DOCUMENTO BASE PARA EL SEMINARIO EN LA FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y EMPRESARIALES DE LA UPNA (CAMPUS DE ARROSADIA, NOVIEMBRE DE 2002). LAS POLÍTICAS DE PRIVATIZACIÓN EN ESPAÑA: FASES, OBJETIVOS Y PROCEDIMIENTOS. Javier Bilbao Ubillos (Universidad del País vasco, UPV/EHU) ESQUEMA DEL SEMINARIO - Introducción. Concepto, objetivos y procedimientos de la privatización. - 1. El marco normativo e institucional de las privatizaciones en España. - 2. Características generales y magnitud del proceso privatizador español. - 3. Las fases de la privatización española: las diferentes políticas de privatización. - 4. Conclusiones. - Introducción. El fenómeno de la privatización, generalizado en las economías mixtas a partir de la experiencia británica, adquiere relevancia en la política económica española a partir de la segunda mitad de los años ochenta. Desde entonces, se han ido sucediendo, con distinta intensidad e intencionalidad política, numerosas operaciones que nos permiten afirmar que la privatización en España constituye un proceso con perfiles propios y ya prácticamente concluso, a la altura del 2002. Sin embargo, el recurso a medidas privatizadoras no ha obedecido a una única estrategia bien definida que se ha ido proyectando en el tiempo. Más bien al contrario, podemos identificar, en el transcurso de los años, distintas políticas de privatización, que se han orientado a objetivos diversos y que se han instrumentado de modo desigual, en función de esos mismos objetivos cambiantes. Esta instrumentación variable ha estado, así mismo, influenciada por las nuevas regulaciones afectantes a la disposición de activos de empresas públicas, a la estructura institucional del Sector público empresarial estatal y a los monopolios. El cambio de regulación no sólo condiciona decisiones privatizadoras posteriores, sino que constituye, en sí mismo, la manifestación de una nueva percepción del papel de la empresa pública y de la oportunidad de proceder a las enajenaciones de activos. 1 Por eso, este trabajo se organiza en tres secciones básicas, la primera de las cuales recoge las variaciones registradas en ese marco normativo que ha venido condicionando la política de privatizaciones. En un segundo apartado, se realiza una valoración global de las privatizaciones en España, que incorpora una estimación de la magnitud conjunta de las operaciones. En un tercer epígrafe, se lleva a cabo una periodificación de la privatización española basada en la identificación de políticas diversas. Aunque se harán referencias concretas a todas las modalidades de privatización, nos centraremos en la que se denomina privatización sustancial, es decir, en la que comporta la enajenación de activos de empresas públicas o medidas financieras de efecto equivalente. Es esta categoría de privatización la que ha resultado más controvertida y la que ha permitido el ejercicio más amplio de la política discrecional, al no depender del impulso comunitario. 1 El marco normativo e institucional de las privatizaciones en España Dado el proceso histórico de formación del Sector público empresarial español, la inmensa mayoría de las empresas públicas susceptibles de privatización dependían de la Administración del Estado. El resto de Administraciones públicas españolas, bien por su relativamente reciente constitución (caso de las Administraciones autonómicas), bien por sus características competenciales (Administraciones de la Seguridad Social) o bien por sus - hasta hace poco - escasos recursos y capacidades económicas de actuación (Administraciones locales), no habían desarrollado prácticamente unidades productivas con personalidad jurídica y presupuestaria propia, salvo en el supuesto de algunos servicios municipales. Por otro lado, la regulación, tanto de los principales mercados en los que se manifestaban tradicionalmente los elementos característicos de un monopolio natural (electricidad, gas, telecomunicaciones), como de las infraestructuras básicas de transporte compete, así mismo, a la Administración estatal, dentro de los límites establecidos por la normativa comunitaria. Estas circunstancias han determinado que haya sido la Administración del Estado la que ha protagonizado las principales decisiones de privatización en sus diferentes vertientes. La progresiva descentralización del gasto público español, consecuencia de la nueva distribución de las competencias entre los niveles de gobierno, no ha ido acompañada de la cesión, a las Administraciones territoriales, de los activos de las empresas públicas constituidas, que han permanecido integradas en los principales holdings estatales, o vinculadas directamente a los Presupuestos generales del Estado. Por este motivo, vamos a estudiar, primero, la evolución de la normativa relativa a las privatizaciones, pero, en segundo lugar, atenderemos a las sucesivas reorganizaciones del Sector público empresarial estatal, que han obedecido frecuentemente a causas relacionadas con las decisiones privatizadoras y que han establecido el marco institucional de referencia para éstas. A) El marco normativo de las privatizaciones en España. 2 Como señala acertadamente Martínez Lafuente1, una constante del proceso privatizador español ha sido la inexistencia de una ley reguladora de carácter general de las privatizaciones. Las disposiciones legales aprobadas en relación con la enajenación de activos de empresas públicas han carecido de vocación reglamentadora global sobre la cuestión, y o bien se han integrado en textos normativos que sólo tangencialmente abordaban el fenómeno de las privatizaciones, o bien han versado sobre aspectos muy puntuales de éstas. Con todo, podemos diferenciar varias etapas en función de la normativa vigente en cada una de ellas: 1ª- Régimen franquista: En esta etapa, la percepción del papel de la empresa pública en una economía de mercado conducía más a la nacionalización de empresas que a la privatización de las mismas. Sin embargo, existen leyes que contemplan el supuesto de la enajenación de participaciones estatales en empresas. Tal y como recoge Gámir2, la Ley 194/1963, que aprueba el I Plan de Desarrollo económico y social, regulaba, en su artículo 5.4, la enajenación de participaciones estatales en las empresas nacionales en determinados supuestos. La entrada en vigor de la Ley de Patrimonio del Estado (Texto articulado aprobado por Decreto 1022/1964, de 15 de Abril), en 1964, que establece expresamente, en el artículo 103, un régimen jurídico para el supuesto de enajenación de las participaciones estatales, deja así esta cuestión: “La enajenación de títulos representativos de capital propiedad del Estado en empresas mercantiles requerirá acuerdo del Consejo de Ministros, a propuesta del de Hacienda, cuando el valor de los que se pretenda enajenar no exceda del 10% del importe de la participación que el propio Estado ostente en la respectiva empresa. En ningún caso podrá el gobierno acordar, dentro de un mismo año, la enajenación de acciones o participación que rebasen el porcentaje indicado. La enajenación de acciones o participaciones en cuantía superior a la indicada o que suponga para el estado la pérdida de su condición de socio mayoritario deberá ser autorizada por Ley. Excepcionalmente, bastará con la autorización del Ministro de Hacienda para enajenar los títulos que por su número no puedan considerarse como auténticas inversiones patrimoniales”. Esta regulación legal puede calificarse de restrictiva, desde el momento en que, por un lado, la pérdida del control de una empresa pública precisa de habilitación legal específica por las Cortes Generales, y, por otro, sólo se contempla el supuesto de venta de activos de sociedades mercantiles. Es decir, no se prevé la posibilidad de privatizar 1 MARTÍNEZ LAFUENTE, A. (1999): “La interpretación jurisdiccional del proceso privatizador. Notas sobre la Sentencia del Tribunal Supremo de 14 de Octubre de 1999”. Economía industrial, nº 328. (pp. 77-83). 2 GÁMIR, L. (2000): “Política de privatizaciones”: Política económica de España. 7ª edición. Coor. L. Gamir. Alianza editorial. Madrid. (pp. 365-398). 3 otras empresas públicas de forma jurídica distinta, a través de fórmulas que no requieran la previa constitución de sociedades mercantiles, como es el caso de la venta negociada. 