FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES SEDE ACADÉMICA DE MÉXICO Maestría en Derechos Humanos y Democracia V (quinta) promoción 2012-2014 CAUSALES DE IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO QUE LIMITAN EL ACCESO EFECTIVO A LA JUSTICIA Tesis que para obtener el grado de Maestro en Derechos Humanos y Democracia Presenta: Jorge Cristóbal Arredondo Gallegos Directora de tesis: Jimena Ávalos Capín Seminario de tesis: “Protección Internacional de los Derechos Humanos” Línea de Investigación: “Estado, democracia y derechos humanos” México D.F., Mayo de 2014. Se agradece a la Suprema Corte de Justicia de la Nación el apoyo brindado para la realización de estos estudios. Índice Página Agradecimientos 4 Introducción 5 Capítulo I Conceptos generales El acceso efectivo a la justicia como derecho humano fundamental 1. Los derechos humanos___________________________________________ 1.1. Naturaleza jurídica y características ___________________ 8 9 9 2. El acceso efectivo a la justicia.______________________________ 11 2.1. Concepto.__________________________________________ 15 2.2. El acceso a la justicia como uno de los derechos humanos fundamentales. 23 2.3. Límites y alcances del acceso efectivo a la justicia.______________ 23 2.4. La garantía del debido proceso.____________________________ 25 Capítulo II Análisis de las causales de improcedencia del juicio de amparo y su relación con el acceso efectivo a la justicia El juicio de amparo como medio de control constitucional___________________ 1. La procedencia como presupuesto procesal del juicio de amparo_________ 38 42 2. Improcedencia 2.1. Concepto_______________________________________________ 45 2.2. Como presupuesto procesal__________________________________ 46 2.3. Causales de improcedencia__________________________________ 50 2.3.1. Clasificación en cuanto a su fuente_____________ 55 2.3.2. En cuanto a su naturaleza jurídica________________ 57 2.3.3. Actualización____________________________________ 58 2.3.4. Alcances (revisión oficiosa)________________________ 58 3. Causales de improcedencia que limitan el acceso efectivo a la justicia 59 2 Capítulo III Adecuación de las causas de improcedencia del juicio de amparo para lograr el acceso efectivo a la justicia. 1. Eliminación de ciertas causas de improcedencia del juicio de amparo 68 2. Ajustes necesarios a las causales que deban preservarse para la procedencia del juicio de amparo 88 3. Derecho de acceso a la justicia vs. Causales de improcedencia 94 4. Conclusiones 94 Bibliografía 99 3 AGRADECIMIENTOS Al gran arquitecto del universo, porque me permite estar aquí y ahora. Al amor que llena mi vida, mis padres, mis hijos, Mariana, Esmeralda y Rodrigo. A mi familia y amigos que apoyan mi crecimiento día con día. A esta institución que me ha permitido tener mayores conocimientos para aplicarlos en esta labor que desempeño y a la cual debo mi compromiso de impartir justicia. 4 INTRODUCCIÓN De la experiencia en la práctica judicial se ha advertido que el juicio de amparo, como medio de defensa constitucional-legal, se encuentra limitado por la actualización de diversas causas que afectan su procedencia; lo cual implica un obstáculo a la efectividad que dicho juicio necesita, y se traduce a su vez, en un limitación para el acceso a la justicia de manera efectiva ante los tribunales judiciales de amparo. En todo sistema jurídico se espera que los gobernados tengan las condiciones necesarias para su desarrollo armónico, puesto que es de interés general lograr una sana convivencia social con miras a llegar a la meta del progreso de la propia sociedad. Toda persona, entonces, cuando tiene problemas jurídicos trata de encontrar la solución óptima a sus intereses y, por ende, necesita de la existencia de un recurso o medio legal de defensa ordinario o extraordinario, que sea sencillo y efectivo, mediante el cual pueda solucionarlo, sin importar si obtiene la satisfacción de su pretensión. Esto es así, puesto que lo que desea es que se le escuche y que se le explique si le asiste o no razón en su pretensión. Para cumplir con tales objetivos, toda sociedad construye estructuras jurídicas, entre las cuales se encuentran los diversos procedimientos seguidos ante las autoridades judiciales o aquellos que se siguen en forma de juicio ante una autoridad administrativa o diversa de la judicial, mediante los cuales los gobernados pueden hacer valer sus derechos, ya sea para que les sean constituidos, modificados o restringidos. Por medio de dichos procedimientos, los gobernados pueden instar para hacer que les sean respetados sus derechos por parte de cualquier autoridad, como es el caso del juicio de amparo o los juicios contencioso administrativos. Para que los referidos procedimientos cumplan con la razón por la cual fueron creados, deben ser idóneos para solucionar los problemas jurídicos que se presenten y además eficaces para que se logre un acceso efectivo a la justicia. Ahora, si el juicio de amparo en México constituye un instrumento mediante el cual el sistema jurídico hace frente a la violación de los derechos humanos deducidos de actos abusivos de la autoridad, entonces, es necesario que sea sencillo y fácil de acceder por los 5 gobernados y, además, que sea un instrumento efectivo para obtener la justicia que el interesado desea.1 Esto, por razón de que es por medio de dicho juicio que se logra la restitución del goce de los derechos humanos que hayan sido violados por la autoridad, al ejecutar o tratar de ejecutar un acto propio de sus atribuciones o fuera de éstas, pero llevado a cabo en ejercicio de sus funciones o con motivo de ellas. Por ende, el juicio de amparo, debe constituirse en una herramienta jurídico-procesal que genere certidumbre en la atención de los problemas jurídicos que aquejan a los justiciables, lo que sólo se logra permitiendo un acceso al aparato de justicia que sea efectivo. De esta forma dicho juicio debe resultar procedente para que genere la posibilidad de llegar a su objetivo: dirimir controversias, en las que se cuestiona la constitucionalidad de leyes o actos de autoridad. Por ello, si no se logra esa pretensión social, dicho juicio resultará infructuoso y en consecuencia no cumplirá con su función social. Esa efectividad desde luego, se encuentra en la posibilidad de atender los problemas jurídicos de variada índole sujetos al examen de su constitucionalidad; ya que de otra manera, si se limita el acceso al juicio de amparo, quedarían sin ser atendidos, lo cual se traduciría en una denegación de justicia, pues lo que reclama el interesado requiere de respuesta, positiva o negativa a sus intereses, pero sin que le sea limitado su acceso efectivo a la justicia. Sin embargo, aunque el juicio de amparo sea considerado como un recurso efectivo por medio del cual pueda reclamarse la violación a los derechos humanos, es preciso señalar que se encuentra limitado por diversas causas que afectan su procedencia, mismas que pueden llegar a implicar obstáculos en la efectividad de dicho juicio, además de representar un límite para el acceso efectivo a la justicia ante los tribunales judiciales de amparo. Así pues, si la procedencia del juicio de amparo debe ser eficaz para que cumpla con el objetivo para el cual fue creado (control de la constitucionalidad contra abusos del poder e incorrección de la aplicación de las disposiciones jurídicas fundamentales) y, si su improcedencia limita el acceso a la justicia, entonces, las causas que impiden la procedencia 1 Lo citado no implica que el juicio de amparo en México actualmente no sea efectivo, sino por el contrario, lo que se pretende destacar es que dicho medio de control constitucional debe ser cada día mejor en aras de una impartición de justicia más eficaz y funcional. 6 del juicio de amparo deben ser tales, que permitan que se cumpla con la función social y el derecho humano al acceso efectivo a la justicia, sin limitar ni uno ni otro de dichos fines. Por ello, en este trabajo se pondrá en evidencia que, para que el juicio de amparo resulte ser una herramienta procesal eficaz, es necesario que se eliminen diversas causales de improcedencia y sólo se preserven aquellas que sean estrictamente conducentes, esto con la finalidad que el juicio de amparo no sea infructuoso y cumpla con los dos fines señalados. Así, en el primer capítulo se realizará una breve exposición conceptual general y elemental de lo que son los derechos humanos, predominantemente en el acceso efectivo a la justicia, como derecho humano, así como los criterios y elementos que lo conforman para garantizar su ejercicio. En el segundo capítulo se abordarán cuestiones relativas a la improcedencia, tales como su concepto, los tipos de improcedencia, la razón de ser de cada una de ellas, así como su trascendencia en el ámbito jurídico si se actualiza alguna. En el tercer capítulo, se pondrá en evidencia que algunas de las causales de improcedencia en el juicio de amparo en México, constituyen un límite al acceso efectivo a la justicia conforme con los estándares internacionales sobre el tema; de ahí, la necesidad de que en el juicio en cita, sólo se preserven las causas estrictamente conducentes que impidan su procedencia, resaltando las razones por las cuales algunas otras causales deben eliminarse del juicio de amparo al constituirse en trabas o impedimentos para acceder a la justicia, además de que hacen del juicio de amparo un recurso ineficaz. 7 CAPÍTULO I CONCEPTOS GENERALES El acceso efectivo a la justicia como derecho humano fundamental 1. Los derechos humanos. Desde hace siglos se reconoce la existencia de ciertas prerrogativas o derechos, con diversas denominaciones, que constituyen un conjunto de atributos y facultades del hombre. Estos emanan de su sola condición de tal, son inherentes a su naturaleza humana y poseen un carácter universal, es decir, se admiten sin distinción de sexo, edad, nacionalidad, condición social o económica; por ejemplo, el derecho a la vida, a la autodeterminación, el derecho al trabajo, a la educación. Para algunos estudiosos, los arriba mencionados son atributos de la persona humana por el sólo hecho de serlo, mientras que otros opinan que son otorgados por el Estado. Sin embargo, sea cual fuere el origen de los derechos humanos, lo cierto es que pueden ser exigibles, es decir, son derechos oponibles al Estado, lo que representa que él es quien se encuentra obligado no sólo a respetarlos, sino a establecer las medidas, acciones positivas, programas o planes de gobierno, necesarios para garantizar su respeto y su ejercicio efectivo por parte de los gobernados, para así tener un libre, equitativo y justo desenvolvimiento en todo aquello que le permita realizarse como un ser humano que vive en sociedad. Ahora bien, los derechos humanos no representan cualquier tipo de pretensión, sino aquellas que son constitutivas de los bienes primarios socialmente reconocidos como elementos básicos de la dignidad humana. De ahí que se pueda afirmar, que los derechos humanos son: un conjunto de valores sociales relevantes; universalmente aceptados; oponibles al Estado; que el Estado garantiza o debe garantizar su protección, desde luego y en principio, por medio de las leyes establecidas al efecto; y 8 su razón de ser implica que los individuos estén en posibilidad de desarrollarse (en el mejor de los casos a plenitud), en sus ámbitos personal, social, material y espiritual, para alcanzar su estado de dignidad.2 Ahora bien, como ya se señaló, la especial naturaleza que tienen los derechos humanos, hace que sus características puedan ser difíciles de definir o de concebir, lo cual es consecuencia de que el concepto “derechos humanos” tiene interrelación con diversos aspectos sociales y jurídicos. No obstante, a continuación trataré de exponer una idea elemental o básica al respecto. 1.1. Naturaleza jurídica y característica En la actualidad, la discusión que gira alrededor de la naturaleza de los derechos humanos tiene que ver con dos doctrinas, que de acuerdo con su manera de concebirlos suelen clasificarse en: la iusnaturalista y la iuspositivista. De ahí, que ha sido difícil de definir de manera absoluta y universalmente aceptada alguna teoría respecto de la naturaleza jurídica y su origen de los derechos humanos. En efecto, en la actualidad, ni la doctrina, ni los tribunales se han puesto de acuerdo en forma unánime respecto de cuál teoría es la adecuada, pues hay quienes piensan que los derechos humanos tienen un origen netamente iusnaturalista, mientras que otros opinan que el Estado no solamente los reconoce, sino que es él mismo quien los otorga. De acuerdo con la doctrina iusnaturalista, esa clase de derechos son “entregados” o dados por el solo hecho de ser humanos, es decir por naturaleza propia del ser, dado que posee diversos atributos, de ahí que el Estado no debe de otorgarlos, sino sólo de reconocerlos. Por el contrario, en la doctrina positivista, se argumenta que los derechos humanos no existen en tanto el Estado los reconozca, es decir no son reconocidos por el único hecho de ser humanos, ni son derechos hasta en tanto no los otorgue así el Estado. 2 Esta aseveración se expresa con las salvedades opinables sobre el tema, lo cual no es materia de análisis en el presente trabajo. Cf. Etienne Llano, Alejandro (1987, p. 19) refiere que, “los derechos humanos son un conjunto de principios, aceptados universalmente, reconocidos y garantizados jurídicamente, orientados a asegurar la dignidad de los seres humanos como personas, en su dimensión individual y social, materia y espiritual.” Por otro lado la dignidad la entendemos, en tanto que el hombre es digno cuando no se encuentra sometido de manera irracional a las condiciones que otros le imponen. De manera tal que al ser libre e independiente su actuar, ello conduce necesariamente a su desarrollo integral. Según el diccionario de filosofía del ITAM (1995), la palabra dignidad es abstracta y significa “calidad de digno”, que se traduce como valioso. 9 No obstante lo descrito, su naturaleza es inherente a la condición de ser y a la dignidad de las personas, puesto que, sea cual fuese la teoría que se asuma respecto a los derechos humanos, es innegable que tales prerrogativas o atributos corresponden a los seres humanos por el hecho de ser personas y de vivir en sociedad en conjunción con otros seres humanos, y que todos deben preservar un orden con base en el respeto a los derechos que les asisten y al cumplimiento de sus obligaciones, por ser valioso para la sociedad el mantener un estado de cosas que permita una sana convivencia con miras al progreso social. Su origen se encuentra más allá del Estado o las leyes, decretos o títulos, está en la propia naturaleza de la persona humana (Moheno Verduzco y Martínez González; 2001; p. 19). De esta forma, la moralidad de los derechos nos lleva necesariamente a la idea de dignidad humana, a los grandes valores de libertad, igualdad, seguridad y solidaridad (Serrano y Vázquez; 2012; p. 139), de donde es posible inferir que lo importante es el destinatario y a la vez titular de tales derechos, porque lo valioso está en el hecho de ser persona y no sólo esta cualidad, sino que además debe ser digna su estancia en este mundo. La postura que adopto es la de centro, es decir, comparto que es verdad que los derechos humanos nacen con la persona, pero también que para poder ser exigidos, los Estados de manera individual o colectiva, deben reconocerlos en la legislación doméstica o deducible del ámbito internacional. De tal forma que, los derechos son de los humanos por el sólo hecho de ser eso, humanos, pero también, por otro lado, no pueden ser oponibles a terceros (Estados) si el derecho positivo no los reconoce. Ahora bien, más que la definición de la naturaleza jurídica de los derechos humanos, lo que interesa es que existen derechos, principios, o prerrogativas que deben ser respetados y garantizados por las autoridades estatales para el logro de dos puntos de importancia relevante para toda sociedad: la sana convivencia y el progreso social. De esta forma se puede señalar que tales derechos son los mínimos sociales necesarios para la subsistencia del ser humano; a la vez, son prerrogativas básicas para la sana convivencia social, y el logro del progreso de ésta. Ello es así, en tanto que sin ellos no podría concebirse la posibilidad de la preservación de la raza humana, puesto que para poder convivir entre un grupo de personas, resulta necesario establecer ciertas condiciones preciadas para el grupo social, que a la postre constituyen valores del propio grupo, los que se traducen en principios y éstos 10 finalmente en reglas sociales de convivencia (Moheno Verduzco y Martínez González; 2001, p.9). 2. El acceso efectivo a la justicia. Lo anteriormente expuesto me lleva a concluir que, para la preservación de los valores sociales que subyacen en los derechos humanos, resulta necesario contar con instrumentos jurídicos, en general y de diversa índole en lo particular, que sirvan como medios que permitan hacer respetar esos derechos de los que son titulares las personas, y que éstos a su vez puedan gozar de sus beneficios. Todo eso se logra con sistemas de justicia y la posibilidad de su acceso efectivo, no sólo aparente. El acceso a la justicia, entonces, al ser uno de los derechos humanos relevantes, participa de las mismas cualidades que la doctrina le ha dado, como son: la universalidad; interdependencia; indivisibilidad y la progresividad. Cualidades que los distinguen de otros derechos y que permiten su efectividad, pues de no ser así, sería poco fácil su concepción y aplicabilidad, es decir, no basta con sólo integrar a los derechos humanos en leyes fundamentales, sino que además se requiere que éstos sean impregnados de cierta obligatoriedad para que puedan hacerse efectivos en caso de que no sean respetados por las autoridades representantes del Estado, o por particulares que actúan en representación de éste. Esto es así, en tanto que, para que las personas puedan gozar de un acceso efectivo a la justicia, se requiere que este derecho humano posea la cualidad de la universalidad. Esto es, que para que el aparato de justicia sea efectivo, necesita permitir que todos los individuos que son sujetos de tales derechos estén en posibilidad de exigir su respeto, o la constitución de otros derechos, o bien, su modificación, sin importar la raza, el sexo, la cultura o la religión que tengan; tampoco la nacionalidad o el lugar en que vivan. Cada persona tiene la misma dignidad y nadie puede estar excluido o discriminado de la posibilidad de un acceso efectivo a la justicia: como de alguna manera lo refiere la profesora Sandra Serano (2010), al decir, que “La universalidad de los derechos humanos […] está estrechamente vinculada al principio de igualdad y no discriminación que transversaliza a todo el corpus juris, pero en una escala distinta”. 11 La indivisibilidad, opera en el acceso efectivo a la justicia, en la medida en que no posee una cualidad de una jerarquía respecto de otros derechos humanos, de tal forma que se debe destacar el uso del término “derechos humanos”, sin distinguir entre conjuntos, la necesaria relación entre los derechos, la defensa de su unidad bajo la idea central de abatir cualquier lógica de jerarquización. Esto no quiere decir, que el acceso efectivo a la justicia no sea relevante, pero su relevancia no implica de manera alguna una jerarquización, sino que su importancia y trascendencia radican en el hecho de que abre la posibilidad de que el sistema jurídico participe en la solución de conflictos que le aquejan a las personas, puesto que es por medio de este derecho humano que las personas pueden hacer valer sus derechos, ya que de lo contrario, se viviría en un sistema absolutista y no en un estado de derecho. En cuanto a la interdependencia, el acceso efectivo a la justicia tiene interconexión con otros derechos humanos, como el de la libertad, la igualdad y no discriminación, el del respeto a un medio ambiente sano, etcétera, es decir, tales derechos al ser indivisibles, no pueden ser violados de manera aislada. Es difícil pensar en tener una vida digna si no disfrutamos de todos los derechos. Violar cualquiera de ellos es atentar contra la dignidad humana que se fundamenta en la igualdad y la libertad, tal como lo establece el artículo 1° de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “los derechos humanos son interdependientes en tanto establecen relaciones recíprocas entre ellos, y son indivisibles en la medida en que no deben tomarse como elementos aislados o separados, sino como un conjunto” (apud Serrano, Sandra y Vázquez, Daniel; 2012; p. 152). Al respecto, Moheno Verduzco y Martínez González, por su parte, destacan (2001; pp. 22-23): Los derechos humanos son indivisibles, interdependientes, complementarios y no jerarquizables. Los derechos humanos están relacionados entre sí. Es decir, no podemos hacer ninguna separación ni pensar que unos son más importantes que otros; el respeto y el disfrute de ciertos derechos humanos y libertades fundamentales no puede justificar la denegación de otros derechos y libertades fundamentales. La negación de algún derecho en particular significa poner en peligro la dignidad de la persona, por lo que el disfrute de algún derecho no puede hacerse en perjuicio de los demás derechos. Es así, que no podemos disfrutar plenamente de nuestro derecho a la educación si no estamos bien alimentados o si carecemos de una vivienda adecuada. Ahora bien, además de las características antes descritas, es de gran importancia señalar que el acceso a la justicia, como los demás derechos humanos, debe estar dotado de progresividad, es decir, que debe ir a la par del progreso social, cultural y económico; de 12 manera tal, que no podría concebirse sin la posibilidad de su evolución; pues con independencia de que los derechos humanos sean mínimos básicos, deben marchar paralelamente al desarrollo de las comunidades para su efectiva protección y aplicabilidad. Como puede apreciarse, el principio de progresividad de los derechos humanos conlleva ir hacia adelante, ir a la par del progreso social, cultural, económico y político, de manera tal que sólo se entiende este principio referente a los derechos humanos si se aprecia hacia adelante, nunca hacia atrás. De ahí, que dicho principio debe ser tomado en cuenta con la correlativa prohibición de la regresividad, como lo refieren los profesores Serrano y Vázquez (2012; p.163). De esta manera, es criterio más o menos generalizado, que la no regresividad y el principio de progresividad están directamente relacionados con el estándar del máximo uso de recursos disponibles. Este uso máximo deberá atender también a las necesidades concretas del lugar y de la población, y comprende no sólo los recursos económicos, sino también los tecnológicos, institucionales y humanos; todo lo cual, desde luego, es aplicable al acceso efectivo a la justicia. Ahora bien, si se habla de que los derechos humanos son derechos mínimos, es inconcuso que se tiene que hablar de obligaciones mínimas correlativas, así pues, al abordar el tema de los derechos humanos, los individuos titulares de los mismos son todos los seres humanos dada su universalidad, de esta manera, quien tiene la obligación de generar su protección es el Estado. Como se desprende del texto del artículo 1° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: “Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley”. Cuando se cometen violaciones a los derechos humanos es incuestionable que deben de existir mecanismos adecuados de acceso a la justicia; tal como señala la Comisión Interamericana de Derechos Humanos: El derecho internacional de los derechos humanos ha desarrollado estándares sobre el derecho a contar con recursos judiciales y de otra índole que resulten idóneos y efectivos para reclamar por la vulneración de los derechos fundamentales. En tal 13 sentido, la obligación de los Estados no es sólo negativa --de no impedir el acceso a esos recursos-- sino fundamentalmente positiva, de organizar el aparato institucional de modo que todos los individuos puedan acceder a esos recursos, para lo cual los Estados deben remover los obstáculos normativos, sociales o económicos que impiden o limitan la posibilidad de acceso a la justicia (Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2007; p. 7). Para poder hablar de un acceso efectivo a la justicia se deben garantizar cuestiones mínimas, entre las que se destacan como disponibilidad de la defensa pública gratuita para las personas sin recursos y los costos del proceso, resultan asuntos de inestimable valor instrumental para la exigibilidad de los derechos económicos, sociales y culturales. […] Un primer aspecto en relación con los alcances del derecho a acceder a la justicia está dado por los obstáculos económicos o financieros en el acceso a los tribunales, y por el alcance de la obligación positiva del Estado de remover esos obstáculos para garantizar un efectivo derecho a ser oído por un tribunal] (Comisión Interamericana de Derechos Humanos; 2007; p. 7). Esto, en razón de que encontramos que uno de los principales obstáculos para acceder a la justicia son los recursos económicos, esto se refleja en situaciones de desigualdad, de distintas clases, así pues, por lo que hace a las cuestiones económicas, las políticas que apuntan a garantizar servicios jurídicos a personas carentes de recursos actúan como mecanismos para compensar situaciones de desigualdad material que afectan la defensa eficaz de los propios intereses. La Comisión Interamericana destaca, que el Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH) ha reconocido el rol esencial que le compete a la realización del derecho de acceder a la justicia en la garantía de los derechos fundamentales en general y de los derechos sociales en particular, y ha fijado una serie de estándares con impacto en el funcionamiento de los sistemas judiciales en la región. (cf. Comisión Interamericana de Derechos Humanos; 2007; p. 9). Los aspectos que debe prever el Estado en el tema de acceso a la justicia son: A. La obligación de proveer servicios de asistencia jurídica gratuita. B. Los costos del proceso, la localización de los tribunales y el derecho a acceder a la justicia C. Situaciones de exclusión sistemática del acceso a la justicia 14 Además, la Comisión expresa que un acceso efectivo a la justicia es aquel en el que: Se promoverán las condiciones necesarias para que la tutela judicial de los derechos reconocidos por el ordenamiento sea efectiva, adoptando aquellas medidas que mejor se adapten a cada condición de vulnerabilidad. Se promoverán actuaciones destinadas a proporcionar información básica sobre sus derechos, así como los procedimientos y requisitos para garantizar un efectivo acceso a la justicia de las personas en condición de vulnerabilidad. Se incentivará la participación de funcionarios y operadores del sistema de justicia en la labor de diseño, divulgación y capacitación de una cultura cívica jurídica, en especial de aquellas personas que colaboran con la administración de justicia en zonas rurales y en áreas desfavorecidas de las grandes ciudades. (Reglas de Brasilia; 2008; p. 10) En nuestro país, el acceso efectivo a la justicia se gestó desde la creación de la primera Constitución, en la que se consideró primordial contar con el derecho de acceso a la justicia, así pues en el artículo 18 del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana del 31 de enero de 1824 se expresaba: “Todo hombre que habite en el territorio de la federación, tiene derecho a que se le administre pronta, completa e imparcialmente justicia”; dando origen al contenido fundamental del actual párrafo segundo del artículo 17 constitucional. (Ovalle Favela, José; 2007; p. 148) 2.1. Concepto. En la época moderna se ha pugnado por la igualdad de todo ser humano, independientemente de su religión, preferencia sexual, raza, etcétera. De esta manera, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2007), expuso lo siguiente: El derecho de acceso a la justicia ha sido reconocido por el constitucionalismo moderno como parte integrante del catálogo de derechos fundamentales. Todo estado de derecho democrático que se precie de tal, debe ofrecer a sus ciudadanos un sistema capaz de procesar y resolver los conflictos de relevancia jurídica que se susciten entre ellos o entre éstos y el Estado. En cuanto tal, este derecho busca asegurar a las personas que han visto amenazados o vulnerados sus derechos una vía expedita de protección judicial, con la intención de garantizar el pleno ejercicio de los derechos de que son portadores. La importancia del acceso a la justicia reside en su capacidad de constituirse en la ‘puerta de entrada’ al sistema de tutela judicial y de resolución de conflictos. Sin la aplicación efectiva del derecho de acceso a la justicia, la exigibilidad del resto de los derechos consagrados en la constitución y en las leyes pierde toda viabilidad. El acceso a la justicia se yergue, entonces, como un derecho fundamental de primera 15 importancia en todo sistema de administración de justicia democrático (“Informe anual sobre derechos humanos en Chile 2007”; Acceso a la justicia, p.6). El concepto del derecho a un efectivo acceso a la justicia es complejo, porque involucra diversos aspectos y cuestiones, pues se deben tomar en cuenta los costos, los órganos competentes, el personal capacitado, los insumos materiales, etcétera, como dice Margaret Popkin, citada por Castilla Juárez (2012; p. 22): El acceso a la justicia es un amplio concepto que se refiere a los derechos de todos los ciudadanos –sin distinción de raza o grupo étnico, género, posición económica, edad y discapacidad—para poder acceder a los mecanismos de resolución de conflictos y el reconocimiento de sus derechos a través de decisiones legalmente vinculantes, a un costo, en un periodo de tiempo y a una distancia razonables, en un idioma que puedan entender, y sin obstáculos burocráticos. Birgin Kohen señala que el acceso a la justicia es un derecho fundamental ya que “cuando otros derechos son violados, constituyen la vía para reclamar su cumplimiento ante los tribunales y garantizar la igualdad ante la ley” (Birgin y Kohen, 2005, p. 15). En nuestro país el acceso a la justicia se encuentra contenido básicamente en el artículo 17 constitucional, al disponer: Artículo 17. Ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho. Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus resoluciones de manera pronta, completa e imparcial. Su servicio será gratuito, quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales. El Congreso de la Unión expedirá las leyes que regulen las acciones colectivas. Tales leyes determinarán las materias de aplicación, los procedimientos judiciales y los mecanismos de reparación del daño. Los jueces federales conocerán de forma exclusiva sobre estos procedimientos y mecanismos. Las leyes preverán mecanismos alternativos de solución de controversias. En la materia penal regularán su aplicación, asegurarán la reparación del daño y establecerán los casos en los que se requerirá supervisión judicial. Las sentencias que pongan fin a los procedimientos orales deberán ser explicadas en audiencia pública previa citación de las partes. Las leyes federales y locales establecerán los medios necesarios para que se garantice la independencia de los tribunales y la plena ejecución de sus resoluciones. La Federación, los Estados y el Distrito Federal garantizarán la existencia de un servicio de defensoría pública de calidad para la población y asegurarán las condiciones para un servicio profesional de carrera para los defensores. Las percepciones de los defensores no podrán ser inferiores a las que correspondan a los agentes del Ministerio Público. Nadie puede ser aprisionado por deudas de carácter puramente civil. 16 Del contenido de la citada disposición se desprenden las reglas básicas que determinan la manera de acceder a la impartición de justicia, de donde se infiere que sólo ante juzgados y tribunales imparciales puede hacerse valer la violación a derechos de los que es titular alguna persona, así como que esto deberá de realizarse dentro los plazos y términos establecidos en la ley, es decir, de manera pronta y expedita; con lo cual se garantiza de alguna manera, el derecho al acceso efectivo a la justicia. Ahora bien, dicha garantía no tiene su único fundamento en nuestra Carta Magna, pues el acceso a la justicia tiene también raíces internacionales, como se desprende de dos instrumentos de aplicación obligatoria para nuestro país, por haberlos ratificado el Senado de la República, los cuales son: a) el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; y, b) la Convención Americana sobre Derechos Humanos. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en su artículo 14 dispone lo siguiente: Todas las personas son iguales ante los tribunales y cortes de justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido por la ley, en la substanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la determinación de sus derechos u obligaciones de carácter civil. Al respecto, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en sus artículos 8.1 y 25.1, señala que tratándose de acceso a la justicia deben ser interpretados de manera conjunta los artículos en cita, establecen: Artículo 8.1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter. […] Artículo 25. 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales. 17 Así pues, el acceso a la justicia es uno de los derechos humanos cuya relevancia radica en la posibilidad que tienen las personas humanas para defender sus derechos ante órganos jurisdiccionales previamente establecidos en contra de cualquier particular incluyendo al Estado y sus autoridades y, hacerlos respetar incluso, contra abusos de la autoridad. Derecho humano que se encuentra garantizado por las leyes que regulan los juicios o procedimientos que deben ser seguidos para dirimir las controversias. En nuestro país, el acceso a la justicia involucra tanto a los órganos que integran al Poder Judicial de la Federación,3 como a los de los poderes judiciales locales y los de conciliación, de donde emana el criterio básico referente a la tutela judicial; pero de manera especial, incluyendo en este concepto al Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo, cuando llevan procedimientos administrativos seguidos en forma de juicio4. Es criterio generalizado que el derecho al acceso a la justicia constituye uno de los elementos que integran el derecho más amplio que es el relativo a la tutela jurisdiccional. La Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el amparo directo en revisión 1670/2003 sostuvo que el artículo 17 de la Constitución mexicana contemplaba cinco garantías. Una de ellas, el derecho a la “tutela jurisdiccional”, que definió como el derecho público subjetivo que toda persona tiene, dentro de los plazos y términos que fijen las leyes, para acceder de manera expedita -esto es, sin obstáculos- a tribunales independientes e imparciales, a plantear una pretensión o defenderse de ella, con el fin de que a través de un proceso en el que se respeten ciertas formalidades, se decida sobre la pretensión o la defensa y, en su caso, se ejecute esa decisión. Por eso, no obstante que ese trata de un derecho fundamental, debe puntualizarse que “el derecho a la tutela jurisdiccional” es de tipo genérico y que, a su vez, se integra por tres derechos: el acceso a la justicia, el debido proceso y la eficacia de la sentencia o decisión (González, 1989, pp. 43 y 44, y Ovalle, 2007, pp. 152 y 153). Por lo tanto, el “acceso a la justicia” es sólo uno de los aspectos de la “tutela jurisdiccional”. 3 Suprema Corte de Justicia de la Nación, Tribunal Federal Electoral, Juzgados de Distrito, Tribunales Unitarios y Colegiados de Circuito, básicamente. 4 Además, dentro de este criterio se encuentra la posibilidad de la intervención de diversas autoridades públicas quienes, aunque no desempeñen funciones materialmente jurisdiccionales, sino netamente administrativas, pues resulta que deben respetar ese derecho humano fundamental de acceso a la justicia, por contenerse en este concepto a los planes y programas políticos de gobierno, referentes a beneficios o tutela de grupos sociales vulnerables como son, los niños, las mujeres, los de la tercera edad, los incapaces, indígenas, etcétera. 18 Ahora, el acceso a la justicia es un concepto abstracto, que tiene una serie de elementos que lo integran y que consisten en lo siguiente (FLACSO; Guía de estudio de la materia Acceso a la Justicia; 2014): a) Justicia pronta (plazo razonable). Relativa a los plazos y términos conforme a los cuales debe ajustarse la administración de justicia, debiendo constituirse mecanismos expeditos, eficaces y confiables en la impartición de justicia, lo que representa que se hagan las cuestiones jurídicas, una resolución por ejemplo, no sólo en determinados plazos, sino con razonamiento lógico jurídico. Este elemento del acceso a la justicia brinda seguridad jurídica al gobernado, ya que tiene la certeza de qué periodo de tiempo deberá resolverse su situación jurídica. El Sistema Interamericano de Derechos Humanos contempla lo que es “plazo razonable” en sus artículos 8.1, 7.5 y 25.1, además de haberse pronunciado al respecto en algunas de sus sentencias (caso Yvone Neptune, Apitz Barbera, y otros). Los plazos para la promoción de la demanda de amparo es una cuestión que también impide el acceso a la justicia, es así pues que en la Ley de Amparo no se encuentran justificados los plazos, pues se ha señalado que para determinar la razonabilidad del plazo se debe tomar en cuenta: 1. La complejidad del asunto; 2. La actividad procesal del interesado; 3. La conducta de las autoridades judiciales; y otros, como pueden ser la materia objeto de la controversia. La regla general que debe contemplar la determinación del plazo razonable es la duración total del proceso, a partir de la primera vez que se excita el aparato de justicia federal o estatal; b) Justicia completa. Elemento que refiere a la capacidad en que los tribunales y juzgados encargados de conocer los asuntos que se sometan a su jurisdicción, se debe garantizar a los gobernados resoluciones fundadas motivadas, además de estar dotadas de argumentos jurídicos bastantes para que las o los jueces y magistrados sustenten y sostengan la determinación judicial a la cual arribaron una vez estudiada la Litis que se ha sometido a su determinación. Tiene relación además con la congruencia y la exhaustividad con que los que imparten justicia se conducen para resolver el asunto sometido a su criterio jurisdiccional. 19 Sin embargo el elemento que hace referencia a la justicia completa aun no encuentra fundamento en las instancias internacionales, pues aún no se han pronunciado y no existe precedente al respecto, por lo que se puede decir que es un elemento domestico del acceso a la justicia; c) Justicia imparcial. La imparcialidad se relaciona muy estrechamente con la independencia judicial, y con la justicia completa, lo cual se debe a que la imparcialidad refiere al papel neutral del juzgador en la litis que sea sometida a su jurisdicción, es decir, que la decisión a la que haya arribado para dar solución a un conflicto jurídico sea puramente jurídica, sin dejarse influir por cuestiones personales, de religión, de creencia, de género, entre otras. Además tiene que ver con una cuestión de trato igual a las partes, dar trato igual, jurídicamente hablando, tanto a la víctima como al inculpado, respetando y garantizando en todo momento los derechos con los que cuentan. Tiene que ver con la emisión de resoluciones que plasmen la decisión judicial a la que el juzgador, por medio de razonamientos lógico jurídicos, arribó, haciendo a un lado su opinión como ciudadano, padre de familia, hijo, etcétera, sin perder de vista en ningún momento la objetividad con la que debe conducirse en su cargo. Al respecto, la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se ha pronunciado en el sentido de que la imparcialidad tiene dos aspectos: uno subjetivo y otro objetivo. El primero refiere a cuestiones personales que debe evitar a toda costa el juez al momento de conocer de un asunto, tales como cuestiones de amistad con alguna de las partes o consanguíneas, por mencionar dos ejemplos. Por cuanto hace al aspecto objetivo, se refiere a la exhaustividad jurídica con que se conduzca el juzgador a la hora de dar solución al conflicto ante el planteado, esto quiere decir, el empeño y los medios, así como los conocimientos jurídicos de que el juez se haga llegar para tomar la decisión más justa y apegada a derechos. d) Justicia gratuita. El elemento de la gratuidad refiere a que la justicia es gratis, es decir cualquiera puede acceder a ella sin necesidad de exhibir un pago, dadiva o gratificaciones de cualquier tipo. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dispone que la impartición de justicia es gratis y se prohíben las costas judiciales, todo el aparato de justicia es costeado por el Estado. 20 La Convención Americana sobre Derechos Humanos en ninguna parte de su texto hace referencia a que la justicia deba ser gratuita, no obstante, existe un precedente de la Corte Interamericana (caso Cantos vs. Argentina), que estableció el criterio de que las “tasas judiciales” (equivalente al tres por ciento del valor total de la litis) viola el derecho de acceso a la justicia contenido en el artículo 8.1 de la referida convención. La corte también aprecio, en dicho caso, que el objeto o la satisfacción del derecho de acceso a la justicia no representa únicamente el hecho de que se pronuncie una sentencia definitiva dentro de un juicio, sino también el poder excitar el aparato jurisdiccional sin el temor de que no se le imparta una adecuada justicia a menos que por medio vaya sumas desproporcionadas de dinero, o que, por el hecho de ser una persona de escasos recursos económicos, no puedan tener acceso a la justicia. En otras palabras, el garantizar éste derecho no debe depender de las “inversiones” que las partes hagan en ella, pues la justicia debe concebirse siempre como una balanza que no se debe inclinar a un lado u otro con motivo distinto del razonamiento lógico jurídico y con apego a las leyes y al derecho. e) Independencia judicial. El presente elemento tiene que ver con la libertad del juzgador para emitir fallos sin tener que quedar bien con nada ni con nadie, únicamente con el compromiso al esclarecimiento de los hechos, el apego al derecho y a lo justo. Los impartidores de justicia que tiene seguridad en su cargo y que han llegado hasta ahí por carrera judicial, que no deben su cargo a nadie ni a nada más que a su esfuerzo, dedicación y buena reputación, son aquellos que cuentan con independencia judicial. La Corte Interamericana de Derechos Humanos se ha pronunciado respecto de la libertad judicial en diversas resoluciones, pero existen dos sentencias que se emitieron en el 2008 y 2009 (caso Apitz y Reverón Trujillo, respectivamente), en los cuales Venezuela resulto responsable, mismas que coinciden en que la libertad judicial tiene que ver, entre otras cosas, con la seguridad que tiene el juez en su cargo, es decir, los jueces “provisionales”, en la mayoría de los casos, no cuentan con 21 independencia judicial, pues su criterio judicial obedece a de aquellas personas a las que les corresponde decidir sobre su permanencia en el cargo, además de la existencia de servicio profesional de carrera o de la carrera judicial, en el caso de nuestro país. De tal forma que el presente elemento tiene que ver con aquellos servidores públicos que a la hora de estudiar el caso y llegar a una decisión, tienen la libertad de decidir por sí mismos, sin elementos endógenos o exógenos diversos a los que se platean en la litis; y, f) Efectividad de los recursos. Es pertinente hacer mayor abundamiento en el presente elemento, puesto que, la presente investigación versa respecto de si el amparo, por lo que hace a las causales de improcedencia, es un recurso efectivo de acceso a la justicia, o si determinadas causales limitan ese acceso y, por lo tanto, hacen del amparo un recurso parcialmente ineficaz. Pues bien, la Corte Interamericana de Derechos Humanos se ha pronunciado al respeto, en el sentido de que la existencia de un recurso eficaz es aquel que no restringe el acceso a la justicia. Así pues, es responsabilidad de los estados parte la creación e implementación, de manera adecuada, de recursos jurídicos que garanticen la eficacia para la defensa de los derechos. Ahora bien, el criterio de la Corte está definido en el sentido de que no basta con que la ley contemple o disponga un recurso en virtud del cual se puedan reclamar los derechos violados, sino que dicho recurso pueda ser exigido y se lleve a la práctica adecuadamente, además de ser de fácil acceso. Aunado a esto, el recurso debe garantizar que en dicha vía se acceda a la reparación del daño, así como a medidas cautelares idóneas. 2.2. El acceso a la justicia como uno de los derechos humanos fundamentales. Como se ha expuesto, el acceso a la justicia es uno de los derechos humanos relevantes puesto que sólo así las personas pueden echar a andar el aparato de justicia e instar los procedimientos establecidos en las leyes para dirimir las controversias que se susciten entre ellas o entre éstas y las autoridades; así como para que les sean reconocidos o 22 modificados ciertos derechos y obligaciones, como lo refiere Castilla Juárez (2012; p.22) al señalar, que “el Instituto Interamericano de Derechos Humanos considera al acceso a la justicia como la posibilidad de que cualquier persona, independientemente de su condición, tenga la puerta abierta para acudir a los sistemas de justicia si así lo desea, así como la posibilidad efectiva de recurrir a sistemas, mecanismos e instancias para la determinación de derechos y la resolución de conflictos”. Ahora bien, de acuerdo con lo hasta aquí abordado es viable describir que, la solución de los problemas de los individuos en sociedades democráticas sólo puede llevarse al cabo por medio de órganos estatales creados para ese efecto, o bien, no estatales pero que de alguna manera coadyuvan a la solución de los conflictos jurídicos a través de los medios alternativos. 2.3. Límites y alcances del acceso efectivo a la justicia. Como se ha expresado, el acceso a la justicia para que sea efectivo, requiere de diversos supuestos jurídicos, que conduzcan o determinen la procedencia, desarrollo y culminación de los juicios o procedimientos judiciales o administrativos, como uno de los supuestos de solución de conflictos de manera natural, o bien a través de soluciones alternativas, como forma distinta de resolver controversias jurídicas. Lo anterior, implica la necesidad de que el juicio o procedimiento de que se trate, en principio, no sea limitado en su procedencia, de manera tal que las causas que la impidan sean reducidas al máximo, con la finalidad de que los interesados sean escuchados en sus pretensiones, que se les permita ofrecer pruebas que estimen conducentes las partes, que sean desahogadas y obtengan una sentencia definitiva en la que se dirima la contienda; trayendo consigo asimismo, la posibilidad de un desarrollo regular ceñido a los lineamientos reguladores contenidos en las disposiciones legales aplicables al caso; además, de que la procedencia, desarrollo y culminación de todo juicio conduce a estimar que queda satisfecha la pretensión de la sociedad en el sentido de que cualquier controversia no quede irresoluta, pues de lo contrario podría generar un desorden social, que a la larga pueda resultar nociva para su subsistencia. 23 En este sentido, los tribunales federales de amparo han hecho pronunciamientos al respecto, estos conceptos apoyan y refuerzan lo hasta aquí expresado: ACCESO A LA JUSTICIA. LOS ÓRGANOS JURISDICCIONALES DEBEN EVITAR, EN TODO MOMENTO, PRÁCTICAS QUE TIENDAN A DENEGAR O LIMITAR ESE DERECHO. A fin de satisfacer efectivamente el derecho fundamental de acceso a la justicia, debe acudirse al artículo 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el cual prescribe la obligación por parte del Estado, de conceder a toda persona bajo su jurisdicción, un recurso judicial efectivo contra actos violatorios de derechos, los cuales pueden estar reconocidos tanto en la legislación interna, como en la propia convención. Asimismo, en la interpretación que se ha hecho de este numeral por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ha sido criterio sostenido que, para la satisfacción de dicha prerrogativa, no basta con la existencia formal de un recurso, sino que éste debe ser efectivo; es decir, capaz de producir resultados o respuestas y tener plena eficacia restitutoria ante la violación de derechos alegada; en otras palabras, la obligación a cargo del Estado no se agota con la existencia legal de un recurso, pues éste debe ser idóneo para impugnar la violación y brindar la posibilidad real, no ilusoria, de interponer un recurso sencillo y rápido que permita alcanzar, en su caso, la protección judicial requerida. En estas condiciones, la existencia de esta garantía constituye uno de los pilares básicos, no sólo de la Convención Americana citada, sino de todo Estado de derecho. Por tanto, los órganos jurisdiccionales deben evitar, en todo momento, prácticas que tiendan a denegar o limitar el referido derecho de acceso a la justicia. ([J]; 10a. Época; T.C.C.; S.J.F. y su Gaceta; Libro XV, Diciembre de 2012, Tomo 2; Pág. 1053) DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA. SUS ETAPAS. De los artículos 14, 17 y 20, apartados B y C, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y 8 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, deriva el derecho de acceso efectivo a la justicia, el cual comprende, en adición a determinados factores socioeconómicos y políticos, el derecho a una tutela jurisdiccional efectiva y los mecanismos de tutela no jurisdiccional que también deben ser efectivos y estar fundamentados constitucional y legalmente. Ahora bien, como se señaló en la jurisprudencia 1a./J. 42/2007, de rubro: ‘GARANTÍA A LA TUTELA JURISDICCIONAL PREVISTA EN EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS. SUS ALCANCES’, esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación definió el acceso a la tutela jurisdiccional como el derecho público subjetivo que toda persona tiene, dentro de los plazos y términos que fijen las leyes, para acceder de manera expedita a tribunales independientes e imparciales, a plantear una pretensión o a defenderse de ella, con el fin de que, a través de un proceso en el que se respeten ciertas formalidades, se decida sobre la pretensión o la defensa y, en su caso, se ejecute esa decisión; de ahí que este derecho comprenda tres etapas, a las que corresponden tres derechos: (i) una previa al juicio, a la que le corresponde el derecho de acceso a la jurisdicción, que parte del derecho de acción como una especie del de petición dirigido a las autoridades jurisdiccionales y que motiva un pronunciamiento 24 por su parte; (ii) una judicial, que va desde el inicio del procedimiento hasta la última actuación y a la que corresponden las garantías del debido proceso; y, (iii) una posterior al juicio, identificada con la eficacia de las resoluciones emitidas. Los derechos antes mencionados alcanzan no solamente a los procedimientos ventilados ante jueces y tribunales del Poder Judicial, sino también a todos aquellos seguidos ante autoridades que, al pronunciarse sobre la determinación de derechos y obligaciones, realicen funciones materialmente jurisdiccionales. [TA]; 10a. Época; 1a. Sala; S.J.F. y su Gaceta; Libro XVIII, Marzo de 2013, Tomo 1; Pág. 882. Como puede apreciarse, el acceso a la justicia debe garantizarse para que sea efectivo y cumpla con su finalidad de permitirle a todas las personas que tienen un problema jurídico, a ser oídas y generarle la respuesta adecuada o, por lo menos más razonable; tratando de evitar en todo momento que se presenten ciertas limitantes, como lo pudieran ser algunas causales de improcedencia. 2.4. La garantía del debido proceso. Como se adelantó, el derecho de la persona humana a ser escuchada en sus problemas jurídicos por tribunales previamente establecidos, competentes, debe ser garantizado, como lo dispone la Declaración Universal de los Derechos del Hombre (10 de diciembre de 1948), en el artículo 10 que a la letra dice: “Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal”. La garantía del debido proceso legal surge como un derecho sustantivo no enumerado del artículo 33 de la Constitución Nacional y ha sido denominada por Linares para el procedimiento administrativo como la garantía del “debido proceso adjetivo” en el marco del artículo 18 ib. Sus antecedentes históricos se hallan en la Carta Magna de 1215 y en la V y XIV Enmiendas de la Constitución de Estados Unidos donde se alude a la expresión debido proceso legal [due process of law]. (Pastor de Peirotti, Irma y Ortiz de Gallardo, María Inés del C, p. 105-106). La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, aprobada en la Novena Conferencia Internacional Americana, Bogotá, Colombia, 1948, establece: 25 Artículo XVIII. Toda persona puede ocurrir a los tribunales para hacer valer sus derechos. Asimismo debe disponer de un procedimiento sencillo y breve por el cual la justicia lo ampare contra actos de la autoridad que violen, en perjuicio suyo, alguno de los derechos fundamentales consagrados constitucionalmente. Por su parte, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se pronunció al respecto en la tesis aislada visible en el Semanario Judicial y su Gaceta, 10a. Época, Libro XVIII, Marzo de 2013, Tomo 1, página 881, que a la letra dice: DERECHO AL DEBIDO PROCESO. SU CONTENIDO. Dentro de las garantías del debido proceso existe un ‘núcleo duro’, que debe observarse inexcusablemente en todo procedimiento jurisdiccional, mientras que existe otro núcleo de garantías que resultan aplicables en los procesos que impliquen un ejercicio de la potestad punitiva del Estado. En cuanto al ‘núcleo duro’, las garantías del debido proceso que aplican a cualquier procedimiento de naturaleza jurisdiccional son las que esta Suprema Corte de Justicia de la Nación ha identificado como formalidades esenciales del procedimiento, cuyo conjunto integra la ‘garantía de audiencia’; las cuales permiten que los gobernados ejerzan sus defensas antes de que las autoridades modifiquen su esfera jurídica en forma definitiva. Al respecto, el Tribunal en Pleno de esta Suprema Corte de Justicia de la Nación en la jurisprudencia P./J. 47/95, de rubro: ‘FORMALIDADES ESENCIALES DEL PROCEDIMIENTO. SON LAS QUE GARANTIZAN UNA ADECUADA Y OPORTUNA DEFENSA PREVIA AL ACTO PRIVATIVO.’, sostuvo que las formalidades esenciales del procedimiento son: (i) la notificación del inicio del procedimiento; (ii) la oportunidad de ofrecer y desahogar las pruebas en que se finque la defensa; (iii) la oportunidad de alegar; y, (iv) una resolución que dirima las cuestiones debatidas y cuya impugnación ha sido considerada por esta Primera Sala como parte de esta formalidad. Ahora bien, el otro núcleo es comúnmente identificado con el elenco mínimo de garantías que debe tener toda persona cuya esfera jurídica pretenda modificarse mediante la actividad punitiva del Estado, como ocurre, por ejemplo, con el derecho penal, migratorio, fiscal o administrativo, en donde se exigirá que se hagan compatibles las garantías con la materia específica del asunto. Así, dentro de esta categoría de garantías del debido proceso se identifican dos especies: la primera, corresponde a todas las personas independientemente de su condición, nacionalidad, género, edad, etcétera, dentro de las que están, por ejemplo, el derecho a contar con un abogado, a no declarar contra sí mismo o a conocer la causa del procedimiento sancionatorio; la segunda, resulta de la combinación del elenco mínimo de garantías con el derecho de igualdad ante la ley, y protege a aquellas personas que pueden encontrarse en una situación de desventaja frente al ordenamiento jurídico, por pertenecer a algún grupo vulnerable, por ejemplo, el derecho a la notificación y asistencia consular, el derecho a contar con un traductor o intérprete, el derecho de las niñas y niños a que su detención sea notificada a quienes ejerzan su patria potestad y tutela, entre otras de la misma naturaleza. De donde se advierte que México como el resto de los países parte de las convenciones internacionales sobre derechos humanos, ha establecido ciertos principios y reglas, y sigue 26 directrices que tienden a garantizar el acceso efectivo a la justicia; tal como se desprende de diversas disposiciones fundamentales que tienden a logar el efecto deseado, entre ellas las contenidas en los artículos 14 y 16 de nuestra Constitución General de la República. Las disposiciones fundamentales invocadas constituyen las bases conforme a las cuales son resueltos la mayor parte de los asuntos que se ponen en conocimiento de los tribunales federales de amparo, por contener aquéllas, en las partes conducentes y en términos generales las razones que dan el sustento a la posibilidad de un acceso efectivo a la justicia. Tales razones se desprenden, en tanto que de conformidad con dichos preceptos, el Estado, por medio de sus órganos jurisdiccionales, garantiza el acceso efectivo a la justicia, al permitirle ser escuchado en sus pretensiones ante los tribunales judiciales previamente establecidos con anterioridad a los hechos planteados; así como aportar las pruebas que estimen conducentes y dirimir las controversias, dentro de los plazos y términos establecidos en las leyes de las materias; lo que implica a la vez, que de alguna manera también se le autoriza a los órganos jurisdiccionales, privar a los gobernados de sus derechos cuando la emisión de los actos privativos haya cumplido como condición indispensable que se respete la garantía de audiencia del afectado, proporcionándole una razonable oportunidad de defensa. El artículo 14 constitucional, en la parte que interesa, establece: Artículo 14. A ninguna ley se dará efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna. Nadie podrá ser privado de la libertad o de sus propiedades, posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamente establecidos, en el que se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a las Leyes expedidas con anterioridad al hecho (…). Dicha disposición fundamental, prevé las garantías de legalidad que operan en todo acto de privación hacia un gobernado y que a saber son: a) La existencia de un juicio previo al acto privativo; b) Seguido ante tribunales previamente establecidos; c) Con el cumplimiento de las formalidades esenciales el procedimiento; y d) Conforme a las leyes expedidas, con anterioridad al hecho. 