ACCIDENTE CEREBROVASCULAR ORIGINAL La calidad de vida del paciente con accidente cerebrovascular: una visión desde sus posibles factores determinantes O. Fernández-Concepción, M.ªC. Fiallo-Sánchez, M.A. Álvarez-González, M.A. Roca, M. Concepción-Rojas, L. Chávez THE QUALITY OF LIFE OF PATIENTS WITH STROKES: FROM THE POINT OF VIEW OF FACTORS WHICH MAY AFFECT IT Summary. Objective. To evaluate the effect of clinical and psychosocial factors on the quality of life of patients with stroke. Patients and methods. A non-experimental transverse study was done on 39 patients with strokes seen in the cerebrovascular diseases clinic of the Institute de Neurología y Neurocirugía in La Havana (Cuba). We recorded data on clinical variables (age, sex, race, previous illnesses, type of stroke, vascular territory, classification of prognosis, etiopathogenesis and function on the Rankin scale) and on psychosocial variables (pattern of behavior, anxiety as a feature and state, depression, manner of coping and social support received). Correlations were established with the dependent variable Quality of life, evaluated on the Nottingham Health Profile. Results. Of the clinical variables there was no correlation with age, female sex was related to greater isolation and the presence of diabetes mellitus with less energy. Greater isolation was seen to be correlated with increased score on the Rankin scale, but this association was not statistically significant. Similarly the clinical characteristic of anxiety was related to greater difficulty in sleeping, as also occurred in depression. The latter was also associated with less energy and greater social isolation. The characteristics of self-control, acceptance of responsibility and positive reevaluation had a positive relation with energy and physical mobility. The greater the social support, especially in the area of health, the better the quality of life in the realms of pain, sleep and social isolation. Conclusion. The psychosocial aspects had more influence on the quality of life of these patients than the clinical factors did. [REV NEUROL 2001; 32: 725-31] Key words. Quality of life. Rankin scale. Social support. Stroke. Ways of coping. INTRODUCCIÓN Ó 2001, REVISTA DE NEUROLOGÍA mensional al concepto de CVRS. De este modo, se tienden a considerar, al menos, cuatro dimensiones en la evaluación de la CVRS: física, funcional, psicológica y social [4]. Estos cuatro aspectos conceptuales de la CVRS se pueden ver influenciados por lo que se conoce como ‘percepciones de la salud’, un conjunto integrado por la experiencia personal, las creencias, las expectativas personales y todas las percepciones subjetivas del individuo [5,6]. Esta actitud ante la salud, la enfermedad o la incapacidad puede modificar la percepción propia de la CVRS. Por ello, se considera que las personas con el mismo estado objetivo de salud pueden tener calidades de vida muy diferentes [7]. La medición de la CVRS se realiza con unos instrumentos denominados cuestionarios. Los instrumentos genéricos, es decir, los que se aplican a todas las afecciones y pacientes, pueden proporcionar distintos tipos de información. La mayoría ofrece un perfil cualitativo y/o cuantitativo de la CVRS de un individuo. El valor numérico puede asignarse arbitrariamente o puede reflejar la preferencia del individuo por un ítem o una dimensión de la salud, proporcionando información descriptiva, predictiva o evaluativa de un individuo o grupos de individuos [8]. La característica más notoria de estos cuestionarios o escalas es la posibilidad de detectar los efectos relativos de la enfermedad y de un tratamiento sobre las diferentes dimensiones de la salud, al mismo tiempo que permiten realizar comparaciones sobre calidad de vida en diferentes poblaciones de pacientes. Su inconveniente reside en no centrarse lo suficiente en los síntomas de una enfermedad concreta [9]. Los cuestionarios más utilizados son el perfil de consecuencias de enfermedad (Sickness Impact Profile) [10], el cuestionario de salud SF-36 (Short Form-36) [11] y el perfil de salud de Nottingham [12]. REV NEUROL 2001; 32 (8): 725-731 725 Tradicionalmente, los informes comparativos del estado de salud y enfermedad en los diversos grupos poblacionales sólo incluyen datos de mortalidad y morbilidad. En la actualidad, hay una explosión en la literatura médica respecto a la inclusión de las opiniones de los usuarios de servicios médicos para la evaluación de las percepciones del estado de salud [1]. Existe gran consenso en que los beneficios ganados como consecuencia de las intervenciones sanitarias no deben valorarse teniendo en cuenta únicamente el tiempo de supervivencia, sino también la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) de los individuos durante el tiempo de supervivencia [2]. La CVRS se ha definido como el valor asignado a la duración de la vida modificado por la deficiencia, el estado funcional, la percepción de salud y la oportunidad social, debido a una enfermedad, accidente, tratamiento o política determinada [3]. Este valor es individual y depende de la percepción subjetiva del cada individuo y de su entorno político, social y económico. La calidad de vida puede medirse en muchas vertientes como el bienestar físico y psicosocial, el grado de satisfacción del paciente y de la familia, la percepción subjetiva de la enfermedad, etc. Por ello, se ha precisado elaborar una aproximación multidi- Recibido: 23.10.00. Aceptado tras revisión externa sin modificaciones: 10.12.00. Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía. Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología. Ciudad de la Habana, Cuba. Correspondencia: Dr. Otman Fernández Concepción. Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía. 29 y D, Vedado. Municipio Plaza. Ciudad de la Habana, Cuba. O. FERNÁNDEZ-CONCEPCIÓN, ET AL 40 35 30 Energía Dolor Movilidad física Reacción emocional Sueño Aislamiento social 80% Rankin 1 Rankin 2 Rankin 3 Rankin 4 Rankin 5 70% 29,74 26,29 69.2% 27,34 60% 25 50% 18.24 20 16.16 40% 12,3 15 30% 10 20% 5 10% 0 10.3% 5,10% 10,30% 5,10% 0% Media Medias % Figura 1. Distribución de las medias de los dominios de la calidad de vida (INN, 1999). Figura 2. Comportamiento de la escala de Rankin en los pacientes estudiados (INN, 1999). Las enfermedades cerebrovasculares (ECV) son una causa importante de muerte, pero son más invalidantes que mortales. De los supervivientes a la fase aguda de un ictus, aproximadamente del 40 al 53% serán total o parcialmente dependientes a los seis meses, porcentaje que se reduce al 33% transcurrido el primer año y se mantiene sin cambios en los cinco años siguientes [13]. Después del primer año, en más del 50% de los casos existe defecto motor, y entre el 30 y el 35% presentan déficit cognitivo [14]. En un menor porcentaje de los pacientes quedan trastornos visuales, sensitivos, del lenguaje, de la deglución [15] y de la marcha [16], así como del control esfinteriano [17]. Otros elementos como el dolor (hombro doloroso) [18] o las caídas frecuentes [19,20] se suman a las dificultades que afrontan estos pacientes, que los lleva a una situación de dependencia funcional y a la imposibilidad de una vida social plena. Si añadimos que las ECV tienen un alto riesgo de recurrencia, lo cual crea una situación de temor e inseguridad, comprenderemos que estos individuos están sometidos a una serie de factores que deterioran su calidad de vida. Las publicaciones referentes a la calidad de vida del paciente con ECV no son muy amplias y se centran en valorar la influencia del ictus sobre la calidad de vida [21,22] o en la evaluación de esta calidad, previa al ictus, como factor de riesgo para éste [23,24]. Se conoce que las características psicológicas de los individuos, la forma en que enfrentan su enfermedad y las características del medio sociofamiliar en que se desarrolla, pueden tener influencias positivas o negativas en la recuperación de diversas enfermedades. La influencia de estos factores en la calidad de vida percibida por los pacientes que han sufrido un ictus no se ha estudiado hasta donde conocemos. Con este trabajo nos hemos propuesto evaluar la influencia de factores clínicos y psicosociales sobre la calidad de vida del paciente con accidente cerebrovascular. Neurocirugía de La Habana (Cuba), durante 1999, de acuerdo con los siguientes criterios: Criterios de inclusión – Colaboración voluntaria. Que el individuo esté dispuesto a cooperar. – Tiempo de producido el ictus. Consideramos necesario un tiempo de tres meses como mínimo, período prudencial del curso de la enfermedad, para que se pusieran de manifiesto los mecanismos de enfrentamiento, adaptación y evaluación por parte del paciente. Asimismo, fue necesario establecer el término de hasta un año, ya que después de ese tiempo el individuo no se encuentra en una situación que resulte nueva para él; por el contrario, puede haber cierta familiaridad acrítica con la enfermedad, por llevar determinado tiempo conviviendo con ella. Criterios de exclusión – Accidentes vasculares previos. Sólo se escogieron aquellos pacientes que presentaban por primera vez un accidente cerebrovascular. No se incluyeron casos recurrentes, para evitar respuestas condicionadas por eventos previos. – Afasia. Incapacidad de comunicación verbal del paciente. – Demencia. Alteraciones de las funciones psíquicas superiores: memoria, atención, percepción, etc. impiden al individuo responder adecuadamente los cuestionarios. Especificación de las variables e instrumentos utilizados Variable dependiente La calidad de vida es el valor que se asigna a la duración de la vida modificada por la incapacidad, el estado funcional, la percepción y las consecuencias sociales, a causa de una enfermedad, un accidente o una decisión política, social o sanitaria. La escala utilizada para este fin fue el perfil de salud de Nottingham, cuestionario