2ª: Periodo democrático hasta 1995: Esta etapa tiene en la redacción de la Ley General Presupuestaria (Texto Refundido aprobado por Real Decreto Legislativo 1091/1988, de 23 de Septiembre, que, a los efectos de regulación de las privatizaciones, no modifica la versión de 4 de Enero de 1977 de esta Ley) el marco normativo básico de las privatizaciones. Esta Ley amplia el ámbito de referencia de la regulación sobre enajenaciones al conjunto de las sociedades estatales, concepto que abarca también a aquellas sociedades mercantiles en las que la Administración del Estado tenga participación mayoritaria indirecta, a través de sus Organismos autónomos y demás entidades estatales de Derecho público. La nueva regulación relaja enormemente los requerimientos para la enajenación de activos de empresas públicas, al establecer, en el artículo 6.3, que los actos de pérdida de posición mayoritaria del Estado, o de sus Organismos autónomos y Entidades de Derecho público, en el capital de las sociedades se acordará por el Consejo de Ministros. Es decir, no se precisa la autorización expresa de las Cortes Generales mediante Ley. La posterior Sentencia del Tribunal Supremo de14 de Octubre de 1999 confirma que este texto sustituye al vigente en el periodo anterior, y extiende la habilitación legal al Consejo de Ministros en relación con los títulos representativos del capital en empresas donde la participación estatal fuese minoritaria. Junto a la aprobación de la nueva redacción de esta norma, se introducen otros cambios legislativos puntuales que van preparando el terreno a posteriores decisiones privatizadoras. Estos cambios no afectan sólo a medidas de privatización indirecta obligadas por la legislación antimonopolio de la Unión europea -, sino que también abren la posibilidad de emprender privatizaciones sustanciales. Un ejemplo de estos cambios fue la derogación, en Noviembre de 1992, del artículo 4-2° de la Ley de monopolio del tabaco que establecía: “El Estado mantendrá siempre la titularidad de la mayoría del capital de Tabacalera”. Por tanto, hemos de interpretar que, en esta etapa, se eliminan algunos obstáculos legales a la privatización de empresas, simplificándose los trámites exigidos para ello, y eludiéndose el control previo del Legislativo a las decisiones privatizadoras con repercusiones en términos de control. 3ª: Etapa de 1995 hasta nuestros días: Es en esta etapa cuando se aborda directamente la regulación de las privatizaciones, elaborándose textos con vocación de afianzar la garantía del interés general o con ánimo de dotar a las privatizaciones de un procedimiento reglado y de una ordenación temporal. Así, en primer lugar, se incorpora a la legislación española sobre privatizaciones un instrumento nuevo, que es el de la golden share o acción de oro. Este instrumento introducido por la Ley 5/1995, de 23 de Marzo, de régimen jurídico de enajenación de participaciones públicas en determinadas empresas, que fue desarrollada por el Decreto 1525/1995, de 15 de Septiembre – permite reservar al Estado ciertas prerrogativas sobre las empresas privatizadas durante un periodo de tiempo posterior a su enajenación. 4 En concreto, el mecanismo de la acción de oro establecido por esta Ley obliga a someter a autorización administrativa previa la adopción de determinadas decisiones en ciertas empresas (que operen en sectores fundamentales y en las que el Estado posea - o haya poseído - al menos el 25% del capital social) una vez privatizadas. Este mecanismo viene a significar la minusvalorización de los derechos políticos de las acciones que se adquieran al Estado, que, de esta forma, se reserva el control sobre las principales decisiones estratégicas de dichas empresas. Los supuestos de acuerdos societarios sometidos a autorización previa son, básicamente, dos: a) El supuesto tanto de la disolución, escisión o fusión de las sociedades, como el del cambio de objeto social (incluyendo la venta o gravamen de activos necesarios para el cumplimiento de éste). b) El caso de las adquisiciones directas o indirectas de participaciones sociales que conlleven bien el control, por parte de una misma persona o entidad, de un porcentaje del capital social superior al 10% del total (porcentaje que es susceptible de ser elevado - mediante la aprobación de un Real Decreto específico - para una concreta empresa privatizada), bien la reducción de la participación estatal por debajo del 15%. En la Ley 5/1995, se garantiza a los gobiernos autonómicos su participación en los procesos de autorización previa, si la empresa solicitante desarrolla una parte significativa de su actividad en el territorio de la Comunidad autónoma. Esta normativa estaba pensada, fundamentalmente, para el caso tanto de las grandes empresas con fuerte implantación en su mercado como de las empresas que proveen servicios públicos de carácter esencial. Sea en el primer caso (al que se ajustaría el ejemplo de REPSOL) o en el segundo (que incluiría a Telefónica), se trata de empresas con un notable poder de mercado y cuya actividad afecta al tejido productivo y social de un modo singular, de manera que la garantía de continuidad en su operativa se considera de interés público. Se aprobaron Reales Decretos específicos de aplicación de esta Ley en los supuestos de REPSOL, Telefónica y Argentaria. Pero, en segundo lugar, además de por la aprobación de esta Ley, esta etapa se caracteriza por la adopción del Acuerdo del Consejo de Ministros, de 28 de Junio de 1996, por el que se establecen las Bases del Programa de Modernización del Sector público empresarial del Estado (conocido como Programa de privatizaciones). Este Acuerdo, pese a carecer de naturaleza reglamentaria, ha sido reconocido por la mencionada Sentencia del Tribunal Supremo de 14 de Octubre de 1999 como decisión dotada de plenos efectos jurídicos. El Acuerdo refleja la intención de diseñar un procedimiento reglado al que deberían ajustarse todas las privatizaciones acometidas a partir de esa fecha, y es el resultado de la constatación de que la ausencia de una regulación detallada sobre esta cuestión contrariaba la más elemental seguridad jurídica y el aseguramiento de la observancia del interés general. 5 El contenido material de este Acuerdo, dirigido fundamentalmente a los holdings públicos en los que se integraban las principales empresas susceptibles de privatización, consistía en el establecimiento de unas directrices y principios que deberían regir las enajenaciones de activos, y que, siguiendo a Martínez Lafuente3, podrían sintetizarse así: - Publicidad, transparencia y concurrencia. - Eficiencia y economía. - Separación de la propiedad y la gestión de las empresas. - Corrección de los desequilibrios presupuestarios. - Salvaguarda y defensa de los intereses económicos generales y de los intereses patrimoniales del Estado. - Protección de los intereses de accionistas y terceros. - Continuidad del proyecto empresarial de las empresas privatizadas. - Aumento de competencia. - Extensión de los mercados de capitales y ampliación de la base accionarial de las empresas. - Sometimiento a control de todas las operaciones (en este sentido, incluso se introducen previsiones de recurrir al control externo: “En toda operación de privatización de una empresa, sus participaciones o sus activos, se solicitará informe o informes externos que indiquen la valoración estimada de aquellas, el método o métodos seguidos para obtenerla, así como, en su caso, las variables determinantes de la misma”.) El Acuerdo de 28 de Junio de 1996 crea, así mismo, el Consejo Consultivo de Privatizaciones, como órgano encargado de informar las propuestas de enajenación, y de comprobar que se acomodan a los principios mencionados anteriormente (esencialmente, a los de publicidad, transparencia y libre concurrencia). Cada operación deberá ser informada por este Consejo, de modo previo a la adopción de la decisión de enajenación. Este Consejo podrá también emitir informes sobre cuantas cuestiones le sean planteadas por el Gobierno o los gestores de las empresas públicas. En el ejercicio de sus funciones, el Consejo ha planteado varias recomendaciones, relativas a ampliación de los plazos de presentación de ofertas, a la ponderación de comisiones y honorarios en los baremos de los concursos o al papel que deben desempeñar los coordinadores globales de las operaciones. Pero más allá de la fijación de unos principios y garantías, y de la constitución de este órgano consultivo, la adopción de este Acuerdo del Consejo de Ministros de 28 de junio de 1996 revela la decisión de iniciar un proceso masivo de privatizaciones totales, 3 MARTÍNEZ LAFUENTE, A. (1999): “La interpretación jurisdiccional…” (op.cit). (pp. 79 y 80). 