Pitágoras, Parménides, Heráclito y los Pluralistas

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Los presocráticos:
Pitágoras, Parménides,
Heráclito y los Pluralistas
¡Sigamos nuestro viaje! Como recordarás, en las dos fichas anteriores hemos
hecho un breve repaso de cómo surgió el pensamiento filosófico en Grecia, cómo los
primeros filósofos fueron sustituyendo al mito por argumentos racionales para explicar
la realidad, y algunos de los conceptos básicos que emplearon para ello ―physis, arjé,
cosmos, logos―. Como podrás apreciar, en apenas unos siglos el salto del pensamiento
humano fue enorme: del mito al logos, pasando por el cosmos y la physis, comenzó a
apreciarse un cambio sustancial en la mentalidad de la época. Si ante las decisiones de
los dioses poco o nada podía hacerse, el nuevo pensamiento filosófico se apoya en la
idea de que el ser humano es capaz de analizar por sí mismo lo que le rodea ―la
naturaleza, el cosmos, las ideas―, y que para ello solo precisa el uso de la razón o
«logos» para alcanzar una explicación de las cosas. En esta ficha 3 vamos a seguir
nuestra travesía y hablaremos de los presocráticos más relevantes de su época:
Pitágoras, Parménides, Heráclito y los denominados «Pluralistas».
I. Pitágoras de Samos (569–475 a.C.)
La vida de Pitágoras de Samos fue muy enigmática, y la conocemos sobre todo por
los relatos que de ella hicieron sus seguidores mucho tiempo después de su muerte.
Sabemos, por ejemplo, que nació en Jonia ―en la isla de Samos―, que conoció a
Anaximandro de Mileto y que fue un gran viajero ―visitó, al menos, Egipto, Babilonia y
la India―. Tuvo que abandonar Samos debido a una dictadura y se estableció en
Crotona ―Italia―, donde fundó una especie de secta en la que los hombres, las
mujeres y los niños vivían en comunidad. A medida que crecía su influencia, la secta
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suscitó envidias y recelos, e incluso una revolución popular hizo que los pitagóricos
tuvieran que abandonar el territorio. Entonces Pitágoras se refugió en Metaponto
―Italia―, lugar en el que poco después murió. Pero su muerte no supuso el final de la
secta pitagórica. Pasado algún tiempo, volvió a ganar adeptos y se estableció en
ciudades importantes de la Magna Grecia ―Italia―, aunque nuevas revueltas y
revoluciones hicieron que se disolviera definitivamente.
Una de las peculiaridades de la secta era que todas las enseñanzas y
conocimientos que allí se adquirían se adjudicaban a Pitágoras, su fundador, por lo que
resulta difícil averiguar si en verdad fue él quien enunció los famosos «Teoremas». Sin
embargo, lo que sí podemos afirmar con seguridad es que Pitágoras fue un personaje
muy relevante en su época, y que también lo fue en épocas posteriores.
En cuanto a su filosofía, Pitágoras ―y con él todo el pitagorismo― le dio mucha
importancia a los números ―seguramente conocerás el «Teorema de Pitágoras»―.
Según Pitágoras, la naturaleza puede conocerse a través de las matemáticas, ya que
responde a las mismas leyes. Tanto los objetos como sus propiedades podían ser
formulados matemáticamente, lo que permitía una mejor comprensión de su lógica.
Incluso llegaron a afirmar que todos los seres que habitan el universo pueden
explicarse mediante fórmulas matemáticas. Por ello, llegaron a la conclusión de que los
números son los principios de la totalidad de las cosas.
Al igual que los números, que se dividen en pares e impares, la naturaleza está
formada de opuestos: limitado–ilimitado, bueno–malo, luz–oscuridad, caliente–frío…
Podemos considerar que su doctrina es «dualista» en cuanto es la oposición la que
genera la realidad. Debido a ello otorgaban gran importancia a la «armonía», que
consiste en el correcto equilibrio entre los opuestos. De esa misma forma, a partir de
opuestos, trataron de explicar el cosmos: creían que primero existió la Unidad ―lo
limitado― rodeada por lo ilimitado. Después esa Unidad primera se dividió en dos, a
partir de lo cual surgió el número 2 y la línea. Con posterioridad surgió el número 3 y el
triángulo, y el 4 y el tetraedro. En consecuencia, el mundo es un cosmos en armonía, y
su forma es esférica, en cuyo centro se halla un fuego primigenio. A partir de él
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hallamos los cuerpos celestes ―la Tierra, la Luna, el Sol, los cinco planteas y el cielo de
las estrellas fijas, más la Anti–Tierra―, que forman el número 10, de gran importancia
para el pitagorismo. Todo ello está envuelto por una esfera de fuego. El movimiento de
los cuerpos celestes origina una melodía que no podemos oír debido a la naturaleza
imperfecta de nuestros sentidos. La Música, traducible en números, fue otro de los
pilares del pitagorismo.
