6. La pequeña propiedad campesina en la actualidad Resulta prácticamente imposible proceder al estudio evolutivo de la pequeña propiedad regional con un método similar al empleado para las grandes propiedades; por una pazte porque la movilidad de este tipo de patrimonios suele ser mayor que la de los latifundios, como ha puesto ya de manifiesto el análisis de la dinámica reciente del minifunido derivado del desmoronamiento de la propiedad ducal de Medinaceli en Montilla; por otro lado porque con frecuenciá la inscripción registral de estas fincas se ha retrasado ostensiblemente, dándose casos numerosos aún de tierras no inscritas; en último extremo porque, como se comprenderá fácilmente, la rentabilidad del trabajo de investigación registral centrado en un reducido grupo de minifundios no puede compazarse, ni por asomo, a la derivada de un colectivo de igual número de grandes fincas, tanto en los casos en que éstas se han mantenido indemnes hasta la fecha (situación, por ejemplo, de los 35 cortijos cordobeses y algunos donádíos marcheneros analizados), como en los de procesos de parcelación generalizados (fincas de Montilla y de Marchena). Dado, pues, que el «método registral» supera en este caso las posibilidades de nuestra investigación y puesto que en epígrafes anteriores de este capítulo ya se contemplaron diversos procesos de divisiones y segregaciones por herencias y compraventas de un nutrido grupo de grandes fincas, así como la evolución últerior hasta hoy del minifundio nacido de alguno de estos procesos, el objetivo de este postrero estudio de la pequeña propiedad regional quiere sólo dejar constancia de su existencia, de su reforzamiento incluso con respecto a etapas anteriores -contraviniendo nuevamente, como algunos aspectos ya comentados sobre la gran propiedad, el «modelo ortodoxo» sobre evolución de la agricultura en los países capitalistas dominados por el latifundio-, de su organización espacial y orientación productiva así como de algunos aspectos del fun308 cionamiento de la explotación dentro de estas propiedades; todo ello encaminado, como en capítulos anteriores, a comprender y explicar el sostenimiento, y hasta la expansión de este tipo de modestas unidades de producción como complemento dependiente de las grandes explotaciones dominantes, en el marco de un nuevo tipo de relaciones definido por el descenso drástico del empleo en las actividades agrarias y la aceleración del éxodo rural. 6.1. El minifundio altocampiñés A) Reforzamiento de la pequeña propiedad En el marco regional que nos ocupa, buena parte de los municipios altocampiñeses presentan rasgos de relativo minifundismo, como ya señalara en el capítulo segundo, tanto si se toma en consideración la información catastral referente á propiedades, como la censal sobre explotaciones. Se trata aqtií de cuantificar y analizar con más detalle determinados aspectos territoriales y productivos de ese nutrido grupo de modestos propietarios en algunos términos seleccionados, y, en la medida de lo posible, reflexionar sobre su evolución numérica y superficial como consecuencia de las transformaciones de propiedad operadas durante los últimos 100 años, ésto último referido obviamente a aquellos casos para los que se dispone de información sistemática de mediados del siglo XIX o, mejor aún, como ^en el caso de Arjonilla, desde mediados del siglo XVIII. , Sin negar, desde luego, la desigualitaria distribución de la propiedad de la tierra que define la estructura agraria de los pueblos altocampiñeses considerados (véanse graficos referidos 309 a^^^j^adn5 g 310 Q J J_ H Z O ^ 311 a Arjonilla, Montilla y Torre del Campo), podrá estarse de acuerdo, sin embargo, que los niveles de concentración que presentan se alejan sensiblemente de los de algunos grandes municipios del centro y de la baja Campi`na estudiados; los índices de Gini arrojan para los pueblos señalados, valores comprendidos entre 0,7 de Arjonilla y 0,65 de Torre de Campo, cifras muy distantes por supuesto de una situación de equilibrio, pero sustancialmente distintas de la de municipios como Córdoba (I.G. = 0,84) o Carmona (0,80); y no se olvide que en comunidades agrarias desigualitarias como las que integran de forma general, no sólo ya la región bética, sino el conjunto de la agricultura nacional, diferencias en el índice de Gini de una décima o más .resultan significativas. Pero más allá de la constatación del importante peso relativo de la pequeña propiedad en la comarca y, consecuentemente, de los más bajos índices de concentración, el tema clave, desde nuestro punto de vista, es la evolución seguida por el minifundio desde mediados del siglo XIX hasta hoy. La comparación de los Amillaramientos de 1860-63 con la documentación catastral actual, con todas las limitaciones que quieran señalarse, no dejan lugar a dudas sobre la estabilidad y, más aún, sobre el reforzamiento de los intervalos de propiedades más modestas; el grupo de aquéllas con menos de 25 fanegas (alrededor de 15 hectáreas) en Arjonilla y Montilla no sólo ha incrementado su participación relativá en el conjunto de la masa municipal de propietarios, sino que ha crecido además y sobre todo en la superficie detentada: el proceso habido en los últimos 100 años ha consistido, pues, en el aumento del colectivo de modestos propietarios y en el reforzamiento paralelo de su implantación territorial; aunque, ciertamente, en términos absolutos el incrento de propietarios ha sido superior al de la superficie ocupada y, consiguientemente, los minifundistas se han hecho «más minifundistas», no puede afirmarse, por el contrario, que la pequeña propiedad haya crecido sólo sobre las tierras que el grupo venía detentando desde antaño, sino que dicho proceso se ha visto acompañado y compensado en algu- 312 na medida por el trasvase de tierras habido de otros colectivos de propietarios. Lo interesante sería, desde luego, poder cuantificar y datar esos procesos de trasvase, que se nos antojan generalizables a buena parte de los municipios de la Alta Campiña. Los ejemplos con los que contamos, aunque referidos a sólo dos de ellos, tienen el valor de recoger fenómenos de parcelación distintos, en buena medida derivados del carácter realengo y señorial de cada uno de los términos; ambos condujeron, como vamos a comentar a continuación, a una meta similar, aunque distante en el tiempo. Vayamos a la explicación. Compruébese como Arjonilla, concejo «realengo» a nuestros efectos durante la Edad Moderna, con moderada implantación,nobiliaria como vimos y peso considerable de bienes de propios y del clero, asiste a un notable reforzamiento de la pequeña propiedad en el siglo que media.entre 1752 y 1860, lapso, preci ^amente, en que además de la desvinculación de la propiedad laica tiene efecto el grueso de la desamortización eclesiástica -con los rasgos de parcelación ya comentados- y, más destacable aún, la enajenación de sus tierras concejiles por la vía de censos reservativos, que permitió el acceso a la tierra de un amplio grupo de vecinos. En los últimos 118 años la participación de la pequeña propiedad se ha movido en sentido alcista, si bien es cierto que en números absolutos el colectivo de modestos patrimonios ha crecido con más rapidez; quiere ello decir que se han producido necesariamente procesos de parcelación y división dentro del propio colectivo, junto con la incorporación de tierras de los grupos de medianos y grandes propietarios, sin que en el estado actual de nuestra investigación pueda precisarse con más detalle la procedencia exacta de las mismas; cabe plantear, como hipótesis al menos, fundada en el conocimiento de los mecanismos concretos que^ actúan en la evolución de la estructura de la propiedad de la tierra en la Campiña de Jaén, que es preferentemente el grupo de propiedades medias el que se ve sometido con más frecuencia a procesos de segregaciones y divisiones, sin que ello suponga 313 Q 2 O ^ K ^ ú . ^ „ •:::::: >::•::•:::;;•::^::•>:•::•::•:;•::•::^::^::•:;•:;rct^:^iit^ti^i^i^^iii 8 - ^ a z • o ^ ‚ O J K Q :^::tt;s« u mS 3 • ^ J F 2 O ^ ^ :^::^::^ ^ ó m Q J J 2 p ^ Q ye 8 314 8 g ° $ ^ : .o'^ _ ^^ ° ƒ̀ m G ^ N negar iniciativas contrarias que han llevado a la constitución de grandes patrimonios a partir de una propiedad pequeña o mediana (53). Eñ Montilla, por su parte, el salto hacia el reforzamiento de la pequeña propiedad parece tener efecto a lo largo de los últimos cien años, aunque, ciertamente, sin conocer datos globales de la situación a mediados del siglo XVIII poco puede afirmarse de la trayectoria seguida en la centuria anterior. Es evidente, sin embargo, que en torno a 1860, cuando Arjonilla presentaba ya más del 30 por 100 de la S.A.U. en manos de propietarios de menos de 15 hectáreas, Montilla apenas alcanza el 20 por 100; para ese momento habían tenido ya efecto en el municipio cordobés gran número de ventas de tierras eclesiásticas y, probablemente; la enajenación de parte del patrimonio concejil (54). Ahora bien, sin ocultar la trascendencia que ambos procesos desamortizadores pudieron desempeñar en el reforzamíento del minifundio municipal, existía todavía indemne en 1860 una gran propiedad de tan considerables dimensiones como la de la Casa de Medinaceli, que por fuerza desequilibraba la estructura distributiva de la tierra e impedía que los intervalos «menos favorecidos» alcanzasen mayores niveles de participación en la S.A.U. Frente a la situación de Arjonilla, carente en absoluto de una propiedad nobiliaria equiparable en términos relativos a lo que suponía la de los Fernández de Córdoba en Montilla, y tan profundamente afectada en su estructura (53) En ese sentido es paradigmático el trabajo de Agustín y Antonio López Ontiveros, «De una pequeña propiedad a un latifundio disperso: el proceso de acumulación (1940-1979)», Agricultu^ay Sociedad, 17, 1980, págs. 133-180. (54) Téngase en cuenta lo dicho al respecto en el capítulo anterior; de interés también el trabajo de Carmen Naranjo Espejo «El proceso de compraventa de tierras en Montilla durante el periodo 1750-1850», Andalucía Moderna (Siglo xvlll), tomo II, Attas del P^imes Congruo de H. ° de Andalucía, Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1978, págs. 51-62. 0 315 C UADRO 96 EVOLUCION DE LAS EXPLOTACIONES AGRARIAS DE MENOS DE 20 HAS. EN EL PERIODO ^ INTERCENSAL 1962-1972 (%) % Ex lotacion^s 1972 1962 % S A. U. 1972 1962 Montilla .................... 92,8 94,4 42,2 47,4 Arjonilla .................... 91,9 91,3 44,6 44 La Carlota .................. 92,7 92,6 49,8 53,9 Torre del Campo ............ 91,8 94,6 48,1 49,6 Furn1e: Censos Agrarios de 1962 y 1972. Los datos superficiales del Censo de 1972, como se sabe no editados por el I.N.E. en los cuadernillos Serie-A, Primeros resultados (en contra de lo ocurrido con el Censo de 1962), proceden de un programa especial adquirido personalmente del mencionado Instituto. Son de lamentar las diferencias de información editada entre un censo y otro, especialmente en lo que respecta a una de tanto interés como la aquí utilizada. de propiedad por las desamortizaciones eclesiástica y civil, Montilla es buen ejemplo de ese grupo numeroso de municipios de la Alta Campiña de Córdoba, de notable y añeja propiedad nobiliaria de origen señorial que, precisamente por ello, verán reforzada la participación de los modestos propietarios cuando esa gran propiedad aristocrática sea desmantelada y enejanada en pequeños lotes, reproduciendo en alguna medida el minifundio dominante en la explotación; tal fenómeno, clave, desde luego, para comprender y explicar la distribución del suelo en la comarca mencionada, no tendrá lugar, como ya dijimos, hasta después de la Guerra Civil, y es por ello por lo que el salto hacia adelante del minifundio se produce en la centuria considerada; las divisiones y segregaciones habidas con posterioridad a la primera etapa de ventas (recuérdese lo visto en el epígrafe 3) han terminado por reforzar numérica y superficialmente el peso de la pequeña propiedad comarcal. 