27 Relacionado con este punto temático se encuentra la figura referente a las formalidades esenciales del procedimiento, que pueden sintetizarse de la siguiente manera: 1. La existencia de notificación del inicio del procedimiento y sus consecuencias; 2. La oportunidad de ofrecer pruebas y desahogar las pruebas en que se finque la defensa; 3. La oportunidad de alegar; y 4. El dictado de una resolución que dirima las cuestiones debatidas. Lo que se desprende de la tesis emitida por el Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, visible en la página 133, tomo II, del Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, correspondiente al mes de diciembre de mil novecientos noventa y cinco, Novena Época, de título y texto siguientes: FORMALIDADES ESENCIALES DEL PROCEDIMIENTO. SON LAS QUE GARANTIZAN UNA ADECUADA Y OPORTUNA DEFENSA PREVIA AL ACTO PRIVATIVO. La garantía de audiencia establecida por el artículo 14 constitucional consiste en otorgar al gobernado la oportunidad de defensa previamente al acto privativo de la vida, libertad, propiedad, posesiones o derechos, y su debido respeto impone a las autoridades, entre otras obligaciones, la de que en el juicio que se siga "se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento". Estas son las que resultan necesarias para garantizar la defensa adecuada antes del acto de privación y que, de manera genérica, se traducen en los siguientes requisitos: 1) La notificación del inicio del procedimiento y sus consecuencias; 2) La oportunidad de ofrecer y desahogar las pruebas en que se finque la defensa; 3) La oportunidad de alegar; y 4) El dictado de una resolución que dirima las cuestiones debatidas. De no respetarse estos requisitos, se dejaría de cumplir con el fin de la garantía de audiencia, que es evitar la indefensión del afectado. En ese sentido, las formalidades esenciales del procedimiento se constituyen en una garantía a favor del gobernado que le permite una adecuada defensa ante los actos privativos que pudiera llevar a cabo cualquier autoridad. De igual manera es aplicable la tesis de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, publicada en la página 635, tomo XXVI, agosto de 2007, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, que dice: DERECHOS HUMANOS. LA GARANTÍA JUDICIAL PREVISTA EN EL ARTÍCULO 8o., NUMERAL 1, DE LA CONVENCIÓN AMERICANA RELATIVA, ES CONCORDANTE CON LAS DE AUDIENCIA Y ACCESO A LA JUSTICIA CONTENIDAS EN LOS ARTÍCULOS 14 Y 17 CONSTITUCIONALES. El citado artículo 8o., numeral 1, al disponer que toda persona tiene derecho a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo 28 razonable, por un Juez o tribunal competente, independiente e imparcial establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter, resulta concordante con los artículos 14 y 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, sin que llegue al extremo de ampliar las prerrogativas de audiencia y acceso a la justicia en ellos contenidas, porque la prerrogativa de que "toda persona tiene derecho a ser oída con las debidas garantías", está establecida en el segundo párrafo del indicado artículo 14, que prevé la garantía de audiencia en favor del gobernado mediante un juicio en el que se respeten las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a las leyes expedidas con anterioridad al hecho, y la referencia de que la garantía judicial en comento debe otorgarse "dentro de un plazo razonable, por un Juez o tribunal competente, independiente e imparcial", está en consonancia con el mencionado artículo 17, en lo concerniente a la tutela jurisdiccional de manera pronta, completa e imparcial, que previene que toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijen las leyes. Por su parte, en el párrafo primero del artículo 16 constitucional, se encuentra contenida la garantía de seguridad jurídica que incide en el acceso efectivo a la justicia, como se aprecia de su texto el cual dispone: Artículo 16. Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento. Como se puede apreciar, el artículo transcrito contiene la garantía de seguridad jurídica y además el de debida fundamentación y motivación, debiéndose entender por lo primero, que ha de expresar con precisión el precepto legal aplicable al caso y, por lo segundo, que deben señalarse, también con precisión, las circunstancias especiales, razones particulares o causas inmediatas tomadas consideración para su emisión; y es necesario, además, que exista adecuación entre los motivos aducidos y las normas aplicables, es decir, que en el caso concreto se configuren las hipótesis normativas. De ahí, que toda resolución jurisdiccional a fin de cumplir con los requisitos de fundar y motivar se deben citar los preceptos legales aplicables al caso, así como precisar todas aquellas circunstancias especiales, razones particulares o causas inmediatas en forma pormenorizada, tomadas en consideración para demostrar dichos extremos. En otras palabras, es necesaria la existencia de adecuación entre los motivos aducidos y las normas aplicables, es decir, que en el caso concreto se configuren las 29 hipótesis normativas de los preceptos invocados como fundamentación, debiendo establecerse la relación existente entre uno y otro. Luego, la motivación indica que las circunstancias y modalidades del caso particular encuadran dentro del marco general correspondiente establecido por la ley, así, cuando determinada conducta no corresponde o no encuadra en el caso concreto contemplado por la norma jurídica, el acto de autoridad violará la exigencia de la motivación legal, aun cuando esté previsto en una ley, es decir, aunque esté fundado. En síntesis, la motivación legal implica la necesaria adecuación, que debe hacer la autoridad, entre la norma general fundatoria y el caso específico en el cual va a operar o surtir sus efectos. Esto último lo ilustra la jurisprudencia 73 de la otrora Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, consultable en la página 52, Tomo III, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación de 1995, que a la letra dice: FUNDAMENTACIÓN Y MOTIVACIÓN. De acuerdo con el artículo 16 de la Constitución Federal, todo acto de autoridad debe estar adecuada y suficientemente fundado y motivado, entendiéndose por lo primero que ha de expresarse con precisión el precepto legal aplicable al caso y, por lo segundo, que también deben señalarse las circunstancias especiales, razones particulares o causas inmediatas que se hayan tenido en consideración para la emisión del acto; siendo necesario, además, que exista adecuación entre los motivos aducidos y las normas aplicables, es decir, que en el caso concreto se configuren las hipótesis normativas. Así como la diversa jurisprudencia 338, de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, correspondiente a la Séptima Época, Tomo VI, Parte SCJN, Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-1995, página 227, de rubro y texto siguientes: MOTIVACIÓN, CONCEPTO DE. La motivación exigida por el artículo 16 constitucional consiste en el razonamiento, contenido en el texto mismo del acto autoritario de molestia, según el cual quien lo emite llega a la conclusión de que el acto concreto al cual se dirige se ajusta exactamente a las prevenciones de determinados preceptos legales. Es decir, motivar un acto es externar las consideraciones relativas a las circunstancias de hecho que se formula la autoridad para establecer la adecuación del caso concreto a la hipótesis legal. Entonces, resulta que todo acto de autoridad debe cumplir con los siguientes lineamientos: 1. Que se exprese por escrito y contenga la firma original o autógrafa del respectivo funcionario; 30 2. Que provenga de autoridad competente; y 3. Que los documentos escritos en los que se exprese, se funde y motive la causa legal del procedimiento. Garantía que genera la posibilidad de que el interesado se encuentre en aptitud de hacer valer sus defensas. Esto es así, puesto que al conocer las razones que se imprimen en el acto de autoridad y los fundamentos que lo apoyan entonces el gobernado se encuentra en posición de tener a su alcance los medios de defensa legales conducentes para ejercer las acciones jurídicas respectivas a efecto de defender sus intereses. Cabe destacar que el acceso efectivo a la justicia en nuestro sistema jurídico actual, concatenado con disposiciones de los instrumentos internacionales, se trata de garantizar el derecho humano que se estudia. Así, el artículo 1o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, reformado mediante Decreto publicado el diez de junio de dos mil once, en el Diario Oficial de la Federación, en vigor al día siguiente, 14 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos y 11 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos, establecen en esencia y en lo conducente: a) En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esa Constitución establece. b) Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con la Constitución Política y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia. c) Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. d) Toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad; nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o 31 reputación; y toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o esos ataques. e) En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley. En ese orden, conforme al texto vigente del artículo 1o. constitucional, el ordenamiento jurídico mexicano tiene dos fuentes primigenias: 1. Los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; y 2. Todos aquellos derechos humanos establecidos en tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte. Sirve de fundamento, la tesis de jurisprudencia 2a./J. 172/2012 (10a.), emitida por la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, publicada en la página 1049, Libro XVII, Febrero de 2013, Tomo 2, Décima Época del Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, registro 2002747, de rubro y texto: DERECHOS HUMANOS. SU ESTUDIO A PARTIR DE LA REFORMA AL ARTÍCULO 1o. CONSTITUCIONAL, PUBLICADA EN EL DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN EL 10 DE JUNIO DE 2011, NO IMPLICA NECESARIAMENTE QUE SE ACUDA A LOS PREVISTOS EN INSTRUMENTOS INTERNACIONALES, SI RESULTA SUFICIENTE LA PREVISIÓN QUE CONTENGA LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS. Conforme al artículo 1o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, reformado mediante decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 10 de junio de 2011 y atento al principio pro persona, no resulta necesario considerar el contenido de tratados o instrumentos internacionales que formen parte de nuestro orden jurídico, si al analizar los derechos humanos que se estiman vulnerados es suficiente la previsión que contiene la Constitución General de la República y, por tanto, basta el estudio que se realice del precepto constitucional que los prevea, para determinar la constitucionalidad o inconstitucionalidad del acto reclamado. Además, la reforma al artículo 1o. constitucional introduce el principio pro persona al establecer que las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia. Según dicho criterio interpretativo, en caso de que exista una diferencia entre el alcance o la protección reconocida en las normas de estas distintas fuentes, deberá prevalecer aquella que represente una mayor protección para la persona o que implique una menor restricción. 32 En esta lógica, el catálogo de derechos fundamentales no se encuentra limitado a lo prescrito en el texto constitucional, sino que también incluye a todos aquellos derechos que figuran en los tratados internacionales ratificados por el Estado mexicano. Sirve de fundamento, la tesis aislada 1a. XIX/2011 (10a.), emitida por la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, publicada en la página 2918, Libro IV, Enero de 2012, Tomo 3, Décima Época del Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, registro 2000126, de rubro y texto: PRINCIPIO PRO PERSONA. CRITERIO DE SELECCIÓN DE LA NORMA DE DERECHO FUNDAMENTAL APLICABLE. De conformidad con el texto vigente del artículo 1o. constitucional, modificado por el decreto de reforma constitucional publicado en el Diario Oficial de la Federación el 10 de junio de 2011, en materia de derechos fundamentales, el ordenamiento jurídico mexicano tiene dos fuentes primigenias: a) los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; y b) todos aquellos derechos humanos establecidos en tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte. Consecuentemente, las normas provenientes de ambas fuentes, son normas supremas del ordenamiento jurídico mexicano. Esto implica que los valores, principios y derechos que ellas materializan deben permear en todo el orden jurídico, obligando a todas las autoridades a su aplicación y, en aquellos casos en que sea procedente, a su interpretación. Ahora bien, en el supuesto de que un mismo derecho fundamental esté reconocido en las dos fuentes supremas del ordenamiento jurídico, a saber, la Constitución y los tratados internacionales, la elección de la norma que será aplicable en materia de derechos humanos-, atenderá a criterios de favorabilidad del individuo o lo que se ha denominado principio pro persona, de conformidad con lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 1o. constitucional. Según dicho criterio interpretativo, en caso de que exista una diferencia entre el alcance o la protección reconocida en las normas de estas distintas fuentes, deberá prevalecer aquella que represente una mayor protección para la persona o que implique una menor restricción. En esta lógica, el catálogo de derechos fundamentales no se encuentra limitado a lo prescrito en el Texto Constitucional, sino que también incluye a todos aquellos derechos que figuran en los tratados internacionales ratificados por el Estado mexicano. Al respecto, es importante destacar, que el principio pro homine, no implica que los órganos jurisdiccionales nacionales dejen de llevar a cabo sus atribuciones y facultades de impartir justicia en la forma en que venían desempeñándolas antes de la citada reforma, sino que dicho cambio sólo conlleva, a que si en los instrumentos internacionales existe una protección más benéfica para la persona respecto de la institución jurídica que se analice, debe aplicarse en el caso concreto de que se trate; sin que tal circunstancia signifique que dejen de observarse los diversos principios constitucionales y legales que rigen su función 33 jurisdiccional —legalidad, igualdad, seguridad jurídica, debido proceso, cosa juzgada—, que conducen a un acceso efectivo a la justicia, ya que de hacerlo se provocaría un estado de incertidumbre en los destinatarios de tal función. Esto es así, pues su aplicación no implica desconocer los presupuestos formales y materiales de admisibilidad y procedencia de las acciones, pues para la correcta y funcional impartición de justicia y la efectiva protección de los derechos humanos de las personas, el Estado puede y debe establecer presupuestos y criterios de admisibilidad de los medios de defensa de los intereses jurídicos de las personas. Sirve de apoyo también la tesis de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, publicada en la página 1587, tomo 2, libro XIV, noviembre de 2012, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, que dice: PRINCIPIO PRO PERSONA O PRO HOMINE. FORMA EN QUE LOS ÓRGANOS JURISDICCIONALES NACIONALES DEBEN DESEMPEÑAR SUS ATRIBUCIONES Y FACULTADES A PARTIR DE LA REFORMA AL ARTÍCULO 1o. DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS, PUBLICADA EN EL DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN EL 10 DE JUNIO DE 2011. Si bien la reforma indicada implicó el cambio en el sistema jurídico mexicano en relación con los tratados de derechos humanos, así como con la interpretación más favorable a la persona al orden constitucional -principio pro persona o pro homine-, ello no implica que los órganos jurisdiccionales nacionales dejen de llevar a cabo sus atribuciones y facultades de impartir justicia en la forma en que venían desempeñándolas antes de la citada reforma, sino que dicho cambio sólo conlleva a que si en los instrumentos internacionales existe una protección más benéfica para la persona respecto de la institución jurídica que se analice, ésta se aplique, sin que tal circunstancia signifique que dejen de observarse los diversos principios constitucionales y legales que rigen su función jurisdiccional -legalidad, igualdad, seguridad jurídica, debido proceso, acceso efectivo a la justicia, cosa juzgada-, ya que de hacerlo se provocaría un estado de incertidumbre en los destinatarios de tal función. Así como la jurisprudencia emitida por el Tercer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Sexto Circuito, publicada en la página 1241, tomo 2, libro XVII, febrero de 2013, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, que dice: PRINCIPIO PRO HOMINE Y CONTROL DE CONVENCIONALIDAD. SU APLICACIÓN NO IMPLICA EL DESCONOCIMIENTO DE LOS PRESUPUESTOS FORMALES Y MATERIALES DE ADMISIBILIDAD Y PROCEDENCIA DE LAS ACCIONES. El principio pro homine y el control de convencionalidad se encuentran tutelados por el artículo 1o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a partir de la entrada en vigor de su reforma 34 publicada en el Diario Oficial de la Federación el 10 de junio de 2011. El principio pro homine es aplicable en dos vertientes, a saber, el de preferencia de normas y de preferencia interpretativa, ello implica que el juzgador deberá privilegiar la norma y la interpretación que favorezca en mayor medida la protección de las personas. Por su parte, el "control de convencionalidad" dispone la obligación de los juzgadores de interpretar las normas relativas a los derechos humanos, de conformidad con la Constitución y con los tratados internacionales de la materia, favoreciendo la protección más amplia a las personas. Sin embargo, su aplicación no implica desconocer los presupuestos formales y materiales de admisibilidad y procedencia de las acciones, pues para la correcta y funcional administración de justicia y la efectiva protección de los derechos de las personas, el Estado puede y debe establecer presupuestos y criterios de admisibilidad de los medios de defensa, los cuales no pueden ser superados, por regla general, con la mera invocación de estos principios rectores de aplicación e interpretación de normas. Por su parte, el artículo 4o constitucional, en relación con el 24 de la Convención Americana Sobre Derechos Humanos dispone la obligación de respetar la igualdad de las personas ante la ley, no discriminando en razón de género. Sustenta lo anterior la tesis de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, publicada en la página 541, tomo 1, Libro XX, mayo de 2013, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, que dice: IGUALDAD JURÍDICA. INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO 24 DE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE DERECHOS HUMANOS. El precepto referido establece: "Todas las personas son iguales ante la ley. En consecuencia, tienen derecho, sin discriminación, a igual protección de la ley.". Ahora bien, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha interpretado en diversos instrumentos dicha disposición -Opinión Consultiva OC-4/84 del 19 de enero de 1984. Serie A, No. 4; Caso Yatama vs. Nicaragua. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de junio de 2005. Serie C, No. 127. Caso Castañeda Gutman vs. México. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 6 de agosto de 2008. Serie C, No. 184. Caso Perozo y otros vs. Venezuela. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 28 de enero de 2009. Serie C, No. 195- y, al respecto, ha sostenido que la noción de igualdad deriva directamente de la unidad de naturaleza del género humano y es inseparable de la dignidad esencial de la persona; sin embargo, no todo tratamiento jurídico diferente es discriminatorio, porque no toda distinción de trato puede considerarse, por sí misma, ofensiva de la dignidad humana. Por tanto, sólo es discriminatoria una distinción cuando "carece de una justificación objetiva y razonable". Ahora bien, las distinciones constituyen diferencias compatibles con dicha Convención por ser razonables, proporcionales y objetivas, mientras que las discriminaciones constituyen diferencias arbitrarias que redundan en detrimento de los derechos humanos. En ese tenor, la prohibición de discriminación contenida en el artículo 1, numeral 1, de la Convención en comento, respecto de los derechos contenidos en ésta, se extiende al derecho interno de los 35 Estados Partes, de manera que éstos tienen la obligación de no introducir o eliminar de su ordenamiento jurídico regulaciones discriminatorias, combatir las prácticas de este carácter y establecer normas y otras medidas que reconozcan y aseguren la efectiva igualdad ante la ley de todas las personas. De esta exposición se desprenden datos suficientes que permiten llegar a la convicción de que en nuestro sistema jurídico nacional, sí se cuenta con disposiciones fundamentales que garantizan el acceso efectivo a la justicia. Sin embargo, resulta que en la práctica existen diversos ordenamientos jurídicos que contienen a su vez algunas disposiciones jurídicas que en apariencia permiten el acceso efectivo a la justicia pero que no es así, como ocurre en el caso del juicio de amparo, en el que algunas de las causales de improcedencia constituyen, en muchos de los casos, una limitante en el acceso efectivo la justicia, como se verá a continuación. 36 CAPÍTULO II ANALISIS DE LAS CAUSALES DE IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO Y SU RELACIÓN CON EL ACCESO EFECTIVO LA JUSTICIA El juicio de amparo como medio de control constitucional (¿es un recurso efectivo?) En el capítulo anterior hemos abordado de manera general lo que son los Derechos Humanos y, en especial, el derecho de acceso a la justicia. Ahora bien el juicio de amparo es un instrumento protector de los derechos fundamentales contenidos en la Constitución General de la República y en los instrumentos internacionales de los que México es parte. El artículo 1o. constitucional, reformado el 10 de junio de 2011, prevé la tutela específica de los derechos humanos, al disponer que todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección. Es decir, su régimen tutelar abarca todos los derechos humanos reconocidos por el citado ordenamiento fundamental y en todos los instrumentos internacionales cuyo contenido tutelen derechos humanos; lo que implica, la extensión protectora de prerrogativas tuteladoras que se encuentren contenidos en los tratados internacionales de los que México sea parte, ya sea que se refieran propia y específicamente a derechos humanos o bien que siendo su materia de índole diversa, puedan contener ese tipo de derechos; por ende, también serán derechos humanos protegidos por nuestro derecho interno y des de luego, será garantizado su ejercicio pleno. El juicio de amparo es, con algunas excepciones que se abordarán más adelante, un instrumento jurídico eficaz para la protección y garantía de los derechos humanos fundamentales, como se desprende de lo dispuesto por el artículo 103 constitucional, el cual dispone lo siguiente: Artículo 103. Los Tribunales de la Federación resolverán toda controversia que se suscite I. Por normas generales, actos u omisiones de la autoridad que violen los derechos humanos reconocidos y las garantías otorgadas para su protección por esta Constitución, así como por los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte; 37 II. Por normas generales o actos de la autoridad federal que vulneren o restrinjan la soberanía de los estados o la esfera de competencia del Distrito Federal, y III. Por normas generales o actos de las autoridades de los Estados o del Distrito Federal que invadan la esfera de competencia de la autoridad federal. Por su parte, el artículo 107 constitucional reglamenta en términos generales, la procedencia, actualización y consecuencias jurídicas del ejercicio del citado juicio constitucional, al disponer que: “Las controversias de que habla el artículo 103 de esta Constitución, con excepción de aquellas en materia electoral, se sujetarán a los procedimientos que determine la ley reglamentaria, de acuerdo con las bases siguientes”, de cuyo contenido se destacan las diversas causas que determinan la procedencia el juicio de amparo. Pues bien, de acuerdo con la opinión de los miembros de la Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito del Poder Judicial de la Federación, A.C. emitida con antelación a la reforma constitucional de 2011, en nuestro país aún en el siglo XXI, el sistema de justicia constitucional es complejo y funcional, pero el juicio de amparo sigue siendo utilizado como eficaz instrumento de defensa de la Constitución (Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito del Poder Judicial de la Federación, A.C.; 2010; p.VII). Esto es así puesto que no sólo se limita a tutelar cierto tipo de derechos fundamentales y protege su ejercicio o en su caso, garantiza que su restricción sea apegada a todo un procedimiento de revisión constitucional, como el habeas corpus, sino que este régimen protector y garantista se dirige a todos los derechos humanos reconocidos por nuestra constitución y los tratados internacionales que han sido ratificados por el Estado mexicano y por los que suscriban a futuro. Una referencia a tal aseveración se encuentra en el criterio sustentado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la Opinión Consultiva 8/87 de fecha 30 de enero de 1987, en la que ha indicado que: El hábeas corpus en su sentido clásico, regulado por los ordenamientos americanos, tutela de manera directa la libertad personal o física contra detenciones arbitrarias, por medio del mandato judicial dirigido a las autoridades correspondientes, a fin de que se lleve al detenido a la presencia del juez para que este pueda examinar la legalidad de la privación y en su caso, decretar su libertad […] Puede afirmarse que el Amparo es el género y el hábeas corpus uno de sus aspectos específicos, en efecto, de acuerdo con los principios básicos de ambas garantías recogidos por la 38 convención así como con los diversos matices establecidos en los ordenamientos de los Estados partes, se observa que en algunos supuestos el hábeas corpus se regula de manera autónoma con la finalidad de proteger esencialmente la libertad personal de los detenidos o de aquellos que se encuentran amenazados de ser privados de su libertad, pero en otras ocasiones el Habeas Corpus es denominado ‘amparo de la libertad’ o forma parte integrante del amparo. Se deduce del criterio citado en el párrafo que antecede de la Corte Interamericana de Derechos humanos, que para que una sociedad pueda vivir en un Estado de Derecho (democrático), implica la observancia y aplicación de las normas jurídicas que integran todo el sistema jurídico nacional y, una de sus formas supone que el Estado también se encuentra sujeto a las normas legales, es decir, que el derecho está sobre el Estado, que éste es sujeto del Derecho y que todos sus actos están subordinados a una regla. Es decir, el derecho le impone deberes, lo limita y, en suma, lo regula; de ahí que la autoridad solo pueda hacer lo que la ley le permite, que todo mandamiento deba estar fundado en ley y que todo acto sin fundamentación sea un acto arbitrario (Rosales Aguilar, Rómulo; 2007; p. 3). Luego, si la autoridad se encuentra limitada por el derecho y sus actos deben estar acordes con las reglas jurídicas, entonces su actuación debe estar, no sólo, regulada, sino sujeta a su control y revisión por algún instrumento jurisdiccional, que en el caso de nuestro país, que por disposición constitucional (artículo 103), el juicio de amparo se encuentra encomendado al Poder Judicial de la Federación, al disponer que los Tribunales de la Federación (Suprema Corte de Justicia de la Nación, Tribunales Colegiados y Unitarios de Circuito y los Juzgados de Distrito) son los encargados de resolver toda controversia que se suscite por actos de autoridad incluyendo a las leyes o disposiciones jurídicas de carácter general y obligatoria, así como aquellas controversias que se pueden presentarse entre la Federación y alguna de las entidades estatales o viceversa, cuando se invadan las esferas de la competencia de alguna de ellas. De esta forma, el Poder Judicial de la Federación al llevar al cabo el control de los actos de autoridad, a efecto de evitar que sean arbitrarios o contrarios a las disposiciones constitucionales respectivas se erige como el revisor de los actos de los otros poderes, es “el guardián de la Constitución” (Rómulo Rosales Aguilar, Rómulo; 2007; p. 4). Pero cabe preguntar: Si, en nuestro sistema jurídico la protección de los derechos humanos se realiza a través del juicio de amparo, entre otros instrumentos, entonces ¿qué se 39 requiere para que sea plenamente eficaz dicho medio de control constitucional? La respuesta se encuentra en la mayor o menor apertura que se le otorgue al acceso a dicho juicio, cuyo origen se encuentra en los artículos 103 y 107 constitucionales y su reglamentación en el ordenamiento jurídico que se conoce como Ley de Amparo. El juicio de amparo es, en palabras de Rosales Aguilar: (2007; p. 3). La acción del Poder Judicial se desarrolla dentro del procedimiento que señala el artículo 107 antes citado, procedimiento que en síntesis se reduce: planteamiento de la queja o demanda, se corre traslado a las autoridades señaladas como responsables pidiéndoles sus informes justificados, se oye al Ministerio Público5, se reciben las pruebas y alegaciones en una audiencia fijada previamente y se dicta sentencia amparando o no al quejoso, si no hay un motivo de sobreseimiento que señalan los artículos 73 y 74 de la Ley de Amparo.6 Así las cosas el juicio de amparo podría considerarse, esencialmente, como un instrumento sencillo dada su naturaleza extraordinaria7 que genera la posibilidad de que los derechos humanos fundamentales sean protegidos y sea asegurada su preservación y ejercicio. Pero pese a lo expuesto en pocas palabras, resulta que el juicio de amparo presenta diversos problemas que deben ser resueltos previamente a su admisión y trámite respectivo. Requisitos o presupuestos que determinan su procedencia y su consecuente tramitación, al cabo de la cual deberá ser dictada la sentencia definitiva correspondiente, en donde también se presentan otros problemas, entre los que se destacan los efectos que puedan imprimírsele, pues esta cuestión reviste una complejidad tal que es necesario analizar el caso en particular y conforme a sus particularidades deberá ser el efecto de la resolución; esto obedece a que, para que el juicio de amparo cumpla con su razón de ser un instrumento de protección de los derechos humanos, es necesario que se garantice el acceso efectivo a la justicia constitucional, lo que se logra, en principio precisando el acto reclamado, a la vez que el efecto sea el idóneo y con las características conducentes para que 5 Se refiere al agente del Ministerio Público de la Federación, aunque actualmente en materia penal también se le llama con el carácter de parte tercero interesada al agente del ministerio público que se encuentre adscrito a la autoridad judicial que sea señalada como responsable o, aquel agente que haya intervenido en la integración del acto de autoridad reclamado, siempre y cuando no sea señalado como autoridad responsable directamente. Ver artículo: 5º, fracción III, de la Ley de Amparo. 