6 aunque sometido a un procedimiento que asegure la salvaguarda del interés general. De hecho, y como veremos más adelante, se adopta el objetivo de privatizar todas las empresas estatales, adecuando los ritmos y fórmulas a las situaciones económicas y patrimoniales de las empresas a privatizar. Desde la aprobación de este Acuerdo y hasta el final de esa legislatura, como recuerda Gámir4, se produjo una media de una privatización al mes. B) El marco institucional de las privatizaciones en España. Como ya hemos comentado, la reordenación de las unidades productivas públicas o de las participaciones estatales en las empresas ha sido frecuente, configurando un marco institucional cambiante para las decisiones de privatización. Adicionalmente, la organización de las empresas públicas en el momento de la enajenación de sus activos ha determinado la contabilización de los ingresos derivados de las operaciones y su comunicación directa o indirecta con los Presupuestos generales del Estado. La integración de la mayoría de las empresas públicas en holdings adscritos a un concreto Ministerio ha implicado que la propuesta formal de enajenación haya partido de los responsables de dichos conglomerados empresariales, aunque la decisión final de privatización haya correspondido al Consejo de Ministros, en aplicación de la legislación vigente, y en las condiciones que hemos señalado en el apartado anterior. Precisamente, algunas de las reestructuraciones experimentadas por el Sector público empresarial estatal estuvieron vinculadas a la preparación de operaciones privatizadoras. El Esquema siguiente nos muestra la evolución de la organización institucional del Sector público empresarial dependiente del Estado, en el que hemos diferenciado las unidades productivas (empresas que llegaron a pertenecer en su totalidad al Estado y con vocación preferentemente industrial) de las participaciones (paquetes significativos de acciones en grandes empresas, normalmente de servicios). Estos activos y empresas se han gestionado siempre desde estructuras y Ministerios diferentes. Esquema 1: Evolución de la organización institucional del Sector público empresarial dependiente del Estado (1941-2002). Intervalo Unidades productivas Participaciones 1941-1981 INI, Otras vinculadas PGE Dirección General Patrimonio 1981-1992 INI, INH, Otras vinculadas PGE Dirección General Patrimonio 1992-1995 INI (TENEO, resto), INH, Otras Dirección General Patrimonio vinculadas PGE 1995-1996 SEPI (TENEO, INH, resto), AIE, Dirección General Patrimonio Otras vinculadas PGE (SEPA I y SEPA II) 1996-1997 SEPI, AIE, Otras vinculadas PGE SEPPa 1997-2002 SEPI, Otras vinculadas PGE SEPPa FUENTE: Elaboración propia. Como puede apreciarse en el Esquema, tras un periodo de prolongada estabilidad en la estructura institucional del Sector público empresarial dependiente del Estado, los cambios se suceden permanentemente en la última década, como consecuencia del 4 GÁMIR, L. (2000): “Política de privatizaciones…”. (op.cit.) (p.377). 7 replanteamiento radical de las funciones atribuidas a la empresa pública y de la conveniencia de emprender operaciones privatizadoras. Desde su constitución en 1941 y hasta 1981, el Instituto Nacional de Industria (INI), adscrito al entonces Ministerio de Industria, reunía a la mayor parte de las empresas estatales, con la salvedad de algunas – proveedoras de servicios públicos, normalmenteque estaban directamente vinculadas a los Presupuestos Generales del Estado. La Dirección General de Patrimonio, perteneciente al Ministerio de Hacienda, gestionaba, por su parte, las participaciones estatales en otras empresas, a las que se denominaba conjuntamente como Grupo Patrimonio. En 1981, como consecuencia del Real Decreto Ley 8/1981, de 24 de Abril, se constituye el Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH) - también queda adscrito al anterior Ministerio de Industria - para agrupar las participaciones y empresas del sector de hidrocarburos que se segregan del INI, obedece al interés de gestionar con autonomía esta política sectorial. La creación de REPSOL, en 1986, integrando verticalmente todas las participaciones en esta gran empresa, favorece esta gestión separada de los intereses en el sector de hidrocarburos. En concreto, 9 empresas públicas de la rama petroquímica y del gas fueron absorbidas por la nueva REPSOL. Esta reordenación sectorial también afectó a las empresas del INI (5 pertenecientes a la rama del aluminio se fusionaron en Inespal, 6 empresas de la rama electrónica fueron absorbidas por Indra, y varias siderúrgicas se reúnen en la Corporación Siderúrgica Integral (CSI) - Acelaria) y a las gestionadas desde la Dirección General de Patrimonio (8 empresas del sector de la alimentación fueron adquiridas por Tabacalera, y toda la banca pública se fusiona en la nueva entidad Argentaria). En Julio de 1992, se constituye TENEO, como cabecera de un grupo de 42 empresas con posibilidad de competir libremente en el mercado y opciones de rentabilidad. Considerando las sociedades de participación indirecta, se consolidaban 106 empresas, que se segregaban del INI, para configurar un grupo con divisiones de Energía (Grupo Endesa, Enusa, Red eléctrica), Transporte aéreo ( Grupo Iberia y Aviaco), Transporte marítimo (Grupo Elcano), Aeroespacial y electrónica (Casa, Grupo Indra), Servicios corporativos (Musini, TGI y otras), Bienes de equipo e Ingeniería (Grupos BWE o Auxini), e Industrias de proceso (Inespal, Ence, Almagrera, etc). El Real Decreto-Ley 5/1995, de 16 de Junio, de creación de determinadas Entidades de Derecho público (convertido en Ley 10/1996, de 10 de Enero) suprime el INI y el INH, y crea dos nuevas entidades: - la Agencia Industrial del Estado (IAE), que agrupa a las participaciones en las entidades mercantiles sujetas a planes de reestructuración o reconversión (Minería, Defensa, Construcción naval y Siderurgia, básicamente); - la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), que se constituye como tenedora de las acciones de TENEO y de las empresas del INH. 8 En 1995, se registra otra novedad organizativa, consistente en la constitución de las Sociedades Estatales de Patrimonio I y II, que gestionarán las participaciones que venían residiéndose en la Dirección General de Patrimonio. El ya citado Acuerdo del Consejo de Ministros de 28 de Junio de 1996 establecía también la disolución de TENEO, y el paso de sus activos y pasivos a SEPI, desapareciendo la situación anterior caracterizada por la existencia de un subholding (TENEO) integrado en un holding (SEPI). Este Acuerdo crea, así mismo, la Sociedad Estatal de Participaciones Patrimoniales (SEPPa), que agrupa a las Sociedades Estatales de Patrimonio I y II, que habían asumido la gestión de los títulos administrados desde la Dirección General de Patrimonio. Para finalizar las reorganizaciones, y con el objeto de simplificar la estructura institucional del Sector empresarial estatal, el Real Decreto Ley 15/1997, de 5 de Septiembre, suprime la AIE, transfiriendo a la SEPI todas sus participaciones accionariales, bienes, derechos y obligaciones. A partir de esa fecha, y habida cuenta de la práctica liquidación de las participaciones que eran gestionadas desde la SEPPa, la SEPI se convierte, de facto, en el único holding empresarial estatal, con áreas de negocio de Minería (Hunosa), Construcción naval (Izar) y Aeroespacial (EADS), entre otras. El resto de empresas estatales han estado vinculadas directamente a los Presupuestos Generales del Estado, bien sea: - Mediante contrato-programa: como es el caso de RTVE o Renfe. - Bajo la forma de Organismo Autónomo de naturaleza mercantil (comercial, financiera, o industrial): como Correos o el Banco de España. - Constituyendo Entes públicos: caso de Puertos del Estado o Aena. Al margen de las empresas estatales, las Administraciones territoriales han configurado sus propios sectores empresariales públicos, con formas institucionales variadas dada su capacidad de autoorganización. En estos sectores, también se han registrado privatizaciones (afectantes a empresas autonómicas o servicios municipales) pero de mucha menor envergadura. 2. Características generales y magnitud del proceso privatizador español La privatización sustancial ha adquirido en España una importancia considerable, en los últimos años, tanto en términos cuantitativos como cualitativos. En términos cuantitativos porque, en pesetas actuales, el importe de los ingresos brutos derivados de las operaciones privatizadoras equivaldría a los 9 ó 10 billones de pesetas, provocando unas importantes consecuencias presupuestarias y patrimoniales, fundamentalmente para el Estado; en términos cualitativos, porque la presencia del Sector público en la esfera productiva ha dejado de ser decisiva en prácticamente todas las ramas de actividad. El proceso español de privatizaciones comenzó de un modo singular, cuando se decide 9 devolver al Sector privado – oportunamente saneadas – las empresas expropiadas al Grupo RUMASA. El balance neto de estas transacciones fue absolutamente negativo para el Estado, que empleó más de medio billón de pesetas de entonces en consolidar la estructura financiera de esas empresas. Pero al margen de esta experiencia puntual, que no era resultado de una reflexión general sobre el papel del Sector público empresarial en la Economía española y sobre la asociación de la privatización con los objetivos de la política económica, el inicio de las enajenaciones de activos de las empresas públicas estuvo relacionado con la difusión de la experiencia británica y de consideraciones de índole normativo y general: 1. La globalización económica exige una mayor dimensión a las empresas, a través de su creciente exposición a un entorno competitivo. Consecuentemente, las empresas públicas deberán realizar un mayor esfuerzo inversor y tecnológico que, en la actual situación financiera del Estado, sólo será posible con el logro de socios privados. 