Coacciones; El art.172 CP castiga al que “sin estar legítimamente autorizado, impidiere a otro con violencia hacer lo que la ley no prohíbe, o le compeliere a efectuar lo que no quiere, sea justo o injusto…”. Por lo tanto, partimos de que se precisa un sujeto que no este legítimamente autorizado; obviamente un policía esta autorizado a privar a una persona de su libertad siempre que lo haga dentro del cumplimiento de sus funciones y cuando así se exija. Por lo tanto nos centramos en que debe de haber un sujeto que sin estar legítimamente autorizado realiza una de estas dos cosas o impide a otro con violencia a hacer algo que la ley no prohíbe o le obliga a hacer lo que no quiere con independencia de que sea justo o injusto. Si esto es lo que realmente se castiga, impedir o compeler. Artículo 172. 1. El que, sin estar legítimamente autorizado, impidiere a otro con violencia hacer lo que la ley no prohíbe, o le compeliere a efectuar lo que no quiere, sea justo o injusto, será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años o con multa de 12 a 24 meses, según la gravedad de la coacción o de los medios empleados. Cuando la coacción ejercida tuviera como objeto impedir el ejercicio de un derecho fundamental se le impondrán las penas en su mitad superior, salvo que el hecho tuviera señalada mayor pena en otro precepto de este Código. 2. El que de modo leve coaccione a quien sea o haya sido su esposa, o mujer que esté o haya estado ligada a él por una análoga relación de afectividad, aun sin convivencia, será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o de trabajos en beneficio de la comunidad de treinta y uno a ochenta días y, en todo caso, privación del derecho a la tenencia y porte de armas de un año y un día a tres años, así como, cuando el Juez o Tribunal lo estime adecuado al interés del menor o incapaz, inhabilitación especial para el ejercicio de la patria potestad, tutela, curatela, guarda o acogimiento hasta cinco años. Igual pena se impondrá al que de modo leve coaccione a una persona especialmente vulnerable que conviva con el autor. Se impondrá la pena en su mitad superior cuando el delito se perpetre en presencia de menores, o tenga lugar en el domicilio común o en el domicilio de la víctima, o se realice quebrantando una pena de las contempladas en el artículo 48 de este Código o una medida cautelar o de seguridad de la misma naturaleza. No obstante lo previsto en los párrafos anteriores, el Juez o Tribunal, razonándolo en sentencia, en atención a las circunstancias personales del autor y a las concurrentes en la realización del hecho, podrá imponer la pena inferior en grado. Redacción dada por la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (Corrección de errores en B.O.E. núm. 87, de 12 de abril de 2005) (EV 29 de junio de 2005) que ha añadido un apartado 2 al precepto, pasando el contenido anterior ser numerado como apartado 1. Redacción anterior vigente hasta la entrada en vigor de la Ley Orgánica 1/2004y dada por la Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal (EV 1 de octubre de 2004): El que, sin estar legítimamente autorizado, impidiere a otro con violencia hacer lo que la ley no prohíbe, o le compeliere a efectuar lo que no quiere, sea justo o injusto, será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años o con multa de 12 a 24 meses, según la gravedad de la coacción o de los medios empleados. Cuando la coacción ejercida tuviera como objeto impedir el ejercicio de un derecho fundamental se le impondrán las penas en su mitad superior, salvo que el hecho tuviera señalada mayor pena en otro precepto de este Código. Redacción vigente hasta la entrada en vigor de la Ley Orgánica 15/2003: El que sin estar legítimamente autorizado impidiere a otro con violencia hacer lo que la ley no prohíbe, o le compeliere a efectuar lo que no quiere, sea justo o injusto, será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años o con multa de seis a veinticuatro meses, según la gravedad de la coacción o de los medios empleados. Cuando la coacción ejercida tuviera como objeto impedir el ejercicio de un derecho fundamental se impondrán las penas en su mitad superior, salvo que el hecho tuviera señalada mayor pena en otro precepto de este