0 316 Los datos censales, referidos como se sabe a explotaciones y no a propiedades, arrojan valores relativos muy similares a los catastrales, con lo que refuerzan a nivel de unidades de producción la tesis de expansión del minifundio, y permiten además constatar que en periodo tan significativo como el decenio 1962-72 las pequeñas explotaciones campiñesas han mantenido su participación en la superficie censal o, incluso, la han mejorado ligeramente. CUADRO 97 DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOS APROVECHAMIENTOS EN ARJONILLA 1. Dt:ttribtuión d^ la propiedad Props. Ho,s. % Sup. has. % 1 .......................... 1-4,9 ....................... 427 441 41,5 42,8 148,3 769,5 4,3 19,2 5-9,9 ....................... 68 6,6 420 . 10,5 10-24,9 ..................... 25-49,9 ..................... 50 27 4,9 2,6 709,4 853,7 17,7 21,2 50-99,9 ..................... 13 1,3 789,6 19,7 Más 100 .................... 2 0,2 291,1 7,3 Total ................... 1.028 2. - 3.981,6 - Distribución de !os apmutchamitntos (%) Labor sec. R^gadío Ohos 83 70 15,9 28, 7 1,1 1 0, 3 82,4 77,1 72,8 17,6 22,9 27,2 - - 65,5 64,5 34,7 35,5 - - Olioar s^c. Frunee: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica del municipio de Arjonilla (1978). 317 CUADRO 98 DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOS APROVECHAMIENTOS EN EL MUNICIPIO DE TORRE DEL CAMPO (1978) 1. Distribución de la propiedad (1) Hos. Props. % Sup. has. % .......................... 1.402 45 921,8 5,6 1-4,9 ............ ........... 1.162 37,3 3.448,8 21,7 5-9,9 . ...................... 10-24,9 ...... ............... 280 171 9 5,5 1.969 3.194,5 12,4 20,1 25-49,9 .................... . 50-99,9 ..... ................ M ás 100 .................... 59 31 9 1,9 1 0,3 1.995 2.161,4 2.232 12,6 13,6 14 Total ... ................ 3.114 - 15.893 - 1 2. Distribueión de los aprovechamitntos (%) Olivar sec. Labor sec. Erial-pastos 70,9 29,1 - 60,8 38,5 0,7 77,1 21,9 1 71,4 28,6 - 67,9 71 25,3 25 6,8 4,1 62,7 27,7 9,6 Fuenk: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica del municipio de Torre del Campo (1978). (1) La superficie computada afecta a algo más del 90 por 100 de la superfcie del término. Se ha prescindido de aquella ubicada en el sector serrano del municipio. 318 CUADRO 99 DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOS APROVECHAMIENTOS EN EL MUNICIPIO DE MONTILLP^ (1978) 1. Distribución d^ la prop•dad % ^ Xas. Props. % 1 .......................... 1-4,9 ....................... 5-9,9 ....................... 1.168 1.566 284 35,4 47,5 8,6 586 3.219 1.997 3,7 20,2 12,5 10-24,9 ..................... 25-49,9 ..................... 125 92 3,8 2,8 1.848 2.857 11,6 18 50-99,9 ..................... M ás 100' ................:.. 51 13 1,5 0,4 3.116 2.284 19,6 14,3 Total ................... 3.298 - 15.907 - 2. Sup. has. Distribución dt !os apmatchamitntos (%) Olioar sa. Labor stc. Rtgadío Otros 18,3 63,9 17,8 - 32,2 48 19,8 - 26,4 43,6 31,9 31 50,5 38,3 34,4 29,5 23,1 18,1 30,8 34,7 2,9 4,8 2 3,5 23,1 51,4 2 Fnenk: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica de Montilla ( 1978). (') En eate intervalo se incluye a nombre del I.N.C.-IRYDA parte de la propiedad que adquiriera en 1943 de la Casa de Medinaceli y que hasta el momento, y a pesar de estar ya escriturada a nombre de los nuevos titulares, no ha sido «alterada. en el Catastro. Cuando ello ocurra, el Indice de concentracibn descenderá obviamente. 319 B) Organización parcelaria y opciones productiaas V isto hasta aquí el significado actual de la pequeña propiedad en algunas comunidades rurales altocampiñesas como desarrollo de lo planteado a nivel regional en el capítulo II, y el afianzamiento contemporáneo de la misma, corresponde ahora abordar el estudio de algunos aspectos directamente implicadós en la explotación minifundista, cuales son la organización parcelaria y la orientación productiva de estos patrimonios. Para el estudio parcelario prescindimos parcialmente de la información de la ^édulas de propiedad por cuanto infla inadecuadamente el número «real» de parcelas integrantes de la propiedad, y trabajamos con la información censal procedente de los cuestionarios originales del Censo Agrario de 1972, que se refieren a fincas o parcelas censales, es decir, a piezas de tierra no colindantes e integrantés de una misma únidad de explotación. La documentación catastral, sin embargo, ha sido utilizada para cartografíar y localizar el parcelario «real» de un grupo de propiedades escogidas al azar por municipios (véanse figuras 60, 61 y 62). La combinación de la documentación censal y de la cartografía catastral permite concluir dos extremos que inciden en la peculiridad del minifundio campiñés y en las «ventajas» que desde el punto de vista parcelario presentan estas explotaciones. El número real de fincas que por término medio integran estas modestas unidades de producción es reducido en términos absolutos, y mucho más si se relativiza la realidad regional con la el minifundio de tierras castellanas o manchegas. Lo más frecuente es que tanto propiedades como explotaciones por debajo de las 20-30 hectáreas estén constituidas por un número de fincas raramente superior a cinco, abundando mucho en los intervalos superficiales inferiores las formadas por una sola parcela. Por otrá parte, además, aquellas explotaciones y propiedades que presentan mayor número de parcelas no suelen poseerlas en puntos extremos del municipio en cuestión, sino, con 320 ^' s ^\ ^ ^, ^ ^ ^ J < ^ ``\` ^ ^_ ? O q J1 ^ 0 a ^ 321 .^ ,_.^ , ® `. Q.P. B.L 152.783 pta^. ).B. B.[. 285.517 ptas. P.M.A. B.1. 335.595 ptaa. Figura 61 322 JR i I / ^^A OKiqJ / / I / / 1 1 1 / ^' •^ ^ / / I / 1 ^ ;\ 1 ^ N ^ ^ ^ ^ ; \ 1 1 1 1 I ,^1 I \ `^ ♦ ^ ^ ^ ^^i 1 i '• - ^ ^J i ^ ..i Parcelario .rcd. de In pequeiu pcopicdad de La Carlou Figura 62 323 C UADRO 100 CEDULAS DE PROPIEDAD DE LOS PROPIETARIOS CARTOGRAFICOS EN LOS MAPAS DE ARJONILLA, TORRE DEL CAMPO Y LA CARLOTA A^jonilla (sólo pequeños propietarios) Parcelas catastrales Parcelas reales Sup. catastral 6 4 8,0832 has. B. C. Bernal Cortina, C. .... Parcelas catastrales Pazcelas reales Sup. catastral 4 3 8,3992 has. D. D. Delgado Dfaz, J. ..... Parcelas catastrales Parcelas reales Sup. catastral 7 3 5,8431 has. G. H. Garcta Hernández, M. Parcelas catastrales Pazcelas reales Sup. catastral 8 3 5,9713 has. C. G. Carmona González, T. Tone del Campo (sblo pequeños propietarios) A. M. Armenteros Melgar, B. Parcelas catastrales Pazcelas realea Sup. catastral B. M. Blanca Méndez, J. A. . Pazcelas catastrales Pazcelas reales Sup. catastral C. J. Colmenero Jiménez, P. Q. F. Quesada Fernández, M. 324 Parcelas catastrales Pazcelas reales 7 6 12,9182 8 5 6,3273 has. 7 7 Sup. catastral 22,7844 has. Parcelas catastrales Parcela^ reales 11 8 Sup. catastral 14,4681 has. CUADRO 100 (Continuación) C EDULAS DE PROPIEDAD DE LOS PROPIETARIOS CARTOGRAFICOS EN LOS MAPAS DE ARJONILLA, TORRE DEL CAMPO Y LA CARLOTA La Carlota B. R. Baena Rodrlguez, A. .. Pazcelas catastrales Pazcelas reales Sup. catastral 5 4 9,0357 has. E. O. Echevazría Ots, F. .... Pazcelas catastrales Pazcelas reales Sup. catastral 6 3 9,1671 has. J. R. Jiménez Rovi, A. .... . Parcelas catastrales Pazcelas reales 14 6 Sup. catastral 22,8712 has. bastante frecuencia, en un mismo polígono catastral o paraje, de forma que aunque realmente no existe contigúidad de lindes, la proximidad actúa positivamente a la hora de considerar la gerencia de la explotación. Los ejemplos que aparecen cartografiados en los mapas de Arjonilla, Torre del Campo y Montilla, incluso constituyendo casos de acentuada parcelación catastral y«real», evidencian no sólo ya que el número de parcelas catastrales es sustancialmente inferior al de fincas, sino que éstas se localizan en áreas próximas o casi contiguas. Entrando en áspectos de la organización productiva, sobre la que la ordenación parcelaria no actúa negativamente en exceso, las pequeñas explotaciones altocampiñesas tienden a afirmarse en una serie de rasgos que ya las caracterizaban en etapas anteriores, lo que demuestra una vez más la «pretérita modernidad» de estas unidades de produccióri y la falta consiguiente de una ruptura nítida entre lo que pudiera denominarse minifundio tradicional y moderno. 325 Por lo que a aprovechamientos respecta, el afianzamiento definitivo y casi absoluto de cultivos mercantiles no cerealistas (olivar y viñedo) es un hecho consumado a comienzos de la década de los seterifa; y en este sentido vale la pena tratar separadamente la dinámica de las tierras jiennenses y cordobesas, aunque los móviles y resultados del proceso son semejantes. Para la Campiña de Jaén ya se ofrecieron datos globales en un trabajo anterior (55). Corresponde aquí establecer las necesarias relaciones entre el tamaño de propiedades y explotaciones con la opción productiva, haciendo especial hincapié en las de menor extensión. Nuevamente las diferencias entre la documentación catastral, censal y de las Hojas de Cultivos se pone de manifiesto, no estando de más algunos comentarios al respecto: las cédulas de propiedad de Torre del Campo y Arjonilla -municipios sobre los que versan ahora nuestros comentarios- arrojan los más bajos niveles relativos de ocupación olivarera, tanto municipales como los referidos a propiedades de menos de 25 hectáreas, comparados con los extraídos de los cuestionarios originales del Censo Agrario de 1972 para explotaciones de menos de 25 hectáreas, y con los datos globales de las hojas de cultivo. Ofrecen más garantía los datos censales y los de las hojas de las Cámaras Locales, tal y como se deriva del exhaustivo trabajo que para los municipios indicados se ha realizado con la fotografía catastral de la Delegación de Hacienda de Jaén y un vuelo reciente de 1978 (56). Son muy numerosas las fincas y parcelas puestas de olivar en las décadas de los sesenta y setenta, algunas ya en plena producción o próximas a alcanzarla, que en el Catastro aparecen aún calificadas de labor o (55) R. Mata Olmo, «Propiedad agraria y evolución de cultivos en la Campiña de Jaén», en Daenasio de la Unioersidad Autónoma de Madrid, 1983, págs. 203-227. (56) Vuelo reciente del Ministerio de Hacienda (1978) a escala aproximada 1/5.000. El welo utilizado por la Sec. del Catastro de Rústica de Jaén como soporte del parcelario catastral a escala aprox. 1/2.000 data de mediados de la década de los sesenta. 326 de otros usos; el argumento fiscal de que el cambio de clasificación no tiene efecto hasta pasados varios lustros de realizada la plantación es aceptable, si bien, no puede negarse que existen olivares que han superado este umbral cronológico sin producirse el cambio, y que, en todo caso y a nuestros efectos, interesa conocer toda la superficie olivarera independientemente de su edad, estado vegetativo y productivo. Las limitaciones catastrales, sin embargo, junto con la información procedente del vuelo de 1978 nos ha hecho posible aproximarnos espacialmente a la dinámica reciente del olivar y a constatar, sin lugar posible a dudas, que la expansión de los años sesenta y setenta se ha dirigido en dos direcciones -cortijos de Campiña y fincas de ruedo- de distinta repercusión en lo espacial, pero muy reveladoras de las estrategias recientes de grandes y pequeñas explotaciones. La documentación de cultivos de las cédulas de propiedad muestra cómo los patrimonios de menos de 25 hectáreas, tanto en Arjonilla como en Torre del Campo, tienen un alto grado de especialización olivarera, con más del 75 por 100 de la S.A.U., ocupada por ese cultivo y, consiguientemente, algo por encima de las medias municipales. La situáción real, sin embargo, va más allá de los datos catastrales y se aproxima mucho a la que recogen los cuestionarios originales del Censo Agrario de 1972: según éstos, la ocupación olivarera -próxima a190 por 100 de la superficie censal- alcanza valores de auténtico monocultivo. El desfase entre los datos catastrales, por una parte, y los censales y de las Hojas de Cultivo de las Cámaras Agrarias por otra, obedece a la muy reciente difusión del olivar en aquellos espacios minifundistas tradicionalmente de labor y aún no «conservados» por el Catastro: los ruedos y algunos vallejos intracampiñeses de gran pesadez edá^ca y menos favorables para plantaciones. Los planos parcelarios de algunos polígonos de ruedos inmediatos a Arjonilla y Torre del Campo recogen cumplidamente como desde mediados de la década de los sesenta hasta 1978 327 DISTRIBUGION DE GULTIVOS SEGUN TAMANOS DE PROPIEDAD EN LA ALTA GAMPIÑA ( CEDUlAS PROPIEDAD. C.RUSTICA) ARJONILLA (1879) I001 : S .. . : 60^ 20^ 1-5 <^ 5-10 ..:'^ 10-23 [ ••^ 25-50 r... 50.100 >^WOHae. TORRE DEL GAMPO (1978) 100^ . i^ ^ .