2 . La Empresa pública ha dejado de considerarse un valioso instrumento de política industrial y de rentas, en beneficio del Presupuesto. Con lo cual, parece perder sentido la titularidad pública de ciertas unidades productivas, cuya venta o liquidación tendría que estudiarse. Sobre la base de estas consideraciones, se fue desarrollando un proceso cuyo ritmo e intencionalidad ha variado notablemente, por la influencia tanto de la coyuntura económica como de la orientación política de los gobiernos. Como argumentaremos en el epígrafe siguiente, hechos de la relevancia de la integración progresiva en la actual Unión Económica y Monetaria, de la coyuntura recesiva de principios de los 90 o del cambio de partido político en la responsabilidad del gobierno central han condicionado la evolución del proceso de privatizaciones, y le han dotado de un sentido específico. Si tuviéramos que sintetizar en unas cuantas notas las características generales del proceso español de privatizaciones, podríamos afirmar que: 1- Se trata de un proceso ya prácticamente concluso: a la altura del 2002, las privatizaciones han llegado casi a su fin, estando muy próxima la extinción completa del Sector público empresarial dependiente del Estado. Si bien al principio se registraban bastantes supuestos de privatizaciones parciales, la tendencia a las privatizaciones totales, muy acusada a partir de la segunda mitad de los 90, ha ido provocando la progresiva desafección del Sector público de casi todas las empresas, incluidas las pertenecientes a sectores tradicionalmente considerados estratégicos (Defensa o Energía, por ejemplo). 2- La decisión política de proceder a las privatizaciones ha residido invariable y casi exclusivamente en la Administración central, al depender de ella la inmensa mayoria de las unidades productivas bajo control público y al no haberse arbitrado mecanismos eficaces de participación de las Administraciones territoriales en la toma de decisiones. 10 3- Como consecuencia directa de las diferentes políticas de privatización que se han sucedido, la venta de activos de empresas públicas se ha producido con una muy desigual intensidad en el transcurso del periodo analizado. De hecho, tanto el número de operaciones maduradas por mes (que ha variado de 0,1 en un principio, a estar por encima de 1,5 en la segunda mitad de los 90), como las estimaciones de ingresos brutos relativos derivados de las operaciones (que van del 0,2% del PIB, como media de finales de los 80, al 3% de media a finales de los 90) indican que el ritmo de las privatizaciones ha variado en cada etapa. 4- Se ha utilizado una gama amplísima de fórmulas o procedimientos de privatización, sobre todo en la última etapa, lo que ha permitido ajustar las operaciones a las características de las empresas públicas y a los objetivos considerados prioritarios en la enajenación de los activos. 5- No existe un perfil único ni hegemónico de adquirente: a veces, las empresas se han transferido a operadores nacionales del sector de dimensión media, en el marco de ventas negociadas; otras veces, se ha perseguido la formación de un núcleo estable de accionistas y la ampliación de la base accionarial a través de OPV. No han faltado ocasiones en las que se trataba de asegurar la viabiliad futura de la empresa mediante la integración de la misma en un grupo multinacional; tampoco han faltado los supuestos en que se confía la gestión de la empresa a los propios directivos y trabajadores. Las soluciones han dependido de la dimensión de la empresa, de su situación económica y patrimonial, de su nivel tecnológico y de la presión del entorno competitivo de la rama a la que pertenece. Las estimaciones relativas a la magnitud económica de las privatizaciones españolas que han efectuado los distintos estudiosos varían, más que nada porque se refieren a intervalos temporales definidos de modo no idéntico. Muchos autores5 coinciden en estimar en cerca del billón y medio de pesetas corrientes el producto de las ventas de activos hasta la mitad de los 90. Sin embargo, los cálculos de los ingresos brutos percibidos por el Estado, como contrapartida de los activos enajenados entre 1996 y 1998, se elevan por encima de los 4,3 billones de pesetas, en todos los casos 6. Procediendo a la oportuna actualización de las cantidades, imprescindible dado el amplio intervalo de tiempo estudiado, podemos estimar que la cifra aproximada de ingresos brutos derivados de las privatizaciones españolas se situaría entre los 9 y 10 billones de pesetas de 2002. Resulta obvio que las operaciones han alterado el comportamiento financiero del Estado durante el periodo. Tras unos ejercicios presupuestarios en los que se registraban abundantes ingresos patrimoniales por realización de activos financieros, las entradas de recursos han disminuido por esa vía. No obstante, una porción significativa de los recursos obtenidos no se reflejaban directamente en los Presupuestos Generales del Estado, sino que se aplicaban, en el seno de los holdings empresariales públicos 5 6 Vid., p.ej.: BILBAO, J. (1995 a, p.50)); VERGÉS, J.(1999, p.126); GÁMIR, L (1998, p.29). Vid., p.ej.: EGUIDAZA, S. (1999), VERGÉS, J (1999, p.126), MELLE, M (1999, p.146). 11 tenedores de los títulos, al saneamiento de otras empresas con problemas financieros antes de su propia privatización. Del mismo modo, han ido reduciéndose las transferencias corrientes y de capital que se venían otorgando a las empresas públicas. También ha variado la situación patrimonial del Estado, al realizarse un volumen muy importante de sus activos. Estas repercusiones de las operaciones de privatización ya han sido puestas de manifiesto en el capítulo I de este libro. 3. Las fases de la privatización española: las diferentes políticas de privatización. Como ya henos remarcado, una de las características esenciales del proceso español de privatizaciones es la ausencia de definición de una política única y persistente sobre el papel del Sector público empresarial en la Economía española, de la que pudiera deducirse un programa coherente de enajenaciones de activos. Al principio del periodo estudiado en este Capítulo (1984-2002), parecía predominar una aproximación instrumental al fenómeno de la privatización, en el sentido de que se recurría a la venta de activos de empresas públicas como modo de satisfacer determinados objetivos de la política económica general. Bien es verdad que estos objetivos tampoco fueron constantes, apreciándose una evolución con el paso del tiempo. Así, en un primer momento, la privatización se orientaba preferentemente, a mi juicio, hacia fines de índole microeconómico y estructural, ligados al logro de una mayor eficiencia productiva y de una mayor competitividad. Más adelante, la privatización se empleó con una intencionalidad de carácter macroeconómico (vinculada a las variables presupuestarias, a través de la generación de recursos para el Sector público) y coyuntural (se limitaría a capitalizar la corriente de rendimientos futuros de las empresas). Sin embargo, en el pasado más reciente, la privatización ha adquirido la condición de objetivo en sí mismo de la acción gubernamental, sobre la base de un criterio normativo que asienta la superioridad de la empresa privada, como organización, en la esfera productiva. De acuerdo con estas valoraciones - que se desprenden del análisis de las operaciones privatizadoras acometidas en cada intervalo de tiempo -, el proceso de privatizaciones en España se habría ajustado a la siguiente periodificación: 1ª Etapa (1984-1992): La Privatización selectiva o privatización como instrumento de la reestructuración del Sector público empresarial 2ª Etapa (1993-Mayo 1996): La Privatización recaudatoria o privatización como mecanismo de reducción de las necesidades financieras a corto plazo del Sector público. 12 3ª Etapa (Junio 1996-2002): La Privatización masiva o privatización para la reasignación de funciones entre los sectores público y privado. Pasemos a describir las notas definitorias de cada periodo, a partir de la información reunida sobre las operaciones de privatización culminadas en ellos. Las operaciones son caracterizadas desde cuatro puntos de vista: fórmula de venta empleada, ingresos brutos derivados de la operación, porcentaje de capital enajenado y rama de actividad en la que se integra la empresa privatizada. Recogemos supuestos de privatización sustancial que versan sobre activos financieros (participaciones en el capital social), perfil al que se han ceñido la mayoría de los casos registrados en España. 