La principal modalidad delictiva investigada respecto del régimen previsional de los ex trabajadores portuarios consistió en la implementación de una estructura y organización tendiente a generar en el ánimo de los trabajadores interesados en obtener sus beneficios jubilatorios el entendimiento colectivo de que tales trámites únicamente podían ser desarrollados con éxito a través de los mecanismos presentados y controlados por un determinado grupo de personas, todo esto con el fin de obtener un beneficio patrimonial indebido. Así, inobservando ciertos aspectos de los procedimientos previstos por las disposiciones citadas en el punto precedente, y valiéndose para ello los autores de la creencia popular a la que se aludiera, se estableció un sistema a través del cual se impusieron requisitos de manera injustificada y se exigió a los estibadores el cumplimiento de determinados actos, como así también en muchos casos el pago de importantes sumas de dinero, todo esto como condición necesaria para incluirlos en los padrones a entregar por parte de Francisco Santiago Montiel a la Administración General de Puertos (en adelante AGP), con el fin de que pudieran obtener sus jubilaciones o un reajuste de las mismas, aquellos que previo a la sanción del decreto 1409/06 ya gozaran de tal beneficio. En definitiva, se conformó una estructura destinada a los fines explicados, a través de la cual se logró crear en el conjunto de los trabajadores portuarios interesados en obtener sus jubilaciones o el reajuste de las mismas a raíz de lo dispuesto por el decreto nº 1409/06, el convencimiento de que el único modo de alcanzar tales objetivos era a través del seguimiento de los pasos “determinados previamente” por un número de personas, vinculadas o no a la Administración General de Puertos, a Mutuales y/o Cooperativas afines a la actividad, o bien con empresas existentes relacionadas con el trabajo en la zona portuaria, logrando así la observancia por parte de aquellos de todas las condiciones que arbitrariamente se establecían, en virtud de la creencia generada de que de otro modo no podrían alcanzar los beneficios previsionales correspondientes. En la principal denuncia efectuada por esta Unidad Fiscal relacionada con el punto tratado, se determinó que, en el marco de la operatoria establecida previamente por los decretos y resoluciones enumeradas previamente, se conformó un grupo de personas identificadas como la “Comisión”, dirigido por Francisco Montiel, que trataba directamente con los trabajadores, básicamente a través de un sistema basado en presiones, violencia psíquica, intimidaciones y engaños, haciéndose aparecer ante sus ojos las vías por ellos controladas y establecidas como el único camino para poder acceder a las jubilaciones, para lo cual contaron con el apoyo y acuerdo de la titular de la Gerencia de Gestión Previsional de la AGP, Dra. Silvia Quinteros, organismo este desde el cual se respetaba e incluso se fomentaba los procedimientos antes explicados, otorgándose en la práctica la efectiva importancia a la observancia de las condiciones impuestas como necesarias para el avance positivo de los distintos trámites a su cargo. Fue así que los trabajadores se vieron compelidos a respetar una serie de pasos e imposiciones, en la creencia de que en caso contrario no accederían a sus beneficios previsionales, entre los que figuraba la asistencia controlada a reuniones realizadas una vez por semana en una plaza ubicada en la intersección de las Avenidas Belgrano y Paseo Colón, la suscripción de diversos documentos mediante los cuales se implementaba la decisión de otorgar parte de los haberes obtenidos a la organización, y la efectiva entrega de dicho dinero una vez alcanzados los beneficios. El convencimiento de los estibadores acerca del carácter de indispensable del cumplimiento de tales requisitos fue utilizado por los agentes integrantes de la organización en algunos casos como elemento mediante el cual se ejerció intimidación o presión sobre los trabajadores, mientras que en otros se valieron de aquél como medio para engañar a los mismos, haciendo aparecer determinadas condiciones implementadas injustificadamente como parte de los trámites legalmente necesarios y generando una creencia equivocada acerca del verdadero motivo y destino que se buscaba otorgar a las prestaciones de ellos requeridas. Los trabajadores portuarios, a fin de lograr ser incluidos en los padrones o listas que debían remitirse a la AGP, como así también el avance de sus respectivas tramitaciones, eran forzados: • en primer lugar, a concurrir todos los días miércoles a la plaza ubicada en la intersección de las Avenidas Paseo Colón y Belgrano. Allí se controlaba la asistencia de los estibadores, requiriéndose en varios casos, a efectos de tenerla por