^ i ii ii i i i i , ^ ^i ^i i i ^ . % ^ i ii^ ^^ i^ i / 60 20 MONTILLA (1878) IOOi ^ ^ 60 i •"x x z ^O . ,i/ x zx xx z x xx x z x x x LGpOr NC0110 ^ Inculto x x x x Q Ollvar socano ^ Ot/0^ Figura 63 328 x x x z Vlñ^do (57) las aureolas minifundistas y cerealistas inmediatas a los pueblos han perdido su tradicional orientación productiva, tanto por la práctica desaparición del ganado de labor y por la plena integración en el mercado de estas economías agrarias, como por la difusión de técnicas de defensa contra el ataque de la «palomilla», que afectaba a los olivares próximos a los núcleos de población. En el municipio de Torre del Campo el crecimiento reciente de la superficie olivarera ha sido también auspiciado por`^la parcelación y venta, a antiguos colonos; de la finca cerealista de Torre Olvidá (58) a cargo del I.N.C.; poco después de que la iniciativa parceladora se consumase, la mayor parte de los nuevos y modestos propietarios procedió a plantar de olivos los lotes recibidos. De este modo el quasi-monocultivo olivarero actual del minifundio jiennense -del que sólo cabe exceptuar algunos pagos de ruedo y limitados parajes no favorables edáficamenteno hace más que culminar un largo proceso de camino hacia la especialización iniciado ya, cuando menos, a mediados del siglo XVIII, proceso paralelo y directamente conectado con la tradicional proletarización de un numeroso grupo de minifundi^tas, más preocupados por la obtención de productos brutos elevados, que de reproducir autárquicamente la fuerza de trabajo familiar. En amplios sectores de la Alta Campiña cordobesa, y en concreto en el término de la Montilla, la pequeña própiedad ha avanzado también en los últimos decenios por el camino de la especialización. Las peculiaridades edáficas de algunos sectores, especialmente favorables para viñedo de calidad -alberos sobre margoareniscas calcáreas del Andaluciense-, impulsaron ya en el pasado una cierta duálidad en la opción productiva del minifundio, compartido por el viñedo y el olivar, aunque (57) La expansibn olivarera en los ruedos ha sido detectada mediante la comparacibn de los dos vuelos señalados en la nota anterior. (58) «Proyecto de Parcelación de la finca Torre Olvidá o Cortijo Nuevop, Archivo de la Delegación Provincial del I.R.Y.D.A., de Jaén, 1967. 329 ocupado este último, al menos durante el último tercio del siglo XIX, lugar preferente (59). En la actualidad el subsector vitícola tiende a ganar protagonismo en la comarca, y en un municipio como Montilla, con gran difusión de alberos y suelos rojos con niveles calcáreos, el resultado es hoy que el viñedo constituye cultivo dominante sobre la S.A.U., aunque con desigual implantación según el tamaño de las explotaciones (véanse figuara 63 y cuadro 99). Y nuévamente en este punto las coincidencias de comportamiento con el minifundio jiennense resultan palpables: son los intervalos superficiales inferiores los que arrojan mayor presencia de binomio olivar-viñedo, cultivos de más elevadas exigencias relativas de trabajo que la tierra de labor, que significativamente sigue ocupando el primer puesto entre los aprovechamientos de las propiedades de más de 100 hectáreas. Pero en el caso de Montilla la presencia de viñedo y olivar permite matizar más aún el comportamiento productivo de las pequeñas propiedades-explotaciones comarcales. El viñedo, mayor consumidor de trabajo humano y exigente incluso de labores mecanizadas más minuciosas que el olivar y la tierra calma, tiende casi a convertirse en monocultivo en las propiedades de menos de 5 hectáreas, perdiendo paulatinamente implantación en los intervalos superiores, hasta llegar a ser el cultivo menos difundido en las propiedades de 100 hectáreas. EI olivar, en beneficio del viñedo, ha perdido extensión considerable en los patrimonios más modestos, alcanzando máxima,difusión en las propiedades de 5 a 25 hectáreas. De cualquier manera, el paisaje cultural montillano no puede ni debe considerarse totalmente estabilizado. La tierra de labor, ciertamente, aparece acantonada, por lo general, en aquellos enclaves edáficos donde la pesadez y frialdad de los suelos hace imposible la implantación de viñedos y olivares; y como tantas veces en la Alta Campiña, estos parajes sueleri (59) A. López Ontiveros, «Evolución de los cultivos en la Campiña de Córdoba del siglo xIIi al xIx», Papeles delDepa^tamento de Geografía, 2,1970, Págs. 9-77. 330 ser los inmediatos a arroyos y ríos relativamente alejados de Montilla y tradicionalmente acáparados por la gran propiedad (arroyos de la Zarza, Salado de Valdelasheras, del Tinte, Alperchín, etc.); no cabe, pues, explicar la orientación cerealista de las grandes fincas sólo con «argumentos extensivistas», sino atendiendo también a la variable edáf'ica; prueba de ello es que en aquellos pagos favorables al viñedo de calidad (Riofrío, Benavente, Buenavista, etc.) la gran propiedad existenté (Flores de Quiñones, Alvear, Pérez Barquero, Ortiz, etc.) optaron hace decenios -en ocasiones hace más de un siglo- por el cultivo vitícola, aprovechando el mercado tradicional cordobés -hoy abierto a ótras zonas del país y tímidamente al de Europa Occidental- y sobre todo, la abundante y barata mano de obra comarcal y serrana. El otro enclave tradicionalmente cerealista de Montilla, como de tantos pueblos altocampiñeses -el primero y segundo ruedos-, ha sido objeto, también, de reciente «colonización» vitícola, por motivos similares a los indicados para los municipios olivareros de la Campiña de Jaén. Cabe pensar, pues, que no se producirá una reducción significativa de la superficie cerealista, dado que tanto el olivar como el viñedo han alcanzado la máxima difusión posible teniendo presentes las limitaciones edáficas y considerando, incluso, que existen ya plantaciones ubicadas en parajes poco favorables. Las tierras de viñedo y olivar, a pesar del volumen de capital que llevan acumulado durante decenios en cada pie y cada viña, parecen responder a la trayectoria del mercado; los buenos años de fines de la década de los sesenta y comienzos de los setenta, que impulsaron la difusión del viñedo en el minifundio montillano a costa, en muchos casos, del olivar, han dado paso er, la actualidad a una coyuntura considerada por los pequeños propietarios como más favorables para el olivo que para la vid: aquél, sobre un medio físico idóneo y aunque con rendimientos medios inferiores a los del viñedo, cuenta en los últimos años con precios en moderado incremento y mer331 cado seguro; menos exigente, por otra parte, en trabajo, permite la asalarización del agricultor en otras explotaciones durante^parte del año; el viñedo, sometido a la irregularidad de las cosechas y sobre todo de los precios, está cediendo su puesto al olivar e incluso a la tierra de labor en aquellos parajes de bujeos, donde llegaron las vides sin tener que haberlo hecho nunca. No queremos decir con ésto que viñas y olivares minifundistas estén sometidos a un continuo proceso de alternancias coyunturales como los cultivos de la tierra calma -es obvio que no-, pero sí que ante la reciente situación de los mercados aceitero y vinícola se detecta una tendencia a la recuperación del olivar y el cereal en detrimento del viñedo, especialmente cuando se plantea la reposición de las cepas viejas. C) Otros aspectos de la explotación agraria en el marco de la ^iequeña propiedad altocampiñesa El reforzamiento numérico y superficial de la pequeña propiedad altocampiñesa, así como la generalizada tendencia a la especialización olivarero-vitícóla -rasgos básicos en su evolución contemporánea-, se ven enmarcados y en cierto modo apoyados por una serie de aspectos de la explotación sobre los que dan cuenta los cuestionarios originales del Censo Agrario de 1972 y la información oral y directa obtenida en los municipios de Arjonilla y Montilla. Conviene destacar en este sentido la similitud de comportamientos de las comunidades seleccionadas -lo que desde nuestro punto de vista constituye una forma de validación de la información censal utilizada-, y del paralelismo, también, de la encuesta oral con los cuestionarios censales (véanse figuras 64 y 65 al final de este epígrafe). Por lo que a regímenes de tenencia respecta, las explotaciones de menos de 25 hectáreas presentan un predominio aplastante de la tenencia directa, con valores próximos al 90 por 100 de la S.A.U., llegándose al 95 por 100 en el caso de Montilla, cota que probablemente haya que relacionarla con la elevada difusión del viñedo en las propiedades de menor tamaño. 332 Sin negar, desde luego, tal situación, que por otra parte constituye una constante en el funcionamiento de estas modestas unidades de producción, hay que señalar que los valores reales de arrendamiento-aparcería son algo más elevados de lo que muestran los cuestionarios, al menos es lo que se deprende de nuestras pesquisas en el municipio olivarero de Arjonilla: junto a propiedades de emigrados, labradas a jornal y, consiguientemete, bajo la tenencia directa de sus propietarios, las hay también cuyos márgenes anuales se distribuyen a partes entre propietarios y labradores, en muchos casos amigos o parientes del emigrante, que raras veces percibe su condición de arrendatario o aparcero. Aún prescindiendo de estas formas reales de tenencia indirecta, difícilmente medibles por otra parte, los valores de la superficie arrendada de las pequeñas explotaciones, algo superiores a los medios municipales, habría que ponerlos en relación con la incidencia que el fenómeno migratorio ha ejercido sobre los más modestos propietarios. Donde muy probablemente se refleja el influjo de la emigración es en las respuestas que merece el epígrafe del cuestionario sobre la residencia del «empresario», información no recogida en ninguna de las publicaciones censales de I.N.E. Nos parece significativo que en torno al 20 por 100 de la superficie censal esté en manos de modestos cultivadores residentes fuera de la comarca, en lugares como Madrid, Barcelona, Málaga, etc., a los que no cabe calificar de «absentistas» en el sentido tradicional, sino de emigrantes en la mayor parte de los casos o de agricultores a tiempo parcial para los residente ^ en Córdoba. Resulta muy ilustrativa, también, la información censal sobre la dedicación del empresario como vía de aproximación siquiera al conocimiento de la condición sociolaboral de este campesinado minifundista: tanto en Torre del Campo como en Arjonilla más del 60 por 100 de la S.A.U., de las explotaciones de menos de 25 hectáreas son gerenciadas por campesinos que declaran que su dedicación a la explotación no es la principal, entendiéndose como tal, según el Censo Agrario, aquélla que 333 supone más del 50 por 100 del trabajo desarrollado por el individuo. Prescindiendo de los empresarios emigrados, no cabe duda de que muchas unidades de producción no logran siquiera empleaz el 50 por 100 de la fuerza de trabajo disponible del agricultor titular; aunque no puede concluirse mecánicamente que todo el trabajo excedente pase a ofertarse en el mercado laboral agrario, tampoco es descaminado afirmar que una parte importante del mismo, junto con el de otros miembros de la familia campesina, encuentra oferta en determinadas etapas del años agrícola. La calificación de minifundistas jornaleros para muchos de estos «empresazios», especialmente paza los que ocupan los intervalos superficiales inferiores no resulta desatinada. En Montilla la situación, aunque similar, resulta algo más equilibrada entre las tierras labradas por campesinos de «dedicación principal» (41 por 100) y por aquéllos de «dedicación secundaria» (59 por 100). La importancia del viñedo, más exigente en trabajo, es, nuevamente, un factor a tener en cuenta en la explicación de tal situación; pero ni siquiera la notable implantación de la vid, especialmente en las más modestas explotaciones, logra remediar el excedente de trabajo real que durante buena parte del año agrícola pesa sobre las mismas. Tiene, por último, interés y un nivel aceptable de fiabilidad la información censal sobre la tracción empleada por las pequeñas explotaciones, situación que desde 1972 hasta comienzos de la década de los 80 no se ha modificado sustancialmente, al menos en áreas olivareras de la Campiña de Jaén, para la que contamos con información oral reciente (Arjonilla). Dos rasgos merecen especial atención como fieles indicadores del funcionamiento y del nivel de capitalización de estas modestas explotaciones: el predominante empleo de tracción mecá.nica en las tierras olivareras de Jaén, y, en menor medida, en la comarca de Montilla y, paradógicamente, la escasa difusión de maquinazia (tractores, sobre todo) en propiedad. 