1ª Etapa (1984-1992): La Privatización selectiva o privatización como instrumento de la reestructuración del Sector público empresarial En esta etapa, y al margen de las devoluciones al Sector privado de las empresas del antiguo Grupo RUMASA7, las privatizaciones se entienden, fundamentalmente, como un mecanismo para lograr la integración del capital público y privado, cuando así lo exija el objetivo último de la consolidación del tejido productivo español y su adaptación a un entorno competitivo. El nivel de integración dependerá de quién disponga del suficiente potencial financiero y tecnológico para asumir el papel dinamizador de las industrias afectadas. Esta es la filosofía que se plasmó posteriormente en el Plan de modernización y racionalización del Sector público empresarial, elaborado al respecto por el Ministerio de Industria, a principios de los 90. Este Plan se dirigía, sobre todo, a empresas públicas de tamaño pequeño y mediano, acuciadas por la búsqueda de dimensión e innovación tecnológica. Las soluciones esbozadas hacen referencia a la necesaria reorientación de la actividad de muchas de dichas empresas, y en la conveniencia de llegar a alianzas con grupos privados que puedan aportar una mejora en la eficiencia productiva y en la rentabilidad empresarial. Pero, al mismo tiempo, se destacaba la importancia de mantener ciertos controles públicos en la gestión de las empresas, y se reiteraba la apuesta por TENEO, como grupo empresarial independiente que podría instrumentar la estrategia de política industrial del gobierno. Esto último implicaría la paulatina reducción del INI - con presencia limitada ya a los sectores maduros - y su conexión directa con los Presupuestos Generales del Estado. El Plan proporcionaba un análisis de lo que consideraba la participación idónea del Sector público en las diferentes ramas de actividad, de acuerdo con este enfoque de privatización selectiva: 7 Como recoge Gámir, de las aproximadamente 800 empresas (entre ellas Galerías preciados, Hoteles agrupados, Banco Atlántico y Constructora Hispano Alemana) que componían el Grupo RUMASA en el momento de su expropiación, en Febrero de 1983, 226 habían sido ya vendidas en el plazo de 2 años, y otras 400 habían sido liquidadas. (Vid.: GÁMIR, L. (2000): “Política de privatizaciones...”(op.cit.) (p.371)) 13 1- Las empresas públicas que todavía explotaban un monopolio (telecomunicaciones o transporte aéreo, por ejemplo), tendrían que ir adaptándose a la progresiva desregulación. Esto pudiera favorecer su privatización – sea mediante la oferta pública de títulos, sea mediante la venta negociada de sus activos -, pero, por su carácter estratégico, el Estado deberá mantener el suficiente control. 2- En las ramas de actividad de alto contenido tecnológico (electrónica, informática o aeronáutica, por ejemplo), la necesidad de inversiones en España, que puedan generar un empleo de alto valor añadido, podría llevar incluso a una mayor capitalización de las empresas públicas a cargo del Estado, en el caso probable de no existir capital privado interesado. 3- La industria de Defensa tiene justificada su titularidad pública, aunque puedan establecerse alianzas de índole tecnológico o estratégico con socios privados. 4- En los sectores maduros (Construcción naval, Siderurgia o Minería del carbón, por ejemplo), las empresas públicas están ya sujetas a planes de reconversión aprobados por la Unión Europea, en los que se prevén las futuras relaciones entre capital público y privado en cada rama. 5- Las empresas públicas comerciales deben operar en las mismas condiciones que sus competidores, y su titularidad pública no obedece, en bastantes casos, a razones excepcionales de política general. Por lo tanto, podrían privatizarse bien enteras, bien algunas de sus áreas de negocio. Esta filosofía respecto a la empresa pública conducía a lo que hemos denominado privatización selectiva, que se basaba en la consideración de la privatización como un instrumento al servicio de la política industrial, orientado al objetivo último de la consolidación del tejido productivo español expuesto a un nuevo entorno competitivo a raiz de la adhesión a las entonces Comunidades europeas. Por tanto, la privatización se asociará en este etapa a la consecución de resultados de corte microeconómico. El Cuadro 3.1 reúne las principales operaciones privatizadoras de este periodo. 14 Cuadro 1: Principales operaciones de privatización sustancial, millones de pesetas corrientes) Empresa %capital Fórmula Ingresos brutos Año Tarazona 69,6 Venta negociada n.d. 1984 Secoinsa 69,1 Venta negociada n.d. 1985 SKF España 98,8 Venta negociada n.d. 1985 Ingenasa 67,7 Venta negociada n.d. 1985 Entursa 100,0 Venta negociada n.d. 1985 V.Marsans 100,0 Venta negociada n.d. 1985 Fovisa 99,3 Venta negociada n.d. 1986 Insisa 60,0 Operación capital n.d. 1986 SEAT I 75,0 Venta negociada n.d. 1986 Gesa 38,0 OPV 8.800 1986 Acesa 29,0 OPV 21.800 1987 Telefónica I 6,0 OPV 47.200 1987 Ence I 40,0 OPV 17.500 1987 Astican 90,7 Venta negociada n.d. 1988 Ateinsa 100,0 Venta negociada n.d. 1988 Endesa I 18,0 OPV 74.200 1988 Intelhorce 100,0 Venta negociada n.d. 1989 MTM 100,0 Venta negociada n.d. 1988 Enasa 100,0 Venta negociada n.d. 1989 Repsol I 30,6 OPV 156.229 1989 Repsol II 2,9 Venta negociada 31.919 1990/2 Repsol III 8,6 Bonos convertibl 80.000 1992 SEAT II 25,0 Venta negociada n.d. 1990 1984-1992.(en Rama Textil Electrónica Rodamientos Química Turismo Turismo Siderurgia B.equipo Automoción Electricidad Autopistas Telecomunic. Papel Constr.Naval Bien. equipo Electricidad Textil Bien. equipo Automoción Petróleo Petróleo Petróleo Automoción FUENTE: GÁMIR, L (1999 y 2000), GONZÁLEZ DE LA FE, P. (1998), MELLE, M. (1999), NOCEDA, M. A. (1999), BEL, G. (1998), SANCHÍS, J.A. (1996), BILBAO, J. (1995), y elaboración propia a partir de Memorias y prensa económica. Como puede apreciarse en el Cuadro, las operaciones privatizadoras de esta etapa se caracterizan por las siguientes notas: 1º- Se instrumentan principalmente como ventas negociadas, fórmula de enajenación que posibilita tanto la selección de un adquirente potencialmente capaz de asegurar la viabilidad empresarial, como la adopción de un Plan industrial para las empresas privatizadas, que garantice el mantenimiento de la actividad y del empleo. 2º- Los activos pertenecen a empresas industriales implantadas, en la mayoría de los casos, en sectores maduros (Automoción, Siderurgia, Construcción naval, Química, Textil). 15 3º- Se trata normalmente de privatizaciones totales, que persiguen un cambio de gestión, sea con el cambio de equipos directivos, sea con la integración en grupos multinacionales. 4º- Los ingresos brutos procedentes de las operaciones carecen mayoritariamente de relevancia económica, tanto en términos absolutos como en proporción al PIB. Estas notas se ajustan a los requerimientos de una política de privatización selectiva, y la mayoría de los supuestos de ventas de activos de empresas públicas se justifican, como adelantábamos, por razones de corte microeconómico asociadas a objetivos propios de la política industrial. 2ª Etapa (1993-Mayo 1996): La Privatización recaudatoria o privatización como mecanismo de reducción de las necesidades financieras a corto plazo del Sector público. En esta segunda etapa, la privatización española atendió más a la consecución de objetivos macroeconómicos de carácter presupuestario (en términos de reducción de la necesidad de financiación del Sector público) y coyuntural (capitalizando las corrientes futuras de rendimientos de los activos de las empresas públicas), que a la satisfacción de aquellos otros objetivos de corte microeconómico (en términos de eficiencia productiva) propios de la primera etapa o al redimensionamiento de un Sector público cuyo tamaño se juzga excesivo, que será perseguido en la tercera etapa. En ese sentido, entre 1993 y 1995, la privatización española puede interpretarse como el resultado de un cúmulo de operaciones variadas e inconexas, motivadas por la necesidad del Estado de obtener recursos, al ritmo determinado por los mercados financieros. La ausencia de un plan o de un programa de privatizaciones avalaría esta hipótesis. Y ciertamente, la coincidencia de las operaciones generadoras de mayor volumen de ingresos brutos, pero menos dotadas de significación en términos de política industrial (las ofertas públicas de venta de paquetes minoritarios de acciones de grandes empresas públicas muy rentables), con los momentos en los que el control del déficit público devino el objetivo prioritario de la política económica del gobierno español, afianza la impresión de que la privatización española ha estado vinculada, en este intervalo, fundamentalmente, a la evolución de las necesidades de financiación del Sector público. En efecto, el cambio de coyuntura - la recesión se percibe con nitidez, tanto a nivel internacional como español, desde principios de 1991 –, por un lado, y el establecimiento de las condiciones de convergencia nominal para el acceso a la tercera fase de la U.E.M., por otro, propiciaron la consideración de la privatización desde la perspectiva de la política financiera de nuestro Sector público. A medida que la fase recesiva se convertía en el escenario macroeconómico de referencia, la simple actuación de los estabilizadores automáticos favorecía el crecimiento del déficit presupuestario: el estancamiento en los niveles de actividad económica había afectado sensiblemente a los ingresos públicos, a la par que se agudizaban concretas demandas sociales e industriales que presionaron al alza sobre el proceso de gasto público. 