Letras y colores Texto: Marissa Nadal Ilustraciones: alumnos Escola Brasil Los cuentos de la abuela H abía una vez Mariona, una niña que vivía en un tiempo indefinido, en un país cualquiera, y en un pueblo gris. Mariona era una niña especial en un pueblo no muy normal. Aquella villa se regía por unas normas peculiares: estaban prohibidos los cuentos y los colores. Sin cuentos ni colores habían desaparecido la fantasía, la imaginación, el pensamiento y las ganas de conocer nuevos mundos. Ello explicaba que las calles estuvieran llenas de gente con caras largas y vestidos grises. Todo el mundo se vestía igual y se comportaba de la misma manera. No se podía alzar la voz, ni reír ni llorar. El miedo, la tristeza y el silencio habían acabado por ocuparlo todo. Todo el mundo vigilaba a los demás. Este control, silencioso e invisible, garantizaba la oscuridad en todas las calles, plazas y rincones. Tan triste era la vida en aquél pueblo que las flores, los únicos elementos de color que, en algún momento, se habían atrevido a visitar aquél lugar, decidieron no volver a asomarse nunca más por aquellas tierras. De eso ya hacía demasiado tiempo… 1 Sin embargo, Mariona había conseguido librarse del maleficio. Desde que nació fue una niña especial. Para empezar, sus cabellos, que escondía debajo de un sombrero, eran de color rojo. Tenía, además, una sonrisa enorme que transformaba en luz todo lo que había a su alrededor. Y para acabar, tenía una fantasía sin límites. Mariona era feliz en su mundo. Encerrada en su habitación, a escondidas, pasaba las horas disfrazándose delante del espejo, riendo y jugando con sus cabellos. Aquello tenía muy preocupados a sus padres, que pasaban día y noche pensando qué hacer para que nadie descubriera los extraños comportamientos de su hija. Aquella tarde, Mariona estaba especialmente contenta. Era miércoles, y como siempre, tenía en casa una visita muy especial, la abuela Delfina. Era una mujer estrafalaria, estrambótica y alocada, tal y como sus padres comentaban a menudo. Sin embargo, ella creía que era la mujer más guapa, interesante y afectuosa que había conocido en su vida. Además, ambas guardaban un gran secreto, que jamás nadie podría saber. Escondido debajo de la falda negra, la abuela siempre llevaba un libro: el Gran libro de los cuentos y los colores. Era un libro muy antiguo que perteneció a su familia y del que ya no quedaban más copias. 2 3 Cuando llegaba la abuela, Mariona ya tenía preparado el Rincón de los Sueños: tres cojines grandes encima de una alfombra, para que la abuela pudiera sentarse a leerle el cuento; un vaso de agua, una vela y un zapato viejo que colocaban detrás de la puerta para que nadie pudiera entrar y estorbarlas en aquél momento secreto y mágico. Sólo hacía falta abrir el Gran libro por alguna página, al azar, para empezar una nueva aventura. Mil sorpresas extraordinarias esperaban detrás de cada hoja. Aquellas tardes de miércoles habían llevado a Mariona y a su abuela a vivir mil vidas en distintos lugares del mundo… Un día eran dos piratas que navegaban por los mares en busca de islas imaginarias donde descubrir tesoros escondidos. Habían ahorrado unas cuantas monedas de oro. Otro día, encima de dos escobas, habían volado entre las nubes, lanzando hechizos por todas partes (¡Abracadabra!) y transformando en globos de colores y golosinas todo aquello que se encontraban por el camino. ¿Dónde se habían dejado la varita mágica? Una noche, incluso, habían conseguido colarse en una nave espacial que las había llevado a la luna. Mariona nunca olvidaría aquel viaje, ni cómo de bonita se veía la Tierra desde la torre más alta de la luna. Aún guardaba un cometa que se llevó escondido en el bolsillo, aunque no recordaba en cuál de sus cajitas lo había guardado. Una tarde, el libro las hizo viajar en el tiempo, millones de años atrás, y conocieron también a sus amigos dinosauros. Fue toda una aventura. Mariona aún recibía una postal de los dinos cada Navidad. 