6 Estas disposiciones son de la Ley de Amparo abrogada, con efectos ultractivos para los casos tramitados con anterioridad a la entada en vigor de la nueva ley. Actualmente corresponden a los artículos 61 y 63 de la Ley de Amparo vigente a partir del tres de abril de dos mil trece. 7 El amparo dada su génesis jurídica tiene el carácter de ser un juicio extraordinario, por ende, no puede considerarse como una tercer instancia del procedimiento ordinario, que en nuestro país solo cuenta con dos instancias. 40 se restablezca el orden jurídico alterado por el acto de autoridad, que fue emitido sin apego a los lineamientos del derecho. Solo así puede cumplir con su objetivo el juicio de amparo. Así pues, el amparo es un juicio extraordinario ya que no se trata de una tercera instancia ordinaria, ni un medio legal de defensa igualmente ordinario. Fue creado, como un juicio extraordinario para la revisión de los actos de autoridad a efecto de que se determine si su emisión o ejecución se encuentran apegados a los lineamientos constitucionales; incluyendo en tales actos la emisión o creación de las leyes. Ahora, para que a través de él se cumpla con la misión de control constitucional de los actos de autoridad, es incuestionable que se requiere, que dicho medio legal extraordinario de defensa de la constitución (y de los tratados internacionales), deba seguir un procedimiento que marque el camino a seguir y, desde luego, este procedimiento está determinado por la procedencia del juicio de amparo, como presupuesto procesal, de entre otros. Lo anteriormente expuesto constituye un factor de suma importancia porque el legislador estableció en la ley de la materia, diversos supuestos que determinan la procedencia del juicio extraordinario de amparo; los cuales se encuentran contenidos en las denominadas causales de improcedencia. Presupuestos que pueden constituirse como impedimentos para tener acceso a la justicia y hacer que el juicio de amparo deje de ser un recurso eficaz para la protección de los derechos humanos y garantías. 1. La procedencia como presupuesto procesal del juicio de amparo Hablando de presupuestos procesales, se tiene que todo juicio o proceso tiene un inicio y un final. Inicia con la presentación de la demanda y culmina con el dictado de la sentencia definitiva o cualesquier resolución que ponga fin al juicio. Como todo juicio, no basta con la presentación de la demanda para que se admita a trámite, puesto que no son actuaciones que en automático se actualicen, sino que se requiere de diversos supuestos, requisitos o condiciones, que pueden influir en la procedencia del juicio de amparo y, en la admisión de la demanda formulada por el justiciable. 41 Debe tenerse en cuenta lo anterior, pues de esas actividades dependen diversas consecuencias jurídicas, como pudiera ser la procedencia de los recursos o medios legales de defensa ordinarios, e incluso el extraordinario de amparo. El juicio de amparo no es la excepción, también tiene un inicio y un fin; inicia con la presentación de la demanda y culmina igualmente con una sentencia definitiva o resolución que ponga fin al juicio (auto que desecha la demanda8 o la tiene por no presentada,9 o por sobreseimiento fuera de audiencia constitucional). Sin embargo, a diferencia de otros procesos o juicios, en el juicio de amparo no existe la posibilidad de promover medios preparatorios ni de preparar su inicio10, es decir no se puede generar su instauración; aunque, para que sea procedente el juicio de amparo se debe agotar el principio de definitividad11 y además, de otros supuestos, que se cumpla con el principio de oportunidad12, etcétera13. Como ya se dijo, todo proceso inicia con la presentación de la demanda y culmina con la sentencia o cualesquier otra resolución que ponga fin al juicio; empero, existen actos previos al juicio y después de concluido, que generan diversa regulación, que por ende, en la mayoría de los casos, trae como consecuencia la improcedencia del juicio de amparo. Para efectos de la exposición del presente tema, la demanda es el acto procesal en virtud del cual una persona física por derecho propio o por conducto de apoderado, o una persona moral por conducto de su representante legal, inician el proceso jurisdiccional, planteando con claridad y precisión sus pretensiones al juzgador y solicitándole que, en su oportunidad, dicte una sentencia favorable a sus intereses, para que haga efectivo, constituya o declare la existencia de derecho o resuelva respecto del cumplimiento de una obligación. 8 Generalmente por ser notoriamente improcedentes. En la mayoría de los casos por no cumplir el quejoso con alguna prevención o requerimiento; o, por actualizarse alguna causa de sobreseimiento que de lugar a que sea decretado fuera de audiencia constitucional. 10 Aunque cuando se exige que se interpongan los recursos en contra de un acto intraprocesal, se dice que se prepara el recurso y posteriormente el juicio de amparo directo o uni-instancial 11 Promover el medio legal de defensa ordinario o el recurso procedente de manera previa al juicio de amparo. 12 El escrito de demanda debe presentarse dentro de cualesquiera de los términos establecidos en los artículos 21, 22 o 218 de la Ley de Amparo, cumpliendo la hipótesis de que se trate. 13 El magistrado Jean Claude Tron Petit, señala que conforme al artículo 107 constitucional tales principios son: iniciativa de parte (frac. I), agravio personal y directo (frac. I), prosecución judicial (frac. I, relatividad (frac. II), definitividad (frac. III), estricto derecho (frac. II), división competencial (frac. VI, VII, XII), reglas de procedencia, amparo directo (frac. V), amparo indirecto (frac. III, IV), recursos (frac. VIII, IX), suspensión (frac. X, XI), cumplimiento de sentencia (frac. XVI, XVII), contradicción de tesis (frac. XIII), sobreseimiento por inactividad (frac. XIII, XIV) y responsabilidad por incumplimiento (XVI, XVII). Manual de los incidentes en el juicio de amparo, quinta edición, editorial Themis, México, 2005, p. 24 9 42 Es decir la demanda es el primer acto que abre o inicia el proceso; el primer acto provocatorio de la función jurisdiccional, el primer momento en el que se ejerce la acción y debe entenderse como la actividad concreta del particular frente a los órganos de administración, tribunales o jueces. Por su parte, la sentencia es la decisión judicial sobre los puntos controvertidos, la cual debe ser clara, precisa y congruente con las pretensiones aducidas por las partes y ser exhaustiva, todo con la finalidad de decidir todos los puntos litigiosos, y en su caso, condenar o absolver al demandado, y en el caso del juicio de amparo, de restituir al gobernado en el goce de su garantía o garantías constitucionales violadas. La sentencia, es el acto de mayor trascendencia dentro del juicio, en virtud del cual se resuelven los puntos litigiosos sometidos a debate en uso de la facultad jurisdiccional del tribunal delegada por el Estado, y que pone fin a la controversia en cuanto al fondo, y constituye la forma normal de terminar un proceso14. El panorama expuesto presupone el cauce normal de cualquier proceso o juicio, sin embargo, en algunas ocasiones se presentan situaciones que influyen en el desarrollo del proceso, y que determinan la improcedencia del juicio de amparo, como se verá más adelante. Ahora, en el juicio de amparo como en cualesquiera otro juicio se presentan diversos presupuestos procesales, como son: la competencia del órgano resolutor de problemas jurídicos (órgano jurisdiccional); la capacidad de goce y de ejercicio de las partes, y en el caso del amparo, pueden coincidir en la generalidad, salvo en lo que se refiere a la naturaleza de la materia de análisis que siempre será la revisión de constitucionalidad de los actos de autoridad, para evitar los abusos o actos arbitrarios, puesto que en este supuesto debe entenderse que su naturaleza es extraordinaria y concreta; aun cuando las violaciones a los derechos humanos puedan ser de diversas índole; siempre será la misma materia de análisis. Los presupuestos procesales determinan el nacimiento válido del proceso, su desenvolvimiento y su normal culminación con la sentencia. El juez debe analizarlos de Existen otras formas por así llamarlas “anormales”, que ponen fin al juicio, como son: el allanamiento, el desistimiento, la caducidad, la transacción, la muerte. En estas se encuentran todas aquellas resoluciones que ponen fin al juicio. En el amparo existen distintos supuestos por los que se puede ponerse fin al juicio como el las causales de sobreseimiento contenidos en el artículo 74 de la Ley de Amparo abrogada y 63 de la vigente. 14 43 oficio en la admisión de la demanda, aun sin que las partes los objeten por vía de excepción, al considerarse de orden público, puesto que el Estado interviene en dicha relación. De ahí que, además de los presupuestos genéricos de todos juicio, pueden considerarse como especie de estos a la existencia de un quejoso, de un acto u omisión reclamado; una o varias autoridades responsables, a quienes se les atribuye el acto u omisión y el perjuicio causado con la emisión o ejecución de dicho acto u omisión. Así como otras diversas, que determinan la procedencia del juicio extraordinario de amparo. 2. Improcedencia. 2.1. Concepto La improcedencia significa falta de oportunidad, o bien imposibilidad de estudiar el fondo del asunto, lo que implica, dicho de otro modo, que la procedencia determina la posibilidad de que un problema jurídico traducido en el planteamiento plasmado en un documento escrito (demanda) pueda ser analizado de acuerdo con los lineamientos fundamentales establecidos en la Constitución General de la República Al decir del ministro Genaro Góngora Pimentel, es la situación procesal en la cual, por no existir todos los presupuestos procesales del juicio constitucional no debe admitirse la demanda de amparo ni tramitarse el juicio (Genaro Góngora Pimentel; 2005; p. 183). Es decir la actualización de las causales de improcedencia implica la paralización de la secuencia de la revisión judicial del problema que le aqueja al gobernado agraviado por un acto de autoridad, que en su opinión puede resultar violatorio de sus derechos fundamentales. De ahí que en la Ley de Amparo comentada (Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito del Poder Judicial de la Federación, A.C., 2010; comentarios al artículo 73 de la Ley de Amparo, Aspectos Generales) se señala lo siguiente: El término improcedencia significa falta de oportunidad, de fundamento, de derecho; desde el punto de vista técnico-procesal, es un impedimento para que la acción de amparo alcance su objetivo; recuérdese que la acción de amparo consiste en un derecho procesal que tiene por objeto que los órganos competentes del Poder Judicial de la Federación, seguidos los trámites establecidos en el amparo directo o el indirecto, decidan la pretensión litigiosa (la declaración de inconstitucionalidad del acto 44 reclamado y como consecuencia, la restitución en el goce de la garantía individual violada en perjuicio del gobernado) y, en su caso […]; sin embargo, de existir una causa de improcedencia, el proceso concluye sin dirimir la controversia de fondo. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha definido la improcedencia como la institución jurídico procesal en la que al presentarse determinadas circunstancias previstas en la Constitución Federal, en la Ley de Amparo o en la jurisprudencia, el órgano jurisdiccional se encuentra imposibilitado jurídicamente para analizar y resolver la cuestión litigiosas planteada, es decir, para decidir el fondo de la controversia constitucional. La improcedencia es de orden público y debe decretarse de oficio, razón por la cual su análisis amerita un estudio preferente, lo aleguen o no las artes, y da como resultado el sobreseimiento en el juicio o el desechamiento de la demanda, dependiendo del momento procesal en que se actualice. 2.2. Como presupuesto procesal Como presupuesto procesal puede determinar la improcedencia del juicio de amparo, como ya se dijo, misma que se puede deber a: la ausencia de un quejoso, de un acto reclamado, de la autoridad responsable o del perjuicio ocasionado al quejoso. Es aquella causa que aparece o sobreviene durante la tramitación del juicio de amparo y que se actualiza en la sentencia y que, por ende, amerita el sobreseimiento en dicho juicio, ya sea que la haga valer de oficio el tribunal de amparo o, en su caso, la invoque cualquiera de las partes en el mismo. Al respecto, el señor ministro Juventino V. Castro, decía: La acción de amparo —como todas las acciones procesales—, debe contener un número cierto de presupuestos y elementos esenciales, que permitan su admisión por los jueces y tribunales de amparo, su permanencia vital y productora de efectos jurídicos dentro del proceso, y la eficacia sostenida y suficiente para obtener una decisión, referida al fondo, de la llamada controversia constitucional, que mediante la propia acción se ha suscitado ante la jurisdicción federal (Juventino V. Castro ;1999; p. 116). El propio maestro Juventino V. Castro, citando al también catedrático Hector Fix Zamudio señaló: Fix Zamudio examina los conceptos de acción, como derecho concreto o como derecho o poder abstractos; distingue a la acción de la pretensión; y previene contra la confusión entre controversia, como discusión o manifestación contraria de opiniones, y litigio en el que basta una actitud contraria o una posición o postura opuestas, para concluir en que: ‘…no es exacto que para la procedencia de la acción de amparo, se requiera una violación de garantías, sino que dicho requisito es necesario para obtener una sentencia favorable, es decir, para que la pretensión del actor se considere fundada; y por tanto, el único presupuesto de la acción de amparo es la existencia de un litigio constitucional y sus únicos elementos son la capacidad de accionar, instancia y pretensión. En cuanto a lo que denominan nuestros tratadistas, 45 presupuestos y causas de improcedencia de la acción de amparo, son en realidad presupuestos o condiciones de una resolución sobre el fondo, o sea lo que Couture denomina presupuestos para la validez del proceso y cuya falta determina, no la improcedencia de la acción, sino de la pretensión, motivando el sobreseimiento del amparo (Fix-Zamudio, Héctor; 2001; pp. 116-117). Con independencia de lo expuesto, considero importante señalar, que debe tenerse en cuenta que la improcedencia del juicio de amparo puede presentarse desde el inicio del juicio, esto es, desde que se presenta la demanda respectiva, circunstancia que da lugar al desechamiento de la demanda o, bien a tenerla por no presentada, esta puede ser el caso de que no se ratifique o no se desahogue la prevención que se le hubiese hecho a la parte quejosa para efectos de su admisión o, bien, porque de acuerdo con el desahogo de la prevención, se aporten datos que con toda claridad (manifiesta e indudable) que impliquen la improcedencia del juicio de amparo. Sobre el particular, el jurista Melesio Ramos Martínez, señala que: En función de tales presupuestos se determinan las causales de improcedencia. Ya sea por ausencia material, Porque existiendo el presupuesto se ha configurado de manera defectuosa, o Por disposición expresa de la ley de ciertos actos que no pueden ser reclamados en el amparo o determinadas autoridades no pueden tener tal carácter para efectos del amparo. 15 Ahora, en cuanto a la ausencia del quejoso, la improcedencia del juicio de amparo pudiera presentarse cuando no es promovido por el directamente agraviado y entonces se actualiza la ausencia del principio de agravio personal y directo que rige en el juicio de amparo. Se puede presentar por el hecho de que se trate de una persona moral o jurídica y el promovente no acredita su personalidad con el instrumento notarial respetivo. También suele presentarse cuando se promueve una demanda de amparo a nombre de un tercero quien por encontrarse detenido no puede formularla directamente, pero siempre y cuando no la ratifique al momento de que el actuario del órgano jurisdiccional ocurre al lugar de su detención a notificarle de la presentación de la demanda. En cuanto al acto reclamado, “como primer elemento debe existir una autoridad, esto es, una persona con facultades decisorias o ejecutivas, de quien proceda la 15 Presentación Improcedencia del juicio de amparo, creada el ocho de junio de dos mil ocho. 46 manifestación de voluntad, dada a conocer por una decisión (acuerdo, resolución, sentencia o ley), o una ejecución material o ambas conjuntamente, que se traduzca en una actuación positiva, es decir, en un hacer, o negativa, en un no hacer o abstención, y que, por último, afecte a situaciones jurídicas de hecho” (Rosales Aguilar; 2007; p. 9). Es pues, la ley o acto de autoridad que se impugna en la demanda de amparo por considerarlo violatorio de las garantías individuales [derechos humanos] del gobernado en las hipótesis que indica el artículo 103 de la Constitución Federal (Raúl Chávez Castillo; 1999; p. 23). Para Juventino V. Castro, “la autoridad puede realizar actos positivos en contra de lo constitucionalmente mandado, o bien abstenciones que incumplan lo constitucionalmente ordenado. Este comportamiento técnicamente es conocido como acto reclamado” (J. V. Castro; 1999; p. 6.), se refiere a la conducta inconstitucional por parte de la autoridad, por ello, cuando se concede el amparo, en realidad lo que se anula en todos los casos previstos por el derecho de amparo, es una conducta que no se ajusta a la norma constitucional, y en el caso de las omisiones el incumplimiento de lo dispuesto como obligación de hacer por la Constitución. Ahora bien la clasificación de los actos reclamados que es mayormente aceptada por la doctrina es la siguiente: a) positivos; que consisten en hacer algo, es decir llevar a cabo una conducta externa manifestada en cualquier área de la actividad humana. b) negativos; a diferencia de los positivos se determinan por un no hacer o abstenerse, sin justificación alguna, de realizar una conducta a que está obligada la autoridad por la ley. c) simples o complejos; aquellos que consisten en la realización de una sola acción u omisión (simples) y los que están formados por varios actos u omisiones vinculados entre sí (complejos). d) pasados; los actos reclamados que compete conocer en el juicio de amparo deben preexistir, es decir encontrarse en el pasado, no obstante este apartado refiere a los que existiendo en el pasado están o han sido consumados de manera irreparable, en cuyo caso el amparo es improcedente física y legalmente. e) presentes; aquellos en los que, una vez ordenados o parcialmente ejecutados, siendo positivos, procede el estudio y la posible suspensión del mismo. 47 f) de inminente ejecución; son los que aun no habiendo sido actualizados o concretado, se entiende de manera fundada que surgirán o tendrán ejecutarán. g) futuros o probables; aquellos que, de acuerdo con los antecedentes con que se cuenta, no se advierte que la certeza de que sean ejecutables o se vayan a ejecutar. h) contra actos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; i) contra actos de Tribunales Colegiados de circuito; j) contra actos de autoridades en materia electoral; k) consentidos; se refieren a los actos en los que el quejoso manifiesta su conformidad, esto puede ser de manera tácita o expresa; l) derivados de otros consentidos; los que están ligados o tienen consecuencia necesarias o naturales de diversos actos que fueron previamente aceptados; m) que afectan a terceros extraños; emitidos o ejecutados dentro o fuera de juicio pero afectan derechos de personas diversas a las que participaron en el juicio de origen, es decir, por ser ajenos a la Litis natural, o bien, aquellos que siendo pate formal, no fue materialmente, por no haber sido emplazada al juicio de origen o porque su emplazamiento fue irregular o defectuoso. De la clasificación precedente se pueden agrupar el tipo de actos reclamados de acuerdo con: 1) Su naturaleza, y a estos corresponden los señalados en los incisos a) a la c); 2) Por razón del tiempo en que se ejecuta o puede ejecutarse el acto reclamado (pasados, presentes, inminentes, futuros y simplemente probables, contenidos en los incisos d) al g); 3) Aquellos en razón dela autoridad de la que emanan, y corresponde a los incisos h) al j); 4) los actos por razón de la conformidad del quejoso y corresponden a los contenidos en los incisos k) y l) y 5) finalmente los actos que afecten derechos de terceros extraños al juicio o procedimiento de origen, inciso m). Ahora bien, cuando existe ausencia de autoridad responsable es igualmente improcedente el juicio de amparo, puesto que para que un acto sea competencia del amparo debe provenir de una autoridad. Esta entendida como persona, cualquiera, que dispone de facultades de imperio, con facultades de facto o de iure, ya sea por mandato legal o por de 48 hecho, además deben estar en posibilidades de ejercer actos públicos que pueden llegar a causar afectación a los particulares. Dichos actos de autoridad tiene como principales características las de ser coercitivas y unilaterales. Cabe destacar, que el juicio de amparo procede en contra de los actos emanados por la autoridad de que se trate, pero además procede en contra de aquellos que los ejecutan. Juventino V. Castro señala, que “jurídicamente, autoridad es la persona autorizada para ejercitar una fracción del poder público. Es pues una función de delegación del poder que permite al delegado ordenar, o sea: mandar impositivamente un comportamiento, y mantener o imponer un orden material y jurídico” (J. V. Castro; 1999; p. 5). Como puede observarse, son los presupuestos medulares de la procedencia del juicio extraordinario de amparo, las partes: quejoso y tercero perjudicado; así como la autoridad o autoridades responsables, y, muy en especial, el acto reclamado. 2.3. Causales de improcedencia Como ya se expuso, la procedencia del juicio de amparo en términos generales, se encuentra determinada por lo dispuesto en el artículo 103 constitucional, es decir, todo aquel problema jurídico que derive de actos u omisiones de la autoridad en ejercicio de sus funciones o con motivo de ellas, que de alguna manera vulneren derechos humanos fundamentales; o bien que se trate de actos u omisiones de la Federación que invadan la esfera competencial de las entidades estatales o viceversa, determinan la procedencia del juicio de amparo a prima facie. Lo anterior salvo que se actualice alguno de los supuestos contenidos en el artículo 61 de la Ley de Amparo vigente16, porque en estos casos el juicio de amparo no será procedente y, por ende, en muchas de las veces no se puede estudiar el problema jurídico de fondo que aqueja al o los quejosos. De tal forma que es inevitable traer en cita el texto que albergan las tan aludidas causales de improcedencia, esto se debe a que el estudio de la presente investigación radica precisamente en el texto que se encuentra en ellas, mismas que pueden hacer que, en algunas 16 Existe la posibilidad de que el caso que se plantea se trate de aquellos en los que debe regularse el juicio mediante las disposiciones de la Ley de Amparo abrogada, entonces el numeral aplicable será el 73. 49 circunstancias, el juicio de amparo sea un “recurso” ineficaz para garantizar y poder ejercer el derecho de acceso a la justicia. Así pues el artículo 61 de la Ley de Amparo dispone que: Artículo 61. El juicio de amparo es improcedente: I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII. IX. X. XI. XII. XIII. XIV. Contra adiciones o reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; Contra actos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; Contra actos del Consejo de la Judicatura Federal; Contra resoluciones dictadas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación; Contra actos del Congreso de la Unión, su Comisión Permanente o cualquiera de sus cámaras en procedimiento de colaboración con los otros poderes que objeten o no ratifiquen nombramientos o designaciones para ocupar cargos, empleos o comisiones en entidades o dependencias de la Administración Pública Federal, centralizada o descentralizada, órganos dotados de autonomía constitucional u órganos jurisdiccionales de cualquier naturaleza; Contra resoluciones de los tribunales colegiados de circuito; Contra las resoluciones o declaraciones del Congreso Federal o de las Cámaras que lo constituyen, de las Legislaturas de los Estados o de sus respectivas Comisiones o Diputaciones Permanentes, en declaración de procedencia y en juicio político, así como en elección, suspensión o remoción de funcionarios en los casos en que las Constituciones correspondientes les confieran la facultad de resolver soberana o discrecionalmente; Contra normas generales respecto de las cuales la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya emitido una declaratoria general de inconstitucionalidad en términos de lo dispuesto por el Capítulo VI del Título Cuarto de esta Ley, o en términos de lo dispuesto por la Ley Reglamentaria de las Fracciones I y II del Artículo 105 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos;} Contra resoluciones dictadas en los juicios de amparo o en ejecución de las mismas; Contra normas generales o actos que sean materia de otro juicio de amparo pendiente de resolución promovido por el mismo quejoso, contra las mismas autoridades y por el propio acto reclamado, aunque las violaciones constitucionales sean diversas, salvo que se trate de normas generales impugnadas con motivo de actos de aplicación distintos. En este último caso, solamente se actualizará esta causal cuando se dicte sentencia firme en alguno de los juicios en la que se analice la constitucionalidad de las normas generales; si se declara la constitucionalidad de la norma general, esta causal no se actualiza respecto de los actos de aplicación, si fueron impugnados por vicios propios; Contra normas generales o actos que hayan sido materia de una ejecutoria en otro juicio de amparo, en los términos de la fracción anterior; Contra actos que no afecten los intereses jurídicos o legítimos del quejoso, en los términos establecidos en la fracción I del artículo 5o de la presente Ley, y contra normas generales que requieran de un acto de aplicación posterior al inicio de su vigencia; Contra actos consentidos expresamente o por manifestaciones de voluntad que entrañen ese consentimiento; Contra normas generales o actos consentidos tácitamente, entendiéndose por tales aquéllos contra los que no se promueva el juicio de amparo dentro de los plazos previstos. 