334 El uso de tracción mecánica de elevada o mediana potencia para las labores de alza y bina en el olivar es afrontada por los pequeños propietarios mediante el alquiler de tractores, propiedad de un grupo de modestos y medianos agricultores que consiguen con esta actividad la mayor parte de sus ingresos. Con alguna frecuencia estas labores mecanizadas resultan completadas con «pases» de tracción animal -mulos casi siemprepropiedad de los mismos labradores; de ahí que en el parco capital de explotación de numerosos minifundios el ganado de labor continúe siendo partida importante cuando no la única computeble. A pesar del predominante empleo de tracción mecánica alquilada o en propiedad, las pequeñas explotaciones siguen presentando, por lo general, nivele ^ de intensidad de trabajo ostensiblemente superiores al de las grandes fincas, siempre que sus tenedores residan en la comarca y no se trate de emigrantes que labran sus fincas a través de amigos o familiares. Y esta mayor intensidad, que a todas luces no parece redundar en igual proporción en el incremento de los rendimientos, obedece al mantenimiento de una serie de labores tradicionales no mecanizadas, altas consumidoras de trabajo, cuales son la cava de pies, así como diversos pases de verano que los modestos olivareros dan a veces con tracción animal propia; es sobre todo la cava manual, casi olvidada ya en las grandes fincas, la que incorpora en estas explotaciones en torno a 40 jornales por hectárea, casi la mitad de los empleados por término medio en aquellas empresas que la siguen practicando. Además, como ya señalamos en un trabajo anterior (60), recientes estudios realizados en el marco de la F.A.O., ponen de relieve los modestos beneficios que las cavas pueden aportar en la lucha por el incremento de los rendimientos. Ante esta situación y el notable incremento de los salarios, los me^ dianos y grandes propietarios han prescindido de esta labor; (60) R. Mata Olmo, La gran psopiedad en los Llanos dc Ankquna, Madrid, Inst. Elcano-C.S.I.C., 1979, pág, 81, J. Martínez Alier, op, cit., págs. 228-230. 335 los pequeños, por el contrario, buscando la maximización de rendimientos y el empleo de la fuerza de trabajo disponible mantienen la cava manual, sin tomar, desde luego, eñ consideración que la productividad marginal del trabajo incorporada corre muy por debajo del incremento derivado en los rendimientos de aceituna. Puede decirse, pues, que en lo que a capitalización y organización del trabajo respecta, el minifundio olivarero jiennense presenta rasgos evidentes de racionalidad capitalista por una parte, y de «ortodoxia campesina» por otra. Las labores tienden a realizarse con tracción mecánica, logrando con ello calidad y rapidez, así como, por paradógico que pueda parecer, disponibilidad laboral por parte del empresario ante la posible demanda de trabajo que puediera surgir dentro o fuera del sector agrario; pero ese predominio de las operaciones mecanizadas no implica, como en otras regiones españolas, propiedad de tracción, no sólo ya entre aquellas explotaciones más exiguas, sino incluso entre las de superficie superior a 10 hectáreas: el comportamiento es en este sentido de una racionalidad incuestionable de la que se deriva la práctica inexistencia de subempleo de tracción mecánica que identifica con tanta agudeza a otras áreas campesinas españolas (61). En contrapartida, es frecuente aún el mantenimiento de labores no mecanizadas como la cava, de dudosa justificación económico-agronómica, pero que encaja claramente en comportamientos campesinos movidos por la lógica de la maximización de los rendimientos y del empleo, por encima de los be, neficios y de la productividad del trabajo. En tierras olivarero-vitícolas de Montilla, estudiadas con menor detalle ciertamente, la información censal sobre tracción empleada y capitalización de las pequeñas explotaciones sigue insistiendo en los aspectos ya comentados para la comarca jiennense, aunque con ciertas peculiaridades, derivadas en nuestra opinión de la notable difusión del viñedo en los intervalos (61) A. Camilleri, La explotación agraria familias. Madrid, M.° de Agricultura; 1977. 336 superficiales inferiores. Efectivamente, por ejemplo, la tierra objeto de labores totalmente mecanizadas alcanzaba en 1972 un monto ostensiblemente inferior a los de Arjonilla o Torre del Campo, en beneficio de las tierras en que se combinaban operaciones con tracción mixta -animal y mecánica-, propias de un cultivo como el viñedo. Por las noticias orales de que disponemos, y a través de las estimaciones del parque de maquinaria agrícola de la Cámara Agraria de Montilla, cabe afirmar que la situación ha evolucionado en este sentido y durante los últimos años con mayor dinamismo que en la Campiña de Jaén: las bueriás campañas vitícolas de comienzos de la década de los 70, y los deseos de mejora de labores de suelo, así como la expansión de la superficie de viñedo hasta la mitad del decenio han impulsado el crecimiento del parque de maquinaria, especialrriente de motocultores -las «mulas mecánicas» del lugar-, y de pequeños tractores de viña: la consecuencia inmediata ha debido ser la reducción, hasta la práctica desaparición, de la tierra labrada sólo con tracción animal, manteniéndose, sin embargo, una extensión considerable afectada por labores mixtas, con frecuente empleo aún del mulo para pases de fines de primavera y verano. La aparente contradicción existente en los datos censales entre la tracción empleada y su propiedad -menor difusión relativa de la mecánica y mayor peso de los empresarios propietarios de dicha tracción que en tierras de Jaén- tiene fácil explicación si se piensa que buen número de dichos propietarios y de las tierras afectadas lo son de motocultore ^ , mucho más asequibles y de más «racional» empleo en el minifundio vitícola, que los tractores de mediana o elevada potencia en las tierras de olivar. Puede concluirse, pues, que en términos relativos las pequeñas explotaciones vitícolas montillanas presentan niveles de capitalización algo superiores que las olivareras, así como niveles de intensidad de empleo por hectárea también mayores, derivados del propio próceso productivo del viñedo y de sus 337 338 v ^ á v U C •O ^ ^ ^ ar ^^ u á ^ H E w v ^< <'z Ẁ i .^ w ^ a^ a ^ ui v _ ^ N V ^ N H z 0 ^ c a, v ^i ^ ^ v N a, á E W v W á O N ^ 0 u^ cp ed ^ 0 ^ á •o t^ O t> v a^ 0 Y 0 itl v `v ^i á E ^ ^ W = • r s W ^ Q ^ C) ^ O ^ i ó N Q ^ w t 7 s ^ ^ C Q J J_ v ú 0 v ú ^ c ar H Q o^ i a < • V W x r ° 0 N O > ^ 7 ^.i é t ^ V M ^Z_ > 339 exigencias de trabajo. No cabe duda tampoco de que, como resultado de lo dicho y teniendo presente tantos beneficios netos como rendimientos brutos, el umbral del minifundio montillano, y del vitícola en general, debe reducirse en comparación con el de otras áreas de secano olivareras o cerealistas. 6.2. Algunas notas sobre la distribución de la propiedad en áreas de colonización carolina: La Carlota, 1979 No cabe duda de que la evolución de la propiedad de la tierra en las zonas colonizadas en la segunda mitad del siglo XVIII constituye un punto de referencia de gran interés para contribuir a explicar la dinámica contemporánea y las estrategias inmobiliarias de los propietarios campiñeses. Partíamos, no se olvide, de una sociedad agraria casi igualitaria en lo que a propiedad de la tierra respecta. A mediados del siglo XIX la situación en La Carlota seguía presentando rasgos sensiblemente distintos en su estructura fundiaria, no sólo frente a los grandes municipios latifundistas de la Baja Campiña, sino incluso frente a los ejemplos altocampiñeses o ribereños analizados para esa etapa (Montilla, Arjonilla o Tocina): la importancia del proceso colonizador estaba presente, por más que el índice de concentración de Gini situado en 0,58 evidenciase ya la tendencia, generalizable, por otra parte, a todas las colectividades agrarias españolas, al reforzamiento numérico y superficial -éste último más moderado- de los pequeños propietarios, así como a un modesto encumbramiento de la gran propiedad. La pregunta de obligado planteamiento ahora es si en los cien años transcurridos desde el último corte estructural (1863) se ha mantenido y reforzado esa tendencia hacia la oposición dual entre pequeños y grandes propietarios, y si dicho proceso ha concluido, siguiendo la vía ortodoxa de la economía política decimonónica, en la drástica reducción de la pequeña propiedad, tanto en términos numéricos como superficiales, y en el definitivo y paralelo encumbramiento de la gran propiedad. 340 Antes de pasar a comentar la xespuesta a la cuestión plantead, parece oportuno detenerse brevemente en lós problemas derivados de la fuente empleada, y en las referencias que sobre este mismo tema se han vertido ya en trabajos de reciente publicación. Por lo que a fuentes respecta, señalar sólo dos extremos: por una parte, la prudencia con la que hay que proceder en las comparaciones de una fuente decimonónica como el Amillaramiento de 1863 y el Catastro actual (puesto al día con apéndices de 1979); de sobra son conocidos los distintos métodos de confección y los problemas de fiabilidad de los que cada uno adolece. Ello no impide, en nuestra opinión, que Amillaramiento y Catastro ofrezcan una estimación aproximada de la distribución real de la tierra en las etapas consultadas y que la comparación -sin entrar desde luego en demasiadas matizaciones- permita concluir los rasgos básicos de las transformaciones o la estabilidad, en su caso, de la estructura de la propiedad carloteña en el último siglo. Por otra parte, lamentar las limitaciones que presenta en concreto la documentación censal de este municipio, en el que por motivos que desconocemos un buen número de cuestionarios fueron rellenados por la Comisión Municipal y no a través de la información directa de los empresarios o de representantes adecuados. Se ha prescindido en este caso del análisis de los cuestionarios originales del Censo de 1972, si bien los cuadernos de tabulación manual ponen de manifiesto cómo la distribución de la tierra por intervalos de superficie arroja resultados relativos muy similares a los procedentes de las cédulas de propiedad del Catastro, con las que se ha trabajado. En otro orden de cosas, el interesante y sugestivo análisis planteado recientemente por M. Drain para el vecino municipio de La Luisiana -de idéntico origen que La Carlota-, y en concreto para las tierras de su pedanía El Campillo, deben ser ponderados en nuestra opinión con los resultados que se derivan del estudio del municipio carloteño, tanto en lo tocante a la estructura de propiedad general existente dos siglos des- 341 pués de la colonización, como en lo referente a la pretendida remodelacióñ del espacio operada en ese mismo periodo, como consecuencia del proceso de concentración de propiedad ocurrido. C iertamente La Luisiana -junto con La Carlota, los dos términos de mayor extensión derivados de la actividad colonizadora carolina- ha experimentado en las últimas centurias una dinámica de polarización social más ostensible que La Carlota; según los datos del Censo Agrario de 1972, mientras que en el término cordobés las explotaciones de más de 100 hectáreas controlan sólo el 10,5 por 100 de la superficie censal -uno de los porcentajes más bajos de todos los municipios campiñeses y ribereños estudiados-, con un 65,06 por 100 en manos de los empresarios de menos de 30 hectáreas, en La Luisiana aquéllos ocupan el 25,65, valor que, aunque muy superior al de La Carlota, puede considerarse bajo en el marco de las tierras sevillanas, sólo por encima del de Viso del Alcor. Lo que en cualquier caso parece evidente a la vista de la situación actual de la distribución