16 El resultado de esa dinámica se refleja en la evolución negativa de las magnitudes presupuestarias: en 1993, el déficit público como necesidad de financiación del Sector público alcanzó su máximo histórico del 7,5% del PIB, reduciéndose sólo hasta el 6,7% en 1994; el endeudamiento neto de las Administraciones Públicas representó, ya en 1995, el 63,9% del PIB, y el servicio de la deuda suponía, ese mismo año, el equivalente al 5,4% del PIB. Como consecuencia del alcance - desconocido en España hasta entonces - de este desequilibrio presupuestario, la reducción del déficit y del nivel de endeudamiento del Sector público, es decir, la consolidación fiscal, ha ido convirtiéndose en el objetivo prioritario de la política económica española, por encima de la más aparentemente controlable inflación. Este creciente protagonismo de las variables presupuestarias se vió reforzado, a principios de los 90, por la inclusión de dos requisitos de índole fiscal entre las condiciones de acceso a la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria fijadas en Maastricht: unos niveles máximos del 3% y del 60% del PIB para el déficit y la deuda, respectivamente. Ante la gravedad de la situación, en la Actualización del Programa de convergencia llevada a cabo en 1994 se adoptan decisiones que permitan emprender una senda progresiva de reducción del déficit público hasta llegar a un nivel equivalente al 3% del PIB en 1997, cumpliendo así los requerimientos comunitarios. En la nueva versión del Programa de covergencia, se determina la congelación del volumen de recursos destinados a las empresas públicas, y se prevé la paulatina reducción del déficit, sin alterar la presión fiscal individual y sin abandonar las principales políticas sociales y de infraestructuras. A mi juicio, estaba indudablemente implícito el recurso a la privatización como mecanismo generador de ingresos o limitador de gastos para el Sector público. Esta apreciación se confirmaría con la inclusión en los Presupuestos Generales del Estado para 1995 de unas previsiones de ingresos directos de 300.000 millones de pesetas, en concepto de enajenación de activos de empresas públicas. El propio Solbes – entonces Ministro de Economía y Hacienda - elevó la previsión de ingresos procedentes de las privatizaciones, para el bienio 1995-1996, a un montante de entre 770.000 millones y un billón de pesetas. Otros detalles revelan esta básica intención recaudatoria de las privatizaciones del periodo: la OPV de títulos de la Telefónica – que se completó en Octubre de 1995 - se aprobaba en el marco de un Programa de reducción del déficit público que contemplaba, así mismo, la amortización de casi 9.000 empleos en la Administración (con un ahorro estimado de 12.000 millones de pesetas) y el recorte, en 100,000 millones de pesetas, de las subvenciones que recibirían, ese año, las empresas y otros Entes públicos. 17 Cuadro 2: Principales operaciones de privatización sustancial, millones de pesetas corrientes). Empresa %capital Fórmula Ingresos brutos Fábr S.Carlos 100,00 Venta negociada n.d. Automoc.2000 100,00 Venta negociada n.d. Repsol IV 13,90 OPV 110.000 Argentaria I 24,10 OPV 119.000 Argentaria II 24,30 OPV 173.000 Acenor 100,00 Venta negociada 100 Endesa II 8,70 OPV 145.000 Banco Simeón 85,20 Venta negociada 17.186 C.L.H. 5,00 Venta negociada 12.500 Ence II 14,90 OPV 13.000 Repsol V 19,50 OPV 200.500 Telefónica II 10,70 OPV 158.000 Indra I 24,90 OPV 3.000 Royal Brands 100,00 Venta negociada 34.500 Repsol VI 11,00 OPV 132.710 Auxini I 40,00 Venta negociada 3.030 Argentaria III 25,40 OPV 160.000 1993- Mayo 1996 (en Año 1993 1993 1993 1993 1993 1994 1994 1995 1995 1995 1995 1995 1995 1995 1996 1996 1996 Rama B.equipo Automoción Petróleo Banca Banca Siderurgia Electricidad Banca Petróleo Papel Petróleo Telecomunic. Electrónica Alimentación Petróleo Construcción Banca FUENTE: GÁMIR, L (1999 y 2000), GONZÁLEZ DE LA FE, P. (1998), MELLE, M. (1999), NOCEDA, M. A. (1999), BEL, G. (1998), SANCHÍS, J.A. (1996), y elaboración propia a partir de Memorias y prensa económica. Pero la política de privatizaciones seguida en esta segunda etapa no sólo puede deducirse de las manifestaciones gubernamentales. Una serie de circunstancias objetivas nos permiten concluir que se ha recurrido a la privatización preferentemente como una opción de política financiera del Sector público español. Entre estas circunstancias – que se evidencian en el Cuadro 3.2, en el que aparecen relacionadas las principales operaciones privatizadoras de este intervalo - podemos destacar: 1º Se concentran en este periodo unas operaciones privatizadoras que se caracterizan, en su mayoría, por la generación de abundantes ingresos brutos para el Sector público, justo en el momento en que son más acuciantes las necesidades financieras del Estado, por la propia evolución de las variables presupuestarias y por los compromisos contraídos en el proceso de convergencia europea. Esta característica es muy acusada si se comparan estas operaciones con las del periodo precedente. Como recoge Vergés8, los ingresos brutos obtenidos de las operaciones de privatización experimentan, en 1993, un salto respecto a las cantidades generadas hasta ese año, al triplicarse el producto anual de las ventas de activos. El montante de lo recaudado en cualquiera de los ejercicios que van de 1993 a 1996 excede de los ingresos registrados en los años del periodo precedente. 8 VERGÉS, J. (1999): “Balance de las políticas de privatización de empresas públicas en España (19851999)”. Economía industrial, nº 330. (pp. 121-139). (p.126) 18 Por otro lado, no se activan aquellas ventas negociadas que podrían implicar una necesidad previa de importantes recursos públicos aplicados al saneamiento o relanzamiento de la actividad empresarial. Es decir, se procura obtener recursos fáciles y evitar el compromiso de gastos. 2° La selección de los activos de empresas públicas que se enajenan se orienta, prioritariamente, hacia la privatización parcial de empresas rentables, sin consecuencias relevantes desde el punto de vista del control. De hecho, la tónica general es el mantenimiento de un elevado grado de control público, a pesar de las desinversiones, en la mayoría de las empresas privatizadas. La fórmula privatizadora preferida es la OPV de paquetes minoritarios de acciones, que no compromete la continuidad en la gestión. Existe algún supuesto de pérdida de mayoría en el capital social de las empresas, e incluso algún ejemplo de desafección total del Sector público de una sociedad, pero son casos minoritarios, y son la consecuencia de la maduración de ventas negociadas cuyos inicios se encuentran en el periodo anterior a 1993. 3º La heterogeneidad de las ramas productivas a las que pertenecían las empresas cuyos activos se enajenan, que descarta asociar las privatizaciones con reordenaciones sectoriales o coyunturas concretas de rama, como sucedía en el intervalo anterior. Se trata de empresas que operan en los servicios (Banca, Telecomunicaciones) o que pertenecen a ramas industriales (Alimentación, Siderurgia, Electrónica, Energía o Construcción), indistintamente. 4º La escasa relevancia otorgada al perfil del adquirente de los activos de las empresas públicas, dada la fórmula preferente de venta escogida (OPV) dirigida, normalmente, a pequeños ahorradores, trabajadores o inversores institucionales, tanto nacionales como extranjeros. Esta relativa indiferencia respecto a la persona del adquirente, justificada por la búsqueda de una ampliación de la base accionarial de las empresas, quedó atenuada por la entrada en vigor de la Ley 5/1995 que establecía el mecanismo de las golden share, y conducía a la formación de núcleos estables en las grandes compañías. Pero, en el caso de las empresas rentables cuyos activos se enajenan principalmente en este intervalo, la formación de estos núcleos estables, o el recurso a fórmulas mixtas de privatización que permitan condicionar una parte significativa del capital social (seleccionando líderes tecnológicos o industriales o procedencias del capital), en aras de asegurar la viabilidad futura de las empresas, no se llevó a cabo sistemáticamente hasta el periodo siguiente. La combinación de estas cuatro circunstancias objetivas apunta, como anticipábamos, a la búsqueda de recursos, por parte del Estado, como motivación elemental de estas desinversiones que, por sus características, no permiten la satisfacción de otros objetivos vinculados más íntimamente a la política