50 No se entenderá consentida una norma general, a pesar de que siendo impugnable en amparo desde el momento de la iniciación de su vigencia no se haya reclamado, sino sólo en el caso de que tampoco se haya promovido amparo contra el primer acto de su aplicación en perjuicio del quejoso. Cuando contra el primer acto de aplicación proceda algún recurso o medio de defensa legal por virtud del cual pueda ser modificado, revocado o nulificado, será optativo para el interesado hacerlo valer o impugnar desde luego la norma general en juicio de amparo. En el primer caso, sólo se entenderá consentida la norma general si no se promueve contra ella el amparo dentro del plazo legal contado a partir del día siguiente de aquél al en que surta sus efectos la notificación de la resolución recaída al recurso o medio de defensa, si no existieran medios de defensa ordinarios en contra de dicha resolución, o de la última resolución recaída al medio de defensa ordinario previsto en ley contra la resolución del recurso, aún cuando para fundarlo se hayan aducido exclusivamente motivos de ilegalidad. Si en contra de dicha resolución procede amparo directo, deberá estarse a lo dispuesto en el capítulo respectivo a ese procedimiento; XV. Contra las resoluciones o declaraciones de las autoridades competentes en materia electoral; XVI. Contra actos consumados de modo irreparable; XVII. Contra actos emanados de un procedimiento judicial o de un procedimiento administrativo seguido en forma de juicio, cuando por virtud del cambio de situación jurídica en el mismo deban considerarse consumadas irreparablemente las violaciones reclamadas en el procedimiento respectivo, por no poder decidirse en tal procedimiento sin afectar la nueva situación jurídica. Cuando en amparo indirecto se reclamen violaciones a los artículos 19 ó 20 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, solamente la sentencia de primera instancia hará que se consideren irreparablemente consumadas las violaciones para los efectos de la improcedencia prevista en este precepto. La autoridad judicial que conozca del proceso penal, suspenderá en estos casos el procedimiento en lo que corresponda al quejoso, una vez concluida la etapa intermedia y hasta que sea notificada de la resolución que recaiga en el juicio de amparo pendiente; XVIII. Contra las resoluciones de tribunales judiciales, administrativos o del trabajo, respecto de las cuales conceda la ley ordinaria algún recurso o medio de defensa, dentro del procedimiento, por virtud del cual puedan ser modificadas, revocadas o nulificadas. Se exceptúa de lo anterior: a) Cuando sean actos que importen peligro de privación de la vida, ataques a la libertad personal fuera de procedimiento, incomunicación, deportación o expulsión, proscripción o destierro, extradición, desaparición forzada de personas o alguno de los prohibidos por el artículo 22 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como la incorporación forzosa al Ejército, Armada o Fuerza Aérea nacionales; b) Cuando el acto reclamado consista en órdenes de aprehensión o reaprehensión, autos de vinculación a proceso, resolución que niegue la libertad bajo caución o que establezca los requisitos para su disfrute, resolución que decida sobre el incidente de desvanecimiento de datos, orden de arresto o cualquier otro que afecte la libertad personal del quejoso, siempre que no se trate de sentencia definitiva en el proceso penal; c) Cuando se trate de persona extraña al procedimiento. 51 Cuando la procedencia del recurso o medio de defensa se sujete a interpretación adicional o su fundamento legal sea insuficiente para determinarla, el quejoso quedará en libertad de interponer dicho recurso o acudir al juicio de amparo; XIX. Cuando se esté tramitando ante los tribunales ordinarios algún recurso o medio de defensa legal propuesto por el quejoso que pueda tener por efecto modificar, revocar o nulificar el acto reclamado; XX. Contra actos de autoridades distintas de los tribunales judiciales, administrativos o del trabajo, que deban ser revisados de oficio, conforme a las leyes que los rijan, o proceda contra ellos algún juicio, recurso o medio de defensa legal por virtud del cual puedan ser modificados, revocados o nulificados, siempre que conforme a las mismas leyes se suspendan los efectos de dichos actos de oficio o mediante la interposición del juicio, recurso o medio de defensa legal que haga valer el quejoso, con los mismos alcances que los que prevé esta Ley y sin exigir mayores requisitos que los que la misma consigna para conceder la suspensión definitiva, ni plazo mayor que el que establece para el otorgamiento de la suspensión provisional, independientemente de que el acto en sí mismo considerado sea o no susceptible de ser suspendido de acuerdo con esta Ley. No existe obligación de agotar tales recursos o medios de defensa, si el acto reclamado carece de fundamentación, cuando sólo se aleguen violaciones directas a la Constitución o cuando el recurso o medio de defensa se encuentre previsto en un reglamento sin que la ley aplicable contemple su existencia. Si en el informe justificado la autoridad responsable señala la fundamentación y motivación del acto reclamado, operará la excepción al principio de definitividad contenida en el párrafo anterior; XXI. Cuando hayan cesado los efectos del acto reclamado; XXII. Cuando subsista el acto reclamado pero no pueda surtir efecto legal o material alguno por haber dejado de existir el objeto o la materia del mismo; y XXIII. En los demás casos en que la improcedencia resulte de alguna disposición de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, o de esta Ley. Como se desprende de la transcripción del numeral en cita, el legislador consideró que el juicio de amparo debe ser improcedente cuando el problema jurídico que se plante encuadre en alguno de los supuestos jurídicos que a modo de causales específicas prevé la citada norma. Sin embargo, cabe precisar, que tales causales de improcedencia no son limitativas sino que pueden presentarse otras más, siempre y cuando se trate de alguna disposición constitucional, o contenida en la ley de amparo, incluyendo desde luego, las que deriven de la jurisprudencia. En las diversas causales de improcedencia dispuestas por el artículo transcrito de la Ley de Amparo, se puede desprender la posibilidad de conjuntarlos en grupos, como pudiera ser: De temporalidad. 52 Causales de oportunidad17: - De acuerdo al acto reclamado; - De acuerdo a la materia; - A las circunstancias espaciales. Procesales propiamente dichas. Por cuestiones terminales: (Resoluciones pronunciadas) - Por la Suprema Corte de Justicia de la Nación; o, - Por los Tribunales Colegiados de Circuito De definitividad: - Omisión de interponer el recurso ordinario idóneo; o - Medio legal de defensa ordinario procedente. Por legitimación o ausencia de agravio: - Ausencia e interés jurídico o legítimo; o - Legitimación propiamente dicha. Por litispendencia: - Se esté tramitando un recurso o medio legal de defensa ordinario; o - Se encuentre en trámite un juicio de amparo diverso, promovido por el mismo quejoso, contra las mismas autoridades responsables y mismo acto, aunque las violaciones reclamadas sean distintas. Materiales. 17 Debiéndose entender como oportunidad, aquellas causales que involucran la presentación extemporánea de la demanda de amparo; por definitividad, aquellas que se refieren a la falta de interposición o promoción de los recursos o medios legales ordinarios de defensa; por cesación de efectos, aquellos casos, en los que por diversas cuestiones el acto reclamado dejó de surtir efectos, bien sea porque recayó una diversa resolución que debe prevalecer por sobre el reclamado, o bien, porque desapareció la materia del acto que se reclama, o ya sea porque la autoridad responsable que lo emitió resolvió revocarlo; por cuestiones terminales, cuando el acto reclamado involucra cuestiones referentes a la atención de dicho acto en diversa resolución (cosa juzgada), o por su estudio lo realizó un tribunal terminal (Suprema Corte de Justicia de la Nación o Tribunales Colegiados de Circuito); y, por litispendencia, por razón de que en contra del acto reclamado se encuentra tramitando un diverso juicio de amparo, ya sea porque se trate del mismo acto o porque resulta ser uno derivado del reclamado que hace que lo que se resuelva en el primero afectará al segundo. 53 Por cesación de efectos: - Por haberse revocado el acto reclamado; o, - Por haberse emitido una resolución diversa que deja sin efectos la anterior. Por ausencia de materia o acto reclamado: - Cuando no existe el acto que se reclama ante la negativa de las autoridades señaladas como responsables y la falta de pruebas por parte quejosa. Por no tratarse de un acto de autoridad: - Cuando el acto que se reclama no se refiere a actos que sean dictados, promulgados, publicados, ordenados, ejecutados o que se trate de ejecutar por la autoridad señalada como responsable; o, - Cuando el acto reclamado no cree, modifique, extinga o nulifique derechos y obligaciones a favor o a cargo de los gobernados; o, - Cuando el acto reclamado sea de aquellos en los que las relaciones no son de supra a subordinación. 2.3.1. Clasificación en cuanto a su fuente Ahora, para facilitar un poco el estudio de las improcedencias vale la pena señalar aquí la clasificación que de las mismas se puede hacer. Siendo estas por su fuente, como constitucionales, legales y jurisprudenciales. Improcedencia constitucional Son aquellas que por disposición expresa de la Constitución General de la República se determina que son inatacables mediante juicio de amparo, como son las siguientes expuestas por el profesor Juventino V. Castro: 54 Las improcedencias constitucionales que generalmente se precisan, son las siguientes: 1. La contenida en la fracción II del artículo 3º constitucional, al disponer que las autorizaciones otorgadas a los particulares para impartir educación primaria, secundaria y normal, y la de cualquier tipo o grado destinada a obreros y a campesinos, podrá ser negada o revocada, sin que contra tales resoluciones proceda juicio o recurso alguno, y por consiguiente el amparo tampoco. 2. La de la fracción XIV, primer párrafo, del artículo 27 constitucional, que señala no podrá promoverse juicio de amparo por los propietarios afectados con resoluciones dotatorias o restitutorias de ejidos o aguas, que se hubiesen dictado, o en lo futuro se dictaren en favor de los pueblos. 3. La que se deduce del artículo 33 que otorga facultad al Ejecutivo de la Unión para hacer abandonar el territorio nacional a todo extranjero cuya permanencia juzgue inconveniente, sin necesidad de juicio previo, circunstancia que elimina totalmente la posibilidad de ejercitar la acción de amparo por violación de garantías constitucionales (Castro y Castro, Juventino V., 1999, p. 11). Improcedencia legal. Es aquella causa que señala el artículo 73 de la Ley de Amparo en cualquiera de sus hipótesis por las cuales legalmente no procede el juicio de amparo (Chávez Castillo; 1997; p. 26). En cuanto a las legales, se refiere a las contenidas en la Ley de Amparo y, a las jurisprudenciales pero, debido a su gran cantidad, únicamente aquellas que se desprendan de casos específicos, como lo son los que contemplan actos de particulares, actos derivados de otros consentidos; actos provenientes del Ministerio Público18; actos de organismos públicos descentralizados que por carecer de imperium para imponer sus determinaciones no pueden ser considerados como autoridades para los efectos del amparo, y otros similares. En general se establecen casuísticamente improcedencias derivándolas los tribunales de amparo precisamente del sistema del derecho de amparo y de sus normas y principios, para concluir en una declaratoria expresa que alcanza finalmente el rango de criterio obligatorio; o bien para clarificar, extender o ajustar lo dispuesto en las distintas fracciones del artículo 73,19 o alguno otro relacionado que esté incluido en la Ley reglamentaria. 18 Sólo en lo que se refiere a la actividad indagatoria y persecutora de delitos, porque existen otros actos que si pueden ser revisados en amparo, como las resoluciones de no ejercicio de la acción penal, la dilación en la integración de la averiguación previa o carpeta de investigación, pero no la indagatoria misma, etcétera. 19 Artículo 61 de la Ley de Amparo vigente. 55 2.3.2. En cuanto a su naturaleza jurídica Si es posible agrupar a las causales de improcedencia por cuanto hace a su naturaleza, se podría decir que, en cuanto a las contenidas en el artículo 73 de la Ley de Amparo abrogada, sería de la siguiente manera (J. V. Castro; 1999; p. 120): 1. Contra actos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (fracción I); 2. Contra resoluciones dictadas en los juicios de amparo o en ejecución de las mismas (fracción II); 3. Contra leyes o actos que sean materia de otro juicio de amparo (litispendencia; fracción III). Esto es, cuando existen dos o más juicios y uno de ellos se ha promovido antes que los otros, pero que existen identidad de acciones, excepciones y cosas. En materia de amparo es causa de improcedencia cuando se ha promovido un primer juicio y posteriormente otro u otros, que tienen las mismas características que el primero, es decir, mismo quejoso, mismo acto reclamado, misma autoridad o autoridades responsables, aunque las violaciones constitucionales sean diversas, ya sea que el primer juicio se encuentre en trámite en primera o única instancia o en revisión, o inclusive, que hay causado ejecutoria [Chávez Castillo; 1997; p. 35]; 4. Contra leyes o actos que hayan sido materia de una ejecutoria en otro juicio de amparo (cosa juzgada, fracción IV); 5. Contra actos que no afecten los intereses jurídicos del quejoso (fracción V); 6. Contra leyes que, por su sola expedición, no causen perjuicio al quejoso (fracción VI); 7. Contra la violación de los derechos políticos (fracciones VII y VIII); 8. Contra actos consumados o que deban considerarse consumados irreparablemente fracciones IX y X); 9. Contra actos consentidos expresa o tácitamente (fracciones XI y XII); 10. Contra actos en que no se haya cumplimentado el principio de definitividad (fracciones XIII, XIV y XV); y, 11. Contra actos cuyos efectos han cesado, o no pueden surtir en forma alguna, efectos legales o materiales (fracciones XVI y XVII). 56 2.3.3. Actualización En cuanto a su actualización, las causales de improcedencia pueden detectarse o presentarse o advertirse desde la presentación de la demanda, como pudiera ser la oportunidad por ser extemporánea, definitividad por no haber interpuesto los medios de impugnación procedentes, o lo medios legales ordinarios correspondientes; por estar pendiente de resolver un juicio previo, algunos casos de cosa juzgada, etcétera. Cuestiones que dan lugar al desechamiento de la demanda, o en el mejor de los casos a una admisión parcial. También puede presentarse con el desahogo de alguna prevención que pueda dar lugar a tener por no presentada la demanda de amparo. Otro momento en el que puede actualizarse alguna causal de improcedencia es durante el desarrollo del juicio, como por ejemplo, cuando se presenta un cambio de situación jurídica, lo que en general que se decrete el sobreseimiento fuera de audiencia constitucional, Finalmente en la audiencia constitucional, se puede tener por actualizada alguna causal de improcedencia que genera también el sobreseimiento como la falta de interés jurídico. 2.3.4. Alcances (revisión oficiosa) De conformidad con lo dispuesto por el artículo 62 de la Ley de Amparo vigente y 73, último párrafo, de la Ley de Amparo abrogada, dispone que el análisis de las causales de improcedencia deben de estudiarse de manera oficiosa, y derivado de criterios jurisprudenciales se concluyó que ese análisis debe realizarse sea cual fuera el estado del juicio, lo hicieran o no valer las partes, y en cualquier instancia, de ahí, que cuando un tribunal colegiado revisor advierte la existencia de alguna causa de improcedencia del juicio de amparo la puede hacer valer, incluso cuando el fallo que se revisa haya sido protector. 57 3. Causales de improcedencia que limitan el acceso efectivo a la justicia. El amparo está considerado, y debiera ser, el “recurso” efectivo de acceso a la justicia en nuestro país, ya que representa, si bien no una instancia, sí el último mecanismo jurisdiccional para reclamar los derechos humanos y garantías de los gobernados, que por actos de autoridad se ven vulnerados, a nivel nacional o doméstico. Pues bien es posible señalar que el juicio de amparo debería ser el medio por el cual se ejercite libremente y se garantice el derecho de acceso a la justicia, puesto que existen ciertas “trabas” que, en algunas ocasiones de manera forzada y hasta injustificada, impiden el acceso no únicamente al juicio de amparo, sino a la misma impartición de justicia, que como ya hemos visto son representadas por las improcedencias. Ahora, para que el juicio de amparo pueda cumplir con su función jurídico-social, es necesario que tenga resultados efectivos en la protección y garantía de los derechos humanos; sin embargo, este objetivo no se logra a cabalidad porque muchas de las demandas de amparo son desestimadas. Dicha desestimación puede ser representada de dos maneras, ya sea desechando las demandas desde un inicio20 o bien decretando el sobreseimiento en la sentencia que se emita en dicho juicio.21 Estos dos escenarios encuentran su origen al advertirse la existencia de una causal de improcedencia del juicio, es decir en la actualización de alguna causal que impide la procedencia de este medio de control constitucional Estas pueden presentase al momento de promover el juicio o que pudiera haber sobrevenido durante el trámite o que habiendo existido desde la presentación de la demanda y no era de fácil apreciación; pudiéndose realizar esto último antes de concluido el juicio, 20 Ley de Amparo. Artículo 113. El órgano jurisdiccional que conozca del juicio de amparo indirecto examinará el escrito de demanda y si existiera causa manifiesta e indudable de improcedencia la desechará de plano. 21 Debe recordarse, que en nuestro sistema jurídico la sentencia definitiva que pone fin a un juicio de amparo se dicta en la audiencia constitucional, cuando ya se han recibido los informes justificados, las constancias que apoyen el acto de autoridad, en caso de existir el acto; así como desahogadas las pruebas que hubieran ofrecido las partes. 58 que es el caso del sobreseimiento fuera de audiencia o en la audiencia constitucional, en donde se dicta la sentencia definitiva en el juicio de amparo. 22 Ahora bien, en el de amparo como en todo juicio, requiere de ciertos aspectos a modo de presupuestos procesales, que determinan su procedencia, como lo dice el Ministro en retiro Genaro Góngora Pimentel “La improcedencia es la situación procesal en la cual, por no existir todos los presupuestos procesales del juicio constitucional no debe admitirse la demanda de amparo ni tramitarse el juicio” (G. Góngora Pimentel, 2005, p. 183). Causales de improcedencia, que son correlativas a los presupuestos procesales del juicio de amparo, antes reseñados, entre los que se encuentran los aspectos relativos al quejoso, al acto reclamado, a la autoridad responsable y al agravio o perjuicio y, pueden actualizarse en tres momentos: En el auto inicial con motivo de la presentación de la demanda de amparo (desechamiento); Durante la tramitación, el juicio, que da lugar al sobreseimiento fuera de audiencia constitucional; y, En la sentencia definitiva dictada en la audiencia constitucional (sobreseimiento). Ahora bien, para estar en aptitud de declarar la existencia de una causa de improcedencia, resulta necesario que previamente se haya constatado mediante los medios de convicción idóneos y conducentes, es decir “es necesario destacar que la improcedencia debe estar plenamente demostrada y no inferirse a base de presunciones, sin importar el momento en que se haga valer, esto es, al desechar la demanda o decretar el sobreseimiento, sea por auto o sentencia” (Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito del Poder Judicial de la Federación, A.C, 2010, p. 73). Cabe señalar que el estudio que ha de realizarse de un escrito de demanda debe ser integral, es decir, debe analizarse en todas y cada una de sus partes, tanto para poder determinar cuál es el acto que efectivamente reclama el quejoso; las autoridades 22 Existen casos en los que sobreviene una causal de improcedencia del juicio de amparo, que impide, no sólo estudio del fondo del asunto, sino muy especialmente su continuación, porque a nada práctico conduciría darle secuencia al juicio si al final de cuentas el resultado sería el mismo, esto es, la determinación de sobreseimiento en el juicio. De ahí que por cierta economía procesal, por así decirlo, resulte razonablemente acertado que se permita decretar el sobreseimiento fuera de audiencia constitucional. 59 responsables y, muy en especial, si se actualiza alguna causa que impida admitir la demanda a trámite.23 Ahora bien, si de su análisis integral se advierte que no existe algún causal de improcedencia, o que ésta no sea de fácil constatación, entonces deberá admitirse a trámite la demanda, en caso contrario, deberá desecharse o prevenirse para que el quejoso desahogue ciertas cuestiones que hagan dudar entre determinar su admisión o su desechamiento.24 Asimismo, el imperativo de los artículos 145 y 62 de referencia, respectivamente, señalan que las causales de improcedencia deben ser manifiestas e indudables, entendiéndose por lo primero lo que se da a conocer, poner a la vista los argumentos en los cuales el juzgador se apoya para que de forma contundente se determine la causa de improcedencia, que se actualiza y por lo segundo, aquello que es evidente, lo que no se puede poner en duda. De tal forma que el Juez de amparo tiene la obligación de analizar la demanda de garantías y si encontrare un motivo de improcedencia, debe desecharla de plano; de ahí que, 23 Ley de Amparo. Artículo 145. El juez de distrito examinará ante todo, el escrito de demanda; y si encontrare motivo manifiesto e indudable de improcedencia, la desechará de plano, sin suspender el acto reclamado. 24 Este último punto es otra cuestión que de alguna manera limita el acceso efectivo a la justicia a través del juicio de amparo, puesto que en los artículos 146 de la ley abrogada y en el 114 de la nueva ley se prevé la posibilidad de prevenir al quejoso y si éste no la desahoga, entonces se tendrá por no presentada la demanda, lo que se traduce en un desechamiento. Dichos numerales a saber disponen: “Artículo 146.- Si hubiere alguna irregularidad en el escrito de demanda, si se hubiere omitido en ella alguno de los requisitos a que se refiere el artículo 116 de esta ley; si no se hubiese expresado con precisión el acto reclamado o no se hubiesen exhibido las copias que señala el artículo 120, el Juez de Distrito mandará prevenir al promovente que llene los requisitos omitidos, haga las aclaraciones que corresponda, o presente las copias dentro del término de tres días, expresando en el auto relativo las irregularidades o deficiencias que deban llenarse, para que el promovente pueda subsanarlas en tiempo. /Si el promovente no llenare los requisitos omitidos, no hiciere las aclaraciones conducentes o no presentare las copias dentro del término señalado, el juez de Distrito tendrá por no interpuesta la demanda, cuando el acto reclamado sólo afecte al patrimonio o derechos patrimoniales del quejoso. /Fuera de los casos a que se refiere el párrafo anterior, transcurrido el término señalado sin haberse dado cumplimiento a la providencia relativa, el juez mandará correr traslado al Ministerio Público, por veinticuatro horas, y en vista de lo que éste exponga, admitirá o desechará la demanda, dentro de otras veinticuatro horas, según fuere procedente.”. /Artículo 114. El órgano jurisdiccional mandará requerir al promovente que aclare la demanda, señalando con precisión en el auto relativo las deficiencias, irregularidades u omisiones que deban corregirse, cuando: I. Hubiere alguna irregularidad en el escrito de demanda; II. Se hubiere omitido alguno de los requisitos que establece el artículo 108 de esta Ley; III. No se hubiere acompañado, en su caso, el documento que acredite la personalidad o éste resulte insuficiente; IV. No se hubiere expresado con precisión el acto reclamado; y V. No se hubieren exhibido las copias necesarias de la demanda. /Si no se subsanan las deficiencias, irregularidades u omisiones de la demanda dentro del plazo de cinco días, se tendrá por no presentada. /En caso de falta de copias, se estará a lo dispuesto por el artículo 110 de esta Ley. La falta de exhibición de las copias para el incidente de suspensión, sólo dará lugar a la postergación de su apertura.” 60 para tratar de brindar una mayor seguridad jurídica al quejoso, deban analizarse de manera preferente las causales de impidan su procedencia, por ser una cuestión de orden público y de estudio preferente de conformidad con lo dispuesto en el último párrafo del artículo 73 de la Ley de Amparo abrogada y 62 de la nueva ley. De ahí, que resulta incuestionable que al ser del interés de la sociedad que los juicios se sigan cuando deban ser estudiadas las cuestiones reclamadas, pero también que se desechen los que no lo sean o que resulte innecesario o infructuoso su tramitación y consecuente estudio de un acto que no tendrá resultados positivos para el interesado. Tales causales de improcedencia, salvo en el primer caso, en el que se debe tener en cuenta que para decretar el desechamiento de una demanda de amparo se requiere que sea manifiesta e indudable, existen diversas cuestiones a modo de reglas que deben tomarse en consideración para su actualización o desestimación, como se ilustrará más adelante. Es importante destacar que por medio de la reforma de diez de junio de dos mil once, realizada a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (en adelante Constitución o Carta Magna), en relación con los Derechos Humanos, fue que se comenzó a hablar y a tomar en consideración este amplio y complejo tema, por lo que dio inicio a la gestación de una era de dignificación humana, en nuestro país, que tiene como propósito principal, el armonizar el control constitucional mexicano con el derecho internacional de los derechos humanos. Ante estos cambios necesarios, de la estructura interna del marco jurídico nacional, que debe estar apegado en todo momento a un ejercicio de “convencionalidad/constitucionalidad” (José Luis Caballero Ochoa, 2013, p. 30), fue que comenzó a surgir la cuestión latente de cuál es el recurso o medio legal de defensa ordinario o extraordinario, por medio del cual se pueden impugnar actos u omisiones que violen derechos humanos, que por excelencia en nuestro país, como ya se describió, ha sido el juicio de Amparo. A consecuencia de esto, al tomar como base la reforma Constitucional de seis de junio de dos mil once, se reformaron los artículos 94, 103, 104 y 107 de la Constitución que, entre otras cosas, tuvo las siguientes modificaciones: - Los derechos humanos como objeto expreso de protección del juicio de amparo. 