de la tierra en el municipio cordobés, es que la estructura social y de propiedad difiere de municipios vecinos. Un índice de concentración de 0,61, aunque, obviamente, no es reflejo de una sociedad igualitaria, sigue estando muy por debajo de los que son frecuentes en las tierras de la media y baja Campiña, e incluso, en otros municipios menos latifundistas (véase figura 58). En el caso de La Carlota está claro, además, que el proceso que ha llevado al desequilibrio distributivo ha estado impulsado más por continuos troceamientos y divisiones de los originales lotes de tipo medio, es decir, por el reforzamiento del minifundio en el marco de la propiedad campesina, que por iniciativas acumuladoras fuertes y numerosasa; compruébese en el gráfico 59 como de 1870 a 1979 el municipio cordo-. bés es el. que ha experimentado un crecimiento más acentuado, tanto en el significado numérico relativo como en el superficial, de los propietarios de menos de 15 hectáreas (aproximadamente 25 fanegas). En contrapartida la implantación de los 342 propietarios de más de 100 hectáreas apenas si se ha alterado, y tanto la estadística censal mencionada como la catastral arrojan superficies controladas por aquellas propiedades y empresas de en torno al 10 por 100 municipal. Es de destacar, además, porque constituye un nuevo ejemplo de la tesis defendida en el tercer capítulo, que las modestas iniciativas acumuladoras han tendido a polarizarse en tierras de mejor calidad relativa, en un medio de bajo potencial general. Una de estas áreas aparece recogida en el polígono catastral 17 (véase figura 66), inmediato a la villa carolina: al elevado grado de parcelación catastral de los pagos «Suerte de los Ariza» -interesante topónimo que muy probablemente hace alusión a las primitivas suertes de la colonizacion-, y parte de «Monte del Orgullo» y de «Cuco» se oponen las grandes parcelas del tercio norte del polígono, entre el camino de La Carlota a Fuencubierta y la carretera de Posadas; estas últimas parcelas, significativamente, están ubicadas sobre suelos vérticos profundos y arcillosos, desarrollados en las inmediaciones del arroyo Guadalnazán sobre cuaternario aluvial y margas azules neógenas, que quedan al descubierto una vez exhumada por el arroyo la cobertera de canturral pliocuaternario sobre la que se localiza el resto del parcelario minifundista. Y como el proceso aumulador no se ha producido, al menós hasta la fecha, ni con la intensidad, ni con la rapidez que los planteamientos más ortodoxos podrían haber profetizado, tampoco ha tenido efecto con suficiente claridad la paralela remodelación del espacio, tendente a la configuración del modelo aureolar propio de tantos municipios campiñeses, y caracterizado por alta parcelación y minifundio de propiedad y/o explotación en las inmediaciones de villas y lugares, y latifundio en las áreas más alejadas. El detallado estudio llevado a cabo sobre el parcelario carolino con propiedades de distintos tamaños ha puesto de manifiesto, en correspondencia con todo lo visto hasta aquí, que las pequeñas propiedades y parcelas aparecen por doquier a lo largo y ancho del término, sin ^ que el factor distancia al núcleo pueda considerarse relevante; 343 344 ello es lógica consecuencia de que.las divisiones y segregaciones de lotes de tipo medio se han producido de forma general en todos los confines del municipio. Como ya se indicó para m ^nicipios antes estudiados, la información catastral acerca de la organización parcelaria real de las propiedades tiene escaso interés por cuanto exagera el número de fincas integrante de aquéllas. Aún contando con esa limitación y teniendo presente también el extraordinario peso de la pequeña propiedad en el municipio, los datos catastrales ponen de relieve el no muy acentuado nivel de dispersión parcelaria que domina los patrimonios rústicos carolinos, especialmente los de menor extensión. Son frecuentes, entre los que no superan las 10 hectáreas, aquéllos constituidos por una sola parcela catastral o por varias contiguas, como lo demuestran sus números correlativos dentro de un mismo polígono; no faltan, desde luego, algunos pocos favorecidos desde este punto de vista, siendo con frecuencia los de mayor tamaño los que presentan también más alto grado de dispersión, aunque siempre dentro de un mismo paraje o en varios aledaños. Los ejemplos que sinópticamente se cartografían en la figura 62, están seleccionados a conciencia, prescindiendo de ese gran número de propiedades formadas por una sola parcela: el patrimonio de A. Jiménez Rovi, de 22,8712 hectáreas, integrado según su cédula catastral por 14 parcelas en los polígonos 4, 7, ^11 y 13, está constituido en la práctica por 7 fincas, todas ellas próximas y bien comunicadas por la profusa y geométrica red de «calles» heredadas del proceso colonizador. Finalmente, por lo que respecta a distribución de cultivos según intervalos de superficie, La Carlota sigue presentando en la actualidad un panorama similar al de la segunda mitad del siglo XIX; el olivar, como cultivo más productivo del secano, apenas si se ha expandido sustancialmente en los últimos tiempos dadas las limitaciones edáficas que presentan las tierras que no fueron colonizadas ya en la segunda mitad del siglo pasado: gran pesadez en las inmediaciones de los arroyos 345 y problemas de pseudogleyzación en amplios sectores de la cobertera pliocuaternaria. El conjunto de las propiedades y cada uno de los grupos en particular mantiene un cuadro mixto de aprovechamientos en el que se combinan la labor y el olivar, y del que no está exenta, como en el pasado, la tierra inculta en aquellos sectores de más problemática labranza. Nos parece, sin embargo, que la documentación catastral minusvalora el si ^nificado real de la superficie regada, que ha posibilitado en los últimos años la intensificación de determinadas explotaciones mediante la orientación forrajera en el uso del suelo, como soporte de modestas cabañas vacunas de producción lechera. En resumen, pues, la situación actual de este enclave colonizado de La Carlota sigue manteniendo, como a mediados del siglo XIX, rasgos peculiares en su estructura de propiedad y en su paisaje, rasgos que van más allá de una atípica morfología parcelaria o distribución del hábitat, y que radican esencialmente en el peso destacable del minifundio y en una modesta presencia del latifundio. La liquidación o profunda reducción de la pequeña propiedad local a.lo largo de más de siglo y medio, que hubiera sido lo predecible en el marco de un espacio esencialmente latifundista, no sólo no se ha producido, sino que aquélla se ha reforzado numérica y superficialmente a lo largo de esta prolongada etapa, como consecuencia de su fraccionamiento y de su mantenimiento en manos de modestos campesinos, que con menos facilidad de lo que tópicamente suele pensarse, se desprenden de sus modestos patrimonios. El ejemplo de La Carlota, en alguna medida opuesto al devenir del vecino municipio de La Luisiana, constituye cuando menos una llamada de atención frente a^lanteamientos simplistas y mecanicistas en exceso, que quieren ver en la Campiña y Ribera andaluzas un espacio en continuo proceso de acumulación y reforzamiento latifundista. Probablemente a la «evolución sorprendente» de La Carlota hayan contribuído dos elementos de gran interés geográ346 fico -el elevado grado de parcelación del terrazgo y la baja calidad del medio-, que han podido disuadir potenciales iniciativas acumuladoras; pero sin negar, desde luego, esta posibilidad, la trayectoria general de éste como de otros municipios «relativamente minifundistas» nos sitúan más en la vía de la estabilidad y/o reforzamiento de la pequeña propiedad, que en la de su liquidación en beneficio de.los intereses acumuladores de la gran propiedad. 6.3. Dos iniciatiaas de concentración parcelaria en el min^ndio campiñés: Mengíbar y Tocina Sobre el municipio ribereño de Tocina en la provincia de Sevilla ya nos ocupamos en el anterior capítulo como ejemplo de enclave «relativamente minifundista» en tierras sevillanas. Volvemos ahora sobre esta comunidad rural para conocer su actual estructura y evaluar su trayectoria en los últimos decenios; se incorpora, sin embargo, en este epígrafe junto a Tocina un municipio de la Campiña y Ribera jiennense, Mengíbar, similar en bastantes aspectos al sevillano: modesta extensión, carácter igualmente ribereño en un amplio sector de su término -aunque con un área campiñesa también importante-, y predominio de la tierra de labor sobre el olivar. Pero por encima de estas similitudes hay un factor que mueve al estudio conjunto de ambos municipios: el hecho de constituir hasta la fecha los dos únicos exponentes, junto con Los Palacios, de procesos de concentración parcelaria en tierras de la Campiña y Ribera béticas. Tanto la excepcionalidad de esta situación, como los resultados obtenidos por la concentración, menos espectaculares como se verá que en otras regiones españolas, son buenos indicadores de la especificidad parcelaria del que venimos denominando minifundio campiñés, dentro de un espacio básicamente dominado por la gran propiedad. Antes de entrar en el comentario de la situación parcelaria de partida y de los resultados de la concentración vale la pena 347 destacar algunos aspectos del fun ^ionamiento de las pequeñas explotaciones, en la misma línea que para comunidades antes estudiadas, pero haciendo especial hincapié en determinados rasgos peculiares derivados de las especificidades culturales de ambos municipios y, concretamente, de la importante difusion del regadío, que en Tocina afecta casi al conjunto de la S.A.U. A) La distribución actual de la propiedad y su dinámica contemporánea Ambos términos siguen presentando de entrada una estructura de propiedad englobable en el grupo de las calificadas como minifundistas, con un índice de concentración de 0,66 en Mengíbar y de 0,57 en Tocina, este último uno de los más bajos del área que nos ocupa. La génesis de los respectivos procesos de troceamiento se nos escapa por el momento; para Tocina ya se señaló la posibilidad de un primigenio proceso de parcelación a cargo de la Orden de San Juan, tenedora del señorío del lugar desde la baja Edad Media. Mengíbar, por su parte, lugar del extenso término de Jaén hasta que adquiera de la Corona su propia jurisdicción en el siglo XVI (62) y se escindiera del gran concejo jiennense, presenta aún hoy una organización parcelaria, de la que nos ocuparemos con más detalle posteriormente, que a falta de documentación sobre la génesis de su estructura de propiedad permite plantear algunas hipótesis sobre la misma. Efectivamente, dentro de los límites de su corto término, Mengíbar presenta una amplia aureola muy parcelada que rebasaba los límites estrictos del ruedo, localizada sobre las tierras más sueltas, ya sobre el mioceno margoarenoso o sobre los niveles de media y alta terraza del Guadalquivir al noroeste del pueblo; hacia el sur, en dirección a Jaén y, como casi siempre, en las tierras aluviales del Guadalbullón y del Gua(62) Archivo General de Simancas, Mercedes y Privilegios, leg.° 305. 348 dalquivir, las pequeñas parcelas ceden su puesto a las grandes fincas, de entre las que destacan los córtijos Matacas, Atalaya Alta y Baja, La Canaria, Grañón y las espléndidas explotaciones de Máquiz y Carcheña, antaño encomienda de la Orden de Santiago, desamortizadas en el siglo XIX (63) y hoy propiedad de la familia Chica Casinello. El esquema aproximadamente aureolar, aunque muy sujeto, también, a los cambios de potencial del medio físico, con notable peso de la pequeña propiedad, debe arrancar del mismo momento de la escisión del concejo de Jaén; el deslinde del término englobó en un espacio de algo más de 6.000 hectáreas el sector más parcelado y minifundista «controlado» por lugareños de la nueva villa, así como una pequeña porción del sector latifundista de la Campiña de Jaén en un radio aproximado de cuatro kilómetros; la encomienda santiagueña de Máquiz quedaba incluida en el nuevo término. Los rasgos básicos de la organización territorial se han mantenido hasta la fecha, con el reforzamiento interno del minifundio por divisiones sucesorias y por la parcelación de los parajes situados al noroeste de Mengíbar, antaño tierras de propios (64). El latifundio campiñés y ribereño, aunque parcialmente troceado, se mantiene en los mismos sectores y en similares propociones que antaño. Por lo que respecta a la trayectoria contemporánea de la pequeña propiedad, y refiriéndonos sólo a Tocina, sobre la que cabe comparación con el siglo XIX, la situación es semejante a la descrita para otros municipios de la A1ta.Campiña o para La Carlota: el reforzamiento superficial desde el último tercio del siglo XIX hasta aquí del grupo de propiedades de menos de 25 fanegas; manteniéndose el significado relativo de ese colectivo de propietarios (en torno al 85 por 100 del total), su implantación territorial se ha fortalecido, pasando de contro(63) Anuncio de subasta de la Dehesa de Máquiz, dividida en suertes, para el día 22 de marzo de 1841. B.O.V.B.N., n.