de CVRS que mide seis aspectos de la misma: sueño, dolor, movilidad física, energía, reacciones emocionales y aislamiento social. Se elaboró en Inglaterra a finales de los años 70 [12] y, posteriormente, fue traducido al español y validado [25]. La primera parte –la utilizada por nosotros– consta de 38 ítems repartidos en las seis dimensiones citadas. Cada ítem describe una situación de malestar más o menos importante. El entrevistado contesta ‘sí’ cuando la descripción refleja su estado de salud actual y ‘no’ en caso contrario. Se calculan las puntuaciones para cada dimensión, dividiendo por el total de ítems de aquella dimensión y se multiplica por 100. Las puntuaciones varían entre 0 y 100, y cuanto mayor es la puntuación, peor es la calidad de vida y salud percibidas. PACIENTES Y MÉTODOS Variables independientes Se realizó un estudio no experimental de corte transversal en 39 pacientes que sufrieron accidente cerebrovascular (ictus), seleccionados de la consulta de enfermedades cerebrovasculares del Instituto Nacional de Neurología y Se tuvieron en cuenta las siguientes variables generales y clínicas: edad, sexo, raza, enfermedades previas, tipo de ictus, territorio vascular, clasificación pronóstica, etiopatogenia, escala de limitación o minusvalía. 726 REV NEUROL 2001; 32 (8): 725-731 ACCIDENTE CEREBROVASCULAR 12 Planificación Distanciamiento Reevaluación positiva Búsqueda de apoyo social Responsabilidad Comprobación Autocontrol 9.87 10 8 7.54 7.23 7.28 30 25 20 5.87 4 16.25 15.07 6 4.48 Relaciones sociales Índice de contacto social Área de salud Área familiar Área laboral 25.20 13.82 15 10 7.15 2.41 2 5 0 0 Medias medias Medias Figura 3. Distribución de las medias de la escala de afrontamiento (INN, 1999). Figura 4. Comportamiento de las medias de las áreas del apoyo social percibido (INN, 1999). El tipo de ictus se dividió en infarto cerebral y hemorragia intraparenquimatosa. No se estudiaron pacientes con hemorragia subaracnoidea. El territorio vascular se consideró como carotídeo y vertebrobasilar. Se utilizó la clasificación pronóstica del Oxfordshire Community Project, que incluye: infarto mayor de la circulación anterior, infarto menor de la circulación anterior, infarto lacunar e infarto vertebrobasilar. Para la clasificación etiopatogénica se utilizó la del National Institute of Neurological Disorders and Stroke (NINDS) de 1990, que divide los ictus en: aterotrombótico, cardioembólico, lacunar, inhabitual e indeterminado. Para evaluar la situación funcional del paciente se utilizó la escala de Rankin, que clasifica a los pacientes de la siguiente forma: 1. Sin síntomas de discapacidad; 2. Sin discapacidad significativa; 3. Ligera discapacidad; 4. Discapacidad moderada, y 5. Grave discapacidad. Las variables psicosociales incluidas en el estudio fueron: patrón de conducta tipo A, ansiedad como estado y como rasgo, depresión como estado, modos de afrontamiento y redes de apoyo social. El patrón de conducta tipo A es un síndrome conductual de estilo de vida, que se caracteriza por un exceso de competitividad, esfuerzo de lucha, agresividad –algunas veces fuertemente reprimida–, urgencia temporal, aceleración en las actividades, hostilidad, hiperalerta, explosividad al hablar, tensión en la musculatura facial y lucha contra las limitaciones del tiempo. El instrumento utilizado para su medición fue el Jenkins Activity Survey; este cuestionario está constituido por 13 ítems y el paciente debe seleccionar en cada ítem la alternativa que mejor lo describa. La prueba permite conocer el patrón comportamental que caracteriza a cada individuo. Según el autor, aquellos sujetos cuyas puntuaciones se encuentren por encima de 5 puntos se caracterizan por un patrón de conducta tipo A; los que su puntuación sea 0 son neutros y los que tengan una puntuación negativa se caracterizan por un patrón de conducta tipo B. Los modos de afrontamiento son aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales, constantemente cambiantes, que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas, evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo. Se utilizó la escala de afrontamiento de Folkman y Lazarus de 68 ítems, modificada a través de criterio de jueces –se consultó a neurólogos y psicólogos–, con el fin de adaptar el instrumento al contexto de la ECV, así como reducir el número de ítems; se trabajó con 51 ítems para hacerlo más asequible a este tipo de paciente. Este cuestionario está constituido por las siguientes subescalas: 1. Confrontación; 2. Distanciamiento; 3. Autocontrol; 4. Búsqueda de apoyo social; 5. Aceptación de la responsabilidad; 6. Huída-evitación; 7. Planificación, y 8. Reevaluación positiva. El apoyo social constituye los recursos sociales accesorios y/o disponibles a una persona, encontrados en el contexto de las relaciones interpersonales y sociales y que pueden influir, tanto de forma positiva como negativa, en la salud y el bienestar de los