61 - La ampliación de la esfera de protección del juicio de amparo contra normas generales u omisiones. - El concepto ampliado de autoridad. - La introducción del Interés Legítimo. - La emisión de una declaración general de inconstitucionalidad ante la resolución de las salas o el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de dos juicios de amparo indirecto en revisión consecutivos que determinen la inconstitucionalidad de una norme general. - La eliminación del Sobreseimiento por inactividad procesal y la caducidad de la instancia. Ante estas modificaciones constitucionales, el constituyente tuvo la necesidad de ampliar el marco normativo en relación con la Ley de Amparo y los derechos humanos que debería de proteger, haciendo especial énfasis en su protección y en la no vulneración de los derechos fundamentales. Para dar claridad a lo anterior, conviene precisar, el Titulo Primero, Capítulo I, denominado De los Derechos Humanos y sus Garantías, artículo primero de la Constitución, que a la letra dispone: Artículo 1o. El juicio de amparo tiene por objeto resolver toda controversia que se suscite: I. Por normas generales, actos u omisiones de autoridad que violen los derechos humanos reconocidos y las garantías otorgadas para su protección por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como por los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte; II. Por normas generales, actos u omisiones de la autoridad federal que vulneren o restrinjan la soberanía de los Estados o la esfera de competencias del Distrito Federal, siempre y cuando se violen los derechos humanos reconocidos y las garantías otorgadas para su protección por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; y III. Por normas generales, actos u omisiones de las autoridades de los Estados o del Distrito Federal, que invadan la esfera de competencia de la autoridad federal, siempre y cuando se violen los derechos humanos reconocidos y las garantías otorgadas por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. El amparo protege a las personas frente a normas generales, actos u omisiones por parte de los poderes públicos o de particulares en los casos señalados en la presente Ley. Sirve de fundamento, la tesis aislada 1a. XIX/2011 (10a.), emitida por la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, publicada en la página 2918, Libro IV, Enero 62 de 2012, Tomo 3, Décima Época del Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, registro 2000126, de rubro y texto: PRINCIPIO PRO PERSONA. CRITERIO DE SELECCIÓN DE LA NORMA DE DERECHO FUNDAMENTAL APLICABLE. De conformidad con el texto vigente del artículo 1o. constitucional, modificado por el decreto de reforma constitucional publicado en el Diario Oficial de la Federación el 10 de junio de 2011, en materia de derechos fundamentales, el ordenamiento jurídico mexicano tiene dos fuentes primigenias: a) los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; y b) todos aquellos derechos humanos establecidos en tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte. Consecuentemente, las normas provenientes de ambas fuentes, son normas supremas del ordenamiento jurídico mexicano. Esto implica que los valores, principios y derechos que ellas materializan deben permear en todo el orden jurídico, obligando a todas las autoridades a su aplicación y, en aquellos casos en que sea procedente, a su interpretación. Ahora bien, en el supuesto de que un mismo derecho fundamental esté reconocido en las dos fuentes supremas del ordenamiento jurídico, a saber, la Constitución y los tratados internacionales, la elección de la norma que será aplicable en materia de derechos humanos-, atenderá a criterios de favorabilidad del individuo o lo que se ha denominado principio pro persona, de conformidad con lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 1o. constitucional. Según dicho criterio interpretativo, en caso de que exista una diferencia entre el alcance o la protección reconocida en las normas de estas distintas fuentes, deberá prevalecer aquella que represente una mayor protección para la persona o que implique una menor restricción. En esta lógica, el catálogo de derechos fundamentales no se encuentra limitado a lo prescrito en el Texto Constitucional, sino que también incluye a todos aquellos derechos que figuran en los tratados internacionales ratificados por el Estado mexicano. De las transcripciones anteriores, se puede desprender que el legislador, al momento de emitir dichas reformas se concentró en vincular a todas las autoridades con la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos, otorgando al individuo la protección más amplia, y cuando este beneficio no se encuentre establecido en las leyes locales, así como en la Constitución, las autoridades, en el ámbito de sus competencias, al hacer su ejercicio de convencionalidad, deberán acatar lo que los tratados internacionales indican, toda vez que al haber sido ratificados por el Estado Mexicano, es que nos encontramos en la OBLIGACIÓN CONSTITUCIONAL de no vulnerarlos, buscando en todo momento el mayor beneficio, en el presente asunto, a través del juicio de control constitucional, que por excelencia en el país, ha sido el juicio de Amparo. En este sentido, cobra vida el tema del presente trabajo, el cual pretende vislumbrar que las improcedencias decretadas en el artículo 61 de la Ley de Amparo en vigor, vulneran los derechos humanos de las personas, en virtud de que en el hacer diario del Poder Judicial 63 de la Federación, al sobrevenir una causal decretada dicho artículo, obstaculizan la protección que brinda el Juicio de Amparo, limitando así su procedencia, por lo que su función principal, que es dirimir controversias, se ve mermada, limitada y escueta, por lo que el acceso efectivo a la justicia se ve vulnerado. Por lo cual, con el presente cambio de paradigma que se está viviendo en nuestro país, y en el mundo en materia de derechos humanos, es necesario replantearse todas las causales de improcedencia, pues, como lo dice su concepto, son cuestiones que no permiten proceder al juicio, no permiten el acceso al recurso efectivo, que, como ya hemos visto, en nuestro país debiera ser el juicio de amparo. Ahora bien, si dichas causales fueran estudiadas y reconstruidas o reestructuradas a la luz y a partir de los derechos humanos (de lo que dispone el artículo 1 de la Constitución Política de los Estado Unidos Mexicanos), se garantizaría en mayor medida el derecho al acceso a la justicia. Si bien es cierto, deben existir limitantes que no hagan excesivo el actuar de las personas ante los actos del Estado, pues en este caso, el objetivo para el cual fue creado el Juicio de Amparo, es decir, la realización de un control de la constitucionalidad contra abusos del poder y la inexactitud de la aplicación de las disposiciones decretadas por el constituyente, también lo es que estas limitantes deben ser idóneas y conducentes en cada caso en específico, pues de lo contrario, se continuaría vulnerando el acceso efectivo a una justicia real. De esta manera, mediante el juicio de amparo, existe un recurso que salvaguarda los derechos fundamentales, que en sí realiza una protección amplia, por lo que sus limitantes contravendrían con lo establecido por el artículo 25 de la Convención Americana de los Derechos Humanos, del literal siguiente: Artículo 25. Protección Judicial 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales. 2. Los Estados Partes se comprometen: a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso; b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en que se haya estimado procedente el recurso. 64 Ahora bien, sobre todo en materia penal, las improcedencias vulneran en todo momento los derechos fundamentales de las personas, y al mismo tiempo no permiten el acceso a una justicia pronta y expedita, en contravención con el citado artículo 25 de la Convención Interamericana de Derechos Humanos. Un ejemplo claro de lo que he venido describiendo se puede verificar con la siguiente causal de improcedencia: 1. El artículo 61 de la Ley de Amparo, establece: El juicio de amparo es improcedente: […] XIV. Contra normas generales o actos consentidos tácitamente, entendiéndose por tales aquéllos contra los que no se promueva el juicio de amparo dentro de los plazos previstos. Cuando contra el primer acto de aplicación proceda algún recurso o medio de defensa legal por virtud del cual pueda ser modificado, revocado o nulificado, será optativo para el interesado hacerlo valer o impugnar desde luego la norma general en juicio de amparo. En el primer caso, sólo se entenderá consentida la norma general si no se promueve contra ella el amparo dentro del plazo legal contado a partir del día siguiente de aquél al en que surta sus efectos la notificación de la resolución recaída al recurso o medio de defensa, si no existieran medios de defensa ordinarios en contra de dicha resolución, o de la última resolución recaída al medio de defensa ordinario previsto en ley contra la resolución del recurso, aún cuando para fundarlo se hayan aducido exclusivamente motivos de ilegalidad. En este sentido, cabe precisar lo que determina el artículo 17 de la ley, que es del tenor literal siguiente: Artículo 17. El plazo para presentar la demanda de amparo es de quince días, salvo:[…] II. Cuando se reclame la sentencia definitiva condenatoria en un proceso penal, que imponga pena de prisión, podrá interponerse en un plazo de hasta ocho años; […] IV. Cuando el acto reclamado implique peligro de privación de la vida, ataques a la libertad personal fuera de procedimiento, incomunicación, deportación o expulsión, proscripción o destierro, desaparición forzada de personas o alguno de los prohibidos por el artículo 22 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como la incorporación forzosa al Ejército, Armada o Fuerza Aérea nacionales, en que podrá presentarse en cualquier tiempo. Esta fracción regula la improcedencia por consentimiento tácito que se traduce ante la extemporaneidad de la promoción del juicio; de lo anterior, inferimos que se vulnera el acceso a la justicia con este precepto, en virtud de que en el ejemplo de un auto de formal prisión, si por “error” personal o cualquier obstáculo no se pudo recurrir dicho auto por la apelación, o por el juicio de amparo, se debe entender que se está ante el caso de un acto consentido, y al no estar establecido en el artículo 22 constitucional, se debe quedar con las 65 consecuencias que dicha emisión trae consigo, dejando así actos consumados de modo irreparable, pues al no haber una justicia pronta y expedita que en lo conducente cumpla con los términos establecidos en la ley para el desarrollo de un procedimiento penal local, si dicha emisión, no se recurre en dicho término, se debe declarar consentido, lo que vulnera el acceso a una justicia equitativa. 66 CAPÍTULO III ADECUACIÓN DE LAS CAUSAS DE IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO PARA LOGRAR EL ACCESO EFECTIVO A LA JUSTICIA. 1. Examen de la idoneidad de las causas de improcedencia en el juicio de amparo En la Ley de Amparo abrogada y en la vigente se contemplan diversos supuestos que determinan la improcedencia del juicio de amparo; tales supuestos constituyen causas o motivos que impiden el inicio del juicio de amparo, o bien, su continuación e incluso, su culminación con un estudio de fondo del asunto25. En ambos ordenamientos jurídicos, se encuentran contenidos, en esencia, los mismos supuestos normativos, salvo que en la nueva Ley de Amparo se aumentaron otras, y se matizaron algunas más (tales adiciones y reformas se encuentran contenidas en el artículo 61, fracciones: I, III, IV, V, VI, VII, VIII, XVIII).26 Dichos supuestos normativos deben ser verificados de manera obligatoria por el juzgador de amparo al recibir una demanda respectiva, en tanto que constituyen un presupuesto procesal sin el cual no se puede dar inicio al juicio. Ahora, para estar en posibilidad de determinar la existencia de alguna de tales causales de improcedencia, dada su especial naturaleza jurídica27, debe realizarse un examen integral del escrito de demanda de amparo; y, solo si se advierte la existencia de alguno de los supuestos que impiden la procedencia del juicio de manera manifiesta e indudable, podrá desecharse una demanda; esto si se trata de la fase inicial del juicio de amparo; pues en las otras dos fases procesales (trámite y audiencia constitucional) se requiere que la 25 Esto, por razón a que las causales de improcedencia pueden hacerse valer o actualizarse en tres etapas del procedimiento respectivo (como ya se expuso anteriormente): al inicio, cuando se advierte la existencia de alguna de dichas causas y se desecha la demanda; o durante la tramitación, cuando se decreta el sobreseimiento fuera de audiencia constitucional, al actualizarse alguno de los supuestos de improcedencia en el desarrollo del juicio; o, al final cuando se dicta la sentencia definitiva en donde, del examen integral del asunto, se advierte la existencia de alguna o varias de tales causales. 26 Los supuestos de improcedencia del juicio de amparo contenidos en las citadas fracciones tuvieron su origen en los diversos criterios jurisprudenciales emitidos por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. 27 Se debe recordar, que las causales de improcedencia son supuestos jurídicos que tienen como finalidad permitir o impedir la admisión y trámite de una demanda de amparo y, por ende, el desarrollo del juicio, o bien, su terminación con un estudio del fondo del problema. 67 causal de improcedencia sea de fácil constatación, pues sin lugar a dudas debe quedar demostrada, ya que sólo así puede decretarse el sobreseimiento en el juicio. Con independencia de esta regla general, existen diversas notas distintivas a modo de reglas particulares que deben tomarse en consideración para su actualización o su desestimación, como se ilustra en el cuadro siguiente28: Causal de improcedencia Ley vigente Fracción II (Síntesis: Contra actos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación) Fracción IX (Síntesis: Contra resoluciones dictadas en juicios de amparo o en su ejecución) Fracción X (Síntesis: a) Contra normas generales o actos que sean materia de otro juicio de amparo, no concluido, es decir en trámite. b) Contra normas generales, en las que se haya analizado su constitucionalidad) Admisibilidad Actualización Desestimación Toda vez que la Suprema Corte de No existe ninguna excepción a esta Justicia es un Tribunal terminal, causal, pues se debe dar seguridad cuando, no pueden ser reclamados en jurídica a los gobernados con instancias amparo actos emanados por aquélla. judiciales terminales, cuyos actos o Atendiendo al principio de seguridad resoluciones deben ser inapelables o jurídica las resoluciones que emite inatacables. ese máximo tribunal las cuales no son revocables de manera alguna. Este supuesto se actualiza cuando se No se prevé desestimación alguna pues pretende reclamar en un nuevo juicio de existir esta se alentaría la creación de amparo las resoluciones de juicios interminables, esta cuestión definitivas en las que el problema también tiene que ver con el principio jurídico cuestionado ya fue materia de seguridad jurídica. de estudio en otro. En este supuesto se debe tener en Dentro de este supuesto caben las cuenta que se trata de resoluciones, no resoluciones emitidas durante el de actos procesales diversos. trámite del juicio, puesto que éstas deben ser combatidas mediante los únicos recursos que la misma ley contempla. Esto es así ya que las cuestiones contenidas en las resoluciones ya fueron motivo de controversia y decisión, además de que el efecto de toda resolución dictada en un juicio de amparo es su inimpugnabilidad mediante otro diverso juicio de garantías. La finalidad que se persigue en esta Para que se actualice dicha causal causal es que no se dicten sentencias deben de ser coincidentes los juicios contradictorias respecto de la misma respecto de: controversia, relacionado igualmente, 1. La parte quejosa, con el principio de seguridad jurídica. 2. Autoridades responsables, y, Esto es, cuando exista litispendencia. 3. Actos reclamados. Si se trata de normas generales, podría ser procedente el juicio, si: 1. Se trata de actos de ejecución 28 En este apartado se citarán las causales de improcedencia que se encuentran contenidas en la nueva Ley de Amparo, sin referirse a la abrogada, puesto que, aun cuando sigue aplicándose para los casos que se encontraban en trámite a la entrada en vigor de la nueva, resultaría infructuoso en tanto que contienen los mismos supuestos jurídicos como se dijo, de manera que sólo se distinguirá en el orden de estudio, iniciando con las que se encuentran contenidas en ambos ordenamientos legales y continuando con las causales adicionadas o reformadas. 68 Fracción XI (Síntesis: pretende evitar contradicción en el dictado de las sentencias ejecutoriadas, mediante la emisión de resoluciones con sentidos encontrados o divergentes) Ojo esta puede ser una causal de improcedencia que limita el acceso efectivo a la justicia pues dependerá del criterio del juzgador que resuelva en primer plano la sentencia es decir no hay cabida a nuevas reflexiones o criterios más amplios, reconsideraciones profundas basadas en los derechos humanos. Habrá que tener especial cuidado con la aplicación de dicha causal para no coartar el acceso efectivo a la justicia con su actualización. Fracción XII (Síntesis: se pondera el principio de agravio personal y directo, aunque con la reforma se abre el espectro del interés de, únicamente jurídico, a legítimo, cuestión que extiende el grado de protección y de acceso a la justicia, pues ahora la afectación no tiene que ser necesariamente directa, basta con tener una afectación indirecta para acudir al juicio de amparo) Fracción XV (Síntesis: lo que se busca proteger es la división de poderes y evitar la politización de los asuntos que, en su caso pudiera conocer la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Además de que reconoce la necesidad de la existencia de una entidad especializada en dichos temas) Fracción VII (Síntesis: de igual manera evita que el poder judicial de la Federación se inmiscuya en cuestiones que le son conferidas, constitucionalmente, a las cámaras o los congresos. Pondera el principio de división y equidad de los poderes) Fracción XVI (Síntesis: si al gobernado le fue violado un derecho con motivo de ese acto reclamado que ha surtido todos sus efectos, debe estudiarse la posibilidad de restaurar o de reparar dicho daño, si bien ya no material y físicamente, de alguna Se pretende conservar la cosa juzgada, la diferencia que existe entre esta causal y la presente, es el estado procesal en el que se encuentra el juicio, en este caso es la etapa de ejecución de sentencia. distintos o, 2. De actos de aplicación impugnados por vicios propios) Para que se actualice dicha causal deben de ser coincidentes los juicios respecto de: 1. Los quejos, 2. Autoridades responsables, y, 3. Actos reclamados. Con el supuesto de esta causal se actualiza el principio de agravio personal y directo, es decir contar con la titularidad de los derechos afectados, se requiere entonces ya sea afectación directa (interés jurídico) o indirecta (interés legítimo). Ahora cuando con la entrada en vigor de una norma general se requiera un acto de aplicación, esta no podrá ser reclama hasta en tanto se realice ese acto de aplicación, de otra manera no hay afectación. El principal objetivo de esta causa es la de mantener intacta la división de poderes. Además de que la violación a los derechos políticos no es lo mismo que las violaciones a las garantías individuales y derechos humanos. Se exceptúan los casos de incomunicados o los prohibidos por el 22 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que pueden ser promovidos por persona diversa, pero en nombre de quien sufre la afectación. Pero esta debe ser ratificada por el afectado. De igual forma que la improcedencia que precede, se atiende al principio de división de poderes, evita que el poder judicial se involucre en cuestiones políticas y de esta forma se politice. Siempre que la legislatura tenga la facultad soberana y discrecional para resolver estas situaciones. Como ejemplo, no puede remover soberanamente al presidente de la Comision de Derechos Humanos, en el supuesto procedería al amparo. El supuesto de esta fracción cobra sentido en el entendido de que los actos reclamados han surtido en forma total todos sus efectos; y ello hace que ya no puedan ser reparados mediante vía constitucional. Así las Desestimaciones, cuando el acto reclamado no sea aun consumado totalmente y de manera irreparable. No se prevé desestimación. 69 manera de reparar el daño causado con la violación. Si bien no restituirlo al estado en que se encontraban las cosas antes de la comisión de las violaciones, aunque no se retrotraigan los efectos de dicho acto reclamado, no se puede dejar en estado de injusticia al gobernado, deben adoptarse medidas reparatorias o acuerdos reparatorios, pues si bien no se puede restituir al gobernado en las violaciones si se debe reparar el daño que se a causado al gobernado con la violación a sus derechos , pues siempre debe encontrarse la forma de reparar el daño causado con la violación, no se puede dejar sólo las cosas así). Ojo, la presente causal también puede representar una traba al derecho de acceso efectivo a la justicia, puesto que, no obstante siempre hay medios de reparación del daño, si bien no material y física, en modo representativo. Fracción XVII (Síntesis: en el presente, puede representar también una causal que limita el acceso efectivo a la justicia, puesto que, con motivo de un cambio se situación jurídica, se deja de estudiar la posible violación a los derechos reclamados en el primer acto reclamado, es decir, como la situación jurídica cambio no se estudia ya las cuestiones previas a dicho cambio, pues pueden afectar la nueva situación. Esto representa una violación clara al derecho de acceso efectivo, pues es como si se estuviera convalidando todo lo que, hasta ese cambio de situación jurídica, se ha actuado. Máxime, si no se reclaman o si no se siguiere estudiando los dos actos, el preexistente al cambio de situación jurídica y el posterior a ella, se tomarían como consentidos todos los que se hayan llevado a cabo antes del cambio de situación) Fracción XIII (Síntesis: aquellos casos en los que el gobernado no reclame lo no combata el acto reclamado, es decir este conforme en la legalidad del mismo) Fracción XIV (Síntesis: tiene cosas la violación no puede ser repara al gobernado. Deben ser irreparables en todos y cada uno de sus efectos y consecuencias, física y materialmente ya no pueden ser restituidos. Sustancialmente es lo mismo que en la fracción precedente, sólo que, en este caso, se debe a que surge una nueva situación jurídica en el juicio, lo que impide estudiar la nueva resolución sin afectar la anterior. Esta causal contempla la existencia del consentimiento expreso del acto que se reclama, mediante expresiones inequívocas al respecto, ya sea por escrito o verbalmente; o bien por manifestaciones de la voluntad traducidas en actos positivos que indiquen sin lugar a dudas que el acto fue consentido. Esta fracción contempla dos aspectos, Cuando se desprenda que en realidad no existe cambio de situación jurídica o que no afecte el estudio del primer acto reclamado. Sólo cuando exista duda de que se 70 que ver, en términos generalísimos con la extemporaneidad de la promoción del juicio de amparo. Aunque, como se ha visto en la síntesis de la fracción que antecede, que hay casos en los que el consentimiento del quejoso puede tomarse como tal sin ser esa la manifestación de su voluntad) Fracción XVIII (Síntesis: por medio de la presente se garantiza el principio de definitividad del juicio de amparo, es decir esta es la improcedencia contra, únicamente sentencias que pueden ser recurribles o combatidos por otro medio. Se pondera el juicio de amparo como medio extraordinario de defensa. Es de gran importancia tener en cuenta las excepciones que la ley contempla para la actualización de la presente causal) Fracción XIX (Síntesis: esta causal también se relaciona directamente con el principio de definitividad, esto en razón de que no procederá el juicio de amparo cuando se encuentre pendiente de resolución recurso o medio alguno que tenga como objetivo modificar el acto que se pretende combatir por medio del amparo) Fracción XX (Síntesis: tiene íntima relación con la fracción XVIII, difieren únicamente en cuanto a que en la presente fracción se trata de actos de uno el referente al consentimiento tácito del acto o norma general reclamada, y el caso del amparo contra leyes autoaplicativas. El primero, se refiere a que se presume consentido el acto cuando no se presentó la demanda de amparo dentro de los plazos establecidos en la ley de amparo, con sus diversas modalidades; el segundo, se refiere a que no se estimará consentida la norma general reclamada si siendo autoaplicativa no se reclamó dentro del plazo especial de treinta días establecido por la ley, sino que tampoco lo hizo con motivo del primer acto de aplicación perjudicial, dentro del plazo genérico de quince días. Esto es, no promovió el juicio de amparo en ninguno de los dos plazos que la ley le concede para reclamar leyes autoaplicativas. Esta causal de improcedencia se refiere al caso en el que las resoluciones provengan de autoridades jurisdiccionales, en contra de las cuales procede algún recurso o medio legal de defensa ordinario que deben hacerse valer previamente a la presentación de la demanda de amparo, dada la naturaleza extraordinaria de éste último. En este punto, aun cuando la ley hace distinción entre autoridades judiciales, tribunales administrativos o del trabajo, lo cierto es que se refiere a la actividad materialmente jurisdiccional. Esta causa conduce al desechamiento de la demanda de amparo o al sobreseimiento en el juicio atendiendo a que en contra del acto reclamado se encuentra en trámite algún recurso o medio legal de defensa que pueda revocar, modificar o nulificar el acto reclamado, lo que implica que a nada práctico conduciría tramitar un juicio de amparo si se desconoce cuál pudiera ser el resultado del medio de impugnación hecho valer por la parte interesada. Es muy similar a la XIII y su correlativo de la nueva ley, sólo que en este caso se trata de autoridades administrativas que conocen de actos conoció el acto en la fecha estimada, o no se cuente con el dato de la notificación; o bien, cuando no sea de fácil constatación que se trate del primero o ulterior acto de aplicación perjudicial, incluso, cuando se trate de esto último, siempre y cuando exista Jurisprudencia al respecto. Existen ciertas causales que de actualizarse conllevan a que el quejoso o el gobernado, sin así desearlo, realice o sea omisión en ciertas cuestiones que puedan ser interpretadas como manifestación de su voluntad o de su consentimiento. Existen diversas causas que a modo de excepciones pueden hacerse valer, como pudiera ser los casos de terceros extraños, de menores, de incomunicados, de ciertos actos de imposible reparación, contra leyes, etcétera. Se requiere que el recurso o medio legal de defensa ordinario se haya interpuesto; que se encuentre en trámite, que lo haya interpuesto el quejoso y en especial que sea el medio de impugnación idóneo. De no ser así, no se actualizará esta causa. Puede desestimarse la causal si el recurso o medio legal de defensa ordinario no contempla la posibilidad de suspender el acto impugnado o ya 71 autoridad, a diferencia de la fracción XVIII, que trata de resoluciones. Además provee respecto de cuestiones relativas a la suspensión del acto reclamado) materialmente jurisdiccionales, o de procedimientos seguidos en forma de juicio, en contra de los cuales proceda algún recurso o medio legal de defensa ordinario. sea cuando el acto o resolución no se encuentre fundado. Fracción XXI Causa denominada comúnmente cesación de efectos, que se actualiza cuando el acto reclamado haya sido revocado, o que se hubiera pronunciado una diversa resolución o acto, que deja sin efectos el reclamado. Esta causa se actualiza cuando por alguna razón desaparece el objeto o materia del juicio y por ende, no puede surtir efectos positivos el fallo protector que al efecto de pronuncie, no obstante que la violación alegada subsista. En esta causa, se engloban diversos supuestos jurídicos que determinan la improcedencia del juicio de amparo, ya sea por disposiciones Constitucionales, o contenidas en la Ley de Amparo o en la jurisprudencia. Esta causa se actualiza cuando se pretende combatir las reformas o adiciones que se hagan a la Constitución General de la República, lo que de suyo resulta improcedente por tratarse del ordenamiento fundamental de nuestro sistema jurídico. Esta causal de improcedencia es cuestionable, en tanto que se establece como una prohibición de reclamado vía amparo los actos o resoluciones del Consejo de la Judicatura Federal, pues se trata de un órgano administrativo del Poder Judicial de la Federación, y que sus actos deberían de ser revisados, porque no es un órgano jurisdiccional terminal, ni implica la última instancia, y por el contrario deja inaudito al interesado; con independencia que en algunos casos la Suprema Corte de Justicia de la Nación pueda intervenir para pronunciar la resolución jurisdiccional respectiva. Esta causa resulta entendible en tanto que se trata de un tribunal terminal en materia electoral como es el Tribunal Si la revocación no hace que desaparezca la causa de la inconformidad del gobernado y no lo deja en las condiciones en que se encontraban las cosas antes de emisión o ejecución de dicho acto. (Síntesis: con motivo de alguna resolución o pronunciamiento de la autoridad responsable, cesen los efectos de la posible violación) Fracción XXII (Síntesis: es decir el acto reclamado existe pero la materia del mismo no, e decir sustancialmente sigue habiendo un acto reclamado pero la materia y alcance del mismo no) Fracción XXIII (Síntesis: son las que hemos mencionado como improcedencias constitucionales) Fracción I (Síntesis: contra adiciones o reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos) Fracción III (Síntesis: contra actos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación) Fracción IV (Síntesis: contra resoluciones dictadas por el Tribunal Electoral) 72 Fracción V (Síntesis: contra actos del Congreso de la Unión, sus comisiones permanentes o de sus cámaras, con motivo de nombramientos, etc.) Fracción VI (Síntesis: contra resoluciones de los tribunales colegiados de circuito) Fracción VIII (Síntesis: contra normas generales respecto de las cuales se haya emitido una declaratoria general de inconstitucionalidad) Electoral del Poder Judicial de la Federación, y por ende, a nada practico lleva pretender reclamar sus resoluciones si no habría un tribunal superior que las pudiera modificar. De igual manera dada la naturaleza de los actos del Congreso de la Unión y de la Comisión Permanente o de sus cámaras cuando se trate de objeciones o no ratificaciones de nombramientos, puesto que son facultades específicas y de alguna manera, discrecionales, y de permitir el amparo implicaría privarlo de la libertad de emitir sus determinaciones. Esta es una novedad, aunque innecesaria, porque al tratarse de tribunales terminales no procede por lógica jurídica el juicio de amparo. Esta es una causal novedosa, que involucra la imposibilidad de reclamar vía amparo una norma general en contra de la cual la Suprema Corte de Justicia de la Nación pronunció declaratoria general de inconstitucionalidad; sin embargo, podría ser cuestionada, porque de serle aplicada al gobernado cómo podría defenderse. Las reglas particulares reseñadas de las causales de improcedencia, constituyen sólo una parte de cuestiones que deben tenerse en cuenta para determinar la procedencia del juicio de amparo desde su inicio, o bien, para decretar el sobreseimiento al culminarse dicho juicio o durante su tramitación. Por esta razón, resulta necesario realizar un estudio integral de la demanda de amparo, a efecto de dilucidar si se actualiza alguna de dichas causales; pues de ser el caso se impediría el acceso al juicio de amparo. Con la finalidad de realizar el análisis integral del asunto, se han ideado diversas notas distintivas a modo de reglas que deben examinarse para determinar la actualización o desestimación de alguna causa que impida la procedencia del juicio de amparo. Algunas reglas, quizás las generalmente aceptadas, se expondrán a continuación: En opinión del ministro en retiro Genaro Góngora Pimentel (2005), en esencia, considera que son cinco las reglas básicas que deben tenerse en cuenta para determinar la 73 existencia de alguna causal de improcedencia del juicio de amparo, las cuales son las siguientes: 1. La improcedencia en los juicios de amparo es de orden público. 