° 907. (64) Información oral obtenida en el mismo pueblo, pero hasta ahora no documentada. 349 lar el 30 por 100 de la S.A.U. a más del 40 por 100. Las conclusiones que de esta situación pueden extraerse son similares a las ya comentadas para casos anteriores, por lo que no vale la pena insistir en el tema; destacar sólo que un área de características físicas y culturales diferentes a las de la Alta Campiña el fenómeno se reproduce en la misma línea y con similar intensidad. CUADRO 101 DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOS APROVECHAMIENTOS EN EL MUNICIPIO DE MENGIBAR (1976) 1. D^tribruión de la propiedad Has. Props. 1 .......................... 1-4,9 ....................... 5-9,9 ....................... 10-24,9 ..................... 25-49,9 ..................... 50-99,9 ..................... M ás 100 .................... 373 520 130 57 31 15 6 Total ................... 1.134 % Sup. has. % 32,9 45,8 11,5 5,1 2,7 1,4 0,6 164,5 1.081 799 849,3 1.094,3 955,2 931,7 2,8 18,4 13,6 14,4 18,6 16,4 15,8 - 5.875 - D^tribución de los aproaechamientos (%) 2. Labor su. Labor reg. Olioar sec. Olioar r^g. Huerta Otros 41,7 49,8 71,5 48,8 88,6 79,7 60 9,7 9,3 20,7 23,2 38,5 42,3 17,1 3,4 21,3 11,4 12,1 - 6,3 17,1 2,2 1 - 4,7 0,5 - 2 5,4 4,4 6,7 1,5 Fuenk: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica de Mengfbar ( 1976). 350 C UADRO 102 DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOS APROVECHAMIENTOS EN EL MUNICIPIO DE TOCINA (1979) 1. D^tsibución dc la propicdad Props. fías. Sup. has. % % .......................... 38 19,9 24,1 2,2 1-4,9 ....................... 5-9,9 ....................... 105 8 55 4,2 258,2 89,4 23,2 8 10-24,9 ..................... 19 9,9 291,5 26,2 25-49,9 ..................... M ás de 50 .................. 19 2 9,9 1,1 312,6 134,9 28,1 12,1 1.110,7 - 1 Total 2. 191 ^ - D^tribución de los aproouhamientos (%) Labor sec. Labor reg. Oliaar sec. Naranjal Otros 12,4 16,6 62,2 66,4 9,1 2,7 2,5 11,9 13,7 2,4 14 58,2 1,7 19,9 6,2 2 5,6 53,4 5,3 12,8 2,9 8,5 73,2 4,6 11,1 2,6 2 4,7 57,5 7,3 10,4 0,1 Frunte: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica de Tocina (1979). 351 DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD SEGUN LAS CEDULAS DEL CATASTRO DE RUSTICA . o^ MENGI BAR (1976) ^ I.G. ■ 0,65 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100 Propietarios Figura 67 352 a^o^^^adnç O p á°• ^ Of m ti <0 íí^ ^ M N ^ M ^ CC ^ i ^^r OA ..r W O c0 O N O 353 B) Los cultiaos y la or^anización de la explotación Aunque los datos catastráles sobre cultivos carecen de la desagregación y actualización adecuadas, y los obtenidos de los cuestionarios originales del Censo Agrario cuenta ya con diez años de antigiiedad, resultan suficientes para esclarecer algunas correlaciones entre estrategias productivas y organización de las explotaciones, así como para ponerlos en conexión coñ trabajos exhaustivos recientemente realizados y con la información directamente obtenida por mí mismo en las zonas regables Baja de Vega y del Canal del Rumblar en Jaén. Y en este sentido conviene tratar por separado los municipios de Mengíbar y Tocina, pues el significado del regadío és distinto en cada uno de ellos. En Mengíbar, donde buena parte de la superficie regada queda en manos de la gran propiedad, casi el 75 por 100 de la superficie cultivada de las pequeñas propiedades y explotaciones es de secano; y contraviniendo lo que es norma en muchos municipios jiennenses, la tierra de labor constituye el aprovechamiento dominante, ocupando las 3/4 partes del terrazgo no regado, frente al olivar que abarca la cuarta parte restante; la especificidad .de los suelos mengibareños, sobre margas arcillosas explican tal fenómeno que no ha impedido, sin embargo, la alta parcelación de un amplio sector del municipio. En el algo más del 20 por 100 restante de superficie regada, los aprovechamientos se diversifican, combinándose las plantas forrajeras, el algodón, los cereales y algo de huerta. No insistimos, sin embargo, en las estrategias productivas de las tierras regadas y en su valoración, aspectos que serán abordados en el comentario de los datos de Tocina. La gran importancia de las tierras de labor de se^ ano, con sistema de año y vez, y el modesto lugar del olivar son factores que redundan en el funcionamiento y organización de las explotaciones. Dejando al margen el predominio absoluto de la tenencia directa -desmedida según la información censal-, no cabe duda de que las explotaciones de Mengíbar se diferencian relativamente 354 de las otras áreas minifundistas por unos niveles de dedicación empresarial más bajos de los que son normales, y por la difusión general de la tracción mecánica en todo tipo de labores. El cultivo triguero, tanto en secano como en regadío totalmente mecanizado, demanda muy corta dedicación, de forma que muchos «empresarios»,' incluso entre los integrantes del intervalo 10-25 hectáreas, no dedican a su explotación ni siquiera la mitad de su trabajo anual; la disponibilidad de los modestos propietarios residentes es, pues, considerable, lo que queda reflejado, tal y como tendremos ocasión de ver, en su estructura sociolaboral: Mengíbar, como tantos otros núcleos, es villa de propietarios-jornaleros, si bien la reciente localización en el términó de algunas industrias ha dirigido al sector parte de la fuerza de trabajo que se proletarizaba en las grandes fincas de Jaén o de la vega del Guadalquivir. La superficie cerealista ha impulsado también al abandono casi general de la tracción animal, que sólo se mantiene en las explotaciones de regadío para determinadas labores en tierras huertanas y de algodón. Ello no ha supuesto la compra del tractór, sino, fundamentalmente, el alquiler del mismo para las operaciones necesarias. Las pequeñas explotaciones de Tocina presentan rasgos peculiares derivados de la importancia del regadío, que contribuyen a configurar un colectivo de modestos propietarios campesinos en el sentido más ortodoxo del calificativo, si bien con algunas connotaciones que los separan parcialmente del arquetipo de campesinado europeo occidental o de otras regiones españolas minifundistas. Los datos catastrales no coinciden con los censales de la Hoja de Cultivos de Lora del Río en lo que a la evaluación de la superficie regada respecta. Son, sin duda, más fiables los segundos, que consideran regada práticamente toda la extensión inunicipal. Se trata, además, de un regadío relativamente antiguo, que arranca de fines de la década de los años 20 a partir de los caudales suministrados por el Canal del Valle Inferior 355 ó « á v u 0 z c •o ú 0 1= v v 0 m á E W : : : ^^^\^^ < v_ 2 < V r ^ < r M_ i m u ^ m a ^ N 0 v .^ c m v ^ ^ ^ v m á E W s < : O t ^ O O < " o : . ^ r ^ ^ V c ^o v O v v ^ ^ t ó Y ^ ^ v a • á E W J t C b ^ I ,` ^ V ~ M ^ w ^ ■ ^ ^< ` ^ / O ^ i . ^t ^ O O 356 i V r ^ i ^ ^ t r ^ r v del Guadalquivir. Pero centremos nuestra atención, como hasta ahora, en las explotaciones de menos de 25 hectáreas. La distribución de cultivos que proporcionan los cuestionarios originales del Censo Agrario de 1972 se aproximan bastante a los de la Hoja de Aprovechamientos y Cultivos de Lora del Río y a los obtenidos en el verano de 1980 en la cámara local de la villa: en torno a un 55-60 por 100 de algodón, 20 por 100 de cítricos, 18 por 100 de cereales (maíz, sorgo y trigo) y el resto de aprovechamientos variados (otros frutales, forrajeras y algo de huerta). La presencia del regadío y en concreto de la gama de cultivos señalada, algo más exigente en trabajo que los descritos para el secano minifundista -aunque sin alcanzar, desde luego, las más elevadas cotas posibles de empleo y de producto bruto- redundan en algunos de los aspectos de las explotaciones hasta aquí analizados: con un predominio casi absoluto de la tenencia directa, lo más importante es constantar como una parte mayoritaria de la tierra afecta a este colectivo de explotaciones logra la «dedicación principal» de sus cultivadores, sin despreciar desde luego que más de135 por 100 de la superficie y más de160 por 10 de las «empresas» dependen de labradores que manifiestan no dedicar ni la mitad de su tiempo al cultivo de su explotación, y sin olvidar, por otra parte, que la «dedicación principal» según el Censo Agrario implica sólo más de la mitad de la disponibilidad laboral del empresario. Seria erróneo no reconocer que en colectividades como ésta, beneficiada por el regadío y por una relativa intensificación productiva, el nivel de proletarización del cultivador desciende y que se refuerzan los elementos básicos definidores del campesinado en su acepción más ortodoxa. Pero también es falsear la realidad incluir mecánicamente a estos modestos labradores del regadío bético, sobre todo a los de regadíos nuevos, en el colectivo campesino de otras regiones españolas o de los países occidentales desarrollados: ni las alternativas de empleo que ofrece el mercado de trabajo regional, ni la estructura de propiedad dominante que circunda a estas comunida357 ^ o : 2 ^ s C O Q `o '^ o o ^ v m ^ E H W < = z s Ẁ f v ^ c ar v Ñ ^ ^ ^ v á E W r ^ o : o < i r^ ^^ • ^ ^< V c •O ^^ 0 u 'v m 0 0 ^ 0 Ñ á E W 0 z :. v ú c d c m H ^I^I^^^'^I^'^I^I^I^I ..:.'^ 358 ^I^I^'^I^'^'^I^I^I^I des son equiparables, con frecuencia, a las de otros espacios rurales europeos. La propia opción productiva que carazteriza a muchas explotaciones, en áreas de libre iniciativa y de colonización, es más reveladora, como tendremos ocasión de comentar al referirnos a los resultados del proceso colonizador de la Vega de Jaén, de un cierto compromiso de la explotación y la proletarización fuera de ella. En todo caso, la intensificación relativa derivada del regadío explica también la mayoritaria residencia de estos labradores en el propio pueblo o en la comarca, y la menor incidencia de los emigrantes; el regadío, igualmente, y la presencia de cultivos como los cítricos, el algodón, otros frutales y algo de huerta explican el mantenimiento de un grupo no despreciable de explotaciones -casi siempre las más reducidas- con tracción animal, que se compatibiliza con la mecánica, la más extendida ya en 1972 y, sin duda, más aún en la actualidad; no existe contradicción alguna entre la pervivencia relativa del ganado de labor y el peso destacable de las «empresas» que poseen en propiedad la tracción mecánica que utilizan, en cuantía superior como puede comprobarse a la señalada para otras comunidades minifundistas andaluzas. Una producción bruta y unos márgenes empresariales más elevados a causa del riego han favorecido la mecanización reciente de numerosas explotaciones, especialmente de aquéllas con más de 10 hectáreas, de manera que según los datos de los cuestionarios de 1972 puede estimarse una relación de un tractor por cada 20 hectáreas, y una potencia de en torno a 250 CV por cada 100 hectáreas; estos valores, próximos a los estimados por encuesta para diversas zonas regables del Valle Medio y Bajo del Guadalquivir por Zoido y Romero (65) han debido incrementarse en los últimos años tal y como se desprende de la información sobre el censo de maquinaria facilitada por la Cámara Local de To(65) J. J. Romero y F. Zoido Naranjo, Colonización ag^aria en Andalucía. Sevilla, Servicio de ediciones del Instituto de Desarrollo regional, 1977. 