4 Una noche, cuando eran dos científicas muy reconocidas, habían conseguido encontrar, en su laboratorio, la vacuna que curaría todas las enfermedades del mundo. Desde entonces ninguno de sus muñecos había caído enfermo. También fueron princesas en palacios dorados, y bailaban con príncipes encantados… Pastorcillos del belén, pintoras florentinas del renacimiento, superhéroes de cómics, duendes del bosque, veterinarias del zoo, escaladoras culminando la cima del Everest, esquimales en el Polo Norte… No obstante, Mariona recordaba de forma especial aquella tarde, en la que el libro las había llevado a ser las protagonistas de un espectáculo de circo. Una carpa enorme de mil colores había aparecido en medio de la plaza del pueblo. Y allí, en medio de la pista, ella y su abuela fueron dos payasos estrafalarios que, entre tonterías y caídas, provocaban las carcajadas de miles de niños. En aquél momento Mariona decidió que de mayor quería ser payasa. ¿Por qué los niños y niñas que ella conocía no se reían nunca? ¿Y su madre? Un día, a medio cuento, de repente oyeron un ruido. Alguien intentaba abrir la puerta de la habitación. Tenían que recogerlo todo deprisa y corriendo. Nadie podía conocer su secreto. Mientras la abuela recogía el Rincón de los Sueños; cojines, alfombra y vela; Mariona se encargaba de hacer desaparecer el libro. Lo escondió en el balcón. Su madre entró instantes después, preguntándose el porqué del zapato detrás de la puerta. Guiñando el ojo, la abuela se despidió rápidamente de Mariona. El Gran libro quedó olvidado en el balcón. 5 6 De madrugada, empezó a soplar un fuerte viento de tormenta que arrastró el libro, lanzándolo por el cielo. Sus páginas, una a una, fueron desenganchándose, y como si hubieran cobrado vida, se esparcieron por todas partes. Habríais dicho que las hojas se movían siguiendo la melodía del viento, buscando llegar a los rincones más escondidos del pueblo. En pocos minutos el pueblo se quedó empapelado con los restos del Gran libro de los Cuentos y los Colores. Sus historias invadieron los sueños de la gente. Una lluvia de letras inundó el pueblo. El astronauta fue a parar a la torre de la iglesia. Un dinosaurio durmió en el corral entre gallinas y conejos. El pirata buscaba un tesoro en el huerto de Jaime. La bruja barría hojas en la plaza. Un científico investigaba el sabor del vino de la casa de Ramona. A la mañana siguiente, el sonido de una trompeta despertó a todo el pueblo. Un payaso de cabellos rojos lanzaba confeti de colores por todas las calles. A su paso todo volvía a la vida. Los balcones se llenaron de flores. De las casas salía música. El alcalde se reía con su mujer. La bibliotecaria salía de su escondrijo. Los niños cantaban en la escuela. Los pájaros bailaban en el cielo. Todo había cambiado, todo había vuelto. Letras y colores. Colores y letras. Bajo un árbol, la abuela Delfina lo observaba todo sonriendo, vestida de blanco y con un libro para leer. Consulta otros cuentos de la misma colección en la Web de la AMPA Escuela Brasil: www.ampaescolabrasilbarcelona.blogspot.com 7 Los cuentos de la abuela es un recopilación de cuentos que el Observatorio de la Infancia y la Adolescencia FAROS pone al alcance a través de su página web (www.faroshsjd.net) con el objetivo de fomentar la lectura y difundir valores y hábitos saludables en la población infantil. FAROS es un proyecto impulsado por el Hospital Sant Joan de Déu con el objetivo de promover la salud infantil y difundir conocimiento de calidad y actualidad en este ámbito.