido y posible.
3. El laberinto de la soledad: Crisis de lo público y lo privado
De esta forma, sostenemos que el estatuto del espacio público ha transcurrido de la
“aparición” a la “exposición”; del espacio público como lugar en que se visibiliza la
sociedad o en que aparece la alteridad, se pasa a un espacio vacío en que los sujetos,
son expuestos en sus cuerpos a la violencia. El sujeto como tal se encuentra enfrentado
con un laberinto signado esencialmente por su soledad, en tanto su existencia (vida
humana) se ve reducida al estatuto de la vida (vida natural), donde no encuentra el
lazo social que permite su sensación de pertenencia a la Ciudad.
En este sentido, las distinciones clásicas público/privado se hallan en crisis, surgiendo
en su lugar una zona de indiferenciación en que los hombres aparecen expuestos a la
violencia impunemente. Con ello emerge el temor, que se vincula estrechamente con la
foraneidad y la fragmentación urbana -comentados previamente-. Y por cierto, surge
38
también la percepción de amenaza, como configuración imaginaria del “otro”; y la
percepción del riesgo, en que el espacio público aparece derruido, caótico, y violento.
Al respecto, los entrevistados plantean lo público como un trayecto:
“Todo esto poh, la plaza, la avenida, donde vivo yo, cuando voy al supermercado, la
rotonda (…) esos son los trayectos que yo hago todo el día” (Elena, D-E).
El espacio público de la plaza, que es un lugar para el encuentro vecinal, se asimila a la
avenida, que es un lugar de circulación, asimismo ésta se asimila al supermercado que
es un lugar de consumo y este a su vez con la rotonda. ¿Qué es un trayecto sino una
distancia que está entre el adentro (privado) y el afuera (público)? Así, la zona de
indiferenciación hace que las categorías clásicas de lo público y lo privado se vuelvan
indistinguibles.
“Yo te diría que hay pocos espacios porque lo que nosotros entendemos como espacios
públicos no son públicos, el mall no es un espacio público, es un espacio privado”
(Jorge, ABC1).
Si bien el mall es un espacio privado, en la medida en que es un lugar que administra
la esfera de la vida, se ha emancipado a tal punto que se lo identifica con lo público. En
este contexto, lo público invadido por lo privado se transforma en una zona de
indiferenciación, ya que se lo identifica con lugares de consumo.
“(…) o sea cuando tu preguntabas acerca de los espacios públicos nuestros espacios
públicos ahora son los mall, que no es un espacio público, que está cerrado, donde el
acceso es más o menos restringido, o sea, pueden ir todos a comprar, pero hay seguridad,
hay cámaras, no es la plaza, no es la calle, no es lo que antes se conocía como público,
como de todos, que todos podíamos participar, algunos pueden participar de eso y no se
si se han dado cuenta, pero ahora los mall han sido cada vez más grandes, van creciendo
y van llenando…van satisfaciendo todas nuestras necesidades, desde ir al médico o
comprarnos lo que se nos ocurra desde un auto o tener la guagua, entonces de todo, hay
plazas dentro de los malls, hay juegos hay de todo, nos hemos ido encerrando,
39
encerrando, emburbujándonos y ya no tenemos espacios públicos(…)” (Femenino,
ABC1)
Asimismo, en la intervención privatizadora de los espacios públicos hace que estos
aparezcan como poco seguros y habitados por “extraños” personajes:
“Yo he visto como que no es seguro, anda como mucho travesti.” (Femenino, C2-C3).
En este marco, es preciso mostrar cómo a pesar de esta destrucción de los espacios,
entre la ciudadanía –precarizada de manera transversal por estrato- aún persisten
ciertas formas de participación. Aunque, tanto las actividades que realizan, como las
motivaciones que están detrás de ellas, se hallan permanentemente enfrentadas por los
fenómenos del temor, las percepciones de riesgo y amenaza; temas que analizamos en
el capítulo siguiente.
40
CAPÍTULO III: EL IMPACTO DEL TEMOR EN LA CONSTRUCCIÓN DE
CIUDADANÍA
La construcción de la ciudadanía en América Latina, y en especial en Chile muestra
avances importantes en las últimas décadas (CEPAL, 1998). Especialmente, después del
retorno a la democracia caracterizada por: la aceptación del pluralismo, el respeto por
los derechos civiles y políticos, y la elección de autoridades. Pero a su vez, esta
apertura instaló nuevas problemáticas propias de los procesos modernizadores en el
contexto de la globalización. Una de estas nuevas problemáticas es el tema de la
ciudadanía. Como hemos señalado, si la ciudadanía se construye desde la esfera de la
sociedad civil, hemos de contextualizar a ésta última. Para De la Maza, desde el punto
de vista de las políticas públicas “(...) la ciudadanía se redefine esencialmente como
participación electoral (que había sido negada durante todo el período militar),
vigencia de las libertades democráticas y delegación en las nuevas autoridades
elegidas.” (2000, p. 4). Siendo esta la definición de ciudadanía propuesta por el Estado
(es decir una ciudadanía “pasiva”), las condiciones de generación de ciudadanía desde
la sociedad civil no han sido promovidas de modo efectivo.
No obstante esta omisión por parte del Estado, el Chile actual tiene una multiplicidad
de nuevas formas asociativas. El mismo autor, basándose en el catastro realizado por el
PNUD respecto a las formas de asociatividad en 1999, señala que “En realidad Chile
está atravesado de punta a punta por un sinnúmero de formas asociativas de distinta
naturaleza.” (2000, p 5). Sin embargo, estas “(…) formas de acción colectiva no
constituyen movimientos sociales, ni se convierten en interlocutores de la acción
pública a la hora de definir sus rumbos principales.” (De la Maza, 2000, p 5). En este
sentido, podríamos decir que, coincidiendo con Salazar, la sociedad civil se encuentra
en la actualidad en un estado de repliegue caracterizado por la creación de nuevas
formas de asociatividad, incorporando y abordando ciertas temáticas locales que el
sistema político no aborda (Salazar, 1999). Este diagnóstico es compatible a su vez con
el que hacía Beck respecto de las comunidades del miedo, las que se articulan para
enfrentar un peligro exterior (Beck, 1984). En nuestro caso el peligro exterior es la
delincuencia.
41
En este sentido, en Chile predomina una sociedad civil que trabaja desde grupos
pequeños, con necesidades específicas, locales y cuyo nivel de convocatoria tiene un
carácter esporádico, esto es, la micro-asociatividad se movilizaría ante temáticas
específicas y exteriores. Así, la asociatividad, sería socialmente microscópica, con
características esporádicas y contingentes. El repliegue de la sociedad civil a la esfera
privada se traduce en la precarización de su actuar en la esfera pública, en la medida
en que reemplaza con organizaciones específicas ciertas cuestiones en que el Estado no
puede abordar, pero no logra alterar radicalmente, esto es, políticamente, la realidad
objetiva que las trasciende. En este contexto se propicia la asunción por parte de la
sociedad civil de responsabilidades que antes pertenecían a la esfera del Estado bajo al
forma del Estado de bienestar, produciéndose una escisión de lo social y lo político, lo
que impacta de modo negativo en la actual construcción de la ciudadanía. Al respecto
Grez señala: “El proceso chileno de los gremios y sindicatos de la clase obrera y las
clases medias, siempre fue una vía para alcanzar el poder, a través de lo político, de la
representación política. Lo social y lo político se juntan.” (1999). Lo que ocurre en
nuestro país es que el actuar juntos lo social con lo político ha sido imposibilitado. En
este sentido, la sociedad civil en su “repliegue” al ámbito privado no trasciende a la
esfera política, es decir, no abre el espacio público y por tanto no construye ciudadanía.
Si la sociedad civil se encuentra en la fase de repliegue hacia el ámbito privado,
entonces la micro-asociatividad genera comunidad en un sentido más restringido y
coyuntural, lo que implica que el lazo social se ha privatizado. Este fenómeno se
expresa claramente en los cuatro elementos de la sociedad civil descritos en la
introducción. En primer lugar, la asociatividad civil se halla precarizada por el auge de
los procesos modernizadores y la débil participación de las organizaciones de base en
los
asuntos
públicos
(Salazar,
1999).
Asimismo,
las
organizaciones
no
gubernamentales, durante los ‘90 se han visto desfavorecidas, o al menos, ha cambiado
la orientación de su acción. Si durante los años ‘80 éstas impulsaban la participación
ciudadana en el contexto de la dictadura militar, en los ‘90s éstas sólo desarrollan
programas locales de servicios (asistencia psicológica, legal, asistencia social), por
medio de los cuales benefician a ciertos grupos sociales pero no los estimulan
necesariamente a insertarse en la esfera pública. Las instituciones de educación, por
otro lado, se han descentrado respecto de su rol tradicional, a propósito de la
introducción de las nuevas tecnologías. Proceso que se inserta en la emancipación de la
42
esfera privada y su conversión en esfera social. Por último, los medios de
comunicación, como veremos más adelante, lejos de informar y fomentar la libertad de
expresión, construyen y crean discurso, ante lo cual los espectadores sólo tienen una
actitud escéptica a la hora de evaluar la neutralidad o transparencia de la información
recibida.
Como se ve, estos cuatro elementos se han visto afectados de una u otra forma por los
procesos modernizadores acaecidos en los últimos años, los que al emancipar la esfera
privada han ido constituyendo una zona de indiferenciación (esfera social), donde
tanto lo público como lo privado entran en una crisis permanente.
De esta forma, la pregunta por la construcción de ciudadanía en el Chile actual pasa
necesariamente por recordar el contexto de las sociedades del riesgo en que, según la
apuesta de Beck, se transforma la miseria propia de las sociedades industriales en
miedo (Beck, 1984). Sin embargo, este contexto se despliega con una especificidad
relativa a cada país.
Especificidad que puede ser abordada desde los elementos de la sociedad civil antes
caracterizados, para los cuales el estatuto de lo público, la confianza (Fukuyama,
1996)10 y la participación emergen como condiciones de posibilidad en la construcción
de ciudadanía. La que a su vez sólo puede desplegarse en el espacio público – el que se
encontraría en crisis como se señalo previamente-. En este sentido compartimos la
definición de Borja cuando dice “el espacio público define la calidad de la ciudad,
porque indica la calidad de la vida de la gente y la calidad de la ciudadanía de sus
habitantes (2003, p.135)
1. Lo público: de lo referente a lo vivencial
El discurso individual y social acerca de los problemas o temas que se reconocen como
públicos es fundamental para nuestra investigación ya que expresa el conocimiento de
10
Citado por Sandra Walklate: “Como norma general, existe confianza cuando una comunidad comparte
un conjunto de valores morales que posibilitan crear expectativas de una conducta regular y honesta”
(Fukuyama, 1996). Si esto es así, la confianza es de suyo un concepto social, el cual, como veremos más
adelante, se divide en interpersonal e institucional (Dammert y Lunecke, 2002).
43
los sujetos respecto del quehacer político actual, y a su vez evidencia el compromiso
político que pueden sostener con ciertas ideas y proyectos de sociedad.
Así encontramos que entre los entrevistados, en general existe un mínimo
reconocimiento del problema “público” como un tema que se instala políticamente
pasando a formar parte de la agenda. Por el contrario, existe una visión mayoritaria de
que todo problema social es un problema público, y que hoy en día los problemas
sociales más urgentes apuntan a la falta de mecanismos de previsión y seguridad
social, gratuitos, universales y de buena calidad. De ahí la permanente mención de los
problemas de salud, educación y empleo, mención que se hace en tanto se considera
que estos problemas afectan a gran parte de la sociedad, y no en referencia a un debate
público sobre esos temas; salvo algunas excepciones en las que se expresa un discurso
profundamente político11.
“temas que son prioritarios... que son materias de luchas políticas” (Juan Carlos,
ABC1)
“el principal problema, que siempre se maquilla... es que queremos hacer de esta
sociedad...” (Julio, C2-C3)
“Yo creo que todo parte fundamentalmente de las leyes, yo creo que hay que hacer una
modificación urgente a esas leyes porque ahí parte el problema y aparte que se hagan
respetar esas leyes”. (Femenino, C2-C3)
“Creo que todo redunda en los que hacen las leyes, nos tiene sumidos en este país con
déficit atencional (…)” (Masculino, C2-C3)
Como se puede observar, si el principal problema son las “leyes” o el “que queremos
hacer de esta sociedad”, significa que existe un reconocimiento de lo público como
principio o punto de partida de la discusión de lo social. Sin embargo, se advierte una
escisión de lo social y lo político: lo social parece responder a una esfera independiente
que la esfera política, o bien, la segunda pareciera no poder movilizar la primera.
11 Político, en sentido fuerte y descentrado de sus instancias tradicionales, a saber el Estado o los
partidos políticos: el que hemos llamado aquí “discurso político” se interroga por el vivir
juntos, por la organización misma de la “polis”, que puede provenir desde instancias formales
como el Estado o los partidos políticos, o de instancias más bien informales.
44
Además de esta escisión, resulta interesante ver como la misma se manifiesta de forma
diferenciada por estratos socioeconómicos. Mientras en los estratos altos -y a veces en
los medios- la clasificación de los problemas o temas públicos prioritarios se hace
respecto de una referencia externa, es decir no se describen como propios. En los
estratos bajos, los problemas escogidos son acompañados por las propias vivencias:
“Los problemas públicos son los que incumben a todos... los primeros que se te vienen a
la mente son la pobreza, delincuencia y obviamente hay más” (Carmen, ABC1)
“la salud...no tengo ISAPRE, ni nada, (...) que te dan un jarabe, es impresionante que
sirve pa todo igual” (Patricio, D-E)
“Sería como los problemas típicos que se podrían contar en términos de problemas
globales como economía, educación, delincuencia, etc./ Son como los típicos: educación,
salud, política, seguridad./ Que abarcan a toda la sociedad y son de conocimiento de
todos.” (Masculino, ABC1)
“La delincuencia, poca justicia…/Eso mas que todo eso, porque entre policía y
delincuentes parecen estar iguales o sea uno no sabe, por ejemplo, donde yo vivo, como
yo voy a denunciar si no se si ese policía es corrupto” (Femenino, D-E)
Como dijimos, sólo en algunos entrevistados se expresa un discurso con trasfondo
político, pero en ningún caso esto conlleva a la acción política. Esta mirada se vincula a
la percepción generalizada en que se ve al colectivo como fuente de “problemas” entre
los vecinos, reconociéndose, sin embargo, la movilidad de lo colectivo como un recurso
necesario para resolver problemas sociales, y superar la creciente sensación de
impotencia actual.
“A la gente le falta más iniciativa, como organizarse.”“La gente se aburre de esperar.”
(Femenino, D-E)
Cuando se pregunta por los intereses de cada uno y los intereses públicos: “Hay
muy poco compromiso…en general/ (…) que cuando uno se compromete en algo
público, de cualquier índole, obviamente que el compromiso es como mayor porque tiene
que responder a las expectativas de la organización (…)” (Femenino, C2-C3)
Como se ve en la conversación anterior, la gente no obstante se “aburre de esperar”, no
genera modos alternativos de participación ciudadana. El “aburrimiento”, lejos de
45
suscitar una acción ciudadana contraria o alternativa a las instituciones de
participación ciudadana establecidas, opera en sentido contrario, a saber replegándose
a la esfera privada. En este contexto, se entiende el tránsito de lo referente a lo
vivencial, en tanto, ambos discursos son propios del mismo proceso privatizador: en el
discurso referencial el sujeto adopta una posición “contemplativa” ante lo público, es
decir, desde su privacidad contempla lo público de lo cual no se siente parte, y en el
vivencial el sujeto adopta una posición “reactiva”, es decir desde sus experiencias
privadas juzga a lo público.
“Hice parar al radio patrulla, le conté a los pacos, y me dicen oye no le pegaste?, así, se
rieron, me dicen vas a hacer una denuncia? ¿Para perder el tiempo (…) y que voy a
ganar? ¡Nada!” (Masculino, C2-C3)
“Yo creo que lo más gracioso es que van a una cosa insignificante, por ejemplo yo estoy
escuchando música en mi casa fuerte, los vecinos de al lado llaman a carabineros y
llegan al tiro/ Hacen harto escándalo y nos hacen pagar un parte, uno tiene que pagar
una cantidad o porque la señora le está reclamando, pero de las cosas interesantes no se
preocupan.” (Femenino, D-E)
Un ejemplo de la actitud contemplativa, señalado en apartados anteriores: “Yo
no los utilizo, soy socio del estadio croata y siempre vamos a jugar allá (…) Pero se
utilizan, nunca los he visto pelados, siempre hay gente en las plazas y todo.” (Miljenko,
ABC1)
En las dos primeras citas de los grupos focales, lo público (como Carabineros) aparece
de manera experiencial, en la tercera (de Miljenko) aparece como exterior y lejano. Así
como la actitud contemplativa supone un alejamiento de lo público, la actitud vivencial
también lo hace. En ambas, la evaluación crítica de lo público no genera niveles de
participación colectiva de carácter político (ciudadano), sino propende a un
inmovilismo y repliegue hacia la esfera privada, lo cual se debe fundamentalmente a la
aparición del temor, la percepción de riesgo y amenaza. Así, ni en el mejor de los casos
de participación social, como la de Centros de Madres, Juntas de Vecinos, clubes de
fútbol u otras instancias, se llegan a constituir en formas de participación política que
propongan un cambio en la organización de lo colectivo. Lo que se evidencia en la
constante mención de la ineficiencia de las instituciones públicas, el mal manejo de
fondos fiscales e incluso la corrupción, como problemas públicos.
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“…fraude y tanta coima…todo es negocio…” (Paula C2-C3)
“…el robarle al fisco…porque el país no crece” (Kathy, C2-C3)
“…el poco control de los fondos que se distribuyen, hay mucha fuga…” (Carlos, D-E)
“Desde mi punto de vista no es muy buena (la imagen de la institución) ni hacia
carabineros ni hacia investigaciones, veo mucha corrupción, muchas cosas por debajo, y
eso no me da confianza.” (Femenino, C2-C3)
Por otro lado, el hecho que el discurso de los problemas públicos, en especial en los
estratos medios y altos, se haga bajo un sentido clientelístico, es tremendamente
negativo para la conformación de ciudadanía12. Por ejemplo, se demanda al Estado por
la solución de ciertos problemas o por mayor efectividad de las instituciones en tanto
se está “pagando” por estos servicios.
“Los hoyos de las calles son espantosos... el auto tengo que arreglarlo todos los meses…
este es un problema que afecta a la mayoría de los chilenos... yo como contribuyente debo
exigir estas cosas” (Víctor Hugo, C2-C3)
“O sea sí, yo creo que pasa por un tema de recursos, porque como dice Victoria, uno
finalmente, como hay tanto marketing detrás de todo esto…uno termina dándoles las
gracias, “gracias por cuidarme, gracias por hacer no se qué”, pero es un deber, o sea el
gallo está para eso, o esa, es alcalde y se supone que tiene que dirigir la comuna y hay
ciertas cosas que tiene que hacer, y además pagamos los impuestos, porque además es
eso.” (Femenino, ABC1)
En estas citas vemos claramente como se transforma el problema público en un
problema privado, es decir, en tanto “me” afecta en forma personal tal problema y
pienso que le puede afectar a otros asumo que este es un problema público. Al
privatizarse el discurso, haciendo que los sujetos se coloquen en una posición de cliente
respecto del consumo de un servicio (“yo como contribuyente” “pagamos impuestos”)
-independiente de si este es formalmente público o privado-, es difícil que puedan
constituirse como ciudadanos. Es decir, que como miembros de la polis se
comprometan con el quehacer político de la sociedad. Una consecuencia de esto, como
Resulta negativo por cuanto el sentido “clientelístico” supone un sujeto consumidor y no un
sujeto político que se orienta hacia la esfera pública.
12
47
se muestra en la siguiente cita, es el surgimiento de una relación heterónoma con las
instituciones públicas:
“Yo creo que el problema público es que el Estado se hiciera cargo de eso…la pobreza”
(Miljenko, ABC1)
“La desinformación que hay respecto de materias públicas o de las personas que, o sea,
de los alcaldes de las personas que tienen la responsabilidad con cada uno de nosotros
(…)” (Femenino, D-E)
Pese a todo, hay que destacar que en algunos entrevistados se expresa cierto grado de
compromiso ciudadano en el reconocimiento de su responsabilidad en las posibles
soluciones de los problemas públicos.
“…donde tanto el problema como la solución es responsabilidad de todos” (Jorge,
ABC1)
Sin embargo, la proposición “responsabilidad de todos” también hace que la apelación
a la “responsabilidad” se diluya, apareciendo nuevamente la actitud contemplativa
frente a esa acción ciudadana que depende de muchos y a su vez de nadie.
Ahora bien, en cuanto al reconocimiento del tema seguridad ciudadana o delincuencia
como un problema público prioritario existe un consenso mayoritario en todos los
estratos. No obstante, es necesario señalar que esta mención pudo estar en gran medida
influenciada por los objetivos de la entrevista. Pese a ello, es posible hallar nuevamente
la diferenciación de estratos respecto de lo referencial o vivencial del problema. Así, en
los estratos más bajos el tema aparece rápidamente como un problema fundamental ya
que lo enfrentan diariamente y en permanente relación con el tema de la drogadicción.
“La delincuencia, la drogadicción... es público porque los pobladores no somos
capaces...” (Ramona, D-E)
“Problemas públicos, delincuencia, drogadicción... no sé, rehabilitar a los cabros porque
igual tengo amigos delincuentes...” (Francisco, D-E)
Ante la pregunta por los temas públicos en un grupo focal de este estrato se
señala: “La protección, sentirme más protegida.../ La drogadicción.../ El alcoholismo en
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los jóvenes.../ La delincuencia, mucha delincuencia, poca justicia.../ Eso... por ejemplo
donde yo vivo, como yo voy a denunciar si no sé si ese policía es corrupto o no.”