individuos implicados en el proceso. La medida de la percepción subjetiva del apoyo social se realizó mediante una escala de 36 ítems, diseñada y validada a tal efecto. Se trata de una serie de preguntas que se relacionan por áreas: el área de salud, el área familiar, el área de la pareja, el área laboral, el área de las relaciones sociales y el índice de contacto social. Cada ítem puntúa de 1 a 3. Cuando la puntuación es 3, mejor es la percepción subjetiva de apoyo social. La puntuación total es la suma de todas las áreas. Una puntuación ³74, indica apoyo alto; entre 53 y 73, apoyo moderado; y £53, bajo apoyo. Para medir la ansiedad como estado y como rasgo se utilizó la encuesta IDARE, mientras que para depresión se empleó el cuestionario de depresión de Beck. Se seleccionaron los pacientes que cumplieran los criterios de inclusión de la consulta de enfermedades cerebrovasculares del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía. De sus historias clínicas y del examen físico neurológico se obtuvieron los datos de las variables clínicas. En la propia consulta se entrevistó a los pacientes con el fin de explicarles las características del estudio y obtener su aceptación para participar. Para aplicar los cuestionarios de las diferentes variables, se visitó a los pacientes en sus hogares, con el objetivo de acercarnos suficientemente a su medio y brindarles un ambiente cómodo para responder. Los cuestionarios fueron aplicados mediante entrevista por dos psicólogas entrenadas para ello. Los datos obtenidos de las variables clínicas y psicosociales a través de los cuestionarios se recogieron en una base de datos diseñada con ese fin, siendo procesados mediante el programa informático Statistic. Para calcular las medias de las diferentes dimensiones de la calidad de vida y de otras variables, se llevó a cabo un procesamiento estadístico descriptivo. Para relacionar las variables con las dimensiones de la calidad de vida se utilizaron diferencias de medias de tabulación t y el coeficiente de correlación de Spearman. REV NEUROL 2001; 32 (8): 725-731 RESULTADOS La muestra estuvo constituida por 39 sujetos, de los cuales 27 eran del sexo masculino (67,5%); las edades oscilan entre 42 y 83 años, con una edad promedio de 60 años. Se encontraron 31 sujetos de raza blanca, lo que representa un 77,5% de la muestra. En la figura 1 se muestra la distribución de las medias de las diferentes dimensiones de la calidad de vida en los casos estudiados. El valor más alto corresponde al dominio sueño (29,74), siendo el aspecto más afectado. El segundo con mayor afectación fue el de las reacciones emocionales (27,34), seguido de la movilidad física (26,92) y, más adelante, por orden de frecuencia, el dolor (18,24), la energía (16,16) y el aislamiento social (12,30). 727 O. FERNÁNDEZ-CONCEPCIÓN, ET AL Tabla I. Correlaciones entre la edad y las distintas dimensiones de la calidad de vida (INN, 1999). Pareja de variables Valor n Spearman r t (n-2) Edad y dolor 39 0,169505 1,046196 0,302257 Edad y movilidad física 39 -0,152746 -0,940150 Edad y reacción emocional 39 -0,001302 0,007921 0,993723 Edad y aislamiento social 39 0,055810 0,340008 0,735773 Tabla II. Correlación entre la calidad de vida y el sexo (INN, 1999). Variable Masculino Femenino t p Energía 2,22222 44,75000 -1,56561 0,125953 Dolor 31,51852 42,83333 -0,80980 0,423235 Movilidad física 63,44444 67,25000 -0,25714 0,798498 Reacción emocional 83,51852 63,66667 1,38551 0,174193 Sueño 26,66667 36,66667 -1,13487 0,263730 p nivel 0,353238 Fuente: cuestionarios. Aislamiento social Tabla III. Correlación entre las dimensiones de la calidad de vida y la presencia de diabetes mellitus. Variable Diabetes mellitus Sin diabetes mellitus t p Energía 78,3333 a 25,05556 a 2,201690 a 0,03400 a Fuente: cuestionarios. a Valores estadísticamente significativos. Al correlacionar la edad y las distintas dimensiones de la calidad de vida, se encontró que mientras mayor es la edad del individuo, mayores dificultades con la movilidad física y más expresión de dolor se presentan (Tabla I); sin embargo, esta relación no fue estadísticamente significativa. Por sexos, se observa que las mujeres están vinculadas de forma significativaa un mayor aislamiento social (Tabla II). Con relación a los antecedentes de enfermedad, el 82,5% son hipertensos, el 22,5% son portadores de una cardiopatía isquémica y el 10% presentan diabetes mellitus. Solamente la presencia de diabetes mellitus se relacionó con menor energía (p= 0,03) (Tabla III). En cuanto al tipo de ictus, el 90% correspondió a infarto cerebral y el 10% a hemorragia intraparenquimatosa. De los pacientes con infarto cerebral, el 75% tuvo afectación del territorio carotídeo y el 25% del territorio vertebrobasilar. Teniendo en cuenta la clasificación pronóstica, el 10% fue un infarto mayor de la circulación anterior, el 45% un infarto menor de circulación anterior, el 17,5% un infarto lacunar y el 27,5% un