Para Pitágoras y el pitagorismo, los seres que habitan el cosmos se rigen por las
leyes que gobiernan las matemáticas. De la misma forma que los números son la
esencia de las matemáticas, también son la naturaleza del universo. Podemos
considerar que Pitágoras, sea o no una leyenda, fundó una doctrina que trató de
explicar la totalidad de las cosas, y su lógica, por medio del elemento más racional que
tenían a su alcance: los números. De ahí que su influencia fuera más allá de la filosofía
y tocara ámbitos del pensamiento como la astronomía, las matemáticas o la geometría.
II. Parménides de Elea (540–470 a.C.)
Al igual que sucede con Pitágoras, conocemos la vida de Parménides por relatos
posteriores a su muerte, por lo que no podemos saber con exactitud qué es verdad y
qué es leyenda. Podemos estar seguros de que nació en Elea, en la Magna Grecia ―sur
de Italia y Sicilia―, que perteneció a una familia rica y noble y que siguió las
enseñanzas de varios maestros ―Jenófanes y, tal vez, Anaximandro―. Siguió de cerca
a los pitagóricos, pero después fundó su propia escuela y elaboró un pensamiento
personal y original. Su obra consiste en un largo poema en el que se critican las ideas
pitagóricas, a Anaxímenes y a Heráclito. A pesar de que el poema resulta difícil de
interpretar, de él podemos extraer lo fundamental del pensamiento de Parménides.
Según él, de una realidad única no puede surgir lo múltiple. Por ejemplo, si en el
origen solo existía el agua, no habrían podido formarse después otros elementos
diferentes. El agua no pudo originarse a partir de una sustancia diferente, ni puede
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transformarse en otra cosa que no sea el agua misma. Por lo tanto, lo que nunca existió
no puede originarse, y lo que siempre ha existido no puede destruirse. El «ente» ―el
ser, lo que es― no pudo ser engendrado, sino que es connatural, indestructible, finito,
compacto, homogéneo, indivisible, esférico e inmóvil. Todo lo que existe es «uno»,
porque si hubiera otra cosa distinta sería el no–Ser. Es inmóvil, porque si se moviera se
dirigiría hacia el no–Ser, e indivisible porque si pudiera dividirse entre sus partes se
hallaría el vacío ―el no–Ser―. Por lo tanto, podemos concluir que a Parménides le
interesaban especialmente dos conceptos contrapuestos, el Ser y el no–Ser, en los
cuales centra la naturaleza de todas las cosas.
Además de todos esos conceptos ―que pueden resultarte más bien confusos―,
Parménides será recordado por la Historia de la Filosofía como el primer pensador que
planteó el problema filosófico del conocimiento. Tal y como haría después Platón con
el «Mito de la caverna» ―¡no te preocupes, lo veremos después!―, Parménides
afirmaba que para los seres humanos es difícil distinguir la «verdad» de la
«apariencia», y ambas de la «opinión». Según él, la «razón» es la herramienta más útil
de que disponemos para adquirir conocimiento acerca de las cosas. Sin embargo, tanto
la «opinión» como la «apariencia» son formas engañosas de pensamiento, ya que
están basadas, en muchas ocasiones, en prejuicios y creencias. En definitiva, el filósofo
es aquél capaz de «razonar» dejando de lado las opiniones de los demás, así como la
apariencia de las cosas que trata de comprender, que sería algo así como una sombra
que nos impide ver con claridad lo que tenemos frente a nuestros ojos.
III. Heráclito de Éfeso (535–484 a.C.)
Como en los casos de Pitágoras y de Parménides, poco sabemos de su vida.