(Femenino, D-E, 30-49 años)
En los estratos medios y altos también se observa una recurrente mención del tema,
pero dentro de la enumeración de diversos problemas, entre los cuales la referencia a
una vivencia personal es mínima, como se observa en otro grupo focal femenino del
mismo grupo etário pero de diferente estrato.
“... Lo laboral... la seguridad, la seguridad ciudadana... y bueno la economía está muy
relacionada también con el trabajo/ La salud... los hijos, la seguridad de todo el entorno
de los hijos...” (Femenino, C1, 30-49 años)
“La salud, las epidemias son un problema público. El mismo problema de la seguridad,
es algo que no veo que en este momento se haga nada...” (Patricio, ABC1)
Lo que sí es transversal en la mención del tema de la seguridad, como problema social
generalizado, es que éste puede ser consecuencia de otros problemas mayores tales
como la pobreza, las “leyes”, la cesantía, la falta de educación y de oportunidades en
general. Por ende, muchas de las descripciones se hacen respecto de estos problemas y
no de la delincuencia misma –con excepción del estrato más bajo, como se señaló
previamente.
“La pobreza y la falta de educación... esto acarrea las demás cosas...” (Mary Rose,
ABC1)
“La juventud no tiene que darle de comer a su hijo, tiene que salir a robar...” (Carlos,
D-E).
“Yo creo que todo parte fundamentalmente en las leyes, yo creo que hay que hacer una
modificación urgente a esas leyes porque ahí parte el problema y aparte que ser hagan
respetar las leyes”. (Femenino, C2-C3)
Esta importancia otorgada al tema puede tener dos explicaciones. En primer lugar, está
el fenómeno del temor que hemos señalado a lo largo de la investigación, que cruza
estratos sociales, sexo y edad de las personas, y que influye directamente en la
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construcción del problema de la seguridad como un tema que es público en la medida
en que afecta en forma personal:
“... la seguridad, más que nada poder salir tranquila pensando en que no te va a pasar
nada en tu casa...” (Elvira, C2-C3)
En este sentido, la construcción del problema de la “seguridad” se torna relevante
desde la emancipación de la esfera privada (‘empezando por mí’) acaecida por los
procesos modernizadores de las últimas décadas (PNUD, 1998), lo que muestra la zona
de indiferenciación que anula tanto a lo privado como a lo público. En segundo lugar,
la instalación del problema de “seguridad” está en alguna medida influenciada por el
carácter mediático que ha adquirido el tema (Ramos y Guzmán, 2000), dentro de un
contexto de ciudadanía de “bajos índices” (García de la Huerta, 1999) que supone la
desconfianza ciudadana.
El papel de los medios en la instalación de la seguridad como problema público
En la actualidad vivimos en una sociedad altamente mediatizada, en la que los medios
de comunicación masiva tienen un rol central en la difusión, construcción y discusión
de determinados temas públicos. Especialmente en Chile este proceso aparece como
que “ya nada pareciera repetirse; todo se recrea y reprograma sin pausa en el lenguaje
omnímodo de la informática y en la extroversión comunicacional de los mass-media”
(Hopenhayn, 1994, p. 25). Así, los medios de comunicación tienen una importancia
fundamental en la construcción, discusión y difusión del temor, la percepción de riesgo
y amenaza que experimenta la población. Por ende, la forma como se construyen y
perciben los problemas públicos se relaciona con la imagen que es difundida/
construida desde los medios.
Esta situación es corroborada en diversos estudios en los que se afirman que la
población chilena exhibe un alto nivel de consumo de los diversos medios de
comunicación -79.4% consume televisión, 68.3% radio y 22.4% diarios (CNTVAdimark, 2002). El que la televisión sea el medio más utilizado es la televisión, sumado
al hecho de que en este medio las noticias de seguridad (en los noticiarios), representan
un porcentaje superior al de cualquier otro tema de la agenda nacional (27% de
50
cobertura frente al 12.7% de los temas de política y 12.2% de economía) (Dastres, 2002),
es un factor fundamental de considerar en todo análisis del tema.
La centralidad de los medios quedó confirmada en los discursos ciudadanos, los que a
su vez caracterizaron la alta cobertura mediática y los altos niveles de credibilidad.
“(…) la televisión sale directo, o sea, hacen entrevistas a personas (…) Es más directo”.
(Femenino, D-E)
“Que la parte de la influencia de los medios es super importante, yo creo que, estoy de
acuerdo con todos los puntos que dijeron, pero no creo que sea lo más importante, lo más
importante son los medios (…)” (Masculino, ABC1)
“Yo por lo menos en la televisión, lo que escucho/ todos los días?/ Si, mal que mal, todos
los días uno está en la tele o escucha algo…” (Femenino, ABC1)
Sin embargo, la recepción que se hace de este tipo de información no necesariamente es
pasiva, ya que incluye una visión escéptica respecto de los medios de corte transversal
a toda la población que participó en nuestra investigación.
La crítica más generalizada hecha por los entrevistados, respecto del rol que hoy en día
cumplen los medios de comunicación en el tema de la seguridad ciudadana, refiere al
exceso de sensacionalismo.
“Son amarillistas, sensacionalistas, siempre se vende más una noticia mala que una
buena…” (Constanza, ABC1).
“Todo lo que tenga que ver con violencia, con droga, con asalto todo eso lo comunican
con mucho escándalo, y va a seguir…” (Femenino, ABC1)
Dentro de esta crítica, se destaca también la instalación del delincuente como un actor
principal, e incluso hasta víctima de las circunstancias, ya que aparece en cierta forma
como protegido o defendido por los medios.
“…como que aplaude a la delincuencia…como van los tipos arrancando…después
entrevistan a la mamá del delincuente…entonces la televisión protege al delincuente…”
(Miguel, D-E)
51
Al preguntar en que radicaría la sensación de temor se responde: “O sea ahí
también influye todo este problema de comunicación, porque si no se dijeran en todos
lados se roban celulares, en los reportajes, nadie andaría preocupado de…seguirían
quizás robando…/ (…) sobreexponen, no sé si sobrexponen.” (Masculino, ABC1)
Este imaginario en que los medios aparecen como cómplices del delincuente, puede
tener un fundamento en la desconfianza generalizada en las instituciones. En este
punto podría pensarse que el carácter “omnímodo” de los medios constituye un modo
de sustituir la clausura del espacio público que hemos señalado. Siguiendo con nuestro
argumento, la sustitución intentada por los medios resulta fallida, en la medida en que
llevan a escena pública la esfera privada, constituyendo un híbrido en que lo público y
lo privado se anulan.
Por otro lado, se señala que existe cierto ocultamiento o manipulación de la noticia de
seguridad. Sin embargo, tras este reconocimiento de que los medios manipulan la
información no existe una imputación de razones por las cuales lo hacen, más allá de
que se señale que la competitividad por el raiting los lleva a agrandar los hechos:
“… los medios de comunicación hace harto rato que dicen la verdad a medias…les
conviene que haya más problemas porque también venden...” (Luis, C2-C3)
“… este último tiempo están orientados a denunciar, y tratar de ganar puntos de
raiting…” (Roberto, C2-C3)
Sólo unos pocos entrevistados declararon que detrás del manejo mediático existe una
utilización ideológica dirigida hacia intereses económicos o políticos personales (o de
ciertos grupos), reconociendo la capacidad de argumentación y el contenido político de
las coberturas. Estos entrevistados se distinguen por ser hombres de estratos
socioeconómicos altos o medios, y por su alto nivel educativo.
“…se juntan 3 personas…y ellos son los medios…y cuando aparece la seguridad
ciudadana, aparece porque somos todos ignorantes…los pusieron ellos porque quieren
más…” (Luis, ABC1)
52
“Yo creo que los medios de comunicación le dan más importancia a la cosa de la
farándula, pero temas realmente importantes que pasan en la sociedad, lo abarcan muy
poco.” (Masculino, ABC1)
“Inducen, manejan la información y ellos muestran lo que quieren mostrar.”
(Masculino, C2-C3)
En tercer termino, en los estratos más bajos existe la percepción que en la difusión de la
noticia de seguridad hay cierta discriminación negativa hacia algunos sectores sociales,
lo que se expresaría en el relevamiento de los problemas de narcotráfico y algunos
hechos de violencia que se dan en esos sectores.
“… en los temas políticos se les saca para que no salga todo al aire…las grandes
estafas.” (Carlos, D-E)
“Es buena por el lado de ellos, porque muestran cuando está el ladrón, lo están
persiguiendo…pero no muestran acá en los lados pobres están… ahí mismo vienen a
robar hasta el negocio… y eso no lo muestran…” (Jessica, D-E)
“O en la misma tele sale que ahí siempre…la misma tele lo margina (…) O la tele dice
en la Legua se trafica pero hay gente buena, gente trabajadora.” (Masculino, D-E)
“Y tratan la noticia de acuerdo al estrato socioeconómico, o sea yo he visto periodistas,
metiéndose dentro del funeral de gente de más bajos ingresos que lo asaltaron y lo
mataron y preguntándole allí a la viuda que siente, yo no los he visto por ejemplo en la
capilla de La Dehesa…ahí yo veo una diferencia, un respeto distinto.” (Masculino,
ABC1)
En el otro extremo se desarrolla una sobre representación de hechos puntuales de gran
connotación social como asaltos con rapto, violación, y homicidio ocurridos en sectores
de estratos altos.
“… algo que a mi me molesta son los apellidos de los delincuentes ‘el violador de La
Dehesa’…” (Pablo, ABC1)
Finalmente los entrevistados consideran que a consecuencia de los elementos antes
criticados, los medios de comunicación van adquiriendo una función educativa
negativa: están maleducando o ayudando al delincuente; es decir que con la sobre-
53
exposición de la violencia, de los métodos con los que se delinque y de la falta de
castigo de los hechos delictuales, se está contribuyendo a difundir las conductas
delictuales o antisociales sin aportar con soluciones al problema.
“De repente informan tanto como robar, que están dando ideas a los ladrones para ir
mejorando las formas de robar…” (Ana María, ABC1)
“… están ayudando al delincuente a que no le tema a la sanción” (Patricio, ABC1)
No obstante el reconocimiento generalizado de los excesos en la difusión de la noticia
de seguridad, esto no necesariamente lleva a que los sujetos invaliden el rol de los
medios en el tema. Por el contrario, en el discurso de los entrevistados se observa una
fuerte valoración por la posibilidad de informarse a través de los medios de lo que pasa
en la sociedad, en especial en la televisión que es el medio más utilizado.
“… realmente están dándonos a conocer cosas, porque antes se desconocían…” (Oscar,
C2-C3)
“Que antes existían robos, pero no se publicaban como se publican ahora, sé que eran en
menor cantidad que lo que existe hoy, pero gracias a los medios de comunicación,
andamos todos mas preocupados del tema.” (Masculino, ABC1)
Esta percepción puede tener efectos significativos en la instalación de un tema como
problema público, ya que las personas pueden llegar a ser tremendamente pasivas en
la forma en que se recibe la información de los medios, tanto que no se buscan fuentes
alternativas de información.
“… por la televisión uno se entera de todas las cosas, si no hubiera televisión…yo
viviría como un pájaro aquí…” (Cristina, C2-C3)
Esta valoración de la televisión como única fuente de información tiende a ser más
fuerte en los estratos medios que en el resto (sobretodo en las dueñas de casa), ya que
en los estratos bajos a veces se cree mucho más en la experiencia directa o de los
vecinos que en la información transmitida por los medios, y en los estratos altos hay
tendencia a buscar medios alternativos como la prensa o el Internet. Por ello, sólo en
estos últimos se reconoce que ante la exageración o manipulación de la noticia de
54
seguridad los auditores deben buscar diversas fuentes de información para “filtrar” de
mejor forma lo que es real.
“… o sea hay que tener un filtro para ver un poco la información, tener la visión de
varios canales” (Ma. Francisca, ABC1)
“(…) en la medida en que informan más, uno va tomando mas cuidado.” (Masculino,
ABC1)
Si reconocemos que las audiencias activas no asumen los contenidos de la información
como verdades sino más bien como opiniones relacionadas con una serie de intereses
diversos –como se ha evidenciado en diversos estudios hechos en sociedades más
desarrolladas- (Neuman 2002; Mc Quail, 2000), debemos afirmar que en Chile aún
estamos lejos de tener audiencias realmente criticas y activas.
A partir de la evaluación que hacen los entrevistados sobre los medios de
comunicación -en especial la televisión- podemos señalar que, en general el tratamiento
de los temas de seguridad se percibe como negativo ya sea porque se piensa que ‘al
bombardear’ con hechos negativos se está exagerando la realidad, porque se releva la
imagen del delincuente, o porque se presenta la información en forma discriminatoria
hacia los estratos sociales. Lo que además de dificultar la comprensión de la magnitud
del problema, induce a la instalación mediática del problema de seguridad como uno
de los principales temas actuales en el imaginario de la población. Sin embargo, esto no
necesariamente ocurre porque los entrevistados muestren un alto conocimiento de y en
la discusión pública sobre el tema –de hecho ocurre lo contrario- sino porque la sobre
exposición del problema aumenta la sensación de inseguridad y temor en la población.
“… me dan pena las noticias porque veo tanta violencia…y todo eso a ti lo único que
hace es ser más aprehensiva” (Arcenia, C2-C3)
Sin embargo, esto no significa que la percepción ciudadana se deba exclusivamente a
los medios, ya que esto nos llevaría a pensar en los sujetos como una audiencia
totalmente pasiva. Por el contrario, estas percepciones están íntimamente vinculadas
con experiencias individuales y socioculturales (Orozco, 1999) que reafirman lo
recibido en los medios. Este fenómeno impacta transversalmente a la sociedad chilena,
55
pero con magnitudes y resultados diversos debido a que –como se verá más adelantela victimización se presenta con umbrales diferentes entre estratos sociales.
Aunque, también entre los entrevistados se percibe que frente a la permanente
exposición al problema de la delincuencia, tanto en la vida cotidiana como en los
medios, la gente tiende a perder sensibilidad frente a los hechos tornándose incrédula.
“…por ejemplo hay 7 muertos en una parte según un canal y en otro dicen que hay 5 y
así po uno va juntando las cosas y no les creo” (Gladys, D-E)
“yo creo que informan pero hay gente que tampoco entiende…o no quiere escuchar…”
(Blanca, D-E)
“Yo creo que con respecto a los temas de robos y asaltos en Chile la gente ha perdido la
capacidad de asombro (…)” (Masculino, ABC1)
Adicionalmente, la difusión no es acompañada de un análisis racional-crítico del
problema, ni menos de una difusión de medidas de prevención que se pueden utilizar,
así como de las políticas de seguridad que se están implementando (Dastres, 2004).
Deficiencia que es sentida por algunos entrevistados:
“…se limitan a dar la noticia no más, pero no hay un cartelito antes que diga no matar,
no hay una campaña, salvo el don graf…” (Jaime, C2-C3)
“…gran parte de la inseguridad de los chilenos está creada por los medios de
comunicación…pero lo que se vende en ese tratamiento son soluciones más bien
individuales…” (Domingo, ABC1)
En síntesis, si bien el rol de los medios de comunicación es relevado, por los
entrevistados, como central en la conformación de los niveles de temor y las
percepciones de riesgo y amenaza, la magnitud de dicho impacto es aún desconocida.
En todo caso, el aporte central de nuestra investigación en este tema es el análisis
acerca del rol que hoy en día cumplen los medios de comunicación en la conformación
de la agenda de lo público como temática de debate ciudadano, y la apertura de la
discusión sobre el impacto que pudieran estar teniendo los medios en el desarrollo o
profundización de los fenómenos antedichos.
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2. Desconfianza ciudadana
La confianza supone “(…) a las instituciones, relaciones y normas que conforman la
calidad y cantidad de las interacciones sociales de una sociedad como una red de
valores, normas y confianza entre los individuos.” (Dammert y Lunecke, 2002, p 27).
Aunque sostenemos esta definición en nuestros análisis, creemos que es necesario
distinguir entre confianza y percepción de calidad del servicio, puesto que ambos
temas emergen indistintamente en las entrevistas bajo la pregunta de la confianza en
las instituciones y en los vecinos. La primera remite a un estatuto político, es decir, un
marco jurídico político que actúa como garante de ciertos derechos y deberes
ciudadanos. La confianza, podríamos decir, refiere al mundo-en común. En cambio, la
segunda remite exclusivamente a la “calidad del servicio” es decir a la esfera del
mercado (y por ello no pública). En este sentido, es posible que muchos entrevistados
consideren que la calidad de los servicios de ciertas instituciones es deficiente y, sin
embargo, mantenga su confianza en ellas.
Como señalan Dammert y Lunecke: “La confianza social entendida como confianza
interpersonal y confianza en las instituciones, es un factor que influye en la estabilidad
del
orden
democrático”
(2002).
Para
efectos
de
la
presente
investigación
consideraremos los mismos dos niveles de confianza señalados por las autoras, es
decir, la interpersonal y en las instituciones.
Así vemos que de manera general todos los entrevistados muestran una profunda
desconfianza tanto respecto de los vecinos como de las instituciones públicas. Respecto
de estas últimas y de modo particular, es Carabineros la institución más valorada, y el
sistema de justicia la que peor evaluación de confianza obtiene. A continuación
abordamos la caracterización de la confianza en ambos niveles, pero además, dentro de
esta última mantendremos la distinción entre evaluación de la calidad del servicio y la
confianza en la institución como tal. Además, abordamos en primer lugar la percepción
respecto a las instituciones en general, y en segundo lugar, la percepción de éstas en
particular, cuya más relevante distinción está entre la institución de carabineros y la
justicia.
57
Instituciones: crisis de legitimidad
Siguiendo con nuestra argumentación, la zona de indiferenciación que pone en
cuestión lo público y lo privado produce en las instituciones públicas una profunda
crisis de legitimidad. De esta manera, abordamos la “crisis de legitimidad” como la
vigencia de la ley sin significado, es decir, las instituciones públicas se hallan
desgarradas de su contenido normativo. Así, hemos vinculado este proceso con la
desconfianza tanto a nivel de las instituciones públicas como a nivel interpersonal.
Manifestándose claramente, la primera, en el escepticismo que se advierte hacia las
instituciones públicas, especialmente, en los jóvenes de todos los estratos
socioeconómicos:
“Si una senadora de la república me habla que hace falta poner toque de queda me habla
de un país que está cojo”. (Pablo, ABC1)
“Confianza Cero” (Francisco, D-E)
“Yo te digo lo siguiente, resulta que somos un país, el cual esta regido por una ley que
es igual para todos los chilenos, pero resulta que no se aplica por igual a todos los
chilenos, ¿te fijas tu?” (Masculino, C2-C3)
“Me gustaría que pudiéramos avanzar sobre la imagen que ustedes tienen
sobre las instituciones que hemos mencionado/ En mi caso no es muy buena, en
relación a lo que ha pasado en el último tiempo con los sacerdotes, con el gobierno, la
corrupción…no es un punto muy positivo (…) desde mi punto de vista no es muy
buena, ni hacia carabineros no hacia investigaciones, veo mucha corrupción, muchas
cosas por debajo, y eso no me da confianza(…) /Si yo comparto la opinión de ella, pero
en cuanto al gobierno, yo veo otro aspecto que a mí me parece bastante relevante que ha
sido en este gobierno que es el desarrollo económico que se ha hecho, se ha tratado de
reactivar la economía(…)/ Centrémonos en las instituciones ahora, yo no sé que
piensan por este lado que no han dicho nada…/ Yo tengo la misma imagen, o sea
no es muy mala imagen pero encuentro que hay un mal uso del poder, de carabineros, de
investigaciones…o sea no sé que otras instituciones, pero de carabineros que es lo que
uno ve siempre o que está en las calles (…)/ la mía en realidad es mala imagen en todo,
los militares, encuentro que no hacen nada, les pagan y uno nunca los ve en la calle
cuando se necesita, por ejemplo, cuando hay violencia en los estadios, si faltan
carabineros, ¿porqué no están los militares?(…)” (Femenino, C2-C3)
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Así, en el grupo de jóvenes es donde esta desconfianza se magnifica. Esta “confianza
cero” o la “mala imagen en todo” indica cómo las instituciones están siendo
cuestionadas en la extensión o magnitud de su poder. Situación que se define por la
perdida de legitimidad: el estatuto de lo público (en tanto las instituciones referidas
son formalmente de carácter público) invadido por la esfera privada, pierde entonces,
la legitimidad que la sociedad una vez le hubo otorgado. Sería fácil atribuir
psicológicamente, es decir, como propio de la etapa del ciclo vital en que éstos jóvenes
se encuentran, la opinión de éstos respecto de las instituciones, pero lo que
encontramos es que esta desconfianza se repite, con diferente intensidad, no sólo por
grupo etário, sino también por estrato social y sexo.
“Por ejemplo hay carabineros que pillan tomando a alguien en un auto, le dicen ya
cómprame un trago y una bebida y te suelto.” (Femenino, D-E)
“La plata igual da vuelta a carabineros/ que sacan con estar los carabineros ahí si
después un billete y ya, y se quedan callados, están ahí no más.” (Femenino, D-E)
“Ya no los veo como el superhéroe” (Paula, C2-C3)
“Es que cachai que los pacos nos tratan super mal” (Patricio, D-E)
Lo que señala Paula (del grupo de 18 a 29 años) se relaciona indisolublemente con el
“país cojo” que mostrábamos antes, la institución de carabineros que se reconocía como
el “superhéroe” de la sociedad, es decir, como un ente protector, ahora muestra sus
fallas. Lo mismo se observa en lo señalado por Patricio y el grupo femenino (ambos
estrato D-E), donde el imaginario que legitima a las instituciones públicas se halla
puesto en cuestión, sobretodo por la influencia de la evaluación de ineficacia del
servicio de carabineros.