infarto del territorio vertebrobasilar. Al clasificar a los pacientes según su etiopatogenia, el 67,5% fueron aterotrombóticos, el 12,5% lacunares y el 2,5% cardioembólicos. Al analizar el grado de minusvalía o funcionalidad mediante la escala de Rankin, se encontró que el 69,2% presentaron una puntuación en dicha escala de 1, el 10,3% de 2, el 5,1% de 3, el 10,3% de 4 y el 5,1% una puntuación de 5 (Fig. 2). Al estudiar la influencia de las variables clínicas analizadas (territorio vascular, clasificación pronóstica, etiopatogenia y grado de minusvalía), no se encontró relación estadísticamente significativa de alguna de ellas con ninguna de las dimensiones de la calidad de vida; sin embargo, se observó que a mayor estadio en la escala de Rankin, mayor aislamiento social; es decir, cuanto peor es el nivel de funcionalidad (más limitaciones, tanto físicas como cognitivas) de estos individuos, menos posibilidades tienen de interactuar socialmente; sin embargo, esta relación no fue estadísticamente significativa (p= 0,06) (Tabla IV). El estudio de las variables psicológicas mostró los siguientes resultados: – El 72,5% de los sujetos presentaron un patrón de conducta tipo A, el 17,5% un patrón tipo B y un 10% un patrón neutro. El valor medio de la escala de Jenkins fue de 7,6, lo que implica una tendencia general al patrón de conducta tipo A. – La ansiedad como rasgo se encontró alta en el 25,55% de los casos, media en el 52% y baja en un 22,5%, con una media de 37,7 de la encuesta de IDARE, lo que muestra una tendencia general a la ansiedad en este grupo de pacientes. Al estudiar la ansiedad como estado, el 27,5% tenían un elevado grado de ansiedad, el 40% un grado medio y el 32,5% grado bajo de ansiedad. Sólo el 5% de los pacientes tuvieron 728 6,66667 a 25,00000 a -3,02373 a 0,004518 a Fuente: cuestionarios. a Valores estadísticamente significativos. Tabla IV. Correlaciones entre la escala neurológica y las distintas dimensiones de la calidad de vida (INN, 1999). Pareja de variables Valor n Spearman r t (n-2) p nivel Escala de Rankin y energía 38 -0,064311 -0,386667 0,701279 Escala de Rankin y dolor 38 0,049178 0,295425 0,769366 Escala de Rankin y movilidad física 38 0,085727 0,516262 0,608828 Escala de Rankin y reacción emocional 38 0,096932 0,584346 0,562631 Escala de Rankin y sueño 38 0,210643 1,292864 0,204294 Escala de Rankin y aislamiento social 38 0,303350 1,910107 0,064111 Fuente: cuestionarios. depresión moderada o leve, con un valor medio de la encuesta de Beck de 5,9. – El patrón de conducta tipo A y la ansiedad como estado no se relacionaron estadísticamente con ninguna de las dimensiones de la calidad de vida; sin embargo, la ansiedad como rasgo de la personalidad se vinculó a una mayor afectación del sueño, y el estado de depresión presentó una relación estadísticamente significativa con menor energía, mayor dificultad con el sueño y mayor aislamiento social (Tabla V). – Cuando estudiamos la escala de modos de afrontamiento observamos que la planificación (9,87), el distanciamiento (7,54), la reevaluación positiva (7,23) y la búsqueda de apoyo social (7,28) fueron los modos más utilizados por los pacientes; los menos empleados correspondieron a la aceptación de la responsabilidad (2,41), la confrontación (4,48) y el autocontrol (5,87) (Fig. 3). – Al relacionar los resultados de la escala de afrontamiento con los dominios de la calidad de vida (Tabla VI), se encontró una relación positiva entre los modos de autocontrol (p= 0,02), la aceptación de la responsabilidad (0,04) y la reevaluación positiva (p= 0,01) con el dominio de energía, así como entre el autocontrol (p= 0,017) y la reevaluación positiva (p= 0,001) con la movilidad física. – Con relación al apoyo social percibido, el área de mayor valor de la escala correspondió a las relaciones sociales (25,20), seguida del índice de contacto social (16,25). Por orden de frecuencia, le siguieron el área de salud (15,07), y el área familiar (13,82), el área de pareja (9,64) y la laboral (7,15) como las que menor apoyo perciben los pacientes (Fig. 4). La media del apoyo global fue de 87,13, lo que significa un alto apoyo. Al establecer las correlaciones entre la escala de apoyo social percibido y la calidad de vida, se observa una relación positiva entre la percepción de apoyo del área de salud con los dominios dolor (p= 0,03), sueño (p= 0,02) REV NEUROL 2001; 32 (8): 725-731 ACCIDENTE CEREBROVASCULAR Tabla V. Correlación de las diferentes variables psicológicas con los dominios de la calidad de vida (INN, 1999). Variable Conducta tipo A Estado ansiedad Rasgos ansiedad Energía -0,06 0,31 0,17 0,49 a Dolor -0,01 0,07 -0,00 Movilidad física -0,00 0,15 0,08 Reacción emocional 0,08 0,10 -0,02 Sueño 0,17 0,18 0,40 Aislamiento social -0,09 0,09 0,06 Valor n Spearman r t (n-2) p nivel Energía y autocontrol 38 0,368573 2,37891 0,022789 Energía y aceptación-resignación 38 0,332834 2,11775 0,041170 0,10 -0,07 Energía y reevaluación 38 0,390989 2,54883 0,015216 Mov. física y autocontrol 38 0,383183 2,48909 0,017567 Mov. física y reevaluación 38 0,500031 3,46439 0,001390 Depresión 0,08 a Tabla VI. Correlaciones entre las dimensiones de calidad de vida y la escala de modos de afrontamiento (INN, 1999). 