Ch. Norberg-Schulz. Arquitectura Barroca. Madrid: Aguilar (1972 (1971), pp. 214-215: «La planta de Sant’Ivo se desarrolla en torno a un hexágono y muestra alternación de ábsides y ninchos de fondo convexo. La compleja forma resultante está unificada por una articulación contínua de pared y un entablamento que la ciñe. Los seis ángulos del hexágono son de primordial importancia estructural con sus pilastras dobles, mientras los ábsides y los nichos sólo tienen una. Y, de hecho, por encima de estos ángulos ascienden nervaduras que “sostienen” el anillo de la linterna, mientras las otras nervaduras sólo forman grandes armazones en torno a las ventanas de la cúpula. De ese modo, se vuelve a encontrar el principio de diferenciación y transformación dentro de una totalidad integrada. Pero la creación “fundamental” de Sant’Ivo es la idea de conseguir la continuidad vertical reproduciendo sin interrupción en la cúpula la compleja forma de la planta. Por tanto, la cúpula de Sant’Ivo pierde el carácter tradicional de cubierta estática pareciendo que experimenta un constante proceso de expansión y contracción que gradualmente va atenuándose hasta el anillo de la linterna [...] Sant’Ivo es uno de los espacios totales más unitarios en la història de la arquitectura a pesar de su forma rica y nueva [...] Esta iglesia es, principalmente, un organismo central que, basándose en el triángulo y el hexágono, tiene un carácter dinámico que jamás se halla en las estructuras centralizadas tradicionales, donde hay simetría entre las partes. Sant’Ivo también tiene ligera dirección longitudinal desde la exedra de la entrada hasta el altar; dirección que Borromini deseó acentuar originariamente por medio de una columnata abierta tras el altar, formando parte de un espacio circular que se interpreta en el ábside principal. A causa de la solución tan especial, Sant’Ivo no tuvo imitadores directos y, sin embargo, apenas hay otros edificios que expresen en forma más convincente las intenciones fundamentales de la arquitectura barroca»