2. Todas las causas de improcedencia establecidas en el artículo 73 de la Ley de Amparo [abrogada y 61 de la nueva], provocan el sobreseimiento del juicio, conforme lo dispone el artículo 74, fracción III, del mismo ordenamiento legal. 3. Sólo procede el sobreseimiento respecto de los actos reclamados y no de los conceptos de violación. 4. Surgida la improcedencia del amparo, el juez de amparo no puede entrar al estudio del fondo de la cuestión planteada. 5. Las disposiciones legales que establecen las causas de improcedencia, que dan lugar al sobreseimiento, deben ser interpretadas y aplicadas de manera estricta. Todas estas reglas tienen su razón de ser por tratarse de cualidades procesales de las propias causas de improcedencia, como se expone a continuación. La improcedencia en los juicios de amparo es de orden público. Esta regla se refiere a la cuestión de orden público, que se deduce del hecho de que nuestra sociedad se encuentra organizada, en lo jurídico, por diversos ordenamientos también jurídicos que contienen los valores sociales fundamentales que ameritan ser regulados por medio de normas, en consecuencia tales normas constituyen el orden público, en tanto que su contenido debe ser observado por los gobernados. Como refiere el propio ministro en retiro Góngora Pimentel (2005; p. 210) “Con esto quiere decirse que las causales de improcedencia establecidas en la ley, en la Constitución y en la jurisprudencia deben impedir que el juez estudie el asunto planteado en la demanda de amparo, porque de hacerlo se afectarían los intereses fundamentales de la sociedad”; o bien, como lo expresa Péreznieto Castro (2003; p. 135), “(…) a las instituciones, principios y reglas que son considerados como fundamentales, debido a que incorporan las normas básicas de la moral y de la justicia y defienden los intereses básicos en materia política, social y económica que el Estado debe proteger y procurar su desarrollo”. Respecto de esta regla, considero que a veces se afecta más al orden público y el interés de la sociedad cuando se dejan sin escuchar los problemas de la gente, lo cual trasciende al ámbito de debida impartición de justicia, puesto se incumple de alguna manera con la principal función para preservar el estado de derecho, que es: resolver los problemas jurídicos. 74 De ahí, que debe matizarse esta regla con la finalidad de lograr un acceso más efectivo a la justicia, puesto que entre mayor número de problemas jurídicos que se atiendan mejor será el esfuerzo para logar un mayor equilibrio jurídico y por ende social; incluso, y a reserva de resultar aventurado, podría considerarse la posibilidad de eliminar toda causal de improcedencia del juicio de amparo, para hacerlo mayormente tutelador de los derechos humanos y un recurso sencillo y efectivo, pues sólo así se atenderían todos los problemas que de alguna manera involucren violaciones a tales derechos, deducidos por actos o resoluciones de la autoridad del Estado, incluyendo las leyes emitidas por el Congreso de la Unión o los Congresos de los Estados y, por ende, no se dejaría inaudito ni uno sólo de tales problemas, al examinar las particularidades de cada caso en particular. Un asunto que se deje de examinar en el juicio de amparo, es un problema probablemente violatorio de derechos humanos que se deja de resolver y, a la vez, de reparar las consecuencias, en su caso, de esa posible violación. Esto, en atención a que el único medio jurisdiccional de control constitucional que existe al alcance de los gobernados, para restituirle en el goce de sus derechos humanos, es el amparo, ninguno otro más dada su especial naturaleza. Todas las causas de improcedencia establecidas en el artículo 73 de la Ley de Amparo [abrogada y 61 de la nueva], provocan el sobreseimiento del juicio, conforme lo dispone el artículo 74, fracción III, del mismo ordenamiento legal. Esta regla se refiere al efecto lógico y jurídico que generan las causales de improcedencia, pues todas ellas conducen al sobreseimiento en el juicio de amparo. De manera tal que aquéllas constituyen el antecedente y éste el consecuente. Si se toma en cuenta, que el juicio de amparo puede terminarse de manera regular mediante el dictado de una sentencia definitiva, en la que se no sólo se puede decidir si se concede o niega la protección de la Justicia de la Unión, sino que también se puede decretar el sobreseimiento en el juicio por actualizarse alguna causa de improcedencia; como también ocurre en los casos en los que se 75 sobresee fuera de audiencia constitucional29, entonces el juzgador de amparo está obligado a realizar el análisis integral del asunto para verificar la posible actualización de alguna causa que impida la procedencia del juicio, tanto al inicio cuando se examina la demanda de amparo, como durante la tramitación del juicio, así como en la audiencia constitucional. Lo anterior es importante, en tanto que presenta una nota distintiva en el sentido de que si el juicio de amparo resulta procedente, entonces, en la sentencia definitiva se estudia y resuelve el fondo del asunto; pero, si se decreta el sobreseimiento en el juicio no se realiza ese estudio. Sólo procede el sobreseimiento respecto de los actos reclamados y no de los conceptos de violación. Esta regla particular se entiende, en tanto que la materia de reclamo en el referido juicio, sólo lo pueden constituir los actos o resoluciones de la autoridad, teniendo a éstas como actos en sí mismos considerados, no como argumentos aislados, sino como consideraciones que integran una determinación la que a su vez conforma un acto de autoridad. Lo importante es la pretensión del quejoso en el sentido de que sea declarada la inconstitucionalidad del acto reclamado; de ahí que el sobreseimiento es resultante de cuestiones que están relacionadas con el acto reclamado, pero no por las razones que sirven de sustento para acreditar tales pretensiones. Ahora, con independencia de lo dicho, es importante destacar, que en algunos casos de materias de estricto derecho, la ausencia de conceptos de violación implica el incumplimiento de los requisitos de la demanda que actualiza una causal de improcedencia nacida de un criterio jurisprudencial, lo que conduce a decretar el sobreseimiento, pero por ausencia de conceptos de violación, no porque éstos deban ser sobreseídos. Se dice que los conceptos de violación son los argumentos que sustentan la pretensión del quejoso, tendente a demostrar que el acto de autoridad que 29 La audiencia constitucional es el acto judicial en el que se dicta la sentencia definitiva, decidiendo conceder o negar el amparo o decretar el sobreseimiento, pero existen algunos casos en los que se puede decretar el sobreseimiento fuera de la audiencia constitucional, cuando durante el trámite del juicio se actualiza alguna causal de improcedencia de tal naturaleza que hace que resulte ocioso esperar a la celebración de la audiencia referida para decretar el sobreseimiento en ese momento; tal es el caso de la cesación de efectos del acto reclamado o del cambio de situación jurídica, de entre otros. 76 reclama es violatorio de sus derechos humanos, lo que se traduce en que lo que puede calificarse de constitucional o inconstitucional es el acto reclamado, no los argumentos que expone el quejoso a modo de conceptos de violación. Surgida la improcedencia del amparo, el juez de amparo no puede entrar al estudio del fondo de la cuestión planteada. Es de igual manera entendible esta regla si se tiene en cuenta que dos son las formas generalmente aplicables para dar por terminado un juicio, una la sentencia definitiva (en la que se estudia el fondo del asunto) y el otro el sobreseimiento (se impide el estudio de fondo), es decir, son instituciones jurídico-procesales que se contraponen entre sí; de manera tal que si se actualiza una causa de improcedencia que conduce al sobreseimiento, desde luego que esta situación impide el estudio del fondo del asunto. Las disposiciones legales que establecen las causas de improcedencia, que dan lugar al sobreseimiento, deben ser interpretadas y aplicadas de manera estricta. Es claro que la improcedencia del juicio de amparo debe ser considerada como una excepción al acceso efectivo a la justicia, que se traduce en perjuicio para el gobernado al dejarlo de escuchar en sus reclamos, pero en tanto resulta útil, sólo en algunos casos, de ahí su naturaleza extraordinaria. De manera tal que las causas que determinan que no sea procedente un juicio de amparo deben ser analizadas de manera estricta, no con base en presunciones ni conjeturas, sino, sólo en aquellos casos en los que sea advertible su existencia. Como ha quedado expuesto, con relación a las causales de improcedencia se han propuesto diversas reglas, de entre otras con las que la Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito del Poder Judicial de la Federación, A.C., expone en la Ley de Amparo comentada (2010), las cuales se reseñan en los siguientes términos: 1. Si existe algún indicio que permita considerar la existencia de una causa de improcedencia, las partes tienen el deber de informarlo y la autoridad de amparo está obligada a recabar las pruebas necesarias para descartarla o demostrarla. Esta es una de las características de la improcedencia como institución jurídico-procesal, que aún sigue vigente en la práctica judicial, que 77 conduce a considerar que tratarse de una cuestión de orden público, lleva al juzgador a analizar su posible existencia y, si éste no la advierte, las partes30 tienen obligación de invocarla y el juez de investigarla, recabando al efecto los elementos de convicción que se estimen conducentes a su demostración. Es decir, el juzgador tiene obligación de recabar las pruebas conducentes a demostrar la existencia de alguna causal de improcedencia pues se tiene la concepción de que al constituir un presupuesto procesal, entonces debe constatarse su existencia para determinar la improcedencia del juicio de amparo, o bien, su inexistencia sin lugar a dudas para que resulte procedente el juicio y estar en aptitud de estudiar el fondo del asunto. Lo que es del todo cuestionable, pues si bien es cierto, que la sociedad se encuentra interesada en que solo los juicios que en realidad sean necesarios deban de tramitarse, también lo es, que la impartición de justicia no debe concebirse de manera tal que obligatoriamente deban recabarse pruebas para desechar una demanda de amparo o decretar el sobreseimiento en el juicio, bajo el argumento que se trata de una institución procesal a modo de presupuesto, sin el cual no puede darse curso a una demanda. Tal situación es muy cuestionable, si se toma en cuenta que la única forma en que puede darse solución a los problemas jurídicos de la gente es precisamente, a través de los juicios o procedimientos establecidos por las leyes como instrumentos sencillos y accesibles, como en el caso debería ser el juicio de amparo. De manera tal que si son muchas las causales de improcedencia, iguales serán los casos que queden sin ser resueltos por la autoridad jurisdiccional; dicho en sentido contrario, entre menos sean las causas que impidan la procedencia del juicio de amparo, más problemas jurídicos serán resueltos y, como consecuencia necesaria, mayor será el acceso efectivo a la justicia constitucional. 2. Su existencia puede demostrarse aun en el recurso de revisión, en el caso del amparo biinstancial, siempre que éste no haya concluido, habrá de efectuar su 30 Las autoridades responsables, los terceros interesados o perjudicados, según sea el caso, el agente del Ministerio Público de la Federación adscrito al órgano jurisdiccional respectivo. 78 análisis en revisión con independencia de que el recurrente sea el quejoso. Esta es una de las cuestiones que no es fácil de entender, pues, para aquellos que se encuentran en ese supuesto se preguntan: si se siguió el juicio en todas sus etapas, se dictó una sentencia definitiva, que bien pudo haber sido favorable a sus intereses o no, por qué razón, por el sólo hecho de que se haya interpuesto el recurso de revisión, se corre el peligro de que si el tribunal colegiado revisor si advierte la existencia de una causa de improcedencia la hará valer, sin importar que se trate de quejoso ni de que el juicio de haya tramitado en todas sus etapas; y, en efecto, esta regla particular que rige la improcedencia en el juicio de amparo, parecería que en vez de contribuir a un acceso más afectivo a la justicia constitucional, se vuelve en su contra, con la sólo justificación de ser una cuestión de orden público. Sin embargo, esta regla estricta debería de modificarse, y en aquellos casos en los que las partes ni el juzgador de primer grado no hayan hecho valer alguna causa de improcedencia (por no ser de fácil constatación), deberá realizarse el estudio del asunto. No necesariamente para confirmar o negar el amparo, según sea el caso, sino, sólo para estudiar el fondo del problema planteado. La improcedencia implica impedir la tramitación de un juicio, pero si éste ya se tramitó, entonces cuál podría ser el problema de dejar de estudiar el fondo del asunto, incluso para negar el amparo. Esto, pues debe tenerse en cuenta que la gente desea, claro está que siempre se resuelva el litigio a favor de sus intereses, pero en ocasiones cuando el fallo respectivo le es adverso lo asimila y acepta, pues lo que se desea es ser escuchado, y en su caso, que le sean explicadas las razones de la decisión en tal o cual sentido, no necesariamente en uno favorable. Pero hay que escucharlo y no dejarlo inaudito, pues de lo contrario se impide el acceso efectivo a la justicia; puesto que en vez de constituirse en un medio de defensa constitucional extraordinario, se torna en una medio legal que no siempre va a servir para que sea analizada la constitucionalidad de algún acto o resolución, sino sólo en aquellos casos en los que no se actualice alguna causa de improcedencia. Esta situación es muy criticable, más bien debería de hacerse 79 extensiva la posibilidad del acceso al juicio de amparo, para hacerlo un recurso judicial útil, rápido y sencillo. 3. Son una excepción a la regla de inadmisión de pruebas en el recurso de revisión y en el amparo directo. Esta regla es aún más cuestionable y se aprecia con mayor nitidez que algunas de las causales de improcedencia del juicio de amparo limitan el acceso efectivo a la justicia, pues bajo el argumento de que la improcedencia del juicio es de orden público, se permite a los órganos jurisdiccionales de amparo admitir pruebas para constatar la actualización de alguna de tales causas, sin importar que ya se haya tramitado el juicio en todas sus etapas y que de alguna manera si no se había invocado en la secuela procesal por las partes, implica que no era de fácil constatación. Por ende, debería estudiarse el fondo del asunto y no admitir elementos probatorios para decretar el sobreseimiento, puesto que en casos como este, se deja inaudito a la parte quejosa, sin importar el tiempo transcurrido en la tramitación del medio legal de defensa. De ahí, que debería eliminarse esta regla conceptual y determinar que en casos en los cuales no se haya invocado alguna causal de improcedencia, cuando el asunto sea conocido por el tribunal revisor en amparo directo o uniinstancial, o bien, en revisión, no sean admitidas pruebas y se siga el estudio del problema. Esto, en atención a que esta regla se presenta cuando se plantea el problema en demanda de amparo directo, y entonces sería entendible analizar si existe alguna causa de improcedencia, pero en el caso de la revisión, la materia del recurso lo constituye la sentencia definitiva pronunciada por un juez de Distrito, después de practicarse todas las diligencias conducentes, lo que de suyo no sólo implica demeritar el trabajo impreso en el trámite del juicio, pero muy en especial, genera incertidumbre en las partes, puesto que no existe una plena seguridad jurídica en las decisiones judiciales, lo que a la vez conduce a limitar el acceso efectivo a la justicia. En el amparo indirecto, cuando ya se ha celebrado la audiencia constitucional, por regla general no se admiten ni se desahogarán pruebas, más que aquéllas que ese refieran a la comprobación de causas de 80 improcedencia, de manera que también se admiten excepcionalmente. Esta regla tiene su razón de ser por el hecho de que en la sentencia definitiva que se dicte al efecto deberá tenerse en cuenta sólo las pruebas ya aportadas durante el trámite del juicio. Sin embargo, dicha regla que más que nada es una excepción, permite que los juzgadores de amparo admitan pruebas pero con la única finalidad de demostrar la existencia de alguna causal de improcedencia del juicio de amparo, que tiende a decretar el sobreseimiento. Entonces, cabe cuestionar, si una vez celebrada la audiencia constitucional en el juicio de amparo biinstancial no se admiten más pruebas, cuál es la razón lógico jurídica que conduzca a aceptar que deban admitirse las pruebas mediante las que se demuestre la existencia de alguna causa de improcedencia. Por estas razones, la regla que se alude debería de dejarse de utilizar, puesto que además, el orden público y el interés social no se verían afectados en grado predominante, e incluso, se resolvería un problema jurídico que es lo que también interesa, para preservar la sana convivencia social. Es aplicable lo razonado para la regla precedente, con la adición, de que es tan estricta la concepción de que la improcedencia es una cuestión que debe analizarse en cualquier instancia o estado del juicio, lo hagan valer o no las partes, que obliga al juzgador a recibir pruebas que acrediten la existencia de alguna causa de improcedencia, pero no como excepción, sino como una regla estricta. 4. En materia de alegatos, mediante criterios jurisprudenciales se determinó que el juzgador de amparo no tiene obligación de atender su contenido, salvo que en ellos se realicen manifestaciones relacionadas con la improcedencia del juicio, hipótesis en la que deberá abordar su estudio. Respecto de esta regla es posible formular los mismos comentarios que se han expuesto en párrafos precedentes, salvo, que si los alegatos no son de obligado estudio para el juzgador de amparo, tampoco debería serlo la invocación de alguna causal de improcedencia, puesto que para esta instancia ya se recabaron los informes respectivos, se escuchó a las partes y, si no se hicieron valer los motivos de 81 improcedencia durante la secuela procesal, resulta entonces una actuación oficiosa que tiene tintes de limitante del acceso a la justicia de manera efectiva. Además de las reglas expuestas existen otras más generadas por los criterios jurisprudenciales, que aun cuando son del común conocimiento de los juzgadores de amparo, resulta oportuno reseñarlas, sirviendo de base para este efecto, la presentación electrónica elaborada por Melesio Ramos Martínez, el ocho de junio de dos mil ocho, en el siguiente orden: 1. El desechamiento de una demanda de amparo procede cuando una causal de improcedencia es manifiesta e indudable. Señala el autor, que por “manifiesto” debe entenderse lo que se advierte en forma patente y absolutamente clara de la lectura de la demanda, de los escritos aclaratorios o de ampliación, en su caso, y de los documentos que se anexan a tales promociones; y, por “indudable”, que se tenga certeza y plena convicción de que la causa de improcedencia de que se trate efectivamente se actualiza en el caso concreto, de tal modo que aun cuando se admitiera la demanda y se sustanciara el procedimiento, no sería factible obtener una convicción diversa. Esta regla resulta afortunada si se tiene en cuenta que las causales de improcedencia del juicio de amparo deben ser la excepción y no la regla para la atención de los asuntos a través del juicio de amparo; si se toma en consideración que éste constituye un medio de defensa constitucional extraordinario con que cuentan los gobernados, para hacer frente a los actos de autoridad que pudieran resultar arbitrarios o abusivos, en perjuicio de sus derechos fundamentales. Sin embargo, aun con esta especie de exigencia jurídica que tiende a generar seguridad, tanto para la atención y seguimiento de los asuntos, como para que no se vulneren los derechos fundamentales de debido proceso en perjuicio de los gobernados, resulta necesario acotar las causales de improcedencia, reduciéndolas a las mínimas, no como de manera equívoca lo hizo el legislador en la nueva Ley de Amparo, aumentándolas con diversos supuestos más. 82 2. Las causas de improcedencia deben acreditarse de manera plena y no presuntiva. Esta regla implica un matiz mayor de seguridad a favor de los gobernados y de la impartición de justicia, puesto que sólo si alguna causal de improcedencia se encuentra comprobada su existencia debe hacerse valer de oficio por el juzgador o invocarse por las partes, para que sea actualizable. Siendo importante señalar, que esta regla sumada a la anterior, se complementan, cuenta habida, que lo manifiesto e indudable debe ser una característica del asunto mismo, que genere esa limitante para acceder al juicio de amparo, y sólo si es posible advertir de manera plena su existencia y no con base en presunciones o conjeturas, habrá de aplicarse en el juicio de amparo. No obstante, esta regla complementada debe ser aplicada en casos excepcionales y limitativos, no extensivos como hasta ahora se ha hecho. 3. Si de autos se advierte alguna evidencia (indicio) de actualización, deben obtenerse de oficio las pruebas necesarias para su plena demostración. Esta regla adicionada con la siguiente determinan la posibilidad de que las causas de improcedencia no sean aplicadas de manera indiscriminada ni para perjudicar ni favorecer a alguna de las partes, en especial a la quejosa. En efecto, si presentada la demanda y planteada la pretensión jurídica se advierte la posibilidad de la actualización de alguna causal de improcedencia, deben recabarse los elementos de prueba que permitan llegar a la convicción de su existencia o para despejar la duda y fincar de manera sustentada la procedencia del juicio de amparo sin lugar a dudas. Sin embargo, como las causales de improcedencia limitan el acceso al juicio de amparo, entonces resulta muy cuestionable esta regla, porque permite al juzgador de manera obligada a investigar y recabar pruebas para la actualización de alguna causa que impida la procedencia del juicio, lo que conduce necesariamente a limitar el acceso efectivo a la justicia de una u otra manera, como ya se expuso en párrafos que anteceden. 4. Si se hace valer una causal de improcedencia que involucra el fondo del asunto deberá desestimarse. Esta regla complementa a la anterior, y permite tener la seguridad de que si se invoca una causa de improcedencia que de alguna 83 manera implique el estudio del fondo del asunto, no debe actualizarse sino por el contrario, lo que se debe hacer es admitirla a trámite, recabar los elementos de prueba conducentes y, en su caso, resolver el fondo del asunto en sentencia definitiva. Como por ejemplo, si el quejoso reclama que no le fue notificada una resolución de dos años antes, no se puede desechar de plano la demanda por extemporaneidad, porque esa causa involucra el fondo del reclamo y del asunto en sí mismo considerado. Sería tanto como decirle al quejoso que no se estudia el acto que reclama porque no presentó su demanda oportunamente; siendo que esa es la cuestión que reclama, es decir, que no tuvo conocimiento del acto porque no le fue notificado, entonces no podría haber presentado su demanda de amparo dentro de los plazos legales, sino a partir de la fecha en que tuvo conocimiento. Por ende, esta regla llevada a su exacta expresión, conduce a permitir el acceso efectivo a la justicia. Sin embargo, en muchos órganos jurisdiccionales se prefiere decretar el sobreseimiento en el juicio o, en su defecto, el desechamiento de la demanda desde que es presentada, sin analizar el fondo del problema planteado, limitando así el derecho humano de acceso efectivo a la justicia. 5. Las pruebas que acreditan la actualización de alguna causal de improcedencia, pueden admitirse en el amparo directo o en revisión. Esta regla ya fue analizada en párrafos precedentes, en donde se concluyó que limita el acceso efectivo a la justicia, si durante todo la etapa procesal de un juicio ordinario de donde emana ej juicio de amparo directo, o bien, del trámite del juicio indirecto motivo de la revisión, no se hicieron valer causa de improcedencia, y no eran de fácil constatación, el órgano revisor de segundo grado, no debería de ocuparse ya de las causales de improcedencia, sino más bien analizar la corrección legal o constitucional de la resolución recurrida. Por esta razón, dicha regla debe eliminarse, porque deja sin ser escuchada a alguna de las partes. Además de que no se debe olvidar, que los órganos jurisdiccionales de amparo constituyen en nuestro sistema judicial la última 84 esperanza de los gobernados para que les sea impartida justicia; lo que no ocurre si obligada y necesariamente se busca y se aplican las causales de improcedencia, sin importar el tiempo ni la afectación de los intereses de alguna de las partes. 6. Pruebas en la revisión, deben tomarse en consideración las supervenientes si se relacionan con la improcedencia del juicio de garantías. Esta regla también debería de eliminarse, porque no sólo no se constató la existencia de una causal de improcedencia del juicio de amparo y por esa razón se le dio trámite, sino que es posible que aparezca una prueba superveniente que involucre cierta causa y entonces debe hacerse valer, con la finalidad, claro está, de decretar el sobreseimiento fuera de audiencia o incluso en la audiencia constitucional misma, y dejar inaudito al quejoso. Esta situación no debería de ocurrir y por esa razón debe eliminarse, es decir, si no se desprende la existencia de una causa de improcedencia, así debe tenerse y continuar con el estudio del fondo del asunto, sólo así podrá estimarse que por medio del juicio de amparo se permite el acceso efectivo a la justicia. 7. Cuando se invoca como causal alguna de las fracciones del artículo 73 de la ley de la materia, sin expresar las razones que justifiquen su actualización, el juzgador deberá analizarlas sólo cuando sea de obvia y objetiva constatación. En muchas ocasiones ocurre que las partes sólo invocan la posible existencia de alguna causal de improcedencia sin formular argumento alguno mediante el cual sustenten su aseveración, por esta razón, el juzgador de amparo sólo está obligado a analizar la posible actualización de dicha causal, sólo si es de fácil constatación. Siendo así, esta regla genera seguridad jurídica a los quejosos y debe preservarse en beneficio de la impartición de la justicia. 