0,37 a 0,32 a Pareja de variables Fuente: cuestionarios. Fuente: cuestionarios. a Valores estadísticamente significativos. Tabla VII. Correlaciones entre las distintas dimensiones de calidad de vida y la escala de apoyo social (INN, 1999). Pareja de variables Valor n Spearman r t (N-2) p nivel Dolor y área de salud 38 0,351301 2,25130 0,030566 Sueño y área de salud 38 -0,363610 -2,34196 0,024833 Sueño y área familiar 38 -0,317860 -2,01148 0,051807 Sueño y área de relaciones sociales 38 -0,328410 -2,08617 0,044109 Aislamiento social y área de salud 38 -0,332204 -2,11324 0,041579 Aislamiento social y área familiar 38 -0,407898 -2,68052 0,011019 Aislamiento social 38 y área de relaciones sociales -0,525538 -3,70632 0,000703 Fuente: cuestionarios. y aislamiento social (p= 0,04). Es decir, a mayor apoyo percibido, mejor calidad de vida en dichos dominios. Esta relación positiva también se observa entre la percepción de apoyo familiar con el sueño (p= 0,05) y el aislamiento social (p= 0,01), así como del área de las relaciones sociales con el sueño (p= 0,04) y el aislamiento social (Tabla VII). DISCUSIÓN El dominio peor puntuado en nuestros casos fue el sueño, seguido de las reacciones emocionales, que mide fundamentalmente el estado afectivo de los individuos y la manera en que reaccionan psicológicamente a la enfermedad. A éste le sigue la movilidad física, relacionada con las dificultades motoras, que con frecuencia presentan estos pacientes y que limitan de modo variable su motilidad. El dolor no es un síntoma frecuente en los pacientes que han sufrido un accidente cerebrovascular y se debe al hombro doloroso, contracturas musculares o a la misma inmovilidad. Coincidimos con otros autores en que el aislamiento social es el aspecto mejor puntuado [23,25,26], aunque en nuestra casuística, la diferencia de puntuaciones entre éste y los demás dominios es mucho mayor, sobre todo en los dominios de sueño, reacciones emocionales y la movilidad física. Debemos tener en cuenta que los resultados de estas encuestas varían de acuerdo con las dife- REV NEUROL 2001; 32 (8): 725-731 rentes culturas [27] y los modos de vida de los individuos; no contamos con estudios de calidad de vida en pacientes sanos de nuestro medio para hacer la comparación. El peso de este trabajo está en evaluar la influencia de factores objetivos y subjetivos en la calidad de vida, es decir, en qué grado se relacionan aspectos clínicos y psicosociales con ella. Para nosotros resulta de interés la escasa influencia de la edad sobre la calidad de vida de los pacientes, aunque se observa que a medida que ésta avanza existe menor movilidad y mayor dolor. Otros estudios tampoco han encontrado diferencias significativas al evaluar el papel de la edad en la calidad de vida [12,28]. El hecho de que este dominio se afecte más a medida que avanza la edad podría relacionarse con la presencia de otras dolencias osteoarticulares más frecuentes en ancianos. Otros estudios, como los de Neau et al [29] y Wyller et al [30], señalan que la edad avanzada es uno de los factores que mejor se relaciona con el bienestar subjetivo de los pacientes, quizás por las diferentes expectativas en relación con pacientes más jóvenes. En nuestro medio es más frecuente que las mujeres de edad media y de la tercera edad estén sin pareja, que los hombres de la misma edad. Este hecho podría explicar el mayor aislamiento social en las mujeres de nuestra muestra, dato que no concuerda con Wyller et al [30], quienes identifican al sexo femenino como un factor positivo sobre la calidad de vida percibida. De las enfermedades crónicas encontradas en nuestros pacientes, la diabetes mellitus es la más devastadora por sus efectos en los diferentes órganos y sistemas; quizás por ello esté relacionada con menor energía que las no diabéticas de los casos estudiados. Es notable que las variables clínicas estudiadas, particularmente el territorio vascular, la extensión de la lesión y la funcionalidad según la escala de Rankin, no tengan una relación consistente con ninguno de los dominios de la calidad de vida, aunque esta última presentó alguna influencia negativa sobre el aislamiento social. Las principales consecuencias de un ictus se han relacionado históricamente con la incapacidad y la desventaja social que producen; sin embargo, y según estos resultados, no presenta una relación tan estrecha cuando se estudia el problema desde el punto de vista del paciente. Consideramos que este resultado debe corroborarse con estudios más amplios, pues nuestra casuística presentó una tendencia general hacia una escasa incapacidad. Jonkman et al [22] comunicaron que el grado de paresia influye de