industrial. Pero, en todo caso, y como ya se ha señalado en el Capítulo 1 de este libro, conviene recordar que sólamente desde la estricta perspectiva de la política coyuntural y para determinado tipo de empresas públicas es posible concebir la privatización como un instrumento neutro para la financiación del Sector público. Si adoptamos un enfoque cíclico, la venta de activos de empresas públicas rentables podría aportar unos recursos que alivien, parcial o totalmente, la mayor necesidad de financiación del Sector público en momentos de recesión económica. Y el impacto negativo de esta venta sobre los ingresos patrimoniales del Sector público en los siguientes ejercicios – fundamentalmente, vía menor percepción de dividendos - podría compensarse, con el 19 cambio de coyuntura, por el mejor comportamiento general de las variables presupuestarias. Incluso la reactivación de la economía podría teóricamente permitir una recomposición de la situación patrimonial del sector público, deteriorada a raíz de la operación privatizadora. Fuera de ese marco coyuntural, los efectos totales (directos e inducidos) de la privatización sobre las Cuentas públicas son difícilmente estimables, sobre todo cuando el objetivo de la enajenación de los activos es múltiple e incorpora pretensiones como la integración de una empresa pública en un grupo multinacional que asegure su viabilidad o la ampliación de la base accionarial mediante la fijación de primas, descuentos o bonos de fidelidad. 3ª Etapa (Junio 1996-2002): La Privatización masiva o privatización para la reasignación de funciones entre los sectores público y privado de la Economía. Con la llegada al poder del Partido Popular, se registra un cambio evidente en el planteamiento de las privatizaciones. Por un lado, se decide elaborar expresamente un Plan de privatizaciones que establezca los objetivos, métodos y ritmos de las mismas. Este Plan constituye el primer documento oficial que aborda frontal y específicamente esta cuestión, y se elabora nada más tomar posesión el nuevo Gobierno. Así es, el 28 de Junio de 1996 se adopta el Acuerdo del Consejo de Ministros por el que se aprueban las Bases del Programa de Modernización del Sector público empresarial del Estado, Acuerdo conocido como Programa de privatizaciones. Por otro lado, se asume un nuevo y radical posicionamiento sobre el sentido del Sector público empresarial, en cuyo marco la privatización obedece, esencialmente, a la voluntad de reasignar las funciones entre los sectores público y privado de la Economía, de acuerdo con las propuestas normativas de ciertos círculos influyentes de economistas. Esta reasignación de funciones se concretaba, principalmente, en el abandono, por parte del Sector público, de prácticamente toda actividad empresarial. Esta interpretación es realizada por el propio Pedro Ferreras9 - que fue Presidente de la SEPI durante el periodo Junio de 1996-2001, en el que se llevaron a cabo la mayoría de las operaciones privatizadoras –, para quien el Acuerdo mencionado “representa un cambio total en la concepción del papel del Estado en la Economía: El paso del Estado accionista – empresario directo para la producción de bienes o servicios para el mercado – en competencia con los particulares, al Estado simplemente regulador de la actividad de los particulares, limitando su actuación como tal a crear un entorno económico favorable para la competitividad empresarial, para el desarrollo de las iniciativas empresariales, para el desarrollo de una competencia limpia en beneficio de los consumidores.(....) el Estado actual no debe ser empresario, ni puede ser empresario”. Para motivar su opinión, Ferreras añade que “difícilmente podrán esgrimirse razones estratégicas o de interés o servicio público para justificar la propiedad del Estado sobre empresas prestadoras de cualesquiera bienes o servicios que operen en concurrencia con empresas privadas”10. 9 FERRERAS, P. (1999): “Situación actual y futura de la industria pública”. Economía industrial, nº 328. (pp. 19-27). (p.20). 10 FERRERAS, P. (1999): “Situación actual...” (op.cit) (p.27) 20 Por tanto, en este tercer periodo, la privatización deja de ser un instrumento al servicio de la política económica (industrial o financiera), para convertirse en un objetivo en sí misma. Esta valoración es perfectamente compatible con el hecho de que, a la hora de relacionar las medidas privatizadoras con los objetivos generales de la polítca económica, los responsables de esta etapa asocien las enajenaciones de activos más con fines industriales que con metas financieras. Así, Piqué, Ministro de Industria y Energía en el primer gobierno popular, se refiere al éxito que ha coronado, a su juicio, la nueva política de privatizaciones sobre la base de que “ha primado la vocación industrial frente a la necesidad de hacer caja”11. Esta apreciación serviría, además, para confirmar la periodificación propuesta en este Capítulo, que atribuye a la etapa inmediatemente anterior una ligazón entre la privatización y las necesidades financieras del Sector público. En su condición de Programa de privatizaciones, el Acuerdo del Consejo de Ministros de 28 de Junio de 1996 distribuía a las empresas estatales en cuatro grupos, a efectos de su eventual privatización: a) Grupo formado por las empresas inmediatamente privatizables, habida cuenta de su elevada rentabilidad, del hecho de que cotizaban ya en Bolsa y de su alto atractivo para los potenciales inversores. Estas empresas se denominaron las joyas de la corona, y eran Telefónica, REPSOL, Gas natural, Enagas, Tabacalera, Argentaria y Endesa. (Todas fueron privatizadas durante la legislatura 1996-2000, mediante OPV de acciones) b) Colectivo integrado por aquellas empresas pendientes de reordenación sectorial, pero de cuya venta podrían obtenerse ingresos importantes. A este supuesto se ajustaban Retevisión o Red Eléctrica Española. (Ambas fueron objeto de privatización en la segunda mitad de la pasada legislatura, a través de la fórmula del concurso). c) Grupo configurado por las empresas que requerían reestructuraciones o saneamientos previos a su venta. Era el caso de Iberia, Casa, Indra, Inespal, Almagrera, Ence, Grupo Auxini y Babcock & Wilcox, entre otras. (Todas han sido vendidas a finales de la legislatura pasada o al principio de la actual). d) Colectivo formado por aquellas empresas en proceso de reconversión integradas en la Agencia Industrial del Estado, que no iban a poder ser privatizadas a lo largo de la legislatura por motivos estratégicos o sociales. Entre éstas, aparecen Santa Bárbara, CSI-Acelaria, HUNOSA, y la División naval, actualmente reunida en Izar. (Las dos primeras han sido ya vendidas, e incluso CSI- Acelaria lo fue en la anterior legislatura). 11 PIQUÉ, J. (1999): “Algunas reflexiones acerca del proceso de privatización del Sector público empresarial”. Economía industrial, nº 328. (pp .15-18). (p.17) 21 Como puede apreciarse, todas las empresas estatales son consideradas susceptibles de privatización, al margen de la rama de actividad a la que pertenezcan o de su situación económica y patrimonial. Esta última condicionará los plazos y actuaciones previas a la enajenación, pero no la decisión de llevar a cabo la privatización. Por eso, la política privatizadora de esta etapa podemos calificarla de privatización masiva, y obedece a una motivación más ideológica de las enajenaciones de activos, sobre la base de una nueva concepción del papel del Sector público en la Economía. Esta característica esencial diferencia radicalmente esta etapa de las anteriores. Pues bien, la ejecución del Programa de privatizaciones ha venido a confirmar todas las declaraciones de intenciones. En el Cuadro 3.3, podemos comprobar cómo en este intervalo se completan la mayor parte de las privatizaciones sustanciales de cierta envergadura registradas en España. Lo más destacable de esta relación de enajenaciones de activos de empresas públicas consiste en la absoluta heterogeneidad de las operaciones, en su concentración en un intervalo relativamente reducido de tiempo y, sobre todo, en la búsqueda de una privatización total de las empresas. Estas notas se corresponden con el carácter masivo y urgente que adquiere la privatización en este periodo. La heterogeneidad de las operaciones se desprende de varias circunstancias: 1ª- Se emplean todo tipo de fórmulas de privatización, aisladamente o en combinación, en función de las características de la empresa privatizable (situación económica y patrimonial, implantación en el mercado, dimensión, nivel de autonomía tecnológica, presencia o no de accionistas privados en el capital social). Es decir, no se pretende conseguir un objetivo preferente con las privatizaciones (industrial o financiero), sino que se adopta la decisión de venta generalizada de empresas públicas, y se buscan los procedimientos que aseguren una más eficaz, transparente y beneficiosa transacción, sin que peligre la continuidad de la actividad empresarial. Por eso, se han utilizado a menudo procedimientos muy complejos, que suponían el desdoblamiento de las operaciones en varias fórmulas (concurso, venta negociada, OPV y bonos de staff) hasta completar la desafección del Sector público de la empresa en cuestión. Esta variedad contrasta con las opciones privatizadoras más elementales empleadas en los intervalos anteriores. 