8. Al resolverse el recurso de revisión, de conformidad con lo previsto en el artículo 91, fracción III, de la Ley de Amparo, podrá confirmarse la resolución que desechó la demanda o sobreseyó el juicio de amparo, aun cuando fuese por una causa de improcedencia distinta a la advertida por el juez de distrito, o bien, por las misma causa, pero por diversos motivos. Esta 85 regla se constriñe al análisis de las consideraciones que expuso al juzgador de primer grado para decretar el sobreseimiento en el juicio de amparo, con la finalidad de determinar si fue acertada su consideración y entonces confirmar el fallo; pero en el caso de que la causa de improcedencia fuere distinta debe confirmarse, incluso siendo la misma pero por diversas razones. Esta regla no afecta en la impartición de justicia, más bien se trata de una posible regla de economía procesal, por así decirlo. 9. Si el juez de Distrito desestimó alguna de las causales de improcedencia, se requiere agravio en la revisión para examinarla. Esta regla tiene un sentido jurídico pragmático, puesto que evita que el juzgador de segundo grado se adentre al estudio de una causal de improcedencia que ya estudio el juzgador de primer grado, eso resultaría inútil, salvo que la parte agraviada hiciera valer agravio al respecto, en el que deberá de exponer las razones de su postura en contra de las consideraciones del juzgador de Distrito. 10. El tribunal revisor debe examinar la procedencia del juicio, con independencia de que el recurso lo hubiera interpuesto el quejoso que ya obtuvo parte de sus pretensiones, y pese a que pudiera resultar adverso a sus intereses si se advierte la existencia de una causal de improcedencia; sin que ello contravenga el principio de non reformatio in peius. Esta regla debe eliminarse, por las mismas razones que las expresadas en párrafos precedentes, pero además, porque si el quejoso de alguna manera ya obtuvo la satisfacción de alguna de sus pretensiones o de parte de ellas, bien o mal se trata de una verdad legal, y por ende, no debería decretarse el sobreseimiento, sino en todo caso, entrar al estudio del asunto y resolver en sentido negativo a los intereses del quejoso, pero no dejarlo sin ser escuchado. Sería más conveniente analizar el fondo del problema y negar el amparo, que decretar el sobreseimiento en el juicio y dejar sin estudiarla cuestión efectivamente planteada. Sólo hay que imaginar que en casos como este, el quejoso se da la arrepentida de su vida por haber interpuesto un recurso que significaba la esperanza para que fueran satisfechas todas sus pretensiones, y resulta que en vez de obtener algo 86 más, lo perdió todo, y hasta lo que ya había obtenido, bien o mal, si se quiere, pero es verdad legal, además que en un juicio debe existir equilibrio entre las partes, y por ende las mismas posibilidades de defensa. Por ello, es mejor que se analice el fondo del problema, y si se concluye que no debió de resolverse el juicio de origen de la manera como se hizo, puede negarse el amparo y con esta decisión se cumpliría con el acceso efectivo a la justicia. 11. Revisión adhesiva e improcedencia (técnica de amparo). Esta regla se genera cuando existe la revisión adhesiva, y si ocurre que tanto en la revisión principal como en la adhesiva se hacen valer causales de improcedencia, entonces deben analizarse éstas, iniciando con la del recurso principal, y continuando con las de la adhesiva. 2. Ajustes necesarios a las causales que deban preservarse para la procedencia del juicio de amparo De la exposición que antecede se advierten las cuestiones que deben tenerse en consideración para que se actualice la causal de improcedencia respectiva, lo que, como ya se hizo notar, varias de ellas impiden el acceso efectivo a la justicia; sin embargo, existen otros aspectos que inciden en la falta de cumplimiento de los estándares internacionales en materia de derechos humanos. Un aspecto importante es aquel que se refiere a la obligación procesal de estudiar de manera oficiosa las causales de improcedencia, lo que de suyo no implicaría una limitante para el acceso efectivo a la justicia, si se toma en cuenta que todos los juicios deben resultar procedentes por tratarse de una cuestión de orden público y de interés social,31 sin embargo, el problema radica en que el estudio oficioso genera una búsqueda casi incansable por parte de algunos miembros del personal de los órganos jurisdiccionales para localizar alguna causal que genere el desechamiento de la demanda cuando es presentada ante la autoridad jurisdiccional, o el sobreseimiento fuera o en la audiencia constitucional. 31 Las cuestiones de orden público e interés social son aspectos que se entrelazan, en tanto que nuestro sistema jurídico se conforma por ordenamientos legales que contienen los valores fundamentales de importancia para la subsistencia de nuestra sociedad, y por ende, representan los intereses de ésta. 87 Este es el verdadero problema, lo que se traduce en una limitante al acceso efectivo a la justicia, y por ende, al incumplimiento de los estándares internacionales en la materia, puesto que de nada sirve que exista un medio legal de defensa extraordinario, instituido para la protección de los intereses jurídicos de los gobernados en nuestro país, si los tribunales de amparo se preocupan más por buscar obligada y forzosamente la actualización de causales de improcedencia, en vez de entrar al estudio de fondo del asunto planteado, para generarle mayor seguridad jurídica a los gobernados. El juicio de amparo deja de ser un recurso sencillo y efectivo, si se le ponen tantas trabas, además que se desnaturaliza su objetivo primordial y función social, que es la de preservar el control constitucional. Es muy posible afirmar que el juicio de amparo constituye la última esperanza jurisdiccional de los gobernados para que sean escuchados en sus pretensiones, y, sin embargo, se les cierran las puertas bajo el argumento de que las causales de improcedencia son de orden público y por esta razón deben examinarse en cualquier instancia, de manera oficiosa, es decir, lo hagan o no valer las partes, lo que de suyo constituye una limitante al acceso efectivo a la justicia. Pues si a través del juicio de amparo se examina la constitucionalidad de los actos o resoluciones que se reclamen, entonces no debería de impedirse el acceso a dicho juicio mediante la invocación y actualización obligada y necesaria de causales de improcedencia, sino debería permitirse a los juzgadores de amparo que realicen el análisis del problema constitucional planteado. De la misma manera es muy posible que debiera cambiarse la cultura jurídica respecto de cómo se concibe al juicio de amparo. Debería de apreciarse a dicho juicio extraordinario como un instrumento jurisdiccional de suma importancia, que conduce a la preservación del orden constitucional y a una sana con vivencia, pero además en lo que se refiere a sus resoluciones propiamente dichas, debería de tenerse la convicción de que si la principal función social del juicio de amparo es proteger los intereses de los gobernados en contra de los abusos de poder, entonces la idea que debe tener el juzgador es la de analizar el asunto teniendo en mente conceder el amparo o emitir un fallo protector, pero si se diera el caso que no le asiste razón al quejoso, entonces resolver en el sentido de negar la protección constitucional, y sólo si es el caso excepcional, y como último recurso conceptual, entonces se podrá decretar el sobreseimiento en el juicio de amparo. 88 Lo anterior, obedece a que es práctica común en los tribunales de amparo, que como primer paso se analiza si puede actualizarse alguna causal de improcedencia, de no ser así, buscan la posibilidad de negar el amparo, y sólo hasta el final conceden el amparo, como si fuera una concesión graciosa del Estado a favor de los gobernados, cuando es posible que cambiando el estado de cosas, sea al revés; teniendo en cuenta que los gobernados tienen derecho a ser escuchados en sus pretensiones y a que se les explique si les asiste o no razón, no a que se les diga que su demanda resulta improcedente porque se actualiza tal o cual causal de improcedencia. Esto es inadmisible, y por ende, debe de cambiarse el paradigma que aun impera en nuestro sistema jurídico constitucional. Independientemente de que se cumpla con los estándares internacionales sobre derechos humanos, las causales de improcedencia del juicio de amparo deberían ser mínimas, deberían de limitarse las causa que impiden la procedencia del juicio en cita, en especial, por la naturaleza jurídica por la cual fue creado, preservar el orden constitucional en lo que se refiere al respeto de los derechos humanos fundamentales a favor de los gobernados. Por esta razón, si es que no deben desaparecer las causales de improcedencia (que sería lo óptimo), deben ser limitarlas y preservar sólo aquellas que resulten necesarias. Una de estas causas podría ser evitar la extemporaneidad o falta de oportunidad, debe ampliarse el plazo para la presentación de la demanda, como pudiera ser de cuarenta y cinco o sesenta días o quizás más, de manera tal que la presentación de la demanda sea de acuerdo a la voluntad del quejoso y a su deseo para que le sean respetados sus derechos humanos; puesto que es de entenderse que en este aspecto se involucra el interés del quejoso en que sean respetados sus derechos fundamentales, y entre más pronto lo haga podría ser mejor, pero si requiere de mayor tiempo, que sea a la elección del gobernado no del Poder público, como ocurre en otras materias, en conde opera la caducidad o prescripción después de tres años. De esta manera, si el gobernado no formula su demanda dentro del plazo establecido al efecto, entonces sí podría entenderse que consintió el acto o la norma general obligatoria que haya reclamado. Cuando se trate de las causales de improcedencia por cosa juzgada, debería permitirse el análisis del fondo del problema, por ser una cuestión que amerita estudio a efecto de determinar si se está en presencia de un verdadero caso de una resolución 89 inatacable e innimpugnable, por ser la misma materia de litigio la que se analizó en uno juicio previo, y que se trate de las mismas partes. En cuanto a la causa que impide la procedencia del juicio de amparo denominada litispendencia, es decir, cuando otro juicio de amparo se encuentra pendiente de resolver, podría preservarse, porque hasta en tanto no se resuelva aquél, éste tendría que quedar suspendido; pero además es muy posible que en el primer juicio se resuelva la materia que se reclama en el segundo. Por ello, en ningún caso debería de actualizarse la improcedencia en el juicio de amparo, cuando se trate de cesación de efectos, ni de la llamada causal de improcedencia por cambio de situación jurídica, puesto que sólo se le priva al gobernado de ser oído y se le obliga a volver a impugnar un acto que generalmente deriva del primero que reclamó, como es el caso en el que el acto es una orden de aprehensión y que por motivo de la comparecencia del quejos ante el juez penal de la causa y seguidas las formalidades del caso, se dictó auto de término constitucional, lo que conduce a que por esta razón se decrete el sobreseimiento fuera de audiencia por cambio de situación jurídica, siendo que la materia a estudiar generalmente es la misma y sólo lo que varía es el tipo de resolución y los efectos que produce, pero no existe justificación razonable para dejar de estudiar el asunto. Para ese efecto debería de notificársele al quejoso y requerirle para que amplíe su demanda de así estimarlo conducente, pero que sea decisión de él. Otras causales que deben de preservarse son las referentes a los actos o resoluciones de los tribunales terminales para generar seguridad jurídica. Esto en atención a que en todo sistema jurídico debe existir un orden estructural que permita la decisión final inatacable de los problemas planteados, pues de no ser así, entonces se generaría una cadena interminable de juicios. Así como también, debe preservarse la causal de improcedencia relativa a la definitividad. Esto, en atención a la naturaleza jurídica extraordinaria del juicio de amparo, y se obligue a los gobernados en todos los casos a interponer los recursos o medios legales de defensa ordinarios que procedan antes de acudir al juicio de amparo. Otra causal de improcedencia que debería de desaparecer es la relativa a los actos de autoridad, cuyo estudio y determinación deberá ser realizado hasta la sentencia definitiva. Lo anterior, por razón, de que la calificación de ser un acto de autoridad implica un estudio 90 de fondo del asunto, pero además, si se trata de un acto que emanó de una autoridad, desde luego que debe ser revisado, aun cuando lo haya emitido con motivo de sus funciones o fuera de ellas, es decir, que no correspondan a sus atribuciones, pues de cualquier manera se aprovecha de la calidad de autoridad con que cuenta. Debería restringirse la posibilidad de los sobreseimientos fuera de audiencia constitucional o en la audiencia misma y si no fueron de fácil constatación, pues ello acarrea una inseguridad jurídica a los gobernados, quienes espera que el problema planteado sea analizado y no que se le deje inaudito. Considero que matizando las causales de improcedencia del juicio de amparo se cumplirá con su función social de preservar el control constitucional y por ende, permitiría el acceso efectivo a la justicia, cumpliendo con los estándares internacionales sobre la materia. De lo anterior, y de cada una de las causales estudiadas, se desprende que en ciertos casos, el juicio de amparo pierde su razón de ser como medio o recurso adecuado para combatir las violaciones a los derechos humanos, pues la misma ley pone obstáculos y limitantes, que se concretan en los innumerables supuestos de improcedencia que contempla la ley, con todas sus variantes, impidiendo así la protección conforme a las disposiciones fundamentales de la Constitución y los instrumentos internacionales de los que México es parte, al no haber un acceso a la justicia real, que sea pronta y expedita. En este sentido la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya ha hecho pronunciamientos al respecto, que se traen a colación para brindar la posibilidad real de interponer un recurso sencillo y rápido que permita alcanzar la protección judicial requerida, por ello se deben evitar prácticas que tiendan a denegar o limitar el acceso a la justicia, cuidando que estén fundamentadas constitucional y legalmente, sirven de apoyo y refuerzan lo descrito las siguientes tesis: ACCESO A LA JUSTICIA. LOS ÓRGANOS JURISDICCIONALES DEBEN EVITAR, EN TODO MOMENTO, PRÁCTICAS QUE TIENDAN A DENEGAR O LIMITAR ESE DERECHO. A fin de satisfacer efectivamente el derecho fundamental de acceso a la justicia, debe acudirse al artículo 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el cual prescribe la obligación por parte del Estado, de conceder a toda persona bajo su jurisdicción, un recurso judicial efectivo contra actos violatorios de derechos, los cuales pueden estar reconocidos tanto en la legislación interna, como en la propia convención. Asimismo, en la interpretación que se ha hecho de este numeral por parte de la Corte Interamericana de Derechos 91 Humanos, ha sido criterio sostenido que, para la satisfacción de dicha prerrogativa, no basta con la existencia formal de un recurso, sino que éste debe ser efectivo; es decir, capaz de producir resultados o respuestas y tener plena eficacia restitutoria ante la violación de derechos alegada; en otras palabras, la obligación a cargo del Estado no se agota con la existencia legal de un recurso, pues éste debe ser idóneo para impugnar la violación y brindar la posibilidad real, no ilusoria, de interponer un recurso sencillo y rápido que permita alcanzar, en su caso, la protección judicial requerida. En estas condiciones, la existencia de esta garantía constituye uno de los pilares básicos, no sólo de la Convención Americana citada, sino de todo Estado de derecho. Por tanto, los órganos jurisdiccionales deben evitar, en todo momento, prácticas que tiendan a denegar o limitar el referido derecho de acceso a la justicia. ([J]; 10a. Época; T.C.C.; S.J.F. y su Gaceta; Libro XV, Diciembre de 2012, Tomo 2; Pág. 1053) DERECHO DE ACCESO A LA JUSTICIA. SUS ETAPAS. De los artículos 14, 17 y 20, apartados B y C, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y 8 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, deriva el derecho de acceso efectivo a la justicia, el cual comprende, en adición a determinados factores socioeconómicos y políticos, el derecho a una tutela jurisdiccional efectiva y los mecanismos de tutela no jurisdiccional que también deben ser efectivos y estar fundamentados constitucional y legalmente. Ahora bien, como se señaló en la jurisprudencia 1a./J. 42/2007, de rubro: ‘GARANTÍA A LA TUTELA JURISDICCIONAL PREVISTA EN EL ARTÍCULO 17 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS. SUS ALCANCES’, esta Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación definió el acceso a la tutela jurisdiccional como el derecho público subjetivo que toda persona tiene, dentro de los plazos y términos que fijen las leyes, para acceder de manera expedita a tribunales independientes e imparciales, a plantear una pretensión o a defenderse de ella, con el fin de que, a través de un proceso en el que se respeten ciertas formalidades, se decida sobre la pretensión o la defensa y, en su caso, se ejecute esa decisión; de ahí que este derecho comprenda tres etapas, a las que corresponden tres derechos: (i) una previa al juicio, a la que le corresponde el derecho de acceso a la jurisdicción, que parte del derecho de acción como una especie del de petición dirigido a las autoridades jurisdiccionales y que motiva un pronunciamiento por su parte; (ii) una judicial, que va desde el inicio del procedimiento hasta la última actuación y a la que corresponden las garantías del debido proceso; y, (iii) una posterior al juicio, identificada con la eficacia de las resoluciones emitidas. Los derechos antes mencionados alcanzan no solamente a los procedimientos ventilados ante jueces y tribunales del Poder Judicial, sino también a todos aquellos seguidos ante autoridades que, al pronunciarse sobre la determinación de derechos y obligaciones, realicen funciones materialmente jurisdiccionales. [TA]; 10a. Época; 1a. Sala; S.J.F. y su Gaceta; Libro XVIII, Marzo de 2013, Tomo 1; Pág. 882 92 3. Derecho de acceso a la justicia vs. Causales de improcedencia Justificar, a la luz de los estándares internacionales sobre acceso a la justicia, las razones por las que la propuesta de eliminación de ciertas causales de improcedencia respetaría y garantizaría de mejor manera. Como hemos visto en el primer capítulo los estándares internacionales que en materia de acceso a la justicia existen se ven representados y garantizados con las modificaciones que a las causales de improcedencia que en la presente investigación son propuestas. De tal forma que, por ejemplo, precisando con mayor auge en el principio pro persona las causales, es que se puede garantizar a las personas el acceso efectivo a recursos que en verdad permitan la justicia, o por lo menos el simple acceso a ella. Un juicio de amparo más abierto sin tantas trabas, en el cual el fallo pueda ser reconsiderado o que después de reflexionarlo pueda ser modificado (cosa que no ocurre con la cosa juzgada), puede ser a la emisión de sentencias más justas y menos legales Así pues, cuando el camino está limpio y despejado, cuando un recurso, como el juicio de amparo, no se obstaculiza con exceso de cuestiones procesales previas, puede llegar a constituir, más allá de un medio de control constitucional, un medio de garantía en derechos humanos. Lo anterior es así, toda vez que un país como México que se ha comprometido con el respeto y garantía de los derechos humanos, no puede seguir contando con un recurso efectivo (juicio de amparo), que para ser promovido o mínimamente admitido, deba esquivar tantas barreras iníciales. El camino de la vía amparista debe estar despejada para que el fondo del asunto pueda ser la prioridad a estudiar o resolver del juzgador. 4. Conclusiones. Atento el planteamiento del tema en los capítulos del presente trabajo de investigación, considero que es posible llegar a las siguientes conclusiones. Deben limitarse las causales de improcedencia hasta el mínimo necesario, para generar certidumbre jurídica a los gobernados para que de esta manera sus reclamos sean escuchados y, en su caso, atendidos oportunamente. 93 Debe cambiarse de paradigma que ha regido hasta ahora el juicio de amparo y estudiar su materia y fin último, teniendo en cuenta que es la última esperanza jurídica con que cuenta el gobernado para lograr la satisfacción de sus pretensiones, o en su caso, que se le explique por qué no tiene razón. En otro orden de ideas, pero en el mismo sentido, debe evitarse el abuso del juicio de amparo, lo que se logra entrando al estudio del fondo de los asuntos, en vez de decretar el sobreseimiento en el juicio por diversas causales que sólo retrasa el seguimiento y solución de los problemas jurídicos que aquejan a los gobernados. Ahora bien deben ampliarse los plazos para la presentación de la demanda de amparo de cuarenta y cinco a sesenta días, de manera tal que sin lugar a dudas se pueda llegar a la convicción de que el gobernado consintió el acto o resolución, si dentro de ese plazo ampliado no promovió el juicio de amparo. Sólo deben preservarse las causales que impliquen la falta de oportunidad o extemporaneidad en la presentación de la demanda, los relativos a la cosa juzgada y la litispendencia, así como los referentes a los actos o resoluciones de los tribunales terminales y muy en especial la definitividad. Debe eliminarse toda causal de improcedencia que implique cambio de situación jurídica o cesación de efectos, casos en los que habrá de realizarse el estudio del fondo del asunto, para generarle mayor seguridad jurídica al gobernado. De este modo, atendiendo al concepto de acceso a la justicia y al realizar un análisis comparativo con las causales de improcedencias en el juicio de amparo, es posible llegar a la convicción de que la razón de ser de algunas de ellas constituyen límites para acceder a las vías de control constitucional para reclamar el cumplimiento de los derechos violados. Si el acceso a la justicia es un derecho fundamental en tanto que constituye la vía para demandar el respeto a los derechos humanos y por ende, el cumplimiento de la ley; y, por su parte, las causales de improcedencia constituyen “obstáculos” que el quejoso debe superar para que el juicio de amparo sea procedente y que su reclamo sea admitido y atendido por los juzgados y tribunales, es de entenderse entonces, que algunas de dichas causales son contrarias al propio acceso a la justicia. 94 En otras palabras las causales de improcedencia, en algunos casos, pueden constituir un impedimento a la garantía de acceso a la justicia consagrada en el artículo 17 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, por lo cual deben ser eliminadas. En vez de disminuir los supuestos de improcedencia del juicio de amparo, el legislador los aumentó, antes, en la ley abrogada se contemplaban dieciocho causales, de las cuales diecisiete son particulares pero la dieciocho era genérica que hacia la ampliación de causales de improcedencia en un número indeterminado. Ahora, en la nueva Ley de Amparo, se aumentaron las causales a veintitrés supuestos de improcedencia, y se conservó la genérica, pero en la fracción XXIII, lo cual, desde luego que hace poco posible que el juicio de amparo sea un medio legal de defensa constitucional sencillo y rápido, y, limita el acceso efectivo a la justicia. Cabe hacer notar, que la fracción XVIII generaba la posibilidad de hacer extensiva la gama de causales de improcedencia, puesto que es por así decirlo una especie de “comodín”, porque se complementaba con alguna disposición contenida en la Constitución General de la República, o bien, en la propia Ley de Amparo, así como también en la jurisprudencia emitida por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, lo que traía consigo una gran variedad de razones que impiden el acceso efectivo al juicio de amparo (actualmente esta figura se conserva en la fracción XXIII de la nueva Ley de Amparo. Las notas distintivas particulares reseñadas de las causales de improcedencia, constituyen sólo una parte de cuestiones que deben tenerse en cuenta para determinar la procedencia del juicio de amparo desde su inicio, o bien, para decretar el sobreseimiento al culminarse dicho juicio o durante su tramitación. Las causales de improcedencia generan incertidumbre en los gobernados, puesto que son tantos los supuestos jurídicos que deben solventarse para que sea atendido su problema jurídico que le aqueja Lo anterior es importante, en tanto que presenta una nota distintiva en el sentido de que si el juicio de amparo resulta procedente, entonces, en la sentencia definitiva se estudia y resuelve el fondo del asunto; pero, si se decreta el sobreseimiento en el juicio no se realiza ese estudio. De manera tal que si son muchas las causales de improcedencia, muchos serán los casos que queden sin ser resueltos por la autoridad jurisdiccional; dicho en sentido contrario, 95 entre menos sean las causas que impidan la procedencia del juicio de amparo, más problemas jurídicos serán resueltos y, como consecuencia necesaria, mayor será el acceso efectivo a la justicia constitucional. Sin embargo, esta regla estricta debería de modificarse, y en aquellos casos en los que las partes ni el juzgador de primer grado no hayan hecho valer alguna causa de improcedencia (por no ser de fácil constatación) la existencia de causa de improcedencia alguna, deberá entrarse al estudio del asunto. No necesariamente para conformar el amparo concedido, sino para negarlo, es decir, estudiar el fondo del asunto; pues en mi opinión, la improcedencia implica impedir la tramitación de un juicio, pero si éste ya se tramitó, entonces cuál podría ser el problema de dejar de estudiar el fondo del asunto, incluso para negar el amparo, precisamente por las razones que impulsan a considerar que se actualiza una causal de improcedencia. Lo importante es que se le escuche al gobernado. Claro está, sin que implique que por estudiar el fondo y no sobreseer se le favorezca a un gobernado sin que le asista el derecho para ello, puesto que este aspecto si le interesa a la sociedad, es decir, que no se beneficie a nadie que no tenga derecho a obtener la cosa o bien que se le otorga, puesto que sería tanto como tolerar y permitir de alguna manera fraude a la ley, por así decirlo. De ahí, que debería eliminarse esta regla conceptual y determinar que en casos en los cuales no se haya invocado alguna causal de improcedencia, cuando el asunto sea conocido por el tribunal revisor en amparo directo o uniinstancial, o bien, en revisión, no sean admitidas pruebas y se siga el estudio del problema. Esto, en atención a que esta regla se presenta cuando se plantea el problema en demanda de amparo directo, y entonces sería entendible analizar si existe alguna causa de improcedencia, pero en el caso de la revisión, la materia del recurso lo constituye la sentencia definitiva pronunciada por un juez de Distrito, después de practicarse todas las diligencias conducentes, lo que de suyo no sólo implica demeritar el trabajo impreso en el trámite del juicio, pero muy en especial, genera incertidumbre en las partes, puesto que no existe una plena seguridad jurídica en las decisiones judiciales, lo que a la vez conduce a limitar el acceso efectivo a la justicia. Es posible señalar, que esta regla también se presenta antes de que sea dictada la sentencia definitiva en el juicio de amparo del conocimiento de juez de Distrito (amparo 96 biinstancial), pero ya celebrada la audiencia constitucional. En esta fase procesal en la que ya se ha celebrado la audiencia del juicio, ya no es posible que se admiten pruebas de ninguna de las partes, porque la sentencia definitiva que se dicte deberá tener en cuenta las ya aportadas durante el trámite del juicio. Entonces si no se admiten más pruebas, cuál es la razón lógico jurídica que conduzca a aceptar que deban admitirse las pruebas mediante las que se demuestre la existencia de alguna causa de improcedencia. Por estas razones, la regla que se alude debería de dejarse de utilizar, puesto que además, el orden público y el interés social no se verían afectados en grado predominante puesto que se resolvería un problema jurídico que es lo que también interesa, para preservar la sana convivencia social. 97 BIBLIOGRAFIA Fuentes de información. 1 Fuentes primarias: Alarcón Hernández, J. (1990). Unificación de criterios en la Legislación para una justicia administrativa vigorosa. 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