“¿…qué instituciones asocian ustedes con estos problemas públicos y cuanta
confianza tienen en ellas? Yo voy a seguir en lo que dice Alejandro, hablemos
legislativamente, quienes nos rigen legalmente? Son los honorables señores diputados y
los honorables señores senadores, valen callampa todos porque nunca están, ósea ustedes
han visto alguna vez…yo me dado el lujo de ver el canal por cable, del senado, están allí
sentados, leyendo el diario, en el senado, y estamos sesionando cachay? O si no estamos
conversando bacán, esta todo el mundo hablando, ese es el nivel de personas que nos
rigen…/Perdón, aparte de eso tu también ves, no son un ejemplo tampoco ellos porque
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ellos también son corruptos…te fijas…/Y se está haciendo la corrupción hoy en día
públicamente (…).” (Masculino, C2-C3)
Todas estas afirmaciones apuntan a lo mismo: las instituciones públicas tradicionales
ya no son un referente simbólico para la población. Es por este motivo que el discurso
que aparece en los jóvenes no es sino la condensación de los discursos que se
encuentran transversalmente de manera diferenciada, en otros grupos y estratos
sociales.
En este contexto, en el grupo joven femenino, de todos los estratos, también se
evidencia un discurso radicalizado de desconfianza en las instituciones.
“Super poca, super poca, como que no hacen nada porque no les dan poder.” (Carla,
ABC1)
“Cuando llamo a Carabineros, nunca llegan” (Victoria, D-E)
“Yo creo que es corrupto un gran porcentaje de carabineros e investigaciones, pero yo
diría mas como los pacos rasos (…) una amiga mía estuvo detenida en Colina, en la
Comisaría de Colina, por esa razón, el carabinero, el paco digamos, la quería violar y eso
no puede ser porque ella estaba detenida por alcoholismo.” (Femenino, C2-C3)
Tanto el que “no hacen nada” como el que “no llegan nunca” indican ausencia de lo
institucional y apertura de la percepción de riesgo. El que no exista un orden, un punto
de referencia implica que los límites clásicos que hemos señalado se difuminan, es
decir, ese orden se halla en suspenso, cuyo efecto práctico es la aparición de la
percepción de riesgo. Por lo demás, el que la referencia de la falta de legitimidad se
haga en torno a la institución de carabineros no es arbitrario sino que se debe, primero,
a que es la institución que las personas asocian mayormente al problema de la
seguridad ciudadana y, segundo, porque es la institución que tiene el contacto más
directo con la población; esto determina que ante los ojos de la ciudadanía Carabineros
sea la encarnación de la autoridad, del orden y de la ley, que en el fondo son los
elementos que se ponen en cuestión cuando se señala por ejemplo “porque no les dan
poder”.
“Las leyes están viejas, ya no sirven (…)” (Femenino, C2-C3)
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“(…) el mayor problema es que hay demasiada diferencia (respecto de la justicia)”
(Femenino, D-E)
La referencia a que las “leyes ya no sirven” coincide con la “cojera” señalada
anteriormente y la imposibilidad de estas instituciones de caminar: si están viejas no
son rápidas, llegan tarde, y por lo tanto “no sirven”. Este elemento se traduce en la
sensación de “desprotección” (la exposición del mero cuerpo a la violencia) que hemos
caracterizado como percepción de riesgo.
“(…) porque uno nunca sabe lo que pasa en la calle. Uno siempre tiene que andar con
un ojo adelante y otro atrás” (Hugo, D-E)
“Si, porque si uno anda en la calle te asaltan, no se poh, te violan, andai en la micro, lo
mismo, andai en cualquier lado siempre te va a pasar lo mismo, dai la vuelta en la
esquina de tu casa te pueden violar, te pueden hasta matar…” (Femenino, D-E)
Hasta aquí hemos problematizado el actual estatuto de las instituciones y de la ley en
general. Sin embargo, se advierten niveles de confianza particulares y diferenciados
dependiendo de la institución pública de la que se trate. En este sentido, como muchos
estudios cuantitativos muestran, es carabineros la institución mejor evaluada y la
justicia la peor. En este contexto, es necesario destacar que se encuentran buenos
niveles de confianza en la institución de carabineros (especialmente en los grupos
focales de estratos altos y medios) donde se reconocen los esfuerzos realizados por la
institución frente a la delincuencia, pese a que emergen ciertas criticas dirigidas hacia
la calidad del servicio – como las que vimos anteriormente-.
“Carabineros es el salvador” (John, ABC1)
“Antes tu los veías como personas inalcanzables, como que no podías acercarte a ellos,
ahora no, son como más cercanos” (Elvira, C2-C3)
“Yo igual confío en carabineros (…) como que me dan más seguridad.” (Femenino,
ABC1)
“(…) yo creo que la policía aquí es buena y más que buena, no porque yo haya sido del
cuerpo no, no, la policía es buena. (…) la policía es buena, es eficiente para trabajar, si el
problema no data ahí, el problema data en la justicia, en las leyes que nosotros tenemos.”
(Masculino, C2-C3)
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“Yo tengo excelente imagen de carabineros /Excelente porque donde los necesiten ahí
están.” (Femenino, ABC1)
Como veremos más adelante, si bien la imagen de carabineros puede cambiar de un
estrato a otro o de un grupo etário a otro - e incluso dentro de un mismo grupo social
cuando se evalúa calidad del servicio-, no ocurre lo mismo con la opinión negativa de
la justicia, la que se halla generalizada en todos los entrevistados de diferentes estratos
y grupos etários.
“Todo el mundo sabe que no se cumple, yo creo que hay vacíos legales también”
(Femenino, ABC1)
“Hablemos del tema del poder judicial y de lo asociado a él, ya que salió de
forma natural: cuál es la imagen que tienen del poder judicial./ Burocrático, lento
/ Sí / Eso es la peor imagen para mí, en cuanto al sistema público./ Si, yo creo que ahí
radican todos los problemas/ El que tiene plata sale libre, el que no queda preso/ Bueno,
también es un tema de falta de información también porque por ejemplo, si agarran a un
ladrón y lo llevan y si tu haces la denuncia te llevan al juzgado…y de repente la gente
no va tampoco y obviamente el tipo va a salir, o se a obviamente también es una
cuestión de compromiso ciudadano (…)/(…) continuemos por acá con lo del poder
judicial?/ Yo también encuentro que se discrimina un poco en ese sentido a la
gente(…)” (Femenino, C2-C3)
La percepción de carencia, centrada en la no existencia de las instituciones que
garanticen la protección de la ciudadanía, genera una sensación de impotencia e
impunidad intensa en la población. Esto a su vez, trae aparejado el incremento de
grupos sociales que desarrollan sus propias señas de identidad, así: “crecen las
“tribus”, agrupaciones móviles y flexibles, que comparten emociones, símbolos e
intereses puntuales, pero sin la autoridad y duración necesarias para ofrecer normas y
creencias estables” (Lechner, 2003, p 47).
Esta sensación de impunidad ha impactado negativamente sobre la valoración de la
democracia como sistema político, especialmente en Chile Lechner señala que “al inicio
de la transición democrática dos tercios de las personas entrevistadas adherían a la
democracia. Una década después la prefieren menos de la mitad de los ciudadanos,
62
mientras que casi un tercio se muestra indiferente respecto del régimen político.”
(Lechner, 2003, p 26).
Ahora volviendo al discurso ciudadano sobre la confianza encontramos diferencias
importantes de resaltar. En el estrato socioeconómico más alto, por ejemplo, el grupo
30 a 49 años muestra una diferencia de género en la percepción. Para las mujeres la
desconfianza en las instituciones es mayor que para los hombres, lo que también se
observa en el estrato bajo y con menor intensidad en el medio -como veremos más
adelante-.
“En realidad nada, yo llamé a carabineros porque es como lo que hay que hacer, pero no
es como que vaya a confiar.” (Orieta, ABC1)
“En carabineros, mucha (…) le diría que estoy orgulloso de la institución de
carabineros.” (Jorge, ABC1)
En la afirmación de Orieta se aprecia la diferencia que hemos señalado al principio de
este apartado, entre la confianza y la efectividad de la institución: se puede decir que la
institución funciona, pero no que exista confianza y viceversa. La primera cita
posiciona a la institución a nivel de los servicios que ella presta, la segunda (confianza),
la eleva al estatuto público-político. Ahora bien, ¿cuál puede ser la explicación de esta
diferencia de género? Posiblemente en el grupo masculino hay una mayor
identificación con lo público en su sentido tradicional por lo mismo la confianza es
mayor, esto se consuma, como veremos a continuación, en el grupo de los adultos
mayores. Por el contrario, si bien “(…) las mujeres mantienen una estrecha relación con
la vivienda, ya que, independiente de su situación laboral y marital, siguen actuando
como las responsables últimas de la casa y la familia.” (Segovia y Dascal, 2003, p 83),
como los mismos autores señalan: “Principalmente en los sectores de menores
ingresos, es común ver a las mujeres y niños en los espacios públicos de los barrios”
(Segovia, y Dascal, 2003, p 83). Es decir, la mujer estaría constituyéndose en un actor
que utiliza efectivamente ciertos espacios públicos, y por tanto tiende a movilizarse
hacia nuevas formas de participación extra-institucionales, las que en si mismas
cuestionan las instituciones tradicionales, a diferencia de la participación masculina,
que en el caso de existir, se mantiene dentro de los canales tradicionales de
participación.
63
Si bien este aspecto puede contribuir al fenómeno, pensamos también que el elemento
del cuidado y la orientación hacia la esfera privada sigue teniendo un papel relevante
entre las mujeres. Mas aún si las entrevistadas, en el contexto de temor que hemos
caracterizado, son madres. En este sentido, puede distinguirse el temor que
experimenta el grupo femenino cuando se refiere a sus hijos.
“A la niña si, ahí me da miedo” (Sara, C2-C3)
“(…) pánico que me roben, que me rapten a mi hija.” (Ramona, D-E)
“sabes que, que los niños pudieran andar tranquilos, que no tuvieran esta tensión (…)”
(Mary Rose, ABC1)
“(La amenaza) representa el temor de que nuestros hijos no puedan salir a la calle”.
(Femenino, D-E)
“Y además se asusta cuando los hijos de uno también salen a la calle” (Femenino, C2C3)
Este último aspecto puede corroborarse, además, al observar el discurso de una mujer
del mismo grupo etário pero que por ser soltera, sin hijos y militante de un partido
político (institución política tradicional) tiene una confianza e identificación mayor con
las instituciones públicas.
“Tengo confianza, mucha confianza, porque son democráticas y tratan de hacer bien lo
que tienen que hacer” (Francisca, ABC1)
Por otro lado en el estrato alto, en especial en el grupo mayor de 50 años, se aprecian
mayores niveles de confianza en las instituciones en general.
“Yo creo en las instituciones públicas” (Domingo, ABC1)
“Yo tengo mucha confianza y pertenezco también a una organización que ayudamos a
carabineros, yo pertenezco a un grupo que se llama los alguaciles.” (John, ABC1)
“Un 60%, (de confianza) no le doy más (…)” (Patricio, ABC1)
“Yo en carabineros tengo toda la confianza del mundo y en los otros no.” (Mary Rose,
ABC1)
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Este discurso de altos niveles de confianza en el estrato alto y grupo etário de 50 y más
contrasta, como hemos señalado, con el discurso femenino de 30-49 años, pero sobre
todo con los de otros estratos sociales, en especial el estrato D-E.
“No sé, prefiero a una persona (…) carabineros no me dan confianza por la prepotencia
que muchas veces tienen.” (Victoria, ABC1)
“Y cuando hay peleas de esa gente mala que hay, hay peleas que se agarran con cuchillo
con palo, con lo que sea, uno llama a carabineros y carabineros llega, conversa con ellos
se dan media vuelta y parten, yo ya los conozco (…)” (Femenino, D-E)
Asimismo el aprecio que el estrato más alto ABC1 de adultos mayores tiene de las
instituciones públicas, contrasta radicalmente con lo que señala el mismo grupo de
edad, pero del estrato medio.
“(…) llamas a carabineros y no vienen los carabineros y si vienen llegan a las dos horas
después.” (Victor Hugo, C2-C3)
“En general muy pobre (la confianza en instituciones)” (Oscar, C2-C3)
Respecto de estas diferencias, al preguntarse en los focus por el nivel de confianza en
las instituciones públicas se señala:
“Cuales son las otras instituciones llámese poder judicial, municipalidades, no
sé, investigaciones, carabineros, que ustedes ven en su vida cotidiana que
confianza tienen sobre ellas…/Yo personalmente, para mi ninguna/ Hay algunas
instituciones como que salen de la media, que es la media para abajo, esta el senado que
hablamos,
los
juzgados,
que
también
tiene
una
súper
pésima
imagen…/
Horrible…/Horrible, pero yo creo que una de las pocas instituciones que obviamente se
puede estar salvando es Carabineros de Chile, mas que investigaciones es carabineros.”
(Masculino, C2-C3)
Por último, en el estrato más bajo del mismo grupo de edad, se señala.
“El ciudadano de población no es escuchado en la municipalidad” (Miguel, D-E)
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“Yo tengo más confianza en los militares que en Carabineros, son más rectos” (Carlos,
D-E)
“(…) nadie se atreve a denunciar (...)” (Julio, D-E)
“No porque con ser carabinero toman mal cachay, tu deci, tu le pegai a uno en defensa
personal el gueon te está cogoteando y tu le pegai, llega el paco, el paco te ve con un
cuchillo y te saca la chucha a ti por…entonces que confianza te da el paco”.
(Masculino, D-E)
De acuerdo a lo sostenido previamente, la ley se halla en suspenso mostrando así su
crisis de legitimidad, y los límites se muestran difusos, entonces el temor a la denuncia
no muestra sino que la institución no se percibe con un carácter protector. Ahí entonces
la demanda a los militares (señalada en un grupo focal), tendencia señalada por
Lechner en una cita anterior al referirse a la adhesión de la población a la democracia.
En este contexto, la denuncia puede “traer consecuencias” y por ello es mejor callar: así
el “ciudadano de población no es escuchado” en tanto no se despliega en el espacio
público-político que le brinda legitimidad y sentido.
En síntesis, se observa de manera transversal que la institución más valorada es
carabineros; aunque existen algunas diferencias entre grupos etários, entre estratos y
dentro de estratos en torno a la evaluación de eficiencia de la misma institución.
Mientras que con las justicia hay consenso en torno a la desconfianza. Más aún, a veces
la percepción exculpa a carabineros y culpa a su vez a la ley o a la justicia de los
problemas de seguridad existentes en el país.
“(…) yo creo que lo último que trataría de hacer es llegar a la justicia.” (Miljenko,
ABC1)
“El juez dicta su sentencia de depende de lo que el actuario escribe y si tu mojaste al
actuario, ósea, y si tu mataste a alguien el actuario va a decir entonces porque va a ir
preso si le tiró el pelo no más, entonces (…) el actuario apenas sabe escribir cachay (…)”
(Femenino C2-C3)
“(…) yo tengo plata ya toma ahí hay 5 millones y sácame, tengo un punto, al juez ya lo
tengo listo.” (Femenino, D-E)
“La justicia que es lo hablábamos denantes, entonces encuentro que una persona asalta
con mano armada a alguien, sale a los dos o tres días (…) las leyes son muy antiguas,
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son del siglo pasado, entonces si uno mata una gallina es más grave que sin uno mata a
una persona(…)” (Femenino, D-E)
“(…) la labor de carabineros está como muy aislada como muy sola en el sentido de que
tú cuando los necesitas están, a lo mejor no en todos los momentos, pero cuando llegan a
estar y toman detenido a algún delincuente, ellos (aparte de tomarlo detenido) ahí se
termina su labor/ (acto seguido el grupo inicia la discusión respecto de la justicia)
son leyes que coartan la acción de carabineros.” (Femenino, C2-C3)
“Es que yo pienso que el carabinero cumple su labor, entonces si a el le dicen no puede
detener por sospecha, el no lo puede hacer, no es que el no lo quiera hacer…incluso
cuantas veces han dicho carabineros que los tipos los toman detenidos y al día siguiente
los ven en el paseo ahumada y los saludan…cara de palo. Entonces ellos no pueden
hacer eso, entonces si hubiera una ley que les permitiera hacer valer su autoridad de
detenerlo (…)” (Femenino, C2-C3).
Vecinos: El barrio ha muerto.
Como hemos señalado al principio de este capítulo, la confianza social se desdobla en
la institucional y la interpersonal. La segunda corresponde al mundo construido
intersubjetivamente que para esta investigación se refiere específicamente a la relación
entre los vecinos. Las mismas autoras antes citadas encontraron en un estudio empírico
que: “(…) los ciudadanos que exhiben menores niveles de confianza en sus pares
presentan, a su vez, mayores índices de temor.” (Dammert y Lunecke, 2002).
El análisis del discurso muestra que a pesar de que existen significativos niveles de
desconfianza interpersonal cotidianos, se evidencian iniciativas de participación y
organización de la comunidad, o al menos se dan algunos intentos de crear lazos
sociales en todos los estratos, especialmente entre las mujeres.
“Hay una vecina de al lado que si nos ayudamos obviamente, por ejemplo, si ella sale, yo
le cuido la casa, me deja las llaves y viceversa, hay ese nivel de confianza.” (Bárbara,
ABC1)
“Ella me invita a su casa, nos tomamos un tecito cosas así” (Flor, C2-C3)
67
Pero, es necesario destacar que en algunos casos, estos lazos de confianza entre los
vecinos se generan debido a la existencia de relaciones de parentesco.
“Con los vecinos que más me relaciono yo creo que son unos primos que viven al frente
de mi casa.” (Jennifer, C2-C3)
“Lo que pasa es que con los niños que te mantiene en amistad algunos vecinos (…) no
tiene que ver con el barrio” (Luis, ABC1)
Esto resulta interesante para nuestra línea argumentativa: si lo público ha sido
invadido por lo privado generando una zona de indiferenciación, entonces
perfectamente puede ocurrir que la “familia” (constitutiva de la esfera doméstica) surja
como el único referente posible para la consolidación del lazo social entre los vecinos
sea posible. De igual forma, en algunos casos la relación con los vecinos se genera por
intermedio de los niños, lo cual muestra la precariedad del lazo social. En este punto se
revela una atomización de lo público y particularmente de la vida de barrio, donde se
privilegia la relación ocasional, contingente o relacionada con otro tipo de lazos.
El síntoma más emblemático de este deterioro es que, en general, los entrevistados
caracterizan su relación con los vecinos como de “hola y chao”. La relación es, por ello,
contingente, no obstante, éstos pueden conocerse desde “chicos” su relación sigue
siendo atómica.
“Bien, bien, el hola y chao (…) todos somos vecinos de chicos” (Paula, C2-C3)
“Yo con mis vecinos soy yo en mi casa y para de contar” (Elena, D-E)
“Hola y chao, en el ascensor no hay más.” (Francisca, ABC1)
“En realidad no me relaciono mucho más allá del hola y chao.” (Luis, C2-C3)
“Ellos con sus cosas personales y yo con las mías” (José, D-E)
“yo llevo viviendo 10 años en un departamento, si tu me preguntai como se llaman los
vecinos que tengo al lado (…) con suerte les digo hola” (Masculino, D-E)
“(…) yo también vengo del sur y me pasa exactamente lo mismo, no tengo idea quien
vive arriba ni abajo mío, sé que el que vivía arriba y me caía muy mal se fue y volvió
(…) pero ¿sabes porqué me caía mal?, porque el gallo siempre yo me lo topaba en el
ascensor y no era capaz de saludarme, y el que estaba abajo, en la portería yo lo saludaba
de mano.” (Masculino, ABC1)
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El “hola y chao” muestra que la relación con los vecinos es sobre todo de paso. Este
punto se relaciona con lo que hemos señalado previamente, a saber, que lo público se
ha reducido a la metáfora del “tránsito”, del “paso”, lo cual revela la precariedad en la
construcción de lazo social: éste se precariza en la medida en que las relaciones con
otros son contingentes y fragmentarias (Hopenhayn,1994).
En consecuencia el barrio, como espacio público, se muestra clausurado a raíz de la
supeditación del lazo social a la esfera doméstica, y de su atomización en la
comunidad. Por ende, el vecino directo, antes principal fuente de lazos sociales, ahora
también puede adoptar la forma del “extraño”.
“(…) puros problemas, el de al lado tiene problemas con el de al lado (…)” (Cristina,
C2-C3)
“La mayoría de la gente es de afuera, pero de adentro igual no se salvan” (Jessica, D-E)
“Todos saben y pá que van a sapear si sapeo me van a decir ah soy sapo y toda la gente
va a decir que son sapos, entonces la gente no se mete en ese problema. / y vay a andar
con el temor que si tu decí algo, te puede pasar algo a ti o a tu familia. / O mi vecina
vende y yo tengo que decir, no, no, no puedo sapearla porque yo tengo mi hijo y si a mi
hijo le pasa algo.” (Femenino, D-E)
De esta forma, el encuentro público entre los vecinos puede aparecer como generador
de problemas, lo que aumenta la desconfianza en lo colectivo en la medida en que la
orientación a la esfera pública se da desde una ética privada. Esto se vincula con la
precarización de la vida cotidiana de nuestra ciudad, precariedad que no está exenta de
distinción socio-territorial. Así, cuando aparece la extrañeza en el vecindario, el
discurso cambia y surge la percepción de amenaza, la cual no se refiere al “vecino”,
sino al “delincuente” al “drogadicto”, el “marihuanero” o “la gente de afuera”. La
percepción de amenaza surge desde la “implosión” del espacio público: el otro deja de
ser colaborador y se transforma en “enemigo”, metaforizado en la figura del
delincuente común.
El surgimiento de la percepción de amenaza (que configura al otro como amenazante)
hace que la familiaridad del clásico barrio se vuelva extraña.