2ª- Las empresas cuyos activos se enajenan pertenecen a un amplísimo abanico de ramas de actividad, en las que disfrutan de muy distinto poder de mercado. Se trata tanto de ramas industriales como de servicios, tanto de sectores maduros como emergentes, tanto de sectores estratégicos como no estratégicos, tanto de ramas en vías de liberalización comunitaria como de mercados altamente expuestos a la competencia internacional. Incluso se vende alguna empresa del sector de la Defensa, considerado hasta hace bien poco de interés nacional. Es decir, se confirma que no se reconoce criterio alguno que avale el mantenimiento de una unidad productiva en el Sector 22 público. 3ª- Las participaciones estatales en las empresas variaban notablemente en el momento de decidir su venta: desde el 100% del capital hasta paquetes residuales del 3%. Es decir, no interesa ni el control de la gestión de las empresas ni la tenencia de porciones de capital social minoritarias que puedan dar lugar a ingresos patrimoniales en el futuro. 23 Cuadro 3: Principales operaciones de privatización sustancial, Junio 1996-2002 (en millones de pesetas corrientes). Empresa %capital Fórmula Ingresos brutos Año Rama Gas natural 3,81 OPV 35.873 1996 Gas Sefanitro 52,65 OPA 600 1996 Química Infoleasing 100,00 Concur./V.negoc. 3.100 1997 Banca Telefónica III 21,16 OPV 607.079 1997 Telecomunicac Almagrera 100,00 Venta negociada 442 1997 Minería Longraf 100,00 Bonos de staff 165 1997 Artes gráficas Repsol VII 10,00 OPV 168.381 1997 Petróleo Sodical 51,00 Venta negociada 719 1997 Capital riesgo Auxini II 60,00 Venta negociada 5.950 1997 Construcción Aldeasa I 20,00 Venta negociada 15.000 1997 Distribución Retevisión I 70,00 Concur./Ampliac 180.644 1997 Telecomunicac Endesa III 25,57 OPV 695.462 1997 Electricidad CSI-Acel. I 35,00 Venta negociada 129.200 1997 Siderurgia Aldeasa II 80,00 OPV 48.545 1997 Distribución Elcano 100,00 Venta negociada 5.770 1997 Trans.maritimo TISA 23,78 Venta negociada 127.000 1997 Telecomunicac CSI-Acel. II 52,80 OPV 132.155 1997 Siderurgia CSI-Acel. III 12,20 Venta negociada 45.192 1997 Siderurgia Sodicaman 51,00 Venta negociada 658 1997 Capital riesgo Barreras 99,99 Mixto* 750 1997 Cons.Naval Argentaria IV 29,20 OPV 378.749 1998 Banca Inespal 99,60 Venta negociada 63.450 1998 Aluminio Tabacalera 52,36 OPV 286.534 1998 Alimentación Endesa IV 33,00 OPV 1.052.087 1998 Electricidad Endesa V 8,19 Reducc. capital 289.730 1998 Electricidad Prod. Tubular 100,00 Venta negociada 0 1998 Tubos Retevisión II 30,00 Subasta 123.300 1998 Telecomunicac Grup. Potasas 58,15 Concurso/V. Neg 17.200 1998 Minería Indra II 66,09 OPV 72.730 1999 Electrónica Enatcar 100,00 Concurso 26.200 1999 Trans. carreter Red eléctrica 35,00 OPV 56.718 1999 Electricidad Initec 100,00 Concur./V.negoc. 5.000 1999 Ingeniería Astander 100,00 Concur./V.negoc. 300 1999 Const. Naval Iberia 40,00 Venta negociada 181.740 1999 Trans. aéreo Casa 100,00 Fusión 12% EADS 1999 Aeronaútica Ence III 15,00 Venta negociada 13.000 2000 Papel Sta. Bárbara 100,00 Venta negociada n.d. 2000 Defensa Iberia 54,00 OPV 97.200 2001 Trans. aéreo Babcock Wil. 100,00 Venta negociada 7.487 2001 B.equipo 24 *: Concurso restringido, venta negociada y bonos de staff. FUENTE: GÁMIR, L (1999 y 2000), GONZÁLEZ DE LA FE, P. (1998), MELLE, M. (1999), NOCEDA, M. A. (1999), BEL, G. (1998), SANCHÍS, J.A. (1996), y elaboración propia a partir de Memorias y prensa económica. 4ª- Los ingresos derivados de las operaciones han oscilado ampliamente, desde las ventas que han supuesto un máximo de recaudación bruta (1,05 billones de pesetas obtenidos sólo con la cuarta colocación de títulos de Endesa, en 1998) hasta aquellas transmisiones al precio simbólico de una peseta (Productos Tubulares, también en 1998) que han implicado un volumen ingente de pérdidas al Sector público en términos netos, dados los costes de saneamiento previo (asunción del pasivo o ampliaciones de capital) o el tratamiento de los excedentes laborales y de los compromisos sociales adquiridos con los trabajadores (la externalización de los Planes de pensiones, por ejemplo). Por tanto, no puede asociarse tan fácilmente la privatización a la reducción de las necesidades financieras a corto plazo del Estado (como sucedía en el intervalo anterior), porque no se discriminan las operaciones en función de su impacto potencial en las cuentas públicas. La concentración de las operaciones en un intervalo tan reducido de tiempo resulta llamativa si se considera el volumen de algunas de las ventas y la relativamente escasa profundidad del mercado financiero español. La necesidad de diseñar tramos internacionales ha venido obligada en muchos casos por el riesgo de saturación de éste, que ha asimilado una cantidad importante de OPV de acciones de empresas públicas. Sin duda, la coyuntura económica y financiera expansiva ha favorecido la absorción de un número tan notorio de títulos. Por tanto, este etapa, que se podrá prolongar algún tiempo más, puede considerarse la definitiva del proceso de privatizaciones en España, puesto que, cuando finalice, no existirá prácticamente Sector público empresarial dependiente del Estado, y el resto de empresas públicas – las dependientes de las Administraciones territoriales -, además de disponer de escasa relevancia económica, constituyen más bien instrumentos para el ejercicio, en régimen de autonomía, de competencias propias de las Administraciones de las que dependen. Es decir, se trata preferentemente de entidades que gestionan políticas, más que de unidades productivas que operen de acuerdo con el principio de mercado. 4. Conclusiones El proceso de privatizaciones en España se encuentra prácticamente consumado, y ha revestido una gran importancia cualitativa y cuantitativa. Por un lado, el Sector público ha perdido su relevancia en la esfera productiva, a medida que se avanzaba, así mismo, en la desregulación de los principales mercados, a impulsos de la normativa comunitaria. Puede afirmarse que la privatización ha evidenciado que la Empresa 25 pública y la Regulación han cedido su protagonismo instrumental en beneficio del Presupuesto, en el actual sistema de política económica. Por otro lado, las enajenaciones de activos de empresas públicas han generado unos ingresos brutos muy elevados, que en algunos años han equivalido al 3% del PIB español. Las repercusiones patrimoniales y financieras en las cuentas públicas han sido muy importantes. Pero lo más llamativo de la experiencia española ha sido la sucesión de diferentes políticas de privatización definidas por el gobierno central, que han caracterizado tres etapas fundamentales. En una primera etapa de privatización selectiva, que discurriría de 1984 a 1992, la privatización se orienta a la satisfacción prioritaria de objetivos de corte microeconómico, en términos de consolidación del tejido productivo. En una segunda etapa (1993-Mayo de 1996), la privatización española adoptó el perfil de una privatización recaudatoria, prestando más atención a la consecución de objetivos macroeconómicos de carácter presupuestario, con vistas a la reducción de la necesidad de financiación del Sector público. En la tercera y definitiva etapa de privatización masiva, que ha transcurrido desde Junio de 1996 hasta nuestros días, la privatización pierde su carácter eminentemente instrumental y se convierte en un objetivo en sí misma, en aras de lograr una reasignación de funciones entre los sectores público y privado de la Economía. En todo caso, la ejecución de las operaciones privatizadoras está muy condicionada por el marco normativo e institucional al que deben ajustarse las decisiones de enajenación. Normalmente, las disposiciones de activos vienen precedidas de reordenaciones del Sector público empresarial y de modificaciones de la legislación que reflejan una voluntad de llevar a cabo las operaciones. Esta circunstancia provoca a veces retardos temporales que impiden una división aún más nítida de las etapas. En este sentido, cabe recordar que la fijación del momento concreto de las operaciones privatizadoras de gran envergadura se establece en función de criterios prácticos, como las señales emitidas por los mercados financieros o e! interés comprador mostrado por grupos privados. 26 BIBLIOGRAFÍA. ARCAS, M.J. y RUIZ, F.J. (1999). “Los efectos de la privatización de empresas sobre su comportamiento económico y financiero: el caso de REPSOL.” Hacienda pública española, nº 149. (pp.21-33). BEL QUERALT, G. 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