Código. Cabe preguntarse cual es la razón del castigo, qué es lo que se quiere proteger aquí; la libertad es el recurso más fácil, ya que estamos hablando de un delito contra la libertad, lo que pasa es que la libertad, es un concepto muy extenso, muy amplio, y abarca facetas muy dispares, así que intentando delimitar un poco más, si lo que se castiga en el precepto 172 es impedir a otro a hacer algo u obligarle a hacer algo, podríamos centrarnos en la “libertad de obrar” que puede incidir en diferentes momentos porque alguien puede haber decidido hacer algo, se ha tomado la decisión (el proceso de decisión ya ha concluido) y cuando trata de llevarlo a la práctica alguien se lo impide, ahí habría una coacción, ahí se afectaría no al proceso de decisión pero sí al momento de ejecutar la decisión, de llevarla a la práctica. Otras veces, otra variante de las coacciones es obligar a otra persona a hacer lo que no quiere, aquí es posible que la persona no si quiera haya pensado en hacer una determinada cosa o no, sino que simplemente se le obliga a hacer una cosa. Ciertamente por lo tanto podemos hablar de que lo que se quiere proteger es la “libertad de obrar”. En el CP hay diferentes coacciones específicas; Cuando alguien con intimidación obliga a una persona a que le entregue el dinero que lleva encima, ahí hay una coacción, se está obligando a una persona a hacer algo que no quiere, pero es una coacción específica que ya esta castigada en la figura delictiva del robo con violencia o intimidación. Hay otros delitos, que se verán a continuación, en los que se castiga atentar contra la libertad sexual de una persona mediante violencia o intimidación, por tanto, en obligar a una persona a hacer algo que no quiere, a mantener una relación sexual que no desea con violencia o intimidación, ahí hay una coacción específica. Podríamos encontrar otras, de hecho, la detención ilegal es una coacción, se impide a una persona a hacer lo que quiere, que es marcharse libremente. Por tanto, hay coacciones específicas en el Código Penal, están castigadas en preceptos concretos. Y para aquellos supuestos que no tiene cabida en ninguna de esas “coacciones específicamente castigadas” entra en juego el delito de coacciones del artículo 172. La característica fundamental del artículo 172 es el medio comisivo; “impedir a otro con violencia o compeliere a efectuar lo que no quiere sea justo o injusto”. La determinación de lo que debe entenderse por “violencia” resulta ciertamente esencial para poder determinar mínimamente que hechos son típicos con arreglo al artículo 172 y cuales no. Aquí ha habido un proceso, digamos de ampliación, un proceso extensivo a la hora de interpretar el término violencia; en un principio pudo entenderse que la violencia del artículo 172 debía entenderse como empleo de fuerza física pero aplicada sobre el cuerpo de la víctima, de modo que el que sujeta a una persona y a empujones la saca de un lugar podría estar cometiendo un delito de coacciones porque obliga a una persona a hacer lo que no quiere, que es marcharse de ese lugar. Otra cosa sería, por ejemplo, que el que empuja, este empujando a otro para echarlo de su casa porque no quiere que entre, por eso el Código Penal aclara “el que sin estar legítimamente autorizado” porque en este último caso el que echa de su casa si está legítimamente autorizado y no podríamos estar hablando de un delito de coacciones, o mejor dicho, habría una habilitación legal para coaccionar. De modo, que inicialmente el término “violencia” se entendió de esa forma, como aplicación de fuerza física sobre el cuerpo de la víctima. Entonces, ¿qué paso?, ¿por qué se produce ese proceso de amplificación?; Hay diferentes artículos del Código Penal en los que cuando se castiga una conducta que podíamos calificar como coacción específica en los que se habla de violencia o de intimidación, como por ejemplo en el delito de robo al que antes se hacía mención; se habla “del que con violencia o intimidación o con fuerza en las cosas se apodere de una cosa mueble ajena con ánimo de lucro etc., es decir, se comete robo” en ese artículo se distingue claramente por una parte, la violencia que efectivamente ha de interpretarse como fuerza física que se proyecta