69
“No les importa si la vecina de al lado los vio crecer de cabros chicos, no les importa a
ellos.” (Alicia, D-E)
“Como sociedad o como gente, como lo que somos o si tuviéramos la oportunidad de
tratar de evitarlo, yo creo que la gente que viene de abajo cultural, creo que viene de
donde uno se cría, que la gente que vive en las poblaciones y se droga de chiquititos,
tenga la oportunidad de salir, tenga otra visión del mundo(…) porque no conocen otro
mundo, cuando uno crece y sale de donde está tienen otras perspectivas del cuento
entonces uno tiene ganas de salir adelante(…)Entonces todas mis amigas de chiquititas
eran drogadictas, fue mamá soltera muy chiquitita, amigos que éramos amigos cuando
chicos, están parados en las esquinas o son obreros o no trabajan, roban eso un
poco(…)” (Femenino, D-E)
Las citas se refieren a los jóvenes de su “barrio” por ellas conocidos “desde cabros
chicos” que eran “amigas cuando chicas”, pero que ahora aparecen como si fueran
otros, extraños, sin “importarles” que ellas los hayan visto crecer. En estas citas aparece
la suspensión de la ley que hemos consignado anteriormente, y en este contexto, el
extrañamiento de lo familiar13.
Si el barrio constituyó la figura clásica de la sociedad industrial, posibilitando así
ciertos espacios públicos en que la pluralidad y la discusión pública era posible, ahora
este barrio, al parecer, se halla desterrado, desaparecido, dejando en él un espacio
vacío, o como señalaba un entrevistado, un “museo de árboles”(Julio, C2-C3). La
desaparición del espacio público, instala la desconfianza en la medida en que aquello
que desaparece es el mundo-en-común (Arendt, 1993) que daba sentido y constituía
una comunidad. En este sentido, la percepción de riesgo y amenaza en conjunto con el
temor surgen como síntomas de esta desaparición, y con ello, la figura del delincuente
(como el trasgresor de la propiedad en la época en que el mall se identifica al espacio
público) aparece como la metáfora que condensa los temores (Lechner, 2003). Sin
embargo, el delincuente resulta ser un enemigo indiferenciado que vive y se esconde
entre los vecinos (entre el adentro y el afuera). Y entonces la relación entre los vecinos
aparece atomizada con una profunda desconfianza en la organización colectiva, y en
No se trata de que ahora de plano todo se vuelva extraño, sino que hay un permanente juego
entre el extrañamiento en lo más familiar, y este rasgo es justamente lo que desconcierta
instalándose desde esta “zona de indiferenciación” indicada una y otra vez, entre lo público y lo
privado.
13
70
general, en las instituciones públicas, porque precisamente, es el estatuto de lo público
lo que está en cuestión, desde los procesos modernizadores que masifican la esfera
privada, destruyendo así lo público.
En síntesis, el espacio público ha pasado desde un espacio de aparición a uno de
exposición, la figura del barrio ha experimentado una atomización social,
sustituyéndose el imaginario del barrio como unidad al del barrio como fragmento: se
conocen sólo a los vecinos directos, muchas veces con la relación “hola y chao”
generando entre ellos escasas formas de organización.
3. Ciudades sin ciudadanos: El tema de la participación
Uno de los pilares fundamentales de la ciudadanía es la participación de la comunidad
en proyectos colectivos, no necesariamente políticos sino también sociales. Por
proyectos de carácter social entendemos aquellos que nos remiten a la esfera social,
“(…) donde el proceso de la vida ha establecido su propio dominio público (…) y
contra este constante crecimiento de la esfera social, no contra la sociedad, lo privado y
lo íntimo por un lado, y lo político (en el más reducido sentido de la palabra), por el
otro, se han mostrado incapaces de defenderse.” (Arendt, 1993, p 57). Así, en ambos
casos tenemos la participación (como asociatividad y producción de redes sociales),
pero en niveles (esfera privada v/s pública) y con consecuencias (asistencia social, v/s
deliberación política) diferentes.
El carácter social de la participación se evidencia en la pertenencia a organizaciones,
del tipo juntas de vecinos, que se proponen actividades puntuales como la instalación
de alarmas comunitarias, sistemas de vigilancia privada y apoyo a instituciones de la
zona. Este tipo de participación, si bien tiene una importancia en la construcción del
lazo social, no desemboca necesariamente en la construcción de ciudadanía puesto que
no se despliega hacia la esfera pública y por ende no se visibiliza ante la sociedad.
Así, encontramos una construcción del lazo social más fuerte y fundamentalmente, si
bien no exclusivamente, en los estratos más bajos. Aunque, al mismo tiempo, este lazo
social va aparejado con un desencanto permanente respecto de lo público, como se
evidencia a continuación en la cita del grupo focal.
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“¿Uds participan en alguna organización formal o informal?/ No/ No/ Yo con ella
y la hermana de ella formamos una organización con personalidad jurídica y todo, pero
más de un año no duró porque no nos apoyaron, todavía está pero…/ Teníamos un
local, teníamos un local, pero la misma gente de ahí nos quitó el local, teníamos
batucadas igual los niños de ahí aprendieron a tocar batucadas, clases de salsa había, de
pintura…/Pero ¿para que participan, para qué?/ Nosotros participamos en hartas
reuniones, hicimos rifas…/Si, mi pregunta es porqué uds querían participar/
Porque queríamos ver que poner lomo de toro que los cabros chicos bailaran, que
estuvieran fuera de lo que hay en la casa, pero ahí quedó poh/ Falta mucho apoyo/
Ramón Farías no vale nada, dice que nos va a apoyar y nunca nos apoyó/ Yo participo
por la iglesia en la parte de lo que es colonia urbana, que se trata de ayudar a niños de
escasos recursos para que tengan deportes, convivencia con otras cosas que ellos no
tienen alcance y también para sacarlos del tema de lo que es la droga, la
delincuencia.(…)/ ¿Ahora, en general, en Chile se participa en actividades?/
Nosotras dos trabajamos en un proyecto del gobierno en el 2002, nos pagaban 40 lucas
mensuales…/Teníamos que trabajar en un sector, por ejemplo, en tal sector vamos a
hacer un evento el día sábado como a las cuatro, llegaban niños./¿Cómo se llamaba?/
Proyecto de gobierno no más era, había un monitor y el monitor seleccionaba 18
personas entre esas 18 personas estábamos nosotras. /Eso fue una vez y nunca más.”
(Femenino, D-E)
Como se ve, la “falta de apoyo”, o el “nunca más” o el “ahí quedó” se repiten
constantemente en el diálogo del grupo focal. Este desencanto permanente de lo
público, en otras palabras, el desencanto hacia las organizaciones políticas tradicionales
puede explicar el énfasis social de la participación que hemos señalado. Aunque puede
entenderse por participación social a toda participación de carácter colectivo, lo que
observamos en la realidad es que hoy en día la participación social está escindida de su
carácter colectivo o público manteniendo sólo una definición social puramente formal,
en esencia las actividades que desarrollan estas organizaciones se dirigen a una esfera
privada, a los intereses particulares de los miembros.
Los hombres jóvenes del estrato socioeconómico D-E, participan en grupos específicos,
en su mayoría más bien de tipo informales, es decir, no institucionalizados.
72
“Ah, si, con mis amigos tenemos un grupo hip-hop.” (Hugo, D-E)
“nosotros trabajamos con jóvenes pero independiente, o sea organizados, pero entre
comillas cachai…se llama Real imperio Pincoyano (…) también nos ayudamos en la
comuna (…) con cualquier actividad estamos nosotros.” (Francisco, D-E)
“¿Uds. Participan en alguna organización formal o informal de cualquier tipo?/
Yo, yo en un centro juvenil, está sin movimiento, era porque trabajaba con muchos
niños, lo que pasa que adentro del centro juvenil eramos como 5 adultos, yo era el mayor
y toda los otros eran menores de 18 y era difícil trabajar con ellos, igual están en la onda
del gueveo onda 15, 16, hasta 14 o 12 años trabajaban./ Y alguno de uds participan
de alguna cosa formal o informal hasta un grupo de música podría ser?/Ah, si
yo sí./Paso todo el día en la calle/(…)¿Dónde participan, que espacios públicos
ocupan?/ Mira, espacios públicos, nosotros ya eramos una organización sin sede,
nosotros no teníamos sede, pero nos conformamos dentro de la sede de la junta de
vecinos de ahí paso el problema con la directiva y justo se presentaban con la junta de
vecinos…después estuve participando en otra sede, pero en esa sede yo estuve como un
año consiguiéndola, una sede que estuvo 5 o 6 años votada, encerrada imagínate, y esa
sede yo lo único que quería era un espacio con 4 paredes y con techo no importa lo que
hubiera adentro, yo saqué un camión de basura, nosotros arreglamos, limpiamos,
colocamos luces, no faltaba arreglar pero nosotros ya habíamos mojado la camiseta por la
sede(…)” (Masculino, D-E)
Como se ve, en estos grupos la participación permite construir identidad (por ejemplo,
el real Imperio Pincoyano, o la apropiación de la “sede”, en tanto lugar) y por ello la
pertenencia a un espacio social determinado. En cambio, en los jóvenes de los estratos
medios la falta de participación es más aguda debido a la desconfianza generalizada
en torno a lo colectivo (sean organizaciones o instituciones).
“No existen muchas posibilidades como de organización” (Julio, C2-C3)
“yo no me voy a meter en nada que sea política” (Luis Eduardo, C2-C3)
“Tu preguntaste por las instituciones en general, como más abstracto, yo las veo en
general como algo poco democrático, siento que como que la ciudadanía esta como
siendo otra, con órdenes confusas, como que no hay un ordenamiento democrático, en
que todos podamos participar, tomar decisiones, en que podamos hacer notar nuestras
73
diferencias, creo que no se respeta mucho la diversidad de los distintos grupos…”
(Femenino, C2-C3)
La primera afirmación señala que “no existen posibilidades de organización” como
colectivo, justamente porque la participación tiene un carácter social, restringiéndose a
lo privado. Cuando se señala “política” es preciso leerla como la institución tradicional
gestora de lo político, a saber el partido político o el Estado. Si esto es así, entonces la
desconfianza en “la política” pasa por la desconfianza en las instituciones públicas,
pero por sobre todo en el estatuto de “lo público”. Asimismo, en los focus se señala la
presencia de “órdenes confusas”, donde no hay un “ordenamiento democrático”,
puesto que no se “respeta” la “diversidad de los distintos grupos”, en síntesis se repite
la imagen de desconfianza por lo público, y con ello, la falta de legitimidad de las
instancias de participación ciudadana es evidente.
Se aprecia además, que a mayor cercanía de los entrevistados a la actividad laboral,
menor es la participación colectiva, y mayor la privatización de lo público. Este es el
caso de los hombres entre 30 y 49 años de los estratos medios, que remiten de forma
constante a su participación previa en actividades de corte social y político frente a la
inexistencia de participación actual.
“Estuve participando a los 15-17 años en un club deportivo, organizaciones comunales
vinculadas a la Iglesia Católica” (Miguel, C2-C3)
“Junto con mi ex-militancia política yo trabajaba en un comité de allegados y
organizaciones juveniles.” (Luis, C2-C3)
“Estuve en una organización de la Iglesia” (Juan Carlos, C2-C3)
En estas citas existen dos cuestiones de importancia: por un lado, la aparición de la
Iglesia como referente de la participación social y el discurso del pasado participativopúblico. Así, la participación en la Iglesia moviliza la participación de carácter social. El
segundo punto a rescatar puede atribuirse a que la juventud de estas personas estuvo
atravesada por la participación social o política en organizaciones de base.
En este sentido, así como caracterizábamos la trasformación del espacio público desde
la “aparición” a la “exposición”, también es posible señalar que la participación ha
74
pasado de su carácter “político” hasta su repliegue exclusivamente “social”. En este
sentido señala Lechner: “Se reclama un fortalecimiento de la sociedad civil, pero pocas
veces se reivindica la centralidad de lo público para la vida ciudadana. Entonces la
llamada sociedad civil se confunde con una creciente privatización de las conductas: el
surgimiento de nuevas formas de sociabilidad, basadas en estrategias individualistas,
que son racionales y creativas para adaptarse a las dinámicas del mercado, pero que
rehúsan compromisos colectivos” (Lechner, 2003, p. 33). La pérdida de la “centralidad”
de lo público hace que se “privaticen” las conductas y que, por un lado, se mire con
nostalgia el pasado público y por otro se repliegue la participación a lo social,
movilizado en algunos casos, por las diferentes iglesias. Aunque en la mayor parte de
los entrevistados la participación actual es mínima, lo que responde a un sentimiento
de desconfianza en las organizaciones, como se observa en las mujeres de distintos
estratos.
“Yo participo en la iglesia en la parte de lo que es colonia urbana que se trata de ayudar
a niños de escasos recursos” (Femenino, D-E)
“Es que somos medios alejados de las organizaciones, se generan problemas(…)”
(Gloria, ABC1)
“(Respecto de las organizaciones religiosas)(…)preferí seguir el camino espiritual
bajo mi creencia(…)” (Paula, C2-C3)
Si las organizaciones son “generadoras de problemas”, entonces se comprende que
como extremo, la asociatividad que hace posible la institución eclesial también se
privatice hasta hacer de ésta una cuestión propia de la conciencia individual,
rehusando con ello los compromisos colectivos. En este sentido, el impacto del temor,
la percepción del riesgo y de la percepción de amenaza en la participación es evidente:
si el espacio público es “(…) un lugar para la manifestación y el encuentro social”
(Segovia y Dascal, 2003, p. 69), y este se halla “privatizado”, entonces la participación
se repliega en lo social y abandona su aparición pública. A modo de ejemplo, ante la
pregunta por la militancia política de una entrevistada ésta señala: “Lo mío, es mío, es
personal” (Alicia, D-E). Alicia, es una de las pocas entrevistadas que tiene militancia
política, sin embargo, ella la califica como de carácter “personal” sin manifestar su
militancia en el ámbito de la organización social en que trabaja. Asimismo, cuando se
participa en una organización tradicional de carácter político-social, como el sindicato
75
se señala: “El sindicato del colegio (Nido de Águilas) donde hacen rifas, bingos, etc.”
(Andrea, ABC1). Así se identifica al sindicato con el hacer bingos o rifas, excluyendo de
él su carácter público-político.
En este sentido, se observa que los entrevistados, independiente de los estratos
socioeconómicos, identifican una tendencia hacia la burocratización de las
organizaciones sociales tradicionales. Basándonos en lo que señala Lapassade: “(…) si
hemos entrado en la era burocrática y si la burocratización del mundo significa a la vez
que este poder pertenece ahora a la burocracia y que penetra por todos los poros de la
existencia social, del trabajo, pero también, como veremos, de los entretenimientos, de
la existencia profesional tanto como de la existencia privada” (1968, p. 180), podemos
señalar que la burocratización de la “existencia social” y la “privada” va en
consonancia con lo que hemos venido sosteniendo, a saber, que lo público y lo privado
se hallan en crisis, lo cual en nuestro país, se irriga hacia las organizaciones sociales
tradicionales, como las juntas de vecinos u otras. Como señalan los entrevistados:
“(En la junta de vecinos) Se queda todo en la presidenta” (Victoria, D-E)
“Porque no me interesa en realidad, en un momento me trajo un amigo viendo si
hacíamos algo aquí en la municipalidad pa dar como un curso y fue muy burocrático al
final (…)a nadie le interesaba y al final no me motivé” (Carla, ABC1)
“En el sindicato del colegio no más, pero no con cargo sino que miembro no más del
sindicato(…)no participo en nada porque me caen pésimo y encuentro que son, se están
arreglando entre ellos su panorama más que para todo el mundo, así que no participo en
nada, ni siquiera en las reuniones, antes iba a todas…” (Ana María, ABC1)
El “todo se queda en la presidenta” de Victoria, es muy significativo ya que surge la
figura de la presidenta como aquella que se apropia de lo público, expropiando a sus
miembros de éste y replegándolos hacia el campo de lo privado. En las conversaciones
en los grupos focales se aprecia la misma percepción de la burocratización señalada, en
especial en los estratos bajos y en los mayores de 50 años. Paradojalmente, son
justamente estos grupos poblacionales los que tienen mayor relación con este tipo de
organizaciones.
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“Tienen relación ustedes con las juntas de vecinos, en general?/ Si…/ Yo si…/ (se
escuchan algunos si)/Ustedes cuatro?/ Si…/Por qué participan en la junta de
vecinos?/Uno les explica ahí que es lo que necesita, que es…yo siempre he ido y no han
hecho nada de la luz, de los colegios, a chilectra, hay que ir a chilectra es lo que dicen, en
la municipalidad, ellos no pertenecen, tiene que ser chilectra para que venga y han ido
otras personas a hablar ahí y no ha pasado nada. / Uno va a la junta de vecinos la
verdad (…) pero a veces no se pueden hacer cosas, la misma presidenta…la verdad por
allá mi casa, como le digo, nosotros lo que queremos es sacar ese lunar que hay porque
todo(…) pero no se puede y nadie hace nada, o sea nadie se atreve, porque piden firmas
de partida, le tienen que dar la firma al caballero y resulta que todas no quieren pues,
porque dicen como…claro pues tienen miedo porque estos gallos apedrean la casa(…)
entonces imagínese como uno no va a sentir ese temor.” (Femenino, D-E)
La percepción de que lo público yace derruido de manera constante, opera como
metáfora en la emergencia de estas figuras que emancipan su privacidad hacia lo
público, dejando a los miembros de las organizaciones inmovilizados, y a los límites
entre lo público y lo privado en crisis. Asimismo, el “no me motivé” de Carla o el “no
se puede hacer cosas” de los grupos focales, coincide con una relación heterónoma de
las personas respecto de las organizaciones sociales.
“La verdad nunca me he propuesto hacer nada y la verdad estoy esperando que alguien
me lo proponga” (Mary Rose, ABC1)
“(…) eso quedó en la nada, siempre caché que no había alguien que se preocupara por
hacer algo” (Miljenko, ABC1)
“(…) no participo... porque nadie me ha solicitado nada” (Oscar, C2-C3)
“Yo te voy a decir que en Providencia informa personalmente el alcalde…funciona
magnífico, nos mandan una revista, a la tercera edad, caminatas, consultas, hacen de
todo (…)” (Femenino, ABC1)
“Mira de participar puede participar, pero falta un compadre que se dé el tiempo de
juntar a la gente (…)” (Masculino, D-E)
En varias de estas citas se demanda “liderazgo”, lo cual se corresponde con la
desconfianza en las instituciones públicas que veremos en el siguiente apartado, pero
77
que además indica una relación heterónoma con éstas instancias de participación
“pública”.
Este discurso tiene una clara distinción por estrato, así aquellos pertenecientes a los
estratos más bajos son los que más participan y, a su vez, son los más dependientes de
los programas sociales del Estado, y por ende los que más resienten su ausencia. Si
bien, en los estratos medios y altos también existe algún tipo de participación en
general está es de carácter social y contingente.
“Lo que si he participado en cosas del pasaje, cuando hay que aportar en algo, vamos a
la municipalidad” (Angélica, C2-C3)
“Tomamos once, conversamos, comentamos cosas (…) pero el grupo nuestro no
necesitaba 200 pesos, necesitamos reunirnos”. (Miguel, D-E)
“(En la organización) La gente conversa sus problemas con otro” (Blanca, D-E)
“La gente se aburre de esperar” (Femenino, D-E)
“Nosotros, la comunidad no tenemos idea de qué proyectos hay, que beneficios hay, en
fin, que se puede hacer, nada, entonces siempre hay un núcleo, un sector no más y eso
no puede ser la junta de vecinos debe ser para toda la comunidad(…)/ Podrían poner
algo que la municipalidad realmente te motive…/ Perdona, a veces no tienen espacio, no
tienen interés en participar en cosas, pero tampoco hay alguien que vaya como un líder,
y nos busque y nos diga hagamos tal cosa, vamos a tal lugar (…)” (Femenino, ABC1)
Contingente en el sentido de que sólo habrá participación en la medida en que surja un
problema puntual que afecte al común del vecindario, haciendo que la participación no
sea constante. Mas aún, se aprecia en las mismas formas de participación, que señalan
los vecinos, la tendencia a la burocratización al delegar funciones y dejar así, como
decía Victoria, “todo en la presidenta”. No obstante esta tendencia no es incompatible
con la configuración del lazo social.
“El día miércoles nos reunimos, conversamos, tejimos, tratamos de ayudar a la gente
que nos necesita, dentro del grupo.” (Gladys, D-E)
En el grupo etário mayor de 50 años, como se ve con Angélica y Gladys, y de manera
transversal en los diferentes estratos sociales, se aprecia una mayor participación en
actividades sociales. Así, en los estratos medios y altos se señala:
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“Participo en el Rotary de Providencia (…) me motivó a participar mi sentido de
servicio a la comunidad” (John, ABC1)
“Soy colaborador activo y permanente de una fundación” (Domingo, ABC1)
“Yo soy dirigente de una organización. / (…) yo participo en una iglesia, igual también
es participar, porque resulta que también se hacen cosas, ir a ver ancianos y esas cosas,
eso yo creo que también entra dentro de una organización.” (Femenino, C2-C3)
Asimismo, en el grupo etario de 30 a 49 años de los estratos medios se aprecia una
tendencia a participar en diversas instancias de carácter social:
“¿Participan en alguna organización formal o informal?/ Yo he participado./(…)
Estamos hablando de clubes deportivos/ Como bomberos, un club de pesca o informal,
como yo tengo un grupo de música por ejemplo y tocamos en la plaza./ Yo a veces tengo
reuniones
los
fines
de
semana
con
los
apoderados
del
colegio,
hacemos
catequesis./¿Alguien más participa en alguna actividad?/ Participo en una
organización religiosa./ Yo participé, cerca de mi casa hay una sede social, en el tema de
la cultura, y también hice a través de la municipalidad por la orden de los masones de la
universidad de la república, un diplomado en gestión de desarrollo de proyectos sociales,
es un tema(…)” (Masculino, C2-C3)
“Hay necesidad de pertenencia (…)” (Femenino, C2-C3)
“Yo creo que participar tiene que ver con la necesidad de protección” (Femenino, C2C3)
Los objetivos de esta participación pueden ser diversos, pero para casi todos, se trata
que la “gente se reúna”, o como decía Blanca, “la gente conversa sus problemas con
otro”. La demanda a constituir lazo social provee de “pertenencia”, pero además
posibilita “protección” ante la amenaza exterior en tanto provee de un “lugar”, en un
contexto donde los lugares tradicionales se han dislocado. En este sentido, no sólo en
los adultos mayores de 50 años, sino también en los jóvenes se aprecia una leve
tendencia a participar y apropiarse de ciertos espacios; aunque esta participación
también suele tener sólo un contenido social.