forma negativa en la calidad de vida y Neau 729 O. FERNÁNDEZ-CONCEPCIÓN, ET AL et al [29] encontraron que el déficit neurológico en fase aguda es el predictor más importante en la calidad de vida de jóvenes con ictus. Por otra parte, Wyller et al [31] hallaron que el deterioro de la calidad de vida se relaciona con el grado de paresia del miembro superior. Dentro de las variables psicológicas estudiadas vemos que el estado de depresión se relaciona negativamente con aspectos de la calidad de vida que dependen en gran medida del estado afectivo del individuo (la energía, el sueño y el aislamiento social), así como la ansiedad como rasgo, que está vinculada a mayores dificultades con el sueño. Jonkman et al también encontraron relación entre la depresión y la calidad de vida, la cual mejoró después de un año de evolución [22]. El proceso de afrontamiento es una cuestión trascendental en el campo de la ECV. Los pacientes que padecen esta enfermedad afrontan una situación que puede devenir en desacreditativa para ellos, debido a las grandes exigencias y obstáculos que les impone esta condición. Lazarus [32] establece la distinción entre afrontamiento centrado en el problema y afrontamiento centrado en la emoción. El primero son formas de afrontamiento centradas en la acción; en este caso se intenta hacer algo para alterar la fuente del estrés. El segundo está dirigido a reducir o manejar el distrés emocional relacionado con la situación e incluye principalmente pensamientos más que acciones, para cambiar las relaciones persona-ambiente. Los modos de afrontamiento centrados en el problema tienden a predominar en situaciones donde puede hacerse algo constructivo; los centrados en la emoción tienden a predominar cuando la persona siente que el estresor es algo perdurable. Estas funciones no son excluyentes, sino que ‘...pueden interferirse entre sí en el proceso de afrontamiento, facilitando o impidiendo cada uno la aparición de otro’. Los modos de afrontamiento del individuo pueden dividirse en positivos y negativos según la forma en que contribuyen a una mejor salud del individuo. En los casos estudiados se observa que los modos de afrontamiento positivos, como el autocontrol, la aceptación de responsabilidad y la reevaluación positiva, se relacionan con una valoración más favorable de las áreas de energía y movilidad física de su calidad de vida. A medida que estos individuos intentan controlar y/o regular sus sentimientos y acciones, mejor resultan las dimensiones de energía y la movilidad física; es decir, estos pacientes tendrán mejor nivel de desenvolvimiento y/o funcionamiento. Asimismo, mientras más reconozcan su papel en el cuidado de su salud y traten de reevaluar la situación, dándole un sentido más positivo a estas circunstancias que vivencian, mejor será el nivel de funcionamiento (energía). Otro aspecto que se vinculó con la forma en que el individuo valora su calidad de vida es la manera de percibir el apoyo social. Un apoyo elevado en el área de la salud se relaciona con menor dolor, menos dificultades en el sueño y menor aislamiento social. Ello confirma el papel del sistema de apoyo profesional, que tiene la responsabilidad del restablecimiento u optimización de la salud del paciente [26]. De éste se espera no sólo su alta calificación profesional, sino también su elevada calidad humana, que no ignore las necesidades de todo tipo, pero sobre todo emocionales, de aquel que no es sólo ‘su paciente’, sino también y, por encima de todo, un ser humano enfrentado a una situación altamente estresante [33]. De este aspecto depende, en muchas ocasiones, que un paciente pueda enfrentar con eficacia su proceso de enfermedad. El área de salud es, en nuestro medio, la mejor percibida por los pacientes, quizás por las características de nuestro sistema de salud. El apoyo del área familiar y en el área de las relaciones sociales también influyen positivamente sobre el sueño y el aislamiento social. Ello pone de manifiesto la enorme importancia de las relaciones sociales como posibles fuentes de mecanismos protectores de la salud, lo cual sugiere que, inmersos en los lazos que el individuo establece, se encuentran procesos socialmente básicos que pueden estimular y asegurar, de esta manera, una mejor adaptación del mismo ante situaciones estresantes específicas. Y es aquí donde el círculo de amigos, los compañeros de trabajo y especialmente la familia se convierten en la principal fuente de apoyo social, que funcionará como amortiguadora del estrés que sufre el paciente, como estimuladora de la autoestima del mismo y como soporte psicológico, emocional, material, etc. Ha podido evidenciarse una importante relación entre apoyo social y la adaptación y recuperación de la enfermedad física. Estudios realizados [34] proporcionan claras evidencias de que el apoyo social facilita la recuperación de los problemas de salud. Los resultados de este trabajo reflejan el papel que desempeñan factores psicosociales sobre la calidad de vida percibida por los pacientes con accidente cerebrovascular, y pone de manifiesto que el componente subjetivo tiene un peso probablemente superior al de los propios factores objetivos de la enfermedad. Individuos con similares estados físicos y funcionales perciben su calidad de vida de forma diferente, dependiendo de sus herramientas psicológicas y del ambiente familiar y social en que se pueden apoyar para enfrentarse a la nueva situación. BIBLIOGRAFÍA 1. Zuñiga MA, Carrillo-Jiménez T, Fos PJ, Gander B, Medina-Moreno MR. Evaluación del estado de salud con la encuesta SF-36: resultados preliminares en México. Salud Publica Mex 1999; 41: 110-7. 