359 cina. Aún sin computar el aumento habido después de 1972 , el nivel de mecanización puede considerarse elevado para la fecha, superior con creces al de la provincia de Sevilla (en torno a 105/100 ha. para 1973) y revelador ya de un cierto nivel de subempleo en relación con las necesidades reales de las explotaciones. C) Antecedentes y sesultados de la concentración parcelaria en Mengíbar y Tocina Como decíamos antes, uno de los factores que aconsejan el estudio paralelo de Mengíbar y Tocina es el hecho de que ambos constituyen los únicos exponentes de concentración parcelaria concluidos hasta la fecha en el ámbito que nos ocupa. Y no es, desde luego, el capricho por lo anecdótico lo que nos mueve a prestar atención a actuaciones que, repetimos, son excepcionales hasta el momento, sino precisamente la reflexión y las consideraciones que pueden derivarse de esa misma excepcionalidad y de los modestos resultados derivados de ambos procesos concetradores en comparación con otras provincias españolas. La pequeña propiedad altocampiñesa y ribereña ha presentado históricamente y mantiene en la actualidad unos niveles de dispersión parcelaria ostensiblemente inferiores a los de otras áreas peninsulares. Ello puede obedecer en parte a que los modestos patrimonios campiñeses son más reducidos, valga la redundancia, que los dominantes en otras regiones; esta hipótesis, en todo caso, es fácilmente rebatible con los datos de estructura de propiedad de amplios sectores de la España Atlántica e incluso de la Vieja Castilla y León. Sin negar la validez relativa de la afirmación anterior, parece más aceptable la tesis de que ese menor grado de dispersión relativa obedece al hecho de que en comarcas dominadas tradicionalmente por la gran propiedad -incluso las que hoy consideramos como «relativamente minifundistas»- las prác360 ticas colectivas de división en hojas de las tierras de labor y la consiguiente ubicación en cada una de ellas de parcéla o parcelas integrantes de una explotacion tuvieron nulo o escaso desarrollo. Los parajes minifundistas aparecían y aparecen, pues, acantonados en determinados enclaves de cada municipio, casi siempre bajo los límites agobiantes de las grandes fincas. Pero a ello se une, además, el hecho de que con frecuencia y desde bastante tiempo atrás, un destacable sector del minifundio campiñés se orientó hacia cultivos mercantiles como el olivar o el viñedo, rompiendo con el aprovechamiento cerealista tradicional y con la posible funcionalidad de una organización del terrazgo en hojas. Sean cuales sean los factores confluyentes en el bajo nivel de dispersión de la pequeña propiedad campiñesa, lo cierto es que cuando en muchas regiones españolas se pone en marcha el proceso de concentración parcelaria, nuestro espacio presenta una serie de rasgos poco favorables para su generalizada difusión: Por una parte la existencia en los más extensos municipios de un latifundismo absoluto, que acantona materialmente al minifundio en pagos concretos, con explotaciones constituidas en ocasiones por una sola parcelas o por varias próximas. Por otra, el predominio en los sectores más parcelados de la campiña de cultivos arbustivos y arborescentes -viñedo y olivar- que implica no sólo ya los problemas de diferentes calidades de tierras propios de toda iniciativa concentradora, sino suplementariamente diferencias de edad de las plantaciones, de las técnicas de poda y, en definitiva, del capital aplicado a la tierra durante decenios, factores que terminan por impedir cualquier intento de concentración. No es anecdótico, por ello, el que las dos actuaciones de concentración hayan afectado a municipios predominantemente cerealistas y que, en Mengíbar, haya quedado excluido el sector olivarero minifundista situado al noroeste del pueblo. 361 .‚ -ó s^ b ^ ^. ^^O mrnNao c0 c0 00 O M^ ^ ti ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^1 w C ^ ^ ^ ^ ^ U ^ M 1^ W d^ CO N .-i ^-+ N .-^ r+ n ^ ^ L ^ ^ C" z w \. ^ í^. ^ ^ z ^Ú mmo^o ^ M O N O Q^ l^ v^ O ^n ^ N ^A v' M N N O^ M^+'f N Ñ ^` ^ ó •^ ,-w 0 .. y y b ^ ^` O ^ U \ ^ ^i b ¢ ¢ az ^•^ á ó ~ qU ^O Á^ ^ ^ ^ ^ ^ ^r W v ^ ^ Q b a a^ ^ v A .r Ñ ^ ú ^ ^^ .-^ ^M ^ ^ ^ ,S ^^ b^ `^ ^ ^^ ^ á^ ^ ^ tl áw ^+'f N 1^ CO u'f M O^ .^r O M O[^ w^nc^^oo^ M O^O M t0 N O O O O ^^ ^ ^ . . . . . . ^ ƒ ú ^ 'u ^ ^+ O q •^ F °' á ^ é 3mÓ ^ ^ á ^ ^ „ ^ ^ ,, z u o ^ ^ '^ wW ^^^ ^ ^b^ A ¢ > ^^ ^> á °D ^ ^ 0. {p ~ 4 ^á ^ . ^ y . Ú Q ^ W • • fQ /'^ ^ . ^ . ^[ 1: ^ ^ ^? ^ R1 tp ^ r.. ^ lp l^ N i'^ M ^ ^ ^ ^M O^ M Ñ ^ • ^ íy d ^ . .i `. ^ •^ ^ ^ V1 y O Q 4 ^ ^ 0o U ^ -d ^ ^ ^ ú ^, o^0^UC7^^ 362 4 ^ ^ V ^ ^ C ^ ^ á ;$ • L ^ ~ ^ /..^ ^ ^ ^ ^ a^;v ^ b ^ w Pues bien, ni siquiera el par de municipios concentrados (en su totalidad el de Tocina, con pequeños sectores vecinos de Villanueva del Río y de Cantillana, y parcialmente el de Mengíbar) presentaban antes de iniciarse la actuación una organización similar a la de otras regiones españolas, ni tampoco los resultados pueden considerarse tan brillantes como en aquéllas, en parte a causa de la situación de partida. El cuadro 103 recoge los datos de los municipios campiñeses y de distintas provincias (66) para valorarlos convenientemente en términos relativos. 4,5 y 3,3 parcelas por propiedad en Tocina y Mengíbar son cifras ostensiblemente distanciadas de los niveles medios en las provincias seleccionadas, en obvia correspondencia con superficies medias por parcela asimismo más elevadas. Incluso el mayor nivel de dispersión de las propiedades de más de 25 hectáreas en los municipios andaluces se sitúa por debajo de los «standars» medios en dichas provincias. Debe quedar claro, además, que la dispersión de las medianas y grandes propiedades en estos términos muy parcelados no reviste la gravedad que presenta en municipios castellanos o aragoneses, por ejemplo, en la medida en que las parcelas, aunque no contiguas, están frecuentemente muy próximas y en torno a una de gran tamaño. No cabe duda de que con una situación de partida como ésta los resultados obtenidos son obligadamente más modestos que en Burgos o Guadalajara, por ejemplo, provincias en las que se ha alcanzado un número de parcelas por propiedad similar al de Tocina o Mengíbar; parece evidente que entre 1,5 y 2 fincas por propiedad está el techo máximo de reducción alcanzable por los procesos de concentración, y a él se ha Ilegado en las dos actuaciones andaluzas. En cualquier caso, parece necesario concluir que, aún sin ser de extrema gravedad la estructura parcelaria de los muni(66) Los datos medios globales de las provincias incluidas en el cuadro proceden del Ruum^n dc la situación de los tsabajos de concentración en las d^tintas zonas conespondientes al 31 de diciembre de 1977. Madrid, M.° AgriculturaI.R.Y.D.A., 1978. 363 s b w ú ^f1 M N d^ M N O^ tp M M '+ N ^ b C ti i^. N ^^ ^ ^ ^p, ^ ^ 1^ .--^ ^l u' ^ •--^ M M d^ ..-^ CO N ^ 00 Q ^- ^ ^ ^ ^ oo ^ cv ° w ó ^ ^ cv 00 M N ^ Á M .-^ ^ ^ .--^ CO N 01 N l0 M^ d^ d' s^ u'f M M M _ n O O d^ t^ l0 W d^ O^ .--^ N N cD ^O tD .-^ ^f'f d' O r+ ...^ cr^ ^n N A Q Q ^ w á O Q^i a w s^ l^ 01 N.--i ^ á, Q ^ ^ ^z ^ Q O ^ Q ^ z ^,h V w ^ d V ^ w^ ^ ^ .^ ^ ^ ^ ^b ^ ^ ^. ^ ñ ^ c, z Ú O ^ ^ a ^ ^ .^ a^ wW A ^ áz aw ¢ w Ca ^ ,^^ A y .c N .c ^• ^n ^ N N b v^ ^ ,n ^n N N i v, h^ O b ^ 7 p( ^^ y .^ ^^ a tl ^^ ^ 0 O O ^ á á FF 0 0 aa 364 ^^ .^ ^ ^ ^i ^ ^ v, ^ O b ^ (. É ^ ^ 7 ^ ^ Ó á á ^ 0 0 aa cipios relativamente minifundistas de la Campiña y Ribera béticas, sería interesante el apoyo y difusión de estas actuaciones, especialmente en las zonas regadas o potencialmente regables, donde la optimización del empleo de la infraestructura y recursos hídricos quedaría así garantizada. No en balde la concentración de Mengíbar ha venido apoyada, básicamente, en el ambicioso proyecto de puesta en riego de un amplio sector de su término, en avanzado estado ya de realización. No hay que silenciar, desde luego, que iniciativas de concentración parcelaria y ordenación rural planteadas globalmente para un espacio determinado terminan beneficiando comparativamente más a los grandes que a los modestos propietarios, sobre todo en comunidades polarizadas como lo son incluso éstas que nos ocupan. Los grandes ven aglutinados sus patrimonios, si no lo estaban ya, y ostensiblemente mejoradas las vías de acceso, con frecuencia en mal estado por la pesadez de los suelos y la lejanía de las grandes fincas de los núcleos de población. No en vano han sido acomodados labradores, más conscientes por lo general de las ventajas generales y particulares de la concentración, los que han apoyado e impulsa, do los proyéctos. 6.4. Las ^ieculiaridades de la pequeña propiedad de los Alcores: parcelación, intensificación agrícola y cambios de uso En el desarrollo del segundo capítulo se incluyó entre las áreas relativamente parceladas y con peso dominante de la pequeña propiedad la franja del Alcor, que naciente en las inmediaciones de Carmona bordea su vega en dirección N. E. S.W., elevándose varias decenas de metros sobre su fondo. Ya se indicó igualmente en ese mismo capítulo y en el posterior, cómo ese islote no latifundista, perfectamente delimitado en al fotografía aérea y en la cartografía catastral, coincidía con forinaciones superficiales calcoareníticas o areniscosas y sue365 los rojos con costra caliza, de bajo potencial y muy distintos a los dominantes vertisoles de la vega camornense inmediata. No ha sido posible hasta el presente capítulo hacer referencia más detallada a la estructura agraria de la comarca, ya que el municipio seleccionado en principio como representativo del sector por su extensión y ubicación parcial sobre el altozano -el Viso del Alcor-, no cuenta que sepamos en los fondos de su Archivo Municipal (67) con estadísticas sistemáticas de propiedad del siglo XIX, y menos aún con documentación del Catastro de Ensenada. A pesar de esta importante limitación, la documentación aportada por Bernal sobre este municipio acerca de arrendamientos de tierra de la Casa de Alcalá a mediados del siglo XIX (68), así como otra información aportada por Drain (69), unidas ambas a la documentación catastral actual y a los datos del Banco de Labradores de 1866 permiten pergeñar un modesto bosquejo de la situación actual y de la génesis reciente de parte de la pequeña propiedad del municipio. Ante todo, como ya quedó claro en el segundo capítulo, el Alcor y en concreto,el municipio del Viso, situado en casi un 50 por 100 sobre el promontorio, presenta hoy una estructura de la propiedad y de las explotaciones de corte moderadamente minifundista. Las propiedades de menos de 25 hectáreas totalizan el 73,6 por 100 de la superiicie catastral, y las explotaciones de menos de 30 hectáreas casi el 60 por 100 de (67) En nuestra detenida visita durante los veranos de 1980 y 1981 al archivo municipal, no catalogado y en lamentable estado por las obras que enton^es se realizaban, no pudimos dar ni con amillaramientos ni con fuente fiscal anterior. Sólo una relación bastante completa de Libros del Pósito local permitió para algún año de mediados del siglo x^x conocer ciertos extremos sobre los modestos labradores, que posteriormente se han podido relacionar con aportaciones de otros autores. Por más que el Libro de 1866 computa a casi 200 labradores, en su mayor parte muy modestos, solicitantes de créditos, no se ha considerado oportuno plantear sobre esa base la estructura de la propiedad y de las explotaciones, por cuanto la muestra podía estar parcialmente sesgada. (68) A. M. Bernal, op. cit., págs. 282-290. (69) M. Drain, op. cit., págs. 472-473. 366 la superficie censal (sólo el 5 por 100 las de más de 100 hectáreas, lo que supone un índice de concentración de Gini a partir de las cédulas de propiedad de 0,55, el más bajo de los estimados para los municipios «relativamente minifundistas» estudiados (véase figura 68). C UADRO 105 DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOS APROVECHAMIENTOS EN EL VISO DEL ALCOR (1978) 1. D^tribución dc la propiedad Has. Props. % 1 .......................... 1-4,9 ....................... 5-9,9 ................:...... 10-24,9 ...................... 25 y más ................... 52 200 60 48 16 13,8 53,2 15,9 12,8 4,2 Total ................... 376 2. Sup. has. 32,4 444 414 671,2 562 ^% 1,5 21 19,5 31,6 26,4 2.123,6 D^tnibución dt los apmuahamientos (%) Labor sec. O/iaar sa. 48,2 74,9 64,4 64,7 16 10,6 9,4 6,4 39,2 9,2 Frut. -Naranjal Otros Impsod. 