sobre el cuerpo de la víctima, e intimidación que equivaldría a una especie de fuerza moral (amenaza etc.) y por último fuerza en las cosas. En el delito de agresiones sexuales también se habla “del que atentare contra la libertad sexual de una persona empleando violencia o intimidación”. Por tanto, diríamos que en el código penal cuando el legislador ha querido castigar el empleo de fuerza física y de esa fuerza moral, lo ha distinguido claramente, y ha hablado de violencia o de intimidación. Entonces, donde sólo habla de violencia, muchos autores lo interpretan como que sólo se castiga la coacción cuando en efecto hay empleo de fuerza física y no cuando hay empleo de intimidación. Sin embargo, a pesar de que esa ha sido una interpretación apegada al principio de legalidad, los tribunales han seguido una línea cada vez más amplia del concepto de violencia: En un primer momento, los tribunales entendieron que también el empleo de intimidación tenía cabida en la violencia del artículo 172 y que por tanto la violencia del artículo 172 debía ser interpretada en los dos sentidos; acogía el ámbito del empleo de fuerza física como el empleo de la fuerza moral o intimidación. Pero como todavía se dieron situaciones en las que alguien conseguía hacer impedir a otro, hacer lo que la ley no prohibía o le compelía a efectuar lo que no quería, sin emplear violencia, en el sentido de fuerza física, ni intimidación, los jueces llegaron a la conclusión de que también la fuerza en las cosas tenía cabida en el término “violencia” y que por lo tanto cuando había fuerza en las cosas también podía haber delito de coacciones del artículo 172. Por ejemplo, los tribunales se encontraron con que a veces los propietarios de unas casas en las que habían unos inquilinos que pagaban unos alquileres muy bajos y que además tenían unos contratos antiguos en los que habían una serie de subrogaciones, y que hay algunos que siguen vigentes (hay algunas casas en zonas muy céntricas de ciudades importantes pagando un alquiler realmente bajo); en estos casos no es de extrañar que el titular de esa propiedad quisiera/quiera que sus inquilinos paguen una renta actualizada o sencillamente quiera vender esa casa, ¿pero quien compra una cosa donde hay un inquilino?; Ante esto, acontecieron determinados hechos, por ejemplo, que una familia en esa situación, se marchaba unos días de vacaciones y cuando volvía se encontraban con que no podían entrar en su casa porque habían cambiado la cerradura de la puerta, obviamente por obra del propietario de la casa, otros casos en los que se encontraban los muebles en la calle, otras veces le cortaban el agua, la energía eléctrica, rompían los cristales de la vivienda para que entrara frío, levantaban tejas del tejado etc. Son supuestos en los que en rigor no hay violencia ni intimidación, sin embargo los tribunales han entendido que hay violencia porque esa fuerza en las cosas la entendían como violencia y por consiguiente castigaban por el delito de coacciones. En definitiva, lo que ha hecho la jurisprudencia en fijarse si alguien ha impedido a otro hacer a alguien lo que quería o le ha obligado a efectuar lo que no quería con independencia de que para conseguir ese objetivo haya empleado fuerza física, haya intimidado a la persona o haya empleado fuerza en las cosas. ¿Qué sucede con esto?, problemas: - Por una parte empieza a tambalearse el principio de legalidad. Y por otra parte, la diferenciación entre coacciones y amenazas se diluye bastante; ¿cuando estaremos ante un delito de coacciones y cuando de amenazas?; resulta complicado aunque generalmente se utiliza el criterio de la temporalidad. Como la - amenaza consiste en anunciar a alguien que se le la a causar un mal, en el caso de las amenazas condicionales por ejemplo, si el mal que se anuncia es inmediato, si es un de un mal inminente grave, habría coacciones y si ese mal se pospone para un momento posterior habría un delito de amenazas. Es un criterio aunque no lo suficientemente claro y preciso, por ejemplo; ¿Qué haremos en el si un sujeto le dice a otro: “fuera de mi casa o te rompo la cabeza”? ¿sería coacciones? Y si le dice “fuera de mi casa o te romperé la cabeza”, ¿sería amenazas? ¿Dependerá del tiempo verbal que