Podemos afirmar que conoció el pensamiento de los filósofos de Mileto y que también
estaba familiarizado con las enseñanzas de Pitágoras. A grandes rasgos, podemos decir
que su filosofía se contrapone a la de Parménides. Según él, el fuego es el principio del
cosmos. Tanto las cosas como el universo entero salen del fuego y vuelven a él
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siguiendo un orden primigenio, muriendo y renaciendo sucesivamente. Heráclito
estaba convencido de que «todo cambia y nada permanece», a diferencia de
Parménides, según el cual el movimiento era imposible. El mundo se halla en un flujo
constante, y de ahí la famosa frase que se le atribuye: «no es posible bañarse dos veces
en el mismo río». Las leyes que rigen el universo están basadas en la oposición de
contrarios, ya que esos contrarios se funden en una sola cosa. Por todo ello podemos
decir que la estructura de la realidad es contradictoria, y que todas las cosas surgen de
la contradicción, aunque la contradicción, en último término, origina la armonía.
La armonía que rige el cosmos no es estática ―como en el caso de Parménides―,
sino dinámica, pero es difícil de entender por los seres humanos. Todo lo que cambia lo
hace a partir de ciertas leyes, y nunca de forma irracional o caótica. En el universo hay
una ley primordial, un «logos» que lo orienta y unifica. Dicha razón universal también
forma parte de los seres humanos, por lo que el pensamiento humano, como la
realidad, está regido por las mismas leyes. Pero para conocer dichas leyes es preciso
usar la razón, y la mayoría de los seres humanos no son capaces de hacerlo, por lo que
permanecen en la sombra de la ignorancia. De ahí que la tarea del pensador sea utilizar
la razón y el pensamiento para conocer en profundidad las leyes ocultas de la realidad,
que es, en definitiva, la tarea fundamental del filósofo.
VI. Los Pluralistas
A diferencia de los primeros filósofos, que consideraban que en el origen del
cosmos había un solo elemento ―fuego, tierra, agua o aire―, con posterioridad a
Heráclito comenzó a surgir la idea de que en lugar de un solo elemento podían ser
varios. Esto puede deberse a la creciente complejidad de los conocimientos que se
fueron adquiriendo desde los primeros filósofos: el mundo ya no era tan simple como
en el origen del pensamiento humano, y eso obligó a los filósofos posteriores a
concebir la realidad como un conjunto de elementos que se conjugaban entre sí para
formar la realidad. A diferencia de los monistas, en los que los mitos aún ejercieron una
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gran influencia, los pluralistas se van alejando cada vez más de los relatos orales
transmitidos por las sucesivas generaciones, y se centran exclusivamente en el estudio
de la naturaleza como una totalidad compleja. Por ejemplo, Empédocles (490–430 a.C.)
creía que existían cuatro elementos fundamentales ―el agua, el aire, la tierra y el
fuego―; Demócrito (460–370 a.C.) pensaba que la totalidad de las cosas estaba
formada por una pluralidad de átomos; Anaxágoras (500–428 a.C.) explicó la realidad a
través de un impulso procedente del exterior denominado «Nous»; y Leucipo (s. V a.C.)
concibió el cosmos como el resultado de los choques de partículas regidas por el azar.
En resumen, podemos afirmar que los pluralistas, además de alejarse cada vez más
del mito, trataron de explicar la realidad, el ser y la naturaleza a través de la razón,
basándose en las causas naturales como las únicas fuerzas generadoras del universo.
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TEST
1. ¿A qué daba más importancia Pitágoras? Las letras / Las cantidades / Los sonidos /
Los números
2. ¿Cuál es, según Pitágoras, la disciplina más importante? El álgebra / La poesía / Las
matemáticas / El logos
3. El número más importante para los pitagóricos es: 8 / 12 / 10 / 9
4. Según Parménides, el universo es: caótico / céntrico / estático / dinámico
5. Para Parménides, la forma más fiable para alcanzar el conocimiento es: La apariencia
/ La opinión / La razón / Las creencias
6. El principio del cosmos es para Heráclito: el agua / el aire / la tierra / el fuego
7. Según Heráclito nunca podemos: respirar debajo del agua / nadar contracorriente /
bañarnos dos veces en el mismo río / alejarnos de la orilla
8. Según Empédocles, ¿cuántos son los elementos fundamentales? 4 / 6 / 7 / 8
9. Para Anaxágoras la realidad procede del: Tous / Nous/ Demos / Plus
10. Según Demócrito, la totalidad de las cosas está formada por una pluralidad de:
células / tríodos / átomos / moléculas
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