2,5 5,5 8,3 5 2,5 5,5 17,1 19,9 0,4 - 30,8 3,6 0,4 4 21,3 18,9 10,4 1 Rcgadío Fuenk: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica de El Viso del Alcor (1978). 367 En el marco, pues, de un predominio numérico y superficial de la pequeñas y medianas propiedades, es preciso hacer ciertas matizaciones derivadas del carácter mixto de las tierras del municipio, unas sobre el Alcor propiamente dicho, y otras sobre la vega margoarcillosa de Carmona. El parcelario del polígono 1, sobre las areniscas alcoreñas, dominado por las fincas pequeñas, aunque sin faltar las de tamaño medio y, excepcionalmente, grande, presenta contornos irregulares, amplia difusión de norias y estanques, e incluso un tipo de parcelas minúsculas y muy regulares que tienen fácil explicación. Este es el soporte de la pequeña y mediana propiedad tradicional del Alcor, al menos en términos superficiales: los aprovechamientos tradicionales, sobre suelos de bajo potencial, han sido el olivar, un cereal de modestos rendimientos, algo de viñedo, naranjos amargos y las huertas, especialmente en las proximidades del casco, abastecidas por aguas del freático de Carmona, que en buena parte del municipio se sitúa a menos de 15 metros de profundidad (70). Las transformaciones de que ha sido y está siendo objeto en los últimos lustros esta área pueden considerarse profundas, tanto por lo que respecta a cambios en la titularidad como en los usos del suelo; como una primera aproximación, que precisa desde luego de contrastación más detallada, cabe hablar de dos fenómenos. Por una parte de una intensificación productiva notable basada en la expansión del naranjal, exclusivamente de variedades de mesa como la Navel, en los momentos de euforia de fines de la década de los cincuenta y de los sesenta (71), y de la Navel-late, más tardía y de comercialización menos problemática, en los últimos años; la capitalización de estas nuevas plantaciones, que poco tienen que ver en sus variedades y organización productiva con las tradicionales de la comarca, ha sido cuantiosa y acrecentada en ocasiones, como ha señalado Drain para la provincia de Sevilla (70) Mapa Geológico de España 1:50.000, hoja 985, 2.a ed. Madrid, Instituto Geológico y Minero, 1969. (71) M. Drain, op. cit., págs. 210-213. 368 y es fácilmente perceptible en tierras del Alcor, con inversiones casi suntuarias o cuando menos innecesarias en viviendas, muros y cercados, que demuestran la presencia de capitales urbanos en ocasiones ajenos a la actividad agraria, que vieron en las plantacioens además de un negocio seguro en los años de favorable coyuntura, un signo de prestigio social y la posesión de vivienda de segunda residencia en una zona ligeramente menos calurosa que la llanura sevillana, con agua abundante procedente ahora de perforaciones más profundas, todo ello enmarcado en la frescura del vergel naranjero. Sin negar, por supuesto, la difusión del naranjal y de otros frutales que se producen sobre pequeñas y medianas haciendas de lugareños, la presencia de capitales urbanos es también evidente, siendo, precisamente, este flujo de inversiones hacia la zona el que provoca cambios frecuentes de titularidad por compraventa, coincidiendo con una etapa de galopante éxodo rural. Frente a estas iniciativas de intensificación, y en aparente paradoja, una superficie no desdeñable del sector alcoreño del Viso, como ocurre también en Mairena, está asistiendo más recientemente al abandono de los usos agrícolas o, en el mejor de los casos, a su mantenimiento con una finalidad distinta, todo ello en el marco de parcelaciones para viviendas de segunda residencia, en ocasiones ilegales y que en todo caso están produciendo una profunda alteración en el paisaje agrario tradicional y naranjero más reciente. En estas circunstancias, los cambios de titularidad se superponen siempre a los cambios de uso, y las estrategias inmobiliarias res^ltan variadas: unas veces son propietarios lugareños los que proceden directamente a la segregación o a la parcelación total de sus fincas para el uso residencial. El Plan Parcial de Ordenación de la Finca Vista Verde del Alcor, inmediata a la carretera del Viso a Carmona y asomada a la Vega, con algo más de 11 hectáreas de superficie, y propiedad de la sevillana Rosa María Calvo Elipe constituye un buen ejemplo al respecto. El plan, presentado en 1973, pre- 369 veía, y así se ha hecho, la constitución de 82 parcelas dé superficies comprendidas entre 700 y 1.990 metros cuadrados, estimándose el beneficio de la operación en torno a un 36 por 100 del valor de la tierra en ese momento (1.680.000 pesetas, a razón de 150.000 pesetas/hectárea) y del importe de urbanización estimado en 2.846.700 pesetas (72). Pero junto a actuaciones como la descrita, reiteradas en las inmediaciones del término del Viso en las urbanizaciones de La Cierva o Comunidad de San Bernardo, son casi más frecuentes parcelaciones y segregaciones, administrativamente consideradas todavía como rústicas a pesar de que en ocasiones no alcanzan siquiera la extensión de las unidades mínimas de cultivo, pero que en la práctica responden a un uso de segunda residencia. El no muy elevado nivel de ingresos que caracteriza a buen número de los nuevos tenedores y la precariedad de medios para hacer frente a la construcción de la vivienda una vez adquirida la parcela, está desembocando no sólo ya en una mutación profunda del espacio agrícola tradicional, sino además, en el deterioro paisajístico complementario derivado de los bajos niveles estéticos y de calidad de esta nueva forma de «hábitat rural». Puede concluirse, pues, que en este sector alcoreño, la crisis reciente del sector naranjero, los problemas de escasez de agua derivados de la difusión generalizada de las plantaciones, y, sobre todo, las posibilidades especulativas derivadas de la fuerte presión de la demanda de tierras por parte de sevillanos para segunda residencia están en vías de acabar con la explotación directamente agrícola y de sustituir, consiguientemente, a los pequeños y medianos propietarios tradicionales de la zona por nuevos minifuntistas «urbanos». A1 paisaje del Alcor y. a sus mutaciones actuales se contrapone el sector del municipio alargado sobre la Yega de Carmona; formaciones superficiales y suelos son los propios de las grandes (72) Mcmoria d^l Plan Parcial de la finca ..Vista Vade dcl Alcon^. Ingeniem J. Rodriguez Román, Sevilla, 1973. Copia en el Ayuntamiento de El Viso del Alcor. 370 «vegas interiores» andaluzas, y tanto Viso del Alcor, como parcialmente también su vecina Mairena, ofrece la peculiaridad -casi la excepcionalidad- de un terrazgo altamente parcelado, que choca poderosamente con el latifundio dominante en las inmediatas tierras de Carmona (véase el fotograma 4), y en general, de todos los grandes municipios de la comarca. La notable y regular parcelación, excepcional en estas áreas de vega, lo es en la actualidad de propiedad y de explotación, de forma que lo más frecúente es que muchos propietarios no tengan más que una sola parcela de entre una y cuatro hectáreas, fenómeno que contribuye a reforzar el predominio de la pequeña propiedad en el conjunto del municipio. Este absoluto predominio de minifundio en un sector que por sus características edáficas y topográficas debiera ser soporte de la gran propiedad -según lo visto en los capítulos II y III-, entra aparentemente en contradicción con lo dicho hasta aquí; un estudio más detallado de la situación destierra, sin embargo, cualquier posibilidad de contradicción. Efectivamente, ese parcelario regular y antitético con el de las tierras circundantes, nos hizo pensar desde.un principio que muy probablemente no estábamos ante un espacio minifundista tradicional, sino más bien frente a una actuación parceladora relativamente reciente. Aunque en esta ocasión no se ha podido contar aún con la documentación registral argiiída anteriormente para tierras de Montilla o Marchena, disponemos de suficiente información como para validar aquella conj etura. Como ha estudiado Bernal, la Casa de Alcalá, integrada desde 1625 en los estados de Medinaceli, contaba en el término del Viso del Alcor, no integrante de su señorío, con nada menos que 1.700 fanegas, prácticamente toda la superficie de «vega» del municipio, organizada en torno a una decena de cortijos que en forma de grandes longeros se extendían desde el escarpe alcoreño hasta los confines del término de Carmona (73). M. Drain, interesado también por esta peculiar parcela(73) A. M. Bemal, op. cit., págs. 60-62 y 285-287. 371 ción, ha planteado la hipótesis de que estos grandes longeros acortijados debieron ser cedidos tradicionalmente en forma de grandes arrendamientos a corto plazo, como era norma en las tierras latifundistas de la campiña (74). Lo cierto es que a mediados del siglo XIX, tanto la información aportada por Bernal de los fondos del Archivo de Medinaceli como la que yo he obtenido del libro de Pósitos de 1866 (75) muestran cómo estos cortijos estaban altamente parcelados para su cesión en pequeños lotes°de aproximadamente cuatro fanegas. La fuerte expansión demográfca del momento y la proximidad de pueblos tan crecidos en vecinos como el Viso o Mairena, constreñidos en cortos términos, pudieron mover a la administración ducal a un cambio en la estrategia arrendataria. Lo interesante a nuestros efectos es que ese minifundio de explotación, que se gesta cuando menos a la mediación del siglo XIX, se perpetúa en el tiempo y llega a consolidarse en minifundio de propiedad por venta de la Casa Ducal, probablemente a los propios cultivadores. Estamos, sin duda, ante un proceso similar al descrito para tierras de Montilla, aunque cronológicamente anterior. Para 1933 la Casa de Medinaceli no cuenta ya con tierra alguna en el Viso según el R.P.E. A1 margen del momento concreto en que las ventas tuvieran efecto, lo importante en nuestra línea de argumentación, reafirmando y reforzando teis planteadas anteriormente, es que a lo largo de un periodo prolongado -no inferior a cincuenta años ni superior a cien- la pequeña propiedad nacida «ex novo» se mantiene y hasta se fortalece por sucesivas divisiones. El modesto cultivador jornalero, una vez que adquiere la tierra no cede su propiedad ni con la rapidez ni con la generalidad defendida por planteamientos acumuladores demasiado simplistas. No vamos a negar, desde luego, que en momentos de agobio económico, de abandono del lugar por emigración, o de arreglos de herencias, las compraventas tengan efecto; tam(74) M. Drain, op. cit., vol. II, pág. 473. (75) Libro de Pósitos. Banco de Labradores. 1866. Archivo Municipal de EI Viso del Alcor, sin catalogar. 372 poco va a ocultarse a nadie que en esas circunstancias algunos laboradores relativamente más acomodados han aprovechado la coyuntura incrementando sus patrimonios. Lo cierto, sin embargo, es que fueren cuales fueren las vías y modalidades de transmisión de propiedad, los enclaves minifundistas mantienen su vigencia y raramente llegan a desaparecer o a reducirse sustancialmente a expensas de iniciativas concentradoras. El cuadro 106 referido a una muestra de propietarios del polígono 7 de Viso del Alcor, base de las parcelaciones de varios cortijos de Alcalá-Medinaceli, habla por sí solo. C UADRO 106 PROPIETARIOS CARTOGRAFICOS EN EL POLIGONO 7 DE EL VISO DEL ALCOR N. ° propietario 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. S. López Morillo . .. . . . . .. . . . . . J. A. García Vallejo . . . . .. . . . . . A. Jiménez Jiménez .. ........ . J. Huerta Burgos . . . . . . . . . . .. . S. León Pineda ............... A. Fdez. Bonilla . . . . . . . . . . . . . . A.Jiménez Roldán ............ M. Morales Benítez . . . . . . . . .. . A. Moreno Muñoz ............ J. Morillo Jiménez hnos. ....... J. Roldán Roldán .. ... .. .. ... . J. Vargas Jiménez . . . . . . . . . .. . Sup. total psop. 6,9587 has. 3,7875 " 1,5813 " 1,2500 " 2,1000 " 1,3416 " 2,1250 " 8,0401 " 26,2350 " 1,6750 " 11,2100 " 2,4950 " Polígono Todo en el 7 4y7 Todo en el 7 Todo en el 7 7 y 6 Todo en el 7 1 y 7 5y7 1, 4, 6, 7 Todo en el 7 5y7 Todo en el 7 Fumk: «Libro de Cédulas de Propiedad» de El Viso del Alcor (1978). 373 Ivlinifundio de propiedad en el polígono 7 de El Viso del Alcor (SeviIla). Parcelaciones en los cortijos de la Casa de Alcalá. Figura 71 374