se utilice para que se califique una conducta como amenazas o como coacciones? En el Código Penal, la diferenciación entre amenazas y coacciones está clara porque las coacciones precisan violencia, y en el código “violencia” tradicionalmente se entiende como empleo de fuerza física, y en cambio las amenazas encuadran dentro de lo que se conoce como intimidación. El problema surge a partir de la interpretación jurisprudencial cuando incluyen dentro del término violencia el empleo de fuerza física, fuerza moral o intimidación y fuerza en las cosas. Se dice el que “sin estar legítimamente autorizado”; esto nos hace considerar la posible concurrencia de situaciones que puedan estar justificadas en orden a eludir el castigo de un hecho en virtud del delito de coacciones, no sólo en el caso del funcionario de policía, o al funcionario de prisiones… sino situaciones que en la práctica se plantean; Una tiene que ver con el tratamiento médico, el tratamiento médico impuesto por la fuerza; ¿Qué debe de hacer un médico cuando se encuentra con un paciente para el cual, él piensa que la técnica que ha de aplicarse es la técnica x y el paciente se niega a que se proceda con arreglo a ese protocolo ya sea por razones religiosas, morales etc.? Un ejemplo típico es las transfusiones de sangre que los médicos pueden considerarlo en un determinado momento esencial y el paciente por sus creencias se niega a ello. En este caso, si el paciente se niega y el médico realiza la transfusión, ¿podría entenderse como delito de coacciones? Otra situación se da en las “huelgas de hambre” para manifestar su protesta por x situación; a veces esa protesta se practica dentro de un centro penitenciario, en España ha habido varios casos tales. En este caso, si el funcionario de prisión, decide alimentar al preso ¿podría entenderse como delito de coacciones? En el caso de que una persona impida a otra que se suicide, ¿esta cometiendo un delito de coacciones? En cualquiera de las tres situaciones, surge un conflicto; por una parte se da el hecho de si se debe respetar a ultranza la voluntad del sujeto (del paciente, del interno en huelga de hambre o del suicida) o si por el contrario, pensando en que si no hace algo para evitar que ese enfermo muera, o que ese interno muera o que esa persona consiga su propósito de que se quite la vida, pueda estar incurriendo en un delito de omisión del deber de socorro y en todo caso si actúa lo hace en amparo de la eximente del estado de necesidad (artículo 20.5 CP “en estado de necesidad, para evitar un mal propio o ajeno lesione un bien jurídico de otra persona o infrinja un deber… ”). Matizaciones; Por lo que se refiere al paciente hay que distinguir si se trata de un paciente adulto plenamente imputable o si se trata de un menor inimputable, y sobretodo, quien es el que se opone al tratamiento. Respecto de un hijo menor, es dudoso que el padre o la madre tengan el poder de decisión hasta el punto de imponer el sacrificio de la vida del menor por sus convicciones religiosas. Por el contrario un adulto imputable que se negara a que se le realice una transfusión podría decirse que está en su pleno derecho, pero naturalmente esta afirmación no es suficiente porque esta afirmación sería válida también para el interno que se encuentra en huelga de hambre, mientras que esa persona se encuentre en plena imputabilidad y se niegue a ingerir alimentos para defender sus convicciones, deseos etc. lo que pasa que en ese caso hay un problema añadido y es que el funcionario de prisiones si que tiene un deber de garante respecto del interno, de tal manera que cabe pensar: ¿qué sucedería si ese interno es alimentado a la fuerza y falleciera? ¿los parientes no plantearán una querella y exigirán una indemnización al estado porque no ha cuidado a través de sus funcionarios la sanidad del interno que estaba allí privado de libertad? En principio mientras una persona plenamente imputable tome una decisión al respecto y le afecte a él mismo, parece que se debe ser respetuoso con su decisión. Pero claro, si una persona deja de ingerir alimentos llega un punto a que esa persona se encuentra en tal situación que ya no distingue, está en casi en estado comatoso, y entonces ya no se puede decir que es