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“Nosotros éramos una organización sin sede (…) pero nos conformamos dentro de la
sede de la junta de vecinos” (Masculino, D-E, 18 a 29 años)
Como vimos al comienzo, y en la cita anterior, los jóvenes se han apropiado de un
espacio abriendo su propio espacio de participación, es decir rompiendo levemente la
lógica heterónoma que hemos revisado en otros grupos y estratos. Por ejemplo, los
mayores de 50 años de los estratos bajos que hacen referencia a participar en el
“gimnasio”, en la “junta de vecinos” u otra organización; mientras que aquellos del
estrato alto participan en el “Rotary” o en alguna institución privada de asistencia
social.
La participación de carácter social, se acentúa en dos grupos sociales, a saber, jóvenes
de estrato D-E y adultos mayores de 50 años de distintos estratos. Aunque los primeros
se dirigen hacia los espacios públicos mientras los segundos restringen su participación
al ámbito privado, ambos presentan un interés por constituir lazo social, que a decir de
Lechner: “(…) representa un patrimonio de conocimientos y hábitos, de experiencias
prácticas y disposiciones mentales que una sociedad acumula, reproduce y transforma
a lo largo de generaciones.” (2003, p 49). En este sentido coincide Hopenhayn: “(…) los
efectos secularizadores del mercado y la racionalidad instrumental tendrían un efecto
de dispersión de la vida social. Los lazos se harían provisorios y precarios, según el
proyecto de vida personal y los gustos de cada cual.” (1994, p 53). Es decir, el interés
en constituir lazo social se ve una y otra vez tensionado por la “racionalidad
instrumental”, haciendo que los lazos se vuelvan “provisorios y precarios”.
Si bien existe una forma de participación de carácter eminentemente social, en los
grupos sociales de 50 o más edad, muchos de ellos vinculados a Juntas de Vecinos,
estas mismas organizaciones inspiran una profunda sospecha en los otros grupos
sociales: se sospecha por la legitimidad (el nivel de aceptación colectiva) de estas
organizaciones. Sospecha que se extiende hacia el problema de la “representación
política” cuando se señala: “(…) ningún partido me representa a mí” (Jorge, ABC1). El
problema de la confianza en las instituciones se relaciona directamente con los niveles
de participación, y estos dos procesos, a su vez, contribuyen a afianzar el temor, ya que
para muchos participar se asimila a la ocupación de los espacios públicos, los que
conllevan un riesgo de daño personal.
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“Ahora la gente no sale por miedo a que la cogoteen” (Luis, C2-C3)
“Al final estamos como enjaulados todos.” (Hernán, C2-C3)
“(…) yo vivo en una cárcel en mi casa, todo cerrado con fierros las ventanas (…)”
(Masculino, D-E)
La sensación de estar “enjaulados todos” o vivir “una cárcel en mi casa” opera como
efecto del temor que se experimenta concretamente ante lo público. El espacio público
al convertirse en espacio de exposición configura al temor, la percepción de riesgo (un
espacio en que todo puede pasar y quedar impotente ante el otro) y la percepción de
amenaza (la figura del otro amenazante con sus diversas formas). Como se ve, la
participación, que implica una forma simbólica de “salir” a un espacio público, se ve
afectada por el temor que promueve el encierro en las propias casas. Así, el resultado
del temor es quedar “enjaulados”, es decir se privilegia un concepto específico de la
seguridad (vinculada al mantenimiento de la vida natural y el “cuerpo”) en contra de
la libertad (como característica de lo público). Ahora bien, este discurso se relaciona
con el proceso anticipado por Hopenhayn cuando dice que “lo privado se hará cada
vez más hermético y lo público cada vez más policíaco” (1994, p 52). El espacio privado
queda “hermético” al instalarlo como si fuera una “cárcel”, y a su vez, lo público
produce una percepción del riesgo como campo “policíaco” en que los cuerpos se
exponen a la violencia. En este sentido, el temor debe considerarse como un concepto
cuya especificidad consiste en su carácter público.
El temor entonces, impacta en la construcción de ciudadanía en la medida en que
impide la aparición de los sujetos en el espacio público, puesto que imposibilita su
participación política. En este contexto, lo que se aprecia en todos los estratos y grupos
etários es una forma de participación de carácter social, contingente y que se desarrolla de
forma preferencial en el ámbito privado, aunque en ella se advierte la necesidad de
construir espacios en que el lazo social sea posible. La autorreferencialidad o
guettización, si bien se extiende de manera transversal a los diferentes grupos, no copa
toda la vida social, cuestión que se aprecia por un lado en los jóvenes de estrato bajo y
en los adultos mayores de 50 años. No obstante, en los adultos mayores pertenecientes
a los estratos medios se agudiza la sospecha por la participación colectiva, y por ello su
participación actual tiende a ser menor que en los estratos D-E y ABC1.
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“Fui dirigente sindical, pero ahora no participo en nada” (Jorge, C2-C3)
“No me gustan los grupos” (Jaime, C2-C3)
En síntesis, si bien existe participación ésta sigue siendo de carácter social,
advirtiéndose la sospecha en la participación colectiva respecto de las instancias
tradicionales de participación política (partidos políticos, instituciones del Estado). En
este contexto, a partir de la tensión entre el temor y la participación se va configurando
el problema de la desconfianza con las instituciones, cuestión analizada previamente.
4. La victimización
La victimización constituye una temática central en los estudios de carácter
cuantitativos relacionados con el problema de seguridad ciudadana. Por ejemplo, las
encuestas de victimización que intentan medir la “cifra negra del delito” y los niveles
de temor de la población. Sin embargo, para la presente investigación se trata de
pensar la victimización en un sentido cualitativo, es decir, preguntarse cómo en los
diferentes sujetos la victimización impacta en la construcción del imaginario de la
población respecto al tema de la seguridad ciudadana. En este contexto, se han
distinguido tres tipos de victimización que serán desarrolladas a continuación, a saber,
la victimización personal, vicaria y mediática. Estas distinciones resultan relevantes
puesto que cada uno de ellas impacta de manera diferenciada en la construcción del
imaginario antedicho.
Los umbrales de la victimización y sus diversas formas
En los discursos de los entrevistados en torno a las vivencias de victimización, es
posible encontrar la existencia de diferentes umbrales respecto de lo que para cada
persona significa ser victima. Estos umbrales están directamente determinados por las
experiencias individuales y familiares, por la forma en que se recibe la información
mediática del tema, por la edad y sexo de los entrevistados, pero sobretodo por su
nivel socio económico. Así, apreciamos que para los sujetos de los estratos bajos la
vivencia permanente de situaciones de conflicto, genera un cierto acostumbramiento
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ante algunos hechos delictuales, cuestión vinculada a la desconfianza en las
instituciones y a los vecinos señalada previamente.
“(…) o sea como yo he visto visto gente que los han cogoteado, fue como una wea
normal, como que pasó y ya.” (Hugo, D-E)
“Eeh…nosotros lo vemos a diario, donde yo vivo, en la esquina de mi casa y se ve
carabineros se bajan, entran, salen, y uno sabe lo que hay ahí (…)” (Femenino, D-E)
La vivencia habitual del delito se advierte en estas citas al ver todo “a diario” y
considerarlo con un carácter “normal”. A tal punto llega esta especie de
acostumbramiento o más bien de vivencia habitual del delito, que los delitos menores
como hurtos o robos en vivienda pero sin fuerza en la mayor parte de los casos (D-E)
ya no se reconocen como formas de victimización.
“…me metieron la mano aquí, me sacaron la plata…pero nada, no he sido agredido…”
(Miguel, D-E)
“se roban hasta las plantas” (Alicia, D-E)
Por el contrario, en el discurso sobre la victimización, se tiende a pasar inmediatamente
al comentario de situaciones más violentas; o bien ocurre que los vecinos (o familiares
como dice una de las siguientes citas) prefieren hacer oídos sordos ante situaciones
delictuales en las cuales no se ha visto afectada su integridad física, o bien no se ha
actuado directamente en contra de los afectados.
“a mi me entraron a robar a la casa (…) pero lo tomaron como que no hubiera sido
verdad, los vecinos no creyeron” (Graciela, D-E)
“A mi hijo lo asaltaron un día…como el año pasado, de escolar iba, iba al colegio con sus
500 pesos, iba al colegio con una calculadora, le pusieron una cuchilla en el paradero de
la micro, se devolvió supero asustado y como cerca, vamos al tiro, los carabineros lo
subieron y fueron a la puerta donde saben más o menos(…) los meten presos y después
lo dejan citado al niño al juzgado, uno hace la demanda y o sea y le dan una constancia
los carabineros, entonces a Ud. le preguntan: va a ir a tribunales…no ha entonces no le
ingresamos la constancia porque usted si la quiere dejar escrita tiene que ir a
83
tribunales(…)/ Pero es que tu vas después al juzgado con miedo a esa persona y después
te va pero, los amigos o los mismos familiares son más malos(…)” (Femenino, D-E)
No obstante el carácter habitual de la violencia y el delito, esto no significa que se
pierda la sensibilidad en torno al hecho, es decir, que no se perciba sensación de temor
o amenaza ante la posibilidad de que ocurran, sino que al aceptarlos como algo
habitual las fuentes de estas percepciones pasan a ser las que contienen elementos de
violencia mayor, por ejemplo el uso de armas. Esto marca la diferencia de umbrales
entre el estrato D-E y los otros dos estratos (C2-C3 y ABC1), dónde ante la pregunta de
victimización se hace referencia a diversos tipos de delitos, por más mínimos o
distantes (en el tiempo) que estos hayan sido.
“hurto, hurto a mi polola el celular…” (Mauricio, ABC1)
“…estaba como en tercero medio…y se pone el tipo al lado del pasillo, al lado mío y otro
tipo atrás con una cortapluma…” (Carla, ABC1)
En los estratos medios, se presenta una situación similar al estrato alto en referencia a
hechos delictuales ocurridos a terceros o propios pero que pueden datar de fechas muy
anteriores. Pero sin duda en los tres estratos, el mayor temor se da con relación a los
hechos delictuales que contienen violencia y, por ende, la descripción de la
victimización suele relacionarse con esos hechos más que con hurtos menores, aunque
la ocurrencia de ellos haya sido hace mucho tiempo o por terceros, como suele ser en
los estratos altos.
“Si hace como diez años me robaron un reloj en la calle…” (Jorge Rivera, ABC1)
“No raramente, no me han asaltado, a un vecino jubilado de investigaciones lo tenían de
casero…” (Luis, C2-C3)
“…el otro día a un chiquillo le dispararon de un auto…el chiquillo que vivía al frente,
de 13 años por no compartir un cigarro le pegaron un cuchillo en la guata…”
(Victoria, D-E)
“En el centro no, estación central, roban, pero…/ Porque a mí me asaltaron para el 18,
me robaron 10 mil pesos…/ Y la cuestión también está peligrosa, ahí uno se sube, y la
gente, yo ando con mochila, y siempre, o sea, yo no echo plata en la mochila, y siempre a
mí cuando voy me abren el cierre, siempre, y mi cuñado hace poquito, hace una semana,
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estuvo comprando en Recoleta, al subirse a una micro(…) y otra amiga en estación
central, también le hicieron lo mismo…/a una amiga le cortaron la oreja, se la
cortaron…/Ahora, el miedo que ustedes tienen es a que le roben los objetos que
llevan?/No el daño, el daño que le puedan a hacer a uno. ” (Femenino, D-E)
La diferencia de umbrales entre los diversos estratos socio-económicos va en relación
directa con la confianza en torno a las instituciones o los vecinos. En este sentido, al ser
más directa la experiencia de violencia, como ocurre en los estratos bajos, la
desconfianza en las instituciones públicas lógicamente será mayor. Esta diferencia de
umbrales entre estratos socioeconómicos, puede verse en más detalle al distinguir los
tipos de victimización que se dan, los que pueden ser clasificados entre: Personal,
Vicaria y Mediática.
Respecto de la victimización personal, como ya mencionamos, se percibe que en el
estrato más bajo el uso de la violencia como forma de relacionarse o de resolver
conflictos es muy habitual, por lo que suelen darse entre los entrevistados casos
personales de victimización que no necesariamente refieren al uso de violencia en los
delitos de robo, sino a conflictos personales que terminan en algún tipo de acción
violenta, hechos que se dan en mayor medida entre jóvenes varones, pero no por ello
están libres de verse involucrados personas de otras edades o sexo
“El año pasado yo recibí un escopetazo en las dos piernas…porque me metí a separar a
unos cabros chicos…” (Francisco, D-E)
“Un muchacho le pegó a mi hija, mi hijo defendió a su hermana, el padre del muchacho
vino a disparar a la puerta de mi casa…” (Ramona, D-E)
“Una vecina de nosotros mató a su hijo, pero en defensa propia, tú la ubicas…/ Y el
joven quería tomar, y va y toma a la mamá, la mamá estaba pelando papas, quería
pedirle plata para seguir tomando y ella le dice no, entonces la tomó del cuello y ella
claro tiró el cuchillo para atrás, pero se lo enterró en el corazón, justo a su único hijo.”
(Femenino, D-E)
A partir de nuestro estudio, encontramos que la victimización de carácter personal
asume en los estratos D-E una forma de violencia más directamente implicada con el
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“cuerpo”, como también actos de violencia localizados en el ámbito doméstico (la
“puerta de mi casa” o mientras “pelaba papas”).
Otro hecho destacable y que aparece en las dos entrevistas, es que además de
transformarse la violencia en un mecanismo de resolución de conflictos. En los últimos
años se evidencia un mayor uso de armas en estos hechos, lo que efectivamente puede
llegar a tener consecuencias en la vida de las personas y, por ende, incide en el
aumento de la percepción de riesgo, amenaza y temor de las mismas. Sin embargo, esto
no significa que en los estratos medios y altos no se presenten conflictos personales o
entre vecinos, sino que el uso de la violencia en estos es menor, y por último, sí es que
se dan, tienden a ocultarse mucho más. Por ello, las referencias hacia la victimización
personal suelen ser respecto de delitos como el robo y el hurto.
“una vez un lanza me agarro en el centro” (Carmelo, ABC1)
“…Estuvimos presentes en un asalto con un hijo mío y mi señora, en una carnicería.”
(Oscar, C2-C3)
“A mí me pasó hace dos meses a mí me robaron chequera, carnet de identidad, y
se lo gastaron todo (…)” (Femenino, ABC1)
“Nos han robado en la casa... nadie escucho nada y a nadie le importó” (Hugo,
ABC1)
Lo señalado por Hugo expresa la precariedad de los lazos sociales entre los vecinos,
que hemos mencionado anteriormente, y muestra cómo el temor coarta las
posibilidades de constituir ciudadanía.
Por otro lado, la victimización vicaria, es decir la que fue vivida por un familiar o
amigo cercano, es la más habitual entre los tres estratos, y por ello toma una
importancia mayor en la configuración del discurso del temor, sobretodo con relación a
las fuertes repercusiones que puede llegar a tener la ocurrencia de un solo hecho de
violencia o agresión física de un familiar cercano. En la descripción de estos hechos se
suelen entrar en detalles, a veces incluso más que en las vivencias personales, y en ellos
se destaca el hecho de que las personas que están en el mismo lugar en ese momento,
sean conocidas o desconocidas, no intervienen en la situación, además de destacarse la
utilización o no de armas en estos hechos:
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” (…) hubo un caso en que a mi papá le robaron el auto a mano armada, y nosotros
sospechábamos de alguien (…)” (Masculino, C2-C3)
“mi mamá fue una vez que la asaltaron…ella se sintió con miedo” (Susana, C2-C3)
“…mi primo venía en la micro y le pusieron un cuchillo aquí y tuvo que entregar
todo… y nadie hizo nada... el venía asustado…ahora siempre anda con eso en la mente,
con miedo” (Rosa, D- E)
En este tipo de victimización vuelve a aparecer el tema de la diferencia de umbrales, ya
que mientras en el estrato más bajo la referencia a la victimización de terceros es sobre
hechos que incluyen altos grados de violencia, y son bastante puntuales en esas
descripciones, en los estratos medios pero sobretodo en los estratos altos la referencia a
terceros se da respecto de cualquier delito y suelen ser más difusas, cayendo la mayoría
en la definición de victimización mediática, esa de la cual se ha escuchado (a través de
un conocido o de los medios de comunicación) pero que no afecta a personas cercanas.
“a un compadre de la esquina…creo que le robaron el espejo…” (Ricardo, C2-C3)
“(…) si mucha gente que yo conozco, no podría decirte un caso particular ahora…”
(Gloria, ABC1)
En este último tipo de victimización (mediática), más que la persona afectada, a la cual
generalmente no se conoce directamente, es fundamental la ocurrencia misma del
delito puesto que este hecho nos lleva a configurar o reafirmar la imagen que tenemos
del problema.
“Yo por suerte no, pero conozco mucha gente, a casi todos alguna vez le ha pasado...”
(Miljenko, ABC1)
No obstante la lejanía del hecho mismo y de sus victimarios, respecto del fenómeno del
temor, este tipo de victimización cobra una singular importancia puesto que
contribuye a configurar la percepción de riesgo, donde la delincuencia aparece como
un problema prioritario que se escapa de todo control.
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“…y en este momento está en decadencia todo…con la delincuencia y la droga está
tremendo…” (Oscar, C2-C3)
Así, es posible observar en el discurso sobre los problemas públicos y sobre el rol de los
medios, analizado previamente, cómo el tema de la delincuencia se transforma en el
referente permanente que induce a aumentar la percepción de riesgo, en general, y del
temor respecto de la victimización, en particular.
“…la delincuencia porque no puedes vivir tranquilo, porque no sabes que le puede pasar
a tu familia” (Juan Carlos, C2-C3)
El “no saber” resulta similar al “todo es posible” que analizábamos anteriormente,
ambos remiten a la percepción del riesgo, en tanto se expone un “cuerpo” desgarrado
de un mundo-en-común. De estos elementos resulta lo que caracterizábamos como
agorafobia urbana, ya que en este contexto el espacio público aparece de manera
“residual”, esto es como un “resto”, que carece de centralidad pública.
Además de las diferencias que se producen entre estratos, respecto de los distintos
tipos de victimización, es necesario destacar algunas singularidades que se presentan
entre grupos etários y de género. Estas suelen destacarse en los estudios cuantitativos
sobre victimización y temor. Por ejemplo, se señala que la victimización es mayor en
los jóvenes, y en las mujeres de mediana edad, pero que el temor es significativamente
mayor en estas últimas (Dammert y Lunecke, 2002; Paz Ciudadana, 2004). En las
entrevistas no puede estimarse una menor o mayor cuantía de casos victimizados por
cuanto se trata de una muestra no representativa y que sólo pretende dar señales
cualitativas del tema. Sin embargo, entre las descripciones de los entrevistados es
posible observar que los jóvenes son los que declaran más hechos delictuales de
violencia (asaltos, riñas, u otros), siendo a la vez los que expresan menos temor
respecto de la posibilidad de volver a ser víctimas. Aunque ello no significa que no
hayan sentido temor en la experiencia misma.
“…a mi también me han robado, pero no por eso tengo más miedo…” (Carmen,
ABC1)
“…llegue pálido a la casa, pero no fue violento, no fue traumático” (Julio, C2-C3)
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Por otro lado al preguntarles a los adultos si ellos o alguien cercano ha sido victima de
algún delito, suelen relatar hechos que han ocurrido a sus hijos jóvenes, relatos en que
se evidencia un gran temor por lo que pudiera pasarles a éstos, más que por sí mismos.
Fenómeno, que hemos analizado anteriormente y, que en tanto discurso “materno” se
da transversalmente por estrato social, con mayor frecuencia en mujeres de mediana y
mayor edad.
“mi hijo…lo asaltaron con un revolver…tuvieron que entregar todo y quedaron muy
shockeados” (Blanca D-E)
“A mi hijo lo asaltaron, yo vivía en Los Vilos, y primer año que vivía en Santiago, mi
hijo yo le di permiso para jugar a los videos hasta las 11 de la noche, iban a ser 20 para
las 11 y yo salgo a buscarlo, y justo viene una vecina y me dice: a tu hijo y a mi hijo los
acaban de asaltar, yo no lo podía creer, y no estaba él y supe que un amigo le dijo
acompañarme a buscar unos casette a San Pablo con Radal y mi hijo lo acompañó, y los
dos andaban de marca, mi hijo con una chaqueta de Falabella y el amigo entero de
Reebock y una lola de 16 años le puso una cuchilla aquí, que parecía un corvo…igual
que en las películas (…) y les dijo suelta la chaqueta o si no te mato(…).” (Femenino,
D-E)
Entre mujeres y hombres no se encuentran grandes diferencias en cuanto a la cantidad
o tipo de victimización sufrida, pero sí es posible hallar entre las mujeres una
referencia importante al tema de la violación, ya sea porque se ha experimentado una
situación cercana a ella, o simplemente porque se conocen hechos de este tipo que han
ocurrido a terceros (victimización vicaria o mediática).
“yo estaba lolita y un tipo que…como intento de violación… quede marcada si que
prefiero prevenir” (Arcenia, C2-C3)
“mi mamá…la metió a un pasaje le quito las cosas que tenía en la cartera y quiso
violársela pero no pudo…” (Jessica, D-E)
“A una amiga el sábado casi se la violan y los pacos, que diga los carabineros, llegaron
una hora después.” (Femenino, D-E)
89
Por lo mismo el temor de éstas está directamente relacionado con el daño físico-sexual,
el cual extrapolan a sus hijos: “…un hombre masturbándose molestando a las niñitas, pasaba
por el colegio” (Victoria, D-E). Estas diferencias en la victimización entre estratos, edad y
sexo, se manifiestan también, en alguna medida, respecto de las formas de reaccionar
ante el hecho delictual. En este punto, resulta interesante señalar que el discurso
femenino no identifica (o talvez, no explicita) el temor a ser dañada con la posible
situación de violencia intrafamiliar.
Las reacciones frente al hecho delictual
Las reacciones que se dan frente a una situación delictual son muy diversas y
generalmente no responden a un patrón fácilmente caracterizable de acuerdo a ciertas
variables, como tipo de delito, grado de violencia, edad y sexo del victimizado. No
obstante, a partir del discurso de los entrevistados es posible hallar formas similares de
enfrentar la situación en la inmediatez. Pero sobretodo, existe similitud en las
reacciones posteriores por cuanto estas no dependen de los elementos (generalmente
fortuitos) en los que se enmarcó el hecho sino que se relacionan con la percepción de
los sujetos acerca de la efectividad de los mecanismos sociales de compensación y
castigo y, por ende, de su confianza en los mismos. Así por ejemplo, los motivos de los
entrevistados para no denunciar hechos delictivos son:
“(…) no hacen nada, yo no voy a tener solución. Entonces voy a colocar una demanda
para puro perder tiempo, yo cacho que los vecinos también piensan lo mismo, porque
tampoco ponen demanda (…)” (Hugo, D-E)
“(Después de sufrir un robo el carabinero le dijo al marido) (…) vaya a poner la
denuncia, fue a la comisaría, y los carabineros le dijeron que el menor (que había
robado) no tenía nada…, entonces, y ahí en ese momento me empezó a dar miedo, a
sentir insegura (…)” (Victoria, ABC1)
“(carabineros) se han intercambiado con los delincuentes…entonces, que seguridad va a
tener uno con ellos si uno los ve que están actuando junto con los delincuentes(…)
ahora están cambiando ojalá que sea así, porque uno ve cosas y como va a llamar a
carabineros si esta uno viendo (…)” (Masculino, D-E)
90
“Pero todo eso es corrupción en cuanto a, en todo lo que es círculo de autoridades sea en
el juzgado, sea en carabineros, sea en detectives, todo eso. O sea la gente pobre si no
tiene plata jodió.” (Femenino, D-E)
En estos casos se advierte la desconfianza en las instituciones públicas, especialmente
al accionar de carabineros, lo que expresa la percepción del riesgo (“me empezó a dar
miedo”), en la medida en que la suspensión de la ley desgarra a los cuerpos de su
estatuto jurídico exponiéndolos a la violencia. Lo importante es que la denuncia no es
vista por los implicados como un recurso que garantice la justicia. Así la negativa a
denunciar, en los estratos más bajos puede estar relacionada con el temor a las
represalias que pueden generarse desde los vecinos.
“(…) por las represalias, siempre hay miedo de denunciar, para que no te vayan a hacer
nada. Todo el mundo se queda callado, no les vayan a hacer nada” (Danisa, D-E)
Por otro lado, en los estratos altos la principal causa de la falta de denuncia es la menor
importancia de lo robado o perdido.
“No, no hice la denuncia, no pudieron sacar nada, fui asaltado pero me sacaron dos o
tres mil pesos, no era como para hacer una denuncia, un lanza (…)” (Carmelo, ABC1)
Así, de manera transversal a todos los estratos, se observa una fuerte reticencia a
realizar la denuncia cuando ha ocurrido un hecho delictual, pero es importante
reconocer que en los estratos altos y medios, la reticencia se debe principalmente a la
evaluación del sistema judicial como excesivamente burocrático y poco eficaz en el
castigo de los delincuentes.
“uno no saca nada con ir a carabineros…no te van a dar ninguna solución” (Fernando,
C2-C3)
“…la segunda vez fui a carabineros y tenia que seguir todo un trámite judicial y no
seguí el cuento” (Jorge Rivera, ABC1)
“…el policía me decía: estas seguro que vas a denunciar, es sólo un reloj…la
experiencia te marca para no hacerlo de nuevo si el mismo policía te dice que no hagas la
denuncia” (Pablo, ABC1).
91
“La burocracia, la burocracia, el hecho que se aplace hasta el 2005 la puesta en marcha
de la reforma procesal penal en la región metropolitana, una burla para la gente, de
verdad una burla” (Masculino, ABC1)
En cambio en los estratos más bajos, aunque también se presenta desconfianza en torno
a la efectividad de las penas; el no realizar la denuncia está más determinado, como
señalábamos anteriormente, por el temor a las represalias, lo que se fundamenta en la
cercanía existente entre víctimas y victimarios, y en que los mecanismos utilizados por
carabineros para ratificar las denuncias suelen dejar en evidencia al denunciante.
Temor que además suele ser ratificado, en alguna medida, por los medios de
comunicación.
“nadie se atreve a denunciar, porque se llama a carabineros y ellos piden varia
información a uno y los vecinos están pendientes...” (Julio, D-E).
“…y fue a juicio pero nunca ganó…porque gana la persona que está arriba” (Graciela,
D- E)
“si en los mismos diarios sale…que la familia del inculpado están amenazando a los
testigos.” (Rubén, D-E)
“Es la misma gente también tiene miedo de denunciar…/ La misma gente, tiene
miedo…por las represalias” (Femenino, D-E)
“Pero es que tu vas después al juzgado con miedo a esa persona y después te va peor, los
amigos o los mismos familiares son más malos (…)” (Femenino, D-E)
El efecto directo de la reticencia a la denuncia, es lógicamente que las instituciones
policiales y judiciales, no llegan a informarse ni intervenir en muchos hechos
delictuales ocurridos, contribuyendo con ello al mantenimiento y reproducción del
problema. Pero más allá de eso, contribuye a aumentar el temor y la percepción de
riesgo entre la población, es decir, donde no existen mecanismos institucionales
efectivos para resolver el problema.
“(…) también lo que pasa que a veces la persona denuncia y el carabinero va y le dice la
persona que denunció / Justamente./ Mejor no denunciar nada, el carabinero dice fue tu
vecina…/justamente lo que me pasaba a mí, yo denuncio a este muchacho, este hombre
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que vive ahí y vende cosas, he…a mi me dijeron, si usted lo denuncia el va a saber quien
fue…” (Femenino, D-E)
Esta sensación de impunidad puede tener graves consecuencias si en un accionar
extremo la población decide tomar la justicia por sus propias manos.
“(…) no los llamé…porque a mi se me robo algo pero tenia que tener testigos…entonces
opte por ir y recuperar mis cosas solo…” (Juan, D-E)
“Yo tengo un amigo, carabinero amigo, él supo lo que me pasaba a mí y me dijo, no vay
a recuperar ninguna cosa, lo único que tení que hacer si lo pillai afuera o adentro,
mételo pa adentro, sácale la cresta, yo creo que vay a quedar más conforme./ una vez yo
hice eso, una vez a mi me asaltaron en la calle entre dos, me quitaron una radio grande
que yo tenía y me entraron a asaltar, ya salimos persiguiendo a estos tipos, y en el
camino eran dos, uno de ellos asaltó a una niñita y al papá de la niñita, lo salió
persiguiendo, lo perseguimos como 4 o 5 cuadras, lo pillamos en una plaza, le dimos una
sarta de patadas, después llegaron los pacos y ahí nos lo quitaron, el mismo paco nos
dijo, sabí que las cosas no las vai a recuperar pero bien hecho que le hayan sacado la
cresta.” (Masculino, D-E)
“Yo prefiero tener una pistola en mi casa y si algo pasa, les pego un balazo/ Igual dentro
de tú casa igual es peligroso/ Si po pero igual, si querí salvarte tu…/Sí poh, ya que los
pacos no funcionan uno tiene que hacerlo a la manera de…/ Lo penca es que tu te
defendí, después matai a alguien y quien se va presa es uno, pero si…/ Por eso tiene que
estar esa ley, como en EEUU todos tienen pistola…” (Femenino, D-E)
“Santiago es el problema entonces?/Mientras tanto, resulta que llega un amigo a la
casa, mi hijo ahora no está conmigo, no está en Santiago, pero llegó un amigo a la casa y
me dijo sabe señora Elisa, yo anduve averiguando lo que pasó con su hijo y me dijo que
el carabinero, yo estaba esperando que llegara una demanda a la casa y no ha llegado
nada, resulta que me dijeron que a mi hijo poco menos que lo quieren matar, hacer
justicia por ellos mismos por haberle quebrado el vidrio, y no fue en defensa propia,
entonces que voy a hacer yo, voy a dejar a mi hijo aquí?, al lado mío y que en cualquier
momento aparezca muerto?.../Ellos hacen justicia por ellos mismos./ Entonces
encuentro que la justicia es muy injusta.” (Femenino, D-E)
De esta forma comienzan a difundirse mecanismos de protección o de compensación
de daños que muchas veces se haya fuera de la legalidad y que resultan más peligrosos
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que el problema inicial. Así, el “hacer justicia con las propias manos” supone la
suspensión del marco institucional y la simetría entre el ejercicio soberano y el cuerpo
de los sujetos.
Aunque, el hacer justicia con las propias manos o el tomar revancha ante una situación
delictual es mucho más habitual en los estratos bajos, por el señalado mayor
conocimiento entre victimario y víctima y la agudizada percepción de que las
instituciones “llegan tarde” o simplemente son “corruptas”, los sujetos de los estratos
medios no están demasiado alejados de estos mecanismos, ya que para ellos la
efectividad de la ley también se percibe como nula. Lo que sumado al difícil acceso a
mecanismos compensatorios, como los seguros utilizados por los estratos altos, empuja
a las personas de los estratos medios a buscar soluciones propias e inmediatas.
“Disparándoles…puedo estar equivocado pero yo tomo la ley a mi manera…” (Oscar,
C2-C3)
“(...) lo pille robando mi casa y le saque la cresta y media (…)” (Juan Carlos, C2-C3)
“A mí me da mucho miedo dejar sola a mi mujer, no tanto echarme al compadre porque
si yo me siento amenazado, como animal, supervivencia, me lo echo sin asco y ni
siquiera me voy a arrepentir.” (Masculino, C2-C3)
Por otro lado, no sólo son los hombres jóvenes o de mediana edad, los que reaccionan
de forma violenta ante el hecho delictual, sino que también las mujeres. Éstas, en
algunos casos, intentan evitar el robo acudiendo al uso de la fuerza, pese a que en
estas situaciones la diferencia entre la fuerza del delincuente y la de la víctima, al igual
que el mayor riesgo de sufrir daño físico, puede ser evidente.
“… pegándole al tipo, lo mordí…” (Sara, C2-C3)
“…entre las dos le pegamos al tipo” (Elena, D-E)
Imputación de culpabilidad en relación con la victimización
Pese a que en la mayor parte de los casos de victimización (hurto, robo en la
propiedad, y en algunos grupos robo con violencia hacia las personas) no se conoce al
victimario, en muchos de ellos suele haber una imputación de culpabilidad hacia cierto
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tipo de sujetos. Hecho que tiene repercusiones directas en la sensación de amenaza que
es vivida en la actualidad entre los residentes del Gran Santiago, pero sobretodo en la
forma segregada con que se estructura la ciudad y con ello las relaciones
interpersonales de sus habitantes.
La imagen más difundida, actualmente, del delincuente que puede haber sido o no
reconocido como victimario, y que se percibe como el “otro amenazante”, es la del
joven o adolescente que se inicia precozmente en la carrera delictual. Imagen que
atraviesa a todos los entrevistados:
“…son pendejos…porque están detectados…”(Domingo, ABC1)
“…unos niñitos normales, con sus mochilas…” (Angélica C2-C3)
Esta identificación de los jóvenes o niños como posibles victimarios está tan claramente
determinada por el rango etário, que la mayor parte de la veces no se hacen
distinciones respecto de la proveniencia de ciertos estratos o de algún tipo de
apariencia. Aunque, sin duda, suele establecerse una relación respecto del posible
consumo de drogas de estos jóvenes delincuentes.
“y eran unos volados y uno sabía quienes eran…” (Luis, C2- C3).
La única diferenciación que aparece entre estratos dice relación con la proximidad o el
conocimiento del delincuente. Así, mientras en los estratos bajos, y a veces en los
medios, se identifica al delincuente como un “otro amenazador” pero cercano y
conocido; en los estratos altos el delincuente es un “otro” lejano, que por lo general
viene de sectores pobres y que por ende tiene que trasladarse para delinquir.
“yo una vez fui asaltada, hace unos 20 años, y resulta que yo conocía a los... a estos
hombres” (femenino, D-E)
“(…) es un barrio que está alejado…es difícil que se traslade un poco la delincuencia”
(Mauricio, ABC1)
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5. Mecanismos para enfrentar el problema de la seguridad
Durante los últimos años en Chile, los gobiernos han puesto énfasis en la necesidad de
enfrentar el problema de la seguridad ciudadana mediante políticas públicas y
mecanismos locales que combinen el control policial con la prevención social y
comunitaria (Dammert y Lunecke, 2002; Dammert, 2003). Esto ha implicado
transformar los paradigmas tradicionales en el tema que postulan el aumento de los
mecanismos de control y represión, hacia paradigmas que resaltan la prevención; lo
que ha tenido repercusiones importantes en la definición de las políticas públicas con
la creación de programas de acercamiento entre carabineros y la comunidad (Plan
Cuadrante)
y
de
prevención
comunitaria
(Comuna
Segura).
Cambios
que
consideramos positivos por cuanto promueven la participación y el compromiso de la
ciudadanía en la solución del problema.
No obstante, para que estos nuevos mecanismos de prevención tengan efectos reales en
la población es necesario que la gente los conozca y se apropie de ellos, de manera que
a futuro, cuando ya no exista la mediación de los programas gubernamentales, sigan
surgiendo iniciativas de la propia comunidad para enfrentar la problemática. Por ello,
en relación con los objetivos que enmarcan esta investigación surgen algunas
interrogantes: ¿De qué manera pueden generarse formas de asociatividad, en torno al
tema de la seguridad, que favorezcan la conformación de ciudadanía?, en este sentido
¿Existe un reconocimiento en la población de la importancia de la prevención, y por
ende de los mecanismos que actualmente se impulsan desde el gobierno?.
Del nuevo populismo penal a la prevención comunitaria
Respondiendo a estas interrogantes, podemos observar en el discurso de los
entrevistados que el tema de la seguridad ciudadana, y más específicamente el
problema de la delincuencia, genera una fuerte demanda por represión más que por
medidas preventivas, lo que indudablemente refiere a la petición de que las
instituciones policiales y judiciales tengan mano dura a la hora de sancionar a los
delincuentes.
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“...Las condenas fueran mentiras ejemplarizadoras…hay empresas que proponen llevar
su productividad a la cárcel para que trabajen…porque tendría que pagarle yo al
desgraciado si resulta que él cometió el error…” (Patricio, ABC1)
“¿Justicia más dura dices…?/ Sí absolutamente…/ ¿Cómo de castigar?/Si porque
yo creo que la gente al final no se atrevería a ser tan malos, o de repente a hacer tan fácil
el robo o, no sé, a ser tan simple llegar a tirar algo y salir corriendo, o llegar y raptar a
alguien o matarlo, esas cosas que pasan, todos los días que no deberían pasar, los gallos
los deberían…no se algo que todo el mundo se diera cuenta, que todo el mundo sepa que
el gallo fue ladrón, o no se que el no se atreva nunca más a hacer daño./ Si, es la única
forma de que puedan aprender, o sea, ya si robas, te vamos a cortar las manos, y es como
drástica pero a ver que reaccione, y si no entienden a la buena y de alguna otra manera
tiene que reaccionar entiendes? O sea tomar reacciones…/ Pero hay una…en el medio
oriente es así, si tu robas te cortan las manos/ Antiguamente los pelaban.” (Femenino,
C2-C3)
Este tipo de demandas, que en la literatura internacional se denomina “Nuevo
Populismo Penal’ (Bottoms, 1999), aparece en muchas de las entrevistas. Dentro de
estas demandas, una de las ideas que más se repite es la separación permanente de los
sujetos que se perciben como una amenaza para el “normal” orden social, separación
que puede ir desde el simple encierro en una cárcel al total aislamiento en una isla, o
más aún la pena de muerte. Esta opinión se da incluso entre los jóvenes, de los que
comúnmente se piensa tienen un mayor rechazo por los mecanismos represivos.
“Matar a todos, jajaja…ir a la cárcel y estén ocupando las provisiones del gobierno,
plata de nosotros…yo creo que debiera existir la pena de muerte efectiva…” (Paula,
C2-C3)
“Pescar a todos los traficantes y dejarlos encerrados en una isla…” (Francisco, D-E)
“...Yo creo que debiera ser más mano dura, o sea, si pillaron a alguien robando, no
perdonárselo, o perdonárselo una vez, la segunda no./ Debiera haber pena de
muerte…/No pena de muerte pero…/Yo creo que pena de muerte…/ Yo creo que una
isla y tirarle semillas./ (…) votar por no instaurar la pena de muerte es un tema
netamente político que no benefició en nada al país…/ Yo creo que nadie puede…/Yo
creo que sí…yo también creo que no debiera existir, pero... y no puedes estar
manteniendo a gente que no vale la pena, no puedes estar arreglándole la cárcel, que la
pagas tú…/ Por eso digo una isla.” (Masculino, C2-C3)
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La demanda por “mano dura” se relaciona con lo señalado en el apartado sobre la
confianza, a saber, que en la suspensión de las instituciones tradicionales, los sujetos
quedan expuestos a una permanente sensación de impotencia al sentir que no se está
bajo el amparo de la ley.
“Y cuál es la impresión que tienen Uds. De los otros organismos cercanos a la
seguridad?/ Hay que cambiar muchas leyes…/cambiando las leyes es lo…(inaudible) /
¿Cómo?/ Cambiando las leyes es lo (inaudible), pero de que hay que cambiarlas, hay que
cambiarlas…/Y que un delincuente quede preso, pero quede preso como corresponde./
Según mi opinión, esta cosa está más o menos controlada. Los famosos, no sé como
llamarse, los derechos humanos, no se quién los creó, ahí le quitaron lo poco y nada que
podía hacer la policía. Le quitaron toda la autoridad a la policía, entonces el policía
ahora como nos les pueden hacer nada, pucha los policías…y el delincuente, que llévame
preso y que tal por cual, y no pueden hacerle nada por los famosos derechos humanos.
No sé yo como mirar los derechos humanos, de qué forma…/ Pienso yo que es un
invento…si un carabinero va a pillar a un delincuente y el delincuente saca una pistola
y le pega un balazo, pero el carabinero no puede sacar la pistola porque…/ Le hacen un
sumario.” (Masculino, D-E)
En este caso, además se asocia la falta de legitimidad por parte de las instituciones, que
señalábamos anteriormente, con la emergencia de los derechos humanos; es decir, a
mayores derechos, menor seguridad. El supuesto (liberal) de esta cita es que los
derechos al promover las libertades individuales, ponen en cuestión las instituciones
que protegen y velan por la seguridad pública. De esta forma, para la mayor parte de
los entrevistados, el uso de medidas represivas es completamente justificable por ser
una alternativa efectiva en el control del problema de la delincuencia.
“(en el gobierno militar) había más mano dura que antes por lo menos,…o sea ahora al
tipo lo toman detenido y lo sueltan al otro día.” (Femenino, ABC1)
La sensación de impunidad no es otra cosa que la percepción de riesgo, en que aparece
una vida expuesta y desgarrada de todo estatuto jurídico posible, y dónde lo público se
halla destruido o transformado en un “campo de batalla”, como señalaba uno de
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nuestros entrevistados. Entonces, si las instituciones son percibidas como ineficientes
es lógico que ante ello los sujetos decidan tomar la “justicia en las propias manos”
“Pero pienso igual en Chile es como fácil matar a alguien, ir a enterrarlo, no sé al cajón
del Maipo, o ir a botarlo al mar.” (Masculino, C2-C3)
“Los anti-sociales saben que si roban, a los tres días salen, y que hay muchos vacíos en
la ley.” (Masculino, C2-C3)
Ahora bien esta demanda por represión, más allá del tema judicial-penal está
sobretodo dirigida al aumento de la protección policial, y no sólo en lo que respecta a
mayor dotación, circulación (rondas) o más recursos materiales, sino en cuanto al
aumento de las atribuciones de carabineros para actuar rápida y efectivamente, lo que
implicaría disminuir, la necesidad de la mediación judicial, y en ese sentido traspasar
ciertos límites de las libertades personales y del marco jurídico en general que las
garantiza.
“yo creo que tienen que poder sacar a alguien de una casa si está haciendo algo
malo…carabineros tiene todo el derecho…sin importar si hay o no orden judicial…”
(Flor, C2-C3)
Sin embargo, hay que aclarar que aunque hay consenso en la necesidad del aumento
de la dotación, en el tema de las atribuciones existen mayores dudas por cuanto
algunos temen que retornen ciertos abusos que se dieron en el pasado o “excesos”
consignados en el presente.
“…la vigilancia de carabineros…el pato malo va a ser pato malo con el paco al lado o
sin él…pero por último ahí hay algo que lo ordena…” (Jaime, C2-C3)
“yo con lo único que estaría de acuerdo es con un retén de carabineros… y si es un
cuartel de investigaciones mejor…” (Gladys, D-E)
“Yo tengo una relación de amor y odio con carabineros, porque uno no sé, uno ve cosas,
claro si uno va por la calle y ve que anda una pareja de carabineros uno dice: “ha es
igual están los carabineros”(…) pero también ve los casos de los excesos que se
cometen(…).” (Femenino, ABC1)
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Respecto de este requerimiento por más carabineros, es importante destacar que se
evidencia una diferencia por estratos socioeconómicos. Así, en los estratos altos, en la
caracterización del servicio policial la demanda es menor, debido a que existe una
percepción de mayor acercamiento con la comunidad, además de la utilización de otros
mecanismos de seguridad como alarmas y seguridad privada. En cambio en los
estratos bajos -y a veces en los medios- la imposibilidad de proveerse de estos
mecanismos privados y la menor presencia y efectividad de carabineros incide en que
la demanda más frecuente sea de aumento en la dotación y en el patrullaje en las
calles. Por lo mismo, en respuesta al aumento de ciertos hechos delictuales y del temor
suelen ser las personas de estos estratos las que menos dudan en pedir represión
policial, aunque ello pueda significar la trasgresión de sus derechos o libertades. Así,
ante la pregunta de si “Estaría dispuesto a limitar su libertad a favor de la seguridad”,
un entrevistado señaló:
“Ningún problema, se me quedó el carné en la casa, veo que se me queda, me llevan a la
comisaría, llamo para acá pa mi casa, va mi mujer a la comisaría y me dice si, este es mi
marido, y me sueltan por no andar con carné, por tonto.” (Miguel, D-E)
Es decir, la restricción a las libertades individuales se justifica, en casos como éste, por
la seguridad14. En el caso de las mujeres se observa una tendencia levemente distinta,
aunque algunas critican el retiro de la detención por sospecha otras dudan de su
efectividad por cuanto está puede afectar a sus hijos.
“... Imagínate que vienen a esta casa a buscar a una persona y esa persona está al lado,
ellos no pueden ir al lado a buscar aunque sepan que es un ladrón, un delincuente... eso
lo encuentro absurdo... ahora la detención por sospecha, no sé... yo creo que las leyes
están hechas pa los delincuentes en este momento. Por supuesto, debería haber leyes más
estrictas.” (Angélica, C2-C3)
14
Es interesante cómo la limitación de las libertades a favor de la seguridad corresponde a un contexto de
“estado de excepción”, es decir, un momento de constitución del poder soberano sobre la vida sin ningún
marco jurídico al cual atenerse, en tanto este marco jurídico se funda a propósito de este poder
constituyente “previo”. La experiencia del terror político se debe a este contexto.
100
“No se porque es una cosa que en algún minuto le puede afectar a uno (…) yo por
ejemplo tengo dos hijos jóvenes (…) para mí sería terriblemente doloroso que por A o
por B o C los tomaran por sospecha (…)” (Blanca, D-E)
Así, la detención por sospecha, que supone el sacrificio de las libertades personales por
la seguridad (estado de excepción) es demandada por muchos, y puede ser legitimada
sin “ningún problema”, como decía Miguel. Sin embargo, el grupo femenino sospecha
de aquello cuando sus hijos se convierten en potenciales reos. Al respecto es
importante señalar que ambas figuras representan de manera emblemática la
vinculación del poder soberano versus la vida desgarrada de todo estatuto jurídico.
Ahora bien, al no contar los estratos bajos y algunos medios bajos con las soluciones
represivas que demandan, suelen buscar otros mecanismos de protección, los que en
alguna medida pueden reconocerse como de prevención comunitaria.
“Cuando hay un vecino que pueda pasarle algo uno le dice que tenga cuidado que afuera
andan curados y volados, entonces uno previene algo” (Carlos, D-E)
“si pasa algo nos avisamos y tenemos los teléfonos de los vecinos... y nos cuidamos
entre sí” (Arcenia, C2-C3)
En efecto, aunque estas personas no visualicen estas formas de enfrentar la inseguridad
como medidas preventivas, pueden considerarse como medidas reales y cotidianas con
las que están enfrentando el problema. Ello se evidencia en los relatos de victimización
donde se dan ejemplos de formas de asociatividad vecinal incipiente.
“Hubo un tiempo que se robaban los cables de luz... entonces los vecinos de este pasaje
empezamos unámonos... los bandidos salieron y los seguimos...” (Miguel, D-E)
Es preciso considerar estas formas de asociatividad incipiente en el marco de su
contingencia, ya que en general, los vecinos se unen sólo cuando un peligro exterior
acecha. Por lo demás, aunque este tipo de medidas puede ser muy positivas en el
fortalecimiento de la ciudadanía, siguen siendo mínimas las ocasiones en que persisten
más allá del hecho puntual. Esto se evidencia en
101
los relatos sobre intentos de
organización que no han fructificado, y en la manifiesta necesidad de organización
comunitaria detectada por otros.
“Mi marido se ha juntado, ha hecho reuniones para que no nos pase nada aquí... al final
puros problemas, el del lado tiene problemas con el del lado...” (Cristina, C2-C3)
“Falta más unión del sector... como que cada uno vive su mundo...” (Rosa, D-E)
Sin embargo, estos mismos mecanismos de protección o prevención comunitaria
pueden tener su lado negativo, principalmente cuando se vinculan a acciones que
pretenden hacer justicia “por sus propias manos” o tomar represalias respecto de
hechos de victimización sufridos por familiares y amigos. El “ajusticiamiento” por
parte de la comunidad contra los “delincuentes” cobra una mayor importancia en los
estratos D-E.
“a mí iban a ofrecerme ya que le hacimos, lo matamos... y yo (decía) no nada... aunque
yo no quisiera onda todos querían cobrar venganza” (Francisco, D-E)
“(la organización) es buena talvez para salir a protegerse, para proteger al vecino que lo
están asaltando, pero también sería peligroso porque si lo agarramos lo matamos...”
(Miguel, D-E)
Como se ve en las citas previas, los conflictos sociales en general (no sólo los
delictuales) no se resuelven con facilidad, por lo que se tiende a recurrir a la violencia
como forma de resolución de los mismos. Por ello, reiteramos que, si bien la
organización de la comunidad en este tema puede ser muy positiva aportando a la
construcción de ciudadanía, es necesario que esta se enmarque en objetivos claros de
prevención propugnados desde las autoridades o desde las mismas organizaciones de
base. Esta misma aprehensión es valida para alternativas propuestas desde los estratos
medios y altos que muchas veces incluyen la utilización de violencia real o simbólica
mediante alternativas de “guetización” de espacios por ejemplo.
La clausura del espacio público, actúa como causa de la emergencia de la violencia:
“(…) donde las palabras no se emplean para velar intenciones sino para descubrir
realidades, y los actos no se usan para violar y destruir sino para establecer relaciones y
crear nuevas realidades.” (Arendt, 1993, 223). Violencia que desemboca en una
102
percepción generalizada de riesgo, y con ello, en la consecuente percepción de
amenaza y temor que operan inhibiendo la conformación de ciudadanía: “(…) actúan
así –los sujetos- porque han contraído obligaciones privadas, no políticas.”(Walzer,
1970, p 76).
Por su parte, los sujetos de los estratos altos y medios son los que más valoran la
importancia de la prevención comunitaria.
“...generar sensación de comunidad en que todos son responsables de los bienes de
todos” (Jorge, ABC1)
“Yo creo que tomar conciencia, y que es una tarea de todos, o sea, que es una cosa que la
tiene que asumir el gobierno, que la tiene que asumir la derecha, que la tiene que asumir
la gente…yo creo que la tenemos que asumir todos, porque todos somos parte de la
sociedad.” (Femenino, ABC1)
Aunque, paradojalmente, son estos mismos los que más utilizan los diversos
mecanismos de seguridad privada, mecanismos que al favorecer el encierro (ya sea en
el hogar o en el condominio) anulan toda posibilidad de construcción comunitaria de
soluciones al problema. Por ello, puede afirmarse que el reconocimiento de que “todos
somos parte de la sociedad” y que, por ende, la seguridad es “tarea de todos”, es solo
discursivo. Además de expresar la escisión de la dimensión política del problema (“la
tiene que asumir el gobierno… la derecha… todos”) en tanto supone que es sólo un
problema “social” (Arendt, 1993).
“La guardia privada, tú la ves todos los días y que ésta se mezcla un poco también con lo
que es el ambiente de la comuna...” (Pablo, ABC1)
“Algún otro (mecanismo de seguridad) aparte de estos autitos?¿Rojos son los
autitos?/Rojos, blancos, otros son los típicos sistemas de seguridad, la…/Alarma que
están conectado a la central./Esos cuales son ésos?/ Particulares…/ A ya
particulares/ Están saliendo recién ahora…/ Y antes no se conocían, eso es un
indicador de que la gente está sintiendo más miedo/ Y que la gente está tomando
medidas de precaución/ Yo creo que la televisión, un día fue que ví de alguien que tenía
unas rejas con electricidad, o sea yo encuentro que eso es ya como mucho…/Es que yo
creo que después de que te entran a robar 8 veces a tu casa, el tipo dice, bueno ya que se
103
electrocute el gallo…/que se muera quemado. (risas de asistentes)/Tu querías decir
algo?/ No, yo me voy, yo me hubiera ido de allí, no sé de alguna manera me hubiera ido
de ahí, no podría seguir viviendo en un lugar así donde hartas veces te pasan estas
cosas./ No sé si es el lugar, mientras más alarmas y más cosas y puntas pongas
alrededor/(…) en mi casa no hay ni una alarma, la reja chica así, bueno, igual se han
metido a robar alguna vez, pero como no ha sido así, una cuestión traumática…/Es que
mucha cosa, mucha cámara, mucha reja…/ da la sensación de que estás resguardando
algo muy…/ Claro o sea entonces los ladrones dirán ahí debe haber algo valioso como
ponen tanta reja, tanta alarma…/ Pero con la alarma da lo mismo o sea, suena una
alarma 8 horas y nadie pesca, nadie pesca las alarmas…” ( Femenino, ABC1).
Por lo mismo, cuando en estos sectores se gestan organizaciones relativas a la
seguridad, éstas, más que asumir un carácter social o político que favorezca la
construcción de ciudadanía, se definen como organismos de consumidores que se
reúnen ante la contingencia -algún hecho delictual en el barrio- para contratar un
servicio. Pero luego de que esa contingencia se supera la organización tiende a
disolverse o a focalizarse en el control del servicio por el cual se está pagando.
“Antes que pusieran las rejas, los guardias y todo eso, vino un grupo de cabros
empezaron... a través de eso conseguimos que los vecinos se organizaran para poner
rejas...” (Luis Eduardo, C2-C3)
En este contexto, resulta interesante pensar el significado de la seguridad privada que
con su carácter privado emancipa e invade lo público. Los vecinos, entonces se
organizan como “consumidores” y no como “ciudadanos”, lo cual supone que la
organización colectiva tiene un objetivo instrumental, lo cual redunda en su carácter
contingente.
Seguridad privada v/s seguridad pública, el papel de Carabineros
Frente a esta creciente utilización de la seguridad privada como mecanismo de
protección individual y/o comunitaria surge la interrogante sobre el destino de la
seguridad pública. Especialmente respecto de la policía encargada de la prevención y
control de la criminalidad: Carabineros de Chile. ¿Existe una mala evaluación de esta
institución que incide en la búsqueda de mecanismos privados de seguridad, o existen
104
otros factores que estén provocando este fenómeno? Dado que son los estratos altos y
medios los que más recurren a estas formas de seguridad partiremos por ahí para
buscar una posible explicación a la interrogante planteada.
Diversos estudios y encuestas señalan que Carabineros es una de las instituciones
públicas con mayor credibilidad en la población (Dammert, 2003). Pero a su vez se
plantea que esta percepción general presenta distinciones importantes entre grupos
sociales y etários específicos. Así, mientras más alto es el estrato más altos son los
niveles de confianza, de igual forma, a mayor edad mayor confianza en la institución.
En nuestra investigación se ratifican ambos hechos, aunque pueden darse excepciones
debido a que al evaluar a la institución se suele distinguir la confianza general de una
percepción sobre calidad del servicio más particular.
“Yo igual confío en carabineros, si yo veo los carabineros como que me dan seguridad”
(Femenino, ABC1)
“El carabinero no es corrupto, lo que pasa es que la corrupción viene de arriba, de los
juzgados”. (Femenino, ABC1)
“¿Cuál es la confianza que tienen en esas instituciones que han mencionado?/
Yo en carabineros, investigaciones 100% o sea creo que hay que confiar 100% en que
hacen lo que tienen que hacer, y en los tribunales, los excuso en la medida en que
cumplen las leyes(…)”(Masculino, ABC1)
De hecho prácticamente en todos los casos de estratos altos (y algunos medios) se
reconoce un cambio en el accionar policial caracterizado por un mayor acercamiento de
parte de ellos, presencia en las calles y rondas por los sectores, atención ágil y oportuna
en situaciones de victimización y trato cordial. Otro elemento importante es que no se
presentan casos de corrupción y en general hay un alto conocimiento del plan
cuadrante, incluso muchos de los entrevistados contaban con el número del teléfono
celular del carabinero asignado a la zona.
“Yo diría que buena, los tipos son bastante diligentes, llegan razonablemente rápido...
hacen rondas” “hay una cosa del plan cuadrante... tengo el celular del carabinero que
estuvo participando en el tema del robo anterior...” (Jorge, ABC1)
105
“En Macul, hace como un mes, pasó un carabinero, dando su teléfono…/ah el
cuadrante…/el plan cuadrante/ el plan cuadrante entonces tu tienes el celular del
carabinero, tienes una especie como de código que corresponde al sector o no sé a la
cuadra, yo lo encontré súpero bueno, hace un mes mas o menos que está.” (Femenino,
C2-C3)
No obstante, entre los estratos altos es mayoritaria esta visión positiva, ésta tiende a
relativizarse en algunas conversaciones de los grupos focales por cuanto la opinión
crítica de uno o más participantes puede potenciar el carácter crítico del discurso
colectivo, dada la tendencia a homogeneizar las posiciones. Esta relativización se
relaciona íntimamente con el proceso privatizador de lo público, en la medida en que
se rescata a la “persona” y no necesariamente a la institución.
“...sí hay una buena relación con los carabineros de la comuna... que no quiere decir
que le tenga confianza a la institución” (Matías, ABC1)
Si realmente la labor de los carabineros es tan efectiva como declaran los entrevistados
de estratos altos, y la relación con la comunidad ha mejorado, es legitimo pensar que
existen otros factores que están influyendo para que éstos busquen mecanismos
privados de protección. Un factor puede ser el tipo de relación que mantienen estas
personas con la institución, la que paradójicamente es más bien de tipo clientelística. Es
decir, pese a que se evalúa en forma positiva el servicio prestado por la institución
pública se considera que este no podría ser distinto porque se está pagando por él. Esto
significa que se coloca a carabineros casi al mismo nivel que cualquier otro servicio de
seguridad privada y, por ende, no existe mayor diferencia entre contar con uno, con
otro o con los dos. Es decir, en el discurso se tiende a privatizar la institución pública de
carabineros.
“...tenemos un sistema de vigilancia privado y eso se supone está coordinado con
carabineros... yo se que tengo un carabinero asignado al sector pero nunca he tenido
ocasión de tener contacto” (Beatriz, ABC1)
“Lo que no brinda la comunidad uno lo compra” “...vigilancia estatal que nosotros
pagamos con nuestras contribuciones.” (Carmelo, ABC1)
106
Otro factor que influye en la opción de la seguridad privada – y que fue analizada a lo
largo del texto – es el impacto de la desconfianza generalizada en el “otro” y en el
funcionamiento de las instituciones públicas. Esta desconfianza desemboca en una
sensación de total descontrol de la sociedad, percepción de riesgo que incide en que las
personas de los estratos altos, pese a recibir un buen servicio de la policía y tener un
menor riesgo de ser victimizados, presenten niveles de temor tan altos como la de
aquellos pertenecientes a los estratos bajos y medios, quienes consideran que la
protección policial es mucho más deficiente. Y son precisamente estos altos niveles de
temor los que motivan a las personas de todos los estratos a buscar diversos
mecanismos de protección, los que varían dependiendo de su capacidad económica
para acceder a ellos.
“...la mayoría le tiene mala a los carabineros... nadie los respeta...por la ineficacia de
ellos, porque muchas veces por sectores nos discriminan, y si pasa un cuico por la calle
no lo van a registrar como cuando pasa un pobre...muchos dicen que los pacos van a
dentro a puro comprar droga.” (Jessica, D-E)
“No les conozco la cara, de repente vienen pero yo diría que en 10 años 2 veces” (Jaime,
C2-C3)
La caracterización del accionar policial como lento e ineficiente por la mayor parte de
los estratos bajos y medios, en los jóvenes de los estratos D-E se transforma en una
crítica directa, señalando incluso algunos casos de abuso de fuerza o de corrupción.
“Entre buena y mala, porque cuando pasa algo llegan a última hora...” (Rosa D-E)
“Cuando los carabineros te detienen, no te detienen ¡hey joven!, te detienen ya
conchetumadre a la pare...ningún respeto contigo” (Francisco, D-E)
Pese a todo, es posible constatar en el discurso de los entrevistados que las políticas
que ha implementado la institución, en los últimos años, han tenido importantes
efectos, haciendo que transversalmente se perciba un mayor acercamiento de la
institución a la comunidad y que con ello se presenten mayores niveles de confianza.
“...carabineros se está superando, porque se que en el cuartel general y en las comisarías
están tratando de brindar un buen servicio” (Juan Carlos, ABC1)
107
“Ahora uno puede conversar con carabineros, puede expresar sus problemas...”
(Blanca, D-E)
De hecho puede decirse que entre las políticas gubernamentales de seguridad que se
están implementando la única reconocible por la mayoría de los entrevistados es el
Plan Cuadrante. Percibido además como un avance importante para el mejoramiento
de la sensación de seguridad de la población.
“Lo único que he sabido es algo de carabineros... del plan cuadrante... falta más
información” (Carlos, D-E)
“Se están dando vueltas, o sea hace algunos años no era común que pasara una
patrulla... ahora es por seguridad” (Jennifer, C2-C3)
El Municipio como principal oferente de soluciones inmediatas
Aparte del Plan Cuadrante, los entrevistados no tienen mayor conocimiento de las
políticas gubernamentales de seguridad que se están aplicando actualmente, salvo uno
o dos casos en que se nombra al Programa Comuna Segura; e incluso respecto del Plan
Cuadrante (que ha tenido una significativa difusión)
aún se observa falta de
información respecto del mismo -en especial en los estratos medios y bajos-, por lo que
se tiende a confundirlo con programas de tipo municipal.
“No sé si será de la municipalidad... eso como de un cuadrante, que son carabineros en
moto.” (Michelle, C2-C3)
El que esta persona confunda el plan cuadrante con un plan municipal de seguridad no
es casual, ni es tampoco un caso excepcional puesto que en los últimos años ha crecido
de forma significativa el esfuerzo de los municipios por abordar el problema de la
seguridad. En principio fueron los municipios con más recursos los que invirtieron en
vehículos que transportaban guardias municipales y, a veces, también carabineros;
posteriormente diversos municipios fueron adoptando la misma medida de control y
prevención situacional. Paralelamente se han desarrollado programas basados en
diagnósticos comunales, algunos estimulados por el programa Comuna Segura y otros
por iniciativas locales, así como se han realizado aportes económicos al servicio policial
108
de sus comunas. Todas estas iniciativas han ido posicionando a los municipios como el
principal ente político que a ojos de los vecinos, tanto de barrios pudientes como
pobres, trabaja en el tema de la seguridad.
“...a los 5 minutos están carabineros, con 2 motos que les puso el alcalde...” (Luis,
ABC1)
“Yo creo que hay más relación entre los vecinos y (guardias) municipales, es como lo
que más llega” (Carmen, ABC1)
“Yo fui a una reunión con las juntas de vecinos... (en la municipalidad) nos
preguntaron los lados conflictivos, donde se vendía droga... todo eso para conocer la
realidad para combatir el tema” (Rosa, D-E)
Pese a todo, las únicas políticas municipales reconocidas por la población son las
situacionales debido a su mayor visibilidad y, en algunos sectores, a positivos efectos
en la sensación de seguridad. Sin embargo, no se reconocen efectos sobre el problema
de la delincuencia ya que, como señalan los vecinos, los guardias municipales no
tienen competencias para actuar ante la ocurrencia de hechos delictuales, e incluso su
papel de disuasión puede ser cuestionado debido a que existen barrios en los que, por
ser calificados como “más peligrosos”, no realizan patrullajes. Por lo mismo, en el
tiempo que llevan aplicándose estas medidas sólo se perciben resultados positivos en
los estratos altos, dónde los vecinos afirman sentirse más seguros con la existencia de la
guardia municipal, que coordina efectivamente su accionar con el de carabineros.
“pasan bien seguido, el auto de carabineros y también el de la seguridad de la
municipalidad que va un chofer y un carabinero al lado” (Ana María, ABC1)
“(Los vehículos municipales) pueden llamar a carabineros y perfectamente coordinar
todo un operativo.” (Patricio, ABC1).
En los estratos medios y bajos, en cambio, la percepción generalizada es que el efecto
de los vehículos de seguridad municipales es mínimo. Lo que, en cierta medida, puede
considerarse como un factor negativo en la consolidación del municipio como oferente
de seguridad, ya que ante los ojos de los vecinos estas medidas no atacan los
problemas generadores del temor y sólo aumentan la desconfianza ya existente en las
instituciones públicas.
109
“(...)eso se combate creen ellos con más autos... son seudo pacos retirados que en
realidad pasan tarde, mal y nunca.” (Julio, C2-C3)
“(...)en la municipalidad tampoco se hace nada, las camionetas se dan vueltas y después
no se ven hasta el otro año” (Danissa, D-E)
El rol de la “Paz Ciudadana”
En el abordaje del problema de la seguridad y el “combate a la delincuencia”, como ya
se señaló, los organismos más reconocidos por la población son Carabineros y el
Municipio, siendo las políticas preventivas del gobierno casi totalmente desconocidas.
En cambio, es de reconocimiento general la labor de la Fundación Paz Ciudadana,
organización no gubernamental que con el apoyo de la oposición política ha logrado
instalarse públicamente como una de las principales instituciones que abordan este
tema, a través de campañas publicitarias de prevención de drogas, la realización de
encuestas y estudios.