2. Willians A. Calculating the global burden of disease: time for a strategic reappraisal? Health Econ 1999; 8: 1-8. 3. Patrick DL, Erickson P. Theoretical foundations for health-related quality of life, 58. In Patrick DL, ed. Health status and health policy. Allocating resources to health care. New York: Oxford University Press; 1993. p. 58-75. 4. De Haan R, Aaronson N, Limburg M, Langton-Hewer R, Van Crevel H. Measuring quality of life in stroke. Stroke 1993; 24: 320-7. 5. Testa MA, Simonson DC. Assessment of quality of life outcomes. 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Se obtuvieron los datos de variables clínicas (edad, sexo, raza, enfermedades previas, tipo de ictus, territorio vascular, clasificación pronóstica, etiopatogenia y funcionalidad según la escala de Rankin) y psicosociales (patrón de conducta, ansiedad como rasgo y estado, depresión, modos de afrontamiento y apoyo social percibido); asimismo, se establecieron correlaciones con la variable dependiente calidad de vida, evaluada mediante el perfil de salud de Nottingham. Resultados. De las variables clínicas, la edad no mostró correlación, el sexo femenino se relacionó con mayor aislamiento y la presencia de diabetes mellitus, con menor energía. Se observó más aislamiento a mayor puntuación en la escala de Rankin, pero la correlación no fue estadísticamente significativa. Por otra parte, la ansiedad como rasgo se relacionó con mayores dificultades en el sueño, al igual que la depresión, la cual se asoció además a menor energía y mayor aislamiento social. Los modos de autocontrol, aceptación de la responsabilidad y reevaluación positiva presentaron una relación positiva con la energía y la movilidad física. A mayor apoyo social percibido, sobre todo en el área de la salud, mejor calidad de vida en los dominios de dolor, sueño y aislamiento social. Conclusión. Los aspectos psicosociales influyeron más en la calidad de vida de estos pacientes que los factores clínicos. [REV NEUROL 2001; 32: 725-31] Palabras clave. Accidente cerebrovascular. Apoyo social. Calidad de vida. Escala de Rankin. Modos de afrontamiento. A QUALIDADE DE VIDA DO DOENTE COM ACIDENTE VASCULAR CEREBRAL: UMA CONSIDERAÇÃO DOS POSSÍVEIS FACTORES DETERMINANTES Resumo. Objectivo. Avaliar a influência dos factores clínicos e psicossociais na qualidade de vida do doente com acidente vascular cerebral. Doentes e métodos. Efectuou-se um estudo não experimental de corte transversal em 39 doentes com AVC, da consulta de doenças vasculares cerebrais do Instituto de Neurologia e Neurocirurgia (La Habana, Cuba). Obtiveram-se os dados de variáveis clínicas (idade, sexo, raça, doenças prévias, tipo de ictus, território vascular, classificação prognóstica, etiopatogenia e funcionalidade segundo a escala de Rankin) e psicossociais (padrão de conduta, ansiedade como característica e estado, depressão, modos de abordagem e apoio social percebido), e estabeleceram-se correlações com a variável dependente, Qualidade de Vida, avaliada pelo perfil de saúde de Nottingham. Resultados. Das variáveis clínicas, a idade não mostrou correlação, o sexo feminino foi relacionado com maior isolamento e a presença de diabetes mellitus com menor energia. Observou-se maior isolamento, por maior pontuação na escala de Rankin, mas a associação não foi estatisticamente significativa. Por outro lado, a ansiedade, como característica relacionou-se com maiores dificuldades no sono a par com a depressão, tendo sido associada com a aceitação da responsabilidade. Esta, juntamente com a reavaliação positiva apresentaram uma relação positiva com menor energia e maior isolamento social. As técnicas de autocontrolo, aceitação da responsabilidade e reavaliação positivas apresentaram uma relação positiva com a energia e a mobilidade física. Quanto maior o apoio social recebido, sobre tudo, na área da saúde, melhor a qualidade de vida nos domínio da dor, do sono e do isolamento social. Conclusão. Os aspectos psicossociais tiveram maior influência na qualidade de vida destes doentes que os factores clínicos. [REV NEUROL 2001; 32: 725-31] Palavras chave. Acidente vascular cerebral. Apoio social. Escala de Rankin. Modos de abordagem. Qualidade de vida. REV NEUROL 2001; 32 (8): 725-731 731