imputable. A igual pasaría con el que necesita la transfusión de sangre y no se le proporciona, llegará el momento en que su estado de salud haya decaído tanto que ya no se puede decir que sea plenamente imputable. Entonces, ¿hay que esperar a llegar a ese extremo, a que el interno o el enfermo lleguen a un estado en el que no son plenamente imputables y entonces se le da la transfusión o los alimentos por sonda? ¿Debe respetarse hasta el final la decisión que ha dado el paciente o el interno cuando estaba en situación de imputabilidad?: Breve comentario sobre la cuestión planteada: Esta situación es una cuestión problemática porque pueden entrar en juego diferentes derechos, es decir, que podrían entrar en conflicto; por una parte nos encontramos ante un posible delito de coacciones, un delito de coacciones porque actuamos en contra de la voluntad del paciente que no quiere que se le realice la transfusión o en contra de la voluntad del preso que no quiere ser alimentado por encontrarse en una huelga de hambre voluntaria; en ambos casos en una situación inicial podríamos decir que si ambas personas son plenamente imputables, en principio, se les debe de respetar su decisión. Pero el respeto de su decisión implicará que llegará un momento en sus estados de salud sean tan deplorables que no podríamos decir que se encuentran en situación de plena imputabilidad. Entonces es ahí cuando nos encontramos con el conflicto de si actuar o no, si debe actuar el médico realizando la transfusión y respectivamente si debe actuar el funcionario de prisiones alimentándolo vía sonda por ejemplo. Mi opinión personal, es que en esos casos no se debe de respetar la decisión inicial del paciente o del preso y a pesar, de que nos encontraríamos ante delito de coacciones, éstas estarían justificadas por el estado de necesidad, que en esos casos, y bajo mi respectiva debe de primar. Otro tema que podría plantear conflicto en todo esto, es el tema de la liberad religiosa, ideológica etc. ¿hasta que punto se debe respetar? Y uniéndolo con el tema de las transfusiones y con el delito de coacciones puede aún ser más complicado. Se comentó en clase que ha habido sentencias del Tribunal Constitucional donde prima el derecho de libertad religiosa o ideológica etc. en estos casos, aunque personalmente, y aun siendo atrevida con mi opinión por ir en contra del TC, yo no me inclinaría hacia esa postura, puesto que en dichos casos la vida como derecho base sobre todos los demás derechos debe primar y por ello debe ser siempre el principal valor o derecho a ponderar sobre los demás. Nieves Faubel Ribera Volviendo al delito, decíamos que se comete el delito de coacciones el que con violencia – recordando que “violencia” se interpreta por nuestros tribunales de una forma amplia comprensiva de la fuerza física, de la intimidación, de la fuerza en las cosas que atiende fundamentalmente al objetivo perseguido por el autor, pues impedir a una persona hacer lo que quiere o obligarle a hacer lo que no quiere y que atiende fundamentalmente a ese objetivo con independencia de cual sea el medio utilizado – siempre que se parta de que no se de esa legitimación. La legitimación puede estar establecida por el propio ordenamiento jurídico para el caso de los funcionarios del estado o que puede plantearse ante situaciones como las que se han dicho antes en relación con el estado de necesidad. Por otra parte hay que tener en cuenta los problemas que se plantean a la hora de delimitar el delito de coacciones con el de amenazas. Obviamente hay que tener en cuenta que hay una serie de figuras delictivas que podían calificarse como coacciones específicas que obviamente cuando se produce un hecho susceptible de ser calificado con arreglo a una de esas coacciones específicas ya no da lugar a aplicar la genérica, si un sujeto comete un delito de agresiones sexuales, no se le castiga por coacciones y por agresiones sexuales, ahí hay un concurso de normas y la norma más específica ( artículo 8.1 CP) se aplicará con preferencia a la norma general. Hay una coacción específica en el artículo 172.1 párrafo segundo respecto a la coacción ejercida para impedir el ejercicio de un derecho fundamental, ahí la pena se impone en la mitad superior.