acreditada, la realización de una cierta contribución en dinero. • en segundo término, los trabajadores portuarios eran compelidos a presentar la documentación necesaria para la iniciación o consecución de sus trámites jubilatorios en diversas oportunidades, y siempre dentro del ámbito de atención que se había establecido en el comedor “Jacinto Abraham” ubicado en la Dársena “D” del Puerto de la Ciudad de Buenos Aires, ello con el único fin de someter a los estibadores a un desgaste constante, obligándolos en muchas ocasiones a hacer largas colas que según diversos testimonios podían durar de dos a cuatro horas; • en tercer lugar, dentro de esa “organización” implementada, se establecieron diversos pasos a seguir una vez arribado al ámbito del comedor “Jacinto Abraham”, iniciándose el mismo en un escritorio en el cual, de acuerdo siempre a los dichos de los testigos, se les recibía la documentación, y se les cargaban los datos en una computadora, para luego pasar a otro escritorio donde se les hacía suscribir un convenio de honorarios, mediante el cual se los sujetaba a la entrega de dos –o más- aportes en concepto de “trámites-honorarios”, los cuales en su mayoría se encontraban “en blanco”, luego, en muchos de los casos se los hacía pasar a un tercer escritorio, en el cual podían suscribir su “adhesión” a una mutual o bien a un partido político, adhesiones estas que también se encontraban condicionadas, por cuanto su no suscripción podía hacer retrasar o incluso parar la tramitación de aquello que realmente importaba, la obtención de una jubilación digna. Finalmente, y en todos los casos bajo estudio, se pasaba a un último escritorio o mesa instalada en una especie de “cocinita” dentro del mismo comedor en la cual se requerían los datos del presentante para la confección y posterior firma de un pagaré en blanco. • así, y en concordancia con lo expuesto en primer lugar, luego de los pasos detallados en forma precedente, los estibadores eran nuevamente obligados a concurrir los días miércoles a la plaza sita en Avenida Paseo Colón y Avenida Belgrano a efectos de seguir el estado de la tramitación de sus beneficios previsionales, siempre bajo un control estricto de asistencia e imponiendo en varias oportunidades una colaboración • el estadio siguiente que debían respetar los estibadores, era la concurrencia, una vez nombrados en la plaza, al comedor del puerto donde era informados acerca de la obtención de su beneficio jubilatorio o del reajuste del mismo en aquellos supuestos en que el interesado contara ya con su jubilación, y de la fecha y lugar de cobro de ese haber jubilatorio –datos estos que eran suministrados directamente desde la Administración Nacional de la Seguridad Social a Montiel o sus colaboradores-, donde además se hacía optar a los estibadores por dos modalidades; o bien llevar directamente al comedor el importe comprometido mediante la firma del pagaré o del convenio de honorarios consistente en dos, tres o en algunos casos hasta cinco haberes, al comedor del Puerto, o se les asignaba un colaborador de Montiel a cada portuario, que acompañaba a esta persona hasta el lugar de cobro correspondiente, para que, una vez obtenido el importe dinerario de sus haberes, se le entregara en mano a este “acompañante” un porcentaje del mismo. Debe destacarse en este punto, que las personas que no acataban este procedimiento eran intimidados por Montiel o sus colaboradores, mediante amenazas directas o llamados telefónicos al lugar de residencia del interesado, y en algunos supuestos eran agredidos físicamente. Esta técnica intimidatoria tenía un doble efecto, ya que estaba dirigida por un lado al destinatario directo de las mismas, pero por otro lado también se encontraba destinada a todos los estibadores en general, toda vez que aquellos sabían que en caso de no cumplir con los parámetros impuestos serían amenazados en su persona o en la de su familia o agredidos físicamente. Dichas modalidades delictivas encuentran encuadre jurídico en los delitos de de extorsión de documentos (previsto y reprimido en el artículo 168, 2° Párrafo de nuestro catálogo punitivo); estafa (artículo 172 del C.P.) y amenazas (149 bis del C.P.). Asimismo, en la actualidad, y amén de la situación originaria descripta en forma precedente, se han conformado investigaciones preliminares en las cuales el objeto primordial de la pesquisa se encuentra enmarcado por la utilización de antecedentes laborales y/o certificaciones de servicios apócrifas presentadas por supuestos ex trabajadores portuarios, tendientes a producir un engaño en la Administración Nacional a efectos de que ésta emita una resolución ortogando en definitiva un beneficio jubilatorio ilegítimo, dado que su raíz se encuentra viciada por el carácter apócrifo de los antecedentes.