La presencia de la fundación en el imaginario público es de tal relevancia que para
muchos de los entrevistados, las políticas municipales de seguridad están directamente
relacionadas con esta institución
“Estas camionetas de paz ciudadana... y el servicio que ellos nos podían prestar, que
incluso para llevar enfermos...” (Gladis, D-E)
“La paz ciudadana, los autos que de vez en cuando pasan por ahí, pero para mi pasan
por los barrios mas problemáticos (Jorge, C2-C3)
“(…) Yo digo en mi municipalidad cuantas veces han hecho encuestas de delincuencia,
de paz ciudadana (…)” (Masculino, D-E)
Si bien este tema no formó parte de nuestra exploración inicial, consideramos que la
instalación del nombre, más que la institución misma, muestra la importancia de los
medios de comunicación en este tema. Lo que encontramos es que muchos
entrevistados confunden los términos Paz Ciudadana con Seguridad Ciudadana, y
debido a ello asumen que las diversas iniciativas en desarrollo en este ámbito son
aplicadas por dicha institución.
110
“... ahora va a ser cosa de dos o tres meses, hay hartos vigilantes, motorizados van y vienen
esa es la paz ciudadana...” (Femenino, D-E)
Este hallazgo no permite definir si la labor de la Fundación ha tenido algún impacto
sobre la presencia del tema en la agenda pública, ni sobre su influencia en la
percepción de temor de la población; pero nos permite admitir la importancia de los
medios. Esto ratifica la afirmación de Bourdieu en la que señaló que “uno existe en
tanto es visto, pero hoy en día pareciera que uno existe en tanto es visto en televisión”
(Bourdieu, 1998).
“...no hay una campaña (preventiva), salvo el don graf, me cae re mal más encima, pero ahí
hay un intento” (Jaime, C2-C3)
En la búsqueda de soluciones de largo plazo
En respuesta a la pregunta inicial de la sección, podemos decir que frente a la demanda
mayoritaria por represión, la debilidad de la prevención comunitaria y la amplia
difusión de mecanismos privados para proveerse seguridad, es difícil pensar que el
nuevo paradigma preventivo tenga algún efecto. Aún más, esta situación nos lleva a
preguntarnos por la utilidad de este tipo de iniciativas cuando la sensación de
seguridad de las personas sólo es satisfecha con la imagen de un carabinero. Pero es
precisamente en lo que entendemos por seguridad donde radica el debate, puesto que
los mismos sujetos reconocen que con mayor presencia de carabineros se puede
mejorar la sensación subjetiva de temor, riesgo y amenaza, pero no necesariamente se
va lograr con ello enfrentar al problema de la delincuencia, ni menos superar el
conjunto de condiciones de riesgo que la propician, lo que sólo puede solucionarse
mediante medidas integrales y de largo plazo.
Según la mayoría de los entrevistados, estas medidas debieran estar especialmente
dirigidas al desarrollo de mecanismos de prevención en los niños y jóvenes, pero
también al mejoramiento de las condiciones de vida de la población a través de la
disminución de la pobreza, de la mejor distribución de los ingresos y de los servicios
sociales básicos, y del aumento de las fuentes de empleo.
111
“Yo creo que la delincuencia tiene que ver con un problema muy de fondo que requiere
de políticas públicas que se basen en diagnósticos... invertir en el ser humano y creer que
se puede rehabilitar...”(Barbara, ABC1)
“La solución está en educar a la juventud... partir de la base... disminuir el consumo de
drogas.” (Hernán, C2-C3)
“Mas actividades para los jóvenes, mas para los que están ahí sin hacer nada tomando
en la calle... centros de capacitación...” (Danisa, D-E)
“Bueno, ahora por lo que hemos escuchado, es un problema real y no tenemos como
perdernos que es un problema así, ¿pero cuál es el problema que existe?, que los
gobiernos, nuestro gobierno no tiene el suficiente dinero, ese es otro problema, es
problema económico(…)/ Eso es en el desarrollo económico, pero tampoco, está todo
relacionado, porque está también la educación, seguridad, todos los problemas que están
involucrados(…)/ Hemos tocado un punto importante que es la educación, la educación
es fundamental para todos los problemas que hay en la sociedad; por ejemplo los
carabineros se han preocupado del sistema(…)”(Femenino, ABC1)
No obstante este reconocimiento discursivo del valor de lo preventivo en la búsqueda
de soluciones para el problema de la seguridad, permanece el obstáculo de cómo pasar
del decir al quehacer, y de un quehacer contingente a uno que implique construcción
de ciudadanía. En la mayor parte de las entrevistas y focus (no importando estratos,
edad o sexo) las recomendaciones para solucionar el problema refieren a aquellas de
largo plazo que deben provenir de la autoridad (sea educación, distribución de ingreso,
u otra) donde se mantiene una relación heterónoma ante el problema, es decir, no hay
un reconocimiento de la acción ciudadana.
Esto nos permite concluir que, ante el aumento del temor, la percepción de riesgo y
amenaza lo público se ha erosionado, la confianza (interpersonal e institucional) se ha
debilitado y finalmente la participación o capacidad de organización se ha anulado,
debido a esto es prácticamente imposible que el discurso sobre las posibles soluciones
de este o cualquier otro problema se conviertan en proyectos políticos desde el
quehacer ciudadano -de ahí la aparente contradicción entre el decir y el quehacer-. En
este marco, al no lograrse el despliegue de la sociedad civil en el espacio público, la
construcción de ciudadanía queda totalmente limitada.
112
IV. A MODO DE CONCLUSIÓN
Diversos estudios afirman que la presencia de inseguridad en la población tiene diversos
impactos sobre la ciudadanía. Sin embargo, esta afirmación no ha sido explorada en
detalle con información cualitativa que permita identificar su
magnitud y
características. En este sentido, el presente volumen empieza a develar algunas de las
aristas de este fenómeno mediante la conversación de la investigación académica con el
discurso ciudadano.
De esta manera, por primera vez se apela a la metodología
cualitativa de análisis para interpretar un fenómeno preocupante y paradojalmente poco
explorado en nuestro país.
En primer lugar, es necesario destacar
que la inseguridad refiere a una temática
heterogénea, y por ende, termina careciendo de un sentido específico. Por esto
definimos tres conceptos especiales: el temor, la percepción de riesgo y la percepción
de amenaza. Como se puede ver en los primeros capítulos de este volumen, cada uno
de ellos impacta de forma específica sobre la construcción de ciudadanía y en la
consolidación de discursos sobre el espacio público, la sociedad civil y la participación.
De esta forma, se confirma la hipótesis inicial que establece la necesidad de analizar la
sensación de inseguridad desde perspectivas mas especificas que brindan nuevas luces
sobre las características mismas del problema.
Así, el temor impacta negativamente en la construcción de ciudadanía, por cuanto
constituye una sensación indiferenciada situada entre (y contra) el espacio privado y el
público, y que por ello dificulta el despliegue de la sociedad civil al ámbito de lo
público. Encontramos que el temor se relaciona directamente con el surgimiento de la
violencia sobre los cuerpos y de esta forma el temor al daño físico, que la mayoría de
los entrevistados dicen experimentar, muestra el desgarramiento o escisión de los
sujetos del marco jurídico que les provee ciudadanía, dejándolos expuestos a la
violencia sobre los cuerpos de manera impune.
Por su parte, la percepción de riesgo se relaciona fundamentalmente con la
desconfianza en las instituciones públicas, percepción por parte del discurso ciudadano
caracterizada como crisis de legitimidad. En este sentido, la percepción de riesgo
113
impacta negativamente en la construcción ciudadana en tanto se configura desde la
crisis de legitimidad de las instituciones públicas, y de manera general de la ley.
En tercer lugar, la percepción de amenaza se vincula con la precariedad de los espacios
utilizados por la ciudadanía así como por la sensación de orfandad que presentan de
las instituciones gubernamentales. En muchos casos la percepción de amenaza se ve
vinculada con la información relevada por los medios de comunicación masiva que
tienen a difundir hechos puntuales de gran impacto como cotidianos.
En otras palabras, el temor, la percepción de riesgo y amenaza impactan en la
construcción de ciudadanía en Chile en un contexto marcado por la masificación de la
esfera privada y la privatización de la esfera pública. Por ende, esta situación debe ser
analizada en relación con tres conceptos: espacio publico, sociedad civil y
participación.
Respecto del espacio público concluimos que los procesos modernizadores acaecidos
en Chile durante las últimas décadas lo han transformado de un espacio de aparición a
uno de exposición. Es decir la participación pública-política es invadida por la esfera
privada, y en este proceso el espacio público, lugar que posibilita la alteridad, se vacía
de lo público transformándose en un espacio residual que dificulta la construcción de
ciudadanía.
La sociedad civil, por su parte, tiene un papel central en la construcción de ciudadanía
en tanto la provee de la formación de virtudes ciudadanas.
Sin embargo hoy la
encontramos atomizada, es decir, los lazos sociales que la conforman resultan
precarios, contingentes y con escaso despliegue hacia lo público. Así, en esta
precariedad del lazo social, se advierten diversos modos (los que varían por estrato y
grupo etario) de cooperación entre vecinos directos, cuestión que asume un lugar de
mayor importancia en los estratos socioeconómicos más bajos. Este modo de
cooperación no logra desplegarse públicamente, quedando por tanto replegado hacia
el ámbito privado.
Finalmente, la participación de la ciudadanía refleja los temas planteados previamente.
En este sentido, encontramos una participación caracterizada por lo esporádico,
114
puntual, y social (en el sentido caritativo) de sus iniciativas.
Esta situación va
aparejada con la atomización de la sociedad civil, la desconfianza interpersonal, la
crisis de legitimidad de las instituciones gubernamentales, y la fragmentación urbana.
En síntesis, la sensación de inseguridad con todas las variantes que esta presenta, tiene
un claro impacto sobre la utilización del espacio publico por un lado y la consolidación
de la sociedad civil por otro. De esta manera, pensar en la posibilidad de conformar
una ciudadanía activa, generadora de cambios y propuestas en nuestro país se ve
seriamente limitada por la presencia del discurso de la inseguridad y el temor de la
población.
115
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ANEXO METODOLÓGICO
1. Objetivos de la investigación
El presente volumen presenta los resultados de nuestra investigación realizada durante
el año 2003. Dicha investigación se propuso analizar el rol que juegan el temor, la
percepción de amenaza y la percepción de riesgo en la conformación de ciudadanía en
Chile. Estos temas se consideraron ejes centrales del análisis, bajo la perspectiva de
verificar el efecto negativo que tienen en el ejercicio ciudadano. Impacto no sólo ligado
al aumento de la sensación de impunidad frente a las instituciones del Estado
encargadas del control y la prevención de la violencia criminal, sino también ligado a la
privatización de los espacios de convivencia y al abandono de los espacios públicos.
Variables utilizadas
El estudio se desarrolló en base a seis variables conceptuales: Ciudadanía, espacio
público, sociedad civil, temor, percepción de amenaza y percepción de riesgo. En cada
caso se desarrollaron definiciones teóricas y operacionales; así la inclusión de sus
respectivos indicadores (para más detalle ver anexo 1). De igual manera, se incluyeron
tres variables de caracterización a nivel poblacional: Nivel socioeconómico15; grupo
etário16 y sexo17.
2. Técnicas de recolección de información, atributos y limitaciones
Para el desarrollo de nuestra investigación optamos por la utilización de dos técnicas
de recolección de información: Entrevistas y Grupos Focales. La información
recolectada por ambas nos permite elaborar un cuadro de análisis más profundo sobre
el discurso ciudadano, respecto de las variables centrales de nuestro interés. De esta
manera, para enfrentar el sesgo del investigador que, explicita o implícitamente,
intenta hacer calzar la información recogida con sus preconcepciones teóricas; y la
Definido por el nivel de estudios, características del empleo, y de ingreso. Así como por la
comuna y sector de procedencia de los entrevistados.
16 Se definieron tres grupos etários, de acuerdo a los parámetros tradicionales utilizados en los
estudios de opinión, específicamente en los de victimización y temor (18.29; 30-49; 50 o más)
17 Tanto en las entrevistas como en los focus group se utilizaron cuotas por género e incluso los
grupos focales se realizaron por separado. con la intención de cotejar los discursos.
15
119
reactividad o influencia que se produce en la relación interpersonal de la entrevista; se
aplicará el método de triangulación. Entendiendo por triangulación a la recolección de
datos de un rango diverso de individuos y situaciones, a través del uso de una
variedad de técnicas. Más aún, la investigación utilizará el procedimiento de
retroalimentación, en el cual fuentes indirectas del fenómeno permiten corroborar la
información obtenida de las fuentes directas, en este caso se harán comparaciones con
resultados de estudios descriptivos realizados en torno al tema. A continuación se
señala brevemente las características de ambas técnicas utilizadas.
Entrevista individual
Esta técnica, es una de las más utilizadas dentro de la metodología cualitativa es la más
utilizada puesto que permite la interacción personal significativa entre el “sujeto
investigador” y el “sujeto investigado” (Orti, 1991). En su definición más psicologista
se entiende por entrevista en profundidad los “(…)reiterados encuentros cara a cara
entre el investigador y los informantes, encuentros éstos dirigidos hacia la comprensión
de las perspectivas que tienen los informantes respecto de sus vidas, experiencias o
situaciones, tal como las expresan con sus propias palabras” (Taylor y Bodgan, 1987).
Bajo esta definición existen diversos tipos de entrevistas, como la historia de vida; la
dirigida hacia el aprendizaje de acontecimientos y actividades que no se pueden
observar directamente, y por ende, los interlocutores son los informantes; y, por último,
las que tienen como finalidad proporcionar un cuadro amplio entre una gama de
escenarios, situaciones y personas.
Pese a las particularidades de cada tipo de entrevista, todas se basan en una
conversación que se da entre iguales, dónde la mediación formal de las preguntas debe
ser mínima y, por lo mismo, el rol del investigador no debe estar sólo en la obtención
de respuestas, sino en aprender que preguntas hacer y como hacerlas (Taylor y
Bogdan, 1987); pudiendo incluso reformular las preguntas al producirse una situación
de dialogo, en la que constantemente se transforma la condición de receptor en emisor
(Beltrán, 1991). Sin embargo, sólo la última se acerca a la entrevista que se aplicó en el
estudio, ya que está permite estudiar un número relativamente grande de personas en
un lapso breve, y releva las experiencias individuales, pero en tanto estas expresan
construcciones sociales del problema. Así, en el marco sociológico de la investigación,
120
la función metodológica de la entrevista es “la reproducción del discurso motivacional
(conciente e inconsciente) de una personalidad típica en una situación social bien
determinada y/o ante objetos sociales sólo (en cambio) relativamente definidos.” (Orti,
1991)
Pero, es necesario relevar algunas desventajas en su utilización: Primero, por ser la
entrevista cualitativa una interacción entre dos personas, el investigador debe estar
conciente de la influencia reciproca que se da en la conversación, la que puede generar
sesgos en las respuestas. Segundo, por consistir la información recogida sólo por
discursos, estos pueden presentar falsificaciones, incongruencias y distorsiones que
caracterizan todo intercambio verbal. Tercero, los entrevistadores no observan
directamente a las personas en su contexto cotidiano.
Grupo Focal
En segundo lugar se utilizó la técnica de grupo focal, definida como “una técnica de
investigación que permite recolectar información a través de la interacción que
desarrolla un grupo en torno a un tema determinado por el investigador” (Cervantes
2000) y que tiene como finalidad llegar a consensos, para lo cual a veces es necesario
realizar más de una sesión con el mismo grupo (Cervantes, 2002).
A partir de la difusión del grupo de discusión, que se dio gracias a los trabajos de
Ibáñez (1979, 1991), la técnica del grupo focal -utilizada sobretodo en la mercadotecniaha recuperado su uso en las ciencias sociales, incorporando la importancia del discurso
como expresión de la realidad social. En palabras de Orti, “el objetivo de la reunión de
grupo es fundamentalmente pragmático, macro sociológico y extra grupo: el grupo tan
sólo interesa como medio de expresión de las ideologías sociales, como unidad
pertinente de producción de discursos ideológicos” (Orti, 1991). Por ello, con el método
del grupo de discusión, más allá de lograr o no consensos en torno a un tema, lo que
está en juego es la concepción misma del discurso, es decir, la práctica de producción
de sentido. Lo mismo puede aplicarse para la técnica del grupo focal. Entonces, “el
proceso de recoger opiniones o representaciones grupales tiene implicaciones
metodológicas pues el investigador enfrenta el reto de reconstruir un sistema de
significaciones de los que se desprenden definiciones, tipificaciones, estereotipos,
metáforas y otros elementos del performance discursivo” (Cervantes, 2002).
121
El principal atributo de esta técnica es que al expresar un discurso grupal que responde
a visiones socialmente construidas, ya sean de género, edad o status económico,
permite superar la parcialidad de las entrevistas personales. En segundo lugar, el
grupo permite que emerjan, con todas sus contradicciones, ambigüedades y matices, la
estructura motivacional básica de la subjetividad colectiva (Orti, 1991). La tercera
ventaja de esta técnica, es que al provocar la discusión grupal de ciertos temas, propicia
la conformación de un discurso mucho más crítico, congruente y consistente en sí
mismo. Puesto que en la entrevista el efecto reactivo es mayor y, por ende, en algunos
temas, se tiende a responder de una forma políticamente correcta, o de acuerdo a la
demanda ofrecida, esto significa que se limita la consecuencia entre la forma cotidiana
de ver y entender esos temas y lo dicho en la entrevista, lo que es posible de comprobar
al observar las incongruencias que se dan a lo largo del discurso personal.
3. Otros aspectos del diseño metodológico
Respecto del tipo de muestreo, dado que el propósito es mostrar y comparar las
manifestaciones del problema en grupos sociales diferenciados, la opción de nuestra
investigación
es
un
muestreo
estratificado
intencional
y
no
probabilístico.
Considerando, además, un número significativo de entrevistados para lograr un
amplio rango de variabilidad, sobre las dimensiones de interés del fenómeno. Aunque,
el carácter no probabilístico del diseño muestral puede limitar la generalización de los
resultados a la población total, esto no le resta potencialidad al método, por el
contrario, al responder al propósito de una mejor comprensión del fenómeno, los
resultados cualitativos permitirán redefinir conceptos e indicadores, establecer
relaciones y hallar el sentido que dan los actores sociales (de ciertas características
sociales) a las hipótesis propuestas.
Para nuestra investigación definimos la realización de 78 entrevistas y 18 grupos
focales distribuidos de la forma explicitada en el siguiente cuadro.
CUADRO 1. DISEÑO METODOLÓGICO DE LA INVESTIGACIÓN
122
ABC1
C2-C3
D-E
Total
Edad / Sexo Hombre Mujer Hombre Mujer Hombre Mujer
18-29
35-49
más de 55
1g
1g
1g
1g
1g
1g
6 grupos focales
4e
4e
4e
4e
4e
4e
24 entrevistas
1g
1g
1g
1g
1g
1g
6 grupos focales
5e
5e
5e
5e
5e
5e
30 entrevistas
1g
1g
1g
1g
1g
1g
6 grupos focales
4e
4e
4e
4e
4e
4e
24 entrevistas
Fuente: Elaboración propia, 2004.
4. El Rapport
Las entrevistas
La selección de los entrevistados se hizo a través de un muestreo estratificado
intencional, bajo los parámetros definidos en las variables poblacionales, y de acuerdo
a la definición metodológica cualitativa, dónde lo que interesa es recopilar discursos
diversos no importando la selección muestral estadística aleatoria sino la saturación de
información; aunque en este caso se estableció de antemano el número de
entrevistados proporcional a las características definidas. Para la discriminación de la
variable, nivel socioeconómico, se utilizaron bases de datos segmentadas por grupo
socioeconómico, dónde se consideran la comuna de residencia, el tipo de ocupación
y/o nivel de ingreso, y nivel de estudios. Luego se seleccionó según sexo y grupo
etário.
Así, se fueron seleccionando a los sujetos que, cumpliendo con los requisitos señalados,
estaban dispuestos a conceder una entrevista en profundidad. Luego, una vez
establecidos los contactos vía telefónica, se realizaron las 78 entrevistas en forma
personal, en el lugar de residencia o de trabajo, y estas tuvieron una duración
aproximada de 30 a 45 minutos.
El motivo expresado para la convocatoria fue el del tema de seguridad ciudadana, sin
dar más detalles sobre los objetivos específicos. Dada la importancia del tema, sentida
por la población, casi en la totalidad de los contactos, y luego en las entrevistas, la
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recepción fue positiva. El discurso surgió con fluidez y se respondieron todos los
temas, por lo que no hubo necesidad de repetir las entrevistas.
Los Focus Group (Grupos Focales)
Para la selección de los participantes, se optó por un muestreo estratificado intencional
y se utilizó el mismo método de selección y contacto. Pero, además se consideró la
existencia de registros puros, es decir, personas que no habían participado antes en una
metodología similar.
Al momento de hacer el contacto, como parte de la convocatoria, se dio una idea
general de los temas a tratar en la reunión, enfatizando el carácter social de estos ya
que la gente está cansada de ser invitada a reuniones sobre marcas comerciales o
productos, por tanto la convocatoria se centró en los temas de intereses ciudadanos, la
seguridad y los medios de comunicación.
Para la empresa encargada de aplicarlos, que acostumbra a realizar grupos de
marketing, fue una gran sorpresa el grado de interés demostrado por participar y la
efectividad en la convocatoria. Los grupos tuvieron una duración entre 1 y 2 horas,
con respecto a la participación, se notó un serio interés de la mayoría de los asistentes,
de dar a conocer sus experiencias y opiniones respecto de los temas tratados, siendo la
habilidad del moderador la única capaz de dar por finalizada la reunión. A modo de
comentario